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VENEZUELA: CRONOLOGÍA DE LAS

DEVALUACIONES

Dr. Fernando J. Romero U.


Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín, URBE
fernando.romero@urbe.edu
Doctor en Ciencias Gerenciales (URBE, 2004) Magister Scientiarum en Gerencia empresarial:
Mención Gerencia Financiera (LUZ 1995). Economista (LUZ 1986). Coordinador del programa
Doctorado en Ciencias Gerenciales – URBE.
 
 

La historia económica venezolana contemporánea ha estado caracterizada por sucesivas


devaluaciones, comenzando en el año 1929 durante el gobierno de Juan Vicente Gómez cuando el
tipo de cambio pasó de 3,35  a 3,90 Bs por dólar por sugerencia de EEUU que hizo campaña para
devaluar el bolívar y adquirir petróleo más barato, a raíz de la crisis en la Bolsa de NY. Luego en  
1937 bajo el mando de Eleazar López Contreras, se revalúa el bolívar pasando a 3,35 por dólar,
resultado de su gran fortaleza a nivel internacional, manteniéndose a esa tasa durante los
siguientes 23 años. Venezuela era el único país con monedas de plata en circulación.

Para 1958 las reservas internacionales, sufren una fuerte caída, debido por un lado a la salida de
capitales que se produjo a raíz de la caída de Pérez Jiménez y por el otro a la caída de los precios
del petróleo, esta situación llevó a que en 1961 se volviera a devaluar por segunda vez, pasando el
tipo de cambio a 4,30 Bs/$, manteniéndose estable por 22 años más. Se elimina la plata de las
monedas y se reemplaza por níquel. Llegamos al viernes negro de Febrero de 1983, con un país
hipotecado, consumista, con niveles de corrupción a todos los niveles. Se crea Recadi, y el
régimen de cambios diferenciales para restringir la libre distribución de las divisas derivadas de la
renta petrolera. Es así como se manejan tres tipos de cambios: * Dólar preferencial a Bs. 4,30 para
deuda pública y privada y bienes esenciales; * Dólar a Bs. 6 para gastos necesarios pero no
esenciales; * Dólar flotante para viajeros y gastos no indispensables; inicialmente fue de 7,50 pero
mensualmente aumentaba de valor.
Durante todos los periodos presidenciales siguientes se llevaron a la práctica diversos modelos de
cambios mixtos como: minidevaluaciones, maxidevaluaciones, sistemas de bandas; cambios
diferenciales, duales y triples; control cambiario sumado a la restricción en la adquisición de
divisas.

Historia de los regímenes cambiarios en Venezuela

Modelo de régimen cambiario


Período Modelo de Régimen Cambiario
Feb 1983 – Feb 1989 Control de Cambio RECADI

Feb 1989 – Sep 1992 Flotación del tipo de cambio

Oct-1992 – Jun 1994 Mini Devaluaciones

Jul 1994 – Jul 1996 Control de cambio Oficina Técnica de


Administración Cambiaria (OTAC)

Jul 1996 – Ene 2002 Bandas cambiarias

Feb 2002- Feb 2003 Flotación Controlada

Comisión de Administración de Divisas


(CADIVI) – Cencoex.
Feb 2003 – Actual
SICAD, SICADI  I  SICAD II, SIMADI.

Fuentes: BCV, Econoticias

A partir de marzo de 1984 la moneda sufrió una devaluación de 41% al definirse una sola tasa de
cambio preferencial de 7,50 Ba/$. A finales de 1986 el tipo de cambio oficial se ubicó en 14,50
bolívares por dólar.

En febrero de 1989 se instauró un programa de ajuste con el Fondo Monetario Internacional (FMI),
en donde se adoptó un esquema de flotación del tipo de cambio. En marzo de 1989 se ubicó en
VEB/US$ 35,68. Posteriormente se aplicó un esquema de mini devaluaciones, hasta que se
implantó el modelo de control de cambio durante el periodo 1992-1994 saltando el tipo de cambio 
a 170 Bs/$.

Con la llegada de la 5ta República, el panorama continuó empeorando, más  devaluaciones e


inflación a pesar del gran respaldo petrolero del bolívar, y se impone CADIVI

Como dato importante para entender el ajuste que se dio en la tasa de cambio hay que señalar que
en el año 2008 a los fines de maquillar la inflación, se crea una nueva Unidad Monetaria “Bolívar
Fuerte”, eliminándose tres ceros al Bolívar.

Para el 2010 y luego de 5 años con el tipo de cambio estable en 2,15, se vuelve a devaluar la
moneda, luego de la recesión del 2009 aplicándose 2 tipos de cambio el de 2,6 y el de 4,3 Bs/$,
queriendo aparentar el tipo de cambio de los años 60. Es un año bastante complicado desde el
punto de vista de la estabilidad monetaria, aparece el SITME y un tercer tipo de cambio a 5,30 para
importaciones no prioritarias, y por último se unifica el primer tipo de cambio llevándolo todo a 4,3
Bs/$.

En Marzo de 2013 se crea el SICAD, el cual es una subasta a través de la cual personas naturales
y jurídicas postulan sus peticiones para la adquisición de dólares.  El dólar SICAD es variable,
dependerá de cada subasta; también continua activo el suministro de dólares por CADIVI. Para
finales de año se creó el CENCOEX, el cual se encargaría de administrar las operaciones de
CADIVI y el SICAD.

Durante el año 2014 crea el SICAD II con el objeto supuesto de acabar con el dólar paralelo, sin
embargo, como es de todos conocidos con la creación del SICAD tenemos varios tipos de cambios
el de 6,30  Bs/$; 12 Bs/$ (SICAD I); 52 Bs /$ (SICAD II); y el tipo de cambio paralelo  que desde
hace varias semanas no baja de 180 Bs/$ y el que rige verdaderamente el mercado.
A partir del viernes 10 de abril, el gobierno de Nicolás Maduro aplicó restricciones a la obtención
de  divisas, transfiriendo a la banca pública dichas operaciones y reduciendo los montos a otorgar
a los viajeros, debido a la disminución de los ingresos petroleros, siendo esta la última decisión que
en materia cambiaria se ha tomado en Venezuela en la ya larga cronología que hemos descrito
aquí.
https://www.mises.org.es/2012/04/comercio-exterior-y-devaluacion/

Con motivo de la actual crisis no son pocos los economistas que apuestan por una
devaluación/depreciación de la moneda nacional, con el objetivo de ganar
competitividad en los mercados internacionales e incrementar las exportaciones
dando uso a los factores ociosos, y permitiendo por lo tanto mitigar el problema del
creciente desempleo. Ante la luz verde de la academia, los políticos más avezados
se lanzan a la aventura, no siempre acabando ésta en buen puerto. ¿Es esta
extendida visión correcta? ¿Son todos los efectos los esperados por las medidas?
Intentaremos dar solución a lo largo de este artículo a estas cuestiones.
El sentido económico de la devaluación

Como diría el gran economista francés Frederick Bastiat, lo que diferencia al mal
economista del buen economista al enjuiciar una circunstancia económica es que
el primero tan solo es capaz de ver los efectos inmediatos (lo que se ve), mientras
el segundo es capaz de hacer abstracción de aquello que habrá de provocar la
circunstancia de forma mediata (lo que no se ve). Al tratar el tema del comercio
internacional y su relación con los mercados de divisas, estamos ante un claro
caso en el que se tienden a infravalorar los efectos mediatos, mientras que se
sobrevaloran los inmediatos.

Partimos de una situación de crisis, de una economía en la que existen


trabajadores parados y parte de la economía anquilosada, la demanda interna
esta congelada (posiblemente aumentando su ahorro y desapalancándose
después de los excesos crediticios pasados orquestados por el banco central). Las
empresas, en la medida de lo posible intentan vender al exterior, pero los
productos nacionales no son competitivos fuera de las fronteras.

La lógica económica inserta en la devaluación no es en absoluto complicada. Al


decretar una devaluación, automáticamente todos los saldos, rentas, patrimonios,
sueldos, etc… quedan reducidos a una porción de su anterior valor en relación con
sus equivalentes en el exterior. Por tanto, si esta devaluación es suficientemente
grande, los bienes y servicios que antes no eran atractivos para el consumidor
exterior se convierten, de la noche a la mañana, y gracias a una gran bajada en el
precio, en una buena opción. Esto provocará un gran aumento de las
exportaciones, conllevando un uso de los factores productivos antes ociosos en el
sector de bienes exportables. Además, ahora a los consumidores nacionales les
cuesta mucho más adquirir bienes del exterior, por lo que se volverán a producir
dentro de las fronteras bienes que antes se importaban, con el consiguiente nuevo
aumento en el empleo de factores. Estos son los efectos “que se ven”, los más
inmediatos, los que una mayoría de economistas propugnan. Siendo todos ellos
ciertos, no es menos cierto que existe una innumerable serie de factores que aquí
no se están teniendo en cuenta.

Los efectos destacados anteriormente se pueden vestir y aderezar todo lo que se


quiera con un ropaje matemático y econométrico que deje satisfechas las
conciencias de los más inquietos economistas, pero la lógica interna de la
devaluación es la expuesta más arriba, a saber, rebaja por decreto de todos las
rentas, para competir en el sector exterior con unos costes más reducidos. Esto es
lo previsto, es decir, “lo que se ve”, pero, ¿existe algo más detrás de esto?
Consecuencias imprevistas

Como punto de partida hemos de señalar que si bien se pretende hacer hincapié y
señalar todo aquello que no se ve, las consecuencias imprevistas y generalmente
mediatas de cualquier intervención en política económica y en general en el
proceso social son inmensas, y además relacionadas con una multitud de factores
casi infinitos, entre ellos por supuesto, otras intervenciones en política económica
(aunque sean de otra índole). Es por ello que resulta del todo imposible tener la
certeza de incluir todo lo relevante para la cuestión.

Empobrecimiento relativo de los perceptores de rentas


en moneda nacional
Como se ha señalado anteriormente, la devaluación hace mella en todas las
rentas que se perciben en la moneda nacional, o lo que es lo mismo, hace que los
términos del intercambio empeoren para los perceptores de la moneda objeto de
devaluación. Tenemos acceso a una porción menor de bienes producidos en el
extranjero, mientras que los extranjeros consiguen acceso a una porción mayor de
bienes producidos en el interior, por decirlo de una manera un poco tosca, a partir
de la devaluación, los extranjeros “nos quitan” más bienes producidos en el
mercado doméstico, mientras que nosotros “les quitamos” menos bienes
producidos en sus respectivos países.

Desde luego como idea para enriquecer a los ciudadanos de un país parece un
poco insensata. Si antes de la devaluación el país importaba vehículos japoneses
a pesar de fabricar en suelo nacional, significa que al menos una parte de los
consumidores valoran más los coches nipones que los nacionales, si se impone
un sobreprecio a los primeros por medio de una devaluación se reducirán las
opciones de consumo del ciudadano nacional coartando en parte su libertad para
elegir aquellos productos que más le satisfagan. Si para un individuo el vehículo
japonés a igualdad de circunstancias satisface mejor sus necesidades y además
puede conseguirlo a mejor precio, el hecho de devaluar su moneda puede hacer al
vehículo nacional más atractivo y optar por su compra, o incluso puede hacer que
el consumidor nacional opte directamente por no comprar ninguno de los dos, en
cualquier caso es claro que su situación es menos favorable que antes de la
devaluación. En cambio al consumidor japonés puede que ni siquiera se le hubiera
pasado por la cabeza consumir un coche español, pero teniendo en cuenta su
nuevo reducido precio es posible que opte por el, si así sucede (y marginalmente
sucederá) se puede decir que el consumidor japonés ha conseguido una mejora
adicional gracias al sacrificio del consumidor español, se ha producido una
transferencia de riqueza de los consumidores interiores hacia los consumidores
exteriores.
Destrucción de la división del trabajo y
empobrecimiento generalizado
Teniendo en cuenta los efectos inmediatos comentados en el primer punto del
presente trabajo y tomando en consideración la visión generalizada de aumento
de competitividad que rodea a la práctica de la devaluación, es lógico y
perfectamente comprensible que los gobernantes, en su afán de solventar los
problemas lo más rápido posible tomen medidas tendentes o bien a la
devaluación, o bien a una depreciación inducida. Ante esta situación, podría
parecer que todo país que devalúa se va a encontrar en mejor situación, al menos
de manera agregada, con un mayor nivel de empleo de los factores antes no
utilizados (de forma individual acabamos de ver como se produce una
transferencia de riqueza del interior al exterior).

Si toda la cadena de valor de una economía estuviera concentrada dentro del


propio país, lo anterior podría tener sentido (aunque como veremos más adelante
solo transitoriamente), sin embargo ocurre que en la realidad, y gracias al proceso
de globalización, las diferentes etapas del proceso productivo puede que se
encuentren situadas en lugares muy distantes. Si esto es así, cualquier
divergencia entre el valor de las divisas en las diferentes etapas tendrá un efecto
muy perjudicial para la economía. En efecto, si una empresa importa materias
primas o productos semi-elaborados para posteriores transformaciones o
ensamblaje en territorio nacional, esta empresa verá incrementado el precio que
ha de pagar por estas importaciones, por lo que la ganancia en competitividad,
que en realidad será solo en costes, se verá reducida notablemente.

Lo que si que es cierto es que a partir de la devaluación, bienes que antes se


producían en el exterior y se importaban pasará a ser rentable empezar a
producirlos en el interior debido al aumento en el coste de las importaciones,
llegados a este punto, podríamos preguntarnos, ¿Qué impulsaba que
consumidores o productores importaran estos productos? La respuesta es que los
extranjeros son capaces de producirlos de una manera más eficiente que
nosotros, es decir, o bien con la misma cantidad de factores de producción son
capaces de conseguir una producción mayor o de más calidad (o ambas), o puede
que con una cantidad menor de factores sean capaces de conseguir una
producción equivalente. Las razones de esta mayor eficiencia pueden ser muy
variadas (por ejemplo es difícil imaginar que las mismas naranjas se produzcan en
Valencia o en Islandia). Si nos empeñamos en producir nosotros mismos lo que
otro puede hacer con un esfuerzo relativo mucho menor lo que en realidad
estamos haciendo es desperdiciar valiosísimos recursos que estarían empleados
mucho mejor en otras ramas productivas. En otras palabras, estamos detrayendo
recursos de las ramas en las que mayor ventaja comparativa tenemos para
dedicarlos a aquellas en las que comparativamente peor realizamos, en vez de
incentivar el comercio y el mutuo intercambio beneficioso, privamos a los
extranjeros (y a nosotros mismos) de aquello que mejor elaboramos, a la vez que
nos privamos a nosotros mismos de lo que los extranjeros realizan mejor.
La desventura no acaba aquí, sino que nuestros propios vecinos, y ante los
efectos tan incomprendidos de la medida, pueden optar por hacer exactamente lo
mismo que acabamos de hacer nosotros, es decir devaluar su propia moneda
buscando los aparentes mismos beneficios que obtenemos nosotros. Exactamente
el mismo proceso se dará en su país, a saber, detraerán recursos de lo que mejor
saben hacer para dedicarse a lo que comparativamente peor hacen. En definitiva,
puede parecer que si todo el mundo devalúa su moneda todos están mejor, sin
embargo un análisis económico algo más exhaustivo nos muestra que los
resultados de tan infausta medida es una erosión del principio esencial económico
de la división del trabajo (o división del conocimiento), que por fuerza ha de traer
un empobrecimiento generalizado de quienes caen en las garras del cortoplacismo
económico.

Inevitable subida de precios


La supuesta ganancia de competitividad que provoca una devaluación es una
ganancia exclusivamente transitoria, centrada en una disminución artificial del
término de intercambio que acabará revirtiendo, volviendo a sacar a la luz, e
incluso empeorando los problemas estructurales de cualquier economía.
Efectivamente el aumento temporal de exportaciones se dará aunque nada en las
condiciones de producción haya cambiado, es decir, no hay ningún ingenio
empresarial nuevo, ni un descubrimiento de necesidades insatisfechas, ni ha
habido una innovación tecnológica, ni un mejor aprovechamiento de factores, todo
se reduce tan solo a un factor puramente monetario. Ante la súbita nueva
demanda de bienes internos, se producirá paralelamente una mayor entrada de
divisas en el país, esto tenderá a provocar una inflación que lleve al alza los
precios internos, con la consiguiente nueva pérdida de competitividad en
mercados externos.

Podría pensarse que durante este proceso lo único que ha ocurrido es que ha
habido más personas trabajando y por tanto se ha creado más riqueza que en
ausencia de la medida, sin embargo, las personas contratadas lo han sido por
error, en sectores en los que nunca debieron ser contratadas, es decir, se han
llevado factores productivos a sectores que no son viables, o que tan solo lo son
en función de nuevas devaluaciones. Además de personas contratadas en
proyectos inviables, se han producido bienes de capital y han sido puestos a
disposición de estos proyectos, y en la medida en que estos no sean convertibles,
habremos desperdiciado ingentes recursos materiales, tal y como se explica en el
siguiente punto.

Bienes de capital y tiempo


Una de las consecuencias de la devaluación, tal como se ha indicado
anteriormente, es que bienes que antes no era rentable producirlos en el interior, y
gracias al impuesto oculto que supone el encarecimiento de las importaciones, se
convierten, de la noche a la mañana en lucrativos negocios. Pero la puesta en
marcha de una producción anteriormente inexistente, o bien un aumento
considerable en la producción de un producto que ya se producía no es algo que
se pueda ser llevado a cabo sin más inmediatamente. Suponiendo que no existe
una perfecta convertibilidad de los bienes de capital, y es perfectamente
comprensible suponerlo (una cementera no sirve para transportar viajeros y un
avión no sirve para fabricar cemento), podemos afirmar que la fabricación de estos
productos que antes se manufacturaban en el exterior llevará un periodo de
tiempo más o menos prolongado que se produzcan en territorio nacional. Este
periodo va a depender de las etapas productivas que preceden al bien en
cuestión, y de si estas ya eran llevadas a cabo internamente o no. En cualquier
caso, para la nueva producción se necesitará detraer recursos de otras ramas
productivas no solo en la elaboración del propio producto, sino también en la de
los bienes de capital necesarios para fabricarlos.

Perpetuación de los problemas


Una forma de ver a la crisis económica es como el proceso que permite sanear y
restructurar el conjunto de malas inversiones producidas en la época de la
exuberancia crediticia, es decir, los oferentes de bienes y servicios se adaptan a
las exigencias de los consumidores. Este es un proceso en el que necesariamente
ciertos empresarios deben abandonar modelos productivos que ya no son
rentables, asumiendo que los bienes de capital que permitían la producción de las
ramas no viables apenas tienen ahora un valor que es una pequeña fracción del
valorado anteriormente. En otras palabras, se tiende a reajustar los precios de
ciertos factores a la baja (los menos valiosos para los consumidores), mientras
que otros tenderán a subir su precio (aquellos más valorados por los
consumidores), los procesos productivos que menos valor creen deben liberar
factores para que puedan ser empleados en aquellos usos que más aprecian los
consumidores.

Como ya hemos mencionado en varias ocasiones, una devaluación provoca una


disminución del valor por igual en todos los factores productivos en relación con el
exterior, es decir vuelve a hacer rentables transitoriamente los negocios que antes
no lo eran y por lo tanto, los factores productivos que deberían ser liberados para
acudir a otros procesos productivos serán conservados por los tan solo
temporalmente rentables negocios. Se impide el necesario reajuste de la
economía, haciendo que los factores estén retenidos en procesos que son
incapaces de crear valor, y que tan pronto aumente la inflación se volverá a hacer
patente su incapacidad para mantenerse sin nuevas devaluaciones.
Estabilidad cambiaria

Si algo diferencia al comercio exterior del comercio interior es precisamente la


unidad de cuenta empleada en las transacciones, a nadie parece importunar que
la región de Murcia pueda tener una “balanza comercial deficitaria” en relación con
sus vecinos de Alicante, y es que los agentes económicos de ambas regiones
pueden coordinarse de manera muy efectiva, cualquier desequilibrio que se pueda
dar, va a tender a corregirse automáticamente, ya que suponiendo un intercambio
exclusivamente bilateral, esa balanza comercial deficitaria es harto difícil que dure
por siempre (en ausencia de subvenciones y redistribuciones de renta), ya que los
alicantinos tarde o temprano exigirán una contrapartida por los bienes y servicios
proporcionados a sus vecinos.

Existe también el riesgo que conlleva las posibles fluctuaciones en el tipo de


cambio y que dificultan el cálculo económico de los agentes. Si los empresarios en
sus transacciones tienen que calcular y hacer predicciones sobre otras unidades
de cuenta en diferentes regiones, se entorpece su coordinación y se complica la
división del trabajo y el mutuo intercambio beneficioso. Si además esta decisión
queda a la arbitraria decisión de una persona o grupo de personas, mayores
desincentivos y peligros conllevará realizar intercambios entre diferentes zonas
geográficas.

Es por ello que el sistema que mejor coordina internacionalmente a los agentes
será aquel que proporcione la mayor estabilidad en el tipo de cambio, y en última
instancia esto es cumplido más diligentemente por el sistema que hace que todos
los agentes tengan la misma unidad de cuenta, esto es, el patrón oro. En efecto,
aunque existen muchas otras razones y muy poderosas para la vuelta hacia el
patrón oro, la estabilidad internacional en el tipo de cambio y la necesaria
coordinación internacional de los agentes para extender la división del trabajo
(conocimiento) tanto como sea posible, es un argumento adicional para volver a
utilizar el oro como base monetaria.

La tormenta cambiaria que parece haberse instalado por un tiempo en la Argentina, con
períodos de mayor o menor intensidad, reconfigura la estructura de precios relativos hacia
el interior del país y recalienta la suba de precios a la vez que favorece a los sectores
productivos que apuestan al comercio exterior. En los últimos años, la economía nacional
sufre devaluaciones bruscas sin anestesia a partir de una presión insostenible de los
mercados. No hay gradualismo cuando crece la demanda de dólares por parte de
empresas, especuladores o familias que buscan preservar el valor de sus ahorros ante un
peso que nunca deja de ser débil. La fiebre por la divisa estadounidense revela las
inseguridades y la desconfianza en la economía local y contagia a todos.
La crisis encuentra su explicación en los temblores de la economía mundial a raíz de la
batalla comercial que por estos días sostienen las potencias de Estados Unidos y China,
con otros actores secundarios, un poco también a la merma de la cosecha que sufrió una
durísima sequía que privó al país de entre seis mil y siete mil millones de dólares pero
también a los problemas de siembre: las inconsistencias por tener una organización
económica con demasiados vicios (alto nivel de subsidios, inflación elevada y déficits
crónicos de las cuentas públicas entre otros).  
Si bien los que se dedican a estimar los escenarios futuros en una especie de Prode
económico proyectan que la tormenta seguirá durante varios meses, más allá de que los
funcionarios nacionales buscan pintar un panorama no tan desalentador, en una
Argentina tan imprevisible y tan adepta a la improvisación -es decir, donde no hay planes
ni a mediano ni a largo plazo que permitan planificar sobre bases medianamente firmes-,
al menos la devaluación ha dejado en un mejor lugar a los exportadores, lo que permite
achicar el déficit de la balanza comercial.   
Un informe de la consultora Ecolatina destacó en estos días que el salto cambiario revirtió
la dinámica del frente externo. Afirma que por el dinamismo económico y el atraso
cambiario, el déficit comercial de bienes y servicios creció 60% en la comparación
interanual durante el primer cuatrimestre de este 2018, rozando 8.000 millones de
dólares.
Tras el salto del dólar y el enfriamiento de la actividad, el desequilibro externo comenzó a
moderarse por el brusco freno de las importaciones, no tanto por el incremento de las
exportaciones que aún debe darse -no es fácil la conquista de nuevos mercados en un
sistema mundial del comercio tan revuelto el proteccionismo se repotenció-. Las compras
que hacen los argentinos pasaron de crecer 20% interanual en el primer cuatrimestre del
año a caer 0,5% en mayo-junio de 2018. En igual sentido, las compras externas de
servicios pasaron de crecer 6% interanual en el acumulado enero-abril caer 12% en el
bimestre mayo-junio.
De acuerdo a Ecolatina, en la segunda mitad del año, el rojo de bienes y servicios se
reducirá, principalmente por el enfriamiento económico y la mejora cambiaria -un
concepto que es positivo en términos de comercio exterior no así por su impacto en los
precios del supermercado y las tarifas-. Esta recuperación obedecerá al desplome
importador y no a un salto exportador, por lo que será el resultado del círculo vicioso de
"menos actividad-menos importaciones" y no del círculo virtuoso "más competitividad-más
exportaciones", subraya la consultora con gran realismo. Por tanto, no hay mucho por
celebrar.
Asimismo, el estudio estima que el rojo en el intercambio de bienes sería prácticamente
nulo en el segundo semestre de 2018, achicándose significativamente respecto a los casi
6.000 millones de dólares de la segunda mitad del año pasado. De hecho, pese a un
primer semestre donde el déficit más que se duplicó, el saldo comercial de 2018 marcaría
una mejora respecto al año pasado, pasando de un déficit 8.500 a 5.500 millones de la
moneda estadounidense.
Por el lado de las ventas externas, Ecolatina sostiene que la sequía pondrá un freno al
avance de las exportaciones. Además, un Brasil que viene morigerando sus proyecciones
de crecimiento marcará que este "motor" no sea tan importante como se esperaba a
comienzos de año. Por su parte, la escalada proteccionista en el plano global no sólo
dificultará en términos comerciales.
Remarca además que no todos los shocks negativos serán exógenos: los sucesivos
aumentos de tarifas (quita de subsidios) y las medidas en estudio de reducción de
reintegros a las ventas externas, minarían la competitividad ganada.
Por el lado de las importaciones el escenario luce más “simple”. El encarecimiento del
dólar y la caída de la demanda interna están golpeando las compras externas. 
En 2019, la anémica recuperación económica y un peso depreciado ayudarán a reducir el
déficit externo. Además, un Brasil más dinámico y una cosecha “normal” apuntalarían el
avance exportador. Como resultado, el rojo comercial dejaría de ser un foco de
inestabilidad.

https://diariolaopinion.com.ar/contenido/225441/devaluacion-y-comercio-exterior
Devaluación: Cómo afectará al comercio exterior y a la población
Cómo afectará al comercio exterior argentino y a la población la actual devaluación, ya que
el tipo de cambio del peso argentino respecto del dólar entre el 29 de diciembre de 2017 y
el 16 de mayo del 2018, tuvo un incremento del 30,24%.

ECONOMÍA22 de mayo de 2018Alberto Papini

Devaluación, comercio exterior y mercado interno

Por Alberto Papini*


El principal socio comercial del país, Brasil, también devaluó su moneda. Ahora bien, si
queremos estimar la posible influencia de estas devaluaciones en el comercio tendremos
que recordar que: las devaluaciones de cada país encarecen las importaciones de sus
socios comerciales y abaratan las exportaciones propias.
Además, debemos tener en cuenta cuánto han aumentado los precios internos en cada país,
porque si éstos aumentan más que la devaluación, en realidad, nuestros productos se
encarecen para los compradores extranjeros y los productos extranjeros resultan más
competitivos en el mercado interno propio.
Para considerar todas estas alternativas se calcula el Índice de Tipo de Cambio Real
Multilateral, que contempla las variaciones de nuestra moneda, respecto de la variación
de la cotización del conjunto de las monedas de los países que comercian con nuestro
país, y los índices particulares del tipo de cambio real bilateral con cada uno de ellos, en
función de las devaluaciones de las monedas de cada país y las variaciones de sus precios
internos.
Entre fines de diciembre del 2017 y el 16 de mayo actual, el Tipo de Cambio Real
Multilateral se incrementó un 14%, con Brasil un 7%, con Estados Unidos un 19%,
con la Zona del Euro un 16% y con China un 22%.
Esta variación de los tipos de cambios relativos implica un encarecimiento relativo de los
productos de estos países, lo cual debería generar menores importaciones en la medida que
puedan ser sustituidas por productos argentinos, en tanto y en cuanto en los próximos
meses no se registre un aumento de los precios locales, que haga que esa ventaja se pierda
rápidamente.

