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27 de abril de 2021
Preámbulo -------------------------------------------------------------------------------- 6
Preámbulo
3) ¿Es o puede ser neutral la educación, sin sesgos ideológicos de ningún tipo?
7) ¿Por qué modelo deben apostar los marxistas en el tema educativo en la nueva
sociedad que ha de venir?
Cuando, en los 80, el gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de
Felipe González propuso leyes que despenalizaban el aborto y legalizaba el
divorcio, no significaba que el Partido Comunista de España (marxista-leninista)
no tuviera profundas reservas en cuanto a las facilidades para garantizar dichos
derechos. Del mismo modo que cuando el PCE (m-l) votó NO a la Constitución
de 1978, como también hicieron agrupaciones fascistas como Fuerza Nueva, no
significaba que padeciera de una deriva falangista.
Cuando la derecha del PP de Aznar propuso investigar en los 90 los diversos casos
de corrupción del PSOE de Felipe González, los comunistas estuvieron de
acuerdo, aun sabiendo que dichas propuestas de investigación y sus medidas
punitivas no tendrían un castigo adecuado ni servirían para paliar un problema
endémico bajo el capitalismo.
Podríamos seguir con más pruebas factuales, pero creemos que es más que
suficiente. En ninguno de estos casos los marxistas cayeron en una
socialdemocratización ni en un acercamiento a la derecha más reaccionaria. Se
puede estar y se estará de acuerdo superficialmente en determinadas propuestas
cuando tengan sentido −como puede ser, en este caso, la oposición a la enseñanza
de la ideología feminista en los centros educativos−, pero, normalmente, nunca
se estará de acuerdo ni en las causas del problema ni en las formas más adecuadas
de solucionarlo. Y es aquí donde los revolucionarios deben hacer valer su
independencia ideológica, poniendo en evidencia al resto, educando a las masas
y deslindándose totalmente de la política burguesa.
El triste hecho de que la lucha contra las teorías más absurdas del feminismo o
del colectivo LGTB parezca hoy capitaneada por una formación tan aberrante y
ultrarreaccionaria como Vox, cuyos miembros, entre otras lindezas, tratan la
homosexualidad como una enfermedad −desoyendo las evidencias científicas− o
pretender abolir la posibilidad del aborto −considerándolo, además, pecado−, ya
indica en qué lugar ha quedado hoy la «izquierda revolucionaria» y, sobre todo,
el retraso de las fuerzas marxistas que antaño denunciaban al feminismo como
una corriente burguesa, pero que hoy no tienen problema en abrazarla con sumo
entusiasmo.
Los politicastros de turno dicen cuidar con sumo esmero la educación pública.
Juran que sus gobiernos buscan articular sobre ella su modelo de desarrollo de la
nación, que las generaciones venideras se podrán forjar en la excelentísima
educación española. ¿Se puede decir que hay algo de esto es cierto? ¡Ay de quién
se haya creído tal patraña!
Invitamos al lector a indagar durante este y los próximos capítulos sobre los
puntos más interesantes de la Ley Celaá. Así podremos evidenciar que el
contenido de esta nueva ley de educación dudosamente se puede calificar de
avance progresista, incluso en los puntos que a priori lo son.
Quienes creen defender, con medidas análogas a la citada, un interés en aras del
progreso histórico desconocen los hechos. La defensa de la educación pública se
ha convertido en un mantra de las organizaciones sociales populares desde hace
décadas −en especial desde la aprobación de la LOMCE en 2013−, destinado −en
teoría− a defender una educación alejada de las garras de las empresas privadas
y de sus intereses egoístas.
Pero las escuelas son, en el sistema capitalista, empresas a fin y al cabo. Todas
ellas, públicas o no, funcionan encajadas en el sistema de producción e
intercambio de mercancías. Los alumnos no son más que mercancía fuerza de
trabajo en potencia. Los materiales con los que se imparten las clases son,
obviamente, mercancías. De este modo, toda institución de enseñanza tiene como
primer mandamiento, para poder seguir existiendo, estar destinada a la
producción de beneficios; sea pública o privada. Y, del mismo modo, todas ellas
están controladas por el interés el lucro, la máxima rentabilidad posible, que en
la absoluta mayoría de los casos tropieza con el desarrollo de una educación de
calidad para los alumnos y unas condiciones dignas para el profesorado y el
personal de mantenimiento, pese a ser supuestamente un servicio público
nacional.
Cuando la ley Celáa afirma triunfante que aumentará el presupuesto para las
escuelas públicas nos están intentando distanciar de dos hechos. En primer lugar,
hacer la distinción entre escuela pública y privada demuestra que las segundas
siguen proliferando en España con total impunidad y sin excusa. Y, en segundo
lugar, están procurando convencernos de que las escuelas públicas son una suerte
de santo grial donde el interés privado, del mercado, no puede dejar sus huellas
dactilares. ¡Nada más lejos de la realidad!
¿Cómo se puede confiar en que dicho gobierno cree y defienda una red de escuelas
y profesorado competente si es el mismo que puso en marcha la privatización de
las empresas de automóviles, carburantes, telefonía, gas natural, autopistas,
loterías, etc.? Señores, repasen la historia para, al menos, saber en quién
depositan su confianza.
Que todavía hoy los sindicatos de profesores y estudiantes sigan el juego a este
«gobierno del cambio» supone olvidar que fue el PSOE, y no otro, el que precipitó
las huelgas de estudiantes y profesores más grandes vistas desde el franquismo:
«[La huelga de 1988] Tuvo lugar en la primavera de ese año, meses antes de la
gran huelga general de noviembre. Fue un paro en la enseñanza media de los
centros públicos que duró casi un mes y terminó provocando la dimisión del
entonces ministro de Educación, José María Maravall. Entre otras
reivindicaciones, la huelga fue motivada para pedir una mejora salarial y de
pensiones de los profesores. [Las huelgas de 1990] Fueron convocadas en el
ámbito de las enseñanzas medias y la universidad por el Sindicato de
Estudiantes los días 22 de marzo y 26 de abril en contra de la LOGSE, aprobada
en octubre de ese mismo año, para defender la gratuidad de la enseñanza y
reclamar la oferta pública suficiente en enseñanza infantil, el control de
prácticas en Formación Profesional, acabar con la masificación, eliminar las
pruebas de acceso a la Universidad y mayores inversiones en Educación. Según
los convocantes, la protesta del 26 de abril tuvo una incidencia del 95% en
centros de enseñanzas medias de las comunidades de Galicia, Asturias,
Cantabria, Cataluña, Valencia, Rioja, Andalucía y Madrid. La LOGSE supuso
un cambio curricular y de metodologías y amplió hasta los 16 años la edad de
escolarización. El Sindicato de Estudiantes opinaba que con la ampliación de la
enseñanza obligatoria de los 14 a los 16 años se iban a incrementar las
subvenciones a la privada —pasarán de los 160.000 millones de pesetas
actuales a más de 200.000, decían entonces—, lo que suponía «un ataque y
discriminación de la escuela pública». (20 minutos; Así han sido las otras
grandes huelgas de Educación en España, 12 de mayo de 2012)
«Los recursos educativos merman año tras año, hasta llegar a su peor cuota en
2019, sin que nada asegure que se ha tocado fondo. Si en 2006 la administración
destinó el 4,31% del Producto Interior Bruto (PIB) a lo educativo, en 2018 la cifra
es del 4,24%, la más baja desde 2006. Comparado con los países del entorno,
España es uno de los que menos porcentaje de PIB dedica a la educación, sólo
por delante de Grecia, Irlanda, República Checa, Luxemburgo e Italia. El
promedio de Europa está por encima del 5%, según datos del Ministerio de
Educación». (Sur; España está entre los países que menos invierten en
educación, 18 septiembre 2019)
«El Gobierno del PSOE ha diseñado las cuentas con escuadra y cartabón para
poder presumir de que ha doblado los presupuestos del PP. Si Íñigo Méndez de
Vigo el año pasado aumentó un 3% el gasto educativo pasando de 2.525 a 2.600
millones de euros, el nuevo equipo del Ministerio lo sube hasta el 5,9% −un total
de 2.722 millones−. Si entonces se pusieron sobre la mesa 50 millones más para
becas, ahora se añaden otros 150, un 10,2% más.
El gasto es el más elevado en los últimos siete años pero aún alejados de la
inversión en educación que existía en 2010, cuando se destinaron 3.092 millones
de euros para educación, y a mucha distancia del documento base sobre
financiación educativa que se redactó con Ángel Gabilondo. La partida
educativa sigue representando sólo el 0,7% de todos los presupuestos, que era lo
mismo que ha supuesto con el Ejecutivo de Rajoy». (El Mundo; Presupuestos
2019: un 6% más de gasto educativo y 150 millones más para becas, 14 de enero
de 2019)
«Desde 2007 hasta 2017, últimos datos consolidados, el montante que todo el
Estado dedica a la Educación ha subido un 4,6%, según datos que el Ministerio
de Educación publicados en el Sistema Estatal de Indicadores de la Educación
(SEIE). Desglosado, la escuela concertada ganó un 25% de financiación; la
pública quedó casi clavada: aumentó un 1,4%.
«En 2005, los 10.550 colegios entre concertados y privados puros ingresaron
6.698 millones de euros por los dos millones escasos de alumnos que tenían,
según la encuesta de financiación y gastos de la enseñanza privada del Instituto
Nacional de Estadística. En el curso 2017-2018, el número de centros había
caído hasta los 8.984, pero el de alumnos había subido alcanzando los 2,4
millones de estudiantes −un 20% más−. Y los ingresos se multiplicaron casi por
dos hasta llegar a los 12.475 millones de euros, según un informe de DBK. (...)
Los primeros reciben un 70% de sus ingresos de las administraciones, que les
pagan por cada alumno. Esta partida ha pasado de 4.353 millones de euros en
2005 a 5.859 millones de euros en 2015, una subida del 34,6%, por encima de la
subida del número de estudiantes, que lo ha hecho en un 20%». (El diario; Los
colegios privados y concertados han duplicado sus ingresos en 13 años, 5 de
mayo de 2020)
¿Cuáles son hoy en España los problemas de los sujetos que participan en la
educación? La lista sería interminable, pero señalaremos solo algunos de los más
importantes y evidentes.
¿Y cuál es, precisamente, una de las razones para «soportar» dicha tarea en el
personal docente? La manutención de la economía familiar, el disfrute de la vida
social. Pero aquí hallamos otro problema: la tan cacareada «conciliación de vida
laboral y familiar» que, en realidad, es negligida por diversas razones. Podríamos
citar el precio y la distancia que supone para los trabajadores llegar a su puesto
de trabajo, la dilatada jornada laboral o las famosas «horas extra» que en no
pocas ocasiones, o bien no son pagadas debidamente, o bien no son remuneradas.
El trabajador no solo se ve privado de disfrutar por un tiempo limitado de su
familia y amigos, sino que muchas veces el tiempo que gasta en su puesto de
trabajo es tal y el tiempo que pasa en casa es tan fortuito, que acaba viendo como
su «familia» y «amigos» a sus compañeros de trabajo, las vidas de los cuales
conoce mejor que las de sus propios hijos, amigos o cónyuge.
Hace más de cien años un todavía revolucionario Karl Kautsky describía así la
evolución de las instituciones educativas y sus problemas, el cambio que los
maestros han sufrido conforme la educación se volvió masiva:
Hace unos cien años, este bien era escaso. Había pocas escuelas; El estudio se
acompañó de un gasto considerable. Mientras la pequeña producción pudiera
sustentarlo, el trabajador se apegaba a ella; sólo dones especiales de la
naturaleza o circunstancias favorables harían que los hijos de los trabajadores
se dedicaran a las artes y las ciencias. Aunque había una demanda creciente de
profesores, artistas y otros profesionales, la oferta era definitivamente
limitada.
Mientras duró esta condición, la educación tuvo un precio muy alto. Su posesión
produjo, al menos para quienes la aplicaron a fines prácticos, vidas muy
cómodas; no pocas veces trajo honor y fama. El artista, el poeta, el filósofo eran,
en los países monárquicos, los compañeros de la realeza. La aristocracia del
intelecto se sintió superior a la aristocracia del nacimiento o del dinero. El único
cuidado de ellos era el desarrollo de su intelecto. De ahí que las personas de
cultura pudieran ser, y a menudo lo fueran, idealistas. Estos aristócratas de la
educación y la cultura estaban por encima de las otras clases y de sus
aspiraciones y antagonismos materiales. La educación significaba poder,
felicidad y valor. La conclusión parecía inevitable de que para hacer felices y
dignos a todos los hombres, para desterrar todos los antagonismos de clase,
toda pobreza.
«Quizá no falte quien objete a lo que decimos que los ingenieros, médicos,
escritos y otros individuos que ejercen profesiones intelectuales no son
burgueses, sino trabajadores, y trabajadores de superior calidad. Pero esta
objeción carece de valor real. En efecto; el médico, el ingeniero, el escritor, etc.,
son obreros, y obreros muy apreciables, a quienes veríamos con gusto a nuestro
lado defendiendo su propia causa; mas cuando estos obreros se consagran a
defender la clase explotadora, a ser su mejor escudo y los mantenedores de sus
monopolios, no sólo merecen el calificativo de burgueses, sino que para nosotros
lo son más que los propiamente tales». (Pablo Iglesias Posse; El programa
socialista, 1886)
He aquí porqué del intelectual, como de cualquier otra capa social, no puede
hacerse una idealización, ya que su posición social y su personalidad pueden
brindar perfectamente oportunidades para saltar del campo revolucionario al
contrarrevolucionario:
«Es un lugar común de barra de bar. Qué bien viven los profesores, que dan
cuatro horas de clase al día, salen pronto del colegio y, por si fuera poco, tienen
tres meses de vacaciones. La realidad es muy diferente, como desvela un
informe que acaba de publicar la Federación de Enseñanza del sindicato CCOO
a partir de los datos recogidos por la OCDE. Lo señalaba el 'Panorama de la
educación 2018' y lo recoge el presente trabajo: el profesorado español está por
encima de la media europea en cuanto al número de horas lectivas. En concreto,
nuestros maestros dan de media 880 horas de clase en Primaria, 713 en ESO y
693 en Bachillerato, Formación Profesional de Grado Medio y Enseñanzas
Artísticas o Escuela Oficial de Idiomas, mientras que en Europa las cifras se
encuentran respectivamente en 762, 668 y 635. Una diferencia de un 15,48%
más entre los profesores españoles de Primaria, un 6,7% en los de ESO y un
9,13% en el resto. Finlandia es uno de los países con menos horas lectivas, muy
por debajo de la media de la UE22». (El Confidencial; El mito de los horarios de
los profesores españoles: trabajan más que los europeos, 27 de febrero de 2019)
«No se trata tan solo de las horas lectivas, es decir, de aquellas en las que el
profesor atiende de forma directa al alumnado impartiendo docencia en el aula,
sino también las que completan su jornada laboral, relacionadas con las
reuniones con las familias, la coordinación, la elaboración de materiales
educativos, la planificación de clases o la vigilancia en recreos y comedores. El
trabajo que el ojo no ve. El profesorado español dedica también más tiempo a
estas labores que la media de los países de la OCDE. Según los datos del informe
«Talis 2013» −los últimos disponibles hasta junio de este año, cuando se
publique la nueva oleada−, el 86% de los docentes de nuestro país elabora sus
propios exámenes sin recurrir a las pruebas estandarizadas, como solo ocurre
con el 66% de los profesionales de la OCDE. Únicamente un 1% no acude a
reuniones de coordinación o intercambio, por un 9% de la media y muy por
debajo de países como Francia, con un 32%». (El Confidencial; El mito de los
horarios de los profesores españoles: trabajan más que los europeos, 27 de
febrero de 2019)
España es uno de los países cuyos alumnos destinan más horas a sus deberes:
«Según el informe PISA, más de seis horas a la semana, más del doble que en
Finlandia y, por lo tanto, los profesores pasan mucho más tiempo que sus
homólogos corrigiéndolos. En concreto, dedican una hora más a la semana a la
corrección de ejercicios y exámenes. Una media de 6,1 horas semanales, frente
a las 4,7 del resto de los países desarrollados. En resumidas cuentas, y a pesar
de los tópicos, los profesores españoles son de los que más trabajan de todo el
continente». (El Confidencial; El mito de los horarios de los profesores
españoles: trabajan más que los europeos, 27 de febrero de 2019)
«El sindicato lamenta que el Real Decreto-Ley 14/2012 del PP, que contemplaba
un incremento del 20% en las ratios del aula y las jornadas a 25 horas
semanales en Infantil y Primaria −dejando de contar los recreos− y 20 en el
resto −desde las de 18 a 21 estipuladas en la ley de 1994−, provocó consecuencias
negativas para el profesorado: la desaparición de puestos de empleo −casi
25.000 docentes en todo el Estado durante el año 2012− y la parcialidad de las
jornadas de los interinos, que aumentaron un 30,6% entre 2011 y 2016. Muchas
de ellas, incluso por debajo de la media jornada. (...) La principal reivindicación
de CCOO es, como mínimo, igualar la jornada lectiva del profesorado a la media
de la Unión Europea. Eso pasa por aumentar la plantilla con 35.760 profesores
más en Infantil y Primaria y 13.101 en ESO. En total, 48.861 maestros que no
solo devolverían las plantillas al nivel anterior a la crisis sino que superarían su
tamaño con creces». (El Confidencial; El mito de los horarios de los profesores
españoles: trabajan más que los europeos, 27 de febrero de 2019)
La situación del profesorado asociado es todavía más grave −si cabe− cuando
tenemos en cuenta la temporalidad de los contratos y la reticencia de las
universidades para aumentar las plazas de profesorado «regular», algo que torna
interminable la espera para acceder a ellas −más aún si tenemos en cuenta los
mecanismos de entrada que, aunque varían entre centros, son igualmente
obtusos−.
Una vez consiguen pasar la criba que deja a la mayoría de sus compañeros en la
estacada e intentando reciclarse, se encuentran bajo tutela de un profesor que
ocupa un cargo jerárquico importante en la universidad −debido a que es
preferible que sean los profesores con más renombre los que hagan de mecenas a
los jóvenes becarios−.
Hablemos ahora del sueldo de los docentes educativos a nivel general. ¿Cuál ha
sido la evolución de los salarios en la enseñanza pública estos años?:
Los catedráticos no han corrido mejor suerte. El recorte en sus sueldos, según el
informe de UGT, supera el 56% y la diferencia salarial acumulada desde 2006
alcanza los 15.300 euros.
En resumen:
«En cuanto a la evolución de los salarios, los últimos 7 años se caracterizan por
la progresiva pérdida de poder adquisitivo, fruto de los recortes y la congelación
salarial. Valga como ejemplo que a día de hoy, el sueldo del profesorado está
por debajo del que cobraba en 2010, literalmente por debajo y muy por debajo
si a esta reducción se le añade la subida del IPC correspondiente al periodo al
que se hace referencia (2010-2017) Podemos afirmar que los salarios docentes
de 2017 se encuentran en torno a las cantidades que se percibían en 2008».
(UGT; Evolución de retribuciones docentes en la enseñanza pública 2010-2017)
En 2019, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los docentes cobran de
media 2.500 euros −incluyendo complementos−, por lo que se encuentran por
debajo de lo apercibido en oficios relacionados con la «Información y
comunicaciones» −2.600 euros−, «Administración pública y defensa» −2.700
euros− o «Actividades financieras y de seguros» −3.400 euros−. Por contra
estaban por encima de oficios como «Construcción» −2.000
euros, «Hostelería» −1.300 euros−, «Actividades artísticas, recreativas y de
entretenimiento» −1.500 euros− o «Agricultura, ganadería, silvicultura y
pesca» −1.400 euros−. A esto debe tenerse en cuenta que, por supuesto, a mayor
antigüedad mayores extras, y a mayor temporalidad menor retribución.
Pese a que el coste de vida de una región puede ser más alto que otra, muchos
profesores −incluso los que logran su plaza fija− trabajaban en regiones donde
vivir es notablemente más caro que en el resto del país, pero cobran
sustancialmente menos que otros de otra región en donde el coste de vida es
inferior −véase el ejemplo madrileño−:
«El caso de Madrid, apunta STEs, es «aún más complejo» ya que su sistema
retributivo es el más diversificado de todo el país, con un número elevado de
complementos de todo tipo −TICs, biblioteca, bilingüismo, programas de
refuerzo, de excelencia o de promoción del deporte−. Los complementos oscilan
entre los 17,75 euros mensuales y los 229,19 euros, «creando un abanico salarial
amplísimo». Para el secretario confederal de STEs, José Ramón Merino, el
sistema retributivo de la Comunidad de Madrid «ha dividido al profesorado»
porque promueve el «individualismo» con estos complementos, «cuando la
labor docente es una labor conjunta, porque por una clase pasan diferentes
profesores», apunta». (ABC; Las diferencias salariales entre profesores de
distintas comunidades autónomas superan los 600 euros, 20 de diciembre de
2020)
«Primero que todo, habría que aclarar que a ninguno de nosotros se le deberían
caer los anillos por reconocer que existen situaciones en el sistema público donde
la «mala praxis» del personal [educativo] tiene relación con el «factor
humano», es decir, por falta de profesionalidad, pues esto ocurre en todos los
sectores públicos −y no nos engañemos señores liberales, también sucede lo
mismo en las empresas de sector privado debido a una amplia gama de razones
que ahora abordaremos−. Idealizar a colectivos como los médicos, las
enfermeras o los auxiliares, es tan nocivo como cualquier otro tipo idolatría.
Esto ni siquiera tiene que ver en su totalidad con las deficiencias del sistema
−que también−, sino con el mero hecho de que el ser humano, como tal, es falible.
Por ello habría que preguntarse si este sistema estimula o no el desempeño
correcto de los profesionales, si los hace mejores o no, y aquí es cuando
comenzaremos a ver como la estructura sí importan −y mucho−. El sector
público, por sus propias características, depende más si cabe del entramado en
que se sustenta su andamiaje: el gobierno central, autonómico y la dirección de
los [centros educativos], quienes son sus gestores. Algo que bien saben los
profesionales −como ejecutores−, y el consumidor −como receptor del mismo
sistema− que no olvidemos, es al final quien lo sostiene con sus impuestos más
allá de que sea público o concertado. Dicho de otro modo: si el sistema no
habilita herramientas serias y eficaces para que los profesionales puedan
manifestarse y demandar una mejora del material y conocimiento con el que
van a desempeñar su trabajo −y si los gestores de mayor a menor rango no
acceden−, el sistema [educativo] seguirá trabajando en base a un sobreesfuerzo
colectivo de profesionales que a duras penas cumplen su labor o están
cualificados, rebajando su eficiencia y perjudicando, por ende, al resto de la
población. Por el otro lado, si el consumidor no tiene mecanismos para protestar
e intervenir sobre los déficits del sistema [educativo] −relevando a los
trabajadores poco profesionales, denunciando la tardanza en la asistencia
médica, su calidad y demás−, tampoco puede limar las aristas de este triángulo
y convertirlo en un círculo armonioso que opere correctamente. (…)
Lamentablemente, como veremos luego, las quejas y reclamaciones sirven de
poco, y pensar que una «reforma integral» de la [educación] pública y su
«armonización real» es posible dentro bajo el capitalismo es una quimera, pues
sería como pensar que es factible una representación y ejecución «democrática»
sin la intervención de los intereses económicos de la burguesía, la cual incluso
en épocas de bonanza siempre intentará mantener la sanidad en un estado
aceptable gastando lo menos posible en ella, pauperizando el servicio de la
misma. De ahí el descontento generalizado en los últimos años, que ha dado
lugar a paradojas como que algunas personas dediquen sus ahorros −o se
planteen hacerlo− en un [centros privados de educación]... ¡pese a que ya están
pagando un sistema [educativo] público!». (Equipo de Bitácora (M-L); Algunas
consideraciones sobre el COVID-19 [Coronavirus], 2020)
Pero la cosa no queda aquí. Gran parte del profesorado universitario de renombre
−tanto del sector público como del privado− compiten por ver a cuántos alumnos
pueden vender sus libros de manera forzada, agregando a sus jugosos sueldos
grandes extras y garantizando a las editoriales la publicación de sus próximos
libros, pues los anteriores «han sido todo un éxito». ¡Un negocio redondo!:
Las cifras que se manejan en el negocio supondrían casi el 15% del presupuesto
de la propia universidad:
«A partir de estas cifras, el informe hace una estimación del volumen de negocio.
Suponiendo que solo un tercio de los estudiantes compra el texto −el escenario
conservador−, el volumen rondaría los 13,6 millones, pero subiría a 27,2 si se
admitiera que dos tercios de los estudiantes compran libros nuevos. Eso supone
entre el 6% y el 12% del presupuesto anual de la UNED. Los autores del informe
han analizado el 72% de las matrículas de grados de la UNED». (El
Confidencial; El negocio cautivo de manuales de la UNED: un mercado de 20 M
para catedráticos, 24 de abril de 2018)
Incluso cuando no el libro del profesor no es «obligatorio» para la asignatura se
emplean técnicas para estimular su compra:
Esto, a su vez, supone un jugoso negocio para las editoriales que monopolizan
este mercado:
«Si creía usted, querido lector, que el sector de la medicina es el único en la que
la pseudociencia campa a sus anchas, es porque no le hemos invitado aún a
asomarse al de la educación. Encuadrada dentro de las ciencias sociales, las
exigencias en nuestro país para la introducción de nuevos métodos educativos
son muy laxas en lo que a eficacia probada y evidencias sólidas se refiere. (...) La
UNED impartió esta semana un curso dedicado algunos de estos métodos. Son
unas Jornadas sobre Educación Holística, con un precio de matrícula de 90
euros. (...) Uno de los pilares de estas jornadas es el método ASIRI, desconocido
en España a pesar de que aseguran llevar ocho años de difusión por América y
Europa. Fue creado en Perú −de hecho «asiri» significa «sonrisa» en quechua−
por Ivette Carrión, educadora psico-espiritual, masoterapeuta y reikista. Este
método está basado en la idea de los «niños índigo», un concepto
pseudocientífico de la ideología «new age» para referirse a niños que irían un
paso más allá en la evolución humana desde un punto de vista espiritual y
mental: más creativos, más sensibles, más intuitivos, menos dados a la
disciplina escolar y al aprendizaje reglado. No hay evidencias científicas detrás
de este concepto de los niños índigo −bautizados con este tono de azul porque
supuestamente es el color del que tienen su aura−, pero el concepto resulta
atractivo, especialmente para aquellos padres que tienen hijos con dificultades
de aprendizaje pero que prefieren negar el diagnóstico o no afrontar el
problema. (...) Esta Pedagogía 3.000, un movimiento presidido por Noemi
Paymal, antropóloga francesa, es el otro pilar del curso impartido por la UNED.
Predica el colapso del sistema educativo reglado y apela igualmente a un
enfoque místico-mágico de la educación como una forma de «liberar el potencial
humano» y «unir las ciencias humanas y las ciencias de la vida en la dimensión
de una ciencia espiritual que nos permita dar sentido a la crisis actual», con los
niños como centro de este enfoque, protagonistas de un cambio espiritual
colectivo hacia un nuevo ser humano con un enorme potencial pero que se ve
limitado por el actual sistema educativo. (...) Algunas de las ideas que defienden
las fundadoras de estos métodos parecen sacadas de una historia fantástica,
como la de que algunos niños, a los que llaman «niños estelares», vienen en
realidad de otros planetas. Además «son sanadores, son telépatas, muchos son
clarividentes, muchos sienten la energía». (El Confidencial; La trampa de la
pseudociencia llega a la UNED con niños telépatas y auras de colores, 10 de
octubre de 2017)
Esto tiene más que ver con el mundo circense de los videntes y los curanderos con
piedras mágicas que con una universidad pública y seria.
Nuestra idea complementaria es que, además los jefes de la UNED están metidos
hasta el cuello en este negocio lucrativo, pues de otro modo no estarían
arriesgando la reputación de su escuela. Como dice el refranero: «Poderoso
caballero es Don Dinero».
Entiéndase que cualquier gobierno que se preste a mantener este tipo de ofertas
en el ámbito educativo no puede ser objeto de confianza para el pueblo y su
educación.
