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CONSTITUCIONAL
Tomo I
B. Fuentes
La palabra "fuentes", aplicada en el campo del derecho, tiene diferentes
acepciones. Algunos la identifican con los modos de expresión del derecho;
otros, con el origen de éste.
Las fuentes, del derecho constitucional, ordenadas jerárquicamente conforme a
su importancia son: La constitución, los tratados internacionales, la ley, la
jurisprudencia, la doctrina y la costumbre.
Si bien la constitución es una ley, su carácter de norma fundamental, tanto
desde la perspectiva jurídica como de la política, la ubica en una grada
preferente. Alberdi la llamaba, con justicia, "la ley de leyes". Inmediatamente
después, cabe mencionar a ley que necesariamente debe estar en armonía con
la constitución. No creemos, que el derecho se agote de manera alguna en la
ley. Esto no impide, sin embargo, que le reconozcamos un lugar de privilegio
entre las fuentes del derecho constitucional. Las leyes son instrumentos de
aplicación de la constitución destinados a regir frente a determinadas
realidades; ellas no tienen, habitualmente, la pretensión de futuridad que
caracteriza a las constituciones; actúan como elementos de adaptación
permanente a la realidad.
Tratados internacionales, como los que versan sobre derechos humanos, sobre
la integración a organizaciones supraestatales, el Acuerdo de 1966 con la
Santa Sede, la Convención de Viena sobre derecho de los tratados, etcétera.
La reforma constitucional de 1994 ha introducido una importante modificación
en este ámbito, cuando el art. 75 inc. 22 reconoce a determinados tratados de
derechos humanos la misma jerarquía de la constitución.
La jurisprudencia tiene, en nuestra materia, un lugar relevante como fuente del
derecho constitucional. Nuestra propia ley fundamental le ha reservado al
poder judicial el control de la constitucionalidad de las leyes. La jurisprudencia,
al interpretar la constitución, evita su cristalización y la adapta a las cambiantes
condiciones que ofrece la realidad. ,_En este aspecto, cobran particular
relevancia los pronunciamientos del más alto tribunal de la República (La Corte
Suprema de Justicia de la Nación) que en nuestro sistema institucional es el
intérprete último y definitivo de la Constitución nacional.
El juez norteamericano Charles Evans Hughes, que fue presidente de la Corte
Suprema de los Estados U nidos, expresó con profundo realismo: "La
Constitución es lo que los jueces dicen que es". También se ha sostenido, con
referencia a la Corte norteamericana, que ella es una convención constituyente
en sesión permanente. Lo mismo se puede decir con respecto a la
jurisprudencia de nuestro tribunal superior nacional. En muchas oportunidades,
la modificación de criterios jurisprudenciales genera, en la práctica,
consecuencias casi similares a las de una reforma constitucional.
En nuestro país, en algunos casos, la jurisprudencia de la Corte Suprema se ha
anticipado incluso a la propia legislación, como en las causas "Siri, Angel", de
1957, y "Kot, Samuel, S.R.L.", de 1958, en las cuales reconoció la acción de
amparo antes de que estuviese establecida en la ley.
La doctrina es la opinión de los cultores de la ciencia del Derecho
Constitucional, “incluso la más autorizada nunca puede crear normas jurídicas”
(Biccaretti)
Para Seisdedos ella ha sido fuente indirecta o inmediata del D Constitucional.
Ej. Las bases del Alberdi.
Así mismo orienta a los poderes constituidos a encontrar respuestas acordes a
la constitución. Guía al legislador y alumbra a los jueces.
La doctrina ante las lagunas constitucionales anticipa criterios para aplicar o
interpretar a la CN. Contribuye a crear derecho nuevo.
La costumbre, como fuente del derecho, consiste en la repetición de conductas
durante un lapso determinado, con la convicción de su obligatoriedad jurídica.
Tiene, entonces, dos elementos: uno objetivo y el otro subjetivo. El primero de
ellos está expresado por la reiteración de conductas; el segundo, también
llamado "animus" o "elemento psicológico", consiste en la convicción
predominante sobre la necesidad jurídica de tal comportamiento.
En el derecho privado, la costumbre constituye una fuente importante del
derecho. No ocurre lo mismo en el derecho público, particularmente en el
derecho constitucional.
Algunos autores reducen la costumbre a su mínima expresión. Así, Kelsen
sostiene que ella ha de ser considerada como un hecho creador de derecho si
la propia constitución así lo instituye.
En cambio, Sánchez Agesta piensa que hay prácticas y usos que no tienen
carácter jurídico, pero que aun así deben ser considerados como elementos
integrantes del orden constitucional.
En nuestro sistema institucional, la procedencia .de la costumbre como fuente
del derecho, en principio, colisiona con el postulado de legalidad establecido en
el art. 19 de la Constitución nacional, según esta norma, "ningún habitante de
la Nación será obligado hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella
no prohíbe". Pese a esta manifestación del constituyente, creemos que los
usos y las costumbres constitucionales no deben ser excluidos en su carácter
de fuente de derecho en materia constitucional.
Linares Quintana considera de utilidad diferenciar las distintas clases de
costumbres conforme a la tradicional tipología romano canonista: la costumbre
secundum legem o interpretativa; la costumbre praeter legem o supletoria, y la
costumbre contra legem o modificatoria. El citado autor se inclina por admitir en
el ámbito constitucional la primera, pero desecha las dos últimas. Sostiene,
acerca de la costumbre contra legem, que es inadmisible, desde todo punto de
vista, en el sistema de la constitución escrita rígida, la cual puede ser
modificada única y exclusivamente por el procedimiento especial y estricto que
ella misma prevé en su texto.
Compartimos, desde luego, el criterio contrario a la admisión de la costumbre
contra legem, cuando mediante ella se pretende construir un atajo para
violentar la esencia misma de la Constitución.
C. Método
El método es el conjunto de medios o procedimientos utilizados para el
conocimiento del objeto propuesto.
Existen los métodos: (i) iusnaturalista (principios superiores); (ii) histórico
(costumbre); (iii) jurídico (normas sin elementos extraños); (iv) Métodos
sociológico (manifestación social); (v) finalista (valorativo); (vi) integral o
complejo (tiene en cuenta todos los elementos)
Particular: se circunscribe a un solo estado, y a su constitución, apunta a lo
individual o singular. Ej Derecho Constitucional Argentino.
General: se aproxima a diversas constituciones con la finalidad de elaborar una
“teoría general”, enunciando “principios y directrices constitucionalmente
válidos para una determinada época y cultura.
Comparado: Busca destacar semejanzas y diferencias entre constituciones
para mejorar la aplicación de los ordenamientos constitucionales singularizados
o para perfeccionarlos.
II. Constitución
A. Concepto
El concepto de constitución no es sinónimo de Derecho Constitucional.
Generalmente, y debido a la aplicación excluyente del enfoque jurídico, el
concepto de constitución suele ser identificado con el concepto de Derecho
Constitucional. Sin embargo, y a pesar de tratarse de vocablos que están
estrechamente vinculados entre sí, ellos definen universos diferentes.
El Derecho Constitucional es una disciplina científica que tiene por objeto el
estudio de la constitución y de las instituciones políticas, estén o no previstas
en un texto constitucional. Abarca los contenidos del orden constitucional y del
orden político. Entonces el objeto del Derecho Constitucional incluye el estudio
de la constitución, pero no se agota con ella, porque se proyecta sobre las
instituciones políticas extraconstitucionales y sobre la realidad política, cuya
composición no siempre coincide con la que debería resultar de la estricta
aplicación del orden jurídico previsto en la constitución.
La palabra constitución tiene varios significados, aunque no todos ellos de
interés específico para el Derecho Constitucional.
La palabra "constitución", utilizada en el lenguaje cotidiano, alude a la esencia y
calidad de una cosa, que la constituye como tal y la diferencia de las demás.
Así, decimos que la persona, por ejemplo, tiene buena o mala constitución.
Etimológicamente, deriva de las voces latinas "statuere" o "estatum", que
significan "reglar", "establecer", "ordenar".
El lenguaje jurídico utiliza el vocablo "constitución" atribuyéndole parecida
significación a la del uso vulgar. Generalmente, con esta palabra se hace
referencia a la ley fundamental de un estado, tanto desde la perspectiva política
como de la jurídica.
El concepto de "constitución" en la etapa del constitucionalismo liberal cuando
adquirió amplia difusión y una delimitación precisa. En la actualidad, es amplio
el consenso en la doctrina para asociar el término "constitución" con la
ordenación fundamental del Estado. Sin embargo, ese acuerdo se diluye
cuando se trata de cualificarlo.
Para los enfoques más estrechamente vinculados al positivismo jurídico, el
carácter de ley fundamental es resaltado como el atributo esencial de toda
constitución. Aquí prevalece, en consecuencia, un criterio amplio, que
privilegia, por sobre todas las cosas, su ubicación en el ordenamiento jurídico
del Estado.
Desde la perspectiva más próxima a los enfoques iusnaturalistas, en cambio,
se pone especial acento en los contenidos. No se discute su carácter de ley
fundamental; se subraya que ese solo rasgo no alcanza. Una constitución que
se precie de tal deberá reconocer los derechos naturales del hombre, asegurar
ciertas formas de protección de ellos y una razonable limitación y distribución
del poder.
Las constituciones fundan y organizan los Estados, pero no crean las naciones,
que habitualmente existen con mucha antelación a las constituciones; recogen
las tradiciones, costumbres, mitos, leyendas y realidades sociales, y los
plasman en una ley fundamental.
Las constituciones se proponen unir, afianzar, promover, asegurar. Son el
resultado de agregar a las culturas preexistentes nuevas formas de cultura, que
vienen a contribuir al progreso integral de la persona.
Una constitución es el resultado de un pensamiento profundo, elaborado
durante mucho tiempo, que se expresa básicamente en un plexo de valores y
en una estructura organizativa.
La constitución formal
Si la pensamos en su tipo clásico de constitución escrita o codificada, podemos
describirla conforme a las siguientes características:
a) La constitución es una ley.
b) Por ser la ley suprema, se la considera como súper ley.
c) Esa ley es escrita.
d) La formulación escrita está codificada, cerrada, o reunida en un texto único y
sistematizado.
e) Por su origen, se diferencia de las leyes ordinarias o comunes en cuanto es
producto de un poder constituyente que, también formalmente, aparece
elaborándola.
De este esquema deducimos que la constitución formal pone el acento
fundamentalmente en el aspecto normativo.
La constitución material
El derecho constitucional material remite a la dimensión sociológica, y utiliza el
concepto de constitución material, o real, que equivale también al de régimen
político o sistema político.
Si buscamos sinónimos, decimos que la constitución material es la constitución
vigente y eficaz (derecho constitucional positivo) de un estado, "aquí" y "ahora"
en tiempo presente. Una constitución es material cuando tiene vigencia
sociológica, actualidad y positividad.
La constitución material se atiene, fundamentalmente, al fenómeno de la
vigencia sociológica, a diferencia de la formal que, primariamente, destaca la
normatividad.
C. Clasificaciones
Entre las clases de constitución involucramos:
a) la escrita, formal o codificada, que se caracteriza por la reunión sistemática
de las normas expresamente formuladas en un cuerpo unitario;
b) La no escrita o dispersa, que carece de dicha unidad, y puede ser: b’)
totalmente no escrita; b'') parcialmente no escrita y parcialmente escrita en
normas dispersas; b''') totalmente escrita en normas dispersas. El tipo más
frecuente de constitución no escrita es el mencionado en el subinciso b'');
c) la constitución formal, definida en el inc. a) por la forma externa de la
codificación normativa;
d) la constitución material, que es la vigente y real en la dimensión sociológica
del tiempo presente, como modo de estructura y ordenación de un régimen;
e) la constitución rígida es la que, surgida de un poder constituyente formal, no
se puede modificar sino mediante procedimientos diferentes a los de la
legislación común; la rigidez puede consistir fundamentalmente en que: e')
debe seguirse un procedimiento especial a cargo de un órgano también
especial que hace la reforma; o sea que procedimiento y órgano reformatorios
difieren de los legislativos comunes; a este tipo de rigidez se le llama orgánico;
e") basta seguir un procedimiento especial a cargo del mismo órgano legislativo
(parlamento o congreso); o sea que el procedimiento es distinto al de la
legislación común, pero. el órgano es el mismo; a este tipo de rigidez más
benigno se lo denomina rigidez por procedimiento agravado, o rigidez formal;
f) la constitución flexible es la que admite su enmienda mediante el mismo
mecanismo empleado para la legislación común; por eso, en las constituciones
flexibles o elásticas suele decirse que falta la distinción entre poder
constituyente y poder constituido, porque el poder legislativo está habilitado
para modificar la constitución como si fuera una ley común. Sin embargo; los
demás órganos de poder distintos del legislativo carecen de esa competencia,
por lo que cabe decir que quedan subordinados a la constitución y que,
respecto de ellos, ésta no es flexible;
g) la constitución se considera pétrea si además de ser escrita y rígida se
declara irreformable; no parece posible hablar de una constitución totalmente
pétrea, debiendo reservarse el concepto para algunos contenidos de la
constitución que no son susceptibles de reforma, o de alteración, o de
supresión. Sin embargo, sería viable reputar a una constitución íntegramente
pétrea durante los períodos de tiempo en que su reforma está prohibida. Los
contenidos pétreos pueden estar expresamente establecidos, o surgir
implícitamente;
h) la constitución es otorgada cuando un órgano estatal la concede o establece
unilateralmente;
i) la constitución es pactada cuando deriva de un acuerdo, compromiso o
transacción entre un órgano estatal y la comunidad, o un sector de ella;
j) la constitución es impuesta cuando se la supone emanada del poder
constituyente radicado en el pueblo, y surgida de un mecanismo formal en
ejercicio del mismo poder
k) Una constitución es originaria cuando sus cláusulas contienen formulaciones
realmente novedosas, o ella adopta principios fundacionales absolutamente
nuevos.
l) La constitución es derivada cuando sigue los modelos constitucionales
nacionales o extranjeros, implementando tan sólo una adaptación a las
necesidades locales.
m) Las constituciones normativas son observadas lealmente por todos los
interesados; están plenamente integradas a la sociedad. Sus normas dominan
el proceso político, y éste se adapta y se somete a sus disposiciones.
n) Las constituciones nominales son aquellas que no están plenamente
integradas a la sociedad que pretenden regir. En estos casos los presupuestos
sociales y económicos imperantes en la realidad operan en forma opuesta a
una concordancia entre las normas constitucionales y el proceso del poder.
Aspiran a convertirse en un futuro más o menos lejano en una constitución
normativa.
ñ) Las constituciones semánticas son aquellas que en vez de servir a la
limitación del ejercicio del poder, son instrumentos para estabilizar y eternizar la
intervención de los dominadores fácticos del poder político. De constitución
sólo tienen el nombre. Pueden ser comparadas con un traje que no es tal, sino
más bien un disfraz
o) Son constituciones ideológico-programáticas aquellas que exhiben un claro
sesgo ideológico, que están impregnadas de ideología.
p) Las constituciones utilitarias son aquellas ideológicamente neutrales.
Estas dos últimas clasificaciones en nuestro criterio (Ziulu), peca de irreal.
Dado que la constitución, es la ley fundamental de un Estado, tanto en sentido
político como jurídico, no nos parece posible hallar en la realidad constituciones
desprovistas de ideología.
A. Pautas
Interpretación literal, semántica o gramatical
Se denomina interpretación literal la que valiéndose del método gramatical,
procura conocer el sentido lingüístico de las palabras que la norma emplea.
Interpretación sistemática
Por medio de ella se destaca que la Constitución es un conjunto armónico de
disposiciones, en el cual el significado de cada parte debe ser entendido en
armonía con las restantes. Se ha de presumir, entonces, la coherencia y la
homogeneidad de las normas constitucionales, sin que ninguna disposición
pueda ser considerada aisladamente y con independencia de las restantes.
Interpretación teleológica o finalista
Es la que tiene en consideración, principalmente, los fines de la Constitución
racional; está vinculada a la interpretación axiológica, en la cual cobran
relevancia tanto el Preámbulo como la parte dogmática de la Constitución,
como manifestación de su ideología y de su vocación política. Es auxiliar a la
interpretación sistemática. Es necesario hacer una interpretación de los fines
de la constitución, de los fines previstos y no con un enfoque histórico los fines
no previstos.
Interpretación práctica
La Constitución es un instrumento de gobierno, de manera tal que no hay que
otorgar a sus prohibiciones y restricciones una amplitud que impida el normal
ejercicio de los poderes del Estado.
Interpretación progresista
Toda constitución tiene vocación de futuridad, porque se la crea para perdurar.
Ello implica que frecuentemente sus disposiciones deben ser adaptadas a una
realidad diferente de la que imperaba en el momento de su sanción. Por eso, la
hermenéutica constitucional debe ser evolutiva, cuidando la estabilidad, pero
también haciendo suficientemente flexibles sus disposiciones, de manera de
comprender los nuevos desafíos sociales a la luz de sus principios.
Interpretación extensiva y restrictiva
Si la norma constitucional dice menos de lo que el constituyente quiso decir, es
obligación del intérprete ampliar el texto para hacerlo coincidir con el espíritu
del constituyente. Un caso típico es el del art. 33 de la Constitución Nacional,
que indica que los derechos no enumerados no importan la negación de otros,
emergentes de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.
Aparentemente, los derechos no enumerados serían, por tanto, de índole
política; pero escudriñando los antecedentes de la norma, en la Convención
Constituyente de 1860, resulta que allí se propuso incluir todos los derechos
naturales de los hombres y de las sociedades.
El derecho a la vida, a la honra, a la dignidad personal, etc., son también
derechos no enumerados, pese a no tener naturaleza típicamente política.
A la inversa, si la letra de la constitución dice más de lo que el constituyente
tuvo el ánimo de decir, cabe achicar su sentido, e interpretarla restrictivamente.
Interpretación, estática y dinámica.
La primera implica comprender sus disposiciones a partir de su letra y sus
antecedentes; particularmente de la voluntad del constituyente. En este caso el
intérprete dirige su mirada hacia atrás, buscando el entendimiento de la norma.
La interpretación dinámica, además de considerar aspectos indicados en la
anterior se preocupa por adaptar las disposiciones constitucionales a las
circunstancias obrantes al tiempo de su aplicación; es, en consecuencia,
esencialmente práctica. En constituciones -como la nuestra- que contienen
normas muy antiguas, se impone la aplicación de esta hermenéutica como
única vía de adaptarlas a la realidad. Debe ser ejercida, empero, con suma
prudencia y moderación, evitando la distorsión de los fines y valores que
inspiran a la ley fundamental.
Interpretación histórica institucional
No es desentrañar la voluntad del poder originario, tampoco se trata en negar
toda utilidad a la búsqueda de la voluntad del constituyente.
Lo que queremos rescatar es el proceso histórico en el moldeado de la
Constitución y, en última instancia, en su interpretación. Los procesos
constituyentes explican muchas cuestiones constitucionales.
Unidad 2
I. El constitucionalismo
A. Concepto
El constitucionalismo es el proceso histórico en virtud del cual se van
incorporando, a las leyes principales de los Estados, disposiciones que
protegen la libertad y la dignidad del hombre, y limitan adecuadamente el
ejercicio del poder público.
El constitucionalismo es el movimiento juridico-politico enderezado a plasmar
una organización estatal de poderes limitados ya que la división de poderes
está al servicio del control del poder político. Y a su vez es el medio idóneo
para garantizar un espacio de libertad de logar el respeto a la persona humana
y el efectivo goce del derecho.
B. Fuentes
Nuestros constituyentes de 1853, al redactar la Constitución Nacional, tuvierón
en consideración diversas fuentes. Entre los antecedentes es posible distinguir
dos grandes aportes: a) las fuentes nacionales y b) las fuentes extranjeras.
Respecto de los antecedentes nacionales, cabe mencionar el proyecto de
Constitución de Alberdi, la constitución de 1826, el Pacto Federal de 1831, los
otros pactos preexistentes, y en menor medida, los anteriores ensayos
constitucionales.
En los antecedentes extranjeros corresponde citar en primer término la
Constitución de los Estados Unidos de 1787 y sus diez (10) primeras
enmiendas. Muchos de sus principios (supremacía constitucional, control
judicial de constitucionalidad de las leyes, separación de poderes, sistema
federal de organización del Estado, presidencialismo, etc.) pasaron a integrar
nuestro sistema constitucional. Y en menor medida también cabe destacar la
Constitución Suiza de 1848.
También han de ser consideradas como antecedentes mediatos la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 en Francia; las
Constituciones francesas sancionadas entre 1791 y 1795; la Constitución de
Cádiz de 1812; La Constitución de Chile de 1833, y las Constituciones de
algunos Estados de Estados Unidos sancionadas con anterioridad a 1787
((Virginia de 1776, Maryland de I776, Massachusetts de 1780, New Hampshire
de 1783).
Las fuentes formales de nuestra constitución en primera medida es la propia
constitución formal. A ella añadimos:
a) Normas escritas dispersas: como lo son las leyes dictadas por el congreso
(ordinarias en cuanto a origen y forma) que regulan materia constitucional; a
título de ejemplo, señalamos la ley de acefalía, la de ministerios, la de partidos
políticos, la electoral, la de amparo, la de expropiación, la de ciudadanía, etc.
Las llamamos "leyes constitucionales" (por su materia o contenido).
La reforma de 1994, que ha dado a la constitución una textura muy abierta,
derivó expresamente al congreso la competencia para dictar numerosas leyes
de complementación, determinación o reglamentación de normas
constitucionales.
b) Tratados internacionales: como los que versan sobre derechos humanos,
sobre la integración a organizaciones supraestatales, el Acuerdo de 1966 con
la Santa Sede, la Convención de Viena sobre derecho de los tratados, etcétera.
La reforma constitucional de 1994 ha introducido una importante modificación
en este ámbito, cuando el art. 75 inc. 22 reconoce a determinados tratados de
derechos humanos la misma jerarquía de la constitución.
C. Contenido e ideología
La ideología es la concepción sobre la naturaleza del hombre y de la sociedad.
Implica una referencia a la filosofía jurídica, caracterizada por la organización
de los valores, el predominio de creencias y principios.
Nuestra Constitución Nacional tiene desde sus propios orígenes, una ideología
liberal, de ella ha tomado la, preeminencia de la libertad, la soberanía popular,
el principio de legalidad, la división de poderes y la representación política,
entre otros aspectos capitales.
También es posible advertir en nuestra Constitución originaria otras influencias,
como la derivada de la doctrina católica y la proveniente del aporte de nuestros
más destacados pensadores y forjadores de nuestra nacionalidad (doctrina de
mayo). La primera se manifiesta en el respeto por los derechos naturales del
hombre y el reconocimiento de su dignidad, en la invocación de Dios, en la
preeminencia de valores sustanciales, y también en la regulación de las
relaciones entre el Estado y la Iglesia.
Luego de las sucesivas reformas constitucionales, estas bases ideológicas han
recibido aportes provenientes de otros enfoques. Así las cláusulas del art. 14
bis, incorporado por la reforma constitucional de 1957, y el agregado efectuado
al entonces inc. 11 del art. 67 (actual inc. 12 del art. 75), están motivados en las
concepciones del constitucionalismo social. Este mismo enfoque había
inspirado a la reforma constitucional de 1949.
Las modificaciones introducidas por la reforma de 1994 mantuvieron, según
entendemos, las líneas esenciales del constitucionalismo liberal, aun cuando
esta última incorporo nuevos aportes del constitucionalismo social.
La referencia a los intereses difusos, la incorporación de nuevos instrumentos
de participación, así como la preocupación por la preservación del ambiente,
con vista a las generaciones futuras, parecen abrir muy limitadamente una
perspectiva al constitucionalismo más actual.
B. Representación política
En política, la representación es el acto mediante el cual un representante (sea
este gobernante o legislador) actúa en nombre de un representado (elector en
el caso de las democracias) para la satisfacción de sus intereses. El
representado no puede controlar ni exigir que el gobernante cumpla con sus
responsabilidades; exclusivamente, por medio de mecanismos electorales
institucionalizados podrá castigar a su representante o partido político en las
siguientes elecciones.
Así, el concepto de representación política describe cómo el poder político es
alienado de un gran grupo y conferido a manos de un subconjunto más
pequeño de tal grupo por cierto período. La representación usualmente se
refiere a democracias representativas, donde los funcionarios electos
(denominados representantes) hablan en nombre de sus electores en la
legislatura. En general, solo a los ciudadanos se les concede la representación
en el gobierno en forma de derechos de voto; sin embargo, algunas
democracias han ampliado aún más este derecho.
La representación política consiste en hacer presentes las voces, opiniones y
perspectivas de los ciudadanos en el proceso de elaboración de políticas
públicas. La representación política ocurre cuando los actores políticos hablan,
abogan y actúan en nombre de otros en la arena política. El concepto de
representación política posee dimensiones múltiples debido a que puede
involucrar concepciones diferentes y conflictivas sobre cómo los representantes
políticos deben representar a sus electores.
C. Separación de poderes
La separación de poderes o división de poderes es un orden y distribución de
las funciones del Estado, en la cual la titularidad de cada una de ellas es
confiada a un órgano u organismo público distinto. Junto a la consagración
constitucional de los derechos fundamentales, es uno de los principios que
caracterizan el Estado de Derecho moderno.
Modernamente la doctrina denomina a esta teoría, en sentido estricto,
separación de funciones o separación de facultades, al considerar al poder
como único e indivisible y perteneciente original y esencialmente al titular de la
soberanía (nación o pueblo), resultando imposible concebir que aquél pueda
ser dividido para su ejercicio.
D. Libertad individual
La Libertad Individual es el valor constitutivo de la persona humana en cuanto
tal, fundamento de sus deberes y derechos, conforme al cual cada uno puede
decidir autónomamente sobre las cuestiones esenciales de su vida.
Haciéndose responsable ante la sociedad de las consecuencias de sus
decisiones y de los resultados de su propia acción.
Para algunas ideologías y filosofías, especialmente libertarias, la libertad
individual tendría su origen natural y su fundamento ético en la soberanía
individual o propiedad de un individuo sobre sí mismo.
Libertad personal, es vivir tu propia vida, tener tu espacio, tener decisiones,
libertad, es la creación del yo personal que se puede considerar de cómo vivir
con tu propio yo sin necesidad de un propio el, o un tal vez, libertad es ser tú,
sin necesidad de querer ser un otro. Y considerar vivir, la vida como tú te la
creas.
G. Control
El Control de constitucionalidad es el mecanismo jurídico por el cual, para
asegurar el cumplimiento de las normas constitucionales, se realiza un
procedimiento de revisión de las normas ordinarias, y en caso de contradicción
con la Constitución se procede a la invalidación de las normas de rango inferior
que no hayan sido hechas en conformidad con aquellas. El fundamento de este
control es el mantenimiento del Principio de Supremacía Constitucional.
El control de constitucionalidad tiene como fundamento el principio de
supremacía constitucional, esto es que la Constitución de un país es la norma
de mayor jerarquía a la cual deben sujetarse las normas de rango inferior,
entendiéndose por tales a las leyes dictadas por el parlamento, los decretos y
demás resoluciones dados por el Poder Ejecutivo o por entidades autárquicas y
las sentencias y demás resoluciones de los jueces, por lo cual las normas que
presuntamente no se ajusten al texto o normas constitucionales serán
sometidas a este procedimiento.
IV. El preámbulo
Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso
General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en
cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional,
afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el
bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra
posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo
argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos,
decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.
A. Concepto
El Preámbulo de la Constitución es la introducción al texto constitucional, en la
cual se proclaman los grandes principios, propósitos y fines de la Ley
Fundamental.
B. Valor o utilidad
Algún sector de la doctrina ha sostenido que el Preámbulo no integra la
Constitución y carece de contenido normativo (Bielsa).
Según Badeni, el Preámbulo no forma parte del texto constitucional
propiamente dicho, y sus disposiciones no pueden tener un alcance contrario al
resultante de las cláusulas de la Ley Fundamental. Sin embargo, es un
elemento básico y decisivo para la interpretación y aplicación de esas
cláusulas, al expresar los fines que motivaron su sanción y la idea política
dominante sobre la cual se basan.
No nacen derechos ni obligaciones del Preámbulo. Sirve como instrumento de
interpretación de la Constitución
Sin embargo, según Sagüés el Preámbulo cumple jurídicamente los siguientes
papeles:
Integra la Constitución: Puesto que está insertado en ella por el constituyente,
como su prólogo o introducción.
Sanciona la Constitución: Pues, en su parte final, indica: "ordenamos,
decretamos y establecemos esta Constitución"; es decir, que la sanciona.
Adopta una doctrina de poder: En segundo término, al invocar a Dios ("fuente
de toda razón y justicia"), el Preámbulo asume una postura teísta, reconoce la
fuente divina de la autoridad humana e impone límites a ésta (la ley divina y la
ley natural derivada de aquélla).
