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La plusvalía
Otros de los conceptos filosóficos marxistas que nos ayudan a comprender la
devaluación subjetiva contemporánea es la “plusvalía”. Marx la define como ese exceso
de trabajo, ese plus, que el trabajador realiza en sus horas laborales, las cuales brindan
una ganancia al capitalista.
Este concepto, se relaciona a lo que hemos expuesto con anterioridad, es decir, el hecho
de que el trabajo del hombre pasa a ser una mercancía más, despojada de su valor de
uso, y cosificada bajo un valor de cambio, frío y cuantificador.
Ahora bien ¿cuánto vale la fuerza de trabajo?, tanto como sea necesario mantener al
obrero y los medios utilizados. Supongamos que un obrero trabaja una cierta cantidad
de horas. Lo que el utiliza y su trabajo se evalúa en $40 y se le otorga dicha cantidad.
Sin embargo, en sus horas de trabajo produjo más que $40, produjo $70. Ese excedente
de $30 que no se le da al obrero, sino que se lo queda el Capitalista, se llama Plusvalía.
Es ese plus de ganancia que produce el obrero con su trabajo, pero que se lo queda el
capitalista. En palabras de Marx (Marx. 2009): “La producción de plusvalía no es otra
cosa que la producción del valor prolongada más allá de cierto límite. Si la acción del
trabajo dura solo hasta el momento en que el valor de la fuerza de trabajo pagada por
el capital es reemplazado por un valor equivalente, hay simple producción de valor.
Cuando pasa de este límite, hay producción de plusvalía”
Es decir que el arreglo, el contrato elaborado entre el obrero y el capitalista, tiene una
trampa, y es que el capitalista siempre sale ganando. ¿De qué forma? A través de la
expropiación.
El autor dirá que la expropiación, el quitar al otro lo que le pertenece, lo que le es más
propio, es el origen del capitalismo. Según Marx, el Capital se originó mediante el
saqueo de la periferia. Las (ahora) grandes potencias crearon sus capitales saqueando
a las colonias, extrayendo el oro de allí y llevándolo a sus países. Allí crearon las grandes
industrias y vendieron sus mercancías a las mismas. Un sistema perverso, sin lugar a
dudas, pero muy efectivo. Ya que las colonias se creyeron el cuento, y no solamente
aceptaron y compraron, sino que comenzaron a darles materias primas para que este
sistema prosiga. Incluyendo, dentro de estas materias primas, la fuerza de trabajo, el
trabajo socialmente necesario.
Es decir que cada uno de nosotros somos expropiados de nuestra fuerza de trabajo.
Pero no solo esto, sino que somos expropiados a diario de distintas maneras, por
ejemplo, de nuestros gustos, ya que si no nos vestimos como la “moda” lo indica,
pareceremos ridículos o, lo que es peor, estaremos “fuera del sistema”. Debemos comer
lo que se oferta para comer, ya que la misma presión social evita que la disparidad
aparezca. En términos generales, lo que se busca es una homogeneización de la
sociedad, basada en el consumo de aquellos artefactos y productos, que nosotros
mismos hemos elaborado o ayudado en su producción.
El problema se agrava cuando entendemos que nosotros también somos mercancías.
Necesitamos ser atractivos a los ojos de Otro gozador, para ser acogidos, recibidos y
deseados (comprados). Somos expropiados de nuestra esencia, la vendemos al mejor
postor, con tal de estar como el sistema quiere y no quedar fuera de él.