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“Aún recuerdo la primera vez que sentí asombro por Dios.

Sucedió
años después de estar asistiendo a iglesias y hacerme llamar ‘cristiano’.
Fue un momento crucial que marcó un cambio en mi vida. El asombro
por Dios es lo que inspira las decisiones más importantes de mi vida,
así como todas mis acciones diarias. Gracias, Paul, por ir más allá de
los síntomas y llegar hasta el corazón del asunto. Este libro es brillante,
y desearía que cada creyente lo leyera cuidadosamente. Vivimos en
tiempos de locura. Necesitamos libros como estos que nos permitan
establecer fundamentos y nos ayuden a no pasarnos la vida
reaccionando indebidamente a eventos impredecibles”.

— Francis Chan, autor de Loco amor, bestseller de The New


York Times

“Paul Tripp siempre logra llevarnos más allá de la superficie. Es


evidente que meditó profundamente en este tema. Lee este libro y
serás retado y animado a asombrarte por la realidad de Dios, y a
tomarle en serio por ello”.

— Eric M. Mason, pastor; autor de Hombre restaurado

“Los libros de Paul Tripp siempre me retan y me acercan más a Cristo.


Este libro no es la excepción. Como seguidores de Jesús, en ocasiones
podemos estar demasiado cómodos con Dios. Es fácil olvidar que parte
de conocer y amar a Dios es reverenciarlo. Si lees este libro con un
corazón deseoso y humilde, Dios lo utilizará para profundizar tu
pasión por Cristo mientras redescubres quién es Dios y por qué se nos
invita a gozarnos en Su asombrosa gloria”.
— Craig Groeschel, pastor de LifeChurch.tv; autor de
Anormal

“En pocas palabras, leo todo lo que escribe Paul Tripp. No puedo
perderme una sola palabra”.

— Ann Voskamp, autora bestseller de The New York Times,


Un millar de obsequios

“En lo profundo de cada alma humana existe un anhelo, creado por


Dios mismo, de trascender. Sin embargo, nuestra búsqueda y nuestras
pasiones suelen estar enfocadas en cosas que nunca nos dejarán
satisfechos. Lo que necesitamos desesperadamente es caer de rodillas
en un asombro renovado por nuestro Creador. En Asombro, mi buen
amigo Paul Tripp nos motiva a tomar esa postura y a deleitarnos en
permanecer así”.

— James MacDonald, pastor; autor de Vertical Church

“Cuando algo te asombra, nunca lo olvidas. Te transforma. Apenas


terminé de leer este libro y, con lágrimas en los ojos, estoy escribiendo
esto a las 2:45 a.m. Plenamente convencido —¡no de mi pecado sino de
mi justicia en Cristo! ¡Asombrado por quién es Jesús y por lo que soy
en Él! Tripp ha tocado algo que espero sea como un desfibrilador para
el creyente moribundo. Fuimos creados para vivir asombrados, ¡nunca
lo olvidemos!”.

— Bart Millard, vocalista principal de MercyMe


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#Asombro

Asombro
Por qué es importante para todo lo que pensamos, decimos y hacemos
Paul David Tripp

© 2019 por Poiema Publicaciones

Traducido del libro Awe: Why It Matters for Everything We Think, Say, and Do © 2015 por Paul
David Tripp. Publicado por Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers;
Wheaton, Illinois 60187, U.S.A.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas de La Santa Biblia,
Nueva Versión Internacional © 1986, 1999, 2015, por Biblica, Inc. Usada con permiso. Las citas
bíblicas marcadas con la sigla RVC han sido tomadas de La Santa Biblia, Versión Reina-Valera
Contemporánea © 2009, 2011, por Sociedades Bíblicas Unidas.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma ni por ningún
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escrito de la casa editorial.

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SDG
Para DC, Matthew y Matt,
amigos jóvenes en la vida y el ministerio.
Nuestras conversaciones sobre el evangelio
me han hecho amar más a Jesús.
Contenido
Prefacio

1. Humanidad

2. Guerra

3. Ministerio

4. Reemplazo

5. Amnesia

6. Transgresión

7. Queja

8. Materialismo

9. Crecimiento

10. Cosmovisión

11. Iglesia

12. Crianza

13. Trabajo
Epílogo

Notas de texto
PREFACIO

Debo comenzar admitiendo algo. Escribí este libro para mí. Soy una
especie de epicúreo. Me encantan las artes visuales, amo la buena
música y me gusta todo tipo de comida. Un cuadro hermoso me deja
asombrado. Un álbum musical que haya sido bien hecho me deja
maravillado y deseando más. La memoria de un menú de degustación
me hace querer crear ciertos platos y volver a ese restaurante. Ninguna
de estas cosas es mala en sí misma. Dios tiene la intención de que Su
creación nos asombre, pero ese asombro no puede ni debe ser un fin en
sí mismo.
Escribí este libro para mí porque, en este momento de mi vida, soy
más consciente que nunca de que tengo un corazón caprichoso y
errante. Me gustaría poder decir que disfrutar de una cosa creada
provoca en mí una adoración más profunda hacia el Creador, pero no
es así. La evidencia empírica en mi vida me traiciona, mostrando que
entrego mi corazón a la adoración del objeto creado en lugar de al
Creador —gastando cuando realmente no tengo una necesidad,
envidiando lo que otro tiene, o comiendo cuando realmente no tengo
hambre.
Escribí este libro para mí porque soy consciente de que necesito
pasar más tiempo contemplando la belleza del Señor. Necesito que mi
corazón vuelva a ser capaz de asombrarse por Su increíble e insondable
grandeza. Necesito que el asombro por Él recapture, reenfoque y
redirija mi corazón una y otra vez. Y necesito recordar que la guerra
por el asombro de mi corazón se sigue librando en mi interior.
Escribí este libro para mí porque necesito examinar qué tipo de
asombro está moldeando mis pensamientos, deseos, palabras,
decisiones y acciones en las situaciones y relaciones que forman mi
vida diaria. Hace tres años perdí dieciocho kilos. Me avergonzaba el
simple hecho de tener que perderlos. Escribir este libro me recordó
que haber subido de peso era un asunto espiritual, algo en mi corazón
que tenía que traer ante Dios. Como todas las otras formas sutiles de
idolatría, no sucedió de la noche a la mañana. Si subes medio kilo por
mes, no lo notarás. Pero son seis kilos en un año y en cinco años habrás
subido 30 kilos. Tristemente, tuve que confesar que estaba pecando de
glotonería, poner la comida en su lugar adecuado y clamar por la
gracia para adorar al Dador, no a Sus regalos.
Escribí este libro para mí porque me percaté de que fui creado para
ser asombrado, y que el asombro por algo está detrás de todo lo que
digo y hago. Pero no solo fui diseñado para el asombro, fui diseñado
para ser asombrado por Dios. Ningún otro asombro satisface el alma.
Ningún otro asombro puede darle a mi corazón la paz, el descanso y la
seguridad que busca. Comencé a darme cuenta de que necesitaba
conectar el asombro por Dios a las decisiones y actividades humanas
más comunes.
Escribí este libro para mí, pero también es un libro para ti. Sé que
eres como yo. Sé que la guerra que se lleva a cabo en mi corazón
también ocurre en el tuyo. Las cosas en la creación no solo me atrapan
a mí, también te atrapan a ti. Como yo, necesitas pasar más tiempo
contemplando la asombrosa belleza de tu Señor para que tu corazón
pueda recordar y ser rescatado.
Escribí este libro para mí, pero ahora te lo entrego. Mi oración es que
pueda profundizar tu asombro por tu Redentor, que tu corazón sea
rescatado, y puedas permanecer satisfecho y gozoso en Él.
paul david tripp
1

HUMANIDAD

No permitas que pierda mi asombro.


KEITH Y KRISTYN GETTY1

Él tenía cinco años y estaba fascinado por la nieve. Se paró en el sillón


observando lo que le parecía la mayor tormenta que jamás haya
existido. Mientras presionaba su nariz en la ventana, pensó en hacer la
más grande bola de nieve en todo el mundo —más grande que él, más
grande que el auto de su padre, más grande que la cochera, tan grande
que él parecería una hormiga a su lado. El pensamiento le hizo sonreír
y comenzó a rogarle a su mamá que lo dejara salir.
Ella se encontraba en una búsqueda. No era una búsqueda
cualquiera. Se sentía como si esta fuera la búsqueda más importante de
su vida. Samuel realmente le había pedido que lo acompañara a la
graduación, y ahora ella estaba en búsqueda de su vestido. Pero no
podía ser un vestido cualquiera. Tenía que ser el vestido más hermoso
de todos. Mientras iba de tienda en tienda, se imaginaba el vestido y el
momento en que Samuel la recogería y la vería en ese vestido. Él
quedaría impresionado e inmediatamente desearía pasar el resto de su
vida con ella.
Él estaba sentado con su número en la mano, escuchando la rápida
cadencia de la voz del subastador en la más prestigiosa subasta de autos
antiguos. Había ganado mucho dinero en su vida, pero se convenció a
sí mismo de que no podía vivir sin una cosa más. Era el auto más
hermoso jamás construido, y pronto sería subastado. En cuanto
comenzó la subasta, se le apretó el pecho, le zumbaban los oídos y sus
manos empezaron a sudar. Al final del día podría ser el orgulloso
dueño de un hermoso Mustang Shelby Cobra de 1965.
Cuando recibió la llamada, no podía creerlo. Se apresuró lo más que
pudo, pero era demasiado tarde. La mansión de sus sueños —aquella
que ella y su esposo habían estado construyendo y remodelando por
más de veinte años— se había quemado por completo. Solo quedaban
cenizas y humo. Al salir de su auto, no podía respirar. Todo se puso
oscuro, y cuando volvió en sí estaba rodeada de paramédicos.
Debió haber marcado mil veces a la estación radiofónica con la
esperanza de obtener entradas gratuitas para el concierto de la mejor
banda que jamás haya existido. Ella tenía toda su discografía. Era
miembro del club de seguidoras, poseía un afiche autografiado, pero
nunca los había escuchado en vivo. Esta era su oportunidad. Su
corazón se aceleró al escuchar el saludo de la voz al otro lado del
teléfono. ¡No podía creerlo!
Él estaba anonadado. Cuando inició en el seminario no tenía idea de
que esto sucedería. Había estudiado mucho y le iba bien, pero esto era
increíble. Era su primer domingo. Se había unido al personal de una de
las iglesias más grandes e influyentes del mundo. Había sido su sueño y
ahora se estaba convirtiendo en realidad. Se sentía especial, vivo y
bendecido.
Por un lado, parecía estúpido pagar cincuenta dólares por un bistec.
Pero este no era un bistec cualquiera. No, este era un rib-eye de Angus
añejado durante cuarenta y cinco días. Él sabía que nunca más
probaría una carne de esta calidad. No le importaba cuánto costaba. Si
era la única oportunidad que tendría de probarlo, nada podría
separarlo de esta deliciosa sensación. Fue casi una experiencia
espiritual.
Estaba en la fila agarrado de la mano de su mamá. Realmente iba a
suceder. Después de lo que le pareció años de estar rogando y
negociando, finalmente ella había accedido a llevarlo. Estaban en la fila
para ver la película de sus sueños, pero no en una pantalla de cine
cualquiera. Verían la versión 3D en un cine IMAX. Sentía que había
muerto e ido al cielo. Acarició sus lentes 3D y no podía esperar a que
empezara esta maravilla.
Era una pintura, pero podría ser la obra de arte más maravillosa que
un hombre haya podido crear. Había estado de gira por las galerías más
importantes del mundo y estaba muy emocionada porque finalmente
podría contemplarla con sus propios ojos. La había visto en libros de
arte pero nunca había contemplado la original en toda su majestad. No
dejaría que nada le impidiera formar parte de esta oportunidad única
en la vida.
Él estaba amargado. Sabía que estaba mal, pero la amargura lo
invadía cada día como un huésped no deseado. Intentaba distraerse.
Intentaba encontrar gozo en las personas, lugares y actividades
alrededor de él, pero nada realmente funcionaba. Había sido criado en
el seno de una familia maravillosa, y eso era lo que siempre había
deseado tener. Soñaba con una esposa hermosa, tres dulces hijos y un
terreno de dos hectáreas en los suburbios. No quería estar enojado,
pero lo estaba —enojado con Dios. No había pedido tanto. Pero ahora
tenía cuarenta y cinco años y las canas ya comenzaban a aparecer.
¿Quién lo querría ahora? Odiaba llegar a casa por la noche. Odiaba
estar solo. Odiaba su vida.
El dolor de la cirugía de su rodilla era poco comparado con el dolor
de lo que esa cirugía significaba. Desde la primaria, cada entrenador le
dijo lo mismo: tenía lo suficiente —ese inusual factor X que hace a los
grandes atletas. Era la estrella de cada uno de los equipos en que había
jugado. Su ambición de convertirse en una estrella de la liga nacional
de fútbol, con fanáticos que lo adoraran, siempre había parecido estar
al alcance de sus manos. Soñaba con el día en que firmaría su contrato
multimillonario. Pero ahora todo había terminado. Ahora le quitarían
la beca porque, si acaso llegaba a jugar nuevamente, nunca sería
extraordinario. Se había terminado. La lesión había matado su sueño.
Mientras la grúa ponía el anuncio en su lugar, sentía como si su vida
hubiera valido la pena. Era una pequeña agencia inmobiliaria, pero él
la había construido. Él era el dueño. Era suya. Mientras estaba de pie
frente a su negocio, sentía como si hubiera conquistado el mundo.
Sentía que podía hacer cualquier cosa. Podía saborear el éxito. Y sabía
delicioso.
Los vio en el centro comercial, eran unos Nike Air Jordan 1 Retros.
Blancos, rojos y negros —increíbles. Costaban casi doscientos dólares.
¿Cómo convencería a sus padres de que se los compraran? Parecía
imposible. No podía sacar de su mente a los Air Jordan. Tenía que
encontrar una manera. Necesitaba esos zapatos deportivos.
Puso la carnada nuevamente en el anzuelo. Estaba oscureciendo,
pero tenía que intentarlo una última vez. Estaba ahí. Lo había visto
antes —el robalo más grande del lago. Sería la pesca de su vida. Los
peces que ya había atrapado eran solo una prueba. Lanzó el anzuelo
una vez más, lleno de esperanza.
¿Qué tienen en común todas estas personas? El asombro. Se
despiertan cada mañana y, sin percatarse de ello, buscan
constantemente ser asombrados. Sus almas no están satisfechas,
anhelan llenar ese vacío y son atraídos por cosas asombrosas. Por ello
van a grandes museos, a conciertos masivos, a restaurantes lujosos y a
finales deportivas. El jovencito que sueña con los Air Jordan busca ser
asombrado tanto como el hombre de negocios que había soñado ser
exitoso. La adolescente que asiste a la graduación está tan en búsqueda
de asombro como la mujer que planea la casa de sus sueños. El atleta
que desea ser una estrella busca el mismo tesoro que el hombre que
anhela la esposa y familia perfectas.
No se trata de interés o de conocimiento espiritual. No tiene que ver
primordialmente con la iglesia, la teología o el discernimiento bíblico.
Ni siquiera tiene que ver con que tu vida sirva para algo. Es algo que no
solo los creyentes hacen. Es algo que hace todo el que haya existido. No
está vinculado a familias, culturas, historias, etnias, idiomas o países
específicos. No es un asunto de edad o de género. No se trata de
ninguna de estas cosas. Lo que todas estas personas tienen en común es
que son seres humanos y, debido a que lo son, están diseñados para el
asombro. Y tú también lo estás.

ASOMBRO: EL CUADRO COMPLETO

Comencemos con el cuadro completo de esto llamado asombro, que


afecta lo más profundo de cada uno de nuestros corazones.

1. El asombro es algo que todos buscamos durante toda nuestra vida.


Ella se sienta en su pequeño columpio con una enorme sonrisa en su
rostro. No sabe lo que mami le acaba de regalar, pero es algo dulce y
frío, y desea tanto de eso como sea posible y tan pronto como sea
posible. Está embelesada. Está asombrada. Su lengua acaba de saborear
el helado por primera vez. Su pequeño cerebro no puede imaginar algo
más delicioso y satisfactorio en este mundo. Ella está lista para vivir su
vida en búsqueda de esa dulce y fría maravilla que los adultos llaman
helado.
Él ha visto el video una y otra vez. No puede dejar de verlo. Es como
una adicción. La música que este artista produce es algo asombroso.
Hay algo sobre la belleza, la maravilla de todo lo que conlleva, que lo
hace volver al video una y otra vez. Tiene setenta años y no ha perdido
ni un gramo de su capacidad de asombro.
La pequeña niña y el anciano son iguales. Están en el mismo viaje,
solo que él lleva más tiempo que ella en el camino. Él ha visto, buscado,
invertido, saboreado, celebrado y ha sido decepcionado por muchas,
muchas cosas en su búsqueda de asombro. Ella está siendo fascinada
quizá por primera vez, pero pronto se convertirá en una adicta al
asombro. Ella también pasará su vida yendo tras un sueño. Ella
también deseará ser asombrada. El anciano y la bebé están diseñados
de la misma forma. Quizá ninguno de los dos sea consciente de que
están siendo impulsados por el deseo de ser asombrados. Y quizá él
muera y ella continúe viviendo sin saber por qué Dios plantó ese deseo
en sus corazones.
2. Dios creó un mundo asombroso. Dios, intencionalmente, llenó el
mundo con cosas maravillosas para asombrarnos. El sistema de
refrigeración de los termiteros africanos (¡búscalo en Google!), lo
crujiente y agridulce de la manzana, la explosión del trueno, la belleza
de una orquídea, los sistemas interdependientes del cuerpo humano, el
golpeteo inagotable de las olas del mar y miles de otras vistas, sonidos
y sabores —Dios los diseñó para que fueran asombrosos. Y Su
intención es que seas maravillado diariamente.
3. Dios te creó con la capacidad de ser asombrado. No solo vivimos
en un mundo asombroso, también hemos sido creados con una enorme
capacidad para asimilar todo el asombro que nuestros corazones
deseen. Nuestros cerebros y nuestros oídos pueden diferenciar una
música hermosa de un ruido. Podemos escuchar el suave canto del
canario y el irritante graznido del cuervo. Podemos ver las
maravillosas secciones del cuerpo blindado del escarabajo. Podemos
observar los detalles de colores, texturas y formas. Podemos ver
objetos en movimiento sin que se difuminen y podemos ver desde muy
lejos y muy de cerca. También sentimos y tocamos las cosas. Podemos
identificar lo que es suave, húmedo, duro, filoso, frío, liso, suave o
áspero. Podemos degustar. Nuestras lenguas conocen lo salado, lo
dulce, lo amargo, lo picante y lo agridulce. No solo deseamos asombro
en nuestras vidas, hemos sido hermosamente creados por Dios con la
capacidad de saborear cosas asombrosas e interactuar con ellas.
4. Tu búsqueda de asombro moldeará la dirección de tu vida.Es
sencillamente lógico que tu fuente de asombro controle todas tus
decisiones y el curso de tu historia. Si vives asombrado por las cosas
materiales, por ejemplo, gastarás grandes cantidades de dinero para
adquirir muchas cosas materiales; para poder pagar por ellas, tendrás
que trabajar demasiado. También tenderás a conectar tu identidad y tu
paz interior a las posesiones materiales, invirtiendo demasiado tiempo
en coleccionarlas y mantenerlas. Si las cosas materiales son tu fuente
de asombro, descuidarás otras cosas que sí son valiosas y nunca estarás
satisfecho, porque estas cosas materiales simplemente no tienen la
capacidad de satisfacer el deseo de asombro de tu corazón. Sí, tu casa
será grande, tu carro será lujoso y estarás rodeado por cosas hermosas,
pero tu contentamiento en las áreas que realmente importan será
poco.
5. El asombro estimula los mayores gozos y las más profundas penas
en todos nosotros. Aquí tienes una forma sencilla de evaluar tu
asombro. ¿Cuándo experimentas tus mayores momentos de felicidad y
tus momentos más oscuros de tristeza? ¿Qué te hace enojar o te
desilusiona? ¿Qué te motiva a continuar o te hace querer renunciar?
¿Qué envidias en la vida de los demás o cuándo sientes amargura por
causa de tus celos? ¿Qué te hace pensar que vale la pena vivir o que tu
vida es un desperdicio? Cuando dices: “Si tan solo tuviera _______”,
¿cómo llenas el espacio en blanco? ¿Por qué estás dispuesto a
sacrificarte y qué cosas en tu vida simplemente consideras que no
valen el esfuerzo? Observa tus más grandes gozos y tus más profundas
penas y verás dónde buscas tu asombro.
Tomemos el enojo, por ejemplo. Piensa en cuán poco de tu enojo de
los últimos meses ha tenido relación con el Reino de Dios.
Generalmente no te enojas por cosas que parecen estorbar los
propósitos de Dios respecto a Su Reino. Te enojas porque algo o alguien
se interpone en el camino de algo que anhelas, algo que piensas que te
dará alegría, satisfacción y felicidad. Tu corazón está desesperado por
ser inspirado, y te enojas cuando algo bloquea tu búsqueda. Tu
búsqueda de asombro controlará los pensamientos y las emociones de
tu corazón en formas de las que ni te percatas normalmente.
6. El asombro por las cosas equivocadas nos deja insatisfechos
permanentemente. Quizá, en maneras que nunca has considerado, tu
falta de satisfacción es un problema de asombro. Quizá no sea solo que
la gente que te rodea es imperfecta, o que tu jefe sea una persona difícil
de tratar, o que tus hijos te complican el día. Quizá no tiene que ver
con que no tengas el círculo de amigos que siempre has querido, o con
que nunca has tenido esa casa de tus sueños. Tal vez no sea porque tu
salud ha empeorado o porque la vejez llegó demasiado rápido. Quizá no
sea simplemente que tu vida diaria es aburrida e insignificante. Tal vez
no sea el hecho de que nunca has encontrado una iglesia en donde
puedas establecerte, adorar y servir. Quizá no se deba a lo que
consideras una educación inadecuada o a que te encuentres estancado
en una carrera que no te gusta. Quizá sea más que el hecho de que tus
vecinos sean molestos o de que a tu familia le encante el drama. Tal vez
toda esa falta de satisfacción surge de un corazón profundamente
insatisfecho por la forma en que has estado buscando ser asombrado.
7. Todo asombro creado tiene el propósito de señalar hacia el Creador.
Este será un tema principal en el libro que has comenzado a leer.La
creación es asombrosa. Dios la diseñó para ser asombrosa. Y Dios te
diseñó para que pudieras apreciar lo asombroso de la creación. Has
sido diseñado para ser inspirado y para celebrar las cosas asombrosas
que provienen de la mano del Creador. Pero mientras participas y te
deleitas en lo asombroso de la creación, debes comprender que estas
cosas asombrosas no fueron diseñadas para ser un fin en sí mismas. No
fueron creadas para que tu corazón se detenga en ellas y se alimente de
ellas. No hay nada en la creación que haya sido diseñado para darte lo
que solo el Creador puede darte. Todo lo asombroso de la creación fue
diseñado para señalarte hacia el Único digno de capturar y controlar el
asombro que busca tu corazón.
De la misma forma en que es cierto de un letrero en la calle, también
lo es para cada cosa de este universo que nos deja asombrados,
perplejos, atónitos y anonadados. El letrero no es lo que buscas. No, el
letrero te indica lo que estás buscando. Así que no debes detenerte en
el letrero porque allí no encontrarás lo que andas buscando. El
asombro creado tiene un propósito; está diseñado para señalarte hacia
dónde debe estar dirigido el asombro de tu corazón. Si las cosas
asombrosas de la creación se convierten en tu dios, el Dios que creó
esas cosas no será la causa principal de tu asombro. El asombro
horizontal tiene un solo propósito: estimular el asombro vertical.
8. Las cosas asombrosas nunca satisfacen. Nada en todo el mundo
físico puede dar descanso, paz, identidad, propósito o satisfacción
permanentes a estos corazones que tanto anhelan ser asombrados.
Buscar que las cosas materiales satisfagan este deseo interno es un acto
de necedad espiritual. Simplemente no funcionará. Es lo mismo que
tratar de sacar agua de un bote con un colador. Las cosas de este
mundo simplemente no fueron diseñadas para hacer lo que les estás
pidiendo que hagan. Aun así, todos lo intentamos diariamente y,
cuando lo hacemos, tenemos un problema más grande y más profundo
que un simple problema con las posesiones. Tenemos un problema de
asombro.

TENIÉNDOLO TODO PERO CARECIENDO DE ASOMBRO

Él era probablemente el hombre más insatisfecho que había conocido.


De muchas maneras, tenía todo lo que tú y yo podríamos soñar. Su
exitosa carrera le había proporcionado mucho dinero, renombre y
poder. Tenía todo lo que la gente exitosa tiene —ya sabes, la casa
grande, varios automóviles en la cochera y un bote en la costa. Tenía
una esposa encantadora y cuatro hijos mayores. Iba de vacaciones
donde quisiera. Comía en los mejores restaurantes y se unía a los
mejores clubes. Comenzó su propia fundación para ayudar a los
necesitados y asistía a una buena iglesia. Pero lo único que no había
alcanzado era la felicidad personal. Con todas las cosas a sus pies,
estaba increíblemente insatisfecho y era impulsado por el miedo. Su
esposa bromeaba diciendo que él siempre quería algo más, y que
probablemente moriría en su intento de encontrarlo.
Cuando lo conocí, era un hombre infeliz. No, eso es incorrecto. Era
un hombre amargado y cínico. Era su propio arqueólogo, excavando las
profundidades de toda su existencia, intentando encontrarle sentido.
Examinaba cuidadosamente cada una de sus elecciones y decisiones.
En su mente, sostenía todos los artefactos que había coleccionado
durante los años y cuestionaba su verdadero valor. Hojeaba las páginas
de su historia —su matrimonio, su carrera, su relación con Dios, sus
amigos, sus hijos y muchas otras historias secundarias. Se hizo la
pregunta que nunca pensó se haría. Siempre pensó que era una
pregunta para los soñadores o los perdedores. Pero la pregunta lo
acosaba. Lo saludaba por la mañana y lo arrullaba por la noche. Lo
acompañaba en su automóvil y lo distraía mientras jugaba al golf. Lo
llevaba a tomar más de lo que debía y lo dejaba irritable e
impertinente.
Llegó al punto de odiar todas las cosas que había coleccionado tan
cuidadosa y obsesivamente, y realmente odiaba el hecho de que casi
todas las personas que lo rodeaban lo envidiaban. “Si tan solo
supieran, si tan solo supieran”, era lo que siempre se decía. Hace
tiempo que había dejado de acudir a Dios con su angustia. Entendía
que si Dios hubiera estado escuchando, lo hubiera ayudado desde hace
mucho tiempo. Todo lo que le quedaba era mantenerse lo más ocupado
posible desde muy temprano hasta muy tarde. Aunque ya estaba
retirado, compró un par de negocios pequeños —no porque necesitara
el dinero, sino porque necesitaba estar distraído.
Una de las primeras cosas que me dijo fue: “¿Cómo es que lo tengo
todo y me siento tan vacío?”. Era una excelente pregunta, pero él no lo
sabía. Era profundamente teológica, pero él no lo notaba. Su depresión
le impedía comprender su propia perspicacia. Todo se le había
escapado de las manos como arena. Lo tenía todo, pero estaba vacío.
Estaba desesperado y quería que yo le arreglara todo, que hiciera algo
para que todo valiera la pena, pero no pude.
Mientras hablaba impacientemente conmigo, su amargura se
reflejaba en cada una de sus palabras. Clamaba por ayuda, pero no
sabía que seguramente no querría la única ayuda que podía ofrecerle.
Mientras le escuchaba, otras palabras resonaban en mi mente: “¿De
qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” (Mr 8:36). Su
problema no era falta de contentamiento. El problema era su asombro.
2

GUERRA

Se hablará del esplendor de Tu gloria y majestad,


y yo meditaré en Tus obras maravillosas.
SALMO 145:5

Cuando ves o escuchas la palabra guerra, ¿qué viene a tu mente? Quizá


piensas en las grandes guerras mundiales que cambiaron el curso de la
historia de la humanidad. O tal vez piensas en los conflictos que
parecen no tener fin en el Oriente Medio. O quizá vives en la ciudad y
piensas en las pandillas o narcotraficantes que convierten las
comunidades en zonas de batalla. Tal vez piensas en las guerras
domésticas que atribulan a los matrimonios y las familias, provocando
frecuentemente el divorcio, o en las guerras políticas que impiden a los
gobiernos asegurar el bienestar de los ciudadanos. Todas estas guerras
son reales e importantes, pero ninguna de ellas tiene el nivel de
importancia que otra guerra que ha determinado el curso de la historia
de la humanidad y las vidas de cada individuo que ha existido. ¿Cuál es
esa guerra? Es la guerra por el asombro, la guerra que se lleva a cabo en
el corazón de cada ser humano.
Entre el “ya” del pecado de Adán y Eva y el “aún no” de la redención
final, se está librando una guerra por el dominio y el control de la
capacidad de asombro que Dios ha establecido en el corazón de cada ser
humano. Como hemos visto, ya que cada uno de nosotros fue creado
con la capacidad de ser asombrado, todos buscamos una manera de
ejercerla. Esta capacidad de asombro fue diseñada para conducirnos a
Dios en adoración, pero desde que el pecado nos separó de Él, nuestra
capacidad de asombro es secuestrada por otras cosas. Así que, en Su
gracia, Dios lucha por el asombro de nuestros corazones. Podríamos
argumentar que uno de los propósitos fundamentales de la grandiosa
historia de la redención es recapturar nuestros corazones para que
sean asombrados por Dios y solamente por Él.
Esto nos conduce al tema de este capítulo. Ya que la Biblia es
esencialmente el relato de la gran historia de la redención,
acompañada de algunas notas aclaratorias que Dios sabía que
necesitábamos, también nos narra la historia de esta guerra por el
asombro. La Escritura nos muestra la naturaleza y el resultado de lo
que en este capítulo llamaré el asombro equivocado (AE). El relato
bíblico del AE está escrito para nuestra instrucción y rescate,
ayudándonos a reconocer el gran peligro del pecado en nuestros
corazones y a anhelar el rescate que solo Jesús puede proveer. Quiero
rastrear este AE en las Escrituras para que puedas ser sabio en la
guerra que se está librando en tu corazón.
Me gustaría poder decir que esta guerra no existe en mi corazón,
pero no puedo. Tristemente, el AE sigue activo en mi vida. Eso algunas
veces significa que las cosas materiales gobiernan mi corazón. En
ocasiones significa que estoy lleno de mí mismo y actúo más por
orgullo que por confianza en Dios. A veces significa que me interesa
más la apreciación y el respeto de otros que darle gloria a Dios. No
tengo que indagar mucho en mi vida diaria para percatarme de que la
guerra descrita en este capítulo, y que vemos tan gráficamente en las
Escrituras, sigue activa en el campo de batalla de mi corazón.
EL ASOMBRO EQUIVOCADO

Sin dudas tiene que ser la historia más triste que jamás se haya
contado. No pasa ni un día en mi vida ni en la tuya sin que lidiemos
con los resultados de esta historia. Este único evento hizo que desde
entonces todo fuera más complicado, más peligroso y más doloroso de
como Dios lo había diseñado. Sus resultados traen problemas a tu vida
privada. Causa estragos en tu matrimonio y en tus relaciones. Hace que
la crianza de los hijos sea un arduo trabajo. Hace peligroso el deleite en
la comida, el dinero y el sexo. Esta historia captura ese momento en
que comenzó la guerra por el asombro.
Definitivamente no vamos a encontrar una imagen más poderosa y
gráfica del AE que la que tenemos en Génesis 3 del momento en que
este inició en el jardín del Edén:

La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que
Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer:
—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol
del jardín?
—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la
mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del
jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de
lo contrario, morirán”.
Pero la serpiente le dijo a la mujer:
—¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando
coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como
Dios, conocedores del bien y del mal.
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que
tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que
tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él
comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron
conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron
hojas de higuera (Gn 3:1-7).

Esta es una historia impresionante. Trágicamente es cierta, pero me


temo que estamos tan familiarizados con ella que ya no nos
impresiona. Adán y Eva lo tenían todo. Todas sus necesidades estaban
cubiertas. No había pecado, enfermedad ni sufrimiento. Todo en la
creación hacía lo que se supone debía hacer. Dios estaba en el lugar que
le corresponde y descendía voluntariamente a la tierra para disfrutar
de una perfecta comunión con quienes había creado. Sí, no hay duda
de ello: era el paraíso.
Pero ese paraíso pronto sería destruido como platos de porcelana
cuando caen en un suelo de concreto. Adán y Eva estaban
insatisfechos; querían más. Y en el fondo de su necia búsqueda de más,
estaba el AE. La serpiente les presentó la única cosa que no tenían, no
debían tener y nunca podrían tener —la posición de Dios. La serpiente
les dijo que todo lo que tenían que hacer para ser como Dios era
sobrepasar los límites que Dios había establecido claramente. Esta
peligrosa fantasía ahora está al acecho en el corazón de cada pecador.
Queremos reconocimiento como el de Dios, control como el de Dios,
poder como el de Dios y centralidad como la de Dios. Este fue el primer
momento en que el asombro personal superó el asombro por Dios, el
cual terminó estableciendo el orden de los pensamientos, los deseos,
las decisiones y el comportamiento de toda persona. Desde entonces, el
asombro propio ha llevado a billones de personas a comportarse de
forma egoísta, antisocial e inmoral.
Trágicamente este AE hizo que Adán y Eva comieran del fruto
prohibido y la gloriosa Shalom que envolvía toda la creación fue hecha
pedazos. Ningún cerebro es capaz de calcular el daño que provocó ese
momento. Pero de una cosa podemos estar seguros: en ese instante se
desató el AE en la tierra y así comenzó una guerra por el corazón de
cada ser humano. La Biblia no podía contener un recuento exhaustivo
de la verdadera devastación del pecado ni detallar completamente esta
guerra, la cual es clave en el tema principal de la Biblia —la obra
redentora del Señor Jesucristo. Así que, en medio de su historia
central, la Biblia nos relata gráficamente la historia del AE. Esta es la
mancha que salpica cada página de la Palabra de Dios.
Al desarrollarse el drama del AE en la Escritura, vemos que en poco
tiempo lleva a que suceda lo impensable —fratricidio (ver Gn 4:1-16).
Caín presentó un sacrificio, pero no era un sacrificio de verdadera
adoración a Dios, o no hubiera sucedido lo que aconteció después. Esta
historia nos confronta con la más cruel de las ironías: uno de los
lugares donde vemos el AE con mayor claridad y poder es en supuestos
actos de adoración. Si el corazón de Caín realmente hubiera surgido de
su asombro por Dios, entonces al ver que su sacrificio había sido
rechazado se habría lamentado, habría confesado lo inadecuado de su
ofrenda y habría presentado gozosamente un sacrificio aceptable a
Dios. Pero en lugar de ello, envidió violentamente a su hermano y, en
un acto de celos, terminó con la vida de Abel. Es una historia que
también es impresionante. Es el tipo de historia que lees en las noticias
y te revuelve el estómago: “Hombre es asesinado por su hermano”.
Caín no tenía un problema con su hermano, ni un problema con el
sacrificio, ni un problema con la ceremonia religiosa. No, Caín tenía un
problema con su asombro, y la sangre de Abel clama como resultado de
este AE.
Aquí encontramos un principio, uno que se muestra en muchas de
las historias bíblicas: en el corazón de un pecador, el asombro por Dios es
reemplazado rápidamente por el asombro propio. Esta es la guerra de las
guerras.
El resumen que hace Dios de esta guerra interna está en Génesis 6:5-
6 y debería darnos escalofríos: “Al ver el Señor que la maldad del ser
humano en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos
tendían siempre hacia el mal, se arrepintió de haber hecho al ser
humano en la tierra, y le dolió en el corazón” (Gn 6:5-6). Debería
asustarte terriblemente cuando lees que Dios se arrepintió (le provocó
dolor) algo que había creado. Te das cuenta de inmediato que se trata
de algo muy serio. La acusación de Dios contra la humanidad es
exhaustiva y oscura. Todo lo que las personas piensan o desean está
mal. Todas sus motivaciones son malvadas. Todas sus perspectivas y
anhelos están manchados con iniquidad. ¿Cuál es la conclusión? Lo
que los humanos desean va en contra de los deseos de Dios hacia ellos.
Los límites que el hombre establece para sí sobrepasan los límites que
Dios ha ordenado. Todo lo que piensas, deseas y dices ofende a Dios
porque ya Dios no te importa. No te interesa lo que a Él le agrada. No
te importa Su señorío sobre tu vida. No te interesa Su santa voluntad
ni Su eterna gloria. No, solo te interesas por ti mismo y por lo que
deseas. Tu problema no es ambiental. No es relacional. No, tu
problema es profundamente espiritual. Al olvidarte de Dios, te has
puesto a ti mismo en el centro. Y la maldad que ha inundado tu vida es
solo un síntoma del AE que se ha apoderado de tu corazón.
Verás el AE en un contexto completamente diferente en el llamado a
Moisés. Lo encontramos en Éxodo 3 como un hombre en el exilio,
habiendo huido por su vida. Dios lo recluta para guiar al pueblo de
Israel fuera de Egipto, pero Moisés tiene miedo, un miedo paralizante.
No puede imaginarse dando un paso hacia lo que Dios lo ha llamado a
hacer. Dios va al encuentro de Moisés y en Éxodo 4 le muestra Su
asombrosa gloria. Esperaríamos que después de esto Moisés quedara
increíblemente asombrado y listo para representar a este Dios
asombroso delante de faraón, pero eso no es lo que sucede. Al final de
esa maravillosa muestra del poder de Dios, Moisés le ruega que envíe a
otro. Es como si el miedo a la incapacidad personal y al peligro político
lo hubiera cegado completamente a la asombrosa gloria del que lo
envía. Moisés no está asombrado por Dios. No, la capacidad de
asombro de su corazón ha sido capturada por el miedo a los egipcios, y
lo único que quiere es ser liberado de la tarea que Dios le ha asignado.
Más adelante, el asombro de Moisés por Dios creció, pero el pueblo
que guiaba a través del desierto no estaba asombrado. En el monte
Sinaí, en un momento milagroso de amor divino, Dios dio Su ley a
Moisés para que él se la comunicara a ese pueblo que Él tanto amaba.
Pero mientras Moisés estaba recibiendo la ley, el pueblo de Israel se
encontraba en la base de la montaña derritiendo oro para crear un
ídolo visible al cual adorar. La yuxtaposición entre estos dos eventos es
casi imposible de asimilar. Mientras Dios estaba en la montaña
demostrando que Él es Dios, Israel estaba en la base de la montaña
tratando de reemplazarlo. Una vez más, notemos cuidadosamente las
palabras que utilizaron. Respecto al becerro de oro que ellos hicieron,
el pueblo dijo: “Israel, ¡aquí tienes a tus dioses que te sacaron de
Egipto!” (Éx 32:4).
¿No es esto lo que hace que el AE sea tan destructivo y engañoso? El
AE trata de atribuirle a algo de la creación —sí, incluso a la obra de tus
manos— lo que solamente Dios puede hacer. Es no adorar al que
realmente debemos adorar, y alabar a algo que no pudo haber
producido aquello que te hizo alabar. Vivirás asombrado ante lo que
consideres sea la fuente de las bendiciones en tu vida. Adorarás
cualquier cosa que creas ha producido lo que celebras. La creación y la
adoración del becerro de oro son ejemplos poderosos del AE.
Quizá una de las imágenes más claras del AE es lo que observamos en
el valle de Ela en 1 Samuel 17. Durante cuarenta días, el ejército del Dios
Altísimo se había rehusado a enfrentar al gigante Goliat en batalla
porque tenían temor. Por cuarenta días habían escuchado sus desafíos:
“¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Elijan a un hombre que pelee
conmigo!” (v 10). Negarse a enfrentar a este enemigo no era una táctica
militar. No, fue el resultado de haber olvidado el asombro. Debido a
que no fueron al valle con un asombro por Dios, ese asombro que
transforma vidas e imparte valor, basaron su situación en una
ecuación espiritual falsa. Durante cuarenta días compararon su
tamaño y capacidad con el tamaño y la capacidad de Goliat y, por
tanto, concluyeron que él los derrotaría.
David llegó para entregar comida a sus hermanos y estaba
confundido. No entendía por qué nadie aceptaba el desafío de Goliat. Y
después, sorpresivamente, dijo que él enfrentaría al gigante. ¿Era
David arrogante? ¿Estaba delirando? ¿No comprendía las pocas
posibilidades que tenía? No. Veamos lo que dijo David: “El Señor, que
me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder
de ese filisteo” (v 37). Debido a que David no padecía de AE, evaluó la
situación correctamente y, por tanto, no tenía miedo. No era el
pequeño David contra el asombroso gigante. No, era este pequeño
gigante contra el Dios que es la suma y definición de todo lo
asombroso. Ahora, ¿quién crees que ganará? Con la audacia y
confianza que solo el asombro por Dios puede producir, David caminó
por lo que había sido el valle del temor y derrotó al gigante, guiando al
ejército de Israel contra los filisteos.
El AE hace que te sientas incapaz, solo, falto de preparación y
temeroso, mientras que el asombro por Dios produce valor, esperanza
y acción. Esta es realmente la guerra de las guerras. Muchos de
nosotros, sin importar qué teología profesemos, vivimos en un estado
funcional del AE, así que vivimos ansiosos, derrotados y luchando por
aferrarnos a la poca esperanza que nos queda. Nuestro problema no es
el tamaño o la dificultad de las cosas que enfrentamos. No, nuestro
problema es el AE y los estragos que hace en nuestra vida diaria. El AE
provocará que tengas temor de cosas que necesitas derrotar. El AE
provocará que niegues la realidad por temor a enfrentar la verdad. El
AE hará que le tengas miedo a las personas y a las situaciones. El AE
provocará que intentes controlar aquello que no puedes controlar
porque piensas que está fuera de control. El AE nunca te conducirá a
algo bueno.
Después de Génesis 3, no existe otra imagen en la Biblia más
poderosa del AE que la historia de Nabucodonosor en el libro de
Daniel. El tema principal de Daniel es la asombrosa e imparable
soberanía de Dios sobre la vida de todo ser humano y sobre el curso de
la historia. Concluyes la lectura de Daniel con la seguridad de que Dios
realmente tiene al mundo en sus manos. Es particularmente
interesante que el libro de Daniel nos presenta uno de los ejemplos más
drásticos del AE. El contraste entre el tema general del libro de Daniel
y la historia de Nabucodonosor no debe pasarse por alto (ver Dn 3 – 4).
Nabucodonosor había alcanzado grandeza y poder nunca antes
vistos. Se veía a sí mismo como un dios. Así que, en un acto de
soberanía autoproclamada, creó una enorme estatua de oro y le ordenó
a todos los que estaban bajo su poder que adoraran a su ídolo. Estaba
robándose la gloria. Esto no es un asunto de adoración en sí mismo; es
un asunto de AE, es decir, un líder robándole a Dios el asombro que
solo le pertenece a Él. Nabucodonosor revela su AE cuando hace esta
pregunta retórica en Daniel 4:30: “¿Acaso no es esta la gran Babilonia,
que con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad he
constituido como sede del reino?” (RVC).
Aquí tenemos a un rey que confronta la asombrosa gloria de Dios con
una declaración de su propia gloria en forma de una perversa
ordenanza para que todos sus súbditos adoraran al ídolo. Este episodio
realmente captura la esencia del AE. La guerra que se lleva a cabo en
nuestros corazones es una guerra entre el asombro por Dios y el
asombro por uno mismo. La guerra realmente nos convierte a todos en
ladrones de gloria. Quizá cometemos más robo vertical del que nos
percatamos. Quizá buscamos gloria personal más de lo que pensamos.
Quizá nos atribuimos mérito por lo que solo Dios puede hacer más
seguido de lo que pensamos. Tal vez, en sutil idolatría, le damos el
mérito a cosas o a personas cuando realmente le pertenece a Dios.
Quizá no estamos tan lejos del pecado de Nabucodonosor.
Así que, en una real demostración de incalculable poder y gracia,
Dios le mostró a Nabucodonosor quién era realmente el soberano sobre
todas las cosas, incluso sobre él. Dios humilló a Nabucodonosor, tanto
que terminó comiendo pasto como las vacas. Fue reducido a instintos y
comportamientos animales. El propósito de Dios era librar a
Nabucodonosor de su AE. Escucha la respuesta de Nabucodonosor
después de que Aquel que sí es soberano lo restauró:

