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Discusión sobre capital social y la crisis institucional en

Cartagena
Hecho por: Pablo Alandete Costa

Una amplia discusión se ha liderado desde la ciencia política respecto a los estudios del
concepto de capital social. Tres autores principales en el discernimiento y explicación del
concepto son Putnam, Lin y Coleman, quienes difieren en sus interpretaciones del concepto
al menos mínimamente, pero enriquecen el debate. Explicados por Stolle (2007), según
Coleman, el capital social hace referencia a “aspectos de la estructura social que proveen
recursos a actores para satisfacer sus intereses”; para Putnam “redes, normas de reciprocidad
y confianza para un mutuo beneficio colectivo”; y, por último, según Lin “inversión en
relaciones sociales con un ingreso (beneficio) en el mercado”. Para analizar, posteriormente,
la situación de crisis institucional en Cartagena y su relación con el capital social, se tomará
el concepto de Putnam, gracias al énfasis que le da al capital social para explicar la acción
colectiva, que en gran medida puede explicar por sí misma un factor catalizador de la crisis
en distintos contextos.

Desde el año 2011, la ciudad de Cartagena ha padecido de una fuerte fractura en el


funcionamiento de sus instituciones, que no han sido precisamente funcionales durante la
historia, pero que, sin duda, ahora se encuentran en una situación de mayor gravedad. Esto es,
que desde el año señalado, no ha habido alcalde, como máxima autoridad del poder ejecutivo,
que haya podido finalizar su mandato dentro de un período típico, en línea con delicadas
condiciones de pobreza y desigualdad, y también deterioro de la rama judicial y la
corporación pública del Concejo Distrital. En el centro de esta crisis se encuentra la
corrupción, que es transversal dentro de la vida política cartagenera. No obstante, ante lo que
han planteado algunos autores en estudios de caso específicos, como Putnam, se podría
encontrar una explicación a la situación actual de Cartagena desde un análisis del capital
social en la ciudad. Según Putnam (1993), que realizó un estudio del capital social en la
sociedad italiana, dividida en norte y sur para su análisis, existe una fuerte relación entre el
capital y contexto social y el funcionamiento de la actividad política y las instituciones
locales.
Históricamente, uno de los retos del estudio del capital social ha sido trazar una línea en
cuanto a la explicación de si el capital social afecta a las instituciones, o si son unas
instituciones inclusivas y democráticas las que ponen la primera piedra para la creación de
capital social en una comunidad. Para efectos de los estudios realizados por Putnam, es el
capital social y un contexto el que determina un cierto aporte al buen funcionamiento de las
instituciones y la cooperación en sociedad, un enfoque que podría ayudar a explicar la
condición de Cartagena.

Según Putnam (1993), lo que derivó posteriormente en los niveles más altos de desarrollo
económico e institucional, en el norte de Italia, en comparación con el sur, provino de normas
de reciprocidad y redes de compromiso cívico, en sociedades cooperativas, de apoyo mutuo,
que era algo que se podía evidenciar incluso en grupos literarios y equipos de fútbol. Esto, a
grandes rasgos, es lo que se podría definir como capital social.

Así, entonces, situando el análisis sobre el caso concreto de Cartagena, bajo el presupuesto
de que la creación de capital social y mejoramiento de las redes dentro de estructuras sociales
de forma horizontal, pueden ser el catalizador de una mejora del performance institucional,
sería interesante analizar la factibilidad de este hecho. Según la Tercera Medición del Capital
Social en Colombia BARCAS (2011):

Uno de los principales problemas para la acumulación y formación del capital social en Cartagena
como en el resto del país es la atomización, es decir, el grado de exclusión y aislamiento en espacios de
interacción social. Como indicadores de atomización se consideraron la proporción de personas que
percibieron que nadie los puede ayudar (21% de Cartagena vs. 11% nacional), que nunca se reúne con
los vecinos (27% de Cartagena vs. 30% nacional), que nunca se reúne con los compañeros del trabajo
(17% de Cartagena vs. 25.6% nacional), que no pertenecen a ninguna organización voluntaria (34%
Cartagena de vs. 30% nacional), que tienen cero eslabonamiento (63% en Cartagena igual que a nivel
nacional) o que están vinculados al trabajo formal (27% de Cartagena vs 22% nacional)

