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Universidad Nacional Autónoma De México

Maestría De Docencia En Educación Media Superior


Facultad De Psicología
Roberto Terrones Guerrero

Resiliencia en escuela; el estudiante adolescente y los docentes


Introducción

¿De qué se habla cuando se hace mención del mundo adolescente? Es una pregunta con una
respuesta compleja que se debe de direccionar a comprender las circunstancias que se
desarrollan en su día cotidiano. Muchas de estas situaciones pueden ser consideradas
favorables, de desarrollo, con un clima óptimo para trabajar y progresar de una forma
personal, pero también existen situaciones que pueden ser de adversidad y comprometan al
adolescente a satisfacer sus carencias a cualquier costo para sobrevivir. Es natural que estas
vivencias sean experimentadas por los adolescentes ya que se encuentran en una transición
de ser niños a desarrollarse y empezar a visualizarse como adultos (Vinaccia, Quiceno,
Moreno San Pedro, 2007).

Las situaciones adversas en los estudiantes pueden ser consideradas también como
problemas sociales, debido a que se desarrollan en un contexto amplio y son generadas a
partir de las necesidades de la comunidad y el contexto socio-cultural. Algunas de estas
situaciones adversidad son: la deserción escolar por falta de recursos, embarazos no
deseados, necesidad de trabajar, violencia intrafamiliar, inseguridad social.

También es necesario mencionar las adversidades que pueden llegar a vivir dentro del
espacio del colegio, ya que una vez atravesada la puerta de entrada, el contexto es
totalmente distinto, por lo que existen factores de relevancia escolar que pueden ser de
protección (amigos, actividades lúdicas, profesores, orientadores, compañerismo) pero
también de riesgo (falta de integración social, carencia de habilidades sociales, percepción
de hostilidad en las relaciones académicas, humillaciones, bullying, etc.).

Sin embargo, hasta ahora se han mencionado los factores de riesgo y adversidad que
pueden vivenciar los estudiantes adolescentes, pero hay otro actor académico al cual se le
debe poner especial atención a sus vivencias y formas de relacionarse en el medio; el
docente. Este actor también padece situaciones de adversidad día con día (muchas veces
son dejadas de lado en importancia), y así como con los alumnos es necesario resaltar sus
vivencias para lograr empatizar su relevancias para la persona y de esa forma analizar o
intervenir sobre sus estrategias de afrontamiento. Cabe mencionar que el punto fino no
recae sobre la forma en que se percibe y se afronta la realidad, sino recae en la
resignificación de la adversidad para lograr una resiliencia.

Desarrollo

La resiliencia no es un concepto propio de la psicología (como muchos otros), su origen


etimológico proviene de la conjugación de ciertas palabras de origen latín. Entre ellas el
prefijo re que hace referencia a volver atrás, el verbo salire que significa saltar, el sufijo nt
nt y ia de denotan la cualidad en el sujeto (Corominas, 1987; Real Academia Española,
2020). Dando pauta para interpretar la capacidad para volver al sitio de inicio, haciendo
alusión a restablecer el organismo a un punto de equilibrio. Sin embargo, otro tipo de
diccionarios refieren a la resiliencia como la capacidad de resistencia de un cuerpo a la
rotura de un golpe (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997).

Este término ha sido muchas veces utilizado como un similar de los conceptos
homeostasis y resistencia, sin embargo, la resiliencia obedece ciertas características
peculiares que son propias de ella misma y no comparte con otro término.

Analizando la definición de la homeostasis como un término que es utilizado como similar,


se puede decir que su origen proviene de la biología y fisiología con teorías del desarrollo y
la evolución de Darwin, descrita como la capacidad que tiene el cuerpo para mantener y
regular sus condiciones internas. Esta homeostasis es indispensable para asegurar el
funcionamiento adecuado del cuerpo, ya que si las condiciones internas no están reguladas,
el individuo puede sufrir grandes daños o incluso la muerte. Gonzales de Rivera (2008)
refiere a que el proceso de la homeostasis en los humanos debe analizarse desde la
unificación de los procesos psicológicos y fisiológicos debido a que están indisolublemente
unidos y son un factor que moldea la adaptación al medio.
Analizando el trasfondo del concepto, la homeostasis es indispensable para la supervivencia
del ser humano (seres vivos en general) ya que ante la modificación de su medio es
necesario generar estrategias para adecuarse a él, a esto se le llama también adaptación. Ya
lo decía Darwin, la supervivencia no es del más fuerte ni del más inteligente, sino de quien
se pueda adaptar rápidamente al medio. Pero la adaptación no refiere al ser resiliente, ya
que su base se centra en resistir.

