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Sucedió
años después de estar asistiendo a iglesias y hacerme llamar ‘cristiano’.
Fue un momento crucial que marcó un cambio en mi vida. El asombro
por Dios es lo que inspira las decisiones más importantes de mi vida,
así como todas mis acciones diarias. Gracias, Paul, por ir más allá de
los síntomas y llegar hasta el corazón del asunto. Este libro es brillante,
y desearía que cada creyente lo leyera cuidadosamente. Vivimos en
tiempos de locura. Necesitamos libros como estos que nos permitan
establecer fundamentos y nos ayuden a no pasarnos la vida
reaccionando indebidamente a eventos impredecibles”.
“En pocas palabras, leo todo lo que escribe Paul Tripp. No puedo
perderme una sola palabra”.
#Asombro
Asombro
Por qué es importante para todo lo que pensamos, decimos y hacemos
Paul David Tripp
Traducido del libro Awe: Why It Matters for Everything We Think, Say, and Do © 2015 por Paul
David Tripp. Publicado por Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers;
Wheaton, Illinois 60187, U.S.A.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas de La Santa Biblia,
Nueva Versión Internacional © 1986, 1999, 2015, por Biblica, Inc. Usada con permiso. Las citas
bíblicas marcadas con la sigla RVC han sido tomadas de La Santa Biblia, Versión Reina-Valera
Contemporánea © 2009, 2011, por Sociedades Bíblicas Unidas.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
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SDG
Para DC, Matthew y Matt,
amigos jóvenes en la vida y el ministerio.
Nuestras conversaciones sobre el evangelio
me han hecho amar más a Jesús.
Contenido
Prefacio
1. Humanidad
2. Guerra
3. Ministerio
4. Reemplazo
5. Amnesia
6. Transgresión
7. Queja
8. Materialismo
9. Crecimiento
10. Cosmovisión
11. Iglesia
12. Crianza
13. Trabajo
Epílogo
Notas de texto
PREFACIO
Debo comenzar admitiendo algo. Escribí este libro para mí. Soy una
especie de epicúreo. Me encantan las artes visuales, amo la buena
música y me gusta todo tipo de comida. Un cuadro hermoso me deja
asombrado. Un álbum musical que haya sido bien hecho me deja
maravillado y deseando más. La memoria de un menú de degustación
me hace querer crear ciertos platos y volver a ese restaurante. Ninguna
de estas cosas es mala en sí misma. Dios tiene la intención de que Su
creación nos asombre, pero ese asombro no puede ni debe ser un fin en
sí mismo.
Escribí este libro para mí porque, en este momento de mi vida, soy
más consciente que nunca de que tengo un corazón caprichoso y
errante. Me gustaría poder decir que disfrutar de una cosa creada
provoca en mí una adoración más profunda hacia el Creador, pero no
es así. La evidencia empírica en mi vida me traiciona, mostrando que
entrego mi corazón a la adoración del objeto creado en lugar de al
Creador —gastando cuando realmente no tengo una necesidad,
envidiando lo que otro tiene, o comiendo cuando realmente no tengo
hambre.
Escribí este libro para mí porque soy consciente de que necesito
pasar más tiempo contemplando la belleza del Señor. Necesito que mi
corazón vuelva a ser capaz de asombrarse por Su increíble e insondable
grandeza. Necesito que el asombro por Él recapture, reenfoque y
redirija mi corazón una y otra vez. Y necesito recordar que la guerra
por el asombro de mi corazón se sigue librando en mi interior.
Escribí este libro para mí porque necesito examinar qué tipo de
asombro está moldeando mis pensamientos, deseos, palabras,
decisiones y acciones en las situaciones y relaciones que forman mi
vida diaria. Hace tres años perdí dieciocho kilos. Me avergonzaba el
simple hecho de tener que perderlos. Escribir este libro me recordó
que haber subido de peso era un asunto espiritual, algo en mi corazón
que tenía que traer ante Dios. Como todas las otras formas sutiles de
idolatría, no sucedió de la noche a la mañana. Si subes medio kilo por
mes, no lo notarás. Pero son seis kilos en un año y en cinco años habrás
subido 30 kilos. Tristemente, tuve que confesar que estaba pecando de
glotonería, poner la comida en su lugar adecuado y clamar por la
gracia para adorar al Dador, no a Sus regalos.
Escribí este libro para mí porque me percaté de que fui creado para
ser asombrado, y que el asombro por algo está detrás de todo lo que
digo y hago. Pero no solo fui diseñado para el asombro, fui diseñado
para ser asombrado por Dios. Ningún otro asombro satisface el alma.
Ningún otro asombro puede darle a mi corazón la paz, el descanso y la
seguridad que busca. Comencé a darme cuenta de que necesitaba
conectar el asombro por Dios a las decisiones y actividades humanas
más comunes.
Escribí este libro para mí, pero también es un libro para ti. Sé que
eres como yo. Sé que la guerra que se lleva a cabo en mi corazón
también ocurre en el tuyo. Las cosas en la creación no solo me atrapan
a mí, también te atrapan a ti. Como yo, necesitas pasar más tiempo
contemplando la asombrosa belleza de tu Señor para que tu corazón
pueda recordar y ser rescatado.
