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EMOCIONES Y COGNICIÓN
Un aspecto significativo y muy vigente, que forma parte de la esencia del docente, es la
vivencia de emociones fuertes. Sabemos, por ejemplo, que el clima emocional de la
escuela y de la clase influirá en las actitudes ante la enseñanza y el aprendizaje, y en la
práctica correspondiente. Los docentes (y sus alumnos) viven en el aula un conjunto de
emociones, a veces contrapuestas. En una revisión de investigaciones empíricas, Sutton
(2000) descubrió que el amor (como relación social) y el afecto, la satisfacción en el
trabajo y la alegría, el orgullo, el entusiasmo y el placer por el progreso y los logros de los
alumnos se encuentran entre las emociones positivas citadas con mayor frecuencia. A
causa de su implicación emocional, es inevitable que los profesores experimenten
también una serie de emociones negativas cuando se desafía el control de principios y
prácticas aceptados desde antiguo o cuando se debilita la confianza y el respeto de los
padres, el público y sus alumnos. r la emoción de la lógica y la razón en el aula, hemos
simplificado el control y la evaluación de la escuela, pero también hemos separado las
dos caras de la misma moneda, y perdido algo importante en el proceso. Es imposible
separar la emoción de las demás actividades importantes de la vida. No lo hagamos"
(Sylwester, 1995, pp. 72, 75).
En un estudio de maestros belgas, Kelchtermans (1996) habla de los sentimientos de
vulnerabilidad de los docentes, surgidos cuando los cambios normativos, los padres, los
inspectores o los compañeros cuestionan su identidad profesional o integridad moral, a la
luz de unas expectativas poco realistas o su incapacidad de ayudar a los alumnos a
alcanzar unos niveles más elevados.
Sutton, entrevistó a treinta docentes de un conjunto de escuelas, cuya experiencias
oscilaban entre uno y veintiocho años. De éstos, el 63% era femenino. La investigadora
descubrió que las emociones fundamentales más citadas eran "alegría", "ira", "sorpresa" y
"excitación", "amor", "tristeza" y "miedo". Dos tercios de los docentes dijeron que
experimentaban sorpresa, y entusiasmo (Nias, 1989; Tickle, 1991): "Cuando llego, los
alumnos saben que tengo una personalidad efervescente, sonrío, saludo a los alumnos
todos los días”.
Como la enseñanza es un trabajo intenso que exige unas cantidades enormes de energía
física, intelectual y emocional (PriceWa-terhouseCoopers, 2001; Jackson, 1968), para
mantener la pasión, es vital que las emociones positivas superen a las negativas. Laza-
rus, Kanner y Folkman (1980) señalan que las emociones positivas tienen tres funciones:
Dar un "respiro" a través del humor; "sostener", ayudando a los individuos a sentirse
eficaces y valorados; ser "restauradoras", ayudando a los individuos a sentirse
conectados y queridos ven que es mi amor por la enseñanza" (Sutton, 2000, p. 13).
LA IDENTIDAD ACTIVIS
Sachs (2003), identifica dos formas contrapuestas de identidad profesional. La primera es
empresarial, que la autora asocia con los profesores eficientes y responsables, que dan
cuenta de sus actos y aceptan los imperativos de la normativa impuesta por agentes
externos, con una enseñanza de calidad elevada, medida por indicadores exteriores de
rendimiento. Esta identidad puede caracterizarse como individualista, competitiva,
controladora y reguladora, definida externamente y orientada de acuerdo con los niveles.
La segunda identidad es activista, impulsada por la creencia en la importancia de
movilizarse en beneficio del aprendizaje de los alumnos y de mejorar las condiciones en
las que pueda darse. En esta identidad, los maestros se preocupan ante todo de crear
y poner en marcha normas y procedimientos que proporcionen a los alumnos unas
experiencias democráticas (Sachs, 2003). Señala la autora que la identidad empresarial
es el producto deseado de la eficiencia y los planes controladores, mientras que la
activista apunta a unas aulas y escuelas orientadas a la investigación, colaborativas,
en las que la enseñanza está relacionada con grandes ideales y valores sociales, y
en las que sus fines trascienden el instrumentalismo estrecho de los actuales
planes de reforma. No obstante, el mero hecho de considerar la idea de un plan activista
requiere valor, confianza en uno mismo, clara comprensión de un conjunto de fines
morales y un fuerte compromiso con los mismos. Ser un profesor activista apasionado
supone evitar la profesión docente aislada e introspectiva descrita por Bottery y
Wright, que "no sólo está al servicio de unos fines discutibles políticos y
económicos. También está limitada su capacidad de desarrollar una generación que
pueda responder en grado suficiente a las exigencias complejas y cambiantes de un
entorno global, así como de promover la clase de competencias y actitudes necesarias
para una ciudadanía más capacitada y participativa" (2000, p. 100).
