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DERECHO PENAL PARTE GENERAL

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Mgt. Abg. Gabriel J. Benites Fernández - Docente

LA CONDUCTA HUMANA: LA ACCIÓN

1. CONCEPTO

La acción es considerada como el punto de partida de la teoría del delito y del Derecho Penal.
Esta acción es dependiente de la voluntad humana del agente, concluyendo así que solo lo
humano es penalmente relevante, excluyéndose elementos de fuerza externa como ataques
de animales salvajes y fuerzas de la naturaleza. La norma penal regula todas las conductas
humanas (considerando tanto las conductas dolosas y culposas como las de acción y omisión)
que tienen una valoración negativa y, en consecuencia, por las que se impondrá una pena
(Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schönbohm, 2012).

No todos los comportamientos humanos son materia de análisis en el derecho penal, éste sólo
sanciona aquellos comportamientos que lesionen o pongan en peligro los bienes jurídicos
protegidos penalmente; es decir, de toda la gama, de comportamientos que se dan en la
realidad, la norma selecciona una parte que valora negativamente y conmina con una pena.
Para que un comportamiento determine la responsabilidad penal del agente, debe ser
evaluado por los elementos o categorías del delito: tipicidad, antijuricidad y culpabilidad.
Pero, no todos los sucesos que producen una lesión sobre el bien jurídico son considerados
delito, por ejemplo: los actos de los animales, o sucesos puramente causales o netamente
naturales que produzcan daños sobre el patrimonio o" acaben con la vida de una persona
(Bramont-Arias, 2008).

El comportamiento humano es una manifestación del individuo, por lo que no necesariamente


tiene que presentarse de una forma positiva -exteriorizarse- sino que puede darse en forma
negativa -dejar de hacer algo- (Bramont-Arias, 2008).

Todas las normas penales tienen como base una conducta humana, sin embargo, el derecho
penal sólo toma en cuenta aquellas conductas que la sociedad considera como de mayor
gravedad, es decir, aquellas que vulneran bienes jurídicos importantes -hay una selección de
conductas, fruto del principio de fragmentariedad del derecho penal-, tal como afirma
Quintero Olivarez: "(...) la afirmación de que la acción por sí sola puede ser objeto de
calificación jurídico-penal no es sustentable. Habrá que tener en cuenta un aspecto externo y
la subsumibilidad de éste en un tipo penal, es decir, que se corresponda en parte o en un todo
con un tipo de delito; pero, entonces, la relevancia de la acción será conferida por voluntad del
Derecho positivo, el cual decidirá libremente contemplar la dimensión final de la acción, o sea,
que el agente se proponía alcanzar una meta, o bien su significado causal, esto es, su capacidad
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de producir resultados" (Bramont-Arias, 2008).


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El concepto de acción es un concepto jurídico o normativo, pues, el Derecho Penal lo obtiene


a través de un procedimiento constructivo donde se realiza una abstracción de lo que existe
en la realidad. Lo que si podemos tener en cuenta es que la valoración de este elemento puede
variar según los criterios adoptados por las diferentes legislaciones, pero lo decisivo es que la
acción debe contar con los requisitos y las funciones que exige la teoría moderna de la
imputación del delito (Villavicencio, 2019).

Nuestro código penal no ofrece un concepto de conducta y, por el contrario, utiliza una
terminología variada. La doctrina de penal muestra una serie de términos que van a
identificarla. Resulta evidente que el legislador no se decidió por elaborar un concepto
jurídico-penal de acción. Así, en el lenguaje jurídico-penal se utiliza algunos sinónimos como
“acciones u omisiones”, “hecho”, “acto”, “conducta” y “comportamiento”. No obstante, ello, poco
a poco nos aclaran la identificación de uno de esos términos, por lo que es preferible tenerlos
como sinónimos. En la constitución política de 1993 se utiliza los términos “acto u omisión”
(artículo 2, numeral 24, inciso d). En los instrumentos internacionales de protección de los
Derechos Humanos se emplea las expresiones “actos u omisiones” (artículo 11, numeral 2,
declaración universal de los derechos civiles y políticos), “acciones u omisiones” (artículo 9,
convención americana de derechos humanos), “conducta” (artículo 22, numeral 1, Estatuto De
Roma) (Villavicencio, 2019).

El Código Penal peruano sigue la concepción finalista de la acción, cuyo propulsor fue Welzel,
aceptándose que la acción humana penalmente relevante es un ejercicio que está siempre
dirigido a un fin u objetivo. La acción humana se determina desde la finalidad del agente (es
decir, al perseguir un fin previamente elegido) sobre la base de su experiencia causal. Desde
la perspectiva finalista, la acción se divide en dos fases:

1.1. Fase interna:

Se desarrolla en la esfera del pensamiento, y es cuando se selecciona los medios adecuados


para concretar su finalidad. Ocurre dentro de la mente del sujeto, en su pensamiento,
supone:

• La determinación de la finalidad por parte del agente;


• La selección de los medios a emplear para alcanzar la finalidad; y,
• La consideración de los efectos concomitantes.