Escribí este libro para mí, pero ahora te lo entrego. Mi oración es que
pueda profundizar tu asombro por tu Redentor, que tu corazón sea
rescatado, y puedas permanecer satisfecho y gozoso en Él.
paul david tripp
1
HUMANIDAD
GUERRA
Sin dudas tiene que ser la historia más triste que jamás se haya
contado. No pasa ni un día en mi vida ni en la tuya sin que lidiemos
con los resultados de esta historia. Este único evento hizo que desde
entonces todo fuera más complicado, más peligroso y más doloroso de
como Dios lo había diseñado. Sus resultados traen problemas a tu vida
privada. Causa estragos en tu matrimonio y en tus relaciones. Hace que
la crianza de los hijos sea un arduo trabajo. Hace peligroso el deleite en
la comida, el dinero y el sexo. Esta historia captura ese momento en
que comenzó la guerra por el asombro.
Definitivamente no vamos a encontrar una imagen más poderosa y
gráfica del AE que la que tenemos en Génesis 3 del momento en que
este inició en el jardín del Edén:
La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que
Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer:
—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol
del jardín?
—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la
mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del
jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de
lo contrario, morirán”.
Pero la serpiente le dijo a la mujer:
—¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando
coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como
Dios, conocedores del bien y del mal.
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que
tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que
tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él
comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron
conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron
hojas de higuera (Gn 3:1-7).
MINISTERIO
REEMPLAZO
AMNESIA
Así que ¿cuáles son los síntomas de nuestra amnesia ciega? Aquí te
propongo algunos:
TRANSGRESIÓN
Solo tenía nueve meses de edad, pero sabía muy bien lo que estaba
haciendo. Había comenzado a caminar, lo cual había abierto las
puertas a un nuevo mundo de peligro. Yo lo había llevado hacia el
tomacorriente para advertirle acerca de sus riesgos. Le dije que nunca
lo tocara ni insertara nada en el mismo. No tenía idea de si estábamos
comunicándonos o no.
Al día siguiente escuché sus pasitos acercándose mientras leía el
periódico. Se asomó para ver si lo estaba observando, se dirigió hacia el
tomacorriente y, justo antes de tocarlo, se giró para verme de nuevo.
Esa mirada fue un momento hermenéutico. Me enseñó que este niñito
no solo sabía que estaba haciendo algo que no debía, sino que también
sabía que me estaba desobedeciendo. Estaba actuando en violación a lo
que su padre amoroso le había advertido. En ese momento estaba
dispuesto a romper su relación conmigo para experimentar algo que le
había prohibido por amor a él. Este pequeño momento reveló no solo
una lucha moral, sino también algo profundamente personal.
Recordar ese momento con mi hijo me recordó otro momento que a
simple vista parece totalmente diferente, pero que en el fondo es muy
similar. Fue un momento asombroso que debió sorprender y
atemorizar a todo el que estuviera presente. Nunca se había presentado
una situación como esta. Fue diseñada para un grupo especial de
personas con el propósito de que nunca más volvieran a ser las
mismas. Cuando lees el relato de este momento percibes que las
palabras no son capaces de captar su poderosa majestad. Dios eligió a
un hombre para que estuviera más cerca de Él de lo que ningún
hombre había estado después del desastre en el jardín del Edén. Y este
hombre recibiría de la mano de Dios lo que Dios nunca antes había
dado. Rodeado de la gloria de Dios, este hombre recibió la ley de Dios
escrita en tablas de piedra.
Aunque la ley mosaica estableció condiciones para que las personas
pudieran seguir disfrutando de las bendiciones de Dios, no fue
otorgada como una lista de cosas que este grupo especial de personas
debía cumplir para ganarse la aceptación de Dios y así entrar en una
relación con Él. No, Dios ya los había elegido. Ya había puesto Su amor
en ellos. Ya los había redimido de la cautividad. Ya les había prometido
una tierra y un futuro. La ley que les había dado no era una prueba
para que se ganaran Su amor; en lugar de ello, era una expresión de Su
amor. Dios estaba favoreciendo con Su ley al pueblo que ya había
elegido. Que hayan sido elegidos para recibirla es una muestra de la
relación especial que tenían con Dios —una relación que las demás
naciones no disfrutaban.
Entonces esto implicaba que cuando desobedecieran, estarían
haciendo algo muchísimo más profundo y significativo que
simplemente quebrantar reglas morales abstractas. La desobediencia
era personal. Romper las reglas significaba romper la relación. Darle la
espalda al código moral de Dios era darle la espalda a Dios mismo. La
rebelión era más que solo traspasar los límites legales; era deslealtad a
Dios.
Lo mismo es verdad para nosotros. Por gracia, ahora somos el pueblo
de Dios. Dios nos ha dado la bienvenida a la comunión eterna con Él, lo
que nunca hubiéramos podido ganarnos mediante nuestra propia
justicia. Incluso en esos días que consideramos los mejores en nuestro
récord moral, caemos muy por debajo del estándar divino. Le
pertenecemos únicamente por Su misericordia desbordante y Su amor
incalculable. Por tanto, desobedecer es adulterio espiritual, pues
estamos entregándole a otra cosa o a otra persona el afecto que le
pertenece a Dios. Transgredir los límites de Dios o quebrantar Su ley es
romper la relación que tenemos con Él.
Podrías preguntarte: “¿Qué tiene que ver un libro sobre el asombro
con la ley de Dios?”. Bueno, al leer las Escrituras me convenzo cada vez
más de que la transgresión no es principalmente un problema con la
ley, sino un problema de asombro que produce un problema con la ley.