Por ello, se dice que, si las devaluaciones no generan aumento de precios, su impacto puede
ser positivo. Ahora bien, en Argentina, mayormente las devaluaciones se transforman
en aumentos de precios porque al exportar productos agropecuarios que cotizan en dólares
a nivel internacional, inmediatamente las empresas corrigen el precio interno en función de
la variación del tipo de cambio de nuestra moneda, no diferenciando el ingreso por una
mercadería exportada o vendida en el mercado interno, puesto que el precio externo lleva
al precio interno.
Si sucede de esta última manera, el comercio no se dinamiza y se incrementa el costo de
vida con una desagradable situación para quienes no pueden incrementar sus ingresos en el
corto plazo, como asalariados y jubilados, fundamentalmente.

ALGUNAS EXPERIENCIAS HISTÓRICAS


La devaluación de 1975-1977 generó un traspaso a precios del 77% y al congelar los
salarios, el gobierno ejercido por la dictadura a partir de marzo de 1976 perjudicó
profundamente a la clase trabajadora. La devaluación registrada en 1985-1987 produjo un
traslado a precios del 115%, generando gran crisis de ingresos. La devaluación ocurrida
entre 1989 y 1991, con un traslado a precios del 192% profundizó el deterioro de la
capacidad adquisitiva salarial.

La devaluación del año 2002 generó entre 2002 y 2005, un traslado a precios mucho
menor que las anteriores de solo el 27%, por ello, los efectos positivos fueron mayores a
los negativos. El menor traslado de la devaluación a precios se produjo porque al mismo
tiempo, se instrumentaron por el nuevo gobierno retenciones a los precios de las
exportaciones que disminuyeron el incremento de los precios, asimismo, el subsidio a
tarifas ayudó a disminuir los costos y precios internos dinamizando el mercado interno y las
exportaciones. Al mismo tiempo, la política social de ayuda a la gente de menores
ingresos dinamizó el consumo. Es decir, esta no fue solo una devaluación sino una
devaluación con medidas de políticas públicas destinadas a incrementar el consumo como
motor del crecimiento.
Ahora bien, ¿por qué el FMI recomienda devaluar?, la respuesta es que ellos basan su
experiencia en lo visto en los países desarrollados que no exportan mayoritariamente
productos alimenticios sino bienes industriales, que tienen muchos sustitutos, con lo cual es
muy poco probable que una devaluación genere inflación, entonces, la devaluación les
permite exportar porque sus bienes se abaratan en el exterior y sus precios internos no
suben.
Es decir, lo que es bueno para los países desarrollados no es necesariamente bueno
para un país de base primaria exportadora, y tomadora de precios internacionales
como Argentina.
Muchos funcionarios fueron formados en universidades de países desarrollados, y piensan
que la economía argentina funciona como la de esos países; pero ocurre algo distinto en
un país como Argentina, y el efecto dependerá del porcentaje final que la devaluación
tenga sobre los precios.
Si la inflación de los meses próximos es baja, puede haber algún resultado positivo, si la
inflación crece, entonces se anulan los efectos positivos y sólo quedarán los aumentos de
precios que perjudicarán a los sectores trabajadores y pequeñas y medianas empresas. Esto
último tiene amplias posibilidades de ocurrir ahora, porque el gobierno aumentó las tarifas
de servicios públicos y las tasas de interés perjudicarán al consumo.

Es decir, que provocó una devaluación tendiente a restringir el consumo, dadas las


distintas medidas que acompañan el actual incremento del tipo de cambio (subas de
tarifas, incremento del costo financiero y reducción de retenciones, que incrementan
precios y reducen ingresos públicos para financiar nuevas obras), todas muy distintas a las
aplicadas en la exitosa devaluación del 2002-2005, que permitió recuperar empleos y
crecimiento.
*Docente universitario y Economista / HoraCero
https://www.baenegocios.com/economia-finanzas/Devaluacion-y-crisis-las-claves-de-la-mejora-
del-comercio-exterior-20190807-0063.html

Devaluación y crisis, las


claves de la mejora del
comercio exterior
En el semestre la balanza fue positiva

Por BAE Negocios
La balanza comercial del primer semestre del año mostró un registro
positivo gracias al aumento de las exportaciones y un brusco descenso de
las importaciones, debido a la devaluación que mejoró las condiciones
para insertar productos locales en el mundo, especialmente en los países
asiáticos, y a la crisis del consumo interno que le puso freno a la apertura
de las compras en el exterior.

Ayer el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) mostró los


números preliminares del comercio exterior de los primeros seis meses
del año, que arrojó un saldo positivo de US$5.589 millones, a partir de
exportaciones por US$30.752 millones frente a importaciones de
US$25.163 millones.
Las exportaciones del primer semestre crecieron 2,4% frente al mismo
período del año anterior, mientras que las importaciones cayeron 27,9%.
En el ránking de exportaciones por país, Brasil lidera con 17% del total,
seguido por China, con 7%; Estados Unidos, 6%; Chile, 5%; Vietnam, 5%;
India, 4%; Indonesia, 3%; Holanda, 3%; Suiza, 2% y Egipto, 2%, entre
otros países.

Si la lectura se enfoca en los países en donde se logró incrementar el envío


de productos argentinos, los países asiáticos son los que traccionaron la
demanda, con más de US$5,7 millones, encabezados por China que
compró por US$2,365 millones, lo que significó una suba porcentual del
27,5. Esa misma mirada muestra una pérdida de casi 15% en el mercado
de la Unión Europea.

En el caso de las importaciones realizadas por la Argentina en el primer


semestre de 2019, Brasil participa con 21%; China, 18%; Estados Unidos,
13%; Alemania, 6%; Paraguay, 4%; Bolivia, 3%; Thailandia,
2%; México 2% y España, 2%, entre otros.

En el comercio desglosado por regiones, las exportaciones


al Mercosur sumaron US$6.135 millones, con una baja de 8,4%, mientras
que las importaciones alcanzaron los US$6.667 millones, 37,8% menos
frente al primer semestre de 2018.

Las exportaciones del primer semestre crecieron


2,4% frente al mismo período del año anterior

Compartir
La UE le compró a la Argentina US$3.851 millones y las importaciones
desde el bloque europeo sumaron US$4.668 millones, con una reducción
de 22%. El Nafta (EE.UU., Canadá y México) importó de la Argentina por
US$2.731 millones, que implican una baja de 9,4%, mientras que le
vendió al país por 4.022 millones, con una baja de 15,1%.

Las exportaciones a China (incluyendo Hong Kong y Macao) crecieron, en


cambio, 27,5% alcanzado un volumen de US$2.365 millones mientras que
las importaciones desde ese país cayeron 30,4% registrando un valor de
US$4.447 millones.

Con los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático


(ASEAN), los embarques argentinos crecieron 21,9% con un total de US$
3.378 millones, y las importaciones desde ese bloque fueron de US$ 1.266
millones, con una baja de 16,1% respecto al primer semestre del año
pasado.

El valor de las divisas y su impacto en la exportación


e importación
8 agosto, 2018 | Por Comunicación Moldtrans





El valor de las monedas de los países tiene un gran impacto en la


economía. La exportación e importación no está ajena a estos cambios, cuyas
consecuencias se dejan sentir con fuerza en los mercados comerciales. Las fluctuaciones
en el valor de las divisas hace que los precios suban o bajen. Las autoridades monetarias
de cada país o grupo, como es el caso de la Unión Europea, cuentan con políticas que
afectan al valor de estas. En este artículo se analizará con detalle cómo afectan estas
bajadas y subidas al comercio.

 
¿Cómo afecta el valor de las divisas?

El principal efecto es el incremento o disminución de los precios de los productos. De esta


manera, los países se pueden enzarzar en verdaderas pugnas por reducir el valor de sus
divisas. Con la devaluación, los precios de los productos de un país bajan frente al resto
y esto hace que las exportaciones aumenten. Los compradores buscan los mejores
precios, al fin y al cabo, el beneficio será mayor y se estará llegando a un número mayor
de clientes.

 
 

Estas subidas o bajadas pueden darse por la decisión de los gobernantes u organismos de
un país, pero también por desequilibrios en la balanza comercial. Además, en el mercado
interno se pierde poder adquisitivo en relación al exterior y se aumentan los precios
creando una inflación.

Hasta hace relativamente poco, los cambios en el valor de las divisas se han usado
como herramienta de regulación del mercado. Esto es debido a la globalización, la cual
conlleva una reducción de los aranceles, los cuales gravan la entrada de productos,  y la
creación de tratados de libre comercio entre naciones. Sin embargo, en un mundo tan
volátil como el presente los aranceles están volviendo a hacer acto de presencia como
medida punitiva.

Una de las maneras de saber si un lugar es bueno para la exportación e


importación es la paridad del poder adquisitivo. Este concepto refleja si una moneda
está devaluada o sobrevaluada, a través de comparar los precios de un mismo producto
en distintos países.

En definitiva, devaluar una divisa hace que esta se debilite y gane competitividad en


el exterior. Es un recurso al que se recurre cuando una economía está estancada o
retrocediendo. Sin embargo, cuando se aprecia una moneda, esta se fortalecerá frente al
resto. De esta manera, los compradores tendrán que pagar más para adquirir artículos
pagados en esa divisa y suele ser muestra de una economía que no depende del
comercio.

Conclusiones

Las fluctuaciones en el valor de las divisas afecta de manera capital a la exportación


e importación. Con una moneda devaluada los productos son más baratos y el comercio
exterior se incrementa. Por el otro lado, una moneda fuerte hace que el comercio
disminuya con el resto de países al perder competitividad. Los precios son más caros y los
compradores siempre están ojo avizor para encontrar el mejor lugar donde hacer
negocios. De esta manera, mantenerse informado del estado de las divisas es
la estrategia a seguir.

Desde hace aproximadamente un año, la sorprendente subida del dólar tiene al


país conmocionado por los efectos que representa para la economía. El peso
colombiano ha llegado a ubicarse como la cuarta moneda más depreciada del
mundo, con una devaluación del 12,5% en lo corrido del 2015.

El suceso no es un fenómeno aislado. Todos los países de América Latina han


presentado devaluaciones en sus monedas respecto al dólar americano a
velocidades no vistas antes. El peso chileno, por ejemplo, ha caído a su mínimo
en los últimos seis años, y se espera una mayor reducción por la caída del precio
del cobre. Igualmente, la corrección cambiaria de Brasil ronda un 50%, y Argentina
lleva varios años devaluando su moneda.

¿Qué hay detrás de la subida del dólar? ¿Cuáles son los efectos positivos y
negativos del debilitamiento de las monedas latinoamericanas? Son los principales
interrogantes. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) publicó un
documento que da luz a estos interrogantes, especialmente con respecto al
comercio exterior.

Fortaleza del dólar


De acuerdo con Alfredo Borrero, profesor de la Escuela de Negocios de Uninorte,
la devaluación en Latinoamérica tiene causas similares y es muy importante en
casi todos los países, pero es en Colombia donde mayor incidencia tiene porque la
principal causa es la caída del precio del petróleo.

“El déficit fiscal que le genera al Estado el hecho de que Ecopetrol no tenga las
utilidades que venía recibiendo pone en riesgo todo el proceso de inversiones. Se
crea un ciclo descendente de utilidades, lo cual impacta en el nerviosismo de los
diferentes inversionistas extranjeros que deciden llevarse los dólares de Colombia,
que es lo que eleva la tasa de cambio”, explicó Borrero.

Sin embargo, hay muchas otras causas detrás de las devaluaciones. A nivel
general, el estímulo y crecimiento monetario de Estados Unidos es uno de los
factores. Desde 2013, la Reserva Federal inició el retiro de estímulos financieros
que tenían inyectados alrededor del mundo (que rondaban los 85 mil millones de
dólares mensuales) como reacción a sus favorables indicadores económicos:
crecimiento del 3,9% y tasa de desempleo en un 5,8%, el porcentaje más bajo en
seis años.

Paralelo a esta situación, las presiones y la reciente crisis en Grecia ha debilitado


a su mayor rival comercial, la Unión Europea, y ha presionado la salida de
capitales de los países latinoamericanos por riesgo al no pago.

Mientras que la desaceleración de economías emergentes, como la China (el


mayor demandante), ha conllevado a una menor demanda de materias primas de
América Latina. La caída en la demanda, principalmente metales y petróleo, ha
disminuido la entrada de dólares y condicionado el debilitamiento de las monedas
de la región. Además, comentó Borrero, sin China absorbiendo las cantidades de
petróleo que hoy produce el mundo, la sobreoferta hará que el precio internacional
siga a la baja.

Otras consecuencias
Mucho se habla del efecto de la devaluación sobre las balanzas comerciales. El
principal efecto positivo es el incremento de la competitividad de las
exportaciones, sobre todo en aquellos productos intensivos en mano de obra o
alto contenido local.

Según el documento de la Cepal, esto ocurre porque la base de la pirámide


productiva en América Latina presenta grandes desventajas en materia de
productividad, de tecnologías de procesos y productos, que permite, en primer
lugar, que solo puedan competir en el mercado interno. Así que el nivel y la
volatilidad del tipo de cambio son factores externos clave para compensar aquellas
desventajas internas.

“Una moneda más barata representa la posibilidad de comprar en el mercado


internacional los productos colombianos más baratos”, comentó Camilo Almanza,
docente del IEEC de Uninorte.

Pese a esto, las cifras para lo corrido el año muestran lo contrario. En mayo de
2015 las ventas externas del país disminuyeron 38,9% con relación al mismo mes
de 2014 (pasó de USD5.495,9 millones FOB a USD3.359,3 millones FOB). En
abril y marzo también se presentaron disminuciones frente a 2014, se redujeron en
25,6% y 22,8% respectivamente.

La caída se explica por la composición de la canasta de exportaciones, que


presenta un elevado componente de productos primarios y manufacturas (oscila
entre el 26% y 41%). Según la Cepal, por las características de las exportaciones
de América Latina, estas resultan poco influidas por la evolución cambiaria.

De hecho, menos de del 20% de la canasta exportadora resulta afectada por el


tipo de cambio real. De acuerdo con Borrero, Colombia es más un país
importador, por lo que la inflación (4,41% acumulado en los últimos 12 meses) por
la devaluación se seguirá sintiendo.

Efecto temporal
Aunque las devaluaciones se den en tiempo presente, muchas veces hay efecto
temporal por la sensibilidad del sector exportador. “En el caso del sector
financiero, la tendencia devaluacionista impacta de forma directa en las
transacciones y operaciones, porque estas se hacen en tiempo real. Sin embargo,
para el sector real de la economía, los efectos tardan más tiempo en aparecer y
poder ser evaluados”, dijo Esta semana China ha sorprendido a todos con
la devaluación de su moneda durante tres jornadas consecutivas, hasta situarse en
una referencia de 6,401 yuanes por dólar. Con el ajuste de este jueves el Banco
Popular de China da por cerrado el reajuste de su moneda. ¿Por qué lo ha hecho?
El catedrático de Economía Financiera y Contable Oriol Amat atribuye la
decisión del Ejecutivo chino al intento de reflotar sus exportaciones, que cayeron
un 8% durante el último mes, así como para frenar el retroceso de la bolsa china
durante los últimos meses, de hasta el 30%.

Pero, ¿cómo afectan los cambios en el valor de la moneda al comercio


internacional? Albert Sagués,  profesor del  Máster en Fiscalidad de la UPF
School of Management, detalla que los países o regiones pueden contar con
monedas “fuertes” o “débiles”, y esto es lo que marca el precio que deben pagar
para exportar o importar productos.
Así, cuando una economía cuenta con una moneda fuerte, como ha sido el caso
de la Unión Europea durante muchos años, se consigue que aquellos que
compran los productos propios paguen más. Esto, según Sagués, es propio de las
economías sanas que no dependen del exterior para subsistir. De hecho, añade
que la fortaleza del euro es uno de los factores que han ralentizado la salida de la
crisis.

En cambio, cuando una economía cuenta con una moneda débil, se vuelve más
competitiva para vender al exterior. Por este motivo, algunos países como China
o Estados Unidos en su momento optan por devaluar su divisa cuando auguran
un estancamiento o retroceso de su economía. “Esto se palpó durante muchos
años cuando se viajaba a Estados Unidos, ya que comprar ahí era más barato que
en Europa. Ahora, los estadounidenses están apreciando su moneda para que
vuelva a ser fuerte y la diferencia se ha reducido.

Sagués destaca que, aunque los países pueden devaluar o apreciar su moneda, los
cambios en el valor de las divisas dependen en gran parte de factores exógenos,
como los movimientos de otros países. Así pues, si todos los competidores
deciden de un día a otro devaluar la moneda, nos encontraremos con una divisa
fuerte sin haber realizado ninguna acción.

Menor peso de los aranceles

Los cambios en el valor de las divisas ha ganado peso como herramienta para
regular el mercado debido al progresivo menor peso de los impuestos
arancelarios, que gravan la entrada de productos de determinadas zonas.
Asimismo, la proliferación de tratados de libre comercio, que suponen la
supresión de estas tasas, también confiere un mayor poder a las fluctuaciones del
cambio de divisas.

“Nos dirigimos hacia una economía más financiera que de bienes. El comercio
internacional tal y como se entendía en el siglo XIX ya es historia. Ahora las
barreras para la entrada de productos extranjeros se crean jugando con el peso de
la moneda”, resuelve Sagués.
el profesor Camilo Almanza.

Las monedas extranjeras y los tipos de cambios en el entorno global de los negocios
afectan a las exportaciones e importaciones en el comercio internacional. El
fortalecimiento de una moneda en un determinado país implica una disminución de
las exportaciones y un incremento de las importaciones.
Los tipos de cambio en el entorno global de los negocios se pueden determinar de
diferentes formas en el ámbito de las finanzas. Con la “regla de otro” los tipos de
cambios se basaban en el valor y en la cantidad de oro que tenía un país.
Hoy en día algunos países establecen sus tipos de cambio, de acuerdo a las
decisiones de los gobernantes. Estos tipos de cambio se pueden fijar también a través
del mercado, de acuerdo a la oferta y la demanda. No obstante, los gobiernos también
pueden influir en ese mercado con la compra de estas monedas.

Influencia del valor de la moneda en las exportaciones e importaciones


Hay países que fijan el valor de sus monedas considerando la situación del dólar
americano. Otros mantienen acuerdos para la utilización de una moneda común,
como es el caso de la Unión Europea. Estos aspectos tienen un impacto en las
importaciones y exportaciones. El fortalecimiento de una moneda en un determinado
país implica una disminución de las exportaciones y un incremento de las
importaciones, debido a que el coste es mayor para aquellas personas situadas en
otros países.

Cuando cambian los precios de los productos, de la mano de obra, … en un sistema


fijo puede causar inflación. Sin embargo, en aquellos sistemas en los que se les
permite flotar, el valor puede cambiar. Los cambios en la economía real ayudan a
determinar el precio o el tipo de cambio de una moneda.

La paridad del poder adquisitivo refleja que el precio de un determinado producto en


distintos países debe ser el mismo considerando el cambio de moneda. La variación
de este precio, disminuyendo o incrementándose, también aporta información para
saber si es un buen lugar para exportar o importar. Este concepto permite conocer si
una moneda está devaluada o sobrevaluada.

Mercado internacional y mercado financiero

La moneda y su valor

[Original: GegenStandpunkt Nr.4, 1994. Weltmarkt und Geldmarkt. Die


Währung und ihr Wert]
Sobre la competencia de las naciones por las riquezas del mundo

1. La razón fundamental de las relaciones monetarias o todo lo que el tipo


de cambio pone en relación
1. Varias monedas y un solo fin verdadero: Dinero, riqueza absoluta y
abstracta
2. Convertibilidad: La prueba de fuego internacional para el valor de
la moneda nacional. Función de las reservas internacionales de la
nación - tesoro metálico
3. Las balanzas nacionales: Vencedores y vencidos del mercado
mundial y su aportación al valor de las monedas
4. El Dinero en su calidad de crédito (nacional). Solvencia para el
estado y la sociedad mediante endeudamiento y su aportación al
valor de la moneda.
5. Resultados del mercado mundial y su tratamiento concertado: FMI
y suspensión de insolvencia estatal
6. Fiabilidad internacional para solvencia nacional a crédito. Los
mercados financieros
2. El proceso de equiparar monedas o cómo se establecen los tipos de
cambio
1. Los bancos: Agentes del mercado cambiario y capitalista total real
de la nación
2. El mercado monetario: Un caso elemental de especulación
capitalista
3. Los criterios absurdos del quehacer de la especulación y su papel
de criterio determinante sobre el éxito de la competencia
internacional
3. Política monetaria o cómo el Estado reacciona frente a las paridades
monetarias establecidas
1. Naciones acreedoras con crédito universal y naciones deudoras a
su servicio. El mercado de la deuda y el ranking de naciones
2. Intervención del poder político en el Mercado. Correcciones en
defensa del Mercado. Política monetaria
3. El sistema monetario internacional y la competencia internacional
por el crédito universal
4. De la competencia internacional del capital a la competencia por la
sede nacional de capital
Sobre la competencia de las naciones por las riquezas del
mundo
La enorme importancia de los tipos de cambio de las divisas se puede notar en
el mero hecho de ver que se evaluan y publican a diario. Las reacciones ante
este dato económico no son a su vez tan unívocas: hay quien toma nota de él
sin inmutarse, otros discuten controvertidamente sobre las ventajas y
desventajas de sus recientes modificaciones, o se dan a comentarios excitados,
en los que se trata de averiguar causas y efectos, culpables y víctimas,
tendencias prometedoras y riesgos enormes. El grado de competencia, de
autoridad de los comentarios al respecto depende precisamente del punto de
vista con el que dichos comentarios se identifiquen. En el caso del que habla de
exportación de mercancías, la caída de una divisa será juzgada de una manera
diferente a lo que hace aquél, que en calidad de importador señala lo mucho
que le afecta esta caída. Para los bancos que participan en el comercio de
divisas, las modificaciones en los tipos de cambio presentan otro aspecto: según
si la divisa favorecida por ellos es la que ha sufrido una pérdida, o si aquella, de
la que se desprendieron a tiempo y por la que ellos apostaban, ha sufrido la
caída. Su suerte será distinta y les llevará a comentarios de desaprobación de los
”mercados” o a alabanzas acerca de sus ”fuerzas” bienhechoras. El rango de
maestros en el arte de la problematización lo adquieren, eso sí, aquéllos que se
inmiscuyen en nombre de la Nación. No hace falta que se trate de jefes de
gabinete o del banco central - basta que se escoja la moneda nacional como
objeto de sus preocupaciones y se consideren sus paridades desde el punto de
vista de la balanza nacional. Tal consideración sobre los altibajos de los tipos
merece mucha atención, ya que en ella los medios monetarios de la nación no
figuran como mero recurso de los intereses comerciales privados, sino que son
vistos con los mismos ojos del guardián y garante del dinero, al que le preocupa
la buena calidad de su moneda y el mantenerla así. Por lo demás, el punto de
vista oficial no descuida en sus cálculos los deseos de los círculos comerciales -
aprecia por igual los éxitos del comercio exterior y de la banca como factores
esenciales de su balanza. Y considera, en cambio, sus medidas presupuestarias
como factores que influyen en los tipos y en el crecimiento de su economía.
Hecho que, en cambio, motiva a financieros e industriales a achacar sus
problemas a la gestión del dinero por parte de ministros de Hacienda y bancos
centrales.

Los argumentos publicados en las secciones económicas de la prensa contribuyen


muy poco a la explicación de qué son los tipos de cambio. Para hacer
comprender las columnas diarias de cifras ofrecen una lista de intereses diversos,
pros y contras provenientes de los diversos cálculos de los agentes del comercio
exterior. Para estos últimos está claro que las diferentes tasas cambiarias son un
instrumento más o menos útil en sus calculaciones. Los chupatintas de la prensa
económica lo advierten y ,a la vez, les da igual si en sus artículos estas
calculaciones no encajan entre sí porque se basan en propósitos bastante
contradictorios. Estos expertos hablan al mismo tiempo en favor de ramas
industriales y de inversiones en efectos y derivados, pero lo hacen también en
nombre de consumidores o del banco central, exigiendo seriamente a los tipos de
cambio que satisfagan necesidades eminentemente dispares; por lo que surge, en
no pocas ocasiones, la queja de que el tipo de cambio en vigor no sea
precisamente el correspondiente. Este idealismo se declara partidario a ciegas de
la Nación, la cual posee un derecho incuestionable, en opinión de los expertos
económicos, a sacar la mayor ganancia posible del comercio exterior. Y cuando
se dan cuenta de que con sus ”análisis” del mercado mundial - tan pacífico en su
parecer - se erigen en banales defensores de actividades imperialistas, procuran
entonces que su parcialidad vaya acompañada de una falsa preocupación,
simulada en su imparcialidad, que abarca la globalidad de la ”economía
mundial”, cuyo desarrollo favorable, deseo de todos los hombres de buena
voluntad, necesitaría, claro está, sin caer en la redundancia, de tipos de cambio
convenientes...

El lector de la prensa económica podrá en todo caso percatarse de que en los


negocios de los que hablan tan interesadamente los expertos, las monedas como
el dólar, el marco, la libra y el yen desempeñan un papel protagonista, y que en
los boletines sobre el clima monetario se ventilan problemas supremos de la
competencia internacional. No podrá enterarse, en cambio, de las causas que
hacen que los tipos de cambio y sus variaciones sean factores tan decisivos;
tampoco del porqué determinan el bien y el mal de grandes consorcios y hasta de
naciones enteras, incluídos sus puestos de trabajo. En las vagas informaciones
que dan a este respecto, el club de expertos no hace sino confesar el profundo
irracionalismo del sistema capitalista: de una parte, las variaciones en las
paridades monetarias se deben a los mercados; y, de otra parte, los mercados
obedecen, tras sopesar esas dos fuerzas intrínsecas llamadas oferta y demanda, al
severo criterio de ”la confianza” de sus participantes en él.

El bajón del dólar en 1994 ofreció abundante ocasión para la aplicación de esta
teoría. Había que dar una explicación, por fin, al problema práctico de los
poseedores de dólares - que no eran pocos. Entre particulares, grandes consorcios
y hasta reservas internacionales de todas las naciones, hay una gran cantidad de
comparsas y protagonistas de la economía mundial que poseen riqueza en forma
de dólares. Toda esa gente se venía de una vez a menos; el que quería comprar
algo con dólares en el mercado mundial tenía que abonar mucho más que medio
año atrás. Por consiguiente la economía, sección 'eruditos y peritos', concluía
percibir una demanda del dinero americano en descenso, lo que indicaba, a todas
luces, la pérdida de confianza en la calidad de esta materia. Ahora, al caer el
dólar, salían airosos aquellos que con razón habían decidido no apreciarlo en
absoluto.

El carácter levemente circular de este diagnóstico no mejoró cuando se procedió


a buscar justificaciones a la desconfianza en el dinero americano: Ya fuera la
falta de resolución de los políticos americanos - en lo que se refiere a los tipos de
interés, pero también en general-, o el atractivo de otras divisas, o igualmente la
sobrevaloración del dólar, puesta en descubierto desde hace mucho etc. Todos
estos detalles, por añadidura, no lograban hacer aparecer más plausible la
explicación. Y todavía causó más extrañeza que se mencionara con detenimiento
el factor que habría debido infundir confianza al mercado -sin llegar a lograrlo: el
boletín coyuntural desde los EEUU era 'favorable', lo que los actores del mercado
financiero suelen interpretar como condicionamiento ventajoso de
”fundamentals” sólidos y dólar en alza. Por eso aquéllos mismos que no habían
hecho caso de sus propios criterios expresaban cierta preocupación por la
”volatilidad” de los mercados que se les había venido encima. Y seguían
alegremente saliendo del dólar, no sin advertir que tampoco se fiaban del todo de
la confianza que depositaban en otras divisas...

