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Índice

Staff Sinopsis
Capítulo 1 Capítulo 13
Capítulo 2 Capítulo 14
Capítulo 3 Capítulo 15
Capítulo 4 Capítulo 16
Capítulo 5 Capítulo 17
Capítulo 6 Capítulo 18
Capítulo 7 Capítulo 19
Capítulo 8 Capítulo 20
Capítulo 9 Drive ME Crazy
Capítulo 10 (Shaken Dirty #2)
Capítulo 11 Sobre La Autora
Capítulo 12
Staff
Soldadita Pelirroja

wAVMw Jeniquinterom
lauu12 Yuviandrade
Soldadita Pelirroja Karen’s
Juliette_

Pily

Karen’s Cande34
Yuviandrade Pily

Pily

Daliam
Sinopsis
Ella está totalmente fuera de los límites, pero este rockero quiere una
probada...
Jamison Matthews ha deseado a Ryder Montgomery desde que era
una pre-adolescente. Pero ahora que Ryder y la banda de su hermano,
Shaken Dirty, se han vuelto enormes, ella es solo una de muchos pinos
para el inquietante vocalista principal. Que mal que Ryder aún la vea como
una hermana pequeña. No es que eso importe. Su hermano nunca lo
permitiría, y la última cosa que Jamison quiere es ser otra marca en el
poste de la cama de una estrella de rock. Incluso si es de Ryder.
Ryder no merece la felicidad. Después de que su fama destruyera a
su última novia, juro que nunca más volvería a enamorarse. Así que
cuando Jamison, la chica a la que está en peligro de amar desde hace
años, se une a la banda en el camino, hará cualquier cosa para negar las
chispas entre ellos, incluso tras una noche caliente juntos. Pero Jamison
está determinada a mostrarle a Ryder que él merece amor, el amor de ella,
y que se encuentra completamente crecida y lista para jugar.
Capítulo 1
Su voz rujió sobre ella. Fuerte, sexy, y tan profusamente decadente
que sintió sus extremidades volverse flojas con excitación. Con agitación.
Con necesidad. Jamison Matthews sabía que no era la única mujer en la
audiencia que se sentía de ese modo mientras escuchaba a Ryder
Montgomery cantar, su barítono profundo y áspero fue uno largo, follable
en cuerpo y alma, pero eso no lo hacía menos potente. Tampoco lo hacía el
hecho de que había estado escuchándolo por diez largos años, incluso
desde que tenía trece años en un encaprichamiento con el vocalista de la
banda de su hermano.
Algunas cosas no cambiaban.
Y algunas cosas sí. Shaken Dirty había hecho un largo camino desde
la banda adolescente de garaje que una vez había sido. Las decenas de
miles de fans gritando en este momento llenando este gran anfiteatro
atestiguan esto. Como hacían las bragas y los sostenes que contaminaban
el escenario. Su hermano, Jared, había recogido una auténtica tanga roja
y envuelto sobre el cuello de su guitarra, mientras que la base de Micah
estaba decorada con bragas de encaje purpuras. Totalmente asqueroso si
ella se permitía en pensar en dónde habían estado esas bragas un corto
tiempo antes.
Pero no iba a hacer eso, no dejaría que nada dañe su gozo por el
espectáculo. Estando aquí, mirando a su hermano tocar con los otros en
medio de este sitio gigantesco, co-encabezando el tour Rock On con
algunas de las bandas más calientes de alrededor, era un sueño hecho
realidad. No desperdiciaría un segundo de ello.
La canción terminó y la multitud se volvió loca, gritando y silbando,
coreando y gritando. Suplicando más. Jamison se volvió loca junto con
ellos, sin siquiera importarle cuando los fans acelerados la presionaban
más y más cerca a la barricada que mantenía a sus ansiosos admiradores
fuera del escenario. Era su hermano mayor arriba en ese escenario. Su
hermano mayor, Ryder, Wyatt, Quinn y Micah. Habían seguido un largo
camino desde que Jared le había dejado escuchar mientras habían
practicado en el garaje, y no pudo estar más orgullosa. Después de todo
por lo que habían pasado, finalmente lo habían hecho.
A diferencia de ella.
Por un segundo, el pánico amenazó al desastre en que su vida se
había convertido prácticamente de la noche a la mañana. No era el
accidente que no había sido su culpa pero que la había dejado con un auto
destrozado de todas formas. Un auto que había costado solo tres mil
dólares, el cual no le dio casi nada de chance de comprar un fiable
repuesto por la cantidad que el seguro pagaría.
No era que su novio imbécil la había dejado mientras estaba mal.
Seguro, había pensado que estaba enamorada de Charles, pero en
retrospectiva estaba dispuesta a admitir que hubo algunas grandes
banderas rojas en su relación. Lo principal entre ellos era su incapacidad
de mantener su cremallera abrochada alrededor de otras mujeres.
Ni siquiera el hecho de que la amiga más cercana que había tenido
desde que se mudó a San Diego había estado durmiendo con su novio
idiota le había hecho sentir este nudo atado. Había pensado que Lisa era
genial, pero su amiga, hazlo ex-mejor amiga, nunca había hecho secreto
sus morales desenvueltas.
Pero perder su trabajo esta mañana, un trabajo que había amado y
al que había dedicado demasiado de su tiempo, había sido el punto fuerte
en la cima de la pila de mierda en la que su vida se había convertido
últimamente. Especialmente considerando que había arrancado su vida
entera para mudarse a San Diego menos de seis meses antes así pudiera
tomar el estúpido trabajo. Era el primer paso en el plan de diez años que
había tenido de su vida, un plan que ahora se extendía en completas
ruinas a su alrededor.
Quiso trepar de regreso a la cama y olvidar que las últimas cuarenta
y ocho horas jamás habían pasado. O, salvo eso, rebobinar el reloj así
podría haber visto venir algo de la mierda que había sido apilada en ella.
No todo, obviamente, pero podría haber sido lindo saber que el restaurante
donde había conseguido su primer gran trabajo fuera de la escuela de
cocina tendría que cerrar antes de haber comprado, y usado, el más
hermoso par de Louboutins que había visto alguna vez. O antes de que
Charles la haya forzado a escuchar su diatriba de todas las razones por las
que la había engañado, razones que eran, por supuesto, completamente su
culpa.
Había llamado la mierda en él, pero aun así. Parada allí con todas
estas mujeres, muchas de ellas eran más delgadas y más lindas que ella,
dando a sus palabras credibilidad en su cabeza. Sin mencionar que lo
último que debería estar haciendo ahora era gritar junto con un grupo de
fans de Shaken Dirty mientras que fantaseaba con el vocalista de la banda
de su hermano.
En el escenario, la banda lanzó “Awake”, una de las baladas
potentes que los había hecho famosos. La multitud gritó su aprobación y
así lo hizo ella. Totalmente no su típico modus operandi, pero no pudo
evitarlo. Algo sobre escuchar a Ryder cantar las letras oscuramente
evocadoras hacía que sus rodillas temblaran y que su corazón latiera
mucho más rápidamente. Si cerraba los ojos, podía hacer lo que todas las
otras mujeres en la audiencia estaban haciendo y pretender que estaba
cantando directamente hacia ella.
Muchísimo mejor que recordar que había escrito esas palabras
sinceras para otra mujer. Para Carrie, quien se había suicidado y había
roto su corazón hace muchos años atrás. Su propio corazón dolió por el
pensamiento. Por él. Siempre por él. A los veintinueve, Ryder ya había
atravesado más oscuridad y desesperación de la que cualquier persona
debería haber tratado.
“Awake” finalmente llegó al final, la última nota sostenida en el aire
por largo tiempo, segundos llenos de tensión. Luego la banda cayó en
silencio y la audiencia hizo lo mismo, como si todos estuvieran
conteniendo sus respiraciones. Ryder bajó su guitarra, arrastró los pies y
pisó fuerte una vez, dos veces. Era un gesto familiar, uno que años de
experiencia le habían enseñado, era su modo de quitarse de encima
cualquier emoción en exceso. Otra vez su corazón se retorció. Le devastaba
que más de diez años después del hecho aún era consumido por lo que
había pasado. Aún determinado a alojarlo bajo un montón de capas que
no solo lo aislaban de su dolor, sino que también escondía al Ryder real
tan profundo dentro del Ryder público que se había preguntado algunas
veces si ya si siquiera existía. O si el chico que la había sostenido mientras
lloraba, que la había dejado susurrarle sus miedos pre-adolescentes sin
siquiera burlarse de ella, había desaparecido para siempre.
Lo buscó, en ese interminable momento.
Lo miró a los ojos, obsidianas que flechaban al corazón de la
multitud incluso mientras bloqueaban sus propias emociones.
Viajó por sus propios recuerdos y expectativas en un esfuerzo de ver
a Ryder como era realmente en lugar de como se representaba a sí mismo.
Y cuando sus ojos, sus locos y hermosos ojos, encontraron los
suyos, lo encontró. Segundos pasaron, largos e intensos segundos donde
ella perdió la habilidad de escuchar o respirar o incluso pensar. Todo lo
que pudo hacer fue mirar en los ojos de Ryder, al calor salvaje abrasando y
saliendo de ellos, y deseo.
Le sonrió, saludándolo con una mano. Él le gruñó de regreso. Pero
no fue un gruñido déjame-solo. No, definitivamente no. Fue su gruñido de
quiero-follarte-contra-una-pared. Lo conocía bien, lo había visto dirigido a
un montón de mujeres a través de los años, y sus rodillas cedieron cuando
se dio cuenta que esta vez, finalmente, era dirigido hacia ella. No importó
que no hubiera signo de reconocimiento en sus ojos, sin la comprensión de
que la chica que estaba mirando así era en realidad ella. Jamison. Por un
momento la quería del modo que ella siempre lo quiso a él.
Era más que suficiente.
Y luego Jared empujó una mano en el aire y el momento se fue. El
silencio se hizo añicos, la multitud explotando en abucheos, gritos y
silbidos, súplicas por más, mezcladas con promesas de amor eterno. Era
impresionante, además aleccionador, presenciarlo. Todavía recordaba a los
chicos como adolescentes larguiruchos golpeteando en su garaje. Como
músicos en apuros manejando de un lado a otro por la costa para tocar en
antros que apenas pagaban. Como un acto de apertura a bandas mucho
más grandes y mejores de lo que ellos eran.
Miró cuando Ryder coqueteó un poco con la multitud con verdadera
manera de vocalista. Las mujeres gritaron en respuesta, mientras que los
hombres aullaron y vitorearon. Y cuando Ryder caminó hacia el borde del
escenario y cambió la guitarra acústica por su eléctrica, Jamison se sintió
desmayarse junto con los otros. No podía evitarlo. Esta siempre había sido
su parte favorita del espectáculo y cuando habían llegado tan cerca del
final de su set sin hacer una aparición, se había preocupado de que lo
hubieran cortado.
Jared dio pasos hacia adelante también, le dijo a la multitud:
—¡Hagan jodido ruido!
Muchas pisadas fuertes y aplausos lo siguieron, y Jamison estuvo
justo allí con el resto de la audiencia, gritando con voz ronca mientras
Ryder y su hermano los tentaban en un frenesí. Y luego, justo cuando se
sentía como si el anfiteatro fuera a explotar de excitación, se batieron en
duelo.
Fue lo más hermoso, lo más perfecto que había visto jamás. Su
hermano estaba en su elemento, una gran sonrisa en su rostro, los dedos
volando sobre las cuerdas de guitarra tan rápido que a veces parecían
hacerse borrosos. Tocó sin parar, su talento tan impresionante como
contagiosa era su sonrisa, hasta que finalmente alcanzó un demoledor
crescendo.
Las últimas notas de su solo aún estaban sonando a través del
anfiteatro cuando dio un paso atrás y Ryder se hizo cargo.
Aunque era el líder de la banda, Ryder era casi tan buen guitarrista
como su hermano. Pero donde Jared era totalmente cautivador y divertido
al mirar, escuchar a Ryder tocar era como abrir un conducto directo a la
parte más cruda del alma humana. Era sorprendente y terrorífico en la
misma medida, y tan fascinante que atrapaba una audiencia de treinta mil
en su red y los mantenía allí, suspendidos, mientras su guitarra gemía con
agonizante éxtasis.
Repentinamente Ryder golpeó una serie particularmente complicada
de acordes y los fans detrás de ella gritaron su aprobación. Él sonrió, una
torcida de sus labios, oscura y agobiante, que vino y se fue tan
rápidamente que casi pensó que se lo había imaginado. Excepto que
estaba presionada contra el escenario ahora, tan cerca que podía ver sus
ojos. Profundos y oscuros como eran, por un minuto, solo un minuto,
había captado un destello de puro gozo. Y luego lo perdió cuando él inclinó
la cabeza hacia adelante así su cabello negro largo hasta la barbilla caía
sobre su cara, ocultándolo por largos segundos de los entrometidos ojos de
la multitud.
Tomó ventaja del momento, estudiándolo del modo que ella siempre
había querido. Normalmente, cuando él estaba alrededor, estaba
demasiado asustada de ser atrapada mirándolo hasta saciarse. Pero esta
noche no necesitaba preocuparse en eso. Él ya había probado que no
podía verla con claridad cuando falló en reconocerla anteriormente. Era
todo el ánimo que necesitaba para mirarlo boquiabierta.
A su cuerpo grande y esbelto que sobrepasaba siete pulgadas a su
metro setenta y seis.
A sus brazos bronceados y musculosos con sus preciosas mangas de
tatuajes, bandas negras y tribales en uno y un fénix en el otro.
Al pezón con el piercing delineado por la apretada forma de su
camiseta de cuello en V.
Era hermoso, retorcido, oscuro, y tan, tan lindo con su cara muy
preciosa, y supo que cuando gateara en su solitaria cama esta noche, esta
imagen de él estaría quemando en su cerebro.
Con su cabeza inclinada, perdido en su propio mundo pequeño,
Ryder tocó otro complicado set de notas que terminó tan abruptamente
que la audiencia se encogió un poco, ella junto con ellos. Luego dio un
paso atrás así Jared podía tomar el foco otra vez.
Fueron sin parar, los dos batiéndose en duelo hasta que sus dedos
tenían que estar ardiendo. La audiencia estaba fuera de sí, mujeres, y
hombres, gritaban roncos entre sí, la multitud literalmente hirviendo con
placer.
Y entonces Jared y Ryder se respaldaron el uno al otro y tocaron la
última sección, juntos, sus dedos volando más y más rápido sobre las
cuerdas de las guitarras hasta que sus notas separadas se perdían en el
sonido más asombroso que había escuchado alguna vez.
Sus camisas se empaparon, sus rostros se tensaron, y aun así
tocaban.
Sus brazos temblaban visiblemente al esfuerzo, sus hombros se
encorvaban en protesta, y aun así tocaban.
Finalmente, finalmente las últimas notas sonaron a través del
anfiteatro, fuertes, esplendidas, perfectas, junto con una demostración
pirotécnica asombrosa que le quitó la respiración, y no supo si llorar o
vitorear. Siempre habían querido incluir efectos especiales como esos, pero
nunca habían sido capaces de permitírselos antes de este tour.
Shaken Dirty realmente había alcanzado el gran momento.
La multitud detrás de ella no contaba con su confusa reticencia. Se
volvieron locos cuando el fuego explotó a lo largo del escenario.
Jared, exagerado como era, dio un paso hacia el micrófono e impulsó
ambos puños en el aire mientras declaraba victoria.
Ryder solo se rió, su voz baja y ronca llegando a través del anfiteatro
mientras le decía a la multitud:
—Solo vayan con Jared. Nos gusta dejar que piense que gana, o
desperdiciará el resto de la noche haciendo pucheros.
—¡Vete a la mierda, Ryder! ¡Yo gané! ¿Cierto, chicos? —Jared tendió
los brazos hacia la multitud e hizo gestos para su apoyo. Pronto la mitad
del lugar estuvo coreando su nombre.
—¡Buen trabajo! —dijo Ryder con un sexy guiño—. Nunca
sospechará nada. Pero solo para ser claros. Todos sabemos quién ganó en
realidad, ¿cierto?
La otra mitad de la audiencia empezó a gritar por Ryder, y una vez
más Jamison se encontró allí con ellos. Oh, sabía que Jared era
técnicamente el mejor guitarrista, pero el sonido de Ryder era
sorprendente. Él era oscuridad a la luz de Jared, amenazante y peligroso
para el buen tiempo de Jared. Atacó a su guitarra, haciéndole el amor de
modo violento al instrumento mientras que Jared acunaba al suyo como a
un bebé.
Ambos sonidos trabajaban duro, y lo hacían bien, pero mirar a
Ryder era como mirar sexo en marcha. Aceleraba completamente su
motor, incluso si sabía que nada vendría de ello. Se había lanzado a él una
vez cuando tenía diecisiete y fue rechazada, sin embargo tan cordialmente
como Ryder era capaz de rechazar a alguien, pero aun así había dolido.
No cometería ese error otra vez, tendría que estar conforme a
adorarlo de lejos en su lugar. Como cualquier otra mujer en el lugar.
Mientras lanzaban “Battleground”, su sencillo más famoso a la fecha,
Ryder se arrancó su camisa y la echó a la multitud. Aterrizó un poco a la
derecha de ella y la gente a su alrededor se volvió loca tratando de
obtenerla. Sin embargo, Jamison no se movió. No podía, no cuando toda
esa piel bronceada y ese perfecto pack de ocho de abdominales estaban en
exposición. No cuando él estaba parado ahí, los tatuajes de tribales negros
que cubrían su torso solo agregando a la imagen de Dios del sexo que los
medios lo retrataban ser.
Se estremeció, presionando juntas sus piernas para detener el ardor
incluso cuando cruzó los brazos alrededor de sus repentinamente
doloridos pechos.
No, pensó mientras Ryder continuaba cantando. La necesidad no era
nada nuevo. Pero esta intensidad brutal, que había venido cuando él había
lanzado esa mirada de quiero-follarte en su dirección y había hecho
imposible hacer nada excepto sentir, seguro como el infierno que lo era.
Después de rasguñar su camino a través de una multitud de
enloquecidos fans y mostrar su pase a camerinos a los guardias de
seguridad trabajando en la entrada lateral, Jamison se deslizó en la
pequeña abertura que habían abierto para ella. Mientras la puerta se
azotaba, no pudo evitar la sensación de irrealidad que la abrumaba.
Todos esos fans gritones en la audiencia habían sido por Shaken
Dirty.
Todas esas frenéticas chicas rasguñando a la seguridad, y a las
otras, habían sido por la banda de su hermano.
Era más allá de bizarro. Oh, desde el principio, los chicos habían
tenido chicas, montones y montones de chicas, olfateando alrededor de
ellos. Más de una vez había tenido que empujar su camino a través de
ellas hacia los chicos. Era una parte común de la cosa de banda de rock
con cabello desordenado. Pero eso había sido en pequeños clubs poco
iluminados cuando apenas estaban comenzando, cuando ella iba a
cualquier lado que estuvieran dispuestos a llevarla. Pero esto, esto era
diferente. Era salido de una película, o un artículo de Rolling Stone. La
banda tenía cientos y cientos de groupies, todas desesperadas por ser
sacudidas. Ensuciadas.
Iba a tomarle un poco de tiempo ajustarse a su nueva realidad,
especialmente cuando esa nueva realidad la dejaba un poco golpeada y
sacudida. Nada como atravesar una multitud de mujeres gritonas para
agotar a una chica.
Mirando alrededor, trató de juntar sus agallas. Estaba al final de un
largo, ventoso pasillo. Había un puñado de puertas a cada lado, pero
ninguna de ellas estaba etiquetada, así que no tenía idea de si una de ellas
era el camerino de su hermano o no. Y considerando que había otras
cuatro bandas de gira con Shaken Dirty, probablemente no funcionaría
solo comenzar a golpear puertas al azar. La última cosa que quería era ser
echada por molestar “al talento”.
Detrás de ella, la puerta se abrió de nuevo y dos chicas se deslizaron
dentro. Eran jóvenes, apenas diecinueve o veinte si tuviera que suponer, y
muy, muy emocionadas.
—¡Ohpordios! —gritó la de la falda más pequeña y el maquillaje más
pesado—. ¡No puedo creer que eso funcionara!
Su amiga sonrió.
—Te lo dije. Ahora recuerda, puedes tener a quien quieras, menos a
Ryder. Él es todo mío.
—Lo sé, lo sé. Me gusta Micah de todos modos. Es taaan lindo y ni
de cerca tan pervertido como Ryder.
—Oye, pervertido puede ser bueno. Entre más los dejes hacer, más
les gustas. Y Ryder puede hacerme cualquier cosa que quiera. Toda su
sensualidad oscura me enciende mucho.
Jamison se tensó ante la nota posesiva en la voz de la chica. Ella ni
siquiera conocía a Ryder y ya estaba hablando de él como si estuviera al
tanto de cada uno de sus secretos. Incluso peor, como si supiera que él y
los otros chicos estarían más que dispuestos a usarla en cualquier forma
que se los permitiera, y que aparentemente Ryder tenía un lado pervertido
que Jamison nunca se había imaginado.
El pensamiento envió un pequeño estremecimiento de conciencia por
su columna, pero lo ignoró. Ryder ya la había rechazado una vez y si
estaba en lo de los rollos de una noche con adolescentes, adolescentes, por
el amor de dios, no lo querría de todos modos.
Pero incluso mientras se estaba convenciendo de eso, su mente
traidora no podía evitar volver a ese momento cuando él la había mirado
fijamente. Le había gruñido. La había hecho desearlo más de lo que jamás
había querido algo. Si esa era la mirada que le daba a todas las chicas, no
hay duda de por qué estaban aquí atrás, desesperadas por tenerlo. No hay
duda de por qué pensaban que tenían una oportunidad con él.
Más molesta por la comprensión de lo que quería admitir, Jamison
decidió mandarlo al demonio. Groupies o no, estas chicas parecían saber
mucho más acerca de la banda que ella, justo ahora. Probablemente no
lastimaría seguirlas, tal vez podían llevarla a los camerinos correctos, por
lo menos.
Pero no habían ido muy lejos antes de que una de las puertas se
abriera y un chico que ella no reconoció, pero ellas obviamente si, llamó.
—Hola, chicas.
Gritaron lo suficientemente fuerte para romper la barrera del sonido,
y entonces la que había reclamado a Ryder para ella lanzó su cabello hacia
atrás por todo lo que valía.
—¡Hola, Simon! —Sonaba tan sin aliento que era un milagro que
fuera capaz de decir las palabras.
—Hola. —Asintió hacia ella, entonces retrocedió y sostuvo abierta la
puerta del vestidor. Las chicas se tomaron de las manos, por nervios o
emoción, Jamison no estaba segura, entonces atravesaron la puerta como
si las persiguieran perros de caza. O como si pensaran que él iba a
cambiar de idea cuando algo mejor apareciera.
Simon continuó ahí parado después de que habían desaparecido
detrás de él y le tomó un minuto darse cuenta de que la estaba mirando,
con preguntas en la mirada.
—¿Vienes? —preguntó finalmente.
Sus mejillas se encendieron.
—Uh, no. Gracias.
—¿Estás segura? Estamos teniendo una enorme fiesta aquí. —Dejó
que la puerta se abriera un poco más y tuvo solo un vistazo del interior
para darse cuenta de que no estaba exagerando.
—De hecho, estoy buscando a Jared Montgomery. Soy su hermana.
—Genial. —Simon sonrió entonces, y eso iluminó su cara de la nada.
Lo hizo lucir un poco como un muchacho en lugar de un rockero que
había estado alrededor de más cuadras de las que incluso ella había
caminado. También retrocedió tan rápido que ella supo que ese maldito
pacto la había atacado de nuevo. En la preparatoria se había dado cuenta
rápidamente de que había un arreglo no hablado entre la mayoría de los
dioses del rock: las hermanas están fuera de límites, ya sea que ellas lo
quieran o no.
Jamison no sabía si eso era lo que había mantenido a Ryder alejado
de ella todos estos años, pero sabía que había funcionado en un montón
de chicos. Y desde que había pasado la mayor parte de la preparatoria
pasando el rato en las fiestas de su hermano, había significado que su vida
social había sido particularmente espantosa.
No es que hubiera cambiado mucho, incluso cuando los chicos no
estaban alrededor, pero aun así. Era una teoría válida y se apegaba a ella.
—Jared es un buen chico —agregó Simon con un incómodo golpe en
su hombro.
—Lo es —concordó—. ¿No sabes cuál vestidor pertenece a Shaken
Dirty, o si?
—Creo que están del otro lado del escenario. —Gesticuló un poco a
la izquierda—. Pasando la entrada a la cabina de sonido.
Esas no eran las indicaciones explícitas que había esperado, pero
tendrían que funcionar. Especialmente desde que él ya estaba cerrando la
puerta, su atención obviamente en algo más.
Sacando su celular del bolsillo, Jamison marcó el número de Jared y
se dirigió a donde pensó que Simon había señalado. Había esperado
sorprender a su hermano viniendo hoy en lugar de mañana, pero eso
obviamente no iba a pasar. Con pase a camerinos o no, no podía solo
vagar alrededor golpeando puertas y esperando encontrarlo.
Deteniéndose un segundo al final del pasillo, envió un texto rápido,
entonces esperó con impaciencia, y en vano, una respuesta. Shaken Dirty
había estado fuera del escenario por quince minutos. De seguro Jared
debería tener su teléfono ahora. A menos que estuviera en la ducha. O
teniendo sexo telefónico desesperado con su prometida, algo en lo que ella
no quería pensar, pero era completamente creíble.
El pensamiento la puso un poco enferma, no por Jared, obviamente,
sino porque las palabras de esa chica seguían repitiéndose en su cabeza.
Ryder, pervertido. Ryder, todo mío. ¿Estaba incluso ahora enrollándose con
alguna chica apenas legal y teniendo su oscuro y malvado camino con
ella? Ugh.
Le envió otro texto a Jared, más enfática esta vez. Lo último que
necesitaba era entrar en medio de eso.
Esperó unos minutos más, viendo a docenas de chicas pasarla,
todas en grupos de dos o tres. La mayoría usaba maquillaje suficiente para
abastecer una tienda de MAC y tan poca ropa que era una sorpresa que no
hubieran desarrollado hipotermia esperando su turno para entrar. Otras
estaban de cara lavada y emocionadas por estar ahí y le recordaban tanto
a ella en la preparatoria y la universidad que era doloroso mirarlas.
Algunos días se sentía como si hubiera pasado la mitad de su vida
esperando a que Ryder la notara.
Segundos después, Darkness comenzó a tocar en el escenario, y
Jamison finalmente decidió seguir con ello. Cruzó la ruidosa zona detrás
del escenario, haciendo lo mejor para quitarse del camino de los
ayudantes. Un par de veces había empezado a pedir indicaciones, pero
todos habían lucido tan ocupados que no había querido molestarlos.
Además, la música era tan fuerte aquí atrás que probablemente no la
habrían escuchado de todos modos, especialmente desde que todos
usaban audífonos.
Solo estaba deseando haber traído su propio par cuando tropezó con
un largo pasillo muy parecido a por el que había entrado. Imaginándose
que esta era el área que había señalado Simon, se dirigió más o menos a la
mitad del pasillo y entonces golpeó la puerta. Nada pasó, pero no sabía si
era porque el vestidor estaba vacío o por el nivel de sonido que venía del
escenario.
Golpeó de nuevo, y esta vez Darkness terminó su canción de inicio al
mismo tiempo que sus nudillos estaban tocando la madera. Comenzaron a
charlar con la multitud, dándole al festival de música destructora de oídos
un descanso por algunos momentos. Gracias a Dios.
Segundos después, la puerta se abrió y Max Casey, vocalista líder de
Oblivious, se paró ahí, una sonrisa en su rostro demasiado hermoso.
Estaba sin camisa y descalzo, con el botón de sus vaqueros desabrochado
y una mirada en su rostro que gritaba problemas.
Jamison sabía que era estúpido, juvenil, pero por mucho rato, ella
no pudo encontrar su voz. Este era Max Casey, vocalista de una de sus
bandas favoritas de siempre, y estaba mirándola como si quisiera ir por
una ronda justo aquí en medio del pasillo. No estaba tentada ni lo más
mínimo, pero aun así, toda esa sensualidad e intensidad era casi palpable.
¿Qué pasaba con los vocalistas, de cualquier forma? Era como si
dispararan feromonas que convertían a cada mujer a distancia de olerlos
en una balbuceante idiota.
—Pasa —dijo, dando un paso atrás y señalándole el interior.
—No, gracias —respondió, orgullosa del hecho de que se las había
arreglado para desamarrar los nudos en su lengua y en verdad hablar en
algo que parecía español. No estaba interesada, pero era una mujer, y
estaría mintiendo si dijera que él no había tenido un impacto en ella—.
Estoy buscando a Shaken Dirty.
—¿Qué quieres con ellos? Lo prometo, somos mucho más divertidos.
—Un coro de risas sonó detrás de él, pareciendo recalcar su punto.
—Estoy segura que lo son, pero Jared…
—Olvídate de Jared. Soy mejor en la cama… y fuera de ella también.
¿Qué demonios? Trató de imaginarse a Ryder o Jared diciendo algo
tan idiota, pero no pudo arreglárselas. Tal vez era más ingenua de lo que
creía.
O tal vez Max Casey solo era un gran idiota. Con asco reemplazando
algo de la involuntaria emoción de conocerlo, Jamison dio un par de pasos
atrás.
—Si solo pudieras indicarme la dirección correcta…
Un ramalazo de ira cruzó su cara, pero se fue tan rápido que decidió
haberlo imaginado. Especialmente cuando dijo:
—Puedo hacerlo mejor que eso. Si en verdad quieres ver a Jared, voy
a llevarte ahí. Las cosas pueden ponerse muy confusas aquí atrás.
Eso estaba entendido. Aun así ella dudó mientras, detrás de él, dos
chicas llamaron su nombre con pucheros.
—No quiero alejarte de con quienes lo estabas haciendo. —Tan
pronto como las palabras salieron de su boca, quiso devolverlas. Hablando
de un desliz freudiano—. ¡Que! Quiero decir lo que estás haciendo.
Pero Max solo se rió y cerró la puerta detrás de él.
—Van a esperar. —Se acercó, puso una mano en la parte baja de su
espalda mientras la guiaba más allá por el pasillo.
Jamison se tensó ante el toque posesivo, y la amarga esencia de
whisky saliendo de él. Pero cuando trató de alejarse, él envolvió su brazo
alrededor de su cintura y la jaló a su lado.
—En serio —le dijo mientras campanas de alarma se disparaban en
su cabeza—. Jared es mi hermano. Si solo me indicaras hacia donde está
su vestidor…
—Iluminador. Te dije que te llevaría y voy a hacerlo. —La mano
alrededor de su cintura se apretó más y fue entonces cuando pasó de estar
ligeramente alarmada a seriamente enloquecer.
Aun así, no podía imaginar que tuviera nada de qué preocuparse
acerca de Max jodido Casey. Especialmente no cuando un puñado de
personas estaban a cerca de cinco metros. Al mismo tiempo, sin embargo,
era una firme creyente de que es mejor prevenir que lamentar.
—En serio. Lo tengo. —Se alejó, esta vez jalando su mano restrictiva
hasta que fue forzado a dejarla ir. Entonces sacó su teléfono—. Jared me
acaba de mandar un mensaje —mintió—. Sé a dónde voy ahora.
—No necesitas huir tan rápidamente. Quédate y habla conmigo por
un par de minutos.
—Jared está esperándome. —Lo que no era exactamente verdad,
pero no era como si planeara quedarse y discutir con Max. No después de
tener su primer buen vistazo de sus ojos. Estaba drogado y en mucho más
que whisky, y no parecía un pase particularmente bueno, de hecho—.
Gracias por la ayuda —le dijo, moviéndose hacia el pasillo rápidamente.
Solo había avanzado unos cuantos pasos cuando la sujetó por detrás.
Empujó su cara contra el muro.
Cubrió su cuerpo con el de él.
—¿Qué estás haciendo? —demandó, sintiendo una vez más que
estaba atrapada en una realidad alternativa.
—Vas por el camino equivocado. —Se agachó y presionó la boca en
su nuca.
Elevó sus hombros, tratando de alejarlo. Pero él era mucho más
fuerte de lo que parecía y solo le tomó un par de minutos darse cuenta de
que no iba a ir a ninguna parte si él no quería.
—¡Vamos, Max, déjame ir! —Trató de ganar su libertad, pero los
golpeados ritmos una vez más habían comenzado a rodar desde el
escenario y fue reducida a gritarle.
Él solo se rió, entonces puso su boca junto a su oído y dijo:
—No te preocupes. Vas a llegar a Jared lo suficientemente pronto.
Solo quiero una probada, ver si eres tan linda y dulce como todos dicen
que eres.
—¡Déjame ir! —gritó, retorciéndose desesperada ahora que había
comenzado a darse cuenta de que Max no planeaba tomar un no por
respuesta. Estaba demasiado pasado o muy presuntuoso para entender
que en verdad no lo quería. Que no se estaba haciendo la difícil.
O tal vez solo no le importaba. No sabía, y no importaba de cualquier
forma. Todo lo que importaba ahora era salir de ahí antes de que tuviera el
tratamiento completo Max Casey. No podía creer que incluso había
pensado que era atractivo.
—¿No sabes quién soy? —demandó mientras se presionaba incluso
más cerca—. Soy Max Casey. Nadie me dice que no. —Sonaba tan
confundido que podría haber sentido lástima por él si no estuviera
desesperadamente aterrorizada de que fuera a violarla justo ahí en el
pasillo, a cinco metros de docenas de personas que no podían escuchar
sus gritos de auxilio.
—¡No! —gritó—. ¡No, no, no! —Levantó los pies, tratando de alcanzar
su espinilla con su tacón de aguja, la estúpida cosa debería servir para
algo, pero él solo se acercó más, así su cuerpo estaba plano contra el de
ella y no tenía espacio para moverse. Casi vomitó cuando lo sintió
presionado contra ella.
—¡Detente, Max! —dijo, moviéndose de lado a lado tan duro como
podía. Pero él la estaba sosteniendo tan apretadamente que no tenía
mucho espacio—. ¡Detente! —rogó—. ¡Por favor, por favor, detente!
No estaba escuchando o quizá estaba demasiado pasado para
escuchar. De cualquier forma, su estómago giró mientras él pasaba su
húmeda boca por su hombro.
—Vamos nena —murmuró, jalando su cabeza hacia atrás así podía
presionar un descuidado beso en su boca—. Solo déjalo pasar.
Entonces lo mordió, enterrando sus dientes en su labio inferior tan
fuerte como pudo. Fue su turno de gritar, de empujarla. Levantó una
mano hacia atrás para golpearla y ella se preparó para el impacto. Tomaría
un golpe en lugar de una violación cualquier día.
Pero su mano nunca conectó. En lugar de eso, fue alejado de ella y
estrellado contra la pared opuesta tan fuerte que escuchó el golpe incluso
por encima del rugido de la música. Fue con él una parte del camino,
hasta que finalmente se las arregló para desenredar la mano de su cabello
y levantarla en un inútil esfuerzo de defenderse.
Incluso entonces le tomó a Jamison un segundo darse cuenta de lo
que estaba pasando, darse cuenta de que era libre. Cuando lo hizo,
tropezó varios metros por el pasillo, desesperada por simplemente alejarse.
Pero mientras se preparaba para correr, obtuvo un vistazo de la cara de su
rescatador mientras empujaba a Max contra el muro.
Ryder.
Era Ryder quien la había encontrado, Ryder quien la había salvado.
Y estaba actualmente gritando obscenidades mientras destruía al otro
cantante.
Capítulo 2
—¿Estás jodidamente loco, Max? —Ryder aterrizó un golpe directo
en la nariz del otro hombre mientras furia salía de él como un tren
desbocado—. ¿Estás en verdad tan jodidamente pasado que crees que
puedes violar a una chica? —Un combo de dos golpes directo al estómago
de Max—. ¿Quién carajos crees que eres? —Se rindió golpeándolo, Max no
estaba poniendo mucha resistencia, y comenzó a azotarlo repetidamente
contra el muro—. ¿Quién. Carajos. Crees. Que. Eres?
Max balbuceó una respuesta completamente inentendible. Una
alarma se encendió en su cabeza, le dijo que se detuviera, pero la cegadora
rabia surgiendo a través de él le hizo imposible escucharla. Cuando había
caminado fuera de su vestidor y vio a Max forzando a esa chica, todo en lo
que había sido capaz de pensar era en Carrie. Acerca de lo que algún
idiota en su Batalla de bandas local le había hecho. Y como ella nunca se
había recuperado. Como siempre lo había culpado por no estar ahí para
ella. Como él siempre se había culpado.
Haciendo su puño para atrás, lo azotó de nuevo en la cara de Max.
El chico era un total idiota. Esta no era la primera vez que Ryder había
pensado que sobrepasaba sus límites en una mujer, pero era la primera
vez que había sido lo suficientemente claro como para que pudiera hacer
algo en lugar de solo hacer un comentario. La primera vez, que siquiera
había visto, que Max había en verdad puesto sus manos en una mujer
indispuesta. El pensamiento de que esto pudo haber pasado antes y solo
no lo había visto, tenía bilis surgiendo en su garganta. La tragó, siguió
desquitándose en Max. Para el momento en que hubo terminado con él, el
otro cantante lo pensaría tres o cuatro veces antes de alguna vez poner sus
manos en otra mujer indispuesta.
—Ryder. —La chica que Max había estado molestando llamó su
nombre en una trémula voz, pero apenas se registró. Estaba demasiado
concentrado en asegurarse de que Max no lastimaría a otra mujer de la
forma en que había tratado de lastimar a esta—. Ryder, detente. —Su voz
era más insistente ahora, y familiar. Muy familiar—. Vamos, Ryder.
Necesitas parar o lo matarás. Por favor. Es suficiente.
Volteó hacia ella, aturdido, su puño aun levantado en el aire. Por
varios segundos no estaba seguro de en verdad estar viéndola, de que ella
en verdad estaba allí.
—¿Jamison?
Ella asintió.
—Estoy bien, Ryder. Lo detuviste. Llegaste aquí antes de que hiciera
algo.
—Jamison —repitió de nuevo mientras finalmente liberaba su agarre
de la playera de Max. Había sido la única cosa manteniendo al otro
cantante en pie y, dejado solo, se deslizó lentamente por la pared hasta
yacer en un sangriento montón en el suelo.
Ryder ni siquiera le disparó una mirada. En lugar de eso, envolvió
un brazo alrededor de la hermanita de su mejor amigo y la llevó a su
pecho.
—¿En serio estas bien? —No podía creer que ella estaba aquí. No
podía creer que era la mujer que Max estaba atacando.
La furia volvió, quemando más fuerte que nunca. Había una parte de
él que quería seguir golpeando a Max hasta que el otro hombre estuviera
inconsciente. Hasta que lo destrozara con sus manos desnudas. Había
tocado a Jamison. Había asustado a Jamison. El bastardo no merecía
vivir.
Más que preparado para terminar lo que comenzó, se dio la vuelta
con un gruñido. Hubiera comenzado a golpear de nuevo a Max si Jamison,
pálida pero entera, no lo hubiera detenido. No con su fuerza, pero con la
mirada en su rostro. Con las palabras que habló.
Se tensó mientras sus palabras golpeaban duro. Se alejó, sin
gustarle la forma en que su voz se había vuelto tan suave y agradecida. No
merecía su gratitud, no merecía nada cuando casi había llegado muy
tarde. Su garganta se cerró mientras era bombardeado con imágenes de lo
que podría haberle pasado a Jamison si no hubiera salido cuando lo hizo.
Incluso peor, de que muy probablemente habría pasado alguna otra noche
a alguna chica mientras él estaba a salvo escondido en su vestidor.
Apagó su cerebro, no queriendo ir ahí esta noche. Pero lo que quería
y lo que tenía, frecuentemente eran dos cosas diferentes, raramente
obtenía más de un par de horas de sueño antes de que las pesadillas lo
encontraran. Esta noche no sería diferente.
Especialmente no después de lo que acababa de pasar con Max. Por
no mencionar lo que lo había hecho abandonar su vestidor para empezar.
Se había duchado rápidamente, había tenido una bebida y entonces había
corrido al pasillo con alguna idea asesina de tratar de encontrar a la
pelirroja del vestido morado. La que había visto mientras estaba en el
escenario y a la que se había sentido tan atraído. Para la que había estado
cantando toda la segunda mitad del concierto, mientras su cerebro se
llenaba de un pensamiento lascivo tras otro.
Mirando a Jamison ahora, parada frente a él en su bonito vestido
morado, se sintió lo más bajo. No la había reconocido en el escenario, no
había sabido que estaba lujurioso por la hermanita de Jared, y uno de sus
mejores amigos. Y ahora que lo hacía, no sabía qué demonios hacer con
todos los pensamientos, las necesidades, que aún estaban arañándolo
desde dentro.
Detrás de él, Max finalmente se movió y apretó sus puños contra la
urgencia de golpear al idiota de nuevo. Después de todo, mataría dos
pájaros de un tiro, liberar algo de la creciente tensión dentro de él y
enseñarle al idiota la importancia de la palabra no.
—Vamos, vamos al vestidor —le dijo a Jamison, inclinándose cerca
de ella y hablando fuerte para ser escuchado por encima de la música de
Darkness—. A revisarte y asegurarnos de que estés bien.
—Estoy bien —le dijo ella de nuevo, mirándolo hasta que estuvo
forzado a mirar sus ojos violetas. Estaban oscuros, pero también firmes.
Eso lo calmaba más que cualquier otra cosa. Al menos hasta que bajó la
mirada y se dio cuenta de que lo rojo en sus labios era sangre, no labial.
—Estas sangrando. —Las palabras cortaron como vidrios mientras
las forzaba desde su repentinamente apretada garganta—. Te lastimó.
Ella levantó una mano temblorosa a su boca, y fue entonces cuando
se dio cuenta de que no estaba tan inafectada como quería que creyera.
Sus ojos contaban una historia, pero esos dedos azules contaban otra.
Una fresca ola de furia lo bañó.
—No creo que sea mi sangre —dijo después de un minuto. Su voz
estaba llena de satisfacción—. Mordí su labio cuando trató de besarme.
Esa segura satisfacción finalmente lo convenció de que ella estaba
bien.
—Una pena que no alcanzaras su lengua. Me gustaría verlo tratar de
explicar porque no podía cantar después de eso.
—No hay forma de que quisiera su lengua lo suficientemente cerca
para morderla, muchas gracias. Además, no creo que estará cantando por
un rato. O hacer cualquier otra cosa para lo que importa. —Miró por
encima de su hombro—. Talvez deberíamos llamar una ambulancia.
—Va a estar bien. No rompí nada.
—¿Cómo sabes?
Porque sabía cómo se sentía romper un hueso, uno propio y el de
alguien más. Sabía cuanta presión necesitaba para hacer el trabajo. Y no
había llegado ahí con Max. No porque no quisiera dañar permanentemente
al tipo, sino porque si hubiera roto los huesos, la pelea se hubiera
terminado mucho más pronto.
—Solo lo sé —le dijo finalmente, esperando que no lo presionara.
No lo hizo. No, él sabía, no porque no fuera curiosa, sino porque el
espectro de su pasado siempre había estado ahí entre ellos. Era solo una
de las muchas razones por las que había mantenido su distancia con ella a
través de la última década. Era demasiado tierna de corazón. Cuando lo
miraba, empatía brotando de esos locos ojos amatista suyos, lo hacía
querer decir cosas que nunca deberían ser dichas en voz alta. Cosas que,
una vez dichas, no podían ser retiradas.
Su pene despertó ante el pensamiento de conectar con Jamison así,
solo poniéndose más dura mientras imágenes de quitarle ese vestido
morado y besar cada centímetro de su suave y voluptuoso cuerpo
explotaron en su cerebro. Pero la avalancha de necesidad fue seguida por
una incluso más fuerte ola de culpa. Esta era la hermana de Jared, la
misma chica que él había consolado después de que había olvidado sus
líneas en la obra de la escuela o había roto con su primer novio. No tenía
que estar pensando en ella como nada más que una amiga.
—¿Dónde está Jared? —preguntó ella, devolviéndolo de golpe a la
realidad.
Señaló con la barbilla hacia el vestidor que Shaken Dirty había
estado usando el último par de días.
—Vamos. Te llevaré con él. —Envolvió un brazo alrededor de sus
hombros y la llevó por el pasillo, haciendo el mayor esfuerzo por ser gentil.
No sabía si Max la había lastimado o solo asustado, pero no estaba
tomando la oportunidad de herirla.
Mientras pasaban el vestidor de Oblivious, golpeó la puerta lo
suficientemente duro para ser escuchado encima del rugido de la música.
Unos cuantos segundos después se abrió para revelar al casi desnudo
bajista de la banda. Cada uno de sus brazos estaba envueltos en una
chica diferente.
—¿Qué pasa hombre? ¿Quieres festejar? —Jake dio un paso atrás
mientras los dejaba pasar.
Ryder señaló con un pulgar encima de su hombro.
—Podrías querer revisar a Max.
—¿Que está mal con él?
—Acabo de golpearlo.
—¿Porque harías eso? —Él chico lucía más sorprendido que
preocupado.
—Porque es un idiota.
Por un segundo, lucía como si Jake fuera a discutir con él.
Eventualmente, sin embargo, solo sacudió la cabeza.
—Eso es verdad. —Después de deshacerse de las admiradoras,
gritó—: Max lo arruinó de nuevo. Alguien deme una mano.
Satisfecho de que no habría problemas del lado de Oblivious, a pesar
de que realmente le importaba una mierda si los había, Ryder se movió a
su propio vestidor. Por supuesto que había olvidado la maldita llave, así
que tuvo que golpear la maldita puerta y esperar hasta que uno de sus
compañeros de banda se dignara a dejarlo entrar.
Wyatt fue el que finalmente respondió, un oscuro ceño en su rostro.
—¿Dónde está el fuego idiota? Estaba a punto de… —Se detuvo a
media oración cuando vio a Jamison, un profundo rubor creciendo en sus
famosos pómulos—. ¡Jelly bean! ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que no
ibas a venir hasta mañana en la noche.
—Quería sorprenderlos, chicos.
—Bueno, lo hiciste. —Wyatt abrió sus brazos y Jamison caminó
directo a ellos. Wyatt le dio un enorme abrazo de oso y entonces
reticentemente la pasó a Quinn y Micah, que estaban empujándolo desde
atrás.
Imaginando que Jamison estaba en buenas manos, Ryder fue hacia
el baño. Abriendo la puerta sin molestarse en golpear, le gritó a Jared, que
estaba en la ducha.
—Jamison está aquí.
—¿Qué? ¿Ahora?
—Sí, ahora. Y acabo de golpear a Max Casey. Pensé que deberías
saberlo.
Cerró la puerta antes de que Jared pudiera levantar su mandíbula
del piso y lo bombardeara con preguntas. Entonces cruzó hacia el bar en
la esquina y le sirvió a Jamison un trago de Patron Silver. Ella estaba
manteniéndose firme, pero era su experiencia que un trago de tequila
hacia maravillas por los nervios alterados.
Para ese momento, Wyatt y Quinn la habían acomodado en el sofá
entre ellos mientras Micah estaba expulsando a tres admiradoras por la
puerta. No lucían exactamente complacidas, y una vez que estuvieron en
la puerta, una de ellas se agarró de él y se negó a irse. Ryder no lo
envidiaba. Especialmente cuando la chica comenzó a llorar y a rogarle que
la dejara quedarse. Segundos después, casi azotó la puerta en su cara. Lo
cual era grosero, seguro, pero a menudo necesario. Solo una de las
muchas razones por las que Ryder no salía con admiradoras a menos que
tuviera que hacerlo.
Le ofreció a Jamison la bebida justo mientras Jared salía rápido del
cuarto. Tenía una toalla en su cintura, pero era obvio que era todo lo que
había tenido tiempo de hacer. Aún se estaba escurriendo.
A Jamison no pareció importarle mientras se lanzaba hacia él. La
levantó y la giró alrededor antes de darle un sonoro beso en la mejilla.
—¡No pensé que vendrías hasta mañana en la noche Jelly Bean!
Habría enviado a alguien a recogerte detrás del escenario antes del
concierto si hubiera sabido que estarías aquí.
—No los había visto tocar en dieciocho meses. El último lugar en el
que quería estar durante su actuación era detrás del escenario. Estuvieron
asombrosos, por cierto. ¡La multitud los amó!
—Fueron un buen público —le dijo Jared.
Ella bufó.
—Para ustedes. No estaban ni de cerca tan entusiasmados cuando
Oblivious estaba en el escenario. O con esa primera banda. ¿Cómo se
llamaba?
—Eclipse —dijo Ryder entre dientes—. Oblivious apesta —espetó.
Solo el sonido de la banda de Max Casey en sus labios lo hacía
querer golpear la mierda fuera del bastardo de nuevo.
—Guao. ¿Qué te está molestando? —demandó Micah.
Antes de que pudiera responder, Jamison se estiró por el trago de
tequila que le había traído y lo tomó como una experta. Él no sabía dónde
había aprendido a beber así, pero quien sea que le hubiera enseñado lo
había hecho bien.
—Es mi culpa —dijo ella después de un segundo, mirando la
puerta—. Pero créanme, he aprendido mi lección. Nunca voy a tratar de
sorprenderlos de nuevo.
Jared y los otros lucían confundidos, al menos hasta que Ryder les
dijo lo que había interrumpido en el pasillo. Jared saltó entonces,
asesinato en sus ojos, pero Ryder había estado esperando eso.
Fue a la puerta del vestidor, se recargó en ella mientras esperaba a
que su mejor amigo se tranquilizara. Iba a tomar un par de minutos. Para
todos ellos, ya que Wyatt, Micah y Quinn eran casi tan protectores con
Jamison como él y Jared. No es que los culpara por estar enojados, pero la
última cosa que necesitaba pasar era que fueran y comenzaran a golpear a
Max de nuevo. Solo en caso de que Oblivious tuviera la tonta idea de
llamar a la policía, Ryder no quería que nadie más pagara por lo que él
había hecho.
—Sal de mi camino, Montgomery —gruñó Jared.
—No hasta que te calmes Matthews —respondió Ryder con
deliberada insolencia.
—Voy a calmarme después de que le enseñe a ese bastardo algunos
modales. —Tomó la playera de Ryder como si fuera a arrancarlo de la
puerta.
—Ryder ya hizo eso —saltó Jamison, pasando debajo del brazo de
Jared y colocándose entre los dos. Lo que estaba realmente apretado
considerando cuan cerca estaba Jared de él, y la abundante naturaleza de
las curvas de ella. No es que él las hubiera notado ni nada—. Cuidó de mí
—continuó ella—. Lo prometo, Jared.
—¿Rompió Ryder su maldito cuello? Porque si no lo hizo, no se hizo
cargo de las cosas a mi satisfacción.
—Quería. —Levantó las manos a las de su hermano, comenzó a
quitarlas de la playera de Ryder. Mientras lo hacía, se movió y su jugoso
trasero se puso en contacto con su pene, a través de la no-
suficientemente-gruesa tela de sus vaqueros, por primera vez. Se sentía
mejor de lo que debería, especialmente considerando que era la hermanita
de Jared.
Infiernos, prácticamente era su hermanita, se dijo mientras
trabajaba para disminuir las inesperadas llamas que el contacto había
causado. Había pasado gran parte de su adolescencia en la casa Matthews
por lo que eran prácticamente familia.
Inhalando aire a través de sus dientes, ella olía tan bien como se
sentía, se pegó a la puerta en un esfuerzo por alejarse de toda su gloriosa
suavidad. Lo que podría haber funcionado si no hubiera estado ya
recargado de la maldita cosa. O si Jamison no hubiera tomado ventaja de
los centímetros extra que se las había arreglado para ganar acomodándose
más firmemente entre ellos.
—Déjalo ir Jared —le dijo a su hermano firmemente—. Solo está
tratando de protegerte de la forma en que me protegió a mí.
Si, Jared, déjame ir, urgió a su amigo silenciosamente. Porque si no
lo hacía, en otro minuto todos ellos iban a ver cuán no-protector se estaba
sintiendo de repente acerca de Jamison. El pensamiento solo lo hizo sentir