Ratifica los pactos preexistentes: Así lo indica, de modo expreso, el Preámbulo,
ya que la Constitución se dicta "en cumplimiento de pactos preexistentes". Esto
significa que el poder constituyente argentino está condicionado por ciertos
convenios y tratados previos a la Constitución.
Interpreta la Constitución: En el sentido de que sus cláusulas deben entenderse
en consonancia con los fines y objetivos del Preámbulo, y viceversa.
Marco de constitucionalidad de las normas subconstitucionales: En tal sentido,
la Corte Suprema ha puntualizado que las grandes metas políticas de la
Constitución están fijadas en el Preámbulo, y que cabe al Poder Judicial
evaluar la razonabilidad de las normas dictadas para lograr aquéllas; y que los
principios de cooperación, solidaridad y justicia están "normativamente
comprendidos en la Constitución". En otras sentencias ha resuelto casos
aplicando normas del cuerpo de la Constitución y del Preámbulo. Así, en
"Portillo", en materia de objeción de conciencia, donde se basa en los arts. 14,
20, 21 y en las frases preambulares sobre la necesidad de proveer a la defensa
común y asegurar los beneficios de la libertad (CSJN, Fallos, 312:496).
C. Fundamento ideológico
Alberdi en su preámbulo de proyecto de constitución expresamente señaló “Los
derechos naturales de los habitantes…”concepción ideológica naturalista que la
tomaría del liberalismo.
Al igual que la ideología de la constitución, entendemos que el preámbulo al
hablar de Dios, reconoce a la fuente hispánica de carácter teísta
E. Comparación
Preámbulo Argentino: “Nos los Preámbulo EE.UU: “Nos el pueblo”
representantes de la Nación
Argentina”
Mientras los constituyentes de Santa Fe tenían poderes expresos para
sancionar la CN, los de Filadelfia no se consideraron con atribuciones
suficientes para hacer lo mismo y sometieron su constitución al voto popular de
los diferentes estados. Una vez que la convención de 1787 terminó su obra, el
proyecto sometido a consideración de 13 convenciones estaduales.
Preámbulo Argentino: "por voluntad y Preámbulo EE.UU: No lo señala
elección de las provincias que la
componen"
En los EEUU se estableció una unión más perfecta, estableciendo un gobierno
federal que actuara con mayores poderes. En cambio en nuestro país, la
historia ha determinado la personalidad política y jurídica de las provincias,
como estados federativos. Por ello, la eficacia del congreso constituyente,
debía tener la conformidad de las provincias.
Preámbulo Argentino: ”en Preámbulo EE.UU: No lo señala
cumplimiento de pactos
preexistentes"
El más importante fue el acuerdo de San Nicolás de los arroyos, suscripto por
todas las provincias y rechazado por la legislatura de Bs.As.
Preámbulo Argentino: ”con el objeto Preámbulo EE.UU: "con el objeto de
de constituir la unión nacional" constituir una unión más perfecta"
Los constituyentes norteamericanos al formar “una unión más perfecta” se
propusieron que esa unión no fuera, como en la confederación, un mero
tratado, para afianzar su posición como país frente al exterior.
Preámbulo Argentino: “Afianzar la Preámbulo EE.UU: ”establecer la
Justicia” justicia"
En los EEUU por el propio sistema confederativo no se establecieron tribunales
de justicia con jurisdicción suficiente para resolver conflictos y litigios de
carácter nacional. De allí que era necesario establecer y organizar la justicia
federal. En nuestro país la cláusula constitucional alude a que si bien la justicia
existió, la misma no era independiente merced gobernantes despóticos.
Preámbulo Argentino: ”consolidar la Preámbulo EE.UU: ”asegurar la paz
paz interior” interior"
Las prolongadas guerras civiles en nuestro país, luego de la emancipación,
hicieron indispensable consolidar el ámbito interno del país. En cambio en los
EEUU, esta cláusula solo tenía el carácter de una mera prevención,
manifestándose su necesidad cuando la guerra de secesión convulsionó al
país.
Preámbulo Argentino: ”proveer a la Preámbulo EE.UU: ”proveer a la
defensa común" defensa común"
Sin dudas, constituye un deber fundamental de todo estado velar por su
defensa y la de sus instituciones
Preámbulo Argentino: ”promover el Preámbulo EE.UU: ”promover el
bienestar general" bienestar general"
Esta cláusula también denominada de “progreso”, constituye el propósito de
llevar igualdad a todas las provincias, y obliga al Estado a promover el
bienestar general. En forma concurrente con las provincias, el art. 125 obliga a
éstas a realizar conjuntamente con la Nación, todos los actos útiles y
necesarios para el logro de las metas de prosperidad y progreso
Preámbulo Argentino: “asegurar los Preámbulo EE.UU: "asegurar los
beneficios de la libertad para beneficios de la libertad para
nosotros, para nuestra posteridad, y nosotros y para nuestra
para todos los hombres del mundo posterioridad,"
que quieran habitar el suelo
argentino"
La concreción de la universalización se encuentra en el art. 20, que se refiere a
que “los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos
civiles del ciudadano” y asimismo el art. 15 dispone “en la Nación no hay
esclavos; los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta
constitución”…y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan
libres por el solo hecho de pisar el territorio de la república,
Preámbulo Argentino: "invocando la Preámbulo EE.UU: No lo señala
protección de Dios fuente de toda
razón y justicia"
Unidad 3
I. Poder Constituyente
A. Concepto
El poder constituyente es la potestad suprema que tiene el pueblo (por sí o por
medio de sus representantes) para establecer una constitución o para
modificar una anterior cuando sea necesario o conveniente.
Calificamos a esta facultad del pueblo como suprema -porque como expresión
de poder, no reconoce otra superior. La puede ejercer el pueblo en forma
directa (caso difícil en la actualidad) o en forma indirecta, eligiendo a este fin a
sus mandatarios, o combinando ambos procedimientos. Algunas constituciones
disponen que sus modificaciones serán efectuadas por el órgano legislativo
ordinario, pero luego el pueblo, mediante el sufragio, deberá pronunciarse por
su aceptación o rechazo (Constitución de Mendoza por ejemplo).
Bidart Campos explica que "si por «poder entendemos una competencia,
capacidad o energía para cumplir un fin, y por <<constituyente>>, el poder que
constituye o da una constitución al Estado, alcanzamos con bastante precisión
el concepto global: poder constituyente es la competencia o capacidad o
energía para constituir o dar una constitución al Estado, es decir, para
organizarlo".
Linares Quintana lo caracteriza como "la facultad soberana del pueblo a darse
su ordenamiento jurídico político fundamental originario por medio de una
constitución, y a revisar a ésta, total o parcialmente, cuando sea necesario".
B. Clases
Poder Constituyente "interno" o "externo"
Normalmente, una constitución es producto del poder constituyente de su
propio país. En síntesis, del poder constituyente interno.
Sin embargo, algunas veces la constitución de un país es producto del poder
constituyente de una o más naciones extranjeras, ya de modo total, ya parcial.
En otros supuestos, un poder extranjero, aunque no dicte normas
constitucionales nacionales, influye en el poder constituyente interno. Es
factible, entonces, hablar de un poder constituyente externo.
Ejemplo de lo primero han sido constituciones como las de Canadá (1867),
Australia (1901) o Sudáfrica (1909), dictadas por el Parlamento británico. De lo
segundo, la Constitución japonesa de 1947, casi impuesta por las autoridades
estadounidenses, victoriosas sobre el Imperio de Japón.
Poder Constituyente "Originario y Derivado"
Esta diferenciación, muy importante, asume las siguientes características:
Poder Constituyente Originario: Éste, no en el sentido cronológico, sino en
cuanto a su cuota de poder, no está sometido a normas jurídicas preexistentes
de derecho positivo. Se lo puede considerar, pues, revolucionario e ilimitado
(respecto del derecho positivo).
Puede ser fundacional, cuando dicta la primera constitución del Estado, al
crearse éste, y siempre que actúe sin topes normativos, o posfundacional, si
opera después de haberse creado el Estado, pero también libre de reglas
jurídicas preexistentes.
Poder Constituyente Derivado (o Constituido): Es el sometido a reglas jurídicas
preexistentes de derecho positivo. Casi siempre importa un poder de reforma o
enmienda de una constitución previa; pero en otros casos posee también poder
de reemplazo, ya que puede estar facultado para sustituir una constitución por
otra.
En su etapa derivada, el poder constituyente participa de la naturaleza que
tiene en su etapa originaria. Se trata, en ambos casos, de un mismo poder
constituyente cuyas diferencias no están dadas por su naturaleza sino por los
alcances de su ejercicio. El poder constituyente originario es ilimitado, mientras
que, él derivado, sólo se puede ejercer dentro de los límites resultantes del
anterior.
El rasgo esencial del poder constituyente derivado reside en su subordinación
originaria respecto de la manifestación del poder constituyente fundacional. Sin
embargo, y una vez puesto en funcionamiento conforme a la constitución
vigente, puede llegar a transformarse en un poder constituyente fundacional si
establece y organiza una nueva sociedad política global. Esta situación se
podrá presentar si se faculta, mediante el ejercicio del poder constituyente
derivado, a reformar íntegramente una Constitución no solamente en su texto
sino también para adecuada a una nueva idea política dominante.
En este caso, revestirá el carácter de poder constituyente derivado frente a la
constitución preexistente, por cuanto su ejercicio se habrá basado en el acto
constituyente originario y se habrá desarrollado conforme al mismo. Pero
también será un poder constituyente originario frente a los actos constituyentes
que se produzcan en lo sucesivo y sobre la base de ese antecedente
constitucional, siempre y cuando con ellos no se opere la creación y
organización de una nueva sociedad política global.
C. Titularidad
Hay coincidencia en la doctrina contemporánea en atribuir al pueblo la
titularidad del ejercicio del poder constituyente. Ello es consecuencia
insoslayable de la ideología democrática a la cual éste, desde sus orígenes,
encarnó.
Sin embargo, Sieyes atribuía dicha titularidad a la nación, entendida como un
cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y están representados por
la misma legislatura. En su concepción iusnaturalista, la nación era
preexistente y suprema, y de ella debía emanar el poder constituyente.
Claramente no se diferenciaba entre los conceptos de "nación" y "pueblo".
La Constitución nacional adoptó el principio según el cual el pueblo es el titular
del poder constituyente. En su Preámbulo, al hacer referencia a la autoridad de
quien emana la ley fundamental se expresa: "Nos los representantes del pueblo
de la Nación Argentina" El art. 33 reconoce el "principio de la soberanía del
pueblo" que el art. 30 tácitamente admite, al establecer que la reforma
constitucional "no se efectuará sino por una Convención convocada al efecto".
El nuevo art. 37, incorporado por la reforma de 1994, garantiza. el pleno
ejercicio de los derechos políticos con arreglo al principio de la soberanía o
popular".
D. Ejercicio
Dicho ejercicio puede ser efectuado a través de actos que otorgan o imponen la
constitución a quienes deben obedecerla; en este Caso ,se dice que el poder
constituyente se ha ejercido autocráticamente, porque quienes deben
obedecerla no han intervenido en el acto de otorgamiento (o ejercicio
heterónomo del poder constituyente, destacándose el carácter impuesto de la
constitución), en este caso el operador del poder constituyente es unipersonal (
Un caso moderno es el de Rainiero III al dictar por sí solo la Constitución de
Mónaco de 1962)
En cambio, cuando el ejercicio del poder constituyente se efectúa con
intervención de los que deben obedecer a la constitución, se dice que dicho
ejercicio es democrático (o ejercicio autónomo del poder constituyente pues los
destinatarios de la constitución concurren a crearla).
El sistema es paralitico (o múltiple) en los casos, en que el operador es plural.
El caso típico es el de una convención o asamblea constituyente de origen
popular, pero también han ejercido el poder constituyente un partido político
(como el Funk, en Camboya, 1976); gobiernos militares de facto (como en la
Argentina, en 1956, al derogar la Const. de 1949), o civiles de facto (p.ej., el
Comité Nacional Checoslovaco, que en 1918 dictó la primera Constitución
provisional de ese país). De vez en cuando, el Parlamento común ha asumido
el poder constituyente (p.ej., leyes constitucionales de Hungría, de 1920).
E. Límites
Poder Constituyente originario
Según Ekmekdjian, el poder constituyente originario o fundacional no tiene
límites de naturaleza jurídica, o sea que es ilimitado.
Ziulu estima que el calificativo de ilimitado con que se pretende encuadrar al
poner constituyente originario es demasiado presuntuoso, aun cuando sea
efectivamente muy amplio. La libertad no es legítima para hacer el mal, o si es
utilizada en contra del bien común
Ziulu, dice que "hay límites que condicionan al poder constituyente. Bidart
Campos los ha resumido muy claramente en tres categorías: a) los límites
derivados del derecho natural; b) los límites derivados del derecho internacional
público; y c) los límites que provienen del condicionamiento de la realidad
social.
Poder Constituyente Derivado
Según Ekmekdjian, el poder constituyente reformador o derivado, como toda
competencia estatal (aunque ésta sea excepcional y ad hoc), y a diferencia de
lo que sucede con el poder constituyente originario o fundacional, sí tiene
límites jurídicos. Éstos son de tres tipos: temporales, formales y de fondo
1) Limitaciones temporales: Se refieren al tiempo en que se debe hacer la
reforma. Hay constituciones que establecen la revisión obligatoria y periódica
de sus normas (constituciones de Portugal, de Polonia de 1921, etc.). Otras
prohíben su revisión durante determinado lapso (nuestra Constitución antes de
la reforma de 1860), o durante la vigencia de un Estado de excepción (la
Constitución española, la del Brasil, etc.).
2) Limitaciones Formales: Son las relativas al procedimiento o a la competencia
del órgano reformador en las constituciones denominadas rígidas. En tales
casos, los límites los da el propio texto constitucional, como, por ejemplo,
cuando establece un órgano especial para el ejercicio de esta competencia o
un procedimiento agravado para la sanción de las normas reformadas o ambas
cosas a la vez. Así sucede con el artículo de nuestra Constitución. También se
da en el ejercicio del poder constituyente de segundo o tercer grado, tanto
originario como reformador, ya que en tales casos siempre existen limitaciones
previstas en la norma de grado superior.
3) Límites de fondo: En este tema existe una antigua polémica, tanto en el
derecho comparado como en el derecho argentino, sobre el particular.
El tema está ligado con la existencia o no de las llamadas (por algunos autores)
"cláusulas pétreas" en la constitución. De reconocerse tal carácter a algunas
normas constitucionales, ello impediría la modificación de éstas, aun conforme
al procedimiento y por el órgano previsto en la propia constitución.
La polémica está directamente relacionada con otra de antigua data: la
controversia entre quienes sostienen la existencia de principios jurídicos que
están por encima del derecho positivo y que, por tanto, son inviolables incluso
por una reforma constitucional. Estos principios superiores al derecho positivo
pueden provenir, ya sea del derecho natural o del concepto racional del poder
constituyente.
Según Ekmekdjian, un cuerpo normativo codificado con cualquier contenido no
basta para ostentar legítimamente el título de Constitución, aunque así se lo
denomine. Para elÍo debe tener los contenidos mínimos que la caractericen
como un instrumento de la ingeniería la libertad para frenar los abusos del
poder, tal como se la diseña en el art. 16 de la ya varias veces citada
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
Sin embargo Ekmekdjian, concluye que, lo anterior no implica desconocer que
el art. 30 de nuestra Constitución establece que ella puede ser reformada "en el
todo o en cualquiera de sus partes". Esta afirmación pareciera significar una
negativa a reconocer la existencia de cláusulas pétreas en la Constitución.
Además, según Ziulu, el reconocimiento de contenidos constitucionales pétreos
o intangibles no puede quedar sujeto a la interpretación que cada uno haga de
la Constitución.
Sin embargo, agrega Ekmekdjian, que el art. 18 de la norma fundamental
expresa: "la confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código
Penal argentino" y "quedan abolidas para siempre la pena de muerte por
causas políticas, toda especie de tormento y los azotes". Como se puede
apreciar, la cuestión no es sencilla, ya que pese a la amplitud del art. 30, en el
propio texto constitucional existen límites específicos al ejercicio del poder
constituyente reformador.
Etapa preconstituyente
Tiene lugar en el congreso de la Nación, a cuyo cargo está el acto de declarar
la necesidad de la reforma de la Constitución.
Naturaleza jurídica de la declaración
El primer problema consiste en determinar si la "declaración" del Congreso es
una ley o si, al contrario, debe instrumentarse por sendas resoluciones o
declaraciones de cada Cámara o de la Asamblea Legislativa, esto es, por las
dos cámaras reunidas. Si se lo efectúa en forma de ley -se dice-, podría ser
vetada por el Poder Ejecutivo. Sin embargo el art. 30 no menciona la
intervención del Poder Ejecutivo en el proceso de reforma y siendo nuestra
una constitución rígida, es la excepción que los poderes constituidos (como el
Poder Ejecutivo) puedan ejercer atribuciones de reforma constitucional, por
esto, dicho artículo debe ser interpretado restrictivamente. En otras palabras,
el veto no es admisible porque sería una intromisión del Poder Ejecutivo en el
proceso de reforma, que no ha sido establecida expresamente en el texto
constitucional. De todas maneras nada impediría que el congreso en vez de
hacerlo por ley lo hiciera en forma de declaración, lo cual está -entendemos-
esencialmente previsto por la norma en análisis.
¿La declaración debe ser aprobada por ambas cámaras en conjunto o
separadamente?
Otra discusión que ha suscitado el aparentemente inocente segundo párrafo
de) art. 30, se refiere al procedimiento legislativo para sancionar la declaración
de necesidad de la reforma, esto es, si ella debe emanar de ambas cámaras
reunidas en Asamblea legislativa, es decir, votando en forma conjunta o bien
en forma separada como trabajan de ordinario.
Personalmente nos inclinamos (Ekmekdjian) de que ambas cámaras deben
sesionar separadamente y que el cómputo de los 2/3 debe hacerse sobre los
miembros de cada una de ellas. De otro modo, siempre prevalecería la decisión
de la Cámara de Diputados por una simple cuestión numérica. En otras
palabras, la decisión de la reforma constitucional quedaría en manos de las tres
o cuatro provincias más pobladas, en perjuicio y detrimento de las restantes,
con lo que (nuevamente) se violaría el principio fundamental del sistema
federal, que es la igualdad que deben tener las provincias en su participación
en el gobierno federal.
El cómputo de los dos tercios de los miembros
La norma en análisis puede ser interpretada, al menos, de tres maneras
distintas: A) los 2/3 del total de los miembros nominales de cada Cámara; B)
los 2/3 de todos los miembros en ejercicio (en este caso se excluiría a los
miembros con licencia, las bancas no cubiertas y los ausentes con aviso, cuya
lista se publica en la primera hoja del diario de sesiones de cada sesión); C) los
2/3 de los miembros presentes en la respectiva sesión, siempre que -
obviamente- haya quórum suficiente para sesionar.
En lo personal nuestro criterio coincide con la doctrina que exige que los dos
tercios se computen sobre el total nominal de los legisladores de cada cámara
(Criterio A) o al menos sobre el total de los miembros en ejercicio (criterio B)
(Ekmekdjian).
Etapa Constituyente
Implica el ejercicio efectivo del poder constituyente por el pueblo, su legítimo
titular. El art. 30 hace una referencia escueta a esta etapa, al expresar,
después de mencionar la declaración de necesidad de la reforma por parte del
Congreso, que ésta "no se efectuará sino por una Convención convocada al
efecto". Nada dice acerca de cómo se integrará, quiénes la compondrán, dónde
y cómo funcionará, ni con qué recursos podrá disponer.
La cláusula constitucional es categórica en el sentido de que las reformas sólo
podrán ser efectuadas por la Convención. Los demás interrogantes debemos
resolverlos por vía de la interpretación constitucional.
Siendo el pueblo el indiscutido titular del poder constituyente (Preámbulo y arts.
33 y 37), cabe concluir que la Convención deberá estar integrada por sus
representantes (arts. 1 y 22), quienes tendrán que ser elegidos por medio del
sufragio.
Entendemos que la forma el tiempo y las modalidades de elección deben ser
establecidas por el Congreso, haciendo uso de sus facultades implícitas (art.
75, inc. 32). El art. 30 no especifica el número de miembros que compondrán la
Convención.
El derecho consuetudinario ha resuelto correctamente esta cuestión, que ha
quedado en una discusión puramente académica. En efecto, la ley 172,
sancionada el 14 de junio de 1866, que declaró la necesidad de la reforma
efectuada ese año, reguló las condiciones de la elección de los convencionales
y el lugar de reunión. Estableció que la Convención sesionaría con un número
igual al de los legisladores que integraban la Cámara de Diputados, y con el
mismo sistema electoral utilizado para ellos. La ley 3507, que declaró la
necesidad de la reforma efectuada en 1898, fijó en ciento veinte el número de
convencionales que integrarían la Convención Constituyente, fijando la
cantidad de ellos por cada distrito (provincias y capital federal). La ley 13.233,
que declaró la necesidad de la reforma efectuada en 1949, fijó el número de
convencionales en el mismo que el de diputados nacionales Y el sistema
electoral de lista incompleta. El decreto-ley 3838/57, que declaró la necesidad
de la reforma de 1957 estableció en doscientos cinco convencionales,
distribuyéndolos por cada distrito, y como sistema electoral el de
representación proporcional (variante D'Hondt), etc.
En otras palabras, como se adelantó más arriba, el derecho constitucional
consuetudinario ha resuelto correctamente la omisión del artículo en análisis,
estableciendo -con algunas diferencias de detalle en algunos casos- que los
convencionales constituyentes son elegidos directamente por el pueblo, según
el mismo sistema utilizado para la elección de los legisladores nacionales.
Atribuciones de la Convención Constituyente
Sagüés apunta, acertadamente, que una vez constituida la Convención
Constituyente, ésta -como todo órgano del Estado- tiene poderes explícitos e
implícitos. Los explícitos son los que le han sido conferidos por la ley de
declaración de necesidad de la reforma, y los implícitos son los propios de todo
órgano del poder. Son poderes implícitos el dictar su reglamento interno, elegir
sus autoridades, integrar sus comisiones, fijar sus días de reunión y el lugar de
ellas, otorgar licencias a sus miembros, establecer el quórum y las mayorías,
decidir sobre la validez de las elecciones derechos Y títulos de sus miembros,
aplicarles sanciones disciplinarias, decidir su desafuero, llegado el caso,
tomarles el Juramento de estilo, etc.
Respecto a las remuneraciones y a las inmunidades de sus miembros, algunos
autores opinan que también estas decisiones forman parte de los poderes
implícitos de la Convención. Pensamos que, por aplicación analógica de los
arts. 68, 69 y 74 de la Constitución, tienen las mismas inmunidades que los
legisladores y su remuneración deben ser fijada por ley. Éste ha sido, por otra
parte, el criterio usual (confr. art. 14 de la "ley'' 24.309).La Convención puede
requerir informes o explicaciones a cualquier funcionario, no para controlarlo,
sino para el mejor desempeño de su misión.
Los poderes explícitos de la Convención surgen, fundamentalmente, de la
propia ley que declara la necesidad de la reforma.
Consisten, fundamentalmente, en el estudio tratamiento y decisión de los
puntos sobre los cuales la ley respectiva decide someter a la decisión de
aquélla.
La cuestión acerca de la soberanía de la Convención. ¿Puede ésta tratar
puntos no previstos en la convocatoria?
El art. 30 nada prevé al respecto.
Hay quienes sostienen la tesis de la soberanía de la Convención y, por tanto, la
capacidad de ésta de incluir puntos no previstos en la declaración de necesidad
de la reforma, se fundan en varios argumentos.
Así, por ejemplo, se pretende que las normas bajo las cuales actúa el poder
constituyente son de conveniencia política y que ese poder las respetará o no,
conforme al grado de adhesión que les merezca; que no es posible reconocer
el control de constitucionalidad de la reforma constitucional, porque ello
desplazaría el ejercicio del poder constituyente hacia la Corte Suprema de
Justicia, y al no ser viable el control de constitucionalidad de la reforma, en los
hechos, ello implica la soberanía de la Convención y la falta de límites.
También, interpretando al pie de la letra la frase del art. 30, ésta limita la
intervención del Poder Legislativo (etapa preconstituyente) a la declaración de
necesidad, pero de ningún modo el texto constitucional establece limitaciones a
la Convención Constituyente. Otro argumento de esta doctrina sostiene que el
poder constituyente derivado, una vez corporizado en una convención
constituyente, se desvincula de toda normatividad restrictiva para reasumir la
soberanía delegada por el pueblo. En otras palabras, si la Convención ejerce el
poder constituyente opera como instancia máxima en representación del
pueblo. El Congreso (poder constituido) no puede limitar al poder constituyente,
del cual se deriva.
En cambio, quienes sostienen que la Convención Constituyente reformadora
está sujeta a los límites impuestos por el Congreso en la declaración de
necesidad de la reforma se fundan en que el ejercicio del poder constituyente -
reformador o derivado- tiene límites; ya que -en caso de no respetarse la regla
de los antecedentes- se estaría ejerciendo -en forma revolucionaria- el poder
constituyente fundacional.
Además, la apelación a la presunta soberanía de la Convención implica una
confusión semántica de términos, ya que el único soberano es el pueblo y
todos los órganos del poder -tanto constituyente como constituidos- están
integrados por representantes de aquél. Finalmente, el derecho
consuetudinario ha venido a refrendar esta tesis. Las distintas convenciones
constituyentes nunca admitieron el tratamiento de temas que no hubieran
estado incluidos en la declaración de necesidad de la reforma. Nuestra opinión
se inclina por la segunda tesis (Ekmekdjian).
La Convención ¿está obligada a tratar todos los puntos previstos en la
declaración de necesidad de reforma, efectuada por el Congreso?
En genera la respuesta doctrinal es negativa. La propuesta de reforma
elaborada por el Congreso nacional no es vinculante para el órgano
reformador, en el sentido de que lo obligue a tratar todos los puntos previstos.
B. 1866
El 9 y el 13 de junio de 1866, respectivamente, el Congreso de la Nación
sancionó las leyes 171 y 172, por medio de las cuales declaraba la necesidad
de la reforma parcial de la Constitución y establecía la composición y las
condiciones de funcionamiento de la Convención Nacional Constituyente. El
único objeto de la convocatoria era la revisión del art. 4 y del inc. 1 del art. 67
(actual 75), en lo atinente a los derechos de exportación.
La Convención, que fue presidida, al igual que en 1860, por Mariano Fragueiro,
deliberó en Santa Fe, y el 12 de septiembre de 1866 sancionó dos
modificaciones del texto constitucional vigente.
Eliminó, en el art. 4, la expresión: "hasta 1866 con arreglo a lo estatuido en el
inc. 1 del art. 67, relacionada con los derechos de exportación, que había sido
incorporada por la Convención de 1860; y suprimió, en el inc. 1 del art. 67,
parte final, la frase "hasta 1866, en cuya fecha cesarán como impuesto
nacional no pudiendo serlo provincial", con referencia también, a los derechos
de exportación.
C. 1898
La Convención Reformadora constituida en Buenos Aires el 24 de febrero de
1898 resolvió modificar los actuales arts. 45 y 100 de la Constitución.
El art. 45, antes de la reforma establecía que correspondía elegir un diputado
"por cada veinte mil habitantes, o de una fracción que no baje del número de
diez mil".
Considerando que la rigidez de la cláusula conducía a un desmesurado
incremento del número de diputados nacionales, los convencionales decidieron
que el número de diputados era de uno por cada treinta y tres mil habitantes o
fracción que no baje de diez mil quinientos. Asimismo, para dotar de mayor
flexibilidad al texto constitucional y evitar que la causa de la reforma se
presentara nuevamente, resolvieron que "Después de la realización de cada
censo, el congreso fijará la representación con arreglo al mismo, pudiendo
aumentar pero no disminuir la base expresada para cada diputado".
Es la actual redacción del art. 45, que no ha sido respetada desde 1983. No
solamente porque el Congreso no adecuó la representación al incremento de
habitantes resultante de los censos nacionales, sino también por otorgar, a los
habitantes de algunas provincias, la facultad de nombrar un número de
diputados mayor al que le correspondería por la cantidad de personas que
residen en sus territorios.
El actual art. 100 de la Ley Fundamental, prescribía la existencia de cinco
ministerios y el ámbito de la competencia de cada uno de ellos: interior;
relaciones exteriores; hacienda; justicia, culto e instrucción pública; guerra y
marina.
Sin modificar el "ministerio constitucional" sustituyéndolo por el "ministerio
legal", los convencionales de 1898 decidieron elevar a ocho el número de
ministerios, facultando al Congreso para deslindar "los ramos del respectivo
despacho de los ministros".
La reforma constitucional de 1994, al suprimir el número de ministerios y
facultar al Congreso para establecer la cantidad que considere conveniente,
sustituyó el "ministerio constitucional" por el "ministerio legal".
La Convención Reformadora de 1898 concluyó su labor el 15 de marzo de ese
ario.