En los meses de verano y otoño del 94 no pudo pasar inadvertida la pesadumbre


que sentían los actores del mercado monetario internacional, no tanto por el peso
de algunos argumentos sino por el curso que tomaban las actividades, en las que
ellos participan por vocación. Lo que les preocupaba era la situación precaria,
incalculable, en que habían metido al mercado internacional del dinero con sus
calculaciones extravagantes,. Acostumbrados a sacar provecho de la previsión
inteligente de las tendencias del comercio financiero internacional, ya no sabían a
qué atenerse al comprobar lo poco fiables que resultaban sus criterios de
decisión. La única decisión que les parecía coherente - fuera del business as usual
- era la de apostar contra el dólar. En 1994 le retiraron a la divisa americana la
confianza que antes le habían otorgado. Como si se hubieran dado cuenta de que
así habían echado a perder una de las bases decisivas para los negocios con
dólares, comenzaron a invertir cantidades considerables en otra clase de valores -
cumpliendo así su sentencia contra el dinero de la primera potencia mundial -
hasta nueva orden...

No es de extrañar, pues, que los participantes del mercado internacional de


divisas consideren esta situación como crítica. Puede sorprender, sin embargo,
que no haya nadie que se aparte de la preocupación, trillada a diario, sobre la
”evolución” de los mercados financieros, y no critique el follón que desatan y
que tan divinamente contrasta con millones de desempleados y otros tantos
negros famélicos. Sobre todo porque este espectáculo brindado por el mercado
financiero, se alimenta del antagonismo entre naciones, donde la economía libre
de mercado impera a rienda suelta, aportando, a su vez, a este antagonismo
mayor plenitud.

La razón fundamental de las relaciones monetarias:


Todo lo que el tipo de cambio pone en relación
Varias monedas y un solo fin verdadero: Dinero -riqueza absoluta y abstracta
Las divisas o monedas nacionales son el dinero en el que se cuenta y calcula en
una nación. Lo que se suma en esta medida nacional es tan disímil como las
clases y los oficios de la sociedad que el Estado organiza y demarca. Muchos se
ganan la vida con el trabajo que otros les pagan mediante salario, para gastarlo
en seguida a cambio de lo que necesitan para vivir. Una minoría no gasta su
dinero, propiamente dicho, sino que lo invierte para que crezca. El fisco sustrae
algo de las rentas privadas de sus ciudadanos para levantar con ello un Estado
grande y poderoso. Pobreza, riqueza y poder - las cosas más dispares - tienen su
medida en el dinero. Pero esta medida, que es el dinero, une a capitalistas y
obreros asalariados, banqueros y políticos, pues su nacionalidad es
inconfundible. Otro Estado y se calculará en moneda diferente. Y eso que las
maneras de calcular y las utilizaciones del dinero no son diferentes; en otros
países el dinero es el objetivo idéntico de toda actividad económica, se gana y se
gasta según la cantidad de que se dispone. Tras haber desaparecido las últimas
excepciones contrarias al sistema capitalista, cada cual puede descubrir pasando
cualquier frontera las bien conocidas funciones del dinero. Eso sí, en unidad de
medida diferente; allí donde termina la soberanía nacional, allí cesa el uso del
dinero nacional y empieza el dominio de otro medio de compra y pago.

Así el individuo se entera de un hecho al que normalmente presta poca atención:


que el dinero es una de estas cosas altamente sagradas del poder soberano. El
poder de disposición en manos privadas, que se desprende de estos billetes
llamados chelines, marcos o liras, se debe a que estos últimos son obra de un
Estado que los garantiza con su poder soberano. No tienen otro valor de uso
distinto; pero a razón de que el poder estatal lo dispone así. No hay ningún valor
de uso, no hay nada que se utilice o consuma, si no es a través de adquirir, poseer
y soltar estos billetes. No son sólamente una medida cualquiera en la que se
calcula la riqueza material, que bien se determinaría por sus cualidades útiles,
sino el vehículo que habilita al derecho de disposición total y exclusivo, son,
pues, la riqueza material de las naciones de economía capitalista, o sea de todas.

Claro, lo será sólo hasta donde alcance el poder nacional de un Estado; hecho que
resulta de que esta peculiar forma de riqueza representa una relación social de
poder. Pero esto no significa que sólo en el interior dependa todo del dinero,
mientras que en sus relaciones con el exterior rija otra definición de la riqueza. Si
la riqueza de una nación existe en su dinero, entonces, y con más razón, la
totalidad de la potencia económica de una nación y sus ciudadanos, en sus
relaciones externas, estará en el dinero que allí se acumule. Es la voluntad
explícita del Estado que el poder privado de disposición sobre mercancías, que él
garantiza y se plasma en Dinero, sea el concepto único y exclusivo de la riqueza,
su sustancia absoluta, y no solamente regla del juego social dentro de una nación.

El hecho de que el dominio de la moneda nacional acabe en los límites de la


nación, no resta que la riqueza, anotada en la divisa nacional, mantenga tal
cualidad; el dinero tiene que salvar y ser más que los límites de su fórmula
nacional: así lo quiere todo Estado que impone a su nación el ganar dinero como
objetivo económico.

Y sobre esto se ponen de acuerdo los Estados cuando declaran convertibles sus
monedas: al intercambiar sus divisas sancionan la validez absoluta del Dinero, fin
expreso de todas ellas.

En los tiempos en los que circulaban los metales preciosos el contexto era algo
más evidente. La materia del dinero era la misma en todas las naciones
mercantes. La acuñación por parte del Estado daba fe de la autenticidad y del
peso correcto de los metales preciosos en circulación. Y como el derecho de
acuñar coincidía con el poder de falsificar, el Estado no se cansaba de
desmentirlo y de afirmar que el dinero que él acuñaba era dinero de verdad.

Convertibilidad: La prueba de fuego internacional para el valor de la moneda nacional.


Función de las reservas internacionales de la nación -tesoro metálico-
Las funciones que desempeña el dinero en el extranjero son las mismas que en
el territorio nacional: comprar - pagar. Por eso, al usar el dinero extranjero, cada
uno se ve frente a la tarea de comprobar la identidad y, aún más, la diferencia:
(sirve el dinero extranjero, dentro de sus funciones conocidas, lo mismo que el
nuestro - el que se ha dado a cambio ? Es que no es obvio y menos aún teniendo
en cuenta que para este examen no sólo la nacionalidad juega un papel, sino
que también se tiene en cuenta quién establece la comparación monetaria y
para qué lo hace. Quien gasta los restos de su renta anual en comidas y bebidas
extranjeras, calcula con el 'poder adquisitivo' de su dinero de otra manera que
la 'economía', deseosa de aprovecharse de todos los servicios que el dinero
propio y el extranjero, o sus paridades, ofrecen en materia de crecimiento. Esto
implica la compra de mercancías en el extranjero, pero no se agota en ello. La
rentabilidad de una inversión resulta igualmente de la suma de las ventas; y el
consumidor medio, que se entera de tipos de interés y otras rentas publicadas
diariamente, puede advertir que la comparación de los servicios de las monedas
nacionales abarca más que los precios de la gasolina o de una caña en la barra.

No es de mucha importancia que los salarios determinen o no el ámbito


restringido de las necesidades de la vida con la misma e idéntica medida. Lo que
sí importa es que la riqueza, usada capitalistamente, conserve su valor y produzca
crecimiento, por lo menos de igual manera, al cambiar de divisa. Precisamente en
este punto, a través y en forma de los tipos de cambio, se miden las monedas
nacionales entre sí. Con su intercambio se someten a una prueba de comparación.

Y el resultado es con frecuencia el mismo: su valor es todo menos que igual y de


idéntica validez. Los Estados mismos, que han establecido el capital como
recurso vital de su sociedad, parten de este hecho al ponerse de acuerdo, con el
fin de hacer crecer el capital, en que el uso de sus divisas se practique sin
fronteras. Porque no basta con fijar el tipo de cambio para iniciar el comercio
exterior. Los soberanos se exigen una garantía mutua de la validez internacional
de sus divisas. El dueño y guardián de esta moneda tiene que garantizar que se
puedan convertir los ingresos y ganancias que los comerciantes internacionales
han adquirido en una divisa, siempre que los propietarios de esta especie de
dinero no quieran reinvertirlo donde lo han adquirido. El soberano necesita de un
tesoro metálico o reservas internacionales con los que garantizar el uso abierto e
ilimitado, junto al rendimiento sin merma del dinero que él ha puesto en
circulación y que han ganado empresarios extranjeros. También en esto ha
habido una modificación histórica desde los tiempos de los metales preciosos
como medio de circulación; hoy las naciones modernas cumplen sólo en última
instancia su obligación de saldar cuentas extranjeras con oro de su tesoro
metálico nacional; en primer lugar, y ante todo, las pagan con las reservas
internacionales que se acumularán mientras haya empresas en su territorio que
ganen dinero en el exterior. Lo que sí es imprescindible es que el soberano
pruebe su solvencia en una moneda diferente a la suya, pues de la suya puede
responder él mismo con su poder exclusivo. Él tiene que ser, pues, capaz de
ofrecer una moneda que permita a cada acreedor que está en posesión de su
dinero o de cuentas aún pendientes, de disponer de la divisa que precisa para el
negocio que sea y donde sea; una divisa, por consiguiente, cuyo uso no esté
limitado al territorio donde se hace el pago; una divisa de la que disponga como
fruto de las acciones económicas lucrativas de sus ciudadanos, que se la han
proporcionado, y que no es mero producto de la imprenta nacional - una moneda
que, en ese sentido, es Dinero verdadero, simple y llanamente. Este requisito dice
mucho. Es esclarecedor acerca de lo que cuenta en el intercambio monetario.

Las balanzas nacionales: Vencedores y vencidos del mercado mundial y su aportación


al valor de las monedas
Para que el comercio exterior fluya continuamente no sólo hay que tomar las
medidas técnicas pertinentes para que las fronteras monetarias no sean
obstáculo para compra y venta de mercancías, la inversión de capitales y la
recogida de ganancias. El dueño del dinero, el Estado, tiene que asegurar que
fluya riqueza verdadera, capitalizable - Dinero - fuera del ámbito de la nación, y
no sólo en intervalos, con el fin de recuperarlo en forma de ganancias
nacionales. Tiene que prever el caso en el que los comerciantes internacionales,
como consecuencia de una balanza negativa permanente, ya no se conformarán
con acumular un precioso tesoro ganado en la divisa nacional, sino que exigirán
una divisa diferente a la nacional. Con su tesoro metálico y reservas
internacionales la nación tiene que satisfacer esta exigencia, asegurando una
transferencia de riqueza que no cesa aun cuando deje de existir demanda por su
moneda convertible, la forma autónoma de su riqueza monetaria. Esta es la
condición sine qua non para participar en los negocios internacionales. Y siendo
así, el importar y exportar libremente llevarán consigo lógica e inevitablemente
la consecuencia de que una nación se enriquezca unilateralmente a costas de
otra, que se traspase riqueza en Dinero de una nación a otra.

La finalidad última de esta acción no se revela a simple vista en el acto mismo


del comercio exterior: lo que está haciendo el capitalista es una transacción en la
que precisamente está acaparando poder adquisitivo para su empresa, eliminando
a competidores gracias a una mayor rentabilidad y asegurándose así mercados y
ganancias. En caso de que sea en su propio país donde haya arruinado a
competidores, habrá impuesto allí un nuevo nivel de precios y ganancias que
determinará entonces la competencia por la producción más rentable. Crece allí
el capital y con él la riqueza de la nación. En el comercio exterior es otra cosa. La
competencia exitosa de una empresa foránea acabará con la producción
correspondiente de riqueza nacional o impedirá su surgimiento - y quedaría por
ver quién saca provecho. Sin embargo, lo que al principio comienza con integrar
a proveedores y compradores foráneos en el negocio de un capitalista, continua
con una competencia trasnacional que se plantean firmas capitalistas y va
agigantándose con el crecimiento del comercio internacional y el surgir de un
mercado mundial, hasta una competencia de la que ninguna empresa puede
escapar y que afectará a la nación, incluyendo los precios y cuotas de ganancia
usuales. Si las condiciones usuales dentro de una nación no sirven a escala
internacional, si las derrotas en la competencia no se compensan, si, en cambio,
señalan una tendencia de que la productividad del capital en su conjunto es en
promedio insuficiente, entonces las balanzas nacionales irán yendo de mal en
peor, y los negocios trasnacionales, de los que algunos capitalistas de los países
vencidos sacan aún provecho, se convertirán en pérdidas a nivel nacional. En este
caso ya no sirve para nada que de hecho se hayan canjeado mercancías por
dinero, es decir intercambiado equivalentes entre las naciones: entonces sí se
comprueba muy en concreto el hecho de que en el capitalismo sólo la riqueza
abstracta, plasmada en Dinero, es riqueza última, verdadera. Esta fluirá
atravesando la frontera en dirección opuesta al movimiento de las mercancías. La
nación que vive de los productos de productores foráneos no goza, pues, de
comodidades, sino, consecuentemente, es cada vez más pobre.

Esto es lo que tienen que constatar las naciones que comparan el rendimiento de
su propio dinero con el de otras. Su dinero es dinero; pero si la nación, partícipe
del comercio internacional y sometida así a la comparación internacional,
constata que la producción nacional es, en término medio, menos rentable que en
otras naciones, entonces el ”poder adquisitivo” de los compradores nacionales irá
a fomentar el crecimiento de los competidores, empeorando cada vez más la
propia situación competitiva. Y viceversa en caso contrario. La convertibilidad
de las monedas rinde un servicio civilizado, efectivo y duradero, el cual, aunque
no menos cruento, en otros tiempos sólo se conseguía por medio de guerras: Al
ocupar mercados en todas partes del mundo, las patrias de estos capitalistas
exitosos ”conquistan” el dinero de otras naciones - y a raíz de sus propios éxitos
plantean la cuestión de qué y cuánto valor producido se cifra - al fin y al cabo -
en el dinero de una nación cuya balanza no deja de ser negativa. Bastante
exigentes se vuelven entonces los Estados a los que sus propios capitalistas,
consiguiendo amplias ganancias en el mundo entero, les proporcionan una
riqueza creciente. Por la razón de ser ellas las que se enriquecen en el extranjero,
exigen de sus contrayentes vencidos que mantengan un depósito de reservas
internacionales como garantía para que el enriquecimiento siga funcionando.

Muy cierto. Y habrá otra razón que hará que esta garantía sea tan necesaria.

El Dinero en su calidad de crédito (nacional). Solvencia para el Estado y la sociedad


mediante endeudamiento y aportación al valor de la moneda.
Al fijar las tasas de cambio, los Estados reconocen sus monedas como Dinero,
precisamente en relaciones determinadas. Pero la cosa no se queda ahí.
Obligando a sus ciudadanos a que adquieran los medios de pago nacionales, las
naciones se conceden la libertad propia de un gobierno soberano: contraer
deudas. Por un lado, los Estados autorizan la creación de crédito por parte de
sus instituciones bancarias, satisfaciendo el banco central, según sus reglas, la
creciente demanda de medios de pago. De esta manera la masa de dinero que
los capitalistas pueden ganar honradamente se emancipa fundamentalmente
del valor total de las mercancías producidas. Por otro lado, los Estados mismos
crean de la nada ingentes cantidades de dinero, a manera de interesante oferta
a las aspiraciones lucrativas del capital financiero, y en análoga y modificada
forma de la costumbre capitalista de contraer deudas. Es decir: mediante
efectos crediticios del Estado se procuran una solvencia existente de parte de la
sociedad, la cual ellos mismos alimentan en su calidad de bancos centrales con
la emisión de billetes. Así, fiel a su propio sistema, las naciones modernas han
librado su dinero del compromiso de encarnar valor, o de ser una especie de
título que en el pasado daba derecho a una pieza de auténtico metal precioso.
Desde entonces lo que circula dentro de las naciones, donde todo depende del
dinero, son papel moneda y signos de crédito en abundancia y sin más fianza
que la del poder coercitivo del Estado.
Esto lo practican, como se ha mencionado, todos los Estados, pero en
dimensiones diferentes y en relación distinta con la riqueza que producen sus
sociedades y que se mide en dinero. De este modo consiguen todos ellos brindar
a los capitalistas un radio de acción inmenso que éstos utilizan en hacer valer su
banal habilidad de absorber al máximo toda la demanda solvente existente, de
”acaparar” lo que esté a su alcance. Finalmente hacen subir todos los precios sin
distinción, lo que alerta a los veladores oficiales de la moneda, que lo advierten
como inflación - literalmente hablando una "hinchazón" del crédito y dinero sin
crecimiento correspondiente del valor-. Crecimiento al que siempre va dirigido el
crédito, y al correspondiente valor acrecentado que ha de representar el dinero en
forma vigente, única y definitiva. Esta tendencia, lógicamente, se acentúa cuanto
más aumenta un gobierno su propia solvencia, sin reparar en la cantidad de la
riqueza realmente producida. Y da igual que actúe así porque ninguna cantidad lo
satisface o porque quiere, en último término, impulsar el crecimiento capitalista,
dándole ”inyecciones” financieras - todo esto no sirve de nada, porque no viene a
cuenta si surge de la necesidad o de una buena intención: el endeudamiento del
Estado modificará siempre la medida misma de la riqueza nacional.

Las consecuencias para el comercio internacional y la comparación de las


monedas no se harán esperar. Por un lado, habrá un impacto evidente sobre la
competividad de los capitalistas de los diversos países. El nivel de precios
favorecerá a los capitalistas que puedan competir a partir de una inflación menor,
con ventaja frente a aquellos que tendrán que recurrir a una moneda más
devaluada y, por lo tanto, menos estable; de ahí que se sacará más provecho del
país con mayor inflación. Así la libertad que se dan las naciones hacia su interior,
generando a su antojo dinero-crédito, resulta dañino para las balanzas
internacionales que tanta importancia tienen. Por otro lado, el país con una tasa
de inflación superelevada plantea la cuestión práctica, y cada vez más urgente,
para los comerciantes extranjeros de saber cuánto sigue valiendo el dinero allí
obtenido. No compensa en nada el hecho de que se pueda ganar más y con más
facilidad, si, en relación con otra moneda más fuerte, sirve cada vez menos - no
sólo como medio de compra, sino sobre todo en su función de desembolso para
inversiones lucrativas. Lo que es más, esta debilidad de la moneda no afecta
solamente las ganancias realizadas por algún comerciante, sino también lo que se
ha ganado antes y se encuentra ahora en otras naciones como reservas
monetarias; el objetivo por el que estas naciones las han almacenado para que
sirvan como seguridad de su comercio exterior, se viene a menos. Entonces uno
podrá percatarse de otra verdad elemental: que no es, en absoluto, condición
suficiente el que la riqueza se presente en forma de moneda convertible
procedente del comercio internacional. Hay que asegurar expresamente que lo
que afluye como divisa extranjera sea y permanezca valor verdadero, y no signo
de crédito cada vez más inútil.

Por eso es doblemente aconsejable en un caso así, asegurarse de que haya


suficientes reservas internacionales en manos de un país comerciante menos
fuerte. Entonces sabrán sacarle provecho - es decir el comercio de una nación
junto con el Estado responsable del éxito nacional -, pero no sólo con el fin de
sacarle cualquier dinero, sino obligándole a que pague sus cuentas con una divisa
más estable que la suya. Es muy previsible el momento en el que estén agotadas
las reservas y será evidente que el dinero creado por la nación en cuestión ya no
representa Dinero - por lo menos no tanta riqueza como parece insinuar la tasa de
cambio. Claro está que esta evidencia no se presenta de golpe, cuando ya es tarde
para todo, sino a pasos, en devaluaciones graduales. Estas disminuyen la riqueza
entera de la nación ajustando hacia abajo su medida en relación con el dinero de
otras. Cada tasa de cambio es un test práctico y crítico para saber si la capacidad
de una divisa de mantener y acrecentar la riqueza capitalista resiste la
comparación con otras; cada revisión de la tasa de cambio deja constancia del
porcentaje en el que ha defraudado la calidad monetaria de la divisa devaluada.

De esta manera la comparación de las monedas hace un balance continuo de la


medida en que una divisa nacional ha ido desmoronándose por la fuga de riqueza
nacional - y al revés: de la medida en que un país exitoso ha absorbido la riqueza
ganada por sus capitalistas en el extranjero. Y así van separándose continuamente
vencedores y vencidos del comercio mundial a través de la convertibilidad y las
tasas de cambio.

Resultados del mercado mundial y su tratamiento concertado: FMI y suspensión de


insolvencia estatal
Para que el comercio exterior no se detenga cuando es más ventajoso para los
vencedores, y debido a que los socios menos fuertes hayan resultado
insolventes, las naciones modernas, en vez de recurrir cada cual a su tesoro y
reservas para saldar deudas o pagos pendientes, han optado por seguir
manteniendo estos negocios claramente desequilibrados, apuntándose las
deudas y empleándolas como si fuesen dinero, no sin dejar de exigir que se
paguen los intereses debidos.

Esta malsana costumbre partió de la creación de unos fondos comunes, una


especie de depósito de reservas internacionales, alimentados por ingresos en oro
y en moneda nacional - acto que equivalía al reconocimiento de esta moneda
como signo nacional de la riqueza absoluta suscrita por todos. A ella podían
recurrir, según reglas fijas, naciones en situación ”especial” de insolvencia
inminente y saldar su déficit gracias a su ”derecho” cuantificado, ”girando” a su
cuenta dinero ratificado - ”derechos especiales de giro” (DEGs). Se pensaba que
podría haber naciones con ”problemas de liquidez” a las que se ayudaría a
sobrepasarlos, evitando su agravamiento y solucionándolos definitivamente
mediante la intervención de valiosos expertos de las naciones exitosas. Esta idea
inicial del ”Fondo Monetario Internacional” (FMI) siempre ha rayado en la
falsedad: lo que se está minimizando como ”escasez de solvencia” es la
consecuencia inevitable y anticipada de que habrá Estados que ante los resultados
de su participación en el comercio mundial tendrán que revelar que ya no tienen
Dinero. De hecho y en realidad el FMI constituye, por lo tanto, mucho más que
un sistema de ayudas transitorias.

Las potencias económicas mundiales han acordado que se suspendan las


declaraciones de quiebra, que deberían tener lugar para impedir que ”socios”, por
mucha razón que tengan, no se desvinculen del mercado mundial libre.

En lugar de exigir que los Estados equilibren su balanza comercial pagando con
la riqueza abstracta acometida por todos y realizada en medida tan diferente, lo
que han hecho no es sólo aplazar esta decisión, sino suspenderla del todo,
reconociendo promesas de pago y efectos de crédito como si fuesen Dinero. Así,
la libertad que se toman dentro de su territorio - gracias a la propia soberanía
monetaria, para satisfacer, sin considerar fondos, una demanda propia de dinero
mediante papeletas de crédito, que, a manera de sustituto del dinero, alimentan la
circulación e inyectan mayor solvencia a la sociedad -, esa libertad, decíamos, la
multiplican los Estados en sus relaciones y concesiones mutuas. Están entonces
cancelando, concertadamente, el resultado del examen permanente que se aplica
a la riqueza de las naciones y las monedas en el mercado de divisas. Esta
generosidad con los débiles se practica con la finalidad y, por lo tanto, resultado
de que el flujo de riqueza de las naciones vencidas hacia las vencedoras perdure y
no se acabe. La voluntad de hacer perdurar su provecho las lleva al absurdo de
registrar los déficits de sus arruinados contrayentes como saldos en favor de sus
balanzas y de insistir en que son dinero verdadero. Naturalmente que son los
deudores los que se ven comprometidos a que sea así: ellos tienen que probar que
sus déficits tienen calidad de dinero, pagando con puntualidad los intereses
debidos, aun cuando éstos, al ser impagables, se conviertan - no sin largas
negociaciones - en deudas nuevas, que, junto con la suma principal, estarán
gravadas de buenos intereses...
La fiabilidad internacional para solvencia nacional a crédito. Los mercados financieros
Gracias a esta maniobra - suspender insolvencias y equiparar deudas a Dinero -
la comparación diaria de las divisas sufre algunas novedades.

Así no faltan Estados - y entre ellos no sólo los llamados "Estados en desarrollo",
sino naciones respetables - que siguen haciendo negocios año tras año con
balanza deficitaria crónica. Su solvencia se mantiene gracias a la intervención
internacional concertada e incluso se asegura la utilidad de sus divisas a nivel
internacional, ya que sin este requisito se anularía demasiada riqueza ganada por
otros y la continuidad de los negocios se vería perjudicada. Esta acción común
origina naturalmente nuevos criterios para la comparación de las divisas: si la
cualidad monetaria de las divisas nacionales deriva del acuerdo común de los
Estados competidores, que conceden créditos a aquellos que han resultado
insolventes, entonces la tasa de cambio de estas divisas ya no refleja simplemente
su fuerza - a la baja - de crear capital; se debe más bien a la fiabilidad de la
nación como deudora, a la confianza relativa que dispensa respecto a
amortización y pago de intereses - todo ello con base en la resolución
supranacional de no dejar hundir la divisa sostenida por dinero prestado. De
todos los servicios monetarios que permite sopesar la tasa de cambio más allá de
las fronteras monetarias es decisivo el de la calidad nacional de las inversiones
financieras realizables: o sea, la estabilidad de su valor, por el que se apuesta, y
los intereses proyectados. Finalmente, por cauces tan complicados, las naciones
capitalistas, al renunciar generosamente al saldo de sus cuentas en valor real, se
ven remitidas al axioma fundamental de su sistema económico: lo único que
cuenta es la riqueza absoluta, abstracta - pues es ésta la materia por la que
compiten y no papeletas de crédito sin valor.

La agencia encargada de comparar las monedas en su calidad de inversión


financiera es obra de los Estados protagonistas del mercado mundial: los
mercados financieros internacionales o, brevemente, ”los mercados” - agencia
autorizada por ellos, dependiente de ellos, pero no bajo su control. Al afán por
los negocios de los capitalistas financieros se le confian estas papeletas de
crédito, avaladas no por un poder supranacional, sino por la resolución colectiva
de los diversos poderes supremos, con la finalidad de que los traten según los
criterios de valorización capitalista. Esa confianza que demuestran los Estados
hacia el capital financiero es muy lógica, puesto que han instalado y garantizado
ya dentro de su territorio un sistema de crédito en el que la deuda se emplea
como pago, estableciendo de esta manera una igualdad entre deuda y pago a la
que el éxito de su empleo le suprime el carácter ficticio - eso sí, mientras que el
éxito corone los negocios emprendidos con ella. En este caso se ha procedido
como si las deudas demostrasen su buena calidad y solidez, o sea su identidad
con el Dinero verdadero, al ser utilizadas como capital financiero portador de
intereses. Es costumbre consagrada entre capitalistas modernos deducir de la
existencia de una renta la existencia ficticia de una suma correspondiente,
calcular con ella como si fuera riqueza real e incluso venderla o empeñarla. Nada
más natural que las naciones mismas, después de haber acordado apuntar las
deudas en lugar de saldarlas, recurran también a esta costumbre en el manejo de
las deudas internacionales. En esa esfera, el capital financiero puede una vez más
demostrar con desparpajo y resolución su facultad de equiparar deudas y Dinero
verdadero - los cuales, sin embargo, nunca podrán ser lo mismo - y utilizar las
dos sin distinción o, incluso, preferir el crédito, el pagaré aceptado, al dinero
efectivo. Claro que con esto se corre el riesgo de que el mundo de los negocios
financieros, despiadado como es sabido, revele la carencia de valor relativo de
más de un pagaré, cosa que sucede a diario en el interior de las economías
nacionales capitalistas. Con más razón los Estados reafirman su confianza en los
capitalistas financieros, dejando que éstos juzguen con pericia y objetividad la
sustancia capitalista de sus créditos internacionales - materia adicional
incorporada a sus negocios. Están convencidos de que su nuevo método de
intensificar la competencia por la riqueza del mundo, al pasar por alto la
insolvencia de naciones enteras, y creando así todo un mundo nuevo de negocios
financieros, se corresponda perfectamente con la lógica de la economía que
desean a toda costa. Como si las papeletas de crédito de los Estados fuesen valor
real no sólo por el hecho de que los patrones del Dinero lo declaran así, sino
porque son aceptadas como tal - precisamente - por la fracción libre de los
negociantes financieros y como si el éxito económico de las naciones estuviese
asegurado porque la clase dominante saca provecho de la comparación de las
deudas nacionales.