más que un bastardo. Especialmente cuando había recordado como la
había encontrado, Max presionado contra ella, su pene apoyado en el
mismo punto en el que estaba descansado actualmente la de Ryder.
Ese pensamiento lo tranquilizó como nada más pudo haberlo hecho.
Sin paciencia, empujó a Jared. Duro. Y resistió, apenas, la urgencia de ir a
golpear la mierda fuera de Max de nuevo.
Su amigo no había estado esperando el empujón y tropezó hacia
atrás un poco. No lejos, pero lo suficiente para que Ryder saliera de una
situación que estaba rápidamente volviéndose insoportable.
—Me ocupé de eso —dijo mientras volvía al bar, esta vez para servir
bebidas para todos ellos—. Ese idiota no estará molestando a Jamison, o a
cualquier otra mujer, por un largo maldito tiempo. —Las palabras eran
tanto para tranquilizarse a sí mismo como para Jared, y se prometió que
tendría otra plática con Max en un par de días, solo para asegurarse de
que de verdad había aprendido algunos modales.
La lucha parecía haber dejado del todo a su mejor amigo.
—No puedo soportar que él la tocara. Quiero hacerlo sangrar.
—Jamison ya hizo eso.
Mientras ella explicaba cómo había mordido al idiota, Ryder tomó un
trago de tequila, entonces se sirvió un segundo. Aun podía sentirla. Olerla,
todo duraznos y crema, y rica, dulce miel. Debería ser ilegal que una mujer
oliera así de bien. Se sintiera tan bien.
Jared se rió mientras Jamison demostraba el lloroso modo en que
Max había gritado cuando lo mordió. Entonces cruzó hacia Ryder y lo
golpeó en la espalda.
—Parece que ustedes en verdad no me necesitaban —dijo mientras
tomaba su propio trago de patrón—. A pesar de que no estoy prometiendo
no herir al bastardo cuando lo vea.
—Solo déjalo ir —imploró Jamison—. No los he visto en casi un año.
La última cosa que quiero hacer es pasar el resto de la noche hablando de
ese estúpido.
—Así que, ¿qué quieres hacer? —preguntó Micah, dejando caer un
casual brazo encima de los hombros de Jamison. Ryan lo vio y le estrechó
los ojos por largo rato, entonces hizo una segunda toma. Le parecía que
últimamente Micah se había estado poniendo demasiado amistoso con
mujeres con las que no debía. Solo la semana pasada en Houston, había
estado todo encima de la prometida de Jared cuando el guitarrista no
estaba alrededor. Ambos habían tenido la ropa puesta, pero, aun así. A
Ryder no le había gustado como lucía eso, no más de lo que le gustaba
esto. Tomó cada gramo de concentración que tenía no decirle al idiota que
retrocediera.
Sin embargo, a Jamison obviamente no le importaba, mientras se
acurrucaba más en el abrazo de Micah.
—¿Tú que crees? Ustedes estuvieron asesinos esta noche. Quiero
celebrar.
—¡Demonios sí! —dijo Wyatt—. Vamos a emborracharnos.
—No exactamente lo que tenía en mente —le dijo Jamison con
sequedad.
—¿Oh sí? ¿Qué tienes en mente? —preguntó Micah, empujando uno
de sus largos rizos rojos lejos de su cara. Ryder luchó contra la repentina,
inexplicable urgencia de azotar su puño en la cara de su compañero de
banda. Tal vez Micah no era el problema después de todo. Tal vez él lo era,
decidió mientras lentamente relajaba sus puños. No tenía razón para estar
pensando así. Sintiéndose así. Y haría bien en recordar eso.
—Quiero que me lleven a bailar —dijo Jamison.
—¿Bailar? —Repitió Quinn con incredulidad.
—Sí, bailar. Hay una tonelada de grandiosos clubs por aquí. Será
divertido. —Se volvió hacia él por apoyo, justo como lo había estado
haciendo desde que tenía diez malditos años—. ¿Verdad Ryder?
—Sí, seguro. Mucha libertad. —Se tomó un tercer trago. Jared lo
estaba mirando extraño, pero Ryder lo ignoró. Si en verdad iba a tener que
salir a una pista de baile con Jamison y todas esas gloriosas curvas suyas,
o peor, pararse ahí mientras ella se acurrucaba con el resto de los chicos,
iba a estar extremadamente borracho cuando lo hiciera. No valía la pena
pensar en todo lo demás.
Capítulo 3
Sentada en el bar de la sección VIP de uno de los clubes más
populares en el área principal de San Diego, Jamison se tomó su tercer
trago de tequila bajo la atenta mirada de su hermano mayor. Conocía la
mirada en su cara, sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que le
exigiera saber qué demonios pasaba con ella. Mientras disfrutaba un trago
de Patron tanto como cualquier otra chica, nunca había sido de las que se
tomaban tres seguidos. Nunca había sido una bebedora para nada, para
ser honesta.
Lo que era deprimente, ahora que lo pensaba. ¿Cómo había llegado a
la vieja edad de veintitrés sin incluso emborracharse? Había ido a la
universidad, incluso había salido con un chico o dos. Por no mencionar
que había pasado la mayor parte de su adolescencia pasando el rato con
una banda de rock. ¿Cómo pudo no haber lanzado la precaución al viento
al menos una vez en todo este tiempo?
Estaba recuperándose de ese error esta noche, decidió, mientras
hacía señas al camarero por otro trago. Jared comenzó a protestar, pero la
mirada que le envió lo detuvo. Si una chica no podía emborracharse con
cinco de sus más cercanos amigos en el mundo después de perder a su
novio, su trabajo, y su carro, todo la misma semana, entonces, ¿cuándo
exactamente se suponía que se emborrachara?
El camarero deslizó el otro trago enfrente de ella y lo alcanzó. Pero
otra mano se cerró en el primero. Altamente indignada, se dio la vuelta
para darle a cualquiera de los chicos que había robado su bebida una
pieza de sus pensamientos, solo para congelarse mientras encontraba a
Ryder parado detrás de ella, sus ojos oscuros e intensos mientras esperaba
su reacción.
El club estaba caliente, incluso aquí atrás donde no había tantas
personas, y observó, indefensa, mientras una sola gota de sudor rodaba
por su garganta. Desapareció debajo del cuello de su simple playera de
cuello V y por un segundo, quiso perseguirla. Lamer la salada dulzura de
ella antes de trazar su hermoso pecho y abdominales con sus labios. Su
lengua. Después de tantos años de preguntarse, estaba muriendo por
saber a qué sabía.
Los ojos de Ryder se estrecharon, casi como si supiera lo que estaba
pensando. Entonces se acercó más, sus duros abdominales chocando
contra su cadera, su pecho a meros centímetros del de ella. Sabía que
estaba jugando con ella, molestándola solo para ver cómo reaccionaba,
como todos los chicos querían hacer en algún momento. Si hubiera sido
uno de los otros chicos el que hubiera robado su bebida, lo habría
golpeado con el codo en el estómago, o lo habría golpeado con su rodilla
mientras trataba de quitárselo.
Pero este no era Wyatt, Micah o Quinn. Este era Ryder y sin
importar cuánto deseaba tocarlo, sabía que no debía. No ahora, cuando
estaba tan encendida por su proximidad que estaba asustada de abrir la
boca. Si hablaba, sabía que iba a terminar revelando cuanto lo deseaba.
No el movimiento más inteligente, especialmente cuando su sobreprotector
hermano estaba a solo unos centímetros.
Bajo sus hipnotizantes ojos, Ryder levantó el trago a sus labios. Hizo
la cabeza hacia atrás. Tragó el claro líquido. Su garganta se movió
mientras tragaba y Jamison estaba tan tentada a sujetarlo, saltar sobre él,
que por un segundo pensó en sentarse sobre sus manos, solo para estar
segura. Pero entonces se estaba acercando más a ella, su musculoso
pecho frotándose contra sus doloridos pezones y se olvidó de su regla de
no tocar. Sus manos fueron a su cintura por voluntad propia, sus dedos
moviéndose solos a través de las presillas de su cinturón mientras él
empujaba su espalda contra el bar.
¡Santa mierda! Incluso con su cerebro nublado por el alcohol, ella no
podía creer que esto estuviera pasando. No podía creer que después de
todos estos años, después de todo este tiempo, Ryder estaba haciendo esto
aquí. Ahora. Con Jared a solo unos metros.
No es que le importara. En ese momento, la única cosa que
importaba era el fuego explotando entre los dos. Ryder estaba tocándola,
estaba agachándose para besarla, estaba…
Su fantasía de la vida real se estrelló a su alrededor mientras él
tomaba una rebanada de limón del vaso en la barra detrás de ella.
Entonces estaba alejándose, mordiendo la jugosa fruta con una sonrisa
descuidada y un comentario fuera de tono a Jared acerca de una de las
mujeres en el bar. Su hermano ignoró a la mujer, estaba demasiado
enamorado de su prometida, quien pasaba a ser su novia de la
preparatoria, para ponerle atención a cualquier mujer zumbando a su
alrededor.
Aun así, calor explotó en las mejillas de Jamison mientras se daba
cuenta de qué idiota había sido. Todo el fuego entre ellos, toda la
necesidad que había sentido construyéndose, había sido solo de un lado.
No había estado frotándose contra ella porque quería, sino porque
necesitaba alcanzar algo.
Era humillante. Y de alguna forma mucho peor que si él se hubiera
dado cuenta de lo que pasaba en su interior. Al menos entonces sabría que
la veía como una persona, como alguien más allá de la hermanita de su
mejor amigo. Mientras se levantaba, se sintió más como la mascota
asexual de la banda que como la sexy, deseable mujer que quería ser por
él. Para él. Era doblemente humillante cuando consideraba el hecho de
que esa grupi había estado tan segura de que podía meterse en su cama.
Que podía satisfacerlo. ¿Qué tenía alguna sobre producida zorra que ella
no?, se preguntó amargamente Jamison. Además de la habilidad de atraer
a Ryder, claro.
Ryder señaló por otra ronda de tragos, entonces se apretujó entre
Jared y ella para descansar sus codos en la barra. Estaba dándole la
espalda, hablando con Jared, pero repentinamente no pudo soportar estar
cerca de él. Tener su cuerpo tocándola sin cuidado, sin significado, cuando
estaba aún tan excitada que quería rogarle que la tocara. No es que alguna
vez haría eso, se aseguró. Si no la quería entonces no había ninguna
oportunidad de que le rogara.
El camarero puso tres tragos de Patron enfrente de ellos, y antes de
que pudiera pensar en lo que estaba haciendo, Jamison se los tomó, uno
después del otro. Su cabeza giró mientras azotaba el último vaso en el
mostrador y se dio cuenta de que Jared y Ryder la estaban mirando
fijamente, con ojos muy abiertos.
Forzando una sonrisa que estaba lejos de sentir, les envió una
mirada de cual-es-el-problema. En ese momento el DJ, Dios lo bendiga,
puso una canción de Beyonce de hace un par de años y se dio la vuelta
hacia el frente del club.
—Quiero bailar —dijo por encima de su hombro mientras hacia su
camino a la abarrotada pista de baile.
Ahora que estaba caminando, la habitación estaba girando como
loca, y tomó cada gramo de concentración que tenía no tropezar mientras
pasaba a través de los apretados cuerpos. Pero estaba determinada a
hacer una salida digna, podía sentir sus ojos en ella y no había forma de
que luciera como alguna estúpida niña que no podía aguantar el licor
enfrente de Ryder.
Incluso si eso era verdad.
Micah estaba dejando la pista de baile cuando llegó ahí, arrastrando
a una linda rubia en un vestido rosa detrás de él. Lo saludó, y él levantó
un dedo moviéndolo entre ella y él, preguntándole si quería que se quedara
con ella. Quería, pero no quería arruinar su cita. La rubia definitivamente
no lucía como si quisiera compartir.
Así que Jamison solo negó con la cabeza y se adentró en la multitud
de la pista de baile. No se detuvo hasta que estaba prácticamente en el
medio, y entonces cerró los ojos y comenzó a moverse. Solo porque no
podía tener a Ryder no quería decir que no pudiera pasarla bien.
***
—¿En realidad no vas a dejarla aquí sola o sí? —Le demandó Ryder a
Jared. La multitud era espesa, especialmente en la pista de baile, pero el
cabello rojo de Jamison la hacía inconfundible. Su mandíbula, y cuerpo, se
tensaron mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y se movía con la
música. No era la mujer más escandalosamente vestida ahí, y sabía
objetivamente que no debía ser considerada la más hermosa. Pero lo era
para él. Estaba hipnotizado, no podía quitar los ojos de ella.
Estaba bailando como si la canción hubiera sido hecha para ella,
sus hombros balanceándose y su cadera curvándose en perfecta sincronía
con las llegadoras letras. Sus locos, esponjados rizos, estaban volando en
cada dirección, y la mirada en su cara era sexy como el infierno. Ojos
cerrados, mejillas ruborizadas, llenos, sedosos labios abiertos
invitadoramente, lucía como una diosa.
Cuando se agachó, sacudiendo su cabello al ritmo de la música, se
dio cuenta de que él no era el único chico en el lugar que la había notado.
Un puñado de los hombres en la pista de baile, incluso algunos que
estaban bailando con otras mujeres, la estaba viendo como si fuera un
brillante regalo que no podían esperar para abrir. Eso lo enloqueció. Casi
tan loco como frotarse contra sus llenos y suaves pechos lo había puesto
más temprano.
No debió haberlo hecho. Lo había sabido en ese momento, pero no
había sido capaz de detenerse. Estirarse por el limón había sido solo una
excusa. Había querido tocarla, sentir toda su suavidad presionada contra
él, aunque fuera solo un minuto. Había querido jugar con ella un poco,
pero había terminado torturándose.
Lo que era loco. Era una de sus amigas más cercanas en el mundo,
por no mencionar que era la hermanita de su mejor amigo, y no tenía que
estar notando cuan esponjosos eran sus pechos. Cuan curvado era su
trasero. Cuan largas eran sus piernas. La había conocido desde que usaba
coletas y jugaba con barbies. Pensar acerca de cómo le gustaba el modo en
que lucía era enfermo. Retorcido.
Mientras, estaba sentado ahí viendo a un puñado de hombres
desearla. Ella ya se había metido en problemas una vez hoy. Estaría
maldito si se sentaba y veía mientras pasaba de nuevo.
—¿En serio no vas a hacer nada? —Le demandó de nuevo a Jared,
que parecía más interesado en su bebida que en mantener a Jamison a
salvo.
—¿Y conseguir mi culo pateado? —preguntó Jared con una
sonrisa—. Sabes cómo se pone si interfiero demasiado. Además, Wyatt y
Quinn están aquí. La van a llevar de regreso.
Ryder se dio la vuelta, escaneando la multitud cerca de donde
Jamison estaba bailando. Seguramente, su baterista y tecladista habían
desechado a las mujeres con las que estaban pasando el rato y habían
comenzado a bailar con Jamison. Eso debió hacerlo sentir mejor, lo hizo
sentir mejor. Al menos hasta que la música cambió a una canción lenta y
ella envolvió sus brazos alrededor del cuello de Quinn y susurró en su
oído.
Quinn se rió de cualquier cosa que ella le dijo, entonces puso sus
manos en su cintura y la acercó más. Demasiado cerca, en la opinión de
Ryder, pero una mirada a Jared, quien estaba totalmente relajado
mientras tomaba una cerveza, le dijo que podría estar sobre reaccionando
un poco. El conocimiento no hizo nada para enfriar su sangre, o la
repentina urgencia que tenía de romper los dedos de su compañero de
banda. ¿A quién le importaba si estaban empezando una gira mundial? El
chico en realidad no necesitaba sus dedos para tocar el teclado, ¿o sí?
Sintiéndose como un idiota por ser tan sobre protector, aun incapaz
de hacer nada al respecto, se dio la vuelta hacia el camarero para ordenar
otra bebida. Cuando el trago llegó, se lo tomó, e hizo señas por otro. Iba a
ser una mala noche, ya era una mala noche, y después de años de ellas,
sabía que ponerse hasta la mierda era la única manera en que iba a
atravesarla.
Excepto que, cuando se volvió de nuevo hacia la pista de baile,
Quinn estaba volviendo hacia el bar y Jamison estaba bailando lento con
alguien más.
Alguien que no era Wyatt o Micah.
Alguien que lucía como si estuviera a segundos de poner sus manos
encima del sexy trasero de Jamison. No estaba alejándolo, pero había
bebido demasiado, esta noche, así que no era como si su juicio estuviera
funcionando bien. Jared podría ser demasiado estúpido para descubrir
que su hermana estaba en problemas, pero Ryder no iba a cometer ese
error de nuevo.
Adrenalina corrió a través de él y estaba a medio camino a través del
club incluso antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo.
El idiota en la pista de baile había movido sus manos, así
descansaban en la espalda baja de Jamison. No sería mucho tiempo antes
de que las moviera más abajo. Ryder tomó el codo de Jamison tan pronto
como la alcanzó.
—Mi turno —dijo, girándola hacia él.
—¡Oye! —El idiota con el que había estado bailando comenzó a
protestar, pero Ryder no le dio ni una oportunidad. Espetó—: ¡Piérdete! —
Al mismo tiempo que empujaba al perdedor fuerte en el pecho. Los puños
del chico se apretaron y por un minuto, parecía que iba a perseguir a
Ryder. Pero una mirada bien colocada lo tuvo dándose la vuelta y
volviendo a la multitud de la que había venido.
Ryder sonrió. Algunas veces lucir como un tipo duro realmente valía
la pena.
Y algunas veces no. Se dio la vuelta para encontrar a Jamison
mirándolo, furiosa.
—¿Qué estás haciendo? —demandó, su voz cerca de tres octavas
más alta de lo normal.
—¿Qué estás haciendo tú?
—¡Estoy bailando!
—Estás borracha.
—¿Y qué?
—¡Ese tipo tenía sus manos todas encima de ti!
Estrechó los ojos, se acomodó todo ese glorioso cabello, y tomó cada
gramo de autocontrol que tenía no estirarse y tocarla. No enredarlo en sus
puños y acercarla más a él. No…
Se movió incomodo mientras su pene se endurecía. Demonios. ¿Qué
demonios estaba mal con él?
—¡Se llama bailar!
Vio rojo, incluso mientras le disparaba una mirada de incredulidad.
—Sí, bueno eso parecía una invitación para follar para mí.
Ella protestó.
—Estas siendo un completo idiota.
—Y tus estas siendo descuidada. No conoces a esos chicos. No
puedes confiar en ellos.
—Yo solo quería bailar. —Su voz tembló un poco y sus ojos amatista
estaban casi incandescentes con rabia. Y algo más. Algo que lucía como
dolor. Lo hizo sentir un completo cabrón lanzarle lo que pasó más
temprano en la cara. Había querido protegerla, no herirla. Era su amiga, la
hermanita de Jared. Era su trabajo cuidar de ella, ¿o no?
Miró de regreso hacia el bar, donde Jared estaba en una profunda
conversación con Quinn. Pero si Jared no estaba preocupado, ¿por qué
debería estarlo él? Jamison tenía derecho a divertirse un poco, ¿no?
Especialmente después de la tarde que había tenido.
Por supuesto que sí. Dio un paso atrás, pasando una frustrada
mano por su cabello.
—Lo lamento —murmuró—. Cometí un error. —Excepto que no se
había sentido como un error. Alejar las manos de ese tipo de Jamison se
había sentido tan necesario como respirar.
Negó con la cabeza para aclararla. Necesitaba otra bebida. Mucho.
—No vas a solo dejarme aquí sola, ¿o sí? —Jamison tomó la cintura
de sus vaqueros—. Aun necesito un compañero de baile.
Se congeló. Sus dedos estaban pasando contra su espalda baja,
generando todo tipo de sensaciones en su interior.
—Necesito una bebida —le dijo, rehusándose a darse vuelta.
—Y yo necesito bailar.
Soltó su pantalón y Ryder dejó salir un suspiro de… ¿alivio?
¿Decepción? No podía decirlo. Al menos no hasta que sus brazos se
envolvieron en su cintura y se recargó en él. Casi gimió ante la sensación
de sus pechos presionados contra su espalda. ¿Qué demonios estaba
planeando? Y entonces, comenzó a moverse, balanceándose suavemente
con la balada que acababa de comenzar.
Era una de ellos: “Entice.” Él y Wyatt habían escrito las letras
durante un descanso de tres días, después de que Wyatt había roto con su
novia, y Ryder había agregado la música cerca de una semana después.
Era una de sus favoritas. La favorita de un montón de personas, parecía,
desde que estaba actualmente en el número tres de las listas después de
diecisiete semanas en el número uno.
Había escuchado la canción un millón de veces, había analizado
cada palabra en los versos que había ayudado a formar, pero esta era la
primera vez que en verdad las había conectado con el coro que Wyatt
había insistido en poner.
Yo empujo, tú jalas.
Yo camino. Tú corres.
Me estiro por ti y te deslizas lejos.
¿Porque me tientas tanto?
¿Porque me tientas tanto? Estoy aturdido. Estoy atónito. Estoy
aturdido.
Era surreal estar parado aquí, escuchando su voz mientras cantaba
acerca de las mismas emociones que actualmente estaba sintiendo.
—¿Qué estás haciendo Jamison? —demandó, dándose la vuelta.
—¿Qué quieres decir?
Comenzó a espetarle, a decirle que no jodiera con su cabeza. Pero
sus ojos estaban ligeramente desenfocados y esta vez cuando se balanceó,
sabía que tenía mucho más que ver con el tequila que había consumido
que con la música sonando actualmente en el club. No podía enojarse con
ella cuando estaba borracha, y no podía culparla por estar borracha
después de todo lo que había pasado más temprano. Lo que significaba
que solo había una cosa que podía hacer. Bailar con ella. Porque no había
forma de que la dejara ahí, vulnerable a cualquier idiota que quisiera
tomar ventaja. Jared podía actuar tan despreocupado como quisiera, pero
él sabía que al segundo en que Jamison comenzara a sujetarse de extraños
del modo en que actualmente se agarraba de él, su hermano estaría todo
sobre esa mierda. Parecía… oportuno solo bailar con ella y mantener las
cosas a un nivel soportable.
Apretando los dientes, se dio la vuelta hacia Jamison. La tomó en
sus brazos. E hizo lo mejor que pudo para no notar lo dulce que olía. O
cuan suave era. O cuan perfecto se sentía su cuerpo presionado contra el
suyo.
Ella descansó su cabeza en su hombro, estaba repentinamente,
absurdamente agradecido por los tacones de diez centímetros que usaba
que le permitían hacer eso. Era alta para una mujer, cerca de 1.70
descalza. Pero él medía uno noventa y, no muy frecuentemente, solo podía
agachar su cabeza y poner su mejilla en la cabeza de una mujer. Lo hizo
ahora, saboreando la dulce esencia de duraznos con crema en ella y la
manera en que su loco cabello picaba su nariz.
—Gracias —murmuró ella.
—¿Por qué?
—Por eso. —Suspiró—. Nadie nunca se ha preocupado por mí antes.
Se siente bien.
Él se tensó.
—Jared se preocupa por ti.
—Eso no es lo mismo. Él es mi hermano. Tiene que preocuparse.
—¿Y que soy yo? —Contuvo el aliento, inseguro de cuál sería su
respuesta. De repente inseguro de lo que quería ser.
Ella retrocedió, mirándolo con enormes y brillantes ojos.
—Tú eres Ryder.
Él aplacó la frustración, y la lujuria, atravesándolo.
—¿Qué significa eso?
—Tu vez quien soy realmente en lugar de lo que quieres ver. —
Suspiró, acurrucándose en él de nuevo—. Justo como yo te veo.
Se congeló por sus palabras, ante la implicación de que veía todas
las cosas que él quería esconder. El pensamiento lo enojó, lo aterró. Pero
también lo encendió, odiaba admitirlo, pero no era como si pudiera negarlo
mientras su pene se ponía mucho más duro cada segundo. Se alejó, sin
querer que Jamison sintiera como lo afectaba.
Tropezó mientras él hacia su cadera hacia atrás, cayendo contra él.
Apretó sus dientes, comenzando a alejarse una segunda vez. Pero de
nuevo, ella flotó hacia él.
Furia lo llenó. ¿Porque estaba haciendo esto? ¿En verdad quería
volverlo loco? Puso sus manos en sus hombros, empujándola así podía ver
su cara. Y fue entonces cuando lo golpeó. Era un idiota.
Jamison no estaba deliberadamente tratando de acerarse a él, no
estaba tratando de hacer que la deseara para nada. Mientras él había
estado pensando con lujuria acerca de ella, había estado tan borracha que
se había desmayado en medio de la pista de baile.
Capítulo 4
Jamison despertó en la oscuridad, con un latiente dolor de cabeza,
un cerebro nublado, y absolutamente sin idea de dónde se encontraba. La
última cosa que recordaba era tomar tres shots de tequila consecutivos.
Tenía una confusa recolección de bailar con Wyatt y Quinn en algún
momento después, pero eso era todo. No había recuerdos de cómo había
terminado la noche o cómo había llegado a donde sea que estaba
actualmente.
Debería estar entrando en pánico, y en cualquier otra ocasión
probablemente lo habría estado. Pero había estado con Shaken Dirty la
pasada noche. No había manera de que su hermano o Ryder, o los otros,
dejaran que algo le sucediera. Y no había manera de que hubieran
permitido que hiciera algo estúpido como ir a casa con algún tipo extraño.
Gruñendo, rodó y enterró su rostro en una de las almohadas. Ugh.
¿Y sus amigos en la universidad se habían preguntado por qué no le
gustaba ir de fiesta? ¿Quién querría estar tan fuera de control que no
podría recordar nada de lo que había dicho o hecho anteriormente? O peor
¿Tan fuera de control que hubieran tenido que confiar su propia seguridad
a alguien más? Era humillante, especialmente considerando lo que casi le
había sucedido entre bastidores la pasada noche.
Con el rostro aún enterrado en la almohada, trató de darle sentido a
los bordes destruidos de su consciencia. Definitivamente recordaba bailar
con Wyatt. Coqueteó con Micah, pensó, sin embargo no pudo recordar nada
que hubiera sido dicho. Y ella… ¿había bailado lento con Ryder? El
pensamiento la tenía temblando otra vez, inquietud abrumándola mientras
se preguntaba qué había dicho. Qué había hecho. ¿Sería capaz de verlo a
los ojos de nuevo una vez que se aclarara o no? Había pasado años
escondiendo sus sentimientos por él. La idea de que había volado todo eso
en una noche era horripilante.
Pero sin importar cuán duro intentó recordar, nada vino. Era como
si los recuerdos estuvieran ahí, enterrados debajo de una pila de arenas
movedizas. Cada vez que intentaba alcanzarlos, comenzaba a hundirse,
pero de alguna forma nunca consiguiendo acercarse a lo que quería
recordar. Era horrible.
Tomando una profunda respiración, se dijo a sí misma que se
calmara. Pero era más fácil decirlo que hacerlo, incluso cuando estaba
siendo distraída por la deliciosa esencia de la almohada en la que
actualmente tenía la cabeza enterrada. Olía cálido y fresco, como cítricos
mezclados con salinidad salvaje del océano.
Olía, se dio cuenta con ni una pequeña cantidad de aprensión, como
a Ryder.
Lo cual era un loco pensamiento, se aseguró. Si estaba en la cama
de alguien, era probablemente la de Jared, mientras él se estrellaba en
algún otro lugar. Su hermano quizás confía en Ryder y los otros chicos con
su propia vida, pero había dejado claro anteriormente que no estaba ni de
cerca confiando con la virtud de su hermana. Su sobreprotección la había
vuelto loca cuando había sido más joven, la enloquecía incluso más ahora.
Pero al mismo tiempo, no podía hacer más que apreciarlo. Había algo que
decir para saber que cuando se encontraba con él y la banda, estaba a
salvo.
Se sentó cautelosamente, miró alrededor. No pudo ver mucho en la
oscuridad, pero lo poco que pudo ver, hizo obvio que no estaba en el
autobús de gira. La cama era por mucho más grande, la habitación mucho
más opulenta. Definitivamente estaba en un hotel, y dado la apariencia de
este, en una de las sofisticadas habitaciones en el lugar.
Lo cual significaba que estaba probablemente de vuelta en la suite
de hotel de los chicos. Jared había mencionado que solo se quedaban en el
autobús si estaban en movimiento. Si estaban en la misma ciudad por
más de un espectáculo, la discográfica usualmente los ponía a todos en un
hotel.
Sabiendo que no sería capaz de volver a dormir hasta que supiera
con seguridad dónde estaba, apartó las cobijas y saltó cuidadosamente a
sus pies. La habitación giró a su alrededor un poco, pero no se sintió
nauseabunda. Solo sedienta y con dolor de cabeza.
Se estiró hacia la lámpara de noche, la encendió, luego maldijo
mientras el dolor en su cabeza explotaba multiplicado por cien. Tras
manotear a la lámpara hasta que se las arregló para apagarla de nuevo, se
hundió en la cama por un segundo y esperó para que el dolor disminuyera.
Mientras lo hacía, se maldijo. ¿Qué en la tierra le había hecho pensar que
festejar como una estrella de rock sería buena idea?
Por alguna razón, el rostro molesto pero preocupado de Ryder
merodeó en la parte posterior de sus párpados, y gimió. Rezó que fuera
solo una alucinación y no un recuerdo. Podía manejar un montón de cosas
sin enloquecer, obviamente, pero quedar como una idiota frente a Ryder no
era una de esas. Por un segundo en realidad contempló escabullirse en
medio de la noche en lugar de enfrentarlo por la mañana, pero sabía que
eso solo preocuparía a Jared y a los otros. Incluso con una memoria
incompleta, estaba segura de que ya había hecho más que suficiente de
eso en el club.
Eventualmente, el dolor disminuyó a uno aburrido y se levantó una
segunda vez. Luego se dirigió al baño contiguo, donde enjuagó su cara y
cepilló sus dientes en un intento de sentirse de alguna forma humana,
antes de ir a trompicones por el corto pasillo hacia lo que lucía como una
sala de estar. Alguien había dejado una lámpara pequeña encendida y la
televisión estaba baja, un infomercial sobre medicina para acné en pleno
auge. Habría rodado los ojos ante las ridículas declaraciones que este
estaba haciendo, pero solo respirar dolía en el momento. Rodar los ojos
sería tortura.
En lugar de ello, se encaminó a rodear el sofá hacia la televisión para
poder apagarla, solo para congelarse cuando se dio cuenta de que Ryder
estaba estirado en el sofá, profundamente dormido.
Se congeló, ¿Entonces había tomado su cama? Se sonrojó un poco,
aumentando en calidez mientras pensaba en el hecho de que acababa de
arrastrarse fuera de entre las sábanas de Ryder. Que la cálida esencia
cítrica con la que se había despertado ciertamente venía de él durmiendo
la noche anterior en el lugar exacto donde había estado recostada.
Ryder atrajo su atención de vuelta a él cuando rodó en su sueño,
murmurando algo que no pudo entender. Lucía tan hermoso yaciendo ahí.
Tan abierto y con la guardia baja e inocente. Ninguna de esas palabras las
habría aplicado a él normalmente, había tenido una vida dura y cuando
estaba despierto, usaba su respuesta a esa dureza como un escudo. Pero
aquí, ahora, dormido, se veía tan vulnerable que rompió su corazón.
Antes de que siquiera supiera que iba a hacerlo, se agachó junto a
él. Se hallaba sin camiseta, usando solo un par de pantalones de pijama
que colgaban lo suficientemente bajos para revelar las afiladas líneas de su
abdomen. Ansió tocarlo, pasar sus manos y labios por los fuertes
contornos de su pecho. Las oscuras, sexys líneas de sus tatuajes que
cubrían tanto de su torso. Pero no tenía ese derecho. Él no era de ella,
nunca sería suyo, y no estaba tan desesperada que tomaría mientras
estuviera dormido lo que jamás le daría estando despierto.
Así que en lugar de ello, solo se sentó ahí, viéndolo en la tenue luz.
Memorizándolo. Después de todo, probablemente nunca tendría esta
oportunidad de nuevo.
Estudió sus tatuajes por largos instantes, preguntándose por qué
nunca antes notó que la posición de las gruesas bandas tribales parecían
estar aprisionando al fénix en su brazo incluso mientras este se alzaba de
las cenizas. Era una de las piezas más hermosas de tinta que jamás
hubiera visto, pero mirándola ahora, desde este ángulo, también era
devastadora.
Como mucho de Ryder lo era.
Oh, lo había visto en esta posición antes, todo cabello salvaje, pecho
desnudo y tinta de chico malo, en un diseño para Rolling Stone. Justo
como esta noche, su mandíbula había estado ensombrecida con vello facial
de dos días, sus orejas, y uno de sus pezones, perforados con gruesos
aros. Pero el parecido terminaba ahí. Para la sesión de fotos, Ryder había
destruido cualquier rastro de vulnerabilidad hasta que todo lo que pudiera
ver alguien mirándolo era la cuidadosamente construida imagen de sexo,
drogas y rock and roll fantástico. Usaba bien la imagen, tan bien que era
casi imposible recordar que en realidad era solo una fachada.
No había nada de esa distancia mientras dormía, no había señales
de la pared que usualmente mantenía entre él y el resto del mundo. En
lugar de eso, lucía cansado, desgastado, como si el hecho de ocultar su
verdadero ser fuera demasiado exhaustivo para manejar.
Le hacía daño a ella, la hacía desear que pudiera ver cuán
maravilloso era. Cómo ya no tenía que ocultar más quién era. No es que no
entendiera. Cuando creces con un padre como el de Ryder, quién golpea a
tu madre y a ti y luego culpa tu mera existencia en cada cosa que está mal
en el mundo, era duro mirar atrás hacia eso y creer que tú eras en
realidad digno de ser humano. Más difícil aún dejar a alguien entrar, no
cuando estás desesperado por ocultar tus defectos.
Ryder se removió de nuevo y ella se forzó a levantarse. Podría pasar
el resto de la noche solo sentada ahí, mirándolo, pero era una invasión a
su privacidad. Una que sabía no tomaría amablemente si estuviera al tanto
de esta.
Un poco más estable en sus pies ahora que estaba totalmente
despierta, caminó hacia el bar en la esquina de la suite. Se consiguió una
botella de agua del mini refrigerador, la bebió en tragos largos y ávidos.
Luego tomó otra y la comenzó a un paso más lento mientras tragaba un
par de Advil provenientes de una botella puesta en el bar como si hubiera
estado esperando por ella. Después de tapar de nuevo la botella, caminó
hacia el gran ventanal que le daba una gloriosa vista de San Diego.
La ciudad lucía tan pacifica desde aquí arriba, tan limpia y hermosa
y perfecta. No sabía en qué hotel estaban, pero debía ser cerca del puerto
porque podía ver una oscura negrura más allá del brillo fluorescente de los
rascacielos que solo podía ser el agua.
Sonrió, un poco mareada ante la vista. Quizás no le gustaría salir de
fiesta con estrellas de rock, pero ciertamente no podía encontrar culpa en
vivir con ellos. La suite era hermosa, la vista increíble. No tenía nada que
ver con el apartamento que Shaken Dirty solía compartir mientras
esperaba por su gran oportunidad. Incluso poco menos que ver con su
apretado pequeño apartamento interior, donde rejas en las ventanas y tres
candados en la puerta eran necesidades de la vida.
Se estiró, trazó un patrón en el vidrio mientras miraba a la
durmiente ciudad muy por debajo. Y pensó en cuán deprimente lucía su
futuro.
No estaba segura de cuánto tiempo estuvo ahí parada, bebiendo su
agua y tratando de no pensar mientras la fatiga pesaba fuertemente en
ella. No había dormido en toda la noche anterior, había estado demasiado
preocupada por el auto, el novio, el trabajo y el escaso estado de sus
finanzas para relajarse lo suficiente para dejarse llevar. Y debió no haber
tenido mucho sueño esta noche, tampoco. Había sido cerca de las dos de
la mañana la última vez que echó un vistazo a su reloj y si el amanecer
estaba justo ahora comenzando a deslizarse por el cielo, no podría haber
estado fuera por mucho.
Lo cual significaba que los chicos no se levantarían en horas. Eso
probablemente la habría molestado normalmente, era totalmente una
persona mañanera, pero en este momento exacto, se sentía solo correcto.
Después de todo, no era como si tuviera un trabajo por el cual levantarse.
Podía dormir tan tarde como los chicos se lo permitieran.
Justo había cruzado la habitación para apagar la televisión cuando
Ryder hizo un sonido estrangulado. Fue bajo, ininteligible… cargado con
incomodidad y desespero. Su corazón saltó a su garganta y se giró para
mirarlo, convencida de que estaba enfermándose. Quizás no había sido la
única que se había embriagado en el bar.
Excepto que la mirada en su rostro le dijo que la enfermedad habría
sido preferible. Cualquier cosa lo hubiera sido. Lucía aterrorizado,
traumatizado, sus ojos se apretaban fuertemente cerrados y su boca
abierta en horror. Estaba golpeando alrededor, pateando a la pierna del
sofá mientras hacía sonidos terribles que cortaban en el mismo centro de
ella.
—¡No! —gritó él—. ¡No! ¡No! Por favor.
Con el corazón en su garganta, Jamison se dejó caer al suelo junto a
él.
—Está bien, Ryder. Es solo un sueño.
Se encontraba demasiado perdido en la pesadilla para escucharla.
Había leído en alguna parte que no se supone que despiertes a
alguien que estaba en medio de un mal sueño, pero no podía dejar a Ryder
así. Estaba obviamente sufriendo, haciendo bajos sonidos brutales en la
parte posterior de su garganta. No podía, absolutamente no podía, dejarlo
así.
—Ryder, por favor. —Puso una mano ligeramente sobre su hombro,
lo sacudió gentilmente. Cuando eso no funcionó, tomó su mano en la
propia, la apretó fuertemente incluso mientras envolvía su brazo libre
alrededor de su cintura en un flojo intento de abrazo—. Está bien. Te
tengo, cariño. Te tengo.
La mano libre de él salió disparada, abrochándose como una banda
de acero alrededor de su cintura. Jamison chilló de sorpresa, pero no
luchó. Incluso cuando tiró de ella más cerca y la giró sobre su cuerpo
postrado, no luchó. Este era Ryder, incluso dormido, incluso atormentado,
sabía que no era como Max. Sabía que nunca la lastimaría.
—Ryder, cariño. Despierta —susurró, su rostro solo a pulgadas del
de él.
No respondió, no dio a entender con algo como un parpadeo o un
cabeceo que la había escuchado. Eso la enloqueció un montón más de lo
que estar sobre él lo había hecho. Aun así, se giró, trató de sentarse,
esperando que el movimiento lo sacaría de cualquier estado de sueño
extraño en el que estaba. Pero todo lo que retorcerse alrededor consiguió
fue una gran mano en su cadera clavándola en su lugar y otra enredada
en su cabello.
—Ryder —jadeó, sorprendida en cuán sin aliento sonaba. Pero no
podía hacer nada. Su cuerpo, su caliente, duro, excitado cuerpo, estaba
presionado íntimamente con el de ella. Y a pesar de que no tenía idea de lo
que él estaba haciendo, eso no parecía importar. Sus pezones estaban
duros, sus pechos doliendo, su sexo húmedo, todo por la sensación de
Ryder debajo de ella. Estaba mal, y se odió por ello, pero no podía prevenir
su respuesta más de lo que él podía prevenir sus pesadillas.
Al mismo tiempo, no podía dejar que esto continuara. Necesitaba
quitarse de encima de él, ahora. Pero mientras se empujaba en sus manos
y trataba de gatear al suelo, él abrió los ojos y la miró directamente en su
ser.
—Quédate —susurró.
Se congeló. ¿Él la estaba mirando, hablándole a ella? ¿O era esa una
palabra desesperada destinada a alguien más?
—Por favor, Jamison, no te vayas. No me dejes. —Su voz fue baja.
Áspera. Suplicante. Y estaba perdida, incluso antes de que él la tirara
hacia abajo y enterrara su rostro en su cuello.
Capítulo 5
Los últimos vestigios de la pesadilla de Ryder se difuminaron,
ayudado por el meloso aroma de melocotón de Jamison presionado sobre
él. Sabía que todavía estaba soñando, sabía que en unos minutos abriría
los ojos y esos momentos de paz se irían. Pero por ahora tomaría el
consuelo que esta Jamison soñada le estaba ofreciendo y se perdería en él.
Disfrutaría de él.
Tomando una respiración honda, contuvo su aroma en lo profundo
de su interior mientras diputaba una vez más para poner a los fantasmas
de su pasado atrás. Era una pelea perdida, una que estaba desgarrándolo
un poco más con cada día que pasaba. Pero tenía que tratar, tenía que
buscar solo un pequeño indulto del dolor de todos los modos en que había
fallado y todas las cosas que había hecho mal.
Sobre él, Jamison canturreó sonidos sin palabras de comodidad. Sus
dedos peinaron despacio por su cabello, alisando el desorden enmarañado
de su cara. Se puso rígido por un segundo, había sido tanto tiempo desde
que había tomado el consuelo de cualquiera que al principio no supo cómo
aceptar lo que le estaba ofreciendo. Pero con el tiempo se relajó, dándose
por vencido por ella.
¿Cómo podría hacer algo más cuando su toque estaba relajándolo de
una manera que nadie más hizo en demasiado tiempo? No tenía idea de
por qué estaba aquí, ahora, en sus sueños, pero no iba a preguntárselo. Y
seguro como el infierno no iba a abandonarla, no cuando podía sentir que
la tensión y la auto-aversión lentamente se escurrían, enterrándolos
profundamente dentro de él mismo donde los mantenía encerrados cuando
estaba consciente. La ausencia del dolor, incluso por un mínimo momento,
se sentía increíble.
No estuvo seguro de cuánto tiempo se quedó allí, perdido en el
extraño alivio de tener a Jamison rodeándolo. Pero estaba agradecido por
cada segundo que el sueño continuaba. Ella no se movía, apenas
respiraba, solo envuelta alrededor de él y permitiéndole absorber su calor y
su ternura. Había sido demasiado tiempo desde que no había sentido esas
emociones, incluso más tiempo desde que se permitió aceptarlas.
Pero nada duraba para siempre, especialmente no en los sueños.
Era como lo que había atravesado cada noche de la última década desde
que Carrie había muerto, por saber que el día finalmente llegaría y su
pesadilla terminaría.
Este era diferente. No quería que esto terminara, no quería dejar
atrás la serenidad que estaba sintiendo. Pero Jamison comenzó a
retorcerse un poquito, su cuerpo moviéndose encima y en contra de él
hasta que un calor diferente empezó a construirse entre ellos.
Gimió por la sensación de ella, apretando su mano en su cadera y
jalándola más cerca hasta que su sexo acabó centrándose directamente
sobre su pene. Se odiaría por este sueño más tarde, por reducir a la
hermanita de Jared a la fantasía sexual más básica, pero ahora se sentía
tan bien que no podía detenerse. No podía resistirlo. Además, no era real.
Nadie más tenía que saber qué ideas perversas y jodidas pasaban dentro
de su cabeza. Este era solo una cosa más que agregar a la pila su auto-
aversión.
Pero más tarde. Mucho más tarde.
Arqueando sus caderas, se molió contra su seductora humedad y
disfrutó de los temblores que ella ni siquiera trataba de ocultar. Sus
pequeños pezones duros lo apuñalaban a través del delgado material de su
camisa y su boca se aguó con la necesidad de probar. De lamer. De
chupar.
Deslizó una mano hacia arriba por su caja torácica. Quería verla,
descubrir si sus pezones eran del mismo rosa delicado como sus labios.
Cuando sus dedos se rozaron contra la parte inferior de sus pechos, se
sacudió contra él, jadeando.
Le gustó el sonido, quería escuchar que lo hiciera de nuevo, así que
golpeteó su pulgar sobre su pezón. Una, dos veces. Luego una y otra vez
hasta que su cuerpo entero estaba temblando.
—¿Ryder, qué estás haciendo? —demandó, su voz quebrándose en la
última palabra.
No tenía una maldita idea. Pero se sentía tan bien que no quiso
parar. No ahora. Nunca. Llevando su otra mano a su cadera, presionó a
Jamison más firmemente contra él incluso si él rotaba las caderas. Placer,
agudo, poderoso, arrollador, se disparó en él al contacto y gimió con la
necesidad de más. Con la necesidad de todo.
La quería, quería a Jamison, y de repente nadie más lo haría. No
cuando su cerebro estaba lleno con imágenes de besar y tocar y follar cada
parte de ella con cada parte de él.
Quería atarla, tenerla completamente a su merced mientras él le
daba tanto placer como ella podría al estar de pie.
Quería doblarla sobre el brazo de este sillón y follarla hasta que no
pudiera pensar, no pudiera respirar, o pudiera ver a nadie más excepto a
él.
Quería sentarla en su cara y lamer cada gota de su melosa dulzura
hasta que se viniera, gritando su nombre.
No tomaría mucho. Podía oler su excitación, podía sentir el calor
húmedo de ella incluso a través del delgado algodón de sus bragas y su
pantalón de pijama.
El pensamiento le dio una pausa por primera vez desde que su
pesadilla se había cambiado a este sueño erótico mucho más placentero.
¿Qué demonios le pasaba a su subconsciente? ¿Por qué Jamison estaba
usando bragas? ¿Y por qué mierda él estaba en pantalones de pijama? Ella
debería estar desnuda, su sexo húmedo y abierto para él así podría
deslizarse justo adentro…
—¡Ryder! —Estaba jadeando ahora, sus dedos enredándose en su
cabello, jalándolo, incluso mientras su cuerpo más abajo se movía
suavemente contra el suyo—. ¿Estás despierto? ¿Estás…
Disparó su lengua fuera para lamer el hueco de su garganta. Mmm.
Sabía tan bien como había esperado. Mordió su clavícula y la sensible piel
de su cuello, luego usó su lengua para lavar las pequeñas punzadas. Su
corazón se estaba volviendo loco, latiendo tan duro y rápido que pudo
sentirlo contra su pecho incluso mientras trazaba el pulso frenético de la
base de su garganta. Apreció su excitación, disfrutó de ella, de hecho, pero
otra vez encontró extraño que sus respuestas físicas se sintieran tan
reales.
Y luego sus dedos estuvieron en su pelo, apretándolo hasta el punto
del dolor. Su otra mano abofeteó contra su pecho mientras trataba de
empujarse arriba y lejos de él. Sus brazos fueron alrededor de su espalda y
apretó su agarre, tratando de mantenerla, mantener el sueño, de que
huyera. No quería regresar al frío, ya no quería estar solo. No cuando la
Jamison del sueño le había mostrado cuán perdido estaba.
Pero ella era insistente, su voz urgente ahora mientras decía su
nombre.
—Ryder. ¡Ryder! Vamos, Ryder, despiértate para mí. Abre los ojos.
Sacudió su hombro, jaló su pelo, y los últimos vestigios de su sueño
se disiparon.
Con un gemido de consternación, se empujó en posición de sentado.
Pero algo estaba fuera. Había un peso suave y caliente en su regazo,
presionando su pecho. Un peso suave, caliente y femenino.
La alarma lo sacudió, ahuyentando lo último de su somnolencia.
Abrió bruscamente los ojos, tratando de enfocarse en el rostro preocupado
a solo pulgadas de él. Y es cuando lo supo. Ninguno de los últimos
minutos pasados —¿horas?— había sido un sueño. Jamison estaba en su
regazo. Sus rodillas estaban a horcajadas de sus caderas. Y su sexo, su
suave, húmedo y glorioso sexo, estaba apoyado íntimamente contra su
pene.
Jared iba a matarlo. Eso si Ryder no hacía el trabajo él mismo.
***
Si necesitaba una prueba de que Ryder no estaba realmente en ello
cuando estaba tocándola, Jamison lo captó al segundo que sus ojos se
aclararon y estuvo obviamente despierto. Una mirada de miserable horror
cruzó su cara, y luego se levantó tan rápidamente que la tumbó, de
trasero, en la alfombra.
—¡Lo siento! —exclamó, extendiendo una mano para ayudarla. Pero
se veía tan asustado por lo que había pasado que terminó alejando su
mano. Más ella por hacerlo tocarla cuando él tan obviamente no quería.
—¿Estás bien? —le preguntó antes de que se levantara.
Le disparó una mirada incrédula.
—Solo caí alrededor de una yarda.
—Quise decir… —Cortó, corrió una mano sobre la parte de atrás de
su cuello—. Tú sabes. No me referí a agarrarte así. ¿Te lastimé?
Solo por estar completamente asustado al notar una vez a quién
estabas tocando. No podría decir eso, sin embargo, sin importar cuánto la
hería su obvia repulsión. ¿Qué decía de ella que Ryder Montgomery,
vocalista y extraordinario dios del sexo, estaba, por todas las metas y
propósitos, traumatizado simplemente porque le había tocado un pecho?
Oh, había una parte de ella que sabía que esto era más sobre quién
era de lo que se veía, pero esa parte no era nada comparada al único grito
suyo por ser una tonta. Por pensar, incluso por un segundo, que Ryder
pudiera haberla querido a ella. Que pudiera haber estado respondiendo
físicamente a ella. Suficientemente malo que era la hermana de Jared y de
un metro sesenta no como las chicas de tipo hermosas y sexys que a Ryder
normalmente le gustaba. Agregando al hecho que era de talla veinte en
lugar de dos y que podría también tener un signo de recházame a lo largo
de su frente.
—Está bien. Estabas durmiendo. Lo capto. —Atravesó de vuelta la
barra y pilló otra botella de agua, más por algo que hacer que por tener
sed real.
—Aun así, debiste golpearme o algo. —Sus pies estaban golpeteando
la alfombra ahora, un signo infalible de que su agitación se estaba
intensificando—. No quería asustarte.
—¡No estaba asustada! Jesús, ¿qué clase de llorona crees que soy?
Le parpadeó por unos segundos, como si estuviera estupefacto por
su estallido o algo. Pero en realidad, ¿cuántas veces un chico puede
disculparse por tocar a una chica antes de que su ego llegue a estar un
poco, mucho más, magullado?
—Max por poco…
—Dame un descanso. No hay una situación en la cual te confundiría
alguna vez con él. Recuerda, yo era la lúcida, no tú. Si estuviera realmente
preocupada de que ibas a lastimarme, te habría pateado en los huevos.
Entonces sería la que pareciera enferma y disculpándome mientras que tú
serías en que me dice que pare. —Hizo una pausa, pretendiendo
considerarlo—. Aunque, hay un chance de que pudieras no ser tan
comprensivo como yo.
Bufó.
—Solo una chance, ¿huh?
—Está bien, un gran chance. —Le pasó una botella de agua—.
Entonces, ¿estamos bien? ¿Acabaste de darte una paliza por algo que
hiciste cuando estabas durmiendo?
Vació el agua en un largo trago, luego bajó lentamente la botella
como si pudiera mirarla con esos chiflados ojos de ónix suyos.
—No estaba dándome una paliza.
—Lo dudo, prácticamente puedo ver los cardenales desde aquí.
—Solo estaba preocupado por ti. No quería que pienses…
—Y yo estaba preocupada por ti. Lo que sea que estabas soñando
pareció más bien horrible. Ese es el por qué fui encima ti cuando empezó.
—Lo dijo deliberadamente, para hacer que pare de disculparse, pero al
segundo que las palabras en efecto golpearon el aire entre ellos, deseó que
pudiera retractarse de ellas. Él literalmente se cerró en banda en frente de
ella.
—¿Lo fue? —Se encogió de hombros, pero su cara estaba
cuidadosamente en blanco—. No recuerdo nada, entonces no debió haber
sido así de malo. —Pero atravesó la barra, dejó encima el agua y sacó un
vaso y una botella de tequila en su lugar.
—¿No tuviste suficiente de eso? —Las palabras escaparon de ella
antes de que pudiera detenerlas. No era de su incumbencia, pero
realmente. Si él desperdiciaba cada noche bebiendo para evadir todos los
fantasmas que lo atormentaban, iba a terminar completamente borracho
al tiempo que tenga treinta y cinco.
Arqueó una ceja hacia ella.
—Esa parece una terrible suerte como la maseta llamando a la
caldera negra1. Si recuerdo correctamente, eres la única que se puso tan