Cuando el asombro por otra cosa que no sea Dios secuestra y controla
tu corazón, simplemente no permanecerás dentro de los límites
establecidos por Dios. Pero cuando un temor profundo y reverente por
Dios ha cautivado tu corazón, vivirás de forma voluntaria y gozosa
dentro de los límites que Él te ha puesto. Cuando la gloria de algo
creado gobierna tu corazón, no vivirás para la gloria de tu Redentor,
sino para la gloria de la cosa creada. Cuando el amor por algo te motiva
más que el amor por Dios, le darás la espalda a Dios y, al hacerlo,
traspasarás Sus límites.
El asombro es la base para una vida de obediencia. Cuando el
asombro por algo que no sea Dios reemplaza el asombro por Él, la
desobediencia reemplazará a la obediencia. Una vida de sumisión a la
voluntad de Dios, a Su plan, a Sus mandamientos y a Sus propósitos
fluye de la adoración a Aquel que ha dado esos mandamientos.
Obedecer no es seguir un conjunto de leyes arbitrarias y abstractas.
Obedecer es estar tan asombrados por Dios —por Su sabiduría, poder,
amor y gracia— que esto nos lleve a querer hacer lo que Él dice que es
correcto. La obediencia es más que cumplir de mala gana. Es una
respuesta gozosa y voluntaria iniciada, estimulada y perpetuada por un
corazón que ha sido capturado por la gloria, la bondad y la gracia de
Dios.
Por tanto, no puedes amenazar, manipular ni forzar a alguien para
que obedezca. Solo la gracia puede producir una sumisión gozosa. Solo
la gracia puede abrir mis ojos ciegos para que contemplen la asombrosa
gloria de Dios. Solo la gracia puede liberar a mi corazón de todos los
sustitutos que me han capturado. Solo la gracia puede devolverme el
asombro por Dios. Solo la gracia puede transformarme de alguien que
se adora a sí mismo a un adorador de Dios. Solo la gracia puede
motivarme a contemplar la belleza del Señor hasta renunciar a mí
mismo y entregarme a la causa de algo mucho más grande. La ley no
puede motivarme a guardar la ley.
Así que, en nuestra desobediencia, no tenemos principalmente un
problema con la ley; tenemos un problema de asombro. El asombro por
Dios producirá sumisión voluntaria, y una falta de asombro por Dios
me llevará a traspasar Sus límites. Quiero examinar este tema
analizando tres porciones conocidas de la Escritura.
ADULTERIO ESPIRITUAL
A todas las prostitutas se les paga; tú, en cambio, les pagas a tus
amantes. Los sobornas para que vengan de todas partes a acostarse
contigo. En tu prostitución has sido diferente de otras mujeres:
como nadie se te ofrecía, tú pagabas en vez de que te pagaran a ti.
¡En eso sí eras diferente de las demás! (Ez 16:8b-18, 23-29, 33-34)
Así que ¿dónde nos deja esto? Nos deja sin esperanza y sin ayuda fuera
de la gracia del Señor Jesucristo. Si nuestra desobediencia fuera solo
un problema con la ley, entonces quizá la ley pudiera rescatarnos. Pero
debido a que nuestra anarquía reside en un nivel más profundo de
nuestro corazón —nuestra tendencia a vivir para nosotros mismos,
escribir nuestras propias reglas y traspasar los límites de Dios— la ley
nunca arreglará nuestras transgresiones. Y permíteme añadir que el
esfuerzo humano nunca corregirá la inmoralidad humana. Debido a
que yo soy el problema más grande y a que el mayor peligro para mí
soy yo mismo, no tengo la capacidad de arreglar lo que está
descompuesto. Necesito ayuda. Necesito un Redentor.
El apóstol Pablo lo dice de esta manera en Romanos 8:3: “La ley no
pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por
eso Dios envió a Su propio Hijo en condición semejante a nuestra
condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el
pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana…”. Aquí
están ambos elementos: la impotencia de la ley y la debilidad de la
carne (la naturaleza pecaminosa). Soy demasiado débil para ayudarme
a mí mismo y la ley no tiene el poder para rescatarme. La ley es capaz
de exponer mi pecado y decirme cómo Dios quiere que viva, pero no
tiene poder para rescatarme del pecado.
Una vez que admitas que no solo tienes un problema moral, sino que
tienes principalmente un problema de asombro, te darás cuenta de que
necesitas más que un simple sistema de reforma; necesitas a un
Redentor. No debemos reducir el cristianismo a un sistema de teología
o de reglas. La teología y las reglas nunca te redimirán. Nunca fueron
dadas por Dios para ser un fin en sí mismas. Son un medio para un fin.
Su propósito es ayudarte a contemplar la profundidad de tu necesidad
y la suficiencia de la obra de Cristo para que puedas correr a Él en fe,
poniendo tu esperanza en Su gracia y llenando tu corazón de asombro
por Él.
La transgresión es un problema de asombro antes de ser un
problema con la ley, y por eso necesitamos a un Redentor. El Redentor
ha venido y Su obra ha sido consumada. Vuélvete a Él y encontrarás la
gracia que necesitas para ver la realidad de tu problema de asombro y
la esperanza que solo viene a través de Cristo.
7
QUEJA
UN RÍO DE QUEJAS
MATERIALISMO
LA BÚSQUEDA DE LA VIDA
CRECIMIENTO
COSMOVISIÓN
IGLESIA
CRIANZA
Si tuvieras que escribir en una hoja las funciones que Dios estableció
para la familia, ¿qué escribirías? ¿A qué ha llamado Dios a los padres?