De hecho, las naciones mundiales del comercio someten el bien supremo del
capitalismo, el Dinero, - materia definitiva de la riqueza del mundo entero - al
funcionalismo de las agencias de crédito. Sin embargo, las naciones no lo quieren
ver así y afirman su voluntad de que las agencias de crédito sean la garantía
práctica de la identidad fundamental de las monedas y, al mismo tiempo, la
máxima autoridad sistémica que decide sobre la relativa identidad deudas/Dinero.

”Los mercados” vienen cumpliendo esta tarea. Cuando se les presenta un negocio
gigantesco no rehuyen sus responsabilidades imperialistas.

El proceso de equiparar las monedas o cómo se


establecen los tipos de cambio
Hace sólo unos pocos lustros, las tasas de cambio y sus variaciones eran asuntos
de Estado de vital importancia que podían acarrear la caída de un gobierno. Hoy
en día son un acto rutinario de las Bolsas - sin lugar a dudas un caso ejemplar de
privatización de un servicio público. No puede decirse que las grandes naciones
del mundo capitalista hayan optado a mal al ”liberalizar” la comparación de las
divisas, dejándola en manos de los cambistas profesionales. La cuestión clave es,
cómo se las arreglan para dar con las tasas de cambio acertadas, (o no serán al
final las erróneas ?
Los bancos: Agentes del mercado cambiario y capitalista total real de la nación]
La moneda extranjera la ganan exportadores y la demandan importadores. Este
grupo de negociantes calcula de manera similar al turista - con tasas de cambio
existentes. Al contrario que el turista, calculan con dos clases de precios, pues
están comparando oportunidades comerciales dentro y fuera de su país, pero
ellos no son los sujetos de estas relaciones de cambio. Los productores y
comerciantes, que quieren ganar dinero en el extranjero, tienen que
acomodarse dentro de las tasas de cambio a una comparación preestablecida
del dinero nacional con aquél que se querrá ganar fuera o gastar en aras del
provecho.

La obtención de divisas que necesitan, así como su depósito, la gestión y el


empleo a continuación de divisas ganadas, es asunto de sus bancos. Ellos
desempeñan de por sí el oficio de concentrar la riqueza en dinero de la sociedad,
haciendo de ella y de cada transacción a realizar en el circuito comercial del país
el medio de su negocio crediticio. En el caso del dinero de denominación
extranjera no hacen ninguna excepción - eso sí exigen un pago adicional por el
acto del cambio, es decir un descuento en la compra y un suplemento en la venta.

El carácter de ese servicio que los bancos se hacen remunerar de manera tan


sencilla, depende de ciertos puntos. Depende precisamente de la materia que les
aporta su clientela comerciante o de la que va a necesitar. Pues para un banco, a
la vez depósito y gestor del conjunto de las monedas ganadas o demandadas, una
valuta foránea no es igual de extranjera que otra. Para ellos las divisas recibidas y
demandadas, e incluso el dinero de la propia nación, poseen características
especiales de las que el cliente con sus intereses particulares y limitados ni se
entera. Así hay divisas que salen y entran en grandes cantidades. Su comercio es
fácil: esas salidas y entradas abundantes brindan, ambas, ganancias agradables. El
acumular un tesoro de tales divisas vale igual que un depósito en dinero nacional
- en ambos casos sirve de base segura para negocios crediticios en divisa
cualquiera, pues, en caso de necesidad, el canje de una valuta tan apreciada por
cualquier otra que se desee, es algo facilísimo. Es decir, que se trata de una
moneda de calidad impecable. Las monedas de tal condición son visiblemente
también aquéllas que no entran en cantidades suficientes para dar abasto con la
demanda. Claro que en este caso hay que abonar más para obtenerlas; el pedido
no se despacha con lo que llega a las cajas de divisas de los bancos, sino que
éstos lo tienen que comprar o tomar prestado de socios extranjeros. En caso de
que fuera así, la divisa nacional no habría logrado acaparar el interés:
evidentemente se habría demandado poco. El negocio a la inversa, es decir, la
demanda de la divisa nacional por parte de colegas extranjeros, supondría la
prueba contraria: cuanto mayor y más unilateral esa demanda, tanto más grande
el margen para vender la divisa nacional más cara. En términos puramente
bancarios, esto sería indicio de su gran calidad. Viceversa, viceversa. Finalmente,
entre las monedas entregadas a los bancos, sea por parte de la clientela
exportadora nacional o de cambistas extranjeros, habrá siempre algunas que no
servirán para ningún negocio, fuera del hecho mismo de la compra. No existe
demanda de ellas, por lo tanto no es fácil transformarlas en divisas útiles, y
tampoco servirán como seguridad y base para la creación de créditos. En este
caso el canje de divisas habrá llegado a su punto final sólo cuando esta valuta
haya logrado transformarse en moneda útil - así sea, en el peor de los casos, a
través del mismo banco central que la ha emitido y garantizado. Una
complicación que le costará al cliente un descuento especial con respecto a la tasa
de cambio oficial. Así queda constancia de que una moneda de esta clase
es pésima. La práctica de los negocios confirma, en resumidas cuentas, esta
apreciación.

Así pues, los bancos atienden a su clientela exportadora, pero este servicio es
sólo el principio: concentran los ingresos y las demandas de los exportadores a
nivel nacional. Eso significa que mediante sus actividades cambistas transfieren
riqueza de una nación a otra por medio del saldo; hacen realmente el balance
total de ingresos y salidas de dinero para su propia nación y también para las
naciones contrayentes. Los cambistas hacen su negocio precisamente sirviéndose
de la comparación de estas balanzas, o sea, con el valor definitivo de las monedas
nacionales, el cual resulta del balance total realizado por las entradas y
salidas de dinero, y por ende con la dificultad o facilidad de su intercambio. Ese
negocio establece una relación del rendimiento entre naciones, lo que al mismo
tiempo lo alimenta, ya que mediante sus aumentos y descuentos les pasa la
cuenta a las naciones, indicándoles - en lo que concierne a la propia nación - si
han cedido dinero en parte o completamente, o si han logrado enriquecerse y
hasta qué punto. En el centro del negocio se encuentra siempre el dinero de la
propia nación: la clase a la que ésta pertenece determina fundamentalmente el
negocio de las divisas. El medio de ese negocio consiste en el valor de la divisa
nacional misma, de ninguna manera en una u otra suma con la que se pueda
efectuar un negocio capitalista, pues eso es asunto del comercio exterior.

Frente a este último, los bancos representan el punto de vista de la balanza total
de la nación, estableciendo de esta manera la condición decisiva a la que tienen
que someterse los negocios: las tasas de cambio, de las que los cambistas sacan
su provecho, ilustran el hecho de que el comercio exterior es puro ingrediente del
agregado económico nacional, y que, al franquear la frontera, vuelve a hacerse
puro elemento de otro centro político-económico. La ley que manda en todas las
operaciones del comercio exterior: o sea la comparación del rendimiento de una
nación frente a otra, realizada con el intercambio de las divisas y materializada en
la tasa de cambio como condición ineludible del negocio, esa ley es
la substancia de las operaciones bancarias y lo que le proporciona a la banca su
provecho. Concluyendo: en su primera función de servicios la banca se ocupaba
de lo que concierne al dinero en el comercio internacional, asumiendo ahora,
frente a los capitalistas productores y comerciantes, la posición del capitalista
total real de la nación, el cual dictamina, mediante el precio de las divisas, sobre
el nivel de riqueza nacional a escala mundial. De ahí que los intereses
particulares de su clientela no le preocupen en absoluto.

Asumiendo la posición de su balanza total irrefutable los bancos tampoco hacen


caso de los intereses del capitalista total ideal - el Estado-, quien se encarga de
suministrarles el dinero esencial para su negocio. De hecho, para ellos la moneda
nacional es la magnitud decisiva, pero, al mismo tiempo, de interés relativo, ya
que no es otra cosa que la materia con la que quieren realizar sus ganancias. Sin
duda alguna se interesan - al igual que su Estado - por disponer de una moneda
de buena calidad y saben perfectamente que eso depende de la eficiencia del
capital de su nación. Sin embargo, su motivo no tiene nada que ver con la
preocupación de realizar balanzas positivas, eso es asunto de los gobiernos.
Como capitalistas financieros, a los activistas del negocio monetario total de la
nación sólo les mueve el interés de sacar el mayor provecho posible; ya sea, hasta
donde se pueda, de una moneda de poca calidad - a costas del Estado o de firmas
exportadoras e importadoras, o hacer ganancias con más facilidad mediante
moneda buena.

Y así actúan según criterios y en esferas cada vez menos asequibles a la razón
común, lo que no resta nada a su lógica imperialista.
El mercado monetario: Un caso elemental de especulación capitalista
Incluso en el mismo comercio común de divisas, donde los bancos satisfacen la
demanda de los comerciantes internacionales o cambian divisas ganadas en
moneda nacional, el interés de los bancos en hacer más dinero con el comercio
del dinero se emancipa de la situación de los comitentes. Estos últimos parten
de ganancias realizadas o anticipadas al comprar o vender mercancías. De esta
manera surgen demandas y ofertas dirigidas hacia los bancos. Éstos, al
contrario, asientan su mercado particular en el interés de aprovecharse de las
diferencias que presta cada divisa nacional al cambiarse por otra. Cada variación
en los tipos les brinda nuevas oportunidades. El momento de su intervención en
las operaciones y el monto de su apuesta, para aprovecharse de márgenes
mínimos en los precios de compra y venta, no lo resuelven según los intereses
de sus clientes, sino de acuerdo a los márgenes que calculan. Y como son ellos
los agentes de la creación del crédito nacional, no padecerán en ningún
momento problemas con el volumen monetario, en el sentido de encontrarse
cortos en vista de negocios lucrativos. Lo que determina el momento y el
volumen de las transacciones de divisas es la pura posibilidad de realizar más
tarde una ganancia con la transacción inversa. De esta manera provocan
negocios futuros en el presente. Frente a esta perspectiva, las órdenes de
compra y venta de la clientela comercial se convierten en magnitud secundaria
y, en todo caso, periférica. La oferta y demanda que determinan el mercado
cambiario las crean los cambistas mismos con su especulación.

Esta clase de negocios ya existía tiempos atrás, cuando las naciones protagonistas
del comercio mundial mantenían bajo severo control los tipos de cambio - y con
todo también existían márgenes aprovechables en ese entonces. Claro que estos
negocios han prosperado inmensamente desde que dichas naciones han
ensanchado el campo de acción de la respectiva industria nacional del crédito,
otorgándole a ella la licencia de fijar el precio justo y correcto del dinero nacional
hacia el exterior a través del tipo de cambio, de igual manera que al interior con
el tipo de interés. Desde entonces los cambistas se confrontan entre sí con sus
cálculos atrevidos y exentos de cualquier intervención administrativa, que
deducen de sus datos acerca de la buena o mala calidad de una divisa. Libres y
obstinados, regatean centavos de céntimos hasta acordar un tipo de cambio que
haga prosperar su especulación - o fracasar. De esta manera el tipo de cambio
mismo pasa de ser punto de partida a convertirse en objeto, medio - y bajo
continuos cambios- resultado de un negocio que apuesta a variaciones que él
mismo produce.

Ese gran paso tiene sus consecuencias. Las condiciones según las cuales los
comerciantes internacionales obtienen divisas no dependen ahora solamente de la
marcha de los negocios especulativos. Desde el momento en el que los tipos de
cambio avanzan a objeto y resultado de la especulación, los agentes del tipo
provocan por un lado variaciones tremendas en los ingresos del comercio
internacional, y por otro, afectan a la totalidad de la riqueza en dinero de todas las
naciones, tanto privada como pública. Ya no hay, pues, dinero que quede
abrigado en su valor y determinado administrativamente por el Estado:
exactamente eso han querido las potencias mercantiles mundiales para obtener
así acceso a las riquezas de todas las naciones y dejar su distribución en manos
de la competencia. La totalidad de las inversiones financieras de cada nación -
créditos comerciales y públicos, los valores crediticios más seguros -, todo queda
hecho objeto de la comparación de las divisas, y se torna inseguro. Todos
aquéllos que tienen que llevar la onerosa carga de una fortuna pecuniaria no sólo
tienen que preocuparse de sus réditos, sino además hacer todo lo posible para que
su valor no disminuya por la mera casualidad de existir en una divisa equivocada,
y velar porque crezca, aprovechándose de cualquier aumento relativo de valor.

Por supuesto que para esto también pueden confiar en su banco. Los
profesionales mismos del dinero convierten todos los valores financieros en
materia de su especulación. O más exactamente: hacen internacional la
especulación que realizan dentro de cada nación al incluir en ella el ”factor” del
tipo de cambio. De esta manera se multiplican oportunidades y riesgos - y así se
pueden contrarrestar intereses con modificaciones de valor esperadas, caídas en
los tipos con presumidas subidas del tipo de interés, etc... Nuevas constelaciones
posibles en el futuro dan pie a nuevas opciones reales, que al mismo tiempo
pueden negociarse como si fueran una mercancía-dinero. El criterio-guía de todas
estas operaciones es de lo más trivial: como someten todo y cada valor a cambios
continuos y a la inseguridad, los especuladores van infatigablemente tras el ideal
del atesorador, tras la estabilidad del valor. Así, al perseguir el ideal de la
inversión inquebrantrable, admiten la mil veces negada verdad de que en el
capitalismo lo que cuenta sola y exclusivamente es dinero, auténtico dinero. La
búsqueda incansable de la divisa más sólida es, al contrario, el motor de la
inseguridad que ellos mismos infunden a su propio mundo de los títulos a interés;
y los bancos hacen partícipes a sus socios, por supuesto, de todas sus aventuras
financieras, de las cuales tienen que responder preferiblemente con sus propios
depósitos.
Con este follón se está decidiendo - ni más ni menos - sobre la distribución
mundial del crédito, con el que negocian tanto los capitalistas productivos como
los comerciantes de las diferentes naciones y que sirve a los Estados para hacer
su política económica. Y de esta forma tan intrincada se determina el flujo de la
riqueza entre las naciones, y la competencia mundial avanza y se decide. Al hacer
depender el dinero-crédito de naciones enteras de su especulación, ”los
mercados”, con su variopinto mundo de títulos y papeles, se erigen en la función
del capitalista total real internacional, que hace del dinero de todo el mundo la
base de una superestructura de crédito mundial en sus manos; eso no resulta de
otra cosa que de la autorización, por parte de las naciones protagonistas del
capitalismo, a sus agentes financieros a hacerse cargo de toda clase de negocios
de crédito a escala mundial.

Tanto es así, que al final cada día surge un tipo de cambio diferente. Ni siquiera
los intérpretes de los mercados saben a ciencia cierta cómo lo logran
continuamente - pero nadie pierde la razón ante lo absurdo que ellos mismos
contribuyen a poner en escena.

Los criterios absurdos del quehacer de la especulación y su papel de criterio


determinante sobre el éxito de la competencia internacional
Sin duda, los tipos de cambio que hacen los especuladores ejecutando con toda
libertad un encargo (supra-)público y una misión (inter-)nacional, no son el
”precio equilibrado” que resulta del encuentro a idéntico nivel de alguna
demanda y oferta ”de carácter serio”. Como se ha dicho, ellos mismos se erigen
en argumento y elemento autónomos dentro de las decisiones que toman los
inversores, viendose a su vez determinados por éstas. (Pero cómo se toman
estas decisiones?

Lo procedente es que los cambistas estén enterados de todo , sin que por ello sea
necesario que se enteren de los principios de su oficio, de las razones de los
éxitos nacionales en la competencia, o del porqué de las crisis monetarias;
tampoco de aquello que ponen en relación, comparan en su quehacer o incluso
terminan por decidir. Tener conocimientos al respecto sería más bien un estorbo.
Lo que sí precisan son ”informaciones” para su negocio, o sea datos que les
sirvan de indicios para acertar la ”tendencia del trend” o ”los movimientos de la
Bolsa” - al final sus propios movimientos. Porque de eso depende todo para ellos:
si apuestan antes que los demás al movimiento bursátil que va prevaleciendo
como válido, entonces las horas o los días por los que se han adelantado a sus
colegas y los céntimos o peniques que les han sacado constituyen su ganancia -
siempre que los demás sean de la partida y confirmen la tendencia; en el caso
contrario habrá ganado aquél que haya especulado en el sentido contrario. Es
preciso, entonces, percibir ” antes que los mercados” los indicios que van a
seguir ”los mercados”. Y si siguen, por la sola razón de que alguno haya
percibido algo, sea lo que sea, entonces está muy bien: la especulación más
válida es aquélla que emite las señales más efectivas.

Claro, ésta es una actividad irremediablemente circular, lo cual no constituye un


secreto para ”toros” y ”osos” reunidos en la Bolsa. Con mucho aplomo
reconocen el irracionalismo de su tarea. Aunque sepan, cuando se les pregunta, el
porqué de cierto movimiento de las cotizaciones, sabrán decir con igual
certidumbre que una hora más tarde el mismo movimiento continua o que - por
idéntica razón - se ha producido una tendencia diferente. De vez en cuando se
hacen los sorprendidos de sí mismos y de los de su categoría - sentando así al
mismo tiempo una nueva tendencia. Al final acaban por creerse, en medio de su
paranoia, que son amantes del riesgo y grandes temerarios, forjándose una idea
muy falsa de lo que son y hacen.

Pues aunque en la pregunta sobre los criterios que rigen la especulación exitosa
tenga cabida todo lo posible - bien sean los ”fundamentals” económicos y los
datos políticos, o todo mezclado; bien asignaciones de crédito por un lado o
quiebras por el otro; bien una ponencia de ley fracasada en un país importante o,
al final, la tos del presidente: en todos estos casos resalta claramente el criterio al
que obedecen los especuladores cuando andan husmeando indicios por el mundo,
tomando algunos en serio y despreciando otros. Su atención se centra
evidentemente en todo aquello que tenga que ver, por muy remoto que sea, con
negocio y poder exitosos, o sea con la autoridad política de la riqueza capitalista
al mando de una nación y con los medios económicos de una potencia estatal que
se las da de mandamás mundial. (Quién ha dicho ”riesgo” y ”anything goes”?
Precisamente los especuladores más ágiles son los más temerosos y los más
empedernidos oportunistas del poder - y por esa misma razón se sienten
incesantemente impulsados a ir de una tendencia a otra, para no desvincularse en
absoluto de los más recientes cambios en las relaciones político-económicas que
ellos contribuyen a crear.

Entonces, qué dan los cambistas especuladores a cambio de su dinero?

Por comenzar con lo negativo: a la riqueza de este mundo no añaden nada en


absoluto. Con todo su ajetreo y prestigio no cambian en absoluto nada sobre la
verdad banal de que la riqueza de las naciones es tan grande como la mercancía
que se vende con ganancia, y que los signos de crédito no engrosan ni un ápice
esa riqueza. El mundo no sería más pobre - dese por descontado en valores de
uso, pero en riqueza real abstracta tampoco - si no existiese el mundo de la
especulación de divisas.

Lo que sin embargo sí que no existiría sin esa supraestructura - para hablar de lo
positivo - sería la totalidad del capitalismo internacional. Los especuladores son
los mediadores de los negocios entre las naciones. Ponen en práctica la
resolución de los Estados de afrontar con el total de su economía nacional la
competencia internacional. Manejan el dinero de los Estados soberanos como
monedas que prometen ser valor verdadero, y las someten con sus transacciones
a la prueba práctica de saber hasta qué punto cumplen esta promesa en
comparación unas con otras. De esta manera miden y comparan las naciones
según su éxito total capitalista en el mundo, por lo tanto realizan el
desplazamiento de la competencia de los capitalistas a nivel mundial hacia la
competencia de las sedes nacionales de capital. Dicha competencia la convierten,
a su vez, en una comparación de los valores nacionales del crédito, los cuales
someten al criterio de la solidez. Ellos crean crédito internacional y lo trasladan
allí donde presumen con mayor seguridad que el desarrollo de los sucesos
justificará su temeridad. De esta manera hacen realidad la absurda ecuación
”crédito = confianza”, moviendo por el mundo entero la riqueza de las naciones
en su forma más refinada, más efímera y al mismo tiempo más válida: en la
forma de especulación con deudas, y acabando de colocarla allí donde lo
reclaman las relaciones de fuerza imperialistas. Las técnicas más atrevidas de
esta actividad prestan precisamente sus mejores servicios a la causa imperialista.

Por esa misma razón el juego no puede quedarse ahí. Ningún Estado, aunque
haya dado licencia a ese follón, se somete sin más a sus condiciones. Ni siquiera
a los que ganan les gusta verse sometidos al dictamen de los buitres de las
finanzas. La especulación provoca entonces la reacción de los poderes estatales y
lo hace no contra su voluntad, sino con toda intención - precisamente con su
intención especuladora: los gestores del dinero provocan a sus socios de la
política a acciones enérgicas, de las cuales pueden aprovecharse al mismo
tiempo, pues son conscientes de que ellos y su oficio dependen de los poderes
políticos, los cuales, con sus convenios, dan origen al mundo de las finanzas
tanto nacionales como internacionales.

Y la reacción no se hace esperar. Hasta ahora una reacción que no los defrauda,
ya que en caso contrario, ¿serían entonces tan importantes, tan audaces y tan
determinantes como exige su oficio?
La política monetaria o cómo el Estado reacciona frente
a las paridades monetarias establecidas
Naciones acreedoras con crédito universal y naciones deudoras a su servicio. El
mercado de la deuda y el ranking de naciones
Las naciones protagonistas del comercio mundial han creado el mercado
mundial de divisas y del crédito con sus convenios sobre deudas internacionales
y el libre establecimiento de los tipos de cambio. Lo aceptan, básicamente,
como condición para su competencia por la riqueza capitalista, y se esfuerzan en
utilizarlo para su provecho, es decir, procurando conseguir en este mercado los
medios necesarios para su proyecto nacional. Al hacerlo suprimen la barrera
fundamental entre la creación de crédito en el interior y las deudas activas o
pasivas con el exterior: así pretenden que las deudas internas sean apreciadas
como buenas, merecedoras del interés de inversores internacionales; y que las
deudas externas sean el vehículo normal para acceder a la riqueza en Dinero de
todo el mundo, haciendo del mundo entero un gran campo de inversión para los
capitalistas financieros de la propia nación. Renuncian con esto al servicio
fundamental de todo soberano estatal de garantizarle internamente a su
sociedad una moneda incondicionalmente válida. En su lugar compiten en los
mercados financieros internacionales con su propio crédito para hacerse con
una parte del Dinero del mundo. Este es el método moderno con el que los
Estados buscan enriquecerse en el mercado mundial - y ya no la simple
acumulación de moneda extranjera en sus reservas internacionales.

El primer efecto de esta forma particular de la competencia moderna es la


abundancia descomunal de créditos en circulación internacional: una cantidad
creciente de deudas estatales alimenta el negocio de los especuladores. El efecto
siguiente estará en producir un ranking determinante de naciones, pues cuando el
endeudamiento interior de los Estados es al mismo tiempo parte integrante de los
mercados, con más razón la paridad monetaria se convierte en la forma de crítica
más acerba a la licencia que los Estados se dan al crear crédito.

Muchos Estados no sólo tienen que resignarse a una valoración de su solvencia


poco honorífica y al hecho de que se les clasifique como riesgo. Mucho más
grave es la respuesta que los mercados financieros dispensan a ciertos Estados
cuando éstos solicitan la certificación de sus valores crediticios como materia
circulable de la especulación, y el reconocimiento de su moneda como divisa
negociable. Hace ya tiempo que los negociantes de crédito han puesto en práctica
lo que las naciones protagonistas del comercio internacional han querido evitar al
establecer el mercado mundial de las divisas: la negativa rotunda de conceder a la
mayoría de las divisas la calificación de dinero universal, o sea de dinero real que
- observando la paridad correcta - puede ser equivalente de cualquier otra
moneda. Esa práctica se nota en el sencillo hecho de que ”los mercados” no
comercian estas divisas, ni siquiera fijan un tipo de cambio. Aún así siguen
gozando de crédito, claro, a un precio en correspondencia con el riesgo que
representan, es decir a intereses elevados que se han de cancelar en divisas de
otras naciones. Lo que supondrá el imperativo de ganarlas y ponerlas al servicio
de la deuda. Estos Estados han salido vencidos en la competencia por la
repartición de la riqueza del mundo capitalista. Si logran ganar algún dinero, éste
no les sirve a ellos como tal, funciona sólo como medio para probarles a sus
acreedores que sus deudas tienen cualidad de dinero. Pero no por eso se les dará
de baja, apartándolas de la competencia. Por el contrario, su papel de víctimas del
concierto mundial de la deuda no los librará de seguir luchando por posiciones en
los mercados de exportación, los obligará a someter a sus pueblos a un régimen
de hambre según las prescripciones del FMI y, por lo demás, los hará solicitar
condiciones benévolas para la inevitable reconversión de sus deudas.

Las naciones de mayor éxito, a su vez, no es que acumulen menos deudas que las
de las llamadas naciones deudoras; al contrario, llegan a multiplicarlas con
creces, pero, eso sí, en sus propias monedas. Mediante pagarés con firma y sello
del Estado, arrojan al mundo un crédito reconocido y clasificado por los
mercados financieros como objeto propicio y seguro de la especulación. El
dinero del que son autores es precisamente aquél de las naciones ”patrias” de los
mismos mercados financieros internacionales; aquella clase de Dinero en el que
se concentra todo el valor realizado por los capitalistas del mundo entero. Eso les
proporciona a estas naciones un balance de riqueza con una calidad tremenda: su
dinero-crédito no sólo equivale a, es en su esencia dinero universal;
el crédito que se fían a sí mismas es, sin más, riqueza abstracta con validez
internacional.

Estos Estados son de hecho acreedores frente a las ”naciones deudoras”, a pesar
de su propio endeudamiento. Los déficits de aquellas naciones se convierten en
activos en las cuentas de los acreedores, y al mismo tiempo en poder político: los
acreedores deciden sobre lo que otras naciones tienen que rendir
económicamente, al igual que sobre las condiciones de cómo realizarlo. El
otorgamiento de créditos - ya sea por parte del FMI, de gobierno a gobierno o a
través de bancos, a los que el Estado ha avisado de ser él quien asumirá el riesgo
- se los cobran con servidumbre política. Y escrúpulos de inmiscuirse
políticamente en países pobres - por supuesto sin asumir ninguna de las
consecuencias devastadoras de su actuación - les son completamente ajenos: la
riqueza otorga derechos en el mundo civilizado.

