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QUE ES UN AUTüR?

*
Michel Foucault
Traducción de Corina y turbe

Conferencia de Michel Foucault. el 22 de febrero de 1969, en Si elegí tratar esta cuestión quizás un poco extra-
la Sociedad Francesa de Filosofía. ña, es porque primero quería hacer una cierta crí-
tica de lo que en otro tiempo llegué a escribir, y re-
JEAN WAHL. Hoy tenemos el gusto de que se en- gresar sobre algunas imprudencias que llegué a
cuentre entre nosotros Michel Foucault. Estuvi- cometer. En Las palabras y las cosas intenté anali-
mos un poco impacientes por su llegada, un poco zar masas verbales, especies de capas discursivas,
inquietos por su retraso, pero ya está aquí. No se que no estaban escondidas por las acostumbradas
los presento, es el "verdadero" Michel Foucault, unidades del libro, de la obra y del autor. Habla-
el de Las palabras y las cosas, el de la tesis sobre ba en general de la "historia natural", o del "análi-
La locura. Le dejo la palabra enseguida. sis de las riquezas" , o de "la economía política",
pero para nada de obras o de escritores. Sin em-
MICHELFOUCAULT. Creo -sin estar por lo demás bargo, a lo largo de ese texto utilicé de manera in-
muy seguro- que es tradicional traer a esta Socie- genua, es decir salvaje, nombres de autores. Ha-
dad de Filosofía el resultado de los trabajos ya ter- blé de Buffon, de Cuvier, de Ricardo, etcétera, y
minados, con el fin de que sean examinados y cri- dejé funcionar esos nombres en una ambigüedad
ticados. Desgraciadamente lo que hoy les traigo muy molesta, de suerte que se podían formular le-
es demasiado pobre, me temo, para merecer su gítimamente dos tipos de objeciones, y en efecto
atención: se trata de presentarles un proyecto, un así fue. Por un lado, se me dijo: no describe co-
ensayo de análisis cuyas grandes líneas apenas en- rrectamente a Buffon, ni el conjunto de la obra de
treveo todavía; pero me pareció que esforzándo- Buffon, y lo que dice sobre Marx es irrisoriamente
me por trazarlas frente a ustedes, pidiéndoles juz- insuficiente con relación al pensamiento de Marx.
garlas y rectificarlas, estaba, "como buen neuróti- Estas objeciones estaban evidentemente funda-
co", buscando un doble beneficio: primero el de mentadas, pero no pienso que fueran totalmente
someter los resultados de un trabajo que todavía pertinentes respecto a lo que yo hacía; porque el
no existe al rigor de sus objeciones, y el de benefi- problema para mí no era describir a Buffon o a
ciarlo, en el momento de su nacimiento, no sólo Marx, ni restituir lo que habían dicho o querido
con su padrinazgo, sino con sus sugerencias. decir: simplemente buscaba encontrar las reglas
según las cuales habían formado algunos concep-
y quisiera pedirles algo más: no se resientan con- tos o conjuntos teóricos que se encuentran en sus
migo si, al escucharlos dentro de un momento textos. Se hizo también otra objeción: usted for-
plantearme preguntas, experimento todavía, y so- ma, me dijeron, familias monstruosas, acerca
bre todo aquí, la ausencia de una voz que hasta nombres tan claramente opuestos como los de
ahora me ha sido indispensable; comprenderán Buffon y Linné, pone a Cuvier aliado de Darwin,
que al rato todavía buscaré invenciblemente escu- y esto en contra del juego más visible de los paren-
char a mi primer maestro. Después de todo, él fue tescos y de las semejanzas naturales. Diré, otra
el primero al que le hablé de mi proyecto inicial de vez, que no me parece que la objeción convenga,
trabajo; desde luego, me hubiera hecho mucha porque jamás busqué hacer un cuadro genealógi-
falta que asistiera al esbozo de éste y que una vez co de las individualidades espirituales, no quise
más me ayudara en mis incertidumbres. Pero des- constituir un daguerrotipo intelectual del sabio o
pués de todo, puesto que la ausencia es el primer del naturalista de los siglos XVII y XVIII; no qui-
lugar del discurso, acepten, les ruego, que sea a él, se formar ninguna familia, ni santa ni perversa,
en primer lugar, a quien me dirija esta tarde. simplemente busqué -lo cual era mucho más mo-
El tema que propuse: "¿Qué es un autor?", evi- desto-las condiciones de funcionamiento de prác-
dentemente tengo que justificarlo un poco frente ticas discursivas específicas.
a ustedes.
Entonces, me dirán, ¿por qué haber utilizado, en
• Dialéctica,Año IX, No. 16, 1984. Las palabras y las cosas, nombre de autores? No

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había que utilizar ninguno, o bien definir la mane- zarla demasiado; baste aquí especificarla por me-
ra como los utilizó. Esta objeción está, creo, per- dio de dos de sus grandes temas. Puede decirse
fectamente justificada: intenté medir sus implica- primero que la escritura de hoy se ha librado del
ciones y consecuencias en un texto que aparecerá tema de la expresión: sólo se refiere a sí misma, y
muy pronto; ahí intento darle estatuto a grandes sin embargo, no está atrapado en la forma de la in-
unidades discursivas como las que se llaman la terioridad; se identifica a su propia exterioridad
Historia Natural o la Economía Política; me pre- desplegada. Esto quiere decir que es un juego de
gunté según qué métodos, qué instrumentos, se signos ordenados no tanto por su contenido signi-
les puede localizar, escandir, analizar y describir. ficado como por la naturaleza misma del signifi-
He aquí la primera parte de un trabajo emprendi- cante; pero también que esta regularidad de la es-
do hace algunos años, y ahora terminado. critura se experimentó siempre del lado de sus lí-
mites; siempre está tansgrediendo e invirtiendo
Sin embargo, otra cuestión se plantea: la del au- esta regularidad que acepta y a la cual juega; la es-
tor, y es sobre ésta que quisiera hablarles ahora. critura se despliega como un juego que infalible-
Dicha noción de autor constituye el momento mente va siempre más allá de sus reglas, y de este
fuerte de individuación en la historia de las ideas, modo pasa al.exterior. En la escritura no se trata
de los conocimientos, de las literaturas, también de la manifestación o de la exaltación del gesto del
en la historia de la filosofía, yen la de las ciencias. escribir; no se trata de la sujeción de un sujeto a
Incluso hoy, cuando se hace la historia de un con- un lenguaje; se trata de la apertura de un espacio
cepto, o de un género literario, o de un tipo de fi- en donde el sujeto escritor no deja de desapare-
losofía, creo que en ella no se consideran menos cer.
tales unidades como escansiones relativamente
débiles, secundarias y sobrepuestas en relación El segundo tema es todavía más familiar; se trata
con la unidad primera, sólida y fundamental, que del parentesco de la escritura con la muerte. Este
es la del autor y de la obra. lazo trastoca un tema milenario; la narración o la
epopeya de los griegos estaba destinada a perpe-
Dejaré a un lado, al menos en la exposición de tuar la inmortalidad del héroe, y si el héroe acep-
esta tarde, el análisis histórico-sociológico del per- taba morir joven era para que su vida, de este
sonaje del autor. Cómo se individualizó el autor modo consagrada y magnificada por la muerte,
en una cultura como la nuestra, qué estatuto se le pasara a la inmortalidad; la narración rescataba
dio, a partir de qué momento, por ejemplo, empe- esta muerte aceptada. De distinta manera, la na-
zaron a hacerse investigaciones de autenticidad y rración árabe -pienso en Las mil y una noches- te-
de atribución, en qué sistema de valoración quedó nía también como motivación, por tema y pretex-
atrapado, en qué momento se comenzó a contar la to, el no morir: se hablaba, se contaba hasta el
vida ya no de los héroes sino de los autores, cómo amanecer para apartar la muerte, para rechazar
se instauró esa categoría fundamental de la críti- ese plazo que debía cerrar la boca del narrador. El
ca: "El hombre-y-la obra", todo esto merecería relato de Sherezada es el reverso obstinado del
sin duda alguna ser analizado. Quisiera por el mo- asesinato, es el esfuerzo de todas las noches para
mento abordar la única relación del texto con el llegar a mantener la muerte fuera del círculo de la
autor, la manera como el texto apunta hacia esa fi- existencia. Nuestra cultura ha metamorfoseado
gura que le es exterior y anterior, al menos apa- este tema de la narración o de la escritura hechas
rentemente. para conjurar la muerte; ahora la escritura está li-
gada al sacrificio, al sacrificio mismo de la vida;
Tomo de Beckett la formulación del tema del que desaparición voluntaria que no tiene que ser re-
quisiera partir: "Qué importa quien habla, dijo al- presentada en los libros, puesto que se cumple en
guien, qué importa quien habla". En esta indife- la existencia misma del escritor. La obra que tenía
rencia, creo que hay que reconocer uno de los el deber de traer la inmortalidad recibe ahora el
principios éticos fundamentales de la escritura derecho de matar, de ser asesina de su autor.