La definición de resistencia refiere a la capacidad por aplazar o soportar el estrés o la fatiga,


logrando mantener la actividad sin disminuir su ejecución (Cervera y Blanco, 2015). Este
término como se puede ver proviene de la física, la cual nos indica que la capacidad es
puesta a prueba cuando se contrapuntea a situaciones o elementos que opriman fuerza para
desestabilizar su estructura física.

Posteriormente este concepto fue llevado a la psicología, con la intención de poder analizar
las estrategias de afrontamiento y la personalidad. El afrontamiento a los escenarios
estresantes (ya sean hipotéticos o reales) promueven el interés de la psicología en indagar
más sobre la persistencia o el punto de quiebre de las personas. Para Godoy y Godoy
(2002) la personalidad resistente es algo que se va construyendo y que ayuda a mantener la
salud mental y física debido a que se busca controlar el estrés y la ansiedad las cuales
repercuten en la salud integral.

Desde este enfoque nuevamente se muestra las cualidades de un ser resistente ante la
adversidad y situaciones estresantes como lo pueden ser las relaciones interpersonales, los
duelos, los problemas sociales, la preocupación por el bienestar de los seres amados, etc.
Sin embargo, no se hace mención o referencia de una resignificación o de una postura y
enfoque distinto ante la situación, por lo que se puede decir que resistir no implica un
cambio en la mentalidad sino un mantenimiento de postura.

Aunque la resiliencia si adopta algunos de estos conceptos como la adaptación y la


resistencia su composición marca otra intencionalidad, tal como lo marca su definición.
Aunque no hay un completo acuerdo, su definición desde la operación básica es una
competencia o cualidad positiva que de forma efectiva da afrontamiento en respuesta al
riesgo o a la adversidad (Luthar y Cushing, 1999 citado en Becoña, 2006). Mismo autor
también señala que la resiliencia no es una inmunidad a los estresores sino la habilidad de
recuperarse tras los eventos negativos. Por lo que se puede visualizar no solo una
resistencia sino un nuevo enfoque a partir del aprendizaje. La forma de afrontamiento
también tiene que ver con los factores de protección o fortalezas del individuo, ya que a
partir de la salud, la inteligencia, el temperamento y las habilidades socioemocionales son
influyentes a la hora de sobrepasar la adversidad (Belykh, 2019).

Al profundizar sobre sus características se puede sustentar que mientras se cuente con más
factores de protección hay más probabilidad de conformar una actitud resiliente y disminuir
el impacto socioemocional que generan los factores de riesgo. Algunos factores de riesgo
son el duelo de un ser querido, la pobreza, la humillación, conflictos familiares, exposición
frecuente a la violencia, uso de drogas, conducta antisocial. Mientras que los factores de
protección pueden ser los amigos, la buena armonía familiar, la sana convivencia social, el
apoyo moral y emocional de un tercero, el sentimiento de pertenencia, la aceptación al
medio. Escenario donde la interacción de estas variables cimentan el proceso de resiliencia
(Becoña, 2006).

