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DEVALUACIONES
Para 1958 las reservas internacionales, sufren una fuerte caída, debido por un lado a la salida de
capitales que se produjo a raíz de la caída de Pérez Jiménez y por el otro a la caída de los precios
del petróleo, esta situación llevó a que en 1961 se volviera a devaluar por segunda vez, pasando el
tipo de cambio a 4,30 Bs/$, manteniéndose estable por 22 años más. Se elimina la plata de las
monedas y se reemplaza por níquel. Llegamos al viernes negro de Febrero de 1983, con un país
hipotecado, consumista, con niveles de corrupción a todos los niveles. Se crea Recadi, y el
régimen de cambios diferenciales para restringir la libre distribución de las divisas derivadas de la
renta petrolera. Es así como se manejan tres tipos de cambios: * Dólar preferencial a Bs. 4,30 para
deuda pública y privada y bienes esenciales; * Dólar a Bs. 6 para gastos necesarios pero no
esenciales; * Dólar flotante para viajeros y gastos no indispensables; inicialmente fue de 7,50 pero
mensualmente aumentaba de valor.
Durante todos los periodos presidenciales siguientes se llevaron a la práctica diversos modelos de
cambios mixtos como: minidevaluaciones, maxidevaluaciones, sistemas de bandas; cambios
diferenciales, duales y triples; control cambiario sumado a la restricción en la adquisición de
divisas.
A partir de marzo de 1984 la moneda sufrió una devaluación de 41% al definirse una sola tasa de
cambio preferencial de 7,50 Ba/$. A finales de 1986 el tipo de cambio oficial se ubicó en 14,50
bolívares por dólar.
En febrero de 1989 se instauró un programa de ajuste con el Fondo Monetario Internacional (FMI),
en donde se adoptó un esquema de flotación del tipo de cambio. En marzo de 1989 se ubicó en
VEB/US$ 35,68. Posteriormente se aplicó un esquema de mini devaluaciones, hasta que se
implantó el modelo de control de cambio durante el periodo 1992-1994 saltando el tipo de cambio
a 170 Bs/$.
Como dato importante para entender el ajuste que se dio en la tasa de cambio hay que señalar que
en el año 2008 a los fines de maquillar la inflación, se crea una nueva Unidad Monetaria “Bolívar
Fuerte”, eliminándose tres ceros al Bolívar.
Para el 2010 y luego de 5 años con el tipo de cambio estable en 2,15, se vuelve a devaluar la
moneda, luego de la recesión del 2009 aplicándose 2 tipos de cambio el de 2,6 y el de 4,3 Bs/$,
queriendo aparentar el tipo de cambio de los años 60. Es un año bastante complicado desde el
punto de vista de la estabilidad monetaria, aparece el SITME y un tercer tipo de cambio a 5,30 para
importaciones no prioritarias, y por último se unifica el primer tipo de cambio llevándolo todo a 4,3
Bs/$.
En Marzo de 2013 se crea el SICAD, el cual es una subasta a través de la cual personas naturales
y jurídicas postulan sus peticiones para la adquisición de dólares. El dólar SICAD es variable,
dependerá de cada subasta; también continua activo el suministro de dólares por CADIVI. Para
finales de año se creó el CENCOEX, el cual se encargaría de administrar las operaciones de
CADIVI y el SICAD.
Durante el año 2014 crea el SICAD II con el objeto supuesto de acabar con el dólar paralelo, sin
embargo, como es de todos conocidos con la creación del SICAD tenemos varios tipos de cambios
el de 6,30 Bs/$; 12 Bs/$ (SICAD I); 52 Bs /$ (SICAD II); y el tipo de cambio paralelo que desde
hace varias semanas no baja de 180 Bs/$ y el que rige verdaderamente el mercado.
A partir del viernes 10 de abril, el gobierno de Nicolás Maduro aplicó restricciones a la obtención
de divisas, transfiriendo a la banca pública dichas operaciones y reduciendo los montos a otorgar
a los viajeros, debido a la disminución de los ingresos petroleros, siendo esta la última decisión que
en materia cambiaria se ha tomado en Venezuela en la ya larga cronología que hemos descrito
aquí.
https://www.mises.org.es/2012/04/comercio-exterior-y-devaluacion/
Con motivo de la actual crisis no son pocos los economistas que apuestan por una
devaluación/depreciación de la moneda nacional, con el objetivo de ganar
competitividad en los mercados internacionales e incrementar las exportaciones
dando uso a los factores ociosos, y permitiendo por lo tanto mitigar el problema del
creciente desempleo. Ante la luz verde de la academia, los políticos más avezados
se lanzan a la aventura, no siempre acabando ésta en buen puerto. ¿Es esta
extendida visión correcta? ¿Son todos los efectos los esperados por las medidas?
Intentaremos dar solución a lo largo de este artículo a estas cuestiones.
El sentido económico de la devaluación
Como diría el gran economista francés Frederick Bastiat, lo que diferencia al mal
economista del buen economista al enjuiciar una circunstancia económica es que
el primero tan solo es capaz de ver los efectos inmediatos (lo que se ve), mientras
el segundo es capaz de hacer abstracción de aquello que habrá de provocar la
circunstancia de forma mediata (lo que no se ve). Al tratar el tema del comercio
internacional y su relación con los mercados de divisas, estamos ante un claro
caso en el que se tienden a infravalorar los efectos mediatos, mientras que se
sobrevaloran los inmediatos.
Como punto de partida hemos de señalar que si bien se pretende hacer hincapié y
señalar todo aquello que no se ve, las consecuencias imprevistas y generalmente
mediatas de cualquier intervención en política económica y en general en el
proceso social son inmensas, y además relacionadas con una multitud de factores
casi infinitos, entre ellos por supuesto, otras intervenciones en política económica
(aunque sean de otra índole). Es por ello que resulta del todo imposible tener la
certeza de incluir todo lo relevante para la cuestión.
Desde luego como idea para enriquecer a los ciudadanos de un país parece un
poco insensata. Si antes de la devaluación el país importaba vehículos japoneses
a pesar de fabricar en suelo nacional, significa que al menos una parte de los
consumidores valoran más los coches nipones que los nacionales, si se impone
un sobreprecio a los primeros por medio de una devaluación se reducirán las
opciones de consumo del ciudadano nacional coartando en parte su libertad para
elegir aquellos productos que más le satisfagan. Si para un individuo el vehículo
japonés a igualdad de circunstancias satisface mejor sus necesidades y además
puede conseguirlo a mejor precio, el hecho de devaluar su moneda puede hacer al
vehículo nacional más atractivo y optar por su compra, o incluso puede hacer que
el consumidor nacional opte directamente por no comprar ninguno de los dos, en
cualquier caso es claro que su situación es menos favorable que antes de la
devaluación. En cambio al consumidor japonés puede que ni siquiera se le hubiera
pasado por la cabeza consumir un coche español, pero teniendo en cuenta su
nuevo reducido precio es posible que opte por el, si así sucede (y marginalmente
sucederá) se puede decir que el consumidor japonés ha conseguido una mejora
adicional gracias al sacrificio del consumidor español, se ha producido una
transferencia de riqueza de los consumidores interiores hacia los consumidores
exteriores.
Destrucción de la división del trabajo y
empobrecimiento generalizado
Teniendo en cuenta los efectos inmediatos comentados en el primer punto del
presente trabajo y tomando en consideración la visión generalizada de aumento
de competitividad que rodea a la práctica de la devaluación, es lógico y
perfectamente comprensible que los gobernantes, en su afán de solventar los
problemas lo más rápido posible tomen medidas tendentes o bien a la
devaluación, o bien a una depreciación inducida. Ante esta situación, podría
parecer que todo país que devalúa se va a encontrar en mejor situación, al menos
de manera agregada, con un mayor nivel de empleo de los factores antes no
utilizados (de forma individual acabamos de ver como se produce una
transferencia de riqueza del interior al exterior).
Podría pensarse que durante este proceso lo único que ha ocurrido es que ha
habido más personas trabajando y por tanto se ha creado más riqueza que en
ausencia de la medida, sin embargo, las personas contratadas lo han sido por
error, en sectores en los que nunca debieron ser contratadas, es decir, se han
llevado factores productivos a sectores que no son viables, o que tan solo lo son
en función de nuevas devaluaciones. Además de personas contratadas en
proyectos inviables, se han producido bienes de capital y han sido puestos a
disposición de estos proyectos, y en la medida en que estos no sean convertibles,
habremos desperdiciado ingentes recursos materiales, tal y como se explica en el
siguiente punto.
Es por ello que el sistema que mejor coordina internacionalmente a los agentes
será aquel que proporcione la mayor estabilidad en el tipo de cambio, y en última
instancia esto es cumplido más diligentemente por el sistema que hace que todos
los agentes tengan la misma unidad de cuenta, esto es, el patrón oro. En efecto,
aunque existen muchas otras razones y muy poderosas para la vuelta hacia el
patrón oro, la estabilidad internacional en el tipo de cambio y la necesaria
coordinación internacional de los agentes para extender la división del trabajo
(conocimiento) tanto como sea posible, es un argumento adicional para volver a
utilizar el oro como base monetaria.
La tormenta cambiaria que parece haberse instalado por un tiempo en la Argentina, con
períodos de mayor o menor intensidad, reconfigura la estructura de precios relativos hacia
el interior del país y recalienta la suba de precios a la vez que favorece a los sectores
productivos que apuestan al comercio exterior. En los últimos años, la economía nacional
sufre devaluaciones bruscas sin anestesia a partir de una presión insostenible de los
mercados. No hay gradualismo cuando crece la demanda de dólares por parte de
empresas, especuladores o familias que buscan preservar el valor de sus ahorros ante un
peso que nunca deja de ser débil. La fiebre por la divisa estadounidense revela las
inseguridades y la desconfianza en la economía local y contagia a todos.
La crisis encuentra su explicación en los temblores de la economía mundial a raíz de la
batalla comercial que por estos días sostienen las potencias de Estados Unidos y China,
con otros actores secundarios, un poco también a la merma de la cosecha que sufrió una
durísima sequía que privó al país de entre seis mil y siete mil millones de dólares pero
también a los problemas de siembre: las inconsistencias por tener una organización
económica con demasiados vicios (alto nivel de subsidios, inflación elevada y déficits
crónicos de las cuentas públicas entre otros).
Si bien los que se dedican a estimar los escenarios futuros en una especie de Prode
económico proyectan que la tormenta seguirá durante varios meses, más allá de que los
funcionarios nacionales buscan pintar un panorama no tan desalentador, en una
Argentina tan imprevisible y tan adepta a la improvisación -es decir, donde no hay planes
ni a mediano ni a largo plazo que permitan planificar sobre bases medianamente firmes-,
al menos la devaluación ha dejado en un mejor lugar a los exportadores, lo que permite
achicar el déficit de la balanza comercial.
Un informe de la consultora Ecolatina destacó en estos días que el salto cambiario revirtió
la dinámica del frente externo. Afirma que por el dinamismo económico y el atraso
cambiario, el déficit comercial de bienes y servicios creció 60% en la comparación
interanual durante el primer cuatrimestre de este 2018, rozando 8.000 millones de
dólares.