contemporánea. Digo "ética" porque esta indife- Vean a Flaubert, a Proust, a Kafka. Pero hay algo
rencia no es tanto un rasgo que caracteriza la ma- más: esta relación de la escritura con la muerte se
nera en que se habla o en que se escribe; es más manifiesta también en la desaparición de los ca-
bien una especie de regla inmanente, retomada racteres individuales del sujeto escritor; mediante
sin cesar, nunca aplicada completamente, un prin- todos los ardides que establece entre él y lo que es-
cipio que no marca la escritura como resultado cribe, el sujeto escritor desvía todos los signos de
sino que la domina como práctica. Dicha regla es su individualidad particular; la marca del escritor
muy conocida como para que sea necesario anali- ya no es más que la singularidad de su ausencia;
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tiene que representar el papel del muerto en el muerte, ¿cómo puede definirse una obra? La teo-
juego de la escritura. Todo esto es conocido, y ría de la obra no existe, y los que ingenuamente
hace mucho tiempo que la crítica y la filosofía to- emprenden la edición de las obras no cuentan con
maron nota de esta desaparición o de esta muerte dicha teoría y su trabajo empírico se paraliza muy
del autor. pronto. Y podríamos continuar: ¿puede decirse
que Las mil y una noches constituye una obra? ¿Y
Sin embargo, no estoy seguro de que se hayan sa- los Stromata de Clemente de Alejandría o las Vi-
cado rigurosamente todas las consecuencias re- das de Diógenes Laercio? Se advierte cuántas pre-
queridas por esta observación, ni que se haya to- guntas se plantean a propósito de esta noción de
mado con exactitud la medida de este aconteci- obra, de modo que resulta insuficiente afirmar:
miento. Más precisamente, me parece que un prescindamos del escritor, prescindamos del au-
cierto número de nociones destinadas hoya susti- tor y vayamos a estudiar la obra en sí misma. La
tuir al privilegio del autor, de hecho bloquean y palabra "obra", y la unidad que designa son, pro-
esquivan lo que debía ser despejado. Tomaré sólo bablemente, tan problemáticas como la indivi-
dos de dichas nociones que son, creo, singular- dualidad del autor.
mente importantes hoy en día.
Otra noción, me parece, bloquea la constatación
La noción de obra, primero. Se dice, en efecto (y de la desaparición del autor y retiene de algún
una vez más es una tesis muy familiar), que lo pro- modo el pensamiento al borde de dicha desapari-
pio de la crítica no es poner de relieve las relacio- ción; con sutileza, conserva aun la existencia del
nes de la obra con el autor, ni querer reconstituir a autor. Se trata de la noción de escritura. Riguro-
través de los textos un pensamiento o una expe- samente, debería permitir no sólo prescindir de la
riencia; más bien tiene que analizar la obra en su referencia al autor, sino darle estatuto a su nueva
estructura, en su arquitectura, en su forma intrín- ausencia. En el estatuto que actualmente se le da a
seca y en el juego de sus relaciones internas. Aho- la noción de escritura, no se trata, en efecto, ni del
ra bien, hay que plantear un problema en seguida: gesto de escribir, ni de la marca (síntoma o signo)
"¿Qué es una obra?", ¿qué es, pues, esa curiosa de lo que alguien hubiese querido decir; hay un es-
unidad que se designa con el nombre de obra?, fuerzo extraordinariamente profundo por pensar
¿de qué elementos está compuesta? Una obra, la condición general de todo texto, la condición a
¿no es aquéllo que escribió aquél que es un autor? la vez del espacio en donde se dispersa y del tiem-
Se ven surgir las dificultades. Si un individuo no po en donde se despliega.
fuera un autor, ¿podría decirse que lo que escri-
bió, o dijo, lo que dejó en sus papeles, lo que se Me pregunto, si reducida a veces a un uso corrien-
pudo restituir de sus palabras, podría ser llamado te, esta noción no transpone, en un anonimato
una "obra"? Mientras Sade no fue un autor, ¿qué trascendental, los caracteres empíricos del autor.
eran entonces sus papeles? Rollos de papel sobre Ocurre que uno se contenta con borrar las marcas
los cuales, hasta el infinito, durante sus días de demasiado visibles de la empiricidad del autor ha-
prisión, desenrollaba sus fantasmas .. ciendo jugar, una paralelamente a otra, una con-
tra otra, dos maneras de caracterizarla: la modali-
Mas supongamos que tuviéramos que ver con un dad crítica y la modalidad religiosa. En efecto,
autor: ¿todo lo que escribió o dijo, todo lo que otorgarle a la escritura un estatuto original, ¿no es
dejó tras él forma parte de su obra? Problema a la de hecho una manera de retraducir en términos
vez teórico y técnico. Cuando se emprende la pu- trascendentales, por una parte, la afirmación teo-
blicación de las obras de Nietzsche, por ejemplo, lógica de su carácter sagrado, y por otra, la afir-
¿en dónde hay que detenerse? Hay que publicar mación crítica de su carácter creador? Admitir
todo, ciertamente, pero ¿qué quiere decir este que la escritura está en cierto modo, por la histo-
"todo"? Todo lo que el propio Nietzsche publicó, ria misma que hizo posible, sometida a la prueba
de acuerdo. ¿Los borradores de sus obras? Cierta- del olvido y de la represión, ¿no es acaso repre-
mente. ¿Los proyectos de aforismos? Sí. ¿Tam- sentar en términos trascendentales el principio re-
bién los tachones, las notas al pie de los cuader- ligioso del sentido escondido (con la necesidad de
nos? Sí. Pero cuando en el interior de un cuaderno interpretar) y el principio crítico de las significa-
lleno de aforismos se encuentra una referencia, la ciones implícitas, de las determinaciones silencio-
indicación de una cita o de una dirección, una sas, de los contenidos oscuros (con la necesidad de
cuenta de la lavandería: ¿obra o no obra? ¿Y por comentar)? En fin, pensar la escritura como au-
qué no? Y esto indefinidamente. Entre los millo- sencia, ¿no es simplemente repetir en términos
nes de huellas que alguien deja después de su trascendentales el principio religoso de la tradi-
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ción a la vez inalterable y siempre llena, y el prin- nombre de autor se encuentran situados entre es-
cipio estético de la supervivencia de la obra, de su tos dos polos de la descripción y de la designación;
conservación más allá de la muerte, y de su exceso sin duda alguna, tienen un cierto nexo con lo que
enigmático con respecto del autor? nombran, pero ni completamente sobre el modo
de la designación, ni completamente sobre el
Pienso, pues, que un uso tal de la noción de escri- modo de la descripción: nexo específico. Sin em-
tura corre el riesgo de mantener los privilegios del bargo -y es en donde aparecen las dificultades
autor bajo la salvaguarda del apriori: hace subsis- particulares del nombre de autor-, el nexo del
tir bajo la luz gris de la neutralización, el juego de nombre propio con el individuo nombrado y el
las representaciones que formaron cierta imagen nexo del nombre de autor con lo que nombra no
del autor. La desaparición del autor, que desde son isomorfos y no funcionan del mismo modo.
Mallarmé es un acontecimiento que no cesa, se He aquí algunas de sus diferencias.
encuentra sometida al bloqueo trascendental.
¿Acaso no hay actualmente una línea divisoria
importante entre aquéllos que creen poder pensar Si advierto, por ejemplo, que Pierre Dupont no
todavía las rupturas de hoy en la tradición históri- tiene los ojos azules, o que no nació en París, o
co-trascendental del siglo XIX y aquéllos que se que no es médico, etcétera, esto no quiere decir
esfuerzan por liberarse de ella de manera definiti- que este nombre, Pierre Dupont, no seguirá refi-
va? riéndose siempre a la misma persona; el nexo de
designación no será modificado por ello. En cam-
Es evidente que no basta repetir como afirmación bio, los problemas planteados por el nombre de
vacía que el autor ha desaparecido. Asimismo, no autor son mucho más complejos: si descubro que
basta repetir indefinidamente que Dios y el hom- Shakespeare no nació en la casa que hoy se visita,
bre han muerto de muerte conjunta. Lo que ha- tenemos aquí una modificación que, desde luego,
bría que hacer es localizar el espacio que de este no va a alterar el funcionamiento del nombre de
modo deja vacío la desaparición del autor, no per- autor; pero si se demostrara que Shakespeare no
der de vista la partición de las lagunas y las fallas, y escribió los Sonetos que pasan por suyos, he aquí
acechar los emplazamientos, las funciones libres un cambio de otro tipo: no deja indiferente el fun-
que esta desaparición hace aparecer. cionamiento del nombre de autor. Y si se probara
que Shakespeare escribió el Organon de Bacon
Quisiera evocar primero en pocas palabras los simplemente porque el que escribió las obras de
problemas planteados por el uso del nombre del Bacon y las de Shakespeare es el mismo autor, he
autor. ¿Qué es un nombre de autor? Y ¿cómo fun- aquí un tercer tipo de cambio que modifica ente-
ciona? Muy lejos de darles una solución, indicaré ramente el funcionamiento del nombre de autor.
únicamente algunas de las dificultades que pre- El nombre de autor no es, pues, exactamente un
senta. nombre propio como los otros.