1
Pot calling the kettle black: Es una frase que afirma que la persona te está hablando
es llamado algo que él mismo es (y en general en abundancia). O sea, él le dice borracha a
ella también xD
borracha que tomó tres chupitos de Patron, que se fue a bailar, y acabó
desmayándose en mis brazos.
Sintió el calor trepándose en sus mejillas.
—Lo lamento tanto. Ha sido una semana de mierda, pero esa no es
excusa. Fui completamente irresponsable.
—Es lo mejor que nos pasa. —Brindó hacia ella con su chupito de
Patron antes de tomar de vuelta—. Además, no soy la que necesita ser
disculpara por ti. De verdad asustaste a Jared.
Ella solo podría imaginarlo.
—Todavía tiene que ponerte en tu cama.
—No duermo mucho. Tenía sentido.
Apostó. Con pesadillas como la que había visto obsesionarlo, era un
asombro que no llegara a tener nada de sueño en absoluto. Con esa
comprensión, lo último de su ira hacia él mermó. Por supuesto que quería
culparse a sí mismo por lo que había pasado entre ellos en el sillón. Se
culpó por todo lo demás.
—¿Quieres intentar dormir un poco más? —preguntó—. Es apenas el
amanecer.
—Nah. —No se molestó en ojear hacia el reloj—. Estoy bien. Pero
siéntete libre de regresar a la cama. Probablemente estás mal.
Lo estaba, completamente. Pero se veía tan desolado parado allí, esa
maldita botella de tequila sujetada en su mano como algún tipo de
chupete, que no podría solo alejarse de él. No importa cuán estúpida la
hacía.
—En realidad, estoy bien —le dijo—. Pero estoy hambrienta. ¿Qué
me dices si ordenamos servicio a la habitación y miramos una película?
—¿No tienes que ir a trabajar en un par de horas?
—Nop. No tengo trabajo hoy. —Lo cual no era exactamente una
mentira, se dijo. Tenía, después de todo, el día libre. Y el otro después de
él y el otro después de él y el otro… Se detuvo a sí misma antes de que
terminara tomándose otro chupito de tequila.
—¿Entonces? ¿Qué dices? —Deslizó la botella de Patron de entre sus
manos, metiéndola de regreso bajo la barra. La miró con una mezcla entre
diversión y exasperación, pero no dijo una palabra sobre el trago—.
¿Huevos?
—Obviamente no te emborrachas lo suficientemente a menudo —
dijo—. El desayuno apropiado temprana-mañana-después-de-una-
borrachera son waffles. Con mucho jarabe con tocino extra.
—Tocino extra, ¿huh?
—Definitivamente.
Estiró el brazo hacia el teléfono, dándose la vuelta así no pudiera ver
su sonrisa.
—Entonces es tocino extra.
Capítulo 6
Terminaron viendo Los Vengadores y comiendo las galletas
empapadas en almíbar, con fresas y crema batida. Se sentía un poco
surrealista después de lo que casi había pasado, pero Ryder no podía
recordar la última vez que había disfrutado más.
Claro, tenía una explosión cuando estaba en el escenario, cantando,
los duelos con Jared, electrificando la multitud. Pero sus actuaciones
estaban llenas de expectativas, de los fans, de los otros miembros de
Shaken Dirty, de los promotores de conciertos, su manejo y la discográfica.
Y de sí mismo la mayoría de todos. La peor parte era que se sentía como si
rara vez cumplía con esas expectativas. ¿Cómo podría cuando había
pasado tanto tiempo preguntándose cómo y cuándo y dónde iba a joder
todo? Era su legado de su padre y de Carrie.
Pero estar con Jamison no era así. Al menos no después de que ella
había dejado claro que no había nada enroscado con su pequeña aventura
en el sofá. Que él no la había herido ni asustado o... Cerró su mente antes
de que pudiera ir a donde no quería que fuera. No había ninguna
necesidad de sacar a relucir todas las cosas que no podía cambiar. Aquí
no. Ahora no.
—Bien, entonces tengo pregunta muy seria para ti —le dijo Jamison
mientras se torció el lío loco del pelo en un moño improvisado en la parte
superior de su cabeza. Lo aseguró con un par de lápices que había
encontrado en su bolso, pero en cuestión de segundos empezó a liberarse
del confinamiento, mechones cayendo con abandono por sus mejillas y la
parte posterior de su cuello.
Con un sonido de exasperación, comenzó a meterlos de nuevo en el
moño. No había llegado muy lejos cuando él se acercó y sacó los tres
lápices de su cabello. Los tiró al otro lado de la habitación antes que ella
pudiera exigirlos de regreso, y luego observó como todo aquel glorioso
cabello se vino abajo alrededor de sus hombros. Era como una llama, que
lo llamaba, y por un segundo, solo un segundo se imaginó lo que se
sentiría poner sus manos en puños sobre esos rizos mientras estaba
dentro de ella. Al tenerlos deslizándose sobre sus hombros, su pecho, su
pene…
—¿Estás bromeando? —exclamó ella con exasperación evidente—.
Ahora tengo que comenzar de nuevo. —Sus manos estaban de vuelta en su
cabello, esta vez retorciéndolo en una especie de nudo en la base de su
cuello.
—Déjalo. —Le rozó los dedos lejos, escondió unos rizos errantes tras
la oreja—. Se ve bien en la manera en que está.
Estaba jugando con fuego. Sabía que lo estaba. Al igual que sabía
que iba a ser quemado, ésta era la hermana de Jared, después de todo.
Pequeña Jamison, la misma chica que había ayudado a enseñarle auto-
defensa ante su primera cita y cómo conducir un coche cuando cumplió
los dieciséis.
Solo no se había sentido tan pequeña cuando había estado arriba de
él, su cuerpo glorioso presionando el suyo. Se había sentido como una
mujer hermosa, atractiva a la que deseaba más de lo que deseaba su
próximo aliento. Incluso ahora, parte de él deseaba nada más que tirar de
ella bajo su cuerpo y hacer el amor con ella de la forma en que su pene
estaba gritando por ello.
Si hubiera sido cualquier otra mujer, habría tomado lo que estaba
ofreciendo sin pensarlo dos veces. No era como si estuviera en el hábito de
auto-negación y la deseaba, mucho. Quería abrazarla. Tocarla. Besarla en
este momento, sin nada entre ellos, por el deseo que vibraba en el aire
como las notas finales de una canción de amor.
Quería tirar de su cuerpo contra el suyo y explorar los recovecos de
su dulce boca sin tener que preocuparse acerca de su pasado o su
hermano o cualquiera de las otras cosas que simplemente estaban
esperando tenderles una emboscada.
Pero ésta era Jamison y merecía más, algo mejor, de lo que tenía
para ofrecerle. Independientemente de lo que ella pensaba.
—Ryder. —Su respiración se rompió en su nombre y el calor inundó
su pene.
Cerró los ojos durante unos segundos, rompiendo deliberadamente
la conexión prohibida entre ellos. Luego forzó una sonrisa fácil, bifurcó su
último trozo de galleta, y lo ofreció a ella como lo había hecho un millón de
otras veces a través de los años. Por un momento, parecía como si no la
aceptaría. Como si supiera que hacerlo era dar un paso más lejos del
extraño e inestable suelo donde se encontraban actualmente.
Pero al final, debió haber sabido que él la necesitaba para hacer ese
paso, porque se inclinó hacia adelante para tomar la mordedura, sus
suaves labios rosados cerrándose alrededor del tenedor con un zumbido de
baja apreciación.
Miró hacia otro lado rápidamente, se dijo a sí mismo que no estaba
imaginando su exuberante boca cerrándose sobre su pene con el mismo
placer. Por supuesto que no lo estaba. Eso sería un error, tan malo. Pero
entonces la mano de ella rozó la parte superior de su muslo mientras
alcanzaba una servilleta y casi se fue por las nubes.
Desesperado por algo para alejar de su mente a Jamison, y el sexo
que de ninguna manera podrían tener, Ryder se volvió hacia el televisor.
Vieron como Hulk destruyó secciones enteras de la nave de S.H.I.E.L.D. al
igual que las fuerzas de Loki atacar. Nada como la muerte y la destrucción
cinematográfica para tomar la mente de un chico fuera de la lujuria
arrastrándose en su vientre.
Casi funcionó. Al menos hasta que Jamison se levantó para empujar
el carrito de servicio de habitaciones al pasillo. Cuando volvió, se acomodó
a su lado en el sofá, su exuberante aroma de melocotón envolviéndose
alrededor de él como una manta. Se puso tenso, intentó fingir que le
importaba si la enorme centrifugadora de máquinas de la nave aplastaba a
Iron Man.
No debe haber sido muy convincente, sin embargo, porque solo le
tomó a Jamison un minuto antes de comentar:
—Sabes, nunca tuve la oportunidad de hacerte mi pregunta.
¿Pensaba que estaba tenso antes? Después de esa declaración
estaba apretando la mandíbula con tanta fuerza que era un milagro que no
se rompiera un molar... o tres.
No quería tener esta discusión, no podía tener esta discusión. Sus
pesadillas estaban fuera del alcance de todos, incluso los chicos de
Shaken Dirty, y odiaba que ella lo hubiera visto así.
Solo.
Fuera de control.
Vulnerable.
Se pasó una mano por la cara.
—Mira, tal vez esto no es una buena idea.
—¿Qué no lo es?
—Toda esta... —Agitó un dedo hacia atrás y hacia adelante entre
ellos—. Cosa.
—¿Toda esta qué? —Pareció desconcertada—. ¿Conversación?
—Sí. —Miró hacia otro lado, aliviado de que lo entendía. Claro, eso lo
hacía parecer un cobarde total, pero no le importaba. No cuando eso
significaba que escapó ileso.
Durante largos segundos, ella no dijo nada. Luego levantó una ceja,
olisqueó con desdén. No era consciente de que elegir un superhéroe era
una cosa tan emocional.
—Es decir, soy una chica Iron Man, pero si es la gran cosa para ti,
podemos hablar de otra cosa.
—¿Esa era tu gran pregunta? —Se sentía como si hubiera perdido
un paso o nueve de la conversación. Al menos hasta que consiguió un
vistazo de los ojos de ella y se dio cuenta de sabía... y le había tirado un
salvavidas. La tensión se drenó de sus hombros—. ¿Qué Avenger me
gusta?
—Es una cuestión importante. Iron Man es claramente superior, pero
cada uno de los otros tiene sus buenos puntos así que…
—¿Estás bromeando? —dijo él con una sonrisa—. ¿Quién dice que
Iron Man es superior?
—¿Quién no? En serio, ¿quién es mejor que de Tony fenómeno
Stark?
—¿Uh, Hulk? Obviamente.
—¿Estás loco? —preguntó, incrédula—. Iron Man arriesga todo para
salvar a la gente en esta película. Casi se muere. Además de que es
inteligente, caliente y rico.
—Hulk está dispuesto a morir por la gente, también. Y es muy
inteligente.
Ella se burló.
—Oh por favor. El Doctor Banner es inteligente. Hulk es un monstruo
gigante verde de rabia.
Era su turno para burlarse.
—¿Al igual que usar un traje de metal convierte automáticamente a
un chico en un héroe?
—Lo es si lo usa para el bien. Ser un héroe es sobre mucho más que
un simple destrozar a los malos. Se trata de elegir hacer algo para hacer
del mundo un lugar mejor, incluso si mueres haciéndolo.
Sus palabras golpearon un poco demasiado cerca de casa, y lo sintió
en lo más profundo en la boca del estómago. Pero no quería que ella
supiera lo mucho que lo había desconcertado, por lo que resopló. Entornó
los ojos. Trabajó hasta una mueca decente cuando dijo finalmente:
—El heroísmo está muy sobrevalorado. Nadie puede detener que algo
suceda, Jamison. Lo mejor que alguien puede esperar es posponer lo
inevitable.
—Eso no es cierto. Me salvaste de Max. No dejaste que me lastime.
—Eso fue pura, pura suerte. Si no hubiera salido cuando lo hice…
—Pero lo hiciste. Saliste entonces, Ryder. Y lo detuviste. Nadie más
lo hizo.
Sus ojos relucían con gratitud y algo más que él no podía, no quería,
nombrar. Desvió la mirada por lo que no tenía que verlo.
—Sí, bueno, no estaré allí la próxima vez que algún idiota intente
meterse contigo.
—Tal vez no habrá una próxima vez.
—Sí, claro. —Se pasó una mano por el pelo frustrado—. Debido a
que el mundo está hecho de pastillas de goma y unicornios.
—No he dicho eso.
—No tenías que hacerlo. Es como si vivieras en un universo
diferente, Jamison. Uno en el que ni siquiera se te ocurrió que no eres la
primera, y probablemente no serás la última.
La rabia lo llenó todo otra vez al recordar cómo la había encontrado
antes. No estaba contento de no llamar a la policía, pero sabía que no
haría mucho bien. Sin daño real hecho a Jamison, o al menos eso era lo
que el lado de Max discutiría, y Ryder no tenía ninguna duda de que Max
terminaría eludiendo todo.
Iba a tener una charla con Max más tarde hoy. Asegurarse que el
cantante pensara dos veces antes siquiera de sacar cualquier mierda así
de nuevo. Asegurarse de que entendía que sería perjudicial para su salud.
—No sabes que él herirá a nadie más.
—Tonterías. Si todo lo que quería era conseguir un polvo, ¿por qué
no iba a por una de las tantas chicas disponibles entre bastidores? Quería
herirte porque podía hacerlo. —Las manos de Ryder se apretaron en puños
bajo su propia voluntad—. ¿Cuántas veces ha sucedido eso solo en este
tour, justo debajo de mi nariz? He jugado al póquer con ese idiota. Apiñado
con él más de una vez. Y todo este tiempo él estaba…
—¡Maldita sea, Ryder! No puedes continuar haciéndote esto. —
Jamison puso una mano sobre la de él, la apretó—. Has estado
castigándote durante casi una década. Esto tiene que parar. —Trató de
poner sus brazos alrededor de él, abrazarlo, pero no la dejó. No podía. No
cuando un bulto estaba tratando de formarse en la parte posterior de su
garganta. Tragó, se negó a ceder a las emociones hundiéndolo como un
tsunami.
Mierda, debería haberla ignorado. Debería haber tenido esos
chupitos extra de tequila. Si todavía estuviera borracho entonces no
estaría aquí sentado como un cobarde total, tratando de no perderlo por
completo.
—Tal vez tengas razón —le dijo, tratando de alcanzar el control
remoto para poder subir el volumen del televisor—. Tal vez Iron Man
realmente es el mejor Avenger. Claro, no sabe cuándo mantener la boca
cerrada, pero supongo que eso no es todo. ¿Cierto, Jamison?
Ella abrió la boca y sabía que había anotado un golpe directo, pero él
se negó a disculparse. Se negó siquiera a mirarla. En su lugar, pateó sus
piernas sobre la mesa de café frente a ellos y se concentró en la película
como si su vida dependiera de ello.
Y tal vez lo hacía. Dios sabía, que no iba a hacerlo si tuviera que
hacer un refrito del pasado esta noche, especialmente con Jamison. No,
sería mejor para todos si se sentaba aquí y veía la estúpida película. El
hecho de que no podía ver absolutamente nada gracias a la neblina roja
delante de sus ojos era totalmente intrascendente.
Esperaba que la insinuación fuera realmente más que un letrero de
No Traspasar, en luces de neón, pero ella no se volvió de nuevo a la
película. Durante largos segundos, no hizo nada en absoluto. No se movió.
No habló. No se sentó con la espalda contra los cojines del sofá. Demonios,
ni siquiera estaba seguro de que respiraba.
En cambio, se sentó allí, observándolo. Deseando que la mirara. Que
le hablara. Pero no iba a hacer eso. No ahora. No…
—Ryder, por favor. No…
—Mira la película, Jamison.
—No me importa la película. Me preocupo por ti. Acerca de la
manera que siempre te castigas por cosas sobre las que no tienes control.
—¿No recibiste la nota? Soy una estrella de rock, bebé. —Se burló de
ella—. Estoy demasiado absorto en mí mismo para preocuparme por nada
más que en mi próxima bebida y cogida viniendo.
—Mentira. —Puso una mano temblorosa en el medio de su pecho,
justo sobre su corazón. Pensando que debía estar fría, él tomó la manta en
el extremo del sofá, y comenzó a cubrirla. Pero luego se dio cuenta de que
ella no era la que temblaba. Era él. Maldita sea.
—Debes retroceder, Jamison —le dijo con los dientes apretados—.
No quiero hablar de esto ahora.
—Nunca quieres hablar. No acerca de esto. Es por eso que
necesitas…
—No necesito hacer nada excepto dormir un poco. —Se puso de pie,
tiró el control remoto en el sofá—. ¿Quieres la cama?
—¡No me importa una mierda la cama! Quiero hablar…
—Creo que eso significa que la tomaré —comenzó a atravesar la
habitación, en modo total de auto conservación ahora. Él quería,
necesitaba, escapar. Claro, había una parte de él que pensaba quedarse,
para disfrutar de la calidez que se derramaba de ella. Para tocar y besar su
hermoso cuerpo y escuchar todas las mentiras que estaba tan ansiosa de
decir. Para decirle algunas mentiras suyas. Mentiras que la callarían y
meterían en su cama así no tenía que pensar, no tenía que sentir. No tenía
que hacer nada más que follar.
Pero ésta era Jamison, no una groupie solo en busca de un buen
momento. No podía tratarla así.
Ella no entendía. No había estado allí. No sabía qué había pasado
con Carrie, no en verdad. No sabía que se había apartado de ella debido a
su propia culpa. No sabía que…
Se interrumpió. Había todo un infierno que Jamison no conocía y no
iba a golpearse a sí mismo sobre ello. Así como ella era la única que se
negaba a reconocer que quería estar solo ahora. Así que al diablo con sus
sentimientos y al diablo con ser gentil. Obviamente a ella no le importaba
una mierda cómo él se sentía.
—Ve lo más lejos posible de mí —gruñó justo antes de llegar a la
puerta de su dormitorio.
Lo había seguido y aunque se negó a mirarla, sintió su retroceso en
sus palabras.
—Lo siento. No era mi intención molestarte. Solo quería ayudar.
—¿Qué soy yo, un puto caso de caridad? ¿Cuándo vas a conseguir
meter en tu cabeza que no necesito de tu ayuda? ¡No quiero tu ayuda!
Estoy bien —rugió, poniéndole las manos en sus hombros y haciéndola
retroceder contra la pared del pasillo. Sus ojos se abrieron, el pulso en la
base de su cuello estaba latiendo de repente el triple.
Deslizó la mano de su hombro hasta su clavícula, luego hacia arriba
por lo que sus dedos estaban descansando contra el hueco de su garganta.
—Te dije que te detuvieras, te he dicho que retrocedieras. Te dije que
no quería hablar de ello. Pero sigues empujando y empujando.
Podía sentir su corazón latiendo salvajemente bajo su mano, su
respiración viniendo más y más rápido. En respuesta, acarició sus dedos
sobre el pulso excesivamente rápido, entonces esperó a ver lo que ella
haría. Él no le haría daño, nunca podría herirla, pero no estaba sobre
hacerla retroceder si eso le podría conseguir un poco de paz.
Ella lamió sus labios, susurró su nombre. Sin embargo, su plan
había fracasado. No había cautela en sus ojos, ningún temor. Solo el
mismo deseo que actualmente estaba en apogeo en su interior.
—Ryder…
—Todavía estás hablando. —Deslizó su mano hasta su mandíbula,
presionó su pulgar contra su boca, y frotó. Los últimos restos de lápiz
labial de la noche anterior manchado por su mejilla.
—Lo siento.
Estaba pidiendo disculpas por mucho más que decir su nombre,
pero él no quería oírlo. Lo había empujado demasiado lejos.
—Yo también.
Sin embargo, no podían estar aquí de esta manera toda la mañana.
Se movió, comenzó a dar marcha atrás. Y fue entonces cuando ella hizo la
única cosa que absolutamente él no esperaba. Lo mordió, duro, sus
dientes pequeños y blancos hundiéndose bruscamente en la yema de su
dedo pulgar.
Capítulo 7
Jamison observó, con el corazón en la garganta, como los ojos de
Ryder se oscurecieron pasando de negro a oscuros. Ella no sabía porque lo
había hecho, excepto que había tantas emociones girando dentro de sí que
no había sabido que hacer con todas ellas. Lástima, tristeza, miedo,
cariño, lujuria…
Sabía que debió haber hecho caso a su advertencia, sabía que no
tenía ningún derecho de empujarlo de la manera en que lo había hecho.
Pero él se estaba ahogando y ni siquiera se daba cuenta de ello. Había
tenido que hacer algo. Entonces, cuando la empujó hacia arriba contra la
pared, como si eso fuera a hacer algo aparte de encenderla, había estado
tan hermoso, tan furioso y tan sexy que solo lo había mordido.
Ahora parecía como si Ryder estuviera al borde de morderla. Esperó,
estaba preparada, para que él retrocediera. Para que le gritara o la
amenazara o entrara como una tormenta en su habitación y tirara la
puerta, terminando efectivamente su conversación de una vez por todas.
Pero al final, no hizo ninguna de esas.
En su lugar, se inclinó hacia adelante, presionando su cuerpo contra
el de ella. Su pecho contra sus tetas. Su cadera contra su estómago. Podía
sentirlo en todas partes, caliente, duro y torturado. Sus párpados se
volvieron pesados, amenazando con cerrarse, pero los mantuvo arriba con
pura fuerza de voluntad. Había estado esperando tanto tiempo para que la
mirara así, para que la tocara así. De ninguna manera se iba a perder un
segundo de ello.
Entonces su otra mano se deslizó de su hombro a su mandíbula así
él estaba enmarcando ambos lados de su cara, y sus rodillas se volvieron
débiles.
—Ryder —fue más un gemido que una palabra.
Él cerró sus ojos, descansó su frente contra la suya. La tensión en
sus hombros, la mirada de angustia en su cara, fue casi insoportable. Ella
quería, necesitaba, calmarlo.
—Dime que me vaya a la cama —susurró, sonando angustiado—.
Que te deje sola.
—No. —No haría eso. No ahora, ni nunca. Envolvió sus brazos
alrededor de su cintura, lo aferró a ella. Él estaba temblando, pero
entonces, ella también lo estaba. ¿Cómo podría no estarlo cuando sus
labios estaban a una pulgada o así de los suyos?
—Hazlo.
—No. —Apretó su agarre.
Él gruñó. Un bajo, sonido torturado que rasgó a través de cada parte
suya. Y entonces estaba bajando su boca, levantando su barbilla.
Presionando sus labios gentilmente, suavemente, a los suyos.
En esos primeros, momentos increíbles, el primer pensamiento de
Jamison fue que Ryder realmente sabía cómo besar.
Su segundo pensamiento fue que ese beso, el cual había esperado
por al menos una década, había valido la pena la espera.
Su tercer pensamiento, oh, ¿a quién estaba engañando? No hubo
tercer pensamiento. No había nada más que deseo, placer, necesidad
mientras su boca reclamaba la suya. Mientras su lengua acariciaba la
unión de sus labios, explorando las esquinas de su boca y haciendo que
volara cualquier célula cerebral que ella no había apagado con su
borrachera.
—Sabes tan bien —murmuró él, entonces chupó su labio inferior
gentilmente entre sus dientes. Ella jadeó ante la sensación, ante la suave,
succión repetitiva que enviaba escalofríos que se escabullían de arriba
abajo por su espina dorsal. Ryder rió suavemente ante su reacción, sus
dedos apretándose sobre su cadera y su cabello, no lo suficiente para
herir, pero definitivamente lo suficiente para recordarle que él estaba allí.
Y que estaba a cargo.
—Tú también —susurró ella contra su boca, lamiendo sus labios en
un esfuerzo para tener más de él. Sabía justo como olía, como tequila y
limones y caliente, brisa salada del mar.
Desde el momento en que se había mudado a San Diego, había sido
arrastrada a la playa. Al olor y el sabor y el sonido de ella. Se preguntaba
ahora si lo que más le había gustado del agua era que,
subconscientemente por lo menos, le había recordado a él. A Ryder.
Su mano se apretó en su cabello, llamándola de regreso al presente
incluso mientras levantaba su cabeza en un ángulo que le daría el mejor
acceso. Y entonces su boca estaba en la de ella otra vez, tirando su labio
inferior entre sus dientes así podría mordisquearlo suavemente antes de
aliviar el pequeño dolor con su lengua.
Ella gimió un poco, llevó sus manos arriba para enterrarlas en su
cabello de ceda. Él se sentía tan bien, sabía tan bien, que deseó poder vivir
en este momento por siempre. Deseó poder congelar el tiempo así no
habría ninguna gira que se lo llevara lejos de ella, ningún problema de
trabajo por el que preocuparse, ninguna fanática que presumiera delante
de él.
Así no habría nada ni nadie aparte de ella y él, y la electricidad que
se movía entre ellos.
Era un deseo tonto, y uno peligroso. La pequeña parte de su cerebro
que todavía estaba funcionando le gritó que se detuviera, que lo detuviera
antes de que se metiera en lo profundo, pero era difícil escuchar la
advertencia sobre los bordes desiguales de su respiración, el fuerte
golpetear de su corazón. No habría hecho caso de todos modos, no en el
momento en que tenía a Ryder exactamente donde siempre lo había
querido. En sus brazos.
Él levantó la cabeza hacia atrás un poco más y cualquier pequeña
cantidad de racionalidad que tenía la abandonó. Pero ¿cómo no podría
abandonarla cuando estaba devorando su boca y cuerpo y su torturada
alma envolviendo la suya hasta que todo en lo que podía pensar era en él?
Gimió bajo en su garganta, enredó sus dedos en su cabello, y tiró. El
tiempo para gentileza, para la sutil construcción de deseo, ya se había ido.
La necesidad era una salvaje cosa sin sentido entre ellos, levantándose
como una ola hasta que todo la abrumó.
Era su turno de morder su boca, para correr su lengua sobre sus
dientes, la piel sensible entre su encía y su labio superior. Él gruñó, chupó
su lengua en lo profundo de su boca, y ella jadeó. Nunca antes había sido
besada así, nunca sintió tal hermosa carnalidad tan brutal por otro
hombre. Quería aferrarse a este momento por siempre, saborearlo, y a él,
por tanto tiempo como pudiera
Por tanto tiempo como él se lo permitiera.
Sus dedos pasaron debajo del dobladillo de su camiseta, rozando su
caja torácica para suavemente acariciar su estómago y su espalda baja.
Tembló, se sentía tan bien, entonces deslizó sus manos lentamente hacia
arriba por su espalda.
Era delgado pero musculoso de todas esas horas de tocar la guitarra
y de ejercitarse cuando no podía dormir. Lo había visto sin camisa un
millón de veces a través de los años, en persona, en la pantalla y en fotos,
pero nunca se había dado cuenta de lo bien que se sentiría tocarlo. Correr
sus manos hacia arriba por su columna y sobre los músculos en forma de
su espalda alta. Deslizar sus dedos sobre la tinta de sus tatuajes.
Era duro, caliente y tan atractivo, que quería lamerlo justo allí en el
pasillo. Lo haría también, tan pronto como pudiera lograr dejar de besarlo.
Lo cual, ahora que pensaba en ello, no sería por un rato. Sabía muy bien.
Sus dedos ahora estaban en los botones en el frente de su camisa.
Luego estaban trazando a lo largo de la línea de su sujetador, sus cálidas
palmas descansando sobre su estómago. Un temblor de deseo hizo su
camino a través de ella, y Jamison se agarró de sus hombros por apoyo.
Él sonrió contra sus labios, la presionó más firmemente contra la
pared mientras continuaba con su exploración. Su pérdida de control ni
siquiera lo había perturbado, pero entonces debía estar acostumbrado a
que las mujeres tuvieran las rodillas débiles a su alrededor.
El pensamiento la empujó fuera de su estupor sexual inducido por
Ryder. No completamente, pero suficiente para que su conciencia
apareciera. Giró su cabeza para romper el beso, cubrió sus manos con las
suyas. Él se detuvo enseguida, como había sabido que haría.
Por supuesto, en el segundo que él lo hizo, pudo haberse pateado a
sí misma por haberlo detenido. ¿Qué estaba mal con ella? Ryder había
estado con docenas de mujeres, cientos de mujeres probablemente, en los
últimos años. Pero ella quería esto, lo quería, gravemente, entonces, ¿por
qué su conciencia había escogido este momento para bombardearla con
segundos pensamientos? ¿Por qué lo había detenido cuando obviamente él
estaba en ello? ¿En ella?
Porque, reconoció con una mueca, no quería ser otra muesca en su
cinturón, otra chica que olvidaría tan pronto como se subiera la cremallera
de sus pantalones. Quería saber que le importaba. Sino de la misma
manera en que a ella le importaba él, entonces lo suficiente para que la
eligiera, y no solo para dormir con ella como un medio para detener el
dolor que sabía que él guardaba en lo profundo.
Cuando no dijo nada, o hizo algún movimiento de apartarse de su
agarre, Ryder murmuró:
—Jamison, ¿bebé? ¿Estás bien?
Él estaba respirando fuerte, incluso jadeando un poco, y su obvia
excitación la hizo sentir un millón de veces más segura. Como lo hizo su
preocupación por ella. Incluso si era solo por ahora, solo por este corto
momento, la quería, se preocupaba por ella. Era suficiente.
Suavemente empujó sus hombros. Cuando se apartó, luciendo
precavido y más que un poco confundido, agarró su mano y continuó por
el pasillo hacia la habitación en la que había despertado. Una vez que él se
dio cuenta a donde estaba yendo, se puso rígido. Se detuvo.
Jamison se congeló, sus mejillas quemando con humillación. Se
había equivocado. Había asumido demasiado. Ryder no la quería después
de todo.
—Yo… yo…
Su boca se apresuró sobre su hombro antes de que se pudiera
disculpar, su lengua lamiendo sobre la curva donde su cuello se
encontraba con la línea de su hombro. Los lentos, círculos húmedos
tuvieron sus ojos cruzándose y su sexo tensándose con deseo y alivio. La
quería. Gracias a Dios.
Lanzó la cabeza hacia atrás, recostándola contra su pecho para darle
un mejor acceso. Sus ojos se agitaron cerrados incluso mientras luchó
contra ello. No podía evitarlo. Se sentía tan bien, él se sentía tan bien que
ni siquiera registró el sonido de una puerta abriéndose al principio del
pasillo.
Por lo menos no hasta que Jared gritó:
—¿Qué demonios está pasando aquí?
****
Ante el sonido de la voz de su mejor amigo, la niebla sensual que
había envuelto a Ryder desde el primer momento en que tocó a Jamison se
esfumó. Parpadeó un par de veces, aceptando la furia en la cara de Jared.
Luego bajó la mirada a Jamison en un esfuerzo para tratar de averiguar
qué tan mal lucía.
Mierda. Estaban jodidos. O al menos él lo estaba.
La parte de arriba de su camisa estaba abierta, sus completos y
deliciosos pechos derramándose sobre la parte superior de su sujetador de
encaje negro. Su pálida, piel de pelirroja estaba sonrojada con excitación y
sus labios estaban hinchados por sus besos. Sin mencionar el hecho que
en el segundo en que se apartara de él sería obvio para Jared cuan
caliente Jamison lo había puesto. Su pene estaba lo suficientemente duro
como para golpear clavos, incluso con Jared mirándolo como si quisiera
desmembrarlo miembro a miembro.
—No es…
—¿Lo que parece? —Los ojos se Jared se estrecharon
peligrosamente.
Al igual que los de Jamison, quien se había dado la vuelta para
mirarlo en incredulidad incluso mientras se abotonaba la parte superior de
su camisa. Maldición, no había forma de que él ganara esta.
Lanzó sus manos hacia arriba.
—Está bien, es exactamente lo que parece.
—Sí, soy profundamente consciente de eso. Idiota.
Jamison se giró para mirar a Jared.
—¿Por qué no vuelves a dormir? Esto no es tu problema —dijo.
Jared la miró boquiabierto, su boca cerrándose y abriéndose
mientras pensaba, y descartaba, lo que parecían cientos de cosas
diferentes para decir. Finalmente se decidió por—: ¡Eres mi hermana!
—Sí, lo soy. Hermana, no hija. Nunca me metí en tú camino cuando
estabas con alguien. Apreciaría la misma cortesía. —Lanzó su cabello
sobre el hombro en un gesto cargado de indignación, luego se deslizó a
través de la puerta dentro de la habitación de Ryder—. ¿Vas a venir? —le
preguntó sobre su hombro.
Fue su turno de mirarla fijamente, con la boca cerrándose y
abriéndose como un trucha mientras trataba de encontrar su camino a
través del campo minado que había aparecido delante de él. Una rápida
mirada a Jared le dijo que su amigo lo mataría si se movía una pulgada
hacia la dirección de Jamison. Y aunque no era conocido por alejarse de
una pelea, no iba a pelearse con Jared. No cuando, claramente, era él
quien estaba equivocado.
Mierda. ¿Qué demonios estaba pensando? ¿Cuán molesto, alterado,
y retorcido había estado para que besar a Jamison pareciera una buena
idea? Sabía que habría pasado después de que la besara, era tan dulce,
tan caliente, que no había sido capaz de pensar en otra cosa sino estar
dentro de ella. Pero, ¿por qué la había besado en primer lugar? Con su
pasado, y presente, no tenía ningún derecho a estar cerca en ninguna
parte de una mujer así, y lo sabía, aunque ella no.
—Mira —finalmente le dijo a ella—. ¿Por qué no duermes un poco?
Podemos… hablar más, más tarde.
—¿Hablar? —La palabra llena de sarcasmo—. ¿Es eso lo que
estábamos haciendo?
Empujó frustrado una mano a través de su cabello.
—Jamison…
—No te estreses buscando una excusa —le dijo, con la nariz arriba—
. Lo entiendo.
No entendía ni una jodida cosa y no sabía cómo explicárselo. No
justo ahora que su cerebro todavía estaba nublado con deseo y su pene
todavía adolorido con la necesidad de enterrarse dentro de ella.
Nunca sería capaz de hace lo correcto por ella, incluso si lo quería.
Había mucha oscuridad dentro de él, muchas cosas que había hecho que
no podría retirar. La química entre él y Jamison podía de repente ser fuera
de serie, pero eso no significaba que pudiera haber algo entre ellos. Porque
no podía ser. No permitiría que pasara.
Ahora, si solo no hubiera dejado que su pene pensara por los
últimos diez minutos, nada de esto habría pasado. No estaría mal del
estómago, Jared no lo miraría como si quisiera arrancarle las cuerdas
bucales y Jamison… Jamison no luciría tan malditamente herida mientras
cerraba la puerta de la habitación de golpe detrás de ella. Olviden a Jared,
si hubiera podido llegar a Jared, habría tenido que patear su propio
trasero. Seguro como el infierno que se lo merecía.
El sonido de la puerta cerrándose de golpe resonó por el pasillo y
pareció liberar a Jared de cualquier estupor de shock inducido en el que
había sido lanzado. Tres segundos después estaba en la cara de Ryder,
empujándolo por el pasillo.
—¿Qué estás haciendo? —demandó, bajo y feroz—. ¿Qué demonios
estás haciendo?
No tenía ni idea. Y con el sabor de Jamison todavía persistente en
sus labios, era difícil de pensar. Difícil respirar.
—No es… —tropezó sobre las palabras, forzándose a detenerse y a
tomar una profunda respiración. Entonces lo intentó otra vez—. No
significaba nada…
—¿Estabas prácticamente haciéndolo con mi hermana en el pasillo y
no significó nada? —lo interrumpió Jared, empujándolo.
Fue la gota que derramó el vaso, y esta vez Ryder lo empujó de
regreso, fuerte. Observó sin ninguna satisfacción mientras Jared dio un
traspié ante el inesperado empujón.
—Deja de poner palabras en mi boca.
—Bueno, empieza a decir las tuyas, porque lo que vi fue pura
mierda, Ryder. Pura mierda, y si estuvieras sobrio y pensando claramente,
lo habrías visto también.
Estaba sobrio y lo había visto, sin embargo, fue el primero en
admitir que no estaba pensando claramente. Ese era el problema. No
había sido capaz de pensar claramente desde que había visto a Jamison en
la audiencia la noche anterior. Pero, ¿cómo explicarle eso a Jared, cuando
había sido atrapado manoseando a su hermana con toda la delicadeza de
un chico de quince años con su primera novia?
Con la cabeza abajo y con la panza quemándole, se giró y se dirigió
hacia la sala de estar, y lejos de las habitaciones. Si iban a hacer esto,
toda la suite no necesitaba saberlo.
Agarró un par de botellas de agua fuera del refrigerador, le lanzó una
a Jared. Por un segundo pareció como si su mejor amigo estuviera a punto
de lanzársela de regreso, directo a la cabeza, pero eventualmente destapó
la cosa y tomó un largo trago.
El silencio colgaba espeso y expectante entre ellos hasta que Ryder
finalmente dijo:
—Ella vino aquí porque no podía dormir. Creo que lo que le pasó con
Max la afectó más de lo que quiere admitir.
—Así que, ¿qué? ¿Decidiste que un poco de tiempo debajo de las
sábanas contigo era lo que necesitaba para dejar de pensar acerca de lo
que ese bastardo le hizo? —preguntó Jared calmadamente. Demasiado
clamado. Dieciséis años de amistad y amargas experiencias le habían
enseñado que entre más tranquilo su líder de guitarra se ponía, más
furioso estaba. Juzgando por lo baja que se había vuelto la voz de su
amigo, se imaginó que estaba bastante cerca de arrancar su cabeza,
incluso si había dejado de empujarlo alrededor.
Ryder apretó los dientes, aferrándose a su propio temperamento en
la punta de sus dedos.
—Comimos waffles, vimos una película. Y luego…
—Sí, vi el y luego —gruñó Jared hacia él—. Mantente jodidamente
alejado de Jamison, hombre. Ella está fuera de los límites y lo sabes.
Había una parte de él que quería discutir, pero no podía. No
realmente. Jamison estaba fuera de los límites, y besarla había sido todo.
Tratar de cambiar eso ahora era una locura. Especialmente cuando todo lo
que podía hacer era herirla.
—Sé que está fuera de los límites, hombre. Cometí un error. No
pasará de nuevo.
—Toda la razón, no pasará. No necesitas ir a ningún lugar cerca de
ella por el resto de nuestro tiempo aquí.
Normalmente, habría estado malditamente ofendido de que su mejor
amigo pensara que no podía confiar en él estando alrededor de su pequeña
hermana. Pero viendo como había sido atrapado en medio de estar
desnudándola, sin mencionar el hecho de que había tenido una erección
por las últimas doce horas, cortesía total de Jamison, estaba teniendo un
momento difícil en trabajar cualquier indignación. No tenía ninguna
intención de tocar a Jamison otra vez, nunca, pero eso no significaba que
no quería. Lo cual hizo toda esta conversación malditamente insoportable.
Jared terminó su agua. Lanzó su botella dentro de la papelera más
cercana, luego cruzó la habitación. No se detuvo hasta que estuvo justo
frente al rostro de Ryder.
—Te pregunté si me escuchaste. No es una de la legión de tus
admiradoras. No jodas alrededor con ella.
—No lo hago.
—Es mi hermana, hombre.
—¿Crees que no se eso?
—No sé lo que piensas. Demonios, la mayoría del tiempo no tengo ni
idea de lo que está pasando en tu cabeza. Si alguien me hubiera
preguntado ayer si confiaba en ti con ella, no lo habría pensado dos veces.
Pero después de lo que acabo de ver… —sacudió la cabeza—. Ambos
sabemos que Jamison tiene una cosa por ti desde hace una década.
Las palabras de Jared enviaron una oscura emoción a través de él,
tuvo su pene sacudiéndose otra vez. Cuando estaba a inicio de sus veinte,
había sabido que ella tenía un encaprichamiento por él. Pero había estado
en la preparatoria en ese momento. La idea de que todavía sintiera algo
por él… lo hizo… Pisó los frenos, encerró esa mierda abajo fuertemente.
Ahora no era el momento de pensar acerca de lo fácil que sería meter a
Jamison en su cama.
—¿Alguna vez he hecho algo al respecto?
—No hasta ahora.
Gruñó bajo en la garganta.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que lo siento? ¿Qué no sucederá
de nuevo?
Se miraron fijamente el uno al otro, en un punto muerto por varios
segundos. Entonces Jared cerró los ojos y tomó varias respiraciones
profundas, y toda la agresión pareció fluir fuera de él.
—Mira, lo siento. No estoy tratando de romper tus bolas, Ryder.
Realmente no lo estoy. Pero, amigo, pasas por mujeres, así como pasas por
condones. Como si fueran baratas, desechables, y no significaran nada
más que tu siguiente follada.
>>Lo cual está bien. Lo entiendo. Realmente lo hago. Si tuviera que
lidiar con toda tu mierda, probablemente haría lo mismo. Pero sabes que
Jamison se merece algo mejor que eso.
—¿No querrás decir a alguien mejor que a mí?
—Eso no es lo que dije.
—No, pero es lo que quieres decir, ¿no es así? —Esperó por la
protesta de Jared, para decirle que estaba siendo estúpido. Tomando las
cosas fuera de contexto. Pero, al final, su mejor amigo no dijo ni una
palabra, y no podía culparlo. Sabía que Jared tenía razón, incluso
mientras sentía el peso de la desaprobación del otro hombre todo el
camino dentro de él, dentro en lo profundo en los lugares que trabajada
tan duro para pretender que ya no existían.
Ignoró las punzadas de dolor, se negó a siquiera reconocerlas. En su
lugar, sonrió con la sonrisa engreída que el cantante era conocido por todo
el mundo, y dijo:
—No necesitas preocuparte de mí acerca de tomar ventaja sobre