Los estudiantes tienen ante sí una estructura educativa confusa, burocrática y del
todo incomprensible para padres y alumnos. Centrémonos en el alumno que
pretende, como mínimo, optar a la universidad. ¿Qué recorrido debe seguir?
Esto no ha cambiado un ápice con la nueva Ley Celaá de 2020. Bien, se supone
que es en la ESO donde el alumnado debe adquirir los llamados «conocimientos
fundamentales» a través de materias como Matemáticas, Historia y geografía,
Lengua castellana y literatura o Inglés.
Otras son específicas de cada curso y optativas. Por tanto, se dará la opción de
cursarlas brevemente si son escogidas entre otras ofertas −Filosofía, Educación
física, Iniciación a la actividad emprendedora, Música, Ética, Tecnologías de la
información y la comunicación y un largo etcétera−. Y, por último, existen otras
que en primer, segundo o tercer curso eran obligatorias ahora se vuelven
optativas −biología y geología, física y química−.
¿Qué podemos concluir de todo este caos? Que con esta disposición puede ser que
alguien jamás llegue a dar −o apenas− nada de biología, física, química o filosofía
durante la ESO o, peor, el sistema educativo pretende hacernos creer que una
persona puede adquirir los fundamentos de estas materias en un solo año −y en
bachiller es muy posible que pueda volver a evadirla sin problema−. Sea como
sea, en el caso de las asignaturas obligatorias y optativas, y gracias, únicamente,
al material oficial con que se imparten, estas incluyen toda una serie de temarios
y conceptos inútiles o secundarios desde el punto de vista objetivo a la par que se
descuidan aspectos fundamentales de la cultura general.
Ya hemos comentado que los estudiantes españoles son los que tienen que
afrontar una mayor carga de tareas académicas, con un método de enseñanza
poco didáctico −la mera memorística del siglo XIX sigue estando muy presente
entre muchos profesores− y sufriendo un método desfasado de evaluación cuyas
supuestas soluciones −como la evaluación continua− no han hecho más que
agravar el problema del sobretrabajo −en especial de corrección− que tienen que
afrontar los profesores. A su vez los progresivos gobiernos han ido quitando
materias y temáticas que sí son realmente de interés primordial.
Como los precios de los estudios superiores son prohibitivos para su cartera esto
los llevan a sobreesforzarse para poder costearse cada año de carrera −pues las
becas no dan ni para un mínimo porcentaje de estudiantes en semejantes
condiciones−. Con ello, se ven obligados a compaginar los estudios con un trabajo
no especializado que, en muchos casos, dificulta el curso de las asignaturas al
disminuir el tiempo que se les puede dedicar y suelen revertir en notas más bajas
que hacen imposible acceder a ayudas y becas de todo tipo. Al final, suelen ocurrir
dos cosas: o el estudiante proletario lucha con uñas y dientes y consigue el título,
o es expulsado de la universidad por no estar al día con las masivas tasas
académicas. Esto, claro está, siempre que el estudiante no se rinda antes, algo
absolutamente comprensible y recurrente dentro del «estimulante» sistema
educativo español.
Desde comienzos del siglo XXI hasta la crisis general de 2008 esta demanda
decreció paulatinamente. Pero fue a raíz de esta última que la burguesía se vio
obligada a reducir el volumen de graduados que le producía tan pocos beneficios.
El encarecimiento de la enseñanza superior dificultó a los hijos de la clase obrera
labrarse un futuro; los encadenó a trabajos temporales en sectores como la
logística y servicios −en especial la hostelería− o, recientemente, como falsos
autónomos en las criminales empresas de reparto a domicilio −Glovo, Deliveroo,
y otras−.
«En 2018 la tasa de paro de los licenciados españoles de entre 30 y 34 años fue
mucho más alta que la de sus homólogos europeos −9,8% frente a 5,8%− para
todas las titulaciones salvo en artes, humanidades e idiomas. (...) El estudio
revela también que los graduados universitarios españoles trabajan en puestos
de elevada cualificación en una proporción menor que la europea. En 2006, la
situación era similar, con proporciones todavía inferiores en todas las carreras.
(...) Para el ente supervisor, el problema radica en la calidad de la educación y
no en las preferencias que se tienen en España a la hora de formarse. Además,
en su estudio apunta que los problemas estructurales de la economía española
también son causantes de esta situación, ya que se trata de una economía con
pocas oportunidades para recién titulados. Como consecuencia, en España, los
universitarios desempeñan empleos menos cualificados». (Cinco días; Los
titulados universitarios españoles sufren el doble de paro que sus homólogos
europeos, 24 de noviembre de 2020)
Visto lo visto, ¿quién podría poner una pega a ese mantra que repite que «El
capitalismo es el mejor sistema posible»?
«La pequeña Suiza no sale perdiendo, sino que gana, por el hecho de que en ella,
en vez de un idioma único para todo el país, existan nada menos que tres
idiomas: el alemán, el francés y el italiano. El 70% de los habitantes son
alemanes −en Rusia, el 43% son grandes rusos−, el 22% franceses −en Rusia el
17% son ucranianos− y el 7% italianos −en Rusia, el 6% son polacos y el 4,5%
bielorrusos−. Y si los italianos de Suiza hablan con frecuencia el francés en el
Parlamento común, no lo hacen obligados por una bárbara ley policíaca
−inexistente en dicho país−, sino sencillamente porque los ciudadanos
civilizados de un Estado democrático prefieren ellos mismos el idioma
comprensible para la mayoría. El idioma francés no inspira odio a los italianos
porque es el idioma de una nación libre y civilizada, porque es un idioma que
ninguna repugnante medida policíaca impone. (...) Todo el mundo puede darse
cuenta de que la burguesía liberal actúa en el problema del idioma común para
todo el Estado con la misma deslealtad, hipocresía y torpeza −incluso desde el
punto de vista de los intereses del liberalismo− que en numerosos problemas
análogos. ¿Qué se deduce de todo esto? Se deduce que cualquier nacionalismo
liberal-burgués lleva la mayor corrupción a los medios obreros y ocasiona un
enorme perjuicio a la causa de la libertad y a la lucha de clase proletaria. (...)
No es marxista, y ni siquiera demócrata, quien no acepta ni defiende la igualdad
de derechos de las naciones y de los idiomas, quien no lucha contra toda
opresión o desigualdad nacional. (...) El programa nacional de la democracia
obrera exige: ningún privilegio para cualquier nación o idioma». (Vladimir
Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre la cuestión nacional, 1913)
Según los mismos datos del Idescat, un 32,8% de la población de más de 15 años
habla solo o muy habitualmente catalán con su familia, y un 47,8% solo o muy
habitualmente castellano; con las amistades, los porcentajes son de 29,9% y 42%
respectivamente y en el trabajo un 30,4% catalán y un 30,2% castellano.
Estas cifras suponen un enorme contraste con las que determinan la enseñanza
del catalán, donde se estima que el 94,4% de la población entiende el catalán, un
85% lo sabe leer y un 65% sabe leerlo y escribirlo, porcentajes que en algunos
casos incluso han aumentado respecto a 2003. En cuanto a edades se refiere, los
jóvenes en Cataluña tienen un mayor conocimiento del catalán a nivel de lectura
y escritura que la gente mayor, y el mismo en cuanto a entenderlo y hablarlo. Esto
es debido a que la población de mayor edad en muchas ocasiones no fue
escolarizada en catalán, cosa que cambió a partir de los 70.
Hay un fuerte contraste, por ejemplo, entre la zona de Tierras del Ebro donde un
76% de la población dice usar el catalán de forma habitual respecto al 35% en
Barcelona y alrededores. Aun así, el porcentaje de población que sabe leer y
escribir en catalán en esta zona es mayor en la actualidad que hace años, y eso
teniendo en cuenta los grandes flujos migratorios acumulados en esta zona tanto
desde el resto del país como desde otros países.
Cataluña, como parte de un país imperialista −y una parte muy rica con una
burguesía muy poderosa−, debido a su desarrollo histórico ha acumulado mucha
población migrante −sobre todo en las grandes ciudades−, por eso el uso del
catalán varía tanto entre pueblo y ciudad. Por ende, el uso del catalán no está
siendo aminorado debido al «centralismo español» sino que es debido al propio
desarrollo histórico de Cataluña y a la facilidad del uso del español como lengua
internacional.
Si la disminución del uso del catalán no viene por parte de la educación catalana
ni de una política directa del gobierno español vamos a ver cómo trata el gobierno
burgués catalán la cuestión de la cultura y el entretenimiento. En Cataluña, la
cadena TV3 lidera las audiencias en varias franjas horarias y varios días de la
semana, con cuotas de hasta el 14,5% de la audiencia total. En cuanto a radio, las
cadenas de noticias y programas en catalán lideran la audiencia:
«Los datos de la tercera ola del Estudio General de Medios indican un aumento
del consumo de radio, también en catalán, en relación a las cifras de hace un
año. El liderato continúa siendo para la radio en catalán con la primera
posición para RAC1, que tiene 866.00 oyentes −834.000 hace un año− y
Cataluña Radio, que tiene 641.000 oyentes −563.000 hace un año−. En tercer
lugar, la Cadena SER con 421.000 −343.000 hace un año−». (Ràdio Associació
de Cataluña, Aumenta el consumo de radio en catalán según el EFM de finales
de año, 2 de diciembre de 2020)
«La cultura catalana, sea en los regímenes históricos más censores de España o
en otros más permisivos como el actual sistema de las autonomías, nunca ha
cesado su desarrollo, y en recientes décadas hemos visto que éste ha sido cada
vez más amplio, pero la cuestión versa más bien sobre si la burguesía catalana
ha desarrollado o no casi todo lo que podía desarrollar de progresivo para la
nación en materia artística, literaria y lingüística bajo mandato burgués.
Estamos seguros de lo que respondería un marxista viendo los desarrollos de la
burguesía catalana en todos los campos con los estudios sobre pseudohistoria,
su chovinismo ideológico, la cultura consumista y totalmente alienante que
produce y difunde como un narcótico entre la juventud. (...) Mientras sea la
burguesía catalana o española la que detente el Estado y domine los territorios
catalanes, la cultura que se irradiará, el modelo económico que se seguirá
perpetuando, y la forma política que habrá, será más o menos «puramente
catalana», pero burguesa al fin y al cabo, por lo que no supondrá nunca ni una
tercera parte de lo que el proletariado catalán podría desarrollar en cuanto a
progreso nacional y social si controlase el poder político −en conjunto con otros
pueblos bajo el mismo Estado o bajo uno propio−, teniendo la posibilidad de
controlar la economía −libre de explotación del hombre por el hombre y sobre
otras naciones− y capaz de producir así su propia cultura que sería patriótica a
la par que internacionalista −y la hegemónica dentro de la nación−. El resto es
palabrería». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre la cuestión
nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero, 2020)
Pasemos a otro tema que debería importar más a estos patrioteros rojos y azules.
¿Qué remedio propone la «burguesía roja» del PSOE y Podemos para paliar el
sensible problema del fracaso escolar en España? ¡Muy fácil! Si hay muchos
suspensos, decidamos «aligerar los criterios»:
«En España ha repetido en torno al 31% de los alumnos de 15 años, casi el doble
que en el resto de países desarrollados. El hecho de que el porcentaje de quienes
no consiguen el título de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) alcance al
25% refleja, además, la escasa eficacia de la repetición para mejorar la
trayectoria educativa del alumnado, según ha advertido Enrique Roca,
presidente del Consejo Escolar del Estado. Además, solo en la ESO la repetición
tiene un coste de 3.340 millones de euros al año, según cálculos del Ministerio
de Educación. La nueva ley prevé que solo se pueda repetir una vez en primaria
y dos como mucho en toda la enseñanza obligatoria, y que lo decida el equipo
docente sobre la base de qué será más favorable para la evolución académica
del alumno, sin que dependa directamente de haber suspendido más de dos
asignaturas. El título de bachillerato también podrá obtenerse
«excepcionalmente» con un suspenso si los profesores creen que ha alcanzado
los objetivos de la etapa». (El País; Estos son todos los cambios en la escuela que
trae la nueva ley educativa, 19 de noviembre de 2020)
Es sumamente vil pretender que algo así pueda solucionar el problema de los
alumnos suspensos que se acumulan en los centros de enseñanza año tras año.
Este cuello de botella no se debe a que los alumnos aprueben más o menos y, por
tanto, la solución no es hacer que los suspendidos, mágicamente, aprueben.
Esta es la carta que siempre ha jugado la derecha con inteligencia... afirmar que
la izquierda −en la que incluye a los comunistas− peca de querer «igualarlos a
todos en la mediocridad». Ciertamente, e independientemente de que el gobierno
que la aplique se diga de izquierda o derecha, esta medida solo puede ser
considerada contraria a los intereses nacionales, pues no mejora el rendimiento,
siendo un parche conformista útil para disimular un grave problema. Uno puede
entender ahora por qué la mayoría de la población identifica el comunismo con
esta especie de igualitarismo absurdo. Y es que la socialdemocracia del PSOE y
sus socios de gobierno, como Unidas Podemos, no solo aceptan esta medida, sino
que la promueven, y dado que no existe un grupo comunista que se haga notar,
no puede contrarrestar este relato. El gobierno de la izquierda burguesa habla de
que estas medidas favorecerán la reducción de la desigualdad, pero, ¿cómo
conciben los marxistas la «igualdad»?
Pese a esto, los ataques del liberalismo al marxismo en este sentido son
constantes, insistiendo que el marxismo consistiría en una especie de
igualitarismo a toda costa:
«Este es el razonamiento de un docto liberal, que repite el argumento
increíblemente trillado y gastado, de que la experiencia y la razón prueban con
claridad que los hombres no son iguales, mas el socialismo basa su ideal en la
igualdad. Por consiguiente, vean ustedes, ¡el socialismo es un absurdo,
contrario a la experiencia y a la razón, etcétera! El señor Tugán repite el viejo
truco de los reaccionarios: ¡falsear primero el socialismo, atribuyéndole
absurdidades, y luego refutar triunfalmente esas absurdidades! Cuando se dice
que la experiencia y la razón prueban que los hombres no son iguales, se
entiende por igualdad, igualdad de aptitudes o identidad de fuerza física y de
capacidad mental. Queda entendido que en este sentido los hombres no son
iguales. Ninguna persona sensata y ningún socialista olvidan esto. Pero este
tipo de igualdad nada tiene que ver con el socialismo. (...) La abolición de las
clases significa colocar a todos los ciudadanos en un pie de igualdad respecto de
los medios de producción, que pertenecen a la sociedad en su conjunto; significa
brindar a todos los ciudadanos iguales oportunidades de trabajo en los medios
de producción de propiedad social, en la tierra de propiedad social, en las
fábricas de propiedad social, etc. (...) [Los marxistas] entienden por igualdad,
en la esfera política, la igualdad de derechos, y en la esfera económica, según
queda dicho, la abolición de las clases. Por lo que respecta a la igualdad humana
en el sentido de igualdad de fuerza y de aptitudes −físicas y mentales−, los
socialistas no piensan siquiera en implantarla». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Un profesor liberal opina sobre la igualdad, 1914)
En consecuencia:
Con la nueva ley de educación se anunciaba que, por fin, el funcionariado no sería
inmune, pero, ¿bajo qué criterios? Aún a día de hoy nadie lo sabe:
Toda sociedad que se aleje de esta directriz básica volverá a la casilla de salida: la
sociedad y diferencias de clases.
¿Pero es que acaso tomarán en cuenta las condiciones de vida adversas que tienen
muchos profesores y que dificultan que lleven su trabajo absolutamente al día?
No. Estas condiciones de miseria, en tanto que inseparables del modo capitalista
de producción, seguirán existiendo.
Más aún: tomemos un caso paradigmático que nos lleva a que exista un gran
número de docentes que no quieren dedicarse a su profesión y que, por ello, no la
desempeñen con la atención requerida. Este es el caso de quienes no han podido
dedicarse a la investigación académica, bien porque sus tareas de becarios los han
absorbido hasta este punto o bien porque, a falta de un colchón económico que
les permita proseguir con su carrera investigadora, han tenido que lanzarse a la
jungla de las oposiciones para labrarse un futuro, aunque sea en una profesión a
la que han llegado por rebote y no por dedicación.
De modo que el gobierno no hará nada por mejorar estas condiciones, que son
una parte fundamental del problema, limitándose a aumentar las penas por
incumplimiento del deber y, además, guardándose para ellos una definición de
deber cuanto menos dudosa.
«La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más
importantes y más seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del
cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas
trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus
causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir atentamente los
medios de corregirlos: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso
consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase, y
después a las masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil
del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
Esta es la razón verdadera por la que la población se encuentra tan cerca de los
partidos políticos como la Tierra del Sol. Pero volvamos al tema que nos ocupa.
¿Cuáles han sido las prioridades del gobierno en materia educativa en plena crisis
sanitaria?
Hace décadas, si nos llegan a decir que en plena pandemia mundial el feminismo
se atrevería a lanzar análisis con «perspectivas de género» como prioridad de su
agenda política, nos sonaría a broma, pero hoy se ha convertido en una triste
realidad. Más recientemente se insistía en que:
«A todas las actuaciones que se están llevando a cabo, y tras ahondar en que el
confinamiento provocado por el coronavirus ha causado un aumento de los
casos de violencia machista, la ministra ha fijado como prioridad la puesta en
marcha de un Plan de Sensibilización y Prevención de las violencias machistas,
que desde su punto de vista debiera tener dos ejes centrales: implicar al ámbito
educativo en todas las etapas y abordar las violencias machistas en redes
sociales». (El Mundo; Igualdad sitúa el ámbito educativo como prioridad para
prevenir la violencia machista, 25 de junio de 2020)
De todos modos, si las feministas alegan que, a razón de las condiciones del
confinamiento, existe el peligro de que la «violencia de género» aumente
desproporcionadamente convirtiéndose en una debacle nacional, habría que
añadir también que gracias a la previsión y gran gestión del «gobierno del
cambio» en la pandemia, esto ha causado un ascenso del colapso sanitario, un
mayor desempleo, la ausencia de tramitaciones de los ERTE, descenso del nivel
de vida generalizado… ¿no disparan todas estas mismas condiciones de
aislamiento, estrés y mayores cuadros de depresión el consumo de ansiolíticos,
tabaco o alcohol que afectan a una mayor proporción de la población, incluyendo
a un número mayor de mujeres? Pero, claro, el feminismo en el gobierno habla
de lo que le conviene y, eso sí, jamás asume responsabilidades.
«La Casa del Rey tendrá unos presupuestos de 8.431.150 euros en 2021, lo que
representa un incremento del 6,9% con respecto a los 7.887,15 millones de las
últimas cuentas vigentes de 2018 y lo que supone 544.000 euros adicionales. Así
se indica en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el próximo año
y que se presentó en el Congreso este miércoles para su aprobación. Según lo
dispuesto en el artículo 65.1 de la Constitución, «el Rey recibe de los
Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su
Familia y Casa, y distribuye libremente la misma». (El presupuesto de la Casa
Real aumenta un 6,9% para 2021, lo que supone 544.000 euros adicionales, 29
de octubre de 2020)
Resulta cuanto menos gravoso para su credibilidad que pidan a la población
apretarse el cinturón y más fe en el gobierno del país tras estas noticias.
Poco antes de la pandemia del COVID-19, hubo mucho ruido con la cuestión
del «pin parental» en la educación, y este debate saltó a la palestra una vez más.
Medios de comunicación se preguntaban: «¿Es la educación actual
independiente del sesgo doctrinal? ¿Puede serlo con un gobierno
diferente?». Nosotros podríamos continuar con este apartado exponiendo con
todo lujo de detalles el cruce de argumentos jurídicos de uno y otro bando burgués
sobre la polémica producida durante los meses anteriores, pero sería una pérdida
de tiempo para arrojar luz sobre la cuestión educativa. Por lo tanto, en este
apartado abarcaremos esta cuestión de forma somera, incidiendo únicamente en
lo necesario para revelar el cinismo de los políticos burgueses. Y es que hoy, la
derecha burguesa asume sin complejos las posiciones educativas de la vieja
«izquierda» burguesa de los años 70, mientras la nueva «izquierda» se acoge a la
defensa de los principios de la vieja derecha.
Eulalia Vintro, por los eurocomunistas del Partido Comunista de España (PCE),
decía exactamente lo mismo. Aludía que los profesores no podían imponer a los
padres la educación de sus hijos, pero dejaba la puerta abierta a confiar en que el
régimen burgués pudiera proporcionar una visión totalmente científica y
desinteresada para la educación:
«Yo, como padre de familia, no tengo por qué aceptar que el señor Ministro de
Educación tenga que designar a un profesor que vaya a enseñar a mi hija unos
determinados criterios de moral o de ética unilaterales, desde una cierta
perspectiva; y si es bajo criterios científicos, cabe perfectamente en los
programas de otras asignaturas». (Eulalia Vintro; Sesión del Congreso, 16 de
noviembre de 1979)
El líder de Alianza Popular (AP), Manuel Fraga, antecesor del actual PP, se oponía
al discurso anterior de la siguiente manera:
Las leyes que las democracias burguesas introducen ni siquiera son «vox pópuli»
entre la ciudadanía. Ha de saberse que estos partidos activan o desactivan las
propuestas de ley en cálculo del resto de acontecimientos sociales, económicos y
políticos, respondiendo estos cambios, en no pocas ocasiones, a maniobras
destinadas a desviar la atención de forma demagógica. La introducción de una
nueva reforma laboral bien puede desatar un debate mediático parlamentario que
se extrapole a la sociedad, aunque en realidad el partido que la impulse no
pretenda modificar sustancialmente la ley anterior. Sin embargo, la propuesta
logra dar la sensación de que los partidos políticos están haciendo algo útil y
sumamente transcendente, que luchan por la «libertad» o contra la «tiranía»
−según el discurso de cada bancada−. En otros casos ocurre todo lo contrario, se
aprovechan los días señalados, como las vacaciones, para tratar de introducir
cambios legislativos sin muchos problemas, sin protestas. En estos casos fuerzas
parlamentarias mayoritarias suelen estar de acuerdo, como ocurrió con la
reforma constitucional del 2011, con la que PSOE-PP pactaron cargar sobre los
trabajadores el peso de la deuda pública para solventar así su negligente gestión.
En realidad, sea por la razón que sea, en toda democracia burguesa, donde la
población tiene una participación y representación mínima en la vida política y
sus partidos, todo se reduce directamente a una cuestión de votos y apoyos en las
diferentes instituciones. Paradójicamente, un tema fetiche en lo legislativo para
un solo partido, una cúpula, e incluso para una sola persona puede poner en
marcha una reforma para cambiar la legislación, aunque ni siquiera sus propios
votantes comulguen con dicho proyecto. Pero esto es indiferente para los políticos
burgueses que, gracias a la «disciplina de partido», saben que sus diputados y sus
aliados votarán a favor de los intereses del partido. Lo único que les da
quebraderos de cabeza son los pactos y concesiones con otras fuerzas políticas.
Obviamente, para que todo esto ocurra sin muchas protestas
extraparlamentarias, los medios de comunicación afines deben crear una
«necesidad» ficticia a la población para que al menos tengan la impresión de que
«es un debate que está en la calle».
«Precisamente porque los individuos sólo buscan su interés particular, que para
ellos no coincide con su interés común, y porque lo general es siempre la forma
ilusoria de la comunidad, se hace valer esto ante su representación como algo
«ajeno» a ellos e «independiente» de ellos, como un interés «general» a su vez
especial y peculiar, o ellos mismos tienen necesariamente que moverse en esta
escisión, como en la democracia. Por otra parte, la lucha práctica de estos
intereses particulares que constantemente y de un modo real se oponen a los
intereses comunes o que ilusoriamente se creen tales, impone como algo
necesario la interposición práctica y el refrenamiento por el interés «general»
ilusorio bajo la forma del Estado». (Karl Marx y Friedrich Engels; La ideología
alemana, 1846)
«Los partidos que aceptan seguir este guion de las «luchas identitarias» y
«luchas parciales», como hace Podemos, se disponen a ganar los votos de un
colectivo determinado a costa de perder los de otros, adentrándose en una
guerra que saben de antemano que no podrán ganar, pues no pueden satisfacer
a todos sus votantes de forma simultánea. La falta de unos principios serios y
delimitados, de una explicación racional para los fenómenos sociales, hace que
estas corrientes no se pongan de acuerdo en lo más mínimo, incluso traten de
neutralizarse entre sí. Recientemente hemos visto las disputas entre feministas
tradicionalistas y las feministas transexuales, entre las feministas
abolicionistas de la prostitución y defensoras de la «libre elección», entre
feministas partidarias de la maternidad subrogada y opositores, entre grupos
antirracistas que desean permitir la asistencia a sus eventos solo a los
afroamericanos y entre los que desean hacerlo extensible a otras razas o,
incluso, a todas, entre animalistas y ecologistas, entre veganos y omnívoros, y
así podríamos seguir hasta el día del juicio final. En donde seguro que no se
puede apostar al rojo y al negro, al par y al impar, es en la lucha de clases. Pero
estos grupos, reformistas por definición, demuestran esa misma postura
ambivalente con el trabajador, pero sin dejar de estar con el patrón −que bien
puede ser también gay, negro o extranjero−. Las consecuencias de su falta de
firmeza o del incumplimiento de sus promesas se hacen notar en la oscilación de
los votos que reciben». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre
Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2020)
Con el cambio de gobierno, el famoso Ministro de Educación del PP, José Ignacio
Wert, decretó en enero de 2012 que la Educación para la Ciudadanía ahora se
transformaba en Educación Cívica y Constitucional, que, según él, estaría «libre
de cuestiones controvertidas» y «no susceptible de adoctrinamiento ideológico».
Pero, como sabemos, tanto la vieja como la nueva asignatura instruyen,
adoctrinan o como quiera decirse. ¿O es que acaso los artículos de la Constitución
Española de 1978 no marcan un contenido moral preciso y útil para una clase
social, como es la defensa de la monarquía y la propiedad privada? Podríamos
hablar de cómo y en qué contexto fue aprobada tal carta magna, la cual hoy sigue
estando a debate en la calle, no así en las escuelas, ya que esto se consideraría
«subvertir el orden constitucional», la mayor de las herejías para los defensores
de la actual democracia burguesa. Aunque, todo sea dicho, el capitalismo ni
siquiera necesita de la actual constitución para mantenerse. La Constitución
republicana de 1931 −esa que defendía la propiedad privada y defendía el
castellano como única lengua oficial− le valdría perfectamente. Véase el capítulo:
«La creencia de que si un Estado conserva figuras, instituciones o leyes de una
etapa fascista es demostrativo de que éste todavía persiste» de 2017.
Entiéndase que la educación y valores que se enseñan en las escuelas sobre este
tema son los mismos con los que se bombardea a los padres de los alumnos en los
medios de comunicación masivos:
Esa es la razón de que el Estado burgués intente reforzar una cultura favorable
a ellos difundiendo estas nociones serviles hacia estos organismos y cuerpos,
nociones que crean borregos, no ciudadanos instruidos que ejercen sus
derechos, nociones que son inoculadas por la inestimable ayuda de los grandes
«medios de información» vinculados al gran capital. Pero es tapar el sol con un
dedo, ya que pese a esta ingente cantidad de poder y medios, los escándalos se
suceden todos los días dentro del sistema, tramas que no solo son denunciadas
por los elementos progresistas y «antisistema», sino que en ocasiones son
registradas hasta en los medios más reaccionarios −y no por la preocupación
de mantener una «salud democrática» del sistema, sino por motivos de
competencia, pues al fin suelen ser ellos quienes aprovechan la crisis para aupar
a una u otra facción burguesa al poder−. Quien no haya entendido esto, no ha
entendido nada de las tramas y funcionamiento del sistema democrático-
burgués, su doble faz.
A los marxistas no les importan en absoluto las zarandajas del actual sistema
legislativo burgués. Desconfían de sus bonitas declaraciones sobre la «defensa de
los derechos humanos», o la importancia de «educar en valores», etc. Todo radica
en analizar los hechos claros, palpables.
