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varios años. Es una mujer que ha sido cautivada por el Dios de la Biblia, y
Nadie como Él es el resultado del tiempo que ha pasado contemplando Su
majestad. No somos restaurados espiritualmente contemplándonos a
nosotros mismos, sino al contemplar la belleza de nuestro Creador y
confesando: ‘Yo no puedo, pero Él sí puede’. Mi oración es que este libro te
ayude a profundizar en el conocimiento del único Dios y que, si perteneces
a Él, esto traiga paz y descanso a tu alma”.
“Nadie como Él es mucho más que una lección de escuela dominical sobre
los atributos de Dios, pues despierta un sentir tanto de familiaridad como de
gozo en torno a las características del Altísimo a quien adoramos. Este libro
nos pone en nuestro lugar: por debajo del Dios que reina sobre todo”.
Kate Shellnutt , editora asociada de la revista Christianity Today , Her.meneutics
“Este libro me hizo desear que Jen Wilkin fuera mi mejor amiga. Pero más
que eso, me hizo agradecer que el Dios de Jen Wilkin es mi Dios. Es raro
encontrar libros que sean teológicamente ricos, graciosos, personales y
penetrantes, ¡así que no te pierdas este!”.
“¿Qué sucede cuando las mujeres aprenden sobre los atributos de Dios? ¡Lo
alaban por quien es Él! Jen Wilkin ha escrito un libro útil que presenta los
atributos que solo pertenecen a Dios y a la vez expone nuestras propias
tendencias de tratar de producir imitaciones en los demás o en nosotras
mismas. El conocimiento de Dios es fundamental para nuestra fe y nos
protege de la mala teología. Jen nos anima a ver cómo los atributos
incomunicables de Dios afectan nuestra propia espiritualidad”.
“Este maravilloso libro está lleno de verdad y lleno de Dios, lo que significa
que es muy bueno para mi alma. Jen analiza los atributos de Dios y nos
recuerda todas las maneras en que no somos Dios ni tenemos que serlo. El
libro me bendijo como esposa, madre y cristiana. Si la verdadera sabiduría
empieza con el conocimiento de Dios y de nosotras mismas, entonces este
es un libro lleno de sabiduría”.
Trisha DeYoung , esposa de Kevin DeYoung, autor de ¿ Qué
enseña la Biblia realmente acerca de la homosexualidad? y
Súper ocupados
#NadieComoÉl
Nadie como Él
10 maneras en que Dios es diferente a nosotras
Jen Wilkin
Traducido del libro None Like Him: 10 Ways God Is Different from Us (and Why That’s a Good
Thing) © 2016 por Jen Wilkin. Publicado por Crossway, un ministerio editorial de Good News
Publishers; Wheaton, Illinois 60187, U.S.A.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas de La Santa Biblia, Nueva
Versión Internacional © 1986, 1999, 2015, por Biblica, Inc. Usada con permiso. Las citas bíblicas
marcadas con la sigla NBLH han sido tomadas de La Nueva Biblia Latinoaméricana de Hoy © 2005,
por The Lockman Foundation; las citas marcadas con la sigla RVC, de La Santa Biblia, Versión
Reina Valera Contemporánea © 2009, 2011, por Sociedades Bíblicas Unidas.
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Contenido
Recomendaciones
Página de derechos
Introducción: Convirtiéndonos en mujeres que temen a Dios
1. Infinito
2. Incomprensible
3. Autoexistente
4. Autosuficiente
5. Eterno
6. Inmutable
7. Omnipresente
8. Omnisciente
9. Omnipotente
10. Soberano
Conclusión: Asombroso y maravilloso
Notas de texto
INTRODUCCIÓN
Convirtiéndonos en
mujeres que temen a Dios
Engañoso es el encanto y pasajera la belleza;
La mujer que teme al Señor es digna de alabanza.
Proverbios 1:30
Si cinco años atrás me hubieras dicho que un día escribiría un libro para
mujeres cristianas y que comenzaría con una cita de Proverbios 31, lo más
probable es que te hubiera respondido con alguna especie de insulto. Sin
duda, ningún otro capítulo de la Biblia se cita más que este cuando se trata
de dirigirse a las mujeres, así que entiendo que a muchas ya les resulte algo
empalagoso. En cuanto al asunto que nos ocupa, pienso que Proverbios
31:30 merece una segunda mirada —por lo que dice sobre las mujeres, pero
particularmente por lo que dice sobre Dios.
En casa de mi madre hay dos retratos pequeños y ovalados de un hombre
y una mujer que datan de finales del siglo XVIII. Ellos son David y Nancy
Coy de Homer, Nueva York, los bisabuelos de mi bisabuela por parte de mi
madre. Nos referimos a ellos cariñosamente como “los antepasados”,
ciudadanos honorables de estirpe congregacionalista y presbiteriana, cuyos
ceños fruncidos parecen decididos a impedir que la civilización decaiga.
Sus expresiones me hacen pensar que la vida no fue fácil para ellos. La cara
de Nancy es la misma que pondría alguien cuando no entiende un chiste.
Sospecho que si el pintor hubiera incluido el torso de Nancy,
descubriríamos que tenía Su Biblia bien agarrada. Ese retrato, al igual que
los demás retratos de mujeres de su época, es la imagen que nos viene a la
mente cuando escuchamos hablar de “una mujer que teme a Dios”. Hoy en
día nos suena arcaico, quizás hasta cómico, pero en los días de Nancy se
habría reconocido como un gran elogio, una referencia directa a Proverbios
31:30.
En la actualidad, si quisiéramos elogiar a una mujer por ser piadosa,
quizás diríamos algo como: “Está tan enamorada de Jesús”, o: “Su relación
con el Señor es tan profunda”. El retrato estereotípico de esta mujer sería
una de esas fotos que solemos ver en Instagram o Facebook: una mujer
sonriente con los brazos abiertos en un campo soleado y lleno de flores,
como si fuera una toma fija de Julie Andrews en la primera escena de La
novicia rebelde . No es la peor manera de imaginarse la piedad, pero es muy
distinta a la imagen de Nancy. Y eso me hace preguntarme por qué las
mujeres modernas tenemos un concepto tan diferente de la “mujer que teme
a Dios”. No estoy sugiriendo que Nancy tenía una mejor versión. En
realidad, me pregunto si una percepción correcta de esta mujer es más un
punto medio entre el ceño fruncido y la sonrisa empalagosa.
Una confesión que tal vez no te sorprenda tanto a estas alturas: Si tuviera
que escoger el versículo de la Biblia que más me haya impresionado, no
habría sido uno de Proverbios 31. Sería el versículo 10 del Salmo 111. Lo
encontré cuando tenía poco más de 20 años, una época en la que sentía una
necesidad urgente de crecer en sabiduría, pero no sabía por dónde empezar.
¿Debería estudiar teología? ¿Buscar una mentora? ¿Memorizar la Escritura?
En ese entonces, mi fe estaba marcada principalmente por un sentimiento:
mi profundo amor por Dios. Pero sabía que necesitaba sabiduría para
discernir cómo seguir al Dios que decía adorar. Y un día me topé con este
versículo, el cual contestó mi pregunta de una forma muy inesperada:
El principio de la sabiduría
es el temor del Señor (Sal 111:10).
Tuve que leerlo varias veces para asimilarlo. De todos los posibles puntos
de partida para hallar sabiduría, nunca se me habría ocurrido el temor del
Señor. No era un versículo que me motivara a empezar a cantar, abrir mis
brazos y dar vueltas en el campo como Julie Andrews. El Dios del que me
hablaban en mi infancia era un Papá dulce y súper cariñoso, igual que mi
padre terrenal. La idea del temor del Señor era extraña para mí. ¿Cómo
podría el camino de la sabiduría empezar por el temor del Señor? Mientras
leía el versículo, mis ojos querían sustituir la palabra temor por amor . ¿No
se supone que el principio de la sabiduría sea el amor del Señor? ¿Cómo es
que la Biblia dice que el amor perfecto echa fuera el temor, y luego dice que
el temor es el primer paso hacia la sabiduría?
Siempre vi a Dios como alguien accesible, como ese “Padre nuestro ” de
la Oración del Señor. Y lo es. Ciertamente es un Padre misericordioso y
glorioso. Pero el temor del Señor nos lleva a entender que Él es más que
eso. También está “en los cielos”, y Su nombre es santo. Es un Dios
cercano, pero también es trascendente. El temor del Señor nos lleva a
asimilar que ese Padre que ahora llamamos “nuestro” también es Señor del
universo y hace Su voluntad entre las naciones.
Sé que muchas no crecieron con un papá terrenal que fuese tierno y
cariñoso, mucho menos con la idea de que Dios fuera así. A pesar de que
conocemos la gracia de la salvación, muchas suponemos que Dios (al igual
que Nancy) siempre está mirándonos con el ceño fruncido. Sin embargo, la
Biblia nos describe a un Dios que ni nos recrimina ni nos consiente, un Dios
que es “Padre nuestro” y que a la vez está “en los cielos”. Para tener ese
balance hay que entender cómo el Salmo 111:10 usa la palabra temor . Y
para eso debemos recurrir a la Carta a los hebreos .
El autor de esta carta procuró distinguir entre el temor a la ira
consumidora de Dios y el temor a la santidad de Dios. Ambos nos hacen
temblar, pero solo el segundo nos lleva a la adoración y al arrepentimiento.
Por causa de Cristo, tú y yo no tenemos que llegar asustadas al aterrador y
estruendoso monte Sinaí; más bien llegamos con expectación al glorioso y
accesible monte Sión (Heb 12:18-24). Se nos exhorta a que “adoremos a
Dios como a Él le agrada, con temor reverente, porque nuestro Dios es
fuego consumidor” (vv 28-29). El verdadero temor al Señor está
caracterizado por un asombro reverente, no por un miedo que nos lleva a
huir.
Infinito
Soy una pobre escritora que trabaja con poca tinta y un pequeño papel. Y
mi tarea es compartir al menos unas pocas reflexiones sobre diez de los
atributos de Dios. Diez. Nunca he sido más consciente de mis límites. Pero
quiero hacer mi parte en este esfuerzo continuo por describir lo
indescriptible. Escritores fieles como Stephen Charnock, Arthur Pink, A. W.
Tozer y R. C. Sproul han explorado el carácter ilimitado de Dios para mi
gran beneficio, y lo han hecho con una profundidad que sobrepasa mi
capacidad. Sin embargo, en estas páginas espero reflejar la visión elevada
de Dios que tenían estos autores y así plantear una serie de preguntas
fundamentales: “Si sé que Dios es _______, ¿cómo afecta esto la manera en
que vivo?” ¿Qué cambio medible debería ocurrir como resultado de mi
meditación en los atributos inmensurables de Dios, tal como se describen en
la Biblia?
Pero ¿será posible, Dios mío, que Tú habites en la tierra? Si los cielos,
por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que
he construido! (1R 8:27).
¿REFLEJO O RIVAL?
