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La primera mitad del siglo XX enfocado por tendencias musicales.

Impresionismo: A diferencia de una obra romántica, donde el reflejo


interior y personal es característico aún aludiendo a lo extramusical, la
música impresionista reacciona ante esta proyección evocando atmósferas e
imágenes sin que medie un basamento sentimental. El viento, el oleaje, la
sensualidad de los cantos de sirenas, los movimientos nubosos, los pasos
sobre la nieve o la soleada claridad de un mediodía en el mar se vuelven un
fin en sí mismos dentro de la expresión.
Para lograr esta premisa la tonalidad se encubre, enriquece y alterna con
escalas modales, pentágonas, exáfonas y cromatismos. Así mismo
elementos asiáticos y orientales son asumidos por las nuevas concepciones
occidentales expandiendo la visión cultural del mundo. Por ejemplo “El
mar” que describe Debussy más que europeo es universal.
El timbre y la factura son revalorizados en esta búsqueda evocadora y
poética, de ahí que se logren describir flujos, intensidades, volúmenes y las
ondulaciones presentes en cualquier elemento de la naturaleza. Tómense
por ejemplo: el timbre del arpa ejecutando arpegios en función del ir y
venir de las olas; la sonoridad de la celesta aludiendo a salpicaduras; golpes
brillantes y extendidos en los platillos para lograr un fuerte viento marítimo
o el rompimiento brusco de las olas contra la costa; giros cromáticos de
rápida ejecución en función de arremolinamientos de viento o agua; solos
en las maderas con notas pausadas y ligadas para transmitir la quietud del
viento o el mar calmo; acordes de quintas descubiertas en el piano para
recrear el ambiente sonoro de una basílica o catedral de la edad media;
murmullos de voces femeninas asociadas al canto de sirenas.
En la forma no hay una intención de delimitación u organización
objetiva, se trata más bien de un constante, espontáneo y muy fluido
desarrollo de ideas que van surgiendo. No por ello deja de existir gran
complejidad constructiva.
Armónicamente se encadenan acordes sin resolución de novenas,
décimas, oncenas, trecenas, de quintas descubiertas, todo de un modo
coherente.
Un ritmo libre que puede estar o no sujeto a compases, más valores
irregulares y rubateos en la agógica, transmiten cierta vaguedad, que lejos
de ser monótona debe interpretarse como sensual, evocativa e intelectual.

Folklorismo: Los compositores dan forma artística a elementos


provenientes de las raíces nacionales tomando literalmente melodías
ancestrales, instrumentos nativos, diseños rítmico-melódicos asociados
directamente al contexto sonoro primitivo que le da origen. El tratamiento
de instrumentos convencionales en la tradición europea, puede verse
reexplorado en función de un carácter martillante y percusivo o de la
evocativa y exótica sonoridad de instrumentos poco conocidos fuera de su
contexto local. Armónicamente se recurre al modalismo, la politonalidad,
el diatonismo, la disonancia como fin estético, etc.

Expresionismo: Tendencia de sonoridad chocante, compleja en lo


psicológico, que puede transmitir angustia al expresar el artista su interior
de manera tajante. Musicalmente aboga por: la absoluta independencia del
acorde logrando una armonía no funcional (atonalismo); un preciosismo en
el trabajo de todos los parámetros del sonido de ahí la explotación del
silencio con un fin expresivo, la dinámica y las múltiples posibilidades del
ataque en los medios tímbricos, todo ello trabajado de una forma inédita en
función de factores dramáticos; valor expresivo de la disonancia; línea
melódica quebrada y trunca dada a los saltos interválicos; recurrencia a lo
camerístico de ahí la economía de medios; libertad en el tratamiento
rítmico.

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