Jamison. Después de todo, no es exactamente mi tipo. —La implicación
era que la culpa era de ella, no suya.
Nada podía estar más lejos de la verdad, siempre había estado
fascinado por las profundas aguas de Jamison, por las complicaciones y
contradicciones que la hacían diferente de las otras mujeres que conocía, y
esperó a que Jared sacara su mierda. Pero antes de que pudiera hacerlo,
Jamison entró en la habitación, zapatos y abrigo puesto. Empujando sus
locos, sexys rizos fuera de sus ojos, gruñó:
—¿Y quién exactamente dijo que eres mi tipo?
El estómago de Ryder se hundió ante la furia que Jamison no
trataba de esconder. Y lo lastimada que estaba. Una vez más, la había
cagado y una vez más, no tenía a quien culpar sino a sí mismo.
Capítulo 8
Ella quería esconderse.
Quería que el suelo se abriera y la tragara entera.
Quería arrastrarse bajo el sofá y nunca, jamás salir.
O, descartando cualquiera de esos escenarios, al menos quería
enterrar su rostro en sus manos y fingir que la última hora y media nunca
había pasado.
¿Por qué, oh por qué, no se había quedado en su habitación? ¿Por
qué había tenido que despertar a Ryder? ¿Y por qué se quedó con él, lo
presionó, cuando era obvio que no estaba interesado en ella? ¿Que nunca
estaría interesado en ella?
Había sido humillante pararse ahí escuchando a Jared hablar sobre
el enamoramiento que tenía por Ryder. Había sido incluso más humillante
escuchar a Ryder desestimar ese enamoramiento —y a ella— como si
nada. Como si no fuera su tipo, lo cual sabía que era otra forma de decir
que no era suficientemente sexy para él. No era linda o glamurosa o lo
suficiente delgada para la estrella de rock que él era. Uno pensaría que ya
habría aprendido su lección. No era la primera vez que había sido
rechazada, después de todo. Se arrojó hacia Ryder a los diecisiete y la
rechazó. Duro. ¿Qué la había hecho pensar que las cosas serían algo
diferentes esta noche?
Él era talentoso, inteligente, hermoso, rico. Y ella… era solo la
regordeta, estirada, ridícula hermana menor de su mejor amigo.
Ignorando la forma en la que ambos estaban mirándola, Ryder
cautelosamente y Jared con remordimiento, cruzó la habitación y recogió
su bolso. Reconocía las miradas y no iba a creer en ellas. No esta vez. Sin
importar cuánto quería arrastrarse a un hoyo y esconderse, acabaría con
esta conversación. Ya se había alejado de más que suficiente esta semana.
Comenzó con su hermano.
—¿En serio, Jared? —preguntó, levantándose.
Él levantó sus manos en un obvio gesto de rendición.
—Solo estábamos hablando, Caramelito.
—Lo entendí. Ustedes viven en este extraño mundo donde son dioses
del rock. —Arrastró su mirada hacia Ryder, asegurándose de que
entendiera que sus palabras eran para él también—. Donde consiguen
cualquier cosa que quieran con solo alzar un dedo. Donde las mujeres les
ruegan por firmar sus pechos o dormir con ellas o hacer cualquier forma
de cosas sexuales pervertidas. Lo cual, oye, es gran trabajo si puedes
tenerlo.
»Pero todo ese sexo y fama y rock and roll tiene una tendencia de
sesgar tu forma de ver el mundo. Te deforma, te hace olvidar que solo eres
una persona como todos los demás. Personas a las que conocí mucho
antes de que fueran dioses del rock y mucho antes de que fueran —alzó
sus dedos, haciendo comillas en el aire— dos de los hombres vivos más
sexys de la revista People.
»Crecí con el grupo completo. Los vi joder con chicas, estrellar sus
autos, fallar exámenes, ser encerrados. Demonios, los vi a ambos llorar por
lecciones de guitarra y muñecos GI Joe. Y ahora son completamente
adultos rockeros malotes que pueden tener cualquier cosa y a quien sea
que deseen. Fantástico. Todo eso significa que he pasado una excesiva
cantidad de tiempo preocupándome por que beban hasta la muerte. —Se
forzó a mirar hacia Ryder con disgusto—. O terminar con alguna horrible
intratable ETS. Ahora, ¿por qué exactamente querría una parte de eso?
Arrojando su cabello sobre sus hombros, hizo una salida triunfal,
asegurándose de que había cerrado la puerta detrás de ella suavemente.
Habría querido azotarla, pero no había manera en el infierno de que fuera
a darles a ninguno esa satisfacción. Nada como dar un discurso que hacía
que sus rodillas chocaran y luego volarlo todo al mostrarles solo cuánto la
habían molestado.
Caminó rápidamente por el corredor hacia el elevador, determinada
a irse al demonio de ahí, antes de que Jared viniera tras ella. No podía
permitírselo, pero se tragaría completamente el precio del taxi de vuelta a
su departamento si eso significaba salir de ahí con los últimos vestigios de
su orgullo intacto. Amaba a su hermano y a los otros chicos, pero no podía
enfrentar a Ryder ahora mismo. No podía mirarlo a los ojos y comportarse
normal cuando la burla en su voz aún estaba sonando en sus oídos.
Ella no es exactamente mi tipo. ¿Como si su trasero posiblemente
plagado de enfermedades fuera tan buen partido?
Ella es un poco demasiado. ¿Como si necesitara un anuncio para
decirle eso? No era como si hubiera pasado la noche tratando de conseguir
entrar en sus pantalones, por el amor de dios. Él había sido el que la había
puesto contra la pared. Había sido quien la había besado. Después de que
lo mordiste, le recordó su conciencia.
Ryder había dejado abundantemente claro que nunca estaría
interesado en ella. No iba a gastar los siguientes diez años de su vida de la
forma en que lo había hecho los últimos: consumiéndose por un hombre
que nunca, jamás podría tener. Quizás no se había visto así la pasada
noche, o esta mañana, pero tenía más orgullo que eso.
Determinada a no pensar más en ello, en él, presionó el botón hacia
abajo y rezó para que el ascensor llegara rápido, no le tomaría mucho a
Jared ponerse una camiseta y venir tras ella. Necesitaba haberse ido para
entonces.
Escuchó una puerta estrellarse detrás de ella y cada cabello en su
cuerpo se tensó. Se inclinó hacia adelante, golpeó la tecla del elevador
como si su vida dependiera de ello. Lógicamente, sabía que no haría que la
estúpida cosa viniera más rápido, pero la hacía sentir mejor.
Pero no era la mano de Jared la que se cerró alrededor de su brazo
justo cuando las puertas del elevador finalmente se abrieron, no fue el
pulgar de Jared el que acarició suavemente por encima de las venas en la
parte inferior de su muñeca.
—Suéltame —dijo, tirando de su mano fuera del agarre de Ryder.
La soltó, pero entró al elevador y presionó el botón de stop.
—¡No puedes hacer eso! —gruñó, mientras trataba de mirar a
cualquier lado menos a él. No se había molestado en ponerse una camiseta
antes de que viniera tras ella y toda su gloriosa piel aún estaba en
exhibición. No es que estuviera tentada a tocarla o algo.
—¿Por qué no?
—¿Porque la gente necesita los elevadores?
Él ondeó su mano con desdén.
—Es la mitad de la noche. Nadie más que tú está yendo a ninguna
parte.
—¡Son casi las siete de la mañana! La gente tiene que ir a trabajar.
—¿A esta hora?
—Bueno, no todos nosotros podemos ser estrellas de rock, Ryder.
Él rodó sus ojos.
—Vamos, Jamison. No huyas. Dije que lo sentía…
—No, no lo hiciste.
—Bueno, lo hago. Lo siento. No pretendía lastimarte.
—Me imagino. —Lágrimas se presionaron contra la parte posterior
de sus ojos, pero se rehusó a dejarlas caer. No había llorado por su auto,
su novio, o su trabajo. Estaría maldita si lloraba por él—. Mira, realmente
tengo que irme.
—Bien. —Empujó una mano frustrada por su cabello—. Pero esto no
se ha terminado. Hablaremos de ello cuando vengas al concierto esta
noche.
—Primero que nada, no hay un esto. —Meneó su dedo entre ellos—.
Y en segundo lugar, no vendré esta noche.
Se veía sorprendido, y más que un poco horrorizado.
—No permitas que lo que sucedió entre nosotros nos aparte,
Jamison. Fui un imbécil. Nunca debí haberme molestado tanto y estoy
muy seguro como el infierno que nunca debí haberte agarrado de esa
forma. Lo juro, no pasará de nuevo.
—¿Crees que por eso estoy molesta? ¿Porque me “agarraste”? —Puso
el elevador de vuelta en servicio, después presionó el botón para el
vestíbulo. Ryder no se movió incluso cuando las puertas comenzaron a
cerrarse.
—Di que vendrás esta noche —dijo mientras iban todo el camino
hacia debajo de los veintitrés pisos hacia el vestíbulo.
Lo ignoró. No era fácil, las estrellas de rock no conseguían hacerse
estrellas de rock porque era fácil ignorarlos, pero se las arregló. Al menos
hasta que las puertas del elevador se abrieron e intentó salir.
La bloqueó, parándose en medio y estirando sus brazos para que no
hubiera salida. Por un segundo estuvo presionada contra toda esa piel
caliente, dura, masculina. Sus rodillas se tornaron débiles a pesar de sus
mejores intenciones, pero eso solo la hizo enojarse más, y más
determinada a alejarse de él. Era como si fuera una adicta: entre más
tiempo estaba en su presencia, más dispuesta estaba a quedarse ahí. Su
única esperanza de escapar era tener el síndrome de abstinencia.
Desesperada por salir antes de que comenzara a llorar, o rendirse, le
dio un pisotón. Duro. Luego tomó ventaja de su momentánea distracción
para retorcerse lejos de él y lanzarse fuera del elevador.
—¡Jamison! —La siguió por el ocupado vestíbulo—. Dejaré entradas
reservadas…
Ella siguió caminando.
—Ya te lo dije, tengo planes.
—Cancélalos. —Su voz sonó por el vestíbulo. Ella miró alrededor,
dándose cuenta de que estaban llamando la atención, pero por una vez no
le importó.
—¿Por quién? —demandó, girándose hacia él—. ¿Por ti?
Él se congeló, una mirada insegura en su rostro. En ese momento,
supo que estaba, finalmente, viendo al verdadero Ryder y no al dios del
rock. El conocimiento debilitó más su determinación. O lo habría hecho, si
ella lo hubiera permitido.
El silencio colgó en el aire entre ellos por un latido, dos, mientras
esperaba que Ryder dijera algo. Cualquier cosa. Pero no lo hizo, claro que
no lo hizo, así que ella tuvo que hacerlo.
—No lo creo. Adiós, Ryder.
—¡Jamison! —gritó tras ella.
Quería desesperadamente darse la vuelta, quería desesperadamente
correr de vuelta a él y rogarle que se olvidara de Jared y su pasado y
cualquier otra cosa que él pensara que estuviera interponiéndose entre
ellos. Pero sus días de rogarle que la notara, que estuviera con ella, se
habían ido largo tiempo atrás.
Así que siguió caminando directamente por las puertas de cristal
giratorias. Y nunca miró atrás.
Capítulo 9
Horas más tarde, Jamison entró a su apartamento cojeando con
ampollas del tamaño de una moneda de un dólar en sus talones. Había
pasado todo el día golpeando el pavimento, buscando un trabajo, cualquier
clase de trabajo, para llenar el espacio hasta que pudiera encontrar trabajo
como chef de postres. Desafortunadamente, todos los universitarios
acababan de salir para el verano y los trabajos eran escasos ya que los
estudiantes ya habían arrebatado la mayoría de ellos.
Lo que significaba que estaba en problemas, sin duda. Al menos que
fuera realmente afortunada, algo que sinceramente dudaba que pasaría,
estaba realmente jodida. Una vez que llegó al piso de arriba, había
ingresado en la base de datos del estado y aplicado como desempleada.
Entonces buscó en el área de San Diego, el tercer registro de este tipo que
había llenado en tantos días, y vio si algo nuevo había aparecido.
Deprimida, molesta, y más que un poco asustada, aunque odiaba
admitirlo, incluso a sí misma, hizo su camino arrastrando los pies hacia el
buzón, tratando de no levantar sus pies mientras se movía. No estaba
segura de que las ampollas lo pudieran soportar. Ya podía sentir la sangre
goteando alrededor de sus talones. Solo una declaración de cuan
desagradable era su vecindario, y su edificio de apartamentos, era que no
se había quitado los malditos zapatos en el segundo en que dio un paso
fuera del bus. Pero solo Dios sabía que estaba alrededor para pisar.
Acababa de abrir el buzón y estirado el brazo por las cartas dentro
de él, todas facturas, estaba segura, cuando la voz de Jared sonó detrás de
ella.
—¿Dónde demonios has estado?
Se espantó ante el fuerte sonido furioso, saltó, dejando caer el
correo. Entonces hizo una mueca de dolor mientras todo cayó en el sucio
suelo debajo de sus pies. Genial. Tenía que recordar lavar sus manos
después de que fuera arriba.
—¿Qué estás haciendo aquí? —demandó, agachándose para recoger
las cartas dispersas—. ¿No tienes un espectáculo en un par de horas?
—Al diablo el espectáculo. —Jared se inclinó y la ayudó a recoger las
cartas—. Vine aquí a disculparme, pero ahora quiero saber qué está
pasando contigo. Y no me voy a ir hasta que consiga respuestas directas.
—Su mirada era oscura y estaba fija sobre ella y por un segundo se sintió
como una niña pequeña otra vez. Una que podía correr a su hermano
mayor y dejarlo arreglar todo lo que estaba mal. Porque eso era lo que
Jared era, quien siempre había sido.
Desde el momento en que pudo caminar, e incluso antes de eso, si
había que creerle a su madre, Jared era a quien ella acudía cuando algo
iba mal. Era quien arreglaba sus juguetes cuando se rompían, quien la
hacía sonreír cuando estaba triste, incluso quien la aconsejada con los
chicos, aunque él había estado un poco más que incómodo con cualquier
consejo que no comenzara con “los chicos son escoria y no deberías confiar
en ellos. Y seguro como el infierno que no debes meterte en la parte de
atrás de un carro con alguno de ellos. Nunca.” Lo cual era más de lo que
su padre alguna vez le había dicho, pero aun así. No lo que una chica
quería escuchar de su hermano mayor.
Pero entonces, probablemente habría estado mejor si hubiera
seguido ese consejo. Especialmente considerando a Evan Schuller y sus
ocho manos.
Pero este desastre era su vida. Era una chica grande ahora y
necesitaba arreglar las cosas por su cuenta. No más correr hacia su
hermano mayor y pedirle hacerlo mejor. Tenía veintitrés años.
Definitivamente era tiempo de pararse sobre sus propios pies… o al menos
lo sería, una vez que se quitara estos malditos Louboutins.
—Lamento haberme ido tan rápido esta mañana, pero tú y Ryder
realmente me molestaron. Soy una adulta ahora, Jared. Seguro como el
infierno que no necesito a mi hermano mayor amenazando con dar una
paliza a cada chico con que me líe.
—Bien. —Suspiró pesadamente—. Prometo no avergonzarte así otra
vez, si prometes hacer un esfuerzo a nunca tener un festival de liarte fuera
de la maldita puerta de mi habitación otra vez.
Ella se sonrojó.
—Sí. Puedo hacer eso.
—Bien. Ahora, ¿Por qué no me llevas arriba y me consigues un
trago? He estado esperando acá abajo por más de dos horas. Y mientras
tanto, puedes explicarme dónde has estado todo el día.
Pero ese era el problema. No podía decirle que había pasado todo el
día buscando un trabajo. Enloquecería y trataría de darle un gran cheque.
Ya no quería ser la bebé de la familia, la que Jared siempre sintió que
tenía que proteger incluso si ella no quería o necesitaba su protección. Él
podría pensar sobre eso como su trabajo como su hermano mayor, pero
ella realmente no lo hacía. Ya no más.
Se inclinó para darle un beso en la mejilla, rompiendo el contacto
visual mientras lo hacía. Mentir era suficientemente duro para ella.
Hacerlo mientras miraba directo a los ojos de su hermano no iba a
suceder.
—He estado trabajando. Tengo algunas recetas nuevas que
necesitaba probar.
—¿Oh, si? —Jared retrocedió, enarcó una ceja—. ¿Qué clase de
recetas eran?
—Un par de pasteles nuevos —le dijo—. Quiero probar algo nuevo,
pero no demasiado diferente…
Él suspiró pesadamente.
—Fui al restaurante, Jamison. Me dijeron que tuvieron que hacer
recorte de personal, justo después de que trataran de que me tomara una
foto con el dueño y el chef.
—Mierda. Lo siento. Yo...
—¿Crees que doy una mierda por el pedido de la foto? Quiero que me
digas por qué no me dijiste que fuiste despedida.
Se encogió de hombros, tratando de restarle importancia.
—No es gran cosa. Con la recesión la gente no está comiendo tanto
en la calle, especialmente en restaurantes elegantes. Tuvieron que hacer
recorte de personal y debido a que fui la última empleada contratada, fui
la primera despedida. Sabes cómo funciona. Por lo menos me dieron una
buena recomendación. No debería ser tan difícil conseguir otro trabajo. —
Siempre y cuando no le importara preguntarle a los clientes si querían
papas fritas con sus hamburguesas, de todos modos.
—¿Tienes dinero suficiente para arreglártelas? —preguntó Jared
mientras la seguía por las escaleras a su apartamento en el tercer piso.
—Sí, por supuesto. Estoy bien.
ÉL bufó, pero no dijo nada más mientras esperaba a que abriera la
puerta de enfrente. Una vez que estuvieron dentro de su apartamento, el
cual le gustaba pensar que estaba amueblado de una manera desgastada y
elegante, pero en realidad realmente solo estaba desgastado, se tiró sobre
el sofá y preguntó:
—¿Qué le ocurrió a tu auto?
Cerró los ojos, dejó salir un largo suspiro. Realmente había esperado
que no la hubiera visto bajarse del bus.
—Tuve en un accidente esta semana.
—¿Un accidente? —Saltó fuera del sofá, y se movió hacia ella—.
¿Qué tan malo fue? —demandó, sus ojos moviéndose sobre cada pulgada
visible de su cuerpo, buscando por daños.
—Estoy bien. No fue gran cosa. Pero mi auto no es manejable en este
momento. —Lo cual técnicamente no era una mentira, se dijo a sí misma,
debido a que la estúpida cosa no sería manejable otra vez.
Jared parecía más que un poco desconfiado de su respuesta, pero no
la molestó por ello.
Determinada a sacarlo de su línea de preguntas, le dio un abrazo,
entonces descansó la cabeza en su hombro.
—Aprecio tu preocupación, realmente lo hago. ¿Pero realmente
viniste todo este camino para hablar de mi auto?
—No. Pero ahora creo que sería lo mejor. —Le echó un vistazo al
reloj en la pared—. ¿Dónde está Charles? ¿Creí que tenías planes con él
esta noche?
—No, no con él. —Ondeó una mano restándole importancia—.
Rompimos. No es gran cosa, era algo que se estaba cocinando desde hace
tiempo.
—¿En serio? —Los ojos de Jared se estrecharon—. ¿Qué hizo?
Ella suspiró, exasperada ahora.
—Nada de lo que te tengas que preocupar.
Pero como era usual no estaba escuchando, o prestando atención a
las señales de que retrocediera que le estaba lanzando por todo el lugar.
—¿El idiota solo te dejó la misma semana en que perdiste tu trabajo
y tu auto? —Cuando no respondió, gruñó—: Ése bastardo. —Jared la
empujó pasándola, caminó dentro de su cocina del tamaño de una
estampilla postal. Abrió el refrigerador y miró fijamente el deprimente
contenido antes de cerrar la puerta de golpe y girarse de vuelta a ella—.
¿Cuándo ibas a decirme todo esto?
—No lo iba a hacer, en realidad. No es de tu incumbencia.
—¿No es de mi incumbencia? Mi hermana menor está atrapada en
San Diego sin trabajo, sin auto, y sin novio para ayudarla. ¿Eso cubre la
situación?
—¡No necesito a un hombre para que ayude! No soy una imbécil, ya
sabes.
Jared rodó los ojos.
—Estaba hablando de él dándote un aventón de vez en cuando. Esta
no es exactamente una ciudad amigable con el transporte público.
¿Ella no lo sabía? Había estado en cuatro buses y en el tranvía hoy, y
eso era solo lo que le había tomado llegar a casa.
—Estoy bien. Yo…
La cortó con un movimiento de su mano hacia abajo.
—Obviamente no estás bien, cariño.
Sus palabras cortaron justo a través de ella, incluso aunque sabía
que eran verdad. Su vida cuidadosamente había girado completamente
fuera de su control y no tenía ni una sola pista de lo que iba a hacer al
respecto. Trató de esconder su molestia, pero Jared debió haber
descubierto cuanto la había lastimado porque comenzó a retractarse.
—Sabes que no quería decirlo así. Es solo que tienes un momento
difícil aceptando ayuda. Siempre lo has tenido, desde que mamá se fue.
Pero, gomita, no hay nada malo con necesitar a alguien algunas veces.
Puedo ayudarte. Déjame ayudarte.
—¡No necesito tu ayuda!
Esta vez fue él el que hizo una mueca de dolor.
—¿Alguna vez se te ha ocurrido que algunas veces necesito
ayudarte? Eres mi hermana. Sé que puedes hacer lo que sea que te
propongas. Pero te amo y me preocupo por ti y no puedo solo irme y
dejarte aquí en este ridículo apartamento, sin trabajo, sin auto, y sin
dinero.
—Tengo algo de dinero. Además, no quiero tomar ventaja del hecho
de que…
—¿Qué? ¿De qué soy una estrella de rock? Dame un respiro. Tengo
más dinero del que sé qué hacer con él. Déjame darte algo…
—No voy a hacer esto contigo, Jared. —Cruzó hasta la puerta,
abriéndola—. Necesitas irte o llegarás tarde al concierto.
—Me iré cuando vengas conmigo.
—Eso no va a pasar. Necesito buscar un trabajo.
—¿Aquí?
—¿Dónde más?
—No lo sé. ¿De regreso en casa tal vez? Te mudaste aquí por el
trabajo en ese maldito restaurante. ¿Ahora cuál es el punto para quedarte?
—Tengo un alquiler. Tengo una vida aquí. —Y definitivamente no
deseaba correr de regreso a casa con el rabo metido entre las piernas.
Había dejado Austin con grandes planes. No estaba… Se negaba a ser…
Hija de su madre, corriendo a casa a la primera señal de fracaso.
—Obviamente. —Podía decir en el segundo en que su paciencia se
agotó—. Ve a empacar una maleta.
—No voy a ir a casa con papá, Jared.
—Dejaste eso en claro. Así que, bien. Si no quieres ir a casa, no lo
hagas. Pero entonces vas a venir a la gira conmigo.
Ella rió.
—Sí, claro.
—-No estoy bromeando. —Empujó una irritada mano a través de su
cabello—. ¿Por qué estamos discutiendo sobre esto?
—No puedo solo recoger e irme en la gira contigo. ¿Qué hay de los
chicos?
—¿Qué hay de ellos? Amarían tenerte.
—Nada como una hermana menor siguiéndolos todo el camino para
arruinar la diversión.
Jared desestimó su preocupación.
—Créeme. Tenerte alrededor no va a limitar el estilo de nadie.
¿Qué hay de Ryder? Quería preguntar, pero sabía que al hacerlo la
haría sonar demasiado como una necesitada e insegura niña pequeña, una
imagen que actualmente estaba haciendo todo lo posible para no
proyectar. Además, no estaba segura de querer saber la respuesta. Incluso
después de todo lo que había pasado esa mañana, no estaba segura de
poder lidiar con no limitar el estilo de Ryder. Viéndolo chica tras chica,
fanática tras fanática. Su estómago se revolvió ante el pensamiento.
Caminando hacia la ventana, miró afuera hacia el parqueadero.
Observó a un vendedor de droga dar la vuelta en la esquina. Y a pesar de
su mejor juicio, se encontró a sí misma preguntando:
—¿Si quiera qué haría en la gira contigo?
—Lo que sea que quieras. Salir. Fiestas. Trabajar en ese libro de
recetas que sigues diciendo que quieres escribir.
—¿Y qué voy a hacer por el dinero? ¿Solo vivir a cuenta tuya?
—¡Sí! Sí, ¡Vive a cuenta mía! ¿Qué hay de malo conmigo ayudándote
por un tiempo?
Nada, excepto que sería tirar la poco auto estima que le quedaba.
—No puedo ser un parásito, Jared. Solo no puedo.
—No eres para nada como ella.
Se alejó antes de que él pudiera ver las lágrimas que no era lo
suficientemente fuerte para mantener enterradas. Pero Jared lo sabía.
Siempre lo sabía.
Había pasado toda su vida observando a su madre salir y entrar de
la vida de su padre. Observándola elevar sus esperanzas solo para
desaparecer en mitad de la noche con cualquier dinero en el que pudiera
poner las manos. Jamison sabía que su padre y su hermano le darían lo
que sea, todo, pero no podía tomarlo. No podía tomar la oportunidad de
alguna vez convertirse en lo que su madre siempre había sido.
—No puedo vivir así, Jared. Sabes que no puedo.
Silencio mientras él consideraba sus palabras.
—Entonces… ¿Qué si hay un trabajo para ti en la gira conmigo?
—Fan de una banda no es exactamente un trabajo. Especialmente
porque no estaré abriendo las piernas. —Excepto por Ryder. Estaba
desesperadamente asustada de que él pudiera convertirla en una fan con
un poco más que un toque. Tal vez era una cosa buena que no fuera su
tipo.
Jared solo sacudió la cabeza, hizo un sonido de disgusto en lo
profundo de su garganta.
—Estaba pensando más en la línea de una cocinera.
—¿Una cocinera? ¿Para la banda? —preguntó con recelo.
—Demonios, sí. Comemos pura mierda casi veinticuatro/siete
cuando estamos en la gira. Podrías arreglar eso.
Su voz aumentaba en entusiasmo mientras él se acostumbraba a la
idea.
—Casi puedo probar tu pie de manzana ahora.
Ella quería discutir algo más, pero la idea tenía mérito. Sabía que lo
hacía. Podría ir en la gira por unas cuantas semanas mientras buscaba
por otro trabajo como chef de pastelería, podría cocinarles a los chicos y
talvez ahorrar un poco. Pero, aun así…
El orgullo la hacía querer decir que no. Había una parte de ella que
estaba mortalmente asustada de ser exactamente como su madre. Que
toda la mierda que había pasado esta semana ocurrió porque estaba
genéticamente pre dispuesta a arruinar su vida. Rindiéndose y huyendo
con Jared solo parecía probar esa idea.
Pero al mismo tiempo, su alquiler se vencía en dos semanas al
menos que encontrara un trabajo lo antes posible, no tendría el dinero. El
arrendador no era exactamente del tipo comprensivo, lo que significaba
que tendría que pedirle prestado a Jared o a su padre si no quería correr
de regreso a Texas en total fracaso.
Solo el pensamiento de eso hizo que su piel se pusiera de gallina. No
podía ser la causa de más decepción para su padre, no podía manejar
tener vecinos mirándola del mismo modo que habían mirado a su madre.
Como si fuera un fracaso.
¿Podía hacer esto? Se preguntó, una ligera sensación de pánico en la
boca del estómago. ¿Podía solo partir con Shaken Dirty esta noche
después del espectáculo? ¿Solo dejar atrás la vida que había comenzado a
hacer por su cuenta aquí y empezar una nueva? ¿Una donde en realidad
creaba nuevas recetas y escribía el libro de cocina por el que había estado
apostando en su segundo año de universidad? ¿Uno donde vivía por el
momento en lugar de su plan de diez años?
Pensó en Charles. En su trabajo perdido. De la manera en que su
vida cuidadosamente planeada había colapsado en menos de una semana.
La oferta de Jared era una bendición y lo sabía. Especialmente con lo tan
escasos que estaban los trabajos en el periódico en este momento. ¿Y qué
si él se lo estaba dando por sacarla del apuro? Aun así podría ser la mejor
jodida cocinera que alguna vez cualquier banda de rock haya tenido
mientras están de gira.
Al mismo tiempo, no podía creer que en serio estaba considerando la
oferta de su hermano. Especialmente debido a que Ryder venía como parte
del paquete. No estaba segura de estar lista para enfrentarlo, de que
alguna vez estaría lista para enfrentarlo después de todo lo que había
pasado en ésa habitación de hotel a inicios de esta mañana.
Pero la banda tenía dos buses de gira para su uso exclusivo. Solo se
aseguraría de estar en el que Ryder no estaba. ¿Qué tan difícil podría ser
eso?
—Vamos, Jamison. —Jared le tendió una mano—. No me hagas
dejarte aquí sola. Ven sobre la pierna de EE. UU. De gira con nosotros.
Son solo siete semanas.
Al demonio con ello. Tal vez un par de meses lejos de su vida real era
exactamente lo que necesitaba. Por tanto tiempo como jalara su peso, no
habría ningún problema. Y ella jalaría su peso.
Estirando su mano, tomó la mano de su hermano, apretándola.
—¿Cuánto tiempo queda antes de que tengas que ir al anfiteatro?
Él miró al reloj sobre su pared.
—Debí haberme ido hace diez minutos.
La anticipación era una apretada bola en la boca de su estómago
mientras se dirigía a su habitación. Pero había tomado su decisión y se
apegaría a ella, incluso si la falta de opciones había hecho acelerar las
cosas.
—Supongo que mejor comienzo a empacar, entonces.
Jared soltó un audible suspiro de alivio incluso mientras decía:
—No traigas nada que no quepa en una maleta. Los buses están
llenos.
Jamison cerró los ojos, dejó salir una profunda respiración ante la
advertencia. Y rogó para no estar cometiendo el mayor error de su vida.
Capítulo 10
Ella había venido.
Ryder no podía describir el alivio que pasó a través de él cuando
miró hacia el telón y vio a Jamison de pie allí en un par de vaqueros y una
apretada camisa sin mangas, contoneando las caderas y balanceando los
hombros al ritmo que Wyatt estaba llevando con su batería.
Había estado asustado de que no apareciera esta noche, asustado de
que no iba a tener otra oportunidad para disculparse por la manera de
mierda en que las cosas habían terminado entre ellos esa mañana. La gira
iba a dar una actuación mañana en la noche en Portland y Shaken Dirty
planeaba dirigirse hacia allí justo después de terminar su actuación.
Como estaban las cosas, tendría que hablar rápido si quería que
Jamison lo escuchara. Y quería eso. Estaba sorprendido de lo mucho que
lo quería.
Habían sido amigos por mucho tiempo como para dejar las cosas
hechas un desastre entre ellos. Especialmente cuando solo Dios sabía
cuánto tiempo pasaría antes de que la banda regresara a San Diego.
Tenían siete semanas más en esta gira, unas cuantas semanas libres,
luego iban a comenzar una gira internacional, solo ellos y un par de
bandas de abertura, eso tomaría unos sólidos ocho meses.
No podía soportar que Jamison estuviera enojada con él por tanto
tiempo. El resto del mundo, seguro. No daba ni una mierda. Demonios, lo
disfrutaba. Pero Jamison no. Y no cuando sabía que la furia real hacia él
cubría un dolor incluso más real.
El pensamiento lo tuvo perdiendo una nota, no era la primera
metida de pata que había tenido esta noche. Jared le disparó una mirada
de qué-demonios y Micah articuló hacia él para que recobrara la
compostura. Lo cual realmente estaba tratando de hacer.
Terminó la canción con salvajes aplausos, gracias a Dios, la
audiencia no parecía importarle el hecho de que parecía estar por todo el
lugar esta noche, entonces miró hacia el ala izquierda otra vez. Jamison
todavía estaba de pie allí, una mirada de preocupación sobre su rostro
mientras lo miraba. Fue esa mirada la que lo calmó, eso lo convencía que
no había jodido su amistad tanto con sus descuidadas palabras y sus,
incluso, más descuidadas acciones.
De repente, Jared lo golpeó por el lado derecho, duro, y se dio cuenta
que se habían lanzado directo a “Careless” y él había estado tan encerrado
en su cabeza que ni siquiera lo había notado. Peor aún, había perdido su
entrada, todo el primer verso se había convertido en un instrumental.
Porque necesitaba otra manera de joder las cosas, ¿cierto?
Forzando su atención de vuelta a lo que suponía que debía estar
haciendo, lo cual era cantar para una gran multitud que habían dejado
caer al menos cien dólares cada uno para verlo solo hacer eso, se negó a
mirar hacia Jamison una vez más. Haciéndolo solo con su mente tan
jodida.
Terminó el resto del concierto sin más metidas de pata, o al menos
no unas notables. Jared pateó su trasero cuando tuvieron su duelo, algo
que la multitud no había notado. Pero Ryder no podía hacer que le
importara. Solo estaba jodidamente agradecido que el concierto hubiera
acabado.
Se arrancó los audífonos mientras se encaminaban fuera del
escenario y Quinn estuvo justo allí, en su cara.
—¿Qué demonios fue eso? —demandó su pianista. No había gritado,
pero con el nivel de intensidad en su voz, igual podría haberlo hecho.
—Nada. —Ryder se empujó pasándolo, determinado a llegar a
Jamison antes de que Jared lo hiciera. Pero cuando llegó donde había
estado de pie solo un rato antes, se había ido.
Maldición. Definitivamente no podía haberse ido sin despedirse de la
banda, ¿cierto? No, no haría eso. Sin importar lo enojada que estuviera
con él, amaba al resto de los chicos. No se iría sin por lo menos hablar con
ellos.
Entonces, ¿dónde diablos estaba? Caminó más allá en el área de los
bastidores, miró de derecha a izquierda. Pero no había señal de ella.
—Respóndele, amigo. —Micah lo empujó con el hombro, duro—.
¿Qué demonios está mal contigo esta noche?
Ryder lo ignoró, también, mientras imágenes de Max, quien había
sonado un infierno peor que Ryder sobre el escenario esta noche, se
revolvían en su cabeza. El pánico rastrilló afiladas garras en su espalda
baja y empezó a caminar más rápido.
¿Dónde demonios estaba?
—¿Si quiera vas a respondernos, hombre? —Quinn de nuevo, y esta
vez puso una mano como restricción sobre el brazo de Ryder—. Lucimos
como aficionados allí afuera esta noche. En frente de una multitud
completamente vendida.
—¿Dónde está Jamison? —soltó.
—¿Qué quieres decir? —Jared parecía confundido.
—Estaba aquí, escuchando el concierto por un rato. Pero
desapareció. —Estaba frenético y tratando de no mostrarlo, pero por los
rostros de sus compañeros de banda, no estaba haciendo un buen trabajo.
Maldición, si Max puso sus manos sobre ella…
Agarró al encargado del equipo más cerca de él y gritó.
—¿Has visto a Max?
—¿Max? —El tipo lucía confundido.
—Max Casey. De Oblivious.
—No, amigo, ellos se fueron. Se fueron hace como cuarenta y cinco
minutos.
El alivio lo llenó, tan agudo que sintió sus piernas volverse débiles
por solo un segundo. Había visto a Jamison hace menos de media hora. A
dónde sea que hubiera desaparecido, Max no había conseguido un agarre
sobre ella otra vez. Ryder no le había fallado una segunda vez.
—¿Es por eso que estabas tan enloquecido? —demandó Jared—. Yo
había hablado con Max un poco antes de que subiéramos. Me aseguré de
que supiera que lo mataría si tocaba a Jamison otra vez.
Lo último de la tensión lo dejó mientras las palabras de Jared se
asentaban.
—Sí, lo siento. Con ese idiota suelto…
—No te preocupes. —Las palabras de Wyatt fueron un poco mal
articuladas mientras le daba una palmadita en la espalda a Ryder—. Todo
está bien. A la multitud no pareció importarle.
Ryder miró alrededor otra vez.
—Entonces, ¿a dónde fue, de todos modos?
—Probablemente al bus —dijo Jared—. Hablando de eso, quiero
hablarles acerca de algo antes de que nos dirijamos hacia allá.
—¿Qué pasa? —preguntó Quinn.
Antes de que Jared pudiera responder, Wyatt se tropezó mientras
agarraba una botella de agua, hubiera aterrizado plano sobre su trasero si
Ryder no se hubiera estirado y lo hubiera atrapado.
El inconfundible olor de marihuana captó su atención. Reprodujo los
últimos minutos en su mente, se dio cuenta que Wyatt había estado
balanceándose un poco. Y ahora que pensaba sobre ello, él no había sido
el único quien había tenido problemas sobre el escenario esta noche.
Wyatt había metido la pata en un par de ritmos. Lo cual no era común en
él, excepto cuando…
—Amigo, ¿estás drogado? —demandó.
—¿Qué? ¡No! Solo le di unos toquecitos.
Quinn y Jared se congelaron. Micah no pareció notarlo, pero
entonces, ¿cuándo el chico pensaba en alguien más que en sí mismo? Era
un maldito buen bajista, pero eso era todo sobre lo que iba en estos días.
Eso y el hecho de que había conocido a Jared, Ryder, y Wyatt desde
siempre.
Molesto y preocupado otra vez, esta vez por una razón
completamente diferente, Ryder arrastró a Wyatt debajo de una de las
luces entre los bastidores. Y sintió su corazón y sus esperanzas
desplomarse ante lo que vio. Los ojos del baterista estaban vidriosos e
inyectados en sangre, sus pupilas unas pequeñas cabezas de aguja.
—Mierda. Estás usándola otra vez.
—Nah, hombre. De ninguna manera. —Pero después de ese primer
segundo, Wyatt no lo había mirado a los ojos—. Solo fue un pequeño
toquecito, para no estar en el borde.
—Hace un minuto fueron un par de toques de marihuana. Ahora es
algo para no estar en el borde. ¿Qué es?
—¿Qué eres, mi madre? —Wyatt trató de agacharse alrededor de él,
pero Ryder no estaba retrocediendo. No esta vez.
—No, soy el idiota que te creyó cuando saliste de rehabilitación esta
vez y juraste que habías terminado con toda esta mierda. —Empujó a
Wyatt contra la pared.
—Jodidamente no me toques. —Wyatt lo empujó de regreso.
—Hey, todos cálmense. —Jared, siempre el pacificador, se puso
entre ellos. Usualmente Ryder estaba dispuesto a escucharlo, pero no esta
vez. Jared no había sido quien había caminado dentro de esa jodida
habitación de hotel y encontró a Wyatt desmayado, con una sobredosis. No
fue quien lo arrastró hasta la ducha, no fue el que llamó al 911 y rogó
mientras esperaba a que la ambulancia apareciera. Y no había sido el que
se había sentado en la jodida habitación del hospital y escuchó el catálogo
de daños que el idiota se había hecho a sí mismo.
No había manera de que Ryder se fuera a calmar, no cuando ellos
habían estado sobre este terreno ya muchas jodidas veces.
—Está bien, está bien. Eso es suficiente. —Quinn lo forzó lejos de
Wyatt—. Llevemos esto al bus, ¿está bien? No necesitamos una audiencia.
Dijo lo último con una significativa mirada alrededor de ellos y Ryder
se dio cuenta de que tenía razón. Los encargados de los equipos, y más
que unas cuantas admiradoras, estaban observando el show libre que se
estaba llevando a cabo. Rumores de drogadicción era la última cosa que
Shaken Dirty quería ahora mismo. Sus canciones estaban pateando
traseros, su último álbum acababa de ganar un doble platino y estaban
preparándose para encabezar la gira más grande de toda su carrera. La
última cosa que necesitaban era que su sello discográfico, y los promotores
de la gira, escucharan por ahí que Wyatt había caído fuera del vagón. Ya
había estado en rehabilitación tres veces en los últimos cinco años. Y la
última vez, cuando las cosas habían ido mal, realmente habían estado
mal.
Ryder aflojó su agarre sobre el cuello de Wyatt y retrocedió. Todavía
estaba más allá de enfadado, pero por lo menos se había calmado lo
suficiente como para pensar racionalmente.
—Vamos al bus —dijo, asegurándose de que su voz cargara el anillo
de autoridad. Cada uno de los chicos de Shaken Dirty hacía su propia
cosa, pero también sabía que lo escuchaban. Todo era parte y parcela de
ser el vocalista, y el chico quien, con Jared, en primera había juntado a la
banda—. Tenemos que irnos yendo de todos modos.
Se dirigió hasta la puerta lateral, su mente girando mientras trataba
de averiguar como quería manejar esto. Wyatt iba a negar, negar, negar,
pero no podía dejarlo. Había tratado de ir por ese camino más de una vez,
demonios, Wyatt tenía algunos monstruosos demonios y nadie lo culpaba
por necesitar un apoyo para lidiar con ellos. Pero él no solo estaba
bebiendo, ya no estaba solo fumando marihuana. Heroína era una mierda
pesada, y si no hacían algo, y rápido, terminaría el trabajo que había
comenzado hace once meses.
Quinn llegó a la puerta primero, y miró atrás hacia ellos, una
ridícula y loca sonrisa en su rostro.
—¿Están listos para el gauntlet2?
—Ahí le has atinado —dijo Wyatt mientras Micah solo gritaba de
alegría un par de veces.
—Vamos —dijo Jared, sonando tan cansado e impaciente como
Ryder se sentía. Pero entonces, él era el único miembro de la banda con
una prometida, una a la que estaba determinado a ser fiel.
Quinn empujó la puerta abierta y se amontonaron afuera. A pesar de
las barreras de cadenas y la presencia de cinco de los más grandes
guardias de seguridad que Ryder alguna vez había visto, solo les tomó
cerca de treinta segundos para ser inundados. Chicas adolescentes,
mujeres grandes, incluso algunos chicos, estaban gritando al máximo de
sus pulmones. Disparándoles con flashes, jalándolos, agarrando cualquier
pieza de ropa que pudieran alcanzar. Era una locura, pero era un pequeño
precio a pagar por obtener hacer la música que amaba.
Además, normalmente era difícil que le importara ser atacado por
mujeres que no querían nada más que bajar en él. Demonios, en el pasado
habría dejado a una o dos solo hacer eso. Pero esta noche no estaba

