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DOCUMENTAL

De las manos de Jesucristo a las de Doña Urraca: así


acabó ¿el Santo Grial? en León
El documental 'Onyx, los reyes del grial', reproduce la investigación de los historiadores
leoneses Margarita Torres y José Miguel Ortega

El cáliz de Doña Urraca que se encuentra en el museo de San Isidoro de León. (Efe/J.Casares)

Por 
Marta Medina
14/03/2019

Indiana Jones debería estar muerto. Muerto, momificado y convertido en polvo de huesos como el
avieso Vogel en 'La última cruzada': no, por mucho que José de Nazaret, según la tradición
cristiana, fuera carpintero, el Santo Grial no era de madera. Mala elección, Indy. Dentro de la
iconografía religiosa, el Santo Grial no es una reliquia más: es LA reliquia. El recipiente donde
Jesucristo transmutó el vino en sangre durante la Última Cena. "Tomad y bebed todos de él, porque
éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y
por todos los hombres para el perdón de los pecados". El clímax de la Eucaristía. Más allá de la
importancia capital del cáliz como objeto y símbolo para los devotos cristianos, la cualidad mítica
del Santo Grial ha crecido gracias al relato esotérico que le confiere el poder de conceder el regalo
de la vida eterna. Que se lo digan a Heinrich Himmler, que financió y encabezó la Deutsches
Ahnenerbe, la Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana,
que entre otras cosas lo buscó en Montserrat siguiendo las pistas que el ocultista nazi Otto
Rahn había encontrado en el 'Virolai', el himno del monasterio catalán.

Durante la Edad Media, el culto a las reliquias —ya fuesen objetos atribuidos a Jesús o restos de
santos— se disparó hasta cotas enloquecidas. Todas tenían propiedades mágicas y curativas y eran el
foco de peregrinaje de los devotos. De ahí que por todo el territorio cristiano empezasen a circular
miembros amojamados, incluso cuerpos completos, paños, ropas, instrumentos de martirio que,
según aseguraban, habían pertenecido a Jesucristo, a la Virgen, a los apóstoles o a algún santo. Las
reliquias se multiplicaron hasta el punto de que en distintos puntos del mundo reclamaban la
autenticidad del mismo objeto mítico, como es el caso del Santo Grial: el papa Gregorio Magno,
en el siglo VI, le regaló al rey visigodo Recaredo el cáliz de la Última Cena, hallado en la tumba de
san Lorenzo, y que se conserva en la Catedral de Valencia desde 1437 por orden de Alfonso V 'el
Magnánimo'.
En 2014, los historiadores Margarita Torres, profesora titular de Historia medieval de la
Universidad de León, y el doctor en Historia del arte y museólogo José Ramón Ortega publicaron
'Los reyes del grial', un ensayo en el que propusieron una nueva teoría sobre el paradero del Santo
Grial y que ha inspirado el documental 'Onyx, los reyes del grial', que se estrena el próximo 22
de marzo. La tesis: que el Cáliz de doña Urraca que guarda la colegiata de San Isidoro de León es,
en realidad, el Santo Grial camuflado. La película, dirigida por Roberto Girault y que pasó por la
última Seminci, desanda el rastro de textos históricos que podría unir el cáliz leonés con la reliquia
de las reliquias. "Somos conscientes, tanto Margarita Torres como yo, de que esta investigación iba
a originar una enorme polémica", admite Ortega en un momento del documental.

'La Última Cena' de Leonardo Da Vinci

Aunque la leyenda mágica entorno al Santo Grial comienza a forjarse alrededor del siglo VI
con los mitos artúricos, la realidad es que a lo largo de la historia se han encontrado documentos de
diferentes épocas en los que se hace referencia al cáliz. "La tradición cristiana cuenta que Jesús fue a
la zona más rica del Monte Sión y tomó la última cena en una casa prestada que tiene dos alturas. Y
en la habitación superior tuvo lugar la reunión con sus apóstoles", cuenta el historiador James Tabor.
Estamos en el año 33 d.C., en la noche previa a la Pascua judía, en la que se celebraba la alianza
de Dios con el pueblo de Israel, que quedaba simbolizada por el sacrificio del cordero. Y en esa
cena, según las escrituras, ocurrió el milagro de la Transmutación.

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Hasta que los primeros textos islámicos mencionaron por primera


vez la existencia del cáliz de Cristo es muy difícil rellenar el
hueco

 
Desde este momento hasta que los primeros textos islámicos mencionaron por primera vez la
existencia del cáliz de Cristo es muy difícil rellenar ese hueco. Durante los tres primeros
siglos, hasta el Edicto de Milán del año 313, que establecía la libertad de culto en el Imperio
Romano, el cristianismo fue una religión perseguida y los cristianos tuvieron que ocultarse. "No
existen textos, no existe documentación que hagan referencia al cáliz durante estos primeros cuatro
siglos", explica Torres, quien ahora es concejala de Cultura, Patrimonio y Turismo en León por el
Partido Popular.
Un momento de 'Onyx, los reyes del grial'

Con el levantamiento de la prohibición comenzó a extenderse entre los fieles las peregrinaciones a
Tierra Santa, donde visitaban el Santo Sepulcro, el Monte de los Olivos o Belén. Quienes sabían
escribir, comenzaron a documentar sus viajes para poder reproducirlos a la vuelta a sus lugares de
origen, sobre todo a partir del siglo V. El primer texto en el que nombran el cáliz es en un
pequeño libro llamado ‘Breviarius’, escrito por un peregrino y que relata su viaje a Jerusalén y lo
que allí vio. Supuestamente, en alguno de los edificios construidos alrededor del Santo sepulcro
estaba expuesto un cáliz, que en teoría correspondía al que utilizó Jesús en la última cena.

