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Sindicalismo y gobiernos locales:


Algunas claves para entender la caída
de Izquierda Unida
Rodrigo Gil
Tesis de Licenciatura

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Rodrigo Gil

Asociación Civil Polit ai Serie de Document os de Trabajo


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Sindicalismo y polít ica en el Perú: una breve aproximación en perspect iva comparada (en coaut oría)
Rodrigo Gil
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

Sindicalismo y gobiernos locales: Algunas claves para entender la caída


de Izquierda Unida

Tesis para optar el Título de Licenciado en Ciencia Política y

Gobierno que presenta:

Rodrigo Rafael Gil Piedra

Agosto 2013
A mi familia.
Tabla de contenidos

INTRODUCCIÓN

PREGUNTA, HIPÓTESIS E HIPÓTESIS SECUNDARIAS ................... 8

CASO DE ESTUDIO ................................................................................ 9

JUSTIFICACIÓN ..................................................................................... 11

METODOLOGÍA......................................................................................12

MARCO TEÓRICO ..................................................................................12

1. CAPÍTULO 1: RADIOGRAFÍAS DE ADAPTACIÓN EN LAS

ORGANIZACIONES POLÍTICAS

1.1 EL PT Y ALGUNOS HITOS DE SU PROCESO DE ADAPTACIÓN

.................................................................................................................. 23

1.2 IZQUIERDA UNIDA Y EL PERÚ DE LA DÉCADA DEL

OCHENTA ............................................................................................... 26

1.3 CONCLUSIÓN .................................................................................. 33


2. CAPÍTULO 2: EL ROL DEL SINDICALISMO Y SU INFLUENCIA EN LA

ADAPTACIÓN

2.1 EL SINDICALISMO EN AMÉRICA LATINA: UNA PRIMERA

APROXIMACIÓN ................................................................................... 37

2.2 BRASIL: UNA BREVE REVISIÓN DEL SINDICATO Y SU

INFLUENCIA EN EL PT ........................................................................ 39

2.3 IZQUIERDA UNIDA Y LA DEBILIDAD SINDICAL ..................... 43

2.3.1 EL PARTIDO COMUNISTA, LA CGTP Y UNA RELACIÓN

POCO ARMONIOSA CON IZQUIERDA UNIDA ..................... 45

2.4 CONCLUSIÓN .................................................................................. 50

3. CAPÍTULO 3: GOBIERNOS MUNICIPALES Y SU POTENCIAL

ORGANIZATIVO

3.1 “O MODO PETISTA DE GOVERNAR” .......................................... 53

3.2 IU Y LOS GOBIERNOS MUNICIPALES ........................................ 58

3.3 LA INFLUENCIA DEL TERRORISMO .......................................... 63

3.4 CONCLUSIÓN .................................................................................. 65

CONCLUSIONES ............................................................................................... 68

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................. 74
6

Introducción

El sistema de partidos políticos peruano de la década del ochenta estuvo marcado

por la aparición de una de las alternativas políticas más interesantes del siglo XX.

El incipiente régimen democrático reinstaurado tras el fin del militarismo (1968-

1980) permitía la libertad y pluralidad ideológica, abriendo las puertas a la

competencia electoral «justa» entre partidos y organizaciones políticas. En este

contexto post-militar, la izquierda peruana emergió fortalecida en su capacidad de

movilización y sus posibilidades electorales (Huber 1983; Stokes 1995; Nogueira

2013). El frente electoral Izquierda Unida (IU) apareció en la arena política

nacional desde 1980 como una organización participante —de manera continua e

ininterrumpida— en los procesos electorales, lo que procedimentalmente la

«distanció», por decirlo de algún modo, de los proyectos revolucionarios de la

izquierda de antaño.

En la primera mitad de la década de los 80s hubo optimismo en las filas de la

izquierda; IU se fue consolidando como una alternativa importante dentro del

espectro político. Participó en elecciones nacionales y subnacionales logrando

obtener diversas victorias. IU fue, en ese sentido, una organización política

electoralmente competitiva. A pesar de que en las elecciones presidenciales de 1985

perdió contra el Partido Aprista Peruano (desde aquí, APRA), la votación que

recibió IU —24.69%— permitía mantener la esperanza de una posible buena

performance en las elecciones generales de 1990, especialmente en un contexto


7

político donde los partidos tradicionales, como Acción Popular y el APRA, no

«daban la talla» en sus gestiones de gobierno.1

Por entonces, varios intelectuales se mostraban confiados de que IU ganaría las

elecciones presidenciales de 1990. Al respecto, el sociólogo Sinesio López señalaba:

El 14 de Abril [de 1985] ganó el APRA, pero la IU obtuvo el


derecho de oposición y de sucesión; se impuso el centro, pero
dentro de un espectro político que se desplaza
aceleradamente a la izquierda. El voto por el APRA hoy es un
voto de espera por la IU. Alan García y el APRA están en
Palacio de Gobierno, pero Alfonso Barrantes y la IU están ya
en la antesala. Que la sucesión sea o no efectiva, depende de
lo que el presidente de IU haga como alcalde de Lima y de lo
que haga el frente que lidera como oposición coherente y
unida. (1985:16)

A pesar de estas auspiciosas predicciones, apenas un año antes de las elecciones de

1990 las proyecciones de llegar a Palacio de Gobierno terminaron abruptamente.

La sorpresa fue mayor al evaluar el panorama político: IU se había afianzado como

una de las fuerzas políticas más importantes en el ámbito nacional y subnacional, y

tras el desastroso gobierno aprista de Alan García Pérez las posibilidades de

obtener la victoria se habían vuelto más cercanas. El representante más importante

del partido, Alfonso Barrantes Lingán, ex-alcalde de Lima y ex-candidato

presidencial, dio un paso al costado en el liderazgo de la organización para fundar

la suya propia, Izquierda Socialista, quedando Henry Pease García al frente de IU.

Los resultados de 1990 son ya conocidos: la izquierda obtuvo uno de los peores

resultados electorales en años (12,9%), quedando Pease con mayor votación (8,2%)

1
Alfo so Ba a tes, el líde a didato de IU, optó po o pa ti ipa e la segu da uelta de la
ele ió de .
8

que Barrantes (4,7%).2 Otra vez, la izquierda perdió una excelente oportunidad de

llegar al poder y desde esa instancia implementar un programa político relegado

por varios años.3

Pregunta, hipótesis e hipótesis secundarias

La presente tesis busca responder a la interrogante sobre la caída de IU.

Construyendo sobre lo que otros autores han estudiado (Grompone 1991; Cameron

1994; Roberts 1996; Lynch 1999; Tanaka 1998, 2008, Murakami 2007; Adrianzén

2012; Gonzáles 2012; Nogueira-Budny 2013), la hipótesis principal de esta

investigación coincide en que IU no se pudo construir como una organización

electoral eficiente. En ese sentido, considero que la falta de organización impidió su

adaptación —y posiblemente su moderación, aunque no es una condición

necesaria— al sistema político peruano. Si bien coincido con este argumento,

sostengo que esta idea general debe ser profundizada y ampliada, controlando

algunos elementos más —olvidados hoy por hoy— en el análisis de la caída de IU.

Incluyo, entonces, como primera idea, el estudio del rol del sindicato de

trabajadores —con particular énfasis en la Confederación General de Trabajadores

del Perú (CGTP) —, entendiéndolo como un actor débil y poco influyente dentro de

la alianza electoral de IU. El sindicalismo, desde su posición, no logró abrir una vía

2
Tuesta, . Pág.
3
Dos f a asos ele to ales de la iz uie da se e o ta al año . La Alia za Re olu io a ia de
Iz uie da ARI la U idad de Iz uie da UI se a a o o o f e tes políti os ue us a a
u ifo iza a los disti tos pa tidos de iz uie da, pe o se di idie o p e io a la ele ió p eside ial
de di ho año, sepulta do ual uie posi ilidad de i to ia.
9

alternativa de adaptación y moderación, tal como sucedió en otros países de la

región. Sobre este punto volveré más adelante.

Por otro lado, como segunda hipótesis secundaria, presento un elemento de

análisis que no se ha discutido —según mi revisión bibliográfica— en demasía y con

la relevancia necesaria: el papel de los gobiernos municipales como «impulsores»

de organización y adaptación de la IU. Entiendo que durante toda su historia

política, IU no aprovechó los diversos espacios municipales que obtuvo como

plataformas a partir de los cuales se pudiese construir una organización más

eficiente. Gobernar localmente permitió a IU hacerse de recursos políticos y

económicos que pudieron haber servido en dos dimensiones: primero, para crear

una «marca común» de gobierno, desde donde se pudiese articular una política de

gobierno unida y cohesionada; segundo, para promover una manera de gobernar

pragmática, la cual tuviese el potencial de influir en una moderación programática

de IU, acercándola así al electorado peruano.

Caso de estudio

A diferencia de los partidos y organizaciones políticas de izquierda en países como

Brasil, Uruguay y Chile, la izquierda peruana no debió lidiar, con la misma

intensidad, contra las restricciones arbitrarias del gobierno militar de los 60s y 70s.

Por lo mismo, con la transición democrática de 1980 —que tuvo como hito

fundamental la celebración de la Asamblea Constituyente en 1978 y la posterior

dación de la Constitución de 1979— la izquierda no tuvo la necesidad urgente de


10

construir una alternativa política «desde cero». Bien visto, el contexto y los

incentivos que tuvo la izquierda para erigir un proyecto de largo aliento, donde se

privilegiase la construcción de un partido estable y electoralmente competitivo

estaban, al parecer, presentes; no obstante, la presencia de circunstancias

favorables en su momento fundacional, por irónico que suene, parecería haber

incidido en los magros resultados de la organización a inicios de los noventa. Como

se sabe, el proyecto competitivo de IU terminó menos de una década después de su

nacimiento y, hasta nuestros días, podemos advertir de que no existe una opción de

izquierda electoralmente competitiva dentro de nuestro sistema político (Dargent

2013a). En contraparte, en los países de la región donde los gobiernos militares

fueron más cruentos contra «la izquierda» (entendida en un sentido amplio),

encontramos hoy algunos de los partidos políticos de izquierda más estables y

competitivos (Cameron 2010; Levitsky 2011; Nogueira 2013).

Dicho de otro modo, IU siguió una trayectoria distinta que la de otras

organizaciones ideológicamente pares de la región. Es por ello que considero

conveniente que el caso de estudio tenga una dimensión comparada. Relacionar los

procesos externos y las dinámicas internas de los partidos y organizaciones

permitirá a esta investigación arribar a inferencias más certeras. En ese sentido. el

Partido de los Trabajadores (PT) brasileño representa un caso de contrastación

interesante. Ambas, IU y el PT, fueron organizaciones forjadas bajo condiciones

similares y que siguieron —a la larga— caminos indiscutiblemente opuestos

(Hunter 2010; Nogueira 2013). Mientras que IU desapareció casi una década
11

después de su creación, hoy en día el PT es partido de gobierno en Brasil y ha

logrado obtener reelecciones presidenciales (en diferentes períodos), gobernando

establemente desde hace ya varios años. Como se verá, la adaptación del PT estuvo

fuertemente ligada, entre varios otros factores, a un doble proceso: 1) la fuerte

predisposición del sindicato de trabajadores —aliado al partido— hacia la adopción

de políticas y posturas más moderadas, y; 2) el entendimiento por parte de la

dirigencia del PT de la importancia de los espacios locales como pilares de la

adaptación del partido dentro de su sistema político.

Justificación

Tres razones justifican la presente tesis. En primer lugar, es importante aportar a la

literatura existente una dimensión que resalte la «ausencia de organización» como

un elemento esencial para explicar el declive de IU. En ese sentido, busco resaltar

dos componentes de análisis —el rol del sindicalismo y la importancia de los

gobiernos locales— que han sido poco explorados y que pueden servir de

diagnóstico para entender las debilidades de una organización política importante

en su momento.

En segundo lugar, considero que los beneficios de pensar el caso peruano en

perspectiva comparada son innegables. El estudio de IU no puede quedar al

margen de las discusiones regionales sobre las trayectorias de los partidos de

izquierda. Por ello, la contrastación y comparación de casos de estudio permite

desarrollar conclusiones exentas de miradas «localistas», lo que reduce las


12

posibilidades de encontrar respuestas y categorías un tanto deterministas, las

cuales nos pueden hacer ver como casos particulares dentro de una región donde

las semejanzas entre países suelen ser variadas.

Finalmente, en una visión de largo alcance, es importante entender la necesidad de

comprender temas de fondo como la adaptación y organización partidaria,

especialmente en un país donde no existen partidos políticos institucionalizados

(Tanaka 2005). Esto resulta aún más interesante cuando se observa que no existe

un partido político de izquierda organizado y competitivo (en términos electorales),

siendo quizás el proyecto de IU lo más cercano que se estuvo de obtener el poder

presidencial (Dargent 2013a).

Metodología

La presente investigación es un estudio de caso sobre Izquierda Unida,

organización política que tuvo gran importancia en el sistema político peruano

durante la década del ochenta. Para probar la viabilidad de las hipótesis que he

esbozado, hago una revisión y análisis de casos pares, enfocándome en el estudio

del Partido de los Trabajadores brasilero. El recojo de información se basó en el

estudio a profundidad de fuentes secundarias y mediante la realización de

entrevistas (7) con actores relacionados —y con información de primera mano— a

IU.