Así ha sido desde entonces: los seres humanos que fueron creados para
llevar la imagen de Dios quieren llegar a ser como Dios . Fuimos diseñados
para reflejar Su gloria, pero escogemos competir con ella. Lo hacemos
cuando queremos aquellos atributos que solo son aplicables a Dios, aquellos
que pertenecen únicamente a un Dios sin límites. En lugar de adorar y
confiar en la omnisciencia de Dios, deseamos saberlo todo. En vez de
celebrar y reverenciar Su omnipotencia, procuramos el poder absoluto en
nuestras propias esferas de influencia. En lugar de descansar en la
inmutabilidad de Dios, resaltamos nuestros patrones pecaminosos y nos
declaramos inmutables e inalterables. Al igual que nuestro padre Adán y
nuestra madre Eva, anhelamos aquello que está designado exclusivamente
para Dios. Lo hacemos al rechazar los límites que Dios ha establecido para
nosotras y al desear —e incluso exigir— esa libertad de los límites. Aun
como personas redimidas, anhelamos el fruto prohibido de la rivalidad.
Los teólogos han elaborado dos listas que describen a Dios. Una lista
contiene atributos que se aplican exclusivamente a Dios. La otra contiene
atributos que se aplican a Dios y también a nosotras.
Dios es
Solo Dios es
(y nosotras podemos ser)
Infinito Santo
Incomprensible Justo
Autoexistente Amoroso
Autosuficiente Justo
Eterno Bueno
Inmutable Misericordioso
Omnipresente Compasivo
Omnisciente Paciente
Fiel
Recto
Veraz
Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia , ahora lo considero
pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón
del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he
perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo (Fil 3:7-8).
¿Será que este proceso de crecer en el temor del Señor es solo cuestión de
volver a aprender cómo contar? Al aprender a adorar a Dios por lo
inmensurable que es, al aprender a medir nuestro pecado, las circunstancias
y a otros con precisión, podríamos finalmente decir junto con David:
“Bellos lugares me han tocado en suerte; ¡preciosa herencia me ha
correspondido!” (Sal 16:6). Esa es la mentalidad que nos llevará a dejar la
rivalidad y a empezar la reflexión.
Nuestras actas de nacimiento anuncian que somos limitados. Nuestros
límites son por diseño. Negar o aceptar esta verdad básica marcará la
diferencia en la manera en que amemos a Dios y a los demás. Mi oración es
que, a medida que vayas leyendo esta descripción limitada de un Dios sin
límites, incremente tu dependencia en Dios, quien es infinitamente
confiable.
Nota : Al final de cada capítulo encontrarás versículos, preguntas y una
oración para ayudarte a recordar y aplicar lo que has leído. Considera llevar
un diario en el que copies o escribas en tus propias palabras cada uno de los
versículos sugeridos para meditar, anotando lo que cada uno de ellos aporta
a tu comprensión del atributo que se trató en el capítulo. Luego puedes
contestar las preguntas y escribir una oración en respuesta a lo que el
Espíritu te ha ido mostrando.
2. ¿Cómo has intentado “medir” a Dios? ¿Qué límites has puesto (o has
querido poner) a Su carácter o voluntad?
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor pidiéndole que te muestre las maneras en que
has tratado de “medirlo”. Pídele que te muestre cómo tu propia limitación
puede darle gloria. Pídele que te muestre las maneras en que has pensado
que Él tiene límites en cuanto a quién es o a lo que puede hacer. Alábalo
porque es inmensurable.
2
Incomprensible
UN CONOCIMIENTO LIMITADO
En el capítulo anterior vimos que Dios no es medible. Como parte del
propósito de este libro es aprender más acerca de Dios, debemos hablar
sobre cómo esa ausencia de límites afecta Su cognoscibilidad (posibilidad
de ser conocido). Es importante que sepamos quién es Dios, pues no solo
afecta la manera en que pensamos sobre Él, sino la manera en que
pensamos sobre nosotras mismas. El conocimiento de Dios y de uno mismo
siempre van de la mano. En realidad, no hay un verdadero conocimiento del
yo sin el conocimiento de Dios. No podemos entender correctamente
nuestras propias limitaciones como seres humanos hasta que nos
comparamos con un Dios sin límites. Al aprender lo que es verdadero
respecto a Él, aprendemos lo que es verdadero respecto a nosotras mismas.
Pero ¿qué tanto le conocemos? Al no tener límites, el conocimiento de Dios
se extiende al infinito.
Dios es incomprensible. Esto no quiere decir que no pueda ser conocido,
pero sí quiere decir que no puede ser plenamente conocido. Sus hijos tienen
el privilegio y el deber de dedicar sus vidas, tanto esta como la venidera, a
descubrir quién es Él. Según Jesús, conocer a Dios es el objetivo
fundamental de la vida: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado” (Jn 17:3). Es
un placer esforzarnos para crecer en nuestro conocimiento de Él.
Todo a nuestro alrededor nos habla acerca de quién es Dios. Romanos 1
dice que todo el que pueda contemplar la creación sabe algo sobre Dios. El
Gran Cañón dibuja los contornos de Su carácter con grandes pinceladas: Su
majestad, Su eternidad, Su omnipotencia —todas se anuncian a simple
vista. Pero el creyente, en quien mora el Espíritu Santo, puede obtener un
conocimiento aun más profundo de Dios por medio de la Biblia. La
Escritura bosqueja Su carácter con una pluma de punta fina para aquellos
que tienen ojos para ver, elaborando a través de sesenta y seis libros la
historia de quién es Él, de lo que ha hecho y de lo que hará.
Habiendo dicho esto, la realidad es que como humanos no podemos
conocer completamente a Dios. Los cristianos llevan miles de años
meditando en la naturaleza y el carácter de Dios. Se han escrito muchos
libros sobre Dios, pero la suma de ellos no contiene la plenitud de Sus
atributos. Una mente finita no puede comprender ni explicar completamente
a un Dios infinito. Incluso el teólogo más talentoso se quedará corto en su
comprensión de quién es Dios. Solo Él se conoce plenamente a Sí mismo.
Dicho de otra forma: el único experto en Dios es Dios mismo.
SUFICIENTE CONOCIMIENTO
Pero no temas: aunque no podamos conocerlo plenamente, podemos
conocerlo lo suficiente . Lo que nos revelan la creación y la Biblia es
suficiente para nuestra salvación y santificación. No solo eso, sino que es
más que suficiente para mantenernos contemplándolo y reflexionando hasta
que le veamos cara a cara. Si pudiéramos conocerlo plenamente, le
tendríamos en poco.
No terminaremos de contemplar a Dios en esta vida. Aunque solo le
conozcamos parcialmente, le amamos profundamente. Si Él decidiera
revelarnos lo que no sabemos sobre Él, esa información solo nos llevaría a
amarle más. Sin duda, en la eternidad disfrutaremos de una revelación cada
vez mayor de las cosas que aún no sabemos sobre Dios. Como es
infinitamente bueno, podemos estar seguras de que todo lo que Él no haya
querido revelar sobre Sí mismo también es bueno.
No podemos afirmar lo mismo acerca de nosotras mismas o de los demás.
Si pudieras saber todo lo que no sabes sobre mí, sabrías tanto lo bueno
como lo malo. Todos tenemos trapos sucios ocultos en el armario. En un
sentido, Dios tiene un armario lleno de secretos infinitos sobre Sí mismo,
pero solo contiene tesoros invaluables, no trapos sucios. Si conociéramos
los atributos secretos de Dios, solo producirían en nosotros mayor deleite y
seguridad. Lo desconocido de Dios no debe llevarnos a temer una posible
duplicidad que destruya nuestra fe, sino a anhelar la infinidad de
perfecciones que estaremos descubriendo por toda la eternidad.
Aquí volvemos a ver la inmensa diferencia entre Dios y Sus criaturas.
Debido a que Dios es infinito, es incomprensible —no puede ser conocido
plenamente. Debido a que los seres humanos somos finitos, sí podemos ser
conocidos plenamente. Y las implicaciones de esa cognoscibilidad deberían
afectar la manera en que vivimos.
HUMANA
La primera vez que tomé un test de personalidad fue en la universidad. Era
el test de Meyers-Briggs, un indicador muy bien fundamentado que
clasifica a los participantes en una de dieciséis personalidades diferentes
según sus respuestas a noventa y cuatro preguntas. No podía esperar a tener
los resultados, y si alguna vez has tomado un test de personalidad seguro te
sentiste igual. Nos gustan estas pruebas porque nos informan sobre nuestro
tema favorito: nosotras mismas.
Los resultados de mi prueba fueron claros, colocándome en una categoría
que quizás no sorprendería a nadie que me conociera. Lo único confuso
fueron mis sentimientos respecto a los resultados. Por un lado, me encantó
comprender mejor cómo mis preferencias y juicios determinaban mis
respuestas al mundo que me rodeaba. Por otro lado, me sentí un poco
desanimada al saber cuán predecible podía ser. ¿Cómo podía una serie de
preguntas comunes y corrientes clasificarme tan fácilmente en la categoría
correcta? Y ¿por qué había tan pocas categorías? Pensándolo bien, ¿por qué
tenía que haber categorías? Ya no me veía tan “única”. No solo eso, sino
que la prueba valoraba tanto mis fortalezas como mis debilidades. Sentí que
se había revelado un secreto. Si el test podía diagnosticar mis defectos con
tanta facilidad, entonces seguramente todo el que me conoce podría hacer lo
mismo.
La premisa del test de Meyers-Briggs, y de todos los demás test de
personalidad, es que las conductas y las preferencias pueden generalizarse.
Encuentran orden en lo que percibimos como combinaciones aleatorias de
preferencias y juicios. Y desafían nuestra apreciada creencia de que somos
criaturas complejas. Creo que también señalan lo diferentes que somos de
Dios: Los seres humanos queremos pensar que somos incomprensibles, que
no se nos puede comprender plenamente, pero no es así.
Podemos ser conocidos. Totalmente.
Pero no mediante un test de personalidad o por otra persona. Los demás
pueden comprender nuestras fortalezas y debilidades, nuestras virtudes y
defectos, mediante la observación o con indicadores como el de Meyers-
Briggs, pero no pueden conocernos plenamente. Una de las razones por las
que esto es cierto es que somos expertos cuando se trata de ocultar lo que
no queremos revelar, incluso de aquellos que amamos y en quienes
confiamos. Tenemos una gran habilidad para mostrar nuestras mejores
cualidades y esconder nuestros defectos. Y como a la mayoría de las
personas no les interesa explorar las profundidades de nuestro carácter, nos
salimos con la nuestra. “El hombre mira la apariencia exterior” (1S 16:7
NBLH), y se contenta con ello, pues está tan enfocado en esconder sus
propios defectos que tiene poco tiempo para interesarse en los defectos
ocultos del prójimo.
No, nuestro prójimo no puede conocernos plenamente, pero mucho más
preocupante es que nosotras no nos conocemos plenamente a nosotras
mismas, pues no podemos. Una de las verdades más aterradoras que la
Biblia nos ruega que admitamos es que no conocemos nuestros propios
corazones. Al reflexionar sobre esto, el salmista preguntaba: “¿Quién es
consciente de sus propios errores?” (Sal 19:12). El profeta Jeremías advertía
que nuestros corazones se caracterizan ante todo por un engaño
generalizado que nos impide conocernos a nosotros mismos:
CONOCIBLE Y CONOCIDA
Quiero creer que soy un caso especial, la excepción a toda regla, alguien
que tiene una circunstancia particular y desconocida por los demás. Cuando
escucho una amonestación, suelo pensar que es un error. Si las personas me
conocieran realmente, sabrían que no se trata de una falta. Y a mi corazón
engañoso le encantaría perpetuar esta mentira durante el resto de mi vida.