Entonces alabé al Altísimo; honré


     y glorifiqué al que vive para siempre:
Su dominio es eterno;
     Su Reino permanece para siempre.
Ninguno de los pueblos de la tierra
     merece ser tomado en cuenta.
Dios hace lo que quiere
     con los poderes celestiales
     y con los pueblos de la tierra.
No hay quien se oponga a Su poder
     ni quien le pida cuentas de Sus actos (Dn 4:34b-35).

La declaración de Nabucodonosor del asombroso gobierno de Dios


sobre un Reino que no tendrá fin representa una confesión que todos
nosotros debemos hacer diariamente. Valdría la pena imprimir esta
confesión y pegarla en el espejo en donde te contemplas cada mañana.
Esta declaración no solo te recuerda quién es Dios, sino que te muestra
nuevamente quién eres tú, protegiéndote de ser un ladrón de gloria y
del AE que constantemente nos amenaza de este lado de la eternidad.
La gran historia de la redención, que permanece como el tema
central de la Biblia, está repleta de imágenes que muestran el AE. Lo
ves cuando el Rey Saul desobedeció el mandamiento de Dios de
destruir a los amalecitas (1S 15). Saúl actuó como si él estuviera a cargo
y tuviera el derecho de establecer sus propias reglas y, debido a que lo
hizo, tomó botín para sí mismo en lugar de destruir todo como Dios
había ordenado. Para empeorar las cosas, en lugar de admitir su
desobediencia inducida por el AE, culpó al pueblo de Israel. El profeta
Samuel desenmascaró los verdaderos motivos de Saúl: “La rebeldía es
tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la
idolatría. Y, como tú has rechazado la palabra del Señor, Él te ha
rechazado como rey” (v 23). Verás, el problema de Saúl no fue el no
estar de acuerdo con la estrategia de Dios para lidiar con los
amalecitas. No, Saúl tenía un problema en su corazón. Su corazón fue
capturado por el asombro de las cosas materiales más que por Dios. El
AE le llevó a desear lo que Dios había prohibido y a rebelarse contra el
mandamiento claro de Dios. Así que Dios, en una clara muestra de
quién estaba a cargo y quién tenía la autoridad para establecer las
reglas, le dio la espalda a Saúl y a su reino. El AE no solo es incorrecto y
nos ciega moralmente, también es increíblemente destructivo.
¿O qué hay del triste tema del libro de los Jueces? Allí el pueblo de
Dios, a quien se le había ordenado adorar y obedecer al Señor y
permanecer dentro de sus límites morales, una y otra vez hizo lo que
bien le parecía, enfrentando las consecuencias de ello. Jueces relata el
triste ciclo del AE: desobediencia, disciplina de Dios, el rescate provisto
por Dios y más desobediencia.
Después nos encontramos con el AE de los líderes de Israel descritos
por el profeta Amós como caprichosos, egoístas y arrogantes. Eran
impulsados más por su propio poder e influencia que por el poder y la
gloria del Dios al que habían sido llamados a adorar y servir. Y debido a
que se habían olvidado de Dios, se preocupaban poco por las personas
que habían sido puestas a su cargo. Lee la descripción de Amós:

Ustedes que se acuestan en camas incrustadas de marfil


     y se arrellanan en divanes;
que comen corderos selectos
     y terneros engordados;
que, a la manera de David,
     improvisan canciones al son de la cítara
     e inventan instrumentos musicales;
que beben vino en tazones
     y se perfuman con las esencias más finas
sin afligirse por la ruina de José… (Am 6:4-6).
¿Qué tanto del liderazgo actual, ya sea en la política o en las iglesias, es
moldeado por líderes que padecen de AE y en consecuencia están más
preocupados por su poder y posición que por las personas que han sido
llamados a guiar? Quizá conoces a un pastor que vive fuera, o por
encima, del cuerpo de Cristo, como si él fuera diferente de las personas
que guía y no como uno de ellos. O el caso del típico político que utiliza
su posición para consolidar su poder personal más que para asegurar el
bien de aquellos que lo eligieron para el puesto. Realmente vivimos en
una cultura de liderazgo que no se aleja mucho del AE de los líderes
que gobernaban en la época de Amós.
¿O qué hay de la horrible historia del infanticidio ordenado por el
rey Herodes en los tiempos del nacimiento de Cristo? ¿Acaso hay algún
otro evento más trágico en la Biblia, aparte de la crucifixión? Aquí está
el breve pero impactante relato. “Herodes… se enfureció y mandó
matar a todos los niños menores de dos años en Belén y en sus
alrededores, de acuerdo con el tiempo que había averiguado de los
sabios” (Mt 2:16).
La brevedad de este relato no debe distraernos de su inimaginable
horror. Imagina el inmenso dolor de todas las madres en Belén y sus
alrededores. ¿Podría haber un acto de mayor AE que este? ¿Por qué
hizo Herodes tal cosa? Lo hizo porque no permitiría que otro rey
desafiara su reinado soberano. Lo hizo porque nada tenía más dominio
sobre su corazón que su propio poder y gloria. Lo hizo porque prefería
asesinar a un sinnúmero de niños con tal de no perder el poder.
Podríamos decir que todo acto de inhumanidad tiene su raíz en el
AE. Todo momento de asesinato nace del AE. Todo acto de abuso físico
o sexual surge del AE. Todo momento de violencia familiar tiene sus
raíces en el AE. Todo acto de terrorismo o de violencia política
innecesaria es desatado por el AE. El AE es lo que nos hace querer
destruir la reputación de otra persona. El AE provoca que respondamos
con amargura, envidia y venganza. El AE es parte de la esencia del
racismo y hace que la cultura humana sea un campo de batalla más que
una comunidad. Cuando el AE gobierna el corazón, nos lastimamos
unos a otros.
Considera incluso a los discípulos, quienes estaban más cautivados
por su búsqueda de una posición en el Reino que por el dolor y la
pérdida de su Maestro. Después de que Jesús revelara que Su muerte y
resurrección eran inminentes, la siguiente conversación no fue sobre
la aparente imposibilidad de la muerte del Mesías, sino un pleito sobre
quién sería el mayor en el Reino (ver Mr 9:30-37). Los discípulos
tuvieron poco tiempo para meditar en la humillación de Cristo porque
estaban siendo consumidos por su propia grandeza. Una vez más, estos
hombres no solo estaban confundidos teológicamente, sino que
estaban atrapados en el callejón sin salida de su propio ego. Eran
seguidores del Mesías, pero se colocaron a sí mismos en el centro de la
historia. Aquí, el propósito de la cruz chocó con el propósito del AE,
demostrando así la absoluta necesidad de la cruz.
Quizá no encontremos un resumen más poderoso del AE y sus
resultados que el provisto en Romanos 1:

Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra


toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad
obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de
Dios es evidente para ellos, pues Él mismo se lo ha revelado. Porque
desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es
decir, Su eterno poder y Su naturaleza divina, se perciben
claramente a través de lo que Él creó, de modo que nadie tiene
excusa. A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a
Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles
razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque
afirmaban ser sabios, se volvieron necios  y cambiaron la gloria del
Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de
las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles.
Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que
conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus
cuerpos los unos con los otros. Cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al
Creador, quien es bendito por siempre. Amén.
Por tanto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto, las
mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra
la naturaleza. Así mismo los hombres dejaron las relaciones
naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los
unos con los otros. Hombres con hombres cometieron actos
indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su
perversión.
Además, como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta
el conocimiento de Dios, Él a su vez los entregó a la depravación
mental, para que hicieran lo que no debían hacer. Se han llenado
de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación.
Están repletos de envidia, homicidios, disensiones, engaño y
malicia. Son chismosos, calumniadores, enemigos de Dios,
insolentes, soberbios y arrogantes; se ingenian maldades; se
rebelan contra sus padres; son insensatos, desleales, insensibles,
despiadados. Saben bien que, según el justo decreto de Dios,
quienes practican tales cosas merecen la muerte; sin embargo, no
solo siguen practicándolas, sino que incluso aprueban a quienes las
practican (Ro 1:18-32).
Este pasaje argumenta que no podemos sobrestimar el poder y la
importancia del AE. Realmente es la batalla de batallas. Realmente es
la raíz y la fuente de todas las cosas malas que pensamos, deseamos,
escogemos, decimos y hacemos. Es la razón detrás de todos nuestros
problemas personales, relacionales y sociales. El AE nos lleva a
colocarnos a nosotros mismos o a la creación en el lugar que solo Dios
puede ocupar y, al hacerlo, todo se corrompe.
El AE es la razón por la que Jesús tuvo que venir. Es la principal
enfermedad espiritual, y ninguno de nosotros puede evadirla. Es la
guerra de las guerras, y ninguno de nosotros tiene el poder para
vencer. ¿Por qué? Porque esa guerra se lleva a cabo en nuestros
corazones. Nuestra única esperanza es que alguien nos rescate y nos
libre de nosotros mismos. Pero Dios, en Su asombrosa gracia, gobernó
las fuerzas de la naturaleza y los eventos de la historia humana para
que en cierto momento Su Hijo, el Mesías, el Cordero, el Rey, viniera y
viviera de la manera en que nosotros debimos haber vivido y sufriera
la muerte que debimos haber sufrido. Al hacerlo, Dios no solo hizo
posible que fuéramos rescatados del AE y aceptados en Su presencia,
sino que ahora también podemos vivir continuamente asombrados por
Él.
Aquí están las buenas noticias: la gracia perdonadora y rescatadora
de Dios es infinitamente más poderosa que el AE que secuestra el
corazón de cada pecador. ¡Y esas son las mejores noticias!
3

MINISTERIO

Aquel… que ya no pueda detenerse a maravillarse y asombrarse es como un


muerto; sus ojos están cerrados.
ALBERT EINSTEIN2

Estaba en el ministerio, pero realmente no lo comprendía. No entendía


el ministerio porque no entendía a las personas a las que fui llamado a
servir. No entendía a las personas a las que fui llamado a servir porque
no comprendía la vida en este terrible mundo caído. Por supuesto,
decía y hacía cosas que ayudaban. Me dedicaba a predicar el evangelio
de Jesucristo a mi congregación. Me esforzaba por aconsejar a las
personas con la sabiduría que solo podía encontrarse en la Palabra de
Dios, pero a mi ministerio le faltaba algo importante. Estaba haciendo
muchas cosas relacionadas al evangelio, pero no había una misión
central, inalterable e innegociable que sustentara mi ministerio. Estaba
ocupado, pero realmente no comprendía por qué.
He conocido todo tipo de personas alrededor del mundo que están en
el ministerio y que son como era yo. El problema no es que sean
impíos. El problema no es falta de motivación. El problema no es que
no digan o hagan cosas buenas. El problema es que les falta el cuadro
completo y, debido a ello, suelen perder de vista el motivo por el que
hacen todo lo que hacen.
Aquí está el peligro: siempre es más fácil que los malos propósitos se
cuelen en nuestros corazones y en nuestros ministerios cuando no
entendemos claramente el gran propósito al que hemos sido llamados.
Probablemente no necesitas que te diga que las personas entran al
ministerio por todo tipo de razones diferentes a ese gran propósito que
debería enfocar y dirigir cada actividad del ministerio. Así era yo. Yo
no tenía ese cuadro completo y, debido a ello, era susceptible a ser
seducido por otras motivaciones. El problema era que no lo sabía.
Cuando empecé a trabajar en el ministerio, no puedo decirte cuántas
veces me cuestioné si Dios realmente me había llamado a ser pastor.
Me avergüenza admitir todas las veces que decidí renunciar. Pensaba
que mi problema era que había sido llamado a un lugar difícil, que
había sido enviado a trabajar con personas inusualmente resistentes.
Envidiaba el ministerio de otras personas que parecían tener mejores
resultados que yo. Soñaba con otros trabajos. Me quejaba
constantemente. Me sentía débil y falto de preparación. Sabía que algo
estaba mal. Sabía que faltaba algo, pero simplemente no tenía idea de
qué era.
Pero un día, en el misterio de la sabia y amorosa soberanía de Dios,
llegué al Salmo 145 y mi vida fue transformada. No, no es una
exageración. Realmente me transformó, y a mi ministerio también. Y
he vivido con los efectos de esos cambios desde entonces. Aunque me
gustaría decir que la batalla terminó, no es así; solo me he convertido
en un soldado con más conocimiento y compromiso. El Salmo 145 me
enseñó lo que necesitaba entender: el cuadro completo.

EL GRAN PROPÓSITO DEL MINISTERIO


Te exaltaré, mi Dios y Rey;
     por siempre bendeciré Tu nombre.
Todos los días te bendeciré;
     por siempre alabaré Tu nombre.
Grande es el Señor, y digno de toda alabanza;
     Su grandeza es insondable.

Cada generación celebrará Tus obras


     y proclamará Tus proezas.
Se hablará del esplendor de Tu gloria y majestad,
     y yo meditaré en Tus obras maravillosas.
Se hablará del poder de Tus portentos,
     y yo anunciaré la grandeza de Tus obras.
Se proclamará la memoria de Tu inmensa bondad,
     y se cantará con júbilo Tu victoria.

El Señor es clemente y compasivo,


     lento para la ira y grande en amor.
El Señor es bueno con todos;
     Él se compadece de toda Su creación.

Que te alaben, Señor, todas Tus obras;


     que te bendigan Tus fieles.
Que hablen de la gloria de Tu Reino;
     que proclamen Tus proezas,
para que todo el mundo conozca Tus proezas
     y la gloria y esplendor de Tu Reino.
Tu Reino es un reino eterno;
     Tu dominio permanece por todas las edades.
Fiel es el Señor a Su palabra
     y bondadoso en todas Sus obras.
El Señor levanta a los caídos
     y sostiene a los agobiados.
Los ojos de todos se posan en Ti,
     y a su tiempo les das su alimento.
Abres la mano y sacias con Tus favores
     a todo ser viviente.
El Señor es justo en todos Sus caminos
     y bondadoso en todas Sus obras.
El Señor está cerca de quienes lo invocan,
     de quienes lo invocan en verdad.
Cumple los deseos de quienes le temen;
     atiende a su clamor y los salva.
El Señor cuida a todos los que lo aman,
     pero aniquilará a todos los impíos.
¡Prorrumpa mi boca en alabanzas al Señor!

¡Alabe todo el mundo Su santo nombre,


     por siempre y para siempre!

Todo está ahí. Lo que yo necesitaba desesperadamente y no podía ver.


Nos abre las puertas del pensamiento, la percepción y el
entendimiento. Pero hizo más que eso en mí. Comenzó a rescatarme de
mí mismo. Permíteme explicarte. Había leído el Salmo 145 muchas
veces. Pero esta vez, me sacudió una sola frase que no había notado
antes. Creo que es el eje del salmo. Es la puerta que te conduce al
verdadero significado del salmo, del ministerio y de la vida. Comencé a
pensar que este salmo estaba llevando mi ministerio hacia donde
necesitaba estar; lo que realmente estaba sucediendo era que Dios
estaba obrando en mí. Estoy muy agradecido por esa pequeña frase.
Dios la utilizó como una herramienta para rescatar la vida de este
hombre que había perdido el rumbo en el ministerio.
“Cada generación celebrará Tus obras y proclamará Tus proezas” (v
4). Eso era justo lo que necesitaba. Inmediatamente comprendí que
cada momento del ministerio debía contribuir a esta meta. Ya sea el
servicio de adoración, las clases para los niños, los estudios en grupos
pequeños, o el mismo sermón, todos deben compartir el objetivo
central de anunciar nuevamente las asombrosas obras del Señor a Su
pueblo. Dios quiere que cada momento del ministerio inspire en Su
pueblo asombro por Él. Esto debe suceder una y otra vez. ¿Por qué?
Porque tendemos a olvidar el asombro. Vivimos entre el “ya” —la obra
consumada e inaugurada de Cristo— y el “aún no” —la culminación de
la obra redentora de Dios. Y debido a que la vida en este periodo es una
gran guerra por el asombro, la presente generación de personas en el
ministerio debe transmitirle a la siguiente generación su asombro por
Dios.
No tienes que buscar muy lejos para percatarte de los problemas de
asombro que te rodean. El adulterio es un problema de asombro. En la
medida en que olvides la gloria de Dios como Creador de tu cuerpo y
Su lugar como dueño de todo aspecto de tu vida física, emocional,
mental y espiritual, en esa misma medida te será más fácil utilizar los
miembros de tu cuerpo para obtener cualquier placer que tu corazón
desee. La deuda es un problema de asombro. Cuando tu mente es
dominada por el pensamiento de que Dios provee todo lo que tienes,
que toda buena dádiva realmente proviene de Él, estás predispuesto a
ser un buen administrador de las cosas que Él te ha provisto. La
obsesión con coleccionar posesiones es el resultado de olvidar el
asombro, lo cual te lleva a esperar que las cosas te provean lo que solo
puedes obtener del Dios de gloria. Solo Él puede satisfacer tu corazón
errante. Vivir para el poder y el control es un problema de asombro.
Cuando experimentas el descanso y la paz que resultan de contemplar
el poder, la autoridad y la soberanía de Dios, no tienes que luchar por
el control sobre las personas y situaciones de la vida. La glotonería y la
obesidad son un problema de asombro. Cuando olvidas la gloria de la
gracia satisfactoria del Redentor, eres susceptible a permitir que las
cosas como la comida y la bebida se conviertan en sustitutos
temporales del Mesías. El temor al hombre es un problema de
asombro. Cuando me olvido de que la gloria de Dios no solo lo define a
Él sino también a mí como Su hijo, busco que sean las personas quienes
me provean de significado, propósito e identidad. La guerra por el
asombro está en todo partes.
Así que sé que en el ministerio le estaré predicando, enseñando y
animando a personas que se olvidan del asombro, les falta asombro,
son seducidas por el asombro, son engañadas por el asombro, han sido
secuestradas por el asombro y se preocupan por el asombro. Mi trabajo
es darles ojos para que contemplen la asombrosa gloria de Dios —Su
gracia, sabiduría, poder, fidelidad, soberanía, paciencia, bondad,
misericordia y amor. Además, es mi trabajo hacer una conexión entre
esta gloria y la experiencia diaria del oyente que capture y transforme
su vida. En cualquier momento del ministerio o en cualquier pasaje
bíblico que esté comentando, soy llamado a ser intencional en inspirar
asombro.
Algo anda mal cuando la adoración no inspira asombro. Algo anda
mal cuando el estudio de un pasaje no inspira asombro. La instrucción
teológica que no produce asombro es defectuosa. El conocimiento
bíblico que no logra llevarnos al asombro está incompleto. Cuando el
discipulado personal no produce asombro vertical, hay un problema.
Este es el gran propósito de cada forma de ministerio y, una vez que lo
entendí, puso mi ministerio en una nueva trayectoria —una trayectoria
en la cual permanece hasta el día de hoy.
Ministramos a personas que están diseñadas para el asombro, que
han perdido su asombro y que necesitan que se les devuelva el asombro
y así puedan vivir asombrados por Dios y transmitir ese asombro a las
siguientes generaciones. Piénsalo. Tomemos el ejemplo del trabajo de
los padres. Son llamados por Dios para inspirar en sus hijos un
asombro que conduzca a la adoración. Es muy difícil que tus hijos se
emocionen por la gracia rescatadora de Dios y los mandamientos de Su
Palabra si no sienten asombro por el Autor de ambas cosas. Has sido
llamado a algo que es mucho más profundo que solo enseñar la ley,
procurar que la ley se cumpla y disciplinar. Debes ejercer tu autoridad
de tal manera que tus hijos vean la asombrosa presencia, el poder, la
autoridad y la gracia de Dios. Cuando nuestros hijos sean cautivados
por la gloria de Dios estarán predispuestos a buscar de Su gracia y
someterse a Su voluntad.
La oración del Señor es un buen ejemplo para nosotros aquí. La
oración que Jesús nos enseñó a orar es una “oración de asombro” antes
de ser una “oración de necesidad”. Desde “Padre nuestro” hasta
“hágase Tu voluntad”, la parte inicial de esta oración presenta una
forma de pensar, de vivir y de acercarse a Dios que es inspirada por el
asombro. Solo el asombro por Él puede darnos una idea clara y real de
lo que necesitamos. Muchas de nuestras oraciones son una lista egoísta
de necesidades personales cuyo único propósito es hacer nuestras vidas
un poco más cómodas. Con ellas tendemos a tratar a Dios como a un
comprador personal más que como a un Rey y Padre que es santo y
sabio. Esas oraciones se olvidan de la gloria de Dios y anhelan una
mayor experiencia de las glorias del mundo creado. Carecen de temor,
reverencia, maravilla y adoración. Al decirlas pareciera que estamos
entrando a una tienda divina, no doblegando nuestras rodillas en
adoración y alabanza. Son motivadas por el asombro propio y por
nuestros placeres, en lugar de por el asombro hacia el Redentor a quien
oramos.
Obviamente, la oración modelo de Cristo sigue el orden correcto. Y
se erige no solo como un modelo para nuestra oración personal, sino
también para nuestros ministerios. Es solo cuando mi corazón es
cautivado por el asombro por Dios que entenderé correctamente mi
identidad. Y es solo cuando entienda correctamente mi identidad que
podré ver mi verdadera necesidad y tener el deseo de abandonar mi
plan por el plan de Dios, que es infinitamente más grande y glorioso.
Por tanto, en el ministerio trabajamos para dar vista a los ciegos, para
revelar la gloria que muchos pasan por alto, y para inspirar asombro
en los corazones que han sido capturados por el asombro horizontal.

LA PROTECCIÓN PERSONAL DEL MINISTERIO

He escrito sobre esto anteriormente, pero es importante enfatizarlo


aquí. Solo el asombro por Dios tiene el poder de protegerme de mí
mismo en el ministerio. Es humillante decirlo, ¡pero tuve que
enfrentar el hecho de que el mayor peligro para mi ministerio era yo
mismo! El riesgo es que la familiaridad me lleve a perder el asombro.
La familiaridad con la gloria de Dios es un regalo maravilloso de la
gracia. Ser llamado por Dios para estudiar los elementos de esa gloria,
meditar en ellos y comunicárselos a otros es un privilegio que va más
allá de lo que puede expresarse. Pero también es muy peligroso porque
rápidamente puedo llenar cualquier vacío en mi corazón con el
asombro por mí mismo.
Lo he observado en mi vida y en la vida de otras personas en el
ministerio. Cuando reemplazamos el asombro por Dios por el asombro
propio nos permitimos hacer cosas en el ministerio que nadie debería
hacer —ser controlador, autoritario, orgulloso, poco enseñable,
defensivo, aislado y crítico. Damos lugar a pensamientos, deseos y
comportamientos que no son bíblicos. Comenzamos a pensar que
somos diferentes de las personas que somos llamados a servir. Nos
permitimos estar por encima de las cosas que enseñamos.
Comenzamos, sutilmente, a pensar en nosotros como graduados de la
gracia. Justificamos nuestro pecado y argumentamos a favor de
nuestra santidad. Enseñamos sobre la gracia, pero no la practicamos
en las reuniones, con el personal de la iglesia o con nuestra familia.
Percibimos las tareas del ministerio como cargas y no como un gozo.
Nos permitimos desarrollar actitudes de amargura y resentimiento
contra aquellos que vemos como nuestros detractores. Predicamos y
enseñamos sobre el amor, pero no somos ejemplos de amor.
¿Por qué sucede todo esto? La respuesta es simple, pero te
perturbará. Sucede porque estamos llenos de nosotros mismos. Hemos
reemplazado el asombro por Dios con el asombro por nosotros
mismos, y la cosecha no es agradable. Pero el asombro por Dios nos
protege de estas trampas. Así es como lo hace:

1. Tu ministerio debe ser moldeado por el temor a Dios. El ministerio


siempre es moldeado por un tipo de temor. Si no es moldeado,
motivado y dirigido por el temor a Dios, será moldeado por el temor al
hombre, el temor a las circunstancias, el temor al futuro, el temor a no
ser verdaderamente llamado, el temor por las tensiones entre la
familia y el ministerio o el temor a las dificultades financieras. Es solo
cuando el temor a Dios haya capturado mi corazón que seré libre de ser
dominado y paralizado por la infinidad de tentaciones en el ministerio.
2. Mientras sirves debes sentirte pequeño, débil e incapaz. Me fue
muy bien en el seminario, así que me gradué con una actitud de “estoy
más que preparado para enfrentar al mundo”. Era arrogante y tenía
una mentalidad de mesías más que de siervo. ¡La ilusión no duró
mucho! Ninguna de las personas a las que fui llamado a servir me veía
como el mesías que creía ser. Cometí casi todos los errores que un
joven pastor puede cometer precisamente porque confiaba demasiado
en mí mismo.
Verás, el asombro por Dios te hará sentir pequeño, y eso es bueno
porque realmente somos así. El asombro por Dios te hará sentir
incapaz para la tarea. Te confrontará con una incapacidad saludable.
Esto no solo produce confianza en la sabiduría, el poder y la gracia de
Dios, sino que también hace que seas humilde, paciente, bondadoso,
apasionado y dispuesto. Cuando seas asombrado por la gloria del
Salvador y de Su cruz, serás conducido a esta cruz para obtener el
carácter y la fortaleza que necesitas para representar al Salvador en la
vida de aquellos que te rodean. No serás tan pronto a justificarte. Serás
pronto a reconocer tu necesidad. Tu obsesión no será ganarte el
respeto de la gente, sino que ellos adoren al Redentor. El temor solo se
vence con temor. Solo el asombro por Dios puede quitarle el poder al
asombro horizontal. El asombro por Dios te pone en tu lugar
correspondiente en el ministerio y te mantendrá ahí. Una vez que
conozcas quién es Dios y aceptes quién eres tú, serás capaz de ministrar
con humildad, esperanza y valor.
3. El ministerio debe ser algo más que solo cumplir con una lista de
tareas. Es muy fácil que el ministerio sea reducido a una serie de tareas
repetitivas. Es fácil perder de vista el cuadro completo. En medio de las
tantas ocupaciones diarias del ministerio, perder de vista al Dios
asombroso a quien servimos es más fácil de lo que pensamos. Es
tentador reducir el ministerio a estrategias de planeación, iniciativas
de presupuesto, desarrollo de liderazgo, administración de la
propiedad y al interminable catálogo de reuniones esenciales. Y
podemos fácilmente olvidarnos de por qué hacemos todo lo que
hacemos. Has sido llamado a hacer que la gloria invisible de Dios sea
visible para las personas que rápidamente pierden de vista la gloria de
Dios y comienzan a buscar otras glorias. No podrías desear ser parte de
algo más importante que esto. Toda nuestra planeación debe ser
alimentada y protegida por una visión de la gloria de Dios. La
adoración, no el éxito ni la obsesión por crecer, debe ser aquello que
impulse todas nuestras decisiones sobre finanzas y propiedades.
Desarrollar líderes no es solo proporcionar conocimiento teológico y
habilidades para el ministerio, sino llamar a las personas a que guíen
con corazones que han sido cautivados por el asombro por Dios. Aquel
que sirve en el ministerio y se despierta cada mañana con la carga que
representa un empleo, y no con el gozo de la gloria asombrosa de Dios,
está en problemas.
4. La guerra espiritual del ministerio tiene todo que ver con el
asombro. La gran batalla incesante en el ministerio no es una lucha por
tiempo, finanzas, liderazgo o estrategia. La gran batalla es una lucha
por el asombro. El miedo a los hombres que se apodera de muchos
hombres en el ministerio, llevándoles a ser tímidos y a negociar sus
creencias, es un problema de asombro. No poder dormir por la
ansiedad que producen las finanzas de la iglesia es un problema de
asombro. Ser gobernado y controlado por tu propio plan para la iglesia
es un problema de asombro. Darle demasiada importancia a la opinión
de las personas es un problema de asombro. Conformarse con la
mediocridad en el ministerio es un problema de asombro. Ser
demasiado dominante o controlador en tu ministerio es un problema
de asombro. Autojustificarse y estar a la defensiva es un problema de
asombro. Vivir aislado, con miedo a ser conocido, es un problema de
asombro. La arrogancia teológica, creer que siempre tienes la razón, es
un problema de asombro. Solo el asombro por Dios puede producir ese
balance entre la humildad y la audacia que caracteriza a un ministerio
exitoso.
5. El asombro por Dios es el único lente que nos permite ver
adecuadamente el éxito y las dificultades del ministerio. Es solo cuando
veo las dificultades inevitables del ministerio a través del lente de la
gloria de la soberanía, la gracia, la sabiduría, el poder, la fe, la plenitud,
la misericordia y el amor de Dios que puedo ver adecuadamente mi
ministerio. Si comparo el tamaño de las dificultades en mi ministerio
con los recursos limitados de mi sabiduría, justicia y fortaleza, estoy
haciendo esa comparación porque me he olvidado del asombro. Esta es
la realidad en la que se lleva a cabo el ministerio: el Dios de gloria
inconcebible, quien me ha enviado, nunca me envía a hacer Su obra sin
acompañarme. Nunca estoy solo en el ministerio, nunca soy
abandonado en el campo de batalla espiritual.
6. Tu estilo de vida en el ministerio siempre revela lo que ha capturado
tu asombro. Es verdad que el ministerio de una persona nunca es
moldeado por el conocimiento, la experiencia o la habilidad, sino por
la verdadera condición de su corazón. Es por esto que todo ministerio
termina exponiendo el corazón. Quizá estoy experimentando tensión
entre mi familia y el ministerio porque mi corazón ha sido capturado
por el asombro del éxito en el ministerio y, al hacerlo, me he
convertido en un adicto al trabajo del ministerio. Esta condición del
corazón significa que cuando tengo que elegir entre el ministerio y la
familia, el ministerio siempre ganará. O quizá mi corazón ha sido
capturado por el asombro por el poder, y el resultado es que soy
dominante y controlador. O podría ser que mi corazón ha sido
capturado por el respeto de los demás y, debido a ello, soy tentado a
negociar con temas en los que Dios me ha llamado a mantenerme
firme. El asombro por algo siempre moldeará tu ministerio. La única
forma de que tu ministerio permanezca protegido es que esté
controlado por el asombro por Dios y Su santa gloria.
7. Finalmente, aquí está la batalla, el gran peligro que acecha desde
las sombras de la vida de cada persona en el ministerio: la familiaridad. La
familiaridad tiende a cegar nuestros ojos y a adormecer nuestros
sentidos. Lo que una vez producía asombro en nosotros ahora apenas
capta nuestra atención. Este es el gran peligro en el ministerio
evangélico. Así que debes comprometerte a mantenerte humildemente
atento. Debes comenzar cada día con tu corazón enfocado en la
asombrosa gloria de Dios y en Su asombrosa gracia transformadora.

Sí, en el ministerio todos enfrentamos una batalla diaria por el


asombro. Pero no estamos solos. El Dios a quien servimos no solo es un
Dios de gracia pasada y futura, sino también de gracia presente. Su
gracia presente hace por ti lo que no puedes hacer por ti mismo; te
rescata de ti mismo. Su gracia te protege de la debilidad y los caprichos
de tus afectos. Su gracia abre ojos ciegos y recaptura corazones
errantes. La verdadera esperanza para todos nuestros ministerios se
encuentra en el celo incansable de Su gracia presente.
4

REEMPLAZO

El mundo nunca quedará hambriento por falta de curiosidades, pero sí por


falta de asombro.
G. K. CHESTERTON3

Simplemente no existe. Es humanamente imposible. Desafiaría la


forma en que fuimos creados. ¿De qué estoy hablando? De la falta de
asombro. Es imposible que alguien viva sin asombro.
Recientemente me convertí en abuelo. Un día, mientras cargaba a mi
nieta de cinco meses, comencé a pensar en el asombro y en su pequeña
vida. Tenía en brazos a una pequeña persona diseñada para el
asombro. Por ahora, lo único que captura su asombro son sus pies.
Dobla sus piernas, se agarra los pies con las manos y después, por
supuesto, se los lleva a la boca —el destino de todo lo que capta su
atención. Pero no tardaremos en ver que su capacidad de asombro
empezará a moldear sus pensamientos, deseos, elecciones, decisiones,
palabras y acciones. Desarrollará un vocabulario de asombro:

“Es que es maravilloso”.


“No puedo creer que haga eso”.
“Si tan solo tuviera _______, entonces sería _______”.
“Sueño con eso todo el tiempo”.
“No se necesita mucho para hacerme feliz; solo dame ________”.
“Cuando crezca, quiero ___________”.
“Me pregunto cómo sería tener ___________”.
“No puedo creer que ella consiguió lo que siempre he querido”.
“Es demasiado increíble, no puedo dejar de pensar en eso”.
“Quisiera poder hacerlo al menos una vez”.