Y, por lo demás, es bien sabido que los Estados mayores tienen preocupaciones
mayores que la pobreza de los países pobres.

Intervención del poder político en el Mercado. Correcciones en defensa del Mercado.


Política monetaria.
El mercado mundial de la deuda les facilita a las naciones protagonistas del
capitalismo una superioridad particular en el sentido de que erige sus monedas
en dinero-crédito universal, al que sirve de base la riqueza del mundo entero - lo
que no significa que se trate de auténtico dinero universal, en el sentido de
valor de mercancía realizado. Por esa razón el negocio internacional del crédito
acaba siendo para ellas una prueba de hasta qué punto desempeñan las pocas
monedas clasificadas como buenas la función cardinal de signo de crédito de
aceptación universal dentro de la relación mutua que expresan sus paridades. El
hecho de que ellas sean la materia especulativa de todos los días implica, al
contrario de evitarlo, que se especulará también en su contra. En el mundo de
los mercados financieros libres ni siquiera existe una garantía absoluta que evite
que el círculo vicioso del éxito se invierta en un círculo del fracaso, basado e
impulsado en sí mismo, que incluso amenazará con suspender la circulación de
una moneda prestigiosa. Por eso aquellos Estados que precisamente tienen
mucho que perder se ven presionados a emplear su poder político en favor de
un éxito duradero y estable de su dinero-crédito.

De ahí que el Estado moderno se tome el derecho de apreciar e intentar corregir,


según sus intereses y expectativas, los resultados de la paridades monetarias que
había encargado a ”los mercados”. Esto no equivale a que anule el encargo sobre
el que la comunidad internacional de los imperialistas se había puesto de acuerdo
y que ha institucionalizado; las excepciones son efímeras, y lo son sólo para
evitar un caso extremo conforme a los convenios internacionales que le permiten
interrumpir el libre cambio de monedas y poner raya a la especulación.
Fundamentalmente su posición es la misma: la riqueza, transformada
precisamente en crédito, el cual hacen circular los mercados financieros
internacionales, debe ser el elemento básico de su sociedad y la fuente de su
poder. Su manera de intervenir es consecuente: cuando los resultados no le
convienen, entonces él se encarga de que ”los mercados” no tengan razón con
respecto a los datos meramente económicos; ellos entonces son los que tendrán
que corregir su tendencia equivocada. Y para que no haya el menor asomo de
resultados falsos, todos los Estados capitalistas de peso intervienen en el
comercio de divisas, según las reglas de la especulación, haciéndole ofertas de
acuerdo con sus criterios, para darle una orientación apropiada y, al mismo
tiempo, provechosa - para los especuladores lo mismo -: Están aplicando
entonces política monetaria.

Así el Estado influye mediante compras de apoyo, o sea la compra de su moneda


o la readquisición de títulos extendidos en su propia moneda con recursos de su
propias reservas internacionales - que para este fin no hay por qué
salvaguardarlas -, sobre los volúmenes de oferta y demanda que se barajan en el
juego de la especulación, para que ésta se deje inducir a un trato más cuidadoso y
a una apreciación más estable del dinero-crédito nacional. Sin embargo, los
medios y títulos financieros son desde ya hace tiempo demasiado voluminosos
como para que el banco central de una nación tenga la capacidad de corregir a
fondo las condiciones del negocio. En vez de absorber con sus compras la
especulación, incurrirá en el peligro de alentar el ”trend” y de ”quemar” sus
reservas. Por eso, las compras destinadas a apoyar la propia moneda tienen más
bien el carácter de señal y como tal es muy fácil que produzcan el efecto
contrario, es decir, de señal de debilidad, hecho que la vida de la bolsa castiga
arreciando las tendencias bajistas. Una impresión más positiva se logra en el
mundo de los negociantes mediante intereses elevados, o sea aquéllos que el
Estado paga para sus deudas y que cobra su banco central para créditos en su
propia moneda. Primero, porque lo que siempre impresiona más a los capitalistas
financieros son regalos en dinero. Segundo, porque el precio elevado del dinero
se considera como prueba de la atención que el Estado dedica a la estabilidad de
su divisa. Pero la interpretación inversa también es del dominio de los
financieros: un Estado que paga intereses elevados grava el presupuesto y
empeora el balance de sus deudas y, evidentemente, no puede prescindir de
sobornar a capitalistas, lo que tampoco habla en favor de sus deudas; si cobra
mucho por créditos a su economía, entonces se debe preocupar con más razón
por la estabilidad de su moneda. Por eso los políticos de finanzas, conociendo
estas interpretaciones, intentan, a veces con éxito, dar una señal de la confianza
nacional en sí reduciendo los tipos de interés y poniendo con esto énfasis en la
intención de impulsar un nuevo auge económico, lo cual es una consecuencia
inevitable del abaratamiento de los intereses, según la convicción supersticiosa
de la economía política burguesa. Pero igualmente inevitable, según el mismo
catecismo, es entonces el aumento de los temores inflacionistas, que se
recomienda combatir mediante una política de austeridad. Ésta no se debe
confundir con la intención de frenar el endeudamiento y de liquidar alguna
cantidad importante de viejas deudas. En realidad se trata de aplicar un sistema
ingenioso de recortes reales o meramente supuestos, referidos a gastos estatales
”improductivos” - dinero del que sólo vive alguna gente - , y dichos recortes
acompañan el incremento del endeudamiento del Estado sirviendo igualmente
para afirmar que el crédito de la nación, a pesar de su incremento, continua
siendo fiable. Una señal de idéntico significado se desprende de aquella
maniobra, según la cual la función estatal de la creación del crédito se separa
institucionalmente de la apelación al mismo, y se nombran defensores
autónomos de la moneda a la cabeza del banco central - el caso alemán con su
famoso BuBa. Lo que cuenta a la hora de aplicar sus políticas - políticas que de
por sí no llegan a ser jamás del todo inequívocas - respecto a tipos de cambio,
tipos de interés, volumen monetario etc., es que a estos señores les crean lo de su
autonomía y dedicación profesional al ideal de la estabilidad de la moneda.

Con sus manipulaciones a través de la política monetaria, los Estados denotan


por un lado lo mucho que les afecta el accionismo de los financieros, que
terminan a la postre arruinándoles la balanza de sus esfuerzos en el comercio
internacional. El estado de sus divisas les hace percibir en qué medida han
podido ellos sacar provecho de la internacionalización de su negocio. Y siguen,
por otro lado, consecuentemente intentando influenciar las decisiones de los
mercados, ya que consideran al tipo de cambio un instrumento por cuya utilidad,
para la continuidad del comercio internacional, hay que bregar. De ahí que los
guardianes del crédito nacional mantengan con su defensa del tipo de cambio una
posición crítica frente a los diagnósticos del sector del capital financiero, eso sí,
sin que llegasen a limitar sus competencias o a suspenderle de sus funciones. Lo
que quieren es utilizar en su beneficio el arte propio de este sector de calcular
frente al crédito en todos sus matices nacionales, y guiarlo en la dirección
propicia para que llegue a contrarrestar pérdidas propias sufridas. Con sus
medidas vulnerarán a la postre y con cierta frecuencia, así se haya pretendido o
no, los intereses de los demás defensores de monedas nacionales.

Sin embargo, las actuaciones en política monetaria de los grandes poderes en el


mercado mundial no han degenerado en una competencia en la que el
sostenimiento de un crédito nacional conlleve la ruina de otro. Inclusive en los
numerosos casos en los que las balanzas, las decisiones de los mercados
financieros y el juicio de las pocas naciones acreedoras dictaminaban
”insolvencia”, no se han impuesto las sanciones correspondientes. Al contrario,
la política monetaria que se ocupa de la calidad del propio crédito se ha visto
completada por una concertada tutela internacional sobre las balanzas de todo el
globo. El régimen del FMI, que organiza la próspera continuidad del comercio
mundial con socios que sufren una falta crónica de dinero, la que a su vez
repercute en una devaluación crónica de su dinero-crédito, se ha extendidio a la
continua gestión de los montones de deudas mundiales. Se crearon nuevas
instituciones tras la resolución conjunta de sostener y reconocer deudas, tanto
viejas como nuevas, como saldos activos, aunque estaba claro para todos los
participantes que eran insaldables. Los famosos G-7 han brillado año tras año con
acuerdos referentes a la ”crisis mundial de la deuda” y un tal Sistema Monetario
Europeo se ocupa hace tiempo no solamente de tipos estables entre los países del
Mercado Común, sino de la dudosa utilidad del crédito de algunos países socios...

Los servicios de estas dos secciones complementarias de la política monetaria


son sólo parcialmente del dominio público. Más bien se registra con gusto el
enorme auge que ha tomado el comercio mundial y el crecimiento económico del
Primer Mundo. Y lo que hay de verdad en ello: al limitarse la defensa de la
moneda a ”señales” como los tipos de interés y otras similares, con lo que se está
respetando no sólo el funcionamiento de los mercados, sino también evitando la
confrontación directa con los otros protagonistas de la defensa monetaria - ya que
en la lucha por la ”estabilidad” no han faltado ni control de divisas, ni cambios
obligatorios etc. -, con estas señales, o sea, se ha abierto camino al comercio
internacional sin barreras. De este modo así los negociantes de todos los países
del globo no han de temer impedimento estatal alguno, teniendo sólo que contar
y hacer cuentas con los avatares del tipo de cambio. Y gracias al reconocimiento
supra-nacional de deudas inter-nacionales en lugar de pagos, se han sostenido y
desarrollado las relaciones comerciales, las cuales jamás se hubieran entablado
sin los acuerdos sobre la creación de ”liquidez” mundial.

Lo que menos se percibe y no se aprecia de igual manera - aunque les preocupa


bastante a los protagonistas del mercado mundial - es el estado del ”sistema
monetario internacional” y de los créditos nacionales, ya que son éstos los que,
en su relación monetaria, siguen representando la riqueza de las naciones.
Veamos:

Los Estados que - haciendo retrospectiva sobre los últimos 50 años de mercado
mundial - son respetados por el numeroso resto del mundo como ”naciones
industriales” y ”potencias económicas mundiales”, disponen de
una buena moneda. Se habla entonces de las tres monedas universales que en
cualquier punto del globlo pueden asumir cualquier función del dinero: el dólar,
el yen y el marco alemán - ”patrón monetario” europeo. Pueden intercambiarse
directamente por cualquier clase de riqueza concreta y son capaces de darle el
gusto a cualquier capitalista tras transformarse en moneda local de calidad
inferior. Sirven para toda clase de inversión financiera, ya sea abrir una fábrica o
conceder préstamos a buenos intereses, o ya sea para hacerse con garantías a las
que siempre aspira echar mano el poder privado del dinero.
En su misma esencia esta buena moneda es un puro montón inmenso de crédito.
Consta de las deudas que sus dueños han puesto en circulación en Europa,
América y Japón, además de aquellas deudas que han aceptado en su mutuo
comercio como pago y capital, otorgándoles la misma igualdad que a sus propias
deudas. Y por último, consta también de aquellas deudas que, en lugar de pagos
por parte de las demás naciones, se asientan tanto en las cuentas de los bancos
como en los presupuestos de las potencias económicas mundiales - se
sobreentiende como saldos activos.

El uso de esta buena moneda compete a aquéllos que la poseen. Ellos se fían de
la garantía del poder estatal que da nombre a su moneda. Los poderes estatales se
fían a su vez de que su moneda sea utilizada asiduamente, que se emplee en todos
los mercados del globo, que demuestre su capacidad de acumular y confirme de
tal manera la identidad-dinero del crédito nacional. Esto les concede a los
guardianes de la moneda la libertad de servirse de ella, de multiplicar sus deudas,
suministrándose así solvencia. Se brindan el reconocimiento mutuo de sus
monedas en la medida en que su dinero sirve de medio y objeto del negocio. El
sondeo de la medida adecuada la dejan en manos de los ”mercados”. Las
decisiones del capital financiero internacional, sus inclinaciones por cada una de
estas tres monedas universales, arrojan no sólo la aprobación, sino que
determinan igualmente el volumen de las divisas con calidad de dinero universal.
El capital productivo se encarga del resto del balance: A pesar de su menor peso
cifrable en relación con el capital ficticio, no hay que subestimar sus servicios. Él
se encarga, primero, como su nombre lo indica, de la producción y, en segundo
lugar, dependiendo de los flujos comerciales, se ocupa de la transferencia de
riqueza entre las naciones, ocasionando, por lo tanto, no sólo correcciones de los
tipos, a los que otorga además impulsos decisivos. Sin embargo, por el otro lado,
el provecho que una nación acumula a costa de otra es una cuestión del cambio
de divisas y la paridad monetaria, la cual funciona como instrumento del
mercado internacional, al igual que es la medida del éxito en los negocios
privados y nacionales.

El sistema monetario internacional y la competencia internacional por el crédito


universal
El éxito actual de las naciones imperialistas, autores determinantes del mercado
mundial y del sistema monetario correspondiente, surgido bajo el mando de
EEUU, no se debe a lo ingenioso de la obra que han creado estas naciones
integradas entretanto en bloques económicos. Ellas han decidido a su favor la
competencia por el crédito universal, es decir han cimentado la posición
destacada de sus deudas como Dinero (universal) y esto debido a que las
mayores masas de capital han actuado bajo sus órdenes , en sus territorios y en
base a sus propias monedas, y a que estos capitales han usado rentablemente
las riquezas naturales y de producción de otras naciones; en fin, a que el capital
financiero, antes de disfrutar de la libertad moderna de mover Dinero por el
globo, ha seguido el curso seguro y obligatorio que se le abría como resultado
de las diferencias evidentes entre las naciones y su notoria jerarquización. Sin
restarles mérito a los disparates de la especulación con sus móviles
contradictorios y calculaciones en círculo vicioso, el mundo financiero, en el
fondo, ha sabido reservar sin extravíos su confianza a aquellas naciones y
monedas en las que han de acumularse más ganancias, ya que era con ellas y
gracias a ellas donde resultaban más ganancias. No estamos hablando aquí de
ningún milagro, ya que la especulación con balances futuros se basa en los
anteriores.

Para los gobiernos y bancos centrales de las potencias económicas mundiales, a


pesar del alza mundial del capital ficticio, hay algo invariable: la confianza que
otorgan los mercados mediante el reconocimiento de la propia moneda y su
calibración frente a otras, se la ganan a base del rendimiento de sus economías.
Sin embargo, hoy en día la cuestión se presenta un tanto diferente:
el instrumento para hacerse con toda clase de negocio, sea fuera o en casa,
es el crédito, ya que las concesiones al capital financiero y los convenios del
sistema monetario mundial han dejado sus huellas; crédito cuya validez se
mantiene en los mercados y que las demás naciones sostienen. Todo lo que las
naciones ricas pueden permitirse tiene su base en el hecho de que le garantizan a
cualquiera la utilización provechosa de su dinero, es decir, procuran que la
posesión de sus papeletas crediticias en manos de nacionales y extranjeros, o sea
en el mercado mundial, sea y se mantenga rentable. Cada una de las tres monedas
fuertes tiene que librar la comparación con las demás y salir airosa como la mejor
inversión de capital. Mientras que los mercados financieros tengan licencia de
realizar dicha comparación, cada una de las tres monedas universales competirá
por la atractividad de su crédito - inevitablemente a costa de las demás. El
desenvolvimiento de la competencia internacional a través de un mercado
financiero igualmente internacionalizado y con efectos funestos bien sabidos para
una que otra moneda, no dará paso a una coexistencia pacífica - sólo por el hecho
de que son tres los contrincantes.

No puede de ningún modo pasarse por alto que para hacer ganancias dentro del
sector del capital financiero existen dos fuentes a disposición: La expropiación de
los demás - mediante devaluación - y la creación de nuevo crédito. Esto es
posible, pero tiene consecuencias para la comparación internacional. Ésta no
desaparece del orden del día sin más, sino que se renueva y decide a diario. Eso
sí, por una parte con una disminuida posesión de dinero: una valuta devaluada
que mejor podría ponerse en la moneda en alza; con inversiones estupendas por
la otra, cuyas expectativas de ganancias, legalmente aseguradas, nadie - excepto
el defensor (central) de la moneda - podrá realizar finalmente. De ahí la queja
desde hace tiempo de los bancos centrales de que la preferencia por su dinero sea
”meramente especulativa”. De igual calibre los quejidos del Fed americano ante
los costos que acarreaban la política de altos intereses de la Era Reagan. Y los
japoneses, a pesar de la atractividad de la que disfrutaba el yen, siguen con
balanzas negativas. Puede que las grandes naciones monetarias anhelen la
demanda por parte de los mercados financieros; sin embargo, les es muy familiar
la diferencia entre una ”demanda seria” por su moneda y ”mera especulación”,
que no sirve sino para aumentar su endeudamiento, sin aportar nada de entradas.
Entonces registran un ensanchamiento de su crédito sin crecimiento, eso sí, con
el riesgo de inflación, que se va consolidando tras el aumento en las tres
magnitudes de su volumen monetario; una inflación, pues, que impedirá tanto
negocios en el interior como con el extranjero - y estamos hablando
de negocios ”reales”.

Con tales hallazgos y otros semejantes, los defensores más potentes de las
monedas hacen pública su apreciación de lo precarios que son los servicios de su
sistema monetario mundial. En correspondencia con la sapiencia económica de
este siglo afirman que copiar el sistema monetario nacional en el mundo del
comercio internacional vale y rinde igual. Al sustituir en el trato internacional
pagos por deudas y permitiendo a los productores capitalistas servirse de la
solvencia creada por el crédito, se está corroborando la conocida ilusión de que el
mercado no pone límites a la producción. El crédito favorece la generación de
ingentes masas de capital con las que se librará la competencia. Por eso, en el
comercio mundial también es inevitable que el mercado emita, en ciertos
intervalos, la información de que el poder adquisitivo no es lo suficientemente
poderoso para pagar las ganancias correspondondientes a inversiones tan
gigantescas. En cambio sí se han acumulado enormes cantidades de títulos de
propiedad, cuyos detentores se deshacen en la búsqueda de ocasiones que les
ofrezcan las mejores rentas. Y estos intereses han de pagarse, de lo contrario, no
sólo quiebra algún que otro crédito, sino el sistema completo se va al garete.

En este sentido, la expansión del capital no es nada nuevo, descontando, claro


está, sus dimensiones y volumen.

Una modificación considerable en las coyunturas del negocio se deriva


ciertamente del hecho de que el crédito se presenta, de formas múltiples, como la
esencia de la riqueza nacional. Éste se presenta como dinero en su uniforme
nacional, es, por lo tanto, no solamente medio del negocio capitalista, sino la
imprescindible condición de la producción de naciones enteras. De su calidad y
durabilidad depende totalmente la balanza nacional. Dejará entonces de funcionar
como instrumento de la vida de los negocios, que se desarrollan dentro del
territorio de un Estado, tan pronto como se le retire internacionalmente el
reconocimiento. Cuánto se gane dentro de una nación, con ella y en otras con su
ayuda, depende de cómo salga ésta adelante en la comparación de las monedas.
En la moneda nacional, en su fuerza o debilidad, se resume la utilidad y el
rendimiento de la ”nación como esfera de inversión”. Lo que vale un territorio
como ”sede de capital”, con su inventario vivo y muerto, suele sumarse en el
dulce mundo de los entramados y dependencias internacionales en una magnitud
tan simple como abstracta: valor relativo y masa de dinero.

El hecho de que esa magnitud la hallen o, prácticamente, la establezcan los


mercados financieros es parte de las reglas del juego que agradan a todo gobierno
mientras alcanza éxitos. Con esto posee la prueba de que ha instigado a la nación
a alcanzar justamente esos resultados que cuentan. Si, por el contrario, la balanza
es negativa, o incluso el comercio con crédito cuestiona la moneda nacional en su
unidad y cantidad, entonces inclusive los dirigentes de potencias económicas
mundiales se vuelven reacios. Si el crédito priva a la nación de su funcionalidad,
entonces todo su inventario no ha correspondido a las exigencias del mercado
mundial. Al no resultar la realización de una balanza nacional, los jefes políticos
advierten enérgicamene a su pueblo, a la economía y a los demás - a cada uno en
tono especial - en qué consiste su papel. Por lo tanto tienen que alcanzar la
competividad imprescindible para el mercado mundial, ya que la riqueza de la
nación no consta de otra cosa que del dinero que ella gana con todo el mundo. A
los negociantes les parece convincente, ya desde hace tiempo, puesto que su
riqueza privada se conserva y aumenta en la medida en que ganan con el
comercio internacional. Y los demás tienen que aprender que los puestos de
trabajo no se deben al mercado mundial, sino que su número y equipamiento es
cuestión de ajustarlos al mercado mundial.

Si los balances nacionales no son favorables, en vistas de que, por un lado, el


crédito abunda tanto que tiene más bien el carácter de deudas en lugar de
representar dinero, y, por otra parte, porque el crecimiento que resulta de la venta
lucrativa de producciones se afloja, entonces algo está fallando. Justamente
aquello que siempre es el inventario de una nación protagonista del comercio
mundial: sede de capital, el cual se asegura y conserva de manera sumamente
programática. Y eso es todo lo contrario a conservador.
De la competencia internacional del capital a la competencia por la sede nacional de
capital
La política nacional de sede de capital - Standortpolitik - es el nombre que se ha
acuñado en naciones imperialistas como Alemania para designar aquello que las
naciones siempre llevan a cabo cuando el comercio exterior, junto con las
fluctuaciones monetarias que lo acompañan, ya no le aporta a la nación más
dinero. Cuando una plétora de capital se está moviendo sin impulsar las
balanzas del comercio exterior, debido a que se vende y se produce menos.
Lejos de darse cuenta de que las condiciones de la producción y la realización de
ganancias no coinciden, sino que, al contrario, en ese momento se apartan
radicalmente, la política actúa como si pudiese decretar negocios rentables. Lo
que le estorba no es el hecho de que que el mercado no rinda, sino aquello de lo
que nos priva a ”nosotros”. La política nacional de sede equivale a la resolución
de eliminar a competidores - es decir a otras naciones que en tiempos más
tranquilos se llamaban socios. El medio a toda prueba consiste en la
movilización de las fuentes de la riqueza nacional. No se trata de las ”fuerzas
productivas” que se dan cita en la nación, sino de aquéllas en forma de capital y
trabajo. De ahí que las iniciativas se presentan así:

”Nuestras” empresas tienen que ser más productivas, por lo tanto, más rentables.
En primer lugar, más que antes, y, en segundo lugar, más que las del extranjero.
Entonces sus mercancías superarán a las de los demás competidores en la
continua comparación de precios, serán vendidas, aportarán así beneficio a las
empresas e incrementarán la balanza nacional. El punto de vista que aquí impera
es el de una nación exportadora que quiere despachar sus mercancías en el
mundo entero a costa de otras naciones exportadoras. Las medidas necesarias se
encuentran en gran parte en el abecedario de la gestión de empresas que se aplica
en las pymes igual que en los consorcios verticales. En alguno que otro caso las
ayudas estatales son recomendables para que los saneamientos, fusiones y
ampliaciones de capital no fallen por falta de dinero. Un precio de mercado
rentable exige bajar los costos, y así el lamento sobre un pueblo trabajador
demasiado caro, así como la acción de subsanar esta deficiencia, se convierten en
una campaña nacional. El poder adquisitivo que reivindica el proyecto lo
acaparará dentro y fuera de la nación, pues los competidores lo habrán de ceder.

Las empresas nacionales tienen que ubicarse en el extranjero, es decir allí donde
su mercanía exportada sucumbe a la de los competidores. También allí donde los
costos son mucho más favorables que en la vieja sede nacional. La delicada
cuestión sobre si el hecho de abandonar el territorio nacional implica o no una
disminución de las entradas nacionales, queda entonces resuelta: a los intereses
nacionales no se sirve sólo con un patriotismo local, sino también con un
patriotismo monetario - el banco de confianza del consorcio acepta con gusto
divisas. El punto de vista subyacente es el de la compensación de ventajas
propias de otras sedes que se han hecho así con mercados, los cuales, una vez
hecha la mudanza, nos corresponderán a ”nosotros”.

Los inversores extranjeros tienen que adquirir compromisos ”con nosotros”. Eso
facilita la preparación de una masa de capital bastante grande capaz de competir,
ahorrando subvenciones estatales y estimulando la demanda de ”nuestra” moneda
- suponiendo que las técnicas patrióticas de manejar el dinero funcionen bien -.

Incluso allí donde la inspección del mercado mundial conlleva al triste


diagnóstico de que otras naciones nos aventajan desalentadoramente en lo que
concierne a productos con gran porvenir y al volumen de su capital, no hay
motivo para dar la batalla por perdida. La creación mediante crédito del Estado
de un consorcio nacional que sea capaz de competir con los otros es, entonces,
muy esperanzador, no como empresa estatal, sino, naturalmente, porque ha sido
privatizada al cien por cien.

No es de despreciar el extender su comando sobre otros territorios, acción


venturosa que sólo se lleva a buen cabo en raros momentos de la historia (ay,
feliz Alemania reunificada), momentos que obsequian a la nación con un
inventario suplementario junto a su material humano manejable. E incluso en
estos casos surge algún que otro contratiempo. Los gastos inevitables para la
puesta en explotación pesan sobre el crédito nacional, haciendo esperar que se
conviertan en contribución. Menos mal que también hay otro método de suprimir
barreras internacionales para el objetivo nacional de ganar dinero: mediante
alianzas y con dinero - Europa.

Se ve así que las naciones que han escogido el capital como base de su existencia
no sirven mucho para lo que se llama comunidad de los pueblos. Dicha base no
se puede mantener ni desarrollar sin que se la disputen los caudillos políticos de
todos los países y, sobre todo de los más importantes. La explotación de su
propia sociedad, así como extranjeras, no tiene otro objetivo estatal, en
concordancia con las operaciones económicas imperantes, que el nacionalismo
del dinero. Asegurar e incrementar esta sustancia, lo que se interpreta para las
designadas víctimas como política de financiación y ahorros, y, además, por
colmo de patrañas, como acción forzada por circunstancias objetivas
irrevocables, implica un comportamiento polémico hacia el extranjero. El superar
la crisis siempre desmiente el internacionalismo legendario, según el cual la
interdependencia de los Estados y del conjunto del mercado mundial confiere
suma importancia a la cooperación y la comunión de valores. El valor por el que
se apuesta en el mercado mundial, es objeto de la competencia - por lo cual es un
error devanarse los sesos sobre otras ”contradicciones del imperialismo”.

Los apuros que las potencias económicas mundiales se disponen a remediar no


son otra cosa que el fracaso de sus cuentas en medio de la crisis. El hecho de que
el comercio exterior no haya arrojado lo que les parecía un derecho
consuetudinario: el reportar riqueza en sus cuentas, haciéndoles pasar por el
trance de la inutilidad relativa y temporal de su dinero-crédito. Para remediar ese
contratiempo no se andan con rodeos. Intentan imponer su derecho a acaparar la
riqueza monetaria del mundo hoy día totalmente libre, y el entonces inocente
instrumentario de la economía de mercado se convierte en armas triviales de la
competencia.

La primera arma de que disponen es el crédito que tienen. Muy lejos de recortar
gastos y de hacer cuentas, no cesan de financiar negocios en todos los mercados,
haciéndolo expresamente a costa del extranjero. Su interés de dar más fiabilidad,
más solidez a su amenazado crédito, lo realizan acrecentando sus deudas, de las
que otros deben responsabilizarse. Esto implica el empobrecimiento de las
naciones socias, la devaluación del crédito de éstas, en consecuencia de que para
ellas se desvanecen posibilidades de ganancia. A los socios en el comercio
mundial se les designa claramente el papel de contribuyentes y deudores.