Marco teórico
13

Las organizaciones y partidos políticos suelen estar sujetos al devenir de contextos

que se transforman constantemente, determinando, en parte, su accionar dentro de

las sociedades en las que actúan. Las crisis socioeconómicas, la aparición de nuevos

partidos políticos, el declive de regímenes autoritarios o simplemente la inclusión

de nuevos «puntos de agenda» en la política nacional, por mencionar algunos

ejemplos, pueden incidir en que las organizaciones políticas deban adaptar y

moderar su discurso programático. Si bien algunos partidos y organizaciones

siguen caminos donde privilegian su momento/lugar fundacional y a partir de ello

su interacción con el contexto,4 mientras que otros aplican estrategias ligadas al

rational choice,5 lo cierto es que no siempre las organizaciones políticas logran

transitar por las rutas de la adaptación y moderación.

El desafío es entender, entonces, la experiencia de IU a la luz de estas ideas. Antes

de pasar a ello, considero importante hacer una revisión sobre la vasta literatura

que plantea respuestas al «¿por qué cayó IU?», para lo cual he convenido ordenar

la literatura en función del tipo de variable independiente utilizada en las diversas

explicaciones. He dividido —injustamente, por supuesto— en tres grandes grupos

el marco teórico. Por un lado, presento los argumentos que explican el derrumbe de

IU por medio de la utilización de variables estructurales. Por otro lado, hago

énfasis en aquellas explicaciones que presentan el enfoque de la agencia como

factor fundamental para explicar el fenómeno estudiado. Por último, resalto una

4
Ve , po eje plo, Lipset Rokka ; Pa e ia o ; “hefte .
5
Ve , po eje plo, Do s ; Ki hhei e ; P ze o ski , ; Co .
14

línea explicativa que entiende la caída de IU como consecuencia de un contexto

desprovisto de incentivos necesarios para la adaptación, conduciendo a la

organización a caída final. Tras esta breve revisión, presentaré el espacio dónde se

adscribe la presente investigación en relación y en comparación con las distintas

líneas de explicación esgrimidas.

Para comenzar, en mi revisión he encontrado que ciertos autores le han otorgado

un mayor peso a las variables estructurales para entender la caída de IU. Romeo

Grompone (1991), Nicolás Lynch (1999) y Alberto Adrianzén (2012), por ejemplo,

sostienen que lo que ocasionó el derrumbe de IU fue una combinación de diversos

factores, los cuales resquebrajaron a la organización llevándola a su división

posterior. Así, la crisis social, económica y política de los años ochenta, el

resquebrajamiento del modelo ideológico socialista mundial (que trajo consigo una

«crisis de referencia» dentro de la izquierda), sumados al avance constante e

incontenible de Sendero Luminoso en su guerra terrorista, profundizaron la

desconfianza ciudadana en la clase política y esto afectó, en definitiva, a IU.

Para los intereses electorales de la izquierda, lamentablemente IU habría

transitado —como pieza clave— durante el proceso de «despolitización» de la

sociedad peruana que comenzó a alejarse de la política. Los cambios estructurales

imposibilitaron la consecución de intereses en común y dejaron sin «rumbo claro»

a la organización; a la vez, incentivaron el seguimiento de lógicas corporativas de

los partidos que conformaron IU, lo cual tuvo fuertes repercusiones en el posterior

declive.
15

Kenneth Roberts (1996), por su parte, también considera que para entender los

orígenes de la caída de IU hay que mirar el proceso de descomposición social

inducido por la violencia política del terrorismo y la crisis económica

hiperinflacionaria. La crisis erosionó la estructura social al crear una (nueva) fuerza

informal y heterogénea de trabajo; fragmentó la sociedad al disminuir la

centralidad y la fuerza de los sindicatos; exacerbó la polarización ideológica y

estratégica de la IU, algo que no permitió articular y agregar las demandas e

intereses sociales en la arena política. En ese sentido, para el autor, lo que propició

la caída de IU fue la crisis en su conjunto porque debilitó la democracia

modificando las condiciones estructurales, organizacionales y políticas. A la vez,

incrementó la dificultad para capitalizar las graves falencias de los gobiernos de

Fernando Belaúnde (1980-1985) y Alan García (1985-1990) al agravar las

contradicciones internas de IU.

Asimismo, Maxwell Cameron (1994) considera que el quiebre democrático de 1992

representado en el «autogolpe» fujimorista fue consecuencia de: a) la

informalización laboral de la sociedad; b) la desarticulación social; y c) el

debilitamiento de los partidos políticos. Para Cameron estas características se

dieron en paralelo, ya que la informalización laboral minó el movimiento obrero

sindicalizado, debilitando el vínculo entre los partidos políticos —particularmente

los de izquierda— y la sociedad. Lo dicho dejó el terreno fértil para la llegada al

poder de outsiders anti-institucionales, especialmente cuando los partidos

tradicionales habían quedado deslegitimados por no poder darle solución a la


16

multifacética crisis del país. Para Cameron, «el punto central es la desaparición del

partido de izquierda que representaba los intereses de las clases desfavorecidas.

Así, en resumen, el vaciamiento de trabajadores en la economía formal y el quiebre

del sistema de partidos tradicionales fueron los dos lados de una misma moneda.»6

Esto envolvió particularmente a IU, que como organización de izquierda

presentaba un vínculo de clase con sus electores, el cual se vio afectado con, entre

otros factores, el «faccionalismo» al interior del frente.

Ahora bien, sostengo que los argumentos que priorizan los elementos estructurales

—pérdida de fuerza de los sindicatos; crisis económica; debilitamiento de los

partidos políticos— para explicar la caída de IU presentan debilidades en su

elaboración. Sin dudas, varios de los procesos señalados se superponen con la

historia de IU e influyen —con variada intensidad— en ella, no termina de quedar

muy claro qué es lo que realmente precipita a la organización a su declive. Al

parecer, en el intento de controlar muchas variables para explicar un solo

fenómeno se pasa por alto el verdadero valor explicativo de ciertos elementos que

se dejan de tomar en cuenta, lo que nos lleva a volver el estudio más «acotado».

El intento de delimitar mejor las explicaciones se refleja en la elaboración de

explicaciones que enfatizan los factores de agencia y contingencia. Al recoger la

autonomía de los factores políticos, se busca poner en relieve la preponderancia de

las élites políticas, valiéndose del estudio de sus acciones y omisiones.

6
Uso la t adu ió de Al e to Ve ga a so e la ita de Ma ell Ca e o . Las u si as so
ías.
17

Martin Tanaka (1998, 2008) sostiene que la «sobre-ideologización» de la izquierda

no le permitió actuar con flexibilidad dentro de un contexto de cambios rápidos y

que presentaba nuevos desafíos para IU, especialmente para su cúpula dirigencial.

Por un lado, la ruptura se dio por las divergencias entre los representantes de IU en

cuanto a los diagnósticos de lo que estaba sucediendo dentro del país. Para el sector

«moderado», IU debía seguir el camino democrático de la participación política; se

debía participar en las elecciones de 1990 ocupando el centro político, lo que

permitiría maximizar la votación y desde la presidencia llevar a cabo el programa

de reformas, poniendo como punto de agenda principal la búsqueda de

gobernabilidad para un país en crisis. Del otro lado, desde el sector más radical, lo

que correspondía era prepararse para el momento de polarización, militarización y

conflicto que podía desencadenarse en una crisis revolucionaria.

Empero, para Tanaka lo que realmente destruyó a IU, en relación a sus

posibilidades electorales y su credibilidad ante la opinión pública, fue la manera

cómo se produjo la división. Una separación envuelta dentro de un confuso manto

de descalificaciones entre los propios dirigentes tuvo un impacto letal en la arena

de la opinión pública, deslegitimando a la organización como una alternativa

política viable.

Por su lado, Yusuke Murakami considera que lo que propicia la caída de IU es la

lucha entre las tres «alas» principales dentro de la organización:

Los radicales, que no rehusaban que en última instancia


pudiesen recurrir a la lucha armada; los moderados, entre los
18

que se encontraba el mismo Barrantes, que pensaban


continuar las actividades políticas bajo el orden
constitucional; y los que mantenían una posición neutral
entre las dos alas, y tenían el apoyo de la Confederación
General de Trabajadores del Perú (CGTP)” (2012: 196)

Para Murakami las corrientes de IU se pudieron haber equilibrado, en sus inicios, a

raíz del liderazgo cohesionador de Alfonso Barrantes. Sin embargo, durante las

elecciones municipales de 1986 y en la huelga general de 1987, las fuertes tensiones

se agudizaron entre el ala radical y moderada. Todo ello se vio reflejado en el

Congreso nacional de IU de 1989, en el cual Barrantes se alejó definitivamente de

IU y fundó su propia agrupación —Izquierda Socialista— para las elecciones de

1990.

Osmar Gonzáles (2012) sigue esta misma línea. Si bien hay elementos de contexto

—crisis económica y política—, son las decisiones y posturas de los dirigentes de IU

las que pesaron en el devenir de una organización que se preparaba para las

elecciones presidenciales de 1990. Barrantes consideraba que él —y solo él— podía

llegar a la presidencia sin la ayuda de los partidos que conformaban IU. En

contraste, los partidos que conformaban IU entendían que Barrantes era una

«creación suya» y que lo que existía era un liderazgo personalizado coyuntural.

Estas disputas fueron cada vez más polarizadoras, las cuales poco a poco fueron

encontrando voces más radicales (sobre todo aquellas que procedían de las

juventudes del Partido Comunista Peruano y del Partido Comunista-Patria Roja)

que pedían retomar los principios revolucionarios de décadas atrás. Mientras


19

algunos propugnaban una renovación del programa político, otros querían lo

opuesto, lo anacrónico. Esto significó un distanciamiento entre pensamiento y

liderazgo, lo que ocasionaría finalmente la división de IU.

Frente al grupo de explicaciones enfocadas en la agencia, considero que los autores

que sostienen que el declive de IU fue provocado principalmente por las disputas

de los dirigentes, quienes no le supieron dar un rumbo político al frente, son

difícilmente rebatibles. El análisis de los actos, decisiones y omisiones de la

dirigencia de IU es, sin duda alguna, vital para entender cómo se fue

desenvolviendo paulatinamente la organización. No obstante, las explicaciones

enfocadas en la agencia no permiten precisar hasta qué punto inciden otros

procesos que «obligan» a los partidos y organizaciones a tomar ciertos rumbos,

donde las decisiones u omisiones de las élites muchas veces no llegan a ser tan

decisivas.

La tercera línea de explicación sobre la caída de IU se enfoca en la literatura que

discute la capacidad de adaptación de las organizaciones políticas. Aquí se

distinguen aquellas organizaciones que tienen mayor facilidad para modificar su

estructura cuando encuentran dificultades externas —como un régimen político

autoritario— lo que les permite obtener, a la larga, una organización partidaria

eficiente. Para Daniel Nogueira-Budny (2013) existen tres factores esenciales que

«inician» el proceso de adaptación de los partidos de izquierda dentro de

regímenes autoritarios en América Latina: 1) la eliminación indiscriminada de sus

líderes y militantes más radicales; 2) la necesidad de sortear los obstáculos legales


20

impuestos por el gobierno autoritario saliente («para legalizar hay que

institucionalizar»); 3) la participación del partido en la transición democrática.

Así, los partidos que desde su momento fundacional se desarrollan bajo un

contexto lleno de restricciones generan los incentivos necesarios para construir una

estructura partidaria eficiente y adaptable que les permita obtener beneficios a

largo plazo. En el caso de peruano, el autor sostiene que el régimen militar no

obligó a IU a seguir estos tres caminos necesarios para construir la organización y

volverla más competitiva, por lo que no pudo adaptarse a los cambios futuros del

contexto político. Volveré después sobre este punto.

Steven Levitsky (2001) reconoce también la capacidad de adaptación de los

partidos latinoamericanos frente a procesos contemporáneos de cambios

socioeconómicos. Levitsky entiende la adaptación de los partidos políticos —a

diferencia de Nogueira-Budny— como procesos originados desde el núcleo del

partido, donde las «fuerzas internas» actúan sobre las estructuras partidarias y

permiten que los reformadores encuentren los espacios necesarios para realizar

sus estrategias de adaptación. Mientras exista «flexibilidad estratégica», las

estructuras partidarias podrán moldearse y adaptarse con mayor facilidad al

entorno, lo que también permitirá un recambio generacional partidario necesario

acorde con las nuevas dinámicas del sistema. Siguiendo la línea argumentativa de

Levitsky, autores como David Samuels (2004) y Wendy Hunter (2006, 2010), por

mencionar algunos, señalan que en el caso del PT, su proceso de adaptación fue

posibilitado por la confluencia de factores externos a la organización, pero también


21

por la influencia de factores endógenos que «presionaron» hacia una mayor

moderación.

En concreto, considero que esta investigación puede aportar a la literatura

existente sobre IU siguiendo la línea de análisis que hemos presentado al final de la

revisión. Pienso que, si bien las explicaciones estructuralistas y de agencia son

importantes y no pueden quedar exentas de un análisis serio sobre la caída de IU,

estas no nos permiten precisar qué factores hacen, por un lado, menos determinista

a la estructura, y, por otro lado, aquellos factores que logran limitar la capacidad de

agencia. En cierto modo, entiendo que IU no estaba tan condenada (como parece

resaltar la literatura) al fracaso, pero tampoco estaba tan libre de actuar diferente,

ya que cargaba con legados de la izquierda de antaño —como la división ideológica

entre partidos— que limitaban su capacidad de adaptación.