Contiene las siguientes etapas:

1.1.1. Ideación

Comienza a pensar qué delito va a realizar, es decir el sujeto se anticipa mentalmente


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al fin que quiere lograr.


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1.1.2. Deliberación

Razona sobre si va a cometer el delito o no y cómo lo cometería. Observa y determina


los medios que utilizará, sobre la base de sus conocimientos causales, es decir
recurre a su experiencia sabiendo por ejemplo que, con veneno, vidrio molido, un
cuchillo, un arma de fuego puede matar a una persona. Estos medios causales son
idóneos para lograr el fin que pretende.

1.1.3. Decisión

Decide que va a cometer el delito y la forma en que lo va a realizar sobre la base de


los momentos anteriormente descritos. Esta fase no es relevante para el Derecho
Penal, pues no se puede castigar a una persona por sus pensamientos, actitudes,
intenciones y todas las emociones que permanecen en el interior de la persona.

1.2. Fase externa:

Luego de haber pasado la fase interna, el sujeto la exterioriza surgiendo así esta fase. Se
comienzan a realizar los actos tendentes a consumar lo que se ha decidido. Es a partir de
esta fase que el Derecho Penal puede intervenir. Sólo determinadas exteriorizaciones se
castigan -delitos- (Bramont-Arias, 2008).

Es la concreción en el mundo exterior, habiéndose ya seleccionado los medios para ello,


así como asumido los efectos concomitantes. Se puede considerar penalmente relevante
tanto el fin propuesto (v.gr. en el delito de homicidio, cuyo fin es matar) como los efectos
concomitantes (v.gr. en el delito de violencia contra la autoridad, la finalidad puede ser
que realice una de sus funciones lo cual es lícito, pero para ello se emplea la violencia)
(Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schönbohm, 2012).

Nuestro Derecho Penal castiga únicamente conductas (sean actos o sean omisiones) que
contravienen el orden jurídico o el orden social, por lo que a este Derecho Penal se le conoce
como Derecho Penal de Acto. Cualidades personales tales como la personalidad no pueden ser
castigadas, ya que ello conlleva un juzgamiento prejuicioso (Derecho Penal de autor),
tomándose únicamente en cuenta en el momento de la individualización de la pena aplicable
el hecho cometido (contenido en el art. 46º del Código Penal) (Rodríguez, Ugaz, Gamero, &
Schönbohm, 2012).

El Derecho Penal puede ser de acto o de autor. Nuestro ordenamiento jurídico plantea el
Derecho Penal de Acto, pues se sancionan las conductas. Actualmente, no existe Derecho Penal
de Autor, ya que, al Derecho Penal no le interesan las características personales o físicas del
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agente (Bramont-Arias, 2008).


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La conducta humana tiene dos formas de manifestarse, las cuales son recogidas en forma
expresa en el art. 11°, el que señala: "Son delitos y faltas las acciones u omisiones dolosas o
culposas penadas por la ley", de aquí entonces que estas formas son:

a) Por acción.
b) Por omisión.

2. ACCIONES DE CORTO CIRCUITO Y REACCIONE SEMIAUTOMÁTICAS

2.1. Acciones pasionales y de corto circuito

Las llamadas acciones pasionales y de corto circuito; “si bien en ellas se produce la
intervención del elemento voluntad, ellos ocurren a una velocidad tal que para el sujeto
actuante no existe posibilidad de poner en movimiento una reacción que impida incurrir
en aquella acción”. Se trata de un supuesto de inculpabilidad que, en el Código Penal,
puede incluirse en la figura de la grave alteración de la conciencia (artículo 20, numeral
1) (Villavicencio, 2019).

2.2. Reacciones producidas en forma semiautomática

Otro tema que también debe distinguirse de los movimientos reflejos son las reacciones
producidas en forma semiautomática. En ellas hay, inicialmente, un proceso de formación
de la voluntad que con el tiempo se ha ubicado en el subconsciente mediante una larga
práctica, “se trata de una acción petrificada que no necesita ser dirigida de la conciencia
actual del actuar, pero que sigue siendo dominable”. Estos tipos de reacciones pueden
tener importancia en el tránsito vehicular (Villavicencio, 2019).