La segunda arma es la nación misma - en su función de fuente de dinero. La


propiedad privada, gracias a una ancestral providencia estatal aún vigente, tiene
derecho a ejercer su profesión: aportar crecimiento por encargo de la nación y de
acuerdo con los apuros propios del Estado. Los demás serán sometidos a nuevas
condiciones de trabajo y vida, y alimentados con el mensaje nacionalista de que
su mantenimiento sólo vale la pena si le facilita al capital y al Estado ganancias
en el mercado mundial. De ahí que desde hace un tiempo los puestos de trabajo
alemanes, americanos y japoneses obedecen a un sí o no....

El empleo de estas armas por parte de los restantes tres dueños de dinero
universal tiene sus consecuencias. Afecta a las fuentes de riqueza de la otra
nacion, perjudicándola, y limita el provecho que se le asignaba a su crédito.

De todos modos no sólo aparece cada una de estas tres monedas predilectas en el
haber de los libros del poder garante y de sus ciudadanos; su reconocimiento
como equivalente a dinero universal brindaba a ”los mercados” y a todos
aquellos que recurrían a ellas como dinero fuerte y resistente, la garantía de no
haber dado ningún paso en falso y haber obtenido la seguridad deseada, al haber
repartido porciones de su riqueza entre ellas. Las pérdidas surgidas de la
devaluación de uno de estos créditos no podrán localizarse con garantía.

Y menos aún las pérdidas de solvencia que sufren la nación y el mundo de los
negocios afectados, pues el ambicioso programa de conquistar mercados,
inmanente a la política nacional de sede de capital, siempre depende del
aprovechamiento del poder de compra y de la estabilidad del valor de la moneda.
El traspaso de riqueza por medio de la exportación tenía por último su garantía en
la solidez del medio nacional de pago. En el momento en que ésta se pierda,
surge dentro del comercio internacional una especulación en tal medida que lo
convierte a éste en un riesgo y, a diferencia de las actuales operaciones a corto
plazo y sus derivados, en una esfera de ganancias bastante insegura.

El hecho de que los mercados financieros no sólo observen y registren cada una
de las oscilaciones de las tasas de cambio, impulsadas por ellos mismos, sino que
les añadan con prontitud los cálculos y previsiones propias de su esfera, todo eso
relativiza los frutos obtenidos en la competencia por los vencedores. No sólo se
especulará con la devaluación de una de las tres monedas universales, sino al
mismo tiempo con los efectos reales o ficticios que tienen esos movimientos de
las tasas sobre la vida de los negocios de todas las naciones potentes.

En resumen: La estrategia seguida en estos días de arremeter contra la


invulnerabilidad de una de las tres monedas universales, socava el
hermoso sistema monetario internacional, ya que no sólo la nación que sucumbe
se ve afectada. Ya poco ayudará el que se movilicen cantidades considerables de
nuevas deudas por parte de los Estados y otros sujetos protagonistas, instalando
una masa correspondiente de fuerzas productivas para poner en venta productos
de lo más selecto. Toda la operación, de por sí, no tiene nada que ver con el valor
de uso y, menos aún, con el goce de los pueblos.

Ese logro es indiscutible.

Devaluación
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La devaluación es la pérdida del valor nominal de una moneda corriente frente a
otras monedas extranjeras. Esta devaluación de una moneda puede tener muchas
causas, entre éstas la de una falta de demanda de la moneda local o una mayor
demanda de la moneda extranjera.1 Lo anterior puede ocurrir por falta de
confianza en la economía local, en su estabilidad, en la misma moneda, entre
otros. El proceso contrario a una devaluación se conoce como revaluación.
En un sistema cambiario libre, es decir donde la intervención del banco central es
nula o casi nula, la devaluación se conoce como depreciación.
Las monedas de los países representan un valor, este valor está relacionado con
la riqueza de un país. La moneda en sí no tiene un valor real, sino que es solo
representativo.
Ejemplo: Si todos los bienes que alguien tiene (imaginemos que estos son todos
los bienes existentes) se valoraran en 100€ se podrían emitir 100 monedas de un
euro para representar el valor de dichos bienes; pero si en un momento dado se
emiten 100 monedas más de 1€ (ahora hay 200€ en total) sin aumentar el número
de bienes que existen, las monedas que están en circulación no representan el
valor real de los bienes, por lo que existen tres opciones: [cita  requerida]

1. Hacer modificaciones a los bienes existentes para incrementar su valor a 200€.


[cita  requerida]

2. Sacar de circulación 100 monedas de un euro.[cita  requerida][cita  requerida]


3. Darle un menor valor (real) a la moneda (50 céntimos). Esto es exactamente
devaluar la moneda.
Si se tienen en circulación 200 monedas es muy difícil decir a quienes las tengan
que las devuelvan sin recibir nada a cambio. Por lo tanto lo más fácil es devaluar
la moneda.[cita  requerida]

Índice

 1Causas para una devaluación monetaria


 2Consecuencias de una devaluación monetaria
 3Véase también
 4Referencias

Causas para una devaluación monetaria[editar]


Las causas para una devaluación monetaria pueden deberse a varios factores, a
una mezcla de ellos, o solo a causa de uno. Las principales causas de una
devaluación son:

 Apreciación de la moneda local: A veces por causa externas a la economía de un


país, la moneda local se ve sobrevaluada, así sea por la abundancia de dólares en el
exterior o por el ingreso de capitales extranjeros al país, que generan que haya más
reservas de dólares, provocando que la moneda local se aprecie.
 Fuga de divisas: La incertidumbre acerca de la economía de un país puede
generar que los capitales extranjeros dejen de invertir en un determinado país,
provocando el efecto inverso a la apreciación de la moneda. Una corrida
bancaria también se considera fuga de divisas.
 Falta de confianza en la moneda local: Cuando hay sospechas de que un país
entrará en suspensión de pagos generalmente se produce una corrida bancaria, huida
de la moneda local hacia una extranjera o aumento del consumo para que perdure el
valor de la moneda. Paradójicamente, la sospecha de una devaluación es lo que
termina provocándola, se genera una auténtica profecía autocumplida.
 Emisión monetaria: Según la teoría monetarista, emitir billetes sin respaldo
conlleva inflación[cita  requerida]. Si el tipo de cambio en relación a otra moneda es fijo, el
aumento de precios genera una apreciación de la moneda con el tipo de cambio real,
ya que hay más billetes en circulación pero la paridad con la otra moneda sigue igual.
Esto en el corto o mediano plazo genera pérdida de competitividad para los bienes
exportables, ya que los costos fijos del país se ven incrementados, pero no así los
precios en el exterior.

Consecuencias de una devaluación monetaria[editar]


Cuando se produce una devaluación monetaria, los principales efectos negativos
son:

 Aumento de la inflación.
 Erosión de los ahorros en moneda local y pérdida de salario real.
 Licuación de la deuda por parte de empresas que fijaron el contrato en moneda
local. Aunque esto en algunos casos no sucede ya que generalmente los contratos de
préstamos están pactados en tasa de inflación variable. Sin embargo, puede ser que
en algunos países la indexación esté prohibida, por lo que se produce una
transferencia de riqueza de los acreedores hacia los deudores.
Los principales efectos positivos son:

 Al devaluar la moneda nacional las exportaciones se vuelven más competitivas


frente a las realizadas con moneda de mayor valor.
 Puede aumentar el turismo internacional, ya que a los extranjeros de países donde
su dinero vale más les resulta atractivo.
 Puede mejorar el consumo interno de productos nacionales si se revisan al alza
los salarios, ya que los productos importados suelen encarecerse.
Los efectos negativos producen un descontento social que pueden manifestarse
en un costo político muy grande, como el Rodrigazo.2 Incluso, una Devaluación
puede traer consecuencias económicas a gran escala, como el Efecto Tequila y
el Efecto Vodka. Son estas consecuencias por las que la devaluación siempre se
usa como último recurso.[cita  requerida]

Contrario a lo que se pensaba, la depreciación del peso no ha tenido impacto favorable en


las ventas externas de Colombia.

Desde hace aproximadamente un año, la sorprendente subida del dólar tiene al país
conmocionado por los efectos que representa para la economía. El peso colombiano ha
llegado a ubicarse como la cuarta moneda más depreciada del mundo, con una devaluación
del 12,5% en lo corrido del 2015.

El suceso no es un fenómeno aislado. Todos los países de América Latina han presentado
devaluaciones en sus monedas respecto al dólar americano a velocidades no vistas antes. El
peso chileno, por ejemplo, ha caído a su mínimo en los últimos seis años, y se espera una
mayor reducción por la caída del precio del cobre. Igualmente, la corrección cambiaria de
Brasil ronda un 50%, y Argentina lleva varios años devaluando su moneda.

¿Qué hay detrás de la subida del dólar? ¿Cuáles son los efectos positivos y negativos del
debilitamiento de las monedas latinoamericanas? Son los principales interrogantes. La
Comisión Económica para América Latina (Cepal) publicó un documento que da luz a estos
interrogantes, especialmente con respecto al comercio exterior.

Fortaleza del dólar

De acuerdo con Alfredo Borrero, profesor de la Escuela de Negocios de Uninorte, la


devaluación en Latinoamérica tiene causas similares y es muy importante en casi todos los
países, pero es en Colombia donde mayor incidencia tiene porque la principal causa es la
caída del precio del petróleo.

“El déficit fiscal que le genera al Estado el hecho de que Ecopetrol no tenga las utilidades
que venía recibiendo pone en riesgo todo el proceso de inversiones. Se crea un ciclo
descendente de utilidades, lo cual impacta en el nerviosismo de los diferentes inversionistas
extranjeros que deciden llevarse los dólares de Colombia, que es lo que eleva la tasa de
cambio”, explicó Borrero.

Sin embargo, hay muchas otras causas detrás de las devaluaciones. A nivel general, el
estímulo y crecimiento monetario de Estados Unidos es uno de los factores. Desde 2013, la
Reserva Federal inició el retiro de estímulos financieros que tenían inyectados alrededor del
mundo (que rondaban los 85 mil millones de dólares mensuales) como reacción a sus
favorables indicadores económicos: crecimiento del 3,9% y tasa de desempleo en un 5,8%, el
porcentaje más bajo en seis años.

Paralelo a esta situación, las presiones y la reciente crisis en Grecia ha debilitado a su mayor
rival comercial, la Unión Europea, y ha presionado la salida de capitales de los países
latinoamericanos por riesgo al no pago.

Mientras que la desaceleración de economías emergentes, como la China (el mayor


demandante), ha conllevado a una menor demanda de materias primas de América Latina.
La caída en la demanda, principalmente metales y petróleo, ha disminuido la entrada de
dólares y condicionado el debilitamiento de las monedas de la región. Además, comentó
Borrero, sin China absorbiendo las cantidades de petróleo que hoy produce el mundo, la
sobreoferta hará que el precio internacional siga a la baja.

Otras consecuencias

Mucho se habla del efecto de la devaluación sobre las balanzas comerciales. El principal
efecto positivo es el incremento de la competitividad de las exportaciones, sobre todo en
aquellos productos intensivos en mano de obra o alto contenido local.
Según el documento de la Cepal, esto ocurre porque la base de la pirámide productiva en
América Latina presenta grandes desventajas en materia de productividad, de tecnologías de
procesos y productos, que permite, en primer lugar, que solo puedan competir en el
mercado interno. Así que el nivel y la volatilidad del tipo de cambio son factores externos
clave para compensar aquellas desventajas internas.

“Una moneda más barata representa la posibilidad de comprar en el mercado internacional


los productos colombianos más baratos”, comentó Camilo Almanza, docente del IEEC de
Uninorte.

Pese a esto, las cifras para lo corrido el año muestran lo contrario. En mayo de 2015 las
ventas externas del país disminuyeron 38,9% con relación al mismo mes de 2014 (pasó de
USD5.495,9 millones FOB a USD3.359,3 millones FOB). En abril y marzo también se
presentaron disminuciones frente a 2014, se redujeron en 25,6% y 22,8% respectivamente.

La caída se explica por la composición de la canasta de exportaciones, que presenta un


elevado componente de productos primarios y manufacturas (oscila entre el 26% y 41%).
Según la Cepal, por las características de las exportaciones de América Latina, estas resultan
poco influidas por la evolución cambiaria.

De hecho, menos de del 20% de la canasta exportadora resulta afectada por el tipo de
cambio real. De acuerdo con Borrero, Colombia es más un país importador, por lo que la
inflación (4,41% acumulado en los últimos 12 meses) por la devaluación se seguirá sintiendo.

Efecto temporal

Aunque las devaluaciones se den en tiempo presente, muchas veces hay efecto temporal por
la sensibilidad del sector exportador. “En el caso del sector financiero, la tendencia
devaluacionista impacta de forma directa en las transacciones y operaciones, porque estas
se hacen en tiempo real. Sin embargo, para el sector real de la economía, los efectos tardan
más tiempo en aparecer y poder ser evaluados”, dijo el profesor Camilo Almanza.

El mercado de divisas es la columna de la inversión a nivel global y del comercio


internacional. Por ello, es básico para hacer más fáciles las operaciones de importación y
exportación, generando medios de pago adecuados y recursos financieros.

Si no hubiera negociación en distintas monedas, las perspectivas de las organizaciones


serían menos y el crecimiento económico internacional sería menor.

De ahí que los inversores participan en el mercado de divisas. Los que buscan beneficiarse
de la diversificación global requieren divisas para comprar y vender, así como valores
extranjeros.
Los agentes autorizados o entidades bancarias llamados dealers, realizan las negociaciones
en un entorno global, donde se conectan compradores y vendedores. Se genera un mercado
OTC u Over The Counter, es decir, sin vigilancia o reglamentos, al negociarse las monedas
de forma electrónica y bilateral.

A causa de la poca transparencia de mercados como este, los inversores tienen el reto de
ver dónde está el mercado cuando les interesa negociar una compra-venta de divisas.

Que las operaciones estén limitadas por la transparencia, al mismo tiempo que los tipos de
cambio afecten tantas transacciones, quiere decir que existe la necesidad de disponer de
algún punto de referencia o un único tipo de cambio que represente el valor de una moneda
en relación con los demás en un momento determinado. A este punto de referencia le
llaman el fix, y al procedimiento para fijarlo, fixing.

La base para la evaluación de resultados de gestión, como para la gestión de riesgos la


constituyen los tipos de cambio fijados en el mercado Fx. Se utilizan como cobertura contra
las alzas y bajas de las monedas para gestionar el riesgo.

Entonces, la integridad de los tipos de operaciones depende de que los participantes en los
mercados financieros tengan un comportamiento ético.

¿Cómo afecta al comercio exterior mexicano el tipo


de cambio?
El comercio exterior, tanto en importaciones como en exportaciones, se ve afectado de
manera probada según el tipo de cambio.

Como el sector exportador es un mecanismo de crecimiento para muchos países, sobre todo
en momentos de recesión, las devaluaciones o depreciaciones cambiarias son usadas como
armas letales en la guerra de las divisas.

Así podemos resumir que el tipo de cambio de una moneda ante otra tiene efecto
en las transacciones de importación de un país. Todo depende de las
características de cada país y si sus carencias en producción de algunos bienes
o servicios lo hacen ser más dependiente de las importaciones.

El tipo de cambio de su divisa ante otras monedas, será determinante en relación a sus
compras y ventas en el comercio exterior, y le afectará en el desarrollo económico, así
como en sus finanzas públicas, inflación, tasas de interés, desempleo.

Según las importaciones y exportaciones de bienes y servicios de un país, los involucrados


en estas operaciones tienen la necesidad de comprar o vender una moneda propia para
luego comprar y/o vender una divisa extranjera. Esto permitirá liquidar las operaciones de
compra/venta.

Cuando, por ejemplo, hay más importaciones en México debido a compras a Estados
Unidos, habrá mayor demanda de dólares y menor oferta de pesos. Con esto, el tipo de
cambio aumentará en el lapso de tiempo en que estas compras de bienes o servicios del país
vecino, se tengan que pagar.

Ocurriría lo contrario si hubiera más exportaciones, cuando la mayor demanda por pesos
mexicanos y menor oferta de dólares se ocupa para liquidar las transacciones.

El dólar americano (USD) es la divisa más utilizada para las operaciones de comercio
exterior en México, por lo que se dan dos opciones:

1. Que el peso esté fuerte ante el dólar y se requieran menos pesos


para comprar dólares.

En este caso se presenta un escenario que ayuda al sector importador, pues los bienes y
servicios que requieran comprar serán más económicos. La inflación será menor, al igual
que las tasas de interés. Se fomentaría la actividad económica, al ser más accesibles los
costos de servicios. Las personas y empresas podrían obtener financiamiento más barato,
con lo que tendrían oportunidad de consumir y además, realizar inversión directa. El
resultado serían más empleos y una economía más activa.

El efecto en las finanzas públicas sería positivo, así como en las finanzas corporativas,
bursátiles y personales.
En una economía activa, el tener un peso fuerte genera que las empresas tengan menos
gastos, que mejoren las utilidades; las empresas se expanden, generan más empleos y
ofrecen mayor valor a sus accionistas.

Las medianas, pequeñas y micro empresas se ven beneficiadas como consecuencia.

En cambio, el sector exportador se ve muy afectado. Con un peso fuerte, los precios de sus
productos, bienes y servicios cotizados en dólares no son competitivos en el mercado
internacional.

Por ejemplo, si una empresa mexicana que fabrica tractores vende un modelo en 250 mil
pesos y el dólar está en 18 pesos (peso fuerte), el tractor cuesta 13 mil 888 dólares con 88
centavos.

En cambio, si la cotización cambia a 21 pesos por dólar americano (peso débil), el precio
del tractor en dólares sería de 11 mil 904 pesos con 76 centavos.  Entonces, el tractor es
más barato en el mercado cuando el peso está débil frente al dólar, resultando más
accesible.

2. Que el peso esté débil ante el dólar y se requieran más pesos para
comprar un dólar.

Como vimos antes, al sector exportador mexicano le conviene que haya un peso débil
porque hace más accesibles los productos en el exterior y se dará el desarrollo económico
del comercio exportador.

Debería ser que en un escenario de este tipo, México tuviera una balanza comercial
superavitaria. Sin embargo, las condiciones de la realidad económica del país hacen que
dependamos de las importaciones en muchos sectores económicos. Por ello, es
contraproducente el peso débil, tanto para las finanzas privadas como para las finanzas
públicas.

Así, el que el peso sea débil ante el dólar hace más caras todas las importaciones. Entonces,
el sector público y el privado, que han de comprar bienes o servicios en el exterior, tienen
un aumento importante en sus costos y gastos.
Pueden llegar a tener pocas utilidades o, incluso, pérdidas si no cuentan con los
mecanismos financieros de cobertura cambiaria necesarios.

Se reducen las operaciones en el sector privado por depender de las importaciones y hay
pérdida de empleos, afectando a medianas y pequeñas empresas, las finanzas públicas y
privadas.

La perspectiva pesimista ocasionará una salida de capitales del país, que causará mayor
demanda de dólares en el mercado de divisas y seguirá el círculo vicioso.

Los dos escenarios ofrecen pros y contras. La estructura de exportaciones e importaciones


de cada nación determinará si conviene más mantener la divisa fuerte o débil.

Asesoría y guía son necesarias


Para participar en el mercado de divisas como empresa, es entonces indispensable tener el
apoyo de un experto. 

Banco BASE ofrece esta asesoría y tres productos que darán soporte al cliente en sus
transacciones.

Divisas

Como solución a las necesidades de intercambio, Banco Base ofrece, a través de asesores
expertos, la plataforma tecnológica y las relaciones de corresponsalía con las principales
instituciones financieras del mundo.

El cliente tendrá asesoría especializada en el mercado de divisas de contado y a futuro,


servicio personalizado para soporte de la operación, certeza de liquidación en la fecha
acordada, operaciones el mismo día y en horario extendido, confirmaciones electrónicas
con clave de rastreo para todas las operaciones, facilidades operativas como velocidad y
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de compra y venta de divisas. El usuario tendrá disposiciones de crédito de corto plazo,
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corto plazo y cuyo destino es la liquidación de una operación de compra-venta de divisas.
Mediante esta cuenta puede disponer de moneda nacional y dólares estadounidenses, el
pago oportuno de las operaciones en divisas, además de consultar movimientos, pagos y
estados de cuenta a través de BASEinet.

EFECTOS DE LA DEVALUACIÓN DEL BOLÍVAR SOBRE LA


ECONOMÍA VENEZOLANA
Escrito el 12 enero 2010 por Rafael Pampillón en América Latina
Dimos cuenta ayer, en este blog, que Venezuela había devaluado el bolívar. Las razones que
han llevado al gobierno de Hugo Chávez a la devaluación son tres: a) salir de la recesión
económica y como consecuencia aumentar el nivel de empleo; b) corregir el déficit público y c)
fomentar las exportaciones y encarecer las importaciones y aumentar así las reservas
internacionales del Banco Central. 

Sin embargo, es necesario considerar que los males de la economía venezolana no proceden
solo de un bolívar que, sin duda, estaba sobrevalorado sino y sobre todo por no haber
acometido reformas fiscales en profundidad y no haber combatido la ineficacia y corrupción de
la clase política. Por tanto la solución a los problemas económicos de Venezuela deben pasar
no solo por la devaluación sino también por la reforma fiscal y la aparición de un conjunto de
políticos y funcionarios que se comprometan a gobernar el país sin robar un bolívar.

 ¿Porque la devaluación del bolívar va a generar presiones inflacionistas?

 La devaluación de una moneda, en este caso el bolívar, con respecto a otra/s genera
presiones inflacionistas básicamente por:

1)Los precios en bolívares de los bienes importados tanto de consumo como de inversión
aumentarán (inflación).

2) Los precios, en moneda local (bolívares), de los servicios provenientes del exterior
aumentarán (más inflación). 
3) Los costes de producción de aquellas empresas cuyas materias primas son importadas
aumentarán; entonces si las empresas quieren mantener su margen trasladarán ese aumento
a los costes y vía precios al comprador final (más inflación). 

4) Los gastos financieros de aquellas empresas que tengan créditos en moneda extranjera se
incrementarán; este incremento en los costes financieros se trasladará vía precio al
consumidor, si es que la empresa quiere mantener su margen (más inflación). 

5) Teniendo en cuenta que la devaluación incentiva las exportaciones, el incremento en éstas,


generará un mayor nivel de divisas y, por tanto el banco central deberá comprar una parte
emitiendo a cambio bolívares (base monetaria) lo que por el efecto multiplicador aumentará la
cantidad de dinero y, por tanto, la inflación.  

6) Además un aumento de las exportaciones (aumento de la demanda agregada) generará un


esfuerzo mayor sobre el aparato productivo (oferta agregada) lo que también tenderá a
tensionar los precios (más inflación).

Perjudicados por la devaluación 

Esta devaluación, como todas la devaluaciones, va a tener fuertes efectos redistributivos,


perjudicando a los venezolanos que tienen deudas en dólares, reales, euros, etc. que tendrán
que convertir ahora más bolívares que antes de la devaluación para pagar esas deudas y
beneficiando a los acreedores en dólares que ahora recibirán más bolívares por cada dólar
que habían prestado. En el caso particular de la deuda pública venezolana, mucha de ella
nominada en moneda extranjera, la devaluación tendrá un impacto muy negativo sobre el
déficit fiscal –aumenta la carga de intereses expresado en moneda doméstica– y sobre las
futuras necesidades de financiación. En este sentido, la devaluación va a crear más
dificultades al Gobierno para hacerse con las divisas necesarias para pagar los servicios de la
deuda pública en dólares. 

Por otro lado, como vimos que la devaluación va a generar inflación, perjudica


fundamentalmente a los perceptores de ingresos fijos, que suelen ser los más débiles (por
ejemplo rentistas y jubilados).

Quizá sean las pequeñas y medianas empresas quienes estarán en la situación más
comprometida con deudas en dólares y flujos de ingresos (ventas) vinculados básicamente al
mercado doméstico (bolívares). Para las familias que mantienen deudas en moneda
extranjera, la devaluación aumentará la relación deuda/ingresos provocando recomposiciones
en la estructura de gastos del hogar con un efecto negativo sobre el consumo. En términos
generales, la devaluación para las familias y pequeñas empresas puede generar un «efecto
pobreza». 

A pesar de todos estos problemas parece que, tal como vimos ayer, los beneficios de esta
devaluación van a superar a los costes. Pero lo más acertado sería romper con el sistema de
tipo de cambio fijo y controlado y adoptar un sistema flotante. Tener tipos de cambio fijo es
tanto como aceptar el fracaso de otras medidas de política económica para controlar la
inflación lo que transmite poca credibilidad a los inversores. De ahí que en el mundo ha
habido una clara tendencia a abandonar los regímenes de cambio fijo para adoptar tipos
flotantes.
Cómo afecta la devaluación de la
moneda en Venezuela a Repsol,
Telefónica, BBVA, Meliá y Mapfre
Las nuevas medidas de Maduro tendrán escaso impacto porque
las compañías ya aplicaban un tipo de cambio muy alejado del
oficial
Las empresas españolas que operan en Venezuela han visto volatilizarse
en los últimos años miles de millones de euros en ingresos de sus filiales
venezolanas como consecuencia de la hiperinflación y de la constante
depreciación del bolívar. El reconocimiento oficial por parte del Gobierno de
Nicolás Maduro de una nueva devaluación del 96% que acompaña a la
creación del bolívar soberano no tendrá por ello un gran efecto sobre las
cuentas de empresas como Telefónica, Mapfre, BBVA o Repsol, con una
importante presencia en el país.
El hundimiento del bolívar ha sido continuo en la última década y ha dejado
una factura de miles de millones a las empresas españolas. En enero de
2010 el Gobierno de Hugo Chávez devaluó el bolívar un 50%. Desde
entonces, el cambio de la moneda venezolana ha pasado de 2,15 a
6.000.000 millones de bolívares por cada dólar. La moneda ha perdido el
99,9999% de su valor en solo siete años en un contexto de hiperinflación y
empobrecimiento generalizado del país. Aunque la nueva devaluación es
del 96%, la pérdida de valor previa ya era de más del 99%. Las empresas
ya habían adelantado parte de la nueva devaluación y, además, el peso en
euros de sus negocios en el país se había reducido drásticamente.
Telefónica es la compañía española que más había perdido con las
sucesivas devaluaciones. En 2015, la empresa ya reconocía una factura de
más de 7.500 millones de euros en sus cuentas por las sucesivas
devaluaciones, que siguió creciendo con el hundimiento del bolívar. Ahora,
sin embargo, el impacto será muy escaso. Telefónica ya aplicaba en el
primer semestre de este año un tipo de cambio de 2.369.815 bolívares
fuertes por cada dólar, muy inferior al oficial. Con ello, sus ventas en el país
se habían reducido a solo 13 millones de euros, tan solo el 0,05% de la cifra
de negocios del grupo. En 2013 la compañía facturó en el país 3.537
millones de euros, más del 6% de los ingresos del grupo. La compañía llegó
a acumular unos 3.000 millones de euros en caja en bolívares que el
Gobierno venezolano impidió repatriar vía dividendos. Ahora, la compañía
valoraba sus activos no corrientes en Venezuela en 261 millones de euros,
que con la devaluación se verán reducidos a algo menos de la mitad. En
todo caso, la filial ya aportaba pérdidas al grupo, con lo que la devaluación
apenas tendrá impacto en los resultados.
Para Mapfre el impacto de la devaluación tampoco será elevado, aunque
esta compañía apenas la había anticipado. En el primer semestre usó como
referencia un tipo de cambio de 257.700 bolívares fuertes por cada dólar,
con lo que el nuevo cambio de 6.000.000 de bolívares fuertes (60 bolívares
soberanos) por dólar implica sufrir de lleno esa devaluación del 96%. Pero
la aseguradora ya cifraba en solo 7,1 millones el patrimonio neto de las
sociedades del grupo con operaciones en Venezuela, con lo que el impacto
sobre el patrimonio de la nueva devaluación será mínimo. De nuevo, el
impacto del hundimiento del bolívar ya había dejado su factura
previamente. En el ejercicio 2016, Mapfre ya se apuntó una devaluación del
88% del bolívar. Los ingresos en el país sudamericano, que en 2014
superaban los 1.000 millones de euros, prácticamente se han volatilizado.
El BBVA también había anticipado en sus cuentas la devaluación
venezolana. Tras varios años de pérdida de ingresos, resultados y
patrimonio del BBVA Banco Provincial (su filial en el país) al ser
contabilizado en sus cuentas en euros, el peso de Venezuela en sus
cuentas era de apenas unas decenas de millones de euros. A cierre del
primer semestre, el BBVA había contabilizado una depreciación del bolívar
del 98,2% en seis meses, hasta dejar el tipo de cambio en sus cuentas en
1.000.000 de bolívares fuertes (10 bolívares soberanos) por dólar. Aunque
ahora tiene que volver a aplicar una devaluación del 83% (de 10 a 60
bolívares soberanos por cada dólar), pero ya lo hace sobre unas cantidades
que son muy reducidas tanto en resultados como en patrimonio.
Meliá es la otra empresa cotizada que ha venido sufriendo con mayor fuerza
en sus cuentas el impacto de las sucesivas devaluaciones del bolívar. En su
caso, los mayores impactos los había reconocido en el ejercicio 2015, por
importe de 212,4 millones de euros. En el primer semestre de este año
había tomado como referencia un tipo de cambio de 989.621,6 bolívares
fuertes por cada dólar. Esa devaluación adicional había supuesto un
impacto de 23,1 millones de euros en sus cuentas semestrales, según
reconoció la propia empresa. Ahora, sufre una nueva devaluación, pero
sobre unas cantidades ya más reducidas. El problema adicional es que los
ingresos por habitación ocupada se desploman y el índice de ocupación de
sus habitaciones sigue cayendo y está ya solo en el 43,5%.