¡Gracias a Dios que no permite tal cosa! En Su gracia, me muestra el espejo
de Su Palabra para revelar lo que hay en mi corazón. Recuerdo que soy
totalmente conocible y conocida.
Dios no solo es un experto en Sí mismo. También es un experto en mí.
Señor, Tú me examinas,
Tú me conoces.
Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto;
aun a la distancia me lees el pensamiento.
Mis trajines y descansos los conoces;
todos mis caminos te son familiares.
No me llega aún la palabra a la lengua
cuando Tú, Señor, ya la sabes toda.
Tu protección me envuelve por completo;
me cubres con la palma de Tu mano.
Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión;
tan sublime es que no puedo entenderlo (Sal 139:1-6).
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor reconociendo que tu conocimiento de Él es
limitado. Agradécele por algunas formas específicas en las que Él se ha
revelado a ti. Pídele que te conceda humildad para que puedas verte como
una persona que no es experta en Él, en ti misma ni en otros. Agradécele
que Él sí te conoce y acepta plenamente en Cristo. Alábalo porque
sobrepasa tu entendimiento.
3
Autoexistente
Increado Creado
“Pasado ese tiempo yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo, y recobré
el juicio. Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para
siempre:
Su dominio es eterno;
Su reino permanece para siempre.
Ninguno de los pueblos de la tierra
merece ser tomado en cuenta.
Dios hace lo que quiere
con los poderes celestiales
y con los pueblos de la tierra.
No hay quien se oponga a Su poder
ni quien le pida cuentas de Sus actos.
Por muchos años pensé que el punto de esta historia era que Dios había
entregado a Nabucodonosor a la locura como castigo por su orgullo. Pero
ahora veo que al quitarle su poder y autoridad, Dios simplemente quería
revelar la locura detrás de su complejo de creador. Es pura locura
atribuirnos esa gloria. Pero lo hacemos todo el tiempo.
Lo hacemos con nuestras familias . Le dimos vida a nuestros hijos, ¿no?
Invertimos los mejores años de nuestras vidas y la mayor parte de nuestro
dinero para crear un hogar y un futuro para ellos. Ellos nos deben
obediencia y adoración. Más les vale que reconozcan nuestros esfuerzos
cuando sean exitosos. Esa idea es la que nos hace gritar con furia desde las
gradas cuando nuestro hijo no juega como LeBron. 3
Lo hacemos con nuestros trabajos . Construimos esta profesión de la
nada, ¿no? Todos estos años hemos estado invirtiendo nuestra energía y
nuestros talentos para llegar hasta aquí. Sin nosotras, esta empresa estaría
en serios problemas. Merecemos cada centavo y cada onza de alabanza que
recibimos. Y así nos convertimos en la jefa que da órdenes como edictos o
en la empleada que siempre termina renunciando y buscando otro trabajo
donde la aprecien y la valoren.
Lo hacemos con el ministerio . Vemos la necesidad y vamos a cubrirla,
¿no? Damos desinteresadamente de nuestro tiempo y nuestros dones. Nadie
más podría haber logrado tanto como nosotras. Nada de esto hubiera
sucedido sin nuestro sacrificio y nuestra visión. Puede que ahora no
tengamos el reconocimiento que nos merecemos, pero nuestra mansión en
los cielos va a ser enorme. Y así es como nos atribuimos el mérito por las
vidas que han sido cambiadas, y dejamos de escuchar la crítica amorosa
porque, obviamente, el ministerio es nuestra especialidad.
Sea cual sea nuestra esfera de influencia, nos convencemos de que
merecemos ser reconocidas por crear aquello que somos llamadas a
administrar. Nos adoramos a nosotras mismas y no al Creador que creó
todas las cosas —incluyéndonos a nosotras mismas. De hecho, exigimos
que se nos dé el crédito para validar nuestros esfuerzos.
Demencia. Locura. Delirio total. Y Dios nos hace una pregunta muy
sencilla: “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1Co 4:7).
Toda adoración se le debe a Dios, no porque la demande (aunque lo hace
y con razón), sino porque nos hizo. Él es nuestro origen. Y todo lo bueno
que podamos construir, lograr o “crear” no procede de nosotras, sino de Él.
EL ASUNTO DE LA PROCEDENCIA
Los humanos le dan mucha importancia a la procedencia de las cosas. El
programa de televisión Antiques Roadshow 4 ha mantenido el interés de los
televidentes por más de treinta y cinco años con una fórmula sencilla:
determinar la procedencia de objetos que no han sido valorados
apropiadamente. Una mesa lateral que se compró en una venta de garaje por
veinte dólares resultó ser una antigüedad que valía quinientos mil dólares.
Un cuadro de una tienda de segunda mano resultó ser un van Dyck que
valía seiscientos setenta y tres mil dólares. Muchas veces lo que determina
el valor es quién hizo el artículo. Cualquiera quedaría con ganas de ir
corriendo al cuarto trasero en busca de tesoros escondidos. ¿Qué podríamos
tener a mano sin ser conscientes de su verdadero valor?
Para responder a esta pregunta solo tenemos que mirarnos al espejo.
Nuestro valor, el tuyo y el mío, viene de nuestra procedencia. Muchas veces
leemos el Salmo 139 para subir nuestra autoestima. Sin embargo, cuando el
Salmo 139 dice que hemos sido hechas asombrosa y maravillosamente, lo
hace para que elevemos nuestra mirada hacia nuestro Creador. Es un texto
sobre quién nos creó antes de ser un texto sobre lo que creó. Está apuntando
hacia el valor que viene de nuestra procedencia.
¡Qué libertad tenemos al reconocer que solo Dios crea! Ya no tenemos
que afanarnos bajo el engaño de nuestra propia importancia. No tenemos
que buscar nuestro valor en las personas o en las posesiones. No depende
del éxito o del fracaso de nuestros proyectos personales. Poseemos la marca
de nuestro Hacedor. Nuestro deber no es ser originales, sino adorar a Aquel
que es el origen de todas las cosas. Somos libres para explorar los límites de
la creatividad humana para la gloria de nuestro Creador. Somos libres para
amar y apreciar a otros con mucho sacrificio sin demandar que nos adoren.
2. ¿En cuáles áreas tiendes a verte como creadora? ¿Cómo crees que ese
complejo de creadora ha afectado tu capacidad para cuidar de los demás
y administrar la creación?
3. Describe una ocasión en la que Dios te haya recordado que, sin Él, no
eres nada ni tienes nada. ¿Cómo cambió tu perspectiva después de eso?
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor en la que confieses uno de esos “reinos” que
pensaste haber creado con tus propias manos. Pídele que te ayude a recordar
que tu valor reside en Aquel que te creó, no en lo que puedas crear.
Agradécele porque Él es el único que puede crear de la nada.
4
Autosuficiente
El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de
la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir
por manos humanas, como si necesitara de algo . Por el contrario, Él es
quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas (Hch 17:24-25).
Él creó y sustenta todas las cosas, pero no fue creado ni es sustentado por
nadie. Por toda la eternidad ha provisto perfectamente para Sí mismo sin
necesidad de ayuda alguna; nunca tiene hambre ni sed, nunca le ha faltado
nada, y su fuerza es inagotable. Como creó todas las cosas, nada de lo que
ha creado podría ser necesario para Su existencia. Si así fuera, entonces
habría existido desde la eternidad, al igual que Él. Nuestro Dios es
autosuficiente, no necesita de nadie ni de nada, pero todo lo creado necesita
de Él.
No es el caso nuestro.
Esto es nuevo para algunas de nosotras, pues nos enseñaron a creer que
Dios creó a las personas porque necesitaba amor o compañía. Nos gusta
pensar que Su intención al crearnos fue llenar un vacío con forma humana
en un corazón trascendente. Sin embargo, no hay vacíos en Su ser; no hay
espacios que deba llenar para estar completo. Él ya está completo, pues la
comunión y el amor dentro de la Trinidad son eternos y perfectos. El Padre
siempre ha amado al Hijo, quien siempre ha amado al Espíritu, quien
siempre ha amado al Padre. La Trinidad no fue impulsada a crearnos por
falta de amor o compañía. Nos creó con alegría y nos ama infinitamente,
pero no nos necesita.
La Escritura nunca lo presenta como alguien que nos necesita.
Imaginémonos que Dios hubiera saludado a Abram en Ur diciéndole:
“Abram, conocerte le dio sentido a mi vida. Ahora estoy completo”.
Imaginémonos que Dios le hubiera dicho a Moisés desde la zarza ardiente:
“Moisés, eres un líder talentoso, sabio y compasivo. Sin ti estaría perdido.
Eres mi otra mitad”. Esta clase de sentimientos suenan bien en las comedias
románticas y en las tarjetas de aniversario, pero no tienen nada que ver con
la forma en que Dios se relaciona con nosotros. Son puramente humanas en
su expresión. Dios nunca ha declarado que nos necesita y nunca lo hará.
Nosotras debemos decir: “Te necesito en todo momento”. Él es quien puede
decir: “YO SOY”.
Lo necesitamos en todo momento, pero Él nunca nos necesita. No nos
necesita para vivir, ni para recibir amor o adoración, ni para que le demos
gloria, y tampoco para darle razón a Su existencia. Él siempre ha tenido
todo lo que necesita en Sí mismo.
Estas son las mejores noticias que podríamos escuchar, porque si Dios
nos necesitara de alguna manera, sin duda lo decepcionaríamos. Quizás no
de inmediato, pero sí con el tiempo. Incluso las más fieles entre nosotras
pecan más de lo que quisieran admitir. Gracias a Dios que Sus planes no
dependen de mi fidelidad, que Su gozo no depende de mi buen
comportamiento, y que Su gloria no depende de mi desempeño. Voy dando
tropezones mientras me enfoco en mis propios planes y metas,
deteniéndome de vez en cuando para darle la reverencia que Él siempre
merece. Mi rendimiento no lo perturba ni le hace daño. Se complace en ser
glorificado, ya sea a través de mí o a pesar de mí, pero no me necesita en lo
más mínimo. Y aun así me ama, profunda y eternamente, por ninguna otra
razón que “el buen propósito de Su voluntad” (Ef 1:3-6).
DESENMASCARANDO LA AUTONOMÍA
¿Cuáles son las evidencias de autonomía en la vida del creyente? ¿Cómo
podemos saber cuándo hemos dejado de depender de Dios y de los demás?
Cuando negamos que necesitamos a Dios, nuestra autonomía se revela de
las siguientes maneras:
2. ¿Qué te ha tentado a creer que Dios te necesita? ¿En qué áreas eres más
propensa a creer que no necesitas de Él?