D. 1949
Convocada por ley 13.233, la Convención Constituyente sesionó en Buenos
Aires desde el 24 de enero hasta el 16 de marzo de 1949. Los términos de la
convocatoria fueron amplios, sin topes normativos.
En concreto, ésta introdujo una gran cantidad de enmiendas parciales al texto
de 1853-1860, pero finalmente aprobó un "texto ordenado" de la Constitución
nacional. En conclusión, la Convención Constituyente de 1949 diagramó una
nueva Constitución, inspirada en una concepción ideológica distinta de la
precedente; esto es, inspirada en la visión social del justicialismo.
Popularmente se la conoce como "la Constitución peronista".
Entre las particularidades del nuevo texto, figura la constitucionalización del
hábeas corpus, la inserción de los conceptos de justicia social y función social
de la propiedad; de los derechos del trabajador; de la familia y de la ancianidad;
la educación y la cultura; la prestación de los servicios públicos por parte del
Estado y la propiedad de los minerales, caídas de agua, yacimientos de
petróleo y fuentes de energía; inclusión del estado de prevención y de alarma
(además del estado de sitio); el desconocimiento de las organizaciones que
sustenten principios contrarios a las libertades constitucionales o al sistema
democrático, etcétera.
En el ámbito orgánico fue importante la elección directa del presidente; la
posibilidad de su reelección; la elección directa de los senadores; el jury de
enjuiciamiento para magistrados inferiores a la Corte Suprema, y el
otorgamiento a ésta del papel de corte de casación en temas de derecho
común, con jurisprudencia vinculante en tal función y en materia del recurso
extraordinario, etcétera.
La Constitución de 1949 no tuvo un trámite fácil: su validez fue objetada desde
la convocatoria (donde se le imputó no contar con los dos tercios de votos de
los miembros de cada Cámara, sino sólo de los presentes, aunque tal presunto
defecto había ya acaecido en anteriores reformas). En su contenido, se ha
cuestionado su fuerte partidización (circunstancia reconocida en el seno de la
propia Convención Constituyente), y un robustecimiento preocupante de los
roles del Estado y del Poder Ejecutivo. En su favor obra una visión más
solidaria y social de la vida económica y política.
E. 1957
Por decr. 3838/57, invocando el ejercicio de "los poderes revolucionarios", el
gobierno de facto ejerció los poderes preconstituyente que la Constitución
nacional asigna al Congreso en el art. 30, y declaró la necesidad de reforma de
una larga serie de artículos. Otros decretos (4300/57 Y 6809/57)
complementaron al primero.
La Convención Constituyente, reunida en Santa Fe desde el 30 de agosto
hasta el 14 de noviembre de 1957, declaró el 23 de septiembre la vigencia de
la Constitución de 1853-1860, con las reformas de 1866 y 1898; incorporó el
art. 14 "nuevo" (comúnmente llamado art. 14 bis) y modificó en parte el art. 67,
inc. 11.
La reforma fue significativa tanto por el reconocimiento de derechos laborales y
sociales, ideológicamente vinculados con el estado social de derecho, como
por la variación ideológica que eso significaba, con relación al texto de 1853-
1860, que tenía una fuerte presencia liberal e individualista.
La enmienda de 1957 ha sido criticada en su trámite, tanto por el hecho de no
haberla convocado el Congreso, en infracción al art. 30 de la Const. Nacional,
como por las proscripciones políticas habidas en la elección de los
constituyentes (con la interdicción del partido mayoritario entonces, el
justicialista). No obstante, tal vez por la legitimidad del contenido de sus
reformas, ha tenido vigencia posterior.
F. 1972
El 24 de agosto de 1972, el gobierno de facto de la Revolución Argentina dictó
un estatuto reformando la Constitución. Este Estatuto preveía su vigencia hasta
el 24 de mayo de 1977, pero si una convención constituyente no decidía su
incorporación definitiva al texto constitucional o su derogación total o parcial
antes del 25 de agosto de 1976, su vigencia quedaba prorrogada hasta el 24
de mayo de 1981.
Previamente, el gobierno de facto designó una comisión asesora para el
estudio de la reforma institucional. Estuvo integrada por prestigiosos juristas y
politólogos: Germán Bidart Campos, Carlos Bidegain, Natalia Botana, Carlos
Fayt, Mario Justo López, Julio Oyhanarte, Roberto Peña, Pablo Rarnella,
Adolfo Rouzaut, Alberto Spota y Jorge Vanossi. A su vez, la Fundación Rizzuto,
organizó un ciclo de conferencias en la cual, otros distinguidos juristas como
Segundo V. Linares Quintana, César Romero, Carlos Sánchez Viamonte y
Sebastián Soler manifestaron su abierta oposición a toda reforma constitucional
que se concretara al margen del art. 30 de la Ley Fundamental, sin perjuicio de
resaltar que ella era absolutamente innecesaria.
Fue la primera vez que un gobierno de facto procedió a reformar directamente
la Ley Fundamental, usurpando la función constituyente sin dar intervención
algima al pueblo a través de sus representantes reunidos en una convención
reformadora. De todos modos, cabe recordar que esa reforma,
manifiestamente inconstitucional, fue aceptada y convalidada por los partidos
políticos mayoritarios.
Las enmiendas introducidas en 1972 se limitaron a la parte orgánica de la
Constitución. Se unificaron los mandatos de diputados y senadores en cuatro
años; se elevó a tres el número de senadores por cada provincia y la Capital
Federal, elegidos en forma directa; el mandato presidencial se redujo a cuatro
años, permitiendo su reelección por un período; la elección era directa y por
mayoría absoluta de votos; el juicio político para los jueces de los tribunales
inferiores debía desarrollarse ante un jurado integrado por miembros de los
poderes Legislativo, Ejecutivo y por abogados; la duración de los mandatos de
los legisladores y gobernadores provinciales debía ser igual al de los cargos
correlativos nacionales, y su elección simultánea con la de éstos. Además, se
preveían importantes modificaciones destinadas a brindar mayor agilidad a la
actuación del Congreso.
Estas reformas, con la salvedad de las electorales, aplicadas en los comicios
de 1973, en la práctica no tuvieron vigencia y caducaron, formalmente en 1981.
Muchas de ellas fueron reincorporadas con la reforma constitucional de 1994, a
través de la propuesta concretada por el radicalismo en el Pacto de Olivos
celebrado entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín.
G. 1994
En 1993, el presidente Menem, al no lograr inicialmente reunir los dos tercios
de votos en ambas cámaras exigidos por el art. 30 de la Const. Nacional para
declarar la necesidad de reforma, dictó el decr. 2181/93 (complementado por el
decr. 2258/93), por el que se convocaba a una consulta popular voluntaria y no
vinculante, para que la ciudadanía expresase su opinión al respecto. Ella no fue
necesaria, ya que el 14 de noviembre de 1993 Menem y Alfonsín suscribieron
el llamado "Pacto de Olivos", corroborado el 13 de diciembre del mismo año
por el "Pacto de la Casa Rosada", según el cual los dos partidos mayoritarios
(Justicialista y Radical) acordaron sobre las bases de convocatoria a la
enmienda de la Constitución.
La ley 24.309, sancionada poco después, instrumentó ese llamado,
distinguiendo dos áreas de posibles reformas: la primera, denominada "Núcleo
de coincidencias básicas", reproducía los aspectos esenciales del "Pacto de
Olivos", y obligaba a la Convención Constituyente a aprobar o desechar en
bloque las enmiendas. El segundo tramo, en cambio, era de debate libre, al
estilo tradicional de las convenciones argentinas. La constitucionalidad de la ley
24.309 fue muy discutida, tanto por su trámite, que no se ajustó al art. 71 de la
Const. de 1853-1960, como por la "cláusula cerrojo" que imponía a la
Convención el voto global del referido paquete de reformas.
Los convencionales constituyentes fueron elegidos el 10 de abril de 1994,
iniciaron sus sesiones el 25 de mayo y las culminaron el 22 de agosto. La
Convención funcionó en las ciudades de Santa Fe y Paraná. El nuevo texto
constitucional fue jurado el 24 de agosto de 1994.
La reforma de 1994 resultó amplia. Entre otros temas, en materia de derechos,
añadió un nuevo capítulo (el segundo) a la Parte Primera de la Constitución,
con derechos y garantías de índole política (de resistencia a los gobiernos de
facto, garantías al sufragio, a formar partidos, igualdad entre el hombre y la
mujer, iniciativa y consulta popular), y otros de índole general, llamados "de
tercera generación" (ver § 853), referentes a la ecología y a los consumidores y
usuarios. También acopló, al reformar la Parte Segunda de la Constitución,
derechos relativos a los niños, madres, trabajadores, indígenas, educandos,
autores, etcétera. Dio rango constitucional al hábeas corpus, al amparo y al
hábeas data, e incorporó ciertos instrumentos internacionales (art. 75, inc. 22).
Ideológicamente, reforzó el segmento constitucional identificado con el Estado
social de derecho (art. 75, inc. 19).
En cuanto a la estructura del poder, programó al Ministerio Público como ente
extrapoder; autorizó la reelección por un período consecutivo del presidente de
la Nación (eje central de la reforma); creó un "jefe del Gabinete de Ministros",
especie de ministro coordinador, simplificó el trámite de elaboración de las
leyes, constitucionalizó al ombudsman ("defensor del pueblo") y la Auditoría
General de la Nación; previó un tercer senador para cada provincia y la Ciudad
de Buenos Aires, así como la elección popular de los miembros de la Cámara
alta; dio autonomía a los municipios y en particular a la Ciudad de Buenos
Aires, para la cual convocó a una asamblea que dictó su estatuto organizativo.
En el ámbito judicial, el texto de la reforma quita a la Corte Suprema de Justicia
el gobierno del Poder Judicial, confiriéndoselo al Consejo de la Magistratura, a
quien le toca administrar dicho Poder, ejercer funciones disciplinarias sobre los
jueces, realizar concursos para su preselección y elaborar ternas de candidatos
para su posterior remisión al Poder Ejecutivo (los jueces de la Corte Suprema
conservan el régimen anterior de nominación, salvo una mayor exigencia en la
cantidad de senadores que debe acordarla). También contempló la reforma la
posibilidad de que las provincias creen regiones, un sistema de leyes-convenio
para la coparticipación de ciertos tributos, etcétera.
En términos generales, la reforma fue, como se dijo, extensa, polémica, no muy
coherente con la fisonomía y los anteriores preceptos de la Constitución, y en
cierta manera inconclusa, ya que puntos tan vitales como la precisa
conformación del Consejo de la Magistratura y del Jurado de Enjuiciamiento de
los magistrados, la organización del Ministerio Público, el régimen de iniciativa
y consultas populares, la regulación final de los decretos de necesidad y
urgencia, etc., quedaron a merced de leyes de desarrollo constitucional que
debe dictar el Congreso, tarea que éste no ha consumado totalmente.
La amplitud de la reforma y el hecho de haber aprobado la Convención un texto
ordenado nuevo, con distinta numeración que el anterior, trajo la duda de si se
estaba ante una reforma o una nueva Constitución. Algunas de las cláusulas
transitorias aprobadas se referían, en efecto, a esta Constitución como si fuese
una distinta de la anterior. Sin embargo, otras cláusulas emplearon la palabra
"reforma", y así fue jurada el 24 de agosto de 1994.
Resta añadir que las objeciones sobre la constitucionalidad del proceso
reformista parecen haberse acallado. La Corte Suprema de Justicia, en
"Polino", desestimó (bien que por razones de falta de legitimación procesal de
los actores) el cuestionamiento sobre el trámite de la ley 24.309 (LL, 1994-C-
291); y en cuanto al voto en bloque del "paquete" del Pacto de Olivos, la propia
Convención aceptó su tratamiento de esa manera.
Etapas
Artículo 220º - Podrá promoverse la reforma en cualquiera de las dos Cámaras o por
iniciativa del Poder Ejecutivo, pero la ley que declare la necesidad de la reforma
deberá ser sancionada por dos tercios de los miembros que componen cada Cámara y
no podrá ser vetada.
Artículo 221º - Declarada por la Legislatura la necesidad de la reforma total o parcial
de la Constitución, se someterá al pueblo para que en la próxima elección de
diputados, se vote en todas las secciones electorales en pro o en contra de la
convocatoria de una Convención Constituyente. Si la mayoría de los electores
(sinónimo empadronados) de la Provincia votase afirmativamente, el Poder Ejecutivo
convocará a una Convención que se compondrá de tantos miembros cuantos sean los
que componen la Legislatura. Los convencionales serán elegidos en la misma forma
que los diputados.
Art. 222º - La Convención se reunirá 10 días después que la Junta Electoral de la
Provincia haya practicado el escrutinio y otorgado el diploma provisorio a los
convencionales electos, a fin de pronunciar el juicio definitivo sobre las elecciones.
Una vez constituida la Convención procederá a llenar su cometido dentro del término
de un año, vencido el cual caducará su mandato.
A. Antecedentes
El principio de la supremacía constitucional surgió en la época del
constitucionalismo liberal, es decir, con las primeras constituciones. Esta
afirmación no impide, desde luego, obviar la búsqueda histórica de diversos
precedentes que han contribuido a delinear esta importante garantía para la
libertad.
En Atenas, durante el llamado "siglo de Pericles" (siglo V a. de C.), tuvo
vigencia una acción, denominada "graphé paranomón", por medio de la cual los
ciudadanos atenienses podían actuar como acusadores contra el autor de una
moción que pretendiera lesionar las leyes fundamentales de la polis. Un
tribunal podía anular la propuesta ilegal, y castigar a su autor con severísimas
penas. Con el tiempo, esta institución se fue trasformando en un instrumento
protector de los abusos de la autoridad pública, convirtiéndose en un escollo
insalvable para modificar las leyes, y también en una seria amenaza para la
libertad de palabra, que era uno de los atributos más importantes de la
democracia ateniense.
Otro antecedente importante -al cual algunos autores le atnbuyen el origen de
la formulación de la doctrina de la supremacía constitucional- es la sentencia
del juez inglés Edward Coke al fallar, en 1610 en el célebre caso del Dr.
Thomas Bonham. Este médico , inglés, que ejercía su pro(esión en Londres,
había sido sancionado con arresto y multa por el Real Colegio de Médicos, por
no tener autorización de éste. Bonham recurrió ante el juez Coke, sosteniendo
que la sanción que se le había aplicado violaba un postulado fundamental del
.common law: precisamente, el que establece que nadie puede ser al mismo
tiempo juez y parte. Basaba su argumentación en que el destino de una porción
de la multa que le había aplicado el Colegio de Médicos quedaba. en poder de
éste El Colegio, por su lado argumentó la existencia de disposiciones legales
que lo facultaban para reglamentar el ejercicio profesional y castigar con prisión
y multa las infracciones. El juez Coke le otorgó la razón a Bonham, sosteniendo
que en muchos casos el common law, en virtud de sus principios
fundamentales, limitaba las leyes del Parlamento, y éstas debían ser
consideradas inválida.
La Constitución de los Estados Unidos es la que enuncia en forma categórica el
principio, al estatuír, en su art. VI, cláusula segunda, que "esta Constitución, las
leyes de los Estados Unidos que en su consecuencia se dicten, y todos los
tratados celebrados o a celebrarse bajo la autoridad de los Estados Unidos,
serán la ley suprema del país, y los jueces en cada Estado estarán sujetos a
ella, no obstante cualquier disposición en contrario contenida en la Constitución
o en las leyes de cualquier Estado".
A. Jurisprudencia
La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nacional ha acogido,
en general, este enfoque, conocido con el nombre de dualismo, porque parte
del supuesto del reconocimiento de dos ordenamientos jurídicos: uno interno,
propio de cada Estado, y otro internacional, que deberá subordinarse al
primero.
Sin embargó, la propia Corte Suprema· ha aceptado, por excepción, la
aplicación de la tesis monista, que parte del reconocimiento de un único
ordenamiento jurídico internacional, al cual queda necesariamente subordinado
el ordenamiento jurídico de cada Estado.
Esta interpretación fue la que fundamentó el caso "S.A. Química Merck c.
Gobierno de la Nación", de 1948. Mediante este pronunciamiento judicial, la
Corte legitimó la incautación de los bienes de la empresa alemana Merck, por
considerar que en épocas de guerra no era aplicable el enfoque dualista y
prevalecía el criterio monista.
Más recientemente, el auge de los procesos de integración y la trascendencia
que ha adquirido el derecho internacional han contribuido decisivamente a
formular nuevos criterios. Así, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha
expresado, en el caso "Ekmekdjian, Miguel Angel, c. Sofovich, Gerardo, y
otros", de 1992, que "la necesaria aplicación del art. 27 de la Convención de
Viena impone a los órganos del Estado argentino asignar primacía al tratado
ante un eventual conflicto con cualquier norma interna contraria o con la
omisión de dictar disposiciones que, en sus efectos, equivalgan al
incumplimiento del tratado internacional".
Estaba suficientemente claro que a partir de ese momento los tratados
internacionales ostentaban una jerarquía superior a las leyes. Creemos que
ello, en principio, no conmueve al postulado de supremacía constitucional, por
cuanto los tratados internacionales deben estar "en conformidad con los
principios de derecho público establecidos en esta Constitución" (art. 27, C.N.).
Esta línea jurisprudencia! fue ratificada por la Corte Suprema - en los casos
"Fibraca Constructora S.C.A. c. Comisión Técnica Mixta de Salto Grande", de
1993, y "Cafés La Virginia S.A.", de 1994 Cueto Rúa y Sagüés entienden que
entre el -caso "Ekmekdjian" y el caso "Fibraca" media una diferencia notoria,
porque en el primero, al referirse la Corte a la supremacía del derecho
internacional por sobre las normas del derecho interno, no excluyó a la propia
Constitución. En cambio, en el caso "Fibraca" señaló que ese principio era de
aplicación una vez respetados en el tratado los principios de derecho público
de la Constitución. Nos permitimos discrepar de tan autorizadas opiniones.
Creemos que en ambos casos la Corte trasmitió idéntico mensaje: los tratados
ocupan un rango privilegiado, por encima de las leyes, pero deben
subordinarse a la Constitución.
A. Sistemas
a) jurisdiccional: La generalidad de los autores y de las constituciones
modernas se inclinan decisivamente por un sistema judicial de control de
constitucionalidad. Si bien ese control tiene efectos políticos, su contenido
constituye una tarea esencialmente jurídica que incumbe al órgano mejor
capacitado en esa materia.
El control de constitucionalidad no consiste en analizar las bondades o defectos
de una ley, así como tampoco su utilidad o conveniencia, que son funciones
reservadas a los órganos políticos. Consiste, simplemente, en verificar
jurídicamente si media o no oposición con los principios contenidos en la
Constitución.
Esto no significa que los órganos políticos del gobierno estén subordinados al
poder judicial, o que éste se encuentre subordinado a los órganos políticos.
Esa subordinación solamente existe con motivo del ejercicio de atribuciones
propias y exclusivas de alguno de estos poderes, pero no porque alguno de
ellos sea superior en jerarquía. Todos los poderes están en un plano de
igualdad, pero también en un plano de subordinación cuando se trata de
funciones que la constitución les asigna exclusivamente.
b) Políticos: El control político consiste en asignar a un órgano de naturaleza
política, ya sea ordinario o extraordinario, la función de velar por la supremacía
de la Constitución.
Si bien el análisis de la concordancia entre una norma inferior y otra superior es
una tarea técnica y esencialmente jurídica, los efectos de una declaración de
constitucionalidad o inconstitucionalidad son de naturaleza política por las
consecuencias que deparan para la conformación del orden jurídico. Tal
circunstancia avalaría la razonabilidad del control político.
Los sistemas judiciales de control se subdividen a su vez en difusos (cualquier
juez puede evaluar la constitucionalidad de una norma o acto, este es el
sistema Argentino) o concentrados (centralizado en un "tribunal constitucional"
que opera como órgano extrapoder), según exista o no pluralidad de órganos
encargados de ejercer la función.
c) Mixtos: La fórmula de armonización puede ser la siguiente: todo juez puede
conocer en litigios de constitucionalidad (régimen estadounidense), tomando
decisiones con valor para el caso concreto; pero ciertas acciones, que pueden
promover sólo determinados sujetos (p.ej., el presidente o el fiscal general), se
diligencian exclusivamente en el tribunal constitucional; y la sentencia de éste
tiene efectos erga omnes. En ciertos casos, determinados fallos de los jueces
del Poder Judicial son revisados por el tribunal constitucional.
B. Régimen Parlamentario
En los sistemas parlamentarios existe una dependencia política e institucional
del órgano ejecutivo frente al parlamento, que debilita la nítida separación de
las funciones del gobierno tal como se presenta en el presidencialismo. En
cierto modo, el órgano ejecutivo es simplemente una proyección del parlamento
sobre la función ejecutiva.
La titularidad del órgano ejecutivo reside en dos personas, cuyas funciones no
se superponen porque están claramente separadas. El jefe de Estado es el rey,
en las monarquías parlamentarias, o el presidente en las repúblicas
parlamentarias. Este último, es normalmente designado por el parlamento. El
jefe de Estado tiene funciones protocolares, representa externamente al
Estado, disuelve al parlamento a pedido del jefe de gabinete y nombra
formalmente a este último en la persona que lidera al partido político que tiene
mayor número de miembros en el parlamento, o al candidato propuesto por un
acuerdo concertado por los partidos políticos mayoritarios.
En cambio, el ejercicio del grueso de las funciones políticas y administrativas
del órgano ejecutivo corresponden al jefe de gabinete. Tanto él, como los
ministros que designa para integrar el gabinete, fueron previamente elegidos
miembros del parlamento. La duración de su mandato coincide, en principio,
con la de los parlamentarios.
Pero, con la totalidad del gabinete, debe renunciar a su cargo si su actuación
merece un voto de censura del parlamento o si, al requerir un voto de confianza
del mismo, no le es concedido.
C. Colegiado
El gobierno es un órgano colectivo, un directorio de carácter ejecutivo sin que
la asamblea federal (PL) pueda obligar a renunciar al consejo federal y a
ninguno de sus miembros por medio de un voto de censura diferente al
gobierno de asamblea. El control político lo ejerce el electorado.
D. Asamblea
El gobierno de asamblea consiste en concentrar el ejercicio de todas las
funciones gubernamentales, o al menos la legislativa y ejecutiva, en un órgano
multitudinario cuyos miembros son elegidos por los ciudadanos. No es una
forma de democracia directa o semidirecta, porque el pueblo no participa en la
adopción de decisiones políticas, sino que lo hace a través de sus
representantes.
Mientras que en los sistemas parlamentarios resulta tenue la separación que
existe entre los órganos legislativo y ejecutivo, en los gobiernos de asamblea
esa separación no existe.
Al desnaturalizar la esencia de la doctrina que impone la distribución de las
funciones del gobierno entre diversos órganos, es un sistema que
inevitablemente conduce al absolutismo.
El art. 122 de la Const. Nacional, refiriéndose a las provincias, indica: "Se dan
sus propias instituciones locales y se rigen por ellas. Eligen sus gobernadores,
sus legisladores y demás funcionarios de provincia, sin intervención del
Gobierno federal".
El art. 123 añade: "Cada provincia dicta su propia Constitución, conforme a lo
dispuesto por el art. 5°".
La Corte Suprema, en diversas sentencias, habló de la soberanía absoluta de
las provincias en todo lo relativo a los poderes no delegados a la Nación.
También sostuvo que los poderes de la soberanía se encuentran divididos,
según la Constitución, entre el Gobierno nacional y los provinciales; los del
primero "revisten la calidad de supremos y absolutos", en todo el territorio de la
República. En cuanto a los segundos, tienen el mismo carácter, pero se ejercen
únicamente en el perímetro de cada provincia. Paralelamente, en otros
pronunciamientos señaló que la Constitución quiso hacer un solo país para un
solo pueblo, pero no en forma de Nación centralizada, sino que ha fundado
"una unión indestructible de Estados indestructibles". También sostuvo,
finalmente, que las provincias son "soberanas e independientes entre sí", esto
es, "Estados independientes entre sí"
Sin embargo, otras sentencias de la Corte Suprema hablan de autonomía
provincial, en lugar de soberanía aunque subrayan su condición de Estados, y
no de meras divisiones administrativas de la Nación Jurídicamente, las
provincias se perfilan, según la Corte, como personas de existencia necesaria.
II. El sufragio
A. Concepto
"El sufragio es una ''función" política de naturaleza electoral, y de carácter
individual" según Bidart Campos
Según Fayt es “El derecho político subjetivo de naturaleza política,
constituyendo una forma de energía o actividad política, que es la
materialización del poder electoral” (Carlos Fayt)
El sufragio “... es el ejercicio del derecho electoral activo por parte de los
ciudadanos mediante el cual se expresa la voluntad del soberano, ya sea para
elegir a las personas que ocuparán los cargos electivos en el gobierno, o bien
para tomar una decisión en una materia que afecta a la política general o local
(en los casos de democracia semidirecta).” Según Ekmekdjian.
Naturaleza Jurídica
- Histórica: El Sufragio es un privilegio personal
-Jurídica: El Sufragio está constituido por la función de un órgano (cuerpo
electoral) para la formación de otro órgano (órgano representativo).
- Clásica: El sufragio es un Derecho de ciudadanía.
- Personalista: El sufragio es un derecho individual a participar y ser oído en las
decisiones políticas.
Características
Universal: Un hombre un voto. No está condicionado a requisito alguno. Solo la
mayoría de edad 18 años.
Secreto: Por su manera de emisión en el cuarto oscuro.
Igual: Distinto del sufragio reforzado.
Obligatorio: El ciudadano debe votar, sino acarreará una sanción legal.
B. Funciones
a) Como medio para elección de los gobernantes
La Constitución histórica no reguló las características del sufragio ni la
existencia de partidos políticos.
Estableció, por el contrario, el sistema a aplicar para la elección de los distintos
poderes, determinando un “criterio territorial” -Capital y provincia- para su
elección, y un “criterio poblacional”, para la determinación del número de
diputados, que puede aumentar pero no disminuir luego de la realización de
cada censo nacional (hoy es un diputado cada 161.000 habitantes o fracción
que no baje de 80.500. Hay un mínimo de 5 por provincias).
Estableció, el sufragio indirecto –transformado en directo a partir de la Reforma
de 1994- para la elección de presidente y vicepresidente y senadores
nacionales, mientras que dispuso el voto directo para los diputados nacionales.
Hoy todos estos candidatos se eligen en forma directa.
Artículo 37- Esta Constitución garantiza el pleno ejercicio de los derechos
políticos, con arreglo al principio de la soberanía popular y de las leyes que se
dicten en consecuencia, el sufragio es universal, igual, secreto y obligatorio.
La igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso a
cargos electivos y partidarios se garantizará por acciones positivas en la
regulación de los partidos políticos y en el régimen electoral.
b) Como instrumento de decisión política
Formas semidirectas de democracia
Las formas semidirectas de democracia, son mecanismos complementarios en
un sistema representativo de gobierno, como el que prevé el art. lo de la
Constitución, que le asignan al pueblo una participación inmediata en la
formulación de ciertos actos gubernamentales y en la determinación de la
voluntad del Estado.
Se tratan de técnicas con las cuales se requiere la intervención del pueblo,
representado a su vez por el cuerpo electoral, para que mediante el ejercicio
del sufragio adopte decisiones gubernamentales sobre actos políticos,
constituyentes, legislativos, administrativos o de índole judicial que,
normalmente, deben emanar de los órganos ordinarios o extraordinarios de un
gobierno representativo.
Los contenidos y características de las formas semidirectas son amplios y
variables. Las más conocidas son el plebiscito, el referéndum o consulta
popular, la iniciativa y la revocatoria.
El plebiscito consiste en el pronunciamiento que emite el pueblo sobre la
viabilidad de ciertos actos políticos fundamentales para la organización del
gobierno o del Estado. En su contenido predomina el aspecto político sobre el
jurídico. Son actos plebiscitarios la ratificación de un golpe de estado o
revolución, la concentración del poder en una persona, la determinación de la
forma de gobierno que debe ser impuesta en un Estado, el juzgamiento de la
conducta política de un gobernante o figura pública, la anexión de un Estado, el
pronunciamiento de los habitantes de una región sobre el Estado al cual ella
debe ser incorporada.
El referéndum o consulta popular es la potestad conferida al pueblo para
ratificar o rechazar actos o proyectos de actos del gobierno. Puede recaer
sobre actos constituyentes, legislativos, ejecutivos y judiciales. La convocatoria
y decisión correspondiente puede tener carácter obligatorio o no vinculante. En
el primer caso, la decisión adoptada por la mayoría del cuerpo electoral
produce los efectos de un acto del gobierno mientras que, en el segundo caso,
puede ser desechada por el gobierno configurando una especie de encuesta
popular. También puede ser anterior o posterior a un acto de gobierno. Es
anterior cuando tiene por objeto la sanción de un acto gubernamental, y es
posterior cuando responde al propósito de ratificar un acto de gobierno.