Todas las personas comparten este vocabulario porque, al igual que mi


nieta, fuimos diseñados para el asombro. Sin embargo, este
vocabulario también traiciona un principio espiritual que suele pasar
desapercibido pero que opera en todos nosotros. Es el principio del
reemplazo. Todo pecador rápidamente reemplaza el asombro por el
Creador con el asombro por algo creado. Cuando el apóstol Pablo habla
sobre la maldad del pecado y nuestra necesidad de gracia rescatadora
en Romanos 1, señala que “cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador, quien es
bendito por siempre. Amén” (Ro 1:25).
Veamos la dinámica espiritual aquí. La dinámica del reemplazo
requiere que creamos una mentira devastadora, la mentira de mentiras
que se dijo por primera vez en el jardín del Edén. Es la mentira que
destruye un sinnúmero de vidas, destrozándolas con expectativas
irreales, desilusiones, enojo y desesperanza. Es la mentira que conduce
a la muerte. ¿Cuál es este poderoso y oscuro engaño? Es la creencia de
que la vida puede ser encontrada fuera del Creador. Es la esperanza de
que la verdadera paz espiritual, el descanso, el contentamiento, la
satisfacción y el gozo puedan encontrarse en lo creado. Al creer esa
mentira, Adán y Eva se rebelaron voluntariamente contra la posición y
los mandamientos de Dios. Las Escrituras están llenas de las tristes
historias de desobediencia, violencia, idolatría, envidia, engaño, robo y
asesinato que fueron provocadas por creer esa mentira.
Si los seres humanos fueron creados para vivir asombrados por Dios,
entonces reemplazar ese asombro por otro nunca nos conducirá a nada
bueno. Pero se hace aún más oscuro y personal porque en ese
reemplazo no solo estamos poniendo a la creación en el lugar del
Creador. Es más catastrófico que eso. En el fondo de nuestros
corazones, siempre, de alguna manera, reemplazamos el asombro por
Dios con el asombro por nosotros mismos.
Piensa en Adán y Eva en el momento de la tentación en el jardín.
¿Cuál fue el anzuelo? No fue el olor ni la presentación visual del fruto
prohibido. Génesis 3 nos describe ese anzuelo: “‘Dios sabe muy bien
que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser
como Dios, conocedores del bien y del mal’. La mujer vio que el fruto
del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era
deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió.
Luego le dio a su esposo, y también él comió” (v 5-6). Sí, el fruto era
alimento, y sí, era agradable a la vista, pero lo que la serpiente ofreció
—y lo que Eva deseaba— era en esencia algo diferente a un simple fruto
prohibido. Lo que la serpiente le ofreció a Eva, una criatura de Dios,
fue la esperanza de que podía ocupar el lugar del Creador. Ella podría
ser como Él. Ella podría tener sabiduría que no dependiera de Él. Ella
podría ser el centro de todas las cosas. Ella podría conocer y
experimentar la gloria que solo le pertenece a Dios. Adán y Eva no solo
deseaban el fruto prohibido; deseaban la posición de Dios.
Esto es lo que el pecado nos hace a todos. En el fondo, y muchas
veces de forma desapercibida, el pecado reemplaza la adoración a Dios
con la adoración a uno mismo. Reemplaza la sumisión con el
autogobierno. Reemplaza la gratitud con exigencias. Reemplaza la fe
con la autosuficiencia. Reemplaza el gozo vertical con la envidia
horizontal. Reemplaza el descanso en la soberanía de Dios con una
búsqueda de control personal. Vivimos para nuestra propia gloria.
Establecemos nuestras propias reglas. Pedimos que los demás se
ajusten a nuestros propósitos.
Maldecimos a todo lo que se interponga en nuestro camino. Odiamos
tener que esperar. Nos enojamos cuando no obtenemos lo que
deseamos. Contraatacamos cuando creemos que nos han ofendido.
Hacemos todo lo posible por satisfacer nuestros deseos. Pensamos
demasiado en nuestro placer. Envidiamos a quienes tienen aquello que
creemos merecer. Nos molestamos cuando creemos que no nos toman
en cuenta. Detestamos todo tipo de sufrimiento. Manipulamos a otros
para nuestro beneficio. Intentamos escalar a puestos de poder y
control. Estamos obsesionados con conseguir lo mejor para nosotros.
Exigimos más de lo que servimos y tomamos más de lo que damos.
Deseamos ser primeros y odiamos ser últimos. Le damos demasiada
importancia a tener la razón y a ser contemplados. Se nos hace más
fácil juzgar a quienes nos han ofendido que perdonarlos. Requerimos
que la vida sea predecible, satisfactoria y fácil. Hacemos todas estas
cosas porque estamos llenos de nosotros mismos, asombrados más por
nosotros mismos que por Dios.
A esto es que Pablo se refiere cuando escribe que Cristo “murió por
todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que
murió por ellos y fue resucitado” (2Co 5:15). Aquí vemos nuevamente el
gran reemplazo. Es lo que el pecado nos hace a todos; ya no vivimos
para Dios, vivimos para nosotros mismos. Los miles de defectos en la
humanidad son el fruto de una sola cosa: asombro. Cuando
reemplazamos el asombro vertical por Dios con el asombro por
nosotros mismos, todas nuestras relaciones horizontales son afectadas.
LA ANGUSTIA DEL REEMPLAZO

Lo vemos de mil formas cada día. Si te detienes a escuchar, descubrirás


que el lenguaje universal de los pecadores en este mundo caído es la
queja. Cuando estás en el centro, cuando te sientes merecedor de todo,
cuando tus deseos dominan tu corazón y cuando realmente todo se
trata de ti mismo, tendrás mucho de qué quejarte. Es asombroso que
para nosotros es mucho más natural la queja que el agradecimiento, la
murmuración que la alabanza. Hablamos mucho más acerca de lo que
queremos que de lo que se nos ha dado. Piensa en cuánto comparamos
lo que tenemos con lo que otros tienen y lo poco satisfechos que
estamos la mayor parte del tiempo. Si te tomas el tiempo de escuchar a
los demás, notarás que el zumbido de la queja suele ser más común que
la melodía del agradecimiento. Verás, nuestro problema no es
principalmente la queja. No, tenemos un problema de asombro que
resulta en una vida de insatisfacción personal y queja. Cuando el
asombro por uno mismo reemplaza el asombro por Dios, la alabanza
será escasa y la queja abundante.
El asombro está detrás de muchas de nuestras luchas como humanos.
Pedro estaba decepcionado. Tenía años soñando con ese puesto de
trabajo. Había hecho todo lo necesario. Llegó a conocer a las personas
correctas. Jugó bien sus cartas, pero el ascenso le tocó a otro. En su
decepción, solo podía pensar en renunciar. No permitiría que lo
trataran de esta forma. Ahora tiene dieciocho meses sin trabajo y no
sabe qué hacer.
Laura estaba tan dolida. Había sido una amiga fiel. Había apoyado a
Susana una y otra vez. Ella la consideraba como una hermana. Como
hija única, estaba tan contenta de finalmente tener a una “hermana”
en su vida. El pensamiento de ser amigas por siempre le hacía sonreír
—hasta que Susana le dijo que se mudaría. Susana sabía desde hace seis
meses que se mudaría y nunca se lo dijo. Cuando Laura se enteró, el
cuarto de Susana ya estaba vacío. Ella sintió que no podía respirar y se
rehusó a abrir su corazón a alguien más. Después de diez años, sigue
preguntándose qué habrá pasado con Susana.
Jorge estaba tan enojado. Quería golpear la pared. No iba a permitir
que alguien lo irrespetara de esa manera, especialmente su propio hijo.
No podía esperar a que su hijo llegara a casa para hacerle pagar por esa
falta de respeto. “Mi casa, mis reglas y mi reputación”, se repetía Jorge
a sí mismo mientras esperaba a su hijo.
“Podría morir hoy y nadie lo notaría”, se quejó Caleb. Deprimido y
solo, todo lo que quería era morirse. “¿Por qué no me pasa nada
bueno? ¿Dónde están todos los amigos que tenía? ¿Vale la pena vivir?
Tengo cuarenta y dos años, tengo un trabajo pésimo y vivo con mis
padres —¡qué vida! Despierto cada mañana sin poder encontrar una
razón para vivir. Quisiera simplemente dejar de respirar”.
No creía que fuera mucho pedir: “Solo permite que mi vida sea fácil
y al menos un poco predecible. Si tuviera eso, estaría satisfecho”.
Héctor estaba tan frustrado. Parecía que todo le salía mal. Por cada
paso que daba hacia adelante era lanzado tres pasos hacia atrás. “No
puedo más con esto. Solo quiero que las cosas me salgan bien”, gritaba
lleno de frustración.
Ella solía disfrutar sus salidas con Ana, pero cada vez era más
complicado. Se habían casado al mismo tiempo. De hecho, habían
considerado tener una boda doble. Cuando se reunían, Ana hablaba de
lo maravilloso que era su matrimonio. Pero el matrimonio de Emilia
no había producido la felicidad que ella había esperado. Emilia no
podía controlar la envidia que sentía. ¿Por qué le había tocada a Ana
vivir lo que ella siempre había soñado? Emilia comenzó a buscar
excusas para no reunirse con Ana. Todo le parecía muy injusto.
Manuel solo quería ser aceptado. Anhelaba formar parte del grupo de
atletas de la preparatoria, ya que ellos parecían ser el centro de
atención donde quiera que iban. Él le daba demasiada importancia a
cómo este grupo lo trataba, aunque no se percataba de que ellos lo
sabían. Ellos tenían el poder para alegrarle el día o arruinárselo. Y su
miedo a nunca ser aceptado lo ponía nervioso e intranquilo cuando
estaba cerca de ellos, provocando que hiciera cosas estúpidas y
vergonzosas. Cuanto más se enfocaba en ganar su aceptación, más
imposible le parecía.
Juan era el llanero solitario por excelencia. No confiaba en nadie. No
se mostraba vulnerable ante nadie. No le daba a nadie la oportunidad
de aprovecharse de él. Lo habían herido en muchas ocasiones y no
permitiría que le volviera a suceder. Vivía siempre a la defensiva y tras
murallas emocionales impenetrables. No se unía a ningún grupo ni
tenía amigos, y eso le gustaba. No necesitaba a nadie en su vida.
Liz era la desesperanza en persona. Había buscado vida en todas
partes, pero esa búsqueda había sido inútil. Se involucró en un
sinnúmero de actividades y formó parte de incontables grupos, sin
embargo, encontró más dolor que bendiciones. A Liz le faltaba
motivación para hacer cualquier cosa, y tenía que obligarse a
levantarse cada mañana para ir al trabajo. Hace años que había
renunciado a la iglesia. Más de una vez se dijo a sí misma: “Si la vida
existe, no la he encontrado, y estoy cansada de seguir buscando”.
Consumido por la ira, decidió hacer un pequeño ajuste de cuentas.
Rick estaba lleno de venganza. Razonó que no hay nada más
importante que la justicia. Estaba determinado a enderezar lo torcido,
por más pequeño o grande que fuera el asunto. Cuando se trataba de la
justicia, él argumentaba que no podías depender de nadie más; uno
mismo tenía que encargarse de que se llevara a cabo de alguna forma.
Y eso es lo que haría.

EL PROBLEMA DEL ASOMBRO EN ACCIÓN

A primera vista las historias de estas personas parecen muy diferentes,


pero aunque difieren en algunos aspectos, cada una de sus luchas
resultan de un mismo problema básico. Su lucha principal no es con
las personas, las situaciones o los lugares en sus vidas. No, sus
decepciones con las personas, las situaciones o los lugares hacen que
esas emociones broten porque todos sufren de un problema mayor: un
problema de asombro. Permíteme capturar su lucha con algunos
principios.

1. Tu vida emocional siempre es una ventana hacia lo que ha


capturado tu asombro. Es muy claro que tus emociones siempre revelan
los verdaderos pensamientos, motivaciones, deseos, anhelos,
esperanzas y sueños de tu corazón. Debido a que este es el caso,
también es cierto que tus altibajos emocionales, tu gozo y tu dolor
estarán conectados y fluirán de lo que ha capturado tu asombro. Si
vivo asombrado por la abundancia, celebraré cuando llegue el éxito
financiero y me derrumbaré ante las pérdidas económicas. Es solo
cuando mi corazón sea capturado por un asombro mayor al asombro
por las cosas creadas que podré ser libre de la montaña rusa emocional
y tener paz y descanso duraderos en mi corazón. Puedes ver esto
claramente en las historias anteriores.
2. Olvidar el asombro siempre nos lleva a reemplazar el objeto de
nuestro asombro. Los breves relatos que vimos también demuestran el
principio del reemplazo que estamos tratando en este capítulo. De
alguna manera u otra, cada una de esas personas reemplazó el asombro
por Dios con el asombro por otra cosa. Ellos ataron el deleite y la
satisfacción de sus corazones a cosas en lugar de a Dios. El problema es
que ellos no lo saben, porque esto rara vez sucede a un nivel teológico
formal. Puede que su teología ponga a Dios en el centro, pero entre
domingo y domingo viven como si Dios no existiera, esperando ser
asombrados por una experiencia con lo creado. Ellos están heridos,
enojados, celosos y frustrados no solo porque la vida no ha resultado
ser como ellos deseaban, sino porque el reemplazo del objeto de su
asombro ha provocado que esa decepción sea una realidad aún más
desalentadora para ellos.
3. Reemplazamos el asombro vertical con la adicción horizontal.
Estoy profundamente persuadido de que, mucho más frecuentemente
de lo que imaginamos, la verdadera adoración es reemplazada por la
obsesión. Cuando mi corazón ha sido cautivado por la asombrosa
gloria y completa inmutabilidad de Dios, cuando vivo constantemente
asombrado por Dios, no tengo que estar buscando vida cada día. El
asombro vertical le da paz a mi corazón, descanso a mi alma,
produciendo contentamiento y satisfacción.
El asombro horizontal es obsesivo y adictivo porque las cosas que
busca no tienen la capacidad de proporcionar lo que solo Dios puede
dar. En el mejor de los casos, el placer que producen estas cosas es
corto, y eso me lleva a volver a ellas una y otra vez, lo que a su vez me
hace buscarlas todo el tiempo. Y ya que nunca me satisfacen por
completo, necesito más y más para obtener el placer que busco. Debido
a que el mundo físico y creado nunca me salvará, no puede proveerle
descanso duradero a mi alma. Como vimos, ninguna de las personas en
las historias relatadas tiene paz en su corazón.
4. Rápidamente reemplazamos el asombro por Dios con el asombro
por nosotros mismos. Olvidarme del asombro vertical siempre termina
colocándome en el centro de las cosas. Realmente hace que la vida gire
alrededor mío. El asombro por Dios significa que vivo sabiendo que
existe una historia más grande que mi propia historia. El asombro por
Dios significa que existe un Reino mayor que mi propio reino
unipersonal. Cuando estoy asombrado por Dios soy consciente de que
Él tiene un plan más grande y mejor que los planes que tengo para mí
mismo. El asombro por Dios me hace humilde. Me pone en mi lugar.
Me recuerda que soy pequeño, que debido a que soy una criatura de
Uno que es infinitamente más grande que yo, esto no se trata de mí.
Olvidar al asombroso y glorioso Dios que creó todas las cosas y las
sostiene por el poder de Su magnífica voluntad, siempre me pondrá a
mí en el centro. Esto significa que ninguna historia será más
importante que mi historia. Mi principal preocupación será sentirme
bien todo el tiempo. No tendré otro interés más que mi propia
satisfacción y comodidad. Pediré que la vida me sirva, que se someta a
mis intereses y me conceda lo que deseo. Esta perspectiva me
garantizará una vida de grandes decepciones. Y no solo eso, también es
una forma necia de vivir. No soy el centro de las cosas. El mundo no
hará mi soberana voluntad. Dios no me ofrecerá Su asombroso trono.
El asombro por uno mismo y la adoración a uno mismo están detrás de
toda conducta autodestructiva.
5. Solo la gracia puede devolvernos nuestro asombro por Dios. La
dinámica del reemplazo del asombro, cuando el asombro por Dios es
rápidamente reemplazado con el asombro por uno mismo, solo puede
conducirnos a un lugar: a la cruz del Señor Jesucristo. Verás, el
problema no es que vivamos en un mundo de cosas asombrosas. No,
nuestro problema es interno y personal. El pecado nos hace desear lo
que solo Dios tiene. El pecado nos lleva a querer la posición que solo le
pertenece a Él. El pecado nos convierte en personas demasiado
comprometidas con nuestros propios planes, que trabajan demasiado
para establecer su propia soberanía. El pecado provoca que queramos
escribir nuestras propias reglas y seguir nuestro propio camino. El
pecado hace que nos enfoquemos obsesivamente en cómo nos
sentimos, en cómo nos sentimos por como nos sentimos, y en qué
creemos que necesitamos para cambiar la forma en que nos sentimos.
El pecado hace que todos nos olvidemos de Dios, y eso nos lleva a ser
adictos al mundo creado. Vivimos como adictos desesperados,
centrados en nosotros mismos, infelices, exigentes y desilusionados.
La Caída no solo afectó nuestra vida espiritual. No, también
perdimos gran parte de nuestra humanidad. Ningún ser humano fue
creado para vivir de esta manera. Este tipo de comportamiento es
irracional y autodestructivo. De hecho, la Biblia llama necias a las
personas que viven de esta manera (Sal 14). El problema es que todos
los pecadores reemplazan a Dios con algo. Es tan natural e intuitivo
para nosotros como respirar. Ponernos en el centro de nuestro
asombro es el ADN del pecado.
Este patrón humano de reemplazar el asombro por Dios con el
asombro por nosotros mismos nos recuerda como el AE ha corrompido
profundamente nuestros corazones y el mundo en que vivimos. El AE
es la principal causa de las malas decisiones, la disfunción familiar, la
necedad, la violencia, la venganza, la idolatría, los celos, la codicia, la
inmoralidad, el materialismo, el hambre de poder, el descontento y el
egoísmo en el mundo. El AE es la plaga hereditaria y contagiosa que
carcome el corazón de todos los que existimos. Nadie ha logrado
librarse, y nadie ha descubierto una forma de ser inmune a ella.
Nuestra locura es el resultado de este reemplazo del asombro. Cuando
nos ponemos en el centro de la historia, no solo nos rebelamos contra
Dios, sino que nos convertimos en un peligro para nosotros mismos y
para los demás. Y debido a que somos nuestro mayor problema, somos
incapaces de ayudarnos a nosotros mismos.
Más aún, si nuestro verdadero problema es este reemplazo del
asombro, entonces teológicamente hablando es absurdo pensar que la
ley puede librarnos. ¿Qué conjunto de reglas puede destruir nuestra
esclavitud hacia nosotros mismos o nuestra tendencia a poner a la
creación donde solo el Creador debe estar? ¿Qué conjunto de reglas
puede devolvernos el asombro y la adoración? La ley puede revelarte si
te has puesto en el centro de la historia, pero no tiene poder para
volver a poner a Dios en el trono de tu corazón. Somos confrontados
por la necedad de pedirle una y otra vez a la ley que haga lo que solo la
gracia puede lograr.
Ningún método humano puede arreglar nuestras tendencias de
reemplazo. Ningún conjunto de leyes nos librará. Ninguna perspectiva
social o política nos liberará. Hemos conocido al enemigo, y somos
nosotros mismos. No tenemos el poder necesario para vencer. Nos
vamos a olvidar de Dios. Lo vamos a reemplazar con algo o con alguien.
Nos vamos a poner en el centro. Debido a ello, viviremos vidas
insatisfactorias, egoístas e inmorales en el más amplio sentido de la
palabra. Y seremos un peligro para nosotros mismos y para los demás,
porque solo podremos ponernos a nosotros mismos y a los demás en
nuestros lugares correspondientes cuando Dios esté en Su lugar.
Por eso tuvo que venir Jesús. La ley no era suficiente. La teología
revelada en las Escrituras no era suficiente. Reyes, jueces y profetas no
fueron suficientes. Necesitábamos un medio a través del cual Dios
pudiera perdonarnos por ser ladrones de asombro y liberarnos de
nuestra esclavitud. Y este medio no podía pasar por alto la santidad de
Dios y Su justicia. Ese medio fue el Señor Jesucristo. Él vino y vivió
perfectamente para poder ir a la cruz como el Cordero sin mancha. Él
murió voluntariamente, satisfaciendo las justas exigencias de Dios.
Resucitó, derrotando así el poder que el pecado y la muerte tenían
sobre nosotros. Y una parte del por qué Cristo hizo esto fue para
devolvernos el asombro, para que vivamos para Él y celebremos Su
asombrosa gloria, no solo ahora, sino para siempre.
Así que tenemos solo una esperanza, una sola Roca sobre la cual
podemos estar firmes, y esa Roca es Jesucristo. Es solo cuando
admitamos que nuestros corazones son caprichosos e inconstantes que
podremos buscar y aferrarnos a la gracia perdonadora,
transformadora, rescatadora y liberadora de Jesús. Mientras más
neguemos lo errantes que son nuestros corazones, más estaremos
menospreciando la gracia que es nuestra única esperanza en la vida y
en la muerte.
Cuando aceptes humildemente las malas noticias de nuestro
asombro equivocado, entonces buscarás y celebrarás las buenas
noticias de la gracia de Dios. Gracias a la obra de Cristo, esa gracia está
a tu disposición.
5

AMNESIA

No existe brizna de hierba ni color alguno en el mundo que no haya sido


creado para el gozo del hombre.
JUAN CALVINO4

Es el peor tipo de ceguera. Es la capacidad física para ver sin la


capacidad espiritual para realmente observar lo que has visto. Es la
capacidad de mirar las maravillas, las cosas diseñadas específicamente
para producir asombro en ti, y ya no ser asombrado por ellas. Es el
triste bostezo ante la gloria.
Recuerdo haber llevado a mi hijo más pequeño a una de las galerías
nacionales en Washington, D. C. Al acercarnos, yo estaba muy
emocionado por todo lo que veríamos. Él definitivamente no estaba
emocionado. Pero yo sabía que una vez que estuviéramos adentro
quedaría maravillado y me agradecería por haberlo llevado. Resulta
que no le asombró lo que vio; ni siquiera le prestó atención. Vi cosas
tan hermosas que hasta estuve a punto de llorar. Él bostezaba y se
quejaba cuando pasábamos de una exhibición a otra. Yo me
emocionaba con cada sala que visitábamos, pero cada vez que
entrábamos en una nueva exhibición, él me rogaba que nos saliéramos.
Estaba rodeado de gloria, pero no la apreciaba. Estaba parado en medio
de maravillas, pero estaba aburrido. Sus ojos funcionaban, pero su
corazón estaba ciego. Él veía todo, pero a la vez no veía nada.
Tristemente, a pesar de que Dios ha diseñado el mundo en el que
vivimos para mostrar Su gloria, muchos de nosotros vivimos de esta
manera cada día. De la misma forma en que un telescopio te muestra
las estrellas y las magnifica para que puedas ver su gloria iluminante,
así la tierra enfoca nuestros ojos en Dios y magnifica Su gloria para que
podamos asombrarnos. Cada vista, sonido, color, textura, sabor y
sensación del mundo creado tiene la intención de mostrarte Su gloria.
Todo aquello que es poderoso está diseñado para mostrar gloria.
Ninguna belleza creada es un fin en sí misma. Ninguna maravilla física
existe de forma aislada. Nada de lo que es, simplemente es. Todo existe
con un propósito grandioso —un propósito vertical.
Las glorias del mundo físico no reflejan la gloria de Dios por
casualidad. No, Dios fue muy específico y cuidadoso al diseñar un
mundo físico que lo reflejara, es decir, que mostrara Su gloria. Como el
técnico fabrica el lente del telescopio para obtener la mayor claridad y
amplificación, así Dios creó este mundo de tal forma que hiciera visible
Su gloria. Dios creó cada pez, piedra, flor, ave, nube, árbol, mono y
hoja para mostrar Su gloria, pues nuestro amoroso Creador sabe cuán
ciegos podemos estar.
Presta atención a lo que estos pasajes dicen sobre la forma en que
Dios diseñó el mundo creado:

Los cielos cuentan la gloria de Dios,


    el firmamento proclama la obra de Sus manos.
Un día transmite al otro la noticia,
    una noche a la otra comparte su saber.
Sin palabras, sin lenguaje,
    sin una voz perceptible,
por toda la tierra resuena su eco,
    ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!
Dios ha plantado en los cielos
    un pabellón para el sol (Sal 19:1-4).

Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso;


    toda la tierra está llena de Su gloria (Is 6:3).

… lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos,


pues Él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del
mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, Su eterno poder
y Su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que Él
creó, de modo que nadie tiene excusa (Ro 1:19-20).

También podemos ser increíblemente olvidadizos. Aprendemos cosas


que pronto nos parecen recuerdos distantes, teniendo poco efecto en la
forma en que nos vemos a nosotros mismos y en que vivimos nuestras
vidas. Las personas hacen cosas maravillosas por nosotros, pero
olvidamos su bondad con tanta rapidez que ni siquiera les escribimos
una nota de agradecimiento. Aprendemos cosas sobre nuestra historia
familiar, cosas que explican quiénes somos y por qué hacemos lo que
hacemos, pero fallamos en recordarla y nos hacemos las mismas
preguntas que ya habían sido contestadas. Nos olvidamos de los viejos
amigos. Los eventos del pasado se escapan de nuestra memoria. Las
preocupaciones del presente dominan nuestras mentes, dejándonos
con poca energía mental para recordar lo que sucedió algún tiempo
atrás. De hecho, muchos de nosotros hemos olvidado completamente
una increíble historia que no solo nos define a nosotros mismos sino
que le da sentido a cada aspecto de la vida. Así que o vivimos vidas
errantes, o trabajamos para ser los autores de nuestra propia historia,
forzándola para que vaya en la dirección que deseamos. Al hacerlo,
tratamos de hacer lo que no podemos y de obtener lo que nunca
conseguiremos.
Debido a nuestra amnesia, Dios ha creado al mundo físico para
ayudarnos a recordar diariamente que no estamos solos, que no somos
el centro de las cosas, que la vida no trata principalmente de nosotros y
que existe una historia más grande que nuestras pequeñas historias
individuales. Las cosas físicas tienen la intención de recordarnos la
grandeza y la gloria de Aquel que creó todas esas cosas, las puso en
movimiento y las sostiene por el asombroso poder de Su voluntad.
Estos pequeños y constantes recordatorios no son casualidad. Dios los
ha puesto cuidadosamente en la creación para protegernos de nuestra
amnesia.
El padre terrenal es un recordatorio dado por Dios para señalarnos la
gloria del Padre celestial. El pastor es un recordatorio del cuidado de
Dios por Sus hijos. La nieve es un recordatorio de la pureza y la
santidad del Señor. La tormenta es un recordatorio del poder y de la ira
de Dios. Cada amanecer es un recordatorio de la fidelidad de Dios.
Estamos literalmente rodeados de recordatorios de la presencia, el
poder, la autoridad y el carácter de Dios porque Él ha diseñado las
cosas creadas para que sirvan de recordatorios. Él conoce lo prontos
que somos a olvidar y cuán vital es que recordemos, así que puso
recordatorios en toda Su creación.
Pero incluso con todo esto, tenemos la tendencia a ser ciegos y
olvidadizos. Nada bueno puede resultar cuando se combinan la ceguera
y la amnesia, y eso es precisamente lo que el pecado hace en nosotros.
Nos ciega y adormece nuestros corazones. Todos tenemos la capacidad
de observar al mundo que nos rodea sin contemplar a Dios.
Disfrutamos las glorias de la creación, pero fracasamos en recordar al
Creador. Dios hizo al mundo para que encendiera y estimulara el
asombro en nosotros. Al encontrarnos con el mundo físico cada día,
deberíamos maravillarnos por esos aspectos de la gloria de Dios que
nos señala, pero no lo hacemos.
De hecho, muchos de nosotros vivimos aburridos y faltos de
inspiración. Tenemos todas las razones para vivir asombrados por la
gloria de Dios, pero en la práctica solemos vivir como ciegos
amnésicos, y muchos de nosotros ni siquiera nos percatamos de ello.
Pensamos que vemos muy bien y que recordamos lo que es importante,
pero no es así. Esta amnesia ciega nos lleva a perder nuestro asombro
vertical y, por tanto, nuestra capacidad de asombro es secuestrada por
otras cosas. Me gustaría examinar contigo los síntomas de nuestra
amnesia y luego considerar qué tipo de ayuda necesitamos y dónde la
podemos encontrar.

NUESTRA AMNESIA CIEGA

Así que ¿cuáles son los síntomas de nuestra amnesia ciega? Aquí te
propongo algunos:

1. Egocentrismo. He escrito mucho sobre esto. Puedes observarlo


en el berrinche de un bebé, en la rebelión de un niño, en las exigencias
de un adolescente, en los caprichos de una novia y en las quejas de un
anciano. Si no vives asombrado por Dios, solo vives para tus
propósitos. Todo se reduce a tus deseos, tus necesidades y tus
sentimientos. Estarás obsesionado con tu felicidad. Percibirás a las
demás personas como obstáculos en tu camino. La disfunción
caracterizará cada aspecto de tu vida porque estás en un lugar en el que
no fuiste creado para estar: en el centro de todo. ¿Tiendes a enojarte
cuando la vida no funciona conforme a tu plan?
2. Exigencias. Si la vida ya no se trata de Dios sino de ti, entonces
tu estilo de vida probablemente estará caracterizado por el lenguaje de
“yo merezco _______” o “tengo derecho a _________”. Vivir asombrado
por Dios significa que eres motivado por Su voluntad y Su honor.
Cuando ese asombro falta, vives en búsqueda de lo que crees necesitar
y merecer. Así es como esto opera. Una vez que piensas merecer algo,
considerarás que es correcto exigirlo y juzgarás el amor de Dios y de las
personas por su disposición a darte lo que crees merecer. Así que gran
parte de nuestro enojo con las personas y nuestra decepción hacia Dios
provienen de una mentalidad sin asombro que produce un estilo de
vida exigente. ¿En qué áreas tiendes a ceder al estilo de vida de “yo merezco
_______”?
3. Descontento. Si la amnesia del asombro te ha puesto en el
centro de tu mundo y te ha convencido de que mereces cosas que
realmente no mereces, siempre lucharás con el descontento. Las
personas en tu vida no están ahí solo para hacerte feliz. El mundo que
te rodea no fue creado para cumplir tus deseos. La vida simplemente
no funcionará de acuerdo a tu plan personal. Las cosas no terminan y
comienzan de acuerdo a tus deseos. El verdadero contentamiento, el
que permanece, siempre proviene de vivir por algo más grande que tú.
Un contentamiento firme que puede soportar las tormentas de la
dificultad y la necesidad siempre surge de un corazón que adora a Dios.
Cuando el placer más motivante en mi vida es el placer por Dios,
entonces estaré contento incluso en circunstancias que regularmente
provocarían quejas. Solemos estar demasiado descontentos gran parte
del tiempo, no porque tengamos un problema de necesidad, sino
porque tenemos un problema de asombro. Sé honesto en este momento:
¿dirías que tu estilo de vida refleja contentamiento?
4. Disfunción en las relaciones. Todos experimentamos maldad,
crítica, dolor, ira, desilusión, venganza y amargura de alguna forma u
otra en nuestras relaciones, y gran parte de esto tiene que ver con
nuestra amnesia del asombro. Debido a que no conectamos
funcionalmente nuestras vidas, propósitos, esperanzas, gozos,
identidades y satisfacciones a la asombrosa gloria de Dios, buscamos
que otras personas hagan por nosotros lo que no tienen la capacidad de
hacer. Queremos que sean nuestros hijos quienes nos provean
identidad y que nuestros cónyuges sean nuestros salvadores
personales. Queremos que nuestros amigos nos hagan sentir bien y que
nuestros jefes nos den una razón para levantarnos cada mañana.
Debido a que el asombro por Dios no llena nuestros corazones,
ponemos a las personas donde solo Dios debería estar y, debido a que
las personas están en una posición que no deben ni pueden ocupar,
siempre nos decepcionan. Así que tenemos expectativas y exigimos
para luego terminar desilusionados y heridos. Nos enojamos y nos
vengamos para luego encontramos en un ciclo interminable de
expectativas poco realistas y desilusiones relacionales. Los que nos
rodean solo podrán ocupar un lugar adecuado en nuestras vidas
cuando Dios ocupe Su lugar en nuestros corazones. ¿De qué formas
podrías estar pidiéndole a otros que te den cosas que nunca serán capaces de
darte?
5. Control. Una de las cosas más asombrosas y gloriosas que la
Biblia dice sobre Dios es que Él gobierna todas las cosas. Hechos 17:24-
28 incluso dice que Él determina el lugar exacto en el que cada uno de
nosotros vivirá y la cantidad exacta de años que estaremos sobre esta
tierra. ¡Dios hace esto para cada persona que existe, cada persona que
ha existido y cada persona que existirá! Decir que Dios es soberano
significa que ninguna situación, ningún lugar y ninguna relación se
escapa de Su gobierno sabio y cuidadoso. Él ya gobernaba desde antes
del origen de este mundo y gobernará después de que este mundo se
esfume. Fuimos creados para vivir en asombro y adoración ante Su
eterna e inamovible soberanía sobre todo lo que existe.
Pero la amnesia vertical te impedirá que descanses en el control de
Dios y provocará que quieras tomar el control. Desearás tener cada vez
más poder y confiar en tu propia sabiduría. No descansarás en el hecho
de que la voluntad de Dios se cumplirá; intentarás ejercer tu propia
voluntad sobre las personas, los lugares y las cosas. Intentarás
controlar aquello que no puedes controlar, lo cual te llevará a
frustrarte y a ser intimidado por las personas que intentan controlarte.
Verás, luchas con el control no porque tengas principalmente un
problema de control, sino porque tienes un problema de asombro.
¿Cuándo temes por falta de control o intentas tomar el control sobre cosas
que realmente no puedes controlar?
6. Temor. Tal como mencioné anteriormente, lo único que tiene el
poder para derrotar al temor es el temor. Es solo cuando el temor a
Dios gobierne tu corazón que serás libre de todos los pequeños temores
en la vida que quieren acabar con tu corazón. Cuando vives en un
asombro reverente ante la magnitud del poder y la autoridad de Dios, y
eres maravillado por el hecho de que Él ejerce Su poder para Su gloria
y tu bienestar, entonces puedes ser libre de todas las ansiedades que te
intimidan y te roban el gozo.
Creo que somos motivados por el miedo, las preocupaciones y la
ansiedad mucho más de lo que nos percatamos. Tendemos a tomar
decisiones y realizar acciones motivados por el temor, no por la
valentía que nos da la fe. La valentía no proviene de confiar en ti
mismo, en otras personas o en tus circunstancias. Todas estas cosas te
fallarán. La valentía proviene del asombro ante la majestad de Dios, de
ese temor reverente que se apodera de tu corazón cuando eres
confrontado con Su santa grandeza. Debido a tu asombro por quién es
Dios y a la certeza de que Él vive en ti y nunca te abandonará, no temes
a las personas, a los lugares o a las situaciones. ¿En qué circunstancias
crees que el temor condiciona tus respuestas a las personas o a las
situaciones de la vida?
7. Ira. Cuando comencé a aconsejar de manera regular, una cosa
que me sorprendió fue percatarme de que muchos estaban enojados
con Dios. No sabían que estaban enojados con Dios, o sea que eso no
fue lo que los llevó a buscar ayuda, pero cuando comenzaban a hablar
de Dios describían a un “Dios” que yo no conocía. Describían a un
“Dios” diferente al de la Biblia. El “Dios” que ellos describían era
distante, caprichoso, infiel, e iracundo. Su “Dios” carecía de amor,
misericordia y gracia.
Al principio pensé que tenían un problema teológico. Pensé que
habían recibido una mala enseñanza. Pero al escucharlos con más
cuidado, me percaté de que su problema con la ira no era
principalmente un problema teológico; era un problema de asombro.
Eran personas que habían perdido su asombro y, por tanto, se habían
colocado en el centro de su pequeño mundo, enojados porque Dios no
les había ayudado. Estaban enojados porque la vida era complicada.
Estaban enojados porque las personas que los rodeaban eran
imperfectas. Estaban enojados porque sus cuerpos no siempre estaban
saludables y porque el mundo no funcionaba como ellos deseaban. Su
perspectiva de la bondad de Dios era directamente proporcional a su
propia experiencia de felicidad. No veían a Dios como un Señor de
asombrosa gloria; en su teología funcional, lo redujeron a un conserje
divino. Su trabajo era asegurarse de que todos sus días fueran buenos.
Era el mesero divino que les servía la buena vida en Su bandeja divina.
Aquí está la realidad: la mayoría de las personas que están enojadas
con Dios están enojadas con Él por ser Dios. No están enojadas porque
Él incumpla Sus promesas. Están enojadas porque Él no les da lo que
anhelan, esperan o exigen. Cuando el asombro por nosotros mismos
reemplaza el asombro por Dios, Él deja de ser tu Señor y es reducido a
un sirviente. ¿Qué cosas en tu vida te llevan a sentirte enojado con Dios?
8. Envidia. Piensa conmigo por un momento. ¿Cuál es la causa de
la envidia? La envidia no es un problema de necesidad, no es un
problema de desigualdad y, sin duda, no es un problema de parcialidad
de parte de Dios. La envidia es un problema de asombro. Cuando soy
asombrado por la grandeza de Dios, cuando soy maravillado por Su
santa justicia y misericordia, y cuando me impresiona el pensamiento
de que los caminos del Señor son justos y verdaderos, entonces soy
capaz de vivir una vida con contentamiento y agradecimiento. Pero
cuando mi capacidad de asombro se ha reducido al tamaño de mis
deseos o al tamaño de las glorias del mundo creado, viviré comparando
lo que soy, lo que tengo y lo que he experimentado con lo de mi
prójimo. Lucharé con las bendiciones que otros disfrutan. Lucharé por
estar satisfecho y siempre estaré atormentado por la pregunta de por
qué otros disfrutan lo que yo nunca he tenido. ¿En qué áreas sueles
luchar con la envidia en tu corazón?
9. La obsesión con el trabajo. El asombro y el descanso están
íntimamente ligados. Debo vivir con el pensamiento de que Dios
gobierna todas las cosas para el bien de Sus hijos, que Él ha prometido
saciar todas nuestras necesidades y que Él es la verdadera definición de
todo lo que es bueno, correcto, sabio y verdadero. Siempre que haga
esto, no intentaré cargar el mundo sobre mis hombros. Dios me ha
llamado a trabajar, pero me ha prometido proveer. Dios me ha llamado
a criar a mis hijos sabiamente, pero solo Él puede moldear sus
corazones y darles fe. Dios me ha llamado a ser un buen administrador
de lo que me ha provisto, pero Él controla las fuerzas externas con las
que debo interactuar para hacerlo. Aunque nos cueste reconocerlo, es
posible que la causa principal de esta obsesión con el trabajo sea la
búsqueda de nuestra propia gloria. Cuando no estamos contemplando
la grandeza de Dios y esta no está llenando nuestros corazones,
viviremos como si todo dependiera de nosotros, siempre trabajando
más e intentando con más fuerzas. El asombro te permite disfrutar los
días de reposo. ¿Está tu agenda demasiado llena? ¿Estás trabajando
demasiado?
10. Agotamiento. Vivir con un asombro atrofiado conduce a una
vida de agotamiento. Todo lo que hemos considerado en esta lista de
síntomas te dejará preocupado y con deseos de renunciar a este ciclo
interminable. He conocido a muchos cristianos exhaustos y, a medida
que he escuchado sus historias, he concluido que su problema
principal no es que su agenda esté llena, sino que tienen es un
problema de asombro. Permíteme decirlo de esta manera: tienen un
problema de gloria y gracia. Si pierdes de vista la incalculable gloria de
Dios, vivirás como un rey en lugar de confiar en el Rey, y pondrás sobre
tus hombros cargas que solo puede llevar ese Rey. Si pierdes de vista la
maravillosa gracia de Dios, intentarás producir mediante tu esfuerzo
humano lo que solo puedes hacer mediante la gracia divina. Te
esforzarás más porque siempre tendrás la sensación de que tienes que
trabajar más o mejor, y te agotarás en el proceso. Sé honesto: ¿te agota la
forma en que piensas y vives?
11. Duda. Irónicamente, la amnesia del asombro es el principal
generador de dudas acerca de Dios. Funciona de la siguiente manera.
Cuanto más pierdas de vista la centralidad de la asombrosa presencia y
grandeza de Dios, más te enfocarás en ti mismo. Cuanto más te
enfoques en ti mismo, más enfocado estarás en tus deseos,
necesidades, sueños, anhelos, metas, expectativas y sentimientos.
Cuanto más te enfoques en estas cosas, más vas a pensar que si no las
recibes es porque Dios no te ama. Mientras tanto, Dios sigue
proveyendo todo lo que Él ha prometido, pero como no te concede lo
que deseas, empiezas a dudar de Su bondad y Su amor. Este ciclo acaba
con la vida espiritual de muchos porque cuando dudas del amor de
Dios dejas de confiar en Él y, por tanto, dejas de acudir a Él en busca de
ayuda. ¿En qué áreas de tu vida existe evidencia de que dudas de Dios?
12. Frialdad espiritual. Alguien a quien estuve aconsejando me dijo
claramente: “No puedo ir a la iglesia y cantar ‘Oh, tu fidelidad’ porque,
sinceramente, Paul, ya no creo en ella”. Había dejado de ir a su grupo
de estudio. Dejó de ir a los servicios dominicales. Dejó de leer su Biblia.
Estaba fría y amargada espiritualmente. Mientras tanto, Dios aún
estaba haciendo, por Su gloriosa gracia, todo lo que había prometido
hacer en y por ella. No había abandonado Su sabio y santo plan para
convertirse en el sirviente que le daría lo que ella creía necesitar.
Parece bastante obvio decirlo, pero existe una conexión directa entre el
asombro y la adoración. Como ya he dicho, somos prontos en llenar
ese vacío donde estaba el asombro por Dios con asombro por nosotros
mismos y, cuando lo hacemos, ya no estamos adorando a Dios. ¿Te da
gozo adorar a Dios cada día? Si no es así, ¿por qué?