El nombre de autor es un nombre propio: plantea


los mismos problemas que éste. (Me refiero aquí, Muchos otros hechos señalan la singularidad pa-
entre diferentes análisis, a los de Searle). No es radójica del nombre de autor. No es lo mismo de-
posible, claro está, hacer del nombre propio una cir que Pierre Dupont no existe y decir que Home-
referencia pura y simple. El nombre propio (e ro o Hermes Trimegisto no existieron; en U1'\ caso
igualmente el nombre de autor) tiene otras fun- quiere decirse que nadie lleva el nombre de Pierre
ciones además de indicadoras. Es más que una in- Dupont; en el otro que se han confundido varios
dicación, un gesto, un dedo señalando a alguien; bajo un sólo nombre o que el verdadero autor no
en cierta medida, es el equivalente de una descrip- tiene ninguno de los rasgos tradicionalmente rela-
ción. Cuando se dice "Aristóteles", se emplea una cionados con el personaje de Homero o de Her-
palabra que es el equivalente de una o de una serie mes. Tampoco es lo mismo decir que Pierre Du-
de descripciones definidas, del tipo de: "el autor pont no es el verdadero nombre de X, sino Jac-
de los Analíticos" ,o "el fundador de la ontología" , ques Durand, y decir que Stendhal se llamaba
etcétera. Pero no puede uno limitarse a eso; un Henry Beyle. Podríamos interrogarnos también
nombre propio no tiene pura y simplemente una sobre el sentido y el funcionamiento de una pro-
significación; cuando se descubre que Rimbaud posición como "Bourbaki es un tal, un tal, etcéte-
no escribió La cacería espiritual, no puede preten- ra" y "Victor Eremita, Climacus, Anticlimacus,
derse que este nombre propio o este nombre de Frater Taciturnus, Constantin Constantius, es
autor cambió de sentido. El nombre propio y el Kierkegaard" .
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Tales diferencias dependen, quizás, del siguiente *
hecho: un nombre de autor no es simplemente un * *
elemento en un discurso (que puede ser sujeto o
complemento, que puede reemplazarse por un Habría que analizar ahora esta función "autor".
pronombre, etcétera); ejerce un cierto papel con ¿Cómo se caracteriza en nuestra cultura un dis-
relación al discurso: asegura una función clasifica- curso portador de la función ,!utor? ¿En qué se
toria; tal nombre permite reagrupar un cierto nú- opone a otros discursos? Me parece que pueden
mero de textos, delimitarlos, excluir algunos, reconocérsele, si sólo se considera el autor de un
oponerlos a otros. Además efectúa una puesta en libro o de un texto, cuatro rasgos diferentes.
relación de los textos entre ellos; Hermes Trime-
gisto no existía, tampoco Hipócrates -en el senti- En primer lugar son objetos de apropiación; la
do en que podría decirse que Balzac existe-, pero forma de propiedad de la que dependen y es de un
el que varios textos hallan sido colocados bajo un tipo muy particular; se le ha codificado ahora des-
mismo nombre indica que se establecía entre ellos de hace algunos años. Hay que señalar que tal
una relación de homogeneidad o de filiación, o de propiedad fue históricamente segunda con res-
autentificación de unos a través de los otros, o de, pecto a lo que podría llamarse la apropiación pe-
explicación recíproca, o de utilización concomi- nal. Los textos, los libros, los discursos comenza-
tante. En una palabra, el nombre de autor funcio- ron realmente a tener autores (distintos de los
na para caracterizar un cierto modo de ser del dis- personajes míticos, distintos de las grandes figu-
curso: para un discurso el hecho de tener un nom- ras sacralizadas y sacralizan tes ) en la medida en
bre de autor, el hecho de poder decir "esto fue es- que podía castigarse al autor, es decir en la medi-
crito por Fulano de Tal", o "Fulano de Tal es el da en que los discursos podían ser transgresivos.
autor de esto", indica que dicho discurso no es una El discurso, en nuestra cultura (y sin duda en mu-
palabra cotidiana, indiferente, una palabra que se chas otras), no era, originalmente un producto,
va, que flota y pasa, una palabra que puede consu- una cosa, un bien; era esencialmente un acto -un
mirse inmediatam,ente sino que se trata de una pa- acto colocado en el campo bipolar de lo sagrado y
labra que debe recibirse de cierto modo y que de lo profano, de lo lícito y de lo ilícito, de lo reli-
debe recibir, en una cultura dada, un cierto esta- gioso y de lo blasfemo. Históricamente ha sido un
tuto. gesto cargado de riesgos antes de ser un bien tra-
bado en un circúito de propiedades. Y cuando se
Se llegará finalmente a la idea de que el nombre instauró un régimen de propiedad para los textos,
de autor no va, como el nombre propio, del inte- cuando se decretaron reglas estrictas sobre los de-
rior de un discurso al individuo real y exterior que rechos del autor, sobre las relaciones autores-edi-
lo produjo, sino que corre, en cierto modo, en el tores, sobre los derechos de reproducción, etcéte-
límite de los textos, los recorta, sigue sus aristas, ra -es decir, a finales del siglo XVIII y a principios
manifiesta su modo de ser o, al menos, lo caracte- del siglo XIX- es en ese momento que la posibili-
riza. Manifiesta el acontecimiento de una cierto dad de transgresión perteneciente al acto de escri-
conjunto del discurso, y se refiere al estatuto de bir tomó cada vez más el cariz de un imperativo
este discurso en el interior de una sociedad y en el propio a la literatura. Como si el autor, a partir del
interior de una cultura. El nombre de autor no se momento en que fue colocado en el sistema de
sitúa en el estado civil de los hombres, ni se sitúa propiedad que caracteriza nuestra sociedad, com-
tampoco en la ficción de la obra, se sitúa en la rup- pensara el estatuto que así recibía al encontrar el
tura que instaura un cierto grupo del discurso y su antiguo campo bipolar del discurso, practicando
modo de ser singular. Podría decirse, por consi- sistemáticamente la transgresión, restaurando el
guiente, que en una civilización como la nuestra peligro de una escritura a la que, por otro lado, se
hay un cierto número de discursos dotados de la le garantizaban los beneficios de la propiedad.
función de "autor" mientras que otros están des-
provistos de ella. Una carta privada puede muy Por otra parte, la función autor no se ejerce de
bien tener un signatario, pero no tiene autor; un manera universal y constante sobre todos los dis-
contrato puede tener un fiador, pero no tiene au- cursos. En nuestra civilización no son siempre los
tor. Un texto anónimo que se lee en la calle sobre mismos textos los que han pedido recibir una atri-
un muro tendrá un redactor, pero no tendrá un bución. Hubo un tiempo en que esos textos que
autor. La función autor es, entonces, característi- hoy llamamos "literarios" (narraciones, cuentos,
ca del modo de existencia, de circulación y de fun- epopeyas, tragedias, comedias) eran recibidos,
cionamiento de ciertos discursos en el interior de puestos en circulación, valorados, sin que se plan-
una sociedad. teara la cuestión de su autor; su anonimato no
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planteaba dificultades, su antigüedad, verdadera zón que se llama autor. Sin duda, se intenta darle
o supuesta, era una garantía suficiente para ellos. un estatuto realista a este ser de razón: sería en el
En cambio, los textos que hoy llamaríamos cien- individuo una instancia "profunda", un poder
tíficos, concernientes a la cosmología y al cielo, la "creador", un "proyecto", el lugar originario de la
medicina y las enfermedades, las ciencias natura- escritura. Pero de hecho, lo que designa en el indi-
les o la geografía, sólo se aceptaban y poseían un viduo como autor (o lo que hace de un individuo
valor de verdad en la Edad Media, con la condi- un autor) no es sino la proyección, en términos
ción de estar marcados con el nombre de su autor. siempre más o menos psicologizantes, del trata-
"Hipócrates dijo", "Plinio relata", no eran exac- miento aplicado a los textos, de los acercamientos
tamente las fórmulas de un argumento de autori- realizados, de los rasgos establecidos como perti-
dad; eran los índices que marcaban los discursos nentes, de las continuidades admitidas, o de las
destinados a ser recibidos como probados. En el exclusiones practicadas. Todas estas operaciones
siglo XVII o XVIII se produjo un cruce; se empe- varían según las épocas y los tipos del discurso. No
zaron a recibir los discursos científicos por sí mis- se construye un "autor filosófico" como un "poe-
mos, en el anonimato de una verdad establecida o , ta"; y no s~ construía el autor de una obra noveles-
siempre demostrable de nuevo; lo que los garanti- ca en el siglo XVIII igual que en nuestros días.
zaba era su pertenencia a un conjunto sistemático Con todo, puede encontrarse a través del tiempo
y no la referencia al individuo que los produjo. La una cierta invariante en las reglas de construcción
función autor desaparece, el nombre del inventor del autor.