La iniciativa es la facultad otorgada a un determinado número de ciudadanos
para imponer la aplicación del referéndum o el tratamiento de un proyecto de
acto constituyente, legislativo, ejecutivo y judicial, por los órganos competentes
del gobierno. Se puede propiciar el tratamiento de un proyecto de acto ya
elaborado, o de un proyecto en abstracto cuyo contenido será formulado por el
gobierno pudiendo, o no, ser sometido a un referéndum a los fines de su
validez.
La revocatoria es el derecho político reconocido al pueblo para decidir, por
votación popular mayoritaria, la destitución de un gobernante o la abrogación
de un acto de gobierno, cualquiera sea su naturaleza.
"Los constituyentes argentinos de 1853/60 tenían pleno conocimiento sobre las
formas semidirectas de democracia. Muchos de ellos las habían padecido en
carne propia, con motivo del plebiscito consultivo de 1835 que confirmé la
concesión, a Juan Manuel de Rosas, de la suma del poder público. En esa
especie de consulta popular votaron 9326 vecinos, de los cuales solamente 4
se pronunciaron contra el otorgamiento de tales potestades: Juan Bosch, Juan
Escobar, Gervasio Espinosa y Jacinto Rodríguez Peña.
Seguramente esa experiencia, y sus secuelas dolorosas para una vida en
libertad, impulsaron a los constituyentes de 1853/60 a descalificar las formas
semidirectas de democracia, estableciendo una forma de gobierno republicana
y representativa (art. 11 C.N.), y disponiendo categóricamente que el pueblo no
delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades
creadas por la Constitución (art. 22 C.N.)." (Badeni).
Los convencionales de 1994, apartándose de estos antecedentes nacionales e
internacionales, optaron por seguir el temperamento prudente adoptado por
algunas constituciones parlamentarias europeas posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, e incorporaron, en los arts. 39 y 40 de la Ley Fundamental, el
derecho de iniciativa y la consulta popular.
Iniciativa (art.39)
Art. 39.- Los ciudadanos tienen el derecho de iniciativa para presentar proyectos de ley
en la Cámara de Diputados. El Congreso deberá darles expreso tratamiento dentro del
término de doce meses.
El Congreso, con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de
cada Cámara, sancionará una ley reglamentaria que no podrá exigir más del tres por
ciento del padrón electoral nacional, dentro del cual deberá contemplar una adecuada
distribución territorial para suscribir la iniciativa.
No serán objeto de iniciativa popular los proyectos referidos a reforma constitucional,
tratados internacionales, tributos, presupuesto y materia penal.
C. Control
El tema hace referencia a al control de los partidos políticos por parte del
estado.
Cualitativo
Es aquel mediante el cual el Estado prohíbe a los partidos una orientación
ideológica determinada.
La ley 23.298 no establece un control programático o cualitativo sobre los
partidos políticos. No exige una declaración de principios y bases de acción
política que propugne sostener el régimen republicano, democrático,
representativo y federal y los principios de la Constitución nacional.
El control ideológico que se había establecido en anteriores leyes orgánicas de
partidos políticos (leyes de facto 22.627, 19.102, 16.652, etc.), por más riguroso
que se pretenda, siempre era más teórico que práctico, porque cualquier
partido puede incluir en su carta orgánica, declaraciones genéricas que
cumplan ese requisito formal, sin que haya un modo efectivo de controlar su
cumplimiento. Además este tipo de control favorece al autoritarismo, al permitir
que, so pretexto de imputar intenciones "antisistema" al partido en cuestión, se
persiga e incluso se anule a la oposición no complaciente. Por otra parte, al
sistema democrático le conviene más absorber que repeler a los partidos que
pretenden destruirlo.
La jurisprudencia de la Corte Suprema había admitido, en su momento, este
tipo de control, convalidando la negativa a otorgar la personería política a un
partido que implicara un peligro para la subsistencia del Estado democrático,
debiendo estarse al programa real o verdadero que surja inequívocamente de
las actividades y antecedentes de cada agrupación política
Cuantitativo
Son los requisitos y extremos que deben alcanzar las agrupaciones políticas
para ser reconocidos (cantidad de afiliados, padrones, personería, etc.), este
control está a cargo de la justicia electoral. Actualmente, ésta está atribuida a
uno de los juzgados federales en cada jurisdicción (con una secretarla
electoral).
La caducidad de los partidos políticos, que importa dejar sin efecto su
inscripción y la pérdida de la personalidad política se opera, conforme 'a la ley
23.298, por las causales siguientes:
1) Haber prescindido de realizar elecciones partidarias internas durante el
término de cuatro arios;
2) no presentarse a tres elecciones consecutivas en distrito alguno;
3) Previa intimación judicial, no presentar el acta de designación de las
autoridades partidarias, o no llevar en debida forma los libros de inventario,
caja y de actas (art. 50).
En cuanto a la extinción de los partidos políticos, ella se produce por:
1) Las causas previstas en la carta orgánica;
2) Por decisión de los afiliados expresada conforme a los requisitos impuestos
por la carta orgánica;
3) La comisión de delitos de acción pública por las autoridades o candidatos del
partido salvo que, en el caso de estos últimos, fueran desautorizados por
aquéllas;
4) Por impartir instrucción militar a los afiliados u organizarlos militarmente (art.
51).
Tanto la cancelación de la personalidad política, como la extinción de un
partido deben ser declaradas por la justicia federal con competencia electoral,
previa sustanciación del debido proceso legal en el cual deberá ser parte el
partido político afectado (art. 52).
Declarada la caducidad de la personería política de un partido, ésta podrá ser
nuevamente solicitada después de celebrada la primera elección y haber
cumplido con los requisitos legales impuestos para la constitución de un partido
político. En la actuación judicial, el juez debe dar intervención al procurador
fiscal federal (art. 53).
Si se extingue un partido político por sentencia firme, no podrá ser nuevamente
reconocido con el mismo nombre, carta orgánica, declarlción de principios,
programa o bases de acción pública por el término de seis años (art. 53).
Cuando se opera la extinción de un partido político, sus bienes tendrán el
destino previsto en su carta orgánica y, en su defecto, pasarán a integrar el
fondo partidario permanente de la ley 25.600. En cuanto a la documentación
del partido, quedará bajo la custodia de la justicia federal electoral durante seis
años. Vencido ese plazo, y previa publicación en el Boletín Oficial, se podrá
ordenar su destrucción (art. 54).
D. La selección de candidatos
Cerradas y Abiertas
La selección de los candidatos que presentan los partidos políticos para un
acto electoral se debe realizar conforme a las disposiciones de su carta
orgánica. Esta última, que debe reflejar para esa instancia los principios
democráticos, puede encomendar tal selección a alguna comisión interna del
partido, a su asamblea o convocar a una elección interna con la participación
de los afiliados del partido.
Este último procedimiento conforma las denominadas elecciones internas
cerradas, en oposición a las elecciones internas abiertas que funcionan en los
Estados Unidos de América.
En las elecciones internas cerradas, solamente pueden participar aquellas
personas que se registraron como partidarias de la agrupación política. En las
elecciones internas -abiertas de un partido, pueden participar todos los
ciudadanos registrados, con prescindencia de la preferencia partidaria que
hubieran manifestado, y también pueden postularse como candidatos.
Ley de lemas
El votante ejerce un doble voto simultáneo en el acto de elegir a los candidatos
el voto es doble porque:
1- Elige el partido de su preferencia y en el interior de dicha agrupación
2- Elige candidatos para ocupar cargos
Sus características son las siguientes:
Cada partido político o coalición de partidos es un lema.
Cada lema puede tener varios sublemas (listas de candidaturas de candidatos
agrupados en torno al lema pero con énfasis políticos diferentes del
partido/lema o con una organización propia dentro del partido/lema. Situación
típica del sistema político del Uruguay).
En las elecciones funciona de la siguiente forma:
- Se presentan candidaturas de los sublemas agrupados en torno a un lema.
- Los electores escogen la lista de candidatos (sublema) de su preferencia.
- En el conteo de votos se suma todas las preferencias de los sublemas al lema
en torno al cual están agrupados.
Dependiendo del número de cargos a llenar:
- Plurinominal (por ejemplo elección de legisladores en distritos con 2 o más
escaños por llenar). Se usa un sistema proporcional. Se asigna los cargos
según la cantidad de votos de los lemas y posteriormente dentro de cada lema
se asigna a cada sublema los correspondientes cupos según su
representatividad;
- Uninominal (elección de una sola autoridad o cargo por ejemplo Presidente o
Gobernador). Se declara ganador, por mayoritaria simple, el lema más votado.
Al interior del lema ganador es electo el sublema más votado.
Las P.A.S.O
Las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) fueron creadas en el
2009, tras la aprobación de la Ley Electoral 26.571. En la misma se definen
básicamente dos cuestiones: cuáles partidos están habilitados a presentarse a
las elecciones nacionales, que según la ley son aquellos que obtengan al
menos el 1,5% de los votos válidamente emitidos en el distrito de que se trate
para la respectiva categoría. También quedará definida la lista que
representará a cada partido político, de ahí lo de interna abierta.
Las elecciones primarias son:
- Primarias: Porque, en lugar de definirse cargos, primero se determinan las
candidaturas oficiales.
- Abiertas: Porque todos los ciudadanos participan en la selección de
candidatos, estén o no afiliados en algún partido político.
- Simultáneas: Todos los precandidatos por las distintas posiciones dirimen su
postulación para la elección general en simultáneo la misma fecha y en el
mismo acto eleccionario.
- Obligatorias: Para todos los ciudadanos que tengan entre 18 y 70 años a la
fecha de la elección nacional y para todos los partidos y alianzas que
pretendan competir en las elecciones nacionales aún para aquellos que
presentan una única lista de precandidatos. Adicionalmente, el voto en las
primarias es voluntario para los los mayores de 70 años y para los jóvenes
desde los 16 a los 18 años; no obstante, la justicia electoral de algunas
provincias —como Córdoba y Tucumán— no lo permite en el caso de los
jóvenes.
En las elecciones primarias cada agrupación política presenta sus candidatos,
pudiendo tener una o más líneas internas. La ciudadanía elegirá entre los
candidatos de orden nacional (presidente, senadores y diputados) de las
agrupaciones del partido que desee. Los partidos políticos presentan a todos
sus pre-candidatos a todos sus cargos a elegir y los ciudadanos (afiliados o
simpatizantes de dichos partidos) votan a sus pre-candidatos preferidos para
competir por dicho cargo. Así, un partido o coalición presenta (por ejemplo) seis
pre-candidatos para presidente de la Nación Argentina y sale electo un
candidato para competir en las elecciones generales.
Para poder participar en las elecciones generales, cada agrupación debe
obtener en las elecciones primarias al menos el 1,5% de los votos válidos
totales por categoría. Este mecanismo es solo para autoridades nacionales, y
cada provincia y/o municipio puede desdoblar sus elecciones (fijarlas en fechas
diferentes).
Cargos: presidente y vicepresidente y diputados y senadores nacionales y
parlamentarios del Mercosur.
A. Origen y Evolución
Si bien se afirma, con razón, que el federalismo, como forma de Estado
regulada constitucionalmente nació con la constitución de los Estados Unidos
de 1787, hay otros antecedentes mucho más antiguos.
Ello no impide considerar que el federalismo, como forma de Estado, fue uno
de los aportes sustanciales que el constitucionalismo norteamericano nos legó.
Algunos autores mencionan como su más remoto antecedente la formación de
la Liga Aquea, que existió en Grecia entre los años 281 y 146 antes de Cristo.
Montesquieu, en su obra El espíritu de las leyes, también se ocupó de este
tema en dos capítulos sucesivos del libro IX. El capítulo II lleva por título "La
constitución federativa se ha de componer de Estados de igual naturaleza, y
mejor, de Estados republicanos"; el siguiente se denomina "Otras cosas que
requiere la república federativa".
Cabe señalar también que por aquellos tiempos no se distinguía
suficientemente entre la federación y la confederación. Esta confusión de
conceptos se produjo incluso entre nuestros constituyentes de 1853, los cuales,
habiendo establecido la forma de Estado federal (art. 1), titularon a nuestra ley
suprema "Constitución de la Confederación Argentina". El término de
"Confederación", por lo demás, fue uno de los más empleados por aquella
Constitución (81 veces), pero después de la Convención Constituyente de 1860
se lo reemplazó, pues a partir de entonces sólo aparece en su art. 35 de la
Constitución vigente. No consta, empero, ninguna resolución de esa
Convención que así lo haya dispuesto.
Bidart Campos entiende que hay cuatro factores que explican el origen del
federalismo argentino, a saber: a) un factor mesológico derivado del medio
geográfico o físico, en el que Buenos Aires actúa como polo de atracción; b) un
factor ideológico, constituido por la doctrina federal; c) un factor instrumental
derivado de los pactos interprovinciales, como modo de unión e integración
provincial; y d) un factor institucional, mediante el cual la provincia de Buenos
Aires, progresivamente, irá ejerciendo competencias sobre asuntos de interés
común al conjunto de provincias disgregadas.
1) Factor mesológico: La fundación de ciudades por las tres corrientes
colonizadoras del norte, del oeste y de} este, va a echar las bases del futuro
localismo. Trece de estas ciudades -Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes,
Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, San Luis, La Rioja,
Catamarca, San Juan y Mendoza- serán futuras capitales de provincia en
territorio argentino. El federalismo sería la transacción entre los antagonismos
entre Buenos Aires y las provincias, como asimismo el federalismo, además,
salva la integridad de las provincias entre sí, pues éstas, así como no querían
depender de Buenos Aires, tampoco querían separarse.
2) Factor ideológico: La ideología federal es la que da fuerzas al localismo de
las diferentes zonas. Por otra parte, manifiesta que no caben de dudas de que
esta ideología se formó autóctonamente en nuestro medio cultural, quizá en
forma instintiva o sentimentalmente, o bien doctrinariamente con el ideario de
Artigas a partir de, 1813.
3) Factor instrumental: Formado por los pactos interprovinciales desde 1813 a
1852 e inclusive hasta 1859, a fin de permitir la incorporación de Buenos Aires
al resto de la Confederación.
4) Factor institucional: Sería el ejercicio por parte de la provincia de Buenos
Aires de competencias "nacionales" y que será una idea fuerza de la futura
organización institucional de 1853. El gobierno federal tendrá las mismas
facultades que, con anticipación, ya las había ejercido la provincia de Buenos
Aires tanto en materia de relaciones exteriores como con las demás provincias.
Concluye Bidart Campos que las provincias no constituyeron una
confederación, como cuestión previa a la federación organizada en 1853, pues
con anterioridad sólo existió una ideología, proyectos y derecho contractual de
carácter federativo.
Por otra parte, esta disposición está ínsita en el art. 121 y, fundamentalmente,
en el art. 5 de la Constitución nacional.
El artículo en análisis define claramente el concepto de "autonomía política
provincial". Desde luego que estas autonomías provinciales tienen limitaciones
en la misma Constitución nacional. En primer lugar, las que establece el art. 5
de la Carta Magna, las cuales si no son cumplidas por las provincias, pueden
causar hasta la intervención federal de ellas. Otra limitación importante es la
del art. 31 de la ley fundamental, que establece la supremacía del derecho
federal (desde luego en el área de su competencia), lo que otorga poder a la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, obviamente, uno de los miembros del
Gobierno federal, para invalidar normas, actos y decisiones provinciales.
Las autonomías provinciales en nuestro país, cada vez se recortan más, por la
asunción de nuevas atribuciones por el gobierno federal, las cuales, pese a
muy notorias violaciones de la Constitución nacional, fueron convalidadas por
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a punto tal de que uno de los
autores que más defendieron el federalismo en nuestro medio, Pedro J. Frías,
no tuvo más remedio que proponer un "federalismo de concertación", en el cual
no se le devuelven las atribuciones usurpadas a las provincias, sino que se las
hace participar en las decisiones que a tal respecto tome el gobierno federal.
Algo de esto se hizo, en algunos aspectos, en la reforma constitucional de
1994.
Un principio fundamental del derecho público federal y provincial es la igualdad
de trato político que se debe otorgar a todas las provincias
Otro principio que se debe respetar es que no cabe oponer una norma de la
Constitución nacional para enervar una disposición de la Constitución
provincial, cuando se trata de regular las propias instituciones locales, que no
tienen por qué coincidir, salvo en los principios, lógicamente, con las normas de
la Carta Magna federal.
Tal fue el caso de varios gobernadores de provincia, que, basados en el art. 90
de la Constitución nacional, pretendían dejar sin efecto las cláusulas de las
constituciones provinciales respectivas, que prohibían la reelección inmediata
del al titular del Poder Ejecutivo local. Tal fue, por ejemplo la causa "Partido
Justicialista de la provincia de Santa Fe c. Provincia de Santa Fe, s. Acción
declarativa". En dicha causa, los representantes del Partido Justicialista de la
Prov. de Santa Fe interpusieron una acción declarativa de certeza, para que se
declarara que el art. 64 de la Constitución provincial era inconstitucional,
porque prohibía la reelección del gobernador y vicegobernador, lo que
contrariaba al art. 90 de la Constitución nacional, reformada en 1994.
La Corte rechazó dicha acción, entre otras cosas afirmando que la Constitución
federal de la República Argentina se adoptó para su gobierno como Nación y
no para el gobierno particular de las provincias, las cuales, por la declaración
del art. 105 (122 según la nueva numeración), tienen derecho a regirse por sus
propias instituciones y elegir por sí mismas sus gobernadores, legisladores y
demás empleados, es decir que conservan su soberanía absoluta en todo lo
relativo a los poderes no delegados a la Nación.
Art. 123
Artículo 123.- Cada provincia dicta su propia constitución, conforme a lo dispuesto por
el Artículo 5° asegurando la autonomía municipal y reglando su alcance y contenido en
el orden institucional, político, administrativo, económico y financiero.
IV Distribución de competencias
A. Poderes delegados
Se le conceden al gobierno federal las potestades para poner en ejercicio
facultades que no podrían desarrollar las provincias, sino con perjuicio para
alguna de ellas o de la federación toda.
Así, es materia que naturalmente pertenece a la órbita nacional lo referido a
gobierno interior, gobierno exterior, hacienda, guerra y marina y justicia.
Gobierno Interior
En lo que se refiere al gobierno interior cabe destacar que el gobierno nacional
tiene las siguientes facultades que surgen de la letra de la Constitución:
sostener el culto católico (art 2); declarar la intervención federal (arts. 6 y 75
inc. 31) y el estado de sitio (arts. 23, 75 inc. 29 y 99 inc. 16); obligar a los
ciudadanos a armarse en defensa de la patria (art. 21); fomentar la inmigración
europea (art. 25); reglamentar la libre navegación para todas las banderas de
los ríos interiores (arts. 26 y 75 inc. 10); promover y realizar la reforma de la
constitución (art. 30); controlar su supremacía (arts. 31 y 116); ejercer el poder
legislativo (art. 44); el poder ejecutivo (art. 87) y el poder judicial (art. 108); y a
través de este poder, dirimir los conflictos interprovinciales (art. 127); etc.
Cabe también en materia de gobierno interior las facultades que tiene el
Congreso, por ejemplo, de hacer efectiva la responsabilidad de algunos
funcionarios (arts. 53, 59 y 60); establecer la unidad de la legislación civil,
comercial, penal, de minería, de trabajo y de la seguridad social; dictar leyes
sobre ciudadanía, nacionalización, bancarrota, falsificación de monedas y todas
las demás facultades consagradas en el art. 75.
Siempre siguiendo con la clasificación de Alberdi y refiriéndonos a la materia de
política interior con posterioridad a la reforma de 1994, resulta de incumbencia
exclusiva del gobierno nacional, por ejemplo: Establecer y modificar
asignaciones específicas de recursos coparticipables, por tiempo determinado
y por ley especial, conforme al Art. 75 inc. 3; aprobar o desechar nuevos
tratados sobre derechos humanos, tratados de integración y tomar
conocimiento de los tratados celebrados por las provincias (art. 75 incs. 22 y
24, art. 124); etc.
Respecto a este último, adviértase que estamos incluyendo la celebración de
tratados en materias de política interior, esto es así, por la repercusión de los
mismos en la legislación interna (Art. 75 incs. 22 y 24 y Art. 124)
Existe además, un largo listado de nuevas facultades para ser ejercidas por el
Congreso Nacional. Sin embargo, en el mismo no siempre encontramos
facultades exclusivas de la Nación. Así el inc. 19 del art. 75 establece que
corresponde al Congreso proveer al crecimiento armónico de la Nación y al
poblamiento de su territorio y promover políticas diferenciadas que tiendan a
equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones; así como
sancionar leyes de organización y de base de la educación que consoliden la
unidad nacional respetando las particularidades provinciales y locales, son el
ejemplo de facultades que la Nación no puede ejercer con exclusión de las
provincias. Caso contrario podrían ignorarse los intereses provinciales.
Gobierno Exterior
Con respecto al gobierno exterior, encontramos las siguientes facultades: dictar
la ley de ciudadanía, reconocer los derechos a los extranjeros (arts. 20 y 75 inc.
12); declarar el estado de sitio en caso de ataque exterior (arts. 23 y 99 inc.
16); afianzar las relaciones de paz y de comercio con potencias extranjeras
(art. 27), por medio de tratados (art. 75 incs. 22 y 24)
Hacienda
En materia de hacienda, el gobierno nacional provee a los gastos de la Nación
con los fondos del tesoro nacional (art. 4); legisla sobre los derechos de
exportación e importación (art. 75 inc. 1); contrae empréstitos (art. 75 inc. 4);
establece un banco federal (art. 75 inc. 6); arregla el pago de la deuda interior y
exterior (art. 75 inc. 7); fija su presupuesto (art. 75 inc. 8); otorga subsidios a las
provincias (art. 75 inc. 9); hacer sellar y fijar el valor de la moneda (art. 75 inc.
11).
Justicia
Finalmente, el gobierno nacional tiene facultades inherentes en materia de
justicia, en concordancia con lo expresado en el Preámbulo, con el objeto de
afianzar la justicia organiza un Poder Judicial Nacional (arts. 108 al 119) y
obliga a las provincias a organizar los suyos (arts. 5 y 75 inc. 12)
Con la reforma de 1994 se introduce el consejo de la magistratura (art. 114) y
el Jurado de enjuiciamiento (art. 115), es decir que se trata de las mismas
facultades pero se han implementado con el auxilio de órganos nuevos.
B. No delegados
Artículo 121.- Las provincias conservan todo el poder no delegado por esta
Constitución al Gobierno federal, y el que expresamente se hayan reservado por
pactos especiales al tiempo de su incorporación.
C. Prohibidos
Artículo 127.- Ninguna provincia puede declarar, ni hacer la guerra a otra provincia.
Sus quejas deben ser sometidas a la Corte Suprema de Justicia y dirimidas por ella.
Sus hostilidades de hecho son actos de guerra civil, calificados de sedición o asonada,
que el Gobierno federal debe sofocar y reprimir conforme a la ley.
C. Concurrentes y Compartidos
Concurrentes
Artículo 125.- Las provincias pueden celebrar tratados parciales para fines de
administración de justicia, de intereses económicos y trabajos de utilidad común, con
conocimiento del Congreso Federal; y promover su industria, la inmigración, la
construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de
propiedad provincial, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la
importación de capitales extranjeros y la exploración de sus ríos, por leyes protectoras
de estos fines, y con sus recursos propios.
Las provincias y la ciudad de Buenos Aires pueden conservar organismos de
seguridad social para los empleados públicos y los profesionales; y promover el
progreso económico, el desarrollo humano, la generación de empleo, la educación, la
ciencia, el conocimiento y la cultura.
En el texto constitucional hay una evidente existencia de ciertas materias
respecto de las cuales se autoriza la congestión de la Nación y de las
provincias, como son los recursos naturales, la salud, la educación, etc. Por tal
motivo son conocidas como facultades concurrentes, cuyo contenido linda con
el desarrollo económico social.
Concurrentes significa que ambas entidades estatales (Nación y Provincias)
reglamentan en “su orden” respectivo actividades referidas por la Constitución,
pero no que una provincia pueda reglamentar lo que es de la Nación o que la
Nación pueda reglamentar lo que es de la provincia.
Pero ese orden local o nacional no implica órdenes cerrados, sino muy por el
contrario son órdenes que confluyen dirigidos por un fin de bien superior y es
aquí donde cobra toda su dimensión el aspecto dinámico del federalismo: la
relación que habrá de contactar a los múltiples intérpretes buscando evitar la
fuga de energía en estériles estructuras que se reiteran en los distintos
órdenes.
De esta forma, encontramos que el art. 125 en su segunda parte, reedita el art.
75 inc. 18 y establece atribuciones para las provincias que hacen a su
desarrollo: promover su industria, la inmigración, la construcción de
ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de propiedad
provincial, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la
importación de capitales extranjeros y la exploración de sus ríos por leyes
protectoras a estos fines y con sus recursos propios. La cláusula que es
enunciativa contempla medios diversos para el logro del bienestar general
enunciado en el preámbulo.
Los instrumentos idóneos los da la propia constitución en el mismo art. 125 que
en su primera parte establece que las provincias pueden celebrar tratados
parciales para fines de administración de justicia, de intereses económicos y
trabajos de utilidad común.
Ahora bien, esta facultad de promoción también la tiene el congreso (Art. 75
inc. 18), quien no solamente la puede hacer efectiva en la Capital Federal o
territorios nacionales sino también en las provincias, teniendo éstas a su vez,
este mismo derecho en sus jurisdicciones. Aparece inevitablemente una
convergencia legislativa en torno a estas materias.
Con la reforma de 1994 surge una nueva dimensión que hemos denominado
del desarrollo, contenida actualmente en el art. 75 inc. 19. Sobre este inciso, se
advierte que son de ejercicio concurrente, aunque no exista una identidad
absoluta con el art. 125, los cometidos de promover la productividad de la
economía nacional, la formación profesional de los trabajadores, la defensa del
valor de la moneda, ya que esta interpretación se ajusta a la realidad federal,
pues no podrían lograrse sin el esfuerzo provincial.
Sin embargo, el resto del inc. 19, por la materia y la forma en que
“expresamente” se menciona como facultad nacional no son de ejercicio
concurrente.
Otra novedad en cuanto a este tipo de facultades aparece en el inc. 2 del art.
75 referido a las contribuciones indirectas, que vino a legalizar un reiterado
despojo provincial.
La reforma introduce además una nueva forma de concurrencia por
complementariedad o por participación provincial en el desenvolvimiento de
una facultad nacional. Tal es el caso del art. 41 que se refiere a la protección
del medio ambiente y del patrimonio natural y cultural, donde a la Nación le
corresponde dictar los presupuestos mínimos de protección y a las provincias,
dictar las normas complementarias.
Otro supuesto es el que se presenta con respecto a la protección y defensa de
usuarios y consumidores (Art. 42). En este caso, la Nación deberá mediante la
legislación establecer “procedimientos eficaces para la prevención y solución
de conflictos y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia
nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de
consumidores y de usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos
de control” (art. 42). Es decir, que esta facultad nacional se vuelve de ejercicio
concurrente por voluntad de las provincias, toda vez que éstas podrán
participar de los organismos de control, siempre que estén interesadas.
También son concurrentes las atribuciones legislativas relativas a la identidad y
derechos de los pueblos indígenas (art. 75 inc. 17).
Por último, son concurrentes el establecimiento de impuestos indirectos
internos y los que surgen del art. 107, concordando con el inc. 16 del art. 67.
Se podría decir también que tanto los poderes del gobierno federal como el de
las provincias son concurrentes en la realización de los fines o propósitos
declarados en el preámbulo de la constitución nacional.
Compartidos
La otra categoría de facultades que surge del Art. 121 es la denominada
compartidas, terminología que viene del hecho de que se necesita la presencia
de los dos centros de poder para concretar el ejercicio de la atribución de que
se trate.
Por ejemplo, la facultad contemplada en el art. 3 destinada a establecer el
procedimiento para fijar la capital de la república, y la del art. 13 que se refiere
a la creación de nuevas provincias. En ambos casos se requiere el
consentimiento de las legislaturas provinciales y del congreso.
Cabe también incluir entre este tipo de facultades la establecida en el art. 75
inc. 15 referida a la fijación de límites interprovinciales, ya que es inaceptable
pensar que el principio de indestructibilidad de las provincias establecido en los
arts. 3 y 13, sea desconocido para la fijación de límites interprovinciales.
La reforma de 1994 ha aumentado la intervención directa de las provincias en
materia económica, configurándose así nuevas facultades compartidas.
También hay dos supuestos nuevos de intervención del senado como cámara
de origen (Art. 75 inc. 2 –ley convenio- e inc. 19 –crecimiento armónico de la
nación-) lo cual si bien no constituye una facultad compartida, tiene importancia
al momento de valorar la participación provincial.
En cuanto a las nuevas facultades compartidas encontramos: el
establecimiento del régimen de coparticipación de las contribuciones, que se
realizará por medio de una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la
Nación y las provincias (art. 75 inc. 2)
Luego en el mismo inciso se establece otra facultad de ejercicio compartido
cuando establece que “no habrá transferencia, servicios o funciones sin la
respectiva reasignación de recursos, aprobada por la ley del congreso cuando
correspondiere y por la provincia interesada o la Ciudad de Buenos Aires en su
caso”.