AMNESIA DEL ASOMBRO = ANOREXIA ESPIRITUAL

La conclusión es la siguiente. Si no ves la asombrosa gloria de Dios y no


recuerdas Su infinita grandeza, vivirás con un corazón atrofiado. En
lugar de tener una perspectiva de la vida que continúa expandiéndose
al tamaño de la incomprensible grandeza de Dios, tu perspectiva de la
vida se encogerá al tamaño de tus anhelos y sueños personales, o al
tamaño de lo que el mundo físico te ofrece. Te alimentarás muy poco
del verdadero alimento de la gloria de Dios e intentarás nutrirte con las
glorias temporales de la creación. Debido a que no obtendrás la
nutrición espiritual adecuada, siempre estarás hambriento, tus
músculos espirituales se encogerán y serás incapaz de vivir como Dios
quiere que vivas.
Me gustaría darte una serie de instrucciones para solucionar todo
esto, pero no creo que sea así de simple. Tenemos que confesar que
tenemos corazones fríos, caprichosos y egoístas. Debemos admitir que
aunque Dios hizo el mundo físico que nos rodea para recordarnos Su
gloria, la mayor parte del tiempo la observamos y recordamos poco.
Nos obsesionamos tanto con nuestros propios deseos, planes y logros
que nos queda poco tiempo para meditar y reflexionar en la asombrosa
gloria que nos corresponde observar y recordar. Hemos perdido
nuestro asombro y, al hacerlo, hemos encogido nuestras almas al
tamaño de sueños y esperanzas que son momentáneos y terrenales.
Debido a ello, somos demasiado prontos a decepcionarnos, enojarnos y
envidiar a los demás.
Quizá no tengamos que implementar otro programa de reforma para
nosotros mismos, ni dedicarnos a cumplir nuevos compromisos que
son más penitencia que arrepentimiento. Quizá lo que necesitamos es
caer de rodillas ante el Gran Médico en humildad, quebrantamiento y
dolor, confesando esa amnesia del asombro que carcome nuestros
corazones como un cáncer espiritual. Hoy mismo, pídele que te dé ojos
que vean y un corazón que recuerde. Hoy mismo, laméntate por la
facilidad con que olvidas a Dios. Confiesa tu anorexia espiritual y
clama por un corazón transformado. Cuando comencemos a confesar
que nosotros somos el problema, entonces podremos correr a Sus
brazos de gracia.
Como he escrito muchas veces, puedes huir de una situación, puedes
huir de una relación y puedes huir de un lugar, pero no puedes escapar
de ti mismo. Cuando confiesas que tu problema es interno, no externo,
solo te queda una roca sobre la cual apoyarte, y esa roca es Jesucristo.
No tienes que vivir avergonzado espiritualmente. Jesús no vino, vivió,
murió y resucitó para avergonzarte. No, Él hizo todas estas cosas para
redimirte. Admitir que tienes amnesia del asombro es confesar que
necesitas continuamente a tu amoroso Redentor. A pesar de tu
amnesia, corre a Él y confía en lo que Él es capaz de hacer por medio de
Su gracia incomparable y eficaz.
6

TRANSGRESIÓN

Si cada momento es sagrado y, estando vivo y cuerdo,


pasas la mayor parte del tiempo asombrado y maravillado,
entonces te encuentras continuamente en un estado
de agradecimiento, adoración y humildad.
BERNICE JOHNSON REAGON5

Solo tenía nueve meses de edad, pero sabía muy bien lo que estaba
haciendo. Había comenzado a caminar, lo cual había abierto las
puertas a un nuevo mundo de peligro. Yo lo había llevado hacia el
tomacorriente para advertirle acerca de sus riesgos. Le dije que nunca
lo tocara ni insertara nada en el mismo. No tenía idea de si estábamos
comunicándonos o no.
Al día siguiente escuché sus pasitos acercándose mientras leía el
periódico. Se asomó para ver si lo estaba observando, se dirigió hacia el
tomacorriente y, justo antes de tocarlo, se giró para verme de nuevo.
Esa mirada fue un momento hermenéutico. Me enseñó que este niñito
no solo sabía que estaba haciendo algo que no debía, sino que también
sabía que me estaba desobedeciendo. Estaba actuando en violación a lo
que su padre amoroso le había advertido. En ese momento estaba
dispuesto a romper su relación conmigo para experimentar algo que le
había prohibido por amor a él. Este pequeño momento reveló no solo
una lucha moral, sino también algo profundamente personal.
Recordar ese momento con mi hijo me recordó otro momento que a
simple vista parece totalmente diferente, pero que en el fondo es muy
similar. Fue un momento asombroso que debió sorprender y
atemorizar a todo el que estuviera presente. Nunca se había presentado
una situación como esta. Fue diseñada para un grupo especial de
personas con el propósito de que nunca más volvieran a ser las
mismas. Cuando lees el relato de este momento percibes que las
palabras no son capaces de captar su poderosa majestad. Dios eligió a
un hombre para que estuviera más cerca de Él de lo que ningún
hombre había estado después del desastre en el jardín del Edén. Y este
hombre recibiría de la mano de Dios lo que Dios nunca antes había
dado. Rodeado de la gloria de Dios, este hombre recibió la ley de Dios
escrita en tablas de piedra.
Aunque la ley mosaica estableció condiciones para que las personas
pudieran seguir disfrutando de las bendiciones de Dios, no fue
otorgada como una lista de cosas que este grupo especial de personas
debía cumplir para ganarse la aceptación de Dios y así entrar en una
relación con Él. No, Dios ya los había elegido. Ya había puesto Su amor
en ellos. Ya los había redimido de la cautividad. Ya les había prometido
una tierra y un futuro. La ley que les había dado no era una prueba
para que se ganaran Su amor; en lugar de ello, era una expresión de Su
amor. Dios estaba favoreciendo con Su ley al pueblo que ya había
elegido. Que hayan sido elegidos para recibirla es una muestra de la
relación especial que tenían con Dios —una relación que las demás
naciones no disfrutaban.
Entonces esto implicaba que cuando desobedecieran, estarían
haciendo algo muchísimo más profundo y significativo que
simplemente quebrantar reglas morales abstractas. La desobediencia
era personal. Romper las reglas significaba romper la relación. Darle la
espalda al código moral de Dios era darle la espalda a Dios mismo. La
rebelión era más que solo traspasar los límites legales; era deslealtad a
Dios.
Lo mismo es verdad para nosotros. Por gracia, ahora somos el pueblo
de Dios. Dios nos ha dado la bienvenida a la comunión eterna con Él, lo
que nunca hubiéramos podido ganarnos mediante nuestra propia
justicia. Incluso en esos días que consideramos los mejores en nuestro
récord moral, caemos muy por debajo del estándar divino. Le
pertenecemos únicamente por Su misericordia desbordante y Su amor
incalculable. Por tanto, desobedecer es adulterio espiritual, pues
estamos entregándole a otra cosa o a otra persona el afecto que le
pertenece a Dios. Transgredir los límites de Dios o quebrantar Su ley es
romper la relación que tenemos con Él.
Podrías preguntarte: “¿Qué tiene que ver un libro sobre el asombro
con la ley de Dios?”. Bueno, al leer las Escrituras me convenzo cada vez
más de que la transgresión no es principalmente un problema con la
ley, sino un problema de asombro que produce un problema con la ley.
Cuando el asombro por otra cosa que no sea Dios secuestra y controla
tu corazón, simplemente no permanecerás dentro de los límites
establecidos por Dios. Pero cuando un temor profundo y reverente por
Dios ha cautivado tu corazón, vivirás de forma voluntaria y gozosa
dentro de los límites que Él te ha puesto. Cuando la gloria de algo
creado gobierna tu corazón, no vivirás para la gloria de tu Redentor,
sino para la gloria de la cosa creada. Cuando el amor por algo te motiva
más que el amor por Dios, le darás la espalda a Dios y, al hacerlo,
traspasarás Sus límites.
El asombro es la base para una vida de obediencia. Cuando el
asombro por algo que no sea Dios reemplaza el asombro por Él, la
desobediencia reemplazará a la obediencia. Una vida de sumisión a la
voluntad de Dios, a Su plan, a Sus mandamientos y a Sus propósitos
fluye de la adoración a Aquel que ha dado esos mandamientos.
Obedecer no es seguir un conjunto de leyes arbitrarias y abstractas.
Obedecer es estar tan asombrados por Dios —por Su sabiduría, poder,
amor y gracia— que esto nos lleve a querer hacer lo que Él dice que es
correcto. La obediencia es más que cumplir de mala gana. Es una
respuesta gozosa y voluntaria iniciada, estimulada y perpetuada por un
corazón que ha sido capturado por la gloria, la bondad y la gracia de
Dios.
Por tanto, no puedes amenazar, manipular ni forzar a alguien para
que obedezca. Solo la gracia puede producir una sumisión gozosa. Solo
la gracia puede abrir mis ojos ciegos para que contemplen la asombrosa
gloria de Dios. Solo la gracia puede liberar a mi corazón de todos los
sustitutos que me han capturado. Solo la gracia puede devolverme el
asombro por Dios. Solo la gracia puede transformarme de alguien que
se adora a sí mismo a un adorador de Dios. Solo la gracia puede
motivarme a contemplar la belleza del Señor hasta renunciar a mí
mismo y entregarme a la causa de algo mucho más grande. La ley no
puede motivarme a guardar la ley.
Así que, en nuestra desobediencia, no tenemos principalmente un
problema con la ley; tenemos un problema de asombro. El asombro por
Dios producirá sumisión voluntaria, y una falta de asombro por Dios
me llevará a traspasar Sus límites. Quiero examinar este tema
analizando tres porciones conocidas de la Escritura.

EL INTERCAMBIO DEL ASOMBRO EN EL JARDÍN


La serpiente era más astuta que todos los animales del campo
que Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer:
—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol
del jardín?
—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la
mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del
jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de
lo contrario, morirán”.
Pero la serpiente le dijo a la mujer:
—¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando
coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como
Dios, conocedores del bien y del mal.
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que
tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que
tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él
comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron
conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron
hojas de higuera.
Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer oyeron
que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron
a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero
Dios el Señor llamó al hombre y le dijo:
—¿Dónde estás?
El hombre contestó:
—Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy
desnudo. Por eso me escondí.
—¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—.
¿Acaso has comido del fruto del árbol que Yo te prohibí comer?
Él respondió:
—La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo
lo comí.
Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer:
—¿Qué es lo que has hecho?
—La serpiente me engañó, y comí —contestó ella
(Gn 3:1-13).

Aunque ya examinamos este pasaje anteriormente, quiero que


recordemos un vez más lo escandalosa que fue la desobediencia de
Adán y Eva, y la razón por la que desobedecieron. Debemos examinar
las palabras cuidadosamente para entender la naturaleza de la
desobediencia de Adán y Eva. Primero, déjame ayudarte a considerar la
milagrosa e inspiradora escena que ellos disfrutaban en el jardín. El
pasaje nos dice que después de que Adán y Eva desobedecieron a Dios,
mientras se escondían de Él, “oyeron que Dios el Señor andaba
recorriendo el jardín” (v 8). ¿Qué? Permite que tu imaginación asimile
la maravillosa realidad contenida en estas palabras. En Su inmensa
misericordia, el Dios que desde la eternidad había existido como
espíritu tomó cierta forma física, visible y audible para poder vivir en
comunidad con las personas que Él creó. Dios no requirió que Adán y
Eva le buscaran; Él se acercó a ellos, encarnándose de alguna forma
para relacionarse físicamente con ellos.
Este es el Señor de señores, el eterno Soberano, el Creador de todo lo
que existe, invitando a la humanidad a tener comunión con Él y
haciendo cosas milagrosas para hacer posible esa comunión. ¿Cómo
podría haber algo más inspirador que eso en las vidas de Adán y Eva?
¿Cómo podrían experimentar algo más glorioso que esto? ¿Cómo no
podrían estar asombrados por su comunión diaria con Dios? ¿Cómo
era posible que esto no los dejara maravillados? Cuando empieces a
comprender la comunión íntima que Adán y Eva disfrutaban por la
gracia de Dios, comenzarás a entender que su desobediencia fue más
que un simple quebrantamiento técnico de regulaciones abstractas; su
desobediencia fue fundamentalmente personal.
Ahora, ¿qué es lo que la serpiente intenta venderle a Eva? Está
intentando convencerla del poder constructivo de la desobediencia. Así
es como funciona la tentación. Te dice que si traspasas los límites de
Dios te sucederán cosas buenas. La serpiente está argumentando a
favor del poder constructivo de lo que realmente es destructivo porque
intenta hacer un cambio en el asombro de Eva. Quiere que su
imaginación vuele, que considere cómo sería vivir sin tener que estar
sujeta a Dios. Lo hace para que su corazón sea motivado por la gloria de
la visión que le presenta, no por un asombro por la gloria de Dios y su
especial posición como objeto de Su amor. Cuando el asombro por lo
que podría ser reemplazó el asombro por Dios, Eva traspasó los límites
de Dios y comió del fruto prohibido. El principal problema de Eva no
era la ley; ella tenía un problema de asombro que le produjo un
problema con la ley.
Pero hay algo más que debemos observar y que refuerza lo que ya
hemos dicho. El pasaje resalta que Eva vio que el árbol “era deseable
para adquirir sabiduría” (v 6). Analiza bien esta frase: “deseable para
adquirir sabiduría”. Eva disfrutaba de una comunión cercana,
personal, amorosa y diaria con Aquel que es la Sabiduría. Tenía
compañerismo con la más asombrosa fuente de sabiduría que ha
existido y que existirá. Ella no necesitaba sabiduría. El jardín no era un
lugar en donde faltara sabiduría. Entonces, ¿qué buscaba Eva? ¿Qué
tipo de sabiduría captó su asombro? La serpiente le vendía una
sabiduría autónoma, es decir, sabiduría que no dependiera de Dios
como su fuente. En lugar de que el asombro por Dios produjera en ella
sumisión a Su sabia voluntad, el asombro por la sabiduría
independiente provocó que se rebelara en contra de la voluntad de
Dios.
Ese día sucedió un intercambio grande y destructivo en el jardín —
no un cambio de obediencia por desobediencia, sino de asombro por
Dios por el asombro por uno mismo. Esta tentación a imaginarse lo
que podría llegar a ser agrandó a Eva e hizo que Dios pareciera
pequeño. Una vez que perdemos el asombro por Dios no tardaremos en
perder nuestro deseo de obedecer.

ADULTERIO ESPIRITUAL

Me comprometí e hice alianza contigo, y fuiste Mía. Lo afirma el


Señor omnipotente. Te bañé, te limpié la sangre y te perfumé. Te
puse un vestido bordado y te calcé con finas sandalias de cuero. Te
vestí con ropa de lino y de seda. Te adorné con joyas: te puse
pulseras, collares, aretes, un anillo en la nariz y una hermosa
corona en la cabeza. Quedaste adornada de oro y plata, vestida de
lino fino, de seda y de telas bordadas. Te alimentabas con el mejor
trigo, y con miel y aceite de oliva. Llegaste a ser muy hermosa; ¡te
sobraban cualidades para ser reina! Tan perfecta era tu belleza que
tu fama se extendió por todas las naciones, pues Yo te adorné con
Mi esplendor. Lo afirma el Señor omnipotente.

Sin embargo, confiaste en tu belleza y, valiéndote de tu fama, te


prostituiste. ¡Sin ningún pudor te entregaste a cualquiera que
pasaba! Con tus mismos vestidos te hiciste aposentos idolátricos de
vistosos colores, y allí te prostituiste. ¡Algo nunca visto! Con las
joyas de oro y plata que Yo te había obsequiado, hiciste imágenes
masculinas, y con ellas te prostituiste ofreciéndoles culto. Les
pusiste tus vestidos bordados, y les ofreciste Mi aceite y Mi
perfume. (…)

¡Ay de ti, ay de ti! —afirma el Señor omnipotente. Para colmo de


tus perversidades, construiste prostíbulos en cada plaza. ¡No hubo
esquina donde no te exhibieras para prostituirte! Te abriste de
piernas a cualquiera que pasaba, y fornicaste sin cesar. Te
acostaste con los egipcios, tus vecinos de grandes genitales, y para
enfurecerme multiplicaste tus fornicaciones. Yo levanté Mi mano
para castigarte y reduje tu territorio; te entregué a las ciudades
filisteas, que se avergonzaban de tu conducta depravada. Una y
otra vez fornicaste con los asirios, porque eras insaciable. Lo
mismo hiciste con los comerciantes de Babilonia, y ni así quedaste
satisfecha. (…)

A todas las prostitutas se les paga; tú, en cambio, les pagas a tus
amantes. Los sobornas para que vengan de todas partes a acostarse
contigo. En tu prostitución has sido diferente de otras mujeres:
como nadie se te ofrecía, tú pagabas en vez de que te pagaran a ti.
¡En eso sí eras diferente de las demás! (Ez 16:8b-18, 23-29, 33-34)

El lenguaje es abrumador, pero la acusación es aún más perturbadora.


No puedes leer Ezequiel 16 y pensar que quebrantar la ley de Dios es
una ofensa impersonal contra regulaciones abstractas. Ezequiel 16 deja
en claro que Dios no ve tu desobediencia de esa forma. Para el Señor, es
fundamentalmente personal. Su ira en este pasaje no es
principalmente por la ley, sino por la relación que tenía con Su pueblo.
El pasaje muestra un matrimonio en el que la esposa no solo ha
deshonrado sus votos matrimoniales, sino que también ha estado
buscando amantes en las calles. Y no solo esto, sino que no le cobró a
sus amantes. En lugar de ello, en una especie de prostitución inversa,
ella les pagó para que fueran sus amantes. La esposa aquí (el pueblo de
Israel) estaba tan ansiosa de encontrar amor en cualquier sitio que
salió a la calle y pagó por él.
Aunque sí estemos quebrantando Su ley, la desobediencia siempre es
primariamente una ruptura de la relación de pacto que tenemos con
Dios. La deslealtad a Dios siempre conduce a la desobediencia. Pero
hay más. El amor verdadero es un estado de asombro. Estás cautivado
por la otra persona, cautivado con lo que él o ella ha traído a tu vida y
cautivado por el hecho de que esa persona haya elegido vivir con
alguien como tú.
Si estás casado quizá recuerdes los días previos a tu boda, cuando
estabas algo asombrado de que te ibas a casar. Quizá recuerdas los
primeros días de tu matrimonio, cuando despertabas y te sorprendía el
hecho de estar casado. Y quizá te identificas con la tristeza de ir
perdiendo poco a poco el asombro y la gratitud. Aprecias cada vez
menos a tu cónyuge. Se te hace cada vez más difícil recordar la
bendición de tu relación. El ciclo repetitivo de las cosas cotidianas del
matrimonio te aburre cada vez más. Ya tus ojos y tu corazón han
comenzado a vagar. Ya has comenzado a imaginar cómo sería tu vida si
estuvieras soltero nuevamente o cómo sería estar con otra persona.
Empiezas a fijarte en la multitud de personas con quienes interactúas
diariamente buscando posibles reemplazos, los cuales despiertan tu
imaginación y te hacen desear algo diferente a lo que tienes.
Cuando llegas a ese punto en que el adulterio ha capturado tu mente
y casi controla tu cuerpo, no tienes un problema con la ley; tienes un
problema de asombro marital. La gratitud y la celebración han sido
reemplazadas por la insatisfacción y la queja. Estás por sobrepasar tus
límites maritales porque has perdido el asombro.
Y así es con cada acto de desobediencia. Es quebrantar ese pacto
matrimonial con Dios, el cual fue logrado, firmado, sellado y pagado
por Su gracia. Has perdido tu asombro y, al hacerlo, eres capaz de
hacer lo que pensaste no eras capaz de hacer. Tu corazón tiene la
capacidad de vagar porque el asombro por Dios ya no lo controla.
Sigues buscando asombro porque fuiste diseñado para hacerlo, pero lo
estás buscando horizontalmente y no verticalmente. Aceptarías a
cualquier amante a cualquier precio. Quebrantas la ley de Dios no
porque estés buscando leyes que quebrantar, sino porque estás
buscando asombro en cosas que nunca te van a satisfacer. Traspasas los
límites de Dios para obtener lo que piensas te volverá a dar esa
sensación de asombro.

CÓMO FUNCIONAN LOS DIEZ MANDAMIENTOS

Dios habló, y dio a conocer todos estos mandamientos:


“Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde
eras esclavo.
No tengas otros dioses además de Mí.
No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo
que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni
con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines
delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios
celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, Yo castigo a
sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario,
cuando me aman y cumplen Mis mandamientos, les muestro Mi
amor por mil generaciones.
No uses el nombre del Señor tu Dios en falso. Yo, el Señor, no
tendré por inocente a quien se atreva a usar Mi nombre en falso.
Acuérdate del sábado, para consagrarlo. Trabaja seis días, y haz
en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un
día de reposo para honrar al Señor tu Dios. No hagas en ese día
ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu
esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en
tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos
y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el
séptimo día. Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo.
Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga
vida en la tierra que te da el Señor tu Dios.
No mates.
No cometas adulterio.
No robes.
No des falso testimonio en contra de tu prójimo.
No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su
esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le
pertenezca” (Éx 20:1-17).

El orden esencial de los mandamientos de Dios es bastante claro. Los


primeros cuatro mandamientos se relacionan con una sola cosa: la
adoración a Dios. Representan un llamado a vivir en un asombro por
Dios que sea real, comprometido, continuo y transformador. ¿Por qué?
Porque es solo cuando el asombro por Dios gobierna mi corazón que
puedo poner el resto de las cosas en mi vida en su lugar
correspondiente. La obediencia gozosa y perseverante solo crece en la
tierra fértil de la adoración. Verás, debido a que la adoración no es algo
que hago ocasionalmente sino que es el fundamento de lo que soy, y
debido a que estoy adorando a lo largo del día, si mi corazón no adora a
Dios estará adorando a otras cosas. Lo que sea que haya capturado el
asombro de mi corazón también determinará mis deseos, mis
pensamientos, mis decisiones, mis palabras y mis acciones. La vida
moral de cada ser humano es impulsada y moldeada por el asombro, ya
sea el asombro por Dios o el asombro por algo creado por Dios.
Pero hay algo más que debe ser dicho. El cuarto mandamiento es
particularmente interesante para nuestra discusión. El mandamiento
de guardar el día de reposo “para honrar al Señor tu Dios” es en sí
mismo un regalo de la gracia. Los Diez Mandamientos no solo están
fundamentados en el asombro por Dios, sino que en ellos también
encontramos un recordatorio de parte de Dios. Él sabe cuán
rápidamente nos olvidamos del asombro. Dios sabe que la vida en este
mundo caído es una guerra diaria por el asombro. Él sabe cuán
fácilmente reemplazamos nuestro asombro por el Creador con el
asombro por algo creado. Dios sabe que hay una batalla constante
entre el asombro por Dios y el asombro por nosotros mismos. Nuestro
Creador diseñó cada aspecto de nuestra personalidad, y Él mismo fue
quien determinó que nuestra obediencia dependiera de nuestra
adoración. Por esto ordenó que apartáramos uno de cada siete días
para descansar de nuestras labores y dedicarnos a meditar en Él de
forma individual y colectiva.
Podríamos decir que cada elemento de la adoración colectiva del
pueblo de Dios tiene la intención de devolvernos el asombro.
Necesitamos un momento para reenfocarnos en la grandeza de la
gloria y la gracia de Dios. Necesitamos contemplar nuevamente Su
asombrosa sabiduría y Su maravilloso poder. Necesitamos meditar
nuevamente en Su paciencia y en Su fidelidad. Necesitamos volver a
asombrarnos por la perfección de Su santidad y Su justicia.
Necesitamos ser animados nuevamente por la asombrosa verdad de Su
presencia constante. Necesitamos recordar que debemos descansar en
Su maravillosa soberanía. Y necesitamos ser asombrados por la
realidad de que, por Su gracia, Él es todo esto para nosotros. ¡Él nos ha
revelado Su maravillosa gloria! Verás, el asombro no solo te recuerda
quién es Dios: te recuerda que eres Su criatura y Su hijo comprado por
sangre.
Tristemente, no pasa un día sin que seamos transgresores de alguna
forma u otra. Una y otra vez escogemos traspasar los límites sabios y
santos de Dios. Conocemos la ley. Teológicamente, sabemos que es
sabia y buena para nosotros. No quebrantamos la ley por ignorancia.
Piensa conmigo. Si estás muy enojado con alguien y estás gritándole
cosas ofensivas, no lo estás haciendo porque ignores que eso está mal.
No, lo haces porque en ese momento no te importa que esté mal. En
ese momento, tú eres el señor soberano de tu vida, estableciendo tus
propias reglas. Deseas algo y nada impedirá que lo consigas. No tienes
un problema con la ley; tienes un problema de asombro que provoca
que tengas un problema con la ley. Dios no está en tus pensamientos en
ese momento, mucho menos gobernando tu corazón. Esta es la
verdadera lucha que enfrentamos cada día en nuestras habitaciones,
cocinas, apartamentos, centros comerciales, oficinas y automóviles.
Entre el “ya” y el “aún no”, nuestro problema de amnesia del asombro
nos conduce al reemplazo del asombro.
Así que necesitamos recordatorios constantes de la asombrosa gloria
de Dios. Afortunadamente, Dios ha puesto esos recordatorios en Su
creación. El problema es que nos cegamos rápidamente. Miramos pero
no vemos, y como no vemos, no adoramos; y como no adoramos, no
obedecemos. Así que, en Su hermosa gracia, Dios ha diseñado un día
para que nos detengamos, miremos, escuchemos, consideremos y
adoremos una vez más. Él nos invita a recordar el asombro que nos
condujo a la convicción, a vivir por fe, a tener esperanza en el
evangelio y a tener un corazón transformado. Él nos invita a acudir a
Su presencia una y otra vez porque sabe cuán caprichosos y errantes
pueden ser nuestros corazones. Él sabe que nunca viviremos como Él
ha ordenado si no permanecemos asombrados por quién es Él.

UNA LEY IMPOTENTE

Así que ¿dónde nos deja esto? Nos deja sin esperanza y sin ayuda fuera
de la gracia del Señor Jesucristo. Si nuestra desobediencia fuera solo
un problema con la ley, entonces quizá la ley pudiera rescatarnos. Pero
debido a que nuestra anarquía reside en un nivel más profundo de
nuestro corazón —nuestra tendencia a vivir para nosotros mismos,
escribir nuestras propias reglas y traspasar los límites de Dios— la ley
nunca arreglará nuestras transgresiones. Y permíteme añadir que el
esfuerzo humano nunca corregirá la inmoralidad humana. Debido a
que yo soy el problema más grande y a que el mayor peligro para mí
soy yo mismo, no tengo la capacidad de arreglar lo que está
descompuesto. Necesito ayuda. Necesito un Redentor.
El apóstol Pablo lo dice de esta manera en Romanos 8:3: “La ley no
pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por
eso Dios envió a Su propio Hijo en condición semejante a nuestra
condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el
pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana…”. Aquí
están ambos elementos: la impotencia de la ley y la debilidad de la
carne (la naturaleza pecaminosa). Soy demasiado débil para ayudarme
a mí mismo y la ley no tiene el poder para rescatarme. La ley es capaz
de exponer mi pecado y decirme cómo Dios quiere que viva, pero no
tiene poder para rescatarme del pecado.
Una vez que admitas que no solo tienes un problema moral, sino que
tienes principalmente un problema de asombro, te darás cuenta de que
necesitas más que un simple sistema de reforma; necesitas a un
Redentor. No debemos reducir el cristianismo a un sistema de teología
o de reglas. La teología y las reglas nunca te redimirán. Nunca fueron
dadas por Dios para ser un fin en sí mismas. Son un medio para un fin.
Su propósito es ayudarte a contemplar la profundidad de tu necesidad
y la suficiencia de la obra de Cristo para que puedas correr a Él en fe,
poniendo tu esperanza en Su gracia y llenando tu corazón de asombro
por Él.
La transgresión es un problema de asombro antes de ser un
problema con la ley, y por eso necesitamos a un Redentor. El Redentor
ha venido y Su obra ha sido consumada. Vuélvete a Él y encontrarás la
gracia que necesitas para ver la realidad de tu problema de asombro y
la esperanza que solo viene a través de Cristo.
7

QUEJA

Yo diría que el agradecimiento es la forma más sublime


del pensamiento; y que la gratitud es felicidad duplicada
por causa del asombro.
G. K. CHESTERTON6

Estoy a punto de herir tus sentimientos. Si ahora te estás quejando por


algo, no te estás quejando porque tienes un

problema de falta de recursos,


problema por un lugar,
problema por una situación,
problema por una persona,
problema de sufrimiento,
problema de justicia,
problema de salud física,
problema con tu iglesia,
problema en tu matrimonio,
problema en tu empleo,
problema de paternidad,
problema con las dificultades de la vida,
problema con tus prójimos, ni un
problema por vivir en un mundo caído.

Por supuesto, podrías estar lidiando con dificultades en más de una de


estas áreas, pero ellas no son la causa de tus quejas. Tu tendencia a
quejarte nace en un nivel más profundo. Nos quejamos no porque
tengamos un problema con las cosas de la vida, sino porque tenemos
un problema de asombro. Nuestro problema no se limita a aquello con
lo que lidiamos, sino que tiene que ver con la forma en que nuestra
perspectiva de Dios moldea nuestra manera de percibir y afrontar ese
problema. Solemos pensar que quejarse no es la gran cosa, pero quizá
sea más significativo de lo que pensamos. Permíteme utilizar una
historia bíblica conocida para ilustrar este punto.

UN RÍO DE QUEJAS

Lee el siguiente relato:


Obedecimos al Señor nuestro Dios y salimos de Horeb rumbo a la
región montañosa de los amorreos. Cruzamos todo aquel inmenso
y terrible desierto que ustedes han visto, y así llegamos a Cades
Barnea. Entonces les dije: “Han llegado a la región montañosa de
los amorreos, la cual el Señor nuestro Dios nos da. Miren, el Señor
su Dios les ha entregado la tierra. Vayan y tomen posesión de ella
como les dijo el Señor, el Dios de sus antepasados. No tengan
miedo ni se desanimen”.
Pero todos ustedes vinieron a decirme: “Enviemos antes algunos
de los nuestros para que exploren la tierra y nos traigan un
informe de la ruta que debemos seguir y de las ciudades en las que
podremos entrar”. Su propuesta me pareció buena, así que escogí a
doce de ustedes, uno por cada tribu. Los doce salieron en dirección
a la región montañosa, y llegaron al valle de Escol y lo exploraron.
Tomaron consigo algunos de los frutos de la tierra, los trajeron y
nos informaron lo buena que es la tierra que nos da el Señor
nuestro Dios.
Sin embargo, ustedes se negaron a subir y se rebelaron contra la
orden del Señor su Dios. Se pusieron a murmurar en sus carpas y
dijeron: “El Señor nos aborrece; nos hizo salir de Egipto para
entregarnos a los amorreos y destruirnos. ¿A dónde iremos?
Nuestros hermanos nos han llenado de miedo, pues nos informan
que la gente de allá es más fuerte y más alta que nosotros, y que las
ciudades son grandes y tienen muros que llegan hasta el cielo.
¡Para colmo, nos dicen que allí vieron anaquitas!”.
Entonces les respondí: “No se asusten ni les tengan miedo. El
Señor su Dios marcha al frente y peleará por ustedes, como vieron
que lo hizo en Egipto y en el desierto. Por todo el camino que han
recorrido, hasta llegar a este lugar, ustedes han visto cómo el
Señor su Dios los ha guiado, como lo hace un padre con su hijo”.
A pesar de eso, ninguno de ustedes confió en el Señor su Dios,
que se adelantaba a ustedes para buscarles dónde acampar. De
noche lo hacía con fuego, para que vieran el camino a seguir, y de
día los acompañaba con una nube.
Cuando el Señor oyó lo que ustedes dijeron, se enojó e hizo este
juramento: “Ni un solo hombre de esta generación perversa verá la
buena tierra que juré darles a sus antepasados. Solo la verá Caleb
hijo de Jefone. A él y a sus descendientes les daré la tierra que han
tocado sus pies, porque fue fiel al Señor” (Dt 1:19-36).

Para que puedas entender completamente esta historia y la


importancia de la queja de los israelitas, debo explicarte el contexto. El
pueblo de Israel era el pueblo elegido del Dios Altísimo, el Creador del
universo, el Soberano sobre todas las cosas, Aquel que los redimió de
Egipto y los sostuvo en el desierto. Él puso Su pacto de amor en ellos y
no solo les prometió que serían Su pueblo, sino que también les
proveería una tierra. Siendo el Dios todopoderoso y defensor de Su
pueblo, derrotaría a todas las naciones que se interpusieran en el
camino de Israel y trataran de impedir que Israel poseyera lo que por
voluntad de Dios les pertenecía.
Lo único que separaba a Israel de poseer lo que Dios les había
prometido era el río Jordán. Ese río debería haber sido la puerta a la
victoria; en lugar de ello, se convirtió en testigo de sus quejas.
Habían enviado espías a la tierra para explorarla y recolectar algo del
fruto que producía, pero recolectaron algo más —mucho temor.
Regresaron para reportar que las personas que habitaban la tierra no
solo eran más altas que los israelitas, también vivían en ciudades
grandes y amuralladas. Con corazones abrumados por el miedo, el
pueblo de Israel se rehusó a dejar sus tiendas y tomar lo que Dios les
había dado. En lugar de ello, se quejaron contra Dios: “El Señor nos
aborrece; nos hizo salir de Egipto para entregarnos a los amorreos y
destruirnos” (Dt 1:27). Esta declaración expone el problema. Israel no
solo tenía un problema de gigantes. No solo tenían un problema de
ciudades amuralladas. No solo tenían un problema de “estamos muy
cansados de vagar por el desierto y no queremos luchar por la tierra
que Dios nos otorgó”. No, en el fondo de sus quejas existía un problema
de asombro.
Por supuesto que lo que ellos estaban enfrentando sobrepasaba sus
capacidades naturales. Por supuesto que ellos tendrían que estar
dispuestos a luchar batallas. Por supuesto que la posesión de la tierra
sería difícil. La vida en este mundo caído es complicada. Dios orquesta
dificultades en mi vida que yo nunca elegiría enfrentar. Pero las
palabras de Israel demuestran que sus quejas no eran solo por sus
circunstancias, sino que se quejaban de Dios. Si la adoración es
celebrar la asombrosa gloria de Dios, las quejas son lo contrario a la
adoración. Las quejas no solo ignoran Su grandeza sino que cuestionan
Su poder y carácter. Si crees que Dios es el Creador y el controlador de
todo lo que existe, entonces es imposible quejarte de tus circunstancias
sin quejarte de Dios. La queja es la verbalización de la falta de asombro.
La falta de asombro que me lleva a dudar del poder y del carácter de
Dios me hará creer que puedo controlar mi vida, y eso me lleva a
rebelarme en contra de lo que Dios me llama a hacer. Esto es lo que
sucedió a orillas del río Jordán. No se trataba de mera murmuración
por circunstancias difíciles, sino de una queja profundamente
teológica y moralmente rebelde. No puedes leer esta historia y pensar
que la queja es algo menor para el creyente. Este pasaje demuestra
claramente que Dios no ve la queja como algo pequeño. Él fue duro en
Su crítica y en Su juicio. Debido a que Israel cuestionó al Señor, no
verían la tierra prometida. ¡Qué trágico! Veamos un poco más a fondo
el problema del asombro en esta historia.