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor pidiéndole que te muestre cómo tus propias
necesidades pueden enseñarte a depender de Él. Alábalo porque no necesita
nada, pero suple toda necesidad. Agradécele por satisfacer tu mayor
necesidad mediante la obra de Cristo. Pídele que te enseñe a reconocer la
bendición de la necesidad humana como un recordatorio de Su fidelidad al
sustentar a Sus hijos.
5
Eterno
VIVIENDO EN EL PRESENTE
Confiar en Dios con respecto a nuestro tiempo significa hacer un buen uso
del tiempo que Él nos ha concedido. Suena simple, pero no lo es. Efesios
5:15-16 afirma: “Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan
como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento
oportuno , porque los días son malos”. La Reina Valera Actualizada traduce
“aprovechando al máximo cada momento oportuno” como “redimiendo el
tiempo”. Se nos manda a que redimamos el tiempo, a que recuperemos o
rescatemos nuestro tiempo de ocupaciones inútiles y lo usemos para la
gloria de Dios. Pero ¿cómo podemos hacerlo? Quisiera sugerirte tres
maneras.
4. ¿Cuán consciente eres de que tus días están contados? ¿Cómo afecta
esto la manera en que adoras a Dios? ¿Cómo afecta la manera en que
amas y sirves a los demás?
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor confesándole tu deseo de vivir en un lugar
distinto al presente. Pídele que te ayude a contar tus días, a ver cada uno de
ellos como algo muy preciado. Agradécele por las bendiciones que te ha
dado doy. Alábalo porque Él es Dios por los siglos de los siglos.
6
Inmutable
Mi familia suele pasar las vacaciones en la casa de mis padres en Santa Fe,
Nuevo México. Esta ciudad está situada entre picos montañosos, de los
cuales el más alto e imponente es el Santa Fe Baldy. Allí se establecieron
los indios Pueblo al menos desde 1050, pero es probable que no fueran los
primeros en habitar la zona. En ocasiones, cuando despierto y miro hacia la
montaña, pienso en cómo ese mismo horizonte ha estado presente desde
hace siglos. Todas esas depresiones y salientes que ya casi me sé de
memoria son las mismas que vieron esos primeros colonizadores. Puede
que las estaciones alteren la parte anterior de la montaña por el follaje, la
nieve o los diferentes ángulos de luz solar, pero detrás de estos ajustes
cosméticos sigue estando esa gran roca; su invariable silueta permanece a
través del tiempo. Es el ancla del paisaje. Es el punto de referencia
inalterable que buscan nuestros ojos para determinar la dirección que
conduce a casa.
La Escritura habla de un Dios que no cambia. Al igual que el pico más
alto en el horizonte, Dios permanece inamovible; es el Ancla del paisaje de
la existencia humana de generación en generación, mientras que todo lo que
lo rodea va y viene, florece y se marchita, crece y decrece. La Roca de
nuestra salvación permanece. Puede que un día el sol y las sombras de las
situaciones humanas revelen ciertos aspectos de Su carácter, y otras
distintas al día siguiente, pero Su carácter no cambia. Sus planes se
mantienen constantes. Sus promesas permanecen firmes. En un mundo que
cambia constantemente, Él es el punto de referencia inalterable al que
nuestros ojos deben mirar para determinar la dirección que conduce a casa.
“¿Quién es Dios, si no el Señor? ¿Quién es la roca, si no nuestro Dios?”
(Sal 18:31). Solamente en los Salmos encontramos más de veinte
referencias a Dios como nuestra Roca, y varias más tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento. Jesús habló del hombre sabio que construyó
sobre la roca y no en la arena movediza (Mt 7:24-27). A través del profeta
Malaquías, Dios declaró: “Yo, el Señor, no cambio. Por eso ustedes,
descendientes de Jacob, no han sido exterminados” (Mal 3:6). El autor de la
Carta a los hebreos se regocijaba porque “Jesucristo es el mismo ayer y
hoy y por los siglos” (Heb 13:8). Santiago celebró la bondad del Dios que
“no cambia como los astros ni se mueve como las sombras” (Stg 1:17). Él
es inmutable, y eso no solo quiere decir que no cambia, sino que es incapaz
de cambiar de cualquier forma.
EL CONSUELO DE LA INMUTABILIDAD
A la luz de esto, considera lo consolador que es estar conectada de forma
personal con un Dios que no cambia. Desde el Antiguo hasta el Nuevo
Testamento, Él es el mismo. Ninguno de Sus atributos puede aumentar o
disminuir porque cada uno de ellos es inalterablemente infinito. Su
fidelidad no puede aumentar ni disminuir. Nuestras acciones, buenas o
malas, ni le añaden ni le quitan a Su gloria. Él no puede ser más santo ni
menos fiel. Él es todo esto al máximo, para siempre. El Dios que era es el
Dios que es. El Dios que es es el Dios que ha de venir. El Dios que ha de
venir es el Dios que era .
Como Él es inmutable, podemos depender de la verdad inmutable de la
Escritura. Lo que declaró pecado siempre será pecado. Lo que declaró
bueno será siempre bueno. Todo lo que prometió hacer debe suceder. El
mismo evangelio está estrechamente relacionado con la noción de la
inmutabilidad de Dios. Nosotras necesitamos que siga siendo el mismo:
nuestra gran esperanza de salvación se fundamenta en que siga siendo
exactamente quien dice ser, en que haga exactamente lo que ha dicho que
hará. Mientras perdure Su infinita invariabilidad, no cambiará de parecer en
cuanto a Su amor por nosotras. No podemos cometer un pecado futuro que
cambie Su veredicto, pues este se emitió teniendo en cuenta todos nuestros
pecados: pasados, presentes y futuros. A quien Dios declara justo será
siempre justo. Nada que pudiéramos hacer puede quitarnos el sello de la
redención que Él nos prometió. Nada ni nadie puede separarnos del amor
inquebrantable, inalterable de este gran Dios, la Roca sobre la cual está
edificada la casa de nuestra fe.
CRIATURAS QUE CAMBIAN
A diferencia de nuestro Dios inmutable, tú y yo, Sus criaturas,
experimentamos cambios constantes en todas las esferas de nuestras vidas.
Nuestros cuerpos físicos crecen y cambian, maduran y se debilitan. Los
hoyuelos y los rollitos de la infancia se convierten en las arrugas y las
cataratas de la vejez. Nuestra belleza física aparece y desaparece. Nuestro
intelecto se expande y se contrae. Nuestros afectos aumentan y disminuyen,
así como nuestros temores y aversiones. Nuestras circunstancias cambian, y
también nuestras lealtades. Gritamos: “¡Crucifícalo!”, mientras aún
resuenan los ecos de nuestro: “¡Hosanna!”. Nuestro sentido de la moda,
nuestras opiniones políticas, nuestra condición económica y nuestras
percepciones sobre los demás cambian de un año a otro, y algunas veces de
un momento a otro.
A los que se aferran al consuelo que ofrece la certeza se les recuerda que
lo único que podemos saber con certeza es que habrá cambios. Eso no es
muy consolador. Pero tampoco es del todo cierto. Lo que sí podemos
afirmar con certeza es que Dios no cambia.
Pero como nada de lo que percibimos con nuestros sentidos escapa al
cambio, comprender Su invariabilidad infinita puede ser difícil para
nosotras. Nos parece mucho más fácil tratar de buscar seguridad en una
persona o en una cosa que podamos tocar y que al menos parezca que no
cambia. Quizás nos aferramos a una amistad que ha resistido la prueba del
tiempo. Ese tipo de relación puede parecernos inalterable, pero si la
consideramos con detenimiento notaremos que ha madurado y se ha
profundizado. Quizás nos reconforte un lugar de vacaciones que parece
seguir intacto cada vez que lo visitamos. Pero si lo examinamos con detalle,
también notaremos ciertos cambios.
La casa de mis abuelos en Pittsburg era uno de esos lugares donde te daba
la impresión de que el tiempo no pasaba. Ni un solo objeto se movía de su
lugar. Cada visita prometía monotonía —te recibía el mismo olor y te
sentabas en la misma mesa para comer las mismas comidas en los mismos
platos. Después de la cena, los mismos juegos de mesa. Las mismas veladas
en el patio para ver las luciérnagas. Nos bañábamos en la misma bañera
rosada y dormíamos en la misma cama antigua. Un pedacito de cielo en la
tierra.
En mi última visita a Pittsburg conduje hasta allí. Mis abuelos ya no
estaban, pero quería ver la casa y recordar. Cuando llegué, no había nada
que ver sino el bosque. Un vecino había comprado la casa y la había
derribado para ampliar su solar. Me molestó lo mucho que me molestó el
cambio. ¿Cómo pudieron destruir ese pedacito de cielo?
INMUTABLE
La tristeza o la frustración que sentimos por los cambios en las cosas que
creíamos inmutables resalta nuestra tendencia a atribuir a las personas, a las
posesiones o a las circunstancias lo que solo es aplicable para Dios.
Queremos que lo terrenal sea celestial. Me digo a mí misma que mi amor
por la rutina y mi aversión al cambio son un anhelo por el Dios que no
cambia, pero si soy honesta, son pura idolatría. En realidad, le estoy
diciendo a las cosas temporales y cambiantes: “Necesito que sean Dios. Por
favor, no cambien”.
Sin embargo, la peor parte no es que le pida al mundo a mi alrededor que
no cambie (o que al menos lo aparente). La peor parte es que, cuando soy
confrontada con mi pecado, mi defensa inmediata es: “Simplemente soy así.
No puedo cambiar”.
No puedo cambiar. Soy inmutable.
Mentira. Mentira del mismísimo infierno. Sea que lo diga por mi
desesperanza o para desafiar, esta declaración es una mentira. Solo hay una
persona que no cambia, y esa persona es Dios. Pero cuando me toca
arrepentirme de mi pecado, respondo a la pregunta: “¿Quién es
inmutable?”, diciendo: “YO SOY”.
Así como la seguridad de mi salvación descansa en la verdad de que Dios
no puede cambiar, mi esperanza de ser santificada descansa en la verdad de
que yo sí puedo cambiar.
¿Qué mayor negación del evangelio de la gracia que afirmar que este es
capaz de cambiar el corazón de todo pecador excepto el mío? ¿Qué mayor
egolatría? Sin duda, antes de conocer a Cristo experimentamos la
desesperanza de nuestra condición sin Él y sin Su gracia. Sabíamos que no
podíamos mejorar de no ser por un milagro. No obstante, una vez el milagro
de la gracia es aplicado a nuestros corazones, el cambio es posible. El
Inmutable disipa para siempre el mito de la inmutabilidad humana,
cambiando un corazón de piedra por uno de carne, cambiando los deseos
que solo buscaban glorificar a nuestro yo por aquellos que buscan
glorificarlo a Él.
DERRIBANDO EL MITO DE LA INMUTABILIDAD HUMANA
Es posible que la manera en que discutimos con los demás sea la
demostración más clara de nuestro compromiso con el mito de la
inmutabilidad humana.
1. ¿Cómo te tranquiliza saber que Dios no cambia? ¿Cómo podría ser una
advertencia para ti?
3. ¿Qué tan propensa eres a utilizar las palabras siempre y nunca en una
discusión? ¿Qué podría estar diciendo esa tendencia sobre la condición
de tu fe?
