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Universidad Católica de Honduras

Nuestra señora Reina de la Paz

“Campus Santiago Apóstol”

Soltar para volar

Catedrática: Lic. Patricia López

Asignatura: Técnicas Terapéuticas I

Integrantes: Ivon Sthefany Valladares Betancourt

0703200004485

Sección: 1001

Fecha de entrega: 20 de noviembre del 2021


Los individuos requerimos tener certezas espaciales, disponer de un espacio
para vivir y en ciertos casos, la esencia va a ser personal, en pareja o en familia
y, en otras ocasiones, como en las sociedades nativos, ejemplificando, va a ser
colectiva.
posesión de la región y sus demarcaciones son fundamento de varios conflictos
en los seres asigna unas propiedades idiosincrásicas;
el territorio es nuestra alma, nuestro sentir, la piel de nuestra vida, por esto es
tan fundamental disponer de aquel escenario, tener posesión de él, tanto legal
como psicológica y emocionalmente.
El de la madre es el de mayor relevancia tanto en lo emocional, como en lo
social, en lo familiar, lo cultural y legal; la potestad es comúnmente entregada a
ésta. Socialmente se asume como desnaturalizado el abandono de una madre,
se habla incluso del instinto materno, que aspira explicar cómo la progenitora
hace todo lo posible por el bienestar de su hijo, incluso, en la literalidad de la
palabra “instinto”, ésta daría la vida por ellos. El abandono del padre se plantea
en la fragilidad en la toma de elecciones, ya que el papel paterno es brindar la
autