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LA ADOPCION EN LATINOAMERICA

La adopción, como concepto y práctica, no es un invento


humano sino un diseño divino, nacido en el corazón
de Dios (Ef. 1:4). La misma definición de la adopción —
tomar a una persona que no pertenece a la familia y
hacerla miembro con todos los privilegios, derechos y
responsabilidades— se parece mucho al fruto del evangelio
en nuestras propias vidas: Dios tomó a quienes no eran
para gozar de una nueva identidad; Dios tomó a quienes
no merecían para gozar de una nueva realidad.

Sin embargo, como todas las cosas diseñadas por Dios para
su gloria eterna, al caer en manos humanas, el concepto ha
perdido su valor. La práctica se ha contaminado y la
adopción en Latinoamérica es un tema que hoy
generalmente se asocia con corrupción y pesadillas
burocráticas o se considera como una opción inferior para
expandir la familia.

Para muchos cristianos, la adopción es un asunto para unos


pocos; algo menos relevante que el evangelismo, la
alabanza u otros ministerios. En una gran cantidad de
iglesias en Latinoamérica, la adopción sigue siendo un
tema del que no se habla abiertamente. El silencio refuerza
el impulso a ocultar, menospreciar o ignorar el tema en
general. Latinoamérica tiene una relación interesante y
única con la adopción, influenciada por los elementos
culturales, religiosos y económicos que unen a la región.
La evolución de la adopción en
Latinoamérica

Latinoamérica es una región geográfica compuesta por 20


países que comparten el idioma y otros aspectos culturales.
Hace 30 años, la mayoría de estos países manejaban las
adopciones como trámites notariales, quedando a la
discreción de los abogados para realizar una adopción. Sin
embargo, en respuesta al desorden y al aumento de la
corrupción y la trata de personas, las Naciones Unidas
elaboró el Convenio de La Haya relativo a la Protección del
Niño y a la Cooperación en Materia de Adopción
Internacional en el año 1993, instrumento legal que ha
sido ratificado en todos los países latinoamericanos.

Este convenio internacional busca regular la protección de


la niñez y las adopciones internacionales, mejorando la
coordinación y operación de las entidades
gubernamentales para alcanzar ciertos estándares,
situación que también beneficia las adopciones domésticas.
El convenio establece ciertos parámetros y protocolos para
que la adopción no se convierta en un vehículo de
corrupción y de proceso ilícitos que favorecen a los adultos
más que a los niños y adolescentes.

En este tiempo, la práctica de la adopción en


Latinoamérica ha evolucionado, ya que la mayoría de los
países han creado su propia legislación para regular los
procesos y proteger a los niños y adolescentes que carecen
de familias y necesitan ser resguardados. Con todo, aunque
existen avances en la legislación, la cultura sigue rezagada
en el entendimiento e incorporación de la adopción. 

No todo cristiano debe adoptar, pero todo


cristiano, siendo adoptado, debe saber qué
está pasando y cómo puede ayudar
 
Como en el resto del mundo, en Latinoamérica es muy
difícil encontrar familias que quieran adoptar niños con
alguna discapacidad, que pertenecen a grupos de
hermanos o que tengan más de siete años. Al tener una de
estas características, los niños se consideran como sujetos
de adopciones prioritarias o difíciles de ubicar. Para
muchos, la adopción solamente se considera si se trata de
adoptar bebés sanos, un pensamiento idealista que se aleja
de la necesidad real. 

Por ejemplo, actualmente en Guatemala hay más de 300


niños, niñas y adolescentes esperando ser adoptados, 250
de ellos con un perfil de difícil ubicación. El 95% de las
familias buscan adoptar niños sanos y menores de cinco
años. En los últimos años, se han finalizado un promedio
de 110 adopciones nacionales cada año; aun con muchos
esfuerzos publicitarios y mercadotécnicos, solo alrededor
del 10% de estas adopciones han sido de niños con perfil
de difícil ubicación. En Argentina, el 89% de los adultos
solicitantes manifestaron su deseo de adoptar a un niño de
un año o menos. Todos los países de Latinoamérica tienen
poblaciones crecientes de niños de difícil ubicación y miles
de adolescentes siguen llegando a su mayoría de edad en
hogares de protección. 

Otro aspecto importante a considerar es que, de todas las


familias que adoptan un niño, entre 1 y 5% buscan
después disolver la adopción, devolviendo el niño al
mismo sistema de protección. En Latinoamérica esta
práctica se debe principalmente a la falta de preparación,
apoyo y seguimiento de las familias. Esta carencia
formativa y de acompañamiento es una necesidad que,
desafortunadamente, pocas iglesias han estado dispuestas
a suplir.

El llamado de la iglesia en la adopción

Como en todos los países de las Américas, la mayoría de


las personas que adoptan se identifican como cristianos.
Esta estadística se alinea no solo con nuestra teología, sino
con el patrón histórico en donde la iglesia de Cristo
siempre ha salido de su comodidad para ayudar e incluir a
los más vulnerables de la sociedad.

Considerando este aspecto histórico, es importante


entender cuál es la necesidad real para saber cómo
nuestras iglesias deben apoyar. ¿Debemos seguir
promoviendo la adopción de bebés? Definitivamente. Pero,
con aún más esfuerzo y convicción debemos responder a la
realidad que grita que son los jóvenes, los niños con
síndrome de Down, los grupos de hermanos, los niños con
enfermedades crónicas y los desechados de la sociedad los
que más necesitan ser abrazados y adoptados por las
familias de la Iglesia de Cristo.

La iglesia de Cristo siempre ha salido de su


comodidad para ayudar e incluir a los más

vulnerables de la sociedad 
 
No todo cristiano debe adoptar, pero todo cristiano, siendo
adoptado, debe saber qué está pasando y cómo puede
ayudar. Se necesitan más familias que adopten, pero detrás
de ellos, también se necesita una comunidad sana y fuerte
que llevará sus cargas en los momentos más difíciles.
Aunque es evidente que se necesitan realizar más
adopciones en Latinoamérica, también se necesita cambiar
la cultura de adopción en nuestras propias iglesias. En vez
de ser un tema para algunos pioneros que abren su propio
camino, todos debemos conocer los términos, las
estadísticas y el fundamento bíblico para adoptar. En vez
de responder únicamente a una necesidad supuesta (como
la adopción de bebés), podemos conocer la realidad y orar
para ver cómo interactuar con esa necesidad.
Como cristianos, debemos comenzar con un entendimiento
bíblico sobre la adopción, viendo que no ha sido un invento
humano, sino una figura central de nuestra identidad como
hijos de Dios. No hay hijos de Dios que puedan gozar de
ese privilegio sin recorrer el camino de la adopción.
Entendiendo esta figura espiritual, podemos aterrizar y
servir en nuestra realidad, donde la adopción sigue siendo
un tema difícil, contaminado por la corrupción, los mitos,
paradigmas y estigmas que nuestra cultura ha fomentado.

No buscamos promover la adopción porque sea una causa


noble, sino porque es una de las maneras en que las
personas llegan a conocer a Dios como su Padre… ese
Padre que prepara hogar para los solitarios (Sal 68:6)

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