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor confesándole algo sobre ti misma que hayas
creído es inalterable. Pídele que te muestre las áreas donde te has
endurecido y que te dé la gracia para aprender a cambiar. Agradécele por el
gran regalo de la mutabilidad humana. Alábalo porque Él, el Señor, no
cambia.
7
Omnipresente
INMANENTE Y TRASCENDENTE
¿Piensas que eres genial porque puedes contorsionar tu cuerpo de modo que
tocas cuatro estados al mismo tiempo? Dios está presente en todo lugar,
todo el tiempo. No solo eso, sino que está plenamente presente en todo
lugar. 8 No es que una pequeña parte de Él ocupe cada lugar que habita, sino
que la totalidad de Dios está presente en todo lugar, todo el tiempo.
Pero hay algo aún más asombroso: la totalidad de Dios está plenamente
presente en todas partes y todo el tiempo: pasado, presente y futuro. Los
teólogos llaman esto inmanencia . Dicho con palabras sencillas, no hay
lugar ni tiempo donde Dios no esté.
El verano después de mi segundo año en la universidad fui a Francia a
tomar unos cursos. Parte de los requerimientos de las clases era llevar una
especie de diario, lo cual hice con gusto porque quería recordar cada detalle
del viaje. Escribí sobre la Torre Eiffel, el Valle del Loira, el anfiteatro
llamado Las Arenas de Arlés. Han pasado ya varias décadas, así que
necesito recurrir a ese diario para recordar los detalles de mi viaje. Dios, a
diferencia de mí, no necesita llevar un diario de viajes. Dios ni siquiera
viaja. No necesita recordar la Torre Eiffel ni que alguien se la describa, pues
Él está allí —plenamente presente. Y está plenamente presente donde te
encuentres en este preciso momento. Está plenamente presente en mundos
más allá de lo que el telescopio espacial Hubble puede ver, y en mundos
mucho más pequeños de lo que el mejor microscopio electrónico es capaz
de revelar.
Sin embargo, Él es diferente a Su creación. Los teólogos lo llaman
trascendencia . Dios está plenamente presente en Su creación, pero Él no es
Su creación. Los panteístas afirman que toda la creación es parte de Dios,
pequeñas partes de la Deidad. El cristiano cree que “en Él vivimos, nos
movemos y existimos” (Hch 17:28), pero nosotras somos nosotras, y Él es
Él. Si nosotras y el resto de la creación fuéramos pequeñas partes de la
Deidad, también seríamos dignos de adoración, y la Biblia estaría
completamente equivocada al condenarnos por esa adoración. El Dios de la
Biblia está en todas las cosas y alrededor de ellas, pero Él es diferente a
ellas.
Aunque Dios está plenamente presente en todas partes, no siempre somos
conscientes de ello. Hay ocasiones en las que Él nos muestra claramente Su
presencia, y hay otras en las que no. Ya sea que nos percatemos o no de Su
presencia, “Él no está lejos de ninguno de nosotros” (Hch 17:27). Aunque
Él está plenamente presente, puede que solo percibamos un aspecto
específico de Su naturaleza en un momento dado. Es posible que en un
servicio de adoración seamos mucho más conscientes de la presencia de Su
amor. En un tiempo de meditación en Su ley podríamos percibir más
claramente la presencia de Su santidad. Dios está plenamente presente hasta
en el infierno, aunque sus ocupantes solo perciban Su ira. Para el creyente,
la eternidad será un lugar donde experimentaremos la presencia de Dios al
máximo de nuestra capacidad. En esta vida lo hemos conocido de manera
limitada, pero allí le conoceremos como Enmanuel, Dios con nosotros .
AFECTOS DIVIDIDOS
Pensemos en las muchas veces que hemos querido estar en dos lugares a la
vez. Mis cuatro hijos tienen poca diferencia de edades, así que al final del
año escolar, mi esposo y yo nos encontramos repartidos entre ceremonias de
entrega de premios, conciertos y partidos que se juntan. Pero no basta con
dividirnos; nos enviamos mensajes con información actualizada de lo que
esté sucediendo en el evento donde nos encontremos. Seguro tú también has
hecho ajustes similares en tu familia, en el trabajo e incluso en la iglesia.
Como el internet nos permite trabajar a distancia, nuestras salas de estar se
convierten en dos lugares a la vez: un lugar de trabajo y un lugar familiar.
Asistimos a una iglesia y escuchamos sermones de otra iglesia por internet.
Si salimos a un viaje de negocios, nos comunicamos con nuestros hijos por
Skype o FaceTime para poder sentir que aún estamos en casa. Mientras los
niños están en la piscina aprovechamos unos minutos para hacer un par de
compras desde nuestro teléfono o tableta. Lo llamamos multitasking o
eficiencia, y pudiera serlo. Pero es importante que nos detengamos de vez
en cuando para evaluar nuestras expectativas.
No importa cuánto avance la tecnología, nunca podremos estar
plenamente presentes en todo lugar. Es inevitable que nuestra atención esté
dividida. Cuando envío un mensaje detallado a mi esposo del evento en el
que estoy y a la vez estoy leyendo su reporte, ninguno de los dos está
plenamente presente donde está. Cuando permito que el trabajo invada
ciertos espacios en mi hogar, dejo de estar plenamente presente en mi sala
de estar como madre o esposa. Cuando paso demasiado tiempo
interactuando con mis amistades en Facebook, estoy dejando de compartir
cara a cara con los demás —como debe ser. Cuando me digo a mí misma
que hablar por FaceTime es como si hubiera estado allí, estoy en problemas.
No hay sustituto para la interacción humana que experimentamos en
persona.
Piensa en lo común que es escuchar historias sobre mensajes de texto o
correos electrónicos que fueron malinterpretados por el receptor. La
mayoría de las veces se trata de alguien que trató de decir desde lejos lo que
debió haber conversado personalmente. Incluso los autores del Nuevo
Testamento reconocieron la importancia de estar presente cuando se trata de
conversaciones importantes: “Aunque tengo muchas cosas que decirles, no
he querido hacerlo por escrito, pues espero visitarlos y hablar
personalmente con ustedes para que nuestra alegría sea completa” (2Jn 12).
Nuestras mayores alegrías ocurren cuando estamos cara a cara con los
demás, en el mismo espacio físico. Cuando de verdad nos importa la
profundidad de la comunicación, hacemos todo el esfuerzo para que no
haya malentendidos. No hay tal cosa como la omnipresencia humana.
Nuestras tecnologías la imitan, pero usarlas no es lo mismo que estar
presente. No sustituyen la interacción cara a cara. No son pecaminosas en sí
mismas, pero pueden llegar a serlo para nosotras cuando comenzamos a
creer que usarlas equivale a estar allí . Son cosas buenas hasta que les
pedimos que nos hagan como Dios.
Querer estar en dos lugares no es un anhelo reciente en los humanos. Es
parte de la condición humana, en particular de los padres. Dicen que tener
un hijo es como escoger que tu corazón salga de tu cuerpo para siempre.
Cuando amamos profundamente a las personas y nos separamos de ellas, ya
sea de forma temporal o permanente, es natural que deseemos estar en dos
lugares a la vez. El apóstol Pablo expresó esto en su Carta a los filipenses :
“Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con
Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible
que yo permanezca en este mundo” (Fil 1:23-24). Si nuestro anhelo refleja
un sentir correcto y una perspectiva adecuada, estamos honrando a Dios con
ese deseo.
Pablo expresó su deseo de “estar con Cristo”, aunque sin duda sabía y
creía en la promesa de Jesús de que siempre estaría con nosotros. Pablo ya
quería disfrutar de la presencia de Cristo sin las limitaciones de su cuerpo
humano. Y este es el desafío para los creyentes mientras estemos de este
lado de la eternidad: no podemos confiar en nuestra percepción de la
cercanía de Dios. Lo sintamos o no, Dios está cerca. Nuestra consciencia de
esta verdad afectará directamente nuestra manera de vivir.
VIGILANCIA Y SEGURIDAD
Por un lado, el conocimiento de la omnipresencia de Dios debería llevarnos
a estar vigilantes en cuanto al pecado. Al igual que el niño que abre la lata
de galletas porque piensa que su mamá está lejos de la cocina, cuando
olvidamos que Dios está plenamente presente en todo lugar, nos
convertimos en nuestra propia ley. Nos decimos a nosotras mismas que
nadie nos ve, que no nos atraparán, que no habrá consecuencias por el
pecado que nadie presenció. Pero nada de lo que hacemos queda sin
testigos: “¿Soy acaso Dios solo de cerca? ¿No soy Dios también de lejos?
—afirma el Señor—. ¿Podrá el hombre hallar un escondite donde Yo no
pueda encontrarlo? —afirma el Señor—. ¿Acaso no soy Yo el que llena los
cielos y la tierra? —afirma el Señor—” (Jer 23:23-24).
En estos tiempos nuestro mundo está lleno de cámaras. Nos están
filmando casi en todas partes. Cuando Ray Rice, jugador de la NFL (la Liga
Nacional de Fútbol de los Estados Unidos), golpeó a su esposa y la dejó
inconsciente en el ascensor de un hotel en el 2014, creyó que nadie lo había
visto. Sin embargo, la presencia de una cámara de seguridad permitió que
millones de espectadores vieran sus acciones desde que el video cayó en
manos de la prensa. El testimonio de un testigo presencial ha sido una
poderosa herramienta legal desde que existen las leyes, pero los testimonios
no siempre son confiables. Sin embargo, las cámaras de vigilancia no
mienten. Nos enseñan una lección sobre la omnipresencia. Los gobiernos
deben decidir los límites apropiados para la vida privada de un ciudadano,
pero no existen leyes de privacidad entre el Creador y Sus criaturas. Y el
testimonio de un Dios omnipresente es más confiable que cualquier cámara.
Debido a esto, todo pecado que cometemos es ante todo un pecado contra
Dios. David reconoció esto en su confesión en el Salmo 51:4:
2. ¿Dirías que sentirte distante de Dios siempre indica que algo anda “mal”
en tu relación con Él? ¿Qué factores podrían impedir que te sientas cerca
de Dios aunque sepas que lo estás?
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor confesándole tu deseo de estar en más de un
lugar a la vez. Pídele que te ayude a vivir como una persona que sabe que
Dios es testigo de cada momento de su vida. Agradécele por darte la
seguridad de que Él ve tus pensamientos, tus palabras y tus obras a través
de los lentes de la gracia. Alábalo porque no existe lugar alguno donde Él
no esté.
8
Omnisciente
Sin esfuerzo alguno, Dios conoce toda materia, toda mente, todo
espíritu, todo ser, toda criatura, toda pluralidad, toda ley, toda relación,
toda causa, todo pensamiento, todo misterio, todo enigma, todo
sentimiento, todo deseo, todo secreto, todo trono y dominio, toda
personalidad, todo lo visible y lo invisible en el cielo y en la tierra, el
movimiento, el espacio, el tiempo, la vida, la muerte, el bien, el mal, el
cielo y el infierno.
Puesto que Dios conoce todo a la perfección, no conoce ninguna cosa más que otra, sino que
conoce todo igualmente bien. Nunca descubre cosa alguna. Nunca se sorprende ni se asombra.