2Gauntlet: Acto de beber un shot de alcohol de grano, seguido de un shot de bacardi 151
rum, después un shot de Rumple Minze (locor alemán) y completado con 500 ml de
cualquier bebida energética.
interesado en lo más mínimo, y no lo estaría incluso si no estuvieran
planeando ponerse de camino en los próximos minutos. Sus pensamientos
estaban demasiado llenos de Jamison y Wyatt para que notara las mujeres
tirándose en su camino como algo más que obstáculos.
Micha, Wyatt, y Quinn no estaban teniendo ese problema. Micah
había agarrado a dos chicas rubias, estaba besando a una mientras
acariciaba los pechos de la otra. Wyatt estaba liándose con una linda
pelirroja y Quinn estaba firmando una camiseta mientras todavía estaba
siendo usada por una morena con sensual mirada e incluso un puchero
más sensual.
Jared se empujó pasándolos, desviando numerosas manos y otras
cosas mientras ganaba terreno. En los últimos meses, se había convertido
en un experto haciendo su camino a través de enloquecidas multitudes sin
ser atrapado, así que esta noche, Ryder lo siguió sobre sus pasos. Se
movía rápidamente, retorciéndose y girando, firmando tantos libros de
autógrafos y partes de cuerpo como podía mientras todavía seguía su
impulso hacia adelante.
Casi había logrado llegar al primer bus, estaba de hecho
felicitándose a si mismo por correr exitosamente el guante, cuando un par
de chicas pusieron las manos sobre él. Eran pequeñas y dulces a la vista,
y no podían tener más de dieciocho, pero estaban colgadas como lapas,
jalando su ropa por todo lo que podían valer.
Detrás de él, podía escuchar a Quinn reír ante su aprieto, pero el
pianista no hizo nada para ayudarlo a salir. Unos cuantos pies adelante,
Jared ya había llegado al bus de la gira y lanzó la puerta abierta. Aunque
estaba oscuro, podía ver la silueta de Jamison en la puerta.
Podía decir que estaba viendo el fiasco, sin embargo, su rostro
estaba en sombras y no podía decir si le molestaba o entretenía. De
cualquier manera, le dio el ímpetu extra para zafarse del agarre de las
manos toqueteándolo. Con un giro, una agachada y un meneo que habría
hecho que Mick Jagger estuviera orgulloso, se deslizó de su camiseta,
dejándola en las manos de sus emocionadas fans. La pelea resultante
sobre el premio las distrajo el tiempo suficiente para que el hiciera el
intento hasta el bus.
Golpeó la puerta corriendo, determinado a salir fuera de la vista
antes de que las cosas realmente se salieran de las manos. Esperaba que
Jamison hubiera salido de su camino, ella había estado alrededor de la
banda lo suficiente para saber cuan locas las cosas se podían volver, pero
debió haber esperado que él se detuviera porque no se movió.
Se frenó en el último segundo, manejó evitar embestirla con toda su
fuerza, pero aun así la golpeó fuerte. Cayeron en un enredo de
extremidades.
Por un segundo, Ryder no hizo nada sino estar allí y absorber la
sensación del exuberante cuerpo con esencia a durazno de Jamison contra
el suyo. Eso lo arrojó de regreso a esos largos, minutos sexys que había
pasado con ella en el sofá la noche anterior, solo que esto era mejor porque
él estaba completamente alerta.
Atrapado en la sensación de ella, en la hermosa vista y el sonido y el
olor de ella, se movió sin pensar. Se presionó contra la cima de sus
muslos. Y casi gimió ante el calor de ella que lo invitaba.
Jamison jadeó, un suave, sonido roto que se disparó directo a su
pene. Gruñó entonces, moviéndose así ella estaba sobre él, sentada a
horcajadas. Levantó la mirada hacia ella, casi llegó a la vista de sus labios
fruncidos, sus amplios ojos y su oh-tan-salvaje cabello. Se estiró por ella,
habría pasado sus manos por esos jodidos rizos si Jared no hubiera
escogido ese momento para inclinarse y agarrar la mano de su hermana.
La levantó incluso cuando le fruncía el ceño a Ryder, sus propios
ojos llenos con una advertencia que Ryder tendría que estar ciego para no
notar. No estaba seguro lo que decía de él el que no le importara una
mierda. En ese momento, si Jamison le hubiera dado cualquier ánimo, la
habría agarrado y llevado hacia la noche. Le habría dicho a su mejor amigo
que se jodiera completamente.
Pero estímulo no fue lo que vio en su rostro en ese momento.
Trepando sobre sus pies, mantuvo una cautelosa mirada en Jared y
Jamison, ambos lucían como si quisieran golpearlo. No estaba seguro de
que su mandíbula lo podría soportar, una experiencia amarga le había
enseñado que ambos sabían como lanzar un puñetazo. Él y Jared se
habían enredado en más de una ocasión creciendo y Jamison… bueno,
había hecho excepción de sus bromas y las de Jared y una noche terminó
marcando a los dos.
Aun así, esos viejos recuerdos no significaban que no iba a obtener
lo que decía. Podría ser cauteloso, pero no era el marica de nadie, después
de todo.
—Jamison, estoy feliz de que estés aquí…
Nunca tuvo la oportunidad de terminar su idea mientras segundos
después, Wyatt, Quinn, y Micah tropezaban a través de la puerta abierta.
Lucían un poco peor en su ropa. Quinn también había perdido su
camiseta mientras que la de Micah colgaba en tirones irregulares y Wyatt
estaba en nada más que un par de boxers. Como era de esperarse, cada
uno de ellos tenía una amplia, sonrisa satisfecha. Pero entonces, el
exhibicionismo nunca había sido un problema para los miembros de
Shaken Dirty… o sus fanáticas.
Él miró a Jamison, preguntándose si estaría molesta. Pero estaba
sonriendo mientras arrastraba las palabras.
—Chicos parece que tuvieron un buen rato.
—¡Ya lo sabes, Jelly Bean! —Wyatt le dio un sonoro, e intenso beso
en la mejilla antes de dejarse caer con la cara hacia el sofá. Segundos
después, comenzó a roncar suavemente.
Ryder atrapó la mirada de Jared, vio su propia preocupación
reflejada allí. Lo cual solo lo hacía sentir peor. Jared era bastante
despreocupado, el tipo de chico de tomar-las-cosas-mientras-llegan. Casi
lo opuesto de Ryder y Jamison, sin embargo, en maneras diferentes. Y si él
estaba estresado sobre la situación de Wyatt, entonces tenía que ser tan
malo como Ryder estaba imaginando. Tal vez incluso peor.
Miró entre los rostros de sus compañeros de banda, vio el estrés que
trataban de ocultar. Y supo que sus sospechas eran ciertas. Esta no era la
primera vez que Wyatt la había usado. Era solo la primera vez que Ryder lo
había atrapado.
—Oigan —Steve, su conductor del bus, sacó la cabeza desde
enfrente—. ¿Todos están listos para irnos?
—Sí —dijo Jared—. Salgamos de aquí.
Fue solo una declaración de cuan preocupado estaba sobre Wyatt
que ya estaban en la autopista dirigiéndose hacia el norte antes de que lo
golpeara.
Jamison todavía estaba a bordo.
Capítulo 11
—¿Qué quieres decir con que tu hermana va a ir al tour con
nosotros? —preguntó Ryder por lo que tenía que ser la quincuagésima vez.
Él, Jared, y el resto de los chicos, sin Wyatt, estaban en la
habitación trasera discutiendo su repentina aparición en el bus. Estaban
haciendo un esfuerzo para mantener sus voces bajas, pero el bus era
demasiado pequeño para verdadera privacidad. Especialmente cuando ella
estaba de pie a unos pies de la puerta cerrada, haciendo su mejor esfuerzo
para escuchar a escondidas sin realmente poner un vaso, o su oreja,
contra esa misma puerta.
Digamos que había escuchado lo suficiente para hacerla querer
hundirse a través del suelo.
Jared le había asegurado que lo aclararía con los chicos antes de
que cualquier cosa fuera decidida con seguridad, pero obviamente esa
promesa no había valido mucho.
Tal vez fuera algo bueno que él estuviera al otro lado de la puerta. Si
no lo hubiera estado, estaría tentada a patear su trasero.
—¿Cuál es el problema, de todos modos? —demandó Jared—. Aman
a Jamison. Ellas los ama. Es una cocinera genial. No veo el inconveniente.
—No tengo problema con ella —dijo Quinn—. Tu hermana es genial.
—Absolutamente —se metió Micah—. Y si va a cocinar para
nosotros, digo, infiernos, sí.
Jamison sonrió ante el apoyo. Realmente amaba a estos chicos y
dolería si no quisieran que se colara con ellos por unas semanas.
Entendería, o al menos se dijo que lo haría, pero todavía dolería.
—Solamente no creo que sea una buena idea —la voz de Ryder,
cuando vino, era tan baja que tuvo que esforzarse por escucharla.
Entonces lamentó haberlo hecho—. No la quiero aquí.
—Sabes, no puedes castigarla por lo que sucedió entre ustedes dos
anoche.
—Guao. ¿Qué sucedió entre ellos? —demandó Quinn.
—¿Te aprovechaste de Jelly Bean? —Micah sonaba más intrigado
que escandalizado.
—¡Ni siquiera lo pienses, imbécil! —Ryder y Jared gruñeron
exactamente lo mismo al mismo tiempo.
Luego, Ryder continuó:
—Eso no es lo que estoy haciendo y lo sabes —sonaba furioso—.
Cualquier cosa puede sucederle si está de gira con nosotros. Sabes que un
montón de estos chicos no son fiables, ¿verdad?
—Lo cual es por lo que convencí a Max de mantenerse lejos de ella.
La noticia de cómo lo machacaste ya se ha difundido. Jamison estará bien.
Además, me siento un infierno mucho más cómodo con ella aquí, donde
podamos verla, que en ese deprimente pequeño apartamento buscando un
trabajo en cualquier lugar que pueda conseguir uno.
—No veo cuál es el gran problema, solo dale algo de dinero. O si no
quieres hacerlo, entonces yo lo haré. Puede conseguir un lugar decente
para vivir y…
La alarma que había fijado cuarenta minutos antes eligió ese
momento para sonar. Jamison saltó lejos de la puerta y se lanzó a por su
celular, que estaba en el mostrador de la cocina junto a la pequeña estufa.
Parpadeó las lágrimas fuera de sus ojos, impresionada ante lo desesperado
que estaba Ryder por deshacerse de ella. ¿En realidad quería pagarle para
que se marchara? ¿Besarla realmente había sido así de malo? Calor
avergonzado inundó sus mejillas mientras se doblaba para sacar del horno
la tarta de manzana que había hecho con los ingredientes que apartó de
su apartamento. Si hubiera tenido cualquier opción mejor… o cualquier
opción en absoluto, realmente… habría salido de allí. Por así decirlo,
estaba atrapada y lo sabía. Quería poner su cabeza abajo y sollozar ante la
injusticia de ello. Quería su trabajo de vuelta, junto con su independencia.
Más aun, quería la relación que había tenido con Ryder solo ayer. ¿Cómo
podrían haberse puesto las cosas tan horribles entre ellos tan
rápidamente? No tuvo tiempo de llorar, sin embargo. No tuvo tiempo de
hacer nada más que poner la tarta de manzana en el mostrador antes de
que la puerta de la habitación se abriera bruscamente, los chicos
obviamente alertados de que algo pasaba por el sonido de su alarma
demasiado ruidosa.
Segundos más tarde, la pequeña cocina estaba llena con grandes
hombres guapos, aún en diversos estados de desnudez, todos ellos
compitiendo para ver de dónde venía el dulce olor a canela y azúcar.
—¿Horneaste para nosotros? —Quinn sonó eufórico mientras
estiraba el brazo y agarraba un montoncito de las migajas azucaradas de
la parte de arriba y las estallaba en su boca. Gimió un segundo después—.
¡Dios, eso está bueno!
—Jared, ¿podrías alcanzarme el helado del congelador detrás de ti?
—preguntó ella mientras se estiraba por cinco platos del gabinete junto al
refrigerador.
—Es todo —dijo Micah con una mirada en dirección a Ryder—.
Jamison se queda.
—Malditamente correcto —coincidió Quinn.
Jared no dijo nada; sabía que él no había planeado que esto fuera de
otra manera, pero tampoco Ryder, quien solo se quedó allí, devolviendo la
mirada de Micah con interés.
Aunque estaba avergonzada de nuevo, Jamison fingió no notarlo. En
su lugar, se concentró en servir cinco grandes porciones de postre y
dárselos a los hambrientos chicos.
Evitó deliberadamente mirar a Ryder cuando le dio su plato, pero él
no iba a tomar nada de ello.
—Oye —dijo, bloqueándola en la esquina para que no pudiera dar
más de un paso sin chocar su cuerpo contra el suyo, algo que ella
preferiría morir antes que hacer en este punto—. Sabes que esto no es
sobre ti, ¿verdad?
Sí que se sentía como si fuera sobre ella. No que fuera a decírselo. Si
lo hacía, temía que terminaría llorando y eso no lo haría. No cuando ya
había tenido su justa porción de humillación esta semana.
Cuando no respondió, él dijo su nombre todo profundo, retumbante
y decidido. Si no hubiera tomado su camino, se habría quedado allí toda la
noche, negándose a encontrar sus ojos hasta que él finalmente se diera
por vencido y se alejara. Pero era consciente de los otros chicos
mirándolos. Así que excavó profundo, simuló su sonrisa más casual y su
mirada más despreocupada.
—¿No te di suficiente helado? —bromeó gentilmente, conociendo su
debilidad por la cosa.
—Jamison…
Dios. ¿Por qué estaba haciendo esto tan difícil? ¿No podía ver que
estaba desesperada por alejarse de él?
—Está bien. —Se alzó y palmeó su mejilla con una diversión que
estaba lejos de sentir—. Lo prometo, no te atacaré en tu sueño. Tu virtud
está a salvo conmigo.
—¡Maldita sea! Eso no es lo que quise decir. —Su frustración fue
obvia y sus rodillas temblaron un poco mientras se preguntaba qué iba a
hacer él a continuación. Lo cual era estúpido dado que no había nada que
pudiera hacer, no en frente de los otros chicos. Y no cuando Jared
obviamente había tenido suficiente. Su hermano envolvió su mano
alrededor de su cintura y tiró de ella suavemente fuera del alcance de
Ryder.
Agradecida por el rescate, fue a sentarse en el mostrador junto a
Wyatt. Él estaba ocupando la mayoría del sofá, así que se posó
cuidadosamente en el borde del cojín del medio, luego puso una mano
suave en el centro de su espalda.
—Vamos, cariño. ¿Quieres algo de postre? Hice tu favorito.
Y lo había hecho. En parte, porque las manzanas que había traído
de casa eran prácticamente lo único que tenía para trabajar, y en parte
porque había visto la oscuridad en sus ojos la noche anterior y quería
iluminarla, siquiera por algunos momentos. Al crecer, él había pasado casi
tanto tiempo en su casa como Ryder y había estado loca por él, pero en
una forma totalmente platónica, como siempre lo había estado por Ryder.
Wyatt se removió, ojos empañados se abrieron.
—¿Jelly Bean?
—Vamos, cariño. ¿Por qué no comes algo? —Odiaba la forma en que
podía ver los bultos en su columna, la forma en que podía contar cada
costilla.
—No tengo hambre. —Apartó su cara, cerró sus ojos de nuevo.
Lágrimas temblaban en sus pestañas, esta vez por una razón
totalmente diferente.
—¿Cuánto tiempo ha estado usando? —demandó, su duro susurro
resonando en el bus repentinamente silencioso.
—Eso es lo que he estado tratando de averiguar. —Ryder miró a sus
compañeros de banda.
Jared levantó su mano.
—Estaba tan sorprendido como tú esta noche.
Quinn se movió con culpabilidad.
—Pensé que podría haber estado drogado la otra noche, pero no
estaba seguro. Es la única otra vez que lo he notado.
Micah no dijo nada, lo cual fue lo suficientemente extraño para que
todos lo miraran.
—¿Qué? —dijo, alrededor de un bocado de helado—. No lo sé.
—¿En serio? —preguntó Ryder—. ¿Estás seguro de eso?
Se encogió de hombros.
—Bien, sí, lo sospeché. Lo he hecho por un tiempo, realmente. Pero
no sabí…
—¿Por qué demonios no nos dijiste? —exigió Jared—. El hecho de
que nuestro baterista esté usando de nuevo es una información más bien
relevante.
—Él está bien —respondió Micah rodando sus ojos
despreocupadamente. Parecía mucho más interesado en su postre que en
los problemas de Wyatt—. Está manteniendo la calma.
—Ese no es el punto. —Los brazos de Ryder estaban cruzados, sus
ojos una dura obsidiana—. Acordamos que estaríamos atentos a él.
—Estaba atento a él. ¡Estaba atento a todos nosotros! No podemos
permitirnos arruinar esta gira, no ahora cuando estamos a punto de
anotar realmente grande…
—¿En serio? ¿Eso te importa más que si se mata?
—No seas tan dramático, Ryder. Obviamente está bien, ninguno de
ustedes siquiera lo notó antes de esta noche. Además, están malditamente
en lo correcto de que importa. No estoy en esta banda por mi jodida salud,
saben. Quiero ir a lo grande, realmente grande, y este es nuestro tiro. —
Metió otro bocado de tarta en su boca, masticó, tragó. Entonces, se
encogió de hombros—. Aparte, tener baterista jodido solo nos da
reputación. Alimenta el misterio.
Jamison jadeó, impresionada por la forma en que Micah hablaba de
Wyatt y sus muy reales demonios. Miró alrededor, dándose cuenta de que
el resto de los chicos no parecían sorprendidos. Solo enojados. De repente,
la brecha que había sentido entre ellos y Micah anoche tuvo mucho más
sentido. No pudo evitar preguntarse qué le había sucedido. O si siempre
había sido así y simplemente no lo habían notado nunca antes.
Ryder arremetió a través de la corta distancia entre ellos, llegó a la
cara de Micah con un gruñido tan fatal que envió escalofríos de terror por
su columna.
—Sigue así, imbécil, y él único viaje que vas a hacer es directamente
de vuelta a Austin, solo de ida.
—¿Ah, sí? —Micah se irguió, empujó a Ryder en el pecho—. ¿Y quién
va a hacerme hacerlo?
—Oh, yo. —Ryder no tuvo tan siquiera un encogimiento por el
ataque de Micah, pero cuando lo empujó de vuelta, el bajista tropezó. Se
habría caído si no se las hubiera arreglado para sostenerse de la encimera
de la cocina—. Si no comienzas a estar pendiente de la banda en lugar de
ti mismo, jodidamente te arruinaré. Y ni siquiera lo pensaré dos veces.
Jamison estaba estupefacta ante la idea que zumbaba entre los dos,
se preguntaba qué lo había causado. Ryder, Wyatt, Micah y Jared habían
sido amigos cercanos por mucho más de quince años. Quinn se había
unido un poco después, solo hace aproximadamente diez años, pero había
encajado fácilmente y no había tomado mucho antes de que fuera un
miembro estrechamente unido del grupo. Pero cuando miró a Jared y a
Quinn, ambos parecían tan enojados con el bajista como lo estaba Ryder.
Antes de que pudiera decir algo para disipar la tensión, Wyatt se dio
la vuelta y se empujó a una posición sentada.
—¡Jesús! Solo estaba divirtiéndome un poco. Nada para que
cualquiera de ustedes esté tan molesto. Relájense, ¿quieren?
—No parece mucha diversión desde donde estoy sentada —le dijo lo
suficientemente suave para que los otros no pudieran escuchar, antes de
impulsarse para ponerse de pie.
Su mano se disparó, la jaló de vuelta para que ella pudiera
acurrucarse contra su costado.
—No te vayas, caramelito.
Sorprendida, miró su rostro. Vio aquellos malditos demonios
rondando detrás de sus ojos sin importar lo despreocupado que sonara.
Relajándose contra él, murmuró:
—No voy a ningún lado, Wy.
—Bien. —Dejó caer un brazo sobre su hombro.
—Bueno tienes que comer algo para mí. —Ella levantó una
cucharada de la tarta de manzana—. Estás demasiado delgado.
—Suenas como mi abuela.
—Obviamente una mujer sabía.
Su sonrisa, cuando vino, fue un poco apagada, pero la oscuridad en
sus ojos se había disipado un poco. Se desvaneció más cuando él se
inclinó hacia adelante y ella deslizó un bocado de postre en su boca
abierta.
—Dios, eso es bueno.
Le permitió alimentarlo un poco más de bocados antes de que
enterrara su cabeza en la curva de su cuello y frotara su nariz de un lado a
otro contra la sensible piel de allí. Jamison rió ante sus cosquillas, luego
empujó su cabeza en respuesta.
—Hueles a canela. —Aspiró profundamente antes de frotar su rostro
contra ella de nuevo.
—Y tú hueles a calcetines sucios sudados. —Le dio un golpecito en
las costillas, trató de retorcerse lejos de él. Él respondió apartando el plato
y haciéndole cosquillas en serio.
—¿Ah, sí? Te mostraré calcetines sudados. —Luchó con ella,
haciendo su mejor esfuerzo para meter su cabeza dentro de su axila
desnuda.
Ella peleó contra él, pero sus forcejeos no eran tan efectivos
considerando que estaba riéndose como una hiena todo el tiempo.
—¡Déjalo ya, Wyatt! —espetó Ryder.
Wyatt lo ignoró, volteándola para que así él estuviera encima de ella.
Ella continuó luchando con él, pero era demasiado fuerte para ella. Puede
que fuera demasiado delgado, pero años de tocar la batería le dio fuerza
corporal superior realmente impresionante.
Podía oír a Jared y Quinn riendo desde los laterales, gritándole
ánimos a ella aunque no hacían ningún intento de intervenir. Eso solo la
hacía luchar más duro, había pasado su adolescencia luchando con estos
chicos. Ahora que era una mujer adulta, estaría maldita si perdía tan
fácilmente como a los doce.
—Retíralo —se burló Wyatt de ella desde arriba, sus salvajes ojos
azules llenos de risa por una vez. Eso, más que nada, la convenció de
seguir forcejeando. Si se rendía, sin duda regresaría directo a taciturno.
Directo al sufrimiento. No podía soportar eso. No cuando sabía en lo
autodestructivo que él podría convertirse.
—Vamos, Jamison. Di que huelo bien y te dejaré ir.
—¡Nunca! —gritó, cerrando sus ojos y sacudiéndose contra él.
Él dio una risa maniática.
—Entonces prepárate para pagar… —se detuvo a media carcajada,
su agarre aflojándose abruptamente mientras sus palabras se
interrumpían.
Entonces, ella estuvo libre.
Jamison abrió sus ojos para ver a Ryder de pie por encima de ella
como un bárbaro victorioso, su baterista colgando de sus manos como si
no pesara nada. Luego estuvo lanzando a Wyatt a un lado y alcanzando su
mano.
Su corazón golpeó duro contra sus costillas, una, dos veces, antes
de alcanzar la máxima velocidad. Lo dejó ponerla de pie y esta vez se
aseguró de encontrar sus ojos. Estaba enojado, no había duda de ello, sus
ojos encendidos con una furia salvaje que raramente veía en él.
Lástima que no pudiera obligarse a que le importara. No esta vez. Si
él no quería pasar el rato con ella, bien. Pero eso no significaba que iba a
renunciar a su amistad con sus compañeros de banda. Igual que de Jared,
estos chicos eran sus amigos más cercanos en el mundo. Si a Ryder no le
gustaba, entonces era su problema.
Inclinándose hacia adelante con una indiferencia que estaba lejos de
sentir, palmeó su mejilla en una forma deliberadamente insolente.
—Gracias por el rescate. Pero creo que lo tengo desde aquí.
Luego, tomándose su tiempo, se giró y caminó hacia la habitación en
la parte de atrás del bus.
No era tanto en lo que respectaba a las salidas, pero no era como si
tuviera algún lugar al que ir cuando el bus estuviera acelerando por la
interestatal a casi setenta kilómetros por hora.
Detrás de ella los chicos se burlaron de él despiadadamente, y por
primera vez realmente la golpeó lo difícil que iban a ser las próximas
semanas. Estar a una proximidad tan cercana a Ryder y no ser capaz de
tocarlo, besarlo, acariciarlo, iba a ser más tortuoso de lo que alguna vez
imaginó posible.
Capítulo 12
Su pene estaba en llamas. Incluso con preocupaciones sobre Wyatt
rodando en su cabeza, apenas podía pensar por la excitación. Por la
necesidad.
Jamison estaba en el catre debajo de él —ella se rehusó a tomar el
dormitorio y desordenó la rotación, y ellos se habían rehusado a dejarla
entrar al otro bus con el resto de la tripulación en camino —y podía oler el
delicioso aroma de canela y miel de ella. Prácticamente podía probar la
dulzura de su piel de melocotón y crema.
Sofocando un gemino, Ryder rodó a un lado. Le dio un puñetazo a
su almohada. Y se dijo que no podía, absolutamente no podía, bajar de su
catre e ir a su cama. No podía besarla, no podía lamerla hasta el orgasmo.
No podía follarla.
Maldición.
Se puso imposiblemente más duro por las imágenes corriendo por su
cabeza, bombardeándolo hasta que no pudo pensar, no pudo respirar sin
desearla. No podía tenerla, aún. Incluso si su hermano no hubiera estado
durmiendo directamente enfrente de él, no podía solo bajar allí y hacerle el
amor sin importar cuánto quería hacerlo.
Y justo ahora, realmente, realmente quería hacerlo.
Debajo de él, ella se movió, las sabanas susurrando sobre una piel
que sabía por experiencia era suave como la seda. Cerró los ojos, los
dientes apretados. E hizo lo mejor para no imaginar lo que se sentiría ser
esa sabana. Envuelto en ella. Acariciarla. Susurrar sobre cada lugar
íntimo suyo.
Doble Maldición.
Tirando de sus propias sabanas de vuelta, saltó suavemente al catre.
Rechazando hacer tanto como mirar a Jamison —no estaba seguro de que
pudiera resistir la tentación sin quedarse allí mirándola, tocándola cuando
no estaba consciente de nada, como un tipo de loco—, forzó su camino por
la ropa desperdigada en el suelo y se fue al pequeño baño que todos
compartían, estando seguro de cerrar la puerta a su espalda.
Encendió la luz y se estudió en el espejo una vez que sus ojos se
ajustaron. Mierda. Se veía como un demente. Ojos salvajes, el pene
alzándose en los pantalones, el cuerpo sacudiéndose con una necesidad
que no tenía esperanza de controlar.
No había estado así de loco, sin esperanza de alivio, desde antes de
perder la virginidad, cuando tenía quince años.
Sabiendo que no podía volver afuera así, no sino quería saltar sobre
Jamison justo allí y que se fueran al infierno Jared y los otros, encendió la
ducha. Se desvistió. Y entró con una palabrota, resuelto a dejar que el
agua fría hiciera su trabajo.
Cinco minutos dentro, apenas había rascado la superficie de su
necesidad.
¿Cómo podría cuando su mente seguía volviendo a deambular a la
noche anterior, cuando Jamison había mordido su pulgar?
Cuando se había arqueado contra él, sus acciones una súplica
descarada para que besara sus hermosos pezones rosa pálido. Cuando se
había movido contra su muslo, el calor y la humedad de su excitación tan
jodidamente sexy que casi se había venido en su pierna como un colegial.
Con un gemido, se rindió. Cambió el agua a caliente. Apoyó su brazo
izquierdo contra el frío azulejo de la pared de la ducha mientras empuñaba
su pene con la mano derecha. Y pretendió que era Jamison tocándolo,
Jamison en sus rodillas ante él. Jamison con sus hermosos pechos en sus
manos y su caliente y sexy boca en su pene.
Ciertamente no tomó mucho tiempo antes de que estuviera
viniéndose como un colegial, con un grito sofocado y un orgasmo tan
potente que por poco lo llevó a caerse de rodillas. Y aun así no estaba
satisfecho. Todavía quería a Jamison. Su toque. Su sonrisa. Su risa. Su
sexo.
Mierda. Gimió, una vez más empuñó su pene. Y se masturbó por
segunda vez antes de que finalmente pensara que tenía el suficiente
control para regresar allí afuera. No creyó que tuviera una oportunidad en
el infierno de dormir en realidad, pero tal vez ahora no la atacaría como un
animal rabioso. En ese momento, era en lo mejor que podía esperar.
Acababa de recoger su pants y ponérselos, cuando el bus desaceleró
y viró a la derecha. Tomando una camiseta limpia de la reserva que
mantenían en uno de los armarios del dormitorio, se dirigió al frente del
bus, estando malditamente seguro de evitar el lugar donde Jamison estaba
durmiendo con los otros. Quizás, Steve se estaba estacionando en una
parada de camiones para conseguir gas. Podía correr afuera, tomar una
taza de café y una caja de los cigarrillos a los que había renunciado hacía
dos años.
Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas.
Como era de esperar, el bus tembló hasta parar bajo unas luces
brillantes. Wyatt gimió desde su lugar en el sillón y puso una almohada
sobre su cabeza. Ryder tuvo piedad de él y bajó las persianas sobre las
ventanas oscuras para bloquear la pequeña cantidad de luz que estaba
filtrándose. Luego deslizó en sus pies un par de zapatos, no estaba seguro
de quien eran, tomó su billetera, y se unió a Steve donde estaba
preparándose para echar gas.
—Oye, hombre, ¿dónde estamos? —preguntó, apoyándose contra el
bus.
—Alcachofa, el capitolio del mundo… o al menos eso es lo que decía
el letrero que pasamos hace unas millas. Estamos alrededor de a tres
horas de San Francisco.
Ryder miró más allá de las luces, en los campos de cultivos que
cubrían el área tan lejos como podía ver.
—¿Alcachofas? —preguntó, asintiendo a las grandes y arboladas
plantas que parecían más como malas hierbas que una fuente de comida.
—Eso es lo que decían. —Steve empezó a cargar el gas. Por largos
minutos, ninguno dijo nada, hasta que volteó hacia él—. Entonces, ¿vas a
decirme lo que estás haciendo aquí afuera tan temprano, hombre?
Un millón de respuestas corrieron por su cabeza, pero lo dejó. Miró
el largo del aparcamiento, a la tienda de comestibles radiantemente
iluminado que era lo único abierto a esta hora.
—Voy a conseguir una taza de café. ¿Quieres algo?
Steve sonrió con suficiencia, pero no le dijo sus mierdas.
—Café suena bien.
Estaba en la caja, pagando, cuando Jamison entró. Estaba vestida
con vaqueros y una sudadera negra con capucha, todo su glorioso cabello
rojo de alguna forma atado bajo la capucha de su suéter. No era
exactamente su vista más sexy, pero, aun así, un vistazo de su cabello rojo
tenía a su pene endureciéndose y cada terminación nerviosa en su cuerpo
parándose con atención.
Maldiciendo a su rebelde libido bajo su respiración, cruzó hacia ella.
Levantó una de las tazas.
—¿Quieres café?
—No, gracias. —Evitó sus ojos mientras le hablaba, lo cual lo hizo
enloquecer, considerando los sueños que acaba de tener sobre ella.
—Entonces deberíamos dirigirnos de vuelta al bus. —Dio un paso
muy cerca, deliberadamente empujándola en un esfuerzo de molestarla.
Fue un exabrupto, y un movimiento totalmente estúpido considerando que
no tenía derecho de buscar nada con ella. Pero ahora mismo, no le
importaba una mierda. Se veía suave, adorable y medio dormida, y no
quiso nada más que convencerla de que regresara a la cama, esta vez con
él.
—En realidad, hablé con Steve para una hora y media extra aquí. —
Asintió hacia la autopista, aun asegurándose de no mirarlo a la cara—. Se
supone que tengo que cocinarles. Y después de que todo lo que encontré
en la nevera anoche fue cerveza y jugo de naranja, estoy pensando en que
podría ser un problema si no consigo una tienda pronto.
Para ser honesto, no estaba seguro de cómo se sentía sobre ella
cocinándoles como un trabajo. Abofeteaba a la desigualdad, algo que
definitivamente no quería sintiera alrededor de él y de los otros chicos. No
sabía lo que quería ser para Jamison, pero sabía, tan seguro como el
infierno, que no quería ser su empleador.
—No estoy aquí para un viaje gratis. —Lo miró entonces, sus
malditos ojos violetas mucho más oscuros y más ensombrecidos de lo que
habían estado hasta ayer. Lo odiaba, casi tanto como odiaba el
conocimiento de que él era el responsable de por al menos algo de esas
sombras. Sin mencionar el dolor que estaba tratando tan duro en
esconder.
La impaciencia quemó en él.
—A nadie le importaría si lo estuvieras, Jamison. Ganaste tu lugar
con la banda hace años. —Todavía recordaba cómo había pasado horas,
días, pegando folletos en cada poste de luz en la ciudad, sin mencionar
intimidar a cualquiera que supiera ocuparse de sus asuntos antes.
Sus ojos lo llamaron mentiroso incluso cuando dijo—: Sí, pero ser la
mascota de la banda no lleva exactamente un montón de tiempo.
—¿Qué demonios significa eso?
—No te preocupes por ello, Ryder.
Estaba preocupado por ello y empezó a decirle eso, pero se volteó y
fue hacia las canastas antes de que pudiera soltar las palabras. ¿Mascota
de la banda? Realmente no era como ella se veía a sí misma, ¿verdad?
El enojo hirvió dentro de él por el pensamiento, pero lo retuvo. Lo
tragó. Después de todo, no era culpa de Jamison que él hubiera estado
actuando como un estúpido por las pasadas veinticuatro horas. No, era
directamente de él. Era el único quien había desordenado su amistad,
quien le había enviado demasiados mensajes mezclados que no había
dudas de que estuviera tan confundida. Y él era el único que iba a tener
que arreglarlo.
Jamison y él iban a estar viviendo juntos, en cuartos muy cercanos,
por las siguientes siete semanas. Si tenía esperanzas de atravesarlo con su
cordura, y su pene, intactos, necesitaba quitarse esta loca atracción que
tenía por ella. Necesitaba conseguir equilibrar su relación, así las cosas
podrían regresar a la normalidad.
No soportaba pensar en todo lo demás. Jamison era una de sus
amigas más cercanas, lo había sido por años. Era una de las pocas
personas a la que él dejaba ver quién era realmente, uno de los incluso
más pocos en quien confiaba de no joderlo. No había manera de que fuera
a arriesgar eso solo porque repentinamente no podría mirarla sin querer
hacerla correrse.
Desde que el pensamiento de traer a Jamison al orgasmo lo hizo
endurecerse como una piedra, empujó esa mierda al fondo. Lo bloqueó con
toda la otra basura que no se permitiría pensar. Luego subió los escalones
del bus de dos a la vez.
Si Jamison quería ir a una tienda de comestibles, él la llevaría a una
tienda de comestibles, y Steve solo tendría que esperar hasta que ella
estuviera feliz, programado o no. Sería una buena oportunidad para que
suavizara las cosas entre ellos, devolver todo a la normalidad. Regresar a
la fácil amistad que habían tenido por tanto tiempo.
Porque sin importar cuánto la deseaba, la última cosa que
necesitaba era atascarse con él y todos sus antecedentes jodidos. No
pediría esa mierda a nadie, mucho menos a una mujer tan dulce, inocente
y hermosa en el fondo como lo era ella.
***
Jamison estuvo sorprendida, y no agradablemente, cuando Ryder
tomó un carrito del frente de la tienda y lo empujó a través de las puertas
automáticas como si lo hiciera todos los días. Como si no hubieran sido
meses, quizás más que un año, desde que había puesto un pie dentro de
un supermercado. Los otros chicos todavía estaban roncando en los
catres, exhaustos por el espectáculo y su larga noche, y ella casi había
esperado que Ryder trepara de nuevo en la cama.
Lo que no había esperado de él, era que caminara por un lugar
público tan despreocupado, sin ni siquiera una gorra de béisbol o lentes de
sol en su lugar para ocultarlo de ser reconocido. Lo cierto es que apenas
era el amanecer, y estaban en una de las ciudades más pequeñas de
California, pero, aun así. Las estrellas de rock se habían mostrado en
lugares más extraños que en este.
Sin embargo, no parecía consciente de su inquietud mientras
preguntaba—: ¿Dónde quieres empezar?
—La sección de productos. —Su voz salió más ronca de lo normal, y
se aclaró la garganta un par de veces para tratar de deshacerse del bulto
inducido por las lágrimas en medio de ello. La última cosa que quería que
supiera, era cuán incómoda le hacía sentir el tenerlo pegado como lapa a
ella. O cuando dolía aún que no la quisiera en el tour con la banda. Que
no la quisiera—. Necesitan comer algo además de pizza de vez en cuando.
—Oye, si lo haces bien, la pizza tiene cuatro partes del gran grupo
alimenticio.
—Sí, ¿pero cuán a menudo lo hacen bien en realidad? —Tan pronto
las palabras dejaron su boca, quiso tomarlas de vuelta. Todo lo que había
querido decir, era que Ryder y los otros era mucho más probable a que se
ahogaran en sus pizzas de pepperoni y salchicha, a que estuvieran
poniendo vegetales en ellos.
Pero así no era como había sonado, incluso para ella. Y al juzgar por
la sonrisa malvada que Ryder estaba teniendo en este momento, el rey del
doble sentido, definitivamente había pillado el significado secundario de lo
que no había planeado decir.
Antes de que pudiera responder, estrelló una mano sobre su boca.
—No lo digas —le advirtió.
Solo sacudió la cabeza, como si manifestara su inocencia con las
manos levantadas y los ojos amplios, hasta que ella empezó a dudar de
sus instintos. Pero mientras iba a sacar su mano de su boca, él corrió la
lengua por el centro de la palma en una larga y decadente lamida que no
tenía intención de inocencia, o cualquier cosa, para el caso, haciendo que
su mente girara como un trompo.
No es que tuviera alguna intención de dejarle saber cómo la afectó.
—Lindo —le dijo, haciendo un deliberado acto de limpiar su mano en
sus vaqueros con disgusto. Pero cuando solo permaneció allí, sonriéndole,
arriesgó una rápida mirada al frente de su sudadera, queriendo estar
segura de que la tela fuera bastante gruesa para esconder sus pezones
repentinamente en punta.
Lo estaban, pero decidiendo que no podía ser demasiado cuidadosa,
puso unos centímetros de espacio extra entre ellos. Luego, le lanzó una
sonrisa despreocupada que estaba lejos de sentir, recogió una gran bolsa
de patatas y lo arrojó en el carrito. También agarró algo de ajo, cebollas,
jengibre, y una variedad de hierbas con que le gustaba cocinar,
depositándolos en el carrito que Ryder rodaba junto con ella.
—Entonces, ¿alguna solicitud especial? —le preguntó mientras
añadía maíz en mazorca para Jared, judías verdes frescas para Wyatt, y
un par de racimos de espárragos para Quinn antes de alcanzar unas
berenjenas rollizas para Jared, las berenjenas con parmesano era uno de
sus platos favoritos, y un racimo de cosas saladas para sí misma.
Con los vegetales terminados, condujo sobre la sección de frutas,
donde cargó el carrito con todo tipo de diferentes bayas para Ryder, junto
con manzanas, naranjas, y peras.
—Melocotones —dijo después de un minuto. Se estiró por una de las
bolsas de plástico y empezó a llenarlo con la dulce y rolliza fruta—. He
estado antojado de melocotones por el último día y medio.
No tenía idea de por qué el pensamiento de melocotones la dejaba
sin respiración de repente, pero lo hizo. Tal vez era porque miraba la
manera en que Ryder manejaba la fruta, sus largos y callosos dedos
suavemente apretando cada uno mientras le buscaba cardenales e
imperfecciones. O quizás era la manera en que los miraba, como si fueran
algo más.
Lo que sea que fuera, era caliente. Desviando los ojos de sus manos
demasiado talentosas, Jamison bajó la cremallera de su sudadera y la ató
alrededor de su cintura. ¿Era solo ella o se estaba poniendo caliente allí
dentro?
—¿Algo más? —preguntó después de aclararse la garganta en lo que
se sentía la millonésima vez.
—Quinn querrá Twinkies.3
Ella se atragantó.
—Eso no va a pasar.
Se encogió de hombros.
—Solo digo. Al hombre le gustan sus tortitas de refrigerio.
—Bueno, tendrá que aprender a gustarle mis tortas de refrigerio en
su lugar.
Ryder arqueó una ceja y se sonrojó otra vez. ¿De verdad? ¿Quién
supo que ir de compras podría estar tan lleno de connotación sexual?
—Eso no va a pasar —finalmente dijo él después de un minuto.
Asintió con nervios, rehusándose a ir allí con él.
—Probablemente deberíamos apresurarnos. Portland está todavía a
un largo camino y Steve solo me dio una hora para comprar.
Ryder se encogió de hombros.
—Esperará.
Se preguntó lo que se sentiría, esa profunda seguridad de que fueras
lo suficientemente importante como para que esperaran por ti. No que
Ryder fuera rudo por ello. Normalmente no lo era, y tampoco lo eran Jared
o los otros. Pero, aun así, habían cambiado a través de los años, no una
cantidad en cualquier tiempo dado, pero sí poco a poco. Sus seguridades,
siempre algo a tener en cuenta, eran enormes ahora, mientras iban en su
sentido del derecho. No lo llamaría ego, exactamente, pero todos los chicos
habían crecido en su fama a través del último par de años. Habían venido
para darlo por hecho, y a sus lugares en el mundo en una manera que no
hacían antes. De una forma todavía la sorprendía, y la inquietaba, verlo.
Entonces de nuevo, le tomaba a un tipo especial de persona, y un
tipo especial de talento, pararse enfrente de cientos de fans gritones cada
noche y entregar la experiencia de toda una vida. Una y otra y otra vez. No