Repsol, la más expuesta


Repsol es un caso singular. Se trata de la compañía española con mayores
intereses en Venezuela, pero utiliza como moneda funcional de sus
negocios el dólar, por lo que no es la devaluación de la moneda la mayor de
sus preocupaciones en el país. De hecho, la compañía señala que la
depreciación del bolívar en el primer semestre (del 97%) "no ha tenido
impactos negativos" en sus cuentas del primer semestre. Repsol tenía
contabilizada la divisa venezolana en 134.263 bolívares fuertes por dólar,
con lo que ahora debe apuntarse una devaluación adicional de otro 97,7%.
Pero eso no significa que la situación de crisis económica y social, con
fuerte caída de la producción petrolera, no esté afectando a la compañía.

Al cierre del primer semestre, la exposición patrimonial de Repsol en


Venezuela ascendía a 795 millones de euros. Esa exposición se ha
reducido desde los 1.480 millones de cierre de 2017 que incluía
fundamentalmente financiación en dólares otorgada a las filiales
venezolanas. Esa exposición ha dejado una importante factura en las
cuentas del primer semestre. Según explicaba la compañía, "la primera
aplicación del modelo de deterioro por riesgo de crédito basado en la
pérdida esperada [en aplicación de una nueva norma contable] ha supuesto
un impacto negativo de 433 millones de euros, principalmente por los
activos financieros vinculados a Venezuela". El grupo ha sufrido pérdidas de
46 millones después de impuestos en las sociedades venezolanas
participadas y además ha contabilizado el deterioro de instrumentos
financieros por 405 millones, "todo ello derivado de la evolución del sector
petrolero en Venezuela y de las modificaciones en los planes de explotación
de los activos". Repsol ya se había apuntado en 2017 un deterioro de valor
de los activos en Venezuela de 434 millones de euros. El impacto (positivo o
negativo) que tenga Venezuela en sus cuentas en el futuro dependerá más
de la evolución de la economía y, en particular, del sector petrolero, que del
tipo de cambio del bolívar.

Una mujer en Venezuela muestra los nuevos billetes de dos y cinco bolívares ‘soberanos’. Reuters/Carlos Garcia
Rawlins

La devaluación ‘desesperada’
de la moneda de Venezuela no
evitará un colapso económico
August 24, 2018 9.11am EDT
Author

1. Benjamin J. Cohen
Professor of International Political Economy, University of California, Santa Barbara

Disclosure statement

Benjamin J. Cohen no trabaja para ninguna compañía u organización que se beneficie de este artículo; tampoco
consulta ni posee acciones ni recibe fondos por ese concepto; y no ha divulgado afiliaciones relevantes más allá de
su posición académica.
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Venezuela anunció recientemente una de las más drásticas reformas
monetarias de la historia y devaluó su moneda, el bolívar,
aproximadamente un 95 por ciento.
El irónicamente llamado bolívar “fuerte”, introducido por primera vez
hace 10 años, será reemplazado por una nueva versión “soberana” a una
tasa de conversión de 100.000 a un soberano. Al mismo tiempo, la tasa de
cambio oficial del gobierno se desplazará de 285.000 bolívares por dólar a
6 millones.

Read more: Venezuela's 'desperate' currency devaluation


won't save its economy from collapse

En mi experiencia como experto en sistemas monetarios, es poco común


una devaluación tan grande. En efecto, Venezuela ha confesado que su
dinero se ha vuelto prácticamente inútil y es hora de volver a empezar.

Pero, ¿es posible comenzar de nuevo?

La hiperinflación es comparable al uso de


esteroides
El motivo de la reforma está claro: la inflación.

En los últimos años, los aumentos de precios en Venezuela se han


acelerado exponencialmente y, desde hace mucho, comenzaron a entrar
en la hiperinflación (cuando la tasa supera el 50 por ciento o más y
comienza a acelerarse sin control a tres dígitos y mucho más).

Casi todos los países experimentan cierta inflación, pero rara vez a una
tasa más alta que dos dígitos.

Actualmente en Venezuela, los precios nacionales se están elevando a una


tasa anual del 108.000 por ciento, y economistas del Fondo Monetario
Internacional estiman que, para fin de año, la tasa podría superar 1 millón
por ciento. Imagínese el precio de la leche triplicándose a cada minuto.

Para quienes tienen ingresos fijos, el efecto de la hiperinflación es terrible.


El dinero que antes era suficiente para dar de comer a una familia entera
ahora ni siquiera alcanza para una barra de pan. Los artículos esenciales
para el hogar que alguna vez fueron fácilmente asequibles requieren para
su compra carretillas llenas de efectivo.
Es por esta historia reciente que la devaluación del bolivar parece un paso
desesperado de un gobierno sin opciones.

Hacen falta sacos o carretillas de efectivo para comprar las necesidades básicas diarias.  Reuters/Marco Bello

Probabilidades de éxito
Venezuela no es el primer país en responder a la inflación fuera de control
con una redenominación de la moneda. Muchas otras naciones a lo largo
de los años se han encontrado en el mismo aprieto.

Desde mediados de los años ochenta hasta mediados de los noventa, el


vecino Brasil realizó al menos cuatro cambios de monedas debido a una
depreciación ininterrumpida: del cruzeiro pasó al cruzado; del cruzado al
novo; y de este al cruzeiro real, y recortó tres ceros cada vez.

Durante el mismo período, Argentina hizo lo mismo.


Y, más recientemente, en la primera década del nuevo milenio,
Zimbabwe repitió la misma agonía, cortando primero seis y más tarde
nueve ceros utilizando dólares zimbabuenses nuevos cada una de las veces
que realizó los cambios.

Lamentablemente, la redenominación en si misma poco puede hacer para


frenar la inflación. Principalmente, su único logro es hacer la vida más
fácil para el ciudadano común solo por un tiempo.

En Venezuela, una taza de café que la semana pasada costaba dos


millones de bolívares ahora se venderá por solo 20 bolívares. Los
venezolanos ya no necesitarán una calculadora y una mochila de efectivo
cuando salgan a comprar víveres. Los precios descenderán de la
estratosfera.

Pero el beneficio será de muy corta duración si no se hace nada más para
frenar la inflación. Si los precios del café local o del mercado de productos
continúan en aumento, el poder adquisitivo disminuirá de nuevo. Los
precios regresarán a la estratosfera.
Una manifestante sostiene un cartel en contra del gobierno de Nicolás Maduro.  Reuters/Marco Bello

Qué sucede cuando hay una devaluación


El elemento clave de una reforma monetaria es la devaluación, que en
principio pretende estimular el crecimiento económico interno.

En el modelo convencional de los libros de texto, una devaluación baja


simultáneamente el precio exterior de las exportaciones y aumenta el
precio interno de las importaciones, lo que amplía la demanda de
productos nacionales exportables que sustituyen a las importaciones. En
otras palabras, los extranjeros compran más productos de un país porque
su precio es baja.

Al mismo tiempo, los artículos extranjeros encarecen, y esto alienta a los


locales a comprar más productos nacionales. De manera que el resultado
sería que la producción aumentara, y esto aliviaría las presiones
inflacionarias.
Pero los modelos de libros de texto, como cualquier estudiante de
economía aprende con rapidez, son simples –para no decir simplistas– ya
que dependen de hipótesis que pudieran resultar engañosas. En el mundo
real, hay muchísimas complicaciones.

En el caso de Venezuela, el 98 por ciento de los ingresos por


exportaciones se derivan del petróleo, cuyo precio se establece en el
mercado mundial en dólares, no en bolívares. La devaluación del bolívar
no podrá cambiar el precio que se pague por el crudo venezolano.

Este es un problema que enfrentan muchas naciones en desarrollo,


incluidas Brasil y Zimbabwe, que dependen en gran medida de las
exportaciones de productos básicos. Su falta de control sobre los precios
del mercado mundial es ignorada en los modelos de libros de texto
estándares.

Del mismo modo, en una economía como la venezolana, que se ha


especializado tanto en términos de lo que produce, hay poca capacidad
nacional para producir bienes que sustituyan las importaciones,
independientemente de su precio.

De un día para otro, los venezolanos no pueden comenzar a producir los


vehículos, los equipos médicos o la maquinaria pesada que en las últimas
décadas se compraban en el exterior. Esa es otra complicación con la que
no se cuenta en el modelo convencional.

Lo peor de todo es que la devaluación pudiera exacerbar el problema que


pretendía aliviar, es decir, la inflación. Mientras más dependa la economía
de las importaciones –como sucede en Venezuela– el aumento del precio
de las importaciones aumentará el costo de la vida; y esto reforzará la
expectativa entre los ciudadanos de que la inflación continuará
acelerándose, lo que elevará aún más los salarios y los precios.
Los venezolanos caminan ante las tiendas cerradas de Caracas.  Reuters/Carlos Garcia Rawlins

La miseria nunca anda sola


Venezuela no está sola en su miseria.

La historia de la economía está llena de ejemplos de naciones que se han


visto en un círculo vicioso de inflación que las lleva a una devaluación y
esta a su vez las lleva a una mayor inflación, y así sucesivamente.
Brasil también tiene una larga historia de hiperinflación y devaluación
de la moneda. AP Photo/Altamiro Nunes

Esto ocurrió en muchos países europeos, en especial, en Gran Bretaña


e Italia, después de la crisis del petróleo de 1973, cuando los precios del
petróleo se cuadruplicaron. Le sucedió a Brasil junto con muchas otras
naciones latinoamericanas durante la “década perdida para el
crecimiento” de la región en los años ochenta.

Y está sucediendo hoy en Turquía, donde la lira turca ha perdido el 40 por


ciento de su valor desde enero y la inflación se está acelerando
rápidamente.

Para aliviar la espiral inflacionaria de Venezuela –y la de Turquía– será


necesario recurrir a la fuente, que es el gasto excesivo del gobierno
financiado mediante la impresión de más dinero. En realidad, no importa
cómo se denomine la moneda o con qué frecuencia se devalúe si el banco
central mantiene la imprenta funcionando noche y día solo para satisfacer
los apetitos fiscales.

Una política monetaria más sana no resolverá todos los problemas


económicos y políticos de Venezuela, pero es una forma de comenzar. Sin
un tope en el financiamiento de la deuda pública, el círculo vicioso de la
inflación y la devaluación continuarán sin fin.
El futuro del comercio Exterior
Venezolano: La Economía del
conocimiento
Por

 Jose Humberto Blanco

 -

enero 17, 2020


El comercio exterior venezolano en las últimas dos décadas profundizó
su estructura monoexportadora intensiva en el sector petrolero de
acuerdo a datos estadísticos del Banco Central de Venezuela y Trade
Map (2018). El 96% de los ingresos externos de Venezuela se obtienen
por la venta de petróleo y sus derivados (prodavinci, 2019). Este patrón
productivo y comercial ha tenido diversas consecuencias negativas
sobre la macroeconomía venezolana dado que, nuestro país al ser
dependiente de las materias primas, es vulnerable a los shocks externos
producidos por las fluctuaciones de los precios de los recursos
primarios.

Esta afirmación se evidencia cuando revisamos la evolución del


comportamiento macroeconómico y la tendencia irregular de los ciclos
económicos durante los últimos años, bajo períodos de bonanza
petrolera que potenciaron un crecimiento económico basado en el
consumo interno y las importaciones, pero con ningún impacto sobre la
diversificación productiva pese a los esfuerzos realizados entre la
década de los setenta y noventa que elevaron la participación de
las exportaciones no petroleras (Arellano y Levy, 2013).

La no diversificación exportadora se ha agravado por muchos


desaciertos macroeconómicos y comerciales cometidos en los últimos
veinte años que han profundizado el rentismo petrolero. La salida del
Tratado de los Tres, la denuncia del Pacto Andino, el ingreso irregular al
Mercado Común del Sur (fuimos suspendidos en 2017) y la falta de una
política coherente de promoción de exportaciones respondió a una
estrategia de integración basada en criterios ideológico-políticos que no
generó impacto positivo alguno sobre el comercio exterior no petrolero,
desplazando a Venezuela de las nuevas tendencias del comercio
internacional.

Fuente: Banco Central de Venezuela

A este panorama complejo, debemos añadir el colapso actual de la


producción petrolera y la tendencia a la baja (y posterior estabilización
por debajo de los 60$) de los precios internacionales del petróleo desde
2015, lo que ha profundizado la recesión de la economía venezolana que
cumplirá su sexto año en contracción en 2019. En paralelo a lo descrito,
el comercio internacional atraviesa por grandes alteraciones que
merecen la pena señalar en este artículo. El cambio tecnológico y el auge
del comercio internacional de los servicios basados en el
conocimiento, en el marco de la Cuarta Revolución Industrial,
desafían las clásicas ventajas comparativas basadas en recursos
naturales, puesto que las nuevas relaciones comerciales a escala global
priorizan en ámbitos como la innovación, la digitalización y la creación
de bienes intensivos en propiedad intelectual.

En este orden de ideas, la consolidación de un dinámico comercio


exterior requerirá comprender estos fenómenos para formular una
política comercial que promueva el desarrollo de ventajas tecnológicas a
través de la promoción y financiamiento de ecosistemas de innovación,
plataformas digitales y aceleradoras de emprendimiento. En tal sentido,
el objetivo del presente artículo es exponer una serie de consideraciones
para promover el debate en torno a la reinserción comercial de nuestro
país en el comercio internacional en un contexto de industrias digitales y
disrupción tecnológica.

La nueva economía mundial y la necesidad de construir una nueva

política comercial

Toda revisión futura del comercio exterior no petrolero venezolano pasa


por comprender las nuevas tendencias comerciales para identificar
oportunidades y nichos de negocios. Debemos entender que el
comercio internacional contemporáneo ha sufrido una serie de
transformaciones debido a factores estructurales que han modificado
los patrones comerciales, así como los modos en los que se
intercambian y comercializan los bienes y servicios. En una primera
instancia, la naturaleza de los bienes físicos que se intercambian han
cambiado, la proporción de bienes intermedios (piezas y partes)
aumentó y representa el 60% del comercio mundial (UNCTAD, 2015).
En una segunda instancia, los servicios adquieren fuerza y representan
un peso importante en la economía mundial. De acuerdo al Instituto
Mckensey (2019), el comercio de servicios ha crecido 60% más rápido
que el comercio de bienes físicos en la última década y representan
alrededor del 20% de las exportaciones mundiales según las estadísticas
tradicionales (BID, 2018). No obstante, nuevas metodologías
desarrolladas por la OMC y la OCDE ofrecen estimaciones que, medido
en términos de valor agregado, elevan el peso de los servicios al 45% de
los intercambios mundiales superando el comercio de manufacturas.
Este crecimiento se explica como bien señala Mckensey:

“I + D, la ingeniería, las ventas, el marketing, las finanzas y los recursos


humanos, en conjunto, permiten que los productos lleguen al mercado.
Además, encontramos que los servicios importados están sustituyendo a
los servicios nacionales en casi todas las cadenas de valor. En el futuro,
la distinción entre bienes y servicios continuará difuminandose a medida
que los fabricantes aumenten progresivamente la introducción de
nuevos tipos de arrendamiento, suscripción y otros modelos de negocio
«como servicio».

Por otro lado, el comercio internacional actual se organiza bajo la


fragmentación geográfica de las etapas de producción, también
conocidas como Cadenas Globales de Valor (representan el 90% del
comercio mundial), donde participan diversos países con distintos
niveles de ingreso, dotación de recursos productivos y competitividad.
Cada país participante se especializa no en una industria sino en una
determinada cadena de producción a través sus ventajas comparativas.
Nos parece importante destacar que las CGV ha cambiado la geografía
económica internacional porque ha favorecido la participación de las
economías emergentes, que contribuyen a más de la mitad del PIB
global (Swiss Institute).

A su vez, desde hace algunos años en los círculos académicos se ha


venido discutiendo e investigando los nuevos objetos referentes de la
economía mundial. “La economía del conocimiento” es un sector de la
economía donde su valor económico no reside en el uso intensivo del
capital físico (maquinarias) o en los factores de producción clásicos, sino
en la creación, utilización y difusión del conocimiento en las actividades
económicas a través del capital humano y las innovaciones
tecnológicas, es decir, el factor de producción en la economía del
conocimiento es la propiedad intelectual.

La economía del conocimiento agrupa otros sectores como la economía


digital y la economía creativa o naranja que se basan en la intangibilidad,
la descarbonización, la digitalización de los bienes, el uso intensivo de
los datos, la automatización y las innovaciones tecnológicas, con lo cual
la naturaleza del comercio mundial está en fase de transformación, es
decir, cómo se comercia, los tipos  de bienes que se comercian y
los países que participan. ¿Cómo ha sido posible? El auge y difusión de
las tecnologías de la información y comunicación, como el internet, han
disminuido el costo de generar, almacenar y transmitir ideas
permitiendo coordinar actividades a distancia que antes requerían
presencia física. De acuerdo a datos del Banco Mundial (2018) y
UNCTACD (2019), el comercio electrónico y los servicios digitales están
cobrando mayor peso en el valor agregado de las exportaciones
mundiales gracias a las plataformas e-commerce y el crecimiento de la
banda ancha a nivel mundial. Veamos los siguientes datos que sustentan
mi afirmación y reflejan como ha crecido la inversión privada en activos
intangibles (marca, diseño, software etc.):
Este impulso de los intangibles en el comercio se evidencia con un sector
que está ganando impulso: los servicios basados en el conocimiento
(SBC)  caracterizados por su uso intensivo del capital humano con
elevada calificación y tecnologías digitales como la inteligencia artificial,
la big data, blockchain y el internet de las cosas. Este sector cobra fuerza
en la cadena de valor porque abastece toda la línea de producción que
va desde el diseño e investigación del producto hasta el marketing. Entre
los servicios de este sector podemos señalar los servicios financieros,
servicios audiovisuales, servicios de informática y los servicios
profesionales entre los que destacan servicios contables, jurídicos,
diseño, publicidad, ingeniería, investigación científica, call center,
educación a distancia y telemedicina (BID).

Estos servicios son exportables (knowledge process outsourcing)


debido a que el costo de generar, almacenar y transmitir información ha
venido disminuyendo gracias a las TIC. La distancia no importa en este
sector, una persona puede realizar un diplomado impartido por una
institución académica extranjera, una multinacional puede tercerizar los
servicios informáticos en otro país para reducir costos y un paciente
puede ser operado desde la distancia. Este sector en Argentina genera
anualmente alrededor de 6.000 millones de dólares (siendo el tercer
rubro de exportación) y provee 440.000 empleos (la Nación, 2019)

Richard Baldwin llama esto la “telemigración”, o la gran convergencia de


la economía mundial donde la ventaja comparativa reside en los
trabajadores, sus habilidades y capacidad intelectual. Interesante, ¿no?
Cuando revisamos detalladamente algunos datos de Mckensey, nos
damos cuenta que los subsectores de los SBC más favorecidos son los
servicios corporativos, telecomunicaciones y tecnologías de la
información, propiedad intelectual y finanzas. Esta tendencia comercial
representa una oportunidad para crear nuevos nichos de negocios en
estos sectores, empleos y agregar valor a nuestras exportaciones no
petroleras. Sin embargo, esto requiere consolidar una cultura
emprendedora que pueda iniciar un proceso dinámico y virtuoso de
constitución de nuevas empresas sustentables e innovadoras con
capacidad exportable. ¿Cómo lograrlo? Desarrollar una política de
Estado y capacitar a la industria venezolana.

Una hoja de ruta comercial

La futura política comercial tiene que ser integral, multidimensional y


deberá idear fórmulas para monitorear y aprovechar las oportunidades
que ofrece la economía del conocimiento; esto requiere, en mi opinión,
una serie de pasos: 1) adaptar las normativas aduaneras existentes para
facilitar el comercio no petrolero (arancelarias, para-arancelarias etc.); 2)
Disminuir progresivamente el nivel arancelario y demás impuestos para
facilitar la importación de bienes de capital, intermedios y tecnológicos
necesarios para las pymes; 3) Invertir masivamente y dotar servicios
eficientes de infraestructuras básicas como transporte, energía y
telecomunicaciones; 4) Identificar y promover nuevos modelos de
negocios como los servicios basados en el conocimiento a través de la
creación, promoción y financiamiento de clústeres, centros de
investigación en las universidades, think tanks y aceleradoras de
emprendimientos; 5) Invertir en educación, ciencia y tecnología para
desarrollar habilidades en sectores productivos intensivos en
conocimiento como la ingeniería y la informática; 6) Proveer un marco
institucional favorable para los negocios (proteger derechos de
propiedad, disminuir la burocracia para la creación de empresas y
simplificar trámites) y un mecanismo de financiamiento y facilidades
fiscales para el emprendimiento (startups y pymes); 7) Iniciar un proceso
dinámico al mediano y largo plazo de integración económica que le
permita a Venezuela suscribir acuerdos comerciales de nueva
generación (no limitados a desgravación arancelaria, deben incluir
asuntos como propiedad intelectual, protección al medio ambiente y
comercio electrónico) para acceder a nuevos nichos de mercados en las
cadenas globales de valor;

Igualmente, en un contexto donde los flujos comerciales digitales están


aumentando; 8) Es indispensable la inversión en el sector de las
telecomunicaciones, puesto que es uno de los sectores de la nueva
economía que más beneficios genera. La digitalización de la industria y
el comercio desafían los actuales modelos de negocios puesto que la
exportación de servicios e intangibles no requieren puertos o barcos
para cruzar fronteras; debemos entender esto para avanzar en 9) Una
política cambiaria previsible y transparente para evitar la sobrevaluación
de la moneda, necesitamos un régimen cambiario que genere incentivos
para el exportador no petrolero.
La economía mundial está cambiando y tenemos que adaptarnos

En esta era, las ventajas comparativas basadas en recursos naturales


pierden relevancia, con lo cual resulta clave el desarrollo de ventajas
tecnológicas que permitan hacer frente a una eventual pérdida de
competitividad en los sectores productivos tradicionales donde
Venezuela llegó a poseer capacidad exportable. Desde hace algunas
décadas, hemos venido escuchando reiteradamente la necesidad de
disminuir la dependencia del sector petrolero sin ningún éxito aparente.
La severa crisis actual es una oportunidad para retomar las palabras del
expresidente Rafael Caldera quien en los setenta afirmó:

“Iniciativas interesantes nos animan a esperar buenos frutos para una


política de comercio exterior sistemática, inteligentemente orientada a lograr
una economía de exportación, mediante la acción de una diplomacia cada
vez más consciente de los intereses nacionales y de su propia
responsabilidad” (citado por Luis Grisanti).

La re-industrialización y cambio estructural de la economía


venezolana deberá realizarse entendiendo los paradigmas de la
economía mundial del siglo XXI y la nueva naturaleza del comercio
mundial. Ciertamente, el rezago productivo y tecnológico de Venezuela
es abismal, sin embargo, es el momento de reflexionar sobre qué
proyecto de país y qué modelo de crecimiento y desarrollo económico
queremos para el futuro.

La condición petrolera y vocación energética de la economía venezolana


no se perderá, no hay duda en que será una industria clave en la
construcción de un nuevo país, pero la recuperación de la producción
petrolera según los pronósticos más conservadores requerirá miles de
millones de dólares (difíciles de conseguir considerando la magnitud de
la deuda externa, la precariedad de la economía y el número de
inversiones necesarias en el sector)

A su vez, dado los cambios en el mercado petrolero mundial (nuevos


actores y mayor oferta) y el creciente uso de las energías renovables en
el marco de una transición energética que busca disminuir las emisiones
de carbono (concordante con el Acuerdo de París que busca limitar la
temperatura mundial a través del uso de energías limpias y no
contaminantes que Venezuela suscribió), la demanda de petróleo está
mostrando síntomas de desaceleración con lo cual afectará el precio del
petróleo y los beneficios esperados actuales y del futuro. En todo caso,
los recursos provenientes del petróleo deberían destinarse para
financiar ecosistemas de innovación y de emprendimiento que permitan
disminuir el peso de los hidrocarburos en la canasta exportable.
Finalmente, y es pertinente destacarlo, la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) considera la innovación como una herramienta para el
desarrollo económico cuando adoptó los 17 objetivos de la Cumbre
Desarrollo Sostenible en 2015. El objetivo número 9 es enfático cuando
señala en una de sus metas:

“Aumentar la investigación científica y mejorar la capacidad tecnológica


de los sectores industriales de todos los países, en particular los países
en desarrollo, entre otras cosas fomentando la innovación y
aumentando sustancialmente el número de personas que trabajan en el
campo de la investigación y el desarrollo por cada millón de personas,
así como aumentando los gastos en investigación y desarrollo de los
sectores público y privado para 2030” (UNDP, 2015).

Es necesario promover el debate sobre la futura inserción comercial de


Venezuela desde un enfoque que considere los nuevos patrones
productivos y comerciales globales. Tenemos una oportunidad valiosa
para desarrollar una cultura exportadora y emprendedora que permita
diversificar la matriz productiva y exportadora para reducir los tiempos
de reconstrucción de nuestro producto interno bruto. En realidad, el
comercio se está desplazando hacia servicios y bienes intensivos
en conocimientos  y tecnologías digitales con lo cual se hace
indispensable dar un salto hacia la innovación si queremos
verdaderamente sentar las bases para un cambio estructural del
comercio exterior venezolano, reducir las brechas productivas,
aumentar la competitividad y aprovechar las oportunidades comerciales
y financieras que ofrece el cambio tecnológico en el marco de la Cuarta
Revolución Industrial. De lo contrario, las brechas tecnológicas y
productivas con el resto del mundo seguirán aumentando y
quedaremos desplazados de la nueva dinámica comercial mundial.

ProEconomía es una organización independiente que ofrece análisis


disponibles para todos gracias a las contribuciones de nuestros lectores.