Tras el salto del dólar y el enfriamiento de la actividad, el desequilibro externo comenzó a
moderarse por el brusco freno de las importaciones, no tanto por el incremento de las
exportaciones que aún debe darse -no es fácil la conquista de nuevos mercados en un
sistema mundial del comercio tan revuelto el proteccionismo se repotenció-. Las compras
que hacen los argentinos pasaron de crecer 20% interanual en el primer cuatrimestre del
año a caer 0,5% en mayo-junio de 2018. En igual sentido, las compras externas de
servicios pasaron de crecer 6% interanual en el acumulado enero-abril caer 12% en el
bimestre mayo-junio.
De acuerdo a Ecolatina, en la segunda mitad del año, el rojo de bienes y servicios se
reducirá, principalmente por el enfriamiento económico y la mejora cambiaria -un
concepto que es positivo en términos de comercio exterior no así por su impacto en los
precios del supermercado y las tarifas-. Esta recuperación obedecerá al desplome
importador y no a un salto exportador, por lo que será el resultado del círculo vicioso de
"menos actividad-menos importaciones" y no del círculo virtuoso "más competitividad-más
exportaciones", subraya la consultora con gran realismo. Por tanto, no hay mucho por
celebrar.
Asimismo, el estudio estima que el rojo en el intercambio de bienes sería prácticamente
nulo en el segundo semestre de 2018, achicándose significativamente respecto a los casi
6.000 millones de dólares de la segunda mitad del año pasado. De hecho, pese a un
primer semestre donde el déficit más que se duplicó, el saldo comercial de 2018 marcaría
una mejora respecto al año pasado, pasando de un déficit 8.500 a 5.500 millones de la
moneda estadounidense.
Por el lado de las ventas externas, Ecolatina sostiene que la sequía pondrá un freno al
avance de las exportaciones. Además, un Brasil que viene morigerando sus proyecciones
de crecimiento marcará que este "motor" no sea tan importante como se esperaba a
comienzos de año. Por su parte, la escalada proteccionista en el plano global no sólo
dificultará en términos comerciales.
Remarca además que no todos los shocks negativos serán exógenos: los sucesivos
aumentos de tarifas (quita de subsidios) y las medidas en estudio de reducción de
reintegros a las ventas externas, minarían la competitividad ganada.
Por el lado de las importaciones el escenario luce más “simple”. El encarecimiento del
dólar y la caída de la demanda interna están golpeando las compras externas.
En 2019, la anémica recuperación económica y un peso depreciado ayudarán a reducir el
déficit externo. Además, un Brasil más dinámico y una cosecha “normal” apuntalarían el
avance exportador. Como resultado, el rojo comercial dejaría de ser un foco de
inestabilidad.
https://diariolaopinion.com.ar/contenido/225441/devaluacion-y-comercio-exterior
Devaluación: Cómo afectará al comercio exterior y a la población
Cómo afectará al comercio exterior argentino y a la población la actual devaluación, ya que
el tipo de cambio del peso argentino respecto del dólar entre el 29 de diciembre de 2017 y
el 16 de mayo del 2018, tuvo un incremento del 30,24%.
Por ello, se dice que, si las devaluaciones no generan aumento de precios, su impacto puede
ser positivo. Ahora bien, en Argentina, mayormente las devaluaciones se transforman
en aumentos de precios porque al exportar productos agropecuarios que cotizan en dólares
a nivel internacional, inmediatamente las empresas corrigen el precio interno en función de
la variación del tipo de cambio de nuestra moneda, no diferenciando el ingreso por una
mercadería exportada o vendida en el mercado interno, puesto que el precio externo lleva
al precio interno.
Si sucede de esta última manera, el comercio no se dinamiza y se incrementa el costo de
vida con una desagradable situación para quienes no pueden incrementar sus ingresos en el
corto plazo, como asalariados y jubilados, fundamentalmente.
La devaluación del año 2002 generó entre 2002 y 2005, un traslado a precios mucho
menor que las anteriores de solo el 27%, por ello, los efectos positivos fueron mayores a
los negativos. El menor traslado de la devaluación a precios se produjo porque al mismo
tiempo, se instrumentaron por el nuevo gobierno retenciones a los precios de las
exportaciones que disminuyeron el incremento de los precios, asimismo, el subsidio a
tarifas ayudó a disminuir los costos y precios internos dinamizando el mercado interno y las
exportaciones. Al mismo tiempo, la política social de ayuda a la gente de menores
ingresos dinamizó el consumo. Es decir, esta no fue solo una devaluación sino una
devaluación con medidas de políticas públicas destinadas a incrementar el consumo como
motor del crecimiento.
Ahora bien, ¿por qué el FMI recomienda devaluar?, la respuesta es que ellos basan su
experiencia en lo visto en los países desarrollados que no exportan mayoritariamente
productos alimenticios sino bienes industriales, que tienen muchos sustitutos, con lo cual es
muy poco probable que una devaluación genere inflación, entonces, la devaluación les
permite exportar porque sus bienes se abaratan en el exterior y sus precios internos no
suben.
Es decir, lo que es bueno para los países desarrollados no es necesariamente bueno
para un país de base primaria exportadora, y tomadora de precios internacionales
como Argentina.
Muchos funcionarios fueron formados en universidades de países desarrollados, y piensan
que la economía argentina funciona como la de esos países; pero ocurre algo distinto en
un país como Argentina, y el efecto dependerá del porcentaje final que la devaluación
tenga sobre los precios.
Si la inflación de los meses próximos es baja, puede haber algún resultado positivo, si la
inflación crece, entonces se anulan los efectos positivos y sólo quedarán los aumentos de
precios que perjudicarán a los sectores trabajadores y pequeñas y medianas empresas. Esto
último tiene amplias posibilidades de ocurrir ahora, porque el gobierno aumentó las tarifas
de servicios públicos y las tasas de interés perjudicarán al consumo.
Por BAE Negocios
La balanza comercial del primer semestre del año mostró un registro
positivo gracias al aumento de las exportaciones y un brusco descenso de
las importaciones, debido a la devaluación que mejoró las condiciones
para insertar productos locales en el mundo, especialmente en los países
asiáticos, y a la crisis del consumo interno que le puso freno a la apertura
de las compras en el exterior.
Compartir
La UE le compró a la Argentina US$3.851 millones y las importaciones
desde el bloque europeo sumaron US$4.668 millones, con una reducción
de 22%. El Nafta (EE.UU., Canadá y México) importó de la Argentina por
US$2.731 millones, que implican una baja de 9,4%, mientras que le
vendió al país por 4.022 millones, con una baja de 15,1%.
¿Cómo afecta el valor de las divisas?
Estas subidas o bajadas pueden darse por la decisión de los gobernantes u organismos de
un país, pero también por desequilibrios en la balanza comercial. Además, en el mercado
interno se pierde poder adquisitivo en relación al exterior y se aumentan los precios
creando una inflación.
Hasta hace relativamente poco, los cambios en el valor de las divisas se han usado
como herramienta de regulación del mercado. Esto es debido a la globalización, la cual
conlleva una reducción de los aranceles, los cuales gravan la entrada de productos, y la
creación de tratados de libre comercio entre naciones. Sin embargo, en un mundo tan
volátil como el presente los aranceles están volviendo a hacer acto de presencia como
medida punitiva.
Conclusiones
¿Qué hay detrás de la subida del dólar? ¿Cuáles son los efectos positivos y
negativos del debilitamiento de las monedas latinoamericanas? Son los principales
interrogantes. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) publicó un
documento que da luz a estos interrogantes, especialmente con respecto al
comercio exterior.
“El déficit fiscal que le genera al Estado el hecho de que Ecopetrol no tenga las
utilidades que venía recibiendo pone en riesgo todo el proceso de inversiones. Se
crea un ciclo descendente de utilidades, lo cual impacta en el nerviosismo de los
diferentes inversionistas extranjeros que deciden llevarse los dólares de Colombia,
que es lo que eleva la tasa de cambio”, explicó Borrero.
Sin embargo, hay muchas otras causas detrás de las devaluaciones. A nivel
general, el estímulo y crecimiento monetario de Estados Unidos es uno de los
factores. Desde 2013, la Reserva Federal inició el retiro de estímulos financieros
que tenían inyectados alrededor del mundo (que rondaban los 85 mil millones de
dólares mensuales) como reacción a sus favorables indicadores económicos:
crecimiento del 3,9% y tasa de desempleo en un 5,8%, el porcentaje más bajo en
seis años.
Otras consecuencias
Mucho se habla del efecto de la devaluación sobre las balanzas comerciales. El
principal efecto positivo es el incremento de la competitividad de las
exportaciones, sobre todo en aquellos productos intensivos en mano de obra o
alto contenido local.
Pese a esto, las cifras para lo corrido el año muestran lo contrario. En mayo de
2015 las ventas externas del país disminuyeron 38,9% con relación al mismo mes
de 2014 (pasó de USD5.495,9 millones FOB a USD3.359,3 millones FOB). En
abril y marzo también se presentaron disminuciones frente a 2014, se redujeron en
25,6% y 22,8% respectivamente.
Efecto temporal
Aunque las devaluaciones se den en tiempo presente, muchas veces hay efecto
temporal por la sensibilidad del sector exportador. “En el caso del sector
financiero, la tendencia devaluacionista impacta de forma directa en las
transacciones y operaciones, porque estas se hacen en tiempo real. Sin embargo,
para el sector real de la economía, los efectos tardan más tiempo en aparecer y
poder ser evaluados”, dijo Esta semana China ha sorprendido a todos con
la devaluación de su moneda durante tres jornadas consecutivas, hasta situarse en
una referencia de 6,401 yuanes por dólar. Con el ajuste de este jueves el Banco
Popular de China da por cerrado el reajuste de su moneda. ¿Por qué lo ha hecho?
El catedrático de Economía Financiera y Contable Oriol Amat atribuye la
decisión del Ejecutivo chino al intento de reflotar sus exportaciones, que cayeron
un 8% durante el último mes, así como para frenar el retroceso de la bolsa china
durante los últimos meses, de hasta el 30%.
En cambio, cuando una economía cuenta con una moneda débil, se vuelve más
competitiva para vender al exterior. Por este motivo, algunos países como China
o Estados Unidos en su momento optan por devaluar su divisa cuando auguran
un estancamiento o retroceso de su economía. “Esto se palpó durante muchos
años cuando se viajaba a Estados Unidos, ya que comprar ahí era más barato que
en Europa. Ahora, los estadounidenses están apreciando su moneda para que
vuelva a ser fuerte y la diferencia se ha reducido.
Sagués destaca que, aunque los países pueden devaluar o apreciar su moneda, los
cambios en el valor de las divisas dependen en gran parte de factores exógenos,
como los movimientos de otros países. Así pues, si todos los competidores
deciden de un día a otro devaluar la moneda, nos encontraremos con una divisa
fuerte sin haber realizado ninguna acción.
Los cambios en el valor de las divisas ha ganado peso como herramienta para
regular el mercado debido al progresivo menor peso de los impuestos
arancelarios, que gravan la entrada de productos de determinadas zonas.
