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El duelo se trata de una reacción emocional y de comportamiento natural que se sucede por la
pérdida de una persona, objeto o evento significativo. Aparece como sufrimiento y aflicción al
romperse un vínculo afectivo. Abarca componentes físicos, psicológicos y sociales. Su duración
e intensidad son proporcionales a la pérdida.
Para enfermería, que estamos en constante contacto con los pacientes y sus familiares, es
importante conocerlo y saber intervenir en él. Somos los que podemos ver, prevenir, actuar y
saber derivar de forma que su desarrollo no sea patológico.
En este trabajo tenemos como objetivo elaborar una serie de recomendaciones para el
personal de enfermería cuando se enfrenten a una situación de duelo en la que deban de
intervenir.
En el proceso del duelo, algo que debemos entender es que se trata de un proceso fisiológico
si se desarrolla de manera adecuada, pero que puede pasar a ser patológico. El duelo abarca
tristeza, idealización de la persona perdida y cierta culpabilidad, y el contexto en el que ha
producido esa pérdida, interfiere en la intensidad y duración (no es lo mismo perder una
persona joven, en el contexto se un suicidio o de forma súbita, si no se tienen apoyos sociales
y en un contexto sociocultural pobre que una persona anciana con un buen apoyo familiar y en
una enfermedad o situación que indicaba un final de la vida próximo).
Por otro lado, para superar el duelo, concretamos cuatro tareas en las que podemos
intervenir:
1. Aceptar la realidad
2. Expresar los sentimientos
3. Adaptarse a la nueva situación
4. Invertir en otras relaciones
Por tanto, lo primero: para lograr conocer en qué situación se encuentra el superviviente y la
vivencia del duelo hay que realizar una valoración de la situación individual de éste ya que
nos permitirá reconocer la fase en la que se encuentra, tantear el tipo de duelo que pueda
estar sufriendo, los factores de riesgo y protectores y la tarea en la se pueda estar ubicando en
ese momento el paciente. Debemos incluir el contexto de la persona fallecida (duelo a
distancia, forma de comunicación del fallecido, estado del cadáver…) y el de la persona
superviviente (pérdidas anteriores, situación mental basal, indefensión aprendida, proyección
en el fallecido…)
Por otro lado, podemos como enfermeros también centrarnos en la expresión de los
sentimientos, donde encontrarnos con una persona con dificultad o que directamente no los
muestra, el proceso fisiológico del duelo puede bloquearse. El “no sentir”, evitar sus
recuerdos, contener las emociones y negar evidencian la situación de constricción, donde la
rumiación, las obsesiones… Son un caldo de cultivo hacia una conducta autodestructiva.
El dolor es normal, no hay que negarlo y facilitar esa expresión de los sentimientos es una de
las funciones que enfermería, por la proximidad que tiene, puede empezar a trabajar con el
paciente.
Mientras habla: le dejamos, no interrumpimos, centramos nuestra atención en lo que nos dice.
Pedimos que nos repita información que consideremos importante o que necesitemos que nos
vuelva a explicar, no hacemos suposiciones. Rectificamos lo que nos dice la otra persona para
asegurarnos de haber comprendido adecuadamente, le miramos y seguimos observando sus
expresiones faciales y gestos. No juzgamos. Podemos parafrasear y debemos prestar atención
a los detalles.
Puede ocurrir que aun no sepamos manejar apropiadamente, esa comunicación no verbal y
que resultemos invasivos, o no sepamos cómo modular, cayendo en la infantilización del
tono… Practicando, haciendo ejercicios de roll playing y sin duda, con la práctica clínica
podemos ir poco a poco perfilando nuestras aptitudes.
Con la ayuda de la empatía podremos mejorar esa comunicación, ponernos en la piel del otro.