Este «aliado» del feminismo que confiesa ser ninguneado por sus «compañeras»
en los «espacios no mixtos», agradece tal trato mezclando feminismo con
marxismo −eso sí, bajo el disfraz de que es un «feminismo de clase»−, pero
además disuelve al proletariado entre las clases sociales en general llamándola a
todas ellas como «clases trabajadoras». Para finalizar este despropósito, propone
que el marxismo adopte este «feminismo de clase» pero que a su vez no se sea
sectario y no exija que plante su propia visión y reivindicaciones sobre los
problemas que aquejan a la «mujer trabajadora», porque eso puede «reducir su
base social». En resumen: ¡«Que se abran cien flores y compitan cien escuelas de
pensamiento»! ¿Se imaginan lo que podría salir de juntar esta novedosa «visión
plural» e «interclasista» sobre la problemática ecológica o de género? Bueno, qué
decir, ahí tenemos en Europa años de actividad de Los Verdes, Syriza o Unidas
Podemos y las decepciones que causan su politiqueo.
Trasladado esto al reciente debate sobre el pin parental en la educación −en torno
a si la educación era cuestión del gobierno o de los padres−, este tipo de
agrupaciones no dudaban, por supuesto, en defender a capa y espada al gobierno
feminista. ¡Faltaría más!
Hay que dejar claro que el feminismo no puede conjugarse con el marxismo,
porque el segundo busca la abolición de clases mientras que el primero siempre
ha sido un movimiento burgués −como denunciaban las propias marxistas−,
uno que hoy cuenta con miles de ramificaciones y tendencias ideológicas, a cada
cual más excéntrica y rimbombante. Véase el capítulo: «Comunistas» subiéndose
al carro de moda: el feminismo» de 2020.
«Las feministas declaran estar del lado de la reforma social, y algunas de ellas
incluso dicen estar a favor del socialismo −en un futuro lejano, por supuesto−
pero no tienen la intención de luchar entre las filas de la clase obrera para
conseguir estos objetivos. Las mejores de ellas creen, con ingenua sinceridad,
que una vez que los asientos de los diputados estén a su alcance serán capaces
de curar las llagas sociales que se han formado, en su opinión, debido a que los
hombres, con su egoísmo inherente, han sido los dueños de la situación. A pesar
de las buenas intenciones de grupos individuales de feministas hacia el
proletariado, siempre que se ha planteado la cuestión de la lucha de clases han
dejado el campo de batalla con temor. Reconocen que no quieren interferir en
causas ajenas, y prefieren retirarse a su liberalismo burgués que les es tan
cómodamente familiar». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la
cuestión femenina, 1907)
Bueno, dirá el lector, pero muchas de las ideas más fantasmagóricas del
feminismo por suerte no se han materializado en las aulas e instituciones. Lo
cierto es que ya ha habido leyes en el ámbito educativo que admitieron como
verdades incontestables las ideas centrales del feminismo. En Navarra, el
gobierno de Geroa Bai −formado por EH Bildu, Podemos, I-E−, implementó una
polémica ley de educación que decía lo siguiente:
Esto parece sacado de cualquier «influencer» del feminismo actual, cosa que no
nos sorprende en absoluto, dado que la influencia de estos sujetos es sumamente
importante para apuntalar el discurso gubernamental:
«Un privilegio es una ventaja o una concesión especial que se tiene porque
alguien la ha concedido o porque las circunstancias, el contexto, la hacen
posible. Son exactamente lo contrario que a los derechos. Porque los privilegios
siempre se tienen a costa de alguien (…) Los privilegios implican que tiene que
haber un sistema que los hace posibles, que los legitima, que lo sostiene, y que lo
reproduce. Significa que hay un conjunto de normas, de valores, de costumbres.
(…) Incluso de políticas y de leyes». (Irantzu Varela; En la frontera, capítulo
451, 26 de noviembre de 2020)
Suponemos que cuando las feministas hablan de los «privilegios de los hombres»
se refieren al trabajo cómodo, bien remunerado o incluso las corruptelas
económicas de sus colegas de organización. ¿Qué privilegio patriarcal existe en la
España del siglo XXI? Absolutamente ninguno en la ley, y culturalmente también
está penado socialmente cualquier atisbo de machismo, como muestra tenemos
las propias encuestas del Centro de Investigación Social (CIS), que ninguna
feminista se atreverá a negar que en todo caso está bajo influencia directa de sus
amigos de gobierno.
En Murcia pudimos ver cómo sin criticismo alguno hacia el «gobierno feminista»,
casi todas las organizaciones autodenominadas «marxistas» hicieron un
seguidismo a las peticiones de estas organizaciones sobre el pin parental. Con
mucha diligencia siguieron sus eslóganes y firmaron sus manifiestos sin ápice de
desconfianza: Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), Partido
Comunista España (PCE), Anticapitalistas, etc.
¡Casi nos saltan las lágrimas de emoción al ver que vivimos prácticamente en el
paraíso y no nos habíamos enterado! ¡Cuánta cantidad de fantoches nos toca
aguantar en nombre del marxismo!
Dejaremos otra declaración del antiguo PCE (m-l) de Elena Ódena −por supuesto,
del que había antes de caer en el lodazal de hoy que, por cierto, peca de lo que
aquí estamos denunciando−:
Esta tendencia de seguir el guion de los partidos e intereses del gobierno de turno
es sumamente normal, ya que estos partidos, colectivos y sindicatos solo
reproducen y difunden los mitos clásicos del oportunismo más antiguo, siempre
guardando esperanza en el «posibilismo». Era de esperar que hoy también se
sumasen al movimiento de moda: el feminismo.
«En el acuerdo presupuestario, PP, Cs y Vox no hablan del «pin parental», sino
que se recoge «el impulso a la igualdad de oportunidades en el sistema educativo
que permita a las familias educar a sus hijos en libertad, sin imposiciones de
ningún tipo, mediante el establecimiento de una autorización expresa de las
familias para la participación de sus hijos en actividades complementarias, en
base a los preceptos de la Constitución». (EFE, La Junta de Andalucía ve
asumible lo acordado con Vox respecto al pin parental, 21 de enero de 2020)
«En agosto, la Consejería de Educación, del PP, dictó una resolución con las
instrucciones de comienzo de curso 2019/2020 en las que se establece que «se
dará conocimiento a las familias» al comienzo de curso de «las actividades
complementarias de las programaciones docentes que forman parte de la
propuesta curricular» y son impartidas por personal ajeno al centro
educativo «con objeto de que puedan manifestar su conformidad o
disconformidad con la participación de sus hijos menores en dichas
actividades». Esta resolución, según explican en la Consejería, fue uno de los
requisitos para que Vox apoyara la investidura del PP». (El Mundo; Qué es el
pin parental, la herramienta para que los padres puedan vetar contenidos en
las aulas, 19 de febrero de 2020)
«La imposición del denominado 'pin parental' por parte de la Región de Murcia
a sus centros educativos, con el que se pretende que los padres de los alumnos
tengan que autorizar de manera previa y expresa la asistencia de sus hijos a
cualquier tipo de actividad celebrada en el centro escolar, recibiendo una
información anticipada de todas ellas, es contraria a la Ley Orgánica de
Educación (LOE), las propias normas autonómicas de esta región, así como a
la Ley Contra la Violencia de Género. Esta iniciativa ha generado, además, una
gran controversia y rechazo por parte de la comunidad educativa.
(...) «Cualquier norma que recogiera esta censura previa, este veto, vulneraría
los derechos de los alumnos y alumnas a recibir una educación integral, para el
pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios
democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales», ha
manifestado Isabel Celaá. Este veto colisiona con el derecho constitucional
fundamental a la educación, además de contravenir diversos tratados
internacionales ratificados por España −Convención sobre los Derechos del
Niño, Declaración Universal de los Derechos Humanos−, así como el
Memorándum de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia, la
normativa educativa, la legislación sobre la violencia y la normativa específica
en materia LGTBI». (Moncloa; Educación y Formación Profesional recurrirá a
los tribunales la decisión de la Región de Murcia de imponer un 'pin parental' a
los centros educativos, 2019)
Pero como el lector ha leído anteriormente, la propuesta educativa del gobierno
de Murcia no incluía la intervención del contenido curricular establecido en las
materias clásicas como lengua, matemáticas, inglés, biología, historia, etc., sino
en «las actividades complementarias de las programaciones docentes que forman
parte de la propuesta curricular» y son impartidas por personal ajeno al centro
educativo.
«En la cuestión de la mujer nos encontramos con la postura tanto del PSOE
como de Podemos, que han copiado todos y cada una de las teorías, proclamas
y eslóganes idealistas del actual feminismo hegemónico de corte posmoderno,
incluso C’s y PP han intentado sumarse al carro del feminismo con el llamado
feminismo liberal, coincidiendo las corrientes de unos y otros del llamado
«feminismo». Esto ha dejado una puerta abierta a la demagogia en el sentido
contrario. El hecho de que Vox sea el único partido que se oponga al feminismo,
le ha hecho cosechar muchos votos del colectivo masculino cansado del
seguidismo de la izquierda hacia estas teorías y medidas idealistas, que en
muchas ocasiones sobrepasan el absurdo, y que no ayudan a los problemas que
pretenden resolver. Véase la Ley Integral de Violencia de Género impulsada por
el PSOE de Zapatero en 2004, que propone una asimetría legal entre los mismos
delitos cometidos entre hombres y mujeres; la Ley Orgánica para la igualdad
efectiva de mujeres de 2007, influenciada por las leyes de paridad y
discriminación positiva; por no hablar de las demenciales propuestas de
reforma del código penal como el «Sólo sí es sí», esto sin incluir toda una ristra
de comentarios y teorías que abanderan fuera del ámbito legislativo. El triste
hecho de que la lucha contra el feminismo parezca hoy capitaneada por una
formación reaccionaria como Vox, que, entre otras cosas, considera aún la
homosexualidad como una enfermedad o niega la posibilidad del aborto
−considerándolo además pecado−, indica en qué lugar ha quedado hoy la
izquierda y, sobre todo, el retraso de las fuerzas revolucionarias que antaño
denunciaban al feminismo como un movimiento burgués. Dejar en manos de
Vox un tema tan delicado e importante como la cuestión de la mujer significaría
que se van a combatir unas ideas pseudocientíficas: las de las feministas −que
no aciertan a adivinar las causas de la desigualdad entre hombres y mujeres y
mucho menos en las recetas para su solución−, con otras todavía más idealistas
y retrógradas: la de los fascistas −que están influidos entre otras cosas por una
educación católica−». (Equipo de Bitácora (M-L); Las elecciones, la amenaza
del fascismo, y las posturas de los revisionistas, 2019)
Ni siquiera hace falta ser marxista para albergar algo de raciocinio en lo tocante
al pin parental. Aun cuando los comentarios de los usuarios en los medios de
comunicación no suelen ser una referencia de argumentación cabal, por una vez
dejaremos un breve comentario que ilustra bien cual sería una postura lógica
sobre el tema de las charlas impartidas por personal no docente en los centros
educativos:
«El pin parental es para que los padres puedan retirar a sus hijos de aquellos
programas o asignaturas con las que no estén de acuerdo». (La sexta
columna; Pin parental: La mala educación, 20 de enero de 2020)
Algunos, pese a todo, clamarán: «¡El veto parental solo es y puede ser una
herramienta reaccionaria, nadie progresista lo apoyaría!». En la práctica, ya se ha
demostrado que es y puede ser una herramienta progresista no solo para frenar
el feminismo, sino también las charlas de la derecha más zafia:
El jefe del ejecutivo murciano tenía previsto presentar en una charla las 20
medidas prioritarias de su Gobierno en materia de Formación Profesional en el
Centro Integrado de Formación Profesional Carlos III, en Cartagena.
¿No podría servir este mismo pin parental para prohibir un discurso del
falangista Ortega Smith en un colegio público? ¡Perfectamente!
Debe apuntarse que, efectivamente, Vox ha utilizado bulos de diversa índole para
demonizar las charlas que se están impartiendo en los centros educativos. Véase
la obra: «Qué es el «pin parental» y qué bulos y desinformaciones te están
colando sobre él» de 2019.
«Lo menos que pueden hacer los hombres es que todo hombre en edad de luchar
se prepare para redimir su palabra a las mujeres, y esté listo para dar lo mejor
de sí, para salvar a las madres, las esposas e hijas de Gran Bretaña». (Evening
Post, 5 de junio de 1916)
Sino a la inclusión de asignaturas enteras, las más de las veces opcionales −como
es el caso de «Historia de Género» en la Universidad Complutense de Madrid−,
otras, obligatorias −como es el caso de «Història de gènere» en la Universidad de
Barcelona− en multitud de grados universitarios. Y bien, uno podría pensar que
quizá sí sea necesario ahondar más en el papel que las mujeres han tenido en
todas y cada una de estas disciplinas. Sin embargo, aparece una duda, ¿no sería
mejor implementar sus aportaciones en aquellas materias que traten sus campos
de especialidad? ¿No sería mejor, por ejemplo, impartir el papel de la mujer
romana −al igual que elevar la cantidad de temario enfocado a la materia
socioeconómica del imperio− en la asignatura de Roma? Evidentemente, así es.
La mujer no representa un ente disociado del resto de la existencia, no existe en
el éter, y a lo largo de la historia, en el desarrollo de las ciencias, sociales o
«exactas», ha existido en un contexto del que no es necesario −de hecho, es
contraproducente− separarla. Es más, considerar que el papel de la mujer es
ignorado en la academia es, como poco, absurdo. Esto es, claro está, siempre que
no hablemos de aquellas impartidas por profesores con libertad de cátedra o con
vocación por ignorar el temario de departamento.
Para quien no vive en España puede ser difícil hacerse a la idea de qué supone la
hegemonía del feminismo entre las figuras de formaciones políticas como el
PSOE o Unidas Podemos, pero ahora no es momento de extendernos sobre en
esta cuestión. Como muestra un botón, en España. Actualmente, se puede ver
cómo −de forma sutil o abierta− las cabezas visibles del feminismo hegemónico
abrazan el relato oficial en todos los campos posibles. Observamos a conocidas
políticas, como Irene Montero, Anna Gabriel, Carmen Calvo, Clara e Isa Serra,
Manuela Carmena; actrices feministas, como Anabel Alonso y Leticia Dolera;
música feminista, con Bebe, Gata Cattana Aitana o Rosalía; medios de
comunicación masivos, como Atresmedia, Mediaset, El Diario.es, El Público o El
País; así como sus voceros, Irantzu Valera, Antonio Maestre, El Gran Wyoming,
Ignacio Escolar, Marta Nebot, Cristina Fallarás o Marta Flich,; los principales
sindicatos, como UGT, CCOO, CNT y CGT. Incluso, ¡contamos con el inestimable
apoyo de grandes banqueras y empresarias como Ana Botín y Carmen Lomana!
Tampoco podemos dejar de añadir a la larga lista el feminismo más conservador
que los tradicionales y nuevos partidos de derecha promueven para cosechar
votos entre las jóvenes más inocentes y carcomidas por la moda, teniendo a Inés
Arrimadas o Andrea Levy sumadas a la causa. ¡Hasta las Casas Reales de Europa
apoya el feminismo! El feminismo impregna ya todo el oficialismo, por lo que
dudosamente puede ser progresista y mucho menos revolucionario.
Pero mejor repasemos las propuestas y presiones que, a nivel sindical, se han
dado desde los últimos años en Comisiones Obreras (CCOO) sobre lo que, según
ellos, debería ser una escuela feminista ejemplar:
«Como bien sabemos, las escuelas, los institutos... educan a los jóvenes que van
a tener que pasar a alguna posición de los esquemas sociales de clase que
impone el capitalismo, y por eso, tanto los agentes de la burguesía más
reaccionarios como los más «progresistas» −reformistas−, coinciden en no dar
una educación socialista a la juventud ¿Cómo se la van a dar? Eso significaría
atacar al propio sistema que ellos tienen la función de sostener.
Veamos como el sindicato CC.OO presenta su «breve decálogo de ideas para una
escuela feminista» una serie de propuestas para genuflexionar aún más al
sistema educativo a teorías burguesas cada vez más fantasiosas.
«La lengua es uno de los fenómenos sociales que actúan mientras existe la
sociedad. Nace y se desarrolla con el nacimiento y el desarrollo de la sociedad.
Muere cuando muere la sociedad. No hay lengua fuera de la sociedad. Por eso,
la lengua y las leyes de su desarrollo solamente pueden ser comprendidas si se
estudian en ligazón inseparable con la historia de la sociedad, con la historia del
pueblo al que pertenece la lengua estudiada y que es su creador y portador. La
lengua es el medio, el instrumento con el que los hombres se relacionan,
intercambian ideas y logran entenderse unos a otros. Directamente ligada al
pensamiento, la lengua registra y fija en palabras y en palabras combinadas en
oraciones los resultados del trabajo del pensamiento, los progresos de la
actividad cognoscitiva del hombre, y, de esta forma, hace posible el intercambio
de ideas en la sociedad humana». (Iósif Stalin; El marxismo y los problemas de
la lingüística, 1950)
Defender lo contrario sólo puede provenir de gentes que nieguen que la vida
material preceda a la vida espiritual o intelectual. Y a esto se le llama idealismo,
teoría oscurantista y reaccionaria que tiene un único lugar donde existir: el
basurero de la Historia.
«3. Incluir, al menos, la misma cantidad de libros escritos por mujeres que por
hombres en el currículum de Lengua y Literatura».
¿Nos hablaban de igualdad, pero el fútbol ha de ser prohibido? ¿Por qué? ¿Es
excluyente de las mujeres? Solo de una mente metafísica y antiprogresista
pueden salir estas propuestas. Bajo esta forma de pensar, ¿son acaso las
jugadoras de fútbol unos vectores que reproducen «valores machistas» entre la
sociedad y entre las niñas? ¡Vaya estupidez!
«15. Cambiar el currículum de Historia, que ha de contar la historia de las
mujeres y los colectivos minorizados. ¿Dónde están esas otras historias que no
nos cuentan?» (Ídem.)
«18. Cambiar los nombres de los centros educativos. Eliminar todos aquellos
nombres de centros que sean católicos o hagan referencias a militares, políticos
o juristas y sustituirlos por nombres de mujeres». (Ídem.)
Está bien que a los centros educativos que tienen nombres de personajes
reaccionarios, se les ponga el nombre de, por ejemplo, una mujer, pero como
hemos venido viendo, a esta gente le es indiferente si esa mujer que pudiera
remplazar el nombre de un centro educativo era defensora de la burguesía o de
causas pudientes, lo que les importa es crear una sensación de falsa igualdad a
través de leyes y reformas paristas, que lejos de combatir al problema, le ponen
un parche estúpido». (Joseph Dz., Lev W., NG Ander y Jacques M.; Las tareas
comunistas ante el movimiento de las mujeres y el día de la mujer trabajadora;
Una reflexión marxista sobre el feminismo, 2019)
«El Pin Parental es un grave error, porque posibilita el veto en los centros
educativos a formación fundamental para el desarrollo de la niños y niñas».
(Manifiesto por la eliminación del pin parental en la región de Murcia; Firman
103 colectivos, 17 de enero de 2010)
Reconocer que las mujeres deben optar por carreras como ingeniera o carreras
técnicas implica reconocer, indirectamente, dos cuestiones. Primero, que la
llamada «brecha salarial» no es causada por pagar a la mujer menos sueldo por
el mismo trabajo que cuando lo desempeña un hombre, como se dice siempre en
casi todos los medios de comunicación, sino que existe, entre otras cuestiones,
porque los hombres ocupan puestos mejor remunerados, trabajan en otros de
mayor peligrosidad, realizan más horas extras y realizan mayores turnos de
nocturnidad −cosa que las feministas tienden a olvidar−. Segundo, implica que
las feministas, lejos de venir a «liberar a la mujer», pretenden ganar una especie
de carrera colectiva salarial de un sexo [mujeres] sobre el otro [hombre] −como
si eso fuese a mejorar las condiciones de las mujeres en general−, y para ello
exigen que otras mujeres estudien y trabajen de aquellos oficios que ellas mismas
han desestimado. ¿Cómo era aquello? «Consejos vendo, pero para mí no tengo».
En las convocatorias de las pruebas de acceso a la universidad del año 2018, fue
mayor el porcentaje de mujeres aprobadas respecto al total de estudiantes
aprobados en la convocatoria ordinaria, extraordinaria y mayores de 45 años.
«En Argelia, un 40% de los graduados en STEM son mujeres, en Albania y Túnez
representan el 39%, mientras que en Indonesia, Vietnam y los Emiratos Árabes
siguen por encima del 35%. En Finlandia, Noruega o Suecia, el porcentaje es
ligeramente superior al 20%. En España, por su parte, se supera por poco el
25%». (Libremercado; Las mujeres apenas eligen carreras científicas en los
países con mayor igualdad de género, 11 de mayo de 2018)
Pese a todo esto, para rizar el rizo, estas pequeño burguesas justifican los
reducidos porcentajes femeninos en ciertas carreras con teorías
pseudocientíficas, como que:
«Las mujeres tenemos unas cosas que ellos no tienen que es ansiedad para las
matemáticas. (...) Nos han educado para que le tengamos miedo a los números».
(Instagram; Devermunt, 7 de febrero de 2020)
¿Qué ocurre según los expertos en el campo de las matemáticas entre hombres y
mujeres?:
O, dicho de otro modo, solo puede decirse que hay una predisposición e
inteligencia del hombre en unos campos, y de la mujer en otros, mientras el
hombre suele alcanzar las mejores y peores calificaciones, la mujer suele tener
una media más estable:
No hay un sexo más inteligente que otro, pero cada sexo tiene en promedio
particulares habilidades cognitivas. Las mujeres poseen en promedio más
facilidad para la lectura y la escritura, para ciertas habilidades de la memoria,
para el álgebra y son mejores alumnas incluso en carreras en las que
predominan los hombres (Halpern, 2013) Las mujeres en promedio califican
más alto en tests de reconocimiento de emociones (McClure, 2000), sensibilidad
social (Baron-Cohen, 1999), empatía (Baron-Cohen, 2004) e inteligencia
emocional (Brackett & Salovey, 2006).
Los hombres tienen en promedio y en todo el mundo una mayor habilidad para
la orientación en el espacio, expresada en la capacidad de rotación mental −los
gays en promedio tienen menos− y están más presentes en los extremos positivo
y negativo de la habilidad para las matemáticas (Halpern, 2013) y también en
los extremos positivo y negativo de otras habilidades, algo que también había
observado Darwin en otras especies animales. Dicho de otra manera, las
mujeres en promedio no nos diferenciamos tanto unas de otras, aún cuando
pueda haber muchas consideradas «genias», que en efecto tienen niveles
mayores de rendimiento. Entre los hombres, también en promedio, en palabras
de Steven Pinker, hay más genios y más estúpidos (Youtube: «The Truth Cannot
Be Sexist»]. Es más probable encontrar un Jack «el Destripador» entre los
varones que entre las mujeres». (Roxana Kreimer; ¿Existen diferencias
cognitivas entre hombres y mujeres?, 2020)
¿Y qué propagan estas señoritas en sus redes sociales? Una bonita imagen que
decía:
«Digamos la verdad: los hombres ejercen violencia contra las mujeres por el
mero hecho de ser hombres». (Devermut; Instagram, 26 de noviembre de 2020)
Esto dejaría atónito a cualquiera. ¿En esto es en lo que desean aleccionar a las
próximas generaciones, en presentar a sus propios hijos, primos y hermanos
como maltratadores en potencia?
Pero este no es el único caso, hay otros iguales o más gravosos. Existe el ejemplo
de Pamela Palencia, una activista feminista promocionada por Unidas Podemos
que se publicita en Internet por dar «Cursos de Prevención y Tratamiento de la
Violencia de Género», ¿y de qué forma? Bien, pues durante un tiempo se dedicó
a realizar el monólogo «No solo duelen los golpes», donde nos habla de que para
ella la situación de la mujer España es parecido a los países donde llevan burka,
solo que aquí «es invisible» −¡sí, seguramente como las «leyes desiguales» del
patriarcado!−. Nos relata lo difícil que es ser mujer en la «Península Histérica»,
los famosos «privilegios» que tienen los hombres −que por lo visto no sufrirían
ningún tipo de presión o discriminación en su rol de género, tendrían todo
ventajas−. El caso, es que en su monologo intentaba «hacer reír» a los chicos y
chicas del IES Rosales con situaciones tan «cómicas» como presentar que la
sociedad educa al hombre como un cavernícola violento y a la mujer como un ser
reprimido y frágil, todo, producto del patriarcado. Así, nos relata su primera
experiencia amorosa, Antonio, con el cual estableció un vínculo totalmente tóxico
desde el principio, le alejó de su familia y sus amigos, le presionó para tener
relaciones sexuales, empezó a despreciarla, hasta que al final, hastiada de
desprecios, escenifica «como se liaba a hostias para que le hablara», porque
Antonio, mientras en privado le torturaba con el silencio en público la humillaba
delante de todos. La siguiente anécdota cuenta como de su primera relación
adoptó lo peor de su expareja y eso le repercutió con su siguiente pareja, Lolo, el
cual le trataba genial, pero ella por celos paranoicos le rompió el móvil un par de
veces y le montó todo tipo de escándalos, perdiéndole. Aquí hay un detalle que
demuestra que su discurso no es nada sano; le reclamaba no saber «esperar» a
que ella cambie como, según ella, el patriarcado enseña a todas las mujeres con
los hombres difíciles, −¿pero quién enseña eso, Pamela? ¿El colegio, los dibujos
animados, el gobierno? Porque constantemente hay mensajes en el sentido
contrario−.
El gobierno de Navarra incluso llegó a decir que se debía educar a las niñas y
adolescentes en contra de las:
Cuando aseveramos que las feministas nos recuerdan a los cristianos más
intransigentes, no es una exageración. Sus disposiciones nos recuerdan en exceso
al grado de estupidez, miedo y estigmatización hacia el sexo opuesto que tenían
los primeros Padres de la Iglesia:
«La sentencia de Dios sobre este sexo tuyo vive en esta era: la culpa debe
necesariamente vivir también. Tú eres la puerta del demonio». (Tertuliano; De
Cultu Feminarum, Siglo III)
A fin de cuentas:
3) Estamos a favor de cualquier tipo de medida que limite las pseudociencias que
engañan al pueblo o lo desvían de la lucha de clases −en este caso, con el
feminismo, hacia la lucha de sexos−, pero no nos limitaremos a aprovechar estos
resquicios legales de acuerdo a nuestras intenciones, sino que debemos ubicar
nuestro horizonte más allá. Arengamos, pues, a promover un nuevo modelo de
educación que sirva como contrapunto al modelo actual y como base para
exponer nuestros principios y objetivos.
4) Una vez sabido esto, no puede quedar duda de que, mientras los marxistas no
estén en el poder para llevar a cabo su proyecto educativo, deberán combatir las
concepciones pseudocientíficas económicas, filosóficas y sociales, provengan de
donde provengan, se digan de izquierda o de derecha. Se llame catolicismo,
posmodernismo, nacionalismo, feminismo, liberalismo, positivismo,
anarquismo, socialdemocracia y un largo etcétera. Quien falte a esto será preso
de una o varias de estas corrientes, y más pronto que tarde será una pieza más del
sistema capitalista.
«En síntesis, quizás imposible, podemos resumir los rasgos constitutivos del
posmodernismo como ideología del modo siguiente: 1) La tesis de que desde el
punto de vista económico, cultural, sociológico y político se ha producido una
transición de la modernidad a un nuevo estadio histórico o, incluso, más allá de
la historia. El desarrollo cualitativo de las tecnologías y de los medios de
comunicación y los cambios en la producción habrían dado luz a una sociedad
«postindustrial». (...) 2) El rechazo del modernismo artístico y las vanguardias,
postulando la liberalización de la estética de las servidumbres de la coherencia,
la innovación y la funcionalidad y situando la significación, la referencia
intertextual y la autorreflexividad como valores autónomos. (...) 3) La
radicalización de las tesis del posestructuralismo como impugnación de la razón
centrada en el sujeto soberano, las grandes narrativas, las pretensiones
universales de validez, la idea de totalidad y completud, y en general de la
racionalidad ilustrada clásica. 4) La crítica del fundacionalismo filosófico y
teórico y la apuesta por una «nueva superficialidad» que se enfrenta a las vanas
pretensiones de profundidad que tiranizan el pensamiento moderno; a saber: el
modelo hermenéutico del interior/exterior, el modelo dialéctico de la
esencia/apariencia, el modelo freudiano de lo latente/manifiesto, el modelo
existencialista de la autenticidad/alienación, etc. 5) La tesis de la «diferencia»
entendida como fragmentación, particularización de prácticas sociales,
políticas y culturales, y de narrativas e interpretaciones locales, que se prolonga
en un gusto indisimulado por las minorías nacionales, culturales, sexuales, etc.,
así como por los «nuevos» movimientos sociales». (Ramón Maíz y Marta Lois;
Ideologías y movimientos políticos contemporáneos, 2016)
Bien, esto como introducción para el lector novel nos sirve, pero hay mucho más
que desgranar tanto para él como para el lector avanzado.