Finalmente, el control y la fiscalización de la ejecución de la coparticipación y
de la posible transferencia de servicios, estará a cargo de un organismo fiscal
federal, con representación de todas las provincias y de la Ciudad de Buenos
Aires, con lo que dicha función se ejercerá en forma compartida (art. 75 inc. 2
in fine).
Si sobreviene un conflicto por coincidir ambas jurisdicciones sobre una materia
dada, debe prevalecer la regla del art. 31, que establece la supremacía de la
constitución nacional y de las leyes de la Nación que en su consecuencia dicte
el congreso, por lo tanto, debemos entender que no cualquier ley de la nación
será prioritaria, sino aquella que sea sancionada dentro de la competencia que
la Constitución ha otorgado al gobierno federal, de lo contrario, no prevalecerá.
D. Competencias Excepcionales
Competencias excepcionales del estado federal: Las facultades excepcionales
del Estado federal son aquellas que, en principio, corresponden a las
provincias. Sin embargo, si se presentan las circunstancias de excepción que
prevé la Ley Fundamental, pueden ser ejercidas por el Estado federal. Tal es la
hipótesis que contempla el art. 75, Inc. 2., de la Constitución con respecto a los
impuestos directos. Su aplicación es competencia de las provincias, pero
pueden ser establecidos por el Congreso nacional por tiempo determinado y en
todo el territorio de la Nación si así lo exigen la defensa, seguridad común y
bien general del Estado.
Competencias excepcionales de los estados provinciales: Las facultades
excepcionales de las provincias son aquellas que, en principio, corresponden al
Estado federal. Sin embargo, cuando un estado de necesidad requiera de su
inmediato ejercicio en salvaguarda del Estado federal o de sus instituciones, las
provincias están facultadas para desarrollar esas potestades. Es el caso del art.
126 de la Constitución cuando autoriza a las provincias a armar buques de
guerra o levantar ejércitos en caso de invasión externa o de un peligro tan
inminente que no admita dilación alguna para afrontarlo.
E. Implícitas
Las implícitas son aquellas que no están enunciadas en la Constitución, pero
que resultan medios convenientes para que un órgano gubernamental, tanto en
el orden federal como en el provincial, pueda concretar el ejercicio de sus
facultades constitucionales. A estas potestades implícitas, aunque con
referencia al Congreso federal, alude el art. 75, inc, 32 de la Ley Fundamental,
cuando le reconoce la facultad de hacer todas las leyes y reglamentos que lean
convenientes para el ejercicio de las potestades que le confiere ese artículo y
las restantes disposiciones de la Constitución.
Las potestades implícitas solamente le son reconocidas al Congreso federal,
pero no a los restantes órganos del gobierno.
Consideramos que no existen reparos para extender los poderes implícitos en
beneficio de los órganos ejecutivo y judicial. Como los poderes implícitos no
son fines sino medios para tornar posible el ejercicio de los poderes explícitos,
en rigor no configuran potestades diferentes a las que define la Constitución.
No hay razón para negar facultades implícitas a los órganos ejecutivo y judicial
en la medida que sean necesarias o convenientes para que puedan cumplir
con su rol constitucional.
Claro está que en este caso, el ejercicio de las potestades implícitas no puede
desvirtuar el principio de la división de los poderes ni configurar una intromisión
en áreas asignadas a los restantes órganos del gobierno, tanto nacional como
provincial. Por más amplios que sean tales medios implícitos, en modo alguno
pueden superar los límites que establece la Constitución.
V. Otras entidades
A. Capital Federal (Art. 3 Const. Nacional)
El art. 3° de la Const. Nacional expresa que "las autoridades que ejercen el
Gobierno federal, residen en la ciudad que se declare Capital de la República
por una ley especial del Congreso, previa cesión hecha por una o más
legislaturas provinciales, del territorio que haya de federalizarse".
Este texto proviene de la reforma constitucional de 1860. De hecho, Mitre llevó
la capital a Buenos Aires, solución confirmada por la ley 19, de 1862, llamada
"de compromiso": las autoridades capitalinas residirían en la ciudad de Buenos
Aires, pero ésta no se encontraba federalizada. Después de una serie de
conflictos, la ciudad de Buenos Aires quedó federalizada por la ley 1029 (1880),
prestando la provincia de Buenos Aires su conformidad el 26 de noviembre de
ese año. El territorio capitalino fue ampliado por las leyes 1885 y 2089.
Esta norma suscita una serie de interrogantes.
a) Formas de adopción de la cesión provincial: El procedimiento por el cual una
provincia cede parte de su territorio para instalar en él la Capital Federal no
está previsto por la Constitución nacional, sino que se regula por el derecho
local provincial. No es necesariamente en virtud de una ley como podría
manifestarse.
b) Cesiones condicionales: La Constitución nacional dice "previa cesión".
¿Puede existir una cesión condicional? En principio, parecería que la
Constitución no admite tal variable, máxime teniendo en cuenta los principios
constitucionales de funcionalidad y estabilidad. Sin embargo, la ley nacional
23.512 aceptó las cesiones condicionadas dispuestas por las leyes 2086 de
Río Negro y 10.454 de Buenos Aires.
c) Multiplicidad de traslados: La reforma constitucional de 1994 aclara en
definitiva el problema, al contemplar en el art. 45, de modo específico, la
posibilidad del traslado de la Capital Federal a un lugar distinto de la Ciudad de
Buenos Aires.
A. Naturaleza jurídica
La jurisprudencia de la Corte Suprema ha sido aquí zigzagueante. En un primer
momento pareció adherirse a las directrices alberdianas, puntualizando que los
municipios son gobiernos o poderes en los cuales reside parte de la soberanía
popular
Sin embargo, posteriormente predominó en la Corte la doctrina del "municipio
arrinconado", conforme a la cual éste no es más que una delegación de los
poderes provinciales, circunscriptos a fines y limitaciones administrativos,
sujeto a la legislación provincial, y con las atribuciones fiscales que ésta les
confiera. Indicó también que carecerían de poder político.
Pero, en 1989, la Corte Suprema ("Rivademar", ED, 133-536) formuló
importantes correcciones a la tesis anterior. Indicó, por ejemplo, que los
municipios tenían origen constitucional, y no meramente legal; por tanto, no
podían ser disueltos por voluntad de las provincias; y éstas, a su vez, tampoco
podían privarlos de las atribuciones mínimas necesarias para el desempeño de
su cometido (p.ej., la de designar a sus empleados y regular su número).
Hemos anticipado que si la Constitución habla de "asegurar el régimen
municipal", da a entender que tal sistema debe ser robusto y estable; todo lo
contrario del "municipio arrinconado": que es una caricatura de la propuesta
constitucional. En definitiva "Rivademar" (ED, 133-536) sienta la buena
doctrina.
El nuevo art. 123 obliga a las provincias a regular el alcance y contenido de la
autonomía de sus municipios, en un quíntuple orden: institucional, político,
administrativo, económico y financiero.
Según el convencional Prieto, miembro coinformante del despacho mayoritario,
la nueva regla significaba de algún modo que el poder federal se inmiscuía en
el poder de las provincias, aunque ello se hacía, explicó, para fortalecer el
régimen federal. De todos modos, el nuevo texto constitucional no entraba en
detalles -cosa que debían regular las provincias-, pero sí enunciaba los cinco
niveles de autonomía que seguidamente explicamos.
a) El nivel institucional, dijo Prieto, implica que cada provincia debe contemplar
sus particularidades para que las municipalidades accedan, al grado mayor de
autonomía, "que es el municipio de convención, lo que incluye el dictado de sus
propias instituciones.
b) La autonomía política significa que los municipios tienen que elegir a sus
propias autoridades.
c) Finalmente, la autonomía económica y financiera, calificada como de
"importancia superlativa", determina que los municipios argentinos generen sus
propias rentas, esto es, recaudar para invertir y controlar sus propios recursos,
manejados independientemente de otro poder, "completando así las facultades
de administración que le son propias".
Si se tiene en cuenta que el art. 75, inc. 30, de la Const. (también reformado en
1994) otorga a "las autoridades provinciales y municipales "...poderes de
policía e imposición..." sobre los establecimientos nacionales ubicados en las
mismas, es evidente que los municipios cuentan igualmente con potestad para
establecer impuestos sobre el resto de los habitantes de ellos.
El actual art. 123 demanda que las comunas o municipalidades sancionen su
carta orgánica, elijan a sus gobernantes, establezcan sus tributos, los cobren y
gasten y operen por sí mismas. Es evidente que muchas constituciones
provinciales no satisfacen esos recaudos (Mendoza por ejemplo).
De acuerdo con lo señalado, las municipalidades cuentan ahora con derechos
de autonomía fundados en la propia Constitución nacional. Esos poderes
autonómicos pueden ser reglados en su alcance y contenido por las provincias
(aunque sin desnaturalizarlos), conforme indica el art. 123 de la normativa, pero
nacen de ésta.
La Corte Suprema ha señalado que, cuando un municipio cuestiona actos
emanados de una provincia, por poner en peligro la existencia del primero,
debe probar de qué manera esos actos contrarían la Constitución nacional y le
causan un peligro concreto.
También indicó que el art. 123 no le confiere a los municipios el poder de reglar
sus materias propias sin sujeción a límite alguno, y que deja en manos de la
reglamentación de las provincias determinar el "alcance y contenido" de la
autonomía municipal, aunque debe darse el mayor grado posible de
atribuciones municipales en los ámbitos de actuación del mencionado art. 123 y
siempre dentro de lo razonable.
B. Autonomía municipal
Concepto
La autonomía es la facultad de autolegislarse, de darse su propia legislación
Linares Quintana dice "en sentido jurídico, la autonomía denota siempre un
Poder Legislativo. El Poder Legislativo de las entidades autónomas debe
desenvolverse dentro'' de los límites que el poder soberano ha fijado a la
autonomía, por lo que la entidad autónoma no puede establecer leyes o
normas en oposición con las establecidas por el ente soberano".
Ricardo Miguel Zuccherino y María Josefina Moreno Rithner, definen a la
autonomía como "la facultad poseída por un ente a los fines de darse sus
propias instituciones dentro de los marcos de sujeción jurídica natural que lo
obligan en relación con otro ente de gradación superior"
Por nuestra parte (Luna) entendemos que es la facultad de autolegislarse, de
darse sus propias instituciones, que gozan los municipios que reúnen las
condiciones para legislar su propia Carta Orgánica, sus normas y órganos de
gobierno propios.
Según Montbrun Podemos entender por autonomía municipal un quantum de
poder propio del municipio para atender y resolver sus problemas de índole
local sin injerencias o tutorías
Niveles o grados
Teniendo en cuenta el momento en que fueron sancionados las cartas
provinciales y los diferentes alcances, la autonomía se ha clasificado en
autonomía municipal semiplena, autonomía municipal condicionada, limitada o
restringida y autonomía municipal plena.
a) Autonomía municipal semiplena: En este caso no se reconoce la autonomía
en el orden institucional, es decir, los municipios no poseen la capacidad de
dictarse sus propias cartas orgánicas, sin perjuicio de ostentar autonomía en
los demás ámbitos, aunque con matices. (Mendoza, Entre Ríos, Santa Fe,
Tucumán y Buenos Aires, las cuales confieren al Poder Legislativo provincial la
facultad de dictar la ley orgánica que regirá a los municipios).
b) Autonomía municipal condicionada, limitada o restringida: En este caso se
reconoce la autonomía institucional pero se exige que la carta orgánica sea
aprobada por las Legislaturas provinciales. (Neuquén, Chubut y Salta).
La primera (Neuquén) dispone que los Municipios de primera categoría dictarán
sus respectivas cartas orgánicas (art. 186) las que serán sometidas, al igual
que sus posteriores reformas, a la aprobación de la legislatura provincial con el
voto de los dos tercios (2/3) de la totalidad de sus miembros (art. 188).
En cambio Chubut (art. 232) solamente somete la primera carta orgánica que
dicte la convención municipal a la aprobación o rechazo de la legislatura, quien
no podrá introducir enmiendas.
C) Autonomía municipal plena: Se reconoce la autonomía en todos los ámbitos
enumerados en el artículo 123 de la Constitución Nacional. (San Juan, Jujuy,
San Luis, Córdoba, Catamarca, Rio Negro, Formosa, Tierra del Fuego,
Corrientes, La Pampa, Chaco, Santa Cruz, Santiago del Estero y La Rioja, las
cuales reconocen a algunos municipios, en general a los denominados de
"primera categoría", la facultad de dictar su propia carta orgánica, sin perjuicio,
de reglar también la autonomía en los demás ordenes -político, administrativo,
económico financiero-).
En torno al tratamiento de la autonomía institucional es posible distinguir
aquellas constituciones que precisan los requisitos o condiciones básicas a los
cuales deberá ajustarse la carta orgánica que sancionen los municipios, tales
como: el sistema representativo, republicano, democrático, participativo; la
forma de elección de sus autoridades; la existencia de órganos de control,
como el Tribunal de Cuentas Municipal, y mecanismos de democracia
semidirecta, iniciativa, consulta popular, etc.
Mientras que otras constituciones provinciales sólo expresan que las cartas
municipales se deberán ajustar a los principios contenidos en la constitución
provincial, o bien utilizan la fórmula genérica de sin más limitaciones que las
establecidas en esta constitución.
A. Art. 72 Inc. 2
Art. 72 inc. 2.- Imponer contribuciones indirectas como facultad concurrente con las
provincias. Imponer contribuciones directas, por tiempo determinado,
proporcionalmente iguales en todo el territorio de la Nación, siempre que la defensa,
seguridad común y bien general del Estado lo exijan. Las contribuciones previstas en
este inciso, con excepción de la parte o el total de las que tengan asignación
específica, son coparticipables.
Una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la Nación y las provincias, instituirá
regímenes de coparticipación de estas contribuciones, garantizando la automaticidad
en la remisión de los fondos.
La distribución entre la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires y entre
éstas, se efectuará en relación directa a las competencias, servicios y funciones de
cada una de ellas contemplando criterios objetivos de reparto; será equitativa, solidaria
y dará prioridad al logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e
igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional.
La ley convenio tendrá como Cámara de origen el Senado y deberá ser sancionada
con la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, no podrá ser
modificada unilateralmente ni reglamentada y será aprobada por las provincias.
No habrá transferencia de competencias, servicios o funciones sin la respectiva
reasignación de recursos, aprobada por ley del Congreso cuando correspondiere y por
la provincia interesada o la ciudad de Buenos Aires en su caso.
Un organismo fiscal federal tendrá a su cargo el control y fiscalización de la ejecución
de lo establecido en este inciso, según lo determina la ley, la que deberá asegurar la
representación de todas las provincias y la ciudad de Buenos Aires en su composición.
Leyes-convenios
A continuación la norma estipula el sistema de la ley convenio para la
coparticipación.
Cuando el inc. 2º alude a "una" ley-convenio -en singular- abre la duda de si la
coparticipación debe regularse en una única ley, o si es viable que además de
la "ley-marco general", otras 'leyes atiendan parcialmente a un determinado
tributo. No creemos (Bidart Campos) que una interpretación literal rígida infiera
del singular utilizado -"una" ley- la imposibilidad de más de una.
Ha de tenerse presente que la referencia a "una ley-convenio sobre la base de
acuerdos entre la nación y las provincias" provoca dos sugerencias: a) en tales
acuerdos no se incluye a la ciudad de Buenos Aires, no obstante el status de
autonomía que delinea el art. 129; b) si la ley-convenio surge de acuerdos entre
el estado federal y las provincias, y se asienta sobre esa base, parece que
tales acuerdos han de ser previos a la ley-convenio, con lo que ya no sería
aplicable el modelo de una ley unilateralmente dictada por el congreso a la que
recién después adhieren las provincias.
La ley-convenio, pese a ser una ley tributaria, hace excepción al principio del
art. 52 -ex art. 44- según el cual la cámara de origen en materia de
contribuciones debe ser la de diputados. Acá se prescribe, en cambio, que la
ley-convenio tendrá al senado como cámara de origen, y además habrá de
sancionarse con la mayoría absoluta de la totalidad de miembros de cada
cámara.
Dicha ley-convenio no admite ser modificada unilateralmente, ni tampoco
reglamentada por el poder ejecutivo. Ello significa que reviste jerarquía superior
a las leyes aludidas en el art. 31.
De inmediato se añade que la ley-convenio "será aprobada por las provincias".
El vocablo "aprobación" alude al consenso provincial y ha de tenerse como
equivalente de "adhesión", que ha sido siempre el término propio de las leyes-
contrato.
La duda sobreviene, no obstante, cuando la norma dice que la ley-convenio
"será" aprobada por las provincias, porque el verbo "será", en futuro, podría
dejar la impresión de que ordenara imperativamente esa aprobación.
Es cierto que los acuerdos que deben ser la base de la ley-convenio
exteriorizan un modo anticipado de participación y, acaso, hasta de consenso,
pero es poco convincente que resulten suficientes para, luego, imponer la
aprobación provincial obligatoria. Es la ley-convenio la que, para responder a
su naturaleza de tal, precisa que la aprobación sea voluntaria porque, de lo
contrario, no tendría sentido hablar de una "ley-convenio" si resultara de una
adhesión provincial coactiva a la ley emanada unilateralmente del gobierno
federal. En rigor, no cabría yá hablar de "ley-convenio".
Nuestra interpretación se refuerza porque si la ley convenio no puede ser
modificada unilateralmente, ni reglamentada, resulta obvio que mucho menos
es admisible suponer que cuando la dicta el congreso las provincias deben
aprobarla automáticamente. Por analogía agregamos que, prohibida por el art.
82 la aprobación tácita de leyes por el congreso, tampoco es tolerable imaginar
una aprobación obligatoria que se identificara con un "convenio" (provincial)
tácito, que no sería realmente expresión de la adhesión de las provincias.
La ley-convenio tiene que garantizar la remisión automática de los fondos
coparticipables.
Coparticipación
Este sistema, que fue adoptado y acrecentado por sucesivas "leyes-convenio",
ha dejado sin recursos fiscales propios a las provincias, que dependen de la
buena o mala voluntad del gobierno federal, para atender a sus necesidades.
La primera ley-convenio fue la 12.139, de coparticipación y unificación de los
impuestos internos. Esta ley establecía el reparto , automático del producido de
los impuestos, haciendo responsable de esos pagos, no a la Nación, sino a los
gerentes del Banco de la Nación Argentina, que distribuía esos fondos. Los
titulares de la acción eran los gobiernos provinciales, previéndose penas de
prisión e inhabilitación. La ley 14.890 creó un tribunal arbitral para dirimir los
conflictos entre las provincias y de éstas con la Nación, que no tuvo eficiencia
en la práctica para cumplir sus objetivos. La ley 14.788 modificó a la anterior,
creando una Comisión de Contralor e Índices, que tampoco pudo detener las
arbitrariedades del gobierno federal en esta materia. La ley 20.221 creó la
Comisión Federal de Impuestos, que fue ratificada por la ley 23.548, pero que
tampoco tuvo eficacia, en la práctica, para resolver los problemas en cuestión.
Finalmente, la ley 24.468 modificó a la ley 23.548.
Las leyes-convenio de coparticipación, a la postre siempre resultaron
beneficiando al gobierno federal y limitando las aspiraciones provinciales, y
esto lo sabían los convencionales constituyentes de 1994 y, sin embargo,
insistieron en el sistema, legitimándolo. Ahora ya no se puede discutir su
constitucionalidad, como sí podía hacerse antes de la reforma.
Según el inc. 2 del art. 75, la definición y el régimen de la "coparticipación
impositiva" queda deferida a una ley-convenio entre la Nación y las provincias
prevista en el segundo, tercero y cuarto párrafo del mismo inciso.
El segundo párrafo del inc. 2, en lugar de volver a la interpretación correcta,
según la cual los impuestos directos son -en principio- del resorte provincial y
sólo por una emergencia y tiempo determinados, pueden ser creados y
percibidos por el gobierno federal; legitimó el régimen de despojo a las
provincias, buscando como alternativa garantizar a éstas la justicia del régimen
de coparticipación, objetivo que pensamos que no se ha logrado, ni se logrará.
La ley-convenio a que hace referencia el segundo párrafo, tiene varios
requisitos paca tratar de garantizar a las provincias que no serán doblegadas
por la presión irresistible del gobierno central. Es verdaderamente un pacto
fiscal federal.
En primer lugar requiere -como trámite especial- los acuerdos entre la Nación y
las provincias. Además, el Senado es obligatoriamente cámara originaria de la
ley-convenio, lo que significa que el proyecto tiene como cámara iniciadora al
cuerpo integrado con representación igualitaria de todas las provincias y, en
caso de discrepancia con la otra cámara, prevalecerá - en principio- su
voluntad.
Además tendrá como Cámara de origen al Senado y debe ser aprobada por la
mayoría absoluta de la totalidad de Ios miembros de cada cámara y -a
posteriori - también debe ser aprobada por las provincias (cuarto párrafo del
inc. 2).
Este párrafo establece un nuevo requisito, inédito para la validez de una ley, ya
que ésta, como lo adelantamos una vez promulgada, debe ser aprobada por
las provincias' El texto no dice en qué forma se manifestará la aprobación es de
suponer que deben hacerlo las legislaturas provinciales. Esta ratificación por
parte de los Estados provinciales, como bien señala Spota, no es propia de un
Estado federal, sino de una confederación de Estados, y en doctrina se llama
"derecho de nulificación". Este derecho, junto con el de "secesión", son típicos
del Estado confederal nunca de un Estado federal. En la práctica significa que
se da a cada provincia un derecho de veto, ya que basta que una sola se
oponga a la ley-convenio, para que ésta no pueda entrar en vigencia.
En teoría, pareciera que no es obligatorio para las provincias adherirse a esta
ley, aunque, esta libertad es puramente teórica.
Curiosamente, el texto prohíbe además que el poder ejecutivo reglamente la
ley.
De más está decir que esta nueva ley-convenio es una de las tantas leyes
derivadas de la Constitución que el Congreso no ha dictado aún y es muy
posible que se tarde mucho tiempo en dictarla.
El segundo párrafo, in fine, de este inc. 2, refiriéndose a la ley-convenio,
establece que ésta debe prever un sistema por el cual, cada vez que el
gobierno federal recauda impuestos coparticipables, automáticamente, .debe
remitir los porcentajes fijados en la ley a cada provincia.
El tercer párrafo del inciso fija algunos principios que deben inspirar a la ley-
convenio en relación a la distribución de los fondos coparticipables. El texto
constitucional establece dos criterios a seguir por la futura ley, uno
estrictamente matemático y el otro moderador del anterior.
En primer lugar establece un criterio objetivo y matemático de reparto: se debe
tener en cuenta las competencias, los servicios v las funciones de cada una de
ellas, es decir, la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires. En otras
palabras, se debe analizar cuánto gasta (o mejor dicho invierte) cada provincia,
la Nación y la ciudad de Buenos Aires, en educación, salud, seguridad, justicia,
etc., y cuanto debiera gastar (o invertir) según su población, los servicios que
debiera mantener, etc. De estos cálculos debe surgir una ecuación matemática,
que servirá como criterio de reparto, para determinar el porcentaje de
coparticipación de cada provincia.
El segundo criterio que, como hemos expresado en el párrafo anterior,
atempera al matemático, establece que el reparto también debe ser equitativo,
solidario y tender al logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad de
vida, e igualdad de oportunidades, en todo el territorio nacional. En otras
palabras, el primer criterio mantendría a las provincias más pobres en su grado
actual de pobreza.
Lo que este segundo criterio pretende es que, sin perjuicio del criterio
matemático, que sirve de base, se lo atempere en beneficio de las provincias
más pobres, incorporando la equidad, esto es, la Justicia natural, por oposición
a la letra de la ley positiva.
Este segundo entena de reparto equitativo y solidario, que modera o atempera
al primero, tiene como objetivos lograr un grado equivalente (no igual) de
desarrollo, de calidad de vida y de igualdad de oportunidades en todo el
territorio nacional.
Trasferencia de servicios y recursos.
El quinto párrafo del inc. 2 de este artículo establece un principio muy
importante para garantizar a las economías provincia les contra las presiones
del gobierno federal. No se puede transferir a las provincias servicios o
funciones (ejercidas por el gobierno federal, por supuesto), sin que se les
trasfieran a l mismo tiempo los recursos afectados a esos servicios. Esa
transferencia debe hacerse por ley, y también esta ley debe ser aprobada por
las provincias interesadas o la ciudad de Buenos Aires, en su caso.
En otras palabras, se prevé tres garantías. Dos de ellas son institucionales. La
trasferencia de recursos debe ser aprobada por ley del Congreso. Si bien el
texto constitucional incluye la frase "cuando correspondiere", entendemos que
cuando se trasfiere un servicio (que incluye recursos humanos y materiales así
como los usuarios del servicio) siempre debe hacerse por ley, con base en el
art. 19 de la Constitución Nacional.
En segundo término, se requiere la aprobación de la provincia interesada. Si
bien el texto constitucional no lo específica, entendemos que la aprobación
debe manifestarse por la legislatura local. No podría hacerlo, v.gr., un
interventor federal.
La tercera garantía es financiera. Cuando se trasfiere el servicio deben
transferirse los recursos presupuestarios asignados a él. Con esto se pretende
evitar lo que ha sucedido, v.gr., en materia educativa, esto es, que el gobierno
federal haya transferido las escuelas y colegios, quedándose con las partidas
asignadas, dejando que las provincias, con sus magras y maltrechas finanzas,
deban a tender este nuevo gasto, lo que ha redundado en perjuicio de la
calidad del servicio.
Organismo fiscal federal
La Constitución establece que corresponde la creación, por el Congreso, de un
organismo fiscal federal que tendrá a su cargo el control y la fiscalización del
sistema de coparticipación convenido. Ese organismo estará integrado por
representantes del gobierno nacional, de las provincias que se adhieran a la ley
convenio y de la ciudad de Buenos Aires.
Esto significa que el organismo mencionado debe controlar no sólo la
adjudicación y distribución de fondos, sino también la automaticidad del giro de
ellos, y también que se cumplan las pautas establecidas en el inciso tercero
para la adjudicación de las alícuotas (alícuota es algo proporcional). Todos
estos controles son fundamentales, pero, probablemente, en la práctica,
también tendrá muchas dificultades si se pretende hacer efectivo tal control.
Por los indicios que revela la Constitución, este organismo será de naturaleza
administrativa (dependiendo del poder legislativo o del ejecutivo), razón por la
cual es necesario que la ley establezca recursos judiciales contra sus
decisiones, ya que resolverá conflictos en los que la Nación o las provincias
sean parte (arts. 116 y 117, C.N.).
B. No confiscatoriedad
El principio de no confiscatoriedad apunta directamente al derecho de
propiedad; como el tributo toma parte del patrimonio o la riqueza del
contribuyente, ese quantum debe mantenerse dentro de ciertos límites
razonables; cuando la parte absorbida es sustancial, se configura una
confiscación inconstitucional.
El derecho judicial ha elaborado una pauta importante en orden a la
confiscatoriedad, estableciendo que el gravamen que absorbe más del treinta y
tres por ciento de la materia imponible -cuando ésta es capital y no renta- es
inconstitucional por lesión al derecho de propiedad.
El principio dé no confiscatoriedad adquiere un matiz importante en materia de
tasas. Para determinar el monto de la tasa, es necesario ante todo tener en
cuenta que la recaudación "total" de la tasa tiene que guardar proporción
razonable con el costo también "total" del servicio público prestado
efectivamente. Ello significa que con la recaudación de la tasa no se puede
retribuir otras actividades estatales diferentes de las del servicio público por el
cual se cobra. De ocurrir esto último, el contribuyente de la tasa puede alegar
constitucionalmente que hay falta parcial de "causa" y violación a su derecho
de propiedad.
C. Igualdad
El principio de igualdad fiscal es una aplicación específica de la regla de
igualdad ante la ley. El art.16 dice que la igualdad es la base del impuesto; el
art. 4 habla de "contribuciones que equitativa y proporcionalmente a la
población imponga el congreso" y el art. 75 inc. 22 limitado a las
contribuciones directas excepcionales- las califica de "proporcionalmente
iguales".
Hay que traer a colación también la igualdad real de oportunidades y de trato a
que alude genéricamente el art. 75 inc 23 después de la reforma de 1994.
La proporcionalidad no está referida al número de habitantes o población, sino
a la riqueza que se grava. A igual capacidad tributaria con respecto a la misma
riqueza, el impuesto debe ser, en las mismas circunstancias, igual para todos
los contribuyentes; tal es la regla elaborada por la Corte. No obstante, su
derecho judicial aclara que, además de la capacidad contributiva, la ley puede
computar la mayor o menor medida del deber de contribuir en el sujeto
obligado, deber que tiene distinta razón de aquella capacidad.