Por consiguiente, me parece interesante evaluar en esta tesis los aspectos que

impiden o permiten la adaptación de las organizaciones políticas. Exploro,

entonces, dos novedosas variables —sindicalismo y gobiernos locales— que

permitirán esbozar un marco de análisis que explique, en cierta medida, por qué IU

no logró adaptarse al sistema político.


22

Capítulo 1: Radiografías de adaptación en las organizaciones políticas

Difícilmente una organización política no se manejará en base a una estrategia de

acción. Las estrategias son elementos indispensables que nos permiten entender

los cambios en las dinámicas intra e inter-partidarias. Ello significa que para

comprender las razones de por qué algunas organizaciones «sobreviven» y se

adaptan a los cambios contextuales, mientras que otros no, necesitamos explorar

con mayor detenimiento las interacciones de estas con su entorno. En corto, «el

olfato político» de quienes se encargan de marcar la línea política de las

organizaciones y el timing que ellas poseen se configuran como elementos de suma

importancia para entender la capacidad organizativa de los grupos políticos.

En esta sección de la tesis profundizaré la hipótesis principal de la investigación,

donde señalo que IU fue una organización incapaz de construirse

organizacionalmente de manera eficiente, lo que a la larga impidió su adaptación al

sistema político peruano. Con tal propósito, haré una comparación con lo sucedido

en el caso del PT: ambas fueron organizaciones políticas que siguieron caminos

distintos en sus procesos de adaptación. Conviene hacer dos aclaraciones. Primero,

son muchos los factores que pueden posibilitar o impedir la adaptación de las

organizaciones políticas. Evidentemente, los casos de comparación no se inscriben

en los mismos contextos; por eso, más que nada aquí intento dar un enfoque

general que presente las características de los contextos sociopolíticos dentro de

los cuales IU y el PT tuvieron que manejarse. Segundo, no es mi intención, por

ningún motivo, hacer un recuento minucioso de cada momento e hito de la historia


23

política de ambas organizaciones, ya que tamaña investigación requeriría de un

trabajo totalmente aparte.

1.1. El PT y algunos hitos de su proceso de adaptación

El PT es un partido político brasilero fundado alrededor del año 1980, vis-à-vis una

agresiva dictadura militar (1964-1985) que minó, sobre todo, las maquinarias de

los partidos políticos de izquierda. Desde sus inicios, el PT reunió a individuos

ligados al marxismo, a católicos pertenecientes al movimiento de la Teología de la

Liberación, a intelectuales moderados y a líderes de movimientos sociales y

sindicales. La apertura del régimen militar—entendida como el otorgamiento de

legalidad a los partidos políticos—permitió que organizaciones como el PT entraran

«sin restricciones» a la esfera política del país. A pesar de tener un programa

radical en su etapa formativa, el PT adquirió paulatinamente tendencias mucho

más moderadas.7 Tras veinte años de vigencia en la política, el PT llegó a ocupar la

presidencia del gobierno, con Luis Inácio Lula da Silva, después de un largo

proceso de des-radicalización del partido.

Para Nogueira Budny (2013) existieron incentivos que ayudaron en la construcción

partidaria: contextos y desafíos externos durante los años de formación partidaria

explican la habilidad y capacidad de adaptación institucional e ideológica.

Basándose en la premisa de que el tipo de régimen en el cual los partidos se

desarrollan tiene efectos indelebles en su desempeño institucional (Panebianco,

7
“e pod ía e te de ajo la atego ía de los pa tidos o ilizados e te a e te . Ve “hefte ,
.
24

1988), Nogueira considera que en el caso del PT (y del Frente Amplio uruguayo), su

exitosa adaptación se debió a la confluencia de tres factores externos que llevaron

al partido a su moderación. En primer lugar, el asesinato (y exilio) de varios

izquierdistas radicales obligó a los militantes del PT a mirar el modelo democrático

como una garantía de protección de sus vidas: se debía valorar a la democracia

como la única opción («democracy as the only game in town»). En segundo lugar,

la imposición de barreras arbitrarias legales obligó al partido a institucionalizarse

para cumplir con los parámetros burocráticos impuestos, lo que llevó al PT a

elaborar un estatuto partidario, abrir bases a lo largo de todo el Brasil y a establecer

una disciplina jerárquica de militancia. En tercer lugar, la lucha del PT contra el

régimen autoritario militar abrió y profundizó espacios políticos en común con

otras fuerzas políticas, lo que permitió negociaciones en las cuales los consensos

eran inevitables, moderando el programa político.

Si bien lo que resalta Nogueira es importante, no lo es todo; existen otros

elementos que también permiten explicar el proceso de adaptación del PT. Factores

como las instituciones brasileras, la estructura competitiva electoral, los cambios

en la economía internacional y el liderazgo central de Lula dentro (y fuera) del

partido, fueron elementos decisivos y determinantes dentro de este proceso.8 Al

respecto, Wendy Hunter señala que hay dos motivos centrales que explican la

adaptación y moderación del PT. Por un lado, la derrota de Lula en la elección

8
“iste a de pa tidos f ag e tado; aja ide tifi a ió pa tida ia; o ie ta io es fue tes ha ia el
pe so alis o políti o; e t e ot os.
25

presidencial de 1994 —frente a Fernando Henrique Cardoso— fue uno de ellos. Este

momento fue decisivo para el partido ya que el sector moderado del PT, La

Articulaçao, tuvo a partir de la derrota una lectura más certera y real de la sociedad

brasilera. En ella se reflejó vastos segmentos de una sociedad que favorecía la

adopción de reformas económicas ligadas a la apertura frente al mercado —sobre

todo aquellas consideradas en el Plano Real— que estaba en contra de proyectos

económicos socialistas, como los que el partido había históricamente mantenido.

El programa radical del partido, el cual incluía propuestas


para nacionalizar las industrias líderes y promovía reformas
agrarias, había colocado al PT en el extremo izquierdo del
espectro político y en la distribución de preferencias de los
votantes. A mediados de 1990, sin embargo, el liderazgo de la
Articulación observó que importantes segmentos de la
población favorecían aspectos claves de las reformas
económicas, dejando a la posición de extrema izquierda
electoralmente insostenible. (p.32)

Por otro lado, entrada la década de los noventas, el PT logró conquistar el nuevo

espacio del espectro político brasileño: ahora el «centro» estaba disponible y le

daba la posibilidad al PT de ocuparlo. ¿A qué se debió el desplazamiento hacia el

centro? Según la autora, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) —que

llegó a gobernar por ocho años (1994-2002) con Cardoso como presidente—, el

cual a inicios de la década de los noventa se había establecido al centro del espectro

(dejándole poco margen de movimiento a partidos como el PT), a partir de 1993

viró «hacia la derecha» (Power 1998), pues comenzó a enfatizar estrategias

económicas de fuerte apertura hacia el mercado y, a la vez, se alió con partidos más
26

conservadores (ver, por ejemplo, la alianza entre el PSDB y el Partido del Frente

Liberal). La estrategia que elaboró la dirigencia del PT a inicios de los 90s fue

buscar capturar, entonces, el espacio dejado por el PSDB y quedarse con un

importante bolsón electoral.

Tras lo dicho podemos advertir que el escenario social y político en el Brasil de los

noventa fue, de manera general, sumamente voluble. Sumado a la incidencia de un

régimen militar que «obligó» a que el PT se profesionalizara y estructurara, hay

que tener en cuenta, además, que las eficientes estrategias diseñadas, el liderazgo

fuerte y el buen timing del partido, permitieron que este se adaptara a un sistema

político donde no se privilegiaba lo «maximalista» sino lo pragmático. En ese

sentido, la política programática del PT cambió y fue en busca de ello; de esa

manera, pudieron posicionarse en un espacio de «centro-izquierda» que les

permitió obtener un mayor y más amplio apoyo popular.

1.2. Izquierda Unida y el Perú de la década del ochenta

IU se fundó también en el año 1980 como una coalición de partidos de izquierda

(ver cuadro n.°1) y algunas agrupaciones de independientes. Tan solo dos años

antes, la izquierda peruana (de manera fragmentada) había obtenido más del 30%

de los votos en las elecciones de los representantes de la Asamblea Constituyente

de 1978; ello significó, a pesar de no votar a favor de la aprobación del texto

constitucional, uno de los momentos más importantes de la historia de la izquierda

en el país. Pocos años después de la Constituyente, para las elecciones de 1980, se


27

entablaron esfuerzos por cohesionar una alternativa política de izquierda para la

elección presidencial de 1980. El proyecto fracasó —primero con la Alianza

Revolucionaria de Izquierda y luego con Unidad de Izquierda—y se dividió en

varios grupos que solo pudieron lograr obtener un 14.4% de los votos válidos a

nivel nacional; es decir menos de la mitad de la votación que obtuvo en la elección

de la Asamblea Constituyente. Sin embargo, a pesar de no haber obtenido un

resultado «óptimo» en la primera elección presidencial de la década, algunas

semanas previas a la celebración de las elecciones municipales de 1980 se retomó el

proyecto coalicionista y se fundó IU, inscribiéndose como lista unificada.

Cuadro n.° 1
Relación de partidos políticos que conformaron la Alianza Electoral Izquierda Unida

Partidos de Izquierda Unida Orígenes Políticos


Partido Comunista Peruano (PCP) Fundado en 1930, tiene sus orígenes en el
Partido Socialista Peruano de José Carlos
Mariátegui.
Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR) Coalición maoísta fundada en 1980, tiene sus
orígenes en las divisiones de los sesenta del PCP.
Partido Comunista Revolucionario (PCR) Partido perteneciente a la Nueva Izquierda
fundado en 1974 después de la ruptura de
Vanguardia Revolucionaria (VR).
Partido Socialista Revolucionario (PSR) Fundado en 1976 por militares y tecnócratas que
apoyaban el gobierno de Velasco.
Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Descendiente de la coalición trotskista de fines
Popular (FOCEP) de los setenta.
Acción Política Socialista (APS) Fundado en 1980 por el editor del diario La
República, Gustavo Mohme.
Partido Unificado Mariateguista (PUM) Fundado en 1984 tras la fusión de los grupos de
la Nueva Izquierda, especialmente los de
Vanguardia Revolucionaria, el Movimiento de
Izquierda Revolucionario (MIR), y una facción
del PCR.
Fuente: Roberts (1996). Traducción propia.
28

Durante toda la década del ochenta, mucha agua corrió bajo el puente. En pocas

palabras, se puede afirmar que IU fue una fuerza política importante en nuestro

país. De hecho, fue una de las 4 principales organizaciones políticas que estructuró

el sistema de partidos de los ochenta, junto al APRA, a Acción Popular y el Partido

Popular Cristiano (Tanaka 1998; Kenney 2003). No solamente logró la alcaldía de

Lima (bajo el liderazgo de Alfonso Barrantes) en 1983, sino que desde las primeras

elecciones municipales provinciales y distritales fue un competidor central que

logró hacerse con el poder en varias ocasiones. A nivel presidencial, IU solamente

participó en una elección, la de 1985, y logró pasar a segunda vuelta compitiendo

contra el APRA. Barrantes optó por retirarse de la competencia electoral y las

esperanzas de un gran sector de la población se desvanecieron con esa decisión.

Nueve años después, a finales de la década, se produjo la ruptura de IU. Muchas

explicaciones se han presentado para entender los factores que incidieron en el

desenlace de la organización. La sobre-ideologización de los partidos que

conformaban al frente, el contexto mundial determinado por la caída del Muro de

Berlín y, con ello, una «crisis de referencia» ideológica (Ames 2013E, López

2013E), la agresiva crisis económica (López 2013E), el problema de la educación

(Murrugarra 2013E), el despliegue de Sendero Luminoso (y la incapacidad de

distanciamiento claro frente al grupo terrorista), el populismo de García y su

cercana relación con Alfonso Barrantes, y las peleas mediáticas entre los dirigentes

de los partidos de izquierda (Tanaka 2008), son solo algunas de las explicaciones
29

que se han presentado para comprender por qué IU no pudo llegar a construirse

con una organización eficiente y duradera.

Queremos aquí presentar una explicación distinta que complemente lo trabajado

por otros autores. Nuevamente, y en comparación con el caso del PT, Nogueira

(2013) presenta un argumento sobre la incapacidad de adaptación de IU. El autor

piensa que no hubo suficientes incentivos para la construcción de una organización

eficiente y sólida que pudiese adaptarse al contexto peruano. Primero, al no ser

reprimida por el régimen militar (1968-1980), la dirigencia de IU estuvo controlada

por la ideología radical y dogmática de un sector de la izquierda que todavía

buscaba el cambio a través de la revolución. En realidad, a pesar de haber apoyado

los paros y movilizaciones laborales de la segunda mitad de la década los setenta

(en contra del régimen militar), no se estaba apoyando intrínsecamente la

democracia, sino que se buscaba la realización de la “revolución socialista”.

Segundo, al no necesitar sortear las barreras legales impuestas por el régimen

militar, IU nunca sintió la urgencia de «construir partido» a futuro, ya que los

costos de hacerlo eran innecesarios. Por este motivo, a diferencia de otros partidos

en la región, IU tuvo pocas posibilidades de enraizarse en la sociedad, quedándose

además sin reglas claras de renovación partidaria (se resisten a salir los elementos

partidarios más radicales) y de accountability, algo que es más factible de suceder

cuando los partidos entran en procesos de institucionalización.