3 Twinkies: pastelillos rellenos de crema.


había nada de malo en que los miembros de Shaken Dirty estén orgullosos
de lo que podían hacer. Y que esa gente los quería. Solo porque todavía se
sentía extraño para ella, no quería decir que no fuera tan natural como
respirar para ellos.
—Oye, ¿en qué estás pensando? —Ryder hizo una pausa en el
carrito de la tienda por la sección de panadería, estudiándola
cuidadosamente.
Casi lo echó de allí. Pero entonces pensó, ¿qué infiernos? Él había
preguntado, después de todo.
—En cuánto ha cambiado todo en los últimos años.
—¿Lo ha hecho?
¿Estaba fastidiándola?
—¿No lo crees?
—No lo sé. —Se encogió de hombros. Recogió un par de barras de
pan francés y los colocó en la canasta—. Se siente como si hubiéramos
estado de tour por siempre. Solo que ahora tocamos en lugares más
grandes con más fanáticos.
—Son las estrellas principales en lugar de solo bandas de apertura.
—Me pongo a cantar. Me pongo a tocar mi música en frente de la
gente. Más allá de eso, las logísticas no importan realmente.
Oh, pero sí lo hacían. Ella hizo señas al carrito.
—Solía haber un tiempo en el que no podías caminar en una tienda
de comestibles y permitirte lo que sea que quisieras.
—Cierto. —Agregó un gran paquete extra de panecillos de canela y
una tarta de melocotón—. Pero no creo que las frutas y las verduras
frescas sean realmente tanto derroche, ¿verdad?
—¿Qué hay contigo y los melocotones hoy? —Puso la tarta de
melocotón de regreso, luego se dirigió hacia el pasillo de jugos y
caramelos—. Si quieres una tarta, te haré una.
Sonrió.
—No quise darlo por sentado.
—Soy la cocinera. Mi trabajo es más que nada hacerte lo que sea que
quieras comer.
Él frunció el ceño.
—Me gustaría que dejaras de llamarte así.
—¿Qué? —preguntó, desconcertada.
—¡No eres la cocinera!
Dio un paso más cerca, alcanzándola. Y atrajo al cuerpo de ella al
refugio del suyo.
—¡Eres Jamison! Solo… Jamison.
Al principio se forzó a quedarse tiesa, a detener sus músculos de su
tendencia natural de curvarse a sí mismos contra él. Pero cuando apoyó
su sien encima de su cabeza y la apretó, no pudo mantener la distancia. A
pesar de sus muy mejores intenciones, se encontró volviéndose suave
contra él.
—Allí estas —murmuró, acariciando un rizo errante detrás de su
oído—. Te extrañé.
—He estado justo aquí.
—No. Fui un imbécil y te ahuyenté. Lo prometo, no lo haré de nuevo.
—No me querías aquí. Esa es tu elección. Lo entiendo. —Empezó a
alejarse.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella.
—No, no entiendes. —Se extendió a una pantalla de Jelly Belly,
enganchando una bolsa de jellybeans de zarzaparrilla que se habían
convertido en su apodo hace muchos años. Se los pasó a ella con una
sonrisa que la hizo volverse toda suave por dentro con la comprensión de
que él recordaba ese día. Ella había tenido catorce, y estaba
completamente celosa de que Ryder hubiera planeado un viaje con la
banda al lago con un grupo de chicas mayores y se rehusaron de lleno a
llevarla con ellos.
Para vengarse de él, había llenado la van con el único sabor de Jelly
Belly que él de verdad odiaba: zarzaparrilla. Le había costado cerca de
cincuenta dólares, pero había valido la pena completamente el ver su cara
mientras las judías marrones eran volcadas en todas direcciones. Jared le
dijo que les había llevado meses en quitar el olor de la van, lo cual solo
hizo su victoria más dulce.
—Siempre te quiero alrededor, Jelly Bean.
—¿Entonces por qué…? —cortó antes de que pudiera hacer la
pregunta que la había acechado desde que había salido furiosa de su
cuarto de hotel esa mañana.
—Porque no quise cambiar nada. Eres una de mis mejores amigas.
No quiero perder eso y estaba asustado de que si venías al tour con
nosotros, lo jodería todo como siempre lo hago.
Por sus palabras, sintió lo último de su ira desvanecerse. Aunque
Ryder no estuviera ofreciéndole lo que quería, lo que siempre había
querido cuando se trataba de él, le estaba dando la parte más grande de sí
mismo que podía. Rechazándolo porque no fuera suficiente significaría
rechazarlo.
Y no podía hacerlo, no cuando sabía cuánto le tomaba abrirse tanto.
No cuando sabía cuán asustado estaba de joder las pocas cosas en su vida
por las cuales no pudo evitar preocuparse.
Que ella era una de aquellas cosas… Podría no ser suficiente, pero
en muchas maneras, era más de lo que alguna vez podría haber esperado.
Estrujándolo tan firmemente como la había apretado, dejó caer un
beso sobre la mandíbula con mucha barba incipiente de Ryder. Y se forzó
a dejar ir, de una vez por todas, todas las tontas fantasías de colegiala que
había albergado por él a través de los años.
—Vamos —le dijo, alejándose poco a poco cuando el dolor de tocarlo
se volvió demasiado para manejar para ella—. El primero que encuentre la
mezcla de panqueque gana.
—¿Gana qué? —exigió, los ojos estrechados en repentino interés.
—¡Tendrás que ganar para averiguarlo! —Y entonces se largó a
correr hacia el centro de la tienda, el sonido de su risa oyéndose detrás de
ella.
Capítulo 13
Cinco días después, Jamison sirvió otra tanda de panqueques de
arándanos azules mientras que la banda, junto con Steve y su director de
equipo, Vince, competían por una tercera, o en algunos casos, cuarta
porción. Incluso Wyatt estaba comiendo con entusiasmo, algo que ella no
veía muy seguido si el postre no estaba incluido. Pero entonces, tenía
suficiente sirope y crema batida sobre su panqueque para enviarse a sí
mismo a un coma diabético.
—¿Tienes más? —preguntó Quinn, una mirada esperanzada en su
rostro mientras tendía una vez más el plato hacia ella.
Miró la taza vacía junto a la estufa y dejó salir un pequeño suspiro.
—Supongo que puedo batir algo más de masa si quieres.
—Eso sería genial. —Le dio su dulce sonrisa, la que había estado
consiguiéndole casi todo lo que quería desde que ella lo había conocido—.
¿Con arándanos azules extra?
—Por supuesto, con arándanos azules extras.
Se giró de regreso hacia la estufa, sintiéndose más como una
profesora de prescolar con una clase revoltosa que como una cocinera para
un grupo de hombres. Pero entonces, los músicos de rock no eran
exactamente conocidos por su madurez emocional. Incluso Jared, quien
era de lejos el mejor del grupo, podía volver a la niñez sin demasiado
esfuerzo.
—No me molesta hacer panqueques extras —dijo mientras mezclaba
otro lote de masa—, ¿pero ustedes no deben estar sobre el escenario
pronto?
—Veinticinco minutos —gruñó Ryder mientras se embutía lo último
de su desayuno—. Salimos a las diez.
Jamison sacudió la cabeza mientras le daba la vuelta al primer
panqueque. Había estado en la gira con Shaken Dirty por seis días y
todavía tenía un momento difícil lidiando con el horario que mantenían. La
parte más difícil era que tenían sus días y noches al revés, por eso estaban
comiendo panqueques a las nueve y media de la noche.
La mayoría de los días, salían de la cama alrededor de las seis de la
tarde, pasaban el rato, comían, actuaban y entonces empleaban la noche y
la mañana haciendo lo que sea que hacían antes de caer en la cama
alrededor de las once a.m. antes de hacer la misma cosa otra vez las
siguientes tardes.
Los únicos días que variaban eran aquellos en los que tocaban a
horas extrañas, como a media tarde en ese festival de música en Portland,
o cuando no estaban actuando en absoluto. Pero hasta ahora, solo habían
tenido un día libre desde que había estado en la gira con ellos. Los
organizadores tenían a tope esta gira con paradas, y en cada una, tocaban
ante una gran multitud.
Esta noche, iban a tocar en Denver, Colorado. Anoche, había sido en
Salt Lake City, Utah. Mañana sería el inicio de una carrera de tres noches
en Las Vegas y después de eso no sabía dónde iban a estar. Tal vez Nueva
Orleans, ¿seguido por Orlando? Pero creía que podría haber unas cuantas
fechas en Texas mezcladas allí también. Lo cual era una buena cosa, ya
que Jared estaba muriendo por ver a su chica. Aunque toda la banda
llamaba casa a Austin, muy raro llegaban a pasar mucho tiempo allí.
No que realmente le importara a Jamison a donde iban. Después de
todo, su trabajo era el mismo. Cocinar el desayuno, luego ya sea pasar el
rato, o ver a la banda tocar. Cocinar el almuerzo y tratar de ignorar a las
fanáticas y a los exagerados fans. ¿Y los chicos se preguntaban por qué
estaba bien con su litera, por qué no quería tomar su turno en la
habitación trasera? Solo Dios sabía que atraparía si en realidad pasaba
una noche en esas sábanas. A pesar de toda la acción que ellas veían,
estaba bastante segura de que no las habían cambiado ni una vez en el
tiempo en que había estado viajando con los chicos. Lo habría hecho, pero
entonces, tendría que tocarlas y había dejado sus guantes y su limpiador
de fuerza industrial en casa…
Los únicos dos que no parecían estar teniendo algo de acción allá
atrás eran Jared y Ryder. Jared porque tenía una prometida en Houston y
Ryder porque… bueno, para ser honesta, no estaba segura de por qué no
estaba liándose con cualquier fanática en los últimos días. Basada en lo
que había escuchado en San Diego, y lo que conocía de él, tenía problemas
imaginándolo pasando mucho tiempo en abstinencia.
Lo que significaba que estaba haciéndose cargo de las cosas en el
otro bus, en el que los encargados y el director del equipo iban, o ella
estaba limitando su estilo. Y mientras sabía que era masoquista y estaba
mal en muchos niveles, especialmente cuando se había jurado a sí misma
que dejaría de esperar a que Ryder la quisiera, aun así, no podía evitar
esperar que fuera lo último. Que Ryder, por cualquier razón, hubiera
renunciado a las fanáticas. Probablemente era una vana esperanza, pero
era a una que se aferraba de todas formas.
Diez minutos después, los chicos se alejaban de la mesa como uno.
—Gracias, hermana —dijo Jared, dejando caer su plato en el
fregadero y dándole un beso en la mejilla.
—¡Rómpanse una pierna, esta noche!
—Lo intentaremos. —Wyatt le dio un abrazo, el cual devolvió con
interés. Trataba de no preocuparse en cuan delgado se había puesto, pero
era difícil. Especialmente cuando estaba bastante segura de que estaba
consumiendo regularmente otra vez. Oh, él no se había drogado en frente
de ella o de los chicos desde su primera noche en el bus, por lo menos, por
lo que podía decir, y estaba observando, pero, aun así, había algo apagado
acerca de él. Algo que le decía que su pasado lo estaba arrastrando mucho
más fuerte de lo usual.
Ryder fue el último en dejar su plato en el lavavajillas. Fue a
moverse fuera de su espacio, la única manera de estar en el bus con él que
funcionaba para ella era si no lo tocaba, pero esta vez él no estaba
teniendo ninguno de sus movimientos evasivos. En su lugar, la arrinconó
contra el mostrador, un brazo a cada lado y su gran cuerpo sexy frente a
ella. No estaba rompiendo las reglas implícitas, no la estaba tocando, pero
el punto era discutible. Estaba rodeada por el salvaje olor del océano de él
y por la loca calidez intensa que desprendía sin intentarlo.
—¿Vendrás a vernos esta noche? —preguntó él.
—Yo… uh… no lo sé. Los platos…
—Olvida los platos. —Se estiró por su rostro, apretó gentilmente su
barbilla entre su pulgar y su dedo índice hasta que ella movió su cabeza
en un esfuerzo por alejarse de su agarre. No funcionó, pero le ayudó a que
él obtuviera lo que quería. Con su cuello levantado de la manera en que lo
estaba, era imposible mirar a otro lugar aparte de sus ojos—. No nos has
escuchado ni una vez desde tu primer día en la gira.
Eso no era verdad. Había estado en la mayoría de sus conciertos.
Solo que no se quedaba mucho tiempo, y se aseguraba de mantenerse
fuera de la vista cuando estaba allí. Porque ver a Ryder sobre el escenario
la encendía como pocas cosas lo hacían. Él era tan abierto, tan primitivo,
tan sexual cuando cantaba, que todo en lo que podía pensar, era en ir
abajo sobre él. O teniéndolo dentro de ella. O… se detuvo antes de poder ir
más lejos por ese camino. Mortificarse por lo que no podía tener solo hacía
las cosas peor para ella, sin mencionar arruinar toda la vibra de solo-
amigos en la que ambos se estaban esforzando—. He estado ocupada.
Intentando recetas, escribiendo…
—¿Escribiendo, eh? ¿Cómo está yendo el libro de cocina?
—Creo que va bien. Al menos ninguno de ustedes se ha quejado
acerca de las recetas que he inventado.
—¿De qué hay que quejarse? Tu comida es increíble. —Sonrió—. Y
debido a que está yendo tan bien, puedes tomarte la noche libre y no
sentirte culpable.
Sintiéndose vulnerable, expuesta, buscó por otra excusa. Pero no
había ninguna, no cuando él se inclinó y susurró:
—Te necesito allí, Jamison. Me gusta saber que estás viendo.
—¡Oye, Ryder! ¿Vienes, hombre? —La voz de Quinn llegó a la deriva
a través de la puerta abierta del bus, antes de que ella pudiera responder.
—Sigue adelante —gritó él de regreso sin apartar los ojos de ella—,
te alcanzaré.
—Deberías ir. —Intentó pasar bajo su brazo, pero él se negó a
dejarla.
—No hasta que digas que vendrás.
—¿Por qué esto te importa tanto?
—Porque te extraño. —Las palabras parecieron haber sido
arrancadas en contra de su voluntad.
—Estoy justo aquí —dijo, empujándolo más fuerte.
—No. No lo estás. Ese es el problema. —Pero finalmente captó la
indirecta y se alejó de ella. Sonrió, pero era una de sus sonrisas de
escenario. Del tipo que le daba a los fans, sin importar que tan de mierda
se estuviera sintiendo, pero nunca alcanzaba sus ojos.
—Oye, Ryder. —Esta vez era ella quien estaba intentando hacer
contacto visual y él era quien lo evitaba. Solo que ella no era grande, fuerte
o lo suficientemente dura para hacerlo mirarla, no físicamente y
ciertamente no emocionalmente. El cual fue el por qué, cuando él caminó
hacia la puerta, no trató de detenerlo. No hizo nada a parte de observarlo
irse.
—No te preocupes por ello —dijo sobre su hombro—. Supongo que te
veré después.
—Sí, después.
Le dio un pequeño ondeo casual de la mano mientras bajaba las
escaleras a pasos gigantes y entonces se dirigió hacia la noche, la puerta
cerrándose detrás de él.
Si solo pudiera encerrar sus propias emociones la mitad de fácil.
Una parte de ella estaba furiosa, realmente furiosa, de que él
hubiera usado todo ese inquietante atractivo sexual en contra suya.
Especialmente debido a que era quien había retirado ese aspecto de su
relación, quien no la quería a pesar de las locas chispas que sacaban el
uno al otro.
Pero otra parte de ella estaba preocupada. Había lucido tan perdido
cuando caminó en la noche, mucho como el chico que ella solía conocer en
lugar del duro rockero que no da una mierda, que había forjado a través
de los años. Era estúpido, sabía que era estúpido, pero se sintió caer por
ello otra vez.
No por él. Había aprendido su lección en ese frente. Pero solo porque
había arreglado que su mente no pensara más en Ryder, —o, más
exactamente, su mente había decidido por ella—, no significaba que había
dejado de importarle. No podía, sin importar lo mucho que algunas veces
deseaba que fuera de otra manera. Había mucha historia entre ellos.
Muchos sentimientos, especialmente del lado de ella.
Lo que significaba, se dio cuenta con un suspiro de disgusto, que iba
a romper sus propias reglas. Iba a tratar de averiguar qué estaba pasando
con Ryder, qué estaba hiriéndolo. Y la mejor manera para hacer eso, era
haciendo lo que él pidió, ir a ver Shaken Dirty y dejarlo verla allí. Tal vez se
abriría a ella otra vez, la dejaría ver dentro de él.
¿Y si no lo hacía? Una pequeña voz preguntó dentro de ella. Bueno,
si no lo hacía, por lo menos lo había intentado. Tal vez sabiendo eso sería
suficiente… para ambos.
***
Podía sentirla viéndolo.
Allí había veintitrés mil personas apiñadas en el anfiteatro frente a
él, todos ellos mirándolo, enfocados en él, y aun así podía sentir los ojos de
Jamison sobre él. No había esperado que viniera, no después de la manera
en que lo había rechazado antes, pero estaba agradecido de que hubiera
cambiado de idea.
Había pensado que ese viaje en la mañana a la tienda de comestibles
aclararía el aire entre ellos, que los regresaría a un terreno balanceado. Y
tal vez lo había hecho, debido a que ella ya no lo miraba con ese evidente
deseo en sus ojos. Ya no lo miraba como si estuviera imaginándolo
desnudo y dentro de ella.
Había creído que eso era lo que quería. Que las cosas volvieran a la
normalidad entre ellos, el mejor amigo de Jared y la hermanita de Jared,
solo pasando el rato, divirtiéndose. Pero resultó ser que él era un enfermo
hijo de perra, porque, ahora que las cosas estaban de la manera que él
había estado seguro de que las quería, no podía soportarlo.
Todo acerca de lo que podía pensar era de la manera en que olía
Jamison, y la manera en que se sabía y se sentía. La manera en que ella se
había derretido cuando la tocó y corrió como cálida, miel dulce entre sus
dedos. Quería probar esa miel, sentirla en sus labios, su lengua, bajando
por su garganta.
La quería, era un paso lejos de decir al demonio con Jared, su
pasado y su futuro, y solo tomar lo que quería. Lo que necesitaba.
“Careless” llegó a su fin con fuertes gritos y silbidos. Sujetadores y
pantis, e incluso un par de camisas, llenaban el escenario. Esquivó un
ejemplar rojo de encaje solo para ser golpeado justo en la cara con un
sujetador de lunares rosa fuerte.
La multitud gritó. Sabiendo que ellos lo esperaban, él sobreactuó.
Arrancó el sujetador fuera de su cara y lo olió con una mirada totalmente
lasciva en su cara. Olía bien, como a vainilla y azúcar, pero ya no era nada
para él. Prefería mucho más el olor de miel de durazno de Jamison. No
pudo evitar preguntarse qué tipo de sujetador estaba usando ella esta
noche, incluso mientras decía—: Mmmm, delicioso. La dueña
definitivamente puede recogerlo en mi camerino después del espectáculo.
Coros de—: ¡Te amo Ryder! —se elevaron desde la audiencia. Les
sonrió, consiguió que hicieran algo de ruido. Incluso jugó cuando Micah
deslizó el sujetador fuera de su mano y lo colgó alrededor del cuello de su
bajo.
—En realidad —le dijo a su ya incontrolable audiencia—, creo que
este sujetador, y su dueña, es todo mío esta noche. Tengo una cosa por el
rosa fuerte.
Más risas y silbidos. Ryder fue con ello, dándole mierda a Micah, y a
la multitud, un espectáculo que no olvidarían pronto. Molestando con
Jared, Quinn, incluso Wyatt hasta que la multitud estaba en un estado de
agitación extrema.
Todo el tiempo estuvo consciente de la mirada de Jamison sobre él.
No sabía dónde estaba ella, solo que no estaba entre bastidores, pero sabía
que estaba viendo. La dureza en su pene le decía eso, así como el hecho
que se sentía a segundos de saltar de su propia piel. Cada segundo de
sentir su mirada era una agonía, cada momento sin tocar insoportable. Si
no se calmaba iba a venirse allí en medio del escenario, y esa era una
experiencia que realmente preferiría no tener.
Pero seis días sin sexo, casi el tiempo más largo en el que había
estado desde que era un adolescente, siguiendo esos momentos sexys con
Jamison en su habitación de hotel, lo tenían cabalgando los bordes muy
afilados de la necesidad sexual y frustración. Y cuando se agachó cerca al
frente del escenario, estirando una mano así algunas de sus fans podrían
agarrar o chocar los cinco o solo tocarlo, esa necesidad se volcó sobre la
locura.
Porque Jamison estaba ahí, presionada contra el escenario. Estaba
viéndolo con esos locos ojos púrpura suyos, su piel sonrojada en un
delicioso rosa y sus labios carnosos con brillo de frambuesa del mismo
color de sus hermosos pequeños pezones de los cuales había obtenido un
vistazo en esa habitación de hotel en San Diego. Hombres estaban
alrededor de toda ella, tocándola, chocándola levemente mientras trataban
de llegar a él, mirándola porque él lo estaba haciendo. Y porque era
malditamente, desgarradoramente hermosa.
Quería jalarla arriba sobre el escenario, morderla, marcarla, tomarla
ahí enfrente de Jared y de todos los demás así todo el mundo sabría que
ella era suya. Que le pertenecía y no iba a dejar que nadie la apartara.
La posesiva naturaleza de sus pensamientos lo confundieron, así
como los celos corriendo por su sangre. Nunca se sintió así sobre una
mujer, nunca sintió esta impulsiva necesidad de advertir a otro hombre en
un radio de cien kilómetros. Aun así, agachado allí, mirando a Jamison, la
necesidad de hacer eso estaba golpeando en su cabeza, una pulsación en
su sangre.
Inclinándose hacia adelante, sobre todo un grupo de gritonas fans,
empujones, mantuvo sus ojos trabados en los de ella mientras tocada sus
dedos sobre su mejilla. Ella se estremeció, y así lo hizo él también
mientras la tensión entre ellos giraba incluso más fuerte. Su mano subió, y
descansó sobre la de él y por un segundo, dos, eran las únicas personas
en el lugar.
Pero entonces Wyatt impuso el ritmo para “Find Me”, mientras Vince
cargaba la guitarra favorita de Ryder a través del escenario. Al mismo
tiempo, la chica junto a Jamison la empujó fuera de su puesto y lo agarró.
El momento se destruyó. Jamison apartó los ojos de él, luego
retrocedió fuera del rango. Y él fue dejado en el escenario, con una dureza
con la que sufrir y un concierto que terminar.
Pero en el segundo en que el concierto acabó, no hizo más que
arrojar su guitarra a Vince y salir por una de las puertas traseras del
anfiteatro. Si conocía a Jamison, ya estaría en su camino de regreso al bus
y él estaba determinado a alcanzarla.
Al diablo con sus fans.
Al diablo con Jared.
Al diablo con todos y todo lo que no fuera ella.
Esta noche iba a tomar a Jamison. Que se jodan las consecuencias.
Capítulo 14
La encontró en el estacionamiento trasero junto a las camionetas de
equipo. Estaba a medio camino del autobús y moviéndose rápido, pero no
tenía la paciencia para esperar a que cubriera el último par de cientos de
metros. En lugar de ello, la atrapó desde atrás, una mano empujándose en
su cabello y jalando su cabeza hacia atrás mientras la otra se envolvía
alrededor de su cintura.
—No tengas miedo —gruñó mientras la jalaba contra él. Después de
todo, quería hacerla venir, no asustarla hasta la muerte—. Soy yo.
El sorprendido grito murió en su garganta mientras giraba su cabeza
para que su rostro estuviera a centímetros del suyo.
—¿Ryder? ¿Qué estás haciendo?
—¿Qué estás haciendo tú? —replicó, girándola para que sus senos
estuvieran presionados contra su pecho. Había lanzado su camiseta
durante el bis, así que la única cosa entre ellos era la delgada tela de su
sostén—. ¿Por qué estabas corriendo de vuelta al autobús?
—Quería…—se rompió mientras los labios de él se rozaban por
encima de su mejilla. —Pensé…
—¿Qué? —susurró, dejando besos a lo largo de la línea de su
mandíbula.
—Hambre. Pensé que estarías ham…
—Lo estoy. Muriendo de hambre. —Solo que no por comida. No
sabía de donde había venido esta necesidad, si siempre había estado ahí
justo debajo de la superficie o si simplemente había rugido a la vida esa
noche en San Diego. De cualquier forma, había terminado de luchar
contra esta. La quería, y la tendría.
Ahora.
Se movió hacia adelante, la movió hacia atrás, hasta que estuvo
presionada contra el costado de uno de los traáilers. Por largos segundos
no hizo nada más, solo se paró ahí saboreando la sensación de todas esas
exuberantes curvas de ella descansando gloriosamente contra él. Quería
tocarla, envolverse en su suavidad hasta que sus sentidos estuvieran
abarrotados de ella. Sobrecargados. Pero estaba temblando como un niño,
su necesidad haciendo imposible el pensar, respirar. Planear. Quería todo
de ella al mismo tiempo, necesitaba besar, tocar y follarla hasta que
estuviera casi loco con ello.
Control, se dijo a sí mismo mientras presionaba besos por encima de
su garganta. Todo es cuestión de control.
Pero entonces ella jadeó, se arqueó, y sus últimos restos de control
se destruyeron como cristal.
Sus manos fueron al collar de la camiseta de ella y tiró de esta
rasgándola, tomó un primitivo tipo de satisfacción en la forma en que los
botones volaron en todas direcciones, desnudándola ante su desesperada
mirada. Era hermosa, sus pechos rellenos presionados contra seda violeta
del mismo color que sus ojos. Estaba oscuro, pero no estaban tan lejos de
una de las enormes perchas de luz en el estacionamiento y podía ver sus
pezones a través del encaje.
Se estiró, pasó un dedo sobre uno de los duros picos. Deleitándose
con su jadeo y la necesidad que vibraba tan violentamente entre ellos.
—Ryder —jadeó, sus manos cerrándose sobre los hombros de él,
enredándose en su cabello—. ¿Estás seguro? —Se arqueó en su toque
incluso mientras preguntaba las palabras que deberían haberlo hecho
calmarse.
Pero había terminado con ir lento, terminado con negarse a sí mismo
cuando todo lo que quería estaba justo frente a él. El futuro podría hacerse
cargo de sí mismo. Justo ahora ella estaba caliente y temblando, tan
desesperada por él como él estaba por ella, y no iba a marcharse. No esta
vez. No le respondió, al menos no con palabras. En lugar de ello sujetó sus
muñecas, las alzó por encima de su cabeza. Luego se agachó y capturó su
boca con la suya propia, usando labios, lengua y dientes para aclamarla
en una forma que ella no olvidaría pronto. Una forma que él no podría
olvidar.
Pero, Dios, sabía bien. Picante y dulce y delicioso, como miel cálida y
canela rociada encima de duraznos maduros y crema en verano. Succionó
el labio inferior de ella, deleitándose en el jadeo que ella no pudo detener y
la forma en que sus muñecas tiraban contra su agarre. Su pene gritaba
por alivio ante el movimiento, pero empujó hacia abajo la necesidad tanto
como pudo manejarlo. Había esperado demasiado para esto como para
apresurarlo.
Además, quería mucho más que solo conseguir correrse. Esto, esta
noche, era sobre Jamison. Quería excitarla a tono de fiebre, inundarle
tanto placer que no pudiera pensar, no pudiera respirar, no pudiera hacer
nada más que sentir.
Y, admitió mientras tiraba del labio inferior de ella en su boca y la
bañaba con lengua en un intento de detener el dolor, quería controlarla.
Llevarla más allá de la razón, más allá de los límites, más allá de la
cordura hasta que lo quisiera a él como él a ella. Hasta que lo necesitara
como necesitaba su próximo aliento… de la forma en que él estaba
encontrando que la necesitaba.
Mordisqueó su labio de nuevo, y ella se puso salvaje, su exuberante,
fuerte cuerpo yendo contra él. Una vez más, sus muñecas tiraron contra
su agarre, pero no estaba listo para dejarla ir aún. No podía dejarla ir. Un
toque de sus delgados, competentes dedos y él se encendería en llamas.
Así que la mantuvo clavada contra el tráiler, usando su mano, pecho
y caderas. Asegurándose de que cada parte del cuerpo de ella estuviera
cubierta por una parte del suyo. Y luego la devoró.
—Ryder —jadeó, su cabeza rodando adelante y atrás contra la pared
metálica del tráiler—. Apresúrate por favor. Estoy enloqueciendo. —Su
aliento se rompió en un medio suspiro, medio sollozo.
—Me gustas loca —respondió, luego tomó ventaja de sus labios
separados para empujar su lengua dentro. Ella era como la seda. Como
terciopelo. Más suave de lo que se imaginaba. Más caliente de lo que jamás
había soñado.
Ella gimió, y él trató de moderarse, para darle la ternura que
merecía. Pero entonces ella succionó su lengua más profunda dentro de su
boca, y estaba perdido. Necesidad explotó profundamente en su interior,
aguda, terrible y consumible. Juntó sus talones debajo de su espina,
empujó su calor más profundo dentro de él hasta que todo en lo que pudo
pensar fue en tomarla, follarla. Marcarla.
Por un segundo, solo un segundo, intentó apartarse. Pensar.
Jamison no era una fanática, no era alguna chica desechable cuyo rostro
no recordaría al amanecer. Sin importar cuán desesperado estuviera por
ella, merecía más que una rápida follada en un estacionamiento.
Miró alrededor, vio el tráiler de equipamiento que sabía no tendría
ningún uso hasta cargarlo, lo cual no sería hasta dentro de otra hora más
o menos. Recogiéndola, usó el ascensor hidráulico para llevarlos hacia
arriba del tráiler. Luego empujó la puerta de carga abriéndola y la llevó
dentro.
No era el lugar más romántico, pero era mejor que el
estacionamiento. Mejor que un autobús abarrotado. Comenzó a
disculparse por el sitio, pero ella lo agarró, sus uñas cavando en su cuero
cabelludo en pequeños pinchazos que mezclaban dolor y deseo, control y
necesidad abrumadora. Y luego lo mordisqueó en la forma que lo había
hecho con ella, sus dientes cerrándose en su labio inferior en una filosa
demanda que él era incapaz de resistir.
Deseo explotó a través de él y apretó su agarre en sus muñecas,
chocó su cabeza en la pared interior del tráiler en su desesperación por
llegar a ella. Comenzó a disculparse, a aflojar, pero ella se entrelazó a su
alrededor y el último pensamiento racional que tuvo estaba enterrado bajo
una arremetida de deseo.
Enterrando su otra mano en sus alocados, salvajes risos, tiró de su
cabeza hacia atrás y se deleitó. Y cuando ella succionó su labio entre los
suyos, se abrió a ella, casi cayó a sus rodillas cuando ella empujó su
lengua dentro de su boca para explorarlo como él la había tenido.
Tomó su salvaje exploración por tanto como pudo, deleitándose en el
hecho de que su necesidad parecía tan intensa como la suya propia, pero
parecía que meros momentos antes él estaba en el punto de quiebre.
Arrancando su boca de la de ella, ignoró su suplicante pequeño gemido y
el agarre desesperado de sus dedos en su espalda.
En lugar de ello, presionó besos por su mandíbula hacia la elegante
curva de su cuello, antes de moverse a los ángulos afilados de su clavícula.
Se sentía suave, dulce y delicada en sus brazos, y por un segundo, solo un
segundo, estuvo abrumado por la necesidad de cuidar de ella. De
protegerla de todo, especialmente de esa mierda que vivía dentro de él. La
oscuridad que lo había tenido jodiendo todo lo que alguna vez le importó.
Casi se apartó. Casi se rindió ante este peligroso, decadente placer
que sentía tan necesario para él como respirar. Pero entonces ella jadeó
una súplica, una descarada, rota demanda que se aferró a él con salvajes
garras, y lo tiró de vuelta hacia abajo. Y sabía, Dios lo ayude, sabía, que ni
siquiera la amenaza de destruir a Jamison como lo había hecho con Carrie
podría hacerlo detenerse.
Usando su mano libre, se estiró detrás de ella y liberó el broche
trasero de su sostén. Entonces dejó ir sus muñecas solo lo suficiente para
arrancar la cosa. Tenía que probarla, tenía que sentir sus exuberantes,
hermosos pezones en su boca, tenía que devorarla antes de que
implosionara.
Hundiéndose de rodillas en frente de ella, disfrutó la sensación de
sus manos cavando más profundo en su cabello, disfrutó el fuerte tirón en
su cuero cabelludo. Los pequeños pinchazos de dolor que solo hicieron el
placer más dulce.
Entonces olvidó todo menos el éxtasis de su cuerpo mientras
enterraba su rostro en sus pechos en lo que estaba muy cerca de ser un
frenesí. Se estiró por control, pero este lo eludió, deslizándose por entre
sus dedos como magia. Buscó por paciencia, por delicadeza, pero no tenía
ninguna. No ahora, no esta vez.
En lugar de ello, encerró su pezón y lo succionó fuerte dentro de su
boca. Jamison lloriqueó, sus dedos flexionándose convulsivamente en su
cabello. Por un momento temió haber sido demasiado rudo, haber cruzado
la delgada línea entre el placer y el dolor con el que a él le gustaba tanto
coquetear. Pero las caderas de ella estaban moviéndose, desplazándose,
bombeando inquietantemente contra él y supo que estaba con él todo el
camino. Mordió suavemente su pezón, preparado para tomarla más
profundo en el torbellino del deseo que los tenía en su agarre. Pero cuando
ella gimió y lo agarró, fue él quien bajó.
***
Jamison jadeó, tembló, intentó presionarse incluso más cerca de
Ryder. Estaba matándola con su paciencia, matándola con su habilidad
para aguantar su propia necesidad, así podría avivar la de ella. Lo quería,
lo necesitaba, estaba al borde de arrancar su ropa y forzarlo a follarla, y él
estaba actuando como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Pero, Dios, se sentía bien contra ella, tan bien que iba a enloquecer
completamente si no hacía algo pronto. Apenas la tocó y ella ya estaba
temblando al borde del orgasmo, lista para volar por encima del borde ante
la más ligera provocación.
Intentó combatirlo, trató de aguantar. Había esperado tanto tiempo
por este momento, había soñado por tantos años sobre cómo sería
sostener a Ryder, besarlo, follarlo, que quería hacerlo durar para siempre.
Especialmente desde que no había garantía de que esto volviera a suceder
alguna vez.
Aunque no le dijo, nunca le diría de sus desesperados, pensamientos
sombríos, Ryder parecía entender su necesidad de prolongar esto. O
quizás solo era este el tipo de amante que él era, lento, meticuloso y
determinado a arrastrar cada onza de respuesta fuera de ella. Lo que fuera
que estaba conduciéndolo, estaba agradecida. Y determinada a disfrutar
del paseo.
Pero entonces Ryder se inclinó hacia su seno, mordisqueó su areola,
y su cuerpo perdió la compostura, un grito de frustrada necesidad
brotando dentro de ella. La única cosa que la mantenía callada era el
conocimiento de que él terminaría las cosas, terminaría con ella, si se daba
cuenta de cuán tortuosa su atención estaba convirtiéndose para ella.
Pero cuando la mordió de nuevo, luego cuidadosamente lamió la
punzada hasta que solo el recuerdo de ello permaneció, perdió la batalla.
Ningún hombre debería ser tan tierno y tan controlador, tan altruista y
dominante todo al mismo tiempo. ¿Cómo podría resistirse a él? ¿Cómo
podría evitar caer incluso más profundamente bajo su hechizo?
No podría. El pensamiento la rasgó incluso mientras agarraba la
cabeza de él contra su seno, disfrutando de los suaves, dulces roces de su
lengua y labios.
—Ryder —gimoteó mientras él mordisqueaba su camino a lo largo de
la vulnerable parte inferior de su seno—. Por favor. Te necesito.
—Oh, bebé —murmuró mientras se movía hacia su otro seno—. Solo
estoy comenzando.
—Por favor —jadeó de nuevo, sus dedos cerrándose en los hombros
de él mientras sollozaba su nombre. Su cuerpo ya no estaba bajo su
control, su voz, pensamientos y movimientos fueron tomados
completamente por su boca, su toque. Por él y su indomable voluntad.
Ryder se movió, una vez más atrapando sus muñecas en sus
grandes, talentosas manos. Luego las jaló hacia adelante, juntándolas
frente al cuerpo de ella con una mano.
—¿Qué estás…? —Su voz era ronca por el deseo.
—Mira. —Su voz era profunda y áspera, casi desconocida en su
deseo por ella. Sintió una aguda ráfaga ante el pensamiento de que ella le
había hecho esto, que había conducido a este hermoso, talentoso,
asombroso hombre tan loco con el deseo que apenas podía hablar.
Luego siguió su mirada, estaba paralizada, tanto como él lo estaba,
por lo que vio en las débiles luces que corrían a lo largo del techo del
tráiler. Capturó sus muñecas de tal forma que sus brazos enmarcaran sus
pechos, ahuecando los montículos ya rellenos hacia arriba para su placer.
Para el placer de ella también, porque ya podía sentir el incremento
de la sangre fluyendo hacia el área oprimida. Pero él no había terminado,
la mano en sus muñecas apretándose de modo que sus brazos apretaran
sus pechos incluso más fuerte. Estos en realidad picaron, el aire rozando
su sensible piel y demasiado tensos pezones.
—Eres hermosa, Jamison —le dijo, ojos amplios en una apreciación
lujuriosa—. Tan malditamente hermosa.
Se sintió hermosa cuando la miró así, cuando la tocó, la sostuvo y
acarició como si fuera la única mujer en el mundo. Sabía que era una
mentira, sabía que, probablemente, estaría con otra mujer antes de que la
semana terminara, pero no podía hacer que le importase. No cuando
estaba mirándola como si fuera su mundo entero.
Ryder se inclinó hacia adelante, presionándose contra ella hasta que
la fuerza de su pecho y hombros eran la única cosa manteniéndola arriba.
Luego inclinó su cabeza y tomó su pezón en su boca.
La chupó profundamente y ella jadeó, rogó por piedad. Pero él no la
tuvo mientras mordía y lamía, chupaba y acariciaba directo al éxtasis.
Envuelta en el increíble calor quemando a través de ella, el clímax
atrapó a Jamison por sorpresa. A pesar de que sabía que estaba cerca, tan
cerca, no había esperado precipitarse con nada más que el toque de su
boca en su seno.
Había un rugido en su cabeza, una confusión que la tomó como un
tren de carga de placer estrellándose por su cuerpo. No era como nada que
hubiera experimentado jamás y la dejó sin más elección que aguardar por
el paseo.
Su cuerpo convulsionó una y otra vez, ola tras ola de éxtasis
disparándose a través de ella, crepitando a lo largo de sus terminaciones
nerviosas, encendiéndola como la exhibición de pirotecnia que Shaken
Dirty usaba para cerrar cada concierto. Y entonces estaba volando,
elevándose, disolviéndose en el interminable cielo nocturno.
Regresó a la tierra lentamente, sorprendida ante las alturas que
había escalado. Insegura sobre la cantidad y grado de placer que Ryder le
había mostrado. No era una virgen, había dormido con un par de hombres
en relaciones comprometidas antes. Pero nada de lo que le habían
enseñado, nada de lo que había experimentado, podría haberla preparado
para estos momentos con Ryder. No por nada las fanáticas siempre
parecían tan desesperadas por encontrar su camino hacia su cama.
El pensamiento la heló, la hizo retraerse en sí misma. Pero Ryder no
iba a tolerar eso. Envolvió sus brazos alrededor de ella y la atrajo
fuertemente contra él mientras besaba su camino a lo largo de su desnudo
estómago.
—Esa fue la cosa más hermosa que jamás he visto —le dijo.
Se removió contra él, insegura sobre qué decir, qué hacer en los
talones de lo que se suponía era su primer encuentro sexual casual en la
vida. Qué mal que no se sintiera para nada así.
Dejó de besarla abruptamente, inclinó su cabeza hacia arriba hasta
que esos hermosos ojos de ónice suyos se colocaran sobre los de ella.
—¿Jamison? —preguntó, su voz aún ronca con deseo—. ¿Estás
bien?
Y así de fácil, se relajó. Escuchándolo decir su nombre, sabiendo que
era más para él que algunos cuerpos sin nombre y cara, la tranquilizó
como nada más podría haberlo hecho.
—Más que bien —coqueteó, pasando sus dedos sobre la piel
desnuda de su pecho para jugar con el piercing de su pezón. Quería
tocarlo, explorar cada pulgada de su sexy, hermoso cuerpo antes de que él
se alejara. Antes de que la oportunidad para ella se hubiera perdido para
siempre—. ¿Cuándo consigo tocar? —preguntó.
—Luego de que me sacie. —Los dedos de él fueron a la cintura de
sus shorts, comenzó a desabotonarlos.
—¿No lo has hecho aún? —preguntó mientras él meneaba sus shorts
sobre sus caderas y los dejaba caer al suelo. Luego perdió la capacidad de
hablar mientras él besaba su camino por encima de su abdomen hasta la
cima de sus bragas estilo bikini de encaje.
—Ni de cerca. —Pasó un dedo bajo el encaje, acarició los rizos en las
cimas de sus muslos—. Abre tus piernas.
Obedeció instantáneamente, la nota imponente en su voz enviando
temblores por su espina. Sin embargo, tanto como lo quería en su interior,
quería algo más.
—Quiero tocarte, sentirte…
—Oh, lo harás bebé. Lo harás. —Deslizó su mano más abajo,
acarició su camino por encima y hacia abajo en su sexo.
Tembló, su cuerpo titubeando al borde de un segundo orgasmo por
no más que ese simple toque.
—Ryder —dijo, su nombre una agonía de necesidad brotando dentro
de ella.
Él se rió, una suave, gentil expulsión de aire que tuvo a su sexo
tensándose y calor extendiéndose a lo largo de su vientre.
Así de fácil, ella se destruyó. Conducida más allá de pensar, más allá
de la coherencia, se aferró a sus hombros. Luego giró su cabeza y hundió
sus dientes en la única parte de él que podía alcanzar, el bíceps del brazo
que la estaba sosteniendo clavada contra el tráiler.
Capítulo 15
Se congeló ante la sensación de sus dientes hundiéndose en su
carne. Por un segundo, dos, estuvo quieto, contenido en su lugar por un
deseo tan feroz que bordeaba la obsesión. Entonces Jamison gimió y el
hechizo se rompió. Igual que su resolución. Había querido pasar la noche
acariciándola, tocándola, calmándola orgasmo tras orgasmo, merecía más
que ese tipo de cuidado de él. Pero no había forma de que fuera a durar
toda la noche, ninguna forma de que fuera a durar más que minutos antes
de enterrarse dentro de ella.
Decidido a darle todo lo que pudiera en esos minutos, y hacerla
venir al menos una vez más antes de que se deslizara dentro de ella, soltó
su muñeca y se acuclilló. Llevó ambas manos a apoyarse en sus muslos
desnudos. La persuadió a abrir las piernas antes de que su innata
reticencia pudiera aparecer.
Tratando de ir lento, darle tiempo para acostumbrarse a él, deslizó
una vez más un dedo en el borde de sus bragas púrpuras de encaje.
Nunca la habría tomado por una chica de encaje, no a la fresca, práctica,
reservada Jamison, pero aquí estaba la prueba. Las sexy bragas
ahuecaban su sexo como un amante, apretándose entre los pliegues de su
coño como él estaba tan desesperado por hacer.
Inclinándose hacia adelante, esta vez trazó su lengua por el borde
del encaje, disfrutando cada jadeo y temblor que su paso provocaba.
—¿Tienes más de estas, bebé? —Tiró de la cinturilla un poco antes
de permitirle volver a golpear contra su línea del biquini con una
satisfactoria bofetada.
—Sí. —Fue un jadeo, y apenas uno coherente.
—Me alegro. —Sonrió entonces, dejándole ver la malvada promesa
en sus ojos. Luego se inclinó y con sus dientes, rasgó la cosa a pedazos.
Ella jadeó y su sonrisa se hizo más amplia aun cuando una
poderosa explosión de necesidad lo recorrió. Esto era en lo que había
estado pensando, soñando, por lo que parecía una eternidad.
Jamison, caliente y húmeda, su piel sonrojada de un sexy rosa.
Incoherente de necesidad.
Tan desesperada por él como él lo estaba por ella.
—Por favor. Ryder. —Movió su mano a su pecho. Jugó con el aro de
su pezón. Acarició su camino por su estómago hasta que llegó a la
cinturilla de sus vaqueros—. Te deseo —susurró, devolviendo sus manos a
sus hombros donde se aferró a él, lo tiró más cerca.
—Desear no es suficiente —le dijo, decidido a presionarla tan cerca
de la locura como él lo estaba—. Tienes que necesitarme de la forma en
que te necesito.
—¡Lo hago! —Fue casi un lamento, uno que se volvió un alto y
entusiasta llanto cuando él mordisqueó el interior de su muslo con sus
dientes. Amaba los sonidos que hacía, la mordisqueó en un esfuerzo por
hacerlos venir de nuevo. Hacer más. Necesitaba que estuviera tan
desesperada, tan loca, por él como él por ella.
—Vamos a ver esto —le dijo, su lengua corriendo por la longitud de
su sexo en una lenta y larga barrida. Sabía a duraznos, miel y dulce, rica
crema. Hurgó más profundo, queriendo más de ella. Queriendo todo de
ella.
—¡Ryder! —Su grito rasgó el silencio alrededor de ellos y lo empujó al
borde de la línea que había estado montando—. Ryder, por favor. Fóllame.
Por favor, fóllame.
Amaba el tono suplicante en la voz de Jamison, amaba más las
palabras sin aliento derramándose de su garganta. Pero no era suficiente,
no estaba cerca de ser suficiente. Tuvo un fugaz pensamiento de que
nunca lo sería, de que siempre la desearía así. Pero entonces ella gimió, se
agarró a él, y la habilitad de pensar lo abandonó completamente. Todo lo
que podía hacer era sentir.
La necesidad que había estado construyéndose dentro de él por días
explotó, se volvió intensa y peligrosa. Su respiración era superficial, su
pene amenazando con estallar con un toque más de ella. Él empujó abajo
el deseo, se resistió. Jamison se vendría para él de nuevo, esta vez contra
su boca. Solo entonces, cuando hubiera perdido todo el control e
inhibiciones, él se entregaría al deseo conduciéndolo al borde de la locura.
Solo entonces la tomaría.
Levantando su pierna derecha, la dejó caer sobre su hombro. Ella
inhaló bruscamente con sorpresa, enredando sus dedos en su cabello. La
calmó, inclinando sus hombros para poder soportar su pecho. Le susurró
todo lo que le iba a hacer. Luego se inclinó y empujó su lengua tan
profundamente dentro de ella como pudo llegar.
Se volvió salvaje, su cuerpo azotándose contra él mientras arqueaba
sus caderas y se agarraba a él. La mantuvo quieta, detuvo las sacudidas
de sus caderas con una pesada mano sobre su estómago y siguió para
llevarla más alto. Era deliciosa, embriagante, la miel más dulce que había
conocido, y en ese momento la deseaba más de lo que alguna vez había
deseado nada en su vida.
Lo asustaba, esta necesidad que tenía por ella. Lo tenía empujándola
más alto, más rápido, en un esfuerzo por aquietar los sentimientos
embravecidos dentro de él. Casi funcionó, lo habría hecho si ella no
hubiera gritado por él, enterrándolo en el medio del torbellino.
—¡Ryder! —Fue una súplica, una orden, un llanto para el cese, pero
no podía parar. Tenía que tenerla, tenía que saborear cada gota de su
dulzura, tenía que tomar cada temblor y llanto que ella pudiera darle.
Acariciando profundo, se concentró en encontrar su preciso lugar sensible
y trabajó para llevarla más alto de lo que nadie había hecho antes.
Cuando estaba casi allí, cuando estaba sollozando, suplicando y
sintió que no podía soportar nada más, sacó su lengua de su exquisito
calor. Entonces, deslizando sus manos debajo de su trasero, la levantó
más arriba, la abrió más, y envolvió sus labios gentilmente alrededor de su
clítoris.
Su cuerpo se arqueó violentamente mientras se venía, sacudiéndose
tan salvajemente que casi lo movió. Pero aguantó, usó su lengua, dientes y
labios para llevarla a través de un clímax y otro.
Era un hombre posesivo, completamente cautivado, totalmente
adicto a la exquisita sensación que tuvo de darle placer. Podría quedarse
así para siempre, su pene palpitante, su boca enterrada en su
increíblemente dulce, increíblemente sensible sexo. Hacerla venir sería su
nueva obsesión.
Había tenido muchas mujeres en su vida, había usado su fama,
encanto y miradas para tomar a quien sea que quisiera. Había usado el
sexo para mantener sus demonios, y sus fallas, a raya.
Pero el sexo con Jamison era diferente. Porque Jamison es diferente,
una voz primitiva en la parte trasera de su cabeza le advirtió incluso
mientras lo impulsaba. Empujando su lengua dentro de ella, la envió sobre
el borde a un clímax final antes de rozar su boca por la curva de su cadera
hasta su estómago plano. Incapaz de resistir, chupó la suave carne de su
cintura hasta que la marcó, disfrutó el agudo grito que ella ni siquiera
trató de contener. Luego alivió el pequeño dolor con su lengua y labios
antes de retroceder.
—¿Qué…? —preguntó, aturdida. Confundida. Estaba temblando,
pero sabía que era de placer en lugar de frío. Su piel estaba casi febril.
Como él. Sus bolas estaban en llamas, su pene quemando con la
necesidad de enterrarse en el mojado, sedoso calor de ella. Bajándola al
suelo, la giró para que estuviera de frente al remolque. Parte de él quería
ver su rostro cuando hicieran el amor, ver sus ojos nublados y
desenfocados.
Pero él no hacía el amor de esa forma. Nunca lo había hecho. Era
demasiado personal, lo hacía sentir demasiado vulnerable. Y tanto como
quería saber todo sobre Jamison, quería ser tan personal con ella como
posiblemente pudiera, tenía miedo de dejarle ver lo que estaba dentro de
él. Miedo de que no lo dejaría tocarla si supiera lo jodido que estaba.
—¡Ryder! —Su alto grito ansioso lo arrastró fuera de su cabeza y de
vuelta al presente, donde tan obviamente quería estar.
Decidido a entrar en ella, quedarse dentro de ella, presionó la parte
superior de su espalda para que pudiera inclinarse hacia adelante, su
trasero empujando de vuelta a él. Llegando a su bolsillo trasero, sacó el
condón obligatorio. Desabotonó sus vaqueros, se lo puso. Y luego,
entrelazando sus dedos con los de ella, embistió dentro de ella desde atrás.
Ella gritó, se arqueó salvajemente, tiró como para liberar sus manos
de su agarre. Pero él se resistió, cubriéndola con su cuerpo. No podría
soltarla si suplicaba. Al momento en que se había deslizado dentro de ella,
la música había comenzado en su cabeza. Un extenso número eléctrico
que lo iluminó aun cuando Jamison lo destruía con placer.
Fue brusco, más brusco de lo que había tenido intención, pero había
perdido el control. Cualquier delicadeza que había tenido en él había sido
absorbida en los largos, sexys momentos de bajar sobre ella. Pero incluso
mientras la música lo abrumaba, se aseguró de que cada grito que sacaba
de ella fuera de placer, se aseguró de que cada golpe de su cuerpo en el de
ella la llevara un paso más alto.
Envolvió un brazo alrededor de ella para asegurarse de que estaba
protegida del frío metal del remolque, y luego la montó duro y rápido. Cada
embestida era un frenesí de furiosa necesidad, cada golpe una declaración
de control, posesión y feroz, violenta necesidad.
Y Jamison estaba tomándolo. No, estaba suplicando por más, sus
músculos tensándose firmemente alrededor de él. Se inclinó, apartó más
sus piernas. Necesitaba ir más profundo, necesitaba llevar su pene tan
duro y profundo dentro de ella que nunca olvidaría la sensación. Nunca
olvidaría la música derramándose a través de él.
Sollozando, Jamison enterró sus uñas en sus manos, agarrándose
por su vida mientras sus embestidas la movían a sus puntillas.
—¡Hazlo! —jadeó, su cuerpo temblando incontrolablemente mientras
su sexo se tensaba apretadamente alrededor de su pene—. Por favor,
tienes que hacerlo.
La música se hizo más fuerte. Su cuerpo gritó por alivio. Pero se
negó a sucumbir, no ahora, no cuando ella estaba tan cerca de venirse de
nuevo. Estaba desesperado por sentir su orgasmo, sentir su cuerpo
convulsionarse salvajemente alrededor de él.
Retrocediendo un poco, bajó su mano, acariciando suavemente su
clítoris al ritmo de la música en su cabeza.
—No, bebé, tú tienes que hacerlo —susurró, siguiendo las palabras
con una desesperada embestida dentro de ella—. Vamos, Jamison, bebé.
Déjalo tomarte. Déjalo…
Gritó, su espalda arqueándose debajo de él como un arco mientras
las olas explotaban a través de ella. Apretando sus dientes, mantuvo los
duros, constantes golpes hasta que el sudor se derramaba por su cuerpo.
Hasta que sus músculos gritaron por alivio. Hasta que otro orgasmo azotó
a través de Jamison y ella gritó su nombre mientras se venía.
Solo entonces, mientras la música alcanzaba un aplastante
crescendo, se rindió a una liberación tan violenta, tan poderosa, que fue
como el mismo rock and roll.
***
Cuando terminó, cuando finalmente pudo pensar de nuevo, Jamison
apoyó su cabeza contra el frío metal del remolque y solo respiró. Había
tenido sexo antes, incluso hecho el amor antes, pero nada ni nadie podría