Ahora bien: a) la igualdad fiscal no impide discriminar entre los contribuyentes,
siempre que el criterio para establecer las distintas categorías sea razonable;
b) la igualdad fiscal no impide la progresividad del impuesto; c) la igualdad
fiscal exige la uniformidad y generalidad impositiva en todo el país, o sea,
prohíbe que el congreso establezca tributos territorialmente diferentes.
Cuando un tributo corresponde a la jurisdicción provincial, la igualdad no queda
violada si una provincia lo establece y otra no, pero la que lo establece ha de
respetar en su ámbito la uniformidad y generalidad que derivan de la igualdad
fiscal.
D. Múltiple imposición
La jurisprudencia de la Corte Suprema puntualiza que la existencia de múltiple
imposición (p.ej., nacional y provincial) sobre un mismo hecho, no es de por sí
inconstitucional, en tanto exista en áreas donde esa doble imposición es viable,
por mediar poderes impositivos concurrentes de la Nación y de las provincias,
salvo que ésta se configure en confiscatoriedad.
La doble imposición solamente es inconstitucional si uno de los poderes del
caso tiene competencia exclusiva, o si el poder provincial está interfiriendo en
facultades del Gobierno nacional. También ha dicho la Corte que la
circunstancia de que un gravamen establecido por una municipalidad de
provincia coincida con un impuesto provincial, no basta por sí sola para
declarar su invalidez constitucional.
E. Retroactividad fiscal
La Corte Suprema de Justicia, en numerosas oportunidades, aceptó la
aplicación retroactiva dé las leyes fiscales. Considerando que la irretroactividad
absoluta prevista en el art. 18 de la Constitución es solamente aplicable en
materia penal, y que la irretroactividad relativa del art. 7 del CCyC se limita al
ámbito del derecho civil, la Corte sostuvo que tales principios carecen de
operatividad en el derecho tributario y el derecho administrativo, por tratarse de
ramas del derecho público cuyas normas son de orden público.
No compartimos esta doctrina (Badeni), por entender que la irretroactividad del
art. 18 de la Ley Fundamental es aplicable a todas las materias jurídicas, al
tratarse de una garantía fundamental que tutela los derechos adquiridos por los
individuos, brindando certeza y seguridad jurídica en las relaciones sociales.
Si bien la Corte ha sostenido la constitucionalidad del efecto retroactivo de las
leyes impositivas nacionales o provinciales, también ha dicho que el legislador
no puede, en virtud de una nueva ley, alterar un derecho adquirido de carácter
patrimonial cuya incorporación se produjo al amparo de la legislación anterior,
porque la no retroactividad deja de ser una simple norma legal para confundirse
con el principio constitucional de la inviolabilidad de la propiedad privada.
En tal sentido, tiene resuelto que el pago de un gravamen de conformidad con
las disposiciones vigentes, exteriorizado por el recibo otorgado por las
respectivas oficinas recaudadoras, libera de la obligación fiscal al
contribuyente, que incorpora así a su patrimonio un derecho adquirido
amparado por el art, 17 de la Constitución. En consecuencia, el fisco no tiene
derecho para cobrarle con posterioridad suma alguna por aplicación de nuevas
disposiciones legales que aumenten la tasa del tributo retroactivamente.
De modo que, aceptada por la Corte la procedencia de la retroactividad, ella es
aplicable siempre que no haya un pago anterior que extinga el derecho del
fisco a toda pretensión impositiva. Sólo cuando el contribuyente ha pagado el
impuesto de conformidad con la ley en vigencia al momento en que realizó el
pago, queda éste, por efecto de su fuerza liberatoria, al amparo de la garantía
constitucional de la propiedad, que se vería afectada si se pretendiese aplicar
una nueva ley que estableciera un aumento para el período ya cancelado.
Este principio general expuesto por la Corte tiene vigencia en diversas
situaciones particulares. Así, el Estado debe respetar los beneficios fiscales
otorgados a las empresas que se someten a un régimen de promoción
industrial o que se comprometen a dar cumplimiento a diversas obligaciones,
por cuanto, en la medida que cumplan con esas obligaciones, queda
constituida una relación patrimonial definitiva que no puede ser alterada
retroactivamente y en perjuicio del contribuyente por la ley fiscal.
VI. Circulación territorial y circulación económica
(Arts. 8, 9, 10, 11 y 12 C.N)
En el art. 9 de la Const. Nacional se establece que "En todo el territorio de la
Nación no habrá más aduanas que las nacionales, en las cuales regirán las
tarifas que sancione el Congreso" esto significa por lo tanto la prohibición de
establecer aduanas interiores, esto se vincula con la circulación territorial, la
que a su vez se enlaza con la libertad de comercio, de navegación, y hasta de
trabajar.
La constitución formal ha querido hacer del estado un solo y único territorio a
los fines del tránsito o paso de personas, bienes, buques, vehículos, etc. Esto
es lo que se llama circulación territorial como libertad de circulación sin trabas
emergentes de aduanas interiores o de gravámenes al tráfico territorial interno.
El art. 10 consigna que en el interior de la república es libre de derechos la
circulación de los efectos de producción o fabricación nacional, así como los
géneros y mercancías de todas clases, despachados en las aduanas
exteriores. El art. 11 añade que los artículos de producción o fabricación
nacional o extranjera, así como los ganados de toda especie, que pasen por
territorio de una provincia a otra, serán libres de los derechos llamados de
tránsito, siéndolo también los carruajes, buques o bestias en que se
transporten; y ningún otro derecho podrá imponérseles en adelante, cualquiera
que sea su denominación, por el hecho de transitar el territorio. Por último, el
art. 12 dice que los buques destinados de una provincia a otra no serán
obligados a entrar, anclar y pagar derechos por causa de tránsito, sin que en
ningún caso puedan concederse preferencias a un puerto respecto de otro por
medio de leyes o reglamentos de comercio. Esta última norma debe
coordinarse con la que consagra la libre navegación de los ríos interiores (art.
26) y con la que dispone que es competencia del congreso reglamentar esa
libre navegación (art. 75 inc. 10).
Ha de dejarse en claro que lo abolido y prohibido es el gravamen a la
circulación "territorial". El paso de una provincia a otra no puede convertirse en
"hecho imponible" porque el hecho de transitar el territorio, cualquiera sea la
demarcación o el límite que se atraviese, goza de libertad.
Ahora bien, la circulación llamada económica es otra cosa: el derecho judicial
emergente de la Corte Suprema tiene establecido que la exoneración
impositiva de la circulación territorial no impide que las provincias graven
mercaderías no producidas en ellas una vez que han entrado en la circulación
económica local o se han incorporado a la riqueza provincial.
A. El peaje
El peaje como contribución o pago que debe satisfacer el usuario de una obra
pública vial (camino, puente, ruta, etc.) no viola la libre circulación territorial en
tanto se respeten determinadas condiciones como: a) que el pago se destine a
solventar gastos de construcción, amortización, uso o conservación de la obra;
b) que el uso de la obra esté destinado a todos sin discriminación; c) que ese
uso no sea obligatorio; d) que el monto sea proporcional al costo, uso o
conservación de la obra; e) que el monto sea uniforme para todos los usuarios
que se hallen en las mismas condiciones; f) que no encubra un gravamen al
tránsito.
Para buena parte de nuestra doctrina, el peaje tiene naturaleza de tasa.
Un interesante fallo sobre el peaje es que el dictó la Corte Suprema el 18 de
junio de 1991 en el caso "Estado Nacional e/Arenera El Libertador SRL.", en el
que sostuvo que el peaje no es inconstitucional cuando no configura un pago
exigible por el mero paso, desvinculado de servicios o prestaciones a favor del
usuario, como es el caso de la construcción y el mantenimiento de la vía de
tránsito.
Tampoco surge del derecho judicial la necesidad de vías alternativas de
utilización gratuita. En cambio, lo que haría inaplicable el peaje o requeriría la
existencia de vías alternativas, sería el monto irrazonable de la tasa que, por no
haber una vía gratuita de tránsito, tomara ilusorio el derecho de libre
'circulación; pero tal circunstancia debe ser acreditada por quien alega el
perjuicio.
A. Presupuesto de gastos
La atribución de este inciso es una de las más importantes funciones del Poder
Legislativo. El presupuesto general de gastos y cálculo de recursos es una de
las leyes más trascendentes que sanciona el Congreso, ya que contiene la
autorización para recaudar las rentas y para gastar en el ejercicio financiero
anual. En otras palabras el presupuesto contiene el programa del gobierno por
el término de un año.
El tema del control público de la hacienda estatal y la inversión de sus fondos
tiene honda raigambre constitucional, no sólo en este inciso, sino que surge de
toda la télesis (planificación) constitucional. Es hoy objeto de constante
preocupación de todos los países. El control público de los gastos y recursos
de los dineros del Estado es fundamental para el sistema republicano. Afirmar
lo contrario, según un autor, sería abandonar el sistema a su suerte y así nos
ha ido a los argentinos gobernados bajo el reinado del descontrol.
El presupuesto general tiene dos grandes rubros: el de gastos y el de recursos.
En el primero de ellos se prevé, en partidas globales, los gastos que efectuarán
en el ejercicio financiero de que se trata (1 de enero al 31 de diciembre, art. 10
de la ley 24.156), la administración central y las diversas dependencias y
organismos estatales (art. 19, ley 24.1561).
Para hacer cualquier pago con fondos provenientes del tesoro nacional, es
indispensable que el gasto esté autorizado en la respectiva partida
presupuestaria. Más aún, no se puede utilizar dinero de una partida (v.gr.,
adquisición de muebles y útiles), para efectuar pagos correspondientes a otras
partidas (v.gr., sueldos). Esto está expresamente prohibido por el art. 33 de la
ley 24.156. Más aún, el funcionario que realiza tal maniobra comete el delito de
malversación de caudales públicos.
El capítulo de los recursos prevé los ingresos que se incorporarán al tesoro
nacional, provenientes de los impuestos, empréstitos y demás recursos
previstos en el art. 4 de la Constitución.
Si el capítulo de los gastos es superior al de los recursos, se dice que el
presupuesto tiene déficit. Si, al contrario, los recursos superan a los gastos, el
presupuesto tiene superávit fiscal, si ambas cifras son iguales el presupuesto
está equilibrado.
La ya citada ley 24.156 dedica su título II al sistema presupuestario (arts. 11 a
55).
El art. 16 de la ley establece que la Oficina Nacional de Presupuesto será el
organismo rector del sistema, con competencias varias, entre ellas la de
preparar el proyecto de ley de presupuesto general.
El art. 19 de la ley prescribe que la ley de presupuesto general constará de tres
títulos: Disposiciones generales, presupuesto de recursos y gastos de la
administración central y presupuestos de recursos y gastos de los organismos
descentralizados.
El art. 26 de la ley 24.516 prevé que el proyecto de ley de presupuesto general
elaborado por el Poder Ejecutivo debe ser presentado por éste a la Cámara de
Diputados de la Nación antes del 15 de septiembre del año anterior al
respectivo ejercicio financiero. Se presenta ante la Cámara de Diputados,
siguiendo la tradición, sobre la base de una de las competencias privativas de
ésta, cual es la de ser cámara iniciadora en las leyes sobre contribuciones.
Esto no se producía casi nunca y, lo que es peor aún, a veces el presupuesto
era aprobado en el Congreso, poco antes de terminar el ejercicio fiscal de que
se trataba. Con ello el presupuesto no es ya el cálculo de los gastos y recursos
que se producirán en el ejercicio futuro, sino la aprobación de los gastos y
recursos ya producidos, en el ejercicio vencido o a punto de vencer. Sin
embargo, desde el año 1992, el proyecto de ley de presupuesto general es
enviado en término y aprobado por el Congreso, antes de comenzar el ejercicio
fiscal respectivo.
El art. 27 de la ley 24.156 establece que si el presupuesto no estuviera
aprobado al comienzo del ejercicio fiscal se prorrogarán las disposiciones del
presupuesto vencido, con ciertos ajustes que debe efectuar el Poder Ejecutivo.
Esta disposición se encontraba en las leyes anteriores sobre la materia.
B. Cálculo de recursos
La reforma constitucional de 1994 introdujo varios cambios en este inciso,
alguno importante, otros de detalle.
Respecto al primero, se incluyó la frase "conforme a las pautas establecidas en
el inciso 2". Esto significa que en la ley de presupuesto general debe estar
incluido expresamente el régimen de coparticipación federal de impuestos y los
principios establecidos en el inciso segundo de este artículo.
Los cambios de detalle se refieren a la aclaración de que el presupuesto no se
limita a los gastos, sino que también incluye el cálculo de los recursos (lo que
se recaudará en impuestos y otros ingresos en el próximo año fiscal) y que el
presupuesto debe ser elaborado conforme al plan de gobierno y de inversiones
públicas, lo que -en cierto modo es una obviedad, ya que -por supuesto- el
presupuesto es un programa general de gobierno e incluye también el plan de
inversiones públicas.
B. Incompatibilidad
Artículo 72.- Ningún miembro del Congreso podrá recibir empleo o comisión del Poder
Ejecutivo, sin previo consentimiento de la Cámara respectiva, excepto los empleos de
escala.
Eclesiásticos regulares
La historia argentina está jalonada de sacerdotes que apoyaron a la República
desde el mismo momento de su nacimiento, en actividades políticas y hasta
militares y muchos de ellos pertenecieron a órdenes religiosas: fray Justo Santa
María de Oro, deán Gregario Funes, fray Cayetano Rodríguez, fray Luis
Beltrán, Fray Mamerto Esquiú, etc. Sin embargo, y con sobradas razones, el
Congreso Constituyente de 1853 decidió excluir a los eclesiásticos regulares de
las actividades legislativas.
Los eclesiásticos regulares son los sacerdotes católicos que pertenecen al
clero regular, es decir, a una orden religiosa (p. ej., betherramitas, jesuitas,
dominicos, franciscanos, mercedarios, etc.). Se los llama "regulares", porque
están sometidos a la "regla" de la orden respectiva y formulan solemnemente
los tres clásicos votos de pobreza, castidad y obediencia. Se incluyen en esta
categoría los religiosos y las religiosas. En cambio, los sacerdotes que
pertenecen al clero secular (o seglar, están más cerca de los fieles, mientras
que los regulares vivían enclaustrados) que dependen directamente del obispo
(p. ej., curas párrocos, tenientes curas, administradores apostólicos, etc.) sí
pueden ser legisladores.
El fundamento de tal distinción es que los religiosos pertenecientes a órdenes o
congregaciones religiosas tienen un voto de obediencia mucho más riguroso
que el del clero seglar, por lo cual podría producirse un conflicto entre su
conciencia cívica y sus deberes religiosos. Además su mismo desprendimiento
del apego a los bienes e intereses terrenales, han sido razones aducidas en el
Congreso de 1853, para excluirlos de las lides (actividades) políticas.
Coincidimos con Bidart Campos en que ésta es una distinción actualmente
anacrónica, porque es más intensa la lealtad que cualquier legislador guarda
con el partido político que lo patrocina, que un eclesiástico regular al superior
de la orden.
Gobernadores de provincia
Según Montes de Oca, el objetivo de esta incompatibilidad era evitar los actos
de presión que podría ejercer el gobernador para obligar al pueblo de su
provincia a elegirlo legislador por ella.
Si bien el texto constitucional limita la incompatibilidad de los gobernadores de
provincia a "la de su mando", la costumbre y la doctrina pacífica la considera
ampliada a los gobernadores por cualquiera de las provincias, a fin de
salvaguardar el sistema federal.
C. Duración de mandatos y renovación de las Cámaras
Cámara de Diputados
Artículo 50.- Los diputados durarán en su representación por cuatro años, y son
reelegibles; pero la Sala se renovará por mitad cada bienio; a cuyo efecto los
nombrados para la primera Legislatura, luego que se reúnan, sortearán los que deban
salir en el primer período.
Duración
El plazo de duración del mandato de los diputados es de cuatro años. Son
reelegibles indefinidamente.
Según Montes de Oca, los términos de mandatos demasiado cortos multiplican
las elecciones, con perjuicio para la vida política y tienen como efecto que las
leyes no sean producto de la madurez de juicio. Los periodos largos, también
tienen inconvenientes. Alejan al elegido de sus electores. Si el mandato es
demasiado largo el Congreso no reflejará la voluntad nacional, porque la
opinión pública podría haber cambiado en el ínterin. Por ello considera
conveniente el de cuatro años, establecido por este artículo, para los diputados.
Renovación
Para evitar que la Cámara permanezca inalterada en su integración y, al
contrario, para permitir una mayor participación y la alternancia de la mayor
parte de las corrientes políticas en ella, el artículo establece que la Cámara se
renueva por mitades cada dos años. Esto significa que si por ejemplo, hay 254
diputados en la Cámara, 127 terminan su mandato dos años antes que los 127
restantes, y así sucesivamente. Es decir, que cada dos años debe haber una
elección nacional para renovar la mitad de los integrantes de la Cámara.
Procedimiento en el primer periodo legislativo
El párrafo final del artículo establece un procedimiento a aplicar en la primer
legislatura, para posibilitar la futura alternancia parcial cada dos años.
En el primer período legislativo, la mitad de los diputados debían durar dos
años, para posibilitar la renovación por mitades. En este caso, se designó por
sorteo a los que debían tener ese mandato reducido a la mitad. El sorteo se
produjo el 13 de julio de 1855.
Sin embargo, esta regla, que había sido prevista para una sola vez, debió
aplicarse en varias oportunidades. En efecto, los golpes militares de 1930,
1943, 1955, 1962, 1966 y 1976, y los subsecuentes gobiernos de facto que
fueron su consecuencia, disolvieron el Congreso e hicieron caducar los
mandatos de todos los legisladores.
Al reiniciarse el gobierno de jure subsiguiente, en cada oportunidad, se debió
recurrir al procedimiento del sorteo de la mitad de los diputados para fijarle un
período breve de dos años, y así permitir la alternancia prevista en este texto
constitucional.
El Senado
Artículo 56.- Los senadores duran seis años en el ejercicio de su mandato, y son
reelegibles indefinidamente; pero el Senado se renovará a razón de una tercera parte
de los distritos electorales cada dos años.
D. Vacantes
Cámara de Diputados
Artículo 51.- En caso de vacante, el Gobierno de provincia, o de la Capital, hace
proceder a elección legal de un nuevo miembro.
Los ministros concurren a las sesiones de las Cámaras del Congreso, no sólo
cuando son interpelados, o citados por aquéllas, sino que pueden hacerlo
también por voluntad propia, cuando lo consideren conveniente, por ejemplo si
se está debatiendo un proyecto de ley en cuya sanción tiene especial interés el
Poder Ejecutivo.
Conforme a este artículo, los ministros debieran ser los mediadores entre el
Poder Ejecutivo y el Legislativo, llevando a los legisladores los motivos y
consideraciones del primero para presentar, o incluso vetar, determinados
proyectos de ley. La partidocracia existente en nuestro país ha desnaturalizado
esta norma, ya que los legisladores votan según lo exija su partido, sin importar
las consideraciones que pueda tener el Ejecutivo, ya que si son oficialistas lo
votan sin importar los motivos, y si son opositores, muchas veces votan a la
recíproca.
En la actualidad es muy raro que un ministro concurra al Congreso sin ser
citado por alguna de las cámaras o de las comisiones. A partir de la reforma de
1994, esto será seguramente más raro aún, ya que el mediador-por excelencia-
entre el Ejecutivo y el Legislativo es el jefe de gabinete.
Casos de Asamblea Legislativa
Se denomina "Asamblea Legislativa" a la reunión conjunta de ambas Cámara
del Congreso en sesión única. Ello constituye un caso de excepción dentro de
nuestro sistema bicameral de organización legislativa, que se caracteriza por el
funcionamiento diferenciado aunque simultáneo, de las Cámaras.
Los casos de asambleas legislativas
La Constitución nacional Contempla los siguientes casos de Asamblea
Legislativa: 1) Para tomar juramento al presidente y al vicepresidente (art. 93);
2) para la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso (art. 99, inc. 8); y 3)
para la consideración de la renuncia del presidente y el vicepresidente de la
Nación por el Congreso (art. 75, inc. 21).
La ley que trata sobre la acefalía del Poder Ejecutivo también prevé la reunión
del Congreso en Asamblea Legislativa en el caso de que aquélla sea definitiva
y a los efectos de elegir a un nuevo presidente (arts. 1 a 3, ley 20.972).
La práctica parlamentaria también registra otros supuestos de sesión conjunta
de ambas Cámaras, que tienen lugar, por lo general, en oportunidad de
efectuar sesiones especiales (p.ej., para recibir a un visitante ilustre, o en casos
de manifiesta gravedad institucional, etc.)
d. Comisiones
Son desprendimientos del propio cuerpo legislativo, que asesoran al mismo
mediante tareas especializadas, fiscalizan funciones administrativas de la rama
parlamentaria o investigan hechos y circunstancias que el cuerpo ha
considerado necesario, a través de la elaboración de dictámenes, informes,
opiniones o resoluciones que contribuyen a que la Cámara cumpla sus
atribuciones constitucionales y legales.
La integración de las comisiones se realiza principalmente conforme a tres
principios, el primero, de proporcionalidad o dependiendo del número total de
parlamentarios por cada fracción parlamentaria, el segundo de pluralidad o
"cuidando [de que] se encuentren representados los diferentes grupos
parlamentarios" y, el tercero, de oportunidad política.
En teoría las comisiones realizan el trabajo técnico legislativo -la primera
actividad política- y la fiscalización de Ejecutivo. Sus funciones son importantes
y, con cierto grado de realismo, sobre todo lo son en el ámbito orgánico
La Constitución de 1853-1860 no contemplaba explícitamente a las comisiones
parlamentarias (organismos compuestos por legisladores, por decisión de la ley
o del reglamento interno de cada sala, con el fin de auxiliar a éstas en el
desempeño de sus funciones), pero ellas están fuertemente afianzadas por el
derecho consuetudinario constitucional. Tuvieron su origen en los poderes
implícitos del cuerpo legislativo (art. 75, inc. 32, Const. nacional), aunque
actualmente están previstas por el art. 79 de la Const. Nacional y se las puede
dividir de la manera siguiente: comisiones permanentes y comisiones
especiales.
Comisiones Permanentes
Son aquellas que se establecen por reglamento, con duración ilimitada y que
son integradas en cada legislatura según formas previstas en las normas de
cada cuerpo legislativo.
Comisiones Especiales o transitorias
Son las integradas para asuntos específicos determinados por el pleno de las
cámaras, los que son analizados, dictaminados y sometidos al conocimiento
del mismo, para su modificación, aprobación o rechazo. Una vez que se ha
dictaminado acerca del tema en cuestión, la comisión nombrada para conocer
de él pierde su razón de ser y deja de existir.
Comisión Bicameral Permanente
La Comisión Bicameral Permanente institucionaliza dentro del congreso un
órgano compuesto por legisladores de cada cámara, que ha de integrarse
respetando la proporción de las representaciones políticas (o sea, partidarias)
de cada una de ellas.
Tal Comisión tiene tres competencias: a) intervenir cuando el poder ejecutivo
dicta decretos de necesidad y urgencia, a modo de seguimiento y control antes
de que los trate el congreso (art. 99 inc. 3º párrafo cuarto): b) controlar los
decretos que por delegación del congreso (art. 76) dicta el poder ejecutivo (art.
100 inc. 12); c) intervenir cuando el poder ejecutivo promulga parcialmente una
ley de acuerdo al art. 80, a efectos de considerar el decreto de promulgación
parcial (art. 100 inc. 13).
De investigación e información
Las comisiones de investigación (que suelen ser de carácter temporal y "ad
hoc") pueden no estar previstas en el reglamento, son designadas por la mesa
directiva de la cámara con acuerdo del pleno con el fin de que lleven a cabo el
análisis detallado de los asuntos encomendados, para que produzcan un
dictamen preliminar sobre ellos; disponen estas comisiones de diversos
medios, entre los que se encuentran: comparecencia de testigos,
interrogatorios y petición de información a las autoridades o a las personas
implicadas. Otros medios para el cumplimiento de sus tareas son visitas a
obras, instituciones públicas, empresas privadas y, en general, a todos aquellos
sitios relacionados con el trabajo encomendado.
B. Jurisdiccional
El Juicio Político
El juicio público, establecido por los arts. 53, 59 y 60 de la Constitución, tiene
por objeto hacer efectiva la responsabilidad política del presidente,
vicepresidente, jefe del gabinete de ministros, ministros y jueces de la Corte
Suprema de Justicia por mal desempeño de sus cargos, o por la comisión de
delitos en el ejercicio de sus funciones, o por la comisión de delitos comunes,
es el procedimiento de destitución previsto para que los funcionarios pasibles
de él no continúen en el desempeño de sus cargos.
Para la remoción de los magistrados judiciales, con exclusión de los jueces de
la Corte Suprema, la Constitución prevé iguales causales en su art. 115. En
este caso, el órgano acusador no es la Cámara de Diputados sino el Consejo
de la Magistratura (art. 114, inc. 5°), y el órgano juzgador no es el Senado sino
un jurado de enjuiciamiento (art. 115).
Se lo denomina juicio "político" porque no es un juicio penal que persiga
castigar (aunque una de sus causales pueda ser delictuosa) sino separar del
cargo. Por eso, su trámite se agota y concluye con la remoción, de donde
inferimos que carece de objetivo y finalidad si el funcionario ya no se halla en
ejercicio.
Si bien la Ley Fundamental no designa a ese procedimiento con el rótulo de
juicio político, ha sido aceptado por la generalidad de la doctrina y en la
práctica congresual. En efecto, el art. 59 alude a un juicio público y no a un
juicio político. La distinción es importante porque, al privar de carácter político
al procedimiento, éste debe ajustarse, conforme a sus características
particulares, a las reglas del debido proceso legal.
La intervención de cada cámara en nuestro régimen
Estudiamos el juicio político entre las competencias propias de cada cámara
porque si bien intervienen las dos cámaras, cada una lo hace a título de función
privativa, y con alcances distintos; o sea, no concurren -como en la sanción de
la ley- a realizar un acto común, sino que cumplen separadamente un acto
especial: una "acusa" y la otra "juzga"
a) La cámara de diputados declara haber lugar a la formación de causa,
después de conocer de la razón que se invoca para el juicio político. Necesita
mayoría de dos terceras partes de los miembros presentes (art. 53).
b) El senado juzga enjuicio público a los acusados por la cámara de diputados.
Previamente, los senadores prestan juramento para este acto. Para la
declaración de culpabilidad también se exige una mayoría de dos tercios de los
miembros presentes (art. 59). El fallo del senado no tiene más efecto que
"destituir" al acusado (fin principal) y aun declararle incapaz de ocupar ningún
empleo de honor, de confianza o a sueldo de la nación (fin accesorio) (art. 60).
De tal modo, se puede destituir sin inhabilitar, pero no inhabilitar sin destituir.
Además, para que el senado pueda destituir es necesario que el acusado esté
en ejercicio de su función; si renuncia mientras pende (existe, se realiza) el
juicio político -y la renuncia es aceptada- el juicio político concluye ipso facto
por falta de objeto -que es únicamente- removerlo del cargo, y no castigarlo.
Por eso, el art. 60 in fine dispone que la parte condenada quedará, no obstante,
sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a las leyes ante los tribunales
ordinarios.
Los funcionarios enjuiciables
Son pasibles de juicio político, conforme al art. 53: a) el presidente de la
república; b) el vicepresidente; c) el jefe de gabinete y los ministros; d) los
miembros de la Corte Suprema.
Hasta la reforma de 1860, eran también susceptibles de juicio político: a) los
miembros de ambas cámaras; b) los gobernadores de provincia. Hasta la
reforma de 1994 también los jueces de tribunales federales inferiores.
La serie de funcionarios pasibles de juicio político que trae el art. 53 no puede
ser ampliada por ley.
No obstante lo dicho, la competencia del congreso en materia de organización
del poder judicial federal y la del art. 120 para regular el ministerio público
habilita a la ley para incluir a los miembros de dicho ministerio como
funcionarios que sólo pueden ser removidos de sus cargos mediante juicio
político, a efectos de asegurarles sus inmunidades funcionales.
Causales
Las "causas" de responsabilidad -como las denomina el art. 53 constitucional-
que hacen viable la acusación y la destitución son tres: a) mal desempeño; b)
delito en el ejercicio de sus funciones; c) crímenes comunes.
Las dos últimas (b. delito en el ejercicio de sus funciones y c. crímenes
comunes) implican la comisión de hechos que el código penal vigente (y a
veces aun la propia constitución: arts. 15, 22, 29, 36 y119) tipifican, como
delitos; pero el juzgamiento de los mismos no se efectúa a título de punibilidad
o castigo, sino solamente de separación del cargo. Y tanto que -ya lo dijimos- el
castigo ordinario de tipo penal se deriva, después de la destitución por el
senado, a los tribunales judiciales de acuerdo con la ley.
a) Mal desempeño es lo contrario de "buen" desempeño. La fórmula tiene
latitud y flexibilidad amplias. Mientras los delitos en ejercicio de la función o los
crímenes comunes circunscriben la causa a una figura penal preexistente en la
constitución o en la ley penal, el mal desempeño carece de un marco definitorio
previamente establecido. No está descripto el concepto constitucional de mal
desempeño.