30

Tercero, y por último, al no participar en la democratización del país, IU nunca

tuvo la necesidad de formar alianzas con partidos políticos y movimientos de otras

tendencias, algo que sin duda no permitió el ensanchamiento de su base electoral y

la dejó en una posición de aislamiento político.

Tras esta breve revisión del argumento de Nogueira, queremos hacer hincapié en

dos cuestiones que, en mi opinión, son fundamentales y no pueden desligarse de un

análisis que busque entender las dificultades de organización de IU. En primer

lugar, el papel de Sendero Luminoso durante la década del ochenta y su «relación

ideológica» con IU fue uno de los lastres de los cuales la organización nunca se

pudo liberar a cabalidad. El avance de Sendero tensionó al aparato completo de IU,

polarizándolo fuertemente. Este es un argumento que se ha sostenido por mucho

tiempo: parte de la incapacidad de adaptación de IU se refleja en el hecho de que

no pudo desligarse ni marcar una posición clara de rechazo hacia Sendero. La

reacción ambigua de las élites de IU frente a la amenaza terrorista parecía

demostrar que la organización, en conjunto, no tenía intenciones claras de asumir

el papel de «defensores” de la democracia».9

Rolando Ames, ex senador por IU, considera que esta idea debe ser relativizada y

entendida dentro del contexto completo: hay un elemento de «realismo político»

que tiene que ser tomado en cuenta dentro del análisis. Probablemente los

remanentes más radicales (y pro-senderistas) dentro de IU se podían encontrar en

9
Pa a e isa u t a ajo so e la a igüedad de las élites políti as pe ua as e la a tualidad, e
Da ge t a
31

el nivel de base de algunos de los partidos de la organización (como el PUM y la

UNIR); sin embargo, a nivel dirigencial existía un fuerte rechazo hacia Sendero.

Para Ames, la dificultad en marcar una posición clara se encuentra relacionada a

una dimensión sencillamente realista: la dirigencia no podía distanciarse

completamente del discurso senderista porque tenían que salvaguardar la vida e

integridad de sus cuadros partidarios en aquellas localidades donde el terrorismo

podía atacar.10

Para mí, una segunda cuestión que impidió la organización eficiente de IU se

ejemplifica en la figura de Alfonso Barrantes. La importancia del liderazgo, en este

sentido, fue un variable negativa que puso trabas para la institucionalización de IU.

Algunos acontecimientos relacionados a Barrantes polarizaron la relación entre los

dirigentes que conformaban la organización principal. Por ejemplo, a partir de la

segunda mitad de la década del ochenta se estrecharon las relaciones entre

Barrantes y Alan García, presidente del período 1985-1990.11 Ames comenta que

era tal el grado de acercamiento que

[...] En la primera reunión que Barrantes convocó, ya


conmigo elegido como senador, uno de los puntos de agenda
era para decir que él ya había conversado con [Alan] García y
habían decidido que los independientes de IU tendrían
prioridad cuando pidieran la palabra [en el Congreso],

10
Al espe to, Rola do A es e ela —e u a e t e ista o el auto — ue Ja ie Diez Ca se o,
p eside te del PUM, le o e tó e u a o asió lo siguie te: Rola do, tú o tie es la
espo sa ilidad ue o te go. Yo e este o e to sé ue las i di a io es ue do o o
“e eta io Ge e al [del PUM] so o ede idas allí dó de está “e de o. E to es, o te go ue
medir lo ue digo po ue de is pala as depe de la ida de mi ge te. U a de la a ió
i p ude te ía puede lle a a ue “e de o Lu i oso los ate .
11
Ba a tes e ía de fo a ió ap ista. Pa a a o efe e ia, e isa Ba eda
32

porque la mayoría de la bancada aprista ya estaba


programada para creer que en IU había un sector “bueno”.

La cuestión es que pudo haber sido una buena estrategia de organización, mirando

cómo se acomodaba el espectro político a fines de la década de los ochentas,

alejarse de manera clara de la imagen que por entonces el APRA tenía tras su

terrible administración. Como líder de IU, Barrantes pudo haber privilegiado el

fortalecimiento de su propia fuerza política, conciliando las distintas posiciones de

la organización de manera que se pudiese afrontar con mayor cohesión el

panorama político futuro. No obstante, la izquierda estuvo más enfocada en

resolver una interminable «guerra fratricida» que dejó muchos cadáveres en el

camino. De igual manera, podemos pensar también en que la capacidad de IU para

organizarse eficientemente se vio disminuida por la ausencia de otro líder político

de igual peso que Barrantes, el cual hubiese podido hacerle frente y habría servido

como un contra-peso equilibrador de fuerzas. Esta idea se relaciona con una

dimensión que veremos más adelante: el aprovechamiento eficiente del espacio

político local pudo haber generado, tal como sucedió en el PT, cuadros locales

fuertes que tomaran preponderancia dentro de la élite de la organización en base a

su buen desempeño como gobernantes municipales. Por ello, proponemos dejar

solo por ahora este elemento de análisis y retomarlo en el último capítulo de la

tesis.

Estas últimas dos ideas son tan sólo conjeturas que no pueden corroborarse; es

decir, la historia nos ha mostrado que, en la praxis, IU siguió otro camino, un


33

camino que no ayudó a que la organización se volviese más eficiente y que tampoco

permitió la moderación. No obstante, consideramos que es importante hacer este

ejercicio de contra-fácticos para poder tener un panorama más completo sobre lo

que realmente sucedió en aquella época.

1.3. Conclusión

En suma, para entender la situación de ambas organizaciones políticas, hemos

realizado en este apartado un diagnóstico general de cuál fue la situación de cada

uno de los países. El PT en Brasil e IU en el Perú tuvieron que afrontar, a su

manera, contextos complicados que limitaron su capacidad para organizarse

eficientemente. Aunque las diferencias contextuales son amplias y compararlas

minuciosamente es una tarea complicada, pensamos que hay una dimensión de

liderazgo importante a resaltar. Los líderes petistas resultaron fundamentales para

lograr establecer, coordinar y superar las amenazas externas que se presentaron en

su momento; por el contrario, los líderes de los partidos que conformaron el frente

de IU no lograron cohesionar un proyecto político con objetivos claros,

privilegiando una dinámica de luchas internas que, en el momento más álgido,

polarizaron a la organización y la llevaron, en parte, a su ruptura.

Empero, la historia de IU no se reduce únicamente a lo dicho; por ese motivo, se

debe resaltar la influencia negativa de Sendero Luminoso sobre la estructura de IU.

Sin lugar a dudas, Sendero Luminoso fue un variable decisiva y fundamental que

no permitió la formación de una organización política más eficiente; quizás, ante la


34

ausencia de la amenaza terrorista, los cuadros más radicales de la izquierda de los

sesentas y setentas —pertenecientes a IU— hubiesen podido moderar su discurso y

habrían vuelto «más adaptable» a la organización. Por ahora, esto tan solo puede

quedar como una hipótesis abierta.


35

Capítulo 2: El rol del sindicalismo y su influencia en la adaptación

En el capítulo anterior advertimos que existen condiciones externas que pueden

«obligar» a las organizaciones políticas a tomar ciertos rumbos dentro del sistema

político. Las estrategias adoptadas, no obstante, son diversas. En algunos casos,

como en el del PT, se privilegian y acogen estrategias de organización que permiten

con mayor facilidad adaptar (y moderar) al partido; en casos como el de IU, por el

contrario, no se logran cristalizar estrategias coherentes que delineen el «rumbo a

seguir» para afrontar las vicisitudes de panoramas agrestes, impidiendo la

construcción de una organización eficiente y adaptable al sistema político.

Ahora bien, parte de estas estrategias de organización se relacionan a la interacción

que entablan las dirigencias de las organizaciones políticas con sus respectivas

bases. Ello se ve representado en el intercambio organizacional —negociaciones,

acuerdos, directrices— entre la élite de dirigentes y las «fuerzas internas» que son

parte de un aparato complejo de decisiones. Precisamente sobre este punto,

Levitsky (2001) considera que existen procesos intrapartidarios que actúan

también desde su propio espacio sobre los partidos. Si bien el liderazgo es vital,

como señalamos previamente, los líderes no solo responden a los cambios

contextuales, sino que sus elecciones estratégicas, así como su capacidad para

llevarlas a cabo, están fuertemente supeditadas a las estructuras organizacionales

del partido y por las «luchas de poder internas». El tener la habilidad y la

capacidad para sopesar la compleja agregación de intereses dentro de un partido


36

resulta ser, en definitiva, uno de los temas centrales que, de ser resuelto, puede

dirigir al partido hacia una adaptación más eficiente.

Pienso que en este proceso de agregación de intereses negociados, la organización

política tiene la posibilidad de adquirir no solo una mayor adaptabilidad, sino

también mayor moderación dentro de todo su aparato, ya sea en los distintos

«sectores» (o facciones) que la conforman, como en el programa político

presentado a la sociedad. Si la moderación tiene particular relevancia en contextos

y espacios particulares, es muy posible que a la larga los partidos y las

organizaciones opten —aunque muchas veces no tengan otra alternativa— por

seguir este camino estratégico.

La presente sección del trabajo se rige bajo estas premisas. Aquí me interesa

explorar cómo el contexto determinó el devenir de cada uno de los actores

analizados; cómo los intereses particulares pudieron ser negociados (y si es que

realmente existió un proceso de negociación); finalmente, si es que efectivamente

las fuerzas internas dentro de IU y el PT lograron influir, y hasta qué punto, en la

adaptación de sus organizaciones a sus respectivos sistemas políticos. La

posibilidad de encontrar «moderación partidaria» está presente, entonces, dentro

de este análisis.

Antes de pasar a ello, es necesario especificar qué entiendo por «fuerzas internas».

Encuentro que uno de los elementos de estructuración partidaria y organizacional

en IU y en el PT se relaciona al sindicalismo; concretamente, a la relevancia de los


37

sindicatos aliados a los partidos políticos (Levitsky y Mainwaring 2007). Considero

que en ambos casos, los sindicatos tuvieron un peso relativo que debe ser analizado

individualmente. Los sindicatos son, por consiguiente, las fuerzas endógenas que

analizaré en esta sección de la tesis.

En ambas organizaciones políticas se puede encontrar un elemento sindical

importante, interesante e influyente. Sostengo que a pesar de la existencia de varios

sindicatos en la conformación del núcleo de IU, estos no lograron influir en la

adaptación y la moderación de la organización. En términos concretos, me interesa

el sindicato ligado históricamente al Partido Comunista Peruano, es decir la

Confederación General de Trabajadores del Perú (Herrera 2002). A manera de

contraste, aterrizando en lo sucedido dentro del PT, analizo lo sucedido en la

Central Única dos Trabalhadores (CUT). Se verá que, a diferencia del caso

peruano, el sindicalismo brasileño tuvo un rol distinto en su propio contexto; así, la

necesidad de moderar posturas más radicales con el fin de sobrepasar condiciones

adversas en momentos de crisis fue una característica que permitió, tanto al

sindicato como al partido en su conjunto, encontrar mejores maneras de conducir

su imagen frente a la sociedad brasileña. Parte, entonces, del proceso de adaptación

del PT a su contexto está relacionado con el rol del sindicato y su actuación en el

mismo, algo que, al parecer, no logró repetirse con la CGTP dentro de IU.

2.1. El sindicalismo en América Latina: una primera aproximación


38

El movimiento obrero organizado tuvo durante gran parte del siglo XX una

importancia palpable en el desarrollo integral —político, social, económico— de la

región latinoamericana (Collier y Collier, 1991; Levitsky et. al., en prensa). De

hecho, la inclusión e institucionalización del sindicalismo dentro del sistema

político fue una tarea importante de los gobiernos latinoamericanos para preservar

y legitimar el poder estatal (Cameron 1986: 7). Esto se ve con mayor claridad aún a

partir de la década del cincuenta, donde empiezan a predominar en varios de los

países de la región las corrientes de pensamientos cepalinas, las cuales buscaron

fortalecer el mercado interno de los países al proponer modelos de «desligue» de la

histórica dependencia de los países «centrales y desarrollados».12

Dentro de toda la corriente desarrollista latinoamericana, los sindicatos fueron

piezas centrales de la nueva estructura socioeconómica, lo que paulatinamente los

fue fortaleciendo y volviendo elementos de trascendental importancia. Sin

embargo, en parte por la ola de golpes militares que sufrieron varios países de la

región en las décadas del sesenta y setenta —Brasil, Uruguay, Chile, Argentina,

Perú, por ejemplo—, el sindicalismo perdió gran parte de su capacidad

movilizadora y se vio relegado a posiciones «defensivas» frente a varias de las

políticas anti-laborales de las dictaduras militares. Esto, no obstante, dista de ser

una regla común en todos los países y se presenta en la región con características

12
El de ate del desa ollis o lati oa e i a o la teo ía de la depe de ia es i ge te o es
uest a i te ió , po i gú oti o, desa olla lo a uí. Algu os de los te tos e t ales a e isa
so : P e is h ; “u kel Paz [ ] ; Gu de -F a k , ; Fu tado ;
Caputo Piza o ; Hi s h a ; Ca doso Faletto [ ] ; Fitzge ald ;
P e is h .A a e a de ala e, u te to o te po á eo es Dos “a tos .
39

diferentes. Perú, por ejemplo, tuvo una dictadura militar que al menos en su

«primera fase» (1968-1975) promovió políticas de fortalecimiento y

ensanchamiento del movimiento sindical a lo largo de todo el país, creando

instituciones —como el SINAMOS y las Comunidades Industriales, por citar

algunas— que favorecieron una mayor concurrencia de las actividades de

trabajadores en los diferentes sectores de la industria peruana.