CINCO PREGUNTAS QUE ROBAN O SELLAN TU ESPERANZA

Sin lugar a dudas, tu perspectiva de Dios moldeará tu perspectiva de


tus circunstancias. Tu teología es como un lente a través del cual
examinas la vida. Esto significa que nunca llegas a una circunstancia
desde algún punto de feliz neutralidad. Tú y yo siempre estamos
evaluando nuestra situación desde el punto de vista del asombro
vertical o de la falta de asombro. De alguna manera, al igual que los
hijos de Israel, siempre nos estamos haciendo cinco preguntas
profundamente teológicas, y la manera en que las contestamos nos
conducirá a la esperanza o al pánico.
Es importante decir que, de alguna forma u otra, respondes estas
preguntas cada día. Cada día tú y yo razonamos teológicamente sobre
nuestras vidas. De esta manera, puede que nuestra vida diaria esté
siendo influenciada por nuestra teología funcional más que por
nuestra teología formal. La teología que adoptamos inconscientemente
puede diferir significativamente de la teología que decimos creer
cuando hacemos compromisos teológicos conscientes. El Dios de
nuestros esquemas formales puede ser muy diferente del Dios en el que
pensamos diariamente en esos momentos en que somos inconscientes
de que estamos pensando en Él. Cada día te haces y contestas estas
importantes preguntas teológicas, seas pastor, programador de
computadoras, secretaria, estudiante o plomero. Y lo haces
influenciado por el asombro vertical o por la amnesia del asombro.

1. ¿Es Dios bueno? Puedes estar seguro de que la bondad de Dios te


confundirá. Verás, lo que parece bueno desde la perspectiva perfecta y
eterna de Dios no siempre nos parece bueno. Es difícil aceptar que Dios
sabe qué es lo mejor para nosotros. Es difícil aceptar que Dios puede
utilizar las dificultades para algo bueno en nuestras vidas, por lo que
nos resulta difícil confiar en Su plan. Y, nuevamente, el asunto del
asombro está detrás de esto. Si vivo en el centro de la capacidad de
asombro que Dios me dio —es decir, si el asombro por mí mismo ha
reemplazado el asombro por Dios— entonces invariablemente
concluiré que Dios no es bueno, y me quejaré por todo.
Si estoy en el centro, definiré lo bueno como todo aquello que sea
cómodo, predecible, placentero, natural y fácil. La buena vida será la
vida fácil porque el asombro por mí mismo habrá reemplazado el
asombro por Dios como la principal motivación de mi vida. Así que
cuando llega la dificultad, mi respuesta teológica automática será
preguntarme por qué Dios está haciendo lo que hace y dudar de Su
bondad. En mis primeros días de ministerio, me sorprendió que
muchas de las personas a las que aconsejaba estaban enojadas con Dios
y asumían que Él no era bueno.
Y aquí está lo peligroso de este tipo de pensamiento. Como he
mencionado anteriormente en este libro y en otras partes, si te
permites dudar de la bondad de Dios, dejarás de seguir Sus
mandamientos y dejarás de acudir a Él en busca de ayuda porque ya no
confías en Él. Pero Dios sí es bueno. Su bondad es el fundamento de
todas Sus asombrosas cualidades. Él nunca piensa, desea, dice o hace lo
malo. Él es la definición de todo lo que es bueno, justo y verdadero.
Todo lo que hace es bueno en todos los aspectos. Su bondad es tan
gloriosa que debería dejarnos sin aliento, en silencio y maravillados. Y
si Su bondad nos maravilla, no temeremos en tiempos de tribulación y
no nos negaremos a hacer las cosas difíciles que Él nos llama a hacer.
Desearía poder decir que nunca he juzgado ni cuestionado la bondad
de Dios, pero sí lo he hecho. Durante tres años hospedé a mi padre
anciano, cuyo pecado había devastado a nuestra familia. Yo esperaba
ser usado por Dios para que él se arrepintiera de su pecado, pero nunca
sucedió. Un día cayó por las escaleras, quedó en coma y murió. Desde
mi perspectiva, no había salido nada bueno de todo aquello. Haberlo
hospedado parecía haber sido un enorme desperdicio. Estando en un
ascensor del hospital, comencé a descargar toda la ira que había estado
acumulando en mi interior. Menos mal que estaba solo. La manera en
que cuestioné la bondad de Dios me asustó. Fue humillante que por un
breve instante me permitiera pensar que sabía más que Dios, que mi
“bondad” era mejor que la Suya. ¿Qué hay de ti? ¿El asombro por la
bondad de Dios le da sentido a tu vida? ¿O las dificultades de la vida te
llevan a cuestionar Su bondad?
2. ¿Cumplirá Dios lo que prometió? Pocas preguntas en la vida son
más importantes que esta. Debido a que todos somos pequeños y
débiles, a que realmente no sabemos lo que sucederá en el futuro y a
que Dios nos llama a hacer cosas difíciles, necesitamos saber que Sus
promesas son confiables. ¿Estará Él siempre con nosotros? ¿Suplirá
todo lo que necesitamos? ¿Nos perdonará? ¿Será Su amor eterno?
¿Continuará Su obra de gracia hasta que esté completa? ¿Nos
proporcionará la guía y protección que necesitamos? ¿Lo hará?
Las promesas de Dios están diseñadas para motivarnos. Su propósito
es infundirnos esperanza y valentía. Son poderosas para vencer
nuestros sentimientos de soledad, incapacidad y miedo, y para darnos
paz cuando nos rodean el caos y la confusión. Las promesas de Dios
están diseñadas para asombrar tu mente y darle descanso a tu corazón.
Son regalos de gracia para ti. En lo profundo de tu corazón, sabes que
no mereces las bendiciones que Él derrama sobre ti. Sus promesas
deben producir asombro por Él y hacer que te maravilles de la gloria de
Su gracia. Sus promesas están diseñadas para ser la forma en que
interpretas y le das sentido a tu vida.
Me sorprende el número de creyentes a quienes he visto sumergidos
en un estado de parálisis espiritual porque ya no creen en las promesas
de Dios. Como no creen en las promesas de Dios, no tienen razones
para seguir haciendo las cosas radicales que Dios llama a Sus hijos a
hacer. Si la duda reemplaza al asombro, pronto renunciarás a las
disciplinas de la vida cristiana. Tu problema no es que la vida sea
difícil. Tu problema es que has perdido el asombro por el Dios que hizo
las promesas que antes motivaban tu forma de lidiar con la vida.
¿Tienes la esperanza y la valentía que resultan de creer en las
promesas de Dios? ¿O cuestionas su confiabilidad?
3. ¿Está Dios en control? Es fundamental que tu asombro descanse
en esto. De alguna forma, todas las demás preguntas se basan en esta.
No haría ninguna diferencia en la vida si Dios no gobernara los lugares
que se resisten a Su bondad. La confiabilidad de las promesas de Dios
depende de la extensión de Su control. Él solo puede garantizar Su
intervención donde tenga control absoluto. ¿De qué sirve Su poder si
carece de la autoridad para ejercerlo? No sirve de nada saber que Dios
está en control si Él no gobierna las circunstancias en las que Su
cuidado es esencial. Sí, todo el consuelo que nos ofrecen las
asombrosas cualidades de Dios se basa en Su control soberano sobre
toda situación, lugar y persona.
Pero aquí está el problema: a simple vista, tu mundo no parece estar
bajo un control cuidadoso y sabio. De hecho, por momentos parece
estar completamente fuera de control. Esto nos lleva de regreso al
mismo punto donde nos han llevado las otras preguntas. ¿Vas a dejar
que sean tus circunstancias las que te digan quién es Dios, o que sea la
asombrosa revelación de Dios sobre Sí mismo la que interprete tus
circunstancias? Verás, las personas que viven con miedo, que se
atormentan con demasiadas preguntas de tipo “¿y si…?” o que no
logran apagar su cerebro cuando se van a dormir no tienen un
problema de circunstancias; tienen un problema de asombro. En esas
situaciones donde no tenemos el control, solo podremos descansar
cuando estemos asombrados por Aquel que las controla para Su gloria
y nuestro bienestar.
El problema principal de las personas que creen que tienen que estar
en control no es uno de poder; tienen un problema de asombro que les
produce un hambre de poder. Una falta de asombro por la soberanía de
Dios causa que traten de establecer su paz personal y su seguridad
mediante el control personal. ¿Qué hay de ti? ¿Has sido liberado de tu
temor y de tu necesidad de estar en control por el asombro que
produce la soberanía infinita de Dios?
4. ¿Tiene Dios el poder necesario? ¿Cómo mides el poder de Dios?
¿Cómo pueden mentes débiles entender algo infinito? Las Escrituras
nos dicen que Dios viene a nosotros con el mismo poder que levantó a
Cristo de los muertos. ¡Esa es la definición de poder absoluto! ¿Qué
sería más poderoso que la capacidad de infundir vida a un cuerpo
muerto? ¿Cuál podría ser una mejor definición de poder omnipotente
que el ser capaz de levantarse y caminar después de estar muerto? No
existe lugar en donde los seres humanos sean más impotentes que ante
la muerte.
Si has experimentado la muerte de algún ser querido, sabes a qué me
refiero. Permanecí junto a la cama de mi madre después de que ella
murió, deseando tener una última conversación con ella, anhelando
poder escucharle decir “te amo” una última vez, deseando que ella
pudiera tomar mi mano y decir que todo estaría bien. Lo deseaba con
todo mi corazón, pero ella se había ido y yo no podía hacer nada al
respecto.
El poder de Dios es tan grande que Él gobierna la vida y la muerte.
Ahora, esta es la razón por la que esto es importante. Solo podrás tener
paz ante tu propia debilidad, tus fracasos y tu incapacidad cuando seas
asombrado por el maravilloso poder de Dios. Solo podrás hacer lo que
no tienes la capacidad natural de hacer cuando sepas que el asombroso
poder de Dios está contigo. El asombro por el poder de Dios produce
valentía ante la debilidad. El asombro por el poder de Dios permite que
admitas tus límites y aun así vivas con valentía y esperanza. El temor,
la negación, el esconderse, excusarse o huir no son principalmente
problemas de debilidad, sino problemas de asombro. Puedo enfrentar
lo que es más grande que yo porque sé que Aquel que está conmigo es
más grande que lo que estoy enfrentando. ¿Qué hay de ti? ¿Cuánto de
lo que haces lo haces por miedo y no por fe? ¿Cuán frecuentemente
eres paralizado por tu debilidad? ¿Vives con valentía a la luz de tu
asombro por el poder de Dios?
5. ¿Tiene Dios cuidado de mí? Quizá sea esta la pregunta de la que
somos más conscientes. Es la pregunta que se hace el niño que es
acosado en el colegio. Es la pregunta que se hace la esposa que observa
cómo su matrimonio se derrumba. Es la pregunta que se hacen los
padres que terminan exhaustos después de un día difícil con sus hijos.
Es la pregunta que se hace la mujer soltera, el hombre que perdió su
trabajo y la persona que tristemente tuvo que abandonar la iglesia por
su mala doctrina; la que se hace el débil anciano que sufre y el enfermo
que lucha contra una enfermedad crónica. Es la pregunta que te haces
cuando observas que la cultura que te rodea va de mal en peor.
El cuidado de Dios es fundamental. Me permite saber que todos Sus
atributos operan a mi favor. Su cuidado significa que será bueno
conmigo. Su cuidado significa que hará lo que me ha prometido. Su
cuidado significa que ejercerá Su control a mi favor. Su cuidado
significa que desatará Su asombroso poder a mi favor. El asombro por
Su cuidado me permite abrazar la esperanza que me dan todas sus
demás cualidades. La Biblia nunca cuestiona el cuidado de Dios; lo
asume y lo declara. Te confronta con la naturaleza de Su misericordia,
amor, paciencia, gracia, ternura y fidelidad. Él es el Padre más
amoroso. Él es el único Amigo que es completamente fiel, el que
permanece más cerca que un hermano. Él nunca te abandonará. Él es
el que no te envía si no va contigo. Es tu protector, guía, defensor,
maestro, salvador y sanador. Él nunca se burla de tu debilidad, sino
que te fortalece. Nunca utiliza tu pecado contra ti, sino que te otorga el
perdón. No tiene favoritos, nunca se da por vencido contigo; no se
agota ni desea renunciar. Nunca es desleal. Su cuidado es tan
asombroso y completo que nada de lo que experimentes en tu vida se le
compara. ¡Él tiene cuidado de ti!
¿Qué hay de ti? ¿Atraviesas tiempos de desilusión y quejas porque te
has permitido dudar de Su cuidado? El tamaño de tu esperanza es
directamente proporcional al nivel de tu asombro por el cuidado de
Dios.

Así que toda queja y todo gruñido es profundamente teológico.


Nuestro problema no es que la “buena vida” nos haya abandonado, que
las personas nos hayan fallado o que la vida haya sido difícil. Todas
estas cosas nos suceden porque vivimos en un mundo caído. Y si
nuestro contentamiento se basa en que la vida sea fácil, cómoda y
placentera, no tendremos contentamiento en este lado de la eternidad.
Nos quejamos demasiado no porque tengamos problemas horizontales,
sino porque tenemos un problema vertical. Solo podrás tener gozo
cuando el asombro por Dios gobierne tu corazón, y lo tendrás aunque
otros te decepcionen y la vida sea difícil. El asombro significa que tu
corazón se llenará reconociendo la bendición más que la necesidad.
Serás maravillado diariamente por lo que se te ha dado, en lugar de
sentirte perturbado constantemente por lo que crees necesitar. El
asombro produce gratitud, la gratitud infunde gozo, y el resultado del
gozo es el contentamiento.
Es muy probable que te quejes el día de mañana, y cuando lo hagas,
clama al Salvador por ayuda. Solo Él puede abrirte los ojos para que
contemples Su gloria. Solo Su gracia puede satisfacer tu corazón. Y
mientras clamas, recuerda que Él es tan rico en Su gracia que siempre
escuchará tu clamor.
8

MATERIALISMO

Visión es el arte de ver las cosas invisibles.


JONATHAN SWIFT7

Los zapatos de diseñador


El carro deportivo
El delicioso filet mignon
Las vacaciones exóticas
La cocina lujosamente remodelada
La enorme mansión en los suburbios
El reloj costoso
El hermoso vestido
La nueva nariz
El cuerpo tonificado
El próximo tatuaje
Las antigüedades coleccionadas
El jardín cuidadosamente diseñado
La pantalla de sesenta pulgadas
La boda suntuosa
La fina vajilla de porcelana

¿Qué tienen estas cosas en común y cómo se relacionan al tema de este


libro? Arriba tienes lo que parecería una lista aleatoria de cosas
materiales. Ninguna de ellas es mala en sí misma, pero juntas pueden
mostrar un problema masivo que muchos tenemos con el mundo
material. No estoy por sugerir que deseches todas las cosas hermosas
que hay en tu vida. No estoy por decir que es pecaminoso poseer o
disfrutar estas cosas. Pero sí voy a sugerir que el materialismo está
cautivando nuestros corazones y consumiendo el tiempo, la energía y
los recursos de nuestras vidas. Para muchos de nosotros, algo está
fundamentalmente mal en nuestra relación con esas cosas físicas con
que interactuamos diariamente.
Estoy profundamente persuadido de que el problema no está en las
cosas que nos atraen, nos provocan adicción y consumen nuestras
vidas, sino en nosotros mismos. El problema es que no podemos
controlar nuestro deseo por ellas ni nuestra interminable adquisición y
disfrute de estas cosas.

LA BÚSQUEDA DE LA VIDA

¿Por qué seguimos adquiriendo más posesiones cuando claramente


tenemos suficientes?
¿Por qué solemos envidiar lo que otros tienen?
¿Por qué comemos más de lo necesario?
¿Por qué acostumbramos a vivir en casas mucho más grandes de lo
que realmente necesita nuestra familia?
¿Por qué nos obsesionamos con nuestra apariencia física?
¿Por qué utilizamos tecnología médica moderna para evitar
envejecer?
¿Por qué tenemos deudas?
¿Por qué contemplamos guardarropas llenos y decimos que no
tenemos nada que vestir?
¿Por qué comemos tan frecuentemente en restaurantes?
¿Por qué invertimos tanto tiempo y dinero en nuestras
vacaciones?
¿Por qué nos seduce a tantos de nosotros el sexo ilícito?

¿Por qué? Estoy profundamente persuadido de que el materialismo no


es principalmente un problema de “cosas”, sino un problema de
asombro. No podemos controlar nuestra lujuria por las cosas porque
nuestra capacidad de asombro ha sido secuestrada. Nos resulta casi
imposible estar contentos porque el asombro vertical que produce el
contentamiento no está funcionando en nuestros corazones de la
manera que Dios quiere. Es solo cuando el asombro por Dios está en el
lugar correspondiente en nuestros corazones que las cosas físicas que
nos rodean encontrarán su lugar apropiado en nuestras vidas.
Examinemos las dinámicas espirituales detrás de nuestra lucha con
las cosas materiales.

1. Todos buscan vida. Es parte de nuestro diseño. Debido a que


Dios nos creó como seres espirituales para que tuviéramos una
relación con Él, todos nos encontramos un tanto desesperados
buscando vida. Buscamos contentamiento, satisfacción, gozo,
esperanza, valor, significado, propósito, una razón para despertar por
la mañana, paz en el corazón, confirmación de que estamos bien
encaminados y haciendo lo correcto, seguridad, una sensación interna
de bienestar, libertad del miedo e identidad. Estamos buscando vida y
solo hay dos lugares en donde buscar. Puedes buscar vida en el Creador
o en las cosas que Él creó. Pero una cosa es segura: buscarás vida.
2. Estarás asombrado por lo que creas te dará vida. Tu búsqueda de
vida se encuentra en el centro de tu mundo de asombro. Tú y yo
tendremos la tendencia a ser cautivados, controlados y asombrados
por aquello que pensamos producirá asombro en nosotros. La futura
esposa está asombrada por su prometido porque piensa que le ofrece
vida, una vida que nunca ha experimentado. El nuevo empleado está
asombrado por su nuevo trabajo porque piensa que su trabajo será un
componente importante para conseguir la “buena vida” que tanto ha
anhelado. La pareja salta de emoción al recibir las llaves de su nueva
casa porque piensan que encontrarán vida juntos en esa casa. El atleta
no puede creer que ha firmado su primer contrato profesional; eso es
todo lo que ha deseado en la vida. El hombre de negocios ha subido
mucho de peso porque ha pasado los últimos años procurando su éxito
y disfrutándolo demasiado. La chica que se acaba de convertir en Hare
Krishna está tan emocionada porque piensa que finalmente ha
encontrado el secreto de la vida. El anciano está deprimido y amargado
porque siente que la vida se le escapa. El adolescente traspasará
cualquier límite en su ansiosa e inmadura búsqueda de la vida. La
mujer divorciada no puede lidiar con el hecho de que la infidelidad de
otra persona la ha despojado de la vida. La pareja, en otro intento por
comprar vida, carga miles de dólares a su tarjeta de crédito. Muchos de
nosotros contemplamos la vida de otros diariamente y envidiamos su
existencia porque creemos que ellos han encontrado vida. No importa
tu edad o tu género, ni quién seas, ni dónde vivas, o te dices a ti mismo
que tienes vida o estás en una búsqueda para encontrarla, y tu
tendencia será a estar asombrado por aquello que piensas te dará vida.
Dios nos hizo para buscar vida.
3. Las cosas materiales son un lugar miserable para buscar vida. El
error que todos cometemos es que perdemos nuestro asombro de un
momento a otro, de un día a otro. Este trágico error es el tema
principal de este libro. Por él tenemos la tendencia a estar vacíos
espiritualmente, a sentirnos tan incompletos e impulsados a llenar
nuestras vidas con muchas cosas. Por él estamos ansiosos y
deprimidos. Por él tendemos más a estar celosos que a estar
agradecidos. Por él somos infelices. Por él todos tendemos a buscar la
próxima “gran cosa”. Cometemos el terrible error de buscar
horizontalmente lo que solo puede ser hallado verticalmente. Las cosas
materiales capturan nuestro asombro y, al hacerlo, dominan nuestras
vidas porque creemos que pueden proveernos lo que nunca podrán
darnos —vida. Suelo decirle a las personas: “La Tierra nunca será tu
salvadora”. Lo sabemos teológicamente, pero parece que se nos olvida
con los quehaceres de la vida diaria. Debido a ello, nos repetimos: “Si
tan solo tuviera _________, entonces mi vida sería _________”.

Así que consideremos el propósito de Dios para las cosas materiales.

1. Las cosas materiales son para tu sustento. Tú y yo no podríamos


vivir sin el mundo material que nos rodea. La flora y la fauna nos
proveen de nutrición y salud. El líquido nos mantiene hidratados. No
podríamos vivir si no existiera el aire que respiramos. Las cosas
materiales nos proveen de refugio y calor. Las cosas materiales nos
protegen y transportan. Las cosas materiales nos defienden y nos
curan de las enfermedades que nos amenazan y nos afligen.
La relación adecuada al mundo físico no es odiarlo ni alejarte lo más
posible de él. No, debes celebrar que Dios, en Su infinita sabiduría y
amor, haya construido un mundo físico que te sustenta. Debemos
maravillarnos por la gracia de que el mundo que Dios creó nos sustenta
incluso en esos momentos en que ignoramos a Dios, nos enojamos con
Él o nos rebelamos contra Su voluntad. Debería asombrarnos el hecho
de que no tenemos que ganarnos el derecho a que la Tierra nos
sustente. Es un regalo de Dios para todos nosotros. El mundo físico no
solo está diseñado para darle gloria a Dios sino que también está
cuidadosamente diseñado para suplir nuestras necesidades físicas.
2. Las cosas materiales son para tu deleite. La fe bíblica no condena
al mundo material y no está en contra del placer. Dios creó un mundo
hermoso y placentero. Considera el paisaje multicolor de un atardecer.
Piensa en la piel hermosa de una cebra. Escucha el cantar melodioso de
los pájaros. Considera la amplia gama de colores, texturas y sabores de
la comida. Imagina estar frente a una obra maestra de pintura o
escuchando una pieza musical famosa. Piensa en la belleza de las vetas
en la madera o en las líneas arremolinadas de una pieza de mármol.
Recuerda el placer de un beso o la suculencia de una fruta madura.
Dios diseñó Su mundo para darnos placer diariamente en una
inmensa variedad de formas. Y te diseñó para que disfrutaras del
placer físico y emocional. Tus ojos, oídos, nariz, boca, manos, mente y
emociones te permiten disfrutar los placeres que Dios ha puesto en el
mundo físico que te rodea. Por ejemplo, Dios no decidió que fueras
alimentado por una píldora gris y sin sabor. Él desató Su creatividad
sobre tu alimentación para que pudieras consumir una increíble
variedad de olores, sabores, colores y texturas. Por ello, comer no sirve
solo para sustentarnos; es uno de los mayores placeres de la vida.
Nunca deberías sentirte culpable por buscar, participar y disfrutar de
los placeres del mundo material que Dios ha creado. De lo que tú y yo
debemos cuidarnos es de permitir que el asombro por esos placeres se
convierta en el principal motivador de nuestros corazones. Cuando el
asombro por las cosas materiales gobierna tu corazón, vives por las
cosas materiales, y cuando vives por las cosas materiales eres capaz de
hacer cualquier cosa por obtenerlas, mantenerlas y disfrutarlas. Esto es
precisamente lo que Jesús dice en Mt 6:19-33. (Sería de ayuda si te
detienes un momento y lees este pasaje.) Una actitud tan materialista
no es solo dañina moralmente, también es una violación a la razón por
la que fuimos creados. Es malo que el anhelo por las cosas materiales
domine nuestros corazones y estilos de vida.
Pero esto es lo que el pecado nos hace a todos. Nos hace intercambiar
el asombro por el Creador con el asombro por las cosas creadas.
Tratamos de saciar nuestra hambre espiritual con el mundo material.
Terminamos definiéndonos a nosotros mismos y definiendo las
bondades en nuestras vidas por la cantidad de cosas materiales que
poseemos. Decimos que amamos a Dios, pero nuestras vidas son
controladas y dirigidas por la satisfacción material. Vivimos
preocupados por lo que tenemos, y con envidia y ansiedad por lo que
no tenemos. Poseemos muchas cosas, pero siempre nos sentimos
necesitados. Debemos mucho, pero continuamos adquiriendo más
cosas. Solemos encontrar mucho más placer en recibir que en dar. En
nuestro mundo económicamente individualista, no importa cuánto
dinero ganemos, nuestro ingreso siempre parece perseguir un estilo de
vida superior. Vivimos endeudados, pero no dejamos de gastar.
Poseemos tantas cosas que ya no nos caben, así que rentamos espacios
para almacenar más cosas. Engordamos, nos hacemos adictos y nos
endeudamos, pero eso no nos detiene. Nuestra obsesión con las cosas
materiales nos trae problemas y dolor. Así que nos decimos a nosotros
mismos que nos irá mejor —nos comprometemos a ajustar
temporalmente nuestro presupuesto, nos ponemos a dieta, vendemos
algunas cosas. Pero nada de esto perdura en nosotros porque, en
nuestro interior, atesoramos la creación más de lo que atesoramos al
Creador.
El placer material es uno de los campos de batalla más significativos
entre el “ya” de nuestra conversión y el “aún no” de nuestra partida al
hogar. Esta profunda guerra espiritual se lleva a cabo diariamente en
nuestras vidas. Y surge no porque tengamos un problema de placer,
sino porque tenemos un problema de asombro que produce un
problema de placer. Cuando el asombro por la creación reemplaza el
asombro por el Creador en tu vida, tendrás dificultades para controlar
tus deseos por las cosas materiales. Nuestra adicción material está
enraizada en el reemplazo del asombro. Es solo cuando el asombro por
Dios gobierne tu corazón que serás capaz de mantener los placeres del
mundo material en su lugar adecuado.
No puedo dejar de mencionar nuevamente que Dios da gracia para
esta lucha. La gracia de Dios busca el rescate, la transformación y la
liberación de tu corazón. La gracia de Dios obra para liberarte del lazo
de tus propios deseos. La gracia de Dios lucha por tus pensamientos y
deseos, incluso cuando no lo haces. La gracia de Dios es poderosa e
implacable. Tú y yo no tenemos ninguna capacidad para liberarnos de
nosotros mimos, pero la gracia de Dios sí puede hacerlo. Y esta gracia
—nuestra única esperanza— no es algo que puedas ganar con oraciones
o con tu ascetismo material; no podemos obtener esta gracia mediante
nuestras obras. Es el regalo eterno de Dios para nosotros. Solo
encontraremos esperanza para nuestra lucha con las cosas materiales
en el poder perdonador, liberador y transformador de Su gracia. Y esta
gracia luchará a favor nuestro hasta que obtenga la victoria sobre el
asombro, para que las cosas materiales nunca más reclamen el control
de nuestros corazones. ¡Ven pronto, Señor Jesús!
3. Las cosas materiales son para que recuerdes. Toda la gloria del
mundo material tiene un propósito en el plan de Dios. Aquel que nos
creó es nuestro dueño y nos ama. Él sabe lo prontos que somos a
olvidar. Él sabe lo rápido que el asombro por Él es reemplazado con el
asombro por las cosas que Él creó. Él sabe que todos tendemos a estar
dirigiéndonos hacia nuestro próximo momento de amnesia del
asombro vertical. Así que, en amor y gracia, Él diseñó el mundo
material para que nos apunte hacia Él. Él no oculta Su existencia, Su
carácter ni Su gloria, como si estuviera guardándolos para una élite
súper espiritual. No, todo el que tiene ojos para ver, oídos para
escuchar y un corazón para recibir, lo ve cada día en las cosas que Él ha
creado (ver Sal 19 y Ro 1). El mundo físico fue diseñado para ser un
recordatorio constante de Aquel que con Su infinito poder y gloria creó
todo y lo sostiene por el poder de Su voluntad.
Todo esto significa que deberías tener dos tipos de asombro en tu
vida. Primero, debes ejercitar el asombro para recordar. Este es el tipo
de asombro que debes tener por el mundo creado. El mundo físico es
maravilloso. Te debe dejar asombrado pero con un asombro específico,
un asombro que te ayude a recordar. Cada vista espectacular, cada
sonido intrigante, toda cosa asombrosa debe recordarte la gloria del
Dios que la creó y que está detrás de todo ello. Está mal no asombrarse
por lo que Dios creó, pero es aún peor mirar la gloria de las cosas
creadas sin recordar a Dios.
Este es el punto: el asombro para recordar debe estimular
inmediatamente en nosotros el segundo tipo de asombro, el asombro
para adorar. Las glorias del mundo creado fueron diseñadas para
invitarte a adorar la gloria del Dios que las hizo y las controla. El
asombro para recordar debe despertar y estimular tu corazón. El
asombro para adorar tiene la intención de capturar tu corazón y
doblegar tus rodillas en adoración humilde y gozosa. Todos caemos en
dificultades espirituales cuando el asombro para recordar se convierte
en el asombro para adorar, cuando comenzamos a adorar la creación y
olvidamos al Creador. Como he dicho anteriormente, esta es la batalla
de batallas, que la cosa creada para estimular adoración en ti se
convierta en el objeto de tu adoración. Esto sucede una y otra vez en
diferentes momentos de nuestra vida cotidiana. El anhelo por la
siguiente cosa creada que pensamos necesitar se hace más importante
para nosotros que la existencia, el carácter, el plan y la gracia de Dios.
Lo digo como una broma, pero a la vez hablo en serio: hay días en los
que no me importa la redención; lo único que quiero es un buen filete.
Hay días en los que no me importa Dios; solo quiero que haya un buen
clima. Hay momentos en los que no me interesa la voluntad de Dios;
solo quiero que otros me acepten. Hay momentos en los que no pienso
en la belleza de la gracia de Dios; solo quiero un poco de control sobre
mi tiempo. Es triste, pero debo confesar que a veces me detengo en el
asombro para recordar y no dejo que este provoque asombro para
adorar en mi corazón. Por eso sigo necesitando la gracia que tiene el
poder para rescatarme de mí mismo.
4. Las cosas materiales no pueden darte vida. Necesitamos recordar
que el mundo físico que nos rodea no fue diseñado para darnos vida.
Puede darnos satisfacción momentánea. Puede emocionarnos por un
tiempo. Puede darnos belleza que nos distrae temporalmente. Puede
entretenernos y educarnos, pero no puede ofrecer lo único que todo
humano anhela desesperadamente: vida. Toda esta discusión nos lleva
a la pregunta hecha en Isaías 55. Los primeros nueve versículos de este
pasaje contienen una de las imágenes más hermosas del maravilloso
regalo de Dios. Es un pasaje al que tú y yo debemos regresar una y otra
vez porque necesitamos que este lenguaje pintoresco dirija nuestras
mentes al evangelio. En medio de las asombrosas glorias del mundo
creado puedes llegar a obsesionarte con tus anhelos y a creer que estás
en profunda necesidad cuando, en realidad, eres muy amado y tienes
mucho más de lo que necesitas.
La pregunta en este pasaje es la pregunta. Realmente capta la batalla
diaria que todos tenemos con el mundo material. Aquí esta: “¿Por qué
gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface?”
(v 2). Con palabras que dibujan imágenes en tu mente, el profeta
básicamente dice que Dios es el único alimento que saciará tu corazón.
Comer cualquier otra cosa te dejará hambriento e insatisfecho. Pero
eso es lo que todos hacemos en algún momento. Nos decimos a
nosotros mismos que si tan solo tuviéramos ___________, entonces
seríamos felices y estaríamos satisfechos. Pero nunca lo estamos
porque nuestras almas nunca estarán satisfechas hasta que encuentren
su satisfacción en Él.
¿Será que tu lucha con las cosas materiales se debe a que te has
quedado estancado en el asombro para recordar y no te has conducido
por el camnio del asombro para adorar? ¿Existe alguna evidencia en tu
vida de que buscas vida donde no podrás encontrarla? Aquí está lo más
importante: cuando el asombro por la creación reemplaza el asombro
por el Creador, tendrás muchas dificultades para controlar tu
búsqueda impulsiva de las cosas materiales. La literatura bíblica y el
conocimiento teológico no te ayudarán porque en lo más profundo de
tu corazón ha ocurrido un intercambio mortal, y eso es lo que te hace
seguir yendo tras al mundo creado con la esperanza de que sea tu
mesías personal. Sea tu matrimonio, tus posesiones, tu trabajo o la
próxima experiencia, siempre terminarás con las manos vacías. E
Isaías te preguntaría: “¿Por qué trabajas tanto por algo que no te
satisface?”.

GRACIA PARA DERROTAR LA CULPA


Ahora, todo esto podría ser muy desalentador si solo contaras con los
recursos limitados de tu sabiduría y tus fuerzas, pero si eres hijo de
Dios, no es el caso. El Creador del mundo físico es también el Salvador
que siempre está contigo. No solo te ofrece Sus recursos, sino que se
entrega a Sí mismo. Él, en Su gracia protectora, rescatadora y
transformadora, te convierte en Su morada. Te fortalece en los
momentos de debilidad. Te da sabiduría en los momentos en que
actúas como necio. Él lucha por tu alma incluso cuando no luchas por
ti mismo. Él no espera que cumplas las expectativas. No, Él cumple las
expectativas por ti para que cuando no lo hagas recibas misericordia y
no juicio.
Así que no tienes que esconder tu materialismo. No tienes que
esconder la culpa de tus anhelos materiales. No tienes que esforzarte
por justificar tus deudas. Puedes correr a la presencia de Dios en medio
de tu debilidad y fracaso, sabiendo que recibirás Su amor y Su gracia
restauradora. Admítelo, eres como yo. En ocasiones, tu asombro por
las cosas materiales reemplaza tu asombro por el Dios que las hizo.
Pero, al admitirlo, no huyas de Dios. Corre hacia Él y hallarás
misericordia y gracia que se ajustan a tu necesidad y a tu lucha.
9

CRECIMIENTO

Nunca dejarás de ser la persona más asombrada


por lo que Dios ha hecho en tu interior.
OSWALD CHAMBERS8

Si alguien te preguntara cuáles son las dos preguntas más importantes


que pudieras hacer, ¿qué responderías? Si eres hijo de Dios, quizá no
habría preguntas más importantes que estas:

¿Qué está haciendo Dios aquí y ahora?


¿Cómo debo responder a eso?

¿Cómo responderías a estas preguntas? ¿Qué tiene que ver la forma en


que piensas sobre Dios, sobre ti mismo, sobre la vida, sobre lo que es
importante y sobre aquello a lo que deberías entregarte diariamente
con tus respuestas?
Debido a que Manuela no contestó correctamente estas preguntas, se
encontraba deprimida. Debido a que José no contestó correctamente
estas preguntas, pasó gran parte de su vida enojado. Debido a que
Claudia no contestó correctamente estas preguntas, su corazón era
consumido constantemente por la envidia. Debido a que Fausto no
contestó correctamente estas preguntas, era impulsado mayormente
por el éxito material. Debido a que Julia no contestó correctamente
estas preguntas, estaba completamente enfocada en lo que otros
pensaban de ella. Sebastián nunca contestó correctamente estas
preguntas, y ahora que es mayor está lleno de amargura y
remordimiento.
Manuela, José, Claudia, Fausto, Julia y Sebastián eran creyentes,
pero vivían vidas insatisfactorias porque pensaban que la buena vida
se les había escapado. Todos estaban confundidos por las promesas de
Dios. Todos se preguntaban por qué Él no los rescataba, y cada una de
sus historias reflejaba una fe que se debilitaba cada vez más con el
tiempo. Ellos realmente no entendían los propósitos de Dios entre el
“ya” y el “aún no”, por tanto, su fe no los rescataba, animaba, protegía,
consolaba ni guiaba. Su fe estaba relegada a la parte
“espiritual/religiosa” de sus vidas, pero nunca se convirtió en un estilo
de vida que le diera sentido y significado a todo lo que hacían.
Pienso que miles de personas continúan en el mismo lugar que mis
amigos. Dios los confunde, el cristianismo los confunde, vivir por fe
los confunde, la gracia los confunde, así que su andar con Dios es muy
diferente a lo que ellos habían imaginado que sería. Entre el “ya” de su
nuevo nacimiento y el “aún no” de su partida al hogar, ellos habían
sido perdonados y amados por Dios, pero tristemente vivían como
almas perdidas. Simplemente no entendían los propósitos de Dios. Su
cristianismo era vivido intensamente los domingos, pero era más un
hábito religioso que una forma nueva y radical de vivir. Ninguno de
ellos hablaba con otros sobre su fe porque no tenían mucho entusiasmo
espiritual que compartir. Frecuentemente me pregunto cuántas
personas perdonadas viven como almas perdidas, vagando por su vida
cristiana como alguien en una ciudad nueva sin mapa ni GPS. Me
pregunto cuántas personas perdonadas andan perdidas en sus trabajos,
perdidas en sus matrimonios, perdidas en la crianza de sus hijos,
perdidos entre sus posesiones, perdidos en su búsqueda del éxito —
perdonados, pero perdidos en el viaje entre el “aquí” y el “aún no”.
¿Qué está haciendo Dios ahora? Bueno, si la justificación es el evento
que asegura nuestro perdón y aceptación ante Dios, entonces la
santificación es el proceso que obra la transformación radical de
nuestros corazones. Este proceso de transformación radical, que dura
toda la vida, es el enfoque principal del Redentor entre el “ya” y el “aún
no”. La justificación es la obra consumada de Dios para comprar tu
perdón. La santificación es la obra continua de Dios para
transformarte y hacerte crecer.
Verás, Dios no ha prometido darte un buen trabajo ni buenos hijos.
No te ha prometido un matrimonio sin dificultades ni un lugar cómodo
en donde vivir. No te ha prometido salud física ni una buena iglesia a
la cual asistir. No te ha prometido que experimentarás abundancia ni
que estarás rodeado de cosas para entretenerte. Lo que Él sí ha
prometido es que completará la obra que ha comenzado en ti. Y, si eres
honesto, admitirás que cada día muestras evidencia de que aún
necesitas ser transformado. Quizá es evidente en un momento de
irritación, orgullo, impaciencia, envidia, lujuria, codicia o duda. Quizá
lo demuestras en un acto de rebeldía o venganza, o con palabras
hirientes. Quizá al evadir parte de tus impuestos, al tergiversar un
poco la verdad mientras cuentas una historia, o al visitar una página de
Internet que no deberías. Tal vez se hace evidente en alguna forma
sutil de racismo o en tu acumulación de bendiciones que deberías estar
compartiendo. Tal vez sea tu enojo en medio del tráfico o tu
impaciencia en la fila del supermercado. Pero está ahí y lo sabes,
evidencia de que aún no eres todo lo que pudieras ser por la gracia
transformadora de Dios. Puede que tú y yo estemos satisfechos con
quienes somos, pero Dios no está satisfecho y no se rendirá hasta que
Su obra esté completa.
En este momento podrías estar pensando: “Paul, todo esto tiene
sentido, pero no entiendo qué tiene que ver con un libro sobre el
asombro por Dios”. Permíteme explicártelo.