Entendemos que el "mal desempeño" no es susceptible de ninguna
reglamentación infraconstitucional, porque normas ajenas a la constitución no
pueden delinear la figura ni fijarle supuestos configurativos, ya que es el
senado el que, de acuerdo a su juicio, puede y debe valorar por sí mismo si tal
o cual conducta implica desempeñarse mal, por lo que ninguna norma fuera de
la constitución puede vincularlo a encuadrar en el mal desempeño (o a excluir
de él) determinados casos.
b) Diferente es la causal penal de "delito" en el ejercicio de las funciones y de
"crímenes" comunes, porque ella necesita la incriminación legal de la conducta
(sobre la base de que no hay delito sin ley previa) lo cual significa que el
senado debe moverse dentro del marco de las figuras del código penal, y que
no puede encuadrar la causa penal del art. 53 de la constitución si le falta
aquélla incriminación.
La diferencia con el mal desempeño se hace por eso, notoria; el mal
desempeño no puede ser definido en una reglamentación legal, en tanto
cuando el art. 53 se refiere a "delito" y "crímenes" remite a conductas que
únicamente la ley penal puede convertir en criminosas y, por ende, para aplicar
esta causal penal es indispensable la ley incriminatoria (salvo para los delitos
que tipifica la propia constitución).
Cuando el acusado es el presidente de la república, el senado debe ser
presidido por el presidente de la Corte Suprema, y no por el vicepresidente; la
precaución contenida en el art. 53 obedece a prevenir que el vicepresidente
influya en la decisión para suceder en el cargo al presidente en caso de
destitución. Cuando el acusado es el vicepresidente, la constitución no dice
quién preside el senado; normalmente, se pensaría que debería hacerlo el
presidente provisional del senado, pero nos parece (Bidart Campos) que
también en este case, por razones de cargo e imparcialidad la presidencia le
incumbe de la Corte Suprema.
El juicio debe ser público. Se trata de una función jurisdiccional y, por ende, ha
de rodeársela de las garantías de defensa y debido proceso. El fallo debe ser
motivado
Si el período de sesiones concluye antes de la terminación juicio; el senado
debe continuar sus funciones de tribunal, sin interrupciones, hasta la
finalización del juicio político. La constitución no prevé la suspensión del
funcionario ni después de la acusación, ni durante el juzgamiento por el
senado.
Caso Nicosia
En 1993, la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió el caso "Nicosia,
Alberto Osear, s. /Recurso de queja", que impugnaba el proceso de juicio
político que había culminado en el Senado de la Nación con la destitución del
actor. Si bien la presentación fue rechazada por la Corte ésta sostuvo que "las
decisiones dictadas en los llamados "juicios político" o "enjuiciamiento de
magistrados" en la esfera nacional, por órganos ajenos al Poder Judicial,
configuran cuestión judiciable cuando se invoca "[ ... ] la violación del debido
proceso"
Destacó la Corte que la apreciación de las causales para la promoción del
juicio político, el encuadre constitucional de los hechos y su análisis, son
cuestiones reservadas al arbitrio del Congreso y, en particular, del Senado,
insusceptibles de revisión judicial. Sin embargo, la violación de las garantías
constitucionales (art. 18 Constitución Nacional) o de los recaudos establecidos
por la Ley Fundamental para la sustanciación del juicio político, podían acarrear
la intervención del Poder Judicial por aplicación del principio de la supremacía
constitucional (art. 31 Constitución Nacional) y en ejercicio de la función de
control de constitucionalidad reservada al mismo por la Ley Fundamental. Así,
la acusación formulada sin cumplir con la mayoría del art. 53; la sanción
dispuesta por el Senado sin alcanzar la mayoría del art. 59; la sanción del
Senado cuyo contenido difiera del previsto en el art. 60; la violación, durante la
tramitación ante el Senado, de la garantía del debido proceso legal adecuada a
las modalidades del juicio político, son algunas de las hipótesis que tornan
viable la revisión judicial de un pronunciamiento condenatorio emanado del
Senado.
Esta doctrina, cuya razonabilidad se basa sobre la ya tradicional distinción
entre los actos políticos —no susceptibles de revisión judicial— y los efectos
jurídicos de tales actos ---sujetos al control judicial—, fue afirmada por la Corte
Suprema en varias oportunidades.
Renuncia: caso González Moreno
La renuncia del funcionario, si es aceptada con posterioridad a la acusación de
la Cámara de Diputados, no puede impedir la prosecución y culminación del
juicio político, Si bien no será posible materializar la destitución del funcionario
por haberse apartado del cargo, sí será posible que el Senado se pronuncie
sobre la inhabilidad del exfuncionario para ocupar cargos públicos en el futuro.
Esta última solución se amolda a la letra y espíritu de la Constitución,
satisfaciendo las sanas expectativas de los grupos de opinión pública. Ella ha
merecido el reconocimiento de la Corte Suprema de Justicia en el caso
"Yrigoyen”.
En el caso, se cuestionaba la competencia de los juzgados penales para
someter a proceso al ex presidente de la Nación por no haber sido separado
del cargo por un juicio político. La Corte no aceptó esta defensa entendiendo
que Yrigoyen había renunciado al cargo presidencial sin que le hubiera
promovido juicio político alguno. Destacó el Alto Tribunal que no es procedente
el juicio político cuando la renuncia es aceptada antes de la iniciación del
mismo, pero si la renuncia se formula y es aceptada después de iniciado el
juicio político con la acusación de la Cámara de Diputados, en tal caso es claro
que no puede estar en manos del funcionario evitar el castigo e inhabilitación
mediante la renuncia".
Sobre la base de tal antecedente, fue correcta la decisión del Senado al no
sustanciar en 1990 el juicio político del ex juez Remigio González Moreno, ya
que su renuncia había sido aceptada antes de que la Cámara de Diputados
decidiera impulsar el juicio político, y, según el art. 53 de la Ley Fundamental,
no se puede promover un juicio de esa naturaleza contra quien no ostentaba, a.
ese momento, el cargo público del cual se lo pretendía remover.
Este inciso está relacionado con el art. 26, el cual consagra la libre navegación
de los ríos interiores. Conforme a este inciso, los reglamentos para regular este
derecho deben ser dictados por el Congreso. Cuando el texto constitucional
utiliza el término "navegación", se está refiriendo a la navegación comercial, es
decir, cargar, trasportar y descargar mercaderías entre los puertos interiores
del país. Los reglamentos que menciona el artículo - que deben ser dictados
por el Congreso conforme a este inciso - son los relativos a la seguridad de la
navegación, es decir, disposiciones sobre tonelajes, uso de prácticos y
baquianos, calados equipos de a bordo, señales, inspecciones, etc.
No obstan te lo expuesto, las disposiciones de este inciso, respecto a los
reglamentos de la navegación fluvial y lacustre, han sido de hecho dejadas sin
efecto por un falseamiento constitucional.
En efecto, los reglamentos de seguridad de la navegación no son dictados por
el Congreso como exige este inciso, sino que lo hace profusa y excesivamente
el Poder Ejecutivo o -incluso- la Prefectura Naval Argentina, que es un
organismo de aplicación de las normas de policía de la navegación. Si bien
tanto el Poder Ejecutivo como la Prefectura dictan estas normas por delegación
del Congreso, tal delegación sería inconstitucional, a partir de la reforma de
1994, conforme lo establecido en el art. 76.
• Puertos •
También le corresponde al Congreso habilitar los puertos que considere
convenientes. El Diccionario de la Lengua Española define a los puertos como
un lugar en la costa, defendido de los vientos y dispuesto para la seguridad de
las naves y para las operaciones de tráfico y armamento (1 ª acepción).
Sin embargo, desde un punto de vista jurídico, la definición es más sencilla: los
puertos son las estaciones marítimas y fluviales de trasferencia de cargas y
pasajeros, entre los buques y tierra firme.
• Aduanas •
La frase final de este inciso se refiere nuevamente a las aduanas, otorgando al
Congreso la exclusiva atribución de crearlas y suprimirlas. En la actualidad, la
facultad de crear o suprimir aduanas ha sido también delegada al Poder
Ejecutivo, lo que consideramos inconstitucional (Ekmekdjian).
El párrafo final del antes art. 67, inc. 9, que disponía que no podían suprimirse
las aduanas existentes en cada provincia al tiempo de su incorporación a la
República, fue suprimida por la reforma de 1994, porque resultaba un
anacronismo. Sin embargo, esta modificación no fue discutida expresamente
por la Convención.
Moneda
Art. 75 Inc. 11.- Hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras; y adoptar
un sistema uniforme de pesos y medidas para toda la Nación.
Limites
• Limites Internacionales •
La primera de las competencias se refiere ni arreglo definitivo de los límites del
territorio de la Nación. Obvia mente estos límites deben acordarse con los
países limítrofes ni nuestro, es decir, Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay
mediante tratados internacionales que son negociados y firmados por el Poder
Ejecutivo y posteriormente aprobados por el Congreso, o bien mediante el
arbitraje, es decir, por un laudo emitido por una o más personas, elegidas de
común acuerdo por las partes en el conflicto.
Algunos autores sostienen que este inciso implica una excepción al principio
según el cual el Poder Ejecutivo negocia los tratados y el Congreso los aprueba
o rechaza a posteriori. Afirman que el verbo "arreglar" implica una actitud activa
del Congreso, que debiera gestionar el acuerdo y que su rol en este tema es
distinto de la mera aprobación de cualquier otro tipo de tratado.
Si bien en teoría tal posición es sostenible, la práctica ha demostrado la total
pasividad del Congreso en el arreglo de los límites de la Nación. En otras
palabras, las cuestiones de límites que ha tenido (y tiene) nuestro país con las
naciones vecinas, han sido resueltas por tratados internacionales gestionados y
firmados por funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo y luego aprobados
por el Congreso.
• Límites Provinciales •
El tema de los límites interprovinciales tiene numerosos antecedentes en
nuestro derecho patrio preconstitucional, más precisamente en los más de cien
pactos interprovinciales, a los que se refiere el preámbulo de nuestra
Constitución.
En dichos pactos se arreglaron los límites o bien se establecieron bases para
hacerlo, ya sea remitiéndose al futuro Congreso, o bien de otro modo (arbitraje,
límites provisorios, etc.).
Si bien el verbo utilizado por el texto constitucional, en relación a las provincias,
es "fijar", obviamente distinto del "arreglar" que se utiliza para los límites
internacionales, el Congreso no puede fijar arbitrariamente tales límites, ya que
se debe garantizar la integridad territorial de aquéllas (art. 13 Const. Nacional).
Según el Diccionario de la Lengua Española, fijar significa determinar, limitar,
precisar, designar de un modo cierto (4ª acepción).
En otras palabras el Congreso debe intervenir en las cuestiones de límites
interprovinciales para dar certeza a éstos, pero no puede hacerlo
arbitrariamente.
En la práctica, las provincias limítrofes suelen arreglar sus límites
interprovinciales mediante tratados (acuerdos) parciales entre ellas (art. 125
Const. Nacional). En caso de que tengan diferencias que no sea posible
solucionar mediante tales acuerdos, se las debe someter al Congreso, que es
el que los fija en definitiva. Esta fijación debe basarse en las pruebas que
aporte cada provincia, básicamente consistente en documentos provinciales
(v.gr., los planos catastrales, títulos de propiedad de inmuebles de la zona en
litigio, etc.).
Si bien la Corte Suprema de Justicia está excluida expresamente de las causas
relativas a los conflictos limítrofes entre las provincias, por ser esta
competencia del Congreso nacional, sin embargo puede conocer en los
conflictos que surjan a consecuencia de la interpretación de las leyes, acuerdos
o laudos, que hayan fijado dichos límites. También, en caso de que el conflicto
no se haya aún resuelto, puede intervenir para establecer cuál es el tribunal
competente en caso de acciones relativas a las tierras o yacimientos situados
en la zona litigiosa.
Correos
Art. 75 Inc. 14.- Arreglar y establecer los correos generales de la Nación.
En primer término es necesario aclarar si este servicio puede ser prestado por
concesionarios o necesariamente debe serlo, en forma monopólica, por el
Estado.
Según Montes de Oca, los servicios postales sólo pueden estar a cargo de los
gobiernos. Funda su afirmación en dos postulados: la rapidez en el trasporte de
correspondencia y la regularidad estricta en las salidas y llegadas, recibo y
reparto de ella. Como cualquier habitante de nuestro país puede testimoniar, ni
la rapidez ni la regularidad estricta han sido características de nuestro sistema
de correos y telégrafos. Quizá lo fueron en los comienzos del siglo XX pero no
lo ha sido, al menos, en los últimos cincuenta años.
Al margen de ello, el tema es conocer el significado de los verbos "arreglar" y
"establecer", utilizados por el texto constitucional. De sus definiciones se puede
interpretar el alcance de éste, es decir, si los servicios postales y telegráficos
deben ser prestados únicamente por el Estado o, al contrario, pueden ser
otorgados en concesión.
Según el Diccionario de la Lengua Española arreglar significa reducir o sujetar
a regla (1" acepción) o componer, ordenar, concertar (2ª acepción). Por su
parte, el verbo establecer significa fundar, instituir, hacer de nuevo (1"
acepción), ordenar o mandar (2" acepción) o abrir por su cuenta un
establecimiento (4" acepción).
De las definiciones trascritas se desprende claramente que lo que el texto
constitucional reserva para el Congreso es la reglamentación del servicio postal
y telegráfico. En otras palabras, se refiere al ejercicio del poder de policía de la
actividad. Sin perjuicio de ello, puede abrir y mantener un servicio postal
estatal, pero en competencia con los servicios concesionados a terceros.
El art. 4 de la Constitución nacional, cuando menciona entre los ingresos al
tesoro nacional, la renta de Correos, tampoco lo impone monopólicamente.
En conclusión, al Congreso le corresponde regular, mediante una ley, las
condiciones en que se presta el servicio público de correos, ya sea por el
mismo Estado o por concesionarios. Lo que sería inconstitucional es privatizar
en su totalidad el servicio de correos, quitando totalmente tal función al Estado
nacional.
Hasta hace un tiempo se había privatizado en totalmente, otorgándolo a
concesionarios. Encotel, empresa del Estado, se transformó en Encotesa o
Correos Argentinos, sociedad anónima, que el gobierno nacional privatizó (y
luego en 2003 fue estatizado nuevamente). De esta manera por ello, el Estado
nacional quedó sin percibir renta alguna de correos, contrariando lo que
establece el art. 4 de la Constitución.
La retribución que el usuario paga por este servicio se llama tasa, y lo que se
recauda por tal concepto (cuando el servicio es prestado por la empresa
estatal) es uno de los recursos del Tesoro nacional.
Fronteras
Art. 75 Inc. 16.- Proveer a la seguridad de las fronteras.
Las fronteras a que se refiere este inciso, actualmente son las fronteras
exteriores, es decir, los límites internacionales del país. La seguridad de dichas
fronteras es uno de los principios de la defensa nacional y su preservación
corresponde tanto al Congreso como al Poder Ejecutivo.
En la fecha en que se sancionó la Constitución el país tenía fronteras
exteriores, es decir, los límites internacionales del país (no bien delimitados), y
fronteras interiores que eran las que separaban los territorios ocupados por los
pueblos originarios (el desierto) y aquellos sobre los cuales ejercía
efectivamente la soberanía el Estado argentino.
En el siglo pasado la frontera interior llegó a estar sobre el río Salado (provincia
de Buenos Aires), considerándose inseguro el establecimiento de poblaciones
al sur de ese lugar. La campaña del general Julio Argentino Roca al desierto,
permitió recuperar todo el territorio nacional, haciendo desaparecer esa frontera
interior que impedía al gobierno nacional ejercer efectiva soberanía sobre los
territorios de la Patagonia.
Las referencias a los indios también habían perdido actualidad. En los últimos
tiempos, diversos grupos indigenistas reivindican su cultura nativa, casi
aniquilada por el colonizador blanco y pretenden que se asegure a las
poblaciones indígenas aún sobrevivientes, la protección por parte del Estado
de su acervo cultural.
Además, no se podía atribuir al Congreso, es decir, al Estado argentino, la
misión de convertir a los pueblos originarios al catolicismo, porque esta no es
tarea propia del Estado, sino de la Iglesia Católica, aun contando con la ayuda
de aquél.
Esta cláusula conspiraba también contra la libertad religiosa, reconocida en el
art. 14 de la Constitución nacional.
En virtud de todo ello, la reforma constitucional de 1994 suprimió el último
párrafo del texto, después de la palabra "fronteras”.
Gobierno de la Capital Federal
Art. 75 Inc. 30.- Ejercer una legislación exclusiva en el territorio de la capital de la
Nación y dictar la legislación necesaria para el cumplimiento de los fines específicos
de los establecimientos de utilidad nacional en el territorio de la República. Las
autoridades provinciales y municipales conservarán los poderes de policía e
imposición sobre estos establecimientos, en tanto no interfieran en el cumplimiento de
aquellos fines.
C. Delegación Legislativa
Son reglamentos delegados aquellos que emite el Poder Ejecutivo en virtud de
una autorización previa del Poder Legislativo, conferida en la ley. No se trata,
en estos casos, de facultades autónomas del Órgano ejecutivo; sino del
ejercicio de facultades legislativas, que hallan su fundamento en un acto
expreso del órgano delegante.
Los reglamentos delegados no deben confundirse con los reglamentos de
ejecución o decretos reglamentarios, cuyo dictado es atribución propia del
Poder Ejecutivo, conforme a lo que establece el art. 99, inc. 2, de la
Constitución. Sólo al presiden le corresponde juzgar la necesidad o
conveniencia del dictado de estos reglamentos de ejecución, y ellos no pueden
alterar las leyes con excepciones reglamentarias.
Los decretos reglamentarios son normas "secundum legem". Por otra parte, las
leyes entran en vigencia con independencia de que se hayan dictado o no tales
decretos reglamentarios.
Los reglamentos delegados, en cambio, integran una ley incompleta -la que
hemos denominado "ley-marco"- que no puede aplicarse sin ellos.
Los reglamentos delegados son normas "praeter legem", que integran la ley
incompleta y hacen posible su aplicación. El Ejecutivo sólo puede dictarlos
habiendo una delegación legislativa expresa.
Este criterio fue aceptado por nuestra Corte Suprema de Justicia, a partir del
fallo "Agencia Marítima Delfino"
En ese caso, la actora cuestionaba una multa que le había sido aplicada por las
autoridades portuarias fundándose en la circunstancia de que aquélla estaba
prevista en un reglamento que había dictado el Poder Ejecutivo, y no en una
ley.
Al resolverlo, la Corte afirmó con: énfasis que "el Congreso no puede delegar
en el Poder Ejecutivo o en otro departamento de la administración ninguna de
las atribuciones o poderes que le han sido expresa o implícitamente
conferidos". ·
También se expresó respecto de los límites que tiene la delegación legislativa,
al sostener que existe una distinción fundamental entre delegación de poder
para hacer la ley y la de conferir cierta autoridad al Poder Ejecutivo o a un
cuerpo administrativo a fin de reglar los pormenores para la ejecución de
aquella.
El tribunal concluyó pronunciándose en favor de la constitucionalidad del
reglamento del Poder Ejecutivo, entendiendo que este órgano se había limitado
a reglamentar una ley y que al hacerlo no se había apartado de los fines de
ella.
En dicho fallo como se verá la Corte no supo (o no quiso) distinguir claramente
las dos clases de reglamentos mencionados, expresando, en cambio que podía
delegarse cierta autoridad en el Ejecutivo para reglar los pormenores o detalles
para la ejecución de las leyes. Se confunden aquí los reglamentos delegados
con los reglamentos de ejecución, cuya distinción hemos hecho más arriba.
En el caso "Bruno, Pedro", de 1957, la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
remitiéndose al dictamen del procurador general Sebastián Soler, sostuvo que
"la configuración de los delitos o de las faltas es una atribución de carácter
legislativo que no es susceptible de ser delegada. En todo caso, el Poder
Ejecutivo es el único al que puede reconocérsele la posibilidad de cooperar en
la integración de los preceptos penales, pero ello sólo cuando actúa en el
ejercicio legítimo de la atribución que le confiere el art. 86 [hoy, art. 99], inc. 2,
de la Constitución y en la muy escasa medida que consienta la peculiar
naturaleza de la ley penal"
Más recientemente, en el caso "Cocchia, Jorge Daniel, c. Estado nacional,
s./Amparo" de 1993, la Corte ratificó la postura que venía sosteniendo en los
precedentes que mencionamos, afirmando que en nuestro sistema no puede
considerarse la existencia de reglamentos delegados o de delegación
legislativa, en sentido estricto, entendiendo por tal al acto del órgano legislativo
por el cual se trasfiere -aun con distintos condicionamientos- en beneficio del
Ejecutivo determinada competencia atribuida por la Constitución al primero de
tales órganos constitucionales"
La Corte, sin embargo, diferenció los reglamentos de ejecución adjetivos, que
disponen sobre cuestiones de procedimiento para la adecuada aplicación de la
ley por parte de la Administración pública, de los reglamentos de ejecución
sustantivos, en los cuales el órgano legislativo encomienda al Poder Ejecutivo
la determinación de aspectos relativos a la concreta aplicación de la ley. Unos y
otros, a criterio de esta jurisprudencia, hallan su fundamento en la atribución
que faculta al presidente para expedir "las instrucciones y reglamentos que
sean necesarios para la ejecución de las leyes de la Nación, cuidando de no
alterar su espíritu con excepciones reglamentarias" (actual, inc. 2 del art. 99).
De más está recordar que el ejercicio de estas funciones delegadas carece
normalmente de controles de algún tipo por parte del órgano delegante
(Congreso nacional) sobre el delegatario.
Artículo 76.- Se prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo, salvo en
materias determinadas de administración o de emergencia pública, con plazo fijado
para su ejercicio y dentro de las bases de la delegación que el Congreso establezca.
Denominamos Poder Ejecutivo a aquel órgano del Estado que ejerce, como
poder constituido, la dirección política de éste y es el encargado de su
administración. De ahí que también se lo llame "poder administrador".
El Poder Ejecutivo ostenta, primaria y principalmente, el ejercicio de la función
administrativa aun cuando también hay competencia de esta índole en los
órganos legislativo y judicial.
Es función del Poder Ejecutivo la conducción de la política gubernativa. Es este
órgano el que ejerce el liderazgo político y tiene a su cargo la aplicación no sólo
de sus propias decisiones, sino también de las que derivan de los otros
órganos del poder.
Se trata de un poder continuo, porque no admite interrupciones en su accionar.
No conoce ni admite recesos, porque es el órgano rector de la conducción
política del Estado. Nuestra Constitución admite la posibilidad de delegar el
ejercicio del Poder Ejecutivo. y previene y repara con inmediatez la ausencia de
poder.
El Poder Ejecutivo es esencialmente político. Si bien pensamos que todos los
poderes del Estado lo son, algunos de ellos resultan evidentemente más
políticos (el Ejecutivo y el Legislativo), y otros, menos (el Judicial).
En nuestro país, otro rasgo distintivo lo constituye su carácter unipersonal el
art. 87 de la Constitución nacional lo identifica con el "presidente de la Nación
Argentina".
Esta posición ha sido criticada por una parte de la doctrina nacional -Matienzo,
Marienhoff, Ekmekdjian-, para la cual nuestro Poder Ejecutivo es colegiado. Se
fundamentan en la existencia de los ministros que acompañan al presidente. El
art. 100 de la Constitución requiere la firma de ellos para convalidar la del
propio presidente. Es lo que se conoce con la denominación de "refrendo
ministerial". Sin el cumplimiento de este requisito los actos del presidente
carecen de valor.
La tesis de la unipersonalidad -sostenida por Linares Quintana, Bidart Campos
y Bidegain, entre otros-afirma que el texto de la Constitución es suficiente para
descartar el carácter colegiado, en cuanto enuncia que "el Poder Ejecutivo de
la Nación será desempeñado por un ciudadano con el título de «presidente de
la Nación»" (art. 87). El art. 99, al hacer referencia a las facultades del órgano
ejecutivo, establece: "El presidente de la Nación tiene las siguientes
atribuciones: (...)". Esta última norma dispone además, en su inc. 7, que el
presidente de la Nación es quien designa y remueve, por sí mismo, al jefe de
Gabinete de Ministros y a los demás ministros del despacho. La claridad de las
normas mencionadas, a nuestro parecer (Ziulu), evidencia el carácter
estrictamente unipersonal del Poder Ejecutivo y le hace perder fuerza al criterio
pluripersonal.
A. Presidente y Vicepresidente
Condiciones de elegibilidad
Artículo 89.- Para ser elegido Presidente o vicepresidente de la Nación, se requiere
haber nacido en el territorio argentino, o ser hijo de ciudadano nativo, habiendo nacido
en país extranjero; y las demás calidades exigidas para ser elegido senador.
B. Juramento
Artículo 93.- Al tomar posesión de su cargo el presidente y vicepresidente prestarán
juramento, en manos del presidente del Senado y ante el Congreso reunido en
Asamblea, respetando sus creencias religiosas, de "desempeñar con lealtad y
patriotismo el cargo de Presidente (o vicepresidente) de la Nación y observar y hacer
observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina".
C. Remuneración
Artículo 92.- El Presidente y vicepresidente disfrutan de un sueldo pagado por el
Tesoro de la Nación, que no podrá ser alterado en el período de sus nombramientos.
Durante el mismo período no podrán ejercer otro empleo, ni recibir ningún otro
emolumento de la Nación, ni de provincia alguna.
D. Prerrogativas
La única prerrogativa constitucional explícita a favor de ambos funcionarios es
la de que disfrutan de un sueldo pagado por el Tesoro de la Nación que no
podrá ser alterado en el período de sus nombramientos art. 92, CN). Sin
embargo el Presidente no puede ser destituido sino por medio del juicio político
(art. 53, Const. nacional), circunstancia que -según el derecho consuetudinario
local- le ha conferido una serie de prerrogativas relativamente similares,
respecto a su procesamiento y detención penal, a las de los legisladores,
comenzando por la de no ser arrestado sin previa destitución. Idéntica situación
protege el vicepresidente y a los ministros, y a los jueces de la Corte Suprema.
La ley 25.320 determina también que todo funcionario (concepto que abarca al
presidente y a los ministros) o magistrado sujeto al juicio político puede ser
sometido a juicio penal, y que el llamado a indagatoria no se considera medida
restrictiva de la libertad; pero que, si el convocado no concurre, el juez tendrá
que requerir tal juicio político. Del mismo modo, si dicho juez dispone una
medida que afecte la inmunidad de arresto, no será efectiva sino hasta que, por
el juicio político, el funcionario sea separado del cargo. Todo ello no es
obstáculo para que el funcionario o magistrado a quien se le impute la comisión
de un delito tenga derecho, aunque no hubiere sido indagado, a presentarse al
tribunal, aclarar los hechos y ofrecer pruebas. Si se denegare la remoción por
medio del juicio político, el expediente penal continúa su tramitación en lo
posible, y se suspende el curso de la prescripción.
E. Residencia
El requisito constitucional de la residencia del presidente en el territorio de la
Nación está incluido entre las atribuciones del Poder Ejecutivo (arL 99, inc. 18),
aun cuando, más que una prerrogativa, implica una verdadera exigencia.
La norma mencionada dispone que "puede ausentarse del territorio de la
Nación, con permiso del Congreso. En el receso de éste, sólo ·podrá hacerlo
sin licencia por razones justificadas de servicio público".
Antes de la reforma de 1994, dicha norma exigía tal autorización para salir de
la Capital. Sin embargo, la misma enmienda constitucional dejó indemne el
texto del art. 89 (antes, art. 75), que establece como causal de acefalía "la
ausencia de la Capital".
Este permiso del Congreso para que el presidente pudiera salir de la Capital
había caído en desuso. Es más: el presidente reside en la provincia de Buenos
Aires y se moviliza cotidianamente dentro del territorio de la República sin
requerir tal autorización.
La disposición constitucional mantiene su vigencia, no obstante, cuando se
trata de una salida del territorio nacional. En los últimos años, este permiso no
es otorgado para cada viaje en particular, sino que el Congreso ha creído
conveniente extender una licencia amplia, dentro de un período de tiempo, para
salir del país cuando el propio presidente lo considere necesario.
F. Duración y Cesación
Duración
Artículo 90.- El Presidente y vicepresidente duran en sus funciones el término de
cuatro años y podrán ser reelegidos o sucederse recíprocamente por un solo período
consecutivo. Si han sido reelectos o se han sucedido recíprocamente no pueden ser
elegidos para ninguno de ambos cargos, sino con el intervalo de un período.
