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¿De qué se habla cuando se hace mención del mundo adolescente? Es una pregunta con una
respuesta compleja que se debe de direccionar a comprender las circunstancias que se
desarrollan en su día cotidiano. Muchas de estas situaciones pueden ser consideradas
favorables, de desarrollo, con un clima óptimo para trabajar y progresar de una forma
personal, pero también existen situaciones que pueden ser de adversidad y comprometan al
adolescente a satisfacer sus carencias a cualquier costo para sobrevivir. Es natural que estas
vivencias sean experimentadas por los adolescentes ya que se encuentran en una transición
de ser niños a desarrollarse y empezar a visualizarse como adultos (Vinaccia, Quiceno,
Moreno San Pedro, 2007).
Las situaciones adversas en los estudiantes pueden ser consideradas también como
problemas sociales, debido a que se desarrollan en un contexto amplio y son generadas a
partir de las necesidades de la comunidad y el contexto socio-cultural. Algunas de estas
situaciones adversidad son: la deserción escolar por falta de recursos, embarazos no
deseados, necesidad de trabajar, violencia intrafamiliar, inseguridad social.
También es necesario mencionar las adversidades que pueden llegar a vivir dentro del
espacio del colegio, ya que una vez atravesada la puerta de entrada, el contexto es
totalmente distinto, por lo que existen factores de relevancia escolar que pueden ser de
protección (amigos, actividades lúdicas, profesores, orientadores, compañerismo) pero
también de riesgo (falta de integración social, carencia de habilidades sociales, percepción
de hostilidad en las relaciones académicas, humillaciones, bullying, etc.).
Sin embargo, hasta ahora se han mencionado los factores de riesgo y adversidad que
pueden vivenciar los estudiantes adolescentes, pero hay otro actor académico al cual se le
debe poner especial atención a sus vivencias y formas de relacionarse en el medio; el
docente. Este actor también padece situaciones de adversidad día con día (muchas veces
son dejadas de lado en importancia), y así como con los alumnos es necesario resaltar sus
vivencias para lograr empatizar su relevancias para la persona y de esa forma analizar o
intervenir sobre sus estrategias de afrontamiento. Cabe mencionar que el punto fino no
recae sobre la forma en que se percibe y se afronta la realidad, sino recae en la
resignificación de la adversidad para lograr una resiliencia.
Desarrollo
Este término ha sido muchas veces utilizado como un similar de los conceptos
homeostasis y resistencia, sin embargo, la resiliencia obedece ciertas características
peculiares que son propias de ella misma y no comparte con otro término.
Posteriormente este concepto fue llevado a la psicología, con la intención de poder analizar
las estrategias de afrontamiento y la personalidad. El afrontamiento a los escenarios
estresantes (ya sean hipotéticos o reales) promueven el interés de la psicología en indagar
más sobre la persistencia o el punto de quiebre de las personas. Para Godoy y Godoy
(2002) la personalidad resistente es algo que se va construyendo y que ayuda a mantener la
salud mental y física debido a que se busca controlar el estrés y la ansiedad las cuales
repercuten en la salud integral.
Desde este enfoque nuevamente se muestra las cualidades de un ser resistente ante la
adversidad y situaciones estresantes como lo pueden ser las relaciones interpersonales, los
duelos, los problemas sociales, la preocupación por el bienestar de los seres amados, etc.
Sin embargo, no se hace mención o referencia de una resignificación o de una postura y
enfoque distinto ante la situación, por lo que se puede decir que resistir no implica un
cambio en la mentalidad sino un mantenimiento de postura.
Al profundizar sobre sus características se puede sustentar que mientras se cuente con más
factores de protección hay más probabilidad de conformar una actitud resiliente y disminuir
el impacto socioemocional que generan los factores de riesgo. Algunos factores de riesgo
son el duelo de un ser querido, la pobreza, la humillación, conflictos familiares, exposición
frecuente a la violencia, uso de drogas, conducta antisocial. Mientras que los factores de
protección pueden ser los amigos, la buena armonía familiar, la sana convivencia social, el
apoyo moral y emocional de un tercero, el sentimiento de pertenencia, la aceptación al
medio. Escenario donde la interacción de estas variables cimentan el proceso de resiliencia
(Becoña, 2006).
Como se puede observar, los escenarios son amplios y los factores diversos, por lo tanto se
puede concluir que la resiliencia no es solo algo del mundo adulto. Mismos escenarios
pueden encontrarse en el ambiente escolar y con los adolescentes. Cuando los adolescentes
perciben que no lograrán hacer frente de mejor forma a las situaciones que le provocan
estrés, pueden llegar a comportarse de forma negativa, afectando su círculo social y quizá
consigo mismo también. Por lo tanto la resiliencia se enfoca en tratar de evitar dichas
situaciones, generando actitudes positivas para la vida, a través de la cmunicación asertiva
para poder llegar a las soluciones requeridas (Vinaccia, Quiceno, Moreno San Pedro, 2007).