sirve a lo sumo para bautizar un teorema, una pro-
posición, un efecto notable, una propiedad, un Me parece, por ejemplo, que la manera como la
cuerpo, un conjunto de elementos, un síndrome crítica literaria define al autor durante mucho
patológico. Pero los discursos "literarios" ya sólo tiempo -() más bien como construye la forma au-
pueden recibirse dotados de la función autor: a tor a partir de los textos y de los discursos existen-
todo texto de poesía o de ficción se le preguntará tes- se deriva de modo bastante directo de la ma-
de dónde viene, quién lo escribió, en qué fecha, nera como la tradición cristiana autentificó (o por
en qué cir~unstancias o a partir de qué proyecto. el contrario rechazó) los textos de los que dispo-
El sentido que se le otorga, el estatuto o el valor nía. En otros términos, para "encontrar" al autor
que se le reconoce dependen del modo como res- en la obra, la crítica moderna utiliza esquemas
ponda a estas preguntas. Y si, como consecuencia muy cercanos a la exégesis cristiana, cuando ésta
de un accidente o de una voluntad explícita del au- quería probar el valor de un texto para la santidad
tor, nos llega en el anonimato, enseguida el juego del autor. En el De viris illustribus, San Jerónimo
consiste en encontrar al autor. No soportamos el explica que la homonimia no es suficiente para
anonimato literario; sólo lo aceptamos en calidad identificar de manera legítima los autores de va-
de enigma. La función autor funciona de lleno en rias obras: individuos distintos pudieron tener el
nuestros días en las obras literarias. (Desde luego, mismo nombre, o alguno pudo, de manera abusi-
habría que matizar todo esto: desde hace un tiem- va, tomar el patronímico del otro. El nombre
po la crítica comenzó a tratar las obras según su como marca individual no es suficiente cuando
género y su tipo, según los elementos recurrentes nos dirigimos a la tradición textual. ¿Cómo atri-
que figuran en ellas, según sus variaciones propias buir, pues, varios discursos a un solo y mismo au-
alrededor de un invariante que ya no es el creador tor? ¿Cómo hacer funcionar la función autor para
individual. Asimismo, si la referencia al autor ya saber si tenemos que entendérnoslas con uno o
no es en matemáticas sino una manera de nom- con varios individuos? San Jerónimo da cuatro
brar teoremas o conjuntos de proposiciones, en criterios: si entre varios libros atribuidos a un au-
biología y en medicina la indicación del autor, y la tor, uno es inferior a los otros, hay que retirarlo de
fecha de su trabajo, desempeña un papel bastante la lista de sus obras (el autor se define entonces
diferente: no es simplemente una manera de indi- como un cierto nivel constante de valor); lo mis-
car la fuente, sino de proporcionar un cierto índi- mo si ciertos textos están en contradicción doctri-
ce de "fiabilidad" en relación con las técnicas y los nal con las otras obras de un autor (el autor se de-
objetos de experimentación utilizados en esa épo- fine entonces como un cierto campo de coheren-
ca y en un laboratorio determinado). cia conceptual o teórica); hay que excluir igual-
mente las obras que están escritas con un estilo di-
Tercer rasgo de esta función autor. No se forma ferente, con palabras y giros que en general no se
espontáneamente como la atribución de un dis- encuentran en la escritura del escritor (es el autor
curso a un individuo. Es el resultado de una ope- como unidad estilística); finalmente, deben consi-
ración compleja que construye un cierto ser de ra- derarse como interpolados los textos que se refie-
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ren a acontecimientos o que citan personajes pos- la ubicación, no remite nunca exactamente al es-
teriores a la muerte del autor (el autor es entonces ·critor, ni al gesto mismo de su escritura, sino a un
momento histórico definido y punto de confluen- alter ego cuya distancia del escritor puede ser más
cia de un cierto número de acontecimientos). o menos grande y variar en el curso mismo de la
Ahora bien, la crítica moderna, aun cuando no obra. Sería tan falso buscar al autor del lado del
tiene preocupaciones de autentificación (lo cual escritor real como del lado de ese parlante ficticio;
es la regla general), no define al autor de manera la función autor se efectúa en la escisión misma
distinta: el autor es lo que permite explicar tanto -en esta división y esta distancia. Se dirá, tal vez,
la presencia de ciertos acontecimientos en una' que se trata sólo de una característica del discurso
obra como sus transformaciones, sus deformacio- novelesco o poético: un juego en el que sólo están
nes, sus modificaciones diversas (y esto por la bio- comprometidos estos "casi-discursos". De hecho,
grafía del autor, la ubicación de su perspectiva in- todos los discursos provistos de la función autor
dividual, el análisis de su pertenencia social o de implican dicha pluralidad de ego. El ego que ha-
su posición de clase, la puesta al día de su proyec- bla en el prefacio de un tratado de matemáticas
to fundamental). El autor es asimismo el principio -y que indica las circunstancias de composición-
de una cierta unidad de escritura -debiendo redu- no es idéntico ni en su posición ni en su funciona-
cirse al mínimo todas las diferencias por los princi- miento al de aquél que habla en el curso de una
pios de la evolución, de la maduración o de la in- demostración y que aparece bajo la forma de un
fluencia. El autor es también lo que permite supe- "Yo concluyo" o "Yo supongo": en un caso, el
rar las contradicciones que pueden desplegarse en "yo" remite a un individuo sin equivalente que, en
una serie de textos: debe haber-en un cierto nivel un lugar y en un tiempo determinados, llevó a
de su pensamiento o de su deseo, de su conciencia cabo un cierto trabajo; en el segundo, el "yo" de-
o de su inconsciente- un punto a partir del cual las signa un plan y un momento de demostración que
contradicciones se resuelven, encadenándose fi- todo individuo puede ocupar, con tal que acepte
nalmente los unos a los otros los elementos incom- el mismo sistema de símbolos, el mismo juego de
patibles u organizándose en torno a una contra- axiomas, el mismo conjunto de demostraciones
dicción fundamental u originaria. Por último, el previas. Pero, en el mismo tratado, también po-
autor es un cierto centro de expresión que, bajo dría localizarse un tercer ego; el que habla para
formas más o menos acabadas, se manifiesta igual decir el sentido del trabajo, los obstáculos encon-
y con el mismo valor, en obras, en borradores, en trados, los resultados obtenidos, los problemas
cartas, en fragmentos, etcétera. Los cuatro crite- que todavía se plantean; este ego se sitúa en el
rios de autenticidad según San Jerónimo (criterios campo de los discursos matemáticos ya existentes
insuficientes para los exégetas de hoy) definen las o futuros. La función autor no está asegurada por
cuatro modalidades según las cuales la crítica mo- uno de estos ego (el primero) a expensas de los
derna hace funcionar la función autor. otros dos, que no serían entonces más que el des-
doblamiento ficticio. Hay que decir, por el contra-
Sin embargo, la función autor no es, en efecto, rio, que en tales discursos, la función autor funcio-
una reconstrucción simple y pura que se hace de na de tal manera que da lugar a la dispersión de es-
segunda mano a partir de un texto dado como ma- tos tres egos simultáneos.
terial inerte. El texto siempre trae consigo algu-
nos signos que remiten al autor. Los gramáticos
conocen bien tales signos: son los pronombres Sin duda, el análisis podría reconocer aún otros
personales, los adverbios de tiempo y de lugar, la rasgos característicos de la función autor. Por hoy
conjugación de los verbos. Pero hay que señalar me limitaré a los cuatro que acabo de mencionar,
que dichos elementos no funcionan de la misma porque parecen ser a la vez los más visibles y los
manera en los discursos provistos de la función au- más importantes. Los resumiré así: la función au-
tor y en aquéllos que se encuentran desprovistos tor está ligada al sistema jurídico e institucional
de ella. En estos últimos, tales "conexiones" remi- que encierra, determina, articula el universo de
ten al parlante real y a las coordenadas espacio- los discursos; no se ejerce de manera uniforme ni
temporales de su discurso (aunque pueden produ- del mismo modo sobre todos los discursos, en to-
cirse ciertas modificaciones: por ejemplo cuando das las épocas y en todas las formas de civiliza-
se relatan discursos en primera persona). En los ción; no se define por la atribución espontánea de
primeros, en cambio, su papel es más variable. Se un discurso a su productor, sino por uná serie de
sabe que en una novela que se presenta como el operaciones específicas y complejas; no remite
relato de un narrador, el pronombre en primera pura y simplemente a un individuo real, puede dar
persona, el presente del indicativo, los signos de lugar a varios ego de manera simultánea, a varias
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posiciones-sujetos, que pueden ocupar diferentes XIX, yen esa medida, su función de autor va más
clases de individuos. allá de su obra misma. Sólo que, a esta objeción,
* creo que puede responderse: lo que hacen posible
* * estos instauradores de discursividad (tomo como
ejemplo a Marx y Freud, porque pienso que son a
Advierto que hasta ahora he limitado mi tema de la vez los primeros y los más importantes), lo que
manera injustificable. Sin duda alguna hubiera hacen posible, es algo muy distinto de lo que un
sido necesario hablar de lo que es la función autor autor de novela hace posible. Los textos de Ann
en la pintura, en la música, en las técnicas, etcéte- Radcliffe abrieron el campo a un cierto número de
ra. Sin embargo, suponiendo incluso que nos limi- semejanzas y de analogías que tienen su modelo o
temos, como quería hacerlo esta tarde, al mundo principio en su propia obra. Esta contiene signos
de los discursos, creo haberle dado al término característicos, figuras, relaciones, estructuras
"autor" un sentido demasiado estrecho. Me limité que otros pudieron volver a utilizar. Decir que
al autor entendido como autor de un texto, de un Ann Radcliffe fundó la novela de terror quiere de-
libro o de una obra cuya producción puede atri- cir en resumidas cuentas: en la novela de terror
buírsele legítimamente. Ahora bien, es fácil ver del siglo XXI se encontrará, como en Ann Rad-
que en el orden del discurso se puede ser el autor cliffe, el tema de la heroína atrapada en las redes
de algo más que de un libro -de una teoría, de una de su propia inocencia, la figura det castillo secre-
tradición, de una disciplina al interior de las cuales to que funciona como una contraciudad, el perso-
otros libros y otros autores podrán colocarse a su naje del héroe negro, maldito, dedicado al hacerle
vez. Diré, en una palabra, que tales autores se en- expiar al mundo el mal que le han hecho, etcétera.
cuentran en una posición "transdiscursiva". En cambio, cuando hablo de Marx o de Freud
como "instauradores de discursividad", quiero
Se trata de un fenómeno constante -tan viejo sin decir que no sólo hicieron posible un cierto núme-
duda alguna como nuestra civilización. Homero o ro de analogías, sino que hicieron posible (tam-
Aristóteles, los Padres de la Iglesia, desempeña- bién) un cierto número de diferencias. Abrieron
ron ese papel; pero también los primeros mate- el espacio para algo distinto a ellos y que sin em-
máticos y aquéllos que estuvieron en el origen de bargo pertenece a lo que fundaron. Decir que
la tradición hipocrática. Pero me parece que se Freud fundó el psicoanálisis no quiere decir (no
han visto aparecer, en el curso del siglo XIX en quiere decir simplemente) que el concepto de libi-
Europa, tipos de autores bastante singulares y que do, o la técnica de análisis de los sueños vuelven a
uno no confundiría ni con los "grandes" autores encontrarse en Abraham o en Melanie Klein,
literarios, ni con los autores de textos religiosos quiere decir que Freud hizo posibles un cierto nú-
canónicos, ni con los fundadores de las ciencias. mero de diferencias respecto a sus textos, a sus
Llamémoslos, de manera un poco arbitraria, conceptos, a sus hipótesis que dependen todas del
"fundadores de discursividad". propio discurso psicoanalítico.

