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De cuando el rigor conceptual influye en la polarización: posverdad.

Hecho por: Pablo Alandete Costa

Cuando hablamos de las nuevas dinámicas del estudio político, y también desde la comunicación
social, en tiempos contemporáneos, específicamente de unos años atrás hacia acá, se hace recurrente
para interpretar fenómenos políticos (más que todo electorales), el término posverdad. Traduciendo su
definición en inglés, del diccionario de Oxford, significa “relativo a, o denotando circunstancias en las
que los hechos objetivos son menos influyentes en la construcción de la opinión pública que apela a la
emoción y creencias personales”. Así pues, este fenómeno se puede ver dentro de panoramas
electorales de 2016, como la elección presidencial en Estados Unidos, donde una barahúnda de
opiniones basadas en mentiras se hicieron pasar por datos fácticos, apelando a las emociones, lo que
decantó la victoria de Donald Trump, entre muchas otras cosas. No tan alejado a nuestra realidad, el
plebiscito contó con este proceso dentro del debate sobre el Sí y el No.

No se necesita interpretar un concepto de nuevo uso dentro de las ciencias sociales para analizar este
fenómeno, que en su sentido más primario se deriva de un simple proceso ancestral: la falta de rigor
conceptual para tratar ciertos temas. Existe en Colombia, pero también en el mundo, gente que utiliza
términos y conceptos sin ningún rigor, aunque a veces la definición se ve viciada por la opinión pública
y los medios de comunicación, y allí es donde adquieren esas personas un concepto desvirtuado de las
sustancias a las que quieren referirse. Uno de los ejemplos más emblemáticos es la amplia confusión
que existe sobre los términos socialismo, comunismo, y algunos derivados. Se pierde el debate
completamente cuando alguien afirma, sin ser necesariamente de otra corriente ideológica en el
espectro, que el “socialismo es para repartir pobreza”. Y no es precisamente que el socialismo (o lo que
interpretaron ideológicamente líderes mundiales como socialismo) en la práctica haya sido un agente
próspero, pero per se, conceptualmente, el socialismo no es una corriente con todos los procesos
viciados que afirma la gente común en su opinión colectiva, inmiscuidos en un pensar influenciado por
un país gobernado por los grandes grupos económicos capitalistas.

A pesar de defender que existe una mala interpretación de lo que se pensó como socialismo y
comunismo (y derivados), desde un punto de vista estrictamente científico e ideológico, existen otras
formas de generar polarización, y por ello no se excusa que Medina (2014)1, en su obra El Fenix Rojo,
trate de insinuar legitimar prácticas desleales de gobernantes autoritarios (que malinterpretaron en
cierto punto el socialismo), únicamente por su postura en el espectro político. La polarización no sólo
se produce a partir de una mala interpretación de conceptos rígidos ideológicos, sino también
orientados por vicios del lenguaje como generalizaciones injustas. Según Medina “el socialismo creó
los primeros movimientos de masas que leían”, una afirmación sustentada en que gobernantes que no
supieron entender lo bello tras el socialismo y comunismo, y que lo utilizaron con fines individuales
extractivos, como Mao Tse Tung, que provocó una hambruna sin precedentes en China con su manejo,
promovieron la mejora de la caligrafía dentro de sus países (2014)

Casi ninguno de los gobernantes que llevó a la práctica el socialismo o el comunismo (que de paso sea
dicho, comparten unas diferencias), fue eficiente interpretando estos conceptos, y se dejaron guiar por
un modelo proveniente de la Unión Soviética que de por sí, bajo el mando de Lenin, tomó al socialismo
como un arma para que una élite reducida pudiese establecer instituciones extractivas con fines de
enriquecimiento individual. El socialismo conceptualmente es más que eso, y tratarlo desde ese punto
genera una polarización dentro de dicotomías tóxicas, de las que hoy sufre Colombia, y muchos países

1 Medina Sierra, Luis Fernando (2014) El fénix rojo. Las oportunidades del socialismo. Madrid: Catarata.
del mundo. Alejarse de vicios del lenguaje y de conceptos mal adaptados, también hablando de
fenómenos nuevos como la posverdad, es mandatorio para reducir la polarización y construir
democracia.

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