Cierto sector de la academia consideraba que con la caída de las dictaduras

militares, los movimientos sindicales perderían aún más su capacidad para reunir a

los trabajadores, escuchar sus demandas y formular pliegos de reclamos al Estado.

Al respecto, O’Donnell y Schmitter (1986) consideraban que los movimientos

populares tenían la posibilidad de perder terreno político durante las transiciones

democráticas puesto que normalmente el camino de regreso a la democracia

acarrea un interés predominante en la creación y fortalecimiento de las

instituciones políticas —en manos de las élites— y, por lo mismo, habría un

decaimiento en las movilizaciones de masas. Entonces, bajo esta concepción el

debilitamiento del sindicalismo peruano y brasileño debió ser una de las

consecuencias tras las caídas de sus respectivos gobiernos militares.

2.2. Brasil: una breve revisión del sindicato y su influencia en el PT

El rol del sindicalismo en Brasil ha sido muy importante durante todo el siglo

pasado. En su influyente texto, Cardoso y Faletto (1978), al respecto, precisaban

que el nivel de sindicación llegó a expresarse —desde de la década del cincuenta—


40

nacionalmente y pudo influir en decisiones relativas a diversas políticas

económicas del gobierno, como con las políticas salariales, por ejemplo. Sin duda

esto es importante y nos marca una pauta sobre el poderío sindical brasileño; no

busco hacer, empero, un recuento amplio sobre cómo le fue a este movimiento en

su historia. El análisis que propongo es más acotado y presenta como idea general

la politización de los sindicatos a nivel partidario. En ese sentido, en este punto

presento la relación de influencia entre el sindicato de la CUT y el PT.

Los sindicatos fueron actores muy importantes en la composición del núcleo

petista desde su formación y se conformaron como fuerzas decisivas en la historia

del partido. Quiero retomar lo expuesto por David Samuels (2004) sobre un

proceso interno que incidió directamente en la capacidad de adaptación del PT. Lo

que caracterizó la trayectoria del partido, esto es, su paulatina evolución de una

radicalidad programática hacia un partido moderado y electoralmente competitivo,

se puede entender a partir de las posturas de los sindicatos y movimientos sociales.

Para Samuels (2004: 1006) el sindicalismo influenció el proceso de moderación de

las cúpulas del PT. En momentos de crisis, los cambios económicos y políticos que

atravesó el país, sobre todo después de la realización de las reformas económicas

liberales de Fernando Henrique Cardoso, obligó a que varios sindicatos y

movimientos sociales adoptaran posturas mucho más pragmáticas. El argumento

es el siguiente: contrario a lo que se podría creer, los sindicatos brasileños no

moderaron su estrategia por haber «perdido fuerza», es decir, por el hecho de que

la tasa de sindicalización haya decaído con el correr de los años. Ello, sin dudas,
41

habría provocado una fuerte disminución en su capacidad de negociación política y

de poder dentro del núcleo del partido. En el caso brasileño, las tasas de

sindicalización permanecieron relativamente estables, cayendo solamente del

28.77% al 28.51% entre 1988 y 1998. Es decir, en diez años la fuerza sindical fue

mínimamente reducida. Además, en relación a la población económicamente activa

de Brasil, durante el mismo período, el promedio de sindicalización solamente se

redujo del 21.94% al 20.09%, debido al incremento en el empleo informal, donde la

tasa de sindicalización es normalmente menor.

Entonces, la moderación del sindicato sigue otra ruta. Si bien no hay una fuerte

reducción en la tasa de sindicalización en el período expuesto, existen algunos

elementos conexos que deben ser resaltados. En primer lugar, la reducción de la

sindicalización en los sectores industrial y de banca es importante, puesto que se

habían constituido como fuerzas centrales en las organizaciones de base del PT, por

lo que su debilitamiento —entendido como la reducción de oportunidades laborales

y despidos masivos— obligó a una moderación pragmática. En el período 1988–

1998, ambos sindicatos perdieron aproximadamente 600 mil trabajadores. Lo que

debía primar era, a partir de estos fenómenos, la preservación del empleo y la

estabilidad laboral antes que entrar en conflicto con el gobierno y las empresas

privadas por temas espinosos como, por ejemplo, las demandas por mejoras

salariales.

En segundo lugar, la relación entre el poder que ganó el sindicato de servicios-

públicos y su influencia en la CUT es fundamental para entender la moderación del


42

PT. En el período 1988 – 1998, el sindicato de profesores aumentó en 400 mil

miembros; el de trabajadores de salud en 200 mil; el de empleados públicos en 100

mil; en el sector de servicios-públicos en 300 mil. En un plano general, se esperaría

que los sindicatos del sector de servicios públicos, en comparación con aquellos del

sector privado, fueran mucho más reacios a la realización de las reformas

económicas liberales del gobierno de Cardoso, pues eran más vulnerables a la

competencia y a la posibilidad de ser despedidos. Sin embargo, los sindicatos del

sector público en el Brasil del período presentado no se opusieron unánimemente a

las políticas de Cardoso, lo que fragmentó aún más al sindicalismo dentro de la

CUT y profundizó la división histórica entre los sindicatos públicos y privados.

Entonces, vemos que en el sindicalismo dentro del PT lo que hubo fueron

«procesos endógenos paralelos» que tuvieron consecuencias determinantes en la

moderación posterior del partido. El declive en la base sindical tradicional y el

aumento de la tasa de sindicalización de los sindicatos de servicios públicos,

transformaron a la CUT y las relaciones de poder dentro del PT. Durante los años

noventa, el «nuevo sindicalismo» tuvo que lidiar con cuestiones ideológicas pero

también con problemas pragmáticos, algo particularmente complejo en un partido

con aspiraciones presidenciales. En ese sentido, la necesidad de entablar

negociaciones en el propio núcleo del PT, analizándolas desde la perspectiva

sindical, permitió moderar los objetivos programáticos y así ampliar la base de

apoyo electoral.
43

Cuadro n.° 2
Cambios en la estructura del sindicalismo brasileño y peruano, durante los años
80s y 90s

PT (+) IU (-)
Central Única de Trabajadores (CUT) Confederación General de Trabajadores
1988-1998 del Perú (CGTP)

Decaimiento de la tasa de sindicalización Decaimiento de la tasa de sindicalización fuerte:


mínima: 28.77% a 28.51% 18% a 7% (1985-1994). Fuerza laboral se contrae
de 744 mil trabajadores a 430,100 (1976-1989)

PEA 1988-1998: Tasa de sindicalización se PEA 1981-1991: migra al sector informal 32.8%
redujo del 21.94% al 20.09% (por aumento del a 47.6%
empleo informal)

Reducción de la sindicalización en los sectores Crisis económica destruye la gran empresa e


industrial y de banca. Sectores centrales en la incentiva la creación de pequeñas empresas (+
CUT (pierden 600 mil trabajadores) -> capital – sindicalización)
Debilitamiento obliga a moderar 1980-1989: sueldos caen de 35.2% a 19.8%
pragmáticamente.

Aumento de sindicalización en servicios Trabajadores Sendero Luminoso


públicos. Crea divisiones internas (frente a sindicales ingresan a desmovilizó el
reformas de Cardoso) que transforman la CUT trabajar al Estado movimiento social

Fuente: Elaboración propia

2.3. Izquierda Unida y la debilidad sindical

¿Cómo entender el movimiento sindical peruano de inicios de la década de los

ochenta? ¿Acaso este movimiento se incorporó plenamente en la sociedad

democrática reinstaurada tras el fin de la dictadura militar iniciada en 1968? ¿Los

sindicatos se comportaron de manera uniforme en su relación con los partidos

políticos, particularmente aquellos considerados a la izquierda del continuo


44

político? Como iremos viendo, encontraremos factores económicos, sociales pero,

sobre todo, de debilidad sindical organizativa, que impidieron una mayor

influencia del sindicato de la CGTP sobre el aparato de IU, menguando las

posibilidades de que este encontrase condiciones de mayor adaptabilidad.

Los sindicatos en el Perú tuvieron un dinámico auge durante la dictadura militar

iniciada a finales de los sesenta.13 El número total de sindicatos se expandió en casi

el doble durante el régimen de Velasco Alvarado, y a pesar de una desaceleración

en el período de Morales Bermúdez, la tendencia al crecimiento no se detuvo

(Huber 1983). Ahora bien, pese al disímil comportamiento del gobierno militar —

en sus distintas fases— en relación a la forma de incorporación a los trabajadores

dentro del seno estatal, como algunos autores ya han señalado (Stepan 1978; Huber

1983; Cameron 1986), en líneas generales se puede decir que el movimiento

sindical de la década del setenta adquirió una importante autonomía y capacidad

movilizadora.14

Un proceso importante que merece ser resaltado se enmarca en la «politización de

los sindicatos» por parte de los partidos de izquierda en el Perú. Mucho del éxito

electoral que obtuvo la izquierda a finales de la década del setenta se debió,

precisamente, a la existencia de una masa laboral movilizada desde antes por un

13
E te , el ú e o de si di atos e el Pe ú au e tó e u %. Fue te. Hu e
:
14
El de ate se e t ó e el tipo de o po ati is o ue tu o el égi e ilita . Algu os señala o
ue el go ie o de Velas o fue u o po ati is o i lusi o , ie t as ue la segu da fase, la fase
de Mo ales Be údez - , fue ás ie u o po ati is o e lusi o . Pa a a o
efe e ia, e “tepa ; Cotle , , ; Hu e .
45

movimiento robustecido gracias a las políticas estatales del Velascato. Para Evelyne

Huber esto es primordial: los partidos políticos, las organizaciones barriales y las

organizaciones rurales son todos actores importantes en el proceso de movilización

popular; empero, el papel clave reside en los sindicatos. Al respecto, la autora

señaló:

Otras organizaciones [los partidos de izquierda] dependen de


los sindicatos en diferentes grados porque ellos son los más
eficaces para movilizar el apoyo electoral, y pueden llevar a
cabo acciones de protesta coordinadas y de larga escala para
presionar a las autoridades. Los sindicatos son además más
efectivos que cualquier otra organización popular porque son
los más consolidados y con mayor experiencia, y poseen una
de las armas más potentes: la huelga (1983: 64; traducción
propia)

2.3.1. El Partido Comunista Peruano, la CGTP y una relación poco


armoniosa con Izquierda Unida

Viendo el escenario completo, se podría sostener que la recomposición de la

«alianza» entre la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y el

PCP se llevó a cabo a partir del año 1968. Si bien es posible remontarse hasta la

década del treinta del siglo XX para empezar a comprender los lazos que unieron al

PCP y a la CGTP (Drinot 2011), la predominancia alcanzada en la arena sindical por

la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP), históricamente ligada al APRA,

no nos permite esbozar un argumento sincero donde la CGTP se conforme como un

actor políticamente relevante.

Esto cambió desde la segunda mitad de la década del sesenta. El giro del APRA y su

alianza con las fuerzas oligárquicas, primero en el cogobierno presidencial con


46

Manuel Ignacio Prado (1956-1962) —período denominado La Convivencia— y

después bajo la alianza legislativa del período 1963-1968 —La Superconvivencia—

con la Unión Nacional Odriísta (UNO), partido del militar Manuel Odría, quien

desde la presidencia (1950-1956) había declarado ilegal al APRA, persiguiendo y

deportando a varios de sus principales líderes, tensionó las relaciones entre el

APRA y la CTP.

Como señalan Huber (1983) y Cameron (1986), el PCP aprovechó este contexto de

debilitamiento en el apoyo de la clase trabajadora perteneciente a la CTP, que ya no

veía con buenos ojos las relaciones políticas del APRA. El PCP estuvo, entonces, en

una posición privilegiada para tomar ventaja de esta debilidad y fortalecer la

renovada CGTP. De cara al gobierno militar, se podría decir que, en líneas

generales, este sindicato siempre mantuvo una «posición moderada» frente al

régimen político en el cual se asentó. Así, durante el régimen militar mantuvo una

posición neutral frente al Estado, el cual tampoco le puso excesivas trabas para su

funcionamiento. Esta posición de la CGTP la llevó a enfrentamientos contra

algunos sindicatos radicales (como el SUTEP) que en los años previos de la

transición democrática convocaron a huelgas generales; estos intentos, por cierto,

aunque no todos, se vieron truncados debido a la renuencia del PCP-CGTP de

entrar en un conflicto directo con el gobierno de Morales Bermúdez por el temor a

paralizar la transición hacia el gobierno civil (Huber 1983: 78).