Asimismo, la proliferación de tratados de libre comercio, que suponen la
supresión de estas tasas, también confiere un mayor poder a las fluctuaciones del
cambio de divisas.
“Nos dirigimos hacia una economía más financiera que de bienes. El comercio
internacional tal y como se entendía en el siglo XIX ya es historia. Ahora las
barreras para la entrada de productos extranjeros se crean jugando con el peso de
la moneda”, resuelve Sagués.
el profesor Camilo Almanza.
Las monedas extranjeras y los tipos de cambios en el entorno global de los negocios
afectan a las exportaciones e importaciones en el comercio internacional. El
fortalecimiento de una moneda en un determinado país implica una disminución de
las exportaciones y un incremento de las importaciones.
Los tipos de cambio en el entorno global de los negocios se pueden determinar de
diferentes formas en el ámbito de las finanzas. Con la “regla de otro” los tipos de
cambios se basaban en el valor y en la cantidad de oro que tenía un país.
Hoy en día algunos países establecen sus tipos de cambio, de acuerdo a las
decisiones de los gobernantes. Estos tipos de cambio se pueden fijar también a través
del mercado, de acuerdo a la oferta y la demanda. No obstante, los gobiernos también
pueden influir en ese mercado con la compra de estas monedas.
La moneda y su valor
El bajón del dólar en 1994 ofreció abundante ocasión para la aplicación de esta
teoría. Había que dar una explicación, por fin, al problema práctico de los
poseedores de dólares - que no eran pocos. Entre particulares, grandes consorcios
y hasta reservas internacionales de todas las naciones, hay una gran cantidad de
comparsas y protagonistas de la economía mundial que poseen riqueza en forma
de dólares. Toda esa gente se venía de una vez a menos; el que quería comprar
algo con dólares en el mercado mundial tenía que abonar mucho más que medio
año atrás. Por consiguiente la economía, sección 'eruditos y peritos', concluía
percibir una demanda del dinero americano en descenso, lo que indicaba, a todas
luces, la pérdida de confianza en la calidad de esta materia. Ahora, al caer el
dólar, salían airosos aquellos que con razón habían decidido no apreciarlo en
absoluto.
Claro, lo será sólo hasta donde alcance el poder nacional de un Estado; hecho que
resulta de que esta peculiar forma de riqueza representa una relación social de
poder. Pero esto no significa que sólo en el interior dependa todo del dinero,
mientras que en sus relaciones con el exterior rija otra definición de la riqueza. Si
la riqueza de una nación existe en su dinero, entonces, y con más razón, la
totalidad de la potencia económica de una nación y sus ciudadanos, en sus
relaciones externas, estará en el dinero que allí se acumule. Es la voluntad
explícita del Estado que el poder privado de disposición sobre mercancías, que él
garantiza y se plasma en Dinero, sea el concepto único y exclusivo de la riqueza,
su sustancia absoluta, y no solamente regla del juego social dentro de una nación.
Y sobre esto se ponen de acuerdo los Estados cuando declaran convertibles sus
monedas: al intercambiar sus divisas sancionan la validez absoluta del Dinero, fin
expreso de todas ellas.
En los tiempos en los que circulaban los metales preciosos el contexto era algo
más evidente. La materia del dinero era la misma en todas las naciones
mercantes. La acuñación por parte del Estado daba fe de la autenticidad y del
peso correcto de los metales preciosos en circulación. Y como el derecho de
acuñar coincidía con el poder de falsificar, el Estado no se cansaba de
desmentirlo y de afirmar que el dinero que él acuñaba era dinero de verdad.
Esto es lo que tienen que constatar las naciones que comparan el rendimiento de
su propio dinero con el de otras. Su dinero es dinero; pero si la nación, partícipe
del comercio internacional y sometida así a la comparación internacional,
constata que la producción nacional es, en término medio, menos rentable que en
otras naciones, entonces el ”poder adquisitivo” de los compradores nacionales irá
a fomentar el crecimiento de los competidores, empeorando cada vez más la
propia situación competitiva. Y viceversa en caso contrario. La convertibilidad
de las monedas rinde un servicio civilizado, efectivo y duradero, el cual, aunque
no menos cruento, en otros tiempos sólo se conseguía por medio de guerras: Al
ocupar mercados en todas partes del mundo, las patrias de estos capitalistas
exitosos ”conquistan” el dinero de otras naciones - y a raíz de sus propios éxitos
plantean la cuestión de qué y cuánto valor producido se cifra - al fin y al cabo -
en el dinero de una nación cuya balanza no deja de ser negativa. Bastante
exigentes se vuelven entonces los Estados a los que sus propios capitalistas,
consiguiendo amplias ganancias en el mundo entero, les proporcionan una
riqueza creciente. Por la razón de ser ellas las que se enriquecen en el extranjero,
exigen de sus contrayentes vencidos que mantengan un depósito de reservas
internacionales como garantía para que el enriquecimiento siga funcionando.
Muy cierto. Y habrá otra razón que hará que esta garantía sea tan necesaria.
En lugar de exigir que los Estados equilibren su balanza comercial pagando con
la riqueza abstracta acometida por todos y realizada en medida tan diferente, lo
que han hecho no es sólo aplazar esta decisión, sino suspenderla del todo,
reconociendo promesas de pago y efectos de crédito como si fuesen Dinero. Así,
la libertad que se toman dentro de su territorio - gracias a la propia soberanía
monetaria, para satisfacer, sin considerar fondos, una demanda propia de dinero
mediante papeletas de crédito, que, a manera de sustituto del dinero, alimentan la
circulación e inyectan mayor solvencia a la sociedad -, esa libertad, decíamos, la
multiplican los Estados en sus relaciones y concesiones mutuas. Están entonces
cancelando, concertadamente, el resultado del examen permanente que se aplica
a la riqueza de las naciones y las monedas en el mercado de divisas. Esta
generosidad con los débiles se practica con la finalidad y, por lo tanto, resultado
de que el flujo de riqueza de las naciones vencidas hacia las vencedoras perdure y
no se acabe. La voluntad de hacer perdurar su provecho las lleva al absurdo de
registrar los déficits de sus arruinados contrayentes como saldos en favor de sus
balanzas y de insistir en que son dinero verdadero. Naturalmente que son los
deudores los que se ven comprometidos a que sea así: ellos tienen que probar que
sus déficits tienen calidad de dinero, pagando con puntualidad los intereses
debidos, aun cuando éstos, al ser impagables, se conviertan - no sin largas
negociaciones - en deudas nuevas, que, junto con la suma principal, estarán
gravadas de buenos intereses...
La fiabilidad internacional para solvencia nacional a crédito. Los mercados financieros
Gracias a esta maniobra - suspender insolvencias y equiparar deudas a Dinero -
la comparación diaria de las divisas sufre algunas novedades.
Así no faltan Estados - y entre ellos no sólo los llamados "Estados en desarrollo",
sino naciones respetables - que siguen haciendo negocios año tras año con
balanza deficitaria crónica. Su solvencia se mantiene gracias a la intervención
internacional concertada e incluso se asegura la utilidad de sus divisas a nivel
internacional, ya que sin este requisito se anularía demasiada riqueza ganada por
otros y la continuidad de los negocios se vería perjudicada. Esta acción común
origina naturalmente nuevos criterios para la comparación de las divisas: si la
cualidad monetaria de las divisas nacionales deriva del acuerdo común de los
Estados competidores, que conceden créditos a aquellos que han resultado
insolventes, entonces la tasa de cambio de estas divisas ya no refleja simplemente
su fuerza - a la baja - de crear capital; se debe más bien a la fiabilidad de la
nación como deudora, a la confianza relativa que dispensa respecto a
amortización y pago de intereses - todo ello con base en la resolución
supranacional de no dejar hundir la divisa sostenida por dinero prestado. De
todos los servicios monetarios que permite sopesar la tasa de cambio más allá de
las fronteras monetarias es decisivo el de la calidad nacional de las inversiones
financieras realizables: o sea, la estabilidad de su valor, por el que se apuesta, y
los intereses proyectados. Finalmente, por cauces tan complicados, las naciones
capitalistas, al renunciar generosamente al saldo de sus cuentas en valor real, se
ven remitidas al axioma fundamental de su sistema económico: lo único que
cuenta es la riqueza absoluta, abstracta - pues es ésta la materia por la que
compiten y no papeletas de crédito sin valor.
De hecho, las naciones mundiales del comercio someten el bien supremo del
capitalismo, el Dinero, - materia definitiva de la riqueza del mundo entero - al
funcionalismo de las agencias de crédito. Sin embargo, las naciones no lo quieren
ver así y afirman su voluntad de que las agencias de crédito sean la garantía
práctica de la identidad fundamental de las monedas y, al mismo tiempo, la
máxima autoridad sistémica que decide sobre la relativa identidad deudas/Dinero.
”Los mercados” vienen cumpliendo esta tarea. Cuando se les presenta un negocio
gigantesco no rehuyen sus responsabilidades imperialistas.
Así pues, los bancos atienden a su clientela exportadora, pero este servicio es
sólo el principio: concentran los ingresos y las demandas de los exportadores a
nivel nacional. Eso significa que mediante sus actividades cambistas transfieren
riqueza de una nación a otra por medio del saldo; hacen realmente el balance
total de ingresos y salidas de dinero para su propia nación y también para las
naciones contrayentes. Los cambistas hacen su negocio precisamente sirviéndose
de la comparación de estas balanzas, o sea, con el valor definitivo de las monedas
nacionales, el cual resulta del balance total realizado por las entradas y
salidas de dinero, y por ende con la dificultad o facilidad de su intercambio. Ese
negocio establece una relación del rendimiento entre naciones, lo que al mismo
tiempo lo alimenta, ya que mediante sus aumentos y descuentos les pasa la
cuenta a las naciones, indicándoles - en lo que concierne a la propia nación - si
han cedido dinero en parte o completamente, o si han logrado enriquecerse y
hasta qué punto. En el centro del negocio se encuentra siempre el dinero de la
propia nación: la clase a la que ésta pertenece determina fundamentalmente el
negocio de las divisas. El medio de ese negocio consiste en el valor de la divisa
nacional misma, de ninguna manera en una u otra suma con la que se pueda
efectuar un negocio capitalista, pues eso es asunto del comercio exterior.
Frente a este último, los bancos representan el punto de vista de la balanza total
de la nación, estableciendo de esta manera la condición decisiva a la que tienen
que someterse los negocios: las tasas de cambio, de las que los cambistas sacan
su provecho, ilustran el hecho de que el comercio exterior es puro ingrediente del
agregado económico nacional, y que, al franquear la frontera, vuelve a hacerse
puro elemento de otro centro político-económico. La ley que manda en todas las
operaciones del comercio exterior: o sea la comparación del rendimiento de una
nación frente a otra, realizada con el intercambio de las divisas y materializada en
la tasa de cambio como condición ineludible del negocio, esa ley es
la substancia de las operaciones bancarias y lo que le proporciona a la banca su
provecho. Concluyendo: en su primera función de servicios la banca se ocupaba
de lo que concierne al dinero en el comercio internacional, asumiendo ahora,
frente a los capitalistas productores y comerciantes, la posición del capitalista
total real de la nación, el cual dictamina, mediante el precio de las divisas, sobre
el nivel de riqueza nacional a escala mundial. De ahí que los intereses
particulares de su clientela no le preocupen en absoluto.