La interpretación de las circunstancias tiene un claro efecto en el comportamiento del
adolescente. A menudo el pensamiento optimista y el pesimista optan por determinar el
enfoque a la realidad, direccionándose estos pensamientos a la subestimación o disposición
de sí mismo, puntos base para gestionar comportamientos ya que se parte de la idea de ser
capaz o incapaz de lograr algo al afrontarse a la situación atenuante. Dejando como base un
cimiento rico y con predisposición (desde el optimismo) o pobre y subestimado (desde el
pesimismo) para desarrollar la resiliencia (González y Valdez, 2012).
Para Márquez, Verdugo, Villarreal, Montes y Sígales (2016) la resiliencia se compone por
ciertos atributos que en su combinación lograrán que la persona se sobreponga a las
situaciones problemáticas que se desarrollen, estos atributos los enlistan de la siguiente
manera:
Estos atributos son suelen ser utilizados por las personas frente a las adversidades, sin
embargo, también son utilizados por los adolescentes y docentes en su contexto escolar a la
hora de hacer frente a los factores de riesgo.
Los profesores son otro foco que no ha sido tan investigados en relación a su vida en el
medio escolar. Su adaptación, sus estrategias de afrontamiento al estrés, las situaciones
problemáticas a las que se enfrentan, la presión laboral, la escasa autonomía, el desempeño
académico, la proyección profesional, conflictos interpersonales, la falta de salud
organizacional, etc., son algunos de los temas que se podrían enunciar como relacionados al
cansancio respecto a este actor (Vicente de Vera y Gabari, 2019). Por lo que la resiliencia
también juega una parte importante en su día cotidiano, ya que el síndrome de bournout
cada vez es más frecuente en el personal educativo.
Siguiendo con la misma línea se retoma la importancia y el rol que juegas las cualidades
emocionales incluso a nivel corporal, ya que se reporta en dicha investigación que ante la
posesión de sentimientos y pensamientos positivos como es el optimismo se demostrará
más confianza en su conducta; por el contrario con el pensamiento negativo la conducta se
mostrará dudosa y fatigada.
Por lo tanto esta situación representa un claro ejemplo de adversidad a la cual los docentes
(también los estudiantes) han tenido que recurrir a toda su red de apoyo, todas sus
competencias socio-afectivas y toda su inteligencia social para poder desarrollar la
resiliencia en plena pandemia (Román, Forés, Calandri, Gautreaux, Antúnez, Ordehi, Calle,
Poenitz, Correa, Torresi, Barcelo, Conejo, Ponnet, y Allegri, 2020).
Mismos autores realizaron una investigación que tuvo como objetivo evaluar la situación de
los docentes, orientando la exploración de los pensamientos, emociones y personalidad que
ayudan a implementar estrategias de resiliencia para enfrentar la pandemia de COVID-19.
Los resultados que arrojaron fueron interesantes ya que el 69% de los docentes consideró
que la situación de COVID-19 tendrá un impacto positivo para el sistema educativo, siendo
interpretado como un preámbulo de la resiliencia (mira al frente y con la mejor actitud).
Así como lo que tuvieron una alta resiliencia fueron los que más se auto-percibieron como
felices, mientras lo que tuvieron un baja resiliencia como resultado del instrumento se
percibieron como con dificultades de encontrar el sentimiento de bienestar.
Un factor que también fue interesante fueron estás percepciones en conjugación con el
aislamiento social. Danto pauta a comprender que dicha situación es adversa para todos al
ser seres sociables. Sin embargo, los que registraron una alta resiliencia reportaron que su
visión fue en dirección a la oportunidad para actualizarse, capacitarse y auto-cuidarse.
Conclusiones
No se puede aislar el contexto educativo del entorno social, ya que se perdería complejidad
en la interpretación del comportar en situaciones adversas. Es necesario educar desde la
empatía y la cooperación para saber convivir y saberse estar en un medio de construcción.
Sin embargo, esto último es difícil incluso de planificar, ya que amerita una perspectiva de
la realidad en función de lo no-competitivo, poniendo de lado el sobresalir por el progresar.
Tanto estudiantes como docentes necesitan saber regular sus emociones y sus competencias
socio-afectivas para desarrollar una inteligencia social que promueva el optimismo y la
predisposición a resolver sus problemas; logrando así el poder ser resiliente.
Referencias bibliográficas
Márquez, C. V., Verdugo, J. C., Villarreal, L., Montes, R. y Sígales, S. (2016). Resiliencia
en adolescentes, víctimas de violencia escolar. International Journal of
Developmental and Educational Psychology, 1 (2), 485-497. Disponible en:
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=349851778050
Román, F., Forés, A., Calandri, I., Gautreaux, R., Antúnez, A., Ordehi, D., Calle, L.,
Poenitz, V., Correa, K. L., Torresi, S., Barcelo, E., Conejo, M., Ponnet, V., Allegri,
R. (2020). Resiliencia en docentes en distanciamiento social preventivo obligatorio
durante la pandemia de COVID-19. Journal of Neuroeducation. 1(1), 76-87. doi:
10.1344/joned.v1i1.31727