Lo particular de estos autores es que no son sola- De inmediato surge, me parece, una nueva difi-
mente los autores de sus obras, de sus libros. Pro- cultad, o al menos un nuevo problema: después de
dujeron algo más: la posibilidad y la regla de for- todo, ¿no es el caso de cualquier fundador de cien-
mación de otros textos. En este sentido, son muy cia, o de todo autor que introduce, en una ciencia,
distintos, por ejemplo, de un autor de novelas, una transformación que puede decirse fecunda?
que en el fondo no es nunca, sino el autor de su Después de todo, Galileo no posibilitó simple-
texto. Freud no es simplemente el autor de la mente a aquéllos que repitieron después de él las
Traumdeutung o de El chiste; Marx no es simple- leyes que había formulado, sino que hizo posibles
mente el autor de El manifiesto o de El capital: es- enunciados muy diferentes a los que él mismo ha-
tablecieron una posibilidad indefinida de discur- bía dicho. Si Cuvier es el fundador de la biología,
so. Desde luego, es fácil hacer una objeción. No o Saussure el de la lingüística, no es porque los
es cierto que el autor de una novela sólo sea el au- imitaron, no es porque se retomó, aquí o allá, el
tor de su propio texto; en un sentido él también, concepto de organismo o de signo, es porque Cu-
con tal que sea, como se dice, un poco "importan- vier hizo posible en cierta medida la teoría de la
te", rige y ordena más que eso. Para tomar un evolución opuesta, término por término, a su pro-
ejemplo muy sencillo, puede decirse que Ann pio fijismo; es en la medida en que Saussure hizo
Radcliffe no sólo escribió El castillo de los Piri- posible una gramática generativa muy diferente
neos y algunas otras novelas, sino que hizo posi- de sus análisis estructurales. Por lo tanto, la ins-
bles las novelas de terror de principios del siglo tauración de discursividad parece ser, a primera
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t vista, en todo caso, del mismo tipo que la funda- zar, en relación a lo que es la física o la cosmolo-
ción de cualquier cientificidad. Sin embargo, creo gía, en su estructura y en su normatividad intrín-
que hay una diferencia, y una diferencia notable. secas. Para decirlo de manera muy esquemática:
En efecto, en el caso de una cientificidad, el acto la obra de estos instauradores no se sitúa con rela-
que la funda está al mismo nivel que sus transfor- ción a la ciencia y en el espacio que ella traza; es la
maciones futuras; en cierto modo, forma parte del ciencia o la discursividad la que se relaciona con su
conjunto de modificaciones que hace posible. Di- obra como con coordenadas primeras.
cha pertenencia, desde luego, puede tomar varias
formas. El acto de fundación de una cientificidad Por ello es comprensible que se encuentre, como
puede aparecer, después de todo en el curso de las una necesidad inevitable en tales discursividades,
transformaciones ulteriores de esta ciencia, sólo la exigencia de un "regreso al origen". Aquí otra
como un caso particular de un conjunto mucho vez hay que distinguir tales "regresos a ... " de los
más general que se descubre entonces. Puede apa- fenómenos de "redescubrimiento" y de "reactua-
recer también como loarcado por la intuición y lización" que frecuentemente se producen en las
por la empiricidad; es necesario, entonces, volver ciencias. Por "redescubrimientos" entenderé los
a formalizarlo, y hacerlo objeto de un cierto nú- efectos de analogía o de isomorfismo que, a partir
mero de operaciones teóricas suplementarias que de las formas actuales del saber, vuelven percepti-
lo funden de manera más rigurosa, etcétera. Fi- ble una figura que se ha oscurecido o que ha desa-
nalmente, puede aparecer como una generaliza- parecido. Diré, por ejemplo, que Chomsky, en su
ción apresurada, que es necesario limitar y cuyo libro sobre la gramática cartesiana, redescubrió
dominio restringido de validez hay que trazar de una cierta figura del saber que ya va de Cordemoy
nuevo. En otras palabras, el acto de fundación de a Humboldt: a decir verdad, sólo es constituible a
una cientificidad siempre puede re introducirse al partir de la gramática generativa, puesto que es
interior de la maquinaria de las transformaciones esta última la que posee la ley de construcción; en
que se derivan de él. realidad se trata de una codificación retrospectiva
de la mirada histórica. Por "reactualización" en-
Ahora bien, creo que la instauración de una dis- tenderé algo muy distinto: la reinserción de un
cursividad es heterogénea a sus transformaciones discurso en un dominio de generalización, de apli-
ulteriores. Extender un tipo de discursividad, cación o de transformación nuevo para él. Y aquí
como el psicoanálisis tal como Freud lo instauró, la historia de las matemáticas posee tales fenóme-
no es darle una generalidad formal que no hubiera nos (remite al estudio que Michel Serres consagró
admitido al principio, es simplemente abrirle un a la anamnesia matemática). ¿Qué hay que enten-
cierto número de posibilidades de aplicación. Li- der por "regreso a"? Creo que puede designarse
mitarla es en realidad intentar aislar en el acto ins- de este modo a un movimiento que tiene su espe-
taurador un número eventualmente restringido cificidad propia y que caracteriza justamente las
de proposiciones o de enunciados, únicos a los instauraciones de discursividad. Para que haya re-
que se les reconoce valor fundador y en relación a greso, en efecto, primero tiene que haber olvido,
los cuales tales conceptos o teoría admitidos por no olvido accidental, no recubrimiento por alguna
Freud podrían ser considerados como derivados, incomprensión, sino olvido esencial y constituti-
secundarios, accesorios. Finalmente, en la obra vo. El acto de instauración, en efecto, es tal en su
de estos instauradores no se reconocen ciertas esencia misma, que no puede ser olvidado. Lo que
proposiciones como falsas cuando se intenta lo manifiesta, lo que se deriva de él es, al mismo
aprehender ese acto de instauración, sino que bas- tiempo, lo que establece la distancia y lo que lo
ta con dejar de lado los enunciados que no serían disfraza. Es necesario que este olvido no acciden-
pertinentes, ya sea que se les considere como ine- tal sea investido en operaciones precisas que pue-
senciales, ya sea que se les considere como den.situarse, analizarse, y reducirse mediante el
"prehistóricos" y dependiendo de otro tipo de dis- regreso mismo a este acto instaurador. No se so-
cursividad. En otras palabras, a diferencia de la bre agrega del exterior del cerrojo del olvido, sino
fundación de una ciencia, la instauración discursi- que forma parte de la discursividad en cuestión, es
va no forma parte de esas transformaciones ulte- ésta la que le da su ley; la instauración discursiva
riores, sino que necesariamente permanece en así olvidada es a la vez la razón de ser del cerrojo y
suspensión o en desplome. La consecuencia es la llave que permite abrirlo, de suerte que el olvi-
que la validez teórica de una proposición se define do y el propio impedimento del regreso no pueden
con relación a estos instauradores mientras que en hacerse desaparecer más que por el regreso. Ade-
el caso de Galileo y de Newton, puede afirmarse más, dicho regreso se dirige a lo que está presente
la validez de tal proposición que pudieron avan- en el texto, más precisamente se regresa al texto
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mismo, al texto en su desnudez, y, al mismo tiem- quemático. En particular la oposición que intenté
po, sin embargo, se regresa a lo que está marcado trazar entre una instauración de este tipo y la fun-
como ausencia, como laguna en el texto. Se regre- dación científica. Tal vez no siempre es fácil deci-
sa a un cierto vacío que el olvido ocultó o esquivÓ, dir si tenemos que ver con es~o o con aquéllo: y
que recubrió con una plenitud falsa o mala y el re- nada prueba que se trate de dos procedimientos
greso tiene que redescubrir esta laguna y esta fal- exclusivos el uno del otro. Intenté dicha distinción
ta, de ahí el perpetuo juego que caracteriza estos con un solo fin: mostrar que esta función autor,
regresos a la instauración discursiva -juego que compleja ya cuando se intenta localizarla en el ni-
consiste en decir por un lado: esto estaba ahí, bas- vel de un libro o de una serie de textos que traen
taba leerlo, se encuentra ahí, los ojos tenían que una firma definida, implica todavía nuevas deter-
estar muy cerrados y los oídos muy tapados para minaciones cuando se intenta analizarla en con-
no verlo y oirlo; e inversamente: no, no es en esta juntos más vastos -grupos de obras, disciplinas
palabra, ni en aquella palabra, ninguna de las pa- enteras.
labras visibles y legibles dicen lo que ahora está en
cuestión, se trata más bien de lo que se dice a tra- *
vés de las palabras, en su espacio, en la distancia * *
que las separa. Se sigue naturalmente, que este re- Siento mucho no haber podido aportar al debate
greso, que forma parte del discurso mismo, no que seguirá ahora ninguna proposición positiva: a
deja de modificarlo, que el regreso al texto no es lo más direcciones para un trabajo posible, cami-
un suplemento histórico que vendría a agregarse a nos de análisis. Pero al menos debo decirles, en
la discursividad misma y la redoblaría con un pocas palabras, para terminar, las razones en
adorno que, después de todo, no es esencial; se virtud de las cuales le atribuyo una cierta
trata de un trabajo efectivo y necesario de trans- importancia.