Este es uno de los claros reflejos de la deficiencia existente en cuanto a capital social en
Cartagena, que de ser comparado con niveles nacionales e internacionales, queda muy
rezagado. No obstante, existen excepciones clave dentro del estudio del capital social, como
la confianza interpersonal y la percepción de la corrupción, que, comparada con la de otras
ciudades a nivel nacional, en ambos componentes era mayor en Cartagena (Hurtado, García y
Copete, 2011), pero que se mantiene insignificante en comparación con países avanzados en
cuanto a capital social.

El caso cartagenero habría de convertirse en un dolor de cabeza al momento de entrar


nuevamente en la discusión de si el capital social influye en el performance institucional, o si
es la esencia de las instituciones, como argumentarían algunos neoinstitucionalistas, lo que
promueve un ambiente de atomización de capital social. ¿En Cartagena las instituciones
corrompidas y disfuncionales crean poca confianza entre las personas y no motivan la
inclusión de los habitantes en organizaciones horizontales que velen por el beneficio mutuo, o
es la característica de los cartageneros y su cosmovisión, su desconfianza en el otro, lo que en
últimas genera un desempeño pobre de las instituciones?

Más allá de esto, está claro que, de alguna manera, la inversión en capital social habría de
poder ayudar a superar las condiciones graves por las cuales pasan las instituciones en
Cartagena. En últimas, el favorecimiento de la inclusión de los individuos dentro de
organizaciones de acción colectiva horizontales para alcanzar beneficios mutuos promueve
una de las formas de democracia teorizadas por, entre otros, Jürgen Habermas (2005), que es
la democracia deliberativa, que llevaría consigo como obligación la mejora de la acción
comunicativa de los individuos cartageneros, para el ejercicio de la política. Esto nos lleva a
la interpretación de la superación de problemas estructurales como algo menester para la
creación de capital social. El desarrollo económico y la superación de condiciones de
supervivencia están fuertemente correlacionadas con el avance de una sociedad más
preocupada por valores de self-expression y un incremento de la confianza interpersonal
(Inglehart). Parece que el análisis entrase dentro de un círculo vicioso. Problemas
estructurales económicos, educativos, pedagógicos, en parte por culpa del desempeño
institucional y la corrupción, que en últimas perpetúan las condiciones para que todo siga
igual, pero cuando de ofrecer salidas se trata, no puede haber un camino del todo sencillo.

Es posible articular lo planteado con una polémica generada en los días recientes por una
frase mencionada por la alcadesa encargada actualmente de la ciudad, Yolanda Wong, quien
afirmó que la pobreza está en la mente de las personas. Ante esto, sería interesante hacer
referencia al caso del Plan de Alimentación Escolar, que durante el gobierno de Manuel
Vicente Duque, y tantos otros antes, se convirtió en un nido de corrupción. En una ciudad
donde los recursos para la alimentación de jóvenes en el ambiente escolar, con fines de
mejorar las condiciones de su ambiente educativo para el desarrollo pleno de sus capacidades
cognitivas, la alcaldesa encargada comenta libremente que la pobreza es un estado mental,
ante la interpretación del caso de estos jóvenes, que a duras penas han de ser capaces de
entender los contenidos de sus clases sin la, posiblemente, única de sus comidas en el día.

Aquí se genera un choque entre los problemas estructurales a ser resueltos, entre ellos la
calidad de la educación para la creación de conciencias democráticas en las personas, y su
interés por inmiscuirse en la vida de redes en estructuras sociales horizontales, y la mejora de
la situación de vida de los habitantes orientada a que cambien el enfoque de su cosmovisión
al no necesitar dedicar tanto tiempo a la dilucidación de su supervivencia, como a, estando
bien alimentados y con buenas condiciones de vida, dedicar mayor espacio a su
autoexpresión, para la generación del capital social que permita mutar a formas de gobierno
orientadas por valores democráticos reales, y un performance institucional efectivo, que
genere un ciclo de retroalimentación positiva para la prosperidad en la ciudad de Cartagena,
lo cual hoy parece alejarse en los horizontes de la utopía.

