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CASCABELES

Pequeña obra narratúrgica en un acto


De: Juan Cristóbal Castillo

GENTE:
Carolina
Roberto
Javier
Gustavo
Eugenio
Alberto
(Todos de edad indefinida)

ESPACIO:
Indefinido, aunque podría ser un cuarto de hotel

TIEMPO:
Madrugada. Probablemente domingo

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Cascabeles

De: Juan Cristóbal Castillo


En un punto del espacio, Carolina.

Carolina: Un día me oxidé. (Pausa) Un día me oxidé a los ojos de él.

En otro punto del espacio. Javier y Roberto. El primero está ido de la realidad.

Roberto: Javier… Javier… ¡reacciona!

Javier: ¡Tú no tienes porque decirme cómo son las cosas! (Con lágrimas en los ojos)
¡Tú eres mía! ¡Tú eres mía y de nadie más!

Roberto: ¡Cabrón! ¡Deja de decir pendejadas! Tenemos que apurarnos. ¡Ya la vi bien!

Roberto se mueve de un lado para otro, desesperado. La escena se mueve hacia


Carolina.

Carolina: Tengo su rostro frente a mí y no siento nada. Trate de verlo como un espejo.
En sus berrinches traté de verlo como un niño. Lo tuve en mis brazos cuando
era incapaz de salir adelante, cuando te asustaba todo lo mounstruoso que
has creado a tu alrededor… yo… sólo…

La escena vuelve con Roberto y Javier.

Javier: (Con un grito desaforado) ¡Cállate! ¡Cállate!

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Roberto: El pendejo de Gus se salió corriendo y se fue no se a donde. ¡Yo también ya
me voy!

Javier: ¡No! ¡Espérate!

Sujeta al otro de la camisa.

Roberto: ¡Es tu pedo! Todo esto fue por ti. ¡Nosotros vinimos a divertirnos y tu
empezaste con tus pendejadas! ¡Que esa pinche vieja te recordaba quien
sabe a quién!

Javier: (Asustado) ¡¿A dónde fue Gus?!

Roberto: ¡No se, guey…!

Javier: Fue a llamar a la policía, ¡¿verdad?!

Roberto: Tranquilízate. Él no haría algo así. ¡Es más cuate de nosotros que de esta
pinche vieja!

En otro punto del espacio, aparece Gustavo.

Gustavo: Yo no soy amigo tuyo. Yo sólo soy débil.

La escena vuelve a Carolina. Se escuchan unos cascabeles. Carolina sonríe lentamente.

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Carolina: Escucho ese momento. Escucho ese momento porque allí sonreíste y yo pude
abrir tu pecho y allí me acurruqué. (Pausa) Sólo escucho ese momento… lo
demás ya no importa…

La escena vuelve a Roberto y Javier.

Roberto: ¡Lo importante ahorita es deshacernos de esa mierda!

Javier: Roberto… ¿hice bien verdad? Ella se puso necia. Ella se puso a hablar. Y cada
vez que decía algo… no sé… sentía que yo no era nadie… por eso las rubias
son mejores, ¿verdad? (Ríe de forma ebria y angustiosa). Las rubias son
pendejas y se quedan calladas. Rubia y bonita como una muñeca de
porcelana. ¿Te conté la vez que me masturbé tocando la vagina de una
muñequita de porcelana que tenía?

Roberto: Has contado esa historia miles de veces y ya me esta cagando los huevos,
cabrón. Te voy a bajar el peda a madrazos para que entiendas lo que esta
pasando aquí.

Javier: Hice bien, ¿verdad?

La escena va con Gustavo.

Gustavo: Sí, así es. Para el buen Roberto, en el fondo, aquello estuvo muy bien. Se trata
del poder. De no ser débil. De experimentar placer con el poder. (Pausa) La
mujer también quiere poder. La mujer también quiere escalar por encima de
todo y gritar: ¡Cállate! Ese “cállate” retumba en nuestros oídos y hace que
corramos desesperados sin movernos. El miedo y la debilidad entonces

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prorrumpen dentro de nuestro ser con un “cállate” más fuerte y es allí donde
necesitamos del buen Roberto. El buen Roberto tiene que consolar a Javier.

La escena regresa con Javier y Roberto.

Roberto: Ahora tenemos poco tiempo.

Javier: ¿Por qué dices eso?

Roberto: Tenemos que movernos. ¡Rápido!

La escena regresa con Carolina.

Carolina: Un día traté de entender tus motivos. Traté de entender porque tus miradas
ya no eran cálidas. Pensé que lo que yo hacía con otros hombres te
molestaba, pero no me lo decías porque tu amor era más fuerte. Un día sólo
te volviste eso.