¿Qué metas deberías tener respecto a tus hijos? Cuando llegas al final
de una semana como padre y dices: “Esta fue una buena semana”, ¿qué
te hace decir eso? ¿Qué estás intentando lograr con todas las
conversaciones que tienen temprano en la mañana y tarde en la
noche? ¿Qué intentas producir con todos esos minisermones? ¿Qué
intentas transmitir a tus hijos cuando buscas traer paz en medio de
guerras entre hermanos? Si tuvieras que describir a ese hijo ideal que
intentas producir, ¿cómo sería esa descripción? ¿Cómo sabrías que has
sido exitoso?
Todos sabemos que pocas cosas en la vida son tan importantes como
ser un agente de Dios en la formación de un alma humana. Pero me
temo que muchos de nosotros estamos criando sin tomar en cuenta el
cuadro completo, ignorando el gran propósito de Dios. Pareciera que
no tenemos metas grandes que engloben y guíen todo lo que hacemos
como padres. Hacemos varias cosas con la esperanza de que nuestros
hijos se comporten, sean amables y tengan fe, pero nuestra crianza
tiende a ser reactiva en lugar de estar enfocada en una visión central o
una meta suprema.
Isabel era una madre frustrada y, en su frustración, me buscó. Había
comenzado a odiar su relación con sus hijos. No, no odiaba a sus hijos;
lo que odiaba era lo negativo de su relación con ellos. Isabel dijo: “Solo
soy una legisladora, una fiscal, una jueza y una carcelera. Desde la
mañana y hasta la noche me la paso diciendo ‘no’ una y otra vez, y
aplicando castigos cuando mis hijos no responden apropiadamente.
Siempre me estoy preguntando qué será lo próximo que se les ocurrirá,
y siempre que me ven acercándome a ellos se preguntan qué han hecho
mal. Sé que hay algo que no está bien, pero no sé qué es exactamente”.
Sara y Bernardo se me acercaron en una conferencia para padres.
Sara ya había empezado a llorar antes de comenzar a hablar. Me dijo
que le avergonzaba admitir lo que estaba por revelarme, pero que
necesitaba hablar con alguien. Sara me confesó que no tenía capacidad
alguna de controlar a su hijo de cuatro años. “En lugar de que yo lo críe
a él, es él quien me controla”, me dijo con tristeza. Expresó que le daba
pánico imaginarse cómo sería cuando su hijo fuera un adolescente.
Francisco compartía conmigo la pena de miles de padres. Él había
mantenido la disciplina en el hogar de manera consciente y fiel.
Mientras vivían en casa, sus hijos se sometían a su autoridad. En
muchos aspectos (en la escuela, en la iglesia, en el hogar y en el
trabajo), los hijos de Francisco eran un modelo a seguir. Las personas
en la iglesia de Francisco lo felicitaban continuamente por el gran
trabajo que hacía como padre. Francisco confesó que cuando su primer
hijo se graduó con honores del bachillerato, no solo estaba orgulloso de
su hijo, sino que se sintió muy orgulloso de sí mismo. Pero al hablar
conmigo, Francisco no daba la apariencia de ser un padre orgulloso. Se
veía derrotado y quebrantado: “Pensé que lo había hecho todo bien,
pero cuando mi hijo y mi hija se fueron a la universidad, ambos
abandonaron su fe. No tienen una relación con Dios y tienen muy poca
relación con nosotros”.
No puedo decirte cuántas de estas conversaciones he tenido con
diferentes padres a lo largo de los años. Los nombres y lugares difieren,
pero el tema es siempre el mismo. Muchos padres cristianos han
perdido el rumbo, si es que algún día estuvieron en el camino correcto.
Miles de padres han comenzado a creer que todo su trabajo ha sido en
vano. Miles de padres no saben qué están haciendo o por qué hacen lo
que hacen. Miles de padres bien intencionados carecen del cuadro
completo que le daría sentido y dirección a todo lo que hacen. En este
capítulo veremos lo que está faltando en la crianza de innumerables
creyentes bienintencionados.
EL CUADRO COMPLETO
Aquí está lo que todo padre necesita entender: tu hijo no solo tiene un
problema de comportamiento; su problema está en su corazón. La
Biblia nos enseña que toda palabra y todo comportamiento de un niño
son controlados, moldeados y dirigidos por lo que hay en su corazón
(ver Lc 6:43-45). El problema en el corazón de cada niño no tiene que
ver principalmente con la ley; tiene que ver con su asombro. Cada niño
nace con un corazón controlado por el asombro por sí mismo más que
por el asombro por Dios.
Permíteme decirlo de esta manera: todo niño viene al mundo
creyendo dos mentiras que son muy seductoras. La primera es la
mentira de la autonomía. La autonomía dice: “Soy un ser humano
independiente y tengo derecho a vivir mi vida como yo quiera vivirla”.
Esas batallas iniciales que tienes con tu hijo sobre qué comer, qué
vestir y a qué hora dormir no se limitan a esas cosas. Tu hijo se resiste
porque no quiere ser gobernado. Se ve a sí mismo en el centro de su
universo. Se ha autoproclamado el soberano de su vida. Aunque no
tienen ni idea de lo que es una dieta saludable, de lo que se tienen que
poner para cada ocasión ni de la cantidad de horas que necesitan
dormir, ellos lucharán contra ti porque no quieren que se les diga qué
hacer. Esa es la razón por la que un niño pequeño grita “¡No!” a un
adulto cuatro veces más grande que él, o por la que una niña se pone
rígida y roja de la rabia. Quieren autonomía. No quieren otra autoridad
que no sea la suya.
