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La música medieval comprende toda la música europea compuesta durante la Edad Media,
aproximadamente entre la Caída del Imperio romano de Occidente en 476 y el siglo XV, centuria
cuya música suele ya clasificarse como propia del Renacimiento.
La única música medieval, que fue escrita es la ligada a la Iglesia y las instituciones eclesiásticas,
como monasterios, y en menor medida la profana creada en los círculos aristocráticos. Estas
tradiciones manuscritas solo reflejan marginalmente la música popular de aquella era.
Muchos de los instrumentos usados en la época medieval perviven aún hoy día con
algunas variaciones.
Instrumentos de cuerda:
La música medieval utilizaba muchos instrumentos de cuerda, así como el laúd,
la guitarra morisca o mandora, la guiterna y el salterio. Los dulcémeles, similares en
estructura a los salterios y cítaras, que eran originalmente punteados.
El rabel era un cordófono de tres cuerdas, tocado con arco. Su caja de resonancia tenía
forma de pera y en ocasiones alargada. El mástil era corto y el clavijero a veces estaba
inclinado hacia la derecha, hasta adoptar finalmente forma de hoz. Se introdujo en Europa
durante el siglo X desde el mundo árabe.
El dulcimer era similar al salterio; sus cuerdas solían aparecer en órdenes de dos a cuatro.
Se tocaba percutiendo las cuerdas con unos macillos de madera.
La fídula era de cuerda frotada, con cuerpo oval o elíptico, tapa armónica plana y clavijeros
normalmente en forma de disco.
Arpas, liras y salterios: las denominaciones medievales son con frecuencia muy confusas.
Las palabras cythara, rote, rotta o chrotta pueden designar un arpa, una lira con arco o un
salterio. Sucede que la lira se bautiza como arpa o psalterium o que el monocordio «tiene
19 cuerdas». No obstante, la iconografía permite distinguir tres tipos de instrumentos de
cuerda sin mástil o mango, y otro instrumento especial:
Las liras se asemejan a las cítaras antiguas hasta el siglo XI. Las cuerdas de igual
longitud, se tensan entre un clavijero y una consola transversal paralelamente al
cuerpo sonoro. La lira y el arpa están claramente diferenciadas en un manuscrito
del siglo XII, en la que el arpa se llama cythara anglica y la lira cythara teutonica.
El organistrum es una especie de viola en la que el arco está reemplazado por una
rueda que frota las cuerdas por acción de una manivela. Las cuerdas se acortan no
con los dedos directamente, sino con un teclado. Es el instrumento que hoy se llama
"viola de rueda" o zanfona y que pertenece al folclore desde el siglo XVII.
Instrumentos de viento:
Guillaume de Machaut distingue en el siglo XIV dos tipos de flauta: las traveseras y
«en las que tocas recto cuando soplas». Pero no parece ser que en Europa las
flautas fueran rectas hasta el siglo XII. La flauta travesera vendría como entonces,
de Oriente. Una pequeña flauta recta llamada flajol o el flaihutel se toca en
asociación con un tamboril o tabor, por un solo ejecutante, como todavía se
practica hoy en Provenza o en el País Vasco. Las flautas se hacían de madera más
que de plata u otro metal, y podían tocarse desde un costado o desde el extremo.
La flauta dulce, por otro lado, ha conservado más o menos su forma.
El Gemscorno se parece a la flauta dulce en que tiene orificios para los dedos en su
frente, aunque pertenece en realidad a la familia de la ocarina. Uno de los
predecesores de la flauta, la zampoña o flauta de Pan gozó de gran popularidad en el
medievo y es posiblemente de origen helénico. Los tubos de este instrumento
estaban hechos de madera, graduados en longitudes diferentes para producir
diferentes tonos.
Los instrumentos con estrangul o boquilla (generalmente de doble lengüeta, como el oboe)
están representado por los caramillos, las bombarda (una quinta más graves) y
las dulzainas, de tubo más estrecho y timbre velado.
Instrumentos de percusión:
Hasta el Renacimiento los instrumentos de percusión no desempeñaron sino un papel
marginal en la música. Antes del siglo XII no existían prácticamente, aparte de los
juegos de campanas empleados en los monasterios. No obstante, el ornato
cotidiano estaba realzado por ruidos diversos de los que la literatura medieval evoca
con frecuencia los aspectos comunes: matracas de los leprosos, amuletos
tintineantes con que se cubrían los héroes y los
peregrinos, cencerros, cascabeles, campanas, aldabones de las puertas, etc. Solo en los
siglos XII y XIII aparecieron en Europa los tambores de dos pieles, con los que se
acompañaban sobre todo los que tocaban instrumentos de viento y el pequeño
tambor sobre un cerco con crótalos (pandereta).