«La gran crisis cultural coetánea vivida por los países occidentales y
centroeuropeos en los decenios de los 60 y 70 −una de cuyas manifestaciones
serían las revueltas estudiantiles del 68− favorecía un clima de escepticismo
general contra las macroteorías sociológicas omnicomprensivas y un
relativismo que encontraba en la antropología un aliado». (Fernando Sánchez
Marcos; Tendencias historiográficas actuales, 2009)
«En el último cuarto del siglo XX, en definitiva, el abandono de las posiciones
marxistas y la influencia polivalente del análisis del lenguaje son los dos
movimientos cuya influencia sobre el futuro de la historiografía podemos ver de
forma menos confusa». (Julio Aróstegui; La investigación histórica: Teoría y
método, 1995)
Esto venía fraguándose desde mediados del siglo XX, pero, ¿cómo lo observaban
los marxistas de la época? Echemos un vistazo −los corchetes son nuestros−:
«La semántica [o mejor dicho, las escuelas idealistas de la misma], niega, por
tanto, que el pensamiento humano sea capaz de penetrar en la esencia de los
fenómenos históricos. Proponen hablar de historia en un lenguaje que excluye
fundamentalmente cualquier posibilidad de explicación de las causas y patrones
de los fenómenos sociales. La semántica sostiene que es imposible comprender
la realidad y, por lo tanto, uno debería contentarse con una sola declaración de
percepciones sensoriales como estados puramente subjetivos. (...) Si los
machistas se dedicaban principalmente a la falsificación del conocimiento
sensorial −sensaciones−, entonces la semántica, habiendo adoptado
plenamente la definición machista, subjetivo-idealista de la realidad objetiva
como un agregado de sensaciones, eligió el lenguaje como objeto principal de
sus especulaciones, alrededor de cuyos problemas levantaron un alboroto
increíble». (M. G. Yaroshevsky; Idealismo semántico: la filosofía de la reacción
imperialista, 1951)
Uno de los mayores autores del posmodernismo italiano, Giaani Vattino, confesó
en 1991 que para la «nueva interpretación en torno al lenguaje» y su
«funcionalidad» fue clave la hermenéutica de Gadamer. A partir de entonces, se
declaró tanto la «superación» del estructuralismo como del marxismo, de los
cuales quizás, si lo consideraban apropiado, se tomarían un par de cosas, pero sin
compromiso alguno con estos sistemas «anticuados»:
«Énfasis sobre el hombre en medio de ciertas circunstancias, más que sobre las
circunstancias que lo rodean; en los problemas estudiados, sustituyéndose lo
económico y lo demográfico por lo cultural y emocional; en las fuentes
primarias de influencia, recurriéndose a la psicología y la antropología en lugar
de a la sociología, la economía y la demografía; en la temática, insistiéndose
sobre el individuo más que sobre el grupo. (...) Y en la conceptualización de la
función del historiador, destacándose lo literario sobre lo científico». (Fernando
Sánchez Marcos; Tendencias historiográficas actuales, 2009)
Desde luego hay que reconocer una cosa, a diferencia de muchas otras corrientes,
los posmodernos irrumpieron sin pretender engañar a nadie sobre sus
intenciones: desde su punto de vista el historiador a lo sumo es un mero
«tramitador de información», pero no puede ir a la esencia y comprensión de los
sucesos del pasado, porque, según ellos, no existe una metodología fiable ni puede
existir; en consecuencia, también declararon que a ellos los debates sobre
periodización de la historia les eran totalmente indiferentes −¡aunque luego sean
los mismos que nos hablan de «modernidad» y «posmodernidad», sociedad
industrial y «postindustrial»!−, lo importante era, contemplar el placer estético
de la forma de los textos históricos, su «capacidad para transmitir y emocionar al
ser humano», para manipularle, etcétera. Vean:
Sin ir más lejos, para el señor Aróstegui habría sido gracias al «abandono del
marxismo» y la introducción de la «filosofía del lenguaje» que todo «se hace
menos confuso». ¿Seguro?
Los «filósofos analíticos» −y antes que ellos muchos otros− creían haber
descubierto hace un siglo la raíz de los problemas del ser humano, ¡las trampas o
malinterpretaciones del lenguaje! Ya sabemos lo que significaba esta patochada:
Con esta filosofía idealista que cree que cambiando el lenguaje se puede cambiar
la realidad, se ha ido dando cada vez más bombo y fama a las teorías y «terapias»
psicológicas que proponen al individuo mantener un enfoque optimista y una
descripción positiva y complaciente de su realidad, tratando de anular en él
cualquier afán de pretender transformar esas condiciones reales que le hacen
sentir malestar, porque claro ¿Para qué pretender cambiar la realidad si ni
siquiera está a nuestro alcance comprenderla según estos pensadores? Por eso
este tipo de corrientes filosóficas vinieron como anillo al dedo a los gobernantes
del capital para ir remplazando los modos de pensar más combativos y
transformadores por este conjunto tan variopinto de ideas que engloba el
posmodernismo, porque todas y cada una de ellas parten de la base de no aspirar
a transformar la realidad de raíz por la supuesta imposibilidad de conocer su
esencia.
El individuo bien puede operar en el día a día y cumplir sus propósitos sin
necesidad de rendir culto a palabras fetiches para aparentar sapiencia −y actuar
de otro modo es como si pensáramos, temerosos de la «realidad autocontenida
de esa palabra», que hay una especie de ente espiritual defensor de un lenguaje
fuese a castigarnos por no rendirle pleitesía−. De lo que depende el buen
desempeño es de la comprensión correcta −a través de sinónimos o explicaciones
profundas, con más o con menos palabras− de la noción que se tiene delante, el
resto es pura palabrería, nunca mejor dicho.
Este era un manto recuperado del escepticismo del positivismo más clásico para
negar la objetividad del mundo exterior. No comprendían que los «juicios de
valor» que no son creados conscientemente bajo un prisma científico, pueden,
aun así, ser algo más allá de «expresiones de emoción», como aseguraba este
autor. Una «sentencia popular» sobre cualquier tema, por muy desinteresada o
sentimental que sea por parte del sujeto, bien puede que sea cierta… luego ya, el
cómo ha llegado a emitir una verdad es otro tema: por oídas, tradición,
especulación, imitación, etc. No es extraño, de hecho, que la gente haya repetido
a lo largo de la historia las teorías científicas en boga, aunque aquellas se
demostraran como falsas o matizables años más tarde. Hoy en día muchas
personas repiten todo tipo de teorías −extraídas del mundo de la ciencia, la
política o la religión− en forma de dogma, sin ningún tipo de consciencia real ni
explicación del porqué las apoyan o dejan de hacerlo. ¿Acaso todavía esto puede
causar asombro? Pero el hecho de repetir algo como un papagayo no significa que
tal repetición mecánica no sea cierta. He ahí la cuestión. Se confunde consciencia
o pulcritud sintáctica con la existencia de las cosas tal y como son, con la
objetividad, la realidad.
«Debo confesar que en estos apartados las reformas han afectado también a mi
manera de escribir, pues he ido retirando expresiones y términos que hace diez
años empleé para reforzar y transmitir mi creencia en la supremacía de la
ciencia». (Víctor M. Fernández Martínez; Introducción en la segunda edición de
«Teoría y método de la arqueología» de 1989, 2000)
¿Si ya no sirve a la supremacía de la ciencia, a quién venderá su espada este
paladín de la arqueología? ¿Al libre albedrio, al «poder mágico que esconden los
símbolos», al Dios subconsciente, al director de universidad que mejor pague?
Insistimos, estas declaraciones nauseabundas sobre «prestar atención» a las
«refrescantes» verdades del posmodernismo son las clásicas oscilaciones que
mantener cualquier académico promedio que se rinde ante las «geniales
revelaciones» que esta escuela habría hecho sobre las «mentiras del positivismo
y el marxismo y en general de toda la modernidad»:
«El mismo periodo ha visto cambios en el terreno de la teoría que creo mucho
más importantes y que se puede resumir en un debilitamiento del edificio
positivista en las ciencias humanas por influencia del movimiento cultural
posmoderno». (Víctor M. Fernández Martínez; Introducción al libro: «Teoría y
método de la arqueología» de 1989, 2000)
«No existe diferencia esencial entre ciencia y arte, descripción y ficción. (…) El
siguiente paso difícil y lógico sería preguntar si podemos seguir igual». (Víctor
M. Fernández Martínez; Introducción al libro: «Teoría y método de la
arqueología» de 1989, 2000)
He aquí a los dadaístas del siglo XXI. ¡Ya saben! ¡La vida es ficción! ¡La discusión
política es como la poesía! ¿Se imaginan? Cuan preparada estaría toda una
sociedad si, ante una debacle catastrófica, los políticos se atuviesen a esperar «a
que las musas vengan en su rescate» para ver qué hacer −aunque en el caso de
algunos, pareciera que realmente operasen de ese modo, improvisando según la
«inspiración»−. Es curioso porque tras hacer «autocrítica» por su antiguo
«cientificismo», el Señor Martínez a su vez nos reconoce que:
¡Claro! ¿Un posmoderno escribiendo un manual que generalice algo, que sirva de
guía práctica, que concluya algo sobre algo? ¡Por favor, qué herejía! Lo que no
comprendemos es como Don Fernández Martínez ha reeditado su manual y no lo
ha quemado en la hoguera de las vanidades de la modernidad. Este profesor,
Fernández Martínez, representa la esclavitud irracional que llevan años sufriendo
los docentes que siguen esta corriente, llegando al punto de asegurar que el
profesional de las ciencias sociales −en este caso el arqueólogo−, a diferencia del
que opera en las ciencias naturales, puede elegir qué escuela adopta para
acercarse a la verdad, puede «optar por una teoría o por otra», como quien elige
si ponerse vaqueros o bermudas:
«La verdad en sí, sigamos, tiene estructura de ficción. He ahí la partida esencial
y que, de algún modo permite plantear la cuestión de eso que se refiere a la ética
de un modo que puede, al fin, acomodarse a todas las diversidades de la cultura,
a saber desde el momento que podemos ponerlos en los «brackets», en los
paréntesis de ese término de la estructura de ficción, lo que supone,
seguramente, un estado alcanzado, una posición adquirida a la vista de ese
carácter, en tanto que él afecta toda articulación fundadora del discurso en lo
que puede llamarse, en grueso, las relaciones sociales». (Jacques Lacan; Clase,
26 de febrero de 1969)
En efecto, casi todos los filósofos que suceden al estructuralismo de los 60, se
enrolaron hacia este mismo camino sin frenos:
Echemos la vista atrás, muy atrás, para comprobar como estos farsantes deben
sus trazos a los filósofos más clásicos de la modernidad. Empecemos mostrando
de primera mano al público el concepto de verdad de la pluma de uno los más
famosos posmodernos:
«El hombre es una síntesis de alma y cuerpo. Ahora bien, una síntesis es
inconcebible si los dos extremos no se unen mutuamente en un tercero. Este
tercero es el espíritu. (...) En la lógica no debe acaecer ningún movimiento
porque la lógica y todo lo lógico solamente es, y precisamente esta impotencia
de lo lógico es el que marca el tránsito de la lógica al devenir, que es donde
surgen la existencia». (Søren Kierkegaard; El concepto de la angustia, 1844)
«La bancarrota de la ciencia, como forma real del conocimiento, como fuente
de la verdad: he ahí la primera conclusión. La legitimidad de otros métodos que
difieren considerablemente de los métodos del intelecto y la razón, tal como el
sentimiento místico: he ahí la segunda conclusión. (…) ¡Verdades científicas!
Pero son sólo verdades de nombre. También ellas son creencias, y creencias de
un orden inferior, creencias que sólo pueden ser utilizadas para la acción
material; tienen sólo el valor de un instrumento técnico. La creencia por la
creencia, el dogma religioso, la ideología metafísica o moral, son muy
superiores. Sea como fuere, no es necesario que se sientan turbados ante la
ciencia, porque la posición privilegiada de ésta se ha derrumbado. En verdad,
el grueso del ejército pragmatista, frente a la experiencia científica, se apresura
a rehabilitar la experiencia moral, la experiencia metafísica y, particularmente,
la experiencia religiosa». (Abel Rey; La filosofía moderna, 1908)
«Todas las proposiciones valen lo mismo. (…) En el mundo no hay valor alguno,
y si lo hubiera carecería de valor. (…) Todo suceder y ser-así son casuales. (…)
Por eso tampoco puede haber proposiciones éticas. Las proposiciones no pueden
expresar nada más alto. (…) Está claro que ética no resulta expresable. (…) Hay,
cierto, lo inexpresable, lo que se muestra así mismo, esto es lo místico». (Ludwig
Wittgenstein; Logico, Tratactus lógico-philosophicus, 1916)
«Ni la razón ni la ciencia pueden satisfacer toda la necesidad de infinito que hay
en el hombre. La propia razón se ha encargado de demostrar a los hombres que
ella no les basta. Que únicamente el mito posee la preciosa virtud de llenar su yo
profundo. (...) La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su
fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es
la fuerza del mito. La emoción revolucionaria, como escribí en un artículo sobre
Gandhi, es una emoción religiosa. Los motivos religiosos se han desplazado del
cielo a la tierra. No son divinos, son humanos, son sociales». (José Carlos
Mariátegui; El hombre y el mito, 1925)
«Ubicando fuera del tiempo y del espacio el modelo en el cual nos inspiramos,
corremos ciertamente un riesgo: el de subestimar la realidad del progreso.
Nuestra posición se reduce a decir que los hombres, siempre y en todas partes,
han emprendido la misma tarea asignándose el mismo objeto, y, en el curso de
su devenir, sólo los medios han diferido. (...) Sabiendo que desde hace milenios
el hombre no ha logrado sino repetirse, tendremos acceso a esa nobleza del
pensamiento que consiste, más allá de todas las repeticiones, en dar por punto
de partida a nuestras reflexiones la grandeza indefinible de los comienzos».
(Claude Lévi-Strauss; Tristes trópicos, 1955)
«Más tarde conseguí dar con una refutación del historicismo: mostré que, por
razones estrictamente lógicas, nos es imposible predecir el curso futuro de la
historia. (...) No podemos predecir, por métodos racionales o científicos, el
crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos. (...) No podemos, por
tanto, predecir el curso futuro de la historia humana. (...) Esto significa que
hemos de rechazar la posibilidad de una historia teórica, es decir, de una ciencia
histórica y social de la misma naturaleza que la física teórica. No puede haber
una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción
histórica». (Karl Popper; La miseria del historicismo, 1956)
Estas citas bastan para echar abajo el manto inmaculado que recubre a estos
gurús que la filosofía burguesa contemporánea, los mismos que hoy sus
discípulos acostumbran a adorar con incienso y genuflexiones. ¿Qué podemos
extraer de todo esto? Que pese a los postulados pretenciosos del posmodernismo
acerca de «superar la sociedad y filosofía moderna» −comprendida, para ellos,
entre los siglos XVIII-XX−, lo cierto es que estos autores no hicieron más que
retornar una y otra vez a los clichés de la filosofía previa, rescatando de ella el
sentimentalismo, el misticismo, el agnosticismo, el pesimismo, el relativismo, el
nihilismo, el irracionalismo, el subjetivismo, el vitalismo y la religión. Queda
corroborado, pues, que autores como Lacan, Derrida o Foucault no tenían nada
de «originales» ni «transcendentes», siendo sus trabajos una mera adaptación de
aquellos de autores previos a la sociedad e inquietudes de su tiempo. A esto cabe
añadir que a nosotros nos parece una soberana estupidez las razones que arguyen
para hablar de «modernidad» y «posmodernidad», por lo que nosotros
entendemos por modernidad su acepción antigua, es decir, por el presente,
punto.
Así, los «reconstitucionalistas» insistían en que solo ellos habían logrado superar
la antigua separación mecánica entre teoría y práctica, que nunca fue superada
por el marxismo. ¿Pero cómo? Muy fácil: al parecer se han dado cuenta de que el
sujeto crea leyes gracias a su «praxis revolucionaria» −en el sentido más
lukacsiano−, con lo que caen en el relativismo posmoderno donde la verdad
−objetividad− no se descubre, no es reflejada por nosotros y plasmada en
esquemas, teorías, conceptos y demás, sino que se crea.
Aunque suene surrealista, para ellos las leyes sociales «no preexisten a la propia
actividad del sujeto», ergo, existen solo cuando el sujeto las crea. Visto así,
resultaría que al descubrir cómo opera una ley social objetiva, el pensador −o el
gabinete de sabios− «la estaría creando», y antes de todo ello «no existía»… un
absurdo. ¿Qué tenemos aquí? ¡Una reedición de las ideas del «materialismo»
filosófico de Gustavo Bueno!
Por otro lado, ¿el ser humano supera y crea las leyes naturales y sociales a su gusto
en cualquier momento y lugar? Estos primates −a los cuales la evolución no les
ha sido muy afortunada− confunden el manipular las cualidades y propiedades
de los fenómenos, de la materia, con directamente crear esas mismas cualidades
y propiedades. Para ellos, el hecho de pensar y comprender un objeto, es decir,
que este se encuentre representado en la mente humana, nos sitúa directamente
por encima de dicho objeto y −he aquí la clave− de las mismas condiciones
necesarias para: o bien alcanzarlo o bien desarrollarlo en un sentido o, en
definitiva, controlarlo en plena voluntad; aducen esto no sólo por el hecho de que
podemos —como posibilidad— transformarlo, sino porque ahora sus leyes −sus
cualidades y propiedades reflejadas como sistema en la razón− se hallan bajo
nuestra comprensión. Esto significa que caen en una variante del solipsismo
porque ligan la existencia de leyes a la inmediata conciencia de las mismas,
equiparan conocer con crear.
Retomando la cuestión principal, el lector debe comprender que, aunque las leyes
y categorías de las ciencias sociales no sean iguales que las que operan en las
ciencias naturales, ¡faltaría más!, el «sujeto» no puede «crearlas»
artificiosamente, por lo tanto, estos últimos autores, aunque no lo quieran, caen
estrepitosamente en un idealismo subjetivo de manual pero, eso sí, encubierto de
un falso «antidogmatismo», donde ese «sujeto» sería un «superhombre» por
encima de las leyes sociales de la economía, política, historia y demás. Esto
demuestra de paso que el irracionalismo y el misticismo no distingue de etiquetas
filosóficas o políticas; bien se presenten como «derecha» o como «izquierda», da
lo mismo, porque vienen a ser lo mismo. Por esto mismo el pragmatismo del
posmodernismo y predecesores, aunque sea molesto y cause enojos, a su vez
resulta una herramienta tan útil tanto a unos como a otros: incluye tanto a la
derecha «conservadora» más «cortesana», como a la más «desacomplejada»;
tanto a la izquierda más «moderada», como a la más «políticamente incorrecta».
Véase el capítulo: «El romanticismo y su influencia mística e irracionalista en la
«izquierda» de 2021.
Esto, en efecto, está en las antípodas de lo planteado por Marx y Engels, así como
sus más legítimos sucesores, y ahora se verá rápido. Estos adoradores de Lukács
y Korsch no hacen otra cosa que no sea darnos el sermón día y noche con que el
«marxismo se puede considerar ciencia». En Twitter, uno de ellos, parafraseaba
con una captura a uno de sus «mártires del antidogmatismo», ¡el señor Korsch!
«A medida que la historia avanza, y con ella empieza a destacarse, con trazos
cada vez más claros, la lucha del proletariado, aquellos no tienen ya necesidad
de buscar la ciencia en sus cabezas: les basta con darse cuenta de lo que se
desarrolla ante sus ojos y convertirse en portavoces de esa realidad. Mientras
se limitan a buscar la ciencia y a construir sistemas, mientras se encuentran en
los umbrales de la lucha, no ven en la miseria más que la miseria, sin advertir
su aspecto revolucionario, destructor, que terminara por derrocar a la vieja
sociedad. Una vez advertido este aspecto, la ciencia, producto del movimiento
histórico, en el que participa ya con pleno conocimiento de causa, deja de ser
doctrinaria para convertirse en revolucionaria». (Karl Marx; Miseria de la
filosofía, 1847)
Que en pleno siglo XXI se diga que existen ciencias «categorialmente cerradas»
es un sin sentido, más allá de delimitar el tema de estudio −pues nadie dirá que
se ocupa de lo mismo y tienen mismos métodos la sociología que la química−, ¿a
qué nos podemos referir por «categorialmente cerrada»? Cuando una ciencia
comparte métodos con otras cercanas, ¿a qué asistimos, a una «brecha»? ¿Y
cuándo una ciencia nace de otra, que acontece aquí, el derrumbe de ese
«cerrojo»? Más bien lo que tenemos aquí es la «brecha» y «derrumbe» del mal
llamado «materialismo filosófico» de Gustavo Bueno y palmeros. Engels expresó
de forma correctísima tal interdependencia, lo que hoy se ha llamado como el
carácter interdisciplinar de las ciencias:
«La filosofía, tal como yo la concibo ocupa un lugar intermedio entre la teología
y la ciencia. De una parte, coincidiendo con la teología, cavila en torno a
problemas acerca de los cuales no ha sido posible adquirir hasta hoy un
conocimiento exacto; de otra, al igual que la ciencia, apela a la razón humana
más que a la autoridad, arraigada en la tradición o en la revelación». (Bertrand
Russell Russell; Historia de la filosofía occidental, 1945)
Fruto de esta mente caótica, Armesilla escribía lo siguiente dejando perplejo a los
licenciados en psicología, pues habría llegado a la conclusión de que:
Por su parte, Alberto Garzón, a duras penas jefe en Izquierda Unida (IU) y
segundón en Unidas Podemos (UP), también intentaba advertirnos de la
sobrestimación del marxismo con las mismas paparruchas. En primer lugar,
aseguraba que el marxismo no tiene un método definido (sic):
«No existe, en consecuencia, tal cosa como un método marxista único. Mucho
menos Marx o Engels elaboraron una guía epistemológica para que se
trabajara dentro de un corpus ortodoxo». (Alberto Garzón; ¿Es el marxismo un
método científico?, 2018)
Al que conozca las lecturas que acostumbra a recomendar Garzón nada de esto le
será nuevo, y es que él mismo muestra su afinidad y «aprendizaje» por la obra de
Francisco Fernández Buey, antiguo discípulo de Manuel Sacristán. El primero
declaraba:
«Él [Marx], que no pretendió construir una filosofía de la historia, y que así lo
escribió en 1874, tuvo que ver cómo la forma y la contundencia que había dado
a sus afirmaciones sobre la historia de los hombres hicieron que, ya en vida,
fuera considerado por sus seguidores sobre todo como un filósofo de la
historia». (Francisco Fernández Buey; Marx sin ismos, 1998)
Por lo visto, el señor Garzón desconoce que literalmente ese «método científico»
es explicado pormenorizadamente por Marx en obras como «Elementos
fundamentales para la crítica de la economía política» (1858), donde tras aclarar
los errores de la economía política clásica concluyó: «Este último es,
manifiestamente, el método científico correcto». ¡Vaya! Qué inesperada sorpresa.
Además, en la introducción de 1873 a su obra «El Capital» (1867), en donde un
autor describió su forma de crear la obra con bastante acierto, Marx respondió
sorprendido: «Pues bien, al exponer lo que él llama mi verdadero método de una
manera tan acertada», y además se preguntaba retóricamente, «¿y qué hace el
autor sino describir el método dialéctico?». Engels, en relación a la obra maestra
de Marx, «El Capital» (1867), dijo:
«Pero lo que esta obra de que hablamos nos presenta es una teoría sistemática,
científica, frente a la cual no es la prensa diaria, sino la ciencia, la que tiene que
decir la última palabra». («Elberfelder Zeitung», 2 noviembre 1867, núm. 302)
Por lo visto, también el señor Fernández Buey desconoce que literalmente Marx
sí pretendía crear una «filosofía de la historia». ¿Afirmamos esto tan solo
apoyándonos en lo que expresa al respecto Engels, ya sea en el «Anti-Dühring»
(1878) o en sus diversas cartas y prólogos al respecto? Pues no, lo afirmamos
basándonos en el capítulo: «Feuerbach. Contraposición entre la concepción
materialista y la concepción idealista», de su obra «La ideología alemana» (1846),
donde es el propio Marx −junto a Engels− el que expone su concepción
materialista de la historia. ¿Han leído ustedes, señor Armesilla, señor Garzón,
Señor Fernández, estos documentos, y más aún, han hecho el esfuerzo por
comprenderlo? Al parecer, Garzón es de aquellos que quiere todo machacado, y
que le lleven de la mano en cada página, por eso se asusta cuando en algún
momento el autor no le advierte de que al analizar esto y lo otro de esta misma
forma está «revelando un método». ¡El pobre necesita que se lo digan
abiertamente una y otra vez!
«Una de esas cosas que explica muy bien la tradición marxista es la evolución a
largo plazo de un sistema económico como el capitalismo. (…) Es posible que no
podamos afirmar, como Engels, que el marxismo sea socialismo científico o
ciencia. Pero sí podemos decir, con más humildad, que Marx «sencillamente,
identificó ciertas características del capitalismo muy resistentes al cambio que,
por supuesto, no excluyen cualquier otro rasgo complementario». (Alberto
Garzón; ¿Es el marxismo un método científico?, 2018)
«Él, que despreciaba todo dogmatismo, que tenía por máxima aquello de que
hay que dudar de todo y que presentaba la crítica precisamente como forma de
hacer entrar en razón a los dogmáticos, todavía tuvo tiempo de ver cómo, en su
nombre, se construía un sistema filosófico para los que no tienen duda de nada
y se exaltaba su método como llave maestra para abrir las puertas de la
explicación de todo». (Francisco Fernández Buey; Marx sin ismos, 1998)
Entendido queda que, según ellos, Marx en su crítica a los jóvenes hegelianos no
estaba construyendo su sistema propio en base a superar los defectos de la
filosofía predecesora, resultó que Marx estaba intentando hacerles «entrar en
razón» (?). Esto debe ser el equivalente filosófico a una joven que, intenta
convencer con el diálogo a su expareja para que reflexione sobre sus errores,
advirtiéndole que esta es la única forma para que vuelvan a estar juntos algún día.
Es más, siguiendo con el símil amoroso, esta situación surrealista que aquí se
asocia a Marx −como un hombre que no sistematiza nada al aprender de sus
errores−, sería como proponer que uno, tras salir de una «relación tóxica», se
deshace de sus viejas concepciones equivocadas, pero no para crear una base
sólida y sana para una futura relación, sino simplemente para conformarse con
ser una «hoja movida por el viento», un individuo sin «ataduras» que va
improvisando su próximo escarceo amoroso, porque eso «le hace libre».