La segunda mentira es la mentira de la autosuficiencia. Esta mentira
dice: “En mi interior tengo todo lo que necesito para ser lo que se
supone que debo ser y para hacer lo que se supone que debo hacer”.
Aunque los niños casi no tienen entendimiento del mundo que los
rodea, se resistirán a recibir ayuda porque quieren aferrarse a la
ilusión de que no necesitan sabiduría, instrucción o corrección.
Permíteme darte un ejemplo. El pequeño Danielito ha descubierto que
sus zapatos tienen cordones, y también que después de ponerse los
zapatos tiene que amarrarse esos cordones. Así que caminas hasta la
cama de Danielito, quien tiene los zapatos puestos en el pie equivocado
y no logra agarrar bien los cordones. Sabes que podría intentarlo por
todo un siglo e igual no lo conseguiría, pero cuando te acercas para
ayudarlo, golpea tu mano. Él quiere creer que es capaz de hacerlo, que
no necesita hacer silencio, someterse y aprender.
Estas dos mentiras fueron pronunciadas primeramente por la
serpiente en el jardín del Edén, y desataron una cadena de
consecuencias desastrosas sobre el mundo físico y la humanidad. Es
importante que entiendas que estas leyes revelan que tu hijo no solo
tiene un problema con la ley, sino un problema más profundo de
asombro. Nuestros hijos solo podrán vivir vidas agradables a Dios
cuando sus corazones hayan sido liberados de la esclavitud al asombro
propio y cautivados por el asombro por Dios.
Así que, padres, tener un sistema de leyes como el modelo para la
crianza sencillamente no funciona. Quizá estás pensando: “Pero ¿no se
supone que mis hijos necesitan reglas y castigos? ¿No necesitan que
nuestra autoridad sea constante?”. Por supuesto que sí, pero estas
cosas no son suficientes. Si todo lo que tus hijos necesitaran fuera un
estricto sistema de leyes para llegar a ser lo que se supone deberían ser
y para hacer lo que se supone deberían hacer, Jesús no habría tenido
que venir al mundo, ni vivir una vida perfecta, ni haber derramado Su
sangre preciosa, ni haber resucitado de la muerte. El evangelio de
Jesucristo nos dice que este tipo de crianza simplemente no es
suficiente.
¿Tus hijos necesitan la ley? ¡Sí! Dios utiliza la ley para ayudar a que
tus hijos vean su necesidad espiritual. La ley le dice a tus hijos cómo
quiere Dios que ellos vivan, pero la ley nunca podrá librarlos del
pecado y de la autoadoración que ha capturado sus corazones.
Así que la crianza de los hijos debe enfocarse en el asunto principal
del corazón de nuestros hijos. Sabemos que mientras sus corazones
sean gobernados por el asombro por sí mismos seguirán luchando
contra nuestra autoridad, seguirán su propio camino e ignorarán al
Dios que los creó y los sustenta. Esto significa que nuestra crianza debe
ser guiada por el asombro. Tenemos que hacer todo lo que podamos
para presentarles a nuestros hijos la gloria de Dios y Su gracia para que
el asombro por Dios gobierne sus corazones.
Quizá estás pensando: “Paul, ¿cómo hacemos eso?”. Me temo que
muchos de nosotros solo hacemos referencia a Dios cuando nuestros
hijos no nos escuchan y, por tanto, utilizamos a Dios como la mayor
amenaza. “¡Dios ve todo lo que haces y podría aplastarte como a un
insecto!”. ¡Esto solo hace que los corazones de nuestros hijos quieran
huir de un Dios como ese!
Bueno, Dios, en Su amor y misericordia nos ha ayudado porque ha
creado este mundo de tal forma que lo revele. El hecho de que el
mundo físico apunte hacia Dios no es un accidente; esta fue Su
intención al formar el universo físico con Su asombroso poder. Así que
Dios ha hecho visible para nosotros Su poder, fidelidad, sabiduría,
bondad, amor y misericordia a través del mundo que ha creado. Cada
cosa gloriosamente creada señala a un Dios de inmensa gloria. Así que,
padres, no es antinatural hablarle a tus hijos cada día sobre Dios; lo
antinatural es no hacerlo. Dios creó lo caliente y lo frío. Dios creó el
agua que se congela y que también se evapora. Dios creó la delicadeza
de un lirio, las alas incansables de un colibrí, la grandeza del elefante,
las franjas multicolores del arcoíris, el terror de una tormenta, los
procesos de la tierra que nos proveen alimentos, el resplandor de las
estrellas por la noche y miles de cosas para ver, tocar, escuchar y
saborear diariamente. Simplemente no puedes despertar por la
mañana sin toparte con Dios. Cada día Dios está aquí, Dios está allá y
allí y allá.
Pero tienen que entender algo más. Están criando a hijos que tienen
una habilidad perversa para mirar al mundo que los rodea sin ver a
Dios. El pecado y el egoísmo han cegado a tus hijos a la gloria que les
rodea, la gloria que tiene el poder de transformar sus corazones y
colocarlos en su lugar correspondiente. Ven el árbol, pero no ven la
gloria. Prueban la comida deliciosa, pero no ven al Dios asombroso que
hizo todo lo que acaban de disfrutar. Pueden temer a la tormenta, pero
no le temen al poder de Aquel que la envió. El desastre de la ceguera
espiritual es una de las razones por las que Dios te puso en la tierra y
en la vida de tus hijos. Él te ha colocado estratégicamente para que seas
Su instrumento de visión, señalando Su presencia, poder y gloria una y
otra vez. Él te ha llamado a ser un instrumento que recapture el
asombro de los corazones de tus hijos, para que por Su gracia el
asombro por Él reine donde ha estado gobernado el asombro por ellos
mismos (ver Sal 145).