Y así actúan según criterios y en esferas cada vez menos asequibles a la razón
común, lo que no resta nada a su lógica imperialista.
El mercado monetario: Un caso elemental de especulación capitalista
Incluso en el mismo comercio común de divisas, donde los bancos satisfacen la
demanda de los comerciantes internacionales o cambian divisas ganadas en
moneda nacional, el interés de los bancos en hacer más dinero con el comercio
del dinero se emancipa de la situación de los comitentes. Estos últimos parten
de ganancias realizadas o anticipadas al comprar o vender mercancías. De esta
manera surgen demandas y ofertas dirigidas hacia los bancos. Éstos, al
contrario, asientan su mercado particular en el interés de aprovecharse de las
diferencias que presta cada divisa nacional al cambiarse por otra. Cada variación
en los tipos les brinda nuevas oportunidades. El momento de su intervención en
las operaciones y el monto de su apuesta, para aprovecharse de márgenes
mínimos en los precios de compra y venta, no lo resuelven según los intereses
de sus clientes, sino de acuerdo a los márgenes que calculan. Y como son ellos
los agentes de la creación del crédito nacional, no padecerán en ningún
momento problemas con el volumen monetario, en el sentido de encontrarse
cortos en vista de negocios lucrativos. Lo que determina el momento y el
volumen de las transacciones de divisas es la pura posibilidad de realizar más
tarde una ganancia con la transacción inversa. De esta manera provocan
negocios futuros en el presente. Frente a esta perspectiva, las órdenes de
compra y venta de la clientela comercial se convierten en magnitud secundaria
y, en todo caso, periférica. La oferta y demanda que determinan el mercado
cambiario las crean los cambistas mismos con su especulación.
Esta clase de negocios ya existía tiempos atrás, cuando las naciones protagonistas
del comercio mundial mantenían bajo severo control los tipos de cambio - y con
todo también existían márgenes aprovechables en ese entonces. Claro que estos
negocios han prosperado inmensamente desde que dichas naciones han
ensanchado el campo de acción de la respectiva industria nacional del crédito,
otorgándole a ella la licencia de fijar el precio justo y correcto del dinero nacional
hacia el exterior a través del tipo de cambio, de igual manera que al interior con
el tipo de interés. Desde entonces los cambistas se confrontan entre sí con sus
cálculos atrevidos y exentos de cualquier intervención administrativa, que
deducen de sus datos acerca de la buena o mala calidad de una divisa. Libres y
obstinados, regatean centavos de céntimos hasta acordar un tipo de cambio que
haga prosperar su especulación - o fracasar. De esta manera el tipo de cambio
mismo pasa de ser punto de partida a convertirse en objeto, medio - y bajo
continuos cambios- resultado de un negocio que apuesta a variaciones que él
mismo produce.
Ese gran paso tiene sus consecuencias. Las condiciones según las cuales los
comerciantes internacionales obtienen divisas no dependen ahora solamente de la
marcha de los negocios especulativos. Desde el momento en el que los tipos de
cambio avanzan a objeto y resultado de la especulación, los agentes del tipo
provocan por un lado variaciones tremendas en los ingresos del comercio
internacional, y por otro, afectan a la totalidad de la riqueza en dinero de todas las
naciones, tanto privada como pública. Ya no hay, pues, dinero que quede
abrigado en su valor y determinado administrativamente por el Estado:
exactamente eso han querido las potencias mercantiles mundiales para obtener
así acceso a las riquezas de todas las naciones y dejar su distribución en manos
de la competencia. La totalidad de las inversiones financieras de cada nación -
créditos comerciales y públicos, los valores crediticios más seguros -, todo queda
hecho objeto de la comparación de las divisas, y se torna inseguro. Todos
aquéllos que tienen que llevar la onerosa carga de una fortuna pecuniaria no sólo
tienen que preocuparse de sus réditos, sino además hacer todo lo posible para que
su valor no disminuya por la mera casualidad de existir en una divisa equivocada,
y velar porque crezca, aprovechándose de cualquier aumento relativo de valor.
Por supuesto que para esto también pueden confiar en su banco. Los
profesionales mismos del dinero convierten todos los valores financieros en
materia de su especulación. O más exactamente: hacen internacional la
especulación que realizan dentro de cada nación al incluir en ella el ”factor” del
tipo de cambio. De esta manera se multiplican oportunidades y riesgos - y así se
pueden contrarrestar intereses con modificaciones de valor esperadas, caídas en
los tipos con presumidas subidas del tipo de interés, etc... Nuevas constelaciones
posibles en el futuro dan pie a nuevas opciones reales, que al mismo tiempo
pueden negociarse como si fueran una mercancía-dinero. El criterio-guía de todas
estas operaciones es de lo más trivial: como someten todo y cada valor a cambios
continuos y a la inseguridad, los especuladores van infatigablemente tras el ideal
del atesorador, tras la estabilidad del valor. Así, al perseguir el ideal de la
inversión inquebrantrable, admiten la mil veces negada verdad de que en el
capitalismo lo que cuenta sola y exclusivamente es dinero, auténtico dinero. La
búsqueda incansable de la divisa más sólida es, al contrario, el motor de la
inseguridad que ellos mismos infunden a su propio mundo de los títulos a interés;
y los bancos hacen partícipes a sus socios, por supuesto, de todas sus aventuras
financieras, de las cuales tienen que responder preferiblemente con sus propios
depósitos.
Con este follón se está decidiendo - ni más ni menos - sobre la distribución
mundial del crédito, con el que negocian tanto los capitalistas productivos como
los comerciantes de las diferentes naciones y que sirve a los Estados para hacer
su política económica. Y de esta forma tan intrincada se determina el flujo de la
riqueza entre las naciones, y la competencia mundial avanza y se decide. Al hacer
depender el dinero-crédito de naciones enteras de su especulación, ”los
mercados”, con su variopinto mundo de títulos y papeles, se erigen en la función
del capitalista total real internacional, que hace del dinero de todo el mundo la
base de una superestructura de crédito mundial en sus manos; eso no resulta de
otra cosa que de la autorización, por parte de las naciones protagonistas del
capitalismo, a sus agentes financieros a hacerse cargo de toda clase de negocios
de crédito a escala mundial.
Tanto es así, que al final cada día surge un tipo de cambio diferente. Ni siquiera
los intérpretes de los mercados saben a ciencia cierta cómo lo logran
continuamente - pero nadie pierde la razón ante lo absurdo que ellos mismos
contribuyen a poner en escena.
Lo procedente es que los cambistas estén enterados de todo , sin que por ello sea
necesario que se enteren de los principios de su oficio, de las razones de los
éxitos nacionales en la competencia, o del porqué de las crisis monetarias;
tampoco de aquello que ponen en relación, comparan en su quehacer o incluso
terminan por decidir. Tener conocimientos al respecto sería más bien un estorbo.
Lo que sí precisan son ”informaciones” para su negocio, o sea datos que les
sirvan de indicios para acertar la ”tendencia del trend” o ”los movimientos de la
Bolsa” - al final sus propios movimientos. Porque de eso depende todo para ellos:
si apuestan antes que los demás al movimiento bursátil que va prevaleciendo
como válido, entonces las horas o los días por los que se han adelantado a sus
colegas y los céntimos o peniques que les han sacado constituyen su ganancia -
siempre que los demás sean de la partida y confirmen la tendencia; en el caso
contrario habrá ganado aquél que haya especulado en el sentido contrario. Es
preciso, entonces, percibir ” antes que los mercados” los indicios que van a
seguir ”los mercados”. Y si siguen, por la sola razón de que alguno haya
percibido algo, sea lo que sea, entonces está muy bien: la especulación más
válida es aquélla que emite las señales más efectivas.
Pues aunque en la pregunta sobre los criterios que rigen la especulación exitosa
tenga cabida todo lo posible - bien sean los ”fundamentals” económicos y los
datos políticos, o todo mezclado; bien asignaciones de crédito por un lado o
quiebras por el otro; bien una ponencia de ley fracasada en un país importante o,
al final, la tos del presidente: en todos estos casos resalta claramente el criterio al
que obedecen los especuladores cuando andan husmeando indicios por el mundo,
tomando algunos en serio y despreciando otros. Su atención se centra
evidentemente en todo aquello que tenga que ver, por muy remoto que sea, con
negocio y poder exitosos, o sea con la autoridad política de la riqueza capitalista
al mando de una nación y con los medios económicos de una potencia estatal que
se las da de mandamás mundial. (Quién ha dicho ”riesgo” y ”anything goes”?
Precisamente los especuladores más ágiles son los más temerosos y los más
empedernidos oportunistas del poder - y por esa misma razón se sienten
incesantemente impulsados a ir de una tendencia a otra, para no desvincularse en
absoluto de los más recientes cambios en las relaciones político-económicas que
ellos contribuyen a crear.
Lo que sin embargo sí que no existiría sin esa supraestructura - para hablar de lo
positivo - sería la totalidad del capitalismo internacional. Los especuladores son
los mediadores de los negocios entre las naciones. Ponen en práctica la
resolución de los Estados de afrontar con el total de su economía nacional la
competencia internacional. Manejan el dinero de los Estados soberanos como
monedas que prometen ser valor verdadero, y las someten con sus transacciones
a la prueba práctica de saber hasta qué punto cumplen esta promesa en
comparación unas con otras. De esta manera miden y comparan las naciones
según su éxito total capitalista en el mundo, por lo tanto realizan el
desplazamiento de la competencia de los capitalistas a nivel mundial hacia la
competencia de las sedes nacionales de capital. Dicha competencia la convierten,
a su vez, en una comparación de los valores nacionales del crédito, los cuales
someten al criterio de la solidez. Ellos crean crédito internacional y lo trasladan
allí donde presumen con mayor seguridad que el desarrollo de los sucesos
justificará su temeridad. De esta manera hacen realidad la absurda ecuación
”crédito = confianza”, moviendo por el mundo entero la riqueza de las naciones
en su forma más refinada, más efímera y al mismo tiempo más válida: en la
forma de especulación con deudas, y acabando de colocarla allí donde lo
reclaman las relaciones de fuerza imperialistas. Las técnicas más atrevidas de
esta actividad prestan precisamente sus mejores servicios a la causa imperialista.
Por esa misma razón el juego no puede quedarse ahí. Ningún Estado, aunque
haya dado licencia a ese follón, se somete sin más a sus condiciones. Ni siquiera
a los que ganan les gusta verse sometidos al dictamen de los buitres de las
finanzas. La especulación provoca entonces la reacción de los poderes estatales y
lo hace no contra su voluntad, sino con toda intención - precisamente con su
intención especuladora: los gestores del dinero provocan a sus socios de la
política a acciones enérgicas, de las cuales pueden aprovecharse al mismo
tiempo, pues son conscientes de que ellos y su oficio dependen de los poderes
políticos, los cuales, con sus convenios, dan origen al mundo de las finanzas
tanto nacionales como internacionales.