“El modo en que los maestros forman sus identidades profesionales está influido
tanto por lo que sienten de sí mismos como por lo que sienten de sus alumnos. Su
identidad profesional les ayuda a situarse en relación con sus alumnos y a hacer
ajustes adecuados y eficaces en su práctica y sus creencias sobre los estudiantes y
su compromiso con ellos" (James-Wilson, 2001, p. 29).
Geert Kelchtermans (1993, pp. 449-450) señala que el yo profesional, como el yo
personal, evoluciona con el tiempo y que está constituido por cinco aspectos
interrelacionados:
• Autoimagen: el modo de presentarse a través de las historias de sus carreras
profesionales.
• Autoestima: la evolución del yo como docente, hasta qué punto es bueno o no, tal como
lo define uno mismo y los demás.
• Motivación para el trabajo: lo que hace que el docente opte por seguir comprometido
o por abandonar el trabajo.
• Percepción de la tarea: la forma de definir los docentes su trabajo.
• Perspectiva futura: expectativas de los docentes acerca del desarrollo futuro de su
trabajo Kelchtermans descubrió dos temas recurrentes en el estudio de los relatos
profesionales de diez maestros belgas de primaria con experiencia:
- Estabilidad en el trabajo: la necesidad de mantener la posición, tras haber
logrado sus ambiciones, llevaba a la satisfacción en el trabajo.
- Vulnerabilidad a los juicios de los colegas, el director y personas ajenas a la
escuela, como padres, inspectores, medios de comunicación, que pueden basarse
exclusivamente en el rendimiento mensurable de los alumnos.
A medida que aumentaba la vulnerabilidad, tendían a la pasividad y al conservadurismo
en la enseñanza.
La pregunta final
Antes de concluir este breve texto hay que abordar la pregunta que flota en el aire,
como un elefante en la sala. ¿Qué de todo esto deberá quedar en las escuelas cuando la
pandemia se termine? ¿La pedagogía de la excepción es un camino hacia la liberación de
las aulas y nos conduce al anhelado deseo de disfrutar aprendiendo? La primera
respuesta es que la pedagogía de la excepción es eso: una excepción. Este tiempo no es
una “oportunidad educativa”. La pandemia del coronavirus es una tragedia. Debemos
estar unidos, cuidarnos, cuidar de los otros y muy especialmente de los mayores. Es un
tiempo para adaptarnos lo mejor que se pueda y depositar nuestra inversión como
sociedad en las ciencias que puedan ayudarnos a resolver el problema y a mitigar sus
efectos. Lo que salga de esta gran excepción no lo sabremos. La escuela tiene secretos
bien guardados que se anclan en las maneras de estructurar el conocimiento y
desplegarlo masivamente. No está muerta ni sus dispositivos son insensatos. No hay que
caer en las tentaciones de la innovación sin saber qué riesgos hay en juego. En todo
caso, este viaje hacia la pedagogía de la excepción permitirá pensarlo todo. Saldremos
más reflexivos y podremos, ojalá pronto, balancear qué funciona realmente del viejo orden
y qué podremos cambiar que valga la pena. Mientras tanto, se sugiere mantener un
contacto humano con nuestros estudiantes, una reclasificación curricular que genere
sentido y multiplique las posibilidades de aprender en contextos muy desiguales, con
ciertas rutinas y secuencias que mantengan el edificio curricular usando sus columnas
fundamentales. Estas propuestas son un tejido tentativo que muchos docentes ya están
practicando. El laboratorio de la pandemia es una gran conversación pedagógica para
aprender cada día.
Bibliografía:
Day , Cristopher(2006) Pasión por enseñar, LA identidad personal y profesional
del docente y sus valores, Cap 3. Narcea S.A. de Ediciones Madrid 2006.
Rivas , Axel(2020) Pedagogía de la excepción ¿ Cómo educar en la pandemia?
Universidad de San Andrés.