formación de la propia discursividad. Reexaminar
el texto de Galileo puede cambiar el conocimiento Semejante análisis, si estuviera desarrollado, per-
que tenemos de la historia de la mecánica, pero no mitiría quizás introducir a una tipología de los dis-
puede nunca cambiar a la mecánica misma. En cursos. Me parece en efecto, al menos en una pri-
cambio, reexaminar los textos de Freud modifica mera aproximación, que semejante tipología no
el psicoanálisis mismo y los de Marx, al marxismo. podría hacerse sólo a partir de los caracteres gra-
Ahora bien, para caracterizar estos regresos es maticales de los discursos, de sus estructuras for-
necesario agregar un último rasgo: se realizan ha- males, o incluso de sus objetos; sin duda existen
cia una cierta costura enigmática de la obra y del propiedades o relaciones propiamente discursivas
autor. En efecto, el texto tiene valor instaurador (irreductibles a las reglas de la gramática y de la
en tanto que es texto del autor y de este autor, y lógica, como a las leyes del objeto) y hay que diri-
por ello, porque es texto de este autor, es necesa- girse a ellas para distinguir las grandes categorías
rio regresar a él. No hay ninguna posibilidad de del discurso. La relación (o la no relación) con un
que el redescubrimiento de un texto desconocido autor, y las diferentes formas de esta relación
de Newton o de Cantor modifique la cosmología constituyen -y de manera bastante visible- una de
clásica o la teoría de los conjuntos, tal como fue- estas propiedades discursivas:
ron desarrollados (a lo más, esta exhumación es
susceptible de modificar el conocimiento histórico Creo, por otra parte, que podría encontrarse ahí
que tenemos de su génesis). En cambio, la puesta una introducción al análisis histórico de los discur-
al día de un texto como el Esbozo de Freud, -yen sos. Quizá es tiempo de estudiar los discursos ya
la medida misma en que es un texto de Freud- no sólo en su valor expresivo o en sus transforma-
siempre corre el riesgo de modificar no el conoci- ciones formales, sino en las modalidades de su
miento histórico del psicoanálisis, sino su campo existencia: los modos de circulación, de valora-
teórico aunque sólo sea desplazando su acento o ción, de atribución, de apropiación de los discur-
su centro de gravedad. Mediante tales regresos, sos, varían con cada cultura y se modifican al inte-
que forman parte de su propia trama, los campos rior de cada una de ellas. Me parece que la manera
discursivos a los que me refiero implican con res- como se articulan sobre relaciones sociales se des-
pecto a su autor "fundamental" y mediato, una re- cifra de manera más directa en el juego de la fun-
lación que no es idéntica a la relación que cual- ción autor y en sus modificaciones, ~lueen los te-
quier texto mantiene con su autor inmediato. mas o en los conceptos que emplean.
Lo que acabo de esbozar a propósito de estas "ins- ¿No sería, igualmente, a partir de análisis de este
tauraciones discursivas" es, desde luego, muy es- tipo que podrían reexaminarse los privilegios del
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sujeto? Ya sé que al emprender el análisis interno lEAN WAHL. Agradezco a Michel Foucault por
y arquitectónico de una obra (ya sea de un texto li- todo lo que nos ha dicho y que ahora llama a la dis-
terario, de un sistema filosófico, o de una obra cusión. Pregunto enseguida quién quiere tomar la
científica), al poner entre paréntesis las referen- palabra.
cias biográficas o psicológicas, ya se volvió a cues-
tionar el carácter absoluto, y el papel fundador del lEAN D'ORMESSON. Lo único que no había com-
sujeto. Pero habría que regresar quizá sobre este prendido muy bien en la tesis de Michel Foucault
suspenso, no para restaurar el tema de un sujeto y sobre lo que todo el mundo había puesto el acen-
originario, sino para aprehender los puntos de in- to, incluso la prensa, era el fin del hombre. Esta
serción, los modos de funcionamiento y las depen- vez, Michel Foucault ataca el eslabón más débil de
dencias del sujeto. Se trata de darle vuelta al pro- la cadena: ataca, ya no al hombre, sino al autor. Y
blema tradicional. Ya no plantear la pregunta: comprendo bien qué pudo llevarlo, en los aconte-
¿cómo puede insertarse la libertad de un sujeto en cimientos culturales desde hace cincuenta años, a
la densidad de las cosas y darle sentido, cómo pue- estas consideraciones: "La poesía debe ser hecha
de animar, desde el interior, las reglas de un len- por todos", "habla", etcétera. Me planteaba algu-
guaje y de este modo abrirle paso a sus propias in- nas preguntas: me decía que después de todo, hay
tenciones? Se trata de plantear más bien estas pre- autores en filosofía y en literatura. Podrían darse
guntas: ¿cómo, según qué condiciones y bajo qué muchos ejemplos, me parece, en literatura y en fi-
formas algo como un sujeto puede aparecer en el losofía, de autores que son puntos de convergen-
orden de los discursos? ¿Qué lugar puede ocupár cias. Las tomas de posición política son también
en cada tipo de discurso, qué funciones puede el hecho de un autor y se las puede acercar a la
ejercer, y esto, obedeciendo a qué reglas? En filosofía.
suma, se trata de quitarle al sujeto (o a su sustitu-
to) su papel de fundamento originario, y de anali- Y bien, me tranquilizé completamente porqu~
zarlo como una función variable y compleja del tengo la impresión que en una especie de prestidi-
discurso. gitación muy brillante, lo que Michel Foucault le
quitó al autor, es decir su obra, se lo devolvió con
intereses, bajo el nombre de instaurador de dis-
El autor -o lo que intenté describir como la fun- cursividad, puesto que no sólo le devuelve su
ción autor- no es sin duda sino una de las especifi- obra, sino además la de los otros.
caciones posibles de la función sujeto. ¿Especifi-
cación posible, o necesaria? Viendo las modifica- L. GOLDMANN.Entre los destacados teóricos de
ciones históricas que han tenido lugar, no parece una escuela que ocupa un importante lugar en el
indispensable ni mucho menos que la función au- pensamiento contemporáneo y que se caracteriza
tor permanezca constante en su forma, en su com- por la negación del hombre en general y, a partir
plejidad, e incluso en su existencia. Es posible de ahí, del sujeto en todos sus aspectos, y también
imaginarse una cultura en donde los discursos cir- del autor, Michel Foucault, que no formuló de
cularían y serían recibidos sin que nunca aparezca manera explícita esta última negación pero la su-
la función autor. Todos los discursos, cualquiera girió a lo largo de su exposición al terminar con la
que sea su estatuto, su forma, su valor, y cualquie- perspectiva de la supresión del autor, es cierta-
ra que sea el tratamiento que se les imponga, se mente una de las figuras más interesantes y más
desarrollarían en el anonimato del murmullo. Ya difíciles de combatir y de criticar. Ya que a una
no se escucharían las preguntas tan machacadas: posición filosófica fundamentalmente anticientí-
"¿Quién habló realmente? ¿Es él, efectivamente, fica, Michel Foucault le alía un notable trabajo de
y nadie más? ¿Con qué autenticidad o con qué ori- historiador y me parece altamente probable que,
ginalidad? ¿Y qué fue lo que expresó de lo más gracias a un cierto número de análisis, su obra
profundo de sí mismo en su discurso?" Se escu- marcará una importante etapa en el desarrollo de
charían otras como éstas: "¿Cuáles son los modos la historia científica de la ciencia e incluso de la
de existencia de este discurso? ¿Desde dónde se le realidad social.
sostuvo, cómo puede circular, y quién se lo puede
apropiar? ¿Cuáles son los lugares reservados para Es, pues, en el plano del pensamiento propiamen-
posibles sujetos? ¿Quién puede cumplir estas di- te filosófico, y no sobre el de los análisis concre-
versas funciones de sujetos?" Y detrás de todas tos, que quisiera ubicar hoy mi intervención.
estas preguntas no se escucharía más que el rumor
de una indiferencia: "Qué importa quien Permítanme, sin embargo, antes de abordar las
habla" . tres partes de la exposición de Michel Foucault,
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referirme a la intervención que acaba de tener lu- dividual; sin embargo no por ello suprime la idea
gar para decir que estoy completamente de acuer- de sujeto sino que la reemplaza por la de sujeto
do con la persona que intervino sobre el hecho de transindividual. En cuanto a las estructuras, lejos
que Michel Foucault no es el autor, y ciertamente de aparecer como realidades autónomas y más o
no es el instaurador de lo que acaba de decirnos. menos últimas en esta perspectiva no son sino una
Ya que la negación del sujeto es hoy día una idea propiedad universal de toda praxis y de toda reali-
central de un grupo de pensadores, o más exacta- dad humanas. No hay hecho humano que no sea
mente, una corriente filosófica. Y si al interior de estructurado, ni estructura que no sea significati-
dicha corriente Foucault ocupa un lugar particu- va, es decir que en tanto que calidad del psiquismo
larmente original y brillante, hay que integrarlo, y del comportamiento del sujeto, no cumpla una
con todo, a lo que podría llamarse la escuela fran- función. En suma, hay tres tesis centrales en esta
cesa del estructuralismo no genético y que incluye posición: hay un sujeto; en la dimensión histórica
especialmente los nombres de Lévi-Strauss, Ro- y cultural, tal sujeto siempre es transindividual;
land Barthes, Althusser, Derrida. toda actividad psíquica y todo comportamiento
del sujeto son siempre estructurados y significati-
Me parece que al problema particularmente im- vos, es decir funcionales.
