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Romanos 8:1-27
INTRODUCCIÓN
La Biblia nos llama a vivir una vida agradable a Dios. Sin embargo, la
misma solamente puede ser alcanzada si aprendemos a vivir en comunión
con el Espíritu Santo. Algunos, erróneamente asocian vivir en el Espíritu
con alguna doctrina o enseñanza carismática o pentecostal. No obstante,
la doctrina del Espíritu Santo y su obra en el creyente es fundamental para
comprender la vida cristiana. Cuando nos referimos a aprender a vivir en
el Espíritu Santo, nos referimos a la necesidad de todo creyente de
someterse al control o a la voluntad de Dios.
“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la
carne...” (Romanos 8:3)
“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne,
Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del
pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se
cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.” (Romanos 8:3-4)
“…Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la
carne a la ley del pecado.” (Romanos 7:25)
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que
está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu
de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la
justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:22-24)
En Romanos 12:2 se nos dice que nuestra manera de pensar debe ser
cambiada de manera tal, que podamos entender y vivir en la buena
voluntad de Dios que es agradable y perfecta.
Nuestra vida está ligada a Dios Espíritu Santo. Debemos entender esta
verdad, ya que, el amado Espíritu Santo es más que un poder, un don, una
capacitación o una unción en nuestra vida, es Dios mismo viviendo en
nosotros, tal como Jesús lo prometiera.
(Gálatas 5:16)
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos
de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra
vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.” (Romanos 8:14-17)
Pablo presenta que aun el Espíritu Santo intercede por nosotros ante el
Padre, pues a pesar de que presentamos nuestras oraciones a Dios, no
sabemos pedir como conviene.
CONCLUSIÓN
Bendiciones.