haberla preparado para esto. Para Ryder.
Hacía el amor como cantaba… amenazante, peligrosamente, y con
una increíble atención para detallar que la dejó como un tembloroso,
deshuesado desastre. Por primera vez en un largo tiempo se sentía
satisfecha. Aún más, se sentía blanda. Como si todo dentro de ella se
hubiera derretido a un charco de pringue.
Lo cual no sería tan malo si no hubiera sentido su corazón, y las
barreras que había erigido muy deliberadamente entre ella y Ryder,
derretirse junto con todo lo demás.
Pánico comenzó a asentarse con esa comprensión, destruyendo el
brillo post orgásmico que la hizo querer quedarse justo donde estaba,
incluso si ese lugar estaba apoyado contra un remolque, para siempre.
Con el corazón corriendo, las manos temblando, miedo vibrando a través
de cada terminación nerviosa que tenía, esperó que Ryder la echara. Que
se alejara. Que deslizara las defensas que él usaba tan incesantemente de
vuelta a su lugar.
Pero no lo hizo. No hizo nada más que descansar contra ella, su
rostro presionado en la curva de su cuello, su cuerpo presionado en el
suyo. Todavía pudiendo sentirlo allí, dentro de ella, estaba
desesperadamente aterrada de que siempre lo haría. En los últimos
minutos, Ryder había hecho más que follarla. Se había adueñado de ella
completamente.
Pánico se convirtió en completo terror. De repente, quería luchar
contra él. Exigir que la rechazara así podría encontrar esa distancia de
nuevo. Necesitaba respirar, pensar, estar sola así fuera por unos minutos
para que pudiera reconstruir las defensas que él había destrozado tan
completamente.
Había pasado años de su vida deseando a Ryder, queriéndolo más de
todo buen sentido y comprensión, pero ahora que lo había tenido solo
estaba más confundida.
¿Qué significaba esto para ellos? ¿Para ella? ¿Para él? ¿Estaban
juntos? ¿O era una tonta por incluso pensar así? Por supuesto que lo eres,
se dijo mientras luchaba contra la urgencia de apartarlo de un empujón.
Era estúpido, ridículo, realmente, imaginarse que era algo especial cuando
pensaba en con cuántas mujeres había dormido en un año o un mes e
incluso una semana normal.
Quería ser diferente, quería que este momento entre ellos fuera más
que eso, pero, ¿cómo podría serlo cuando se había lanzado a él justo como
otra fanática? Dos veces ahora que él la había tocado y dos veces había
estallado en llamas sin que él la tomara por tanto como una taza de café.
Era absurdo pensar que era algo más para él que un rápido revolcón. Un
buen rato.
Y, aún incluso mientras los pensamientos se formaban, sabía que
estaba siendo injusta con Ryder. Sabía que estaba dejando que la histeria
se apoderara de ella. Era su amigo, había sido su amigo y su campeón y
su héroe por más de una década. Solo porque habían dormido juntos…
solo porque se habían rascado la comezón que se había estado
construyendo entre ellos por días ahora, no significaba que era de repente
nada para él. Por supuesto que significaba más para él que alguna
fanática cuyo nombre no sabía.
Entonces, ¿eso significaba que iban a ser amigos con beneficios
ahora? Se preguntó. Y si lo fueran, ¿cómo se sentía ella por eso? ¿Podría
mantener sus sentimientos por él a raya lo suficiente para consentir ese
tipo de relación? ¿O el hecho de que estaba loca por él, o solo simplemente
loca, los excluiría de ser nada más que lo que eran en este preciso
instante?
—Oye —Ryder levantó su cabeza—, prácticamente puedo ver las
ruedas girando en tu cabeza. ¿Estás bien? ¿Te lastimé?
Tragó el bulto en su garganta, forzó un tono despreocupado que
estaba lejos de sentir.
—¿Bromeas? Eso fue fabuloso.
—Realmente lo fue. —Jamison escuchó la sonrisa en su voz, y sonrió
de regreso a pesar de sus dudas. Era difícil permanecer enloquecido
cuando Ryder desplegaba el encanto.
Esperó que se saliera, se alejara, pusiera alguna excusa sobre
necesitar regresar al bus. No hizo nada de esas cosas. En su lugar, puso
una mano bajo su barbilla e inclinó su cabeza hacia atrás y al costado
hasta que no tuvo más elección que encontrar sus ojos.
Era duro, más duro de lo que habría imaginado posible
considerando que todavía estaba dentro de ella. De alguna forma, sin
embargo, estos momentos tranquilos con él se sentían más íntimos, más
aterradores, de lo que dejarlo entrar en su cuerpo había sido.
Pero no era débil, no era alguna niñita que huía de sus miedos o las
consecuencias de sus acciones. Así que, en vez de menospreciarlo o
regodearse en sus propias inseguridades, se puso sus bragas de chica
grande y obligó a todas las emociones conflictivas a bajar profundamente
dentro de ella. Eligió en su lugar enfocarse en lo práctico.
—Probablemente deberíamos volver al bus pronto.
—¿Y si no quiero regresar? —Se levantó un poco, inclinó sus caderas
para poder golpear un lugar particularmente sensible dentro de ella—. ¿Y
si quiero hacerte el amor de nuevo?
Jamison jadeó, se arqueó contra él mientras sentía a su cuerpo
responder. No pudo evitarlo. A pesar de los miedos y dudas que habían
tomado residencia dentro de ella, sabía que no apartaría a Ryder. No
cuando estaba en este humor juguetón. Y no cuando la quería. Puede que
no fuera de la misma forma en que ella lo quería a él, pero no importaba.
Nada lo hacía en ese momento más que él y el placer que pudieran traerse
al otro.
—Dios, te sientes bien. —Embistió contra ella, gruñó cuando su sexo
todavía sensible se tensó a su alrededor—. No quiero dejarte.
—Entonces no lo hagas. —Las palabras salieron antes de que
pudiera detenerlas.
Él rio y sintió la vibración de ello profundo dentro de sí, en su
garganta como en su cuerpo. Ryder no reía lo suficiente.
—Estoy segura de que eso iría bien. Puedo solo ver la cara de Jared
si entrara en el bus contigo montándome así.
—No es asunto de Jared lo que hacemos. —Se apretó alrededor de
él, acariciándolo desde el interior.
—Haz eso de nuevo. —Su voz era más profunda, más ronca de lo
que había sido incluso un momento antes.
Lo hizo y su cabeza cayó hacia adelante hasta que su frente
descansó sobre su hombro.
—Dios, te sientes bien, Jamison.
Se iluminó un poco, emocionada en el fondo de que hubiera usado
su nombre. Que no la hubiera llamado bebé.
—Tú también, Ryder.
Él no dijo nada más, solo se agachó entre sus cuerpos y acarició un
suave pulgar sobre su clítoris. Todavía estaba sensible de todos sus
orgasmos anteriores, por no mencionar el duro, torrencial ritmo que había
fijado mientras la había follado, y aun así respondió a él. No pudo evitarlo.
Había una parte de ella que creía que respondería a él para siempre. Que
lo que sea o cuando sea que la quisiera, ella vendría corriendo.
El pensamiento la aterrorizó de nuevo. Así que incluso mientras se
balanceaba en el borde de un nuevo orgasmo, estiró una mano detrás de
ella, empujó su cadera.
—Détente.
Sonó tan encendida, tan sin aliento, que no lo habría culpado si la
hubiera ignorado. No era como si pudiera negar lo mucho que lo quería,
después de todo.
Pero había subestimado a Ryder. Se detuvo inmediatamente, no solo
el acariciar de su pulgar sino todo lo demás también.
—¿Sensible? —susurró contra su húmeda piel mientras salía de ella
en una caliente carrera que la dejó sintiéndose inmediatamente despojada.
Apretó los ojos, luchó para contener las lágrimas mientras asentía
contra el remolque. Si solo supiera cuánto…
—Lo siento. No debería haber venido a ti así.
—Quería que lo hicieras. Fue… —Giró su cabeza para que sus ojos
encontraran los suyos por primera vez desde que él se había deslizado
dentro de ella—. Maravilloso.
Sonrió entonces, y su corazón tartamudeó un poco en su pecho.
Porque no era la sonrisa que le daba a la horda de fanáticos gritando, no
era la sonrisa que le daba a los otros chicos o sus amigos o incluso a las
mujeres con las que dormía. Había visto esas sonrisas cien, mil, veces a
través de los años. No, esta era su sonrisa Jamison. La que mantenía solo
para ella, y el hecho de que estaba dándosela ahora ayudó a calmarla
como nada más podría.
Después de todo, ¿quién era ella para quejarse sobre la forma en que
las cosas habían avanzado? ¿No era esto lo que había querido todo el
tiempo? ¿Que Ryder la viera como una mujer? ¿Qué la sostuviera y la
amara, así fuera por un rato? Cuando habían comenzado a hacer el amor,
se había jurado que tomaría lo que sea que tuviera para ofrecer, sin
ataduras o quejas. No estaba planeando regresar de esa promesa a sí
misma a minutos de cumplirla, ¿o sí?
Porque no era como si estuviera buscando un felices para siempre
con él, demonios, era lo bastante inteligente para saber que eso no iba a
suceder. No con Ryder. No con su historial y no cuando él no creía que
tuviera un felices para siempre en él.
No estaba de acuerdo, pensaba que él un día sería para una mujer
un fabuloso esposo, una vez que llegara a entender que mucha de la
mierda en su vida realmente no era su culpa. Había pasado años tratando
de probárselo, como Jared, pero ninguno de ellos le había abierto los ojos.
Y luego Carrie había llegado y él había estado mejor. Por un tiempo.
Justo hasta que había sido atacada en uno de las presentaciones de la
banda. Ryder había estado en el escenario cantando mientras ella había
sido violada en el camerino, y la culpa y rabia casi lo había matado. ¿Cómo
no, cuando Carrie lo había culpado constantemente por lo que le había
sucedido? Incluso su nota de suicidio había sido un jódete para él, una
cacofonía de odio y dolor que lo culpaba por todo lo malo que le había
pasado.
Y Ryder le había creído. Sin importar lo que Jamison, Jared o
cualquiera de los otros chicos habían dicho, nunca había sido capaz de vez
más allá de la malvada visión de sí mismo.
Parpadeando las lágrimas que venían cada vez que pensaba en lo
que había sufrido, Jamison trazó el arte en su brazo izquierdo. Como el
fénix que se había tatuado a sí mismo, se había elevado de las cenizas de
su pesadilla de familia. Se había reinventado. Pero todavía estaba tan
encerrado en sus propias percepciones de sí mismo, todavía una víctima
del daño que su familia, y Carrie, le habían hecho, que no podía ver más
allá de las barreras.
Eso no significaba que iba a dejar de tratar de convencerlo de su
valor. Ryder era demasiado maravilloso como persona, fuerte, talentoso,
protector, por no mencionar bueno en el fondo. No merecía sufrir por los
pecados de aquellos que le habían fallado.
Y tampoco merecía que ella lo condenara por lo que él no podía
cambiar. Aquí estaba ella, todavía brillando por el sexo más increíble de su
vida, y estaba haciendo todo lo que podía para poner distancia entre ellos.
Eso no era justo para ninguno.
Así que, ¿por qué no podía tenerlo, incluso si era solo por un ratito?
Había dado un salto de fe cuando había saltado en el bus del tour y huido
de San Diego y del desastre en que su vida se había vuelto. Había
renunciado al control de su destino mientras luchaba para escribir un
libro de cocina del que no tenía ninguna garantía de que alguna vez iría a
alguna parte. Si podía hacer eso en su vida profesional, ¿por qué no podía
hacerlo en su vida personal también? No para siempre, ¿sino por lo que
durara este tour? ¿Por qué no podía solo decir: al demonio con el amor y
responsabilidad y felices para siempre y solo disfrutar estar con Ryder por
tanto como él quisiera estar con ella? No dudaría para siempre, puede que
ni siquiera la semana, pero eso no significaba que no pudiera disfrutar
cada segundo, y cada orgasmo, que él estaba dispuesto a darle.
Decisión tomada, se escabulló de Ryder. Sintió un tirón profundo en
su corazón ante la pérdida de su calor alrededor de ella, dentro de ella.
Pero acalló eso rápidamente, decidida a hacer los próximos minutos acerca
de lo que él necesitaba.
Girándose para mirarlo, lanzó sus brazos a su alrededor. Lo abrazó a
ella tan apretadamente como él se lo permitía. Y trató de no notar la forma
en que se tensó contra ella. Era algo imperceptible, pero había tenido
muchos años para acostumbrarse a ello. Ryder podía follar sus sesos,
podía lamerla hasta que gritara y luego hacerlo todo de nuevo, pero no
podía manejar el simple afecto de un abrazo.
Esperó un segundo extra de todos modos, si no pudiera darle nada
más en su tiempo juntos, entonces ella le daría esto. La habilidad de tocar
y ser tocado en una forma que no fuese solo sexual. Lo merecía. A lo
mejor, ella también.
Pero la tensión continuó construyéndose en él, así que se apartó y le
lanzó una sonrisa casual mientras se agachaba y recuperaba sus shorts y
ropa interior de donde él los había dejado caer en el suelo. Luego hizo su
mejor intento para no temblar mientras los subía por sus piernas. La
única forma en que esto iba a funcionar era si ella actuaba completamente
indiferente.
No estaba lista para renunciar a él. No todavía, no cuando acababa
de conseguirlo. Si eso significaba que iba a terminar con el corazón roto
luego, lo tomaría. Por una vez, la mujer que trataba de controlar todo
estaba diciendo al demonio con eso y rindiéndose al caos. Mañana podría
ocuparse de ello.
***
Mientras guiaba a Jamison de vuelta al bus, Ryder no estaba seguro
de qué pensar o cómo actuar. Parte de él estaba más feliz de lo que podía
recordar ser, lo cual era loco, lo sabía. Después de todo, no había estado
en una relación real desde Carrie, no había estado buscando una ahora.
Pero Jamison no era el tipo de chica de sexo de una noche, ni siquiera la
llamaría el tipo de chica de sexo de una semana o de un mes. No solo
porque iba a estar en la carretera con él por las siguientes semanas, por
consiguiente, haciendo el sexo de una noche imposible, sino también
porque significaba más que eso para él. Mucho más.
Cuando Jared se lo había pedido, había prometido que se
mantendría lejos de Jamison. Y cuando había hecho esa promesa, había
tenido toda la intención de mantenerla. Después de todo, ella era dulce e
inteligente, divertida e inocente, o tal vez no tan inocente si consideraba
todas las cosas que habían pasado la última hora haciendo. Aun así, era
demasiado buena para sus gustos, demasiado buena.
Sabía que tenía toda una vida a la que regresar de todos modos, una
que no involucraba jodidas estrellas de rock y follar contra un remolque.
Tratar de cambiar su futuro, de cargarla con todo su equipaje de mierda,
no sería justo para nadie. Menos para ella.
Y tal vez fue realmente sexo genial o tal vez era la forma en que lo
había abrazado después, como si él importara como algo más que
derechos de presumir a sus amigas, pero, de cualquier forma, no estaba
listo para que parara. No estaba listo para que el placer, ninguno de ellos,
terminara. Antes de Jamison, el sexo siempre había sido solo un medio
para salir de su cabeza. Incluso con Carrie, lo había usado para el placer
momentáneo en lugar de la conexión emocional. Eso nunca lo había
molestado antes, porque no lo había dejado.
Pero ahora Jamison importaba más que el placer y la terminación.
Importaba más que toda la mierda que lo perseguía de su pasado. Y a
pesar de que sabía que no era lo suficientemente bueno para ella, que no
podía conservarla, no estaba listo para renunciar a ella. No todavía. No
cuando la necesidad por ella era aún una llama quemándolo de adentro a
afuera.
Estirándose, apretó su mano. Entrelazó sus dedos con los suyos
propios. Y frotó su pulgar sobre el dorso de su mano.
Ella se sobresaltó un poco, levantó la mirada a través de sus
pestañas. Luego le sonrió tímidamente. En ese momento parecía tan
diferente de la mujer que le había suplicado follarla tanto como estaba
seguro de que él se veía de los chicos presentables con los que ella estaba
acostumbrada a salir. Alarmas sonaron en su cabeza.
Había una parte de él que quería ignorarlas. La quería, más
desesperadamente de lo que podía recordar alguna vez querer algo o a
alguien. Pero al mismo tiempo, no quería lastimarla. Quería hacerle el
amor, sentir sus brazos y piernas envueltas alrededor de él, verla sonreírle
justo así, una y otra vez. Pero no quería darle falsas esperanzas. No podía
dejarla construir castillos en el aire sobre ellos dos y lo que podrían
significar para el otro. A pesar de que significaba más para él, a pesar de
que el sexo había significado más para él, que nada en un largo, largo
tiempo, no podía dejarle pensar que había más para ellos que lo que
estaba dispuesto a dar.
—Jamison —dijo su nombre suavemente.
—¿Sí?
Comenzó a hablar, a decirle todo lo que acababa de comprender.
Que la quería, pero no quería lastimarla. Que quería seguir haciéndole el
amor, pero no quería que se enamorara de él. Pero cuando lo miraba así,
sus ojos bien abiertos, brillantes y curiosos, no podía envolver su lengua
alrededor de palabras.
—Eso fue…
—Lo sé. —Apretó su mano antes de llevarla a sus labios y presionar
un suave beso contra sus nudillos. Calor se extendió a través de él donde
sus labios tocaron y por un segundo no estuvo seguro de que pudiera
contenerse de tomarla de nuevo, justo allí en el medio del estacionamiento
trasero. Solo el hecho de que no tenía un condón lo detuvo. Eso y estar
dentro la vista de los buses.
—Sabes que está bien, ¿verdad? —dijo ella mientras bajaba
lentamente sus manos unidas.
En realidad, no estaba seguro de que nada estuviera bien. Se sentía
agitado, patas arriba en una forma que usualmente evitaba como la plaga.
Cuando no respondió de inmediato, ella continuó—: No tienes que
preocuparte de que me enamore de ti. Sé lo que estamos haciendo aquí.
Se alegraba de que uno de ellos lo hiciera, porque él estaba en
territorio desconocido. Pero eso era lo que amaba de Jamison. Siempre
había entendido las cosas sin que tuviera que decirle.
—Sabes que me preocupo por ti.
Ella rodó los ojos.
—Dios, no te pongas todo sensible conmigo, Montgomery. Solo
relajémonos. Disfrutemos de nosotros. Y cuando termine, terminó.
Sintió su boca caer abierta.
—¿Quién eres tú y qué hiciste con Jamison?
—Estoy cansada de ser la chica buena y quiero divertirme por un
tiempo. —Besó su hombro, pasó su lengua sobre la curva de tatuaje—.
Puedo cuidar de mí misma.
Lo último de tensión en su estómago se disolvió. Si sabía lo que él
estaba ofreciendo y lo quería de todas formas, ¿quién era él para discutir?
Además, tal vez había estado loco por pensar que una chica como Jamison
querría algo más de un chico como él.
La tiró más cerca, lamió un lento camino por su clavícula. Disfrutó
el sabor dulce y salado de ella, especialmente cuando gimió un poco.
Levantando su cabeza para mirarla, bromeó—: Y aquí pensé que
disfrutaste la forma en que me ocupé de ti.
—Oh, lo hice —respondió, arqueándose hacia él para que sus pechos
rozaran contra su pecho desnudo—. Y no puedo esperar para que te
ocupes de mí de nuevo pronto.
Dios, él tampoco.
Capítulo 16
Tres semanas después, Jamison se deleitaba con la sensación de
Ryder a su espalda mientras presionaba besos suaves en su columna,
hombros y espalda baja.
—Mmm —le dijo mientras se inclinaba a su toque—. Hazlo otra vez.
—Eres codiciosa, ¿no? —Pero pudo sentir su sonrisa cuando trazó
los labios sobre su hombro y por el bíceps a un lado de su pecho.
—¿Por qué no debería? Tengo a Ryder Matthews en mi cuarto de
hotel, todo para mí. Es más que nada una obligación que sea codiciosa.
Se tensó contra ella por solo un momento fugaz, pero a la vez que
giraba la cabeza para mirarlo, ver qué lo había molestado, la rigidez se fue.
O al menos mucho de ello se fue, pensó con una risita interna cuando la
hizo rodar a su espalda y debajo de él en un suave movimiento.
Estaban cara a cara ahora, una posición que había descubierto, no
tenía aprecio particularmente. Al principio había aguijoneado un poquito,
el modo que siempre parecía alejarla de él antes de deslizarse dentro de
ella. Pero entonces se había dado cuanta que esta era su manera de
mantener la distancia, de poner un poco de espacio entre ellos. Y mientras
eso había dolido un poquito más, había entendido que estaba tratando de
protegerlos a ambos. Pero seguía sin poder evitar preguntarse: ¿quién
pensó que necesitaba más la distancia?
Estirando un brazo, cepilló una mano a través de todo su cabello
salvaje. Él se pavoneó un poco, se presionó en su toque como haría un
gato hambriento. Así que se quedó dónde estaba, amando la sensación de
los mechones sedosos mientras se deslizaban por sus dedos.
Amando el hecho de que le estaba permitiendo esta intimidad
cuando era usualmente tan cuidadoso sobre a quién permite tocarlo, y
donde.
Solo amándolo.
Oh, sabía que era estúpido. Sabía que si se permitía amarlo iba a
terminar con el corazón roto, sin importar cuántas promesas le había dado
de lo contrario. Pero no podía obligarse a que le importara. No ahora,
cuando estaba debajo de él, toda su energía intensa y sensual enfocada
exclusivamente en ella. Y no cuando estaban fuera del mundo y era tan
jodidamente atento, tan dulce, encantador y cariñoso, que quería
envolverse en él y sostenerlo para siempre.
Pero no era posible, se recordó incluso mientras entrelazaba los
brazos alrededor de su cuello y atraía sus labios a los suyos. El feliz para
siempre era solo un sueño imposible para ella. ¿Pero feliz por ahora?
Estaba allí.
Ryder la besó lentamente, completamente, su lengua explorando las
esquinas de su boca en la curva de su labio inferior antes de deslizarse
dentro de su boca y explorarla allí, también. Ella inclinó la cabeza,
abriéndose para él. Y disfrutó del bajo gemido que hizo profundo en su
garganta.
Luego sus manos estaban en su cabello, empuñando sus rizos
mientras la otra sostenía su cadera en un agarre que era privado al
extremo. Si otro hombre la hubiera agarrado así, incluso en tal situación
íntima, se habría enfurecido. Salido de debajo de él. Pero era Ryder y todo
lo que le hacía se sentía bien y sexy como todo el infierno. Además, querer
pertenecer a él era un deseo primitivo e incontenible dentro de ella. Uno
con el que peleaba a diario, pero uno que sabía que estaba allí, sin
embargo.
No que fuera a permitirle, por solo un segundo, que se enterara de
ello.
—Sabes tan jodidamente bien —gruñó, levantando la cabeza para
mirarla a los ojos—. No puedo tener suficiente de ti.
Aquellas eran palabras importantes para él, pero se rehusó a leer
demasiado en ellas. Estaba caliente y cachondo como el infierno. Eso no
significaba que una vez que estuvieran fuera de la cama diría las mismas
cosas, o incluso pensara en ellos. De hecho, estaba bastante segura de que
no lo haría.
—Ryder, tú… —Se deslizó dentro de ella entonces, robando su
habilidad de hablar, de pensar. Solo podía sentir, su cuerpo entero en
servidumbre mientras se movía suavemente contra ella.
Era la primera vez que la había tomado así alguna vez, cara a cara, y
le encantó. Oh, amaba todo lo que le hacía, era un amante
extremadamente ingenioso que la había hecho correrse más veces en tres
semanas, de lo que había hecho en su vida entera, pero estaría mintiendo
si dijera que no había querido esto.
Ser capaz de mirarlo a los ojos, besarlo y envolver sus brazos y
piernas alrededor de él, sostenerlo, mientras él se deslizaba dentro de ella,
era un placer diferente a los otros que le había dado. Pero entonces, esto
era un revolcón diferente.
Normalmente era intenso, todo calor salvaje mientras llevaba su
cuerpo a lugares que nunca había imaginado que podría ir. Lugares
poderosos donde el placer era tan avasallador que la llevaba cerca de la
locura.
Pero esta vez era diferente. Era lento, suave y asombroso, de manera
completamente diferente.
Quería tocarlo, darle tanto, la mitad del gran placer que le estaba
dando a ella. Pero cada vez que lo intentaba, cada vez que alisaba las
manos sobre su espalda o por su pecho, se distraía, por la mirada en sus
ojos y el lento, firme ritmo de sus empujones.
Estaba tocando cada parte de ella adentro y afuera, incluso aquellos
que no quería saber y que trataba tan duro de mantener escondidos. En lo
profundo de su interior, sabía que era peligroso, masoquista, solo rendirse
así a esto. Pero justo ahora, quería que este revolcón continuara para
siempre, quería envolver sus brazos en Ryder y mantenerlo dentro de ella
hasta que ya no tuviera la fuerza para continuar. Pero la tensión en su
interior se seguía construyendo, amontonándose más y más y más alto,
hasta que estaba de vuelta donde siempre estuvo cuando estaba dentro de
ella, aferrándose a la cordura con las puntas de los dedos maltratados.
Y aun así trataba de resistir. Se sentía tan bien, tan correcto, que no
estaba preparada para que terminara.
Ryder debió haber sentido su reticencia, porque se contuvo.
Mantuvo sus caricias lentas y suaves incluso cuando sabía que tenía que
estar muriendo por venirse. Su respiración estaba haciéndose más
dificultosa, el sudor estaba drenándose de él, y su cuerpo estaba
poniéndose más y más tenso. Y todavía no la apresuraba. Todavía se
contenía. Por ella. Sabía que era por ella.
Lágrimas brotaron de sus ojos antes de que supiera que siquiera se
estaban formando, y giró la cabeza, sin querer verlo. Quizás él no era el
único a quien le gustaba la seguridad de hacer el amor con su espalda
hacia el frente de él. En esta posición, se sentía muchísimo más abierta.
Muchísimo más vulnerable.
Pero, para su confusión, Ryder no estaba teniendo nada de esto.
Llevó una mano a su barbilla, ladeó su cara para atrás así que estaba
mirando directamente hacia él, nadando en sus ojos y todo. Y luego la
besó y fue más dulce, más caliente, y más intenso que nada de lo que
había venido antes.
Estaba temblando a la vez que él se retiraba, una combinación de
emoción sobrante y el esfuerzo estaba tomando agarre a su liberación
controlada. Y allí fue cuando Ryder tuvo suficiente.
—Vamos, cariño —susurró con esa baja y oscura voz que amaba
demasiado. La que había vendido millones de canciones y roto por poco a
muchos corazones—. Córrete para mí, Jamison. Necesito sentirte.
Sus palabras la empujaron justo al borde del clímax. Se balanceó allí
por largos segundos, hasta que Ryder barrió su pulgar sobre su clítoris al
mismo momento que bajaba la cabeza y mordía suavemente su pezón. Con
un grito ahogado, se fue volando.
La siguió momentos más tarde, y, como la construcción que la
condujo a ello, sus orgasmos siguieron y siguieron en lentas, suaves olas
que la dejaban sintiéndose acalorada, blanda y deshuesada.
Ryder debió haber sentido lo mismo, porque cuando finalmente dejó
de venirse, colapsó sobre ella, enterrando la cara en la curva sensible
donde su cuello se encontraba con su hombro. Se emocionó por la
sensación de él encima de ella, a su alrededor, Jamison envolvió brazos y
piernas alrededor de él y lo sostuvo fuerte. No quería asustarlo, pero no
podía dejarlo ir aún. No sin intentar darle algo del mismo calor y seguridad
que él le daba.
Sorprendentemente, se lo permitió.
No sabía cuánto tiempo yacieron allí, rodeándose y envueltos el uno
al otro.
Suficiente para que sus corazones dejaran de correr.
Suficiente para que su piel se enfriara y el sudor se evaporara de sus
cuerpos.
Más que suficiente para que deseara que las cosas pudieran ser
diferentes.
Fue esta comprensión, más que nada, lo que la tenía susurrando:
—Probablemente deberíamos levantarnos.
El tiempo estaba pasando y aunque quería quedarse, disfrutar en el
sencillo cariño de que solo le mostraba cuando estaban haciendo el amor,
era consciente de permanecer demasiado en su bienvenida. Lo cual podría
sonar ridículo considerando que esta era su habitación, las pocas veces
que habían pasado una noche en un hotel las pasadas semanas, Ryder
siempre se había asegurado de que tuviera su propia habitación.
Nunca la había hecho sentir como si fuera una molestia o que no la
quería a su alrededor. Y necesitaba mantenerlo de esa forma. Tal vez si
pudiera evitar preguntar demasiado de él, podría mantenerlo, al menos por
un poco más de tiempo.
—¿Ya cansada de mí? —preguntó, un ceño revoloteando en su
rostro.
—Un poco, sí. —Sonrió para mostrarle que estaba bromeando—.
Pero en verdad, tengo otras cosas que hacer que tú en el día.
—Ahora eso es una pena.
—Lo es, ¿no?
Dejó caer un beso en su nariz, luego lentamente se retiró de ella.
Mientras rodaba a sus pies, trató de no sentirse vacía. No era culpa de él
que quisiera más de lo que tenía para darle.
—¿Quieres tomar una ducha conmigo? —preguntó, después de
haber caminado al baño y desechado el condón.
—¿Es código para juegos de agua?
—Podría ser.
—Ahora es una no-respuesta si he escuchado una alguna vez.
Sostuvo las manos delante suyo en el universal gesto de la
inocencia. Y se veía más caliente de lo que cualquier hombre tenía derecho
mientras lo hacía.
—Oye, solo estoy asegurando mis apuestas, tratando de descubrir
cuál respuesta tiene la mejor oportunidad de atraerte a la ducha conmigo.
Le dio una mirada severa, o lo intentó. Pero era difícil parecer
intimidante cuando uno de los hombres más sexys en el universo estaba
haciéndola arder. Especialmente cuando ese ardor era en total broma.
—Deberías haber tratado la rutina entera del necesitamos-
conservar-el-agua. Estamos en Texas, después de todo.
Charqueó los dedos.
—Sabía que olvidaba algo. ¿Funcionaría si lo intentara ahora?
Ella entró al baño y le arrojó una toalla.
—Sin chances, amigo.
—¿Estás segura de ello? —Surgió detrás de ella, envolviendo sus
brazos alrededor de su cintura, y la jaló de vuelta contra su frente.
Entonces comenzó a besar su cuello; suaves, húmedos mordisquitos que
la tenían respondiendo a él a pesar del hecho de que habían pasado juntos
las últimas tres horas y media en la cama.
Se preguntó si siempre sería de esa manera para ella. Si pasaría la
vida queriéndolo sin importar cuántas veces le hubiera hecho el amor. Era
un pensamiento aterrador, especialmente considerando que estaba en esto
con los ojos abiertos. Querer que las reglas cambiaran en medio del juego
no era justo para Ryder o para sí misma.
—Eres tan hermosa —susurró mientras sus labios rozaban a lo largo
de su oído.
—Sí, bien. —Jamison nunca había sido una de las que se rebajaba.
Sabía que era inteligente, perspicaz, una talentosa escritora, y
excepcionalmente organizada, solo para nombrar algunos de sus puntos
buenos. Pero, además, sabía lo que era hermoso, y ella lo era. Era
decentemente atractiva, pero en el mundo de Ryder eso realmente no
contaba por mucho.
Pero era difícil mantener la cabeza fuera de las nubes cuando las
manos fuertes de músico de Ryder subían por su estómago para ahuecar
sus pechos. Cuando sus pulgares cepillaron sobre sus pezones y su aliento
caliente hizo que los pequeños cabellos de la nuca se levantaran.
—Mira —dijo, asintiendo la cabeza hacia el espejo frente al cual
estaban parados. El espejo al que había evitado muy deliberadamente
mirar.
—Preferiría mirarte a ti —respondió, girando hacia él.
Pero él cerró un brazo alrededor de sus caderas y otro sobre sus
pechos, forzándola a quedarse de cara al espejo. Luego usó la barbilla para
empujar su mejilla hasta que de mala gana levantó la cabeza y encontró
sus ojos en el espejo.
—Mírate —le dijo con en voz ronca con deseo—. Solo mírate.
No podía negarle nada cuando lo pedía así, entonces miró. Y vio a la
misma Jamison que siempre había visto mirándola de regreso. Loco
cabello rojo, piel demasiado pálida, una pizca de pecas en sus brazos y su
pecho. Y caderas y muslos que necesitaban alrededor de ocho semanas
consecutivas en un Stairmaster4, antes de que pudieran alguna vez ser
considerarse torneadas.
—¿Qué ves? —preguntó.
No sabía cómo responderle, qué decirle para hacerle entender. Así
que al final, solo le dijo la verdad.
—Te veo a ti. —No pudo mantener la reverencia fuera de su tono
mientras sus ojos trazaban sus músculos espléndidos y los tatuajes
incluso más espléndidos.
Él suspiró con frustración, empujó una mano a través de todo su
cabello glorioso y sedoso. Y dijo:
—Bebé, amo la manera en que luces.
Movió una mano a su rostro, acarició sus mejillas con los dedos.
—Tus ojos me matan. Todo violeta y misterioso, nunca sé totalmente
lo que estás pensando. Incluso cuando eso me frustra, me corro con ellos.
Se movió más abajo, frotó los pulgares sobre sus labios.
—Y tu boca. Amo el color de tus labios. Amo esta pequeña bajada de
aquí. —Hizo una pausa en el profundo arco en el centro de su labio
superior—. Estarías sorprendida si supieras cuánto tiempo he pasado
estas pasadas semanas fantaseando sobre tu boca envuelta alrededor de
mi pene.
Tembló, la cabeza cayendo hacia atrás contra su pecho y sus ojos
cerrándose mientras se perdía en la sensual promesa de sus palabras.
4 Stairmaster: máquina de ejercicios para subir escaleras.
—Abre los ojos —ordenó, una oscura nota en su voz que la tenía
instintivamente siguiendo sus direcciones.
—Amo tu piel. Cuán suave y dulce es. Es el por qué te beso tanto,
porque amo probarte, todo de melocotón, crema y miel caliente y deliciosa.
—Se inclinó hacia adelante, trazó la lengua sobre su hombro. Jugó a
conectar los puntos con la dispersión de pecas allí.
Hacía cosquillas y se rió un poco a pesar del hechizo que Ryder
estaba tejiendo todo a su alrededor.
—También amo tu risa —le dijo con una sonrisa malvada—. Casi
tanto como amo estos.
Movió su brazo derecho de vuelta abajo, así rodeaba sus pechos una
vez más. Ahuecó su seno izquierdo en la mano, acarició su pezón por
largos, jadeantes segundos.
—Y esto. —Su mano izquierda bajó a ahuecar su sexo, su dedo
medio deslizándose por sus pliegues mientras su torcido dedo índice hacía
círculos alrededor de su clítoris.
Calor lamió a través de ella, hizo que sus rodillas temblaran y que su
piel doliera con sensibilidad. Otra vez comenzó a entregarse a él, y otra vez
la detenía con su agarre furiosamente posesivo.
—Mira —urgió, su voz de alguna manera, increíblemente, más
profunda que antes.
Y lo hizo, por primera vez, viendo sombras de lo que él estaba
hablando. No se veía hermosa parada allí, pero se veía ardiente, sexy. Su
cabello estaba enmarañado, sus ojos pesados con deseo. Entre sus dedos
extendidos, podía ver su pezón, de rojo oscuro y duro con necesidad. Sus
piernas estaban abiertas, sus caderas moviéndose sensualmente contra su
mano mientras la provocaba ya hacia otro orgasmo.
—¿Lo ves? —Su voz era gravilla pura ahora.
Asintió contra su pecho. Su voz la había abandonado.
—Dilo. Di que me entiendes.
—Veo. —Cada palabra era una hoja de afeitar deslizándose dentro
de su garganta seca y apretada—. Entiendo.
—Gracias, Dios. —La hizo girar, se hundió en sus rodillas—. Sigue
mirando —le urgió mientras abría sus piernas y lamía su camino por sus
ya húmedos pliegues. Asintió al segundo espejo, el cual estaba
directamente enfrente del que estaba ahora apoyándose.
—Ryder —jadeó, sus manos apretando sus hombros en un intento
de mantener sus ya inestables piernas de desplomarse completamente.
Debió haber escuchado la desesperación en su voz, porque cerró las
manos en sus caderas y la levantó en el tocador. Luego llevó sus pies
arriba a unas pulgadas de su trasero, urgiéndola a dejar que sus rodillas
cayeran abiertas incluso mientras lo hacía. Estaba abierta a él ahora,
completamente vulnerable, y si no confiara en él tan completamente,
nunca podría haberlo soportado.
Pero confiaba en él. ¿Cómo no podría cuando ya la había llevado a
tal increíble pacer?
Eligió ese momento para atraer su clítoris en su boca y chupar
suavemente. Su cabeza cayó hacia atrás con un gemido, sus ojos cerrados
porque no tenía la fuerza de mantenerlos abiertos por un segundo más.
Pero Ryder no estaba teniendo nada de esto.
—Mira —le dijo de nuevo, y ella lo hizo, forzando los ojos a abrirse, a
pesar del placer enceguecedor.
Era la cosa íntima más escandalosa que había hecho alguna vez,
pero no lo detuvo. Y no miró a otro lado. En su lugar, lo miró yendo abajo
en ella. Lo miró tomándola con las manos, labios y lengua. Sus propias
manos se agarraron en sus hombros y cabello, sus caderas arqueándose
en su boca mientras su necesidad de liberación crecía más y más
desesperada.
—¡Ryder! —Fue un grito chillón y ansioso mientras la lamía hasta el
orgasmo más intenso y más abrumador de su vida.
—Te tengo, bebé —susurró mientras empujaba dos dedos dentro de
ella en el ángulo justo para prolongar su clímax—. Te tengo.
Y aunque supiera que esto era estúpido, y muy probablemente
desastroso emocionalmente, se permitió creer en él. Y cayó profunda e
irrevocablemente en el amor.
Capítulo 17
Algo había cambiado. Ryder no sabía que era, pero de alguna
manera, en medio del sexo más intenso de su vida, algo se había movido
profundo en su interior. Y, francamente, asustaba la mierda fuera de él.
Quería a Jamison. La quería para sí mismo de una manera que no
había querido nada en un largo tiempo. O, más exactamente, de un modo
que no se había permitido querer nada. No desde Carrie.
Si era honesto consigo mismo, eso era lo que lo aterraba. No el
hecho de que había sentido algo por primera vez en un muy largo tiempo.
Sino el hecho que Jamison también lo hizo. Oh, podía hablar mucho sobre
no ataduras, diversión y cuidar de sí misma, pero había visto la manera en
que lo miraba más temprano. La había reconocido, porque sabía que tenía
la misma maldita mirada en su rostro.
No quería herirla, no quería nada de la loca, jodida vida que llevaba,
salpicara sobre ella. No había estado preocupado sobre eso con Carrie, y
ella había sufrido por ello, había pagado el último precio. Y Jamison ya
había sido atacada una vez. Había hecho lo mejor que pudo para
mantenerla a salvo en este viaje, así como Jared. Pero nada estaba
garantizado, y estaría maldito si la dejaba sufrir de la misma manera en
que lo había hecho Carrie, siendo atacada detrás del escenario por algún
perdedor cuya banda no tenía ninguna oportunidad de ir a más, incluso
antes de que hubiera sido puesto en juicio por violación. No que los cargos
hayan pegado, Carrie había estado tan arruinada con drogas de
prescripción en el juicio, que su testimonio había sido “cuestionable”, y él
no había sido capaz de hacer una maldita cosa sobre eso. Excepto echarse
la culpa por su dolor y su adicción, y mirar mientras se desliaba más y
más lejos de él. El pensamiento de atravesar eso otra vez, de ver a Jamison
sufrir de la manera en que Carrie lo había hecho, lo despertó en medio de
la noche, empapado en un sudor frío. Además, si estaba siendo honesto,
tendría que admitir que esta cosa entre Jamison y él no tenía una
oportunidad de funcionar. Claro, ella podría usar su licenciatura como
cocinera para la banda, podría escribir su libro de cocina en cualquier
lugar, pero el meollo del asunto era que ansiaba estabilidad. Nunca se
permitiría vivir de la manera en que su madre había hecho, y él no podía
verse viviendo de cualquier otra forma. No cuando permanecer en un lugar
demasiado tiempo lo hacía sentir claustrofóbico. Como si no pudiera
respirar o pensar.
No, lo mejor por hacer sería terminar su relación ahora. Antes de
que ella se enganchara más. Antes de que él olvidara todas las razones por
las que no podía ser el hombre que necesitaba.
Una parte de él quería hablar con ella en ese mismo instante, pero
no era práctico. La noche estaba cayendo sobre Houston, lo que
significaba que los fanáticos estarían golpeando el lugar en cualquier
minuto ahora. Desde que la última cosa que quería hacer era pasarlo mal
esta noche solo para llegar al escenario, necesitaba alcanzar el vestidor
malditamente rápido. Con un gesto a Gerald, uno de los guardias de
seguridad de la banda, se escabulló tras el escenario. Dirigiéndose al
vestidor que el promotor del concierto había designado para Shaken Dirty.
El concierto no iniciaría en un par de horas, pero quería algún tiempo para
pensar. Para estar solo.
Se detuvo en seco cuando vio a Jared recargado contra la pared
fuera del vestidor, celular en su mano.
—Oye, hombre. ¿Todo está bien con Victoria? —preguntó. No podía
pensar en otra razón del porque Jared estaría de pie en el corredor
luciendo tan ceñudo cuando su prometida tenía que estar en algún lugar
alrededor.
—Sí, está bien, creo. Fue de compras hace algunas horas y no he
escuchado de ella.
—Seguridad está con ella, ¿verdad?
—Sí.
—Entonces está bien. —Ryder le sonrió—. Probablemente solo quería
obtener algo especial para el espectáculo de esta noche.
—Sí. Probablemente tienes razón. —Sin embargo, revisó su celular
por tercera vez en tres minutos.
—Y entones, me imagino que no te estaremos viendo en ningún
lugar excepto en el escenario por los próximos pocos días.
Los dientes de Jared se juntaron con un chasquido. Fue la primera
pista para Ryder de que había más en su mente que Victoria, una idea que
fue reforzada cuando su mejor amigo dijo:
—¿De la misma manera en que no te hemos estado viendo mucho
alrededor últimamente?
Se congeló ante el demasiado casual tono en la voz de Jared. Habían
sido amigos por el tiempo suficiente para saber que cuando Jared lo
sacaba, la mierda estaba por ponerse mal.
—¿Quieres preguntarme algo?
—Pensé que lo acababa de hacer.
Joder.
—Jared… —Sostuvo una mano apaciguadora incluso aunque parte
de él le quería decir al otro hombre que se jodiera. Eso era entre él y
Jamison; no era asunto de nadie más que de ellos. Pero eso no era justo,
tampoco, no cuando sabía que Jared solo estaba viendo por su hermana.
—Me dijiste que te ibas a mantener alejado de ella.
—Pensé que lo haría. Lo había planeado.
—Mierda. —Jared lucía como si hubiera estado corriendo por el
camión de la gira—. ¿Así que realmente estas follando con Jamison?
La espalda de Ryder se enderezó inmediatamente.
—No hables de ella de esa manera. Jamison no folla.
—Estaba hablando sobre ti. —Pero algo de la conmoción enojada se
había disipado—. ¿Así que es serio?
No tenía una maldita pista sobre qué decir a eso, sabía que estaría
jodido con lo que fuera que saliera de su boca. Pero no podía solo estar allí
de pie con su pulgar dentro del culo toda la noche, tampoco. Necesitaba
decirle a Jared algo, y lo mejor que pudo salir fue:
—Jamison es especial.
Jared no lucía impresionado.
—Estoy muy al tanto de eso. Es por eso que te advertí sobre
mantenerte alejado de ella.
—¡Lo intenté! Dormir con la hermanita de mi mejor amigo no estaba
en mi agenda, sabes.
Jared hizo una mueca.
—Pude ir toda mi jodida vida sin escuchar esas palabras salir de tu
boca.
—Parece justo, considerando que pude ir mi vida entera sin decirlas.
Jared no respondió al instante, y el silencio se estiró, tenso y
peligroso, entre ellos.
—¿Por qué ella? —preguntó finalmente—. Pudiste haber elegido
cualquiera. ¿Por qué tenías que ir tras Jamison?
—Primero que todo, no fui tras ella. Como que choqué de costado
por toda esta cosa. Y, en segundo lugar, ¿por qué no Jamison? Es
inteligente, divertida, hermosa, cariñosa. Además, escucha, ¿sabes?
Entiende cosas que otras personas no.
Con Jamison, lo que más le gustaba era sostenerla después de haber
tenido sexo. No que el sexo no fuera bueno, era asombroso, increíble,
absolutamente volador de mente. Pero al mismo tiempo, realmente
disfrutaba hablar con ella. Tenía un retorcido sentido del humor, que solo
salía después de un par de orgasmos, y amaba verlo. Justo como amaba
ser el único que veía ese lado de ella.
—Santa mierda. Estás enamorado de ella.
Pánico lo bombardeó.
—No dije eso.
—No tienes que hacerlo. ¿Crees que no reconozco la estúpida mirada
en tu cara? Es la misma que pongo cuando hablo de Vick.
—¿Cómo lo sabes?
—Wyatt tomó una foto una vez. Obtiene gran placer en
atormentarme con eso. Diciéndome cuán fustigado estoy.
Ryder resopló.
—Estas fustigado.
—Lo estoy. Y es un buen sentimiento, mi amigo. —Se volvió serio
otra vez—. Tú y Jamison…
—Es reciente. Realmente somos nuevos, así que, si quieres darme
un golpe, te daré uno libre. Pero después de eso, estoy peleando de
regreso.
—Amigo, no voy a golpearte.
Ryder se relajó un poco.
—Gracias, yo…
—Entonces, otra vez… —El puño de Jared se abrió paso a su
mentón sin ninguna advertencia; mandó a Ryder volando hacia atrás, a la
pared.
—¡Mierda! —gritó, agarrando su lastimada mandíbula—. ¿Qué
mierda? Tengo que cantar en un par de horas.
—Sí. Me imagino que eso debería hacerlo lindo y doloroso.
—Pensé que dijiste que no ibas a pegarme.
—No lo iba a hacer. Entonces recordé que dormiste con mi hermana
pequeña. Deberías estar agradecido de que un mentón adolorido es todo lo
que tienes. —Estaba sonriendo cuando dijo lo último.
Ryder lo miró, pero no argumentó. Jared tenía un punto.
Pero entonces, la sonrisa de Jared disminuyó; fue reemplazada por
una seriedad que era rara para su amigo.
—No la lastimes. Sé que has tenido mierda realmente mala en tu
pasado, pero el de Jamison no es todo rayos de sol y rosas. Sabes eso.
—Justo como tú tienes que saber que la absoluta última cosa que
quiero hacer es herirla.
—Eso no es una promesa.
Ryder sacudió la cabeza. ¿Cómo podría serlo cuando sabía cuan
probable era que arruinara las cosas? Era la única garantía en su vida, la
única cosa en la que era excepcionalmente bueno.
Jared no era su mejor amigo por nada. Podía ver, por la mirada en el
rostro de su guitarrista, que el otro hombre sabía exactamente qué estaba
pensando.
—Mierda, Ryder. —Suspiró—. Entonces prepárate para algo mucho
peor que un golpe en la mandíbula, si la lastimas.
—Eso suena justo.
—¿Tú crees? —preguntó con una rodada de ojos.
Ignorando el sarcasmo de su amigo, Ryder lo detuvo mientras iba a
abrir la puerta del vestidor.
—No le digas a nadie sobre Jamison y yo, ¿está bien? No estoy listo
para que se haga público.
Por alguna razón, eso hizo a Jared volver a sonreír otra vez.
—¿Decirle qué a quién? No sé nada.
Ryder bufó.
—Vamos a mantenerlo de esa manera.
***
Mientras la puerta del vestidor se cerraba detrás de Ryder y su
hermano, Jamison dejó salir un bajo, tembloroso respiro, e intentó
pretender que no había entrado a tiempo para escuchar la última parte de
su conversación. Después de todo, no era de su incumbencia si Ryder
quería mantener su “arreglo” en secreto.
Y, ¿qué eran ahora, de todas formas? ¿En elemento? ¿Una pareja?
¿Amigos de follada? O, ¿ni siquiera eran eso? Si Ryder no quería que nadie
supiera que estaban durmiendo juntos, tenía que haber una buena razón.
Y si no estaba preocupado sobre Jared descubriéndolo, la única otra
explicación que podía sacar, era que temía que la prensa pudiera
localizarla. Nada como unos pocos paparazzi rabiosos para romper una
relación ampliamente.
Pero tenía que saber que estaba acostumbrada a los paparazzi.
Estuvo alrededor de Jared lo suficiente cuando el grupo no estaba de gira,
que había tenido que lidiar con su parte justa de ellos, y muy bien, si
podía decirlo ella misma. Así que, si no estaba preocupado sobre
protegerla de las preguntas invasivas y las fotos, ¿por qué todo el
secretismo? ¿Por qué la necesidad de mantener su relación lejos del
consumo público?
En su cabeza, solo había una respuesta, y era la que menos quería
creer. No después de las horas que habían pasado en la cama juntos esa
mañana, y ciertamente, no después de la manera en que Ryder le había
hecho el amor en el baño. Por primera vez en su vida adulta, sentía que
realmente era hermosa. Que su hombre la veía de una manera que nunca
había sido capaz de verse a sí misma.
Solo ahora estaba averiguando que ese hombre no quería que nadie
más supiera que él estaba con ella. Había estado alrededor lo suficiente
para saber que la mayoría de los hombres eran muy territoriales cuando se
trataba de la mujer con la que estaban, así que, si Ryder no era de esa
manera, era porque realmente no pensaba en ella como suya. No la quería,
no de la manera en que lo quería.
Era estúpido estar molesta por eso ahora, fue la que puso las reglas,
después de todo. Pero, ¿cómo podría haber sabido que sus sentimientos
por Ryder se profundizarían, se volverían tan abrumadores, tan
rápidamente? Lo había querido por siempre, se había agarrado a él con
ambas manos cuando tuvo la oportunidad. Y al diablo las consecuencias.
Enojándose con Ryder, estando herida, no era justo. No cuando todo
lo que él había hecho era seguir las reglas que había establecido. Pero
saberlo en su cabeza, y entenderlo en su corazón, eran dos cosas
diferentes, especialmente cuando cada día caía más profundamente
enamorada de él. ¿Cómo podía no hacerlo, cuando era tan amable,
considerado y dulce con ella cuando estaban solos? Claro que había sido
fácil ser segada por el afecto y el sexo. Aún era fácil, porque, incluso
mientras moría por dentro con el nuevo conocimiento de que no la amaba,
no como ella lo amaba, también sabía que no haría nada drástico. No era
como si tuviera intención alguna de ponerle un alto a su relación. No
cuando desesperadamente quería mantenerlo sostenido y ser sostenida
por él.
Empujando el dolor profundamente en su interior, cruzó el corredor
hacia el vestidor de Shaken Dirty. Había venido a averiguar si querían que
cocinara esta tarde, o si estaban planeando comer del buffet que
actualmente había sido puesto en el cuarto verde.
Determinada a no dejar que el dolor que sentía afectara la manera
en que hacia su trabajo —o nada más—, Jamison empujó la puerta del
vestidor ampliamente abierta. Y caminó directamente dentro del infierno.
Capítulo 18
—¡Llama al 911! —le gritó Ryder a Jared—. No creo que esté
respirando.
—¿Estás seguro? —Jared ya estaba marcando en su celular
mientras él se apresuraba a través de la habitación a donde Wyatt estaba
desmayado sobre el sofá.
—¡No, no estoy seguro! Pero parece que no lo hace. —Apoyó su
cabeza sobre el pecho de Wyatt, para escuchar el latido de su corazón y el
movimiento revelador de su torso que anunciara su respiración. Pero no
había nada allí. Maldición.
No de nuevo. Wyatt no estaba haciéndole esta mierda otra vez.
Pero lo estaba, y esta vez no solo estaba inconsciente. Estaba
muerto.
No. Maldición, no. Ryder no aceptaría eso. No tenía ni una jodida
pista de cuánto tiempo su baterista había estado así, pero no iba a perder
a uno de sus mejores amigos en el sucio piso de un camerino en Houston.
No iba jodidamente a pasar.
Agarrando a Wyatt por la camiseta, lo empujó al piso. Cubrió la boca
de Wyatt con la suya y le dio dos respiraciones de rescate. Mientras lo
hacía estaba repasando sus conocimientos muy oxidados de RCP en su
cabeza.
—Pregúntales cómo hacer un RCP5 —le dijo a Jared, quien estaba
explicando frenéticamente la situación al operador del 911—. No puedo
recordar cuantas compresiones se supone que debo hacer de seguido.
—Treinta. —De repente Jamison estaba allí, cayendo sobre sus
rodillas junto a él—. Justo aquí —dijo ella, poniendo sus manos en el
centro de su pecho y comenzando rápidas compresiones.
—Está bien, respira por él —dijo ella. Lo hizo, dos veces, entonces
comenzó las compresiones otra vez.
—La ambulancia estará más o menos en siete minutos afuera —dijo
Jared.
—Quédate en la línea con el emisor —le dijo Jamison, un poco sin
aliento mientras continuaba haciendo las compresiones—. Pero llama a
seguridad, mira si tienen un desfibrilador que puedan traer. Si