Así que cuando vayas al zoológico con tu hija, háblale del Dios que
hizo las distintas características de cada animal. Cuando hornees pan,
dile que el crecimiento de la masa es solo uno de los millones de
procesos físicos y químicos que provienen de la mente de Dios. Cuando
tu hijo huela el rico aroma de una flor, háblale de cómo Dios creó estos
olores y luego nos dio los órganos para disfrutarlos. Cuando estés
caminando con tu hijo por el bosque, háblale de Aquel que creó esos
enormes organismos con brazos que se estrechan hasta el cielo.
Cuando tu hijo esté enfermo, háblale de Aquel que creó todos esos
sistemas delicados en nuestros cuerpos que deben funcionar en
completa armonía para que tengamos salud. Cuando tu hija se queje
por la lluvia, háblale de lo imposible que es controlar el clima, y de
cómo Dios lo hace cada día. Pídele a tu hijo que haga gestos frente al
espejo y háblale de cómo Dios diseñó todos esos pequeños músculos en
la cara que nos permiten comunicarnos sin pronunciar palabra. Podría
escribir un montón de ilustraciones más. Vivimos en medio de una
gloria asombrosa e infinita, y es nuestro deber —y debería ser nuestro
gozo— enseñarle esa gloria a nuestros hijos a una y otra vez.
Aquí está el problema. En la crianza de los hijos es muy difícil
transmitir lo que no tienes. En muchos de nuestros hogares no son solo
los hijos quienes están ciegos ante las asombrosas muestras de la
presencia, el poder y la gloria de Dios que nos rodean; nosotros también
estamos ciegos a ellas. Así que quizá debamos comenzar pidiéndole que
abra nuestros ojos, para que entonces podamos ayudar a nuestros hijos.
Es imposible guiar a alguien hacia algo que no conoces. Tendemos a
enfocarnos en la necesidad de transporte, la comida que debe ser
preparada, la ropa que debe ser lavada, las actividades que necesitan
programarse, la tarea que debe ser realizada y los conflictos entre
hermanos que deben ser resueltos. Algunos de nosotros podemos pasar
días sin pensar en Dios. Es solo cuando Dios en Su gracia abra nuestros
ojos a Su gloria y capture nuestros corazones con asombro que
podremos ser Sus instrumentos de visión para nuestros hijos.
Quizá estás pensando: “Lo único que pido es que mis hijos sean
obedientes y hagan lo correcto”. ¿Cuál es el único camino hacia una
sumisión completa y voluntaria a la autoridad de Dios y a Su ley?
Nuestros hijos solo podrán dejar de vivir para sí mismos cuando vivan
asombrados por Dios, reconociendo la autoridad de Dios y
sometiéndose a los instrumentos de autoridad que Él ha puesto en sus
vidas —sus padres. Solo el asombro por Dios tiene el poder de derrotar
al asombro por uno mismo. Es la gloria de Dios la que puede proteger a
nuestros hijos de la seducción de la gloria propia. Si el asombro por
Dios no gobierna el corazón de mi hijo, la ley de Dios no controlará su
comportamiento. La gran batalla de la crianza no es la batalla del
comportamiento; es la batalla por el tipo de asombro que gobierna el
corazón de cada hijo.
Seamos más específicos. Los padres no tienen ninguna autoridad
independiente sobre sus hijos. Ninguna. Tus hijos no se te han
entregado como siervos para que tu vida sea más fácil. No se te han
dado para que construyas tu identidad o mejores tu reputación. No
deben ser vistos como posibles trofeos para desplegar tu éxito. El único
tipo de autoridad que tienes es la autoridad representativa, la de un
embajador.
Aquí está el plan de Dios: Dios quiere que Su autoridad invisible sea
visible en la vida de los hijos a través de sus padres, quienes ejercen su
autoridad en sumisión a Él. Padres, no existe mayor llamado que este.
Han sido elegidos para representar visiblemente la autoridad de Dios
en la vida de sus hijos. Ustedes son la mirada del rostro de Dios. Son el
tono de Su voz, el tacto de Sus manos, Su carácter y Su actitud. Esto
significa que cada vez que ejerzas autoridad en la vida de tus hijos, debe
ser una hermosa imagen de la autoridad de Dios, la cual es paciente,
firme, llena de gracia, sabia, amorosa, tierna, misericordiosa,
perdonadora y fiel. ¿Por qué? Porque tu trabajo es dejar a tus hijos
asombrados por la belleza de la autoridad de Dios. Tu trabajo es ser
utilizado por Dios para ayudar a tus hijos a pasar de ser rebeldes
naturales contra cualquier autoridad que no sea la suya a ser aquellos
que viven asombrados por la autoridad de Dios. Una vez que ellos
adopten este asombro por Dios se someterán alegremente a Sus reglas
y honrarán a los representantes visibles de Su autoridad que Él mismo
ha puesto en sus vidas.