De acuerdo a la Tercera Medición de Capital Social en Colombia, BARCAS (2011), citado


anteriormente, a nivel nacional y local ha disminuido el capital social, de 2005 a 2011, lo cual
sugiere que para este año, los niveles habrían de ser aún menores. Las recomendaciones que
dan los investigadores de esta medición van orientados a la construcción de Ksocial (capital
social) a partir de procesos articulados entre barrios, con Estado y sociedad civil, lo cual
sugiere nuevamente el compromiso de las instituciones para la creación de capital social que
sostenga el buen desempeño de las mismas. Por otro lado, la participación de los cartageneros
en organizaciones políticas a nivel nacional, se presenta como uno de los porcentajes más
bajos dentro de la medición citada. (Hurtado, García y Copete, 2011)

Un enfoque interesante para dilucidar al respecto de la creación de capital social y lo que


podrían ser salidas a los problemas de Cartagena, es el presentado por Robinson, Siles y
Schmid (2003), quienes argumentan en su análisis acerca de capital social y reducción de la
pobreza que “el capital social es un recurso importante que, correctamente administrado,
puede utilizarse para reducir la pobreza”, y todo este argumento gira en torno a la correlación
entre el aumento de la confianza entre las personas y el desempeño económico de los países.
Así pues, se puede ver el capital social como un instrumento de reducción de la pobreza, pero
también si se mejoran las condiciones institucionales para que se generen instituciones
inclusivas que brinden prosperidad, (Acemoglu y Robinson, 2014) se podría argumentar que
se fertiliza el campo para que los individuos en el futuro se interesen por hacer parte de
grupos sociales.

En general, y para dar claridad de alguna posición dentro de las diversas y relacionadas
discusiones planteadas en este ensayo, es necesario afirmar que se interpreta la situación de
Cartagena como una atrapada dentro de un círculo vicioso que, en los esfuerzos por mejorar
la condición actual, requerirá de la articulación entre empresas privadas, agencia pública,
academia y ciudadanía, para no sólo cambiar para bien el aspecto del comportamiento de los
ciudadanos, sino también apuntar a la mejora de las instituciones, al menos en su base, para
no cometer el error, en la primera fase de examen de la viabilidad de políticas públicas a
realizarse, de no salir nunca de la discusión de si se debe mejorar una cosa o la otra para que
todo pueda cambiar. Un valor agregado a estas salidas es, sin dudas, el enfoque que pueda
dársele a apuntar a la creación de capital social, que hasta ahora, en ningún mandato en
Cartagena, ha estado presente.

En el norte de Italia, dentro de la delimitación temporal del estudio de caso de Putnam


(1993), una de las afirmaciones categóricas para entender luego la diferencia de prosperidad
entre esta región y el sur es aquella que concluye que en el norte había “ciudadanos”,
mientras que en el sur no. Según Valencia y Zúñiga (2016): “En la esfera política, por su
parte, se vincula la ciudadanía normalmente al desarrollo de la democracia o a la capacidad
de cada persona para participar en las decisiones que le afectan como miembro de una
comunidad”; este concepto de ciudadanía, o ausencia de la misma, que puede provocar una
relación entre el sur de Italia estudiado por Putnam, con algunos rasgos de la ciudad de
Cartagena, es, hasta ahora, una condición que no se puede encontrar en los habitantes
cartageneros, como se puede evidenciar, también, en las estadísticas compartidas relativas al
capital social en la ciudad.
Putnam (1993) categoriza a los habitantes del sur de Italia como subjects, que, en su
tercera definición en el diccionario de Oxford, está determinado como aquel miembro de un
Estado, distinto del ruler (dominador), y que le debe lealtad a un monarca o a otro supreme
ruler. La definición de subjects, o súbditos, haciendo la traducción arbitraria, que aplica
Putnam al caso del sur de Italia, puede ser perfectamente adecuada al contexto cartagenero y
de sus habitantes. En el trabajo de Valencia y Zúñiga (2016) se puede encontrar una relación
directa entre el fenómeno del clientelismo y la poca noción del concepto de ciudadanía, en
tanto la última legitima la existencia de dicho fenómeno.