5 RCP: Respiración Cárdio-Pulmonar.


conseguimos un pulso, podremos usarlo. Además, allí debería haber
servicios médicos de urgencia sobre el escenario para el concierto de esta
noche, mira si ya llegaron. Y avísales a los de seguridad sobre la
ambulancia. Deberían tener a alguien esperando para traer a los
paramédicos hacia acá.
—Respira —le dijo a Ryder y él lo hizo, un poco sorprendido de cuan
competente era. Cuán rápido se había hecho cargo cuando el miedo había
sido una ruidosa pesadilla dentro de él.
Ella comenzó el RCP otra vez.
—Jared, hay agua corriendo en el baño. Alguien está bañándose.
Entra y averigua cuánto tiempo lleva allí. Deberíamos tratar de tener un
estimado para los paramédicos de cuánto tiempo ha estado Wyatt así.
—Correcto. —Jared entró en acción, volando a través de la gran
habitación. Entonces un montón de cosas pasaron de una vez.
Ella obtuvo un pulso.
El cuerpo de Wyatt comenzó a temblar, entonces a convulsionar. La
puerta del camerino estalló abierta y dos guardias de seguridad corrieron
dentro, seguidos por tres paramédicos con una camilla.
Y Jared cayó, aterrizando sobre su trasero justo fuera de la puerta
del baño. Estaba jodidamente pálido.
—Déjennos hacernos cargo ahora, señora. —Los paramédicos se
acomodaron junto a Jamison, ayudándola a rodar a Wyatt sobre su lado
así no se lastimaría a sí mismo. Entonces uno comenzó a disparar
preguntas mientras otro introducía una intravenosa.
Ryder contestó el primer par de preguntas, dividido entre el terror de
que Wyatt moriría, la ira de que se había hecho esto a sí mismo, y a todos
ellos, otra vez, y preocupado por Jared, quién no se había movido de su
sitio sobre la alfombra. Lucía casi tan mal como Wyatt lo había hecho.
Jamison se acercó a él justo mientras Victoria tropezaba fuera del
baño, una pequeña toalla envuelta alrededor de su empapado cuerpo.
Segundos después, Micah la siguió fuera.
Él también estaba mojado y usando solo una toalla, y por un
segundo Ryder sintió como si su cabeza fuera a explotar. ¿De alguna
manera había caído a través de un agujero de gusano dentro de una
realidad alternativa donde todo estaba jodido más allá de la comprensión?
Porque esto no podía estar pasando. Wyatt no podía estar con
sobredosis otra vez, no podía estar tirado allí, muerto, en frente de él
mientras Micah estaba en el baño follándose a la prometida de Jared. No
podía ser real porque ni siquiera las estrellas de Rock and Roll estaban así
de jodidas.
Excepto que aparentemente lo estaban. Porque incluso los
paramédicos, mientras trabajaban sobre Wyatt, estaban viendo la escena
desarrollándose con el tipo de fascinación de ojos saltones que la gente
solo tenía por celebridades y desastres de proporciones épicas. Que
agradable que Shaken Dirty podía proporcionarles ambas esta noche.
—Jared, lo siento —lloró Victoria, tirándose al piso junto a él. Él solo
la miraba aturdido mientras trataba de subirse a su regazo.
Y en medio de todo eso entró Quinn, trayendo tres cajas de Pizza y
silbando la melodía de una de las nuevas canciones en las que él y Ryder
estaban trabajando. Apenas había dado dos pasos antes de congelarse, las
cajas de pizza deslizándose sobre el piso con un repugnante chapoteo.
Fue la gota que colmó la copa. Ryder saltó y se dirigió hacia Jared,
quien no había dicho ni una palabra incluso mientras Victoria y Micah
apilaban ridículas justificaciones. No estaba seguro de que alguno de los
dos si quiera hubiera notado a los paramédicos al otro lado de la
habitación donde seguían trabajando sobre Wyatt.
Ryder agarró a Victoria, la jaló pateando y gritando fuera de Jared y
la arrastró dentro del baño.
—Ponte algo de ropa antes de salir otra vez —le gritó.
Después de cerrar la puerta del baño en medio de su bronca, se giró
hacia Micah y lo empujó rudamente hacia la puerta.
—¡Lárgate de aquí!
—No voy a ir a ningún…
—¡Ahora! —gruñó, agarrando al bajista por la parte de atrás del
cuello dirigiéndolo directo hacia afuera por la puerta, y dentro de la
multitud de equipos de tramoyistas de otras bandas, quienes habían
comenzado a juntarse fuera de su camerino. Con una mirada, divisó una
docena de celulares, pero a Ryder no podía importarle menos. No cuando
Wyatt estaba muriéndose y el resto de la banda estaba rasgándose por las
costuras.
Cerró de golpe la puerta en sus caras y se giró hacia Quinn.
—Ve tras él. Averigua si sabe que tomó Wyatt y hace cuanto lo tomó.
Fue hacia Jamison, quien estaba tratando de convencer a su
hermano de levantarse. Se agachó, y tiró a Jared hacia arriba. Y apenas
resistió la urgencia de ir tras Micah y estrangularlo. Jared era el mejor tipo
de la banda. El más amable, el amigable, el menos jodido en toda una
milla. Y todos en Shaken Dirty sabían lo mucho que adoraba a Victoria.
—Llévalo de vuelta al hotel —le dijo a Jamison—. A tu habitación.
Quédate con él y si Micah o Victoria son lo suficientemente estúpidos de
mostrar sus caras, no los dejes jodidamente acercarse a él. —Sacó algo de
dinero de su bolsillo, y lo puso en su mano—. Has que seguridad llame un
taxi para ti.
Ella asintió.
—¿Qué hay de Wyatt?
—Yo me encargo.
—Lo sé. —Ella se levantó en la punta de sus pies, comenzó a besar
su mejilla, pero en el último segundo se alejó. No la culpaba. Jared era el
líder de la banda, el que mantenían las cosas corriendo suave. El que
descifraba que necesitaba ser hecho y entonces lo hacía. Pero Ryder era el
chico que estaba pendiente de todos, quien se aseguraba que todos en la
banda lo estaban haciendo bien. Y realmente había jodido ese trabajo…
otra vez. Había estado tan ocupado pensando en Jamison que no había
visto lo mal que se estaba poniendo Wyatt, o cuan fuera de control se
había vuelto Micah. No tenía ni idea y ahora esto había pasado.
Nunca antes se había sentido más como un fracaso.
—¿Qué hay del concierto? —preguntó Jared, su voz poco firme e
insegura, tan diferente de su confianza ventosa normal como podía
conseguir y todavía venir de las mismas cuerdas vocales.
Ryder señaló a Wyatt, quien estaba respirando por su cuenta. Pero
los paramédicos estaban bombeándole todo tipo de mierda mientras se
preparaban para transferirlo al hospital más cercano.
—Creo que es seguro decir que no vamos cumplir esta noche.
—Sí. —Jared pasó una mano sobre sus ojos, luciendo destruido y
abrumado—. Llámame tan pronto como sepas que pasa con él. Iré al
hospital.
—Por supuesto. —Ryder no tuvo el corazón de decirle que toda la
cosa de Micah/Victoria probablemente iba a romper de par en par en
cuestión de minutos, sino había pasado ya. Combinado con la sobredosis
de Wyatt, iban a ser unas grandes noticias de entretenimiento.
Conseguiría que su representante, agente, y publicista se encargaran de
este desastre tan pronto como fuera posible, pero aun así podría ser mejor
si Jared evitaba salir por un par de días en vez de lidiar con los paparazzi
en modo total de ataque.
Jamison lo empujó hacia la puerta justo mientras Quinn emergía a
través de la multitud y de regreso a la habitación. Ryder ni siquiera tuvo
tiempo de ponerlo al corriente antes de que Victoria saliera del baño, con
los ojos rojos y sollozando.
La ignoró mientras trataba de mantener su furia bajo control.
Concentrándose en su lugar en Wyatt.
—¿Micah dijo lo que tomó?
Quinn sacudió la cabeza disgustado.
—Estaba demasiado ocupado tratando de defenderse. Dijo que
Victoria se quitó la ropa y se metió en la ducha con él sin ser invitada.
—¡Eso no es verdad! —dijo Victoria en un jadeo.
Ryder la contuvo con una mirada que había hecho que hasta el más
rabioso fotógrafo diera un paso atrás.
—¿En realidad crees que alguien aquí da una mierda por lo que
tienes que decir? Lárgate de aquí. Y deja a Jared en paz o me aseguraré
que incluso el peor periodicucho de chismes en el negocio toque tu
historia.
—Lo amo.
—Sí. Creo que todos entendimos eso. —Se giró hacia Quinn—.
Métela en un taxi, ¿podrías?
—Será un placer.
Ryder no se molestó en observar y ver si ella iba voluntariamente. En
su lugar fue hacia los paramédicos y dijo:
—Nuestra mejor suposición es que todavía es heroína.
Uno de ellos asintió.
—Sí. Tiene los síntomas clásicos de sobredosis.
El estómago de Ryder se hundió mientras se preguntaba qué
demonios era esto. ¿Era realmente solo una sobredosis accidental, lo cual
sería lo suficientemente malo, o era algo más oscuro, algo peor?
Se lo dijo a los paramédicos, quienes asintieron como si no fuera
una sorpresa.
—Sabremos más una vez que estemos en el hospital —le dijo el más
grande.
—¿Creen que va a estar bien?
—Justo ahora sus signos vitales están manteniéndose estables. Eso
es algo. Pero tendrán que hacerle un montón de pruebas antes de que
alguien pueda darte una respuesta definitiva.
—Sí. Por supuesto. —No le gustaba el sonido de eso, pero no había
nada que pudiera hacer excepto esperar. Nada que alguno de ellos pudiera
hacer.
—Estamos listos para trasladarlo. Eres bienvenido de venir con
nosotros en la ambulancia.
Como si él fuera a estar en otro lugar. Wyatt era su amigo, su
responsabilidad. Ya la había jodido con él dos veces. No lo iba a hacer una
tercera vez.
Capítulo 19
Jamison estaba a punto de salírsele el corazón por la boca. Parecía
que hubiese estado esperando que su celular sonara por horas, pero no lo
había hecho. Ni una vez.
Ryder había llamado a Jared unas horas atrás, le dijo que Wyatt
estaba estable.
No estaban seguros aún de cuánto daño se había hecho a sí mismo
esta vez, pero había recuperado la conciencia. Había tenido una corta
conversación con Ryder y mientras que él lucía confundido, parecía que
todas las sinapsis estaban encendidas.
Lo cual con suerte era una señal de que su cerebro no había estado
mucho tiempo sin oxígeno antes de que lo encontraran.
Jesús, no podía creer esto, no podía imaginar que estaba pensando
en daño cerebral y Wyatt en la misma oración. Si el idiota salía de esta
bien, lo mataría.
Eso si Ryder no lo hacía primero.
Ryder. Suspiró pesadamente incluso mientras se preocupaba por él,
por qué hacer por él y con él.
Sabía que había algo apagado entre ellos, lo había sabido incluso
cuando se paró en el pequeño vestidor de los horrores. Fue el motivo por el
que se había arrepentido de confrontarlo. Lo último que quería hacer era
añadirle más estrés en medio de una ya terrible situación.
Dios sabía, que toda esta cosa con Wyatt debía estar matándolo.
Estaba matándola a ella y ni siquiera estaba en la banda. Parte de ella
quería estar en el hospital con Ryder, apoyándolo mientras él lidiaba con
dirección y relaciones públicas y toda esa otra mierda que sabía por la que
él debía estar pasando. Pero al mismo tiempo, estaba Jared, que era una
ruina emocional. No se sentía cómoda dejándolo tampoco. Lo cuál era el
por qué estaba sentaba aquí en su cama, cadera a cadera con él y Quinn,
quienes estaban cavando en helado y viendo una vieja película de terror.
Quinn había aparecido alrededor de hacía media hora, luego de pasar tres
horas en el hospital con Ryder mientras esperaban hablar con el doctor de
Wyatt.
Micah los había mensajeado a todos ellos un par de veces. Estaba al
final del pasillo en la suite de Shaken Dirty mientras todos ellos se y
quedaban en la habitación individual de ella, no se perdía la ironía de ello,
quería explicarse. Pero ninguno de ellos estaba de humor para escuchar,
mucho menos Jared. Su hermano no había dicho mucho desde que habían
regresado al hotel, pero sabía que estaba devastado. Amaba a Victoria,
había estado deseando un descanso en la gira para que pudieran planear
su boda.
Ahora no estaba segura de lo que él haría. No estaba segura de lo
que ninguno de los chicos iban a hacer, especialmente ahora que el
descanso en su gira parecía estar llegando más pronto de lo esperado.
Wyatt no estaba en forma para volver a la carretera, eso era obvio. Y no
tenía idea de cómo Jared sería capaz de poner un pie en el escenario con
Micah. Ella era todo profesionalismo, y él también, pero para él hacer
música era algo intensamente privado, algo que solo hacía con la gente
que le gustaba y respetaba. Viendo cómo estaba probablemente a un paso
de querer matar a Micah, un pequeño paso, probablemente, no tenía idea
de cómo algo de esto iba a funcionar.
Y aparentemente nadie más lo hacía. Por lo tanto el helado y el
maratón de película de terror. Bueno, podían lidiar con la preocupación de
cualquier forma que quisieran. Estaba cansada de esperar a que Ryder la
contactara. Ahora que Quinn estaba aquí para quedarse con Jared, iba a ir
al hospital. Si su presencia ahí era un problema, se iría. Pero no quería
dejarlo ahí solo por más tiempo del que había tenido que hacerlo.
***
Pasar por la seguridad en el hospital fue mucho más difícil de lo que
había anticipado. Aparentemente la prensa y los fans de Shaken Dirty
habían estado molestando, hasta que el hospital había puesto guardias de
seguridad en todo el piso donde Wyatt estaba. Sin pruebas de que
pertenecías al piso, no tenías permitido salir del ascensor.
Después de tratar de hablar para entrar a la sala inútilmente,
finalmente cesó y llamó a Ryder. La encontró en los ascensores dos
minutos más tarde y fue entonces cuando logró su primer buen vistazo de
él desde que todo este debacle comenzó. Su corazón casi se rompió por la
mitad.
Parecía exhausto, como si hubiera estado en el infierno y regresado
en las horas desde que lo había visto por última vez. Y probablemente lo
había hecho. La vergüenza y los paparazzi eran jodidos. Al segundo que
salió del ascensor, arrojó sus brazos alrededor de él y lo sostuvo tan
fuertemente como pudo. Por largos segundos, no se movió, ni para
sostenerla de vuelta, ni para alejarse, ni siquiera para respirar. Y luego se
estremeció, la tensión en su gran cuerpo musculoso drenándose en un
instante. No estaba segura de si no se habría caído si ella no hubiese
estado ahí para sostenerlo.
—¿Cómo está? —preguntó, una vez que finalmente la soltó.
—Adicto a la heroína con un lado suicida añadido. —Su respuesta
fue frívola, el dolor evidente en cada línea de todo menos su cuerpo.
—¿Cómo estás tú?
—No adicto a la heroína o suicida.
—Eso es lo mejor que tienes, ¿eh?
—¿Por ahora? Casi. Sí.
—¿Puedo verlo?
—Por supuesto. Pero está casi como yendo y viniendo. Dependiendo
de cómo salgan los exámenes, lo tendrán aquí hasta mañana.
—¿Y entonces? —preguntó.
—Esa es la pregunta de los cincuenta millones de dólares. Los
patrocinadores están presionando para que termine esta gira antes de ir a
rehabilitación.
—¡No!
—Exactamente lo que siento. La marca lo quiere en rehabilitación
mañana para que esté listo para la gran gira en otoño. Están
presionándome para que lo ingrese en uno de tres programas de noventa
días. Ellos pagarán la cuenta por todo…
—¿Pero no te gustan los programas?
—Mierda, no sé nada de los programas. Solo estoy preocupado por
cómo voy a lograr que vaya. No creo que esté ahí aún, en su cabeza.
—Casi murió hoy, habría pasado si no hubieras llegado ahí cuando
lo hiciste.
—Más bien, habría muerto si tú no hubieras llegado allí, Jamison. —
Bajó su frente hasta la de ella—. Gracias por salvarlo.
—No tienes que agradecerme jamás por ayudar.
—Sí, bueno, él seguro como el infierno no lo hará, así que alguien
debería. —Se apartó, caminó un par de yardas por el corredor. Mientras lo
hacía, un escalofrío subió por la columna de ella, aunque no habría podido
decir por qué. Pero había algo sobre la forma en que caminaba, la forma en
que la miraba, que la ponía nerviosa.
—Esta es la suya —dijo Ryder un minuto después, deteniéndose
delante de la única habitación en el piso con un enorme guardia de
seguridad puesto delante de esta.
Ella asintió, siguiéndolo dentro. Wyatt estaba profundamente
dormido, enganchado a una intravenosa, un tensiómetro y un monitor
cardiaco. Miró a Ryder de manera dudosa.
—Ha estado teniendo algo de arritmia. Tenemos que hablar con un
cardiólogo mañana, descubrir si va a ser permanente.
Lágrimas de preocupación aparecieron en sus ojos. Trató parpadear
para alejarlas, pero cuando él se tensó, supo que las vio.
—Lo siento.
—Quizás esto fue una mala idea. —Se dirigió a la puerta.
—Tengo permitido sentirme mal por él. Por ustedes dos.
—No te sientas mal por mí.
Alguien tenía que hacerlo. ¿Por qué él no podía ver cuánto estaba
sufriendo? ¿Cuánto necesitaba alguien en quién apoyarse?
—Vamos —dijo luego de que pasaron un par de minutos en total
silencio—. Te compraré una taza de mal café de máquina expendedora.
—No quiero café.
Ahí estaba de nuevo, ese tono que le decía que algo no muy bueno
estaba pasando por la cabeza de Ryder. Témpanos corrieron por su
columna mientras se obligaba a preguntar:
—¿Qué quieres exactamente, entonces?
***
La pregunta de Jamison colgó en el aire entre ellos. A pesar de que
sabía que estaba esperando una respuesta, a Ryder le estaba costando
darle una.
No porque no tuviera las palabras sino porque, por primera vez en
su vida adulta, realmente no quería decirlas. Y no solo porque no quisiera
aumentar a este absurdo montón de mierda de día que todos ellos habían
tenido sucediendo aquí.
Pero, quisiera o no, las palabras tenían que ser dichas. Jamison casi
había sido herida una vez en esta gira, había tenido que lidiar con
fanáticas y visto a uno de sus amigos más cercanos con sobredosis.
Agregándole el lío en el que su cabeza estaba ahora mismo y era casi una
garantía que iba a joderlo. Ella saldría lastimada, él la lastimaría, y no
quería hacer eso. No podía, no lo haría, joder su vida de la forma en que
había jodido la de Carrie. De la forma en que había jodido la de su madre.
Después de conseguir la confirmación del guardia de seguridad de
que no serían molestados, la puso en una silla contra la pared de la
habitación de Wyatt.
Un rápido chequeo le dijo que su amigo aún estaba durmiendo
pacíficamente y que la enfermera acababa de estar ahí.
Todo lo que significaba que no serían molestados por un rato. Era el
momento perfecto, o al menos el mejor momento que probablemente
tendría. Así que finalmente, a pesar de que dolía más de que lo que había
creído posible, Ryder abrió su boca y forzó a salir las palabras que lo
cambiarían todo.
—Creo que quizás esto entre nosotros ha seguido su curso. La gira
se terminó, todos iremos a lugares diferentes. Probablemente es tiempo de
que volvamos a ser solo amigos.
Por largos segundos, no dijo nada, solo lo miró con esos enormes
ojos amatista. Esperó a que le reclamara, que lo llamara bastardo, que le
gritara por darle falsas esperanzas como todas las otras mujeres que sabía
lo habrían hecho.
Pero al final Jamison no hizo ninguna de esas cosas. No hizo nada
en absoluto, en realidad. Solo asintió como si le hubiera dicho el clima. O
lo que había estado esperando escuchar todo el tiempo.
Entonces se levantó y cruzó hasta él. Dejó un ligero beso en su
mejilla.
—Bien.
¿Bien? ¿Eso era todo? Sentía como si hubiera acabado de arrancarse
el jodido corazón y todo lo que ella podía pensar para decir era ¿Bien?
—No estoy tratando de lastimarte, Caramelito. De hecho…
Ella puso dos dedos sobre su boca.
—Shh, te dije cuando comenzamos esto que era una chica grande y
podía cuidar de mí misma. Está bien. Estoy bien. Pero probablemente
debería ponerme en marcha. Quiero comprobar a Jared, asegurarme de
que Victoria y Micah están dejándolo en paz. —Caminó hacia el aún
dormido Wyatt y dejó un beso en su mejilla—. Cuando se despierte dile
que vine y que volveré mañana.
Se dirigió a la puerta, deteniéndose solo para presionar un beso en
la mejilla de él también.
—Buenas noches, Ryder.
Y luego, de repente, se había ido y se quedó mirando fijamente
detrás de ella, preguntándose qué demonios acababa de suceder. Antes de
que pudiera comprenderlo, la voz de Wyatt, débil pero con una
inconfundible nota de autoridad, sonó a través de la habitación.
—Eres un jodido idiota. Lo sabes, ¿cierto?
Capítulo 20
Se volvió hacia su amigo.
—¿Cuánto has estado despierto?
—Lo suficiente para escucharte perder deliberadamente lo mejor que
te ha pasado alguna vez.
—Sí, bueno, sin ofender, pero no creo que estés exactamente en la
mejor posición para dar consejo.
Wyatt rió, pero fue un sonido oxidado, doloroso de escuchar.
—En realidad, estoy en la posición perfecta. En caso de que no lo
hayas notado, mi vida es un jodido desastre. Cuando encuentras a alguien
que te ama de la forma en que Caramelito lo hace, necesitas aferrarte a
ella, no destrozarla.
—No parecía muy destrozada para mí.
—Eso es porque estabas demasiado ocupado lidiando con tu propio
traje de emergencia, como para reconocer que ella estaba haciendo lo
mismo. Salió corriendo de aquí porque la desgarraste, no porque le
importara una mierda.
—Estás equivocado.
—Amigo, estoy equivocado sobre muchas cosas. Pero no en esto.
Jamison te ama. Siempre lo ha hecho; lo sabes tan bien como yo.
Sí, pero…
—Eso no se sintió exactamente como amor para mí.
—¿Por qué? ¿Porque no se puso a llorar sobre ti? Eres un idiota más
grande de lo que pensé si eso es lo que quieres de ella.
—Por supuesto que eso no es lo que quiero. —O al menos no lo
creía. No había querido herir a Jamison, de hecho, había salido de su
camino para evitar hacer justo eso. Había terminado las cosas porque
había querido protegerla de su jodida vida, de la mala mierda que siempre
le pasaba a la gente que a él le importaba.
Y aun así, verla alejarse de esa manera, lo había herido de una
forma en que pocas cosas lo habían hecho. Se sintió vacío, despojado, y no
tenía idea de que hacer al respecto.
—Ella no es Carrie, sabes. Es más fuerte que eso. Y tú no eres la
misma persona que eras en ese entonces tampoco.
Quería decirle a Wyatt que se callara la puta boca, que no hablara
de Carrie. Pero no pudo, porque si alguien entendía su daño, entendía lo
que ella había pasado y por qué había elegido el suicidio sobre él, era
Wyatt.
—Salió herida porque no estaba allí para protegerla.
—No. Fue violada y golpeada porque el mundo está lleno de jodida
estupidez. Y se suicidó porque no era lo suficientemente fuerte para
superarlo. Perdió la luz y es jodidamente difícil vivir sin ella. —La voz de
Wyatt se quebró y Ryder sabía que estaba hablando tanto de él como de
Carrie—. Eso no le pasará a Jamison. No puedes sacar a esa chica de su
camino ni con un jodido bate de béisbol.
—¿Qué hay de ti?
Silencio mortal. Y después:
—¿Qué pasa conmigo?
—Casi mueres.
—Estoy bien…
—Jamison y yo te hicimos jodida reanimación cardiopulmonar,
idiota. Entré en ese cuarto y estabas jodidamente muerto. No inconsciente.
No desmayado. No bien. Estabas jodidamente muerto. No estabas
respirando y no podíamos encontrar un latido. Eso no está bien. Verte
matándote no está bien conmigo.
Segundos, minutos, transcurrieron. Entonces:
—Lo siento.
—Sí, lo haces. Estúpido de mierda.
Wyatt rió débilmente.
—Para que conste, no estoy bien con mirarte arrojar lo mejor que te
ha pasado alguna vez.
—No es lo mismo.
—Sí, lo es. En caso de que no lo hayas notado, te está costando
respirar sin ella.
Y aquí había él pensado que la opresión en su pecho era el primer
signo de un inminente ataque al corazón. Ausentemente frotó el área en
cuestión.
—Es mejor para ella alejarse de todo esto. En caso de que no lo
hayas notado, esta vida no es exactamente normal.
Wyatt resopló débilmente.
—Ese es tu problema, amigo. No has averiguado que la vida de nadie
es normal.
—¿Bueno, si no eres el jodido filósofo?
Wyatt ignoró su comentario sarcástico. En cambio preguntó:
—¿La quieres?
—Quiero lo que es mejor para ella.
—Eso no es lo que te pregunté, idiota. Deja de ser tan jodidamente
abnegado y responde la pregunta. ¿La. Quieres?
Más de lo que quería su próximo aliento. ¿Por qué había necesitado
perderla para darse cuenta?
—Sí, la quiero.
—Entonces ve por ella.
—Es demasiado tarde.
—Se fue hace unos minutos. Si eso es demasiado tarde, entonces
eres un marica más grande de lo que creí. Levanta tu trasero. Ve a arreglar
esto. Y después tráela de regreso a mí para probarme que lo hiciste. Has
eso, y regresaré a rehabilitación. Y esta vez realmente trataré de
mantenerme sobrio.
Todo dentro de Ryder se congeló. Esa era la concesión más grande
que Wyatt alguna vez antes había estado dispuesto a hacer.
—No jodas conmigo en esto.
—No lo hago. Pero no lo jodas con Jamison. Quiero que sea feliz.
Igual que él. Jesús, igual que él. No estaba completamente seguro de
que él fuera el que lo hiciera, pero, ¿y si Wyatt tenía razón? ¿Y si solo
había roto el corazón de Jamison y ni siquiera lo sabía? No podría vivir con
eso.
—Regresaré en la mañana y hablaremos sobre a cuál rehabilitación
vas a ir.
—Patrañas. Regresarás esta noche, con Jamison, o voy a salir de
esta cama y patear tu trasero.
Ryder bufó.
—Esa es una gran palabra para un tipo en bata de hospital.
—No me hagas probarlo. Nadie necesita ver mi culo colgando en la
parte de atrás de esta cosa.
***
Jamison sonó su nariz en el papel rugoso cerca del fregadero,
después roció agua helada en su rostro en un esfuerzo por aliviar el
enrojecimiento.
No funcionó. Todavía lucía como si hubiera estado en un ataque de
llanto de tres días. Lo que, al momento, no se sentía lejos de la verdad.
Habían pasado seis horas desde que Ryder había arrancado su corazón de
su pecho, y esta era la primera vez que había sido capaz de pasar más de
cinco minutos sin estallar en llanto. ¿Podría ser más perdedora? Por otro
lado, ¿podría ser él más un cabrón?
¿La peor parte? Se había refugiado en la parte trasera de una
cafetería a dos cuadras del hospital por las últimas cuatro horas. Cuando
había dejado el hospital, había planeado originalmente regresar
directamente al hotel. Pero no podía, no cuando era un desastre tan
grande. La vida entera de Jared se había desmoronado ese día. Lo último
que necesitaba era lidiar con su histérica hermana.
Pero no había ningún otro lugar para ir. Así que vagó por las calles
de los suburbios de Houston por dos horas, fingiendo ver escaparates.
Pero a cualquier lugar que iba, la gente se detenía para ver si estaba bien.
Malditos texanos. Eran demasiado buenos para su propio bien, o el de
cualquier otro, para el caso.
Después de que la sexta persona le preguntara si podía llamar a
alguien por ella, desistió. Gracias a Dios había estado en frente de Genuine
Javas, una cafetería equipada con rincones muy oscuros y clientes que no
tenían problema en ocuparse de sus propios asuntos.
Pero no podía quedarse por siempre. En la última hora, su teléfono
se había saturado con textos de Jared, Quinn, e incluso el mismo Ryder,
todos preguntando si estaba bien, o exigiendo saber en dónde estaba.
Normalmente, los habría ignorado, pero había sido un infierno de día. La
última cosa que quería hacer, era añadirse al drama. Además, eran las dos
de la mañana y la cafetería estaba a punto de cerrar.
Por lo cual ahora estaba de pie en el baño, lavando su cara y
tratando desesperadamente de borrar el daño causado por su descontrol
de seis horas. Le había escrito a Jared que estaba bien y regresaría pronto
al hotel. Pero no podía aparecer luciendo de esa manera. No si no quería
que él envolviera sus manos alrededor de la garganta de Ryder y apretara
hasta que estuviera en tal mal estado como lo estaba Wyatt.
Aunque eso hubiera sido un poco satisfactorio, está bien, más que
un poco, el hecho era que Ryder no había hecho nada malo. Le había
advertido que las cosas entre ellos eran solo temporales. Que solo era por
diversión. Diablos, se había dicho a sí misma esas palabras más de una
vez. No era su culpa que ella hubiera dejado que se convirtiera en más que
eso.
Lo que fue su propia estupidez. Después de todo, ¿no había sabido
siempre que no era suficiente para Ryder? Él era un dios del rock and roll,
y ella, solo era una de las personas pequeñas. O no tan pequeñas personas
si era brutalmente honesta. No fue una sorpresa que la hubiera dejado,
como que la hubiera mirado dos veces, para empezar.
Miró el reloj de su teléfono, preguntándose si el taxi que había
llamado ya había aparecido. Suponiendo que era una gran posibilidad que
estuviera esperando por ella; salió, solo para ser golpeada en la cara por la
oscura humedad del calor de una noche de verano en Houston.
En efecto, había un taxi amarillo esperando junto a los puestos de
discapacitados. Se subió, le dio al conductor el nombre del hotel. Él
asintió, luego llamó a su despachador. No se molestó en escuchar lo
estaba diciendo, estaba agotada, completamente cansada de la montaña
rusa emocional que había montado todo el día. Acomodándose contra el
asiento, cerró los ojos y se preparó para desconectarse por lo que durara el
viaje. Había pasado las últimas seis horas atrapada en su cabeza, no un
lugar bonito en el mejor de los tiempos, por no hablar después de todo lo
que había pasado en ese día, y era más que hora de un descanso.
Excepto que el conductor no parecía entender cuan cansada estaba.
Apenas se había metido en el tráfico antes de que empezara a juguetear
con la radio, pasando un montón de estaciones y mucha estática, antes de
dejar una que declaró que era la casa del rock en Houston.
Su estómago tiró y rodó.
—Por favor —dijo en una vocecita por encima de un susurro—,
¿puede apagarlo?
Con su suerte, pasarían una canción de Shaken Dirty, y no estaba
para escuchar la voz de Ryder justo ahora. No si quería llegar al hotel sin
tener un completo y total quiebre emocional.
—Claro, claro —dijo el hombre en un fuerte acento inglés. Le echó
un nervioso vistazo sobre su hombro—, pero esta es una buena estación.
Buena música.
—Estoy segura de que lo es. Pero tengo dolor de cabeza. No quiero
escuchar ahora mismo.
—Oh. Sí. Por supuesto. —Se detuvo en una luz roja, se estiró a por
el sintonizador. Pero en lugar de apagar la radio, solo jugó con ello por un
minuto, antes de regresarlo exactamente a la misma estación.
Empezó a pedirlo nuevamente, pero antes de que pudiera soltar las
palabras, la canción terminó y el DJ regresó.
—Eso fue “Take Me” de Darkness. Ahora, tenemos una sorpresa
especial para ustedes: una presentación de estudio de una canción nueva
de una de sus bandas favoritas. Más temprano esta noche, Ryder
Matthews, cantante principal de Shaken Dirty, se pasó por aquí e hizo una
rápida entrevista con nosotros, la cual estaremos reproduciendo por
completo mañana a las ocho a.m.

>>Pero también cantó una canción nueva para nosotros, una que no
está en ninguno de los álbumes de Shaken Dirty. De hecho, nunca antes
ha sido grabada. Así que, sin más discurso, aquí está Ryder Matthews
cantando “Pieces of You”.
Confundida, Jamison se congeló mientras los acordes de apertura de
una canción tocada en guitarra acústica llenaban el taxi. Sabía que era
Ryder tocando, lo había escuchado bastante seguido para reconocer su
estilo, pero, la idea de que se hubiera pasado por una estación de radio
hoy, no tenía ningún sentido. No cuando Wyatt estaba en el hospital. Y no
después de todo lo que había pasado.
A menos de que hubiera estado tratando de hacer control de daños,
hacer saber que Shaken Dirty estaba bien, a pesar de los desastres que
fueron grabados en ese maldito vestidor. Pero entonces, ¿por qué la
canción? Seguramente, una rápida entrevista hubiera sido suficiente para,
al menos, empezar con el control de daños.
Aún estaba tratando de averiguar qué estaba pasando, mientras
sentía que había caído por el agujero de un conejo, cuando los oscuros,
roncos tonos de la voz de Ryder llenaran el coche. Solo que era un Ryder
que poca gente había llegado a escuchar, uno que, incluso ella y los demás
miembros de la banda no veían muy seguido. Sombría, lánguida, afligida,
la gravedad de la aspereza de su voz bajó por su columna vertebral antes
de flechar directo a su corazón.
Silenciosas lágrimas se deslizaron por su rostro mientras las heridas
que había pasado todo el día cauterizando, se rasgaban ampliamente.
—Por favor —se atragantó—, por favor, apáguelo.
—Escuche —le dijo el conductor—, escuche.
No quería escuchar. Solo que no tenía opción, porque él no estaba
haciendo movimiento para apagar la radio y ella no estaba en posición de
hacerlo por sí misma.
Aunque se esforzó por bloquear a Ryder, fue solo cuestión de
segundos antes de que las palabras que cantaba se hundieran en ella.
“Piezas de ti,
Como un rompecabezas en mi mente,
Encajando
En un patrón que no puedo encontrar.
Las pecas en tus mejillas,
Un perfecto punto a punto
Las palabras en las puntas de tus dedos,
Pintando imágenes que he buscado.
Pequeñas piezas contienen los secretos,
Pequeños momentos contienen las pistas,
A los susurros en el fondo de ti,
Y la verdad no podría elegir.
La dulzura en tu toque,
Rozando mi espalda.
El brillo en tus ojos
Que no verán de todo lo que carezco.
El fuego en tu corazón,
Antes de que nos convirtamos en escarcha.
Las rosas en tus labios
Por los besos que he perdido.
Quiero sostenerte
Quiero besarte
Quiero amarte
No puedo soportar extrañarte
Porque, bebé, necesitarte es oh-tan-fácil de hacer.
Las piezas por separado
El rompecabezas, un disperso desastre
Tu sonrisa, un recuerdo debilitado
Tu amor, una prueba rota.
Pequeñas piezas contienen los secretos,
Pequeños momentos contienen las pistas,
A los susurros en el fondo de ti,
Y la verdad, yo no elegiría.
Quiero sostenerte
Quiero besarte
Quiero amarte
No puedo soportar extrañarte
Porque, bebé, amarte es oh-tan-fácil de hacer.
Sí, amarte es la única cosa que sé hacer.
Para cuando la canción terminó, Jamison era un desastre. No
entendía, no sabía qué significaba. ¿Cómo podía él decir cosas como esas,
cómo podía cantar esa canción, solo horas después de arrancar su corazón
de su pecho?
—Está bien, señorita. Está bien. —El conductor le alcanzó una caja
de pañuelos. Tomó algunos, los usó para limpiar de sus mejillas las
lágrimas que ni siquiera había sido consciente de llorar. Demasiado para
recomponerse a sí misma.
Por supuesto, el conductor eligió ese momento para detenerse en la
cuneta. Alcanzó su bolso para pagarle, cuando miró por la ventana y se dio
cuenta de que el hotel no estaba por ninguna parte a la vista.
Miró calle abajo, en caso de que tuviera mal la dirección y él la
hubiera llevado más arriba de la cuadra. Pero nada lucía familiar; esta
definitivamente no era la calle correcta.
—Este no es mi hotel.
—Está bien —repitió el conductor.
—No. No está bien. Necesito llegar a...
—Aquí. Necesitas llegar aquí. —El conductor asintió
alentadoramente. Apuntó a la puerta—. Necesitas salir ahora.
—No. Necesito llegar al Marriott. Está en...
Dejó de hablar mientras la puerta del taxi se abría para revelar a
Ryder de pie allí.
—Ven conmigo —le dijo—. Por favor.
Por largos segundos, no se movió. No respiró. Un millón de
preguntas clamaron en su cabeza, pero no podía hacer ninguna de ellas.
Su lengua estaba atada en demasiados nudos.
Él se estiró a por su mano y, como una idiota, se la dio. ¿Cómo
podía no hacerlo, cuando la letra de esa hermosa canción estaba
colisionando en su cerebro una y otra vez?
Apenas había salido del taxi, antes de que Ryder estuviera cerrando
la puerta y este se alejara velozmente, dentro de la noche. Ni siquiera se le
pasó por la cabeza que no le había pagado al conductor, hasta que ya se
había ido.
Ryder la condujo lentamente por la acera, a un banco de concreto y
vidrio que estaba enclavado contra el costado de un edificio. Encima de él
estaban las cartas de una estación de radio de Houston. La misma
estación de radio que acababa de estar escuchando.
—¿Cómo? —Fue la única pregunta que pudo hacer, la única silaba
que pudo obligar a salir de su apretada garganta y sus temblorosos labios.
—Después de pasar dos horas buscándote, decidí ser astuto. Pagué
a cada despachador de cada compañía de taxis en Houston, así, cuando
alguno de sus taxis recogiera a una mujer vestida con una blusa rosa y
largo cabello rojo, me llamarían. Finalmente, cuando estaba al borde de
arrancar mis propias cuerdas bucales, sin mencionar cada cabello en mi
cabeza, uno de ellos lo hizo.
Jamison asintió como si entendiera, pero no lo hacía. Sabía que él
estaba hablando inglés, pero nada de lo que decía tenía algún sentido.
Nada había tenido algún sentido desde que había escuchado esa canción
sonando en la radio. Porque si escuchaba la letra, si se permitía creerlas…
—¿Por qué? —Parecía que decir monosílabos era todo de lo que era
capaz.
Se detuvo enfrente de ella, sus ojos buscando cada detalle de su
rostro. Y sabía que ninguna sonrisa en el mundo iba a esconder el hecho
de que había estado llorando.
—¿Por qué? —preguntó Ryder, su voz incluso más rasposa de lo que
había sido cuando estaba cantando—. Porque soy un estúpido. Lo siento,
Jamison. Lo siento tanto.
La esperanza creció en su interior, pero la obligó a retroceder. En su
lugar, tragó convulsivamente antes de susurrar:
—¿Por qué?
—Por romper tu corazón.
Eso era lo que había temido. Él se sentía culpable. Ryder pensaba
que era un gran cabrón, pero cuando se trataba de personas por las que se
preocupaba, era notoriamente bondadoso. Y sabía que se preocupaba por
ella. Lástima que no fuera de la manera en que necesitaba que lo hiciera.
Pero, aun así, no podía dejar que se sintiera culpable. Sacudiendo la
cabeza, presionó una mano en su boca, en un esfuerzo de suprimir los
sollozos que estaban desgarrando su garganta.
—Rompí mi propio corazón, Ryder.
—No. No, no lo hiciste. —Sus manos se cerraron convulsivamente
sobre los hombros de ella—. Lo jodí. Me asusté, lo jodí y te herí. Siento
haberte herido.
—No importa...
—Oh, importa. Importa porque tú importas. Más de lo que nadie lo
ha hecho.
—No hagas esto. No me mientas porque sientes lastima por mí.
—¿Sentir lastima por ti? ¿Cómo podría sentir lastima por ti? Eres
fuerte, inteligente, amable...
—¡No soy un maldito perro! —Las palabras brotaron de ella antes de
que supiera que iba a decirlas. Pero estaba tan cansada de ser descrita
como menos que una mujer, solo porque no era lo suficientemente sexy o
hermosa.
Él la miró fijo, obviamente perplejo.
—¿Qué significa eso?
—Soy una mujer, Ryder.
—Créeme, estoy muy al tanto de eso. —Bajó la cabeza, rozando su
hermosa boca sobre la de ella. Y, tonta como era, lo dejó. Se odió por ello,
pero fue incapaz de detenerlo—. Creí que cubrimos esto el otro día. Eres
hermosa para mí, Jamison. La persona más hermosa en la tierra.
—Entonces, ¿por qué me dejaste así? ¿En medio del cuarto de
hospital de Wyatt? ¿Por qué me dejaste sentirme como nada?
—No, bebé, no. Tú no eres nada. Yo lo soy. —Presionó tiernos besos
en su frente, ojos, mejillas y boca—. Soy el estúpido que dejó que todo el
equipaje que lleva a todos lados, se torciera en mi cabeza. Pensé que
estarías a salvo si te dejaba ir. Pensé que estarías mejor.
Su corazón se derritió a pesar de sus mejores intenciones. ¿Cómo
podría no hacerlo, cuando la estaba mirando de esa manera, desnudando
su alma para ella, de una forma que sabía él odiaba?
—¿Qué hay de ahora?
—Ahora, solo estoy sencillamente aterrado de que haya jodido lo que
podríamos tener. Te amo, Jamison. Amo todo lo que sé de ti, incluso la
manera en que organizas tus malditas recetas alfabéticamente. Quiero
pasar los próximos cincuenta años aprendiendo todo lo que hay que saber
de ti, así puedo amarte más cada día.
—Ryder...
—Por favor —le dijo—, sé que debería retroceder, darte tiempo para
que pienses, para hacer una elección concienciada. Pero no puedo. Por
favor, Jamison. Por favor di que me darás otra oportunidad.
Oh Dios. Su corazón se estaba rompiendo otra vez. Estaba diciendo
todo lo que necesitaba escuchar, todo lo que había querido que dijera por
días, por años. Pero no sabía si era real. No sabía si podía confiar en él o
en sus sentimientos por ella. ¿Cómo podría, cuando era Ryder Jodido
Mathews, y ella era solo la chica que lo había amado la mayor parte de su
vida?
—Te amo, y sé que me amas. —Pausó—. Por favor. Dime que me
amas.
—Eso no hace alguna diferencia.
—Hace toda diferencia. Nunca supe que me podía sentir por nadie
de la forma en que me siento por ti. Es tan enorme, tan monumental, que
me aterra. Porque me ves. Ves todo dentro de mí, hasta los lugares que
nadie más sabe siquiera que existen. Y no puedo entender, no puedo
imaginar, qué podría posiblemente alguien como tú ver en alguien como
yo.
—Eso es, porque siempre te ves mal. —Empezó a llorar otra vez—.
Desearía, por un minuto, que pudieras verte de la manera en que te veo.
Eres como una estrella fugaz; brillante, cegador y completamente
inalcanzable. Pasas como un rayo a través del cielo, viajando más rápido
que la velocidad de la luz y entonces...
—Y entonces, me consumo a mí mismo.
—Eso no es lo que quise decir.
—No, pero eso es lo que va a pasar si me dejas. Ambos lo sabemos.
Crees que soy tan especial...
—Eres especial.
—No sin ti. Nunca sin ti.
—Ryder. Me estas pidiendo todo.
—Lo estoy. —Asintió—. Sí. Pero estoy ofreciéndote todo lo que tengo
a cambio. Todo lo que soy. Todo lo que alguna vez seré. —Presionó un beso
en su frente. Presionó otro en su mejilla antes de deslizar sus labios por su
mejilla y su mandíbula, a su boca. Dejó suaves, dulces besos en sus labios
hasta que su cabeza dio vueltas y su aliento se atoró en su garganta. Y
después, lo hizo otra vez.
—Confía en mí —urgió otra vez—. Lo juro, no te defraudaré.
Lo miró fijamente, mareada, perturbada y aterrorizada, tan
aterrorizada de poner en juego su corazón una vez más. Pero mientras lo
veía, a sus oscuros y deslumbrantes ojos, a la suave y sexy sonrisa que
sabía que nunca mostraba a nadie más, se dio cuenta de que él tenía
razón. Amarlo era demasiado fácil de hacer.
Alcanzándolo, agarró sus manos apretadamente en las suyas.
—Te amo —le dijo—, siempre te he amado, y siempre lo haré. Amo el
hombre que eres, y el hombre que sé que puedes ser. Confío en ti, Ryder, y
quiero construir una vida contigo. No perderé de vista eso otra vez.
—Gracias a Dios. —Bajó su cabeza a la de ella, tembloroso aliento
sobre tembloroso aliento—. Gracias a Dios.
Jamison se estiró, enredando sus dedos en el sedoso cabello que
tanto amaba.
—Llévame de regreso al hotel —susurró mientras presionaba sus
labios contra los de él—. Patearemos a Jared y Quinn fuera de mi
habitación. O, mejor aún, solo consigue una nueva.
—Ese es un plan genial, bebé —dijo entre besos—. Uno que apenas
puedo dejar atrás. Pero antes, tenemos una parada que hacer primero.
—¿Una parada? ¿Dónde?
—Lo explicaré en el camino. —La arrastró alrededor de la esquina,
donde una limosina estaba esperando. Mantuvo la puerta abierta para ella
y mientras lo hacía, sonrió y, una vez más, robó su aliento. Porque no era
su sonrisa de escenario, no era esa sonrisa que le daba a un millón de
personas diferentes. No, este era Ryder en su más abierta, más vulnerable
forma. Debilitó sus rodillas y aceleró su corazón. Esta vez hizo más que
eso. La hizo creer en los felices para siempre, no solo para otras personas,
sino para ella misma. Para Ryder. No podía esperar a ver esa sonrisa cada
día por el resto de su vida.
Porque, finalmente, creía. No era la perfecta esposa de un rockero,
no por un largo tramo. Pero eso estaba bien, porque Ryder estaba a años
luz de ser el rockero perfecto. Era solo juntos que eran perfectos. Y eso era
más que suficiente para ella.
Drive Me Crazy
Su rival está en su cama, y
este roquero está listo para jugar.
Los antiguos rivales Quinn
Bradford y Elise McKinney no
son amigos, al menos ahora. De
adolescentes, todo lo que les
importaba era la física entre
ambos antes de los conciertos.
Pero cuando Quinn, ahora el
mecanógrafo de Shaken Dirty, la
banda más ardiente del
escenario, vuelve a su ciudad
natal y escucha sobre el
accidente de coche que destruyó
la carrera de Elise, está decidido
a hacer las cosas bien.
Elise no quiere tener nada
que ver con una arrogante
estrella del rock, a pesar de que
claramente lo desea con locura,
por lo que Quinn secuestra a la
cabezota pianista y la lleva a su
mansión. Un poco de seducción
podría ser lo que mantenga a
Elise bajo su cuidado… y su
cama. Pero en medio de bromas
tanto infantiles como muy adultas, el pasado vuelve para acecharlos. Y
podría ser más de lo que ninguno de ellos puede olvidar.
Sobre la Autora

Tracy Wolff colecciona libros, títulos en inglés y barras de labios y se


ha sabido olvidar dónde está y a veces, qué es qué cuando se sumerge en
una gran novela.
A los seis escribió su primera historia corta, algo con un arco iris y
un príncipe, y a los siete incursionó en el maravilloso mundo de las niñas
iluminadas con su primera novela Judy Blume.
A los diez había leído todo lo que había en las secciones para jóvenes
adultos y las obras clásicas de su librería local, por lo que desesperada su
madre la inició en las novelas románticas. Y a partir de la primera página
del primer libro, Tracy sabía que había encontrado su amor de toda la
vida.
Ahora es profesora de Inglés en la universidad local y escribe
romances que recorren toda la gama desde lo contemporáneo a lo
paranormal y al suspenso erótico.
Y para todos aquellos que quieren la versión no editada:
Tracy Wolff vive con cuatro hombres, enseña escritura a los
estudiantes universitarios locales y pasa todo el tiempo que puede
administrar inmersa en mundos de su propia creación.
Casada con el héroe alfa de sus sueños durante doce años, es madre
de tres hijos pequeños que pasan la mayor parte de su tiempo tratando de
volverla tan loca como sea posible.
También puedes encontrar a Tracy en Twitter:
www.tracywolff.blogspot.com y www.sizzlingpens.blogspot.com.
Traducido,
Corregido y
Diseñado:

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