Se escuchan nuevamente los cascabeles.

Carolina: Ese principio alegre que, repentinamente, se interrumpe.

La escena regresa con Javier y Roberto.

Roberto: ¡El coche! ¡La cajuela! Nadie de nosotros tiene coche. ¡Punto! ¡¿Cómo van a
saber que se coche es nuestro?!

Javier: La quería, tu sabes que eso fue cierto.

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Roberto: ¡La querías, pero fue una hija de la chingada contigo! Se acostó con otros y
tu no dijiste nada. ¡Qué fácil desquitarse con otra! Hace mucho mi vieja me
dijo: voy a estudiar la universidad. En un primer momento no dije nada, pero
me quedé callado. Y lo hice para que se diera cuenta que estaba fuera de
lugar, que realmente eso no era para ella. ¡Y no lo hizo! (Pausa) Así de
sencillo, Javier. Hay formas más sencillas de hablar sin hablar. De dar órdenes
sin pronunciar una sola palabra.

La escena va hacia Gustavo.

Gustavo: Así es el macho. Esta en nuestra medula. Circula por la sangre de hombres y
mujeres. Las mismas mujeres protegen a este falo silencioso que da órdenes
sutiles e imperceptibles. Dentro de ellas se ordenan que no nazcan, que no
crezcan, que no maduren, que no envejezcan… ¡que no existan! (Pausa) Ella
era mi amiga. Ella me quería. Yo no quería que estuviera aquí. ¿Qué
podemos perder? Le gusta divertirse. Ellos son mis amigos. Ellos mandan y
también me controlan. Roberto y Javier me penetran con su prepotencia. No
puedo decir no.

En otro punto del espacio, aparece Eugenio. Carolina escucha su voz.

Eugenio: Me sentía lleno de vida. Era joven y no eras lo único que ocupaba mi
pensamiento. Esta sociedad me da derecho a pensar en más cosas. Creo que
tú eras una de tantas, sin embargo, la única con más características que un
simple pensamiento. ¡Allí estabas cerca de mí! Yo fui hacia la grabadora y la
prendí.

Se escuchan los cascabeles. Eugenio ríe.

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Eugenio: ¡En realidad era una broma! ¡No soporto los villancicos! No me gusta la
navidad. Pero… algo sucedió. Algo que no me puedo explicar.

Carolina: Ese principio alegre que, repentinamente, se interrumpe…

Eugenio: ¿El tiempo se detiene?

Carolina: Sí.

La escena va con Javier y Roberto.

Roberto: ¡¡La policía!! ¡Puta madre, el pendejo de Gustavo llamó a la policía! ¡Yo me
voy, cabrón es tu pedo!

Javier: ¡Dijiste que no iba a traer a la policía!

Roberto: ¿Crees que soy mago para saber lo que pasa por la cabeza de ese pendejo?
¡Adiós!

Roberto trata de irse, pero Javier se lo impide. Forcejean, quedan congelados. Aparece
Alberto. Durante el siguiente texto, Carolina sacará sangre fresca de un frasco dentro de su
bolsa, se lo untará en el estómago y en el rostro. Sacará también una percudida peluca rubia
y se la pondrá y caerá al piso muerta.

Alberto: Es más de media noche y aparece un idiota oliendo a alcohol. No se entiende


lo que dice. Problemas con una nalguita. ¡Cómo se han puesto de latosas
últimamente! A mi pareja le da güeva, no quiere ir. Nos dice que es aquí. A

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unas cuadras. El tipo se ve bien sacado de onda, pero esta bien pedo. Mi
pareja no le cree. Una pinche vieja armando un puto desmadre por nada.
¡Qué güeva! ¡Voy a darme un roll por allí a ver qué tranza! Ha de ser una
pinche puta con el cabello pintado. ¿Qué habrá hecho esta para que la hayan
matado? (Pausa. Ríe) Me cae que un día las rubias comenzaron a oxidarse.

La escena vuelve donde Javier solo. Aparece Gustavo con Alberto. El primero se
enfrenta a Javier. Alberto a la expectativa.

Gustavo: El fue oficial. (A Javier) ¡Maldito imbécil! Se enloqueció rompió una botella y
la ataco con ella.

Javier: Yo fui oficial. No culpe a mis carnales. ¡Yo fui!

Alberto: Bueno, quizá no esta muerta.

Carolina se levanta. Los otros se congelan.

Carolina: Yo no muero. ¡Yo no moriré nunca! Yo soy por mi misma.

Oscuro. Final

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