Y la reacción no se hace esperar. Hasta ahora una reacción que no los defrauda,
ya que en caso contrario, ¿serían entonces tan importantes, tan audaces y tan
determinantes como exige su oficio?
La política monetaria o cómo el Estado reacciona frente
a las paridades monetarias establecidas
Naciones acreedoras con crédito universal y naciones deudoras a su servicio. El
mercado de la deuda y el ranking de naciones
Las naciones protagonistas del comercio mundial han creado el mercado
mundial de divisas y del crédito con sus convenios sobre deudas internacionales
y el libre establecimiento de los tipos de cambio. Lo aceptan, básicamente,
como condición para su competencia por la riqueza capitalista, y se esfuerzan en
utilizarlo para su provecho, es decir, procurando conseguir en este mercado los
medios necesarios para su proyecto nacional. Al hacerlo suprimen la barrera
fundamental entre la creación de crédito en el interior y las deudas activas o
pasivas con el exterior: así pretenden que las deudas internas sean apreciadas
como buenas, merecedoras del interés de inversores internacionales; y que las
deudas externas sean el vehículo normal para acceder a la riqueza en Dinero de
todo el mundo, haciendo del mundo entero un gran campo de inversión para los
capitalistas financieros de la propia nación. Renuncian con esto al servicio
fundamental de todo soberano estatal de garantizarle internamente a su
sociedad una moneda incondicionalmente válida. En su lugar compiten en los
mercados financieros internacionales con su propio crédito para hacerse con
una parte del Dinero del mundo. Este es el método moderno con el que los
Estados buscan enriquecerse en el mercado mundial - y ya no la simple
acumulación de moneda extranjera en sus reservas internacionales.
Las naciones de mayor éxito, a su vez, no es que acumulen menos deudas que las
de las llamadas naciones deudoras; al contrario, llegan a multiplicarlas con
creces, pero, eso sí, en sus propias monedas. Mediante pagarés con firma y sello
del Estado, arrojan al mundo un crédito reconocido y clasificado por los
mercados financieros como objeto propicio y seguro de la especulación. El
dinero del que son autores es precisamente aquél de las naciones ”patrias” de los
mismos mercados financieros internacionales; aquella clase de Dinero en el que
se concentra todo el valor realizado por los capitalistas del mundo entero. Eso les
proporciona a estas naciones un balance de riqueza con una calidad tremenda: su
dinero-crédito no sólo equivale a, es en su esencia dinero universal;
el crédito que se fían a sí mismas es, sin más, riqueza abstracta con validez
internacional.
Estos Estados son de hecho acreedores frente a las ”naciones deudoras”, a pesar
de su propio endeudamiento. Los déficits de aquellas naciones se convierten en
activos en las cuentas de los acreedores, y al mismo tiempo en poder político: los
acreedores deciden sobre lo que otras naciones tienen que rendir
económicamente, al igual que sobre las condiciones de cómo realizarlo. El
otorgamiento de créditos - ya sea por parte del FMI, de gobierno a gobierno o a
través de bancos, a los que el Estado ha avisado de ser él quien asumirá el riesgo
- se los cobran con servidumbre política. Y escrúpulos de inmiscuirse
políticamente en países pobres - por supuesto sin asumir ninguna de las
consecuencias devastadoras de su actuación - les son completamente ajenos: la
riqueza otorga derechos en el mundo civilizado.
Y, por lo demás, es bien sabido que los Estados mayores tienen preocupaciones
mayores que la pobreza de los países pobres.
Los Estados que - haciendo retrospectiva sobre los últimos 50 años de mercado
mundial - son respetados por el numeroso resto del mundo como ”naciones
industriales” y ”potencias económicas mundiales”, disponen de
una buena moneda. Se habla entonces de las tres monedas universales que en
cualquier punto del globlo pueden asumir cualquier función del dinero: el dólar,
el yen y el marco alemán - ”patrón monetario” europeo. Pueden intercambiarse
directamente por cualquier clase de riqueza concreta y son capaces de darle el
gusto a cualquier capitalista tras transformarse en moneda local de calidad
inferior. Sirven para toda clase de inversión financiera, ya sea abrir una fábrica o
conceder préstamos a buenos intereses, o ya sea para hacerse con garantías a las
que siempre aspira echar mano el poder privado del dinero.
En su misma esencia esta buena moneda es un puro montón inmenso de crédito.
Consta de las deudas que sus dueños han puesto en circulación en Europa,
América y Japón, además de aquellas deudas que han aceptado en su mutuo
comercio como pago y capital, otorgándoles la misma igualdad que a sus propias
deudas. Y por último, consta también de aquellas deudas que, en lugar de pagos
por parte de las demás naciones, se asientan tanto en las cuentas de los bancos
como en los presupuestos de las potencias económicas mundiales - se
sobreentiende como saldos activos.
El uso de esta buena moneda compete a aquéllos que la poseen. Ellos se fían de
la garantía del poder estatal que da nombre a su moneda. Los poderes estatales se
fían a su vez de que su moneda sea utilizada asiduamente, que se emplee en todos
los mercados del globo, que demuestre su capacidad de acumular y confirme de
tal manera la identidad-dinero del crédito nacional. Esto les concede a los
guardianes de la moneda la libertad de servirse de ella, de multiplicar sus deudas,
suministrándose así solvencia. Se brindan el reconocimiento mutuo de sus
monedas en la medida en que su dinero sirve de medio y objeto del negocio. El
sondeo de la medida adecuada la dejan en manos de los ”mercados”. Las
decisiones del capital financiero internacional, sus inclinaciones por cada una de
estas tres monedas universales, arrojan no sólo la aprobación, sino que
determinan igualmente el volumen de las divisas con calidad de dinero universal.
El capital productivo se encarga del resto del balance: A pesar de su menor peso
cifrable en relación con el capital ficticio, no hay que subestimar sus servicios. Él
se encarga, primero, como su nombre lo indica, de la producción y, en segundo
lugar, dependiendo de los flujos comerciales, se ocupa de la transferencia de
riqueza entre las naciones, ocasionando, por lo tanto, no sólo correcciones de los
tipos, a los que otorga además impulsos decisivos. Sin embargo, por el otro lado,
el provecho que una nación acumula a costa de otra es una cuestión del cambio
de divisas y la paridad monetaria, la cual funciona como instrumento del
mercado internacional, al igual que es la medida del éxito en los negocios
privados y nacionales.
No puede de ningún modo pasarse por alto que para hacer ganancias dentro del
sector del capital financiero existen dos fuentes a disposición: La expropiación de
los demás - mediante devaluación - y la creación de nuevo crédito. Esto es
posible, pero tiene consecuencias para la comparación internacional. Ésta no
desaparece del orden del día sin más, sino que se renueva y decide a diario. Eso
sí, por una parte con una disminuida posesión de dinero: una valuta devaluada
que mejor podría ponerse en la moneda en alza; con inversiones estupendas por
la otra, cuyas expectativas de ganancias, legalmente aseguradas, nadie - excepto
el defensor (central) de la moneda - podrá realizar finalmente. De ahí la queja
desde hace tiempo de los bancos centrales de que la preferencia por su dinero sea
”meramente especulativa”. De igual calibre los quejidos del Fed americano ante
los costos que acarreaban la política de altos intereses de la Era Reagan. Y los
japoneses, a pesar de la atractividad de la que disfrutaba el yen, siguen con
balanzas negativas. Puede que las grandes naciones monetarias anhelen la
demanda por parte de los mercados financieros; sin embargo, les es muy familiar
la diferencia entre una ”demanda seria” por su moneda y ”mera especulación”,
que no sirve sino para aumentar su endeudamiento, sin aportar nada de entradas.
Entonces registran un ensanchamiento de su crédito sin crecimiento, eso sí, con
el riesgo de inflación, que se va consolidando tras el aumento en las tres
magnitudes de su volumen monetario; una inflación, pues, que impedirá tanto
negocios en el interior como con el extranjero - y estamos hablando
de negocios ”reales”.
Con tales hallazgos y otros semejantes, los defensores más potentes de las
monedas hacen pública su apreciación de lo precarios que son los servicios de su
sistema monetario mundial. En correspondencia con la sapiencia económica de
este siglo afirman que copiar el sistema monetario nacional en el mundo del
comercio internacional vale y rinde igual. Al sustituir en el trato internacional
pagos por deudas y permitiendo a los productores capitalistas servirse de la
solvencia creada por el crédito, se está corroborando la conocida ilusión de que el
mercado no pone límites a la producción. El crédito favorece la generación de
ingentes masas de capital con las que se librará la competencia. Por eso, en el
comercio mundial también es inevitable que el mercado emita, en ciertos
intervalos, la información de que el poder adquisitivo no es lo suficientemente
poderoso para pagar las ganancias correspondondientes a inversiones tan
gigantescas. En cambio sí se han acumulado enormes cantidades de títulos de
propiedad, cuyos detentores se deshacen en la búsqueda de ocasiones que les
ofrezcan las mejores rentas. Y estos intereses han de pagarse, de lo contrario, no
sólo quiebra algún que otro crédito, sino el sistema completo se va al garete.
”Nuestras” empresas tienen que ser más productivas, por lo tanto, más rentables.
En primer lugar, más que antes, y, en segundo lugar, más que las del extranjero.
Entonces sus mercancías superarán a las de los demás competidores en la
continua comparación de precios, serán vendidas, aportarán así beneficio a las
empresas e incrementarán la balanza nacional. El punto de vista que aquí impera
es el de una nación exportadora que quiere despachar sus mercancías en el
mundo entero a costa de otras naciones exportadoras. Las medidas necesarias se
encuentran en gran parte en el abecedario de la gestión de empresas que se aplica
en las pymes igual que en los consorcios verticales. En alguno que otro caso las
ayudas estatales son recomendables para que los saneamientos, fusiones y
ampliaciones de capital no fallen por falta de dinero. Un precio de mercado
rentable exige bajar los costos, y así el lamento sobre un pueblo trabajador
demasiado caro, así como la acción de subsanar esta deficiencia, se convierten en
una campaña nacional. El poder adquisitivo que reivindica el proyecto lo
acaparará dentro y fuera de la nación, pues los competidores lo habrán de ceder.
Las empresas nacionales tienen que ubicarse en el extranjero, es decir allí donde
su mercanía exportada sucumbe a la de los competidores. También allí donde los
costos son mucho más favorables que en la vieja sede nacional. La delicada
cuestión sobre si el hecho de abandonar el territorio nacional implica o no una
disminución de las entradas nacionales, queda entonces resuelta: a los intereses
nacionales no se sirve sólo con un patriotismo local, sino también con un
patriotismo monetario - el banco de confianza del consorcio acepta con gusto
divisas. El punto de vista subyacente es el de la compensación de ventajas
propias de otras sedes que se han hecho así con mercados, los cuales, una vez
hecha la mudanza, nos corresponderán a ”nosotros”.