No necesita buscar información ni hacer preguntas (excepto cuando quiere que los hombres
reconozcan algo para su propio bien). 10
APRENDIZAJE
Dios ha dejado el universo abierto para que lo exploremos. Somos libres
para descubrir lo que podamos según nuestras habilidades intelectuales, en
los tiempos y los lugares que Él ha ordenado para nosotras. Aunque no
podemos afirmar que Dios ha limitado la cantidad de conocimiento que el
ser humano puede explorar, podemos decir sin lugar a dudas que sí ha
limitado la cantidad de conocimiento que un humano puede consumir y
usar. Estos límites son cada vez más evidentes para los que vivimos en esta
época digital. Treinta años después de los inicios del internet, ¡se estima que
lo usa el 39% de la población mundial (2.7 billones de personas)! 13 Y la
cantidad de información que generamos es impresionante. Cada minuto se
envían 204 millones de correos electrónicos, se publican 3,472 imágenes en
Pinterest, se hacen más de 4 millones de búsquedas en Google, y los
usuarios de Facebook comparten 2.5 millones de publicaciones. 14
Estamos poniendo a prueba los límites de nuestro consumo en una
manera que no fue posible para las generaciones anteriores. El internet
ofrece un bufé libre a todos, tanto al que realmente busca respuestas como
al que simplemente está aburrido. Y nos servimos del bufé como si nuestros
cerebros tuvieran espacio para toda esa información (y como si la
necesitáramos). Como ocurre con todos los bufés, por más maravillosas que
sean su accesibilidad y variedad, el consumo imprudente puede causarnos
problemas de salud. Hay una diferencia entre el aprendizaje saludable y la
glotonería informativa: una refleja nuestra naturaleza humana, y la otra es
un deseo insaciable por la ausencia de límites.
Nuestro deseo insaciable por la información es una clara señal de que
codiciamos la omnisciencia divina. Queremos estar al tanto de todos los
hechos, pero como seres finitos no tenemos esa capacidad. Por tanto, el
consumo desmesurado de información no nos da la paz mental que estamos
buscando, sino que aumenta nuestra ansiedad. Los psicólogos han acuñado
un término que describe lo que sucede cuando ignoramos los límites de
nuestros cerebros: sobrecarga de información . Los estudios muestran que
la sobrecarga de información causa irritabilidad, enojo, letargo, apatía e
insomnio. Puede causar estrés cardiovascular, problemas digestivos, dolores
de cabeza, dolor estomacal, dolor muscular, afectar la visión y elevar la
presión arterial. Afecta nuestra capacidad cognitiva y, por tanto, nuestra
productividad al disminuir nuestra capacidad para prestar atención y nuestra
habilidad para concentrarnos. 15
Contrario a lo que pensaríamos, la sobrecarga de información también
reduce nuestra capacidad para tomar decisiones. Si bien la recopilación de
datos puede ayudarnos a tomar decisiones, con tantos datos opuestos o
contradictorios que sopesar, nos enredamos. Sufrimos de “parálisis por
análisis”, pues siempre tememos que haya alguna otra información que
invalide la decisión que hayamos tomado. Incapaces de sopesar la lista
aparentemente interminable de ventajas y desventajas en cada situación, no
podemos decidirnos. No hacemos nada. 16
La sobrecarga de información también tiene otro efecto devastador: mata
la empatía. Un estudio llevado a cabo por la Universidad del Sur de
California reveló que la exposición rápida a titulares o historias de desastres
o tragedias puede adormecer nuestro sentido de la moralidad y promover la
indiferencia. Manuel Castells, sociólogo de la misma universidad, dice: “En
una cultura mediática donde la violencia y el sufrimiento se convierten en
un espectáculo interminable, sea ficción o ‘infotenimiento’, la indiferencia a
la idea del sufrimiento humano se va asentando gradualmente”. 17
Dios nos ayude si como creyentes ignoramos los límites adecuados para
nuestras mentes. Dios nos ayude si la iglesia sucumbe a la inacción y la
indiferencia ante el sufrimiento humano. Debemos respetar los límites que
Dios ha establecido en cuanto a la cantidad de información que podemos
procesar y a la cantidad de tiempo que toma procesarla para que nos lleve a
actuar y a ser empáticos.
NO NOS INCUMBE
Esa ansiedad por no saber también se ve en nuestro deseo por conocer el
futuro. Al igual que un lector impaciente que salta a la última página de una
novela de suspenso para liberar la tensión, nosotras queremos echar un
vistazo a lo que sigue. No es de sorprender que la práctica de la adivinación
se remonte a los inicios de la historia del hombre y que aún nos persiga. El
no creyente lo hace con el horóscopo, la lectura de las manos y las cartas
del tarot. El creyente hace algo similar pero lo disfraza de religión: le pide a
Dios una señal extrabíblica, reclama una promesa bíblica fuera de contexto
o le asigna un significado a ciertos sueños o “palabras proféticas”.
La Biblia narra ejemplos en los cuales Dios dio a conocer el futuro a
determinadas personas para un propósito específico, pero estos ejemplos no
pueden tomarse como normativos. Nos decimos a nosotras mismas que si
conociéramos el futuro, usaríamos ese conocimiento para bien, pero ¿qué
tan probable es eso? Es mucho más probable que lo usemos para avivar las
llamas de nuestra autonomía y para promover nuestros propios intereses.
Quisiéramos afirmar que el conocimiento del mañana eliminará nuestras
ansiedades, pero al decirlo estamos asumiendo que el mañana traerá
alegrías, o que saber lo que nos depara implica que lo enfrentaremos mejor.
Si nos dijeran lo que nos depara el mañana, podemos estar seguras de que
no solo obtendríamos respuestas, sino que surgirían aún más preguntas.
Dios puede encargarse del futuro sin nuestra ayuda. No nos incumbe.
Pero el futuro no es el único lugar donde buscamos conocimiento que no
nos toca saber. A menudo mostramos un interés malsano por los asuntos de
otras personas. La Biblia lo llama “entrometerse”. El hecho de que Pedro lo
haya puesto en una lista de pecados que incluyen el robo y el asesinato (1P
4:15) debe decirnos algo. Es una forma de agredir la vida de otra persona
hecha a la imagen de Dios. Los entrometidos creen que tienen derecho a
conocer sobre las situaciones de otras personas. Aunque sin duda
defenderían ferozmente su propio derecho a la privacidad, no extienden la
misma gracia a los demás. Si la información es pública, lo ven como algo
lícito. Son los consumidores del periodismo sensacionalista, los
susurradores de chismes, los custodios de los detalles secretos de las vidas
de otras personas. Son la razón por la cual tenemos contraseñas en nuestros
teléfonos y computadoras.
La intromisión puede ser difícil de ver porque a menudo se disfraza como
interés genuino. Como madre me he dado cuenta de que el deseo de
inmiscuirme en la vida de mis hijos va creciendo a medida que ellos crecen.
Entre más se acercan a la edad adulta, menos puedo (y debo) involucrarme
en sus conversaciones y asuntos privados. Pero ha sido un desafío pasar de
conocer cada uno de sus movimientos y palabras a tener que respetar esa
distancia por su edad. Sí, podría leer cada mensaje y correo en sus
teléfonos. Sí, podría vigilar todas sus relaciones en internet y controlar
todos sus movimientos por GPS. Hay temporadas y circunstancias en las
cuales estas medidas podrían ser un medio de protección y bendición, pero
conforme mis hijos maduran, debo ir dejándolos cada vez más bajo el
cuidado de Dios, confiando en que Aquel que es omnisciente los protegerá.
Todas tenemos relaciones en las que sentimos ese impulso a controlar —un
cónyuge, una amiga propensa a las crisis, incluso alguien que admiramos o
envidiamos. Pero cuando nos entrometemos, multiplicamos sus problemas
y los nuestros.
SOLTAR Y CONFIAR
En vez de depositar todas tus ansiedades en el internet, que no se preocupa
por nadie, deposítalas en Dios, pues Él tiene cuidado de ti (1P 5:7). En vez
de obsesionarte con el futuro, aprende a contentarte con lo que Dios te ha
revelado en el presente. En vez de entrometerte, enfócate en tus propios
asuntos. Dejemos que sea Dios quien maneje todo conocimiento. Él es el
único capaz, y además lo hará con sabiduría perfecta. Lo que eliminará
todas nuestras ansiedades es el conocimiento de Dios, y para conocerle
mejor tenemos que pasar menos tiempo buscando curiosidades en internet y
más tiempo buscando tesoros en la Escritura. Dejemos el futuro en las
manos de Dios, pues Él ya está allí. Ocupémonos en nuestros asuntos y
dejemos de entrometernos. Nuestro consuelo no viene de tener todo el
conocimiento, sino de confiar en Aquel que sí lo tiene.
Cuando confías en que Dios es omnisciente, reconoces y descansas en
cuatro hermosas verdades:
1. No puedes ser más lista que Dios . No puedes enseñarle ninguna lección
de ningún tipo. Él conoce todas las cosas. No puedes eludir Su lógica ni
proponer una mejor alternativa a Su plan. Y no hace falta que lo hagas,
pues Él conoce todos los posibles resultados y consecuencias. Sus
caminos son los mejores. Son dignos de confianza y seguros. “El camino
de Dios es perfecto; la palabra del Señor es intachable. Escudo es Dios a
los que en Él se refugian” (Sal 18:30).
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor confesándole tu deseo de saber más de lo que
necesitas. Pídele que te ayude a cultivar una mente bien ordenada que
conozca sus límites y le confíe a Él lo desconocido. Agradécele por la
seguridad de que Él conoce todo sobre ti, y aun así Su amor por ti no
cambia. Alábalo porque conoce todo a la perfección.
9
Omnipotente
Le tengo fobia a los tornados. Desde que escucho las sirenas de alerta, aun
cuando el cielo despejado indique que debe ser solo un simulacro, me lleno
de pánico y corro hacia el cuarto interior más cercano. Hace unos años
sonaron las sirenas mientras estaba en el trabajo. Trabajo en el edificio de
nuestra iglesia, donde antes había un supermercado, y mi oficina está en el
segundo piso. Pálida y con mi bolso bien agarrado, salí corriendo hacia los
baños del primer piso y choqué con una compañera de trabajo que
deambulaba en dirección opuesta.
— ¡Quizás estemos a punto de reunirnos con Jesús! —dijo con serenidad.
En serio. Algunas veces trabajar en una iglesia es casi demasiado. No
logré responder con amabilidad.
— ¡Pues ve a reunirte con Él! —grité. ¡Yo estaré en el baño de las
mujeres amarrada a la tubería con la correa de mi bolso!
PADRE FUERTE
En casa los niños no tardaron en darse cuenta de que era mejor ir donde su
papá si tenían alguna emergencia durante la noche. Mi problema es que o
no me despierto o salgo volando de la cama, completamente asustada y
confundida. Así que si tenían dolor de barriga o habían tenido alguna
pesadilla, iban directo al lado de la cama de Jeff. Pero aun ese
extraordinario padre de mis hijos necesitaba dormir. Tenían que despertarlo.