LO QUE EL PECADO NOS HACE A TODOS

Nunca entenderás lo que Dios está haciendo en el presente hasta que


comprendas lo que el pecado provoca en tu corazón. Todos sabemos
que el pecado nos convierte en quebrantadores de la ley, pero muchos de
nosotros no nos percatamos de que el pecado es algo mucho más
destructivo en nuestros corazones. El pecado nos hace quebrantadores
del asombro.
Un versículo en 2 Corintios 5 explica este concepto de ser
quebrantadores del asombro. Nos dice que Jesús vivió y murió para
que “los que viven ya no vivan para sí” (v 15). Esto es lo que significa
esta poderosa frase: personas con pensamientos, deseos, palabras y
acciones que fueron diseñados para ser estimulados y moldeados por el
asombro por Dios, intercambian el asombro por Dios con el asombro
por sí mismos. El pecado no solo nos hace rebeldes y necios. No es solo
que el pecado nos lleva a querer escribir nuestras propias leyes. No, el
pecado hace algo más fundamental en cada uno de nosotros. El pecado
captura y redirige el sistema motivacional de nuestros corazones. El
pecado cambia la forma en que opera nuestro corazón, y esto afecta
toda nuestra vida. Pablo está hablando de dos perspectivas opuestas de
la vida. En una, el corazón está lleno de una visión de lo que deseo para
mí y mi pequeño mundo; en la otra, el corazón está lleno de asombro
por quién es Cristo y por lo que Él ha hecho. Ambas perspectivas están
impulsadas por el asombro, ya sea por la gloria personal o por el
asombro por la gloria de Cristo. Aunque fuimos creados para ser
movidos por el asombro por Dios, el pecado provoca que nuestros
corazones sean movidos por los propósitos egoístas del asombro por
uno mismo. Debido a que quebrantamos el diseño divino del asombro,
procedemos entonces a quebrantar el diseño divino de la ley.
Permíteme decirlo de la forma más clara y práctica. Debido al pecado,
el asombro por Dios es rápidamente reemplazado con el asombro por uno
mismo.
Lo que esto significa es que no pensamos, deseamos, proponemos,
queremos ni planeamos como deberíamos. Queremos que se haga
nuestra voluntad. Anhelamos la libertad de hacer lo que queremos.
Deseamos que nuestras vidas sean cómodas y nuestros días
predecibles. Queremos que las personas que nos rodean nos aprecien y
nos sirvan. No queremos que las personas estén en desacuerdo con
nosotros ni que nos digan que estamos equivocados. Anhelamos ser
ricos sin esforzarnos y queremos hacer lo que nos plazca sin tener
consecuencias. El pecado nos deja trágicamente descompuestos en lo
más profundo de nuestro ser porque afecta nuestra capacidad de
asombro.
Cuando Dios te atrajo a Sí mismo, fuiste completamente perdonado e
incondicionalmente aceptado por Él, pero la batalla por el asombro de
tu corazón continúa. Sí, ahora tu corazón es consciente de la gloria de
Dios de una manera en que nunca lo había sido, pero sigue habiendo
un conflicto por el asombro en tu interior. Aún hay batallas
motivacionales que deben ser ganadas. Esta guerra por el asombro es la
esencia del largo proceso transformacional del cristiano llamado
santificación. No se trata simplemente de aprender la teología y las
reglas correctas. Si todo lo que necesitáramos fuera teología y reglas, la
persona y la obra de Jesús no habrían sido necesarias. La santificación
es la gracia de Dios haciendo por nosotros lo que no podemos hacer
por nosotros mismos: recapturar el asombro por Dios, y solo por Él.
El crecimiento espiritual tiene que ver con recapturar tu asombro.
Cuanto más ese asombro por Dios gobierne las motivaciones de tu
corazón, mayor será tu amor por Su Reino, tu deleite en Su obra y tu
satisfacción al hacer Su voluntad. Romanos 12:2 habla de ser
transformados “mediante la renovación de [la] mente”. Eso es. La
mente es el lugar en donde la transformación debe ocurrir. Si la gracia
no transforma mi motivación, no afectará mi modo de vivir.

DIOS LUCHA POR TU ASOMBRO

Debido a que eres incapaz de huir de tu propio corazón o de


transformarlo, debes confiar en la gracia poderosa y transformadora
de Dios para que haga por ti lo que no puedes hacer por ti mismo. Dios
ya lo sabía, y por ello no solo te perdonó. Ese perdón es una cosa
maravillosa, pero Él hizo algo más asombroso y misterioso que es casi
imposible de entender con nuestras mentes finitas: Él envió a Su
Espíritu para que morara en tu interior. Su Espíritu lucha contra tu
carne. Debido a que esta batalla se lleva a cabo en el sistema
motivacional de tu corazón, debe ser luchada internamente. El
conocimiento es maravilloso, pero no es suficiente. Las reglas son de
mucha ayuda, pero carecen del poder para hacer lo necesario. >El
pecado ha secuestrado tu asombro y te ha colocado en el centro, donde
solo Dios debería estar.
Pablo le dice a los cristianos en Corinto que se “reconcilien con Dios”
(2Co 5:20). ¿Qué significa esto? Si son creyentes, ¿no están ya
reconciliados con Dios? Bueno, en este pasaje Pablo utiliza el término
reconciliación de dos formas. Primero está la reconciliación posicional
de la justificación. Sobre la base de la obra de Cristo, he sido
reconciliado con Dios, es decir, he sido aceptado en Su presencia y
adoptado en Su familia. Pero Pablo utiliza reconciliación de otra
manera: la reconciliación de la santificación. Funciona así: en la
medida en que mi capacidad de asombro sea controlada o gobernada
por algo o alguien diferente a Dios, en esa misma medida tendré que
volver a reconciliarme con Dios. Esa es la guerra de la santificación. Es
una guerra de reconciliación. Es la guerra para reclamar mi asombro
por Dios y solo por Él.
Afortunadamente, tú y yo no luchamos esta guerra solos. Observa lo
que Pablo dice a los creyentes en Galacia: “Así que les digo: Vivan por el
Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque
esta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es
contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no
pueden hacer lo que quieren” (Gá 5:16-17). Verás, el crecimiento
espiritual consiste en recapturar tus pensamientos, deseos y
motivaciones, los cuales dependen de la recaptura de tu asombro. La
meta es que tú y yo ya no vivamos para nosotros mismos, sino que
vivamos gozosa y voluntariamente para Dios. Procuramos la obra del
Espíritu y participamos en ella a medida que Él obra para liberarnos de
nosotros mismos.

LA RECAPTURA DE TU ASOMBRO: UN RETRATO

En realidad, Gálatas 5 presenta dos retratos del asombro. Cada uno


muestra cómo lo que controla tu asombro controla tu vida. El primer
retrato representa el estilo de vida del quebrantador de la ley. Recuerda
que el pecado nos convierte en ladrones del asombro. Tomamos el
asombro que fue diseñado para hacernos adorar a Dios y lo dirigimos
hacia nosotros mismos. Nos colocamos donde solo Dios debería estar,
haciendo que nuestras vidas giren alrededor nuestro. Eso no significa
que cuando vives para ti mismo harás todas las cosas descritas en
Gálatas 5, pero este es el tipo de cosas que resultan cuando el asombro
por Dios es reemplazado con el asombro por uno mismo.
Retrato #1: “Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien:
inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio,
discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos
y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto
ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no
heredarán el Reino de Dios” (Gá 5:19-21). Esta lista es de mucha ayuda.
Nota lo que tienen en común todos estos pecados: el egoísmo. Caemos
en estas cosas cuando, en lo más profundo del sistema motivacional de
nuestro corazón, estamos viviendo para nosotros mismos.
Por ejemplo, si el asombro por ti mismo ha reemplazado el asombro
por Dios (es decir, si estás viviendo para ti mismo), te será difícil
negarte a ti mismo. Te será muy difícil permanecer dentro de los
límites morales que Dios te ha establecido. Esto hará que te sea casi
imposible controlar tus deseos de placer personal, y caerás fácilmente
en inmoralidad. Tus sentidos físicos y tu placer, y no tus compromisos
morales, serán los que determinen tus estándares de vida. Ya que el
placer personal significará mucho para ti, le pedirás que haga lo que no
puede hacer, regresando una y otra vez por más y haciéndote adicto a
aquello que pensabas podías controlar (borracheras). Ya que vives para
ti mismo, te será muy difícil lidiar con la realidad de que otros tienen
lo que tú no tienes (celos, envidia). Y ya que el asombro por ti mismo
ha reemplazado el asombro por Dios, te enojarás con cualquier cosa o
persona que se interponga en el camino de lo que deseas. Tenderás a
hacer más la guerra que la paz (arrebatos de ira, rivalidades,
disensiones, sectarismos).
Verás, todo el oscuro y triste desastre que existe en la comunidad
humana y que resulta en todo este dolor, sufrimiento, desilusión y
decepción surge de un desastre más profundo. El pecado es mucho más
profundo que solo hacer cosas malas. El comportamiento pecaminoso
nace de la corrupción del sistema motivacional de nuestro corazón.
Simplemente no puedes vivir para ti mismo y permanecer dentro de
los límites establecidos por Dios. No puedes vivir más asombrado por ti
mismo que por Dios y vivir según el diseño de Dios para tu vida.
Este es el punto de este retrato: debido a que todos somos pecadores,
este tipo de vida es natural para nosotros. ¿Has vivido alguna semana
sin conflictos? ¿Alguna vez has tenido celos o envidia de alguna
bendición de otra persona? ¿Has batallado para controlar tu deseo por
los placeres del sexo, de la comida o de las bebidas? ¿Has provocado
pleitos por haber dicho o hecho cosas hirientes y odiosas? Si somos
honestos, tendríamos que decir que esta lista nos describe a cada uno
de nosotros. Es un retrato muy adecuado de la vida de cada pecador.
¿Por qué? Porque el pecado nos convierte en quebrantadores del
asombro. Todos nos colocamos en el lugar de Dios. Todos nos ponemos
en el centro de nuestros mundos. Todos los pecadores se olvidan de
Dios y se coronan a sí mismos, y esto provoca una disfunción masiva
en nuestra alma y en nuestras relaciones interpersonales. No se trata
de una lista de las características de “los malos”, sino de lo que el
pecado nos hace a todos.
Retrato #2: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han
crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos” (Gá
5:22-24). ¿Qué tienen en común todas estas hermosas cualidades de
carácter? Todas son el resultado de vivir por algo más grande que tú.
Este retrato muestra cómo la vida de una persona es transformada
cuando el sistema motivacional de su corazón comienza a ser
gobernado por el asombro por Dios en lugar del asombro por uno
mismo. Los propósitos que impulsan cada una de estas cosas son más
grandes que el placer o el control.
Permíteme hablar sobre lo que esta lista representa. Estas cualidades
de carácter no son metas morales que debas alcanzar. Tú y yo no
tenemos la capacidad de producir estas cosas en nosotros mismos
porque no tenemos la habilidad de cambiar la dirección motivacional
de nuestros corazones. Aunque Dios, en Su maravillosa gracia, nos ha
perdonado, muchas de las cosas en la lista previa inundan nuestras
vidas. Todavía nos falta mucho crecimiento. Estas cosas simplemente
no son naturales para nosotros, por eso se les llama “el fruto del
Espíritu”. Son el resultado de la poderosa presencia transformadora del
Espíritu de Dios en nuestros corazones. Él viene a morar en nuestros
corazones para hacer por nosotros y en nosotros algo que no podemos
hacer por nosotros mismos: reclamar el sistema motivacional de
nuestros corazones para Dios y solamente para Él. El evangelio no es
solamente que Jesús murió para que fueras perdonado, sino que
también murió para tu crecimiento y transformación. Jesús murió
para que entre el “ya” y el “aún no” seamos progresivamente
transformados en personas que reflejen este retrato. Tú y yo
necesitamos gracia para que ocurra este cambio tanto como
necesitamos gracia para que Dios nos acepte.
Observa la lista y considera conmigo cómo el retomar el asombro
conduce a vidas transformadas. ¿Qué nos impide amar a otros? ¿No es
el amor a nosotros mismos lo que se interpone en el camino del amor
hacia otros? Este es el punto: las únicas personas que van a poder
obedecer el segundo gran mandamiento son las que cumplan con el
primer gran mandamiento. Es solo cuando Dios está en el lugar
adecuado que los demás pueden ocupar el lugar correspondiente en mi
vida y en mi corazón. Solo cuando el amor por Dios esté por encima de
todo podré amar a los demás como a mí mismo.
¿Qué hay del gozo? El ADN del gozo es la gratitud. Cuando vivo
enfocado en mí mismo y exigiendo lo que creo merecer, me será muy
difícil tener gozo. Encontraré muchas razones para quejarme. Pero si
vivo asombrado por la existencia, la soberanía y la gracia de Dios,
aparte de ser consciente de mi propia necesidad, encontraré razones
para estar agradecido por todo lo que me rodea. Y, al estarlo, viviré con
el gozo constante de la gratitud.
O piensa en la paz. ¿Por qué tengo tantos conflictos en mi vida? ¿Por
qué me es más fácil la guerra que la paz? La respuesta es sencilla: suelo
vivir para mí mismo y, al hacerlo, siempre me parece que las personas
se están interponiendo en mi camino. Pero cuando mis motivaciones
cambian y vivo para Dios y no para mí mismo, ya no permito que todo
gire a mi alrededor. Dejo de ver como personales las cosas que no son
personales. Estoy dispuesto a pasar por alto las ofensas menores y a
vivir en una comunión pacífica con los demás.
¿Qué hay de la paciencia? ¿Sabes por qué a la mayoría no nos gusta
esperar? Porque esperar nos recuerda inmediatamente que no estamos
al mando. Nada ofende más rápido nuestro delirio de soberanía que ser
obligados a salirnos de nuestro itinerario por esperar a otro. Piénsalo.
¡Nunca te has enojado por tener que esperarte a ti mismo! Es solo
cuando mi corazón esté asombrado por los propósitos de Aquel que es
mucho más grande y sabio que yo que podré dejar mi itinerario en Sus
manos y estar dispuesto a esperar a otros.
Ninguna de las palabras en el segundo retrato muestra un
comportamiento, sino que cada una de ellas representa una cualidad
de carácter que resultará en una variedad de comportamientos. Y la
presencia progresiva de este tipo de carácter en tu vida se desarrolla en
respuesta a la obra progresiva del Espíritu Santo de recuperar el
sistema motivacional de tu corazón, es decir, tu capacidad de asombro.
El Espíritu opera en ti para terminar la obra de Cristo con el fin de que
“los que viven ya no vivan para sí” (2Co 5:15). Por esto es que Pablo dice
que hemos “crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y
deseos” (Gá 5:24). Sí, tu corazón fue crucificado con Cristo para que
pudieras tener un corazón nuevo. Aquí y ahora, el Espíritu Santo que
mora en ti está completando esa obra, aniquilando cada vez más tu
asombro por ti mismo y, por gracia, implantando en ti el asombro por
Dios que transforma tu vida.
No puedes reclamar ese asombro por ti mismo. Necesitas de Su
gracia. Pero tú y yo somos llamados a atesorar, buscar y participar en
esa obra de la forma en que podamos. Y somos llamados a admitir
humildemente nuestra necesidad, y a una y otra vez acudir a esa gracia
que es nuestra única esperanza de crecimiento y transformación
personal.
Restaurar la función adecuada a cualquier cosa disfuncional solo es
posible cuando se le aplica el poder del cambio a su falla. El
crecimiento espiritual de la santificación progresiva conlleva algo
mucho más profundo que un mayor apego a las reglas de Dios.
Requiere que Dios obre para arreglar lo que el pecado ha
descompuesto, y esa falla está en nuestros corazones. Solo podremos
vivir voluntaria y gozosamente el diseño de Dios para nosotros en la
medida en que el asombro por Dios vaya reemplazando
progresivamente el asombro por nosotros mismos. Y para recuperar
este sistema motivacional de nuestros corazones se nos ha dado una
gracia maravillosa, poderosa, inagotable y transformadora.
10

COSMOVISIÓN

¿Quién, Señor, se te compara entre los dioses?


¿Quién se te compara en grandeza y santidad?
Tú, hacedor de maravillas, nos impresionas
con Tus portentos.
ÉXODO 15:11

¡Consuelen, consuelen a Mi pueblo!


     —dice su Dios—.
Hablen con cariño a Jerusalén, y anúncienle
que ya ha cumplido su tiempo de servicio,
     que ya ha pagado por su iniquidad,
que ya ha recibido de la mano del Señor
     el doble por todos sus pecados.

Una voz proclama:


“Preparen en el desierto un camino para el Señor;
     enderecen en la estepa un sendero para nuestro Dios.
Que se levanten todos los valles,
     y se allanen todos los montes y colinas;
que el terreno escabroso se nivele
     y se alisen las quebradas.
Entonces se revelará la gloria del Señor,
     y la verá toda la humanidad.
El Señor mismo lo ha dicho”.

Una voz dice: “Proclama”.


     “¿Y qué voy a proclamar?”, respondo yo.
“Que todo mortal es como la hierba,
     y toda su gloria como la flor del campo.
La hierba se seca y la flor se marchita,
     porque el aliento del Señor sopla sobre ellas.
     Sin duda, el pueblo es hierba.
La hierba se seca y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre”.

Sión, portadora de buenas noticias,


     ¡súbete a una alta montaña!
Jerusalén, portadora de buenas noticias,
     ¡alza con fuerza tu voz!
     Álzala, no temas;
di a las ciudades de Judá:
     “¡Aquí está su Dios!”.
Miren, el Señor omnipotente llega con poder,
     y con Su brazo gobierna.
Su galardón lo acompaña;
     Su recompensa lo precede.
Como un pastor que cuida su rebaño,
     recoge los corderos en sus brazos;
los lleva junto a su pecho,
     y guía con cuidado a las recién paridas.
¿Quién ha medido las aguas con la palma de su mano,
     y abarcado entre sus dedos la extensión de los cielos?
¿Quién metió en una medida el polvo de la tierra?
     ¿Quién pesó en una balanza las montañas y los cerros?
¿Quién puede medir el alcance del Espíritu del Señor,
     o quién puede servirle de consejero?
¿A quién consultó el Señor para ilustrarse,
     y quién le enseñó el camino de la justicia?
¿Quién le impartió conocimiento
     o le hizo conocer la senda de la inteligencia?
A los ojos de Dios, las naciones son
     como una gota de agua en un balde,
     como una brizna de polvo en una balanza.
El Señor pesa las islas como si fueran polvo fino.
El Líbano no alcanza para el fuego de Su altar,
     ni todos sus animales para los holocaustos.
Todas las naciones no son nada en Su presencia;
     no tienen para Él valor alguno.

¿Con quién compararán a Dios?


     ¿Con qué imagen lo representarán?
Al ídolo un escultor lo funde;
     un joyero lo enchapa en oro
     y le labra cadenas de plata.
El que es muy pobre para ofrendar
     escoge madera que no se pudra,
y busca un hábil artesano
     para erigir un ídolo que no se caiga.
¿Acaso no lo sabían ustedes? ¿No se habían enterado?
¿No se les dijo desde el principio?
¿No lo entendieron desde la fundación del mundo?
Él reina sobre la bóveda de la tierra,
     cuyos habitantes son como langostas.
Él extiende los cielos como un toldo,
     y los despliega como carpa para ser habitada.
Él anula a los poderosos,
     y a nada reduce a los gobernantes de este mundo.

Escasamente han sido plantados,


     apenas han sido sembrados,
apenas echan raíces en la tierra,
     cuando Él sopla sobre ellos y se marchitan;
¡y el huracán los arrasa como paja!

“¿Con quién, entonces, me compararán ustedes?


     ¿Quién es igual a Mí?”, dice el Santo.
Alcen los ojos y miren a los cielos:
     ¿Quién ha creado todo esto?
El que ordena la multitud de estrellas una por una,
     y llama a cada una por su nombre.
¡Es tan grande Su poder, y tan poderosa Su fuerza,
     que no falta ninguna de ellas!

¿Por qué murmuras, Jacob?


     ¿Por qué refunfuñas, Israel:
“Mi camino está escondido del Señor;
     mi Dios ignora mi derecho”?
¿Acaso no lo sabes?
¿Acaso no te has enterado?
El Señor es el Dios eterno,
     Creador de los confines de la tierra.
No se cansa ni se fatiga,
     y Su inteligencia es insondable.
Él fortalece al cansado
     y acrecienta las fuerzas del débil.
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan,
     y los muchachos tropiezan y caen;
pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas;
     volarán como las águilas:
correrán y no se fatigarán,
     caminarán y no se cansarán (Is 40).

Nunca he citado un pasaje tan largo en ninguno de los libros que he


escrito, pero tengo una razón para hacerlo aquí. Me gustaría que
hicieras algo en este momento. Lee Isaías 40 dos o tres veces
lentamente. Deja que el pasaje hable a tu alma. Permite que el lenguaje
poético dibuje imágenes en tu mente. Dale tiempo a tu corazón para
que absorba la asombrosa gloria mostrada aquí. Mientras lees, nota
cómo el profeta estira los límites del lenguaje humano para mostrarte
la gloria de Dios. Presta atención a su esfuerzo por darte una
descripción que te deje completamente asombrado por la majestad, la
gloria y el poder de Dios.
Como autor es humillante admitir esto, pero las palabras más
importantes en este libro no fueron escritas por mí. Las palabras más
importantes y potencialmente transformadoras de este libro fueron
escritas por el profeta Isaías, inspirado por el Espíritu Santo. Lo que
debemos preguntarnos es: “¿Por qué fueron dadas estas palabras?”, y:
“¿Qué debemos hacer con ellas?”.

DESPÍDETE DE LA VIDA COMPARTIMENTADA

Tristemente, muchas personas que dicen ser cristianas viven vidas


compartimentadas. Se percaten de ello o no, han dividido sus vidas en
dos compartimentos: la vida real y la vida espiritual.
El compartimento de la vida real es en el que se encuentran más
cómodos. Contiene todas las cosas de la vida diaria como el trabajo, la
salud física, la comida, las bebidas, los amigos, el tiempo libre, el
dinero, el matrimonio, la crianza de los hijos, las posesiones y las
experiencias cotidianas. Este compartimento domina su pensamiento y
sus acciones. Aquí es donde se gasta la mayor parte de su energía
emocional y física, y donde se cumplen o se interrumpen la mayoría de
sus sueños. Todo lo que ocurre allí es lo que suele producir sus más
grandes alegrías y penas. Aquí es donde se imaginan la buena vida para
sí mismos y para sus hijos. Generalmente no son muy conscientes de lo
que no esté relacionado a esas cosas cotidianas de la vida. Sí, creen en
Jesús, en Su perdón y en la vida eterna, pero estas creencias no tienen
un impacto radical en la manera en que piensan acerca de sí mismos y
de la vida en general. Creo que estoy describiendo a cientos de miles de
cristianos.
Pero también tienen un segundo compartimiento: el de la vida
espiritual. Aquí se encuentra todo lo que tenga que ver con Dios. Es el
compartimento para los servicios dominicales, los grupos de estudio,
los diezmos, las ofrendas, la teología correcta, la obediencia a las
reglas, las misiones y, si son verdaderamente espirituales, la adoración
familiar. Su cristianismo está separado del resto de su vida. Su fe es un
aspecto de su vida, en lugar de ser algo que moldea toda su vida. Y si te
empiezas a fijar en su forma de vivir, podrás ver claramente el impacto
negativo de esta vida compartimentada. Consideraremos esos síntomas
después de analizar la razón por la que se escribió Isaías 40 y por la que
fue preservado para nosotros.

“¡AQUÍ ESTÁ SU DIOS!”: UNA COSMOVISIÓN


En un día cualquiera, ¿qué es lo que más influye sobre tu forma de
pensar acerca de ti mismo y de tu vida? Isaías 40 fue escrito para
consolar a personas heridas, afligidas y asediadas, pero debes
comprender la naturaleza de ese consuelo. Este pasaje no debe ser
relegado a la lista de pasajes que usamos para ayudar a los que
necesitan ser consolados —junto con frases como “Dios es soberano” y
“todo pasa en la vida”. Isaías 40 no fue diseñado como un bálsamo
teológico abstracto para las heridas de alguien que sufre. El alcance de
Isaías 40 debe ser mucho mayor que eso. Isaías 40 debe ser relevante
para todo hijo de Dios.
Esto es lo que debes entender. Isaías 40 no es literatura
reconfortante; es literatura que provee una cosmovisión. Estas
palabras solo proveen consuelo por la cosmovisión radical y asombrosa
que nos presentan. Cuando comienzas a entender, a creer y a vivir a la
luz de la asombrosa gloria que nos revela Isaías 40, tienes razón para
sentirte consolado sin importar lo que estés enfrentando.
Isaías 40 confronta dos cosas. Primero confronta cualquier
perspectiva del mundo que no coloque a Dios en el centro.
Simplemente no puedes comprender algo correctamente si no lo
observas a través del lente de la asombrosa gloria que te muestra Isaías.
Dios no solo existe, y no solo está activo y en control, sino que también
es tan glorioso que es casi imposible encontrar palabras o ilustraciones
que sean lo suficientemente grandes para capturar Su majestad.
Creo que hay mucho ateísmo funcional en la iglesia de Jesucristo.
Creo que frecuentemente vivimos como si Dios no existiera y todo
dependiera de nosotros. Solemos preocuparnos demasiado, controlar
demasiado, exigir demasiado y lamentarnos demasiado. Buscamos
demasiados reemplazos de Dios. Hacemos todas estas cosas porque nos
olvidamos rápidamente de la presencia y la gloria de Dios. Isaías quiere
ayudarte a recordar. Él quiere despertar tu memoria con todas esas
grandiosas imágenes que dibuja con sus palabras. Se esfuerza por
volver a mostrarte a un Dios que puede que hayas olvidado. En mis
sesiones de consejería, no puedo decirte cuántas veces he escuchado a
personas —personas que parecen tener una buena teología— relatar
sus historias omitiendo completamente a Dios. Muchas veces he
pensado que el hecho de que evalúan su vida ignorando a Dios explica
gran parte de su angustia, confusión y desesperación. No están
afligidos porque su vida haya sido difícil, sino porque enfrentan sus
dificultades con una cosmovisión que no es bíblica.
Pero Isaías 40 lidia con otro tema. Hace referencia al gran número de
cristianos que sí recuerdan a Dios, pero lo ven pequeño, distante,
indiferente y aparentemente imprudente. No solo sufren por el
tamaño de las cosas que enfrentan, sino también por la pequeñez del
Dios en el que confían. Muchas personas me han hablado sobre Dios en
medio de sus dificultades y, después de escucharlos, me percato de que
si yo creyera en el “Dios” que describen, tampoco correría a Él en busca
de ayuda y, al igual que ellos, entraría en pánico.
Aquí es donde Isaías 40 nos ayuda. Nos habla de esa idea antigua y
falsa que nos hace creer que podemos medir el tamaño y la cercanía de
Dios evaluando nuestras circunstancias. Tu percepción de Dios nunca
será adecuada ni estable si la obtuviste mientras intentabas descifrar lo
que Él ha estado haciendo en las situaciones de tu vida. Este es el error
que cometió Moisés ante la zarza ardiente —el mismo de los israelitas
cuando enfrentaron a las naciones al otro lado del Jordán, y del
ejército de Israel al enfrentar a Goliat y a los filisteos, y de Gedeón al
ser llamado a derrotar a los madianitas, y de los discípulos al
esconderse después de la muerte de Jesús. Si miras a tu alrededor, te
parecerá que entre el “ya” y el “aún no” son los malos quienes están
ganando, y que Dios seguro no tiene el poder ni la voluntad para hacer
algo al respecto.
Si lo piensas, podrás recordar ocasiones de tu vida en las que Dios te
confundió, en las que parecía distante o en las que no percibías muchas
evidencias de que usaba Su poder a favor de tu bienestar. Es
precisamente por esto que la cosmovisión de Isaías 40 es tan
importante. Confronta nuestro ateísmo práctico —es decir, nuestras
conclusiones de que Dios es pequeño. Nos recuerda que la teología
correcta no se basa en nuestras interpretaciones de las circunstancias,
sino en la revelación que Dios nos ha dado de Su gloria inmutable. En
esos momentos en que no podemos contemplar esa gloria, necesitamos
las poderosas palabras de Isaías 40 para volver a tener una cosmovisión
adecuada que tenga a un Dios asombroso en su centro.
Cada esperanza que tienes como creyente se basa en la gloria de Dios
que revela Isaías. Cada acto de obediencia fluye de tu creencia de que
Aquel que es asombrosamente grande realmente existe. Cada acto de fe
surge de la valentía que sientes al comprender que este tipo de Dios se
sienta en el trono del universo. Toda tu voluntad para perseverar en
medio de la prueba se activa por el recuerdo de lo que Isaías lucha por
expresar en lenguaje humano.
Esta visión te ayuda a entender que no puedes dividir tu vida en dos
compartimentos, colocando todas las cosas de la vida real en uno y las
cosas espirituales en otro. Solo hay un compartimento llamado vida.
Todo va en ese compartimento. ¿Dónde encaja Isaías 40? Bueno, no se
trata de otro compartimento. Isaías 40 es un par de lentes que utilizas
para poder leer y comprender todo lo que existe en tu vida. Solo así
podrás tener un entendimiento adecuado de ti mismo, de los demás,
del significado y propósito de la vida, de lo bueno y lo malo, de tu
identidad, de la moralidad, de la historia y del futuro. Si el asombro
por Dios no es el centro de tu cosmovisión, no podrás entender nada
correctamente.
Ahora, es una lucha mantener esta cosmovisión de una forma
práctica y que realmente afecte tu vida diaria. Esta mañana estaba
pensando en todas las tareas, responsabilidades, oportunidades,
dificultades, relaciones, decisiones y preocupaciones que inundan mi
mente cada día desde que me despierto. Es tan fácil distraerse por todo
ello. Es tan fácil olvidarse de las cosas. Es tan fácil que pase el día sin
que Dios cruce por mi mente. Es tan fácil cargar con la vida sobre
nuestros hombros y ser motivados por la ansiedad más que por el
asombro divino. Es muy fácil tener una cosmovisión formal que ha
sido moldeada por la teología de la Palabra de Dios pero que tiene poco
impacto sobre la forma en que actúas, reaccionas, tomas decisiones o
planeas.
Quizá la vida compartimentada es más natural para nosotros de lo
que quisiéramos creer. Tal vez hacemos esa distinción entre lo “real” y
lo “espiritual” más seguido de lo que pensamos. Quizá no somos tan
conscientes de la asombrosa realidad de Dios presentada en Isaías 40.
O tal vez lo que una vez produjo asombro en nosotros ya no lo hace.
Por eso Isaías 40 ha sido conservado para nosotros, porque diez de
cada diez de nosotros necesitaremos recargar nuestro asombro.
Necesitaremos que las distorsiones de nuestra cosmovisión sean
expuestas y aclaradas. Necesitaremos recordar que en el centro de todo
lo que compone nuestra vida diaria se encuentra el Dios de inestimable
y asombrosa gloria. Necesitamos recordar el hecho de que cualquier
cosmovisión que no comience reconociendo esta gloria distorsiona la
realidad. Necesitamos recordar que Isaías 40 no solo abarca la
dimensión espiritual de nuestras vidas, sino que ofrece los únicos
lentes a través de los cuales podemos ver la vida adecuadamente.
Cualquier otra perspectiva de la vida es como mirar a través de un
vidrio de carnaval; las distorsiones en el lente deformarán la
apariencia de todo lo que contemples a través de él.
El consuelo de Isaías 40 está en que nos da la única cosmovisión que
conlleva esperanza eterna. Isaías 40 nos consuela no porque nos ayude
a comprender la vida o a conocer el futuro, sino porque nos recuerda la
gloria del Dios que gobierna en majestad sobre todas las cosas que de
otra manera nos robarían el consuelo y la esperanza. Necesitamos que
Isaías nos recuerde una y otra vez: “¡Aquí está su Dios!”. Y tenemos que
dejar que la asombrosa gloria de su descripción de nuestro Dios lave
nuestros corazones, limpiándolos del cinismo, de las dudas, de los
miedos, del desánimo, de la ansiedad, de las preocupaciones y del
control.

SEÑALES DE UNA VIDA COMPARTIMENTADA

Ha sido muy difícil escribir este capítulo. Al hacerlo he estado


atravesando uno de los periodos más estresantes y desalentadores en
mi ministerio. He intentado tomar buenas decisiones y he fallado más
de una vez. He sido atacado por personas que me amaban. He tenido
deseos de renunciar. He pensado: “Olvídate del ministerio. Olvida a la
iglesia. ¡Solo quiero irme donde nadie me conozca y vivir una vida
tranquila! Estoy cansado de tratar de ayudar a otros y a cambio ser
atacado. Estoy cansado de las dificultades y del estrés. Estoy cansado de
que los asuntos privados se hagan públicos. Estoy cansado de orar y
orar sin que nada cambie. De hecho, las cosas solo parecen empeorar.
Estoy cansado de sentirme solo e incomprendido”.
Es vergonzoso escribir estos pensamientos y sentimientos, pero
reflejan mi reciente estado. Me he percatado de que en los últimos seis
meses no me he estado predicando Isaías 40 a mí mismo. Mientras lo
predicaba a otros, contemplaba mi ministerio sin la esperanza
fortalecedora de Isaías 40. Este capítulo me recordó que es imposible
enseñar, predicar o escribir sobre verdades que yo mismo no creo
necesitar desesperadamente. Si dejo de creer que soy la primera
persona que necesita leer lo que escribo, debería dejar de escribir. A
medida que leas este libro, por favor recuérdame y ora por mí. Ora
para que Dios me ayude a vivir las cosas que escribo con valor y
esperanza.
Ahora me gustaría que consideráramos los síntomas de la vida
compartimentada.

1. Ansiedad. Recuerdo la pregunta que Cristo le hizo a sus


seguidores en Mateo 6, diciéndoles básicamente: “¿Por qué están
ansiosos?”. Jesús continúa diciendo que es lógico que los gentiles
(incrédulos) estén ansiosos porque no tienen al Padre celestial. Pero,
dirigiéndose a Sus seguidores, les recuerda que ellos tienen al Padre
que conoce todas sus necesidades y que ha prometido saciarlas. Jesús
está diciendo que la ansiedad está directamente conectada a su
percepción de Dios. Si el asombro por Dios no captura tu corazón, las
ansiedades de la vida determinarán tu forma de vivir.
2. Control. ¿Por qué solemos ser tan controladores? ¿Por qué nos
esforzamos por alcanzar posiciones de poder? ¿Por qué amamos la
autoridad más de lo que amamos someternos a ella? ¿Por qué tenemos
miedo de perder el control? ¿Por qué nos da miedo que alguien nos
pueda controlar? ¿Por qué tendemos a pensar que nuestras vidas están
fuera de control? ¿Por qué siempre tenemos que tener la razón? ¿Por
qué queremos ser afirmados, respetados y poderosos? ¿Por qué no nos
gusta que nos digan lo que tenemos que hacer? ¿Por qué el control
parece ser tan importante para tantos de nosotros?
Estoy convencido de que la paz en este mundo caótico, la sumisión a
la autoridad y la voluntad para dar y compartir el poder surgen de la
certeza de que cada detalle de nuestras vidas está bajo la
administración cuidadosa de Aquel cuya gloria es asombrosa.
Tendremos descanso en medio del caos no porque tengamos todo
resuelto, sino porque sabemos quién es Él. Cuando vives asombrado
por la gloria de Dios, simplemente no tendrás la necesidad de controlar
todo en tu vida.
3. Adicción. ¿Por qué caemos fácilmente en adicción a las
sustancias, a las personas, a las posesiones y a las experiencias en
nuestras vidas? ¿Por qué nos decimos a nosotros mismos que podemos
controlar las cosas mientras que la evidencia sugiere que son ellas las
que nos controlan? ¿Por qué nos resulta tan difícil decir “no” a los
placeres de la creación? ¿Por qué regresamos una y otra vez cuando
estas cosas siempre nos dejan insatisfechos y nos hacen daño? Aquí
está la respuesta: cuando le pides a la creación que haga lo que solo el
Creador puede hacer, vas camino a la adicción. No obtienes la paz, la
esperanza o la vida que estás buscando. Lo que obtienes es descanso o
placer temporales, así que tienes que regresar una y otra vez. Cada vez
necesitas un poco más, y dentro de poco te conviertes en un esclavo.
Cuando el asombro por Dios no gobierna tu corazón, eres más
susceptible a algún tipo de adicción.
4. Depresión. No quiero simplificar demasiado esta compleja
experiencia humana, y no quiero minimizar las dificultades de las
personas que luchan con la depresión. Pero sí diré que uno de los
componentes espirituales de la oscuridad paralizante de la depresión
suele ser una cosmovisión que no contiene asombro por Dios. Es como
sentarse en un sótano oscuro y convencerte de que el sol ha dejado de
brillar, que el mundo se congelará y que pronto morirás. El problema
no es que el sol haya dejado de brillar. Si salieras del sótano
experimentarías su brillo y su calor. Tu problema es que, debido a que
no puedes ver su brillo, te permites pensar que ha dejado de brillar y
que no tienes esperanza. Una cosmovisión sin Dios funciona como
tierra fértil para la desesperanza.
5. Deuda. ¿Por qué gastamos más de lo que tenemos? ¿Por qué
siempre queremos más? ¿Por qué envidiamos a los ricos? ¿Por qué
somos tan habilidosos para gastar más de lo que ganamos? ¿Por qué es
tan difícil estar satisfechos con lo que tenemos? Aunque abordé estas
preguntas en el capítulo del materialismo, permíteme hacer un breve
resumen. En la medida en que olvides las glorias asombrosas y
satisfactorias del Creador, en esa misma medida buscarás satisfacción
en la creación. Y debido a que la creación no tiene la capacidad de
satisfacer tu corazón, buscarás una y otra vez, adquiriendo más y más
pero sin experimentar verdadero contentamiento.
6. Temor a los hombres. ¿Por qué le damos tanta importancia a la
opinión de los demás? ¿Por qué nos obsesionamos con la apreciación
de una persona en particular? ¿Por qué estamos dispuestos a negociar
nuestras convicciones para que alguien nos acepte? ¿Por qué revivimos
conversaciones con un remordimiento obsesivo? ¿Por qué nos da
miedo ser honestos en cuanto a nuestras propias luchas? ¿Por qué nos
asusta pensar que nos conozcan? Si tu identidad la determinan las
personas que te rodean y no el Dios asombroso de Isaías 40, serás
vulnerable al temor de los hombres.
7. Adicción al trabajo. ¿Por qué trabajamos más tiempo de lo que
deberíamos? ¿Por qué estamos tan enfocados en los logros y
obsesionados con el éxito? ¿Por qué estamos dispuestos a sacrificar a la
familia y a las amistades para escalar unos cuantos peldaños? ¿Por qué
nos importan tanto la posición y el poder? De nuevo, si necesitas que
tu éxito sea reconocido públicamente para tener paz interior, en lugar
de descansar en el Dios glorioso de Isaías 40 tenderás a trabajar más de
lo que deberías.
8. Insatisfacción. Quizá todas las quejas y lamentaciones por los
sueños no alcanzados y los corazones insatisfechos que moldean
nuestros pensamientos y nuestras conversaciones exponen qué tanto
esa gloria en la que profesamos creer (la de Isaías 40) está separada de
la manera en que contemplamos y vivimos nuestra vida diaria. Puede
que nuestra insatisfacción no se deba únicamente a que las personas
sean impredecibles o a que la vida sea difícil. Tal vez estamos
experimentando la insatisfacción de una vida compartimentada. Quizá
ese descanso fortalecedor que es descrito al final de Isaías 40 no está en
nuestros pensamientos ni en el centro de la manera en que
interpretamos la vida (cosmovisión).

Así que ora en este momento y pide a Dios que te dé el deseo y la


fortaleza para salir de ese sótano oscuro hacia la luz motivante y
consoladora de Su existencia y Su gloria. No tendrás gozo y paz porque
comprendas, seas apreciado o estés en control, sino porque Dios
controla todas las cosas, porque Él es glorioso y porque, por Su gracia,
todo lo que Él es obra a tu favor.
11

IGLESIA

Si no deseas fervientemente que se manifieste la gloria de Dios, no es porque


hayas bebido mucho y estés satisfecho.
Es porque llevas demasiado tiempo comiendo migajas
en la mesa del mundo. Tu alma está llena de nimiedades
y no hay espacio para lo grandioso.
JOHN PIPER9

Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse


de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y
paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si
alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó,
perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor,
que es el vínculo perfecto.
Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron
llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite en
ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y
aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos,
himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y
todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del
Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de Él (Col
3:12-17).
Mario dijo que él y Lucía nunca olvidarían el momento en que llegaron
a la Primera Iglesia Bautista (PIB). El recinto y los edificios eran
símbolos de longevidad y estabilidad. La PIB había sido fundada hace
200 años, permaneciendo fiel al evangelio durante toda su historia. El
hermoso, enorme y tradicional santuario hacía que Mario y Lucía se
sintieran seguros. Amaban la sublimidad del servicio de adoración y la
elegancia de la predicación. Pero después de su primer año en la PIB,
comenzaron a sentirse sofocados por la tradición. Lucía le dijo a Mario
que ya no podía ir a una iglesia tan tradicional que hasta te hiciera
sentir avergonzada si estornudabas durante el servicio.
Un amigo le habló a Lucía sobre La Vid, así que le dieron una
oportunidad. “¡Qué ambiente tan refrescante!”, exclamó Lucía después
de su primera visita; cambiarse a La Vid no fue una decisión difícil de
tomar, para nada. Después de todo el tradicionalismo de la PIB, les
gustaba que este servicio fuera en una bodega y la adoración un tanto
escandalosa. Mario pensó que la predicación era creativa, casi como
una plática informal. Le dijo a Lucía que era mucho más fácil escuchar
eso que las predicaciones teológicas de la PIB. Pero en poco tiempo la
predicación comenzó a desesperarlos. El estilo ambiguo y el exceso de
humor comenzó a fastidiarlos, así que, nuevamente, comenzaron a
buscar otra opción.
Encontraron una iglesia presbiteriana casi por accidente. Se
encontraba a una cuadra de un restaurante que visitaron un viernes
por la noche y el único lugar para estacionarse era frente a esa iglesia.
Decidieron darle una oportunidad. Ese primer domingo pensaron que
habían encontrado lo mejor de ambos mundos en un solo lugar. El
servicio incluía algunos elementos tradicionales, pero la congregación
era joven, la música era animada y el pastor tenía una manera muy
contemporánea de transmitir la verdad bíblica. Al mismo tiempo,
mientras asistían a la iglesia presbiteriana, Mario y Lucía comenzaron
a experimentar dificultades en su matrimonio. Les alegró saber que la
iglesia presbiteriana tenía un ministerio de consejería bien
desarrollado, así que buscaron ayuda para su matrimonio. Pero,
después de dos sesiones, Mario estaba tan enojado por los consejos que
recibían que no solo perdió toda la confianza en el consejero, sino que
también se negó a asistir a una iglesia que promoviera ese tipo de
“ayuda”.
Mario y Lucía escucharon sobre Emanuel, una iglesia pequeña, a
través de un panfleto que recibieron por correo. No tenían otra opción,
así que decidieron darle una oportunidad. El primer domingo fue muy
incómodo porque solo había sesenta personas en la iglesia. Sentían
como si estuvieran en la reunión familiar de otra persona. Pero todos
eran muy amigables, así que decidieron volver. En el momento en que
Mario y Lucía pensaron que Emanuel funcionaría para ellos, sus hijos
adolescentes comenzaron a protestar. Eva y Josué odiaban la iglesia
porque prácticamente no había adolescentes. Ambos decían que no
entendían por qué sus padres elegirían una iglesia que no tuviera nada
que ofrecerles. Con renuencia y sin un plan específico, Mario y Lucía
dejaron de asistir a Emanuel.
Mario y Lucía ahora van a una megaiglesia unas dos veces al mes. Les
encanta poder entrar y salir sin que nadie se dé cuenta, y no tienen
intenciones de hacerse miembros. Sus hijos van con ellos al servicio
dominical, pero no tienen ningún interés en el ministerio para
jóvenes. Mario dice que dejarían esa iglesia si encuentran una mejor
alternativa, pero ya están cansados de buscar.
Ahora vuelve a leer los versículos que están al inicio de este capítulo
y reflexiona sobre tu relación con tu iglesia local. Piensa en cómo tu
iglesia lleva a cabo su ministerio. Considera las expectativas que la
iglesia tiene de ti. Colosenses 3:12-17 nos presenta una perspectiva
radical del diseño de Dios para la iglesia. Es una dura crítica a la
relación pasiva que muchos creyentes tienen con la iglesia a la que se
han comprometido momentáneamente. (Debido a que es un asunto
importante, pienso escribir un libro sobre Colosenses 3).
¿Por qué hay tantos cristianos que actúan como Mario y Lucía? ¿Por
qué la mayoría de los cristianos no viven el estilo de vida mostrado en
Colosenses 3? ¿Por qué tantos de nosotros vemos la iglesia como algo a
lo que tenemos que asistir y no como una misión central de nuestras
vidas? ¿Por qué solemos esperar que sean los que reciben un salario de
la iglesia quienes carguen con toda la responsabilidad del ministerio?
¿Por qué no tenemos el mismo entendimiento que tenía Pablo de la
iglesia? ¿Por qué no hay más creyentes entrenados y preparados para el
ministerio al que Dios los ha llamado? ¿Cuál es la base del problema de
Mario y Lucía con la iglesia?
Las respuestas a estas preguntas están incluidas en las primeras
palabras de Colosenses 3: “Ya que han resucitado con Cristo, busquen
las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios.
Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra”
(Col 3:1-2). Estos versículos nos confirman que no podremos vivir vidas
eclesiásticas radicales como la de Colosenses 3:12-17 si Dios no
recaptura radicalmente nuestros corazones.

COMPRENDIENDO EL ESTADO DE LAS COSAS

Es sorprendente ver la cantidad de consumismo cristiano que existe


hoy en día en la iglesia de Jesucristo. Muchos, muchos creyentes ven su
iglesia como un lugar al que deben asistir y no como algo en lo que
deben estar íntimamente involucrados. Piensan que la iglesia consiste
de una reunión de adoración semanal que forma parte de la dimensión
espiritual de sus vidas. Es triste, pero la mayoría de los pastores
parecen conformarse con que la asistencia siga aumentando, con tener
fondos suficientes para los programas de la iglesia y con que haya un
pequeño porcentaje de personas que se involucren voluntariamente en
algunos ministerios temporales. En la mayoría de las iglesias los que
llevan la carga de su bienestar espiritual son los que reciben un sueldo
de la misma, mientras que los miembros solo actúan como receptores.
Las personas van de iglesia en iglesia como si su comunidad fuera un
centro comercial eclesiástico. Siempre están buscando el mejor
predicador, el mejor ministerio de mujeres, el mejor ministerio de
jóvenes, o el estilo de adoración que prefieren. Esta relación de los
cristianos con la iglesia se asemeja a mi relación con una tienda. Si voy
a una tienda buscando cierto color y estilo de camisa y no la tienen, no
siento ningún tipo de remordimiento al salir de esa tienda e ir a otra.
Voy de tienda en tienda hasta encontrar lo que quiero porque mi
compromiso no es con una tienda en particular sino conmigo mismo,
con la satisfacción de mi deseo por esa camisa.
Miles de cristianos tienen este estilo de vida eclesiástico y,
consumidores al fin, siempre están buscando la oferta del momento.
Quizá eso implique correr tras un predicador famoso, el grupo de
adoración que solo toca los sábados por la noche o el programa para
jóvenes que sea más dinámico. Son asistentes con grandes expectativas
y poco compromiso, y existe una gran posibilidad de que pronto estén
adorando en otro lugar.
También hay muchos cristianos que sí están en la iglesia pero pasan
desapercibidos. Salen y entran de los servicios dominicales sin que
nadie se entere. Claro, intercambian saludos con las personas que
están cerca de ellos, pero realmente no tienen una relación con esas
personas con quienes adoran. Gran parte de lo que ellos llaman
“comunión” realmente no lo es. Rara vez va más allá de la
conversación amable que tendrías en una taberna local. Muchos
cristianos viven en una comunidad cristiana en la que nadie conoce el
estado de su matrimonio, las luchas que enfrentan como padres ni las
situaciones en las que se sienten saturados o abrumados. Nadie sabe lo
que ocurre en sus vidas privadas, las áreas en las que son vencidos por
las tentaciones ni cuándo dudan de la bondad de Dios. Su vida en la
iglesia no es la vida de un miembro del cuerpo de la fe, donde cada
miembro siente dolor cuando otro miembro sufre. No, ellos están
buscando la mejor tienda espiritual de la ciudad.
Existen aún más creyentes que no tienen un compromiso personal
con el ministerio. Por supuesto, echan algo de dinero en el buzón para
las ofrendas para pagar al personal y apoyar al ministerio, pero no
viven con una mentalidad ministerial. Para ellos el ministerio es algo
religioso y formal que ha sido concebido, organizado y programado por
la iglesia. Desde esta perspectiva, si te involucras en el ministerio estás
dejando tu vida por un momento para participar un poco en el
ministerio, y luego vuelves a ella. En este caso el ministerio está
interrumpiendo tu rutina regular, por lo cual es visto como algo que
solo hacen los que son “muy espirituales”. ¿Cuántos creyentes
realmente tienen un estilo de vida que refleje una convicción de que
Dios les ha dado gracia no solo para ser recipientes de la obra de Su
Reino, sino también instrumentos en la obra del Reino? Si crees esto,
vivirás con una mentalidad ministerial que te llevará a participar
diariamente del ministerio. De esta forma el ministerio no es una
interrupción sino una parte esencial de tu rutina.
Muchos más cristianos de los que nos imaginamos han ligado su
cristianismo a su búsqueda del sueño americano. Lo sepan o no, han
caído en la definición cultural del éxito y persiguen la imagen cultural
de la “buena vida”: una carrera exitosa, estabilidad financiera, una
casa grande, ropa que esté a la moda, comida gourmet y vacaciones
lujosas. Debido a esto, invierten casi toda su energía física, espiritual y
emocional ganando, manteniendo y disfrutando esas cosas, en lugar de
invertir en los tesoros eternos del Reino de Dios a través de Su iglesia
local. Tristemente, el sueño cultural es su vocación y su cristianismo
queda relegado a un pasatiempo religioso. Debes preguntarte, ¿por
qué? ¿Cómo es que esto ha llegado a ser el estado natural de las cosas?
¿Por qué hay tantos cristianos con una relación tan pasiva con la
iglesia?

Y AHORA, NUESTRO PASAJE

Cuando se trata de la iglesia, Colosenses 3 nos presenta un estilo de vida


radical que resulta de un compromiso del corazón. Observemos primero
el estilo de vida radical. Este estilo de vida se basa en lo que en otro
libro he llamado el “paradigma del total involucramiento”10 de Dios.
¿Qué significa esto? Significa que Dios ha diseñado que todo Su pueblo
esté involucrado en Su obra redentora, todo el tiempo. Significa que a
nadie se le da gracia simplemente para que sea un recipiente, sino
también para que sea un instrumento e imparta de esa misma gracia a
otros. Este pasaje resalta cinco características de ese estilo de vida
radical al que Dios nos ha llamado. Si estás comprometido con este
estilo de vida, harás lo siguiente:

1. Le darás importancia a tus relaciones en la iglesia local (v 12-14).


Estos versículos enumeran algunas cualidades de carácter —bondad,
humildad, amabilidad, paciencia, perdón— y Dios espera que cada
creyente se comprometa a mostrar estas cualidades en todas sus
relaciones. Ellas forman la base del estilo de vida ministerial e
inmediatamente nos confrontan con el hecho de que Dios es el dueño
de nuestras relaciones —no nosotros— y que Él tiene un propósito más
alto que el nuestro.
Si somos honestos, creo que la mayoría de nosotros tendríamos que
admitir que rara vez contemplamos nuestras relaciones diarias con una
mentalidad ministerial. Solemos ver nuestras relaciones como parte de
lo que puede contribuir a nuestra felicidad personal. Si la meta de tus
relaciones es lograr tu propia felicidad, probablemente sucedan cuatro
cosas: (1) Convertirás tus momentos ministeriales en momentos de ira,
considerando los pecados o las necesidades de otras personas como
interrupciones o molestias, en lugar de verlos como oportunidades
para mostrar gracia. (2) Acostumbrarás a hacer esto porque harás
personal lo que no es personal. Todo girará a tu alrededor cuando, en
realidad, esa persona no ha confabulado contra ti. En lugar de eso,
Dios ha elegido revelarte su necesidad para que puedas ser un
instrumento de Su gracia. (3) Debido a que has hecho personal lo que
no es personal, estarás a la defensiva. No obrarás a favor de ellos sino
en su contra porque se interponen en el camino de algo que deseas. (4)
Y, finalmente, te conformarás con soluciones rápidas que realmente no
transmiten la gracia de Dios. Te defenderás o huirás, pero no serás un
instrumento en las manos de Dios.
Dios tiene la intención de que estas cualidades de carácter
transformen las relaciones de tu vida diaria, convirtiéndolas en
talleres para la gracia transformadora del Redentor.
2. Descansarás en la paz del evangelio (v 15). ¿Por qué Pablo hace el
llamado a que la “paz de Cristo” gobierne nuestros corazones? Bueno,
esa frase nos da una pista de que se refiere a algo más fundamental que
la paz en una relación. Si queremos experimentar una paz duradera en
la comunidad que nos rodea, primero necesitamos tener la paz de
Cristo. ¿Por qué la paz de Cristo? Porque este descanso del corazón solo
se obtiene cuando tu identidad y seguridad provienen del evangelio del
Señor Jesucristo. Debido a que descansas en Su perdón, ya no te dará
miedo estar expuesto porque no será revelado nada que no haya sido
cubierto ya por Su sacrificio. Debido a que descansas en Su aceptación,
ya no eres esclavo de las opiniones de los demás. Debido a que
descansas en el poder de Dios que habita en ti, ya no le tienes miedo a
las dificultades ni a los desafíos del ministerio personal. Verás, el
evangelio nos libera de enfocarnos tanto en nosotros mismos que no
tengamos tiempo para ministrar a otros.
3. Estarás comprometido con el estudio de la Palabra de Dios (v 17). En
mi experiencia, la mayoría de los cristianos tienen poco conocimiento
de la Biblia, así que pocos están capacitados para utilizarla de forma
apropiada y efectiva en el ministerio personal. Si no conoces bien tu
Biblia tenderás a verla como una colección aleatoria de dichos sabios
para la vida diaria, y buscarás el versículo que mejor se adapte a cada
situación. Este método omite completamente los grandes temas
redentores de la Biblia, los cuales forman la base de la esperanza y el
valor de la nueva vida a la que Dios nos ha llamado. O sucederá otra
cosa y, tristemente, creo que es muy frecuente: las oportunidades para
ministrar se convertirán en consejería humana. Debido a que no
conocemos bien la Palabra de Dios, profundizaremos en nuestra propia
experiencia y le diremos a las personas lo que pensamos que deben
hacer, ignorando el llamado de Dios para ellos, Su gracia para ellos y
Su sabiduría para ellos.
4. Buscarás oportunidades para ministrar (v 16). Pablo dice que
necesitas que la Palabra de Dios abunde en ti para que puedas instruir y
aconsejar. Piensa en estas dos palabras. Suelen ser términos
ministeriales que aplicamos solo al personal entrenado y que sirve a
tiempo completo. Sin embargo, Pablo está diciendo que estas dos
palabras capturan el llamado de Dios para cada creyente. Para que la
iglesia sea la iglesia —no solo un lugar donde puedas encontrar
ministerio, sino uno donde las personas sean una comunidad que
ministra— cada creyente debe aceptar su rol en la vida de los demás
creyentes. Puede sonar radical, pero es el plan de Dios que todos Sus
hijos instruyan y que todos sus hijos aconsejen. ¿Qué significa esto?
Instruir significa que siempre estoy comprometido y preparado para
cuando Dios me dé la oportunidad para ayudar a otros a contemplar la
vida desde la perspectiva divina. Y aconsejar significa que siempre
estoy comprometido y preparado para cuando Dios me dé la
oportunidad de ayudar a otros a verse a sí mismos en el espejo de la
Palabra de Dios. Ninguna iglesia será capaz de contratar suficiente
personal como para cubrir toda la instrucción y consejería que Dios
quiere que ocurra en Su iglesia.
5. Reconocerás que tu vida ya no te pertenece (v 17). Aquí tenemos
nuevamente un recordatorio de hacer todo en el nombre de Dios. No
tenemos vidas separadas y privadas que nos pertenezcan. Dios es
nuestro dueño, y Él es el dueño de cada una de nuestras relaciones. No
tendremos una vida ministerial hasta que le entreguemos al Señor
todo lo que somos y todo lo que tenemos.

Entonces ¿por qué no hay más cristianos viviendo de esta manera?


La respuesta la encontramos en las palabras mencionadas
anteriormente: “Concentren su atención en las cosas de arriba, no en
las de la tierra” (Col 3:2). Esta oración nos recuerda el mensaje central
de este libro. Nos conduce a la batalla fundamental que se está librando
en nuestros corazones, que es el motivo por cual que decidí escribir lo
que ahora tienes en tus manos.
Esto es lo que todos debemos comprender. La iglesia (me refiero a las
personas, no a la institución) no tiene principalmente un problema con
la movilización de las personas o con el entrenamiento de las personas.
La iglesia de Jesucristo tiene un problema con el asombro. No es que la
iglesia esté perdiendo la guerra del ministerio; está perdiendo la guerra
del asombro. Y debido a que está perdiendo la guerra del asombro, muy
pocas personas participan arduamente en el ministerio.
Permíteme darte un ejemplo práctico y después lo explicaré. Desde
hace mucho tiempo estoy convencido de que las clases de evangelismo
no producen evangelistas. Las clases de evangelismo son una forma de
entrenar a las personas que ya están comprometidas con un estilo de
vida evangelista. Sin ese compromiso, la clase no te convertirá en
evangelista. El entrenamiento en consejería no produce consejeros.
Sencillamente provee entendimiento y habilidades a personas que ya
están comprometidas con su ministerio personal.
Así que Colosenses 3:2 va directo al meollo del asunto, que es el
corazón. Se refiere a lo que ha capturado la capacidad de asombro de tu
corazón. Recuerda, tu corazón siempre es impulsado por el asombro.
Tus pensamientos, deseos, motivaciones, propósitos y elecciones son
moldeados por lo que sea que esté asombrando a tu corazón. Este
pasaje simplifica esta profunda lucha a dos posibles opciones. O tu
corazón vive en un asombro horizontal por el mundo físico y creado
(las cosas “de la tierra”), o tu corazón vive en un asombro vertical por
Dios, por Su obra, por Su gracia y por Su Reino.
Si tu corazón ha sido capturado por las glorias del mundo físico —la
gente, los lugares, las experiencias y todo lo material— ahí es donde
invertirás la mayor parte de tu energía física, emocional y espiritual. Y
debido a que estás buscando felicidad y satisfacción aquí, tu relación
con la iglesia, tu involucramiento en su obra y tu comunión con otros
creyentes serán solo un complemento a lo que realmente buscas en la
vida. Creo que cientos de miles de creyentes viven así. Sí, son hijos de
Dios. Sí, han sido redimidos por Su sangre y aceptados por Su gracia.
Para ellos la iglesia es un lugar al que asisten con alegría, pero que no
constituye un aspecto esencial de su vida.
Pero si el asombro por Dios —por Su obra, Su gracia y Su Reino (“las
cosas de arriba”)— se va apoderando cada vez de tu corazón, verás a tu
iglesia no solo como un lugar al que asistir sino también como un gran
compromiso en tu vida, y vivirás con un estilo de vida ministerial
donde sea que Dios te haya colocado. Cuando el asombro por Dios haya
capturado tu corazón, el ministerio llenará tu agenda. No necesitarás
que la iglesia te asigne un ministerio; afrontarás el trabajo, el
matrimonio, la crianza y todas tus relaciones con una mentalidad
ministerial. El asombro por Dios te librará de pensar que tu vida te
pertenece y de ver el ministerio como una interrupción o una pérdida
de tiempo. El asombro significa que verás todo lo que hay en tu vida a
través del lente de la existencia y la gloria de Dios, y que dedicarás toda
tu vida a cumplir Su propósito, reconociendo humildemente que, al
hacerlo, no estás ofreciendo lo que es tuyo, sino que estás
devolviéndole lo que ya le pertenece para que Él lo utilice.
Si la iglesia está llena de personas que han puesto su mente en las
cosas de la tierra, entonces la mayor parte de sus asistentes tendrán
una relación pasiva con la iglesia, y la carga del ministerio caerá sobre
los hombros del poco personal que está a tiempo completo. Pero si la
iglesia está llena de personas enfocadas en las cosas de arriba, entonces
el ministerio se llevará a cabo en los pasillos, las habitaciones, las salas
de juntas, las cocinas y las camionetas del día a día. Existe una
conexión directa entre el tipo de asombro que ha capturado tu corazón
y la cantidad de ministerio que hay en tu vida.
Si leíste este capítulo y pensaste: “Paul, yo soy una de esas personas
pasivas”, no te paralices por la culpa y el remordimiento. No, corre a tu
Redentor. Confiesa lo que ha gobernado tu corazón y clama por Su
gracia liberadora y habilitadora. Mientras lo haces, recuerda una vez
más que tu Señor siempre escucha el clamor de Sus hijos. Tú también
puedes experimentar un nuevo asombro por Dios que produzca en ti
una mentalidad ministerial que transforme tus relaciones en la iglesia.
12

CRIANZA

!Así como un lunático no puede opacar al sol con simplemente escribir la


palabra “oscuridad” en las paredes de su celda,
de la misma manera es imposible que un hombre opaque
la gloria de Dios por rehusarse a adorarle.
C. S. LEWIS11

Si tuvieras que escribir en una hoja las funciones que Dios estableció
para la familia, ¿qué escribirías? ¿A qué ha llamado Dios a los padres?
¿Qué metas deberías tener respecto a tus hijos? Cuando llegas al final
de una semana como padre y dices: “Esta fue una buena semana”, ¿qué
te hace decir eso? ¿Qué estás intentando lograr con todas las
conversaciones que tienen temprano en la mañana y tarde en la
noche? ¿Qué intentas producir con todos esos minisermones? ¿Qué
intentas transmitir a tus hijos cuando buscas traer paz en medio de
guerras entre hermanos? Si tuvieras que describir a ese hijo ideal que
intentas producir, ¿cómo sería esa descripción? ¿Cómo sabrías que has
sido exitoso?
Todos sabemos que pocas cosas en la vida son tan importantes como
ser un agente de Dios en la formación de un alma humana. Pero me
temo que muchos de nosotros estamos criando sin tomar en cuenta el
cuadro completo, ignorando el gran propósito de Dios. Pareciera que
no tenemos metas grandes que engloben y guíen todo lo que hacemos
como padres. Hacemos varias cosas con la esperanza de que nuestros
hijos se comporten, sean amables y tengan fe, pero nuestra crianza
tiende a ser reactiva en lugar de estar enfocada en una visión central o
una meta suprema.
Isabel era una madre frustrada y, en su frustración, me buscó. Había
comenzado a odiar su relación con sus hijos. No, no odiaba a sus hijos;
lo que odiaba era lo negativo de su relación con ellos. Isabel dijo: “Solo
soy una legisladora, una fiscal, una jueza y una carcelera. Desde la
mañana y hasta la noche me la paso diciendo ‘no’ una y otra vez, y
aplicando castigos cuando mis hijos no responden apropiadamente.
Siempre me estoy preguntando qué será lo próximo que se les ocurrirá,
y siempre que me ven acercándome a ellos se preguntan qué han hecho
mal. Sé que hay algo que no está bien, pero no sé qué es exactamente”.
Sara y Bernardo se me acercaron en una conferencia para padres.
Sara ya había empezado a llorar antes de comenzar a hablar. Me dijo
que le avergonzaba admitir lo que estaba por revelarme, pero que
necesitaba hablar con alguien. Sara me confesó que no tenía capacidad
alguna de controlar a su hijo de cuatro años. “En lugar de que yo lo críe
a él, es él quien me controla”, me dijo con tristeza. Expresó que le daba
pánico imaginarse cómo sería cuando su hijo fuera un adolescente.
Francisco compartía conmigo la pena de miles de padres. Él había
mantenido la disciplina en el hogar de manera consciente y fiel.
Mientras vivían en casa, sus hijos se sometían a su autoridad. En
muchos aspectos (en la escuela, en la iglesia, en el hogar y en el
trabajo), los hijos de Francisco eran un modelo a seguir. Las personas
en la iglesia de Francisco lo felicitaban continuamente por el gran
trabajo que hacía como padre. Francisco confesó que cuando su primer
hijo se graduó con honores del bachillerato, no solo estaba orgulloso de
su hijo, sino que se sintió muy orgulloso de sí mismo. Pero al hablar
conmigo, Francisco no daba la apariencia de ser un padre orgulloso. Se
veía derrotado y quebrantado: “Pensé que lo había hecho todo bien,
pero cuando mi hijo y mi hija se fueron a la universidad, ambos
abandonaron su fe. No tienen una relación con Dios y tienen muy poca
relación con nosotros”.
No puedo decirte cuántas de estas conversaciones he tenido con
diferentes padres a lo largo de los años. Los nombres y lugares difieren,
pero el tema es siempre el mismo. Muchos padres cristianos han
perdido el rumbo, si es que algún día estuvieron en el camino correcto.
Miles de padres han comenzado a creer que todo su trabajo ha sido en
vano. Miles de padres no saben qué están haciendo o por qué hacen lo
que hacen. Miles de padres bien intencionados carecen del cuadro
completo que le daría sentido y dirección a todo lo que hacen. En este
capítulo veremos lo que está faltando en la crianza de innumerables
creyentes bienintencionados.

CRIANDO HIJOS SIN ENTENDER EL CUADRO COMPLETO

Después de hablar con cientos de padres, estoy convencido que muchos


carecen de una visión general que guíe todo lo que hacen con sus hijos.
Por supuesto, quieren que sus hijos crean en Jesús, desean que sus
hijos obedezcan y esperan que tengan habilidades musicales y atléticas
junto a una buena educación, un buen matrimonio y una buena
carrera. Pero, en realidad, solo están reaccionando a lo que traiga cada
día. Sí, pueden decir y hacer muchas cosas con sus hijos. Sí, son
sinceros en cuanto a sus deseos para la vida espiritual de sus hijos. Y sí,
se esfuerzan por establecer una serie de reglas que moldeen el
comportamiento de sus hijos. Pero es un sistema reactivo.
El problema con la crianza reactiva es que carece del cuadro
completo que ayuda a que los padres interpreten lo que sucede en los
corazones y en las vidas de sus hijos; esto es lo que les permite
enfocarse en los asuntos importantes del corazón, que es la clave de
toda buena crianza. Esta visión inadecuada deja a estos padres con un
sistema diseñado para controlar, regular y conformar el
comportamiento de sus hijos. Ahora, si todo lo que haces es controlar
el comportamiento de tus hijos cuando están en casa contigo,
entonces, cuando dejen tu casa, se quedarán sin nada. Cuando se vayan
de tu hogar y ya no tengan el sistema de control sobre ellos, sus vidas
se irán hacia donde su corazón ya ha estado durante mucho tiempo.
Permíteme presentarte un ejemplo. Cada año miles de supuestos
jóvenes cristianos se mudan a las residencias universitarias y
abandonan su fe. Yo creo que realmente no abandonan su fe. Creo que
nunca la tuvieron. Crecieron en un sistema de control que les imponía
la fe, pero cuando llegan a la universidad y desaparece el sistema, sale
lo que realmente hay en sus corazones.
La crianza reactiva tiene otro problema. Debido a que carece de una
gran visión, tiende a ser determinada por las emociones o el estado de
ánimo del padre. Lo que ayer estaba bien no está bien hoy porque
mamá no se siente bien. O lo que ayer enojó a papá no parece
molestarle hoy. Cuando nuestro estándar es cambiante, nuestros hijos
se convierten en predictores emocionales, intentando descifrar el
estado de ánimo de los padres para saber si pueden o no hacer alguna
cosa. Los hermanos incluso hablan entre ellos para saber si alguno ya
se enteró de cómo están los ánimos de los padres en un día dado.
Este no es el diseño de Dios para la crianza. Esto se convierte en un
sistema impulsado por las emociones que solo intenta controlar el
comportamiento, dejando a un lado la centralidad del corazón y el
poder transformador del evangelio para crear cambios duraderos en el
comportamiento de los hijos.