Los inversores extranjeros tienen que adquirir compromisos ”con nosotros”. Eso
facilita la preparación de una masa de capital bastante grande capaz de competir,
ahorrando subvenciones estatales y estimulando la demanda de ”nuestra” moneda
- suponiendo que las técnicas patrióticas de manejar el dinero funcionen bien -.
Se ve así que las naciones que han escogido el capital como base de su existencia
no sirven mucho para lo que se llama comunidad de los pueblos. Dicha base no
se puede mantener ni desarrollar sin que se la disputen los caudillos políticos de
todos los países y, sobre todo de los más importantes. La explotación de su
propia sociedad, así como extranjeras, no tiene otro objetivo estatal, en
concordancia con las operaciones económicas imperantes, que el nacionalismo
del dinero. Asegurar e incrementar esta sustancia, lo que se interpreta para las
designadas víctimas como política de financiación y ahorros, y, además, por
colmo de patrañas, como acción forzada por circunstancias objetivas
irrevocables, implica un comportamiento polémico hacia el extranjero. El superar
la crisis siempre desmiente el internacionalismo legendario, según el cual la
interdependencia de los Estados y del conjunto del mercado mundial confiere
suma importancia a la cooperación y la comunión de valores. El valor por el que
se apuesta en el mercado mundial, es objeto de la competencia - por lo cual es un
error devanarse los sesos sobre otras ”contradicciones del imperialismo”.
La primera arma de que disponen es el crédito que tienen. Muy lejos de recortar
gastos y de hacer cuentas, no cesan de financiar negocios en todos los mercados,
haciéndolo expresamente a costa del extranjero. Su interés de dar más fiabilidad,
más solidez a su amenazado crédito, lo realizan acrecentando sus deudas, de las
que otros deben responsabilizarse. Esto implica el empobrecimiento de las
naciones socias, la devaluación del crédito de éstas, en consecuencia de que para
ellas se desvanecen posibilidades de ganancia. A los socios en el comercio
mundial se les designa claramente el papel de contribuyentes y deudores.
El empleo de estas armas por parte de los restantes tres dueños de dinero
universal tiene sus consecuencias. Afecta a las fuentes de riqueza de la otra
nacion, perjudicándola, y limita el provecho que se le asignaba a su crédito.
De todos modos no sólo aparece cada una de estas tres monedas predilectas en el
haber de los libros del poder garante y de sus ciudadanos; su reconocimiento
como equivalente a dinero universal brindaba a ”los mercados” y a todos
aquellos que recurrían a ellas como dinero fuerte y resistente, la garantía de no
haber dado ningún paso en falso y haber obtenido la seguridad deseada, al haber
repartido porciones de su riqueza entre ellas. Las pérdidas surgidas de la
devaluación de uno de estos créditos no podrán localizarse con garantía.
Y menos aún las pérdidas de solvencia que sufren la nación y el mundo de los
negocios afectados, pues el ambicioso programa de conquistar mercados,
inmanente a la política nacional de sede de capital, siempre depende del
aprovechamiento del poder de compra y de la estabilidad del valor de la moneda.
El traspaso de riqueza por medio de la exportación tenía por último su garantía en
la solidez del medio nacional de pago. En el momento en que ésta se pierda,
surge dentro del comercio internacional una especulación en tal medida que lo
convierte a éste en un riesgo y, a diferencia de las actuales operaciones a corto
plazo y sus derivados, en una esfera de ganancias bastante insegura.
El hecho de que los mercados financieros no sólo observen y registren cada una
de las oscilaciones de las tasas de cambio, impulsadas por ellos mismos, sino que
les añadan con prontitud los cálculos y previsiones propias de su esfera, todo eso
relativiza los frutos obtenidos en la competencia por los vencedores. No sólo se
especulará con la devaluación de una de las tres monedas universales, sino al
mismo tiempo con los efectos reales o ficticios que tienen esos movimientos de
las tasas sobre la vida de los negocios de todas las naciones potentes.
Devaluación
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Índice
Aumento de la inflación.
Erosión de los ahorros en moneda local y pérdida de salario real.
Licuación de la deuda por parte de empresas que fijaron el contrato en moneda
local. Aunque esto en algunos casos no sucede ya que generalmente los contratos de
préstamos están pactados en tasa de inflación variable. Sin embargo, puede ser que
en algunos países la indexación esté prohibida, por lo que se produce una
transferencia de riqueza de los acreedores hacia los deudores.
Los principales efectos positivos son:
Desde hace aproximadamente un año, la sorprendente subida del dólar tiene al país
conmocionado por los efectos que representa para la economía. El peso colombiano ha
llegado a ubicarse como la cuarta moneda más depreciada del mundo, con una devaluación
del 12,5% en lo corrido del 2015.
El suceso no es un fenómeno aislado. Todos los países de América Latina han presentado
devaluaciones en sus monedas respecto al dólar americano a velocidades no vistas antes. El
peso chileno, por ejemplo, ha caído a su mínimo en los últimos seis años, y se espera una
mayor reducción por la caída del precio del cobre. Igualmente, la corrección cambiaria de
Brasil ronda un 50%, y Argentina lleva varios años devaluando su moneda.
¿Qué hay detrás de la subida del dólar? ¿Cuáles son los efectos positivos y negativos del
debilitamiento de las monedas latinoamericanas? Son los principales interrogantes. La
Comisión Económica para América Latina (Cepal) publicó un documento que da luz a estos
interrogantes, especialmente con respecto al comercio exterior.
“El déficit fiscal que le genera al Estado el hecho de que Ecopetrol no tenga las utilidades
que venía recibiendo pone en riesgo todo el proceso de inversiones. Se crea un ciclo
descendente de utilidades, lo cual impacta en el nerviosismo de los diferentes inversionistas
extranjeros que deciden llevarse los dólares de Colombia, que es lo que eleva la tasa de
cambio”, explicó Borrero.
Sin embargo, hay muchas otras causas detrás de las devaluaciones. A nivel general, el
estímulo y crecimiento monetario de Estados Unidos es uno de los factores. Desde 2013, la
Reserva Federal inició el retiro de estímulos financieros que tenían inyectados alrededor del
mundo (que rondaban los 85 mil millones de dólares mensuales) como reacción a sus
favorables indicadores económicos: crecimiento del 3,9% y tasa de desempleo en un 5,8%, el
porcentaje más bajo en seis años.
Paralelo a esta situación, las presiones y la reciente crisis en Grecia ha debilitado a su mayor
rival comercial, la Unión Europea, y ha presionado la salida de capitales de los países
latinoamericanos por riesgo al no pago.
Otras consecuencias
Mucho se habla del efecto de la devaluación sobre las balanzas comerciales. El principal
efecto positivo es el incremento de la competitividad de las exportaciones, sobre todo en
aquellos productos intensivos en mano de obra o alto contenido local.
Según el documento de la Cepal, esto ocurre porque la base de la pirámide productiva en
América Latina presenta grandes desventajas en materia de productividad, de tecnologías de
procesos y productos, que permite, en primer lugar, que solo puedan competir en el
mercado interno. Así que el nivel y la volatilidad del tipo de cambio son factores externos
clave para compensar aquellas desventajas internas.
Pese a esto, las cifras para lo corrido el año muestran lo contrario. En mayo de 2015 las
ventas externas del país disminuyeron 38,9% con relación al mismo mes de 2014 (pasó de
USD5.495,9 millones FOB a USD3.359,3 millones FOB). En abril y marzo también se
presentaron disminuciones frente a 2014, se redujeron en 25,6% y 22,8% respectivamente.
De hecho, menos de del 20% de la canasta exportadora resulta afectada por el tipo de
cambio real. De acuerdo con Borrero, Colombia es más un país importador, por lo que la
inflación (4,41% acumulado en los últimos 12 meses) por la devaluación se seguirá sintiendo.
Efecto temporal
Aunque las devaluaciones se den en tiempo presente, muchas veces hay efecto temporal por
la sensibilidad del sector exportador. “En el caso del sector financiero, la tendencia
devaluacionista impacta de forma directa en las transacciones y operaciones, porque estas
se hacen en tiempo real. Sin embargo, para el sector real de la economía, los efectos tardan
más tiempo en aparecer y poder ser evaluados”, dijo el profesor Camilo Almanza.
De ahí que los inversores participan en el mercado de divisas. Los que buscan beneficiarse
de la diversificación global requieren divisas para comprar y vender, así como valores
extranjeros.
Los agentes autorizados o entidades bancarias llamados dealers, realizan las negociaciones
en un entorno global, donde se conectan compradores y vendedores. Se genera un mercado
OTC u Over The Counter, es decir, sin vigilancia o reglamentos, al negociarse las monedas
de forma electrónica y bilateral.
A causa de la poca transparencia de mercados como este, los inversores tienen el reto de
ver dónde está el mercado cuando les interesa negociar una compra-venta de divisas.
Que las operaciones estén limitadas por la transparencia, al mismo tiempo que los tipos de
cambio afecten tantas transacciones, quiere decir que existe la necesidad de disponer de
algún punto de referencia o un único tipo de cambio que represente el valor de una moneda
en relación con los demás en un momento determinado. A este punto de referencia le
llaman el fix, y al procedimiento para fijarlo, fixing.
Entonces, la integridad de los tipos de operaciones depende de que los participantes en los
mercados financieros tengan un comportamiento ético.
Como el sector exportador es un mecanismo de crecimiento para muchos países, sobre todo
en momentos de recesión, las devaluaciones o depreciaciones cambiarias son usadas como
armas letales en la guerra de las divisas.
Así podemos resumir que el tipo de cambio de una moneda ante otra tiene efecto
en las transacciones de importación de un país. Todo depende de las
características de cada país y si sus carencias en producción de algunos bienes
o servicios lo hacen ser más dependiente de las importaciones.
El tipo de cambio de su divisa ante otras monedas, será determinante en relación a sus
compras y ventas en el comercio exterior, y le afectará en el desarrollo económico, así
como en sus finanzas públicas, inflación, tasas de interés, desempleo.
Cuando, por ejemplo, hay más importaciones en México debido a compras a Estados
Unidos, habrá mayor demanda de dólares y menor oferta de pesos. Con esto, el tipo de
cambio aumentará en el lapso de tiempo en que estas compras de bienes o servicios del país
vecino, se tengan que pagar.
Ocurriría lo contrario si hubiera más exportaciones, cuando la mayor demanda por pesos
mexicanos y menor oferta de dólares se ocupa para liquidar las transacciones.
El dólar americano (USD) es la divisa más utilizada para las operaciones de comercio
exterior en México, por lo que se dan dos opciones:
En este caso se presenta un escenario que ayuda al sector importador, pues los bienes y
servicios que requieran comprar serán más económicos. La inflación será menor, al igual
que las tasas de interés. Se fomentaría la actividad económica, al ser más accesibles los
costos de servicios. Las personas y empresas podrían obtener financiamiento más barato,
con lo que tendrían oportunidad de consumir y además, realizar inversión directa. El
resultado serían más empleos y una economía más activa.
El efecto en las finanzas públicas sería positivo, así como en las finanzas corporativas,
bursátiles y personales.