Ahora bien, la conformación del frente electoral de IU en 1980 y la consiguiente

inscripción del PCP como uno de sus núcleos políticos principales, abre la
47

interrogante sobre cómo logró articularse la CGTP dentro de una organización

compuesta por diversas fuerzas (Cameron 1986; Balbi 1989, 1990; Stokes 1995;

Herrera 2002). Sostengo que dentro de IU el papel de los sindicatos no fue tan

claro y evidente como en el caso de la CUT brasileña. Y así, específicamente el

sindicato de trabajadores más grande que compuso el núcleo de IU, la CGTP, no

tuvo mayor influencia en la adaptación de la organización a nivel nacional.15

Quiero darle énfasis a lo siguiente: al tratar el tema del sindicalismo, me estoy

refiriendo al sindicalismo más tradicional de la CGTP. Existieron, sin embargo,

otros sindicatos ligados a los partidos políticos que compusieron IU. Estos

sindicatos han sido denominados como parte del «sindicalismo clasista» (Balbi

1989). Por ejemplo, encontramos el Sindicato Único de Trabajadores de la

Educación Peruana (SUTEP) vinculado al Partido Comunista Peruano— Patria

Roja (Stokes 1995). Asimismo, también se encuentra presente la Federación

Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú (FNTMMP) vinculado

al PUM (Zapata 2013). Es importante hacer esta distinción ya que en diversas

ocasiones el discurso del sindicato magisterial y de mineros acusó a la CGTP de

tener posturas «acomodadas» y estar subordinada al «imperialismo social» (Huber

1983: 78). Lo dicho permite entender que hubo una decisiva politización de los

sindicatos por parte de los partidos de izquierda, de manera que éstos no

compartieron necesariamente las mismas conductas y posturas dentro de IU:

15
Pa a A to io )apata , de t o de todos los pa tidos ue o fo a a IU ha ía
o po e tes del si di alis o lasista ue ope ó e el país du a te toda la dé ada del sete ta.
48

donde algunos privilegiaron la radicalidad (SUTEP y FNTMMP, por nombrar

algunos), otros buscaron la moderación (CGTP).

Este punto del análisis nos brinda luces sobre lo sucedido con un sindicato

sumamente débil —en comparación con la fuerza sindical de la década de los

setenta— que no logró constituirse como un actor clave dentro del núcleo de IU.

¿Por qué se debilita en los ochenta el movimiento sindical, y con ello, el rol de la

CGTP? Una primera respuesta la encuentro en el hecho de que la tasa de

sindicalización se redujo constantemente durante los ochentas, disminuyendo del

18% a mediados de la década hasta el 7% en 1994. En parte, este fuerte decaimiento

de la tasa de sindicalización se debió al despido masivo de los trabajadores a finales

de la década de los setenta, lo cual destruyó gran parte de la fuerza del movimiento

y determinó una prácticamente inocua existencia en la década posterior. Roberts

(1996: 78) señala, al respecto, que los despidos se concentraron en los sectores

sindicalizados de la economía, sobre todo en los sectores de industria y servicios

públicos. Prueba de ello, la fuerza laboral se contrajo de 744,000 mil trabajadores

en 1976 a 430,100 mil en 1989.

Un segundo factor se debe a que la crisis económica destruyó la base social del país

y provocó la «muerte» de las empresas, del empleo y, por ende, del trabajo sindical

(Pease 2013E; Lynch 2013E). Esto generó mayores incentivos para la creación de

pequeñas empresas, las cuales al ser menos especializadas, buscaron con mayor

necesidad generar capital; por lo mismo, tenían menos estímulos para permitir la

formación de sindicatos. Entre 1980 y 1989, los sueldos y salarios cayeron de un


49

35.2% a un 19.8 %. Al mismo tiempo, la crisis acrecentó la informalización del

trabajo, traducido en una migración de la Población Económicamente Activa hacia

el sector informal, de un 32.8% en 1981 a un 47.6% en 1991. Otra vez, Roberts

(1996: 79) considera que muchas de las empresas que buscaron sobrevivir durante

los ochentas optaron por contratar trabajadores temporales en vez de trabajadores

permanentes ya que estos últimos estaban más sindicalizados y, en consecuencia,

estaban mejor protegidos por las leyes laborales.

En tercer lugar, otro factor que se puede considerar para entender el debilitamiento

de la CGTP es que muchos de los trabajadores que participaron de los movimientos

y huelgas nacionales de los setenta se incorporaron a trabajar dentro del sector

estatal durante los ochentas, lo que redujo la influencia sindical al no poder

«oponerse» de manera radical a las políticas de Estado. Para Antonio Zapata

(2013E), muchos de los sindicalistas de antaño entraban a trabajar en «municipios,

como regidores o como asesores del Congreso». Esto generó una dispersión de la

fuerza orgánica de los sindicatos, la cual se trasladó a un nuevo escenario: el

escenario estatal. Por ello, el trabajo sindical fue menos profundo, lo que socavó

aún más la tasa de sindicalización.

En cuarto lugar, y como consecuencia de lo dicho, todas estas dinámicas

produjeron parte de la ruptura entre la izquierda y el movimiento social

organizado. Para Sinesio López (2013E), hay dos cuestiones que determinan este

momento. Por un lado, el avance de Sendero Luminoso destruyó todo el proceso de

democratización; cualquier movimiento de protesta era inmediatamente acusado


50

de «terrorista», lo que en la práctica desmovilizó el movimiento social

reivindicativo y autónomo de la década del setenta. Por otro lado, se produjo un

divorcio entre lo político-legal y las masas. Esto quiere decir que aquellos dirigentes

que años atrás habían acompañado a las masas en sus manifestaciones y huelgas,

se separaron de sus «raíces sociales» y privilegiaron la dimensión política.

Para finalizar, el sindicalismo en el Perú fue débil en la década del ochenta y siguió

perdiendo influencia a lo largo de los años. La crisis económica, sin dudas,

representa un factor importante, pero no es el único. Tan importante como el factor

socioeconómico, para entender el fracaso de IU, resulta en el entendimiento de un

poder sindical dividido, donde sus sectores moderados (CGTP) no lograron

actuaron como un agente moderador y contemporizador de IU. Al contrario,

sindicatos más radicales polarizaron a la organización política dentro de una

sociedad que, por factores como el terrorismo, rechazaba las prédicas

maximalistas. Esto se contrasta con el caso de Brasil, donde encontramos un

sindicalismo más fuerte que empodera al partido, pero a la vez, lo aproxima al

centro político, logrando ampliar su base electoral. En el Perú, el sindicalismo no

aportó ni gran fortaleza ni moderó a una organización que necesitaba más

contrapesos internos.

2.4. Conclusión

En el caso brasilero, el sindicalismo se ve mínimamente afectado por la crisis

económica y por ello puede mantener tasas de relativa estabilidad. En parte, esto

permite que no se difumine su influencia dentro del PT como un actor “de


51

negociación” dentro del partido. En Perú, sin embargo, a causa de la multifacética

crisis de los ochentas, la “base laboral” de la CGTP se reduce y en consecuencia

debilita fuertemente al Partido Comunista Peruano. A partir de ello, pierde su

capacidad de influencia dentro de la IU y permite que adquieran mayor relevancia

sindicatos con ideologías «más» radicales —como el del SUTEP, que sigue la línea

del «viejo sindicalismo clasista». La CGTP, que por tradición se había configurado

como una fuerza «de centro», o de «posturas moderadas» dentro del sindicalismo

peruano, ve reemplazada su hegemonía por sindicatos que no funcionan como

agentes contemporizadores dentro del frente electoral; en otras palabras, que no

permiten que la IU entre en un proceso de moderación estructural que pudo

haberla redituado con un mayor éxito electoral a fines de la década del ochenta.
52

Capítulo 3: Gobiernos municipales y su potencial organizativo

Uno de los temas centrales de la presente tesis se enmarca en el análisis de los

ámbitos de gobierno municipal en Perú y Brasil, enfocadas —nuevamente— en las

gestiones de IU y el PT. Para ambas organizaciones, el espacio local no fue un

«espacio ajeno»; por el contrario, tuvo importantes implicancias en el devenir

institucional de sus respectivos aparatos electorales. Por esta razón incluyo en el

análisis al «espacio municipal», permitiéndome trazar pistas sobre su influencia en

la adaptación de ambas organizaciones.

Considero que IU no pudo aprovechar eficientemente los espacios municipales que

logró obtener a lo largo de la década del ochenta. Por un lado, sostengo que a pesar

de que IU obtuvo acceso inédito a nuevos recursos locales —administrativos,

fiscales y políticos—, no los pudo aprovechar para crear una «marca común de

gobierno», la cual hubiese podido diferenciarla de los partidos tradicionales. Por

otro lado, considero que el hecho de haber gobernado localmente pudo también

servir para, en ciertos contextos, privilegiar el pragmatismo político. Gobernar sin

prestarle tanta atención a la ideología puede incentivar la moderación de los

cuadros más radicales, ya que los verdaderos retos estarían en la consecución de

gestiones de gobierno eficientes.16

16
Co ie e a la a , ade ás, ue u o de los « a o es etos» de esta i estiga ió está e la
es ue atiza ió de la i fo a ió o e ie te al espa io u i ipal de IU e la dé ada del
o he ta, puesto ue lo es ito al espe to es es aso e la lite atu a.
53

3.1. «O modo petista de gobernar»17

El interés por los espacios locales de gobierno no es particularmente reciente. Paula

Muñoz, citando a Nickson (2003), señala que «la lucha por la descentralización —

entendida como la gradual expansión de los gobiernos locales en el sistema político

en su totalidad— fue una tendencia común en América Latina en los años ochenta

que coincidió con los progresivos procesos de desmilitarización» (2005: 17). En

parte, esta tendencia se ve representada en una suerte de «normativismo local» por

parte de los gobiernos de la región, los cuales plasman en sus respectivas

Constituciones el fortalecimiento de los gobiernos locales.

Las Constituciones tienen el potencial de generar incentivos positivos para diversos

sectores de la sociedad. De manera general, la delegación de poder, del Estado

central hacia los centros de poder local, visto desde un plano político y económico,

generó incentivos para las organizaciones políticas que no buscaban constituirse

como meras alternativas capitalinas, sino que aspiraban «nacionalizar» su votación

horizontal (entre departamentos) y verticalmente (en gobiernos subnacionales).

En primer lugar, veamos el caso brasilero. Tras veintiún años de gobiernos

militares (1964-1985), Brasil retornó a la democracia. Así, en medio de una crisis

institucional y económica, en 1985 se inició la «Nueva República», representada en

la figura del presidente José Sarney. 18 El gobierno de Sarney, sumido en una

17
T adu ió li e: El odo petista de go e a
18
El p eside te ele to e la a paña p eside ial de fue Ta edo Ne es, a didato de la
oposi ió , uie e ió a Paulo Maluf. “i e a go, u día a tes de to a posesió del a go,
54

profunda crisis política y económica, y presionado por la oposición hacia la

adopción de reformas claves, proclamó el 5 de octubre de 1988 la nueva

Constitución (Iglésias 1994). La Constitución brasileña de 1988 plasmó el deseo de

las clases políticas por fortalecer los niveles de gobierno locales (Hunter 2010).

Esta nueva carta constitucional estipuló mayores transferencias económicas por

parte del gobierno central hacia los gobiernos municipales, lo que se complementó

con el incremento de las atribuciones de estos gobiernos (en aspectos políticos,

sociales y culturales). En ese sentido, los gobiernos municipales brasileños tuvieron

—a partir de 1988— un mayor poder para, por ejemplo, fijar y recaudar impuestos,

estableciéndose un notable cambio institucional.

Evidentemente, el PT no quedó fuera de este proceso de descentralización. En

parte, los cambios institucionales fomentaron en el seno partidario un sentido de

competencia «leal» dentro del sistema (Linz 1978), y lo llevaron hacia la adopción

de un mayor pragmatismo en su manera de hacer política.19 ¿Repercutió ello o no

en los resultados electorales del PT? Viendo el panorama completo, el PT inició,

desde 1988, una curva ascendente de victorias municipales en cada elección en la

Ne es ae g a e e te e fe o de e se i estido su i ep eside te, José “a e . Fi al e te, el


de a il del is o año falle e á Ne es.
19
Co side o ta ié ue los i e ti os ue lle a o al PT a ode a se se puede e te de si
i a os las est i io es de las i stitu io es ele to ales. Desde el año , los pa tidos ue
pa ti ipa a e ele io es u i ipales e lo alidades de ás de il ele to es te ía ue
o te e a o ía a soluta pa a alza se o la i to ia. El PT, e to es, de ía i a la ode a ió
o o u at i uto e esa io pa a ga a ele io es u i ipales, a ue, po u lado, te d ía ue
alia se o ot as fue zas políti as ue o e esa ia e te o pa tía su p og a a de go ie o
pa a o segui u a o apo o ele to al , po ot o lado, los líde es te d ía ue o side a la
e esidad de o a listas de a didatos ode ados ue log a a se ás e páti os o u
ele to ado po o ideologizado de te de ias e t istas .
55

que participó: en 1988 obtuvo 36 municipalidades; en 1992, 54; en 1996, 115; en el

2000, 187; en el 2005, 411 (Hunter 2010). Considero, entonces, que el PT no sólo

privilegió el ámbito electoral-nacional para obtener el poder para gobernar; por el

contrario, fue un partido que inició un proceso de fortalecimiento institucional

propio a partir de una política de construcción de «afuera hacia dentro», es decir,

privilegiando el arribo a instancias gubernamentales desde «pequeños» centros de

poder para ganar mayor notoriedad y, con el tiempo, profesionalizar a sus cuadros

más importantes.