3. AUSENCIA DE ACCIÓN

El Derecho Penal excluye del concepto de acción determinadas situaciones en las que el
movimiento corporal no resulta atribuible al agente ante una ausencia de la voluntad (lo cual
incide en toda acción penalmente relevante), no pudiendo ser considerado este hecho como
jurídico- penalmente relevante. La ausencia de acción es precisamente la falta de dominio o
posibilidad de comportamiento humano voluntario, imprescindible en toda acción penal
relevante (Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schönbohm, 2012).

Las situaciones comprendidas en este supuesto son:


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3.1. Fuerza irresistible:

El inciso 6 del art. 20° del Código Penal señala que está exento de responsabilidad penal
el que obra por una fuerza física irresistible. Esta fuerza deberá provenir del exterior, es
decir de un tercero o de la naturaleza, pero actuar materialmente sobre él.

La intensidad de esta fuerza exterior debe ser lo suficientemente fuerte como para anular
la voluntad del agente, no dejándole opción a otro comportamiento (vis absoluta). En caso
de que la voluntad no quede totalmente anulada, la eximente no es procedente,
permaneciendo la acción (vis compulsiva) (Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schönbohm,
2012).

Con respecto a la fuerza psíquica o coacción (vis compulsiva), la acción no se haya


excluida debido a que no anula totalmente la voluntad. En este tipo de fuerza se actúa
bajo amenazas, incidiendo en el proceso motivador de la toma de decisión del agente, por
eso no afecta la acción, sino, más bien, a la antijuricidad (legítima defensa, estado de
necesidad) o a la culpabilidad (miedo insuperable). Ejemplo: el administrador de una
agencia bancaria que se apodera de una cantidad de dinero para pagar un rescate
(Villavicencio, 2019).

En relación a la intensidad de la fuerza se exige que esta sea irresistible, es decir, que no
haya ningún tipo de posibilidad para que el individuo pueda manifestar su voluntad, por
ello, la fuerza debe ser absoluta (vis absoluta) donde se le impide al sujeto dirigir sus
movimientos, y se convierte en un simple instrumento. Ejemplo: El sujeto que, al ser
empujado por otro, cae y causa lesiones a un tercero. Creemos que, si la fuerza era
resistible, debe rechazarse la eximente, pero puede tener la consideración la regla del
artículo 21 del Código Penal (Villavicencio, 2019).

La fuerza física irresistible tradicionalmente en la doctrina se la denomina como vis


absoluta.

La Fuerza Física es el único de los supuestos que se encuentra en forma expresa en el


Código (art. 20° núm. 6) como una causa eximente de responsabilidad penal.

Su ubicación dentro del Código Penal no es la más adecuada porque, en realidad nos
encontramos frente a una causa de falta de acción, "inacción". La fuerza física irresistible
puede provenir de la naturaleza o de un tercero, lo importante es que produce que una
persona actué sin capacidad de control. Esta fuerza física irresistible debe ser absoluta,
es decir el sujeto no debe tener la posibilidad de actuar de otra forma (Bramont-Arias,
2008).

Por ejemplo: Se produce un terremoto y las personas que viven en un edificio pugnan por
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salir, al llegar a las escaleras, una resbala y cae sobre otra produciéndole la muerte; en
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este caso el Sujeto que resbaló actuó por fuerza física irresistible -el temblor-, por lo que
no hay acción. Un caso diferente se da si fue una persona la que produjo la fuerza física
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irresistible, pues ésta si responde, por ejemplo: si "A" empuja a "B" para que impulse a
"C" que se encuentra al borde del barranco y, efectivamente "C" cae y muere, "A" responde
por la muerte de "C", mientras "B" sólo fue víctima de una fuerza irresistible -empujón-
producido por "A".

3.2. Movimientos reflejos:

Son propiamente hechos humanos que, al surgir fuera de nuestra voluntad no pueden ser
considerados como acciones. Se relacionan directamente con actos inconscientes,
carentes de voluntad (como sería una convulsión epiléptica o una reacción refleja ante
determinados estímulos). En aquellos casos en que la voluntad asomó, siquiera
fugazmente, no se excluye la acción.

Nuestro Código Penal no regula en ninguna norma lo concerniente a este eximente, pero
ello se debe a que es innecesaria por la ausencia de acción (y por ende de voluntad), y
porque cualquier regulación resultaría superflua.

En cuanto a los casos en que el agente actúa en un estado de alta excitación, como en los
actos en cortocircuito y las reacciones explosivas, no se consideran como movimientos
reflejos ya que la voluntad aparece siquiera de manera efímera. Sin embargo, sí puede
excluirse la imputabilidad, considerándose que se está frente a una grave alteración de la
conciencia (Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schönbohm, 2012).