En una economía activa, el tener un peso fuerte genera que las empresas tengan menos
gastos, que mejoren las utilidades; las empresas se expanden, generan más empleos y
ofrecen mayor valor a sus accionistas.
En cambio, el sector exportador se ve muy afectado. Con un peso fuerte, los precios de sus
productos, bienes y servicios cotizados en dólares no son competitivos en el mercado
internacional.
Por ejemplo, si una empresa mexicana que fabrica tractores vende un modelo en 250 mil
pesos y el dólar está en 18 pesos (peso fuerte), el tractor cuesta 13 mil 888 dólares con 88
centavos.
En cambio, si la cotización cambia a 21 pesos por dólar americano (peso débil), el precio
del tractor en dólares sería de 11 mil 904 pesos con 76 centavos. Entonces, el tractor es
más barato en el mercado cuando el peso está débil frente al dólar, resultando más
accesible.
2. Que el peso esté débil ante el dólar y se requieran más pesos para
comprar un dólar.
Como vimos antes, al sector exportador mexicano le conviene que haya un peso débil
porque hace más accesibles los productos en el exterior y se dará el desarrollo económico
del comercio exportador.
Debería ser que en un escenario de este tipo, México tuviera una balanza comercial
superavitaria. Sin embargo, las condiciones de la realidad económica del país hacen que
dependamos de las importaciones en muchos sectores económicos. Por ello, es
contraproducente el peso débil, tanto para las finanzas privadas como para las finanzas
públicas.
Así, el que el peso sea débil ante el dólar hace más caras todas las importaciones. Entonces,
el sector público y el privado, que han de comprar bienes o servicios en el exterior, tienen
un aumento importante en sus costos y gastos.
Pueden llegar a tener pocas utilidades o, incluso, pérdidas si no cuentan con los
mecanismos financieros de cobertura cambiaria necesarios.
Se reducen las operaciones en el sector privado por depender de las importaciones y hay
pérdida de empleos, afectando a medianas y pequeñas empresas, las finanzas públicas y
privadas.
La perspectiva pesimista ocasionará una salida de capitales del país, que causará mayor
demanda de dólares en el mercado de divisas y seguirá el círculo vicioso.
Banco BASE ofrece esta asesoría y tres productos que darán soporte al cliente en sus
transacciones.
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Como solución a las necesidades de intercambio, Banco Base ofrece, a través de asesores
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corto plazo y cuyo destino es la liquidación de una operación de compra-venta de divisas.
Mediante esta cuenta puede disponer de moneda nacional y dólares estadounidenses, el
pago oportuno de las operaciones en divisas, además de consultar movimientos, pagos y
estados de cuenta a través de BASEinet.
Sin embargo, es necesario considerar que los males de la economía venezolana no proceden
solo de un bolívar que, sin duda, estaba sobrevalorado sino y sobre todo por no haber
acometido reformas fiscales en profundidad y no haber combatido la ineficacia y corrupción de
la clase política. Por tanto la solución a los problemas económicos de Venezuela deben pasar
no solo por la devaluación sino también por la reforma fiscal y la aparición de un conjunto de
políticos y funcionarios que se comprometan a gobernar el país sin robar un bolívar.
La devaluación de una moneda, en este caso el bolívar, con respecto a otra/s genera
presiones inflacionistas básicamente por:
1)Los precios en bolívares de los bienes importados tanto de consumo como de inversión
aumentarán (inflación).
2) Los precios, en moneda local (bolívares), de los servicios provenientes del exterior
aumentarán (más inflación).
3) Los costes de producción de aquellas empresas cuyas materias primas son importadas
aumentarán; entonces si las empresas quieren mantener su margen trasladarán ese aumento
a los costes y vía precios al comprador final (más inflación).
4) Los gastos financieros de aquellas empresas que tengan créditos en moneda extranjera se
incrementarán; este incremento en los costes financieros se trasladará vía precio al
consumidor, si es que la empresa quiere mantener su margen (más inflación).
Quizá sean las pequeñas y medianas empresas quienes estarán en la situación más
comprometida con deudas en dólares y flujos de ingresos (ventas) vinculados básicamente al
mercado doméstico (bolívares). Para las familias que mantienen deudas en moneda
extranjera, la devaluación aumentará la relación deuda/ingresos provocando recomposiciones
en la estructura de gastos del hogar con un efecto negativo sobre el consumo. En términos
generales, la devaluación para las familias y pequeñas empresas puede generar un «efecto
pobreza».
A pesar de todos estos problemas parece que, tal como vimos ayer, los beneficios de esta
devaluación van a superar a los costes. Pero lo más acertado sería romper con el sistema de
tipo de cambio fijo y controlado y adoptar un sistema flotante. Tener tipos de cambio fijo es
tanto como aceptar el fracaso de otras medidas de política económica para controlar la
inflación lo que transmite poca credibilidad a los inversores. De ahí que en el mundo ha
habido una clara tendencia a abandonar los regímenes de cambio fijo para adoptar tipos
flotantes.
Cómo afecta la devaluación de la
moneda en Venezuela a Repsol,
Telefónica, BBVA, Meliá y Mapfre
Las nuevas medidas de Maduro tendrán escaso impacto porque
las compañías ya aplicaban un tipo de cambio muy alejado del
oficial
Las empresas españolas que operan en Venezuela han visto volatilizarse
en los últimos años miles de millones de euros en ingresos de sus filiales
venezolanas como consecuencia de la hiperinflación y de la constante
depreciación del bolívar. El reconocimiento oficial por parte del Gobierno de
Nicolás Maduro de una nueva devaluación del 96% que acompaña a la
creación del bolívar soberano no tendrá por ello un gran efecto sobre las
cuentas de empresas como Telefónica, Mapfre, BBVA o Repsol, con una
importante presencia en el país.
El hundimiento del bolívar ha sido continuo en la última década y ha dejado
una factura de miles de millones a las empresas españolas. En enero de
2010 el Gobierno de Hugo Chávez devaluó el bolívar un 50%. Desde
entonces, el cambio de la moneda venezolana ha pasado de 2,15 a
6.000.000 millones de bolívares por cada dólar. La moneda ha perdido el
99,9999% de su valor en solo siete años en un contexto de hiperinflación y
empobrecimiento generalizado del país. Aunque la nueva devaluación es
del 96%, la pérdida de valor previa ya era de más del 99%. Las empresas
ya habían adelantado parte de la nueva devaluación y, además, el peso en
euros de sus negocios en el país se había reducido drásticamente.
Telefónica es la compañía española que más había perdido con las
sucesivas devaluaciones. En 2015, la empresa ya reconocía una factura de
más de 7.500 millones de euros en sus cuentas por las sucesivas
devaluaciones, que siguió creciendo con el hundimiento del bolívar. Ahora,
sin embargo, el impacto será muy escaso. Telefónica ya aplicaba en el
primer semestre de este año un tipo de cambio de 2.369.815 bolívares
fuertes por cada dólar, muy inferior al oficial. Con ello, sus ventas en el país
se habían reducido a solo 13 millones de euros, tan solo el 0,05% de la cifra
de negocios del grupo. En 2013 la compañía facturó en el país 3.537
millones de euros, más del 6% de los ingresos del grupo. La compañía llegó
a acumular unos 3.000 millones de euros en caja en bolívares que el
Gobierno venezolano impidió repatriar vía dividendos. Ahora, la compañía
valoraba sus activos no corrientes en Venezuela en 261 millones de euros,
que con la devaluación se verán reducidos a algo menos de la mitad. En
todo caso, la filial ya aportaba pérdidas al grupo, con lo que la devaluación
apenas tendrá impacto en los resultados.
Para Mapfre el impacto de la devaluación tampoco será elevado, aunque
esta compañía apenas la había anticipado. En el primer semestre usó como
referencia un tipo de cambio de 257.700 bolívares fuertes por cada dólar,
con lo que el nuevo cambio de 6.000.000 de bolívares fuertes (60 bolívares
soberanos) por dólar implica sufrir de lleno esa devaluación del 96%. Pero
la aseguradora ya cifraba en solo 7,1 millones el patrimonio neto de las
sociedades del grupo con operaciones en Venezuela, con lo que el impacto
sobre el patrimonio de la nueva devaluación será mínimo. De nuevo, el
impacto del hundimiento del bolívar ya había dejado su factura
previamente. En el ejercicio 2016, Mapfre ya se apuntó una devaluación del
88% del bolívar. Los ingresos en el país sudamericano, que en 2014
superaban los 1.000 millones de euros, prácticamente se han volatilizado.
El BBVA también había anticipado en sus cuentas la devaluación
venezolana. Tras varios años de pérdida de ingresos, resultados y
patrimonio del BBVA Banco Provincial (su filial en el país) al ser
contabilizado en sus cuentas en euros, el peso de Venezuela en sus
cuentas era de apenas unas decenas de millones de euros. A cierre del
primer semestre, el BBVA había contabilizado una depreciación del bolívar
del 98,2% en seis meses, hasta dejar el tipo de cambio en sus cuentas en
1.000.000 de bolívares fuertes (10 bolívares soberanos) por dólar. Aunque
ahora tiene que volver a aplicar una devaluación del 83% (de 10 a 60
bolívares soberanos por cada dólar), pero ya lo hace sobre unas cantidades
que son muy reducidas tanto en resultados como en patrimonio.
Meliá es la otra empresa cotizada que ha venido sufriendo con mayor fuerza
en sus cuentas el impacto de las sucesivas devaluaciones del bolívar. En su
caso, los mayores impactos los había reconocido en el ejercicio 2015, por
importe de 212,4 millones de euros. En el primer semestre de este año
había tomado como referencia un tipo de cambio de 989.621,6 bolívares
fuertes por cada dólar. Esa devaluación adicional había supuesto un
impacto de 23,1 millones de euros en sus cuentas semestrales, según
reconoció la propia empresa. Ahora, sufre una nueva devaluación, pero
sobre unas cantidades ya más reducidas. El problema adicional es que los
ingresos por habitación ocupada se desploman y el índice de ocupación de
sus habitaciones sigue cayendo y está ya solo en el 43,5%.
Una mujer en Venezuela muestra los nuevos billetes de dos y cinco bolívares ‘soberanos’. Reuters/Carlos Garcia
Rawlins
La devaluación ‘desesperada’
de la moneda de Venezuela no
evitará un colapso económico
August 24, 2018 9.11am EDT
Author
1. Benjamin J. Cohen
Professor of International Political Economy, University of California, Santa Barbara
Disclosure statement
Benjamin J. Cohen no trabaja para ninguna compañía u organización que se beneficie de este artículo; tampoco
consulta ni posee acciones ni recibe fondos por ese concepto; y no ha divulgado afiliaciones relevantes más allá de
su posición académica.
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Venezuela anunció recientemente una de las más drásticas reformas
monetarias de la historia y devaluó su moneda, el bolívar,
aproximadamente un 95 por ciento.
El irónicamente llamado bolívar “fuerte”, introducido por primera vez
hace 10 años, será reemplazado por una nueva versión “soberana” a una
tasa de conversión de 100.000 a un soberano. Al mismo tiempo, la tasa de
cambio oficial del gobierno se desplazará de 285.000 bolívares por dólar a
6 millones.