Hay, empero, otros factores a considerar. Pienso que existió una la lectura certera

de la dirigencia del PT acerca de la realidad política-institucional de Brasil;

entendieron la necesidad de aprovechar —a partir de la novel Constitución— los

espacios locales como vehículos de adaptación. Simultáneamente, el propio partido

realizó una reestructuración interna con el objetivo de maximizar su eficiencia

local. En corto, hubo un proceso de aprendizaje integral que tuvo implicancias

contundentes en la moderación de la estructura petista, especialmente a partir de

mediados de la década del noventa (Samuels 2004; Hunter 2010; Nogueira-Budny

2013)

Ahora bien, un hecho de notable importancia fue la creación de la «Secretaría

Nacional de Asuntos Institucionales» en 1988. Este órgano partidario estuvo

encargado de «coordinar los planes para ganar elecciones a nivel local y ayudar a

los alcaldes elegidos del PT a llevar a cabo gestiones innovadoras y exitosas»

(Hunter 2010: 83; traducción mía). Como se puede apreciar, la evidencia sugiere
56

que dista mucho de ser una mera coincidencia la creación de esta Secretaría

precisamente el mismo año de promulgación de la Constitución. Desde el inicio, el

PT explotó los nuevos espacios en beneficio propio, y se preparó para afrontar de la

mejor manera su rol como partido de gobierno local.

Sin embargo, la moderación del PT desde los espacios municipales conllevó un

arduo proceso. El PT tuvo en sus inicios un programa político que fue adaptándose

a las nuevas tendencias políticas, económicas y sociales del Brasil. En este proceso

las distintas facciones del partido no siempre pudieron llegar a consensos sin

problemas; muy por el contrario, el partido fue, durante todo su proceso de

construcción, un espacio donde se confrontaron ideas y posturas pragmáticas y

maximalistas, así como las que profesaban políticas de mayor moderación. Si bien

el objetivo fue siempre obtener el gobierno nacional, y por eso estas disputas

internas estaban dirigidas hacia la adopción de las estrategias enfocadas en este

ámbito, se verá que el nivel local no quedó exento del mismo proceso.

La coexistencia de la línea «histórica» del PT —que agrupaba a los militantes que

por el proyecto fundacional y radical del partido— y el sector administrativo-

municipal —que optaban por mantener un desempeño ejecutivo eficiente,

sopesando las restricciones económicas y políticas—tensionaba las relaciones

internas y no permitía llegar a consensos. Para Wendy Hunter (2010), la

incapacidad inicial de definición política dentro del partido consiguió que el


57

período municipal 1989-1992 fuese poco aprovechado.20 En realidad, este período

le sirvió al partido para advertir la urgencia de un cambio en la estrategia, si es que

el objetivo principal era ganar las elecciones presidenciales. Malas gestiones

municipales iban en contra de esa meta. Por este motivo, la dirigencia del PT

decidió que los gobiernos municipales tuviesen una mayor autonomía de cara a la

dirigencia nacional del PT. Los gobiernos locales crearon, a partir de ello, una

identidad que no seguía íntegramente al programa fundacional del partido. El

trade-off fue, en ese sentido, importante: si bien la dirigencia del PT perdía

influencia en los gobiernos de menor alcance, fragmentando —en parte— su

composición interna, las eficientes gestiones de los gobiernos municipales

contribuyeron positivamente en la imagen global del partido, adhiriéndole nuevos

electores para los comicios nacionales.

Mucho de ello se ve representado en la creación de «políticas bandera». Como

mencioné, este es un elemento importante en el análisis: los espacios de gobierno

local crearon una imagen de eficiencia en la gestión. A partir de la implementación

de políticas nacionales, el PT generó una praxis de gobierno –«o modo petista de

gobernar»- que le permitió, por un lado, diferenciarse positivamente de sus

competidores, y por otro lado, crear vínculos muy profundos con diferentes

sectores de la sociedad brasilera. Una política social que sigue esta línea —y que se

distingue— es el Programa Bolsa Escola. Enfocada en reducir la pobreza y a la vez

aumentar la calidad educativa de los más necesitados, este programa fue tan

20
Po eje plo, pe die o u pode oso espa io o o es el go ie o u i ipal de “ao Paulo.
58

exitoso que fue replicado —y renombrado como Programa Bolsa Familia— en los

gobiernos del PT a nivel nacional, particularmente durante las gestiones de Lula da

Silva (2002-2006 y 2006-2010).

En suma, a partir de lo dicho, vemos que el PT ha tenido mucho éxito en sus

gestiones dentro de los gobiernos municipales. Los constantes procesos electorales

y, en paralelo, su paulatina reestructuración interna, han coadyuvado en la

adaptación y moderación de la línea programática del partido. Así, la separación de

lo ideológico y lo pragmático se constituyó como uno de los pilares en el cambio de

estrategia del partido, sobre todo a mediados de la década de los noventas. A pesar

de la coexistencia de sectores radicales, ligados especialmente a la CUT, y los

sectores «moderados», establecidos en los gobiernos municipales, estos últimos

optaron en distintas ocasiones por incluir en sus gestiones a sindicalistas que, con

el transcurso del tiempo, comprendieron con mayor claridad la importancia de

lograr gestiones exitosas de gobierno. De esa manera apaciguaron parte del

discurso radical imperante y permitieron, en definitiva, gobernar al partido con

mayor estabilidad.

3.2. IU y los gobiernos municipales

En el caso peruano, las organizaciones políticas dentro del marco de la transición

democrática también tuvieron una serie de incentivos para mirar el espacio

municipal con nuevos ojos, ya que las disposiciones descentralizadoras de la


59

Constitución de 1979 abrieron desconocidos espacios sumamente importantes. 21

Dicha Constitución dinamizó el nivel de gobierno local (Pease 1988; Zas Fris 1998;

Schönwälder 2002; Muñoz 2005): bajo las nuevas reglas de juego, la posibilidad de

escoger a través de elecciones directas a las autoridades municipales, y sus

respectivos concejos, permitía a las organizaciones políticas tradicionales empezar

a entender el espacio local como una plataforma política de preparación hacia el

«gran objetivo»: ganar las elecciones presidenciales. Según Zas Fris (1998), los

espacios municipales hasta entonces sólo habían servido como centros

administrativos sin ningún tipo de articulación real con el Estado central.

En ese sentido, el art. n.° 252 de la Constitución reconocía y brindaba autonomía

económica y administrativa a las municipalidades como órganos de gobierno local,

las cuales pasaban a tener una serie de competencias y responsabilidades inéditas.

Las organizaciones debían poseer una adecuada capacidad de gestión municipal,

donde el manejo eficiente y responsable de los recursos podían posicionarlas como

una alternativa políticamente importante. Además, al ser responsables de proveer

servicios tales como la educación, turismo, transporte, salud, entre otros, las

municipalidades ya no se identificaban simplemente como entidades

administrativas, sino también como importantes centros de decisión política. Por

ende, el nuevo poder delegado era un incentivo para que organizaciones como IU

21
To o a uí la defi i ió de “ hö älde so e la est u tu a del Estado pe ua o: El
u ita io Estado pe ua o o p e de do e egio es ue está su di ididas e depa ta e tos,
i lu e do la p o i ia o stitu io al del Callao, el ual tie e el estatus espe ial de depa ta e to
ho o a io . E el i el su -depa ta e tal, p o i ias está su di ididas e , dist itos;
ta to las p o i ias o o los dist itos tie e estatus u i ipal .
60

busquen ser elegidas y puedan, desde las administraciones locales, manejar los

recursos y facultades de los municipios. Así, a través de este manejo de recursos,

era factible formar una «identidad propia de gobierno» de la organización sobre la

ciudadanía, que podría volcar su apoyo electoral, a la postre, en los comicios

presidenciales.

Uno de los esfuerzos más importantes en la literatura académica “peruanista” por

entender las dinámicas locales y su relación con la izquierda en el Perú se presenta

en el libro de Schönwälder (2002). El autor busca explicar de qué manera la

izquierda política entendió la importancia de la apertura de los espacios

municipales durante la década de los ochenta, espacios que le permitían hacer

«política de bases» y enraizar sus vínculos sociales. Además, desde 1980, las

municipios tuvieron una importante relación con el desarrollo de los movimientos

populares (Pease 1988; Balbi 1990), de manera que la apertura de los espacios

municipales sirvieron para «democratizar» la relación entre los partidos políticos y

la sociedad. Así, desde entonces, las poblaciones tuvieron una relación mucho más

directa con los candidatos y con la política que se hacía en los municipios. Muñoz,

al respecto, sostiene que IU fue la organización que tomó la agenda de la

participación popular como estandarte de su programa de gobierno local (2005:

18).

IU también tuvo un gradual incremento de victorias electorales en los gobiernos

locales, en el curso de las cuatro elecciones municipales de los 80s: 1980, 1983,

1986 y 1989 (ver cuadro n.° 3).


61

Cuadro n.° 3

Año de elecciones Votación absoluta %


1980 905.941 23.3%
1983 1.143.102 29,0 %
1986 1.790.886 30,8 %
1989 888, 422 17,9 %
Cuadro: Elaboración propia. Fuente: Tuesta, 1994

En general, considero que IU tuvo resultados, por más de la mitad de la década,

resultados bastante alentadores, ya que prácticamente en todas las elecciones

municipales se posicionó como la segunda fuerza política del país. Si bien los

partidos políticos históricos (como AP y el APRA) tuvieron mejores votaciones —

AP en la elección de 1980 y el APRA en 1983 y 1986—, IU se mantuvo siempre

como la segunda alternativa. 22 Así, consiguió en el período 1980-1986 un

progresivo aumento en su votación municipal signado por un contexto donde los

partidos políticos que dominaron el cuadro electoral-municipal fueron aquellos que

ganaron las elecciones presidenciales precedentes (AP en 1980 y el APRA en 1985).

La tendencia al alza solamente decayó cuando la organización estuvo al borde de la

ruptura, es decir meses antes del Congreso de Huampaní de 1989.

Dicho esto, sostengo que IU tuvo la posibilidad de explotar y aprovechar los

espacios locales para lograr diferenciarse de los partidos políticos tradicionales. Las

oportunidades, entonces, no estaban únicamente ligadas al manejo eficiente de los

recursos; al mismo tiempo, IU podía presentarse a la sociedad como una

22
E las ele io es u i ipales de , el F e te De o áti o FREDEMO o tu o el p i e luga
de la ota ió o , %. No esta os o side a do al FREDEMO o o u o de los pa tidos
histó i os .
62

alternativa distinta, políticamente coherente y, sobre todo, unida. El

establecimiento de vínculos con las diferentes poblaciones del país podía crear

lazos políticos capitalizables a futuro. De tal manera, la consolidación y adaptación

de IU en el incipiente sistema institucional estaba supeditada, en parte, al buen

manejo de la «marca organizacional». Sin embargo, desde la dirigencia de IU no se

buscó la creación de un ente propio a la organización que se enfocara en la

priorización de las administraciones municipales (Ames 2013E; Zapata 2013E;

Lynch 2013E; López 2013E). Los incentivos para tener administraciones locales

eficientes y las sucesivas victorias a nivel local pudieron haber servido de motivo

suficiente para que IU viese la necesidad de profesionalizar sus gobiernos

municipales, tal como lo hizo el PT (Hunter 2010: 83), en donde se priorizaron las

políticas locales enfocadas en la redistribución, el accountability y la participación

popular. Como fiel reflejo de la débil organización de las élites de IU, la carencia de

accountability en el núcleo central de IU se replicó en las instancias de gobierno

local, lo que afectó su capacidad para posicionarse como una marca de gobierno

responsable (Schonwalder 2002; Nogueira-Budny 2013). No se plasmaron

esfuerzos claros por profesionalizar a los cuadros municipales, ni por crear vínculos

de retroalimentación entre las experiencias de gobierno local y el comité central de

IU establecido en Lima.

A pesar de todo, en ciertos contextos sí se pueden encontrar casos de «buenas

gestiones» de gobiernos municipales, aunque la mayoría este ligada a las

administraciones centradas en la capital del país. En ese sentido, los casos


63

emblemáticos relacionados a la búsqueda de gestiones municipales eficientes

serían los de la municipalidad de Lima Metropolitana (Schonwalder 2002; Tuesta

1998) y Villa el Salvador (Tovar 1986). Esto es congruente con el hecho de que en

Lima Metropolitana, especialmente en los distritos más pobres y periféricos, IU se

ubicó como la primera fuerza en cuatro de seis procesos electorales (1978-1986),

pasando los sectores populares urbanos a convertirse en su principal base de apoyo

dentro de la capital (Tuesta 1994). De hecho, la alcaldía de Alfonso Barrantes en la

capital funcionó como impulsora del programa emblema de IU: el Programa del

Vaso de Leche. Irónicamente, a pesar de que esta iniciativa fue muy bien recibida

por la población, y con el tiempo se fue extiendo a lo largo de todo el país, no fue

recién hasta 1994, esto es, durante el gobierno de Alberto Fujimori, que el Vaso de

Leche se volvió realmente un programa de extensión nacional bajo la promulgación

de la Ley del Presupuesto Público (Muñoz 2005: 41).

3.3. La influencia del terrorismo

Considero que merece una mención aparte, pero inevitable, la relación entre la

capacidad para gobernar de IU en los 80s y el accionar terrorista de Sendero

Luminoso. Sin duda alguna, la radicalidad de ciertos grupos políticos que

compusieron IU y las posiciones divergentes que manejaron frente a la democracia

no permitieron que se produjera «una propuesta integral para combatir el

terrorismo, incluyendo el terrorismo de estado» (Herrera 2002: 307). Así, el

conflicto armado interno que sufrió el país tuvo consecuencias indelebles en las

instituciones municipales. Si bien es cierto que se les entregó nuevos e importantes


64

recursos y prerrogativas a las municipalidades del país, también es cierto que

Sendero Luminoso actuó de manera sumamente violenta y destructiva contra las

localidades, poblaciones, dirigentes, alcaldes, y todo aquel que representara al

orden sociopolítico vigente.23

Como precisa Muñoz, el proceso de violencia interna perturbó el libre ejercicio de

los derechos políticos básicos de los ciudadanos más pobres y el desarrollo

institucional municipal de las zonas más afectadas.