No constituyen acción, ya que dichos movimientos no son controlados -o producidos- por


la voluntad de la persona. Como indica el profesor Muñoz Conde: "El estímulo del mundo
exterior es percibido por los centros sensores que los transmiten, sin intervención de la
voluntad, directamente a los centros motores". Es aquí donde radica la diferencia con los
denominados actos de corto circuito (Bramont-Arias, 2008).

Ejemplo de movimientos reflejos es: cuando una persona sufre un ataque epiléptico
producto de este produce daños sobre los bienes de otra persona. Otro ejemplo surge
cuando un sujeto efectúa un movimiento brusco al tocar una conducción eléctrica,
producto de lo cual hiere a otra persona.

3.3. Estados de inconciencia:

Se excluye la acción cuando el agente realiza movimientos en estado inconsciente:


embriaguez letárgica, sonambulismo, acciones bajo el efecto de narcóticos. La falta de
conciencia debe ser total, el accionar de la persona debe estar totalmente desligado del
mundo, por lo que no puede serle imputado tal acto.

Se advierte, sin embargo, que existen casos en los cuales el agente se coloca él mismo en
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estado de inconciencia (para delinquir), o por negligencia llega a ese estado. En tales
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casos estaremos frente a un actio libera in causa (Rodríguez, Ugaz, Gamero, & Schönbohm,
2012).
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Estos surgen cuando se presenta. una completa ausencia de las funciones mentales
superiores del hombre, es decir, son etapas en las cuales los actos que realiza el sujeto no
dependen de la voluntad del mismo. La ausencia de conducta debe ser absoluta, por
ejemplo: los movimientos bajo los estados de sonambulismo que sufren algunas personas
o la embriaguez letárgica, etc.

Al igual que en la fuerza física irresistible y los movimientos reflejos estos actos no
dependen de la voluntad y, por consiguiente, no pueden considerarse como acciones
penalmente relevantes. El caso de la hipnosis trae a colación posiciones encontradas
dentro de la doctrina, pero la opinión dominante se inclina por excluirla, aunque
teóricamente no está excluida la posibilidad de que el hipnotizador llegue a dominar
totalmente al hipnotizado, pero esto se podría ver mejor como un caso de fuerza física
irresistible. Por otro lado, no debemos dejar de advertir que muchos estados de
inconciencia constituyen auténticos trastornos mentales transitorios que, por mostrar
una inconciencia plena, no pueden ser tratados como una causa de inimputabilidad (art.
20° núm. 1 del CP). De existir un caso de perturbación de la conducta relativa (no plena),
es decir, el sujeto tiene cierto dominio de su actuar, se produciría una hay acción relevante
para el derecho penal y la discusión se daría en el ámbito de la culpabilidad (Bramont-
Arias, 2008).

Si es el mismo sujeto el que se pone en un estado de inconsciencia para cometer un delito,


este estado de inconciencia no exime de responsabilidad penal al sujeto (Actio Libera in
Causa).

Como vemos en los tres casos antes descritos no existe intención ni negligencia del
individuo, no cumpliéndose entonces con el presupuesto básico del art. 11° del Código
Penal según el cual, el sujeto debe actuar en forma dolosa o culposa.

4. ACTIO LIBERA IN CAUSA

En este supuesto, es el agente el que de propia mano provoca el estado de exclusión o


disminución de la capacidad de culpabilidad. Se puede, al respecto, establecer dos supuestos:

4.1. Se considera imputable a aquel sujeto que al momento de cometer un delito se


encontraba en un estado de inimputabilidad, pero que antes de realizar la conducta típica
todavía era inimputable; ocurriendo que en ese momento provoca en sí mismo el estado
de exclusión de la culpabilidad, siendo previsible para él que bajo dicho estado cometería
un determinado delito, fundamentándose así su responsabilidad dolosa.

4.2. En el segundo supuesto, el agente se pone en estado de incapacidad pudiendo y debiendo


saber que en ese estado no actúa con la prudencia debida, y que posiblemente tendrá que
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afrontar una situación para cuyo cumplimiento necesita todas sus facultades, por lo que
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solo podrá imputársele la acción a título de imprudencia (Rodríguez, Ugaz, Gamero, &
Schönbohm, 2012).
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Fuentes de información:

Bramont-Arias, T. L. (2008). Manual de Derecho Penal Parte General. Lima: EDDILI.

Rodríguez, H. M., Ugaz, Z. A., Gamero, C. L., & Schönbohm, H. (2012). MANUAL DE CASOS PENALES -
La Teoría General del Delito y su importancia en el marco de la Reforma Procesal Penal. Lima:
Ediciones NOVA Print.

Villavicencio, T. F. (2019). Derecho Penal Parte General. Lima: GRIJLEY.

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