G. Acefalía
Artículo 88.- En caso de enfermedad, ausencia de la Capital, muerte, renuncia
o destitución del Presidente, el Poder Ejecutivo será ejercido por el
vicepresidente de la Nación. En caso de destitución, muerte, dimisión o
inhabilidad del Presidente y vicepresidente de la Nación, el Congreso
determinará qué funcionario público ha de desempeñar la Presidencia, hasta
que haya cesado la causa de la inhabilidad o un nuevo presidente sea electo.
Este artículo prevé los casos de "acefalía del Poder Ejecutivo", La situación de
"acefalía" se produce por la falta o ausencia del titular del Poder Ejecutivo. En
estos casos se pone en acción la figura del vicepresidente el que, sin embargo,
no es un mero funcionario "de reserva" que esté a la espera de sustituir al
presidente, ya que tiene como funciones propias, la presidencia del Senado de
la Nación.
El texto constitucional establece dos tipos de causales de vacancia del Poder
Ejecutivo: transitorias y definitivas.
Causales transitorias de acefalía
Las causales transitorias son: enfermedad y ausencia de la Capital
(actualmente, del país) del presidente de la república.
Enfermedad: Los términos inhabilidad y enfermedad, incluidos en el art. 88 de
la Constitución, son intercambiables o, expresado con mayor propiedad, la
inhabilidad debe ser la consecuencia de la enfermedad.
En efecto, no cualquier enfermedad abre necesariamente la sucesión del
presidente o del vicepresidente, en defecto de ambos. Una enfermedad leve
(verbigracia: una gripe, una rinitis o bronquitis alérgica) no los incapacitaría
para ejercer sus funciones y, por tanto, sería improcedente en esos casos
pretender aplicar las normas relativas a la acefalía.
Ausencia: Otra de las causales transitorias es la de ausencia de la Capital
Federal. En realidad, se ha producido una desuetudo (pérdida de validez de
una disposición) por el derecho consuetudinario, ya que el presidente de la
Nación todos los días abandona la Capital Federal, ya que la residencia
presidencial de Olivos, obviamente, está fuera del distrito federal.
La costumbre ha cambiado la ausencia de la Capital Federal, por la ausencia
del país. En este último caso se produce efectivamente el traspaso temporario
del Poder Ejecutivo al vicepresidente o al funcionario subrogante, en su
defecto.
Causales definitivas de acefalía
Las causales definitivas son: muerte, renuncia, destitución o inhabilidad.
Muerte: La muerte del presidente o del vicepresidente es una causal definitiva
de acefalía. En este caso el funcionario que corresponda (vicepresidente o
funcionario subrogante) asume el ejercicio del poder y el cargo.
Renuncia: La renuncia del presidente o vicepresidente también es una causal
definitiva de acefalía. La renuncia debe ser fundada, porque conforme al art.
75, inc. 21, de la Constitución nacional el Congreso debe admitir o rechazar los
motivos de ella. De la redacción de ese texto no surge la atribución del
congreso de rechazar la renuncia en sí, sino sólo los fundamentos de ella.
Destitución: Es la separación del presidente o vicepresidente como castigo por
faltas o delitos cometidos. En nuestra Constitución esta separación se produce
únicamente mediante el juicio político.
Inhabilidad: La doctrina mayoritaria entiende que tiene una extensión residual,
es decir, que comprende cualquier tipo de impedimento en el ejercicio del
cargo, con excepción de los restantes enumerados: puede ser la inhabilidad
física, producida por enfermedad o accidente, o la psíquica, la motriz, etc. que
le impida ejercer el cargo en plenitud.
La pregunta clave en este tema es la siguiente: ¿quién está legitimado para
declarar la existencia de la situación de inhabilidad y, consecuentemente, la
vacancia del Poder Ejecutivo?
Sí el propio presidente lo advirtiera, podría así declararlo renunciando al cargo.
Tal fue el caso, por ejemplo, del Dr. Roberto Marcelino Ortiz (presidente
1938/1942), el cual, agobiado por una grave diabetes, renunció al cargo,
ocupando su lugar el entonces vicepresidente Dr. Ramón Santiago Castillo.
Pero si esta situación no se produce, entendemos que hay que distinguir dos
supuestos:
a) Sí la inhabilidad obedece a mal desempeño, el funcionario debe ser
sometido a juicio político, conforme lo determina el art. 53 de la Constitución.
b) Si la inhabilidad (física o psicológica) es permanente y debida a una
enfermedad no recuperable, pensamos que la declaración puede ser hecha por
el Congreso, previa acreditación de ella en juicio contradictorio, a sustanciar en
forma análoga al juicio político. Pensamos que esto debe ser así, ya que si
para privar del cargo al presidente o vicepresidente, por una causal imputable a
ellos es necesario un juicio político, a fortiori también es menester una forma de
proceso contradictorio para determinar una incapacidad no culpable, salvando
así el derecho de defensa del interesado.
Efectos
El artículo prevé que si se presenta alguna de estas causales con relación al
presidente, el Poder Ejecutivo es asumido por el vicepresidente.
Si la causal es transitoria, este funcionario ejercerá el Poder Ejecutivo hasta
que ella cese. En tales casos, el encabezamiento de los decretos suele ser el
siguiente: "El vicepresidente de la Nación, en ejercicio del Poder Ejecutivo
nacional, decreta:... ".
Si alguna de estas casales afectan a ambos funcionarios (presidente y
vicepresidente, corresponde la designación del funcionario subrogante.
En caso de que la vacancia del Poder Ejecutivo sea definitiva, el vicepresidente
asume el cargo de presidente por el resto del período y, conforme al derecho
consuetudinario, debe prestar nuevo juramento.
Si el vicepresidente no puede hacerse cargo del Poder Ejecutivo porque a su
vez existe una causal respecto a él por ejemplo, renuncia el presidente y el
vicepresidente ha muerto, renuncio o está enfermo, el art. 88, segundo párrafo,
de la Constitución se limita a otorgar al Congreso la atribución de designar al
sucesor, con el único requisito de que dicho reemplazante sea un funcionario
público, es decir, una persona que ejerza un cargo en alguno de los
departamentos del Estado (en el Congreso, en la Administración pública, o en
el Poder Judicial) y, obviamente, que cumpla los requisitos del art. 89 de la
Constitución nacional.
Este segundo párrafo puede ser interpretado de dos maneras distintas:
a) que el Congreso "determine" el orden de sucesión presidencial en abstracto,
es decir, a priori, mediante una ley genérica y para todos los casos; y
b) que el Congreso designe al sucesor en cada caso concreto en que se
presente la acefalía, es decir, mediante un acto ad hoc.
El Congreso nacional, en dos oportunidades, ha optado por la primera
alternativa.
Ley 20972
En el año 1868, durante la presidencia de Bartolomé Mitre y mientras éste
estaba al frente de los ejércitos aliados en la Guerra de la Triple Alianza,
falleció el vicepresidente, Dr. Marcos Paz. Para cubrir esa acefalía, el Congreso
sancionó la ley 252.
Dicha ley fue sustituida por la 20.972, del año 1975, época en que había serios
temores de que pudiera darse nuevamente una situación de acefalía. Esta ley
ha seguido un criterio híbrido.
Ambas leyes son reglamentarias del segundo párrafo del art. 88 de la
Constitución.
La ley 252 no distinguía entre acefalía transitoria y acefalía permanente,
aplicando el mismo criterio en todos los casos.
La ley 20.972, actualmente vigente, distingue -a nuestro entender,
correctamente- entre ambos casos.
Para la acefalía definitiva dispone que además de reunir los requisitos del art.
76 (actualmente art. 89) de la Constitución nacional, el funcionario subrogante
que se hará cargo del Poder Ejecutivo debe ser elegido entre los miembros de
las cámaras del Congreso nacional y los gobernadores de provincia (art. 4 Ley
20.972), limitando el concepto de "funcionario público" del nrt. 88 de la
Constitución, a estas dos categorías. Ello no impide que, en un caso
determinado, el Congreso se aparte de esta limitación y designe a otra
persona, con tal de que ésta sea funcionario público y cumpla los recaudos del
art. 89.
No estamos de acuerdo (Ekmekdjian) con la inclusión de los gobernadores de
provincia entre los candidatos a subrogar el Poder Ejecutivo en caso de
acefalía, porque ellos no son funcionarios públicos nacionales y el segundo
párrafo del art. 88 se refiere -obviamente- a éstos.
Por otra parte la elección de un gobernador de provincia podría lesionar el
sistema federal, al alterar el equilibrio político, social y económico en favor de
su provincia o su región. Se podría argumentar que esto puede suceder con
cualquier funcionario, incluso con el presidente y vicepresidente. Esto es cierto,
pero con la designación de un gobernador, quien está en ese momento en la
gestión provincial, el peligro de parcialidad parece ser más intenso.
Procedimiento en caso de acefalía transitoria.
Para el caso de acefalía transitoria el procedimiento es prácticamente
automático, ya que la sucesión está prevista a priori.
En efecto, la ley mantiene el mismo orden sucesorio que establecía la ley 252,
para todos los casos. Los funcionarios subrogantes son: 1) el presidente
provisorio del Senado; 2) en su defecto, el presidente de la Cámara de
Diputados; 3) En su defecto, el presidente de la Corte Suprema de Justicia. El
funcionario designado tiene el mismo rol del vicepresidente en casos similares.
Procedimiento en caso de acefalía definitiva
El procedimiento previsto en la ley 20.972 para la designación del funcionario,
en caso de acefalía definitiva, debiera ser rápido y expeditivo, ya que un país
no puede quedar sin Poder Ejecutivo, ni siquiera por algunas horas. La ley
20.972 establece que debe reunirse la Asamblea Legislativa (sesión conjunta
de ambas cámaras del Congreso Nacional), dentro del plazo de 48 horas de
haberse producido el hecho que originó la acefalía definitiva.
Dicha asamblea sesionará con el quórum de los 2/3 de los miembros de cada
cámara, es decir que el quórum se cuenta para cada cámara separadamente.
Si no se logra reunir dicho quórum, la asamblea será citada nuevamente en el
plazo de 48 horas de fracasada la primera convocatoria, y podrá sesionar con
los miembros que concurran.
La elección debe ser realizada en una sola sesión de la asamblea, lo cual no
significa que deba realizársela el mismo día, ya que la sesión puede ser
suspendida por un pase a cuarto intermedio.
Desde que se produce el hecho que origina la acefalía definitiva hasta la
elección del funcionario subrogante, el Poder Ejecutivo será ejercido
provisoriamente por el funcionario que debe hacerlo en los casos de acefalía
transitoria, ya mencionados más arriba.
A diferencia de lo que sucedía con la anterior ley 252, la 20.972 no establece
plazo para el desempeño del funcionario sustituto. Esta omisión no nos parece
inconstitucional, como sostiene Bidart Campos. En efecto: interpretando esta
norma armónicamente con el art. 75, inc. 21, de la Constitución se deduce que
corresponde al Congreso decidir, en cada caso, si es políticamente
conveniente el llamado inmediato a elecciones, o si, al contrario, es
conveniente diferir la elección o, incluso, esperar a que venza el período del
anterior presidente.
El Congreso no está obligado por las disposiciones de esta ley y podría, en un
caso concreto, apartarse de ellas. En tal sentido, podría designar a otro
candidato, siempre que éste sea funcionario público y cumpla los requisitos del
art. 89 de la Constitución nacional.
El funcionario designado ejercerá el Poder Ejecutivo hasta que un nuevo
presidente sea electo. Decidir el momento en que se deba efectuar tal elección,
es prerrogativa del Congreso (art. 75, inc. 21), pero nunca más allá del
cumplimiento del plazo de cuatro años que pudiera completar el funcionario
designado.
H. Responsabilidad
La adopción del sistema· republicano de gobierno implica el reconocimiento de
la responsabilidad de todos los funcionarios públicos. En nuestro sistema
político, la responsabilidad del presidente y el vicepresidente en el ejercicio de
sus funciones sólo puede ser considerada por medio del juicio político (arts. 53,
59 y 60). No hay otra forma de destitución. Es ésta una característica propia del
régimen presidencialista.
En los sistemas parlamentarios es conocido el voto de censura, en. Virtud del
cual el Parlamento puede destituir al jefe de Gobierno. En nuestro país, esta
modalidad, si bien ha sido introducida como una variante para proceder a la
destitución del jefe de Gabinete de Ministros (art. 101), no es aplicable con
relación al presidente y el vicepresidente de la Nación.
El juicio político constituye un procedimiento de muy difícil operatividad para
enjuiciar al presidente y al vicepresidente de la Nación. En la Argentina nunca
se lo aplicó a estos funcionarios.
El nuevo art. 95, que sustituyó al anterior art. 82, establece, con una harto
deficiente técnica legislativa, un margen máximo ("dentro de") de dos meses,
como límite temporal anterior a la elección, en lugar de establecer un margen
mínimo ("no menos de") o al menos ambos.
En otras palabras, interpretando a la letra el nuevo texto constitucional, la
elección de presidente podría efectuarse el día anterior a la conclusión del
mandato del presidente en ejercicio.
Artículo 96.- La segunda vuelta electoral, si correspondiere, se realizará entre las dos
fórmulas de candidatos más votadas, dentro de los treinta días de celebrada la
anterior.
El nuevo art. 96, que sustituyó totalmente al anterior art. 83, ratifica el sistema
de doble vuelta establecido en el art. 94 y determina el plazo mínimo de treinta
días de realizada la primera vuelta, dentro del cual debe efectuarse la segunda
vuelta electoral, entre las dos fórmulas más votadas, si correspondiere.
De este art. 96 surge claramente que las dos vueltas deben hacerse sobre las
fórmulas, es decir, sobre el binomio presidente-vicepresidente. Esto significa
que no se puede recomponer o rehacer las fórmulas de la primera vuelta. En
efecto, no es posible hacer una alianza, v.gr. haciendo una nueva fórmula
integrada con un candidato a presidente de una de ellas y con un candidato a
vicepresidente de otra fórmula. Tampoco se puede intercambiar las
candidaturas.
En otras palabras, las fórmulas (binomio presidente-vicepresidente) de la
primera vuelta son inalterables para la segunda vuelta, y si hay alianzas deben
hacerse sobre la base de alguna de aquéllas.
Si los integrantes de una de las dos fórmulas más votadas declinan su
candidatura para la segunda vuelta, la tercera fórmula no la reemplaza, sino
que se consagra la fórmula más votada remanente.
Artículo 97.- Cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta, hubiere
obtenido más del cuarenta y cinco por ciento de los votos afirmativos válidamente
emitidos, sus integrantes serán proclamados como Presidente y vicepresidente de la
Nación.
El nuevo art. 97, que sustituyó totalmente al anterior art. 84, establece que
cuando la fórmula más votada haya alcanzado a más del 45 % del total de los
votos válidos y afirmativos emitidos (no se cuentan los votos en blanco, ni los
anulados) sus integrantes serán proclamados directamente cómo presidente y
vicepresidente sin pasar por la segunda vuelta.
Es necesario señalar una diferencia fundamental con la forma tradicional del
balotaje que establece la excepción a la segunda vuelta sólo cuando la fórmula
más votada haya alcanzado más de la mitad (50,1 %) del total de los votos
válidos emitidos.
En efecto, la teleología del balotaje estriba en que no hay segunda vuelta
cuando una fórmula resulta votada por una parte sustancial del electorado, es
decir, por más de la mitad de los ciudadanos electores.
Artículo 98.- Cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta hubiere
obtenido el cuarenta por ciento por lo menos de los votos afirmativos válidamente
emitidos y, además, existiere una diferencia mayor de diez puntos porcentuales
respecto del total de los votos afirmativos válidamente emitidos sobre la fórmula que le
sigue en número de votos, sus integrantes serán proclamados como Presidente y
vicepresidente de la Nación.
El nuevo art. 98, que sustituyó totalmente al anterior art. 85, establece una
segunda excepción a la segunda ronda electoral. Cuando la fórmula más
votada hubiera obtenido el cuarenta por ciento de los votos afirmativos válidos
emitidos y con la segunda fórmula más votada hubiera una diferencia mayor de
diez puntos de los votos afirmativos válidos emitidos, también se proclamará
directamente a los candidatos de la primera, sin pasar por la segunda vuelta
electoral.
III. El Vicepresidente
La Constitución prevé, como reemplazante natural del Presidente de la
República, a un Vicepresidente que es elegido conjuntamente con aquél (arts.
89 a 93). Para su elección, debe reunir todas condiciones que la Constitución le
impone al Presidente; no lo deben alcanzar las incompatibilidades establecidas
para éste último; y debe recibir una remuneración a cargo del Tesoro de la
Nación.
La fuente a que acudieron los constituyentes de 1853160 para incorporar la
institución del vicepresidente, fue la Constitución de los Estados Unidos. No
estaba previsto en las Constituciones de 1819 y 1826, así como tampoco en el
Proyecto de Alberdi.
Esta institución presenta, en cuanto a su naturaleza, características complejas:
No forma parte del Poder Ejecutivo, porque éste es Unipersonal y el
vicepresidente no comparte las atribuciones de su titular. Su ubicación efectiva
es, por tanto, el Poder Legislativo, donde desempeña la presidencia del
Senado. Sin embargo, al no ser senador no puede ejercer las funciones de
éstos
A. Funciones
La Constitución le atribuye dos funciones fundamentales: 1) ejercer la
presidencia del Senado; 2) reemplazar al Presidente de la República, en forma
transitoria o definitiva, cuando se produce alguna de las hipótesis
contempladas en el art. 88 de la Constitución.
El art. 57 de la Ley Fundamental dispone que el vicepresidente de la Nación
será presidente del Senado, con todas las prerrogativas propias de tal cargo. El
otorgamiento de esta función respondió al propósito de preservar la igualdad de
las provincias en el Senado y evitar así que, alguna de ellas, pudiera tener un
rol dominante sobre las restantes por ser investido como presidente del cuerpo
alguno de sus representantes.
En la adopción de decisiones por el Senado, el vicepresidente no puede
intervenir emitiendo su voto. Solamente lo puede hacer en caso de empate,
facultad que puede tener particular relevancia en el proceso legislativo.
Solamente queda excluido de presidir el Senado cuando, en un juicio político,
se acusa al presidente de la Nación (art. 59).
La facultad de dirimir un empate mediante la emisión del voto se concede
únicamente al Vicepresidente de la República, pero no al presidente provisorio
del Senado que conduce ese cuerpo por la ausencia de aquel funcionario. El
principio de igualdad de las provincias y la Ciudad de Buenos Aires que rige la
integración del Senado, no permite otorgar un voto adicional al representante
de alguna de ellas.
Sin embargo, cuando fue sancionada la ley 25.602 modificatoria del Código
Penal, el 30 de mayo de 2002, el Senado se apartó de ese criterio. Al
producirse el empate en la votación, el senador Juan Carlos Maqueda, quien ya
había votado corno tal por la aprobación de la norma, resolvió emitir un voto
adicional en su carácter de presidente provisorio del Senado. Tal determinación
se basó sobre los arts. 34 y 216 del Reglamento del Senado vigente a ese
momento. Establecían que el presidente provisorio del Senado tenía un voto
adicional en caso de empate. Estas normas están reproducidas por los
actuales arts. 33 y 21 del Reglamento aprobado el 18 de diciembre de 2002.
Sánchez Marincolo expone que "El presidente provisorio o provisional del
Senado puede votar en su carácter de senador, pero no podría votar, en un
doble voto o utilizando voto de desempates cuando aquel voto le corresponde
como desempate exclusivamente al vicepresidente de la Nación actuando
como presidente del Senado, pero no al senador que actúa corno presidente
provisorio del Senado".
La segunda función del vicepresidente consiste en ejercer la titularidad del
órgano ejecutivo, ya sea en forma transitoria o definitiva, en caso de
enfermedad, ausencia de la Capital, muerte, renuncia o destitución del
presidente. A ellas se añade la causal de inhabilidad citada por el art. 88 de la
Constitución.
A. Funciones
El jefe de Gabinete es uno de los ministros del Poder Ejecutivo que tiene, como
tal, las atribuciones que la constitución les confiere a aquéllos y que puedan
resultar aplicables más las que específicamente le atribuye la ley fundamental.
La relación que mantiene con el presidente es jerárquica, más allá de las
funciones de coordinación y cooperación.
Corresponde al jefe de gabinete coordinar, preparar y convocar a los ministros
en reuniones plenarias de gabinete. Esas reuniones son presididas por el jefe
de gabinete solamente en ausencia del Presidente de la República.
Los proyectos de leyes de ministerios y presupuesto son considerados en
acuerdo de gabinete y, una vez aprobados por el Presidente, corresponde que
el jefe de gabinete los remita al Congreso. Sin perjuicio de la eventual
participación que el Poder Ejecutivo le pueda requerir al jefe de gabinete en la
elaboración del proyecto, su función se limita a elevarlo al Congreso actuando
en representación del Presidente.
Una de las misiones del jefe de gabinete consiste en tener a su cargo las
funciones de recaudación de las rentas de la Nación y la ejecución de la ley de
presupuesto. Si bien todas las funciones del jefe de gabinete están sujetas al
control y fiscalización de quien ejerce la titularidad del Poder Ejecutivo, con
particular referencia a ésta el art. 99, inc. 100, de la Constitución establece que
el Presidente supervisa el ejercicio de ella con arreglo a la ley o presupuesto de
gastos nacionales.
Reiterando los principios establecidos en los arts. 104 106 de la Constitución, el
art. 100, incs. 9°y 10, dispone que el jefe de gabinete puede concurrir a las
sesiones del Congreso y participar en sus debates, aunque sin potestad de
voto, y que al dar comienzo el Poder Ejecutivo a las sesiones ordinarias, el jefe
de gabinete con los restantes ministros presentarán una memoria detallada del
estado de la Nación en las áreas de sus respectivas competencias.
También es función del jefe de gabinete realizar los informes y producir las
explicaciones, en forma verbal o escrita, que las Cámaras soliciten al Poder
Ejecutivo.
La Corte Suprema de Justicia reconoció que, el jefe de gabinete, tiene
legitimación activa en los procesos judiciales para ejercer las funciones que le
confiere la Constitución. Consideró que está habilitado para plantear la falta de
jurisdicción de un órgano judicial cuya actuación, al disponer una medida
cautelas suspendiendo los efectos de un decreto de necesidad y urgencia,
generó un conflicto de poderes configurando una cuestión que encuadra en el
art. 100, inc. 1°, de la Constitución. Su petición no tenía por objeto accionar en
defensa de la validez de un acto presidencial, sino cuestionar la intervención
del órgano judicial sobre una materia exenta de su jurisdicción.
B. Designación y remoción
Al igual que el resto de los ministros, el jefe de Gabinete de Ministros es
designado por el Poder Ejecutivo sin participación legislativa alguna. Al
respectó, el inc. 7 del art. 99 establece que el Poder Ejecutivo ''por sí solo
nombra [...] al Jefe de Gabinete de Ministros". Esta modalidad le quita a la
innovación toda reminiscencia del régimen parlamentario, en el cual la
designación del jefe de Gobierno es atribución del Poder Legislativo.
Con respecto al procedimiento de remoción de este funcionario, la Constitución
prevé tres alternativas: 1) destitución por juicio político (arts. 53, 59 y 60); 2)
remoción -por sí solo- por el presidente de la República; y 3) remoción por
moción de censura del Congreso (arts. 100, 2'' párr., y 101).
Si bien esta última alternativa parece tener vinculación con los sistemas
parlamentarios, en la práctica prevalecerá siempre la voluntad del presidente,
que tendrá a su disposición el recurso rápido y expeditivo de remover a su jefe
de Gabinete y reemplazarlo por otro -por si solo-, antes de correr el albur del
desgaste político que implicaría una destitución mediante el juicio político, o
una moción de censura del Congreso.
V. Ministros
Para cumplir con sus funciones el presidente cuenta con la colaboración directa
e inmediata de sus ministros, cuya gravitación en el proceso político aumenta
en igual forma que la del presidente. En efecto, ese crecimiento y
especificación dé las funciones ejecutivas han jerarquizado la labor ministerial,
traduciéndola en un rol de carácter indispensable para la realización de los
aspectos más técnicos y complejos de la función gubernamental.-
Los Ministros según una parte de la doctrina, son simples secretarios del Poder
Ejecutivo, según otros autores son integrantes del Poder Ejecutivo. Estas
posiciones están ligadas a la concepción que se tenga sobre la unipersonalidad
o colegialidad del Poder Ejecutivo en nuestro régimen constitucional.
Si tenemos en cuenta que nuestro Poder Ejecutivo es presidencialista y por
ende unipersonal, los ministros no comparten la titularidad del organo ejecutivo
con el presidente, pero se desempeñan en su ámbito y bajo su dependencia.
Bidart Campos le asigna a esta institución la naturaleza de un órgano
"extrapoder", porque no forma parte de ninguno de los tres poderes, aun
cuando se halle acoplado al Poder Ejecutivo.
A. Incompatibilidades
Si bien la Constitución no establece las condiciones para ser designado
ministro, conforme a la legislación civil deben tener capacidad jurídica para la
ejecución de los actos correspondientes a sus funciones. Asimismo, no podrían
ser designados ministros quienes como consecuencia de una sanción penal
están inhabilitados para ocupar cargos públicos, ni las personas que están
purgando penas privativas de libertad por sentencia firme.
Al margen de estas incompatibilidades la ley de ministerios en el texto
ordenado por el decreto 4381/92, establece que los ministros, secretarios y
subsecretarios no pueden ejercer actividades comerciales, negocios, empresas
o profesiones vinculadas con los poderes, organismos o empresas nacionales,
provinciales y municipales, con excepción de la docencia (art. 24).
Tampoco pueden intervenir en procesos judiciales o administrativos o
gestiones en las cuales sea parte la Nación, las provincias o municipios, ni
desempeñar actividades en las cuales, sin estar comprometido el interés del
Estado, su condición de funcionario pueda influir en la decisión de la autoridad
competente o alterar el principio constitucional de igualdad (art. 25).
A ellas se añaden las incompatibilidades establecidas por la Constitución (art.
105) que establece "no pueden ser senadores ni diputados, sin hacer dimisión
de sus empleos", ya sea en forma directa o implícita, y las inhabilidades
resultantes de aquellas leyes que vedan el acceso a los cargos públicos a
quienes fueron condenados por la comisión de ciertos delitos.
Consideramos que no pueden ser ministros quienes desempeñan cargos
públicos, sean o no electorales, nacionales, provinciales o municipales, sin
renunciar previamente a ellos.
Pese a la rotunda prohibición del artículo 105 de la Constitución, se han
presentado algunos casos de legisladores que asumieron una cartera
ministerial, sin renunciar a sus cargos, aunque con permiso de la Cámara
respectiva, en estos casos se les otorgó licencia.
B. Designación
Los ministros, en nuestro sistema constitucional, son designados directamente
por el presidente de la República. Se entiende que tal nombramiento deriva de
una decisión personalísima del titular del Poder Ejecutivo. Al respecto, el art. 99
de la Constitución, en su inc. 7, establece que el presidente "por sí solo nombra
Y remueve [...] a los demás ministros del despacho". Esto refuerza el carácter
unipersonal de la primera magistratura política de la República.
Consideramos (Ziulu), en consecuencia, que ni la designación ni la remoción
de los ministros requieren refrendo ministerial. En sentido opuesto a esta
opinión, Sagüés opina que ese requisito es necesario.
C. Remoción
Si bien la designación de un ministro es un acto que siempre debe provenir del
Poder Ejecutivo, no ocurre lo mismo con la remoción. Esta puede ser
consecuencia de una decisión del presidente o de la destitución resuelta por el
Congreso, mediante el juicio político (arts. 53, 59 y 60 de la Constitución). Esta
última posibilidad sin embargo, es de muy difícil operatividad.
E. Responsabilidad
El art. 102 de la Constitución dispone: "Cada ministro es responsable de los
actos que legaliza; y solidariamente de los que acuerda con sus colegas" A su
vez, el art. 104 establece que "luego que el Congreso abra sus sesiones,
deberán los ministros del despacho presentarle una memoria detallada del
estado de la Nación, en lo relativo a los negocios de sus respectivos
departamentos".
Además, los ministros están obligados a concurrir a las Cámaras legislativas
cuando son requeridos por éstas para dar explicaciones e informes (art. 71).
Los ministros tienen plena responsabilidad: penal (pueden ser procesados
penalmente), civil (pueden ser obligados a reparar los daños que hubieran
provocado), administrativa, pero no política (salvo el jefe de gabinete), excepto
que se interprete como responsabilidad política la eventual del juicio político.
El informe a que se refiere este artículo no debe confundirse con el que está
obligado a rendir el presidente en la apertura del período ordinario de sesiones.
En efecto, la idea de los constituyentes de 1853 era separar el informe
presidencial, que debía ser general, y sumario, abarcando sólo las grandes
líneas del cuadro, de aquel al que están obligados los ministros por este
artículo, que debía desarrollar cada uno de los capítulos del mensaje
presidencial.
Artículo 106.- Pueden los ministros concurrir a las sesiones del Congreso y tomar
parte en sus debates, pero no votar.