Es por lo anterior mencionado que se puede ubicar a la sociedad cartagenera dentro de las
famosas tipologías de cultura política propuestas por Almond y Verba (1963), entre las cuáles
se encuentran la cultura política participante, de súbditos y parroquial, así como la
súbdito-participante, súbdito-parroquial y parroquial-participante. La cultura política
cartagenera, ya contextualizada dentro de una explicación situacional ofrecida en este trabajo
de la condición de sus individuos, su capital social, sus retos y posibles salidas, puede
ubicarse como una cultura política súbdito-parroquial, a medio camino del rechazo de unos
objetos de un sistema de valores tradicional y el reconocimiento de un gobierno y unas
relaciones de poder, pero donde los individuos se asumen como súbditos y no como
participantes de estas relaciones. La relación entre el crecimiento del capital social y la
evolución hacia una cultura política participante, que proporcione soluciones a fenómenos de
corrupción como el clientelismo, es directamente proporcional, y también podría
argumentarse que produce efectos positivos en cuanto a la consolidación del concepto de
ciudadanía y la apropiación por parte de los individuos de esta condición fundamental para
sus vidas.

A modo de conclusión, se podría afirmar, tras todo lo mencionado anteriormente, que


Cartagena se encuentra dentro de una especie de trampa en torno a los tres ejes planteados en
este ensayo, que son el desarrollo institucional, el capital social y la creación del mismo, y la
reducción de la pobreza y superación de la desigualdad. El desarrollo de alguno de los ejes,
como el del desarrollo institucional, puede tener incidencias directas en la mejoría de los
otros dos. Sin embargo, el mayor de los aportes considerados en este ensayo y sus intentos de
dar algunas luces de salidas para la situación cartagenera, es prestarle atención al capital
social y su influencia para mejorar las instituciones (al igual que funciona al revés. Two-way
relation). También se sugiere un seguimiento de las mediciones de capital social en la ciudad,
para analizar los distintos retos en esta materia, pero sin duda la mayor de las conclusiones a
las que se puede llegar, en un contexto esperanzador, es que el momento actual de Cartagena,
con mucho trabajo, puede llegar a tener soluciones en ciertos aspectos, y es algo que nos
demuestran las experiencias en torno a la teoría de la modernización, que aunque no muy
reciente, y en articulación con la teoría del capital social, puede apoyar un poco e intentar
sobretodo, a encontrar un espacio de cambio para las instituciones en Cartagena, de manera
que sean más inclusivas, y de este modo caminar mínimamente sobre la senda de la
prosperidad.

Referencias bibliográficas

-Acemoglu, D., & Robinson, J. (2014). Por qué fracasan los países. [Barcelona]: Deusto.

-Almond, G., & Verba, S. (1963). The civic culture. Estados Unidos: Libros de Bolsillo de la Carreta.

-Habermas, J. (2005). Tres modelos de democracia. Sobre el concepto de democracia deliberativa. Polis, (10).

-Hurtado, D., García, D., & Copete, A. (2012). Tercera Medición del Capital Social en Colombia BARCAS
2011: Informe de Resultados: medición de capital social en Cartagena. Bogotá D.C.

-Inglehart, R., & Baker, W. (2000). Modernization, Cultural Change, and the Persistence of Traditional Values.
American Sociological Review, 65(1), 19. doi: 10.2307/2657288

-Putnam, R. (1993). Making Democracy Work. Estados Unidos. Princeton University.

-Robison, L. J., Siles, M., & Schmid, A. (2003). El capital social y la reducción de la pobreza: hacia un
paradigma maduro. Capital social y reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe: en busca de un
nuevo paradigma, 51-114.

-Stolle, D. (2007). Social Capital. The Oxford Handbook Of Political Behavior.

-Zúñiga Herazo, Luis; Valencia López, Harold. Ciudadanía y democracia en Cartagena: entre la exclusión social
y el clientelismo político Reflexión Política, vol. 18, núm. 36, julio-diciembre, 2016, pp. 144-157

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