Casi todos los países experimentan cierta inflación, pero rara vez a una
tasa más alta que dos dígitos.
Hacen falta sacos o carretillas de efectivo para comprar las necesidades básicas diarias. Reuters/Marco Bello
Probabilidades de éxito
Venezuela no es el primer país en responder a la inflación fuera de control
con una redenominación de la moneda. Muchas otras naciones a lo largo
de los años se han encontrado en el mismo aprieto.
Pero el beneficio será de muy corta duración si no se hace nada más para
frenar la inflación. Si los precios del café local o del mercado de productos
continúan en aumento, el poder adquisitivo disminuirá de nuevo. Los
precios regresarán a la estratosfera.
Una manifestante sostiene un cartel en contra del gobierno de Nicolás Maduro. Reuters/Marco Bello
-
política comercial
El dinero y el comercio
internacional
17 febrero, 2017
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Fuente: US Census
INGRESO=GASTO=PRODUCCIÓN.
Para evitarlo tiene que existir algún agente nacional dispuesto a consumir más
de lo que ingresa por importe equivalente al déficit comercial. Es decir, tiene
que haber un agente dispuesto a endeudarse. Una posibilidad es que se
endeude el sector privado. (Veremos en un post posterior que esto fue lo que
ocurrió en España cuando entramos en el euro).
Pero si el sector privado desea ahorrar solo queda otro agente que puede
desahorrar: el sector público, el gobierno. Para que no caiga la producción en
nuestra economía el estado debe incurrir en un gasto deficitario para
compensar las fugas de poder de compra al exterior. El estado puede suplir el
poder de compra no utilizado con mayores inyecciones de gasto público o
reduciendo los impuestos. Este es el célebre “déficit gemelo” que preocupaba
por ejemplo a los economistas de la escuela de Cambridge.
Tal fue el caso de los países de América Latina en los años 70 cuyas economías
llegaron a acumular un nivel de endeudamiento externo equivalente a casi el
50% de su renta nacional bruta. El proceso fue fomentado por bancos de
inversiones que animaron a los gobiernos a entrar en unas operaciones de
financiación que se revelarían muy imprudentes El problema de
endeudamiento se vio acentuada por la depreciación de sus monedas que
elevó el valor nominal de estas deudas expresadas en la divisa nacional. Estas
economías llegaron a un punto en el que ya no fueron capaces de generar
suficientes divisas procedentes de sus exportaciones como para atender el
servicio de su deuda externa y además seguir importando bienes básicos del
extranjero. La necesidad de destinar una gran parte de las exportaciones a
pagar intereses y principal a los acreedores extranjeros implicó que una parte
importante de sus recursos se desviaran a un uso socialmente inútil. Para
atender esos pagos los estados tuvieron que aplicar políticas de austeridad
que perjudicaron sobre todo el gasto social, deprimieron la economía y
dejaron a muchas personas sin empleo y sumidas en la miseria. La crisis de la
deuda causó una década pérdida en América Latina.
¿Quiere esto decir que un país pobre no debe importar bienes del extranjero?
La realidad es si un país es pobre y carece de tejido industrial para producir
bienes y servicios que realmente interesen a los nacionales de otros países
ninguna política de tipos de cambio puede resolver ese problema. En este caso
un gobierno responsable tratará de encauzar las entradas de divisas
extranjeras hacia la compra de bienes extranjeros que sean realmente de
primera necesidad como fármacos o material sanitario o bienes de capital que
pueden mejorar la capacidad productiva del país en el futuro.
Venezuela, acotó, por el nivel estratégico que tiene con la República Popular
China, apoya las iniciativas de política exterior que el país asiático lleva adelante,
porque comparten los principios en el relacionamiento con el mundo, en torno al
respeto y el desarrollo estratégico.
El Mundo
Por Moisés Bittán
La Política Exterior de Venezuela está regida por los fundamentos de la constitución de 1999 que
establece los principios de independencia, igualdad entre los Estados, libre determinación y no
intervención, solución pacífica de los conflictos, cooperación, respeto a los derechos humanos,
solidaridad entre los pueblos y la democratización en la toma de decisiones en los organismos
internacionales. Según nuestra Constitución, Venezuela también debe promover y consolidar la
integración latinoamericana y caribeña, el desarme nuclear y el equilibrio ecológico. Estos resultan los
fundamentos políticos que deben regir nuestras políticas de integración en todos los ámbitos de nuestro
pueblo.
En la política exterior venezolana los recursos energéticos derivados de los hidrocarburos han
dinamizado la participación de nuestro país en los escenarios internacionales, seguida a considerable
distancia por los minerales como el hierro y el aluminio procesados en nuestras empresas. En ambos
casos, y a veces de manera contraproducente, el papel del estado en su procesamiento y comercialización
sido preponderante y ocupan más del 95 por cierto de las divisas que generamos.
Los enfoques que se pueden tener sobre el rol del estado en estos rubros son muchos, pero todos
coinciden en la imperiosa necesidad de atomizar las fuentes generadoras de divisas e integración
comercial con los mercados internacionales.
No debemos pasar por alto que no somos los únicos que desean atraer del exterior unas divisas que
resultan escasas en la actual economía global. Nuestro desempeño doméstico dependerá de cuán bien
sepamos atraer, reproducir y retener el interés de la comunidad internacional.
COMERCIO INTERNACIONAL
La importancia que tienen las relaciones internacionales en el campo comercial, político o cultural ha
alcanzado, a nivel mundial, un profundo significado, a tal grado que no se puede hablar tan sólo
intercambio de bienes sino de programas de integración.
Las causas para producirse el Comercio Internacional son obvias: distribución irregular de los recursos
económicos y diferencia de precios, la cual a su vez se debe a la posibilidad de producir bienes de
acuerdo con las necesidades y gustos del consumidor.
El comercio internacional permite una mayor movilidad de los factores de producción entre países,
dejando como consecuencia varias ventajas, entre las cuales tenemos: a) que cada país se especializa en
aquellos productos donde tienen una mayor eficiencia lo cual le permite utilizar mejor sus recursos
productivos y elevar el nivel de vida de sus trabajadores; b) tendencia a la estabilidad de los precios; c)
importación de aquellos bienes cuya producción interna no es suficiente y no sean producidos; d) que la
oferta de nuestros productos que exceden el consumo a otros países, en otros mercados; e) el equilibrio
entre la escasez y el exceso; f) los movimientos de entrada y salida de mercancías dan paso a la balanza
en el mercado internacional; g) y finalmente por medio de la balanza de pago se informa que tipos de
transacciones internacionales han llevado a cabo los residentes de una nación en un período dado.
CASO VENEZUELA:
Debemos potenciar nuestra economía local para exaltar la bondades de los productos no tradicionales,
buscando resaltar las ventajas competitivas hacia el mundo exterior; sin dejar de satisfacer las
necesidades locales, es decir, sin descuidar el mercado interno. En tal caso, el estado desempeña un
papel fundamental para el apoyo de esta ardua labor conjuntamente con la participación de los entes
privados y colectivos, llámese a industrias y empresas privadas, cooperativas, así como personas
naturales, de tal manera poder recuperar nuestra participación en los mercados externos y traer riqueza y
bienestar a nuestros ciudadanos.
Se requiere de una política de comercio exterior con énfasis en la explotación de nuestras ventajas más
que en nuestros deseos y empatías ideológicas, que estimule el desarrollo armónico del aparato
productivo nacional, impulsando las ramas con mayores efectos multiplicadores sobre la producción, la
inversión física, el empleo y el ingreso nacional.
Existe una experiencia exitosa de exportación de productos no tradicionales con los países vecinos que
debemos profundizar gracias a los acuerdos con los bloques de integración económica como la
Comunidad Andina de Naciones.
En materia del patrón de cambio, hay que propiciar precios competitivos de nuestra paridad monetaria y
en concordancia con los mercados internacionales de moneda extranjera; adicionalmente resulta
imperativo que el marco jurídico y todos los entes involucrados en el sistema de administración de
divisas garanticen también el impulso de las exportaciones no tradicionales.
Torino Economics:
Exportaciones venezolana
registrarán caída de 29% en el
2019
Torino Economics publicó una actualización de su índice de exportaciones,
elaborado a partir de los datos aduanales de 31 socios comerciales que abarcan
84,8% del comercio exterior venezolano.
Por
Descifrado
-
1038
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“El reciente declive en los precios del petróleo tuvo un efecto moderado sobre los resultados de
2018 pero tendrá uno más sustancial en los números de 2019. Los cambios en los precios entre
octubre hasta la fecha implican una pérdida de USD 12,7 millardos en ingresos anuales por
exportaciones para Venezuela, de acuerdo con nuestros estimados actuales, haciendo mucho
más difícil para el gobierno evitar mayores recortes en las importaciones y sugiriendo que se
avecinan tiempos aún más difíciles para la atribulada economía venezolana”, explica Torino
Economics.
Por otra parte, revela la firma que las importaciones venezolanas se recuperaron en el mes de
octubre, según el índice I-31 de Torino Economics, basado en los datos de 31 socios
comerciales. Los resultados revelan un aumento interanual de 30,7% y un incremento mensual
de 28,2%, registrando el segundo salto mensual más elevado de 2018 a USD 840 millones. Sin
embargo, las cifras de octubre están solo 2,6% por encima del promedio de los primeros 10
meses del año.
Estas importaciones representan 66,5% de las compras totales a Estados Unidos y han
aumentado 95,7% entre enero y octubre de 2018 con respecto al mismo periodo de 2017. Esta
serie, añade la firma, permite inferir el comportamiento de las importaciones no petroleras, que
se ubicaron en USD 105 millones en octubre. La caída con respecto al año anterior es de 17,9%
y en los primeros 10 meses de 2018 la contracción acumula 22,5%. “En 2017, las
importaciones no petroleras representaban 52,8% de las compras desde Estados Unidos,
mientras que, hasta octubre de 2018, abarcaron solo 33,5% del total. En otras palabras, a pesar
del gran aumento en las importaciones petroleras desde Estados Unidos, las no petroleras han
sufrido un fuerte declive en el último año”, indica.
El comportamiento de esta serie implica que el uso de las importaciones como indicador de las
condiciones de vida de los venezolanos debe hacerse con cautela. Hasta octubre de 2018, las
compras de petróleo y derivados desde Estados Unidos habían promediado USD 302 millones
al mes, muy por encima de los USD 86,2 millones mensuales registrados en 2017. “Esto
significa que USD 215,8 millones en compras adicionales se pagaron por productos
intermedios a ser usados en la industria petrolera, como consecuencia principalmente de las
problemáticas condiciones del sector refinador venezolano. Incluso sin tomar en cuenta los
posibles aumentos de compras de petróleo a otros países (de las cuales no tenemos suficiente
data), estos resultados demuestran que ha habido un declive significativo en las importaciones
no petroleras totales y, por lo tanto, en la disponibilidad de productos importados para el
consumo del país”, concluye.
Recomendaciones económicas, análisis, entrevistas y una mirada global la podrás encontrar
en nuestro canal en Telegram https://t.me/Descifrado
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