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TEXTO 3:

Después de buscarlo a gritos por los dormitorios, oyendo sin saber dónde otros gritos
que no eran los suyos, Plácida Linero se asomó a la ventana de la plaza y vio a los
gemelos Vicario que corrían hacia la iglesia. Iban perseguidos de cerca por Yamil
Shaium, con su escopeta de matar tigres, y por otros árabes desarmados y Plácida
Linero pensó que había pasado el peligro. Luego salió al balcón del dormitorio, y vio a
Santiago Nasar frente a la puerta, bocabajo en el polvo, tratando de levantarse de su
propia sangre. Se incorporó de medio lado, y se echó a andar en un estado de
alucinación, sosteniendo con las manos las vísceras colgantes. Caminó más de cien
metros para darle la vuelta completa a la casa y entrar por la puerta de la cocina. Tuvo
todavía bastante lucidez para no ir por la calle, que era el trayecto más largo, sino que
entró por la casa contigua. Poncho Lanao, su esposa y sus cinco hijos no se habían
enterado ,me dijo la esposade lo que acababa de ocurrir a 20 pasos de su puerta.
«Oímos la gritería pero pensamos que era la fiesta del obispo.» Empezaban a desayunar
cuando vieron entrar a Santiago Nasar empapado de sangre llevando en las manos el
racimo de sus entrañas. Poncho Lanao me dijo: «Lo que nunca pude olvidar fue el
terrible olor a mierda». Pero Argénida Lanao, la hija mayor, contó que Santiago Nasar
caminaba con la prestancia de siempre, midiendo bien los pasos, y que su rostro de
sarraceno con los rizos alborotados estaba más bello que nunca. Al pasar frente a la
mesa les sonrió, y siguió a través de los dormitorios hasta la salida posterior de la casa.
«Nos quedamos paralizados de susto», me dijo Argénida Lanao. Mi tía Wenefrida
Márquez estaba desescamando un sábalo en el patio de su casa al otro lado del río, y lo
vio descender las escalinatas del muelle antiguo buscando con paso firme el rumbo de
su casa. ¡Qué te pasa!le gritó¡Santiago, hijo!  dijo.Que me mataron, niña Wene
Santiago Nasar la reconoció. Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de
inmediato. «Hasta tuvo el cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las
tripas», me dijo mi tía Wene. Después entró en su casa por la puerta trasera, que estaba
abierta desde las seis, y se derrumbó de bruces en la cocina.

El fragmento que se nos ofrece para analizar se inserta en el capítulo 5 de los cinco que
constituyen Crónica de una muerte anunciada (1981). Su autor, Gabriel García
Márquez (1927-2014), era un escritor, guionista, editor y periodista colombiano que fue
reconocido con un Premio Nobel de literatura un año después de la publicación de su
obra, es decir, en 1982. Se caracteriza por ser uno de los escritores más célebres de la
literatura universal y por plasmar en su obra el Realismo mágico, esto es, un
movimiento literario de mediados del siglo XX que muestra lo extraño y lo irreal como
algo cotidiano y común al mismo tiempo. Esto último lo podemos apreciar en su novela
y, además, se aprecia el uso de lo narrativo y lo periodístico, dando una aproximación a
lo que se conoce como novela policiaca. Es importante saber que la obra está basada en
un suceso real, en la que su autor toma los personajes, las circunstancias y su escenario
alterándolo narrativamente, pero sin descuidar los datos propios de una crónica
periodística. A lo largo de sus páginas, el lector asiste a una reconstrucción del asesinato
de Santiago Nasar a manos de los gemelos Vicario para hacer justicia ante la deshonra
sufrida por su hermana Ángela, quien contrajo matrimonio el día anterior y ha sido
rechazada por su marido porque no es virgen.