Sin embargo, a nuestro Padre celestial nunca hay que despertarlo. Sus ojos
nunca se cierran para dormir. Sus pensamientos nunca divagan por la fatiga.
Sus brazos nunca están demasiado cansados para sostener y proteger.
Nuestro Padre celestial es fuerte, siempre lo ha sido, y siempre lo será.
Esa típica frase infantil de “mi papá puede darle una paliza al tuyo”
revela que desde pequeños somos conscientes de que tener un padre fuerte
es algo envidiable. Y ese es precisamente el Padre que tenemos. No solo
eso, sino que el intenso deseo que tiene un padre terrenal de proteger a sus
pequeños en su debilidad es un reflejo del deseo de nuestro Padre celestial
de protegernos en la nuestra. El fuerte protege al débil, y bienaventurados
aquellos que entienden a qué categoría pertenecen. Dios nos da una
cantidad limitada de fuerza, así como nos da otros dones. Podemos usar esa
fuerza para hacer el bien o para hacer el mal. Los que la usan para bien la
emplean para vencer su pecado y para proteger al débil, pero en la historia
del mundo vemos un sinnúmero de ejemplos de personas que han usado el
poder para hacer el mal.
Quizás el hombre fuerte más conocido de la Biblia es Sansón, cuya
historia se registró en Jueces 13 – 16. Apartado desde su nacimiento para
ser un libertador de Israel, se suponía que debía usar su don divino de la
fuerza para hacer la guerra contra los enemigos de Israel, los filisteos. En
cambio, la usó para ganar su favor, sus posesiones y un número
considerable de sus mujeres. Y la usó para su propio plan de venganza. En
pocas palabras, Sansón usó la fuerza que Dios le había dado para imitar a
los filisteos en vez de derrotarlos . Creyó que su fuerza era el resultado de
su obediencia de no cortarse el pelo. Pero estaba equivocado. Era, simple y
llanamente, un don por la pura gracia de Dios. Sansón terminó ciego y solo,
bebiendo de la copa de la impotencia. En una última hazaña milagrosa, usó
su fuerza restablecida para colapsar un templo sobre sus captores filisteos.
El narrador registró con escalofriante firmeza que Sansón mató más
filisteos en su muerte que en su vida. En otras palabras, el poderoso Sansón
fue más útil para Dios en la hora de su muerte que en toda su vida.
Al igual que Sansón, cuando pensamos que alguna fortaleza especial es
producto de nuestra obediencia a Dios, usaremos esa fortaleza para
servirnos a nosotras mismas, no para servir a Dios y a otros. Toda fortaleza,
ya sea física, emocional o intelectual, puede usarse para servir a otros o para
la autoexaltación. Nuestra habilidad para persuadir puede usarse para
motivar o para manipular. La fuerza física puede usarse para proteger o para
maltratar. Ser sumamente inteligente puede usarse para el bien común o
para controlar. Cualquiera que sea el poder que poseamos, tenemos que
decidir si vamos a usarlo para el beneficio de otros o para el nuestro. El
poder da placer. ¿Nos vemos como administradoras del poder que se nos ha
confiado, o nos vemos como dueñas de este? O lo usamos para la honra de
Dios, o lo acaparamos y amplificamos en un intento de imitar la
omnipotencia.
Es difícil resumir todas las formas en que los humanos tratamos de imitar
la omnipotencia. Desde la Caída, cada una de nosotras es una mediadora de
poder, siempre buscando maneras de usar y amplificar el poder para
nuestros propios fines. Como no podemos abarcarlo todo, consideraremos
cuatro de las fuentes más comunes de poder y las implicaciones de usarlas
para glorificarnos a nosotras mismas o para glorificar a Dios. Para
identificar estas cuatro fuentes de poder, solo hay que mirar las portadas de
las revistas que tenemos al lado mientras hacemos fila para pagar en el
supermercado. Según sus fieles reportes, nuestra cultura otorga poder a los
fuertes, a los que poseen belleza física, a los ricos y a los que tienen
carisma.
PODER
Nos encanta glorificar a quienes consideramos fuertes físicamente. Andan
con sus anillos de campeonato, presumen de medallas olímpicas,
promueven bebidas deportivas. Pagamos más para verlos más de cerca
mientras exhiben su dominio. Pero a menudo cruzamos la línea y llegamos
a idolatrar la fuerza física. Lo vemos en la manera en que rendimos culto a
nuestros cuerpos, pero lo vemos con mayor claridad en la manera en que
marginamos a aquellos que no poseen fuerza física: los ancianos, los
discapacitados, los bebés que aún no han nacido. Lo vemos en la manera en
que la violencia doméstica y el crimen violento persiguen a las mujeres y
los niños. La fuerza física que le rinde culto al yo se degrada y se usa para
amenazar y agredir. En cambio, cuando usamos nuestra fuerza física para
glorificar a Dios, protegemos al débil con cada onza de energía que
podamos emplear.
Las mujeres, en particular, tenemos una ventaja única e importante con
respecto al poder físico. Nuestra biología, hecha por la mano de Dios, hace
que seamos relativamente débiles físicamente comparadas con los hombres.
Esto se aplica especialmente cuando estamos embarazadas. Una mujer en
estas condiciones experimenta un período biológicamente impuesto de
debilidad, y su fuerza es restaurada cuando da a luz. Asumiendo que
estemos en buena salud, las mujeres estamos en el punto medio entre los
más fuertes (los hombres) y los más débiles (los niños) biológicamente
hablando. Nos sentimos obligadas a cuidar y proteger al débil porque
entendemos tanto el don como la responsabilidad de la fuerza física en una
manera que no podemos dar por sentado. Pero todos nosotros, hombres y
mujeres, independientemente de cuánto peso podamos levantar o de cuán
lejos podamos correr, somos llamados a amar a Dios con toda nuestra
fuerza física. Todos los creyentes deben ocuparse de la verdadera religión
de atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones. Pudiéramos
parafrasear estas palabras de Santiago diciendo que nuestro deber es
básicamente “cuidar del débil y del vulnerable” (ver Stg 1:27).
Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de Sus
gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para
que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y
cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán
ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan
ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la
plenitud de Dios.
3. ¿En qué momentos eres más tentada a usar el poder en formas dañinas y
peligrosas? ¿Sobre quién o en qué circunstancias eres más propensa a
querer ejercer el poder que solo le corresponde a Dios?
4. ¿Cómo te consuela la realidad de la omnipotencia de Dios ? ¿Cómo
afecta tu entendimiento del milagro de la salvación?
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor confesándole cómo has usado el poder para tu
propio beneficio. Pídele que te ayude a vivir como alguien que reconoce
que todo poder es dado por Dios con el fin de ser usado para Su gloria.
Agradécele por el don del Espíritu Santo, la fuente de poder en la vida del
creyente. Alábalo por la verdad aleccionadora de Su omnipotencia.
10
Soberano
1. NUESTROS CUERPOS
La forma en que manejamos nuestros cuerpos dice mucho sobre nuestra
necesidad de controlar. Ocuparnos de nuestros cuerpos es un asunto de
mayordomía. No nos pertenecen. Nos han sido dados para que los
mantengamos en salud. Pero cuando cruzamos la línea hacia un control
enfermizo, pasamos de la mayordomía a la idolatría. Esto puede
manifestarse de diferentes formas: preocupación obsesiva con la dieta o el
ejercicio, trastornos alimenticios, temor excesivo ante la enfermedad o los
gérmenes, hipocondría, temor a envejecer o simplemente vanidad.
¿Cómo podemos saber si hemos pasado del cuidado al control excesivo?
Sin duda, por la forma en que afecta nuestro tiempo, pero también nuestras
palabras y nuestras billeteras. Cuando nos esforzamos por tener un control
enfermizo sobre nuestros cuerpos, hablamos sobre ellos constantemente.
Nuestros métodos, expectativas y resultados siempre surgen en nuestras
conversaciones y nuestras redes sociales. Racionalizamos el costo
económico de cualquier suplemento, procedimiento médico, crema
rejuvenecedora, licuadora o membresía de gimnasio con tal de lograr
nuestra meta.
Nuestra necesidad de controlar también termina afectando nuestras
relaciones. Juzgamos a aquellos que no siguen nuestros regímenes estrictos,
menospreciándolos por su “indisciplina” en cuanto a su salud o por su
“descuido” en cuanto a su apariencia. Preferimos invertir el tiempo y los
recursos que tengamos en nosotras mismas y no en otras personas.
2. NUESTRAS POSESIONES
Lo mismo sucede con nuestras posesiones. Nuestro llamado es a
administrarlas bien, no a hacer con ellas lo que queramos. No es malo tener
cosas, pero sí es malo adorarlas. Nuestro deseo de controlar excesivamente
nos lleva a obsesionarnos con adquirir, multiplicar o mantener lo que
tenemos. Esto es lo que está detrás de la acumulación de ciertos artículos,
de las compras compulsivas, del miedo a usar lo que poseemos porque
podría dañarse o sufrir desgaste, del cuidado obsesivo de alguna propiedad,
del control excesivo de las finanzas y de la incapacidad de prestar o regalar
bienes a otros.
¿Te enfurece encontrar un rasguño en tu automóvil? ¿Te enorgullece que
ese automóvil sea mantenido con toda meticulosidad? La manera en que
reaccionamos al daño o a la pérdida de las posesiones revela si tenemos
problemas de control en esta área. ¿Te parece racional acumular deudas
para mantener cierto estilo de vida? Algo no anda bien con tu percepción de
tus posesiones.
3. NUESTRAS RELACIONES
Todas nuestras relaciones humanas son ordenadas por Dios; son
oportunidades para mostrar amor preferencial por otras personas hechas a
Su imagen. Los conflictos en las relaciones suelen ser por un asunto de
control. Ese deseo enfermizo de controlar en una relación puede
manifestarse como intimidación o manipulación (verbal, emocional o
física), que son los sellos distintivos del abuso. Sabemos cómo lucen los
extremos —los vemos cada día en las noticias, o tristemente los conocemos
de primera mano. La mayoría de nosotras no caemos en la categoría de
“agresoras”, pero eso no significa que no somos controladoras de alguna
forma u otra.
Hay formas de controlar que son más sutiles, como la incapacidad de
admitir que nos pasa algo, la necesidad de tener la última palabra, la
necesidad de tener ventaja sobre otros, y la resistencia a hacer las cosas de
una forma diferente a la nuestra. Ya sea que actuemos de esta manera con
un niño, un esposo, una amiga o un(a) colega, estamos queriendo controlar.
Lo más común es que caigamos en conductas controladoras hacia
aquellos que Dios ha puesto bajo nuestra autoridad. Los padres, los líderes
en las iglesias y los dirigentes empresariales que tienen un deseo excesivo
por el control terminan siendo líderes autoritarios, dando más importancia a
las reglas que a las relaciones. Ser una autoridad significa establecer límites
que preserven la relación, no que la hagan más difícil.