Habría que apuntar varias cosas de interés. Evidentemente, el hombre desde que
es hombre no comienza a conocer la realidad solo desde que aparece el marxismo
miles de años después. Pero, al igual que no comparamos la capacidad productiva
o la inteligencia de un «Homo Australopithecus» con un «Homo Sapiens», lo
lógico es no comparar tampoco al sistema marxista para conocer la realidad con
el que ofrecen otras corrientes previas como el kantismo o el hegelianismo. Y por
supuesto, si estamos cuerdos, tampoco lo haremos con otras «desagradables
mutaciones» muy posteriores que se pierden en los «albores irracionales de
nuestra especie», como el vitalismo o el propio posmodernismo, que, de
adaptarlo a nuestras necesidades, de forma absoluta −cosa que nadie hace−,
supone volver casi al estado de bestialidad, a la época de las cavernas. Cuando
Garzón habla del marxismo como una «humilde llave» para el análisis social, nos
gustaría preguntarle algo, puesto que en su artículo este portero chismoso desea
probar a abrir las puertas del conocimiento con todo su juego de llaves: Kant,
Popper, Kuhn, etc. ¿Acaso considera usted a todas estas llaves como «iguales» o
están por encima de la «llave maestra» del marxismo? Bien pues eso parece:
«Lo que se cuestiona es la vigencia de una suerte de modelo canónico que toda
disciplina debería asumir». (Alberto Garzón; ¿Por qué soy comunista?, 2017)
Para ellos, el género literalmente lo decide todo. Para solucionar esto propone:
Ocurre de igual modo con los llamados «estudios de género», tan frecuentes hoy
y que también son dirigidos, en su mayoría, por el posmodernismo feminista.
¿Podemos confiar en su «rigurosidad» científica? Ya sabemos que no, por lo que
acabamos exponer. Pero, para aquellos lectores que aún dudan, existe un caso
especialmente paradigmático capaz de ilustrar este fenómeno a la perfección.
Recientemente, Pluckrose, Lindsey y Boghossian publicaron adrede diversos
estudios provocativos en los que no creían −ni por asomo−. Con esto se volvió a
demostrar el nivel de degradación de las instituciones oficiales:
«Si hay algo que define nuestra época es la proliferación de estudios científicos
sobre asuntos tan candentes como el racismo, la sexualidad o el género. Debido
al gran interés social que suscitan y a los largos debates que surgen en las redes,
muchos intelectuales deciden subirse al carro y aprovechar el tirón de estos
temas para relanzar su carrera, figurar o aprovecharse económicamente. Una
realidad cada vez más evidente y que no debería hacer ninguna gracia a las
personas que sufren la discriminación en sus propias carnes. A continuación,
tres ejemplos: «Reacciones humanas a la cultura de la violación y la
performatividad queer en parques urbanos para perros en Portland,
Oregon». «¿Quiénes son ellos para juzgar? Superar la antropometría y avanzar
hacia un marco para el culturismo gordo». «Entrar por la puerta de atrás: un
reto para los heterosexuales masculinos frente a la homohisteria y la transfobia
a través del uso de juguetes sexuales penetrantes receptivos». Estos pomposos y
delirantes títulos, a pesar de parecer salidos de un episodio de «Los Simpsons» o
de una novela posmoderna, fueron publicados en revistas británicas tan
prestigiosas como «Gender, Place & Culture, «Fat Studies», o «Sexuality &
Culture», respectivamente. ¿Sus autores? Helen Pluckrose, James A. Lidnsay y
Peter Boghossian, tres investigadores del Reino Unido que decidieron repetir el
escándalo Sokal a niveles macro. Su propósito, colar siete estudios falsos en las
principales revistas académicas del país. (...) Este tipo de trabajos, según ellos,
son propuestos por encargo por áreas académicas organizadas alrededor de
ciertos grupos de víctimas para politizar el discurso social. «Los estudios
basados en la atención a quejas de grupos sociales se han normalizado en su
falta a la verdad, y sus académicos cada vez presionan más a estudiantes para
que apoyen su cosmovisión», declaran Pluckrose, Lindsey y Boghossian, a
través de un artículo a modo de confesión publicado en la
revista «Aeron». «Esta visión del mundo no es científica, y mucho menos
rigurosa. Para muchos, este problema se ha vuelto cada vez más obvio, pero
faltan pruebas sólidas». (El Confidencial; Así se escribe un «paper» falso. La
estafa intelectual más increíble de nuestro tiempo, 5 de octubre de 2018)
¿Y qué contenían estos ridículos artículos que lograron ser introducidos sin
problema en las supuestas «revistas científicas»?
«En el de los perros, calificado como «excelente» por el tribunal y alabado por
sus revisores, su tesis se define tal que así: «Los parques para perros son
espacios propicios para la violación y un lugar de cultura de la violación canina
y opresión sistémica contra el perro a través del cual se pueden medir las
actitudes humanas hacia estos problemas. Esto nos da una idea de cómo
podemos entrenar a los hombres para que abandonen la violencia sexual y el
machismo hacia los que están inclinados». Desternillante. «Las normas
culturales opresivas hacen que la sociedad valore mucho más tener músculos,
en vez de admirar la grasa. El culturismo podría salir beneficiado al incluir
cuerpos obesos expuestos de una forma no competitiva», según reza otra tesis.
Pero el más divertido es el que va expresamente sobre dildos: «Es muy extraño
que los hombres se autopenetren con juguetes sexuales. Esto puede deberse al
miedo a ser considerados homosexuales −«homohisteria»− o transexual
−«transfobia»−. En el estudio se combinan estas ideas en un nuevo
concepto, «transhisteria», sugerido por uno de los revisores del artículo: «Si se
les alienta a practicar la penetración anal receptiva disminuirá su transfobia y
aumentarán sus creencias feministas». Pero eso no es todo. Pluckrose, Lindsey
y Boghossian realizaron hasta siete artículos. Otro de los más sugerentes es el
titulado «Reuniones lunares y el sentido de una comunidad de hermanas: una
representación poética de la espiritualidad feminista», el cual carece de tesis y
consiste en «un monólogo poético de una feminista amargada y divorciada, con
reflexiones autoetnográficas sobre la sexualidad y espiritualidad femenina».
Más sobre feminismo: «Tu lucha es mi lucha: solidaridad feminista como una
respuesta cruzada al feminismo neoliberal y selectivo», en el que se contienen
fragmentos del «Mein Kampf» de Hitler reescritos con neolengua feminista
para así entroncar con la perspectiva de género». (El Confidencial; Así se
escribe un «paper» falso. La estafa intelectual más increíble de nuestro tiempo,
5 de octubre de 2018)
Efectivamente, el posmodernismo es una escuela filosófica pesimista e irracional
que bebe del romanticismo, el decadentismo, el existencialismo y similares, por
lo que sus soluciones siempre son abominables, un paso atrás para la humanidad:
Esta «flexibilidad» pone en valor lo local, lo mío, lo que pienso que es, frente a lo
externo, lo global, lo que es. Esa ausencia de necesidad de explicar con sentido los
hechos y sus conexiones con objetividad es lo que hace del posmodernismo una
filosofía sumamente atractiva para el feminismo. Esta es una fusión que viene
dándose desde hace muchos años:
«Para que el lector comprenda por qué la lucha de estos personajes es de atrezo,
si en España hay un político que refleja el posmodernismo ese es, sin duda, el
líder reformista de Podemos, Pablo Iglesias, una figura que el nuevo «adalid del
antiposmodernismo» en Latinoamérica, Martín Licata, ponía como ejemplo a
seguir en sus textos. Otro buen ejemplo es Roberto Vaquero, cuya «encarnizada
lucha» contra el posmodernismo no le impide promover a reaccionarios de la
talla de Abdullah Öcalan, defensor de teorías feministas −y atroces− como
aquella que reza que existe una «ciencia de hombres» y otra «ciencia de
mujeres». Esto certifica que la lucha antiposmoderna de estos grupos es
sumamente incoherente. Está completamente basada en las filias y fobias de sus
autores y vestida de un eclecticismo tan burdo que cree que puede rescatar algo
con sentido de aquí para juntarlo con el marxismo. Lo mismo podría decirse del
filósofo canadiense Jordan Peterson, el azote de lo «políticamente correcto» en
el mundo de habla inglesa y representante de la llamada «alt-right» −«derecha
alternativa»−. ¿Se diferencia tanto de la «izquierda posmoderna» a la cual
siempre ataca? Desde el utilitarismo, el psicoanálisis y el darwinismo social
considera a la verdad no como algo objetivo, sino en palabras de Nietzsche, lo
que te puede ser útil, lo que permite sobrevivir, aceptando religión y mito,
aunque ni siquiera exista una creencia real en ellos. (…) Hay que dejar claro de
una vez que rechazar las absurdas propuestas del ecologismo, el feminismo o el
movimiento LGTB más influenciado por el posmodernismo, cayendo en
posiciones retrógradas −reproduciendo esquemas tránsfobos u homófobos, o
abanderando un negacionismo del papel del hombre en el cambio climático−
uno se asemeja más a la posición política de la derecha tradicional que a otra
cosa. En su momento se destapó cómo el propio Martín Licata se dedicaba a
insultar a los transexuales, insinuando que todos eran prostitutos y enfermos,
del mismo modo que hemos sido testigos de cómo Roberto Vaquero o Santiago
Armesilla han realizado ataques similares hacia la comunidad LGTB con
argumentos desfasados». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre
Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2020)
Pese a ser los amos y señores de las universidades, aun teniendo todo a su
disposición: apoyos, adulaciones, financiación y medios técnicos… el grado de
agnosticismo de las teorías posmodernas alcanzaban unos grados de ridiculez sin
parangón, demostrando que no tenían nada que ofrecer de utilidad al mundo,
bueno, salvo un circo de nociones precientíficas, endogamia académica y demás
desgracias que estos señores de la calamidad se han empeñado en introducir:
Todo esto que estamos exponiendo confirma lo que Marx y Engels ya anticipaban
hace siglo y medio:
Ocurrió así con la propia filosofía: pues llegados al momento en que la burguesía
asentó su poder político, esta no tuvo reparos en arrojar por la borda la presunta
escrupulosidad que decía haber defendido con el famoso liberalismo. El ejemplo
más palpable lo encontramos en el tratamiento del pensamiento de Hegel, del que
la burguesía adoptó sus aspectos más reaccionarios a la par que rechazaba
aquellos progresistas para, finalmente, adoptar como hijos predilectos a los
filósofos más reaccionarios. Y es que, como dijo Marx, a la burguesía le resultaría
excitante y positiva la dialéctica hegeliana, pero solo en sus primeros momentos,
porque era en estos que glorificaba y sintetizaba el nuevo régimen existente como
el producto de una evolución donde lo actual era lo más progresista, pero que
conforme el proletariado se empezó a consolidar y a plantear sus luchas, la
dialéctica −interpretada como algo cambiante y aplicada a la historia, así como a
las luchas sociopolíticas− empezó a ser algo incómodo:
Esta fue la razón por la que la burguesía más desesperada acababa prefiriendo
apoyarse en idealistas-metafísicos más acentuados, como el infame
Schopenhauer, que negaban prácticamente todo proceso dialéctico de la historia
y hablaban −desde un misticismo todavía más hondo− de una repetición cíclica
del proceso existente. En este caso, vemos a un Schopenhauer influenciado por
las ideas religiosas asiáticas del «continuo retorno» que era aplicado al colectivo
nacional −a los germanos−, algo que, en general, en la filosofía nacionalista
alemana y sobre todo la nietzscheana tendría una razón de ser como en todo
nacionalismo: «¡Volver a ser lo que éramos, volver a repetir los epítetos más
gloriosos de nuestra historia, pues, ese es nuestro destino!». Como se ve aquí,
todos estos ingredientes los proporcionó el idealismo tanto a través de la religión
como del nacionalismo, dando como resultado a fenómenos tan desagradables
como el fascismo en la época del capitalismo moderno, aunque los capitalistas ni
siquiera necesitan medidas tan extremas, pues su filosofía, ya sea un poco más
liberal o más conservadora, mantiene intacta esta base.
En cualquier caso, al ojear estos manuales básicos que han sido producidos en
masa para solventar los problemas de la vida social, podemos encontrar nociones
aberrantes −misticismo, relativismo, agnosticismo, subjetivismo− pero también
conclusiones o aforismos que nos resultan interesantes −nociones materialistas
sobre el discurrir del mundo, trazos de dialéctica sobre las distintas esferas
sociales y su interrelación, concepciones históricas del hombre y su desempeño
práctico−; de la misma forma, gracias al torrente de información actual, con los
artículos de las revistas oficiales como con los escritos y la divulgación de los
«outsiders», podemos ponernos al día sobre los avances de la ciencia actual,
investigaciones o últimos descubrimientos en tiempo récord. Bien, cuando esto
último ocurre, si hacemos un esfuerzo para mirarlo más de cerca −y tenemos
capacidad para ello−, comprobaremos que las nociones del segundo bloque, las
«interesantes y a priori correctas» suelen ser, una vez verificadas, las únicas
científicas, las que, para nada casualidad, son compatibles con el materialismo
histórico-dialéctico, aunque frecuentemente esta última expresión ni se sugiera.
La mayoría de la clase burguesa preferiría revolverse con virulencia y tomar el
camino del exilio o suicidarse en masa antes que adoptar el marxismo y colaborar
con su proyecto histórico-político. «Bueno», dirán algunos, «aun así no acabo de
entender una cosa: ¿y por qué en el capitalismo la burguesía no adopta el
marxismo si tan válido es?». Básicamente, si ellos asumiesen completamente −y
con total honestidad− el aplicar las herramientas filosóficas del marxismo −el
materialismo dialéctico e histórico− y expusiesen sus resultados ante el gran
público, se estarían tirando piedras contra su propio tejado, puesto que estarían
desmontando la mayoría de mentiras y medias verdades que hasta ahora habían
sostenido al tratar los problemas de la economía, las guerras o las desigualdades
sociales. Sería pedir a gritos el fin de su existencia. ¿Qué diría esta clase social si
avalara el marxismo?, «Llevan razón, no puedo garantizar nada del programa
social que he prometido a través de mis organismos, los partidos políticos y los
medios de información. Llevan razón, para que mis beneficios económicos se
mantengan altos no puedo priorizar el medio ambiente o la salud de la gente.
Llevan razón, para que yo gane, inevitablemente la inmensa mayoría debe perder,
deben arruinarse o irse a la cola del paro. Llevan razón, promociono a artistas sin
talento que plasman banalidades para que el pueblo no piense en lo que les rodea.
Llevan razón, este sistema no tiene por qué ser eterno, sino que puede ser solo
uno más, además es injusto para la mayoría y ésta no lo necesita. ¡Por favor
vengan y confísquenme la propiedad, planifiquen la producción sin trabas y de
forma racional, es lo más lógico para el bien de todos!». ¿Se imaginan qué cómico
sería? La burguesía, en tanto que desee seguir actuando como tal, debe huir como
de la peste de la verdad del marxismo, ocultar sus descubrimientos y denuncias.
«Desde el punto de vista del materialismo moderno, es decir, del marxismo, son
históricamente condicionales los límites de la aproximación de nuestros
conocimientos a la verdad objetiva, absoluta, pero es incondicional la existencia
de esta verdad, es una cosa incondicional que nos aproximamos a ella. Son
históricamente condicionales los contornos del cuadro, pero es una cosa
incondicional que este cuadro representa un modelo objetivamente existente. Es
históricamente condicional cuándo y en qué condiciones hemos progresado en
nuestro conocimiento de la esencia de las cosas hasta descubrir la alizarina en
el alquitrán de hulla o hasta descubrir los electrones en el átomo, pero es
incondicional el que cada uno de estos descubrimientos es un progreso del
«conocimiento incondicionalmente objetivo». En una palabra, toda ideología es
históricamente condicional, pero es incondicional que a toda ideología científica
−a diferencia, por ejemplo, de la ideología religiosa− corresponde una verdad
objetiva, una naturaleza absoluta. Diréis: esta distinción entre la verdad
absoluta y la verdad relativa es imprecisa. Y yo os contestaré: justamente es lo
bastante «imprecisa» para impedir que la ciencia se convierta en un dogma en
el mal sentido de esta palabra, en una cosa muerta, paralizada, osificada; pero,
al mismo tiempo, es lo bastante «precisa» para deslindar los campos del modo
más resuelto e irrevocable entre nosotros y el fideísmo, el agnosticismo, el
idealismo filosófico y la sofística de los adeptos de Hume y de Kant. Hay aquí un
límite que no habéis notado, y no habiéndolo notado, habéis caído en el fango
de la filosofía reaccionaria. Es el límite entre el materialismo dialéctico y el
relativismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo,
1908)
Esto quiere decir que o bien todas las verdades, para ser consideradas como
tales, deben servir a los intereses de los poderosos, o bien que cualquier cosa
puede elevarse al estatus de verdad eludiendo al criterio de la práctica: ¿es
nuestra interacción conjunta como sociedad ante un fenómeno una prueba de
que X postulados sean o no ciertos? ¿Acaso los poderosos tienen otro interés que
no sea esconder la verdad que pone en peligro su estatus? ¿No les interesa
aprehender las propiedades de los fenómenos para usarlos en su beneficio? Sus
intereses afectan no tanto a la cognoscibilidad del mundo, sino a cómo la
interpretan y a cómo sufren aquellas cosas y personas a las que los
conocimientos de la burguesía, usados en hacer acciones que producen daños
sociales y naturales. Pero interpretación y conocimiento no son sinónimos, por
mucho que se quiera, de modo que un criterio de interpretación de hechos no
equivale a un criterio de conocimiento de hechos.
No todas las verdades sirven a los poderosos, o mejor dicho, los poderosos no
sirven a todas las verdades, sino solo a las que necesitan −enarbolando así a los
sistemas filosóficos que se sustentan en medias verdades − estos pueden
controlar el proceso de interacción con la realidad de los millones de seres
humanos que se distribuyen sobre la faz de la Tierra. Es imposible que no se
desarrollasen, en condiciones ficticias de gobernantes superpoderosos que lo
controlan absolutamente todo −sin morir de agotamiento por ello−, verdades
paralelas que chocasen con las «oficiales» de ese momento, formuladas gracias
a dicha interacción humana espontánea con la vida de la que formamos parte y
que transformamos diariamente.
El hecho de que haya verdades consideradas como tales ante las que los
intereses de los poderosos sean indiferentes, o ni siquiera estén involucrados en
su descubrimiento, demuestra que hay afirmaciones elevadas a verdad debido
a criterios distintos a ese supuesto «interés de los poderosos». La verdad es una
representación mental de las propiedades de la realidad, de la materia, que
existe independientemente de que la percibamos o no y, por tanto, de que
formulemos un interés por explotarla o no. ¿Por qué les interesa a los poderosos
que creamos que nuestro sistema digestivo funciona de tal forma? ¿O que los
átomos se relacionan de tal u otra forma? Seguir manteniendo la tesis «cínica»
de que toda verdad se corresponde con un interés de los poderosos −que son los
que controlan los medios de comunicación− llevaría a conclusiones absurdas.
Todo esto reduce el «argumento» cínico de los posmodernos al nivel de falacia.
«La refutación más contundente de estas manías, como de todas las demás
manías filosóficas, es la práctica, o sea el experimento y la industria. Si podemos
demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural
reproduciéndolo nosotros mismos, creándolo como retado de sus mismas
condiciones, y si, además, lo ponemos al servicio de nuestros propios fines,
daremos al traste con la «cosa en sí» inasequible de Kant. Las sustancias
químicas producidas en el cuerpo animal y vegetal siguieron siendo «cosas en
sí» inasequibles hasta que la química orgánica comenzó a producirlas unas tras
otras; con ello, la «cosa en sí» se convirtió en una cosa para nosotros».
(Friedrich Engels; Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana,
1888)
La diferencia entre afirmar que las cosas no existen y que no se puede saber si
existen no es muy grande, ya que, si dicen que no puede saberse de su existencia,
sus métodos de análisis no parten de buscar la esencia de las cosas, sino la esencia
de la imaginación, según ellos, crea siempre las cosas, y, por ende, su método se
basa en analizar la esencia de la idea, no de la materia, porque se parte de que
esta no es real. El agnosticismo, negando la posibilidad de las cosmovisiones y la
realidad objetiva, prepara el terreno para que la burguesía mantenga
tranquilamente su cosmovisión cínica del mundo.
Las ideas del posmodernismo y similares son, en realidad, tan antiguas que
podemos encontrarlas en las obras de los «hegelianos de izquierda», que fueron
los primeros adversarios políticos del marxismo, y este último es el que los
posmodernos hoy dicen querer y poder «superar» con su novísima filosofía. Marx
y Engels ridiculizaban así esta cosmovisión del mundo:
«Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua
y se ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la gravedad.
Tan pronto como se quitasen esta idea de la cabeza, considerándola por ejemplo
como una idea nacida de la superstición, como una idea religiosa, quedarían
sustraídos al peligro de ahogarse. Ese hombre se pasó la vida luchando contra
la ilusión de la gravedad, de cuyas nocivas consecuencias le aportaban nuevas
y abundantes pruebas todas las estadísticas. Este hombre listo era el prototipo
de los nuevos filósofos revolucionarios alemanes». (Karl Marx y Friedrich
Engels; Ideología alemana, 1846)
¿Y acaso esta idea −que algo no tendrá consecuencias si estas no las contemplas−
ha disminuido su influencia a día de hoy? Para nada, porque hoy en día es
especialmente común ver, sobre todo en muchos considerados espiritistas, la
defensa de que si te ocurre algo es porque lo atrajiste previamente con tu
pensamiento, es decir, para ellos no existe el cruce casual de una cosa con otra,
sino que para ellos todas las convergencias que se produzcan entre cosas y
personas ha sido producido por el pensamiento, por la «energía», por el
«poderoso deseo» de la mente.
¿Cuál fue el pecado principal de los presuntos «marxistas» que dentro y fuera de
las universidades siguieron a pies juntillas lo que decían todos estos tipos? El
mismo de los seguidores de Mach en Rusia:
Cabría preguntarnos, ¿por qué todas estas ideologías han prometido una
«revolución total» y han perecido siendo sustituidas por otras «similares», unas
tras otras, sin llegar siquiera a poner en una situación de incomodidad al sistema
capitalista?
Entonces, una vez comprendido esto, hay que volver a las raíces del pensamiento
racional, el cual no se basa en castillos en el aire, sino en la constatación práctica:
Ergo ni la filosofía está reñida con la ciencia, ni la ciencia puede operar con
seguridad sin los saberes acumulados −motivo por el cual el método inductivo y
deductivo son necesarios para el conocimiento−:
«La filosofía de la praxis, que es la esencia del materialismo histórico. Esa es la
filosofía inmanente a las cosas sobre las cuales ella filosofa. De la vida al
pensamiento y no del pensamiento a la vida: es este el proceso realista. (...) Del
desenvolvimiento de la actividad, y al par que es la teoría del hombre que
trabaja, considera la ciencia misma como un trabajo. (…) «Si debo contentarme
con escribir aforismos, como conviene a las confesiones, diría: a) el ideal del
saber debe ser: terminar con la oposición entre ciencia y filosofía; b) pero, así
como la ciencia −empírica− está en perpetuo devenir y se multiplica en su
materia como en sus grados, diferenciando al mismo tiempo los espíritus que
cultivan sus diferentes ramas, por otra parte, es acumulada y se acumula
continuamente bajo el nombre de filosofía la suma de los conocimientos
metódicos y formales; c) igualmente, la oposición entre la ciencia y la filosofía
se mantiene y se mantendrá, como término y momento siempre provisorio, para
indicar, precisamente, que la ciencia está en devenir continuo y que, en este
devenir, la autocrítica es una parte importante. (…) Es suficiente pensar en
Darwin para comprender cuan necesario es ser prudente cuando se afirma que
la ciencia de nuestro tiempo es por sí misma el fin de la filosofía. Darwin,
ciertamente, ha revolucionado el dominio de las ciencias del organismo, y con
ello toda la concepción de la naturaleza. Pero Darwin no ha tenido plena
conciencia del alcance de sus descubrimientos: él no fue el filósofo de su ciencia».
(Antonio Labriola; Filosofía y socialismo, 1899)
Bien, tal como aquí describíamos, es un secreto a voces que el marxismo está en
horas bajas pese a que en su momento este movimiento político tuvo una gran
transcendencia hasta el punto de que sus herramientas de análisis, el
materialismo histórico y dialéctico, penetraron en todos los poros de la vida
social: discusiones filosóficas, estudios académicos, debates en asociaciones
vecinales, sindicatos, revistas de sociología, movimientos políticos, etc. Un
ejemplo interesante de este fenómeno es observar cómo este debate permanente
sobre el marxismo y su utilidad se reflejó en las ciencias sociales. Mismamente en
el campo histórico, la mayoría de escuelas historiográficas del siglo XX estuvieron
de una u otra forma influenciada por sus teorías y conceptos. Así ocurrió con la
Escuela de los Annales o la Escuela de Frankfurt, lo que no excluye, faltaría más,
que medie un abismo entre la esencia y metodología de Marx y Engels y lo que
propusieron y concluyeron estas escuelas que precisamente trataron, muy
desafortunadamente, de mezclar marxismo con estructuralismo, marxismo con
freudismo, etc… aguando así su contenido, algo que hasta la propia CIA reconoció
en sus informes confidenciales. Véase el documento de la CIA: «Francia: la
defección de los intelectuales de izquierda» de 1985.
Para los años 80, aunque todavía existían partidos marxista-leninistas de cierta
importancia, ninguno había cumplido las dos tareas fundamentales que se habían
trazado a largo plazo: uno; el imponerse y hacerse valer como «vanguardia» entre
los trabajadores de su país, comandando sus luchas y causando el respeto entre
sus competidores, y dos; el ansiado anhelo de volver a contar con una comunidad
internacional fuerte y unida, algo que se fue al traste tras la aparición, décadas
antes, de múltiples variantes del revisionismo moderno que vinieron para
quedarse, como por ejemplo el «marxismo occidental», el «jruschovismo», el
«maoísmo» y otros ismos que claramente se alejaban de los principios básicos de
las leyes sociales que el marxismo había sistematizado con tanto esfuerzo durante
más de un siglo. Como bien sabemos, en realidad, lo uno iba ligado a lo otro. En
todo caso, estos grupos marxista-leninistas de los años 80, nunca llegaron a tener
la importancia que en otros momentos históricos tuvieron los antiguos partidos
socialdemócratas en el siglo XIX o los partidos comunistas a principios del XX,
más bien se mantuvieron como pequeños islotes que finalmente fueron borrados
del mapa por un huracán de pasividad y pragmatismo.
Esto supuso que en las ciencias sociales de todo el mundo: sociología, historia,
arqueología, antropología, etcétera… el «marxismo» cada vez se fuese diluyendo
más, algo totalmente normal: si en su «periodo dorado» −los años 50− el
marxismo que penetraba en los centros de producción intelectuales oficiales y no
oficiales de los países capitalistas −biología, pintura, música, historia, filosofía−,
muchas veces era una noción vaga cuando no amalgama estéril −mezcla entre su
esencia y las cavilaciones de sus falsos amigos−, ¿qué se podía esperar que
sucediese en un periodo de repliegue como los turbulentos años 80? Lo que
ocurrió fue la crónica de una muerte anunciada. Aquí advertimos que no hay que
confundir en lo sucesivo las equivocaciones y titubeos del revisionismo como
traiciones y fracasos del marxismo, como algunos intentan para atacar a este
último, en el momento en que un individuo o estructura degenera en todos los
puntos de importancia la responsabilidad de tal actividad y sus frutos hay que
buscarla en la ideología dominante no en la que alguna vez tuvo. Así, pues, el
asalto final del oportunismo en los bastiones que se presuponían la «esperanza
revolucionaria», se acabó consumando; y de esta manera el revisionismo −que
solo toca del marxismo lo formal, lo inofensivo, lo apetecible y coyuntural− se
volvía sin discusión alguna la tendencia completamente hegemónica −si es que
no lo era ya en la mayoría del mundo− entre los movimientos que se
autoreivindicaban «marxistas». Ahora, si bien todo esto es cierto, de ahí a
declarar, como lo hace la burguesía con una sonrisa cínica, que «el marxismo ha
desaparecido de las investigaciones de las ciencias sociales» o que su influencia
se ha vuelto «intranscendente», es, con perdón del lector, una soberana
estupidez, una payasada. En todo caso ha decaído y no podía dejar de hacerlo si
su movimiento político declinaba cada vez más, pero siguen produciéndose
estudios académicos y «extraoficiales» de gran valor. La importancia del
marxismo no la determina solo la vitalidad de los estudios de sus representantes
o la fuerza material de sus partidos políticos, sino que, aunque parezca
paradójico, esta también se mide en la medida en que sin tener demasiados
representantes a título individual o colectivo que la sirvan, sus principales
conclusiones siguen mostrándose tan vigentes como antes. El principal problema
de los cabezas huecas que tratan de enterrar al marxismo se explica por el hecho
de pensar que este «ha fracasado» porque sus ideas ya no están en boca de todos,
porque no gobiernan el planeta con puño de hierro, como lo hacen las distintas
ideologías de la burguesía, pero esto sería tan necio como asegurar que Galileo y
sus teorías de astronomía eran equivocadas porque murió calcinado gracias al
dominio temporal de la Inquisición… o que en resumidas cuentas el valor de los
descubrimientos de un científico disminuye en la misma proporción que el
público se haya olvidado de él, aunque sus conclusiones sigan teniendo total
actualidad. ¡Demencial!