portante planteado por Michel Foucault, "¿Quién
habla?", habría que agregarle un segundo: "¿Qué Agregaré que yo también encontré una dificultad
dijo?" . planteada por Michel Foucault: la de la definición
de la obra. En efecto, es difícil, incluso imposible,
"¿Quién habla?" A la luz de las ciencias humanas definirla con relación a un sujeto individual.
contemporáneas, la idea del individuo en tanto Como dijo Foucault, si se trata de Nietzsche o de
que autor último de un texto, y en particular de un Kant, de Racine o de Pascal, ¿en dónde se detiene
texto importante y significativo, aparece cada vez el concepto de obra? ¿Hay que detenerlo en los
menos sostenible. Desde hace algunos años toda textos publicados? ¿Hay que incluir todos los
una serie de análisis concretos mostraron, en efec- papeles no publicados, hasta las cuentas de la
to, que sin negar ni al sujeto ni al hombre, estamos lavandería?
obligados a reemplazar al sujeto individual por un
sujeto colectivo o transindividual. En mis propios Si se plantea el problema en la perspectiva del es-
trabajos fui inducido a mostrar que Racine no es tructuralismo genético, se obtiene una respuesta
el solo, único y verdadero autor de las tragedias que no sólo vale para las obras culturales sino tam-
racinianas, sino que éstas nacieron al interior de bién para todo hecho humano e histórico. ¿Qué es
un desarrollo de un conjunto estructurado de ca- la Revolución francesa? ¿Cuáles son los estadios
tegorías mentales que era obra colectiva, lo que fundamentales de la historia de las sociedades y de
me llevó a encontrar como "autor" de estas.trage- las culturas capitalistas occidentales? La res-
dias, en última instancia, a la nobleza de toga, al puesta plantea dificultades análogas. Volvamos,
grupo jansenista y, al interior de éste, a Racine en sin embargo, a la obra: sus límites, como los de
tanto que individuo particularmente importante. todo hecho humano, se definen por el hecho de
que constituye una estructura significativa funda-
Cuando se plantea el problema "¿Quién habla?", da sobre la existencia de una estructura mental
en las ciencias humanas hayal menos dos respues- coherente elaborada por un sujeto colectivo. A
tas hoy día, que al mismo tiempo en que rigurosa- partir de ahí, puede suceder que para delimitar
mente se oponen la una a la otra, cada una de ellas esta estructura, puede ocurrir que nos veamos
rechaza la idea tradicionalmente admitida del su- obligados a eliminar ciertos textos publicados o a
jeto individual. La primera, que llamaré estructu- integrar, por el contrario, ciertos textos inéditos;
ralismo no genético, niega al sujeto, al cual reem- en fin, no es necesario decir que puede justificarse
plaza por las estructuras (lingüísticas, mentales, fácilmente la exclusión de la cuenta de la lavande-
sociales, etcétera) y sólo les deja a los hombres y a ría. Agregaré que, en esta perspectiva, la puesta
su comportamiento el lugar de un papel, de una en relación de la estructura coherente con su fun-
función al interior de tales estructuras que cons- cionalidad con relación a un sujeto transindivi-
tituyen el punto final de la investigación o de la dual o -para utilizar un lenguaje menos abstracto-
explicación. la puesta en relación de la interpretación con la
explicación adquiere una importancia particular.
Al contrario, el estructuralismo genético niega
también, en la dimensión histórica y en la dimen- Un solo ejemplo: en el curso de mis investigacio-
sión cultural que forma parte de ella, al sujeto in- nes me topé con el problema de saber en qué me-
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dida las Cartas provinciales y los Pensamientos de filosóficas? 1 Ciertamente no es un azar si Foucault
Pascal pueden considerarse como una obra y, des- opuso a Marx, Freud, y en cierta medida a Durk-
pués de un análisis cuidadoso, llegué a la conclu- heim, con Galileo y con los creadores de la física
sión de que no era el caso y que se trataba de dos mecanicista. Las ciencias del hombre -de manera
obras que tienen dos autores diferentes. Por una explícita para Marx y Freud, implícita para Durk-
parte, Pascal con el grupo Arnauld-Nicole y los heim- suponen la estrecha unión entre las consta-
jansenistas moderados para las Cartas provincia- taciones y las valoraciones, el conocimiento y la
les; por otra parte, Pascal con el grupo de los jan- toma de posición, la teoría y la praxis, desde luego
senistas extremistas para los Pensamientos. Dos sin abandonar por ello el rigor teórico. Con Fou-
autores distintos, que tienen un sector parcial en cault, pienso también que frecuentemente, y en
común: el individuo Pascal y tal vez otros janse- especial hoy en día, la reflexión sobre Marx,
nistas que tuvieron la misma evolución. Freud incluso Durkheim se presenta bajo la forma
de un regreso a las fuentes, puesto que se trata de
Otro problema planteado por Michel Foucault en un regreso a un pensamiento filosófico, contra las
su exposición es el de la escritura. Creo que más tendencias positivistas que quieren hacer ciencias
vale poner un nombre en esta discusión, ya que del hombre sobre el modelo de las ciencias de la
supongo que todos pensamos en Derrida y en su naturaleza. Además habría que distinguir lo que
sistema. Sabemos que Derrida intenta -apuesta es regreso auténtico de lo que, bajo la forma de un
que me parece paradójica- elaborar una filosofía pretendido regreso a las fuentes es, en realidad,
de la escritura negando al mismo tiempo al sujeto. un intento de asimilar a Marx y a Freud al positi-
Resulta todavía más curioso en tanto que su con- vismo y al estructuralismo no genético contempo-
cepto de escritura está, por lo demás, muy cerca ráneo, los cuales les son totalmente ajenos.
del concepto dialéctico de praxis. Un ejemplo en-
tre otros: no podría sino estar de acuerdo con él Quisiera terminar mi intervención en esta pers-
cuando nos dice que la escritura deja huellas que pectiva mencionando la frase ya célebre, escrita
acaban por borrarse; es la propiedad de toda pra- en el mes de mayo por un estudiante sobre el piza-
xis, ya sea que se trate de la construcción de un rrón de un salón de la Sorbona y que expresa, a mi
templo que desaparece al cabo de varios siglos o modo de ver, lo esencial de la crítica filosófica y
de varios milenios, de la apertura de un camino, científica a la vez del estructuralismo no genético:
de la modificación de su trayecto o, de manera "Las estructuras no salen a la calle", es decir: las
más prosaica, de la fabricación de un par de salchi- estructuras jamás hacen la historia, sino los hom-
chas que luego se come. Pero pienso, como Fou- bres, aunque la acción de éstos últimos siempre
cault, que hay que preguntar: ¿Quién crea las tenga un carácter estructurado y significativo.
huellas? ¿Quién escribe?
MICHELFOUCAULT.Voy a tratar de responder.
Lo primero que diré es que, por mi parte, nunca
Como no tengo ninguna observación sobre la se- utilizé la palabra estructura. Búsquela en Las pa-
gunda parte de la exposición, con la que estoy de labras y las cosas y no la encontrará. Entonces, me
acuerdo en términos generales, paso a la tercera. gustaría que se me ahorrasen todas las fáciles acu-
saciones sobre mi estructuralismo, o que se tomen
Me parece que, ahí también, la mayoría de los el trabajo de justificarlas. Más aún: yo no dije que
problemas planteados encuentran su respuesta en el autor no existe; no lo dije y me sorprende que
la perspectiva del sujeto transindividual. Me de- mi discurso se prestara a semejante contrasenti-
tendré sólo en uno: Foucault hizo una distinción do. Retomemos un poco todo esto.
justificada entre lo que llama los "instauradores",
que distinguió de los creadores de una nueva me- Hablé de una cierta temática que puede localizar-
todología científica. El problema es real pero, en se tanto en las obras como en la crítica, que, si se
lugar de dejarle el carácter relativamente comple- quiere, consiste en: el autor debe borrarse o ser
jo y oscuro que adquirió en su exposición, ¿no po- borrado en beneficio de las formas propias del dis-
dría: encontrarse el fundamento epistemológico y curso. Una vez comprendido esto, la pregunta
sociológico de esta oposición en la distinción, co- que me planteé era la siguiente: ¿qué permite des-
rriente en el pensamiento dialéctico moderno y cubrir esta regla de la desaparición del escritor o
especialmente en la escuela lukacsiana, entre las del autor? Permite descubrir el juego de la fun-
ciencias de la naturaleza, relativamente autóno-
mas en tanto que estructuras científicas, y las cien- 1. Las primeras estarían fundadas por la interacción del sujeto y del
cias humanas que no podrían ser positivas sin ser objeto, las segundas sobre su identidad. total o parcial.

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ción autor. Y lo que intenté analizar es precisa- tauraba la autenticidad de sus textos, etcétera,
mente la manera como se ejercía la función autor, todo esto ciertamente obedece a un sistema de
en lo que podría llamarse la cultura europea del si- funcionamiento. Creo que con Marx y con Freud
glo XVII. Sin duda lo hice de manera muy burda y tenemos que ver con autores cuya posición trans-
acepto que demasiado abstracta, porque se trata- discursiva no es superponible a la posición trans-
ba de un montaje de conjunto. Estarán de acuer- discursiva de autores como Platón o Aristóteles.
do en que definir de qué manera se ejerce esta Y habría que describir Jo que es esta transdiscursi-
función, en qué condiciones, en qué campo, etcé- vidad moderna, en oposición a la transdiscursivi-
tera, no quiere decir que el autor no existe. dad antigua.