El dinero y el comercio
internacional
17 febrero, 2017

Añadir comentario

En este post trataremos sobre la interacción entre economías ubicadas en


zonas monetarias distintas que se conectan a través del comercio
internacional. Concrétamente examinaremos lo que ocurre cuando una
economía incurre en un déficit comercial.

Supongamos que la empresa IMPORTASA, residente en la zona euro, desea


importar vehículos fabricados por la empresa ACME ubicada en la zona
monetaria del dólar de los EEUU. IMPORTASA quiere vender esos vehículos a
otros residentes en la zona euro y por tanto a cambio recibirá depósitos
denominados en esa moneda. Sin embargo ACME tiene como moneda
funcional el dólar. IMPORTASA tiene un negocio que solo puede generar
depósitos denominados en euros. ACME desea recibir dólares a cambio de la
venta de los automóviles que fabrican. Esto plantea un dilema que puede ser
resuelto de dos maneras.

1. Alguien en el país exportador desea obtener a cambio un depósito


denominado en la moneda del país deficitario.
2. Un residente en el país exportador nos concede un préstamo denominado
en la divisa del país exportador.
Operativamente este dilema lo resuelve una entidad financiera que puede
intermediar entre el exportador y el importador. Pero en esencia el
intermediario financiero simplemente traslada el problema a otra entidad o a
otra persona.

Si pasamos del caso particular de una empresa al de una economía agregada y


suponemos que ésta incurre en un déficit comercial —es decir, que las
compras a extranjeros han superado en valor a las exportaciones al resto del
mundo— el dilema es el mismo. Una vez saldadas todas las transacciones
comerciales entre residentes y extranjeros, quedará una posición neta
deficitaria denominada en alguna moneda; puede ser en nuestra moneda o en
divisas extranjeras. Veamos ambos escenarios a continuación.

El país exportador desea obtener a cambio de sus exportaciones un


depósito denominado en la moneda del país deficitario
En el primer caso, cuando nuestra economía es deficitaria, los extranjeros
aceptan cobrar mediante depósitos denominados en euros. En el futuro estos
depositantes podrían decidir ejercer este poder de compra y de esta manera la
balanza comercial se equilibraría. Un déficit comercial en euros hoy podría
transformarse en un superávit comercial en el futuro.

La conclusión relevante es que un déficit comercial simplemente puede ser la


imagen refleja del deseo los extranjeros de mantener depósitos denominados
en nuestra moneda. Esto es lo que hacen los chinos, los alemanes o los
coreanos. Producen bienes y servicios que exportan a otros países. Estas
naciones exportadoras, presentadas como parangón de la competitividad y el
éxito por el pensamiento económico dominante, mantienen un superávit
comercial durante muchos años con el resto del mundo. ¿Qué reciben a
cambio? Simplemente una anotación contable en una divisa extranjera.

Un caso paradigmático es el de la relación entre China y los EEUU. Los chinos


exportan mucho al país americano. A cambio reciben depósitos en dólares.
Podrían utilizarlos para ir a Disneylandia, comprar coches fabricados en
Detroit o fármacos sintetizados por una farmacéutica americana. Sin embargo,
prefieren mantener los depósitos en dólares, al parecer por tiempo indefinido.
El gráfico siguiente muestra la balanza comercial de los EEUU con China que
ha sido permanentemente deficitaria hasta alcanzar los 350 mil millones de
dólares. En la prensa leeremos a menudo que EEUU está cada vez más
endeudado con el país asiático. Eso sería peligroso para la nación americana
porque el día que China no desee financiar a EEUU podría suponer el
hundimiento de su economía. ¿De verdad? Piénsenlo otra vez: ¿qué pueden
hacer los chinos si ya no desean tener depósitos en dólares? Pueden utilizarlos
para comprar bienes y servicios a la venta en dólares, es decir, producidos en
EEUU. No parece un escenario muy amenazante.

Fuente: US Census

Fugas del circuito


¿Es preocupante que los residentes de un estado se endeuden respecto al
resto del mundo en su propia moneda? Sí hay un pequeño problema.
Debemos ser conscientes de que cuando los extranjeros desean materializar
el ahorro generado por sus ventas a nuestro país en depósitos denominados
en nuestra moneda se produce una fuga del sistema económico. Las
importaciones son un destino de las rentas generadas en nuestro país por los
factores productivos (capital o trabajo). Si estas rentas no se destinan a
comprar bienes y servicios producidos en nuestro país se producirá una caída
de la demanda interna que puede llevar a una caída de la producción y un
aumento del desempleo. Recordemos que a nivel macroeconómico

INGRESO=GASTO=PRODUCCIÓN.

Si imaginamos la economía como un circuito podemos visualizar las


importaciones como una fuga que detrae poder de compra de éste. Esto es lo
que representa de forma estilizada el siguiente gráfico.
Por tanto, si no todo nuestro ingreso se destina a gasto dentro de nuestra
economía entonces la producción caerá. ¿Cómo conseguimos que no caiga la
producción y se genere desempleo?

Para evitarlo tiene que existir algún agente nacional dispuesto a consumir más
de lo que ingresa por importe equivalente al déficit comercial. Es decir, tiene
que haber un agente dispuesto a endeudarse. Una posibilidad es que se
endeude el sector privado. (Veremos en un post posterior que esto fue lo que
ocurrió en España cuando entramos en el euro).

Pero si el sector privado desea ahorrar solo queda otro agente que puede
desahorrar: el sector público, el gobierno. Para que no caiga la producción en
nuestra economía el estado debe incurrir en un gasto deficitario para
compensar las fugas de poder de compra al exterior. El estado puede suplir el
poder de compra no utilizado con mayores inyecciones de gasto público o
reduciendo los impuestos. Este es el célebre “déficit gemelo” que preocupaba
por ejemplo a los economistas de la escuela de Cambridge.

Este endeudamiento del estado puede revertirse en el momento en que el


sector exterior decide comprar más de lo que nos vende. En el caso de que
tuviéramos un superávit comercial permanente podría ser conveniente que el
estado redujera su gasto o aumentara los impuestos para evitar que la presión
exportadora genere tensiones inflacionistas. La obsesión alemana por
mantener un superávit de sus cuentas públicas es un ejemplo de una política
que compensa el excesivo superávit exterior de su sector privado.

Los extranjeros nos han dado un préstamo en moneda extranjera.

Examinemos el segundo caso. Por ejemplo, un banco en la zona dólar concede


un préstamo en dólares al importador ubicado en la zona euro. Al hacerlo
constituye un nuevo depósito en esa divisa a favor del importador quien lo
puede utilizar para pagar a su proveedor extranjero.
Esta operación  crea un problema diferido. Si los importadores no pueden
generar dólares en su propio negocio tendrán que vender euros para comprar
dólares, dicho de otra manera, tendrán que encontrar a alguien que necesita
euros y esté dispuesto a entregar dólares a cambio. Por ejemplo, el comprador
de esos depósitos denominados en euros podría ser un exportador que ha
conseguido dólares pero realmente necesita su moneda funcional para pagar
a sus acreedores o pagar sus impuestos. (Operativamente estas transacciones
no se hacen directamente entre importadores y exportadores sino que
normalmente intervendrá alguna institución financiera que puede casar esta
oferta y demanda). Sin embargo en este caso trasladamos el problema a otro
agente nacional que se queda endeudado en una moneda extranjera. Este
agente tiene que ser capaz de generar flujos de caja denominados en esa
divisa en el futuro para pagar el principal más los intereses.

Los riesgos del endeudamiento en moneda extranjera


En una economía que se endeuda en moneda extranjera y que no es capaz de
generar divisas por importe suficiente para saldar la deuda habrá más
compradores de divisas que vendedores. La consecuencia de la sobreoferta de
moneda nacional y el exceso de demanda de divisas es que la primera se
depreciará respecto a la segunda.
La depreciación de la divisa encarece las importaciones y abarata las
exportaciones. Esto puede equilibrar la balanza comercial. Pero también tiene
el inconveniente de que las personas y empresas previamente endeudadas en
divisas extranjeras tendrán que ofrecer más unidades de su moneda nacional
en el futuro cuando compren la moneda extranjera que necesitan para pagar
a sus acreedores. Si no son capaces de  afrontar ese encarecimiento de sus
préstamos externos pueden entrar en situaciones de insolvencia. (Además el
encarecimiento de las importaciones  puede transmitirse a los precios finales
causando inflación, sobre todo si la economía es muy abierta tema que
trataremos en un post posterior). Es poco recomendable endeudarse en
moneda extranjera salvo que uno tenga probada capacidad de generar los
flujos de caja en la misma moneda que le permitan atender el servicio de su
deuda.

En los años de la burbuja inmobiliaria española algunas entidades financieras


ofrecieron a sus clientes de forma torticera e imprudente préstamos
hipotecarios denominados en yenes o francos suizos. Estos bancos engañaron
a sus clientes arguyendo que así podrían beneficiarse de los tipos de interés
más bajos vigentes en esas zonas monetarias. Cuando el franco suizo se
apreció respecto al euro algunos de los que picaron se encontraron con un
encarecimiento imprevisto de sus cuotas hipotecarias. Los hogares
normalmente perciben ingresos en la moneda de su propio país. Para ellos
endeudarse en una moneda extranjera implica asumir un riesgo cambiario
que puede tener proporciones excesivas para una economía doméstica.

El riesgo de endeudarse en moneda extranjera también es relevante para los


los estados. Muchos gobiernos de economías menos desarrolladas han
recurrido a financiación en divisas para abastecerse de tecnología extranjera,
bienes de capital o armamento. Estas compras se financian frecuentemente
con deuda externa denominada en divisas extranjeras. Este tipo de
operaciones son las que pueden originar una crisis de deuda externa.

Tal fue el caso de los países de América Latina en los años 70 cuyas economías
llegaron a acumular un nivel de endeudamiento externo equivalente a casi el
50% de su renta nacional bruta. El proceso fue fomentado por bancos de
inversiones que animaron a los gobiernos a entrar en unas operaciones de
financiación que se revelarían muy imprudentes El problema de
endeudamiento se vio acentuada por la depreciación de sus monedas que
elevó el valor nominal de estas deudas expresadas en la divisa nacional. Estas
economías llegaron a un punto en el que ya no fueron capaces de generar
suficientes divisas procedentes de sus exportaciones como para atender el
servicio de su deuda externa y además seguir importando bienes básicos del
extranjero. La necesidad de destinar una gran parte de las exportaciones a
pagar intereses y principal a los acreedores extranjeros implicó que una parte
importante de sus recursos se desviaran a un uso socialmente inútil. Para
atender esos pagos los estados tuvieron que aplicar políticas de austeridad
que perjudicaron sobre todo el gasto social, deprimieron la economía y
dejaron a muchas personas sin empleo y sumidas en la miseria. La crisis de la
deuda causó una década pérdida en América Latina.

Por tanto, debemos ser conscientes de que la ventaja de ser un emisor en


régimen de monopolio se limita a todos los bienes y servicios que se hallan a
la venta en la moneda que emite el estado y no aplica a los bienes y servicios
producidos en el extranjero.

Analicemos la balanza de capitales desagregada por divisas


Tradicionalmente los países publican una balanza comercial que muestra el
saldo de las exportaciones y las importaciones de bienes y servicios. Si
añadimos la balanza de rentas, que recoge los pagos al extranjero por
intereses, dividendos, salarios pagados a trabajadores extranjeros menos los
ingresos por los mismos conceptos, obtenemos la cuenta corriente.
El saldo de la balanza por cuenta corriente está compensado por la balanza de
capitales que recoge la financiación neta recibida del extranjero si
mantenemos un déficit o la financiación neta concedida a extranjeros si
conseguimos un superávit en la balanza por cuenta corriente.

Cuando una economía incurre en un déficit comercial más o menos


prolongado esto no representa un riesgo mientras los extranjeros están
dispuestos a mantener saldos denominados en la moneda del país deficitario.
En cambio, si los extranjeros prefieren que los pagos se hagan en su propia
moneda o en la de un tercer país, imponen sobre los importadores la
obligación de realizar una serie de pagos periódicos al acreedor en esa
moneda con posterioridad. Además si estas empresas u hogares no los
pudieran conseguir su estado no podrá rescatarlos —por ejemplo,
nacionalizando sus negocios— para saldar su deuda con el acreedor
extranjero.
El gobierno debe evitar o minimizar el endeudamiento en moneda extranjera.
Si nos endeudamos en nuestra moneda el gobierno siempre podrá garantizar
que los extranjeros cobrarán su deuda. Incluso, si hubiese alguna entidad
financiera o empresa del sector privado excesivamente endeudada en euros el
estado siempre podría nacionalizarla si considera que su quiebra o liquidación
dañaría la economía nacional.

En cambio si nos endeudamos en otra divisa para comprar bienes y servicios


al extranjero podemos encontrarnos con problemas para atender los pagos en
el futuro porque tenemos que asegurarnos de que podremos hacernos con
esas divisas en el futuro.

Esto es especialmente válido para economías menos desarrolladas.

¿Quiere esto decir que un país pobre no debe importar bienes del extranjero?
La realidad es si un país es pobre y carece de tejido industrial para producir
bienes y servicios que realmente interesen a los nacionales de otros países
ninguna política de tipos de cambio puede resolver ese problema. En este caso
un gobierno responsable tratará de encauzar las entradas de divisas
extranjeras hacia la compra de bienes extranjeros que sean realmente de
primera necesidad como fármacos o material sanitario o bienes de capital que
pueden mejorar la capacidad productiva del país en el futuro.

Lo que debe minimizar o desincentivar es la entrada de bienes suntuarios que


son socialmente poco útiles. Lamentablemente, en muchos estados
subdesarrollados, muchos de ellos con débiles mecanismos democráticos de
control y elevadas desigualdades sociales, las élites suelen poner la economía
a su servicio y podemos ver cómo una parte de los ingresos por exportaciones,
normalmente de materias primas producidas gracias al duro trabajo de
campesinos y mineros, se destina a la importación de vehículos de lujo y otros
bienes suntuarios. Esto no solo expone el país a crisis de deuda futuras sino
que supone un ejemplo de cómo las élites explotan a las clases populares.

Una política que fomente la sustitución de importaciones o las restricciones al


libre movimiento de capitales pueden ser aconsejables para las economías
menos desarrolladas o para las que no cuentan con una divisa utilizada como
moneda de reserva. El gobernante prudente permitiría la constitución de
préstamos a favor de empresas y ciudadanos de esa economía denominados
en moneda extranjera condicionada a la comprobación de que los depósitos
se destinen a la compra de equipamiento que aumenten el potencial
productivo de la economía en el futuro. También puede ser útil limitar los
depósitos constituidos a favor de extranjeros para especular en los mercados
financieros. Este tipo de operaciones suele generar movimientos de grandes
capitales que pueden causar una gran volatilidad en la cotización de la divisa.

Es desafortunado que los servicios estadísticos nacionales no suelen publicar


la balanza de capitales desagregada por divisas. Un incremento del
endeudamiento externo denominado en divisas extranjeras sería un motivo
de alerta mientras que un endeudamiento en la propia moneda plantea
menos problemas. Una balanza de capitales que no desagrega por divisas
hace que perdamos de vista esa información crítica.

En un post posterior hablaremos de los regímenes cambiarios y defenderemos


la necesidad de que el tipo de cambio sea flotante para asegurar una
verdadera soberanía monetaria. También hablaremos de qué determina las
posiciones ahorradoras o deficitarias de los sectores de una economía.

Venezuela tiene espacios para avanzar en el comercio exterior, afirmó el ministro


del Poder Popular de Economía y Finanzas, Simón Zerpa, en entrevista con la
agencia de noticias cubana Prensa Latina. 
“Afortunadamente, Venezuela tiene espacios de trabajo y cooperación, por eso es
muy importante avanzar en su comercio exterior y en sus finanzas públicas, que
para nosotros ha sido una experiencia extraordinaria y hemos recibido la
solidaridad de todos los países que constituyen una alternativa a la actitud
hegemónica de Estados Unidos”, explicó.

Destacó la presencia que ha tenido Venezuela en el II Foro Internacional de


Cooperación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, reseña  nota del ente
gubernamental.
Zerpa expresó desde Beijing, China, que Venezuela mostró cómo avanza en el
comercio exterior y en las finanzas públicas en un mundo distinto al que Estados
Unidos ha pretendido imponer.

Aseveró que la Patria de Bolívar está iniciando sus pasos en el relacionamiento


con la iniciativa de la Franja y la Ruta y también lo está haciendo con el Banco
Asiático de la Infraestructura, entidad que es base para el desarrollo de la
propuesta.
“Nosotros creemos que todos los proyectos de comunicación e infraestructura e
incluso de desarrollo petrolero serán llevados a consideración de los países
miembros de la franja. Nosotros como país con una de las reservas de petróleo
más importante del mundo podemos aumentar la capacidad portuaria para la
exportación a todos los países de la región que requieran nuestro petróleo”, dijo.

Venezuela, acotó, por el nivel estratégico que tiene con la República Popular
China, apoya las iniciativas de política exterior que el país asiático lleva adelante,
porque comparten los principios en el relacionamiento con el mundo, en torno al
respeto y el desarrollo estratégico.

“Nosotros tenemos una Asociación Estratégica Integral, que es un nivel de


relacionamiento muy alto y fue alcanzado ya hace 5 años por el presidente Nicolás
Maduro, y el presidente Xi Jinping en el entendido de que las relaciones nuestras
con China son un legado del comandante Hugo Chávez”, precisó Zerpa.
El Ministro de Economía y Finanzas afirmó que el Gobierno Nacional se encuentra
en contacto permanente con todos nuestros aliados políticos y comerciales para
defender la soberanía de Venezuela, crear nuevas rutas para satisfacer las
necesidades del pueblo y llevar adelante las instrucciones del presidente
Maduro. /JB

 de Comercio Exterior: Caso Venezuela

El Mundo

Por Moisés Bittán
La Política Exterior de Venezuela está regida por los fundamentos de la constitución de 1999 que
establece los principios de independencia, igualdad entre los Estados, libre determinación y no
intervención, solución pacífica de los conflictos, cooperación, respeto a los derechos humanos,
solidaridad entre los pueblos y la democratización en la toma de decisiones en los organismos
internacionales. Según nuestra Constitución, Venezuela también debe promover y consolidar la
integración latinoamericana y caribeña, el desarme nuclear y el equilibrio ecológico. Estos resultan los
fundamentos políticos que deben regir nuestras políticas de integración en todos los ámbitos de nuestro
pueblo.

En la política exterior venezolana los recursos energéticos derivados de los hidrocarburos han
dinamizado la participación de nuestro país en los escenarios internacionales, seguida a considerable
distancia por los minerales como el hierro y el aluminio procesados en nuestras empresas. En ambos
casos, y a veces de manera contraproducente, el papel del estado en su procesamiento y comercialización
sido preponderante y ocupan más del 95 por cierto de las divisas que generamos.

Los enfoques que se pueden tener sobre el rol del estado en estos rubros son muchos, pero todos
coinciden en la imperiosa necesidad de atomizar las fuentes generadoras de divisas e integración
comercial con los mercados internacionales.

Fomentar las exportaciones no tradicionales, atraer el turismo extranjero, incentivar la inversión de


capital foráneo son las principales fórmulas para ampliar la matriz generadora de divisas. Estas acciones
a su vez expandirán las posibilidades de lo venezolanos en disponer de más opciones de progreso.

No debemos pasar por alto que no somos los únicos que desean atraer del exterior unas divisas que
resultan escasas en la actual economía global. Nuestro desempeño doméstico dependerá de cuán bien
sepamos atraer, reproducir y retener el interés   de la comunidad internacional.

COMERCIO INTERNACIONAL
La importancia que tienen las relaciones internacionales en el campo comercial, político o cultural ha
alcanzado, a nivel mundial, un profundo significado, a tal grado que no se puede hablar tan sólo
intercambio de bienes sino de programas de integración.

Las causas para producirse el Comercio Internacional son obvias: distribución irregular de los recursos
económicos y diferencia de precios, la cual a su vez se debe a la posibilidad de producir bienes de
acuerdo con las necesidades y gustos del consumidor.
El comercio internacional permite una mayor movilidad de los factores de producción entre países,
dejando como consecuencia varias ventajas, entre las cuales tenemos: a) que cada país se especializa en
aquellos productos donde tienen una mayor eficiencia lo cual le permite utilizar mejor sus recursos
productivos y elevar el nivel de vida de sus trabajadores; b) tendencia a la estabilidad de los precios; c)
importación de aquellos bienes cuya producción interna no es suficiente y no sean producidos; d) que la
oferta de nuestros productos que exceden el consumo a otros países, en otros mercados; e) el equilibrio
entre la escasez y el exceso; f) los movimientos de entrada y salida de mercancías dan paso a la balanza
en el mercado internacional; g) y finalmente por medio de la balanza de pago se informa que tipos de
transacciones internacionales han llevado a cabo los residentes de una nación en un período dado.

CASO VENEZUELA:
Debemos potenciar nuestra economía local para exaltar la bondades de los productos no tradicionales,
buscando resaltar las ventajas competitivas hacia el mundo exterior;  sin dejar de satisfacer las
necesidades locales, es decir, sin descuidar el mercado interno. En tal caso, el estado  desempeña un
papel fundamental para el apoyo de esta ardua labor conjuntamente con la participación de los entes
privados y colectivos, llámese a industrias y empresas privadas, cooperativas, así como personas
naturales, de tal manera poder recuperar nuestra participación en los mercados externos y traer riqueza y
bienestar a nuestros ciudadanos.
Se requiere de una política de comercio exterior con énfasis en la explotación de nuestras ventajas más
que en nuestros deseos y empatías ideológicas, que estimule el desarrollo armónico del aparato
productivo nacional, impulsando las ramas con mayores efectos multiplicadores sobre la producción, la
inversión física, el empleo y el ingreso nacional.

Existe una experiencia exitosa de exportación de productos no tradicionales  con los países vecinos  que
debemos profundizar gracias  a los acuerdos con los bloques de integración económica como la
Comunidad Andina de Naciones.

En materia del patrón de cambio, hay que propiciar  precios competitivos de nuestra paridad monetaria y
en concordancia con los mercados internacionales de moneda extranjera; adicionalmente resulta
imperativo que el marco  jurídico y todos los entes involucrados en el sistema de administración de
divisas garanticen también el impulso de las exportaciones no tradicionales.

Torino Economics:
Exportaciones venezolana
registrarán caída de 29% en el
2019
Torino Economics publicó una actualización de su índice de exportaciones,
elaborado a partir de los datos aduanales de 31 socios comerciales que abarcan
84,8% del comercio exterior venezolano.
Por

 Descifrado

 -

enero 18, 2019

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De acuerdo con las estimaciones de Torino Economics, las exportaciones venezolanas


registrarán en el año 2019, una caída de 29% revela la firma al dar a conocer los resultados del
año 2018 y las expectativas en torno a esta variable para el año que recién comienza.

En efecto, Torino Economics publicó una actualización de su índice de exportaciones,


elaborado a partir de los datos aduanales de 31 socios comerciales que abarcan 84,8% del
comercio exterior venezolano. La serie muestra un incremento de 7,0% de las ventas mensuales
para el mes de octubre y un aumento de 27,6% con respecto al año anterior, ubicándose en
USD 2,8 millardos. “El valor en dólares de las exportaciones venezolanas, constituidas
principalmente por petróleo y derivados, permanece dentro del rango de variación visto en los
últimos 12 meses, con el aumento de los precios hasta octubre compensando la caída de la
producción de crudo”, indica la firma, publica elimpulso.com..
Destaca que durante los primeros 10 meses de 2018, las exportaciones fueron 58% más bajas
que durante el mismo periodo de 2012. No obstante, debido principalmente a la recuperación
de los precios del petróleo, las ventas pudieron mantenerse estables pese al colapso de la
producción petrolera venezolana. La firma estima que las exportaciones cerraron el año pasado
en USD 33,3 millardos, cayendo solo 2,6% con respecto a 2017. Torino Economics considera
que esta tendencia no se mantendrá en 2019 y calcula una caída de 28,5% a USD 23,8
millardos.

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No deje de leer: Aumento en precios de alimentos llega hasta 300%

“El reciente declive en los precios del petróleo tuvo un efecto moderado sobre los resultados de
2018 pero tendrá uno más sustancial en los números de 2019. Los cambios en los precios entre
octubre hasta la fecha implican una pérdida de USD 12,7 millardos en ingresos anuales por
exportaciones para Venezuela, de acuerdo con nuestros estimados actuales, haciendo mucho
más difícil para el gobierno evitar mayores recortes en las importaciones y sugiriendo que se
avecinan tiempos aún más difíciles para la atribulada economía venezolana”, explica Torino
Economics.

Severa caída de las importaciones

Por otra parte, revela la firma que las importaciones venezolanas se recuperaron en el mes de
octubre, según el índice I-31 de Torino Economics, basado en los datos de 31 socios
comerciales. Los resultados revelan un aumento interanual de 30,7% y un incremento mensual
de 28,2%, registrando el segundo salto mensual más elevado de 2018 a USD 840 millones. Sin
embargo, las cifras de octubre están solo 2,6% por encima del promedio de los primeros 10
meses del año.

La firma advierte que estos resultados no necesariamente se traducen en mayor cantidad de


bienes disponibles en los anaqueles. En su informe semanal, indica que la cifra de octubre está
muy por debajo de los USD 4,8 millardos destinados a importaciones en el mismo mes de
2012, lo que implica una caída de 82,5% en seis años. En 2018, explican los analistas, se
produjo una estabilización de las compras externas a niveles históricos muy bajos. “Una mirada
de largo plazo a las series de importaciones históricas sugiere que las importaciones reales per
cápita de este año estarán en su nivel más bajo desde al menos 1946 y 34,1% por debajo de su
punto mínimo previo en 1990”, indica la firma.

El informe también refiere que el incremento de las importaciones se ve explicado, en buena


medida, por el aumento de las compras de derivados de petróleo provenientes de Estados
Unidos. De acuerdo con los datos de la Comisión de Comercio Internacional, la compra de
petróleo y subproductos estadounidenses se ubicó en octubre en USD 343 millones, 2,1 veces
el promedio de 2017.

Estas importaciones representan 66,5% de las compras totales a Estados Unidos y han
aumentado 95,7% entre enero y octubre de 2018 con respecto al mismo periodo de 2017. Esta
serie, añade la firma, permite inferir el comportamiento de las importaciones no petroleras, que
se ubicaron en USD 105 millones en octubre. La caída con respecto al año anterior es de 17,9%
y en los primeros 10 meses de 2018 la contracción acumula 22,5%. “En 2017, las
importaciones no petroleras representaban 52,8% de las compras desde Estados Unidos,
mientras que, hasta octubre de 2018, abarcaron solo 33,5% del total. En otras palabras, a pesar
del gran aumento en las importaciones petroleras desde Estados Unidos, las no petroleras han
sufrido un fuerte declive en el último año”, indica.

El comportamiento de esta serie implica que el uso de las importaciones como indicador de las
condiciones de vida de los venezolanos debe hacerse con cautela. Hasta octubre de 2018, las
compras de petróleo y derivados desde Estados Unidos habían promediado USD 302 millones
al mes, muy por encima de los USD 86,2 millones mensuales registrados en 2017. “Esto
significa que USD 215,8 millones en compras adicionales se pagaron por productos
intermedios a ser usados en la industria petrolera, como consecuencia principalmente de las
problemáticas condiciones del sector refinador venezolano. Incluso sin tomar en cuenta los
posibles aumentos de compras de petróleo a otros países (de las cuales no tenemos suficiente
data), estos resultados demuestran que ha habido un declive significativo en las importaciones
no petroleras totales y, por lo tanto, en la disponibilidad de productos importados para el
consumo del país”, concluye.
Recomendaciones económicas, análisis, entrevistas y una mirada global la podrás encontrar
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