Así que no nos cansaremos de repetir que esto que hacemos no es un ejercicio
escolástico, sino todo lo contrario… es tan necesario como para algunos animales
es necesario mudar de piel a partir de superar la vieja capa. Pues bien, si estos
seres necesitan este proceso para adaptarse a su nuevo tamaño y necesidades, una
organización también deberá adaptarse y «mudar de piel» si quiere mantener su
salud. Pensar que esto se puede hacer a gran escala sin una gran estructura,
simplemente valiéndose de la ayuda y bendición de los «centros del saber» como
las universidades, los «seminarios sobre filosofía», los conservatorios, o las
«asociaciones culturales de artistas», es poco menos que de una candidez
extrema, algo que se asemeja a una especie de «provincianismo intelectual». Es
igual de ilusorio que pensar que la sociedad del futuro vendrá gracias a perder el
tiempo tratando de «reformar» las estructuras y mentes de los rostros más
conocidos de las organizaciones políticas tradicionales, quienes ya han mostrado
sobradamente su podredumbre como para encima confiar en que algún día
llegará su honesta «redención». Por ello, solo la agrupación de los revolucionarios
bajo unos objetivos y normas comunes es el principal punto para apuntalar una
contracultura seria y de calidad.
a) Más allá de lo que reconozcan los «espíritus libres», toda escuela artística, toda
pieza artística, responde a una filosofía, a una concepción del mundo, sea esta
más consciente o inconsciente; b) A su vez, toda escuela económica, por muy
«rigurosa» y «tecnócrata» que sea, a la hora de introducirse en la «realpolitk» es
sabedora de los beneficios de valerse de otros argumentos «no económicos» para
expandir su proyecto al mundo, apelando a las costumbres o prejuicios
socioculturales; c) El arqueólogo o el historiador rara vez deja sus conclusiones
en el «estricto ámbito de su campo», sino que, más bien traza conexiones con el
resto de esferas sociales, siendo lo normal que tienda a reforzar sus posturas
políticas o económicas a través de sus «descubrimientos» −sean estos reales o
ficticios−; d) Del mismo modo, todo partido político que quiera atraer a muchos
ciudadanos en un mismo bloque deberá valerse de una «filosofía general» que
englobe unas pautas muy claras, que, tengan un posicionamiento en todo tipo de
cuestiones: desde los temas morales hasta las medidas a implementar en la futura
normativa institucional por la que se lucha; e) A su vez, si un nuevo movimiento
«estrictamente filosófico» a priori está centrado en el análisis del lenguaje,
psicológico o de la historia, lo cierto es que si estos reformadores quieren cumplir
su ambicioso proyecto de «cura e higiene social», más pronto que tarde tendrán
que adoptar una teoría que conjugue con su enfoque y que tenga una aplicación
en el plantel económico, ¿se entiende por dónde vamos?
Sería inútil debatir todo esto con los jefecillos del reformismo. Simplemente cada
uno cumple su función. Por eso, podemos encontrar casos de organizaciones que
con su populismo característico defienden con ahínco, por ejemplo, la «actual
programación escolar», razonando que esto debe ser así porque debemos confiar
en el «criterio y profesionalidad de los actuales docentes». Así, pues:
Precioso. Nuestra pregunta es, ¿es una propuesta de verdad o será como «no
cogobernar con el partido de la casta y la cal viva», la «salida de la OTAN»,
«eliminar la carta magna monárquica del régimen del 78», «juzgar los crímenes
del franquismo», la «derogación de la reforma laboral», «investigar los fraudes y
negocios turbios del rey», «garantizar el pleno empleo», «apoyar el derecho de
autodeterminación», «parar los desahucios y reducir el precio de los alquileres»,
o introducir el «impuesto a los ricos»? Parece ser que a Podemos ni en el gobierno
nacional ni en sus «ayuntamientos del cambio» les ha ido muy bien −razón por
la que los ha ido perdiendo con una sangría de votos y alcaldías cada vez mayor−.
Véase la obra: «Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas»
de 2017.
Señoras y señores... cuando te engañan una vez eres un crédulo, cuando lo hacen
dos veces eres un colaborador consciente y formas parte de la pantomima.
Pero, ¿por qué gran parte de la población sigue confiando en el reformismo y sus
expresiones políticas?
Los más atrapados caen en todas las ensoñaciones imaginables del reformismo.
Se dedican a pintar un cuadro donde el «posibilismo» como fórmula sería el
medio para llegar a la Nueva Arcadia que traerá el «gobierno del cambio» PSOE-
Unidas Podemos.
Manolo Albentosa, en un tono que nos recuerda a Bernstein o Kautsky, nos
describía al Estado como un ente paternalista que se encontraría por encima de
las clases sociales y que está destinado a cuidar de todos nosotros:
¿Simple, no? Y para ello se basaba en que el gobierno tiene los medios, solo es
cuestión de voluntad:
«El Estado dispone de medios de acción sin tener que cambiar de momento la
actual Constitución, con los artículos que hacen referencias a la posibilidad de
intervención del Estado en la economía, al carácter social de la propiedad y sus
límites y a los deberes de protección del estado para con los ciudadanos tiene el
gobierno un amplio instrumental, máxime durante un Estado de Alarma. Aquí
influye también la voluntad». (República en Marcha; ¿Qué hacer ante la crisis
sanitaria y económica si tenemos un gobierno de patriotas, máxima si son de
izquierdas?, 2020)
El Partido del Trabajo Democrático (PTD) es otro de tantos «partidos» que confía
y pide el voto por Unidas Podemos con esperanzas. Ante la formación del nuevo
gobierno hace meses le pedía «la derogación de la Ley Mordaza», las
«nacionalizaciones de sectores estratégicos» y la «reducción de la jornada de
trabajo sin reducción de salario», entre otras cosas. Véase el artículo del PTD:
«Sobre la formación de un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos»
de 2019.
Hoy, con una inocencia casi entrañable, su lista de propuestas feministas parece
la carta de un niño que todavía cree en los Reyes Magos:
Hay más ejemplos de esta ceguera por posibilismo. El actual Partido Comunista
de España (marxista-leninista), que en lo ideológico no tiene nada que ver con el
partido con mismas siglas que existió durante 1964-85, ha venido sufriendo una
serie de bajas en militantes por las críticas internas y externas que ha recibido por
su posicionamiento oportunista ante el gobierno de Sánchez-Iglesias −entre otros
motivos−.
«Por eso, el PCE (m-l) llama a la clase obrera y a los sectores populares no sólo
a no dar ni un voto a las derechas, sino a votar activamente por las izquierdas».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Sobre los resultados de las
elecciones generales, 2019)
¿Entonces para qué está el PCE (m-l)? ¿Por qué no se presenta? ¿Se ha convertido
oficialmente en un grupo de folclore del antiguo PCE (m-l) de los 70? La dirección
no sabe explicar por qué un partido que presume de décadas de historia no tiene
fuerza para presentarse a elecciones y ofrecer una plataforma al pueblo, una
alternativa. ¿Falta de apoyos, falta de unidad ideológica, lo uno y lo otro a la vez?
«El resultado de las elecciones generales celebradas ayer, pone en claro que
nuestra decisión fue acertada. La derecha ha salido de esta cita dividida y
debilitada, aunque ni mucho menos derrotada. La victoria ha sido de nuestra
clase y los pueblos de España, que han dejado meridianamente claro que a pesar
del desánimo generado por el reformismo, su disposición a combatir el fascismo
sigue alta. Un solo dato resume el carácter de esta cita: la participación en las
elecciones ha aumentado en más de 2 millones de personas. Por todo ello, el PCE
(m-l) valora positivamente el resultado electoral. Pero dicho esto, hay que
añadir que sería un gravísimo error que la izquierda institucional considerara
éste como un cheque en blanco para continuar aplicando sus ambiguas y
limitadas políticas. Por el contrario, el resultado de las elecciones incrementa
aún más la responsabilidad de los dirigentes social liberales y ciudadanistas
frente a las clases populares. Y eso deben tenerlo particularmente claro los
dirigentes de Unidas Podemos que han perdido más de un millón de votos y un
40% de escaños». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Sobre
los resultados de las elecciones generales, 2019)
Para el PCE (m-l) «ganó el pueblo», para nosotros el pueblo no tiene nada que
celebrar. Los trabajadores siguen echándose en brazos del reformismo por el
miedo al fascismo, en cambio los descontentos con el primero tienden al
apoliticismo cuando no a pasarse de trinchera fascista, cansados de decepciones
y de que nadie se ocupe de sus problemas de raíz. Aumentó enormemente el voto
a Vox, ni el PCE (m-l) ni ningún otro grupo antifascista ganó nada sustancial,
pero, eh, «ganó el pueblo», ¿por qué? Según uno entiende de este comunicado
simplemente porque el PSOE triunfó frente al PP en la lucha bipartidista de
siempre, un partido que ellos mismos reconocen que está «al servicio de la
oligarquía», pero a su vez dicen no estar tomados por la psicología del
«cretinismo parlamentario». ¿Seguro? No comentaremos en demasiado este tipo
de posturas, ya que tenemos un documento completo al respecto que razona en
torno al error histórico de ver las elecciones como eje fundamental de la lucha
antifascista. Esa desviación de conformarse con confiar o delegar en las fuerzas
socialdemócratas −por ahora mayoritarias− para dirigir el combate contra el
fascismo. Una táctica que las más de las veces acaba en tragedia para el pueblo.
Un comunista de verdad no estará tranquilo −por lo menos− hasta que su partido
tenga la suficiente fuerza para defenderse de forma autónoma ante la
reacción, como para no tener que depender de aliados auxiliares tan poco
confiables como anarquistas, agraristas, feministas, socialdemócratas y otros,
sean grandes o pequeños, viejos o nuevos. Véase la obra: «Las elecciones, la
amenaza del fascismo, y las posturas de los revisionistas» de 2019.
Hoy, tras dos años de estafas, para intentar maquillar sus posturas de «apoyo
crítico» al gobierno, Carlos Hermida ha lanzado un «elaborado artículo» contra
la nueva Ley Celaá donde ha elevado el tono de su «malestar» titulado: «El
supuesto progresismo de la «Ley Celaá» o el arte de dar gato por liebre» de 2020,
publicado en el Nº140 de su revista «Octubre». Toda la capacidad que el actual
PCE (m-l) puede desplegar para exponer la nueva ley burguesa de educación, la
cual se debatió hace meses, se basa en un artículo de literalmente una página. En
él se condensa toda su queja en que los funcionarios no puedan mantener su
trabajo, que los profesores de filosofía puedan dar a Platón y Kant sin problemas,
y que se agilicen los trámites burocráticos. Parece ser que con eso y un par de
detalles más ya tendríamos una educación pública al servicio del pueblo. A esto
se le llama literalmente ser la aristocracia obrera del sistema, la cual mendiga a
la burguesía un reparto del botín.
Sus militantes nos dirán. «¡Pero es que ese tema educativo ya lo hemos
desarrollado en otras ocasiones!». En efecto, estas palabras de Hermida no nos
sorprenden. En 2016, el PCE (m-l) ya escribía en un tono socialdemócrata:
«La educación pública está sufriendo desde hace años el acoso y derribo por
parte del Partido Popular. La LOMCE es la última pieza de una política
educativa clasista, destinada a reforzar la enseñanza privada concertada y
vaciar de contenido humanístico el sistema educativo. El reforzamiento de la
asignatura de Economía −siempre impartida desde una óptica neoliberal−, la
progresiva marginación de la Filosofía y la Historia, así como la potenciación
de la Religión, están conduciendo a la degradación de la educación, sometida a
los dictados de un modelo pedagógico absurdo en el que los contenidos
científicos se ven sustituidos por oscuros estándares de aprendizaje y
competencias». (La JCE (m-l) convoca a los estudiantes a la huelga, 2016)
¿Se dan cuenta? Según el PCE (m-l), el PP habría venido a desmontar los
programas «humanísticos» y «científicos» del PSOE.
El actual PCE (m-l) castiga también a los militantes que no respetan mantener
una «diplomacia con las fuerzas de la izquierda constitucional». ¿Qué significa
esto? Que no se permite criticar públicamente las posturas capitalistas del PCE
cuando la ministra del Trabajo, la orgullosa feminista Yolanda Díaz, pone de
ejemplo a la empresa Inditex de Amancio Ortega. Todo esto se vuelve doblemente
ridículo si tenemos en cuenta que el viejo PCE (m-l) nació en 1964 como escisión
del propio PCE por su colaboración de clases. ¿Esto es «respetar el legado de
Elena Ódena»? Más bien una forma de escupir sobre el mismo. Si la pasional
revolucionaria pudiera ver a quien porta sus siglas, seguramente el apelativo más
cariñoso que les profesaría a estos farsantes sería el de «sarnosos mencheviques»
y «liquidacionistas». Todo esto viene de la actual política de alianzas del PCE (m-
l). Véase el capítulo: «¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas
oportunistas y de los intentos de fusionarse con otros revisionistas?» de 2020.
El PCE (m-l) opina que hay que pedir al gobierno «implementar sus promesas»
para, supuestamente, «poner en jaque a la estructura del poder establecido»
−¡como si el programa de cualquier organización socialdemócrata más a la
derecha o más a la izquierda fuese encaminado a romper con el capitalismo!−.
Así, después de eso −que nunca llegará− cree que será posible «promover y
profundizar las medidas gubernamentales». ¿Pero con qué organización,
autoridad y movilización se exigirá esto al «gobierno vacilante»? ¿Con la
confianza que porta la línea política del PCE (m-l) con sus bandazos ideológicos
y deserciones mensuales? ¡Por favor! Dejad de tomarnos el pelo a todos.
Este ingenioso plan táctico del PCE (m-l) supone renegar a la hegemonía que se
supone que debe construir el partido marxista-leninista −algo que piensan poder
paliar con alianzas de dudoso fin−. La hegemonía real entre los trabajadores es la
única que capacitaría no solo arrancar en un futuro concesiones a este u otro
gobierno burgués en crisis, sino ponerlo directamente de rodillas y aniquilarlo sin
contemplaciones mediante una revolución. Como dijeron los marxistas del siglo
XIX: «La conquista del poder político se ha convertido en el gran deber del
proletariado». No obstante, en la situación actual estas agrupaciones
revisionistas piden calma y paciencia hacia el gobierno burgués, y cuando no es
así −como ocurre con otros−, aunque se opongan frontalmente a él, por sus
metodologías −igualmente reformistas o anarquistas− no tienen capacidad de
penetrar, seducir y movilizar a las masas de forma independiente. Así, todo es
palabrería. A ver quién dice la cosa más grandilocuente. Nuestros pequeños
reformistas de momento se contentan con poner velas y rezar para que los
grandes reformistas encuentren el camino de la rectitud moral una vez llegan al
gobierno, para que no caigan en las tentaciones del capital, para que escuchen los
alaridos de indignación del pueblo. Pero los partidos capitalistas del gobierno
romperán constantemente sus promesas electorales, dejarán en la estacada a
quienes confiaron en ellos para una mejora mínima de sus vidas. Es más, ya lo
han vuelto hacer en esta legislatura. ¿Cuántas de las promesas que hizo Sánchez
en su moción de censura contra Rajoy ha incumplido tras varios meses de
gobierno? ¿Cuántas medidas que prometió durante la pandemia para aliviar la
crítica situación está incumpliendo?
«El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha afirmado este domingo en
Santander que los socialistas van a construir «la España de las oportunidades,
una España sin pobreza infantil, la España que puso fin a la impunidad de las
élites financieras, que echó el candado a las puertas giratorias, una España sin
desahucios, y una España laica», ha enfatizado». (Pedro Sánchez promete «una
España sin desahucios, sin puertas giratorias y laica», 15 de marzo de 2015)
«El texto definitivo, que, salvo sorpresa, irá al Consejo de Ministros el martes,
supone que se paralicen durante el estado de alarma los desahucios de familias
vulnerables sin una alternativa habitacional digna, pero también compensar
con dinero público a los propietarios afectados, también en el caso de grandes
tenedores, como bancos y fondos de inversión». (La Sexta; Podemos cede. El
decreto antidesahucios incluirá compensaciones a los propietarios, también
bancos y fondos de inversión, 17 de diciembre de 2020)
Hace unos años Sánchez, Iglesias o Garzón acusaban al gobierno del PP de ser
unas marionetas al servicio de los monopolios de las eléctricas:
«El Gobierno dijo que la luz subiría un 0,9%, luego un 2,8%. Finalmente es más
de un 11%. Nos gobierna un partido vasallo de las energéticas». (Twitter;
Alberto Garzón, 19 de diciembre de 2013)
«Disparar la factura de la luz un día como hoy solo demuestra la codicia de las
eléctricas. Si el gobierno lo consiente, será cómplice». (Twitter; Pablo Iglesias
Turrión, 18 de enero de 2017)
Si uno no los conociese, pudiera parecer que se está ante tres valientes
progresistas que denuncian la especulación. Bien, ¿y que hace hoy el gran
gobierno PSOE-Unidas Podemos del que forman parte? ¿Ha puesto coto a estos
desmanes? ¡No! Ha permitido que las empresas que proveen a la mayoría de la
población un bien básico, se llenen los bolsillos batiendo récords en cuanto
precios inflados:
«La «memoria histórica», tan aludida por este Gobierno de coalición para otras
respetables cuestiones, se ha vuelto contra él en un asunto que de verdad
importa a los ciudadanos porque les toca sus bolsillos: la subida de la luz. Sin
embargo, hasta ahora mantienen silencio ante el espectacular incremento que
han tenido esta semana los costes de la electricidad en el mercado mayorista,
cuyo precio medio se han disparado un 102%, pasando de los casi 47 euros el
megavatio hora (MWh) del pasado domingo a los 95 euros de ayer». (ABC;
Sánchez, Iglesias y Garzón callan la subida del 102% de la luz y criticaron a
Rajoy alzas del 10%, 8 de enero de 2020)
¿Qué pasó con el llamado mínimo vital básico?:
Aquí solo hay dos opciones. La primera, es que Iglesias, como licenciado en
Ciencias Políticas, conocía sobradamente cómo discurre la política burguesa y el
funcionamiento de esta «democracia limitada», pero pese a saber que no iba a
cambiar nada sustancial, ha entrado como vicepresidente del gobierno PSOE-
Unidas Podemos para acaparar poder y riquezas personales −¡el chalet de
Galapagar de 615.000 euros no se paga solo!−. La otra opción es que, sin saberlo,
ha prometido algo a sus seguidores que ahora se da cuenta que es imposible, un
programa que no puede cumplir −por las propias reglas del juego−, y, en
consecuencia, debe dimitir −acto honorable que jamás hará este chupóptero−.
Cualquiera de las dos opciones deja en mal lugar al señor Iglesias y a quienes
pidieron el voto para ellos −aun sin ser militante de la formación morada−.
¿Cómo es posible que un periodista de la Sexta tenga más criticismo que los
presuntos «revolucionarios»? ¿Alguien piensa que la «izquierda financiada» va a
salvar al pueblo derrocando este Estado que le costea una vida de marqueses?
Para finalizar, un Pablo Iglesias totalmente derrotado políticamente, anunció su
dimisión, dejó preparada su última baza, Yolanda Díaz, ¡futura presidenta de
España! ¿bajo qué credenciales presenta Unidas Podemos su candidatura? ¿Por
tener un nombre en femenino? ¡No, hombre! No es eso, atentos:
¿Sí, seguro? Veamos unos números −juramos al lector no marearle más con
datos, por suerte, el «gobierno progresista» se desmonta rápido−:
«Las previsiones se han visto una vez más desbordadas y el mercado laboral ha
retrocedido más de un semestre, hasta las cifras del pasado mes de julio, al
registrarse a mediados de este mes 878.000 trabajadores afectados por un
Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) como consecuencia de
la gestión de la pandemia». (La Razón; Rumbo al millón de personas en ERTE,
23 de febrero de 2021)
«Grupos eclécticos los hay y los ha habido a pares y no tienen que enseñar nada
a nadie. Tenemos hoy al Partido de Trabajo Democrático (PTD) que le hace el
juego a Podemos. De su entrismo en él solo saldrá su disolución en él, como
ocurre siempre, véase el trotskismo o la antigua ORT y su final deshonroso en
el PSOE. Estos grupos acaban matándose en una lucha fraccional como la que
acaba de sufrir Podemos con las salidas del grupo de Errejón y ahora con los
anticapitalistas, y esta es la conclusión normal como advertíamos desde su
fundación en 2014, porque son eclécticos sin principios sólidos. (...) Esto es
normal. Pequeños grupos y escisiones como brotan a diario. Muchos nacen, se
desarrollan y mueren sin pena ni gloria. El motivo de tal fenómeno es que
cuanto más ecléctica es una organización con más fuerza se hace notar la fuerza
centrífuga en su seno, más rápido se descompone, aunque la acción personal de
sus actores es un factor nada desdeñable. Los planes fantasiosos, mecanicistas
y metafísicos de estos cabecillas llevan a la atrofia en el partido −aunque
dudamos de que alguna vez esta gente haya comprendido o sabido aplicar la
dialéctica en sus planes−, lo que conduce a que su organización sufra el mismo
fenómeno que uno puede observar con el agua estancada: si no existe suficiente
corriente, si no existe una fluidez del agua que permita que todo siga un ciclo
correcto, en dicho lugar empiezan a proliferar todo tipo «enfermedades»
−liberalismo, aislacionismo de la realidad, miopía política, burocratismo,
etcétera−, mientras la charca ya es disputada por diversos «insectos» −los
cabecillas de cada corriente− cada uno con un fin propio, beneficiándose de
dicho lugar hasta que crean preciso irse a otro −fundación de un nuevo
partido−». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido
Comunista de España (marxista-leninista), 2020)
Se comprende pues que pecan de oportunismo. ¿Y qué significa esto? Para quien
no esté familiarizado con el término podemos decir que desde el punto de vista
marxista y la lucha de clases:
Si uno echa un vistazo a la historia del revisionismo moderno, sabrá que la idea
de Unidas Podemos y de toda la ristra de organizaciones que le acompañan es la
de aspirar a la vieja estrategia reformista basada en tratar de conquistar poco a
poco los «medios ideológicos de poder», como son la escuela o los medios de
comunicación, posibilitando −en teoría− un «cambio estructural». Es decir,
quieren empezar la casa por el tejado. Véase el capítulo: «El «pablismo» de
Podemos, pese a su pose original, es heredero del «carrillismo» del PCE en su
estrategia de toma de poder» de 2017.
Marx refutó estas ilusiones sobre la educación con sorna, detallando las
limitaciones de la educación bajo el sistema existente:
«¿Educación popular igual? ¿Qué se entiende por esto? ¿Se cree que en la
sociedad actual −que es de la única de que puede tratarse−, la educación puede
ser igual para todas las clases? ¿O lo que se exige es que también las clases altas
sean obligadas por la fuerza a conformarse con la modesta educación que da la
escuela pública, la única compatible con la situación económica, no sólo del
obrero asalariado, sino también del campesino?
El párrafo sobre las escuelas debería exigir, por lo menos, escuelas técnicas
−teóricas y prácticas−, combinadas con las escuelas públicas.
Eso de «educación popular a cargo del Estado» es absolutamente inadmisible.
¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las
escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las
materias de enseñanza, etc., y, como se hace en los Estados Unidos, velar por el
cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado,
y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo!
Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por
parte del gobierno y de la Iglesia. Sobre todo, en el imperio prusiano-alemán −y
no vale salirse con el torpe subterfugio de que se habla de un «Estado futuro»;
ya hemos visto lo que es éste−, donde es, por el contrario, el Estado el que
necesita recibir del pueblo una educación muy severa.
Esto rápidamente nos hace ver que hoy, para aquellos alumnos que tienen en sus
hogares problemas económicos, de desnutrición, provienen de familias
desestructuradas o coquetean con las drogas y las modas lumpen, no hay nada
más perjudicial que este tipo de teorías educativas del «libre albedrío», lo que la
mayoría de veces supone la condena automática del sujeto al pantano de la
desocupación, la delincuencia o la prostitución.
Estas necias ideas que promueven la formación del espíritu del ser humano en
completa espontaneidad, a gusto del consumidor, se han ido reproduciendo bajo
diversas variantes durante todo el siglo XX y XXI. Al viejo régimen cuartelario se
le opusieron estas «alternativas» diametralmente opuestas que, de tanto en
tanto, salen de este mismo mundo aburguesado:
Modelos educativos los hay por doquier en las ofertas educativas actuales, pero
la mayoría carecen de seriedad.
Una comparativa entre los pensadores del marxismo y el feminismo revela
diferencias ostensibles en la posición respecto a la materia educativa. Mientras el
marxista August Bebel recomendaba, tomando como base los estudios de
Fourier, que se aprovechase la imitación que los niños hacen de los adultos para
inculcarles valores utilitarios para él y la comunidad, las feministas tomaban −y
toman− posiciones diametralmente opuestas. Autoras como Shulamith Firestone
defendían que al niño se le debía dar plena autonomía, así él mismo daría rienda
suelta a sus deseos sin prohibiciones ni imposiciones de cualquier tipo. El niño,
pues, debía ser libre de las ataduras de los censores y opresores adultos. Bien, el
desarrollo cognitivo y físico en la infancia dista bastante de como se lo imaginan
estos cabezas de chorlito. No es tan fácil que un niño adquiera los hábitos y
costumbres necesarios para su posterior desarrollo. Por lo tanto, a menos que no
quieran atrofiar el desarrollo del niño y causarle daños irreversibles, su educación
no puede ser comparada con la actitud de un hippie de Woodstock que da rienda
suelta a la espontaneidad bajo el desenfreno. Pero, claro, he aquí el problema,
muy posiblemente Firestone construyó su teoría en base a su experiencia en
entornos similares.
Uno de los modelos que todos los profesores reproducen actualmente sin
preguntarse su origen ni la eficacia de su metodología es el de María Montessori,
que también apelaba a la «libertad y creatividad del niño» en base a un ambiente
propicio. Esta presunta defensa de la «esencia de los niños y el ser humano» no
impidió a esta pedagoga ser una reconocida fanática del régimen fascista de
Mussolini, la corriente ideológica más moralmente inhumana. En 1928, en una
de sus cartas al Duce, le agradece a la «providencia» por haberse convertido «en
el centro irradiante en su raza» para ser el «salvador» de Italia. Gentile también
supo reconocer su talento, así que «la reclutó» para el fascismo y el método
Montessori fue oficializado. Posteriormente, en los años 30, su educación
pacifista chocó con las exigencias belicistas del propio régimen, por lo que perdió
protagonismo y fue defenestrada.
«Los ideales de la educación libre, esto es, la búsqueda de los actos desinhibidos
del niño, produce objeciones desde dos puntos de vista. Primero, casi nunca es
posible realizar en verdad la educación libre en su totalidad y, en consecuencia,
siempre nos quedamos con solo un principio pedagógico que posee cierto grado
de fuerza relativa dentro de límites muy estrechos. Los deseos del niño siempre
van a abarcar mucho de peligroso y destructivo y, abandonado a su suerte, un
niño puede causarse a sí mismo tanto daño que ningún maestro en su sano juicio
se opondría a desalentarle de llevar a cabo este o aquel acto en el nombre de los
principios de la educación libre.