Esto significa que cada vez que tu autoridad es ejercida de manera
egoísta, impaciente, irritable, abusiva, parcial o condenatoria, no estás
siendo parte de lo que Dios está haciendo en la vida de tu hijo; estás
estorbando Su obra. Cuando expresas tu autoridad de esta forma, no
guías a tus hijos a asombrarse por la belleza y la bondad de la autoridad
de Dios. No, ayudas a fomentar la rebelión natural de tu hijo hacia ella.
Cuando alguien te enfrenta y te ofende, nunca te sientes agradecido,
amado y ayudado. Eso nunca te hace sentir rescatado o cuidado. En
esas situaciones, nunca te has sentido bendecido con sabiduría. No,
solo quieres que el dolor termine. Verás, si mi hijo tiene un problema
de asombro en su corazón y yo he sido enviado a representar
visiblemente al Dios que debe estar en el centro de su capacidad de
asombro, entonces la forma en que yo responda a mi hijo afectará la
manera en que él vea a Dios.
¿Quién podría leer lo que acabo de escribir y decir: “No hay
problema, puedo hacerlo”? Si tienes algo de humildad y cordura como
padre, confesarás que no eres apto para esa tarea. Eres indigno de tan
gran llamado. Sé que puedo ser increíblemente impaciente, fácilmente
irritado y conformarme con fracasar. Sin embargo, cuando la gracia de
Dios produce en mí un mayor asombro por Él del que tengo por mí
mismo, entonces soy motivado a servir como instrumento de asombro
en la vida de mis hijos. Esto significa que no solo mis hijos necesitan
una crianza que rescate su asombro, sino que yo también necesito ser
rescatado. Necesito un Padre celestial que me muestre Su gloria una y
otra vez hasta que mi corazón caprichoso descanse en el hecho de que
Él es el único digno de la adoración de mi corazón.
¿Cuál es, entonces, el fruto del asombro por Dios en el corazón de
nuestros hijos? Creo que el asombro por Dios puede producir en el
corazón de un hijo lo que todo padre anhela. Un hijo cuyo corazón sea
gobernado por el asombro de Dios se someterá a la autoridad, valorará
la sabiduría y no se resistirá, sino que anhelará ser rescatado por Dios,
por lo que se someterá a Él y a los embajadores que Él ha puesto en su
vida.
No somos capaces de recapturar los corazones de nuestros hijos; solo
Dios puede hacerlo. Pero necesitamos comprender que esta es la
misión en la que Él nos ha llamado a participar. Necesitamos reconocer
la evidencia diaria de que la actitud y el comportamiento de nuestros
hijos son moldeados por el asombro por sí mismos. Y necesitamos
hacer todo lo que podamos para señalarles la gloria visible de Dios,
para que por gracia sus corazones sean capturados por el asombro
divino. Finalmente, debemos percatarnos de que no basta con anunciar
e imponer la ley de Dios; debemos cumplir estas dos cosas, pero
también debemos hacer más. Debemos someter la crianza de nuestros
hijos a la realidad de que es solo cuando nuestros hijos estén
asombrados por Dios que rendirán sus vidas a Su control, obedecerán
Su Palabra y estimarán las autoridades que Él ha puesto sobre ellos.
Para hacer esto, nosotros también necesitamos ser rescatados por Su
gracia; rescatados no de nuestros hijos, sino del egoísmo y el orgullo de
nuestros corazones. Afortunadamente, Jesús ya pagó ese rescate.
13
TRABAJO
Las personas suelen decir que los adictos al trabajo tienen un problema
de “prioridades” y, aunque comprendo eso, no creo que esa perspectiva
sea lo suficientemente específica o profunda. Frecuentemente se pide a
las personas que enumeren sus prioridades por orden de importancia,
creyendo que esto les ayudará a tener una mejor perspectiva.
Permíteme sugerir dos razones por las que esto no resuelve el
problema.
Primero que nada, ninguno de nosotros vive “listológicamente”. Con
esto me refiero a que no haces una lista de tus prioridades para luego
despertarte cada día y comenzar con la más importante. Todo es
importante de alguna forma u otra, y nada en esa lista puede ser
ignorado. Tu vida no es simplemente una lista de prioridades, sino la
unión de tres aspectos del llamado. Eres llamado a las relaciones, eres
llamado a trabajar y eres llamado a Dios. Cada uno de estos llamados es
una expresión importante de la forma en que Dios quiere que vivamos.
En cierto sentido, ninguno es más importante que el otro, debido a que
cada uno de ellos es un llamado divino. Así que, en lugar de una lista,
tienes tres dominios de la vida piadosa que se intersectan y
superponen: el dominio social, el dominio laboral y el dominio
espiritual (aunque todo es espiritual). Piensa en esto como una triada
de círculos que se superponen, donde cada círculo se conecta con los
otros dos.
Sin embargo, el tiempo que le puedes dedicar a cada uno de estos
dominios es limitado —24 horas en un día, 7 días en una semana, 30
días en un mes y 365 días en un año. Así que si una actividad se
prolonga por demasiado tiempo, solo puede prolongarse porque has
acortado la duración de otra actividad. Casi nadie dice: “El trabajo es
más importante que mi familia, así que pondré a mi familia más abajo
en mi lista de prioridades”. En lugar de ello, las exigencias del trabajo
comienzan a consumir más y más de mi tiempo y, debido a que no
tengo tiempo infinito, me queda menos tiempo para mi familia. Pocos
creyentes dirán que el trabajo es más importante que su relación con
Dios y Su pueblo, pero su vida laboral se expande hasta dejarlos con
muy poco tiempo para hacer otra cosas más que asistir ocasionalmente
a la iglesia con la que una vez estuvieron comprometidos. Es imposible
que un área de mi llamado se expanda sin que provoque que otras áreas
se contraigan. Por tanto, no es tan importante preguntar cuáles son tus
prioridades, sino si tu mundo laboral se ha expandido al punto que ha
contraído peligrosamente el tiempo con tu familia y con Dios. Me
parece que esta es una manera más útil de pensar sobre las dificultades
que experimentamos con los horarios en relación al trabajo, la familia
y la iglesia.