Realizar un análisis de cómo se siente, de lo que espera, de cómo ve su futuro inmediato, de lo
que ha perdido y de lo que siente que ha perdido… Podemos identificar así falsas ideas o
“ideas irracionales”, incluso, pensamientos que se pueden volver intrusivos y desarrollar esa
conducta negativa basada en profecías autocumplidas y un bucle negativo se que
retroalimenta. Si nos ponemos en su situación, la escucha activa será mucho más efectiva, así
como el feedback. Podremos hacerle ver cómo nos afecta su conducta.
Por ejemplo, una persona adolescente pierde a su padre a causa del COVID-19, en pleno
confinamiento y sin poder despedirse. Vemos que es la primera pérdida importante que tiene,
en una situación bizarra para todos pero en una edad donde relacionarse con sus amigos y
amigas es muy importante. No ha podido decir adiós, una edad conflictiva en la que la
comunicación no ha sido como ahora hubiera deseado, el roll que puede sentir que tiene que
desarrollar con su familia, la valoración que haga ahora de la estructura de su familia…
No debemos aquí caer aquí en juicios de valor ni mucho menos en subestimar su dolor. EL
duelo puede afectar psicológica, física y espiritualmente de forma intensa. Para poder
explicarlo a la persona, nosotros no podemos menospreciar lo que nos cuente de ahí el uso de
la empatía y la escucha activa, si no, conseguiremos de nuevo el retraimiento del paciente y el
efecto opuesto que buscábamos. Nuestros valores y creencias también pueden influirnos, la
asertividad para ambos, es fundamental, pero debemos recordar que no somos protagonistas
y que no tienen cabida aquí nuestras propias creencias. Como ejemplo, la fe de una persona
puede ser una herramienta que le ayude en su duelo, puede expresarnos mediante ella, y
escucharla, respetarla y retroalimentar positivamente su expresión va por encima.
Algunos ejemplos de asertividad pueden ser: la técnica del disco rayado o mantener la postura
y repetir el mismo argumento de forma tranquila, exponer en primera persona lo que piensa o
siente. Ser lo más objetivo posible al describir una situación. Preguntar, quizás de los más
útiles para nosotros como enfermeros en principio, para no dar nada por sentado y saber lo
que piensa, siente o quiere la otra persona.
Como vemos, la escucha activa y el feedback, se apoyan de nuestras habilidades sociales, que
debemos usar para lograr esa comunicación efectiva por su alta utilidad y juegan un papel
fundamental en todo momento. Por supuesto, nos podemos ver en la situación de no saber
manejarlo en un primer momento, de sobrepasarnos, pero debemos comprender que estas
habilidades como es la empatía, son susceptibles de mejora, se van aprendiendo y perfilando.
También podemos caer en falacias, como proyectar nuestras vivencias en los pacientes o
actuar de forma paternalista y decir cómo debe actuar en cada momento la persona
superviviente o viceversa. Debemos recordar que el protagonista es él o ella, y que nuestra
labor en empoderarlo, dejar que se exprese, explicarle y que acepte que es un proceso normal,
que lo que siente es normal y que podrá aprender a vivir la nueva situación.
En este punto, para que el duelo evolucione favorablemente podemos ser un contacto para
la persona y derivarla, recordarle que necesita el contacto de los demás. Que no se aísle. Esto
lo podemos reforzar en el paciente diciéndole que hablar, que comunicarnos nos hace saber
qué le ocurre.
Cada uno tendrá su forma de actuar, pero estos consejos para intervenir En el duelo en
general y en facilitar la expresión y comunicación en particular, nos ayudan a guiar nuestras
acciones y a entender el contexto de la persona.
Mediante la actuación en el pre-duelo, podemos hacer uno de los papeles más importantes de
la enfermería, la prevención.
Con todo, nos apoyaremos en la escucha activa podremos crear ese ambiente y el primer
intento de comunicación que nos permita ayudar a seguir avanzando en esos escalones que
debe superar. La empatía y el feedback favorecerán cada vez más una comunicación que con la
asertividad permitirá a la persona coger sus herramientas, estar receptor de asesoramiento y
poder crear todavía más conexiones para por fin, hablar del fin del duelo.