Así, la educación libre debe ser entendida exclusivamente como una educación
que es tan libre como pueda dentro de las limitaciones de todo un programa
educativo y dentro de las limitaciones del entorno social. Así es siempre y, de
hecho, a menudo resulta que la conducta del niño está lejos de ser lo mismo que
los intereses del grupo. Así el conflicto siempre surge sin forzar al niño a hacer
cualquier cosa en particular, y le hará ver el valor de cambiar el modo como se
comporta para estar de acuerdo con los intereses del grupo. La rutina de la
escuela debería entonces organizarse de modo que el niño halle mejor seguir en
la senda del grupo, tal como cuando juega; que cualquier desviación del grupo
parece tan sin sentido como salir de un juego. Tal como jugar un juego, la vida
demandaría un esfuerzo constante, una alegría constante en la actividad
concertada.
Todo esto que estamos viendo hoy en el ámbito educativo bien se podría decir que
es la «degeneración de la educación burguesa». Pero estos métodos anticuados y
las teorías pseudocientíficas para abordar estos problemas siempre han estado
presentes, en mayor o menor medida, en los colegios y universidades públicas de
cualquier país capitalista… si no eran la línea oficial de la institución, al menos
eran el producto de su ambiente nefasto.
Ello nos indica la seriedad con que el sistema educativo es abordado, con
metodologías y autores de referencia de dudosa honorabilidad y contrapuestos
entre sí. Pero esta es la base con que se instruye a los docentes con los cuales luego
se adoctrina a nuestra juventud. Mostrar respeto al actual sistema de educación
público y privado y realizarle reverencias sería poco menos que reconocer nuestra
propia indigencia intelectual.
«Omedes: Cualquiera puede ser un fascista y tener una gran afinidad entre sus
distintas expresiones y comportamientos, entre ellos rara vez existen
enfrentamientos insalvables salvo rivalidades personales, como las que ocurren
entre los muchas veces mal llamados comunistas. El problema principal está en
el hombre mismo siempre tiende a anteponer su idea, pensando que es la
correcta interpretación del marxismo, aunque sea con cero argumentos que lo
demuestren. Dejando siempre la puerta abierta al enriquecimiento de la
doctrina, que nunca puede ser cerrada, hay que ser «intransigentes» con lo que
se ha llamado la ortodoxia marxista, pero para ello hay que estudiar y
contrastar las distintas opiniones para poder sacar un análisis sobre lo que es
ortodoxia, prescindiendo a priori de verdades absolutas dadas por hecho. El
fascista nunca tendrá problema en esto, porque en lo fundamental todo consiste
en seguir al jefe y unos «principios» intrínsecos de racismo, nacionalismo
vitalismo primitivo, los cuales sí que son verdaderos dogmas de imposición a
ultranza sin ninguna base racional para creer en ellos. En cambio, para ser
comunista hay que tener un grado cultural mínimo, no ser seguidistas sino tener
un criterio propio en base al estudio, aunque sea el más básico. Dudas habrá
muchas conforme uno avance en ese conocimiento, yo sigo teniendo hoy y
seguramente el que me lee también. (…) Tenemos que leer, preguntar a los
compañeros y volver a leer. Lo tenemos muy difícil, y siento decirlo, pero el
revisionismo y sus distintas tendencias estarán siempre a la orden del día, su
populismo y fácil asimilación tiene gran parecido a los movimientos fascistas».
(Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista
de España (marxista-leninista), 2020)
«En tanto el individuo sólo existe como ser social, como miembro de algún grupo
social, dentro de cuyo contexto sigue el camino del desarrollo histórico, la
composición de su personalidad y la estructura de su comportamiento dependen
de la evolución social y sus principales aspectos están determinados por esta
última. (…) La construcción psicológica completa de los individuos depende
directamente del desarrollo de la tecnología −el grado de desarrollo de las
fuerzas productivas− y de la estructura del grupo social al que el individuo
pertenece». (Lev Vygotski; La alteración socialista del hombre, 1930)
Sobre nuestra interrelación con nuestros iguales, debemos tener claros algunos
procedimientos de enseñanza mutua:
«A la hora de tratar con las dudas y cuestiones, también es fácil encontrarse con
sujetos muy activos, incluso con algunos que abusan de la paciencia de los
compañeros y no entienden este rol colectivo de autoeducación. Aquí también
ha de tenerse en cuenta ciertas directrices. El sujeto que pregunta, por supuesto,
siempre debe de hacerlo sin miedo, exponiendo con detalle su conocimiento
sobre el tema y las dudas o reticencias que la cuestión le plantea. Algunos
acostumbran a lanzar preguntas generales y abstractas, sin concretizar y sin
haber reflexionado previamente ellos mismos en un tema que seguramente
podrían haberlo solucionado por sí mismos. Con ello esperan obtener una
rápida respuesta, una receta para cada tema. Sin duda una actitud muy común
pero que demuestra que el sujeto es muy poco operativo y resolutivo, lo que
significa caer en el seguidismo. Permitir esto es mal acostumbrar a los
compañeros, que seguirán siendo dependientes de terceros. Por tanto, la
cronología a seguir, debe ser que uno expone su posición detalladamente, el
compañero le da su visión o la completa y/o matiza. A partir de entonces, el
sujeto que andaba con dudas debe tomar en cuenta los comentarios del
compañero, aceptar su desarrollo demostrando haberlo entendido o «batirse
contra él» argumentando en ciertos aspectos. (…) El marxista que no debate
bajo argumentos contrastables no es un marxista, es un charlatán, un sofista.
Quien busca que le sigan sin molestarse en aportar razones, no busca militantes,
busca borregos. En la posición a tomar en una cuestión ideológica, en un debate
sobre algo que concierne al destino de todos, debemos huir del sentimentalismo,
y centrarnos en realidades contrastables, no en ilusiones o deseos personales.
Esto también incluye las valoraciones sobre el nivel de fuerzas del movimiento,
su número, la calidad de sus miembros y sus capacidades de actuación».
(Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista
de España (marxista-leninista), 2020)
¿Entonces?:
A nivel personal: ¿el educador debe lucirse exponiendo discursos que son
comprensibles solo a medias para el alumno que le escucha? Eso sería estúpido,
una manifestación de vanidad, egocentrismo e inmadurez del propio educador:
«Una lección tiene valor, aunque no sea muy profunda ni muy enjundiosa, si
hace pensar al oyente y despierta en él cierta inquietud». (Nadezhda
Krúpskaya; Sobre la autocapacitación, 1922)
Pero veámoslo a nivel grupal. Profesor y grupo. ¿Qué hay de las históricas
relaciones de amor-odio entre profesores y alumnos? En el modelo de la escuela
actual el profesor medio tiene pánico a quedar desarmado por la duda o pregunta
de un alumno que, a priori, tiene conocimientos inferiores sobre la materia en
discusión, cercenando todo debate o tratando de ridiculizar a su pupilo. En
consecuencia, temeroso de que estas «cabezas pensantes» puedan pervertir el
carácter y ritmo de las clases, el profesor se asegura de que todo se convierta en
una «excitante experiencia» para sus alumnos, en la cual él hablará durante
interminables horas mientras el resto escucha y toma apuntes sin posibilidad de
réplica. Para todo esto, cuenta con el inestimable apoyo de las autoridades del
centro educativo.
En cambio, el profesor progresista, revolucionario, marxista, no tiene miedo de
promover el debate una vez abordada la lección a explicar. ¿Por qué? Primero,
porque es la única forma de estimular en sus alumnos la capacidad de
argumentación y la oratoria; segundo, porque tiene suficiente confianza en sus
conocimientos como para rebatir las réplicas a la lección enseñada y, por último,
porque no hay nada más sano y que forje mayores lazos que, cuando sea
menester, el profesor también reconozca su desconocimiento o su falta de razón
sobre un tema concreto. De hecho, eso no debe ser una preocupación para el
docente, ya que, si está lo suficientemente formado y curtido, convencerá las más
de las veces a sus alumnos en los debates de la justeza de sus posiciones, y ya no
solo eso, sino que los alumnos sentirán que no pretende imponer, sino convencer,
que han sido vencidos no por el profesor, sino por la evidencia. Esto enseñará
que, pese a la indudable sapiencia del profesor, él también puede seguir
aprendiendo, y sus alumnos pueden confiar en un amante de la verdad, no en un
amante de los dogmas indemostrables. Consecuentemente, esta es la actitud
beneficiosa para todos.
¿Qué ocurrirá con los castigos? Actualmente existen docentes que temen impartir
sanciones y castigos creyendo que perderán la confianza de sus alumnos siendo
vistos como autoritarios, o que esa metodología es más propia de sistemas
antiguos e injustos como el sistema educativo franquista. Este profesor es aquel
optimista que cree poder ganare el respeto de su clase igualando el estatus del
maestro respecto a sus alumnos, algo que es igual de nefasto que cuando el padre
quiere hacer más de amigo que de padre respecto a su hijo, por lo que el aula se
le acaba rebelando más pronto que tarde, dándose una mengua de respeto por
parte del alumnado que, no nos engañemos, es justificada.
Así, desde el punto de vista de la psicología social, la ética debe ser vista como
cierta forma de conducta social que fue establecida y evolucionó en el interés de
la clase gobernante, y es diferente para clases diferentes. Por esto es que siempre
ha existido una moral del gobernante y una de los esclavos, y es por esto que las
épocas caracterizadas por crisis han representado las más grandes crisis de la
moral.
Se dice que en las escuelas de la antigua Esparta los niños eran forzados a
esperar en una mesa común mientras los adultos comían. Un niño debía robar
algo de la mesa y solo podía ser castigado si no lo hacía o si era cachado. Tal
ideal era enteramente condicionada por el orden [del comunismo primitivo] de
la cerrada sociedad aristocrática de Esparta, donde la propiedad no constituía
el estándar de la moral, donde robar, por lo tanto, no era considerado un
pecado, pero donde la fuerza, la astucia, la experiencia y la serenidad
constituían el ideal de todo ciudadano de Esparta, y donde el mayor pecado era
la inhabilidad a engañar a alguien más y controlar las propias emociones».
(Lev Vygotski; Psicología pedagógica, 1926)
¿Qué es adoctrinar? Hoy tiene una acepción popular muy peyorativa, pero si
revisamos su sentido, según la RAE, encontramos que se trata de: «Inculcar a
alguien determinadas ideas o creencias». ¿No se adoctrina todos los días a los
ciudadanos a cada segundo desde la televisión, música, educación, y un largo
etcétera? Los marxistas no tienen miedo a ocultar que la educación que
desarrollan es tendenciosa, proselitista. ¡Terrible error sería dejar la educación
en manos de la espontaneidad o de los elementos reaccionarios! Seríamos igual
de farsantes que los burgueses hoy en el poder si negásemos que aspiramos a
adoctrinar en la educación; seríamos igual de necios que los hippies si creyésemos
que puede haber una educación que no adoctrine y progrese.
Pero antes de seguir hay que hacer una aclaración pertinente. Nosotros no
traficamos ni especulamos por lo que ha de considerarse «izquierda» en nuestra
época. Si identificamos el término «izquierda», como también se ha venido
haciendo históricamente, como sinónimo de progreso, y a este, como superación
de la sociedad actual, hay que ser concisos en el análisis para no dar lugar a
equívocos, puesto que no podemos caer en el juego de otras corrientes anti o
pseudo marxistas conocidas por su cariz conciliador. Para los nuestros, la única
«izquierda» verdadera, la única «izquierda» revolucionaria, que está con la clase
obrera y el resto de las capas trabajadoras y útiles de la sociedad, la única
corriente que además representa sus intereses de forma real −científica−, y
honesta −sin ocultar sus errores−, es el marxismo, socialismo científico o como
guste, el nombre es lo de menos. Y este tiene un nudo troncal muy definido que
no puede ser disimulado. La cuestión es, pues, aprender a distinguir su esencia
de su interesada adulteración. Véase la obra: «Fundamentos y propósitos» de
2021.
Es esta doctrina y no otra la única capaz de presentar una alternativa real y seria.
Dado que no puede haber dos verdades, el ser humano que quiera emanciparse a
sí mismo y a los suyos del sistema capitalista no podrá adoptar dos ideologías
para tal fin. ¿Simple, no? Las demás llamadas «izquierdas», aunque puedan
contar con individuos bienintencionados que crean que actúan y reflexionan por
el progreso de la humanidad, no sirven. Como mucho −en ocasiones− se
acercarán a conclusiones certeras, pueden acaudalar unas inclinaciones
progresistas, pero arrastran formas de organizarse, pensar y actuar de las
ideologías premarxistas o antimarxistas que las convierten en inútiles para
nuestros elevados propósitos. Contienen rasgos utópicos cuando no reaccionarios
que los hacen incompatibles para el hombre de ciencia.
Resulta cómico e hipócrita a partes iguales que los actuales gobernantes clamen
contra esto:
«Pero es, decís, que pretendemos destruir la intimidad de la familia,
suplantando la educación doméstica por la social. ¿Acaso vuestra propia
educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales
en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la
sociedad a través de la escuela, etc.? No son precisamente los comunistas los que
inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es
modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la
clase dominante. Esos tópicos burgueses de la familia y la educación, de la
intimidad de las relaciones entre padres e hijos, son tanto más grotescos y
descarados cuanto más la gran industria va desgarrando los lazos familiares
de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros
instrumentos de trabajo». (Karl Marx y Friedrich Engels; El manifiesto
comunista 1848)
¿Qué consecuencias tendrá tal aspiración hacia el comunismo, esto es, la sociedad
sin clases?:
Todos los grupos políticos que reivindican farisaicamente que debe haber una
«educación científica», pero tal cosa no existe −ni puede existir− completamente
en un sistema educativo dirigido por la hipócrita burguesía. Dejando a un lado el
pensar «troglodita» de la derecha, preguntamos a la gente «culta» de
«izquierda», ¿pensáis realmente que hay una visión científica de lo que se enseña
sobre lo que han sido y son las religiones? ¿La hay sobre la historia de España y
mundial? ¿En filosofía? ¿En las asignaturas de economía? Muchos opinarán que,
efectivamente, sí existe, otros, de forma timorata, responderán que el contenido
«es mejorable». En verdad cualquiera que haya abierto un libro de la ESO o de
Bachillerato se habrá dado cuenta del poco «rigor científico» e «imparcialidad»
existente, y en eso el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha sido cómplice
directo al ser el mayor encargado de supervisar y controlar los contenidos
educativos durante décadas. Se puede comprobar en la repugnante adulación a la
monarquía como institución, el sesgo complaciente y manipulado a la llamada
«Transición», las equiparaciones entre fascismo y comunismo como regímenes
«totalitarios y antidemocráticos», la defensa de la economía de mercado
capitalista, el nacionalismo y los valores de la democracia burguesa en general.
¿Y qué pasa con la dichosa filosofía que siempre da tanto que hablar? En España
se aprobó en 2020 una reintroducción obligatoria de la Historia de la filosofía en
el ámbito escolar. Esto, evidentemente, era una buena noticia:
Aquí merece la pena que nos detengamos un momento a observar la visión que
nos ofrecen los plumíferos de la burguesía. Para ilustrar esto, tomemos un
artículo de la periodista feminista Elisa Beni titulado «Matan la filosofía, asesinan
el futuro», que fue escrito con motivo del debate sobre la desaparición de la
Filosofía en la Educación Secundaria. Una vez más, como ya ocurrió en los años
80, los intelectuales socialdemócratas se quejan amargamente de su propio
gobierno y sus reformas educativas, el «¡Felipe nos has traicionado!» hoy se
convierte en «¡Pedro nos has abandonado!». Actualmente, cuando el «gobierno
del cambio» de PSOE-UP está barajando suprimir Filosofía de las escuelas, el
tímido grito de protesta de sus seguidores no va más allá de pedir la
reintroducción de esta materia con su correspondiente sistema escolástico de
enseñanza, el cual es la mediocridad institucionalizada. La prueba inequívoca que
este sistema educativo promueve la atrofia absoluta del pensamiento más allá de
formulismos y veneración a las vacas sagradas es ella misma. La señora Beni
pensó que quedaba muy cool para comenzar su artículo utilizar una cita de
Heidegger para demostrar que ante todo ella es una «librepensadora» que está
«por encima de las ideologías»:
Si bien reconoce que jamás se ha enterado de la misa la mitad, considera que esto
al menos le sirvió de lección para aprender que existen diferentes sistemas para
dar respuestas a «cuestiones universales» y que «hay que respetarlas a todas».
Suponemos que para ella son tan «respetables» las visiones y explicaciones de la
homeopatía, la astrología, o las religiones que los que mantienen la farmacología,
la astronomía o la historia moderna, ¿verdad? Por igual debe creer que los
«estudios de género» son estudios científicos porque se formulan en
universidades, los «templos del saber». Después de reducir las inclinaciones
filosóficas personales de los alumnos a una especie de hooliganismo futbolístico,
la señora Beni considera que lo «interesante» a resaltar aquí, lo que estimula
realmente el sistema educativo −del cual ella tuvo la «fortuna» de «disfrutar»−,
es el cómo a los alumnos se les enseña de forma enciclopédica un autor como «el
mejor», solo para que en la clase siguiente sea derribado por su contrario. ¿Y qué
puede concluir de esto? ¿Qué el profesor es un esquizofrénico? Esta sucesión de
subidas y caídas de «ídolos filosóficos», como ella misma confiesa, no puede sino
dejar desconcertados a los pupilos. El método pedagógico es tan «apasionante» y
tan «productivo» que años después uno sale del centro educativo sin saber
distinguir Platón de Aristóteles, Hegel de Marx. ¡Maravilloso!
¿Qué pensamos nosotros de todo esto? Consideramos que Lenin fue bastante
explícito sobre estos temas y valdría la pena rescatarlo para esta ocasión. En 1912,
cuando todo el mundo conmemoraba a un icono nacional progresista, advirtió
que el rememorar a las figuras del pasado no era para los bolcheviques un
formalismo para congeniar con la opinión mayoritaria, sino un ejercicio de
seriedad científica:
Sin ir más lejos, la historia de la filosofía ha sido −y sigue siendo− una sucesión
continua de luchas entre materialismo e idealismo, entre dialéctica y metafísica.
Abordar la historia de la filosofía como si se tuviese que hablar de sus desarrollos
de forma «neutral», de manera meramente descriptiva, cuando no simpatizando
en la exposición con casi todas las corrientes, no solo es algo antimarxista, sino
que obviamente no redunda en una conclusión científica de valor. El deber de
toda persona racional es analizar los desarrollos de la filosofía tomando partido,
aunque nunca desde el «objetivismo burgués» que utiliza la táctica de describir
hechos, pero sin concluir opinión sobre el tema −o haciéndolo y fingiendo que no
se posiciona−, eso tiene más que ver con el viejo positivismo del siglo XIX y sus
evidentes límites agnósticos y relativistas, y hace bien cuando permanece en el
baúl de los trastos viejos.
«En lugar de enseñar historia de una forma viva y vital con una exposición de
los principales eventos, de los logros en orden cronológico y definiendo el rol de
los líderes, presentamos a nuestros pupilos definiciones abstractas de sistemas
sociales o económicas, reemplazando la vitalidad de la historia civil con un
esquema sociológico abstracto (…) Los alumnos no pueden sacar provecho de
lecciones de historia que no contemplan el orden cronológico de los eventos
históricos, las figuras que los lideraron y las fechas de importancia. Solo una
enseñanza de historia de este tipo puede hacer accesible, inteligible y concreto
el material que es indispensable para un análisis y una síntesis de los eventos
históricos y ser capaz de guiar al alumno hacia una comprensión marxista de
la historia». (Extracto de la decisión del Concilio de Comisarios del Pueblo y del
Comité Central del Partido Comunista, 16 de mayo de 1934)
¿Qué prima hoy por los defectos inducidos por este aburguesamiento en los
historiadores? Reducir la historia a una descripción de «cosas» de un modo
enciclopédico, con sucesos importantes y decorados, cual cronista medieval, sin
criticismo alguno, dando indirectamente la razón a la interpretación tradicional,
aquella que exalta figuras icónicas y exagera su papel, lo que tampoco ayuda a
tomar la historia como una materia científica. Muy por el contrario, es bien sabido
que esto es opuesto al rigor científico, pues la mera acumulación y enunciado de
datos sin procesar −previa aceptación de un relato hegemónico preexistente−, sin
llegar jamás a unas conclusiones propias argumentadas, solo contribuye a la
formación de dogmas, a esterilizar el conocimiento:
«Ha de saberse que, al echar la vista atrás hacia la evaluación de las figuras
revolucionarias de siglos anteriores, existe un peligro de perder la noción de la
realidad histórico-presente. Claro que existieron figuras que luchaban contra
una reacción en una lucha justa y del todo progresista por aquel entonces, pero
quizás hoy muchos de los planteamientos de base de esos mismos
revolucionarios progresistas se convierten, al ser actualizados al contexto
presente, en postulados ideológicamente retrógrados, que bien pueden pasar a
ser la bandera de la reacción y la contrarrevolución. Pasar por alto esto es una
fosilización metafísica del tiempo y sus protagonistas. Algo apto para
charlatanes y adoradores de mitos, como Vaquero o Armesilla, pero no para
quien aspira a extirpar el cáncer del nacionalismo en el movimiento proletario.
Téngase en cuenta que, cuanto más nos retrotraigamos en el pasado, más
posibilidades habrá de que esas figuras hayan «envejecido» mal. De ahí la
absurdez de querer ver referentes hasta en el Pleistoceno». (Equipo de Bitácora
(M-L); Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus
consecuencias en el movimiento obrero, 2020)
Propagar estas ideas hacia el gran público supone propiciar la caída del sujeto
iletrado en una profunda confusión que pasa por aceptar el discurso del
escepticismo y relativismo burgués sobre que hay que contar la historia de «forma
neutra», sin posicionarse, sin tomar posición en lo que se expone, sin tratar de
desbrozar las leyes sociales históricas que subyacen en cada episodio importante.
En realidad, aunque la historiografía burguesa se vista de «objetiva», la mayoría
de sus corrientes sí toman partido y justifican la historia de su clase, de hecho,
tuercen los sucesos y presentan una información sesgada, simpatizan con las
«grandes figuras» que «hacen la historia» y rinden pleitesía a los historiadores
clásicos hasta el punto de no atreverse a contradecir nada. Este método del
«objetivismo» es solo una forma de tantas que ayuda a que nada cambie en el
campo histórico, una forma de actuación velada para que los relatos idealistas
sobre historia sigan teniendo validez pese a sus enormes déficits en cuanto a
credibilidad. En especial todo nacionalista −se vista de azul o de rojo− realiza por
lo general el mismo trabajo, y como fieles guardianes del orden existente, repiten
como papagayos todos los mitos que en su día construyó su burguesía nacional.
Véase el capítulo: «¿Qué pretenden los nacionalistas al reivindicar o manipular
ciertos personajes históricos?» de 2021.
Para los pesimistas y misántropos por naturaleza, redimir al ser humano de los
peores males es una quimera:
«Igualmente vanas son las afirmaciones de Richter de que, para el estado social
que pretenden los socialistas, los hombres tendrían que ser «ángeles». Pero,
como es sabido, no hay ángeles ni tampoco los necesitamos». (August Bebel; La
mujer y el socialismo, 1879)
Para ello, los soviéticos nos aconsejaban algo tan simple como olvidado en
ocasiones:
«La asociación es la gran llave que abre tantos cofres cerrados. Apoyar a una
persona que se tambaleó en el tiempo, dirigirla, regañarla, ponerlos derecho a
través de un ambiente amigable, sacarla de este pantano en el que se hunde poco
a poco, eso es lo que necesitamos. Necesitamos una actitud solidaria hacia los
demás. La parte que es sana y moralmente poderosa es responsable de la parte
que se empantana y, a menudo, se empantana porque está en peores
condiciones». (Anatoli Lunacharski; Criar al hombre nuevo, 1928)
Esto solo fue una página de la historia, y dado que el futuro no está escrito,
superarla no solo es posible, sino que es nuestro deber. Todo lo demás sobra ser
comentado.
«Lo más importante −lo que precisamente olvidan con mayor frecuencia
nuestros comunistas pseudomarxistas, en realidad deformadores del
marxismo− es saber despertar a las masas, todavía incultas, en la actitud
consciente ante las cuestiones religiosas y en la crítica consciente de las
religiones. Por otra parte, fijaos en los representantes de la moderna crítica
científica de las religiones. Casi siempre estos representantes de la burguesía
ilustrada «complementan» sus propias refutaciones de los prejuicios religiosos
con tales raciocinios, que los desenmascaran inmediatamente como esclavos
ideológicos de la burguesía, como «lacayos diplomados del clericalismo».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el materialismo militante, 1922)
¿Cómo se trató inicialmente en la URSS la relación entre escuelas y religión?
Recordemos que estábamos ante un país donde la Iglesia Ortodoxa había
dominado la vida de los súbditos al zar, la vida de obreros, campesinos y otros:
Eso, sin embargo, no significa que nuestra construcción cultural tenga que
detenerse indecisa ante la pregunta de si podemos, al crear unas formas nuevas
y socialistas de conciencia, luchar contra todas las religiones como sistemas de
imaginaciones erróneas, sentimientos y acciones erróneas, sistemas contrarios
a una educación realmente científica, al anhelo real de las personas de
apoderarse de las fuerzas de la naturaleza y sociedad, de conseguir una libertad
verdadera y razonable felicidad común.
«Todo tipo de quehaceres: teatros, conciertos, cine, radio, visitas a los museos,
conferencias ricamente ilustradas sobre temas científicos y sobre todo
antirreligiosos, bien organizada literatura infantil sea periódica o no, todo ha
de ser utilizado, desplegado, perfeccionado o creado para la gran meta de la
rápida conversión de toda la generación venidera en una absolutamente atea».
(Anatoli Lunacharski; Carta publicada en «Izvestia», 26 de marzo de 1929)
«Los principios sociales del cristianismo han tenido ya dieciocho siglos para
desenvolverse. (…) Los principios sociales del cristianismo dejan la desaparición
de todas las infamias para el cielo, justificando con esto la perpetuación de esas
mismas infamias sobre la tierra. Los principios sociales del cristianismo ven en
todas las maldades de los opresores contra los oprimidos el justo castigo del
pecado original y de los demás pecados del hombre o la prueba a que el Señor
quiere someter, según sus designios inescrutables, a la humanidad. Los
principios sociales del cristianismo predican la cobardía, el desprecio de la
propia persona, el envilecimiento, el servilismo, la humildad, todas las virtudes
del canalla; el proletariado, que no quiere que se lo trate como canalla, necesita
mucho más de su valentía, de su sentimiento de propia estima, de su orgullo y
de su independencia, que del pan que se lleva a la boca. Los principios sociales
del cristianismo hacen al hombre miedoso y trapacero, y el proletariado es
revolucionario». (Karl Marx; El comunismo del Rheinischer Beobachter, 12 de
septiembre de 1847)
«Las buenas costumbres y la moral existen también sin religión; solo los
imbéciles y los farsantes pueden sostener lo contrario. Las buenas costumbres y
la moral son la expresión de conceptos que regulan las relaciones de los hombres
entre sí y sus acciones, la religión comprende las relaciones de los hombres con
seres sobrenaturales. Mas lo mismo que la religión, también los conceptos sobre
la moral brotan del correspondiente estado moral de los hombres. El caníbal
considera la antropofagia como algo muy moral; los griegos y romanos
consideraban moral la esclavitud, el señor feudal de la Edad Media, la
servidumbre de la gleba y el vasallaje; al capitalista moderno le parece
altamente moral la relación entre salario y trabajo, la explotación de las
mujeres y la desmoralización de los niños por el trabajo asalariado. Cuatro
estadios sociales y cuatro conceptos de la moral, pero en ninguno de ellos
impera el concepto supremo de moral. El más alto estado moral es aquél en
donde los hombres se enfrentan como seres libres e iguales, en donde el
principio: «No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti», rige todas las
relaciones humanas. En la Edad Media regía el árbol genealógico, en el presente
decide su propiedad, en el futuro regirá el hombre como hombre. Y el futuro
pertenece al socialismo». (August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)
He aquí también el motivo por el cual un marxista jamás podrá tener la misma
noción cultural-educativa que un vulgar nacionalista:
«[Marx] se entregó al desarrollo intelectual de la clase obrera que, con casi total
seguridad, sería resultado de la acción combinada y la discusión mutua. Los
propios eventos y vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas incluso
más que las victorias, no pudieron evitar recordar a los hombres la insuficiencia
de sus panaceas preferidas, y pavimentar el camino para una comprensión más
completa de las verdaderas condiciones de la emancipación de la clase
trabajadora». (Friedrich Engels; Prólogo a la edición rusa del Manifiesto
Comunista, 1882)
Uno de los dogmas que combatió la revolución bolchevique fue una concepción
hoy muy de moda: «El saber no ocupa lugar». Este eslogan vacío condena al ser
humano a vagar dando círculos sin obtener ninguna información de utilidad o a
volverse loco en un intento de conocer todo, cuando es imposible dado que
tiempo y capacidad de asimilación de conocimientos son limitados para los
mortales como nosotros:
«El objetivo de esta escuela nueva debe ser asegurar el pleno desarrollo de los
individuos para que tengan una visión global de las cosas, comprendan
claramente la naturaleza y la sociedad que los rodea, aptos tanto en la práctica
como en la teoría para ejercer cualquier trabajo físico o intelectual y capaces de
forjar una vida en sociedad sensata, rica en contenidos, llena de alegría y de
belleza». (Nadezhda Krúpskaya; Instrucción Pública y democracia, 1917)
El lector puede acceder hoy a multitud de documentación sobre el tema donde los
avances en este campo salen a relucir fácilmente. Así que mejor centrémonos en
comentar algunos errores de la experiencia soviética sobre su sistema educativo,
algo que como es común, casi ninguno de los presuntos «partidos marxistas» de
la actualidad se ha atrevido a abordar ni siquiera bajo un par de comentarios.