Una amiga me dijo una vez que cuando sus hijos se acusaban en medio
de una pelea (una evidente lucha por el control), ella preguntaba: “¿Quién
está siendo el más amable?”. ¡Qué pregunta más reveladora para cualquier
conflicto relacional! El amor preferencial por otros exige que aplastemos
nuestro deseo de controlarlos. ¿Permites que tus cambios de humor lleven a
otros a andar con cuidado para no ofenderte o enojarte? ¿Esperas que otros
puedan leer tu mente cuando han herido tus sentimientos? ¿Hay un mensaje
oculto en tus palabras? Escoge la amabilidad en vez del control, y verás
cómo mejoran tus relaciones.
Así le dijo el rey David al Rey de los cielos. Eso mismo digo yo.
¿Sobre qué tengo el control? Unas pocas cosas importantes. Mis
pensamientos, los cuales puedo llevar cautivos por el poder del Espíritu
Santo. Y si puedo controlar mis pensamientos, entonces puedo controlar mi
actitud —hacia mi cuerpo, mis posesiones, mis relaciones y mis
circunstancias. Si puedo controlar mis pensamientos y mi actitud, también
puedo controlar mis palabras y mis acciones. Los redimidos
obedientemente someten todo pensamiento, palabra y obra a su Soberano
celestial, le confían toda incertidumbre al “que hace todas las cosas
conforme al designio de Su voluntad” (Ef 1:11). Se apartan del trono, y
reconocen que no califican en absoluto para ocuparlo.
¿Hasta cuándo vas a competir con tu Creador? ¿Hasta cuándo buscarás el
lugar más alto? Jesucristo fue al lugar más bajo para que tú y yo
pudiéramos tener comunión con Él. Por eso, Dios lo ha exaltado a lo sumo.
Por eso, tú debes humillarte. ¿Qué es más hermosamente humillante que
renunciar al control?
Los mejores cuentacuentos de mi infancia tenían la fórmula ganadora.
Toda buena historia hace eco de la mejor historia de todas. La Biblia narra
la historia de un Rey cuyo derecho al trono se reconoce desde el principio,
pero cuya majestad y autoridad solo llegan a comprenderse en su totalidad
en sus páginas finales, cuando lo vemos finalmente coronado y reinando.
Sus fieles palabras desde el trono son estas: “¡Yo hago nuevas todas las
cosas!” (Ap 21:5).
“Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place” (Sal 115:3,
NBLH). Y todo lo que le place es para nuestro bien.
3. ¿En qué área sientes que tienes menos control? ¿Qué pensamientos te
hacen temer? Confiesa tus temores a Dios y pídele que te libre de la
ansiedad.
ORACIÓN
Escribe una oración al Señor confesándole las formas en que has caído en
un control enfermizo. Pídele que te ayude a confiar en Él y a someterte a Su
autoridad en pensamiento, palabra y obra. Dale gracias porque Él hace
nuevas todas las cosas. Alábalo por la verdad aleccionadora de Su
soberanía.
CONCLUSIÓN
Asombroso y maravilloso
Te daré gracias,
porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho…
Salmo 139:14
Si me hubieras dicho hace cinco años que un día escribiría un libro para
mujeres cristianas y que terminaría con una cita del Salmo 139, lo más
probable es que te hubiera respondido con alguna especie de insulto. Diría
que no hay una oración en la Biblia que sea más usada por mujeres bien
intencionadas para describir a otras mujeres. En cuanto al asunto que nos
ocupa, pienso que esta declaración merece una segunda mirada —por lo
que dice sobre las mujeres, pero particularmente por lo que dice sobre Dios.
Hace poco asistí a una conferencia de mujeres junto con otras tres
conferencistas. En cada sesión, cada conferencista pasó tiempo en el
versículo 14 del Salmo 139, y nos instó a vernos en la manera en que Dios
nos ve, asombrosa y maravillosamente hechas. Podría haber sido cualquier
conferencia de mujeres, y cualquier conferencista. Las mujeres en
Occidente tenemos que luchar cada día contra esa sensación abrumadora de
no ser suficientes. Las mujeres cristianas lo hacemos con la ayuda del
Salmo 139:14. Le pedimos que nos consuele cuando nuestra imagen
corporal va decayendo, o cuando simplemente no creemos que somos
inteligentes, valiosas o capaces. Le pedimos que nos anime cuando nuestros
límites nos desalientan. Pero dada la frecuencia con que se sigue ofreciendo
como remedio, diría que el mensaje no está calando.
¿A qué se debe?
Creo que se debe a que hemos diagnosticado mal nuestro problema
principal. No es que nos falte autoestima, no es que nos falte propósito en la
vida. Lo que nos falta es asombro.
RECORRIENDO EL CAMINO
Durante estos diez capítulos hemos estado tratando de dar los primeros
pasos para aceptar nuestros límites a la luz de nuestro Dios infinito. Si al
considerar estas diez características únicas de Dios has empezado a
experimentar asombro, deja que tu respuesta sea como la de David. ¿Qué
mejor adoración podemos ofrecer que nuestra disposición a ver y confesar
nuestro pecado, para así transitar por el camino de la sabiduría?
El Salmo 139 exalta los atributos de Dios, y también lo hace el resto de la
Escritura. Léela con una nueva perspectiva, con hambre por una visión
majestuosa de quién es Él. Es un camino lleno de asombro y de sabiduría,
rodeado por esas secuoyas imponentes de la majestad de Dios que nos
maravillan y nos llenan del temor del Señor. Contempla a tu Creador
asombroso y maravilloso. Levanta tus ojos. No dejes pasar esa vista.
El temor del Señor es el principio de la sabiduría . Estás al inicio del
camino —apenas has comenzado. Que Dios te conceda asombro en cada
vista. Que Dios te conceda sabiduría con cada paso que des.
Notas de texto
1. Frederick M Lehman, “The Love of God” [“Oh, amor de Dios”], 1917.
2. A. W. Tozer, The Knowledge of the Holy: The Attributes of God, Their
Meaning in the Christian Life [El conocimiento del Dios santo: Los
atributos de Dios , su significado en la vida cristiana ] (Nueva York:
Harper & Row, 1961), 44.
3. Nota del traductor. James LeBron es un jugador profesional de
basquetbol estadounidense. Se le considera uno de los más grandes
jugadores de la Asociación nacional de basquetbol o NBA (por sus siglas
en inglés).
4. Nota del traductor. Se trata de un programa de televisión que presenta
dueños de antigüedades, las que son valoradas por expertos. Se
transmitió primeramente en el Reino Unido. La serie ha generado otras
versiones en distintos países que incluyen Estados Unidos y Canadá.
5. Nota del traductor. No se ha usado el mismo eslogan en todos los países
hispanohablantes. El que aparece aquí es conocido en México. Por
ejemplo, en España se ha usado: “…Energizer la pila alcalina que más
dura y dura y dura”.
6. “O for a Thousand Tongues to Sing” [“Oh, que tuviera lenguas mil”],
1739.
7. Thomas Chisholm, “Great is Thy Faithfulness” [“Grande es tu
fidelidad”, traducción literal de la versión original] 1923.).
8. Nota del traductor: Twister es un juego de habilidad física. Se juega
sobre una lámina de plástico que se extiende sobre el piso. Tiene seis
filas de círculos de colores. Una ruleta determina donde cada jugador ha
de colocar los pies y las manos.
9. John Piper, “How Could David Say to God—After Sleeping with
Uriah’s Wife and Then Killing Him—‘Against You and You Only Have I
Sinned’?” [“Cómo pudo David decirle a Dios —después de acostarse
con la esposa de Urías y luego matarlo— ‘contra Ti he pecado, solo
contra Ti’?”] DesiringGod.org, 4 de noviembre, 2008,
http://www.desiringgod.org/interview/how-could-david-say-to-god-after-
sleeping-with-uriahs-wife-and-then-killing-him-against-you-and-you-
only-have-i-sinned .
10. A. W. Tozer, The Knowledge of the Holy: The Attributes of God, Their
Meaning in the Christian Life (Nueva York: Harper & Row, 1961), 87.
11. Laura Flynn McCarthy, “What Babies Learn in the Womb: They are
Doing and Thinking a Lot More Than We Used to Believe” [“Lo que los
bebés aprenden en el vientre: Están haciendo y pensandomucho más de
lo que solíamos pensar], Parenting.com, consultado el 21 de julio de
2015, disponible en
http://www.newsmaster.be/flow/dw/ciel/2011/aout11/infooverloadbrief.p
df/ .
12. “The Right to Education” [“El derecho a la educación], UNESCO.org,
consultado el 24 de agosto de 2015, disponible en
http://www.unesco.org/new/en/right2education .
13. Susan Gunelius, “The Data Explosion in 2014 Minute by Minute—
Infographic” [La explosión de data en el 2014 minuto por minuto —
Infografía], ACI.info, 12 de julio de 2014, disponible en
http://aci.info/2014/07/12/the-data-explosion-in-2014-minute-by-minute-
infographic/ .
14. Ibíd.
15. Joseph Ruff, “Information Overload: Causes, Symptoms and Solutions”
[“Sobrecarga de información: Causas, síntomas y soluciones”], Learning
Innovations Laboratories, Harvard Graduate School of Education,
diciembre 2002, disponible en
http://www.newsmaster.be/flow/dw/ciel/2011/aout11/infooverloadbrief.p
df .
16. Margarita Tartakovsky, “Overcoming Information Overload”
[“Sobreponiéndonos a la sobrecarga de información”], Psych-
Central.com, 21 de enero de 2013, disponible en
http://psychcentral.com/blog/archives/2013/01/21/overcoming-
information-overload/ .
17. “Scientists Warn of Twitter Dangers” [“Científicos advierten sobre los
peligros del twitter], CNN.com, 4 de abril de 2009, disponible en
http://www.cnn.com/2009/TECH/ptech/0414/twitter.study/index.html?
_s=PM:TECH .
18. En inglés tiene sentido el uso de la letra i , pues esta puede referirse a la
primera persona singular “yo”.
19. Nota del traductor: F4 según la Escala de Fujita y se basa en la
destrucción que ocasiona. Un tornado de intensidad F4 es devastador y
puede lanzar fácilmente locomotoras y camiones de 40 toneladas por los
aires. Tiene una velocidad de 320-420 km/h (207-260 mph).
20. Nota del traductor: serie televisiva de comedia en Estados Unidos entre
1989 y 1998.
21. Citado en The Washington Post , 12 de mayo de 1937.
22. R. C. Sproul, Chosen By God: Knowing God´s Perfect Plan for His
Glory and His Children [Escogidos por Dios: Conociendo el plan
perfecto de Dios para Su gloria y Sus hijos] (Carol Stream, IL: Tyndale,
1986), 26-27.
23. A. W. Tozer, The Knowledge of the Holy: The Attributes of God, Their
Meaning in the Christian Life (Nueva York: Harper & Row, 1961), 170-
71.
24. Nota del traductor: Parque nacional de 295 hectáreas (3 km2 ) al norte de
California. A 12 km de San Francisco.
25. Paul Piff y Dacher Keltner, “Why Do We Experience Awe?” [“Por qué
experimentamos asombro”], The New York Times, 2 de mayo de 2015,
disponible en http://www.nytimes.com/2015/05/24/opinion/sunday/why-
do-we-experience-awe.html?smid-tw-share&_r=1.