"En el patio de la basílica hay un pequeño cuarto donde guardan


la madera de la cruz y también la Copa de ónice con la que
bendijo la cena"

 
Otros peregrinos de Piacenza que durante tres años recorrieron Constantinopla, algunas islas
occidentales del Mediterráneo, Beirut y Belén, describen en el ‘Itinerarum Antonini
Placentini’ que “en el patio de la basílica hay un pequeño cuarto donde guardan la madera de la cruz
y también la Copa de ónice con la que bendijo la cena”. En el año 683, Adomnan, un monje irlandés,
asegura en ‘De Locis Santis’ que en el Santo Sepulcro hay “otra capilla [...] en la cual se conserva la
Copa del Señor [...] que Él bendijo y dio con sus propias manos durante la cena que tuvo con los
apóstoles en la víspera de su pasión”.

La historiadora Margarita Torres en una imagen de archivo. (Efe)


Beda ‘el Venerable’ fue un monje benedictino del siglo VII que vivió en el monasterio de San Pedro
Wearmouth, también recomendaba la visita de la capilla de Cristo del Santo Sepulcro para
contemplar la copa del Señor. En el siglo IX, el ‘Commemoratium’, de autor anónimo, asegura que
el cáliz sigue en la capilla del Santo Sepulcro. Es la última vez que aparece descrito en textos de la
época. Carlomagno mandó confeccionar una lista de todas las iglesias y templos que
guardaban reliquias y el personal custodio. Pero a partir de eso momento, cuando las guerras entre
persas, musulmanes y cristianos se recrudecen en la zona y se destruyen iglesias y monumentos, se
pierde la pista de la reliquia. Hasta aquí, todo previamente documentado.

 
El viraje sorprendente se produce cuando Torres y Ortega buscaron a alguien con amplios
conocimientos de árabe para que investigara en la Universidad Al-Azhar en El Cairo. Allí, un
becario —del que no especifican el nombre en todo el documental— encuentra dos papiros del siglo
XIV. El primero de ellos, atribuido a Saladino, sultán de Egipto y Siria, en el que recuerda el
episodio de hambruna que sufrió Egipto en el año 1054 a causa de una sequía, que tan sólo intentó
paliar el emir de la taifa de Dénia fletando un barco con víveres para alimentar a la población
hambrienta. En él Saladino habla sobre un fragmento faltante en el Santo Grial desprendido a por
Bani-I-Aswad, jefe de la expedición musulmana que lo llevó de Egipto a Dénia como recompensa al
emir por la ayuda ofrecida.

El emir de Dénia fue el único que envió víveres a la población


egipcia, hambrienta por la sequía del año 1054

 
El segundo hace referencia a un texto perdido del historiador árabe Ibn al-Quizti (1172-1248), es
decir dos siglos antes, sobre la entrega del cáliz por parte del emir a Fernando I de León (1016-
1065), para firmar con él la paz, evitar la conquista y encontrar un aliado. A Torres y Ortega se les
encendió la bombilla: ¿podría haber pasado la reliquia por León? ¿Podría estar aún en León?

 
Después de seguir con las pesquisas, dilucidaron que el regalo del emir había pasado a manos de la
hija de Fernando I, Urraca de Zamora. Y uno de los objetos más preciados por la infanta leonesa,
conservada en la colegiata de San Isidoro de León, es un cáliz compuesto por dos copas de ónice
—¡de ónice, como indicaban los primeros textos que mencionaban el Santo Grial— unidas por la
base y adornadas en el siglo XI con oro, piedras preciosas y un camafeo de imitación romana sobre
el grabado de 'In nomine dei Urraca Fredinandi’ (En nombre de Dios, Urraca de Fernando).

 
Los historiadores leoneses consiguieron los permisos para que un orfebre desmontase el cáliz y se
encontraron con... la muesca de la que habla el papiro de Saladino. ¿Será o no será? "A mí me ha
supuesto una aventura maravillosa", reconoce Torres en 'Onyx, los reyes del grial'. Lo que tienen
claro es que "es un objeto judío, diseñado para el pueblo judío, utilizado por un judío, que era
Jesucristo, utilizado en una ceremonia importante para ellos. Es un objeto que se convierte en el
epicentro de la Eucaristía, que es el corazón del cristianismo y ha conseguido salvar los vaivenes
de la tercera religión monoteísta, que es el islam, y que fue protegido por él, y alguien tan grande
como Saladino confió en él y alguien como el emir de Dénia ayudó a que llegase a su destino":
León.

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