Como se puede observar, los escenarios son amplios y los factores diversos, por lo tanto se
puede concluir que la resiliencia no es solo algo del mundo adulto. Mismos escenarios
pueden encontrarse en el ambiente escolar y con los adolescentes. Cuando los adolescentes
perciben que no lograrán hacer frente de mejor forma a las situaciones que le provocan
estrés, pueden llegar a comportarse de forma negativa, afectando su círculo social y quizá
consigo mismo también. Por lo tanto la resiliencia se enfoca en tratar de evitar dichas
situaciones, generando actitudes positivas para la vida, a través de la cmunicación asertiva
para poder llegar a las soluciones requeridas (Vinaccia, Quiceno, Moreno San Pedro, 2007).
La interpretación de las circunstancias tiene un claro efecto en el comportamiento del
adolescente. A menudo el pensamiento optimista y el pesimista optan por determinar el
enfoque a la realidad, direccionándose estos pensamientos a la subestimación o disposición
de sí mismo, puntos base para gestionar comportamientos ya que se parte de la idea de ser
capaz o incapaz de lograr algo al afrontarse a la situación atenuante. Dejando como base un
cimiento rico y con predisposición (desde el optimismo) o pobre y subestimado (desde el
pesimismo) para desarrollar la resiliencia (González y Valdez, 2012).

Para Márquez, Verdugo, Villarreal, Montes y Sígales (2016) la resiliencia se compone por
ciertos atributos que en su combinación lograrán que la persona se sobreponga a las
situaciones problemáticas que se desarrollen, estos atributos los enlistan de la siguiente
manera:

 Afrontamiento: tendencia a enfrentar los problemas y la búsqueda de los apoyos


necesarios en caso de requerirse.
 Actitud positiva: enfoque positivo de la vida, la búsqueda de personas positivas, la
disposición para el aprendizaje ante los problemas y tratar de ser feliz a pesar de las
contrariedades que se enfrentan cotidianamente.
 Sentido del humor: disposición a sonreír incluso ante los problemas o situaciones
difíciles.
 Empatía: entender y compartir los estados emocionales o los contextos de las demás
personas.
 Flexibilidad: aceptación de los problemas como parte normal de la vida y la
posibilidad de adaptarse a las pérdidas.
 Perseverancia: la persistencia del esfuerzo para lograr metas a pesar de las
dificultades y la habilidad para reajustarlas, aprender de las dificultades y reconocer
el valor de la adversidad.
 Religiosidad: tendencia a conceptuar los problemas que se enfrentan de acuerdo a
las creencias religiosas que se tengan.
 Autoeficacia: creencia en las propias capacidades para organizar y ejecutar los
cursos de acción requeridos que producirán determinados logros o resultados.
 Optimismo: tendencia de las personas a esperar resultados positivos y favorables en
sus vidas.
 Orientación a la meta: tener metas y aspiraciones en la vida y hacer lo necesario
para lograrlas.

Estos atributos son suelen ser utilizados por las personas frente a las adversidades, sin
embargo, también son utilizados por los adolescentes y docentes en su contexto escolar a la
hora de hacer frente a los factores de riesgo.

Ruvalcaba, Gallegos, Orozco y Bravo (2019) refieren a la gestión y utilización de las


competencias socio-afectivas como las capacidades que permiten ser socialmente
inteligente y lograr ser eficaz para dar un cambio personal, social y ambiental a partir de la
flexibilidad del enfoque en la resolución de problemas. Esta autorregulación es considerada
una de las capacidades más importantes para la resiliencia, ya que en ella se encuentran
incluidas las actitudes positiva y el optimismo. En el adolescente es visible el desarrollo de
estas competencias al tener previamente experiencias emocionalmente positivas, ya que
mostrará un punto clave a la hora de confrontarse con la parte negativa.

En la investigación de mismos autores donde se analizó la predicción del proceso de


resiliencia a partir de la apropiación de las competencias emocionales, así como la
diferencia de género en la utilización, se concluyó que las competencias emocionales son
efectivamente predecesoras o favorecen más rápidamente al desarrollo de la resiliencia,
además que el proceso es el mismo para ambos sexos, sin embargo, el uso de las
competencias emocionales varía entre los tipos.