¿Por qué será? ¿Miedo, cobardía, incapacidad de recopilar o decir nada
interesante? ¡A saber!
El caso de Makárenko
A finales de los años 20, Krúpskaya, en su discurso «Sobre la labor de los niños
en el Komonsol», durante el VIIIº Congreso del mismo, dirigió una crítica pública
hacia Makárenko y sus métodos de recompensas y castigos utilizados en Ucrania:
Cualquiera que haya leído las obras de Makárenko o que podido tener contacto
con alumnos con este tipo de problemas como delincuencia y drogas, sabrá lo
difícil que es tratar con jóvenes que a veces tienen inclinaciones violentas, puros
lumpens de manual, pero eso no tiene nada que ver con ejercer la violencia de
forma premeditada y sistemática, como se ha querido presentar a veces al
pedagogo. Citemos un famoso caso:
«La colonia estaba adquiriendo crecientemente el carácter de una cueva de
bandidos. En la actitud de los educandos frente a los educadores se
incrementaba más y más el tono permanente de burla y de granujería. Ya
habían empezado a referir anécdotas escabrosas en presencia de las
educadoras, exigían groseramente la comida, arrojaban los platos por el aire,
jugaban de manera ostensible con sus navajas y, chanceándose, inquirían los
bienes que poseía cada uno.
-«No, aquí no se trata de esclavitud. Aquí hay una cosa distinta. Analícelo usted
bien: Zadórov, más fuerte que yo, podía haberme mutilado de un golpe.
Considere usted, además, que no tiene miedo a nada, como tampoco tiene miedo
a nada Burún y los demás. En toda esta historia, ellos no ven los golpes, sino la
ira, el estallido humano. Comprenden muy bien que igualmente podía no haber
pegado a Zadórov, que podía haberle devuelto como incorregible a la comisión,
que podía ocasionarles muchos disgustos graves. Pero yo no hice eso y procedí
de una manera peligrosa para mí, aunque humana y no formal. Y, por lo visto,
la colonia, a pesar de todo, les hace falta. La cosa es bastante complicada.
Además, ellos ven que nosotros trabajamos mucho para su servicio. A pesar de
todo, son personas. Y éste es un hecho de suma importancia». (Antón
Makárenko; Poema pedagógico, 1935)
«En los primeros años de mi trabajo, extremé las exigencias, llegué hasta la
violencia, pero jamás castigué a mis educandos por sus faltas, nunca los
castigué con tal crueldad y hasta tal extremo. El delito mío que acabo de
describirles, no tenía el carácter de castigo, sino de exigencia. Yo no les
recomiendo repetir mi experiencia, porque ahora no estamos en 1920, sino en el
año 1938 y, además, porque es poco probable que cualquiera de ustedes y de los
camaradas por ustedes dirigidos, pase por una situación tan gravísima, tan
difícil o esté tan solo como me encontraba yo. Sin embargo, afirmo que no puede
existir educación sin exigencia». (Antón Makárenko; Problemas de la educación
escolar soviética, 1938)
«Los derechistas dicen que es difícil realizar politécnicos en el país, piensan que
la atención principal se debe prestar a la asimilación puramente verbal del
conocimiento, que la práctica es un asunto secundario (...) Debemos luchar
contra esto. Estos enfoques oportunistas de derecha son muy dañinos. Pero en
lugar de ayudar a la escuela a volverse leninista en la práctica, a trabajar en la
politécnica de la escuela, en la mejora de la calidad de la educación, en una
estrecha conexión orgánica entre la teoría y la práctica, algunos profesores
crean teorías «izquierdistas» sobre la [necesidad de la] «extinción de la
escuela», el profesor, etc. Estas teorías le hacen el juego a la derecha. (...) La
generación más joven debe dominar la tecnología, dominar los logros de la
ciencia moderna, dominar la teoría revolucionaria. Y el Comité Central enfatiza
la necesidad de prestar especial atención al contenido de la enseñanza, a los
programas, llama la atención sobre la inadmisibilidad de una disminución en
el nivel de conocimiento. (…) La vinculación de la teoría con la práctica a
menudo se realiza de manera inepta, toman de la teoría solo lo que se necesita
para un propósito práctico, cayendo en el pragmatismo estadounidense. Sucede
aún peor cuando, incapaces de vincular verdaderamente la teoría con la
práctica, simplemente descartan todo tipo de programas. El conocimiento se
comunica sin ningún sistema. El resultado es una mezcla de fragmentos de
conocimiento. Esto es inaceptable. (...) También es necesario elevar el arte de
enseñar a la altura necesaria. Puedes crear los programas más bonitos, pero de
poco te servirán si el profesor no sabe hacerlos cercanos y comprensibles para
los niños». (Decisión del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de
la Unión Soviética «Sobre la Escuela Primaria y Secundaria» y las tareas de la
Sociedad Pedagógica-Marxista, 1931)
Esto ya indicaba que existía una caótica organización sobre el modelo a tomar en
la educación, algo más experimental que claramente definido en aquel entonces.
En esa misma época Makárenko seguía recibiendo críticas y escribiría a Gorki
agradeciéndole su ayuda, pero pensaba que debían defenderse ellos mismos con
las evidencias de su trabajo:
«No es necesario que nos ayudes con nada, porque significa que entrarás en
todo un sistema de historias muy poco atractivas. (…) Desde luego, su ayuda es
un fenómeno completamente excepcional y, por lo tanto, no podemos basar
nuestro trabajo en ello: si el destino de una colonia de niños saludables depende
de la intervención de Máximo Gorki, entonces tenemos que dejar todo nuestro
asunto. (…) Llevo 8 años dirigiendo una colonia. Ya he graduado a varios
cientos de trabajadores y estudiantes. En medio de un mar común de laxitud y
parásitos, nuestra única colonia se erige como una fortaleza. (....) Nuestra
colonia fue examinada «profundamente» casi mensualmente. No quiero decir
qué tonterías se escribieron después de cada examen. (...) Solo porque me niego
resueltamente a someterme a esos hábitos estúpidos, a ese montón de prejuicios
que por alguna razón se conocen en nuestro país bajo la apariencia de
pedagogía. (...) Al mismo tiempo, nadie se atreve a afirmar que está mal
organizada la colonia de Gorki». (Carta de Antón Makárenko a Máximo Gorki,
1928)
En esta misiva le confesaba sentir «melancolía» porque en toda su labor de
recoger a los niños de la calle, devolverles la dignidad y poco a poco introducirles
los valores bolcheviques, algunos burócratas solo extraían una «puerilidad». ¿A
qué se refería con esto? A que se le achacaba una «insuficiente labor de
ideologización»; en definitiva, de poner en práctica un método educativo «no
soviético»:
No solo su colonia «Gorki» fue un éxito sin discusión, sino que también lo fue
luego la comuna «Dzerzhinsky» que era autosuficiente, ordenada y eficiente,
como reconoció el ex primer ministro de Francia Edouard Herriot, que la había
visitado en 1933. Pese a que el pedagogo siguió teniendo grandes enemigos, su
mérito educativo fue reconocido con la publicación de sus trabajos comprendidos
entre 1925-35 y que resumidos en el famoso «Poema pedagógico», el cual, aunque
también contó con dificultades para su publicación, tuvo una gran repercusión,
incluso se adaptó al cine.
En ella expondría una irónica crítica hacia quienes cuestionaban sus métodos, en
concreto a los pedólogos:
«En las nubes y en sus proximidades, en las cumbres del Olimpo pedagógico,
toda técnica pedagógica en el terreno de la educación propiamente dicha era
tenida por una herejía. En las nubes se consideraba al niño como un ser
henchido por un gas de composición especial, cuyo nombre ni siquiera se había
tenido tiempo de inventar. Por lo demás, se trataba siempre de la misma alma
pasada de moda que dio tanto quehacer a los apóstoles. Se suponía −hipótesis
de trabajo− que ese gas poseía la facultad del autodesarrollo y que lo único que
hacía falta era no ponerle trabas. Sobre ello habían sido escritos muchos libros,
pero todos ellos repetían, realmente, las sentencias de Rousseau: Tratad a la
infancia con veneración... tened cuidado con poner trabas a la naturaleza. El
dogma principal de esta doctrina consistía en que, en esas condiciones de
veneración y de obsequiosidad para con la naturaleza, del gas arriba
mencionado tendría que salir, obligatoriamente, la personalidad comunista.
Pero, en las condiciones de la naturaleza pura, surgía, realmente, sólo lo que
podía brotar de una manera natural, es decir, las vulgares malezas del campo.
Ahora bien, este hecho no turbaba a nadie: para los moradores de las nubes lo
que tenía valor eran los principios y las ideas. Mis indicaciones acerca de la
discordancia práctica entre la maleza obtenida y el proyecto que debía forjar la
personalidad comunista eran tildadas de practicismo. (...) También se hablaba
de la disciplina. La base de la teoría en esta cuestión eran dos palabras que se
encuentran con frecuencia en Lenin: disciplina consciente. Para toda persona
de sentido común en estas palabras se encierra una idea simple, comprensible y
prácticamente necesaria: la disciplina debe estar acompañada de la
comprensión de su necesidad, de su utilidad, de su obligatoriedad, de su
significación de clase. En la teoría pedagógica eso resultaba distinto: la
disciplina no debía surgir de la experiencia social ni de la actividad práctica y
amistosa de la colectividad, sino de la conciencia pura, del simple
convencimiento intelectualista, del vapor del alma, de las ideas. Después, los
teóricos siguieron profundizando y acordaron que la disciplina consciente no
sirve para nada si surge como resultado de la influencia de los mayores. Esto
ya no es una disciplina verdaderamente consciente, sino amaestramiento y, en
realidad, una violencia ejercida sobre el vapor del alma. No hace falta una
disciplina consciente, sino una autodisciplina. Igualmente es innecesaria y
peligrosa toda organización de los niños. Lo imprescindible es la
autoorganización». (Antón Makárenko; Poema pedagógico, 1935)
«En todo caso, para mí estaba claro que muchas piezas de la personalidad
humana y de la conducta humana podían ser hechas en prensas, podían ser
simplemente estampadas conforme a un estándar. Mas, para ello, hacía falta
que los propios troqueles, que exigen una precisión y un cuidado escrupulosos,
fueran de un trabajo particularmente delicado. Otras piezas requerían, por el
contrario, el torneo individual de un artífice de alta calificación, de un hombre
con manos de oro y mirada penetrante. Para muchas piezas eran necesarios
complicados aparatos especiales que exigen una gran inventiva y un gran vuelo
del genio humano. Mas, para todas las piezas y para todo el trabajo del
educador, hace falta una ciencia especial. ¿Por qué estudiamos en los centros de
enseñanza técnica superior la resistencia de los materiales y, en cambio, no
estudiamos en los institutos pedagógicos la resistencia de la personalidad
cuando se la empieza a educar? Sin embargo, para nadie es un secreto que esta
resistencia se produce. (…) ¿Por qué no tenemos ninguna ciencia acerca de la
materia prima, por qué nadie sabe con exactitud lo que debe hacerse con este
material: una caja de cerillas o un aeroplano? Desde las cimas de los despachos
olímpicos no se disciernen los detalles y los fragmentos del trabajo. Desde allí se
ve tan sólo un mar infinito de infancia sin fisonomía, y, mientras tanto, en el
propio despacho se exhibe el modelo de un niño abstracto, hecho de los
materiales más ligeros: ideas, papel impreso, sueños irreales». (Antón
Makárenko; Poema pedagógico, 1935)
Esto es totalmente cierto. Con el paso de los años, cuando en América y Europa
se redescubrió a Vygotski a partir de los años 60, sus escritos fueron ampliamente
aplaudidos y estudiados −aunque claro está, para fines diversos y muy ajenos a
una cosmovisión marxista−. Es más, autores de la talla de Piaget, uno de los
pedagogos occidentales más famoso del siglo XX, reconoció que el autor
bielorruso había sabido detectar en su obra «Pensamiento y lenguaje» escrita en
1934, los fallos, imprecisiones o sobrestimaciones de sus estudios, mientras que
en otros puntos coincidía con él sin haber podido leer nada suyo previamente.
Esta corriente liderada por Vygotski, llamadas a veces socio-histórica, llegó a ser
la escuela dominante en la psicología soviética durante muchos años:
«Hay pocos logros científicos positivos en los activos del grupo Vygotski-Luria.
Pero plantearon algunos problemas centrales y problemas muy agudos del
desarrollo histórico de la psique, etc. Su fuerza, por un lado, reside en la
interesante formulación de estos problemas cardinales, por otro, en la
«cultura» europea. La debilidad radica en el predominio del razonamiento
general sobre el desarrollo concreto y experimental de cuestiones prácticamente
importantes y en el excesivo entusiasmo por las últimas tendencias de la moda
en detrimento de un sólido dominio de los sólidos logros de la ciencia. El talento
personal de Vygotski está fuera de toda duda». (Una breve descripción de las
actividades y grupos antisoviéticos de la SO OGPU entre la intelectualidad
científica durante 10 años, 16 de octubre de 1932)
Téngase en cuenta que el informe era en vistas no solo para detectar intelectuales
y escuelas hostiles, sino que también:
Más allá de discutir sobre sus posibles equivocaciones −que daría para un artículo
entero, y sobrepasaría el fin de este documento−, quien haya echado un vistazo a
las obras de Vygotski, observará claramente su adhesión al materialismo histórico
y dialéctico, siendo esta línea fundamental en sus investigaciones. Proclamaba
que todo científico que intentase renegar de la filosofía no puede lograrlo, y que
al intentarlo lo único que conseguirá es hacer acopio de mezcolanzas filosóficas y
empeorar la ordenación de sus ideas. Esto es subrayable, sobre todo, cuando hoy
en campos como Educación Infantil se pretende impartir a Vygotski desprovisto
de su médula marxista, lo cual francamente se torna ridículo. Sus escritos no solo
abarcarían la pedología, sino la psicología, el arte y por supuesto, la pedagogía.
«Defender una idea del desarrollo, propia de los científicos burgueses, que trae
consigo comprender el desarrollo y la educación como un proceso pasivo. Que
lleva inevitablemente a la negación del papel de la enseñanza y la educación».
(E. I. Rúdneva; La deformación paidológica de Vygotski, 1937)
Obviamente estas acusaciones podrían ser ciertas para muchos o pocos de los
podólogos, pero en ninguna manera se pueden achacar a Vygotski, ya que como
vimos anteriormente sus obras iban en sentido contrario: ni pensaba en términos
de un determinismo biológico, ni apoyaba una educación sin fines políticos.
«Se dice que hay gente moral desde el nacimiento y otras no, que desde el
nacimiento ya son inmorales y, por lo tanto, hay niños que por su naturaleza
están condenados a estar detrás de los barrotes, porque nacieron criminales, tal
como una persona ciega está condenada a nunca ver la luz, pues nació sin la
vista. No hace falta decir que, desde el punto de vista de la fisiología y la
psicología tales ideas son disparates». (Lev Vygotski; Psicología pedagógica,
1926)
Esta teoría es errónea porque ignora el hecho de que las leyes de la evolución
histórica del hombre difieren fundamentalmente de las leyes de la evolución
biológica, y que la diferencia básica entre estos dos procesos consiste en el hecho
de que el ser humano evoluciona y se desarrolla como un ser histórico, social.
Solamente la elevación de toda la humanidad a un nivel superior en la vida
social, la liberación de toda la humanidad, puede conducir a la formación de un
nuevo tipo de hombre.
Reconocer los méritos y errores de cada escuela o investigador significa que, ante
todo, debe primar la libre discusión −que no la reconciliación con posturas
pseudomarxistas−. Esto no significa otra cosa más que los planteamientos de
unos y otros profesionales deben sostenerse sobre su trabajo profesional, no
sobre sus amistades, sus antiguos méritos o fallos; tampoco es lícito encubrir el
contenido vacío bajo una gran cantidad de palabrería.
Todo el mundo reconoce que no hay ciencia que pueda desarrollarse y prosperar
sin lucha de opiniones, sin libertad de crítica. Pero esta regla universalmente
reconocida era ignorada y pisoteada sin contemplaciones. Se formó un grupo
cerrado de dirigentes infalibles que, poniéndose a salvo de toda posible crítica,
hacía ley de sus caprichos y arbitrariedades.
Este fue el mayor riesgo que enfrentó la Unión Soviética de Lenin y Stalin en el
campo cultural, cometiéndose diversas equivocaciones de muy hondo calado, el
cual no solo causó la defenestración de verdaderos genios, sino que a nivel general
creó unos malos hábitos que lastraron y coartaron la creación generalizada de
especialistas de todos los campos. Una desgracia que acabaría por alcanzar y
hacer marchitar progresivamente las ciencias soviéticas. Este estado caótico de
luchas, acusaciones e incluso encarcelaciones y fusilamientos, facilitaría, como no
podía ser de otro modo, que más tarde estos sectores fuesen presa fácil para la
demagogia antimarxista y el abierto revisionismo, por lo que escudándose en
injusticias −unas reales y otras ficticias−se dio pie a una «liberalización»
ideológica bajo Jruschov. Así, estos profesionales acabaron adaptándose y
abrazando las exigencias del nuevo gobierno casi sin protestas, contribuyendo sin
rechistar a la nueva superestructura ideológica tras la restauración económica
capitalista.
Durante los años de Lenin y Stalin conocidas fueron, por ejemplo, las posiciones
oportunistas de muchos expertos en psicología, educación, lingüística, arte o
biología, que un día mantenían la escuela de moda para, una vez era desechada,
atacarla con saña. Un testigo recordaría lo que ocurrió con la biología y sus
disputas internas:
La supresión de la pedología
«La práctica de los pedólogos, que se llevó a cabo en completo aislamiento del
maestro y el trabajo escolar, se redujo principalmente a experimentos
científicos falsos y a la realización de innumerables exámenes entre los escolares
y sus padres en forma de cuestionarios, pruebas, etc., insensatos y dañinos, los
cuales habían sido condenados durante mucho tiempo por el partido. Estas
«encuestas» supuestamente científicas, realizadas entre un gran número de
estudiantes y sus padres, estaban dirigidas principalmente contra estudiantes
que no se desempeñaban bien o no encajaban en la rutina escolar y tenían la
intención de probar, supuestamente, desde un punto de vista «científico»
«biosocial» de la pedología, el condicionamiento hereditario y social del fracaso
del estudiante o defectos individuales en su comportamiento. (...) A un niño de 6
a 7 años se le realizaban preguntas casuísticas estándar, después de lo cual se
determinó su edad llamada «pedológica» y el grado de su talento mental. Todo
esto llevó al hecho de que cada vez más niños se inscribieran en la categoría de
retrasados mentales, discapacitados y «difíciles». (Decreto del Comité Central
del Partido Comunista de Bolcheviques de toda la Unión de sobre perversiones
pedológicas en el sistema del Comisariado del Pueblo para la Educación, 4 de
julio de 1936)
Se instaba, pues, a:
«Criticar en forma impresa todos los libros teóricos publicados hasta ahora por
los pedólogos actuales». (Decreto del Comité Central del Partido Comunista de
Bolcheviques de toda la Unión de sobre perversiones pedológicas en el sistema
del Comisariado del Pueblo para la Educación, 4 de julio de 1936)
Para 1937, Makárenko denunciaría con amargura que los pedólogos estaban
logrando desideologizar la pedagogía:
El barrido de la pedología y su estigma fue tal que cualquiera que hubiera tenido
vínculo con ella fue visto como un potencial contrarrevolucionario, y obviamente,
varios de sus oponentes trataron de denunciarlos para eliminar su competencia
en estos campos. En honor a la verdad, hay que decir que el gobierno fue culpable,
a veces por omisión y otras por iniciativa propia, ya que el propio decreto
implementó el:
2. Establecer las siguientes tasas de matrícula para los estudiantes de los grados
8 a 10 de las escuelas secundarias:
b) en todas las demás ciudades y pueblos: 150 rublos por año». (Resolución del
Consejo de Comisarios del Pueblo de la URSS, No. 1860, del 2 de octubre de
1940)
En realidad, esto suponía un coste asumible para las familias, en 1940 esto
suponía el 10% de una persona que trabajaba y en 1950 en torno al 5% del
presupuesto general. Pero, fuese como fuese, ahondaba en vez de recortar las
diferencias de clase. Este decreto fue abolido en 1956. Solo durante la Segunda
Guerra Mundial los invasores destruyeron 18.000 escuelas donde estudiaban 18
millones de personas.
Por último, las diferencias puramente psicológicas entre un niño y una niña, así
como las diferentes capacidades para algunas materias, por ejemplo, la
cacareada ineptitud de las niñas para la matemática o para una actividad
dinámica, tampoco son dotes primariamente condicionadas, sino derivadas del
papel histórico de la mujer, en el que la diferenciación de las funciones sociales
la condenaba al estrecho círculo de las cuatro K., Kinder, Küche, Kleider, Kirche
en alemán, o sea: Hijos, Cocina, Vestidos e Iglesia.
«El mayor genio de la humanidad, maestro y «vozhd», que nos conduce hacia
el Comunismo, nuestro muy amado Stalin». (Visti VTsVK', 3 de marzo de 1939)
Las citas anteriores son de Nikita Jruschov. Hay quienes consideran que la
cuestión del culto a la personalidad hacia Stalin fue un error, pero
considerándolo, eso sí, como una pequeñez, como algo casi anecdótico para el
desarrollo interno del partido. Otros ni siquiera condenan este fenómeno como
erróneo en sí, solo denuncian que Jruschov se comportó como un gran adulador
y condenan que no sintiese esa devoción enfermiza realmente. Todos ellos que no
llegan a ninguna otra conclusión más profunda y crítica están en las antípodas de
un análisis marxista de la cuestión, dado que no entienden lo que supuso este
condicionante para la vida soviética, para el propio partido gobernante.
Stalin sí es cierto que se opuso a este tipo de declaraciones laudatorias una y otra
vez. El 26 de abril de 1939 Stalin describiendo a Manuilski, uno de los líderes de
la Internacional Comunista (IC), le consideraba como un hombre de «humor
cambiante, que pasa de un extremo a otro» y que «ciertamente sabe intrigar».
Esto se manifestaba también políticamente no siendo un elemento fiable, pues
era un «viejo trotskista» que durante los mayores ataques de los trotskistas fue
criticado por haber «permanecido reservado», y que ahora se había convertido
en un «adulador» con frases que alimentaban un exagerado culto a la
personalidad que Stalin tachaba de «perjudiciales y provocadoras». Véase la obra
de la Yale Univerity Press: «Diary of Dimitrov 1933-1949» de 2008.
Esta tendencia fue condenada por él mismo en más de una ocasión, siendo muy
consciente de ello cuando recurrían para mediar en las disputas. Véase
justamente lo que dijo durante la polémica sobre la cuestión lingüística:
«Si somos honestos, en las organizaciones políticas que han pasado a lo largo
de la historia en España, incluso la de los partidos proletarios, ha solido
predominar ese seguidismo ciego bien por oportunismo o fanatismo,
arrastrándose formas de organización y consciencia más propias de otros
tiempos primitivos. (…) La diferencia entre un marxista y un revisionista, es que
el primero no tiene miedo a la verdad ni a la crítica de sus figuras, mientras el
segundo parece haber jurado una especie de «devotio ibérica», por lo que,
aunque existan evidencias firmes de que ha tomado un camino equivocado,
estará dispuesto a seguir a su líder e incluso a inmolar su vida por él, en un acto
tan honorable como estúpido. (...) Esta extrema dependencia de una figura nos
hace darnos cuenta indirectamente de la carencia de cuadros y falta de
preparación teórico-práctica dentro del partido. (...) La falta de cuadros
conduce al partido a su liquidación, cuando no puede reponer las piezas clave
que por la edad, enfermedad o muerte desaparecen, y si no son remplazados
debidamente finalmente desaparece también el partido, tan simple como eso.
De ahí la necesidad ininterrumpida de la formación de nuevos dirigentes, de
elevar el nivel ideológico general, llevar un control en base a las normas
colectivas del partido, ejercitar la crítica y la autocrítica para poner freno a las
tendencias regresivas y otras «leyes» del funcionamiento partidista que se
conocen, pero generalmente no se aplican. (...) De ahí que se diera el hecho de
que cuando la figura de máxima autoridad faltó, el segundo de abordo [y el
resto de la cúpula] se vieran totalmente desorientados para tomar las riendas
del partido, en consecuencia, trató de tirar de pragmatismo para intentar
resolver la situación, pero el pragmatismo nunca conduce a nada bueno, es
«pan para hoy y hambre para mañana». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo
sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista),
2020)
Entiéndase que esta equivocación del modelo soviético sembró un precedente que
costó muy caro. Facilitó que los oportunistas a nivel local promoviesen el mismo
culto a la personalidad, el cual les serviría para acometer a nivel interno todo tipo
de arbitrariedades en nombre del «líder». Véase la obra de Maurice Thorez: «Hijo
del pueblo» de 1960. A nivel global esto dio armas a los populismos y
revisionismos de tipo nacionalista como el peronismo en Argentina, el
suhartismo en Indonesia, el maoísmo en China o el juche en Corea del Norte, para
reproducir tales defectos con la excusa de que era algo intrínseco a todos los
«gobiernos fuertes a lo largo de la historia», que «el pueblo no puede movilizarse
sin estas figuras paternales» o incluso que simplemente era lo que habían
aprendido observando a los partidos comunistas y sus dinámicas −aunque
realmente todos estos gobiernos contaban en su cultura de América y Asia con
sobradas experiencias y modelos de caudillismos y «señores de la guerra»−.
¿Se han cometido errores e injusticias en las experiencias pasadas del marxismo?
¡Sí! Y no deben ocultarse si queremos ser honestos y que nos acompañen en
nuestro proyecto emancipador. ¿Debemos renunciar a los logros y aportes de
sistemas educativos de antaño como el soviético? ¡No! Eso sería una insensatez.
¿Significa eso que debemos flagelarnos y rendirnos ante los burgueses? Eso sería
más ridículo aún, sobre todo, viendo lo que ha acontecido históricamente con
injusticias y debacles iguales o peores en el mundo capitalista, donde se ha
pisoteado la ciencia continuamente. Fenómenos horripilantes que todavía
ocurren como ya demostramos capítulos atrás. El burgués ha dado cobijo en las
universidades y ha financiado corrientes y escuelas como el psicoanálisis y el
posmodernismo, sin hablar de su apoyo al tomismo y otras expresiones religiosas,
eso bastaría para comprobar su «amor por la ciencia». Los marxistas
contemporáneos simplemente deben tomar nota de lo que salió mal en las
experiencias revolucionarias; realizar una revisión autocrítica del pasado. Pero
una vez hecho tal ejercicio, la actitud a tomar es bien sabida: ni una concesión al
enemigo de clase.