En las zonas rurales de la sierra norte, sierra central,


sierra sur y valles de ceja de selva es que sus poblaciones
no tuvieron, por muchos años, condiciones políticas y
materiales básicas como para poder desarrollarse y
desplegar a las municipalidades como sus órganos de
gobierno local y tampoco para realizar aprendizajes
democráticos en esos espacios (2005: 35)

La perturbación de los procesos electorales en los distintos poblados,

especialmente los más pobres del país, los altos índices de ausentismo electoral, los

casos de abandono de cargo por parte de las autoridades locales, así como su

asesinato, resultan elementos imprescindibles de un análisis serio que busque

determinar las causas de por qué IU no logró adaptarse eficientemente a escala

municipal. Los partidos políticos perdieron mucho de sus cuadros en manos de

Sendero Luminoso; ello, además, debilitó principalmente a aquellas organizaciones

que eran fuertes en la zona de influencia del terrorismo. ¿Cuáles eran esas

23
Para mayor referencia, revisar el Tomo III de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) sobre los
partidos políticos de izquierda.
65

organizaciones? Pues organizaciones de izquierda como IU. Al ganar diversas

municipalidades en el sur del país, la «zona de influencia» del conflictos en los 80s,

fue una organización que sufrió en carne propia las represalias más cruentas del

terrorismo. Hay en lo dicho, entonces, factores que nos permiten entender por qué

no siempre la moderación fue una alternativa posible; la manera de cuidar y

salvaguardar la integridad física de quienes representaban a la clase política, como

los alcaldes y funcionaros municipales de IU, debía colindar, en ocasiones, con el

mantenimiento de cierto discurso radical que los mantuviese, en términos

relativos, a salvo de Sendero Luminoso.

3.4. Conclusión

A lo largo de este capítulo hemos intentado responder a la pregunta de por qué el

PT construyó un aparato partidario mucho más eficiente y moderado a partir del

aprovechamiento del espacio municipal, y por qué IU tuvo serios problemas para

seguir el mismo camino. En el caso brasilero, el hecho de que los sectores

moderados del partido ganasen las instancias de gobierno local permitió que

obtuvieran una influencia más amplia y notoria frente a los cuadros más radicales.

La autonomía municipal, otorgada por una dirigencia que entendió la importancia

de este factor y elaboró una política al respecto, tuvo un importante efecto en ello.

Asimismo, el proceso de moderación también logró plasmarse en la

intencionalidad real de gobernar eficientemente (acompañada de políticas públicas

importantes). En ese sentido, el PT consiguió que quienes ingresaban a servir en

los gobiernos locales o federales privilegiaran una manera de «hacer política»


66

ligada a la consecución de resultados provechosos para el partido, ensalzando la

imagen del mismo frente a la sociedad.

En relación a IU las respuestas son más difusas. ¿La eficiencia de las gestiones

municipales fueron pilares en la política de IU? Al parecer esto no sucedió. A pesar

de haber sido una alternativa política importante en diversos departamentos y

localidades del Perú, no se llegó a plasmar manifiestamente una propuesta política

de unidad, donde se privilegiasen buenos resultados de gobierno a nivel municipal.

Esta idea sería sustentada bajo el principio de que no existieron mecanismos claros

para la selección de candidatos en las diferentes localidades del país, donde muchas

veces lo que primó fueron acuerdos consensuados y no institucionales. Sostengo

que no existieron más que esfuerzos aislados a nivel municipal, pero nada que

respondiera a una política institucional de largo aliento.

Por ello, las experiencias de administración local no fueron suficientes para influir

en la organización a nivel nacional. IU fue organización partida: no sólo entre los

diversos partidos que la compusieron, sino también en su relación con varios de sus

representantes en diferentes municipios del país. Esto se traduce también en la

fragmentación local de los partidos de izquierda, la cual no contribuyó a la creación

de un frente común. Ello se ve reflejado, como señala Nogueira-Budny, en que la

influencia de los pragmáticos y la moderación de los más radicales no permitió una

moderación en conjunto ya que IU no tuvo reglas democráticas internas (como los

mecanismos de elección de candidatos) y fue menos susceptible al accountability.


67

Asimismo, tampoco encontramos grandes conflictos entre los gobiernos locales de

IU y el núcleo central de la organización. A diferencia del PT, en IU no existieron

los incentivos favorables para la formación de una identidad local. La presencia

constante de Sendero Luminoso y la debilidad de un proyecto político realmente

integral, donde prácticamente no se encuentran «políticas de bandera» a nivel

nacional, fueron elementos decisivos que nos permiten entender, en parte, por qué

IU no se logró construir como una organización eficiente bajo el aprovechamiento

de los espacios locales.


68

Conclusiones

A lo largo de esta investigación hemos repasado parte de la historia de Izquierda

Unida, organización política importante durante la década del ochenta en el Perú.

Presentamos y reconstruimos elementos de comparación con la historia del Partido

de los Trabajadores brasilero, resaltando, en ambos casos, ciertas características

que nos ayuden a entender por qué en un caso, el brasilero, el partido sí logró

adaptarse (y moderarse) a su sistema político, mientras que en el otro, el peruano,

la historia fue diametralmente distinta.

Nuestro trabajo ha intentado diagnosticar, entonces, el contexto y su capacidad de

influencia en ambas organizaciones políticas; asimismo, ha presentado diferentes

variables que envolvieron a cada uno de nuestros casos de estudio, las cuales

incidieron de diversas maneras en su capacidad de construcción de una

«organización eficiente» que lograse hacer frente a una realidad cambiante y

muchas veces amenazante (por ejemplo, frente a dictaduras militares).

Siguiendo esta línea, hemos identificado dos elementos que parecen haber incidido

en la capacidad de adaptación de IU y del PT: el espacio del sindicalismo y el

elemento municipal. En Brasil encontramos un sindicalismo (CUT) que logró

empoderar al partido a nivel nacional, colocándolo en un centro político

importante (relevante frente un electorado desideologizado) que le permitió

obtener un mayor apoyo popular. Esto sin duda alguna tuvo una repercusión

palpable en el masivo soporte electoral que hasta nuestros días posee el PT. Desde
69

el año 2002, es partido de gobierno en Brasil, y ha logrado institucionalizar una

política de cuadros «moderados» que sigue cosechando resultados políticos

medianamente favorables. Asimismo, el PT fue un partido que logró aprender de

sus experiencias de gobierno local: la destreza política de su dirigencia para

empoderar los espacios sub-nacionales fue una estrategia efectiva que le ha seguido

retribuyendo, en líneas generales, méritos en las gestiones de gobierno.

En contraste del caso brasilero, vemos en IU un sindicato (CGTP) sumamente

débil: afectado por la reducción de la base social laboral durante los 80s, no logró

consolidarse como una presencia moderadora dentro del Partido Comunista

Peruano y, por ende, dentro de IU. A la par, encontramos a una organización que

localmente no tuvo mayor capacidad de articular una propuesta unida, coherente,

sólida. No pudo crear una marca común que la diferenciase de los partidos

tradicionales ni pudo promover la aparición de cuadros moderados que

privilegiasen las gestiones de gobierno pragmáticas y eficientes. No obstante, la

presencia del terrorismo en la década del ochenta es una variable a considerar en el

análisis. Pensamos que gran parte de esta desarticulación a nivel local se puede

entender por la presencia constante de Sendero Luminoso en los departamentos

donde precisamente IU era más fuerte.

En este punto, nos gustaría volver a la frase inicial de nuestro trabajo, donde

Sinesio López alegaba que —tras la derrota en la elección presidencial de 1985— IU

se encontraba en la «antesala» de llegar a Palacio de Gobierno. Hoy en día, la

historia nos ha demostrado que esta ambiciosa (y arriesgada) predicción no se llegó


70

a cumplir, y tras más de treinta años del inicio del proyecto de IU, la izquierda

peruana contemporánea aún sigue batallando por mantenerse vigente en el sistema

político. Por aquel entonces, el promedio de votación nacional de la izquierda era

aproximadamente de 25%; en nuestros tiempos, difícilmente supera el 10%.

Conviene decir que para nosotros la presencia de la izquierda en el sistema de

partidos es siempre saludable; no solo porque ayuda a construir un sistema político

más equilibrado y con mayores contrapesos, sino porque además propone temas de

debate público que sólo las agendas de la izquierda en América Latina ponen sobre

el tapete (programas de inclusión social; mayor redistribución del ingreso; Estados

más activos más comprometidos a proveer servicios básicos a las poblaciones más

vulnerables; etc.)

Recientemente, la izquierda peruana ha vuelto a formar un frente de diversos

grupos, partidos y organizaciones izquierdistas a la que ha denominado el Frente

Amplio de Izquierda. En ese sentido, es interesante advertir que algunas de las

categorías de análisis que hemos utilizado en esta investigación —sindicalismo,

organización local y regional— regresan al debate público (Dargent 2013b,

Meléndez 2013, López 2013, Levitsky 2013; por mencionar algunos). En ese

sentido, la aparición de este frente es importante para la construcción de nuestro

sistema político. Sobre lo dicho por estos autores, quisiéramos agregar un par de

consideraciones al debate. Por un lado, repensar la necesidad de construir

proyectos políticos de izquierda sobre aquellos movimientos laborales y sindicales

es una tarea pendiente y que no debe seguir descartada de las estrategias políticas.
71

Esto presupone, por supuesto, un reto académico y práctico arduo. Como

mencionamos en el presente trabajo, desde la década del ochenta encontramos en

el país una debilidad sindical que tiene consecuencias negativas sobre la capacidad

de organización de los proyecto de izquierda. La situación empeora aún más

cuando traemos al análisis el hecho de que en la década del noventa, durante el

gobierno autoritario-competitivo de Alberto Fujimori, el avance de las políticas

económicas neoliberales empeoró la situación de sindicatos que ya eran

sumamente débiles, dejándolos al borde de la extinción (Roberts 2002; Weyland

2004; Dargent 2009b). Si bien la situación ha mejorado tenuemente para los

sindicatos, todavía queda mucho trabajo por hacer en uno de los pilares históricos

de apoyo de la izquierda.

Por otro lado, creemos que el nuevo Frente Amplio de Izquierda tendría que tomar

en cuenta en su análisis político la experiencia negativa de IU a escala municipal,

sobre todo en aquellas localidades lejanas a la capital. La izquierda debe priorizar la

eficacia en la gestión de gobierno; en ese sentido, la manera más saludable de

convertirse en una organización política eficiente se relaciona con la aprehensión,

en un inicio, de las diversas experiencias de los gobiernos locales, tal como sucedió

con el Partido de los Trabajadores brasileño en la década del noventa. Al respecto,

Evelyne Huber Stephens sostenía que la izquierda peruana debía consolidarse

primero en los espacios de gobierno local por un conjunto de razones. En primer

lugar, porque las grandes diferencias ideológicas que aparecen normalmente

durante las campañas nacionales suelen mitigarse en campañas locales que


72

privilegian el pragmatismo y los acuerdos institucionales; de esta manera es más

fácil llegar a consensos concretos sobre los programas de gobierno futuros, lo cual

es bien recibido por las poblaciones. En segundo lugar, porque mientras en las

campañas presidenciales los grupos de izquierda tienen que negociar reciamente

para elegir sólo un candidato (el de su preferencia), en las elecciones municipales

todos los grupos pueden decidir apoyar o no a un grupo mucho más variado y

amplio de candidatos, generando dinámicas democráticas de elección que

fortalecen a la organización en conjunto.

En tercer lugar, porque es mucho más sencillo llegar a grupos reducidos focalizados

en pequeñas ciudades o localidades, en vez de buscar obtener los votos de varias

miles de personas en las capitales departamentales. De esta manera, la izquierda

consigue lograr reducir el acceso desigual a los medios de comunicación y, al

mismo tiempo, incrementa la importancia de su propia «capacidad organizativa».

Finalmente, la izquierda debe aprovechar los espacios locales porque se generan

lazos de solidaridad por la acción conjunta, por la visibilidad de los líderes locales,

y por el espacio de oposición que se obtiene frente a las autoridades nacionales. Así,

la izquierda tiene la posibilidad de reforzar la lealtad de sus miembros y,

consecuentemente, obtener un cada vez mayor apoyo electoral.

Hace exactamente treinta años Evelyne Huber diagnosticaba la situación de la

izquierda y sus posibilidades electorales. Probablemente cualquier análisis político

recomendaría, en el contexto actual, las mismas consideraciones que la autora

plasmó convincentemente. En ese sentido, pensamos que el Frente Amplio de


73

Izquierda tiene que enfocarse primero en generar políticas de fortalecimiento

institucional, de creación de partido, de enraizamiento social. Lamentablemente,

este es un proyecto que podría tomar años, quizás décadas, y que solamente el

tiempo nos dirá si la izquierda peruana está dispuesta a asumir. Habrá que ver si

decide cambiar el pasado y reconstruir el futuro.


74

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Anexo 1: Lista de Entrevistados

1. Rolando Ames
2. Antonio Zapata
3. Sinesio López
4. Henry Pease
5. Edmundo Murrugarra
6. Nicolás Lynch
7. Juan Silva (Miembro del Comité Central de Patria Roja)

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