Lo mismo sucede con la negación del hombre de LUCIEN GOLDMANN.Una sola pregunta: ¿cuán-
la que habló Goldmann: la muerte del hombre es do admite la existencia del hombre o del sujeto,
un tema que permite poner al día la manera como los reduce usted, sí o no, al estatuto de función?
funciona en el saber el concepto de hombre. Y si
se rebasa la lectura, evidentemente austera, de las M. FOUCAULT.No dije que lo reducía a una fun-
primeras o de las últimas páginas de lo que escribí, ción, analizaba la función en cuyo interior puede
se advertiría que esta afirmación remite al análisis existir algo como un sujeto. Aquí no realicé el
de un funcionamiento. No se trata de afirmar que análisis del sujeto, hice el análisis del autor. Si hu-
el hombre está muerto, sino que a partir del tema biera dado una conferencia sobre el sujeto, es pro-
de que el hombre está muerto -que no es mío, que bable que hubiese analizado del mismo modo la
no deja de repetirse desde el final del siglo XIX- función sujeto; es decir, hubiese hecho el análisis
se trata de ver de qué manera, según qué reglas se de las condiciones en las cuales es posible que un
formó y funcionó el concepto de hombre. Hice lo individuo ocupe la función del sujeto. Aún habría
mismo con la noción de autor. Contengamos, que precisar en qué campo el sujeto es sujeto, y de
pues, nuestras lágrimas. qué (del discurso, del deseo, del proceso econó-
mico, etcétera). No hay sujeto absoluto.
Otra observación. Se dijo que tomaba el punto de
vista de la no-cientificidad. Sin duda, no pretendo J. ULLMO.Me interesó profundamente su exposi-
haber realizado aquí un trabajo científico, pero ción porque revive un problema muy importante
me gustaría saber desde qué instancia se me hace para la investigación científica en la actualidad.
ese reproche. La investigación científica, y en particular la in-
vestigación matemática, son casos límites en los
MAURICEDEGANDILLAC.Al escucharlo me pre- cuales un cierto número de conceptos que usted
gunté según qué criterios precisos distinguía a los puso de relieve aparecen de manera muy clara. En
"instauradores de discursividad", no sólo de los efecto, en las vocaciones científicas que se perfi-
"profetas" de carácter más religioso, sino también lan alrededor del vigésimo año, enfrentarse al
de los promotores de "cientificidad" con los cua- problema que usted planteó inicialmente se con-
les no es incongruente vincular a Marx y a Freud. virtió en un problema muy angustiante: "¿Qué
Y, si se admite una categoría original, situada de importa quien habla?" En otro tiempo, una voca-
alguna manera más allá de la cientificidad y del ción científica era la voluntad de hablar uno mis-
profetismo (y dependiendo, por lo tanto de las mo, de aportar una respuesta a los problemas fun-
dos), me sorprende no ver ahí ni a Platón ni sobre damentales de la naturaleza o del pensamiento
todo a Nietzsche, que según su presentación no matemático; y esto justificaba las vocaciones, jus-
hace mucho en Royaumont, si tengo buena me- tificaba puede decirse, vidas de abnegación y de
moria, ejercieron sobre nuestro tiempo una in- sacrificio. En nuestro días este problema es mu-
fluencia del mismo tipo que la de Marx y Freud. cho más delicado, porque la ciencia aparece mu-
cho más anónima; y, en efecto, "¿qué importa
M. FOUCAULT.Vaya responderle -pero a título quien habla?", lo que no encontró x en junio de
de hipótesis de trabajo, puesto que, una vez más, 1969, lo encontrará y en octubre de 1969. Enton-
lo que les señalé no era sino un plan de trabajo, ces, sacrificar su vida por esta anticipación ligera y
una guía de construcción- que la situación trans- anónima es verdaderamente un problema ex-
discursiva en la cual se encontraron autores como traordinariamente grave para el que tiene voca-
Platón y Aristóteles desde el momento en que es- ción y para el que debe ayudarlo"Ypienso que es-
cribieron hasta el Renacimiento debe poder anali- tos ejemplos de vocaciones científicas aclararán
zarse; la manera como se les citaba, como se refe- un poco su respuesta en el sentido, por lo demás,
rían a ellos, como se les interpretaba, como se res- que usted indicó. Tomaré el ejemplo de Bourba-
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ki; podría tomar el ejemplo de Keynes, pero ca, y criterio del autor en tanto que modificando el
Bourbaki constituye un ejemplo límite: se trata de campo epistemológico, me parece que se restituye
un individuo múltiple; el nombre de autor parece un sujeto bastante poderoso, y perdone la expre-
desvanecerse verdaderamente a favor de una co- sión. Lo cual, por lo demás, no está ausente de su
lectividad, y de una colectividad renovable, pues- pensamiento.
to que no siempre los mismos son Bourbaki. Aho-
ra bien, sin embargo, existe un autor Bourbaki, y J. LACAN.Recibí muy tarde la invitación. Al leer-
este autor Bourbaki se manifiesta a través de las la advertí, en el primer párrafo, el "regreso a". Se
discusiones extraordinariamente violentas, e in- regresa tal vez a muchas cosas, pero, en fin, el re-
cluso diría patéticas, entre los participantes de greso a Freud es algo que tomé como una especie
Bourbaki: antes de publicar uno de sus fascículos de bandera, en un cierto campo, yen esto no pue-
-esos fascículos que parecen tan objetivos, tan do sino darle las gracias, respondió completamen-
desprovistos de pasión, álgebra lineal o teoría de te a mi expectativa. Evocando especialmente, a
los conjuntos, de hecho hay noches enteras de dis- propósito de Freud, lo que significa el "regreso
cusión y de trifulca para ponerse de acuerdo sobre a", todo lo que usted dijo me parece, al menos res-
una idea fundamental, sobre una interiorización. pecto a aquello en lo cual pude contribuir, perfec-
y este es el único punto sobre el que encontraría tamente pertinente.
un desacuerdo bastante profundo con usted, por-
que, al principio, eliminó la interioridad. Creo En segundo lugar, quisiera hacer notar que, es-
que no hay autor más que cuando hay interiori- tructuralismo o no, en el campo vagamente deter-
dad. Y este ejemplo de Bourbaki, que no es un au- minado por esta etiqueta, de ningún modo se trata
tor en el sentido trivial, lo demuestra de una ma- de la negación del sujeto. Se trata de la dependen-
nera absoluta. Dicho esto, creo que restablezco cia del sujeto, lo cual es sumamente diferente; y
uh sujeto pensante, que puede ser de naturaleza muy en particular, en el nivel del regreso a Freud,
original pero muy claro para los que tienen el há- de la dependencia del sujeto en relación con algo
bito de la reflexión científica. Por lo demás, un ar- verdaderamente elemental, y que tratamos de ais-
tículo muy interesante en Critique de Michel Se- lar bajo el término de "significante".
rres, "La Tradición de la idea", ponía esto en evi-
dencia. En las matemáticas no es la axiomática lo En tercer lugar -limitaré mi intervención a esto-
que cuenta, no es la combinatoria, no es lo que us- no creo que de ninguna manera sea legítimo haber
ted llamaría la capa discursiva, lo que cuenta es el escrito que las estructuras no salen a la calle, por-
pensamiento interno, es la percepción de un suje- que si hay algo que los acontecimientos de mayo
to capaz de sentir, de integrar, de poseer este pen- demuestran, es precisamente la salida a la calle de
samiento interno. Y si tuviera tiempo, el ejemplo las estructuras. El hecho de que esto se escriba en
de Keynes desde el punto de vista económico se- el lugar mismo en donde se operó esta salida a la
ría todavía más sorprendente. Voy a concluir sim- calle simplemente prueba lo que muy a menudo, e
plemente: pienso que sus conceptos, sus instru- incluso lo que más menudo es interno a lo que se
mentos de pensamiento son excelentes. Respon- llama el acto, es que él mismo se desconoce.
dió, en la cuarta parte, a las preguntas que me ha-
bía planteado en las tres primeras. ¿En dónde se JEAN WAHL. Nos queda agradecer a Michel Fou-
encuentra lo que específica al autor? Y bien, lo cault por haber venido, hablado, haber escrito
que especifica al autor es justamente la capacidad primero su conferencia, haber respondido a las
de modificar, de reorientar ese campo epistemo- preguntas planteadas, las que, por lo demás, fue-
lógico o esa capa discursiva para usar sus fórmu- ron todas interesantes. Agradezco también a los
las. En efecto, no hay autor más que cuando se que intervinieron y a los oyentes. "¿Quién escu-
abandona el anonimato porque se reorientan los cha, quién habla?": podemos responder "en casa"
campos epistemológicos, porque se crea un nuevo esta pregunta.
campo discursivo que modifica, que transforma
radicalmente al precedente.

El caso más llamativo es el de Einstein: es un


ejemplo absolutamente sorprendente desde este
punto de vista. Me da gusto ver que Bouligand
está de acuerdo conmigo, concordamos absoluta-
Michel Foucault (1926-1984). Filósofo francés. Autor de Historia de
mente sobre esto. En consecuencia, con estos dos la locura, El nacimiento de la clínica, Las palabras y las cosas, La ar-
criterios: necesidad de interiorizar una axiomáti- queología del saber, El orden del discurso, Historia de la sexualidad.

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Picasso: Caballo (Boceto para Guernica). Dihujo a lápiz sohre papel azul.

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