Aunque estamos ante una novela que, a pesar de su brevedad sobresale por su elevado
número de personajes, en el fragmento que nos ocupa solo aparecen: Santiago Nasar, los
hermanos Vicario, Plácida Linero, Poncho Lanao, su esposa e hijos y la tía Wenefrida
Márquez. Podemos comentar algo en torno a ellos. Como se puede apreciar, el
personaje principal de este fragmento es Santiago Nasar. No obstante, también
observamos que los que le vieron en sus últimos momentos, tras ser apuñalado (Plácida
Linero, hermanos Vicario, Yamil Shaium, Poncho Lanao, su esposa e hijos y la tía
Wenefrida Márquez) aparecen como personajes secundarios, ya que son quienes nos
dan una información sobre el trágico final del protagonista. En primer lugar, Santiago
Nasar se caracteriza por ser un joven de 21 años, soñador y alegre que, tras fallecer su
padre, tuvo que hacerse cargo de su familia y de la hacienda que su padre le dejó en
herencia. En este fragmento, se muestra como la víctima de los hermanos Vicario,
quienes se encargan de devolver la honra perdida en su familia al creer que su hermana,
Ángela Vicario, había mantenido relaciones con este. Por lo que respecta a estos
últimos, los hermanos Vicario se presentan en la obra como seres violentos, pese a que,
en realidad, no querían pasar por ese trance y, por ello, intentaban que otros realizaran
ese cometido por ellos. En este texto se exhiben huyendo hacia la iglesia, siendo
perseguidos por Yamil Shaium, árabe y buen amigo de la familia Nasar. Por otra parte,
Plácida Linero, la madre de Santiago Nasar, es una excelente intérprete de sueños y
contempla a los hermanos Vicario huyendo del árabe y es quien encuentra a su hijo
bocabajo, tratando de levantarse de su propia sangre. Por ello, esta nunca se perdonaría
no haber interpretado los sueños de su hijo, días antes de su muerte. Los vecinos de
Santiago, la familia Lanao, también tiene un papel importante en este fragmento, ya que
son quienes, a través de sus testimonios, nos informan sobre el mal estado de Santiago.
Y es que, todos ellos nos aportan datos diferentes sobre el hijo del inmigrante árabe:
"con un olor desagradable", "con pasos bien medidos" o "incluso con una gran belleza".
Sin embargo, entre todos ellos coinciden en que su imagen les dejó impresionados. Por
último, la tía del narrador, Wenefrida Márquez, se representa en este fragmento como la
última persona que lo vio con vida. No hay que olvidar que esta persona vive en frente
de Santiago Nasar y es quien le pregunta qué le pasa al verlo desangrándose y
desvaneciéndose:”¡Santiago, hijo, qué te pasa!”.

El tratamiento del tiempo es uno de los rasgos más complejos de la obra. Todo ocurre
en veinticuatro horas, pero, curiosamente, podemos destacar que la novela no avanza
cronológicamente del modo lineal: aparecen numerosas prolepsis y analepsis, elipsis,
pausas descriptivas, etc. Es una mezcla casi de puzle entre el sumario, las entrevistas y
la propia crónica del narrador.

El tiempo, además, se nos presenta de forma cíclica (o circular) y, a veces, de forma


muy atomizada (dividida) e incluso, indeterminada: "Después de buscarlo", "oyendo sin
saber dónde", "luego salió al balcón", "Empezaban a desayunar", "Después entró en su
casa", "estaba abierta desde las seis".

El tiempo relatado viene marcado desde el final de la celebración de la boda hasta el


asesinato de Santiago Nasar, que es el caso del fragmento que estamos analizando.

La acción se sitúa en un pueblo colombiano del Caribe (se citan Riohacha y Manaure),
mitad real, mitad espacio mítico. Casi toda la acción transcurre en torno a una plaza
donde se celebró la boda o junto a la casa de Santiago. Tanto la plaza del pueblo como
la puerta fatal de la casa de Santiago adquieren un valor dramático. En la escena que
estamos comentando, asistimos al asesinato de Santiago Nasar en la puerta de su casa.