EL CUADRO COMPLETO

Aquí está lo que todo padre necesita entender: tu hijo no solo tiene un
problema de comportamiento; su problema está en su corazón. La
Biblia nos enseña que toda palabra y todo comportamiento de un niño
son controlados, moldeados y dirigidos por lo que hay en su corazón
(ver Lc 6:43-45). El problema en el corazón de cada niño no tiene que
ver principalmente con la ley; tiene que ver con su asombro. Cada niño
nace con un corazón controlado por el asombro por sí mismo más que
por el asombro por Dios.
Permíteme decirlo de esta manera: todo niño viene al mundo
creyendo dos mentiras que son muy seductoras. La primera es la
mentira de la autonomía. La autonomía dice: “Soy un ser humano
independiente y tengo derecho a vivir mi vida como yo quiera vivirla”.
Esas batallas iniciales que tienes con tu hijo sobre qué comer, qué
vestir y a qué hora dormir no se limitan a esas cosas. Tu hijo se resiste
porque no quiere ser gobernado. Se ve a sí mismo en el centro de su
universo. Se ha autoproclamado el soberano de su vida. Aunque no
tienen ni idea de lo que es una dieta saludable, de lo que se tienen que
poner para cada ocasión ni de la cantidad de horas que necesitan
dormir, ellos lucharán contra ti porque no quieren que se les diga qué
hacer. Esa es la razón por la que un niño pequeño grita “¡No!” a un
adulto cuatro veces más grande que él, o por la que una niña se pone
rígida y roja de la rabia. Quieren autonomía. No quieren otra autoridad
que no sea la suya.
La segunda mentira es la mentira de la autosuficiencia. Esta mentira
dice: “En mi interior tengo todo lo que necesito para ser lo que se
supone que debo ser y para hacer lo que se supone que debo hacer”.
Aunque los niños casi no tienen entendimiento del mundo que los
rodea, se resistirán a recibir ayuda porque quieren aferrarse a la
ilusión de que no necesitan sabiduría, instrucción o corrección.
Permíteme darte un ejemplo. El pequeño Danielito ha descubierto que
sus zapatos tienen cordones, y también que después de ponerse los
zapatos tiene que amarrarse esos cordones. Así que caminas hasta la
cama de Danielito, quien tiene los zapatos puestos en el pie equivocado
y no logra agarrar bien los cordones. Sabes que podría intentarlo por
todo un siglo e igual no lo conseguiría, pero cuando te acercas para
ayudarlo, golpea tu mano. Él quiere creer que es capaz de hacerlo, que
no necesita hacer silencio, someterse y aprender.
Estas dos mentiras fueron pronunciadas primeramente por la
serpiente en el jardín del Edén, y desataron una cadena de
consecuencias desastrosas sobre el mundo físico y la humanidad. Es
importante que entiendas que estas leyes revelan que tu hijo no solo
tiene un problema con la ley, sino un problema más profundo de
asombro. Nuestros hijos solo podrán vivir vidas agradables a Dios
cuando sus corazones hayan sido liberados de la esclavitud al asombro
propio y cautivados por el asombro por Dios.
Así que, padres, tener un sistema de leyes como el modelo para la
crianza sencillamente no funciona. Quizá estás pensando: “Pero ¿no se
supone que mis hijos necesitan reglas y castigos? ¿No necesitan que
nuestra autoridad sea constante?”. Por supuesto que sí, pero estas
cosas no son suficientes. Si todo lo que tus hijos necesitaran fuera un
estricto sistema de leyes para llegar a ser lo que se supone deberían ser
y para hacer lo que se supone deberían hacer, Jesús no habría tenido
que venir al mundo, ni vivir una vida perfecta, ni haber derramado Su
sangre preciosa, ni haber resucitado de la muerte. El evangelio de
Jesucristo nos dice que este tipo de crianza simplemente no es
suficiente.
¿Tus hijos necesitan la ley? ¡Sí! Dios utiliza la ley para ayudar a que
tus hijos vean su necesidad espiritual. La ley le dice a tus hijos cómo
quiere Dios que ellos vivan, pero la ley nunca podrá librarlos del
pecado y de la autoadoración que ha capturado sus corazones.
Así que la crianza de los hijos debe enfocarse en el asunto principal
del corazón de nuestros hijos. Sabemos que mientras sus corazones
sean gobernados por el asombro por sí mismos seguirán luchando
contra nuestra autoridad, seguirán su propio camino e ignorarán al
Dios que los creó y los sustenta. Esto significa que nuestra crianza debe
ser guiada por el asombro. Tenemos que hacer todo lo que podamos
para presentarles a nuestros hijos la gloria de Dios y Su gracia para que
el asombro por Dios gobierne sus corazones.
Quizá estás pensando: “Paul, ¿cómo hacemos eso?”. Me temo que
muchos de nosotros solo hacemos referencia a Dios cuando nuestros
hijos no nos escuchan y, por tanto, utilizamos a Dios como la mayor
amenaza. “¡Dios ve todo lo que haces y podría aplastarte como a un
insecto!”. ¡Esto solo hace que los corazones de nuestros hijos quieran
huir de un Dios como ese!
Bueno, Dios, en Su amor y misericordia nos ha ayudado porque ha
creado este mundo de tal forma que lo revele. El hecho de que el
mundo físico apunte hacia Dios no es un accidente; esta fue Su
intención al formar el universo físico con Su asombroso poder. Así que
Dios ha hecho visible para nosotros Su poder, fidelidad, sabiduría,
bondad, amor y misericordia a través del mundo que ha creado. Cada
cosa gloriosamente creada señala a un Dios de inmensa gloria. Así que,
padres, no es antinatural hablarle a tus hijos cada día sobre Dios; lo
antinatural es no hacerlo. Dios creó lo caliente y lo frío. Dios creó el
agua que se congela y que también se evapora. Dios creó la delicadeza
de un lirio, las alas incansables de un colibrí, la grandeza del elefante,
las franjas multicolores del arcoíris, el terror de una tormenta, los
procesos de la tierra que nos proveen alimentos, el resplandor de las
estrellas por la noche y miles de cosas para ver, tocar, escuchar y
saborear diariamente. Simplemente no puedes despertar por la
mañana sin toparte con Dios. Cada día Dios está aquí, Dios está allá y
allí y allá.
Pero tienen que entender algo más. Están criando a hijos que tienen
una habilidad perversa para mirar al mundo que los rodea sin ver a
Dios. El pecado y el egoísmo han cegado a tus hijos a la gloria que les
rodea, la gloria que tiene el poder de transformar sus corazones y
colocarlos en su lugar correspondiente. Ven el árbol, pero no ven la
gloria. Prueban la comida deliciosa, pero no ven al Dios asombroso que
hizo todo lo que acaban de disfrutar. Pueden temer a la tormenta, pero
no le temen al poder de Aquel que la envió. El desastre de la ceguera
espiritual es una de las razones por las que Dios te puso en la tierra y
en la vida de tus hijos. Él te ha colocado estratégicamente para que seas
Su instrumento de visión, señalando Su presencia, poder y gloria una y
otra vez. Él te ha llamado a ser un instrumento que recapture el
asombro de los corazones de tus hijos, para que por Su gracia el
asombro por Él reine donde ha estado gobernado el asombro por ellos
mismos (ver Sal 145).
Así que cuando vayas al zoológico con tu hija, háblale del Dios que
hizo las distintas características de cada animal. Cuando hornees pan,
dile que el crecimiento de la masa es solo uno de los millones de
procesos físicos y químicos que provienen de la mente de Dios. Cuando
tu hijo huela el rico aroma de una flor, háblale de cómo Dios creó estos
olores y luego nos dio los órganos para disfrutarlos. Cuando estés
caminando con tu hijo por el bosque, háblale de Aquel que creó esos
enormes organismos con brazos que se estrechan hasta el cielo.
Cuando tu hijo esté enfermo, háblale de Aquel que creó todos esos
sistemas delicados en nuestros cuerpos que deben funcionar en
completa armonía para que tengamos salud. Cuando tu hija se queje
por la lluvia, háblale de lo imposible que es controlar el clima, y de
cómo Dios lo hace cada día. Pídele a tu hijo que haga gestos frente al
espejo y háblale de cómo Dios diseñó todos esos pequeños músculos en
la cara que nos permiten comunicarnos sin pronunciar palabra. Podría
escribir un montón de ilustraciones más. Vivimos en medio de una
gloria asombrosa e infinita, y es nuestro deber —y debería ser nuestro
gozo— enseñarle esa gloria a nuestros hijos a una y otra vez.
Aquí está el problema. En la crianza de los hijos es muy difícil
transmitir lo que no tienes. En muchos de nuestros hogares no son solo
los hijos quienes están ciegos ante las asombrosas muestras de la
presencia, el poder y la gloria de Dios que nos rodean; nosotros también
estamos ciegos a ellas. Así que quizá debamos comenzar pidiéndole que
abra nuestros ojos, para que entonces podamos ayudar a nuestros hijos.
Es imposible guiar a alguien hacia algo que no conoces. Tendemos a
enfocarnos en la necesidad de transporte, la comida que debe ser
preparada, la ropa que debe ser lavada, las actividades que necesitan
programarse, la tarea que debe ser realizada y los conflictos entre
hermanos que deben ser resueltos. Algunos de nosotros podemos pasar
días sin pensar en Dios. Es solo cuando Dios en Su gracia abra nuestros
ojos a Su gloria y capture nuestros corazones con asombro que
podremos ser Sus instrumentos de visión para nuestros hijos.
Quizá estás pensando: “Lo único que pido es que mis hijos sean
obedientes y hagan lo correcto”. ¿Cuál es el único camino hacia una
sumisión completa y voluntaria a la autoridad de Dios y a Su ley?
Nuestros hijos solo podrán dejar de vivir para sí mismos cuando vivan
asombrados por Dios, reconociendo la autoridad de Dios y
sometiéndose a los instrumentos de autoridad que Él ha puesto en sus
vidas —sus padres. Solo el asombro por Dios tiene el poder de derrotar
al asombro por uno mismo. Es la gloria de Dios la que puede proteger a
nuestros hijos de la seducción de la gloria propia. Si el asombro por
Dios no gobierna el corazón de mi hijo, la ley de Dios no controlará su
comportamiento. La gran batalla de la crianza no es la batalla del
comportamiento; es la batalla por el tipo de asombro que gobierna el
corazón de cada hijo.
Seamos más específicos. Los padres no tienen ninguna autoridad
independiente sobre sus hijos. Ninguna. Tus hijos no se te han
entregado como siervos para que tu vida sea más fácil. No se te han
dado para que construyas tu identidad o mejores tu reputación. No
deben ser vistos como posibles trofeos para desplegar tu éxito. El único
tipo de autoridad que tienes es la autoridad representativa, la de un
embajador.
Aquí está el plan de Dios: Dios quiere que Su autoridad invisible sea
visible en la vida de los hijos a través de sus padres, quienes ejercen su
autoridad en sumisión a Él. Padres, no existe mayor llamado que este.
Han sido elegidos para representar visiblemente la autoridad de Dios
en la vida de sus hijos. Ustedes son la mirada del rostro de Dios. Son el
tono de Su voz, el tacto de Sus manos, Su carácter y Su actitud. Esto
significa que cada vez que ejerzas autoridad en la vida de tus hijos, debe
ser una hermosa imagen de la autoridad de Dios, la cual es paciente,
firme, llena de gracia, sabia, amorosa, tierna, misericordiosa,
perdonadora y fiel. ¿Por qué? Porque tu trabajo es dejar a tus hijos
asombrados por la belleza de la autoridad de Dios. Tu trabajo es ser
utilizado por Dios para ayudar a tus hijos a pasar de ser rebeldes
naturales contra cualquier autoridad que no sea la suya a ser aquellos
que viven asombrados por la autoridad de Dios. Una vez que ellos
adopten este asombro por Dios se someterán alegremente a Sus reglas
y honrarán a los representantes visibles de Su autoridad que Él mismo
ha puesto en sus vidas.
Esto significa que cada vez que tu autoridad es ejercida de manera
egoísta, impaciente, irritable, abusiva, parcial o condenatoria, no estás
siendo parte de lo que Dios está haciendo en la vida de tu hijo; estás
estorbando Su obra. Cuando expresas tu autoridad de esta forma, no
guías a tus hijos a asombrarse por la belleza y la bondad de la autoridad
de Dios. No, ayudas a fomentar la rebelión natural de tu hijo hacia ella.
Cuando alguien te enfrenta y te ofende, nunca te sientes agradecido,
amado y ayudado. Eso nunca te hace sentir rescatado o cuidado. En
esas situaciones, nunca te has sentido bendecido con sabiduría. No,
solo quieres que el dolor termine. Verás, si mi hijo tiene un problema
de asombro en su corazón y yo he sido enviado a representar
visiblemente al Dios que debe estar en el centro de su capacidad de
asombro, entonces la forma en que yo responda a mi hijo afectará la
manera en que él vea a Dios.
¿Quién podría leer lo que acabo de escribir y decir: “No hay
problema, puedo hacerlo”? Si tienes algo de humildad y cordura como
padre, confesarás que no eres apto para esa tarea. Eres indigno de tan
gran llamado. Sé que puedo ser increíblemente impaciente, fácilmente
irritado y conformarme con fracasar. Sin embargo, cuando la gracia de
Dios produce en mí un mayor asombro por Él del que tengo por mí
mismo, entonces soy motivado a servir como instrumento de asombro
en la vida de mis hijos. Esto significa que no solo mis hijos necesitan
una crianza que rescate su asombro, sino que yo también necesito ser
rescatado. Necesito un Padre celestial que me muestre Su gloria una y
otra vez hasta que mi corazón caprichoso descanse en el hecho de que
Él es el único digno de la adoración de mi corazón.
¿Cuál es, entonces, el fruto del asombro por Dios en el corazón de
nuestros hijos? Creo que el asombro por Dios puede producir en el
corazón de un hijo lo que todo padre anhela. Un hijo cuyo corazón sea
gobernado por el asombro de Dios se someterá a la autoridad, valorará
la sabiduría y no se resistirá, sino que anhelará ser rescatado por Dios,
por lo que se someterá a Él y a los embajadores que Él ha puesto en su
vida.
No somos capaces de recapturar los corazones de nuestros hijos; solo
Dios puede hacerlo. Pero necesitamos comprender que esta es la
misión en la que Él nos ha llamado a participar. Necesitamos reconocer
la evidencia diaria de que la actitud y el comportamiento de nuestros
hijos son moldeados por el asombro por sí mismos. Y necesitamos
hacer todo lo que podamos para señalarles la gloria visible de Dios,
para que por gracia sus corazones sean capturados por el asombro
divino. Finalmente, debemos percatarnos de que no basta con anunciar
e imponer la ley de Dios; debemos cumplir estas dos cosas, pero
también debemos hacer más. Debemos someter la crianza de nuestros
hijos a la realidad de que es solo cuando nuestros hijos estén
asombrados por Dios que rendirán sus vidas a Su control, obedecerán
Su Palabra y estimarán las autoridades que Él ha puesto sobre ellos.
Para hacer esto, nosotros también necesitamos ser rescatados por Su
gracia; rescatados no de nuestros hijos, sino del egoísmo y el orgullo de
nuestros corazones. Afortunadamente, Jesús ya pagó ese rescate.
13

TRABAJO

Tema toda la tierra al Señor;


hónrenlo todos los pueblos del mundo.
SALMO 33:8

Juan nunca está en casa. Jennifer, su esposa, se ha acostumbrado a


cenar con sus hijos y a presentar excusas para justificar la ausencia de
Juan en todas las reuniones a las que acude sola.
Decir que Roberto es impulsivo y agresivo sería quedarse corto. Hace
lo que sea con tal de conseguir lo que quiere, y pobre del que se
interponga en su camino.
Gabriela ha estado en una depresión severa desde que su empresa la
fue degradando hasta prescindir de ella completamente. Apenas sale de
la cama por las mañanas y siente que su vida ha terminado.
Bernardo no puede creer cuánto dinero gana. Nunca imaginó tener
tanta abundancia, pero aun así sigue estando profundamente
endeudado.
Marta dice que nunca ha estado satisfecha con ningún trabajo
porque siempre es capaz de encontrar uno que le parezca más
emocionante y desafiante.
Tanto Noel como Vivian trabajan sesenta horas a la semana. Tienen
poco tiempo libre para disfrutar su hermosa casa, y siempre han
tenido que contratar a alguien que les ayude a cuidar a sus hijos.
Pedro continúa diciendo que cuando llegue a cierto nivel de éxito se
involucrará más en los ministerios de su iglesia, pero aunque sus éxitos
han superado sus metas, nunca se involucra en la iglesia.
Lucas soñó con tener su propio negocio, un sueño que finalmente
alcanzó. Ese negocio demanda su atención 24/7, y su esposa e hijos
notan cada vez más su ausencia.
Hace años que Ignacio no toma vacaciones. Dice que quiere, pero
parece no poder librarse de sus obligaciones para hacerlo.
Sara perdió su empleo y ya no tiene ganas de volver a trabajar. Se
siente culpable por no trabajar, pero no lo suficiente como para hacer
algo al respecto.
José aprendió a valorar el trabajo arduo gracias al ejemplo de su
padre, pero a pesar de que siempre está trabajando, no hay mucha
evidencia del fruto de su labor.
Miguel es el jefe, pero no es de los jefes que aman a sus empleados. Es
conocido por ser extremadamente demandante y poco motivante. El
cambio de personal en su negocio es constante.
Carolina le dijo a su esposo, quien era pastor, que mejor pusiera ya
una cama en su oficina porque nunca está en casa.
¿Podría atreverme a preguntarte qué sucede con tu vida laboral? ¿Es
balanceada? ¿Sufren tus compromisos espirituales y tus relaciones
debido a tu trabajo? ¿Podría ser que le estés pidiendo a tu trabajo que
haga algo que no puede? ¿Cuán a menudo te sientes atrapado entre las
exigencias de tu trabajo y las responsabilidades de tu familia?

EL TRABAJO Y LOS LÍMITES DE TIEMPO

Las personas suelen decir que los adictos al trabajo tienen un problema
de “prioridades” y, aunque comprendo eso, no creo que esa perspectiva
sea lo suficientemente específica o profunda. Frecuentemente se pide a
las personas que enumeren sus prioridades por orden de importancia,
creyendo que esto les ayudará a tener una mejor perspectiva.
Permíteme sugerir dos razones por las que esto no resuelve el
problema.
Primero que nada, ninguno de nosotros vive “listológicamente”. Con
esto me refiero a que no haces una lista de tus prioridades para luego
despertarte cada día y comenzar con la más importante. Todo es
importante de alguna forma u otra, y nada en esa lista puede ser
ignorado. Tu vida no es simplemente una lista de prioridades, sino la
unión de tres aspectos del llamado. Eres llamado a las relaciones, eres
llamado a trabajar y eres llamado a Dios. Cada uno de estos llamados es
una expresión importante de la forma en que Dios quiere que vivamos.
En cierto sentido, ninguno es más importante que el otro, debido a que
cada uno de ellos es un llamado divino. Así que, en lugar de una lista,
tienes tres dominios de la vida piadosa que se intersectan y
superponen: el dominio social, el dominio laboral y el dominio
espiritual (aunque todo es espiritual). Piensa en esto como una triada
de círculos que se superponen, donde cada círculo se conecta con los
otros dos.
Sin embargo, el tiempo que le puedes dedicar a cada uno de estos
dominios es limitado —24 horas en un día, 7 días en una semana, 30
días en un mes y 365 días en un año. Así que si una actividad se
prolonga por demasiado tiempo, solo puede prolongarse porque has
acortado la duración de otra actividad. Casi nadie dice: “El trabajo es
más importante que mi familia, así que pondré a mi familia más abajo
en mi lista de prioridades”. En lugar de ello, las exigencias del trabajo
comienzan a consumir más y más de mi tiempo y, debido a que no
tengo tiempo infinito, me queda menos tiempo para mi familia. Pocos
creyentes dirán que el trabajo es más importante que su relación con
Dios y Su pueblo, pero su vida laboral se expande hasta dejarlos con
muy poco tiempo para hacer otra cosas más que asistir ocasionalmente
a la iglesia con la que una vez estuvieron comprometidos. Es imposible
que un área de mi llamado se expanda sin que provoque que otras áreas
se contraigan. Por tanto, no es tan importante preguntar cuáles son tus
prioridades, sino si tu mundo laboral se ha expandido al punto que ha
contraído peligrosamente el tiempo con tu familia y con Dios. Me
parece que esta es una manera más útil de pensar sobre las dificultades
que experimentamos con los horarios en relación al trabajo, la familia
y la iglesia.
En segundo lugar, hacer una lista de tus prioridades no trata con la
causa. La pregunta que debemos hacer y responder es: ¿Por qué tantos
de nosotros somos adictos al trabajo? ¿Por qué tantos de nosotros
somos tan impulsivos con nuestra carrera? ¿Por qué tantos de nosotros
trabajamos a expensas de nuestra familia e iglesia? ¿Por qué tantos
cristianos exitosos sienten culpa respecto a su matrimonio y
paternidad? ¿Por qué es tan difícil que mantengamos el trabajo en el
lugar que Dios diseñó para el mismo?

EL TRABAJO Y LA IDENTIDAD

Quiero decir lo que ya he dicho una y otra vez en este libro, pero de
una forma diferente. No creo que los adictos al trabajo tengan
principalmente un problema de prioridades o un problema de agenda;
creo que su principal problema es de asombro, que resulta en un
problema de agenda que perjudica tanto sus relaciones como su vida
espiritual. Solo el asombro por Dios es capaz de mantener al trabajo en
su lugar adecuado. Permíteme explicarlo.
En este libro nos hemos estado enfocando en una teología del
asombro y en cómo esa teología se relaciona contigo. La buena teología
no solo define quién es Dios; también define quiénes somos nosotros
como hijos Suyos. No se trata solamente de que Dios es asombroso en
gloria sino también de que, en el evangelio, ¡todos los gloriosos atributos
de Dios ahora obran a nuestro favor! La asombrosa gloria de Dios ha sido
derramada en ti y en mí por Su gracia, así que Su asombroso poder, Su
asombrosa soberanía, Su asombrosa misericordia, Su asombroso
amor,Su asombrosa santidad, Su asombrosa paciencia, Su asombrosa
fidelidad, Su asombrosa gracia —¡todo Su ser obra a nuestro favor!
Así que la gracia que me ha conectado a Él también me ha librado de
buscar identidad en otro lugar. Su gracia me ha dado una identidad en
Él. Es en Su asombrosa gloria que realmente encuentro todo lo que
necesito. No tengo que ir a otra fuente para obtener los recursos
espirituales que necesito para vivir. No necesito buscar propósito y
significado para mi vida. No tengo que buscar algo más que me defina.
No necesito buscar la paz y el bienestar en otro lugar. ¿Por qué? Porque
he encontrado todas estas cosas en Él. El asombro por Él me libera de
la esclavitud al asombro por otras cosas. Recuerda, tú y yo tendemos a
asombrarnos por aquello que creemos nos dará vida (identidad,
significado, propósito, placer, etc.).
Así que olvidar el asombro te dejará con un vacío de identidad que
llenarás con algo más en tu vida. Si te olvidas de quién es Dios (es
decir, si pierdes tu asombro por Él), no sabrás quién eres como hijo
Suyo (es decir, perderás tu identidad) y buscarás horizontalmente lo
que ya se te ha otorgado verticalmente. Ahora, esta es la aplicación
para el tema de este capítulo: debido a que el trabajo es una dimensión
enorme y significativa en nuestras vidas, es muy tentador buscar
nuestra identidad en él. Y cuando buscas identidad en tu trabajo,
encontrarás que es muy difícil resistirse a sus desafíos, exigencias y
promesas de recompensa.

LAS IDENTIDADES HORIZONTALES DEL TRABAJO

1. Identidad en los logros o el éxito. “Soy lo que he logrado” es un


lugar muy tentador para buscar identidad. El éxito te hace sentir capaz
y competente. Una lista de logros parece decir algo sobre lo que eres y
lo que eres capaz de hacer. Generalmente celebramos a personas
exitosas, considerándolos nuestros héroes personales y culturales.
Siempre vemos el éxito como algo bueno. Pero cuando el éxito se
convierte en tu salvador personal —es decir, el lugar en donde buscas
vida— se hace muy difícil controlar tu impulso por él. Si buscas el éxito
para sentirte bien con tu vida, para sentir seguridad o para encontrar
significado y propósito en tu vida, entonces estarás insatisfecho con el
éxito del presente. La emoción del éxito actual se desvanecerá y
necesitarás más éxito para continuar con la emoción. Estarás buscado
innecesariamente la siguiente montaña por conquistar. Sin percatarte
de ello, el éxito habrá cambiado de algo que disfrutabas a algo sin lo
cual no puedes vivir. Tu corazón, que antes deseaba el éxito, ahora será
gobernado por él. Debido a ello, tu corazón buscará dirigirse a donde el
éxito te conduzca y estará dispuesto a sacrificar todo el tiempo, la
energía y las relaciones que sean necesarios para obtenerlo.
Aquí es donde todo se vuelve peligroso. Aquí es donde comienzas a
robarle tiempo a tus compromisos familiares, espirituales y
eclesiásticos para acercarte un paso más al éxito que gobierna tu
corazón. He pasado mucho tiempo con padres y madres abatidos por el
remordimiento debido a que su impulso por el éxito los alejó de sus
hijos, y ahora miran hacia atrás con gran pesar y lamento. He platicado
con muchos hombres que han sacrificado sus matrimonios en el altar
del éxito. He conversado con muchas personas que siguen llamándose
cristianos pero tienen una relación ocasional de domingo por la
mañana con su familia en la fe, pues adoran diariamente ante el trono
de otro dios llamado éxito. Es solo cuando el asombro por Dios te haya
redefinido como Su hijo que podrás mantener algo tan natural como el
deseo por el éxito en su lugar adecuado.
2. Identidad en el poder o el control. “Estoy en control, por tanto,
soy” es un lugar tentador para buscar identidad. En un mundo donde
la mayoría tenemos tan poco control y donde nuestras vidas
frecuentemente parecen estar fuera de control, el control es algo muy
poderoso. En un mundo donde la mayoría tenemos diferentes personas
que nos dicen qué hacer cada día, nos resulta embriagador ser la
persona que está al mando, la que da las órdenes. En un mundo en el
que rara vez sabes lo que acontecerá, es tentador considerar que la
“buena vida” es aquella que puedes predecir y controlar. Así que ¿cómo
te aseguras de tener esa buena vida? La respuesta es sencilla:
trabajando para alcanzar una posición de poder sobre las personas y las
cosas.
Pero buscar identidad en la autosoberanía es peligroso. Una esposa
no encuentra consuelo en ser gobernada por un esposo controlador y
hambriento de poder. Lo que ella realmente quiere es un esposo que la
ame. Ella se sentirá cómoda con su liderazgo si es una expresión de
amor servicial. Los hijos no son atraídos por un padre que les da más
reglas que afecto. Ellos no encuentran alivio en un padre que es
demandante, crítico o que siempre necesita estar en lo correcto porque
siempre necesita tener el control. Los hijos de esta clase de padre no se
sienten amados; se sienten utilizados. Sienten que lo que hace su
padre, lo hace para él, no para el bienestar de ellos. Los trabajadores
nunca desarrollan lealtad hacia un jefe hambriento de poder.
Resentirán sus constantes exigencias impulsadas por su deseo de
alcanzar el éxito. Odiarán el hecho de que ningún logro es suficiente.
Ningún pastor da gracias por tener a una persona hambrienta de
poder, controladora e impulsada por el éxito como miembro de su
equipo de liderazgo. Esa persona siempre terminará creando conflictos
y divisiones innecesarias.
Las personas que han ligado su identidad al éxito siempre dejan un
rastro de desolación personal y espiritual detrás de ellos. Por el
contrario, el asombro por Dios me enseña que mi vida está bajo un
control que es perfecto, y que hay Alguien que gobierna con poder
infinito todas las cosas que a mí me gustaría gobernar para sentir
seguridad. El poder y el control son lugares miserables para encontrar
identidad, pero como mi vida laboral es un lugar donde creo que puedo
ejercer poder y control, es muy difícil no trabajar más de lo que debería
para obtenerlos.
3. Identidad en la prosperidad o las posesiones. “Soy del tamaño de
la pila de cosas que he acumulado” es un lugar peligroso en donde
buscar identidad. ¿Cuáles son los marcadores culturales del éxito y,
por tanto, los marcadores de la identidad? Cuando nos imaginamos a
una persona exitosa, ¿no pensamos en la casa grande y hermosa
(lujosamente amoblada, por supuesto), los automóviles de lujo (tienes
que tener más de uno), el costoso guardarropa y los finos relojes y
joyería? Estas son las imágenes del éxito que los medios nos presentan
diariamente. Y, debido a que somos personas físicas viviendo en un
mundo físico, y a que Dios nos ha dado la capacidad de reconocer y
disfrutar la belleza, es tentador identificar la “buena vida” como
aquella que está llena de cosas hermosas. Ahora, el deseo por cosas
hermosas no es pecaminoso en sí mismo. De hecho, cuando aprecio la
belleza, observo al Creador cuya mano artística es la fuente de todo lo
hermoso. Fui diseñado para apreciar las cosas hermosas, pero no debo
ligar mi identidad a la cantidad de cosas que poseo, y no debo permitir
que mi corazón sea gobernado por ellas.
Si has ligado tu identidad a las posesiones materiales y a la
abundancia física, pasarás la mayor parte de tu tiempo intentando
obtenerlas, mantenerlas, utilizarlas y disfrutarlas. Y, debido a que estás
trabajando para incrementar y mantener tus posesiones, otras áreas de
tu vida se verán afectadas. Quizá tengas una casa hermosa, pero nunca
tendrás tiempo para disfrutarla, y tu familia generalmente estará ahí
sin ti. Puedes tener un carro impresionante, pero ese carro rara vez te
transportará a la iglesia para participar en alguno de sus ministerios
debido a que no tendrás tiempo. Tenderás a vivir endeudado porque tu
deseo por conseguir más cosas siempre excederá la cantidad de tus
ingresos. Buscar que las posesiones físicas te provean de identidad es
potencialmente destructivo. Cuando vivas asombrado por Aquel que te
creó y que es dueño de todo serás capaz de descansar como hijo Suyo
en el conocimiento de que Él proveerá fielmente todo lo que necesites.
Y cuando tu corazón esté satisfecho en Él dejarás de buscar satisfacción
espiritual en los placeres efímeros del mundo físico. Cuando estés
satisfecho en Él serás librado de trabajar constantemente para poseer
más de lo que esperas te dé identidad.

TENTACIONES UNIVERSALES

Es importante admitir humildemente que todas estas cosas nos


tientan. Sé que no soy la excepción. Suelo seguir mis impulsos y tiendo
a atribuirme demasiado mérito por mis logros. Olvido que cada logro
señala hacia la asombrosa gloria de Dios. No podría lograr nada sin el
cuerpo que Él me ha dado, los dones que Él me ha otorgado, el control
que Él ejerce sobre mí y sobre el mundo en el que vivo, y sin la gracia
que diariamente me rescata de mí mismo. Mis éxitos deben aumentar
mi asombro por Él, en lugar de tentarme a asombrarme por mí mismo.
Quisiera poder decir que no me gusta el poder o que no disfruto de
tener el control. Desearía poder decir que no necesito tener la razón o
decir la última palabra. Quisiera poder decir que estoy bien a pesar de
que mi vida sea caótica, de que se presenten cosas inesperadas en mi
vida o de que las cosas se escapen de mi control. Desearía poder decir
que nunca me pregunto qué está haciendo Dios y que siempre confío
en Él cuando mi vida no parece tener sentido. Quisiera poder decir que
encuentro más gozo en servir que en tomar decisiones. Desearía que el
amor sacrificial fuera un mayor tesoro para mí que el gobernar mi día.
Quisiera poder decir todas estas cosas, pero no puedo. Al acercarme al
final de este libro, soy plenamente consciente de que todas las batallas
del asombro descritas en él se están librando en mi propio corazón. Me
convierto en alguien que padece de amnesia del asombro y, al hacerlo,
tiendo a esforzarme demasiado para obtener de las personas, las
situaciones y las cosas que me rodean lo que solo puedo obtener del
Dios de asombrosa gloria, quien es mi Salvador.
Quisiera pensar que he puesto el mundo de las cosas físicas en su
lugar adecuado, pero ese no siempre es el caso. Hay ocasiones en las
que como demasiado, gasto demasiado, codicio lo que otros tienen o
deseo tener más para poder gastar más en lo que ven mis ojos y en lo
que desea mi corazón. Sí, puedo negarme a mí mismo más que antes. Y
sé que nunca encontraré satisfacción espiritual en las cosas físicas.
Pero la tentación persiste y mi corazón sigue siendo susceptible a ella.
Tal como he dicho antes, mi problema no es que vivo en un mundo
lleno de cosas hermosas. Mi problema no es que fui diseñado para
reconocer la belleza y deleitarme en ella. No, mi problema es que
cuando mi corazón no capta y no se satisface en la asombrosa belleza
de mi Señor, buscaré belleza en otras cosas para que me satisfagan.
Verás, cuando no permito que el asombro por Dios le dé reposo a mi
corazón y me defina como hijo Suyo, buscaré identidad en cosas como
el éxito, los logros, el poder, el control, las posesiones y la abundancia,
y trabajaré como loco para obtenerlos, dejando un rastro de relaciones
destruidas y devastación espiritual detrás de mí.
La adicción al trabajo no es un problema de necesidad. No es un
problema de horarios, un problema de dones o un problema de
oportunidades. Sucede cuando el asombro por Dios es reemplazado por
el asombro por algo más. Cuando me olvido de la maravillosa gloria y
la inmensurable gracia de Dios, busco vida en otro lugar.

LO QUE EL ASOMBRO POR DIOS TE ENSEÑA SOBRE TU TRABAJO

Cuando buscas contemplar y considerar la asombrosa gloria de Dios,


esta te enseñará lo que necesitas para poner el trabajo en el lugar
adecuado.

1. Los dones que empleas en tu trabajo provienen de Dios y le


pertenecen a Él. El trabajo no consiste en usar tus habilidades para
alcanzar la vida que siempre has soñado. Tal consideración es
peligrosamente egoísta. El asombro por Dios te enseña que el trabajo es
el lugar habitual en donde Dios te llama a ser un buen mayordomo de
estos dones, oportunidades y habilidades que Él te ha dado. Debido a
que Dios te ha dado estos dones, debes usarlos en sumisión a Su
voluntad y para Su gloria. Así que ¿cómo puedes utilizar estos dones en
tu trabajo de una forma que reconozca a Dios como el Dador y se
someta a los mandamientos, valores y principios de Su Palabra?
2. El tiempo que inviertes en el trabajo le pertenece al Señor. Debo
reconocer que Dios, en Su asombrosa gloria, es el único ser en el
universo que existe fuera del tiempo. Él me ha creado para vivir en un
tiempo y un lugar específicos. Debo hacer todo lo que Él me ha llamado
a hacer dentro de los límites del tiempo que Él me ha dado. Debido a
que mi tiempo le pertenece, debo vivir con la conciencia de que si mi
mundo laboral se expande, se expandirá al espacio que ya está siendo
ocupado por otras cosas a las que Dios me ha llamado. Por tanto, debo
ser cuidadoso de invertir mi tiempo en una forma que le reconozca y se
someta a todo lo que Él me ha llamado a hacer.
3. Eres llamado a vivir para algo más grande que tú. El asombro por
Dios me enseña que mi vida no es solo acerca de mí. Por gracia, Dios
me ha conectado a cosas que son enormes y eternas. Yo no soy el
centro de todo. Lo que yo deseo no debería ser la principal motivación
de lo que hago o de la forma en que invierto mi tiempo. Las decisiones
y el tiempo que invierto en mi mundo laboral siempre deben someterse
a la realidad de que he sido llamado a la construcción de un Reino que
no me pertenece. El éxito no se mide en cuán habilidoso soy para
construir mi propio reino, sino en la medida en la que he hecho todo
para servir al Rey.
4. El éxito no se basa en la obtención de poder, sino en descansar en el
poder de Dios. La persona más exitosa es la persona que conoce su lugar.
La persona más exitosa es la persona que humildemente somete todo lo
que tiene y todo lo que hace al poder de Aquel que es más grande que
ella. El éxito no es utilizar mi mundo laboral para crear poder y control
personal. El éxito es reconocer el control de Dios y utilizar mis dones
para Su propósito, aceptando el poder que se me otorga como
mayordomo Suyo. El éxito también significa reconocer que el poder
que tengo no es un poder independiente para utilizarlo como yo desee.
Todo poder humano es un poder representativo. Dios me da de Su
poder y me llama a utilizarlo de una forma que sea coherente con los
valores que Él ha establecido en Su Palabra.
5. Dios es demasiado sabio y amoroso como para llamarte a un área de
responsabilidad que implique irresponsabilidad en otra. El asombro me
enseña que nunca puedo culpar a Dios por las consecuencias de mis
malas decisiones. Dios nunca me llamará a una vida laboral que me
lleve a descuidar mis compromisos con mi familia e iglesia. Si
equilibrar mi vida laboral con lo que Dios me ha llamado a hacer en mi
familia y en la iglesia me parece imposible, estoy en esa situación no
porque los llamados de Dios sean imposibles, sino porque estoy
buscando obtener cosas de mi trabajo que no debería buscar. Y cuando
haga eso, trabajaré demasiado y otras áreas de mi vida van a sufrir.
6. Por gracia, Dios te invita a descansar en el conocimiento de que
encontrarás todo lo que necesitas en Él. El asombro por Dios me enseña
que ahora, por gracia, mi vida laboral puede ser una expresión de
descanso y no de preocupación. En lugar de que tu vida laboral sea
impulsada por “debo tener _________”, ahora puede ser moldeada por
“mira las cosas maravillosas que me han sido dadas”. En lugar de que el
trabajo sea impulsado por una necesidad ansiosa, ahora puede ser
moldeado por adoración y agradecimiento. Sí, estás comprometido con
el trabajo porque Dios te llama a trabajar, pero al hacerlo puedes
descansar en Su promesa de que Él saciará todas tus necesidades.

Muchos de nosotros tenemos vidas laborales que están fuera de


control, por lo que es importante recordar que no se trata de un
problema de prioridades, sino de un problema de asombro. Celebra
que no estás solo en esta batalla. De hecho, Dios sigue luchando por
nosotros aun cuando no somos conscientes de nuestra necesidad de
luchar. Su gracia es así de asombrosa.
EPÍLOGO

Si encuentro en mí un deseo que ninguna


experiencia en este mundo puede satisfacer,
la explicación más probable es
que fui creado para otro mundo.
C. S. LEWIS12

Se encuentra profundamente arraigado en el corazón de todo ser


humano. Se pasea por tu alma esperando ser saciado. Es la búsqueda
de todos y, en esta vida, el destino de nadie. La forma en que lidias con
esto determinará el curso de tu historia. Solo existe un lugar de reposo
para todo ser un humano, un solo lugar donde encontrará plena
satisfacción. Es el único lugar donde terminará el viaje, donde cesará la
guerra y donde nuestros corazones recibirán el descanso que siempre
han deseado, pero que nunca han experimentado por completo.
Cuando llegue ese momento, estaremos completamente satisfechos
por la eternidad; experimentaremos lo que siempre hemos anhelado
en maneras que ni siquiera imaginábamos. Entonces seremos felices —
no, no una felicidad física, emocional o situacional que se evapora
como la niebla matinal. Seremos felices con un profundo
contentamiento en nuestros corazones, un tipo de gozo que nuestras
almas nunca han conocido.
Ya no seremos atormentados por los fantasmas de los “y si…” y los
“si tan solo…”. Ya no desearemos lo que otros tienen, ni nos
lamentaremos por lo que hemos perdido. Ya no intentaremos saciar
nuestra hambre espiritual con comida física. Finalmente seremos
liberados de intentar calmar la inquietud interna con cosas que nos
provocan problemas y solo profundizan nuestro anhelo. Solo entonces
conoceremos lo que nunca hemos conocido, y celebraremos ese
conocimiento por la eternidad.
Al llegar al final de este libro, me doy cuenta de que he fallado en
decir explícitamente algo que dejaría este libro trágicamente
incompleto. Es una omisión significativa. Es la siguiente: el asombro es
un anhelo. Quizá eso no te suene muy chocante, pero lo es. La
capacidad de asombro que Dios nos ha dado explica fundamentalmente
las interminables variedades de insatisfacciones humanas. Entre el
“ya” de nuestra conversión y el “aún no” de la eternidad, se nos otorga
gran satisfacción, pero nuestros corazones no descansan; la guerra
continúa, y anhelamos más.
Si el asombro es un anhelo, entonces hay un clamor por un destino
que está implícito en ese anhelo. Y si el asombro requiere un destino,
entonces cada momento en esta vida es una mera preparación para el
incalculable asombro que está por venir. No se puede escribir un libro
sobre el asombro sin hablar de la eternidad. Quizá no encontremos un
argumento más real y presente a favor del cielo que la ansiedad que
todos tenemos por los asombros temporales e insatisfactorios del
presente. Lo sepamos o no, el asombro de cada ser humano —el deseo
de ser asombrado y estar satisfecho— es realmente un anhelo universal
de ver a Dios cara a cara. Todas las cosas asombrosas en la creación
señalan al Dios asombroso que las creó y las sustenta, y Su presencia es
ese destino en el que mi hambre será finalmente satisfecha. Dios
diseñó este mundo para estimular nuestro asombro de modo que
anhelemos otro mundo. Cuando estemos del otro lado no
necesitaremos que la creación nos señale hacia la asombrosa gloria de
Dios porque veremos esa gloria cara a cara, y habitaremos a la luz y
calidez de su sol para siempre. Finalmente estaremos en la presencia
de Dios, y nos deleitaremos en completo asombro, sin anhelar nada
nunca más.
Es imposible imaginar cuán profundo y expansivo será nuestro
deleite en Él. Es difícil encontrar palabras que le hagan justicia a lo
satisfechos que estaremos. Nuestros corazones finalmente tendrán lo
que siempre han buscado, y nuestra celebración nunca terminará.
Sí, es verdad; tu capacidad de asombro es un anhelo por otro mundo.
Es un deseo por lo que este mundo caído nunca te dará. La capacidad
de asombro de tu corazón clama diariamente para ser saciada por la
gloria de Dios, liberada de las voces seductoras de las otras glorias. La
búsqueda de asombro es un clamor por el cielo que Dios nos ha
garantizado a cada uno de los hijos que Él ha comprado con sangre.
El asombro es un anhelo por un lugar en donde tu hambre será
saciada. Jesús ha pagado por ese lugar y lo ha preparado para ti. No
hay mayor gracia que ser invitado a la presencia de tal gloria. No hay
mayor gracia que el hecho de que tu caprichoso corazón sea perdonado
y finalmente satisfecho para siempre. Amén.

El Espíritu y la novia dicen: “¡Ven!”; y el que escuche diga: “¡Ven!”.


El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del
agua de la vida… El que da testimonio de estas cosas, dice: “Sí,
vengo pronto”. Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22:17, 20).
NOTAS DE TEXTO

1 Keith y Kristyn Getty, “Don’t Let Me Lose My Wonder” [“No permitas que pierda mi
asombro”] en In Christ Alone, Getty Music, Koch Records, 2007, disco compacto.
2 Albert Einstein et al., Living Philosophies [Filosofías vivientes] (New York: Simon and Schuster,
1931), 6.
3 G. K. Chesterton, Tremendous Trifles [Tremendas trivialidades] (New York: Dodd, Mead and

Company, 1910), 7.
4 Juan Calvino, Sermón #10 sobre 1 Corintios, citado en William J. Bouwsma, John Calvin: A

Sixtheen-Century Portrait [Juan Calvino: una retrato del siglo dieciséis] (New York: Oxford
University Press, 1988), 134-135.
5 Bernice Johnson Reagon, “The Songs Are Free” [“Los cantos son gratuitos”] entrevista por
Bill Moyers, PBS, 1991, publicada en línea el 23 de noviembre de 2007,
http://www.pbs.org/moyers/journal/11232007/transcript2.html.
6 G. K. Chesterton, A Short History of England [Breve historia de Inglaterra] (Nueva York: John

Lane Company, 1917), 72.


7 Jonathan Swift, “Thoughts on Various Subjects” [“Pensamientos sobre varios temas”] en The
Works of Dr. Jonathan Swift [Las obras del Dr. Jonathan Swift] (Edinburgh: A. Donaldson, 1761),
8:301.
8 Oswald Chambers, My Utmost for His Highest [En pos de lo supremo], Deluxe Christian Classics

(Uhrichsville, OH: Barbour, 2000), 59.


9 John Piper, A Hunger for God: Desiring God through Fasting and Prayer [Hambre de Dios: Cómo

desear a Dios por medio de la oración y el ayuno] (Wheaton, IL: Crossway, 2013), 25–26.
10 Paul David Tripp, Nuevas misericordias cada mañana: 365 reflexiones para recordarte el

evangelio todos los días (Poiema Publicaciones, 2015), devocional del 10 de noviembre.
11 C. S. Lewis, The Problem of Pain [El problema del dolor] (New York: Simon and Schuster, 1996),
47.
12 C. S. Lewis, Mere Christianity [Mero cristianismo] (New York: Simon and Schuster, 1996), 121.

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