En segundo lugar, hacer una lista de tus prioridades no trata con la
causa. La pregunta que debemos hacer y responder es: ¿Por qué tantos
de nosotros somos adictos al trabajo? ¿Por qué tantos de nosotros
somos tan impulsivos con nuestra carrera? ¿Por qué tantos de nosotros
trabajamos a expensas de nuestra familia e iglesia? ¿Por qué tantos
cristianos exitosos sienten culpa respecto a su matrimonio y
paternidad? ¿Por qué es tan difícil que mantengamos el trabajo en el
lugar que Dios diseñó para el mismo?
EL TRABAJO Y LA IDENTIDAD
Quiero decir lo que ya he dicho una y otra vez en este libro, pero de
una forma diferente. No creo que los adictos al trabajo tengan
principalmente un problema de prioridades o un problema de agenda;
creo que su principal problema es de asombro, que resulta en un
problema de agenda que perjudica tanto sus relaciones como su vida
espiritual. Solo el asombro por Dios es capaz de mantener al trabajo en
su lugar adecuado. Permíteme explicarlo.
En este libro nos hemos estado enfocando en una teología del
asombro y en cómo esa teología se relaciona contigo. La buena teología
no solo define quién es Dios; también define quiénes somos nosotros
como hijos Suyos. No se trata solamente de que Dios es asombroso en
gloria sino también de que, en el evangelio, ¡todos los gloriosos atributos
de Dios ahora obran a nuestro favor! La asombrosa gloria de Dios ha sido
derramada en ti y en mí por Su gracia, así que Su asombroso poder, Su
asombrosa soberanía, Su asombrosa misericordia, Su asombroso
amor,Su asombrosa santidad, Su asombrosa paciencia, Su asombrosa
fidelidad, Su asombrosa gracia —¡todo Su ser obra a nuestro favor!
Así que la gracia que me ha conectado a Él también me ha librado de
buscar identidad en otro lugar. Su gracia me ha dado una identidad en
Él. Es en Su asombrosa gloria que realmente encuentro todo lo que
necesito. No tengo que ir a otra fuente para obtener los recursos
espirituales que necesito para vivir. No necesito buscar propósito y
significado para mi vida. No tengo que buscar algo más que me defina.
No necesito buscar la paz y el bienestar en otro lugar. ¿Por qué? Porque
he encontrado todas estas cosas en Él. El asombro por Él me libera de
la esclavitud al asombro por otras cosas. Recuerda, tú y yo tendemos a
asombrarnos por aquello que creemos nos dará vida (identidad,
significado, propósito, placer, etc.).
Así que olvidar el asombro te dejará con un vacío de identidad que
llenarás con algo más en tu vida. Si te olvidas de quién es Dios (es
decir, si pierdes tu asombro por Él), no sabrás quién eres como hijo
Suyo (es decir, perderás tu identidad) y buscarás horizontalmente lo
que ya se te ha otorgado verticalmente. Ahora, esta es la aplicación
para el tema de este capítulo: debido a que el trabajo es una dimensión
enorme y significativa en nuestras vidas, es muy tentador buscar
nuestra identidad en él. Y cuando buscas identidad en tu trabajo,
encontrarás que es muy difícil resistirse a sus desafíos, exigencias y
promesas de recompensa.
TENTACIONES UNIVERSALES
1 Keith y Kristyn Getty, “Don’t Let Me Lose My Wonder” [“No permitas que pierda mi
asombro”] en In Christ Alone, Getty Music, Koch Records, 2007, disco compacto.
2 Albert Einstein et al., Living Philosophies [Filosofías vivientes] (New York: Simon and Schuster,
1931), 6.
3 G. K. Chesterton, Tremendous Trifles [Tremendas trivialidades] (New York: Dodd, Mead and
Company, 1910), 7.
4 Juan Calvino, Sermón #10 sobre 1 Corintios, citado en William J. Bouwsma, John Calvin: A
Sixtheen-Century Portrait [Juan Calvino: una retrato del siglo dieciséis] (New York: Oxford
University Press, 1988), 134-135.
5 Bernice Johnson Reagon, “The Songs Are Free” [“Los cantos son gratuitos”] entrevista por
Bill Moyers, PBS, 1991, publicada en línea el 23 de noviembre de 2007,
http://www.pbs.org/moyers/journal/11232007/transcript2.html.
6 G. K. Chesterton, A Short History of England [Breve historia de Inglaterra] (Nueva York: John
desear a Dios por medio de la oración y el ayuno] (Wheaton, IL: Crossway, 2013), 25–26.
10 Paul David Tripp, Nuevas misericordias cada mañana: 365 reflexiones para recordarte el
evangelio todos los días (Poiema Publicaciones, 2015), devocional del 10 de noviembre.
11 C. S. Lewis, The Problem of Pain [El problema del dolor] (New York: Simon and Schuster, 1996),
47.
12 C. S. Lewis, Mere Christianity [Mero cristianismo] (New York: Simon and Schuster, 1996), 121.