Los profesores son otro foco que no ha sido tan investigados en relación a su vida en el
medio escolar. Su adaptación, sus estrategias de afrontamiento al estrés, las situaciones
problemáticas a las que se enfrentan, la presión laboral, la escasa autonomía, el desempeño
académico, la proyección profesional, conflictos interpersonales, la falta de salud
organizacional, etc., son algunos de los temas que se podrían enunciar como relacionados al
cansancio respecto a este actor (Vicente de Vera y Gabari, 2019). Por lo que la resiliencia
también juega una parte importante en su día cotidiano, ya que el síndrome de bournout
cada vez es más frecuente en el personal educativo.
Siguiendo con la misma línea se retoma la importancia y el rol que juegas las cualidades
emocionales incluso a nivel corporal, ya que se reporta en dicha investigación que ante la
posesión de sentimientos y pensamientos positivos como es el optimismo se demostrará
más confianza en su conducta; por el contrario con el pensamiento negativo la conducta se
mostrará dudosa y fatigada.

Algo que en la actualidad se puede corroborar, con el cambio de modalidad educativa y


ambiental. Ya que el medio ha sido modificado a un ambiente más hostil por la premisa que
representa adaptar la forma de enseñar a una realidad virtual (que sigue siendo realidad) y
con la preocupación y estrés que lleva el estar bajo confinamiento por un virus latentemente
mortal y que pone en peligro a la salud propia y de los seres amados.

Por lo tanto esta situación representa un claro ejemplo de adversidad a la cual los docentes
(también los estudiantes) han tenido que recurrir a toda su red de apoyo, todas sus
competencias socio-afectivas y toda su inteligencia social para poder desarrollar la
resiliencia en plena pandemia (Román, Forés, Calandri, Gautreaux, Antúnez, Ordehi, Calle,
Poenitz, Correa, Torresi, Barcelo, Conejo, Ponnet, y Allegri, 2020).

Mismos autores realizaron una investigación que tuvo como objetivo evaluar la situación de
los docentes, orientando la exploración de los pensamientos, emociones y personalidad que
ayudan a implementar estrategias de resiliencia para enfrentar la pandemia de COVID-19.

Los resultados que arrojaron fueron interesantes ya que el 69% de los docentes consideró
que la situación de COVID-19 tendrá un impacto positivo para el sistema educativo, siendo
interpretado como un preámbulo de la resiliencia (mira al frente y con la mejor actitud).

Así como lo que tuvieron una alta resiliencia fueron los que más se auto-percibieron como
felices, mientras lo que tuvieron un baja resiliencia como resultado del instrumento se
percibieron como con dificultades de encontrar el sentimiento de bienestar.

Un factor que también fue interesante fueron estás percepciones en conjugación con el
aislamiento social. Danto pauta a comprender que dicha situación es adversa para todos al
ser seres sociables. Sin embargo, los que registraron una alta resiliencia reportaron que su
visión fue en dirección a la oportunidad para actualizarse, capacitarse y auto-cuidarse.
Conclusiones

La resiliencia como concepto es un factor necesario y fundamental para la supervivencia


“cotidiana” ya que se está en constante estrés a partir de las exigencias laborales y sociales
que han sido normalizadas. La resiliencia por funcionalidad puede ser descrita como un
proceso y una competencia al mismo tiempo, debido a que al contemplar una situación
estresante no es que se accione un click y la persona se vuelva resiliente, sino que se
visualizan tanto los factores de protección como las competencias socioemocionales
propias que pueden utilizar al afrontar dicho estresor.

El peligro es cuando no se perciben estos factores individuales y de apoyo, dejando en la


persona una sensación de abandono y aislamiento. Lo preocupantes es que muchos
adolescentes y docentes se encuentran en situaciones similares, en su vida cotidiana. Lo
cual es posible causa llegar a situaciones aún más difíciles si no se tomas adecuadas
decisiones.

No se puede aislar el contexto educativo del entorno social, ya que se perdería complejidad
en la interpretación del comportar en situaciones adversas. Es necesario educar desde la
empatía y la cooperación para saber convivir y saberse estar en un medio de construcción.
Sin embargo, esto último es difícil incluso de planificar, ya que amerita una perspectiva de
la realidad en función de lo no-competitivo, poniendo de lado el sobresalir por el progresar.

Tanto estudiantes como docentes necesitan saber regular sus emociones y sus competencias
socio-afectivas para desarrollar una inteligencia social que promueva el optimismo y la
predisposición a resolver sus problemas; logrando así el poder ser resiliente.

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