El texto que se nos propone goza de carácter eminentemente literario. Gabriel García
Márquez nos presenta en esta ocasión una obra en la que se mezcla con realismo el
estilo narrativo con algunas pinceladas de redacción periodística (crónica) y novela
policiaca. Abundan también las descripciones impresionistas y los diálogos, en muchos
casos en estilo directo. Además encontramos:
 Cierto perspectivismo (punto de vista) en el tratamiento de la realidad gracias a
las múltiples voces que intervienen en la configuración del relato. El narrador,
en este fragmento, alterna la primera y la tercera persona y se sirve del estilo
directo para ahondar más en la mente de los personajes y poder ofrecernos una
visión más completa de la realidad: «Oímos la gritería pero pensamos que era la
fiesta del obispo.» Empezaban a desayunar cuando vieron entrar a Santiago
Nasar empapado de sangre llevando en las manos el racimo de sus entrañas.
Poncho Lanao me dijo: «Lo que nunca pude olvidar fue el terrible olor a
mierda».
 Empleo del registro coloquial "terrible olor a mierda"; "en las tripas" que
contrasta con la elevada retórica de ciertos fragmentos "Pero Argénida Lanao, la
hija mayor, contó que Santiago Nasar caminaba con la prestancia de siempre,
midiendo bien los pasos, y que su rostro de sarraceno con los rizos alborotados
estaba más bello que nunca".
 Detallismo en las descripciones "Empezaban a desayunar cuando vieron entrar a
Santiago Nasar empapado de sangre llevando en las manos el racimo de sus
entrañas. Poncho Lanao me dijo: «Lo que nunca pude olvidar fue el terrible olor
a mierda». Pero Argénida Lanao, la hija mayor, contó que Santiago Nasar
caminaba con la prestancia de siempre, midiendo bien los pasos, y que su rostro
de sarraceno con los rizos alborotados estaba más bello que nunca".
 Empleo de un estilo denso y, a la vez, poético. En ocasiones, lo poético contrasta
con un lenguaje tremendista y violento: "y vio a Santiago Nasar frente a la
puerta, bocabajo en el polvo, tratando de levantarse de su propia sangre. Se
incorporó de medio lado, y se echó a andar en un estado de alucinación,
sosteniendo con las manos las vísceras colgantes". Podemos encontrar
abundancia de figuras retóricas, entre las que citaremos las siguientes:
- Asíndeton: en la mayor parte del texto.
- Metáforas: "racimo de sus entrañas"; "rostro de sarraceno".

Santiago Nasar ocupa un lugar importante, ya que todo el texto gira en torno a la
descripción de su muerte. Desde un principio, su autor nos describe el comienzo de
dicho crimen y los gritos que se escucharon en el mismo. Para ello, se apoya del
testimonio de su madre, Plácida Linero, quien, al asomarse a la ventana, observó cómo
su hijo estaba tirado bocabajo, tratando de levantarse de su propia sangre. Y es que, a
raíz de ello, el texto continúa haciendo una presentación del mal estado de Santiago
Nasar; un personaje que, tras haber sido apuñalado por los hermanos Vicario, sostenía
en sus manos sus entrañas y pudo ponerse en pie hasta llegar a su casa. De este modo,
durante su trayecto a la puerta trasera de su hogar, fue visto por varios de sus vecinos.
Todos ellos nos ofrecen sus opiniones sobre cómo vieron a Santiago en ese momento,
hasta que, finalmente, murió en la puerta de su casa.
No cabe duda de que en la obra de García Márquez los temas del amor, la violencia y el
honor están patentes. Y es que, en este fragmento podemos observar cómo los dos
últimos cobran un papel importante en la misma pero también, la pasividad de un
pueblo, que es conocedor de la tragedia que le iba a suceder a Santiago Nasar pero no
fue capaz de detener dicho acto criminal. Es más, ni siquiera lo avisó.

La indiferencia ante actos cruciales de la vida, viene a reafirmar la máxima de Einstein


de que el mundo es malo, pero no por las personas que hacen el mal, sino por las que no
hacen nada para evitarlo. Son muchos los personajes que podrían haber detenido a los
asesinos o avisar al que iba a ser asesinado. Lo increíble del asunto, por un lado, y el
miedo, por otro, es lo que contribuye a que los actos violentos se sigan sucediendo. Y
esto, desgraciadamente, también ocurre en la actualidad. Dentro de esta pasividad
destaca, especialmente, la de aquellos compañeros de colegio que, a sabiendas de que
hay alguien que sufre acoso escolar, se comportan de manera cobarde y no son capaces
de impedir el daño psicológico que puede sufrir un ser indefenso, quien se enfrentará a
una serie de problemas que pueden dañar gravemente su salud, o en situaciones
extremas, quiera acabar con su vida mediante el suicidio.

Crónica de una muerte anunciada hace una dura crítica a la pasividad del ser humano y
a la maldad que habita en él. Leerla y no reflexionar tras ello es tiempo perdido y
hacerlo puede contribuir a cuestionarte a ti mismo, a los que te rodean y a las normas
que rigen el mundo, en general. Más allá de eso, cuenta con un importante valor estético
que despierta en el lector efectos emotivos que solo logran las mejores lecturas. No es
un libro recomendable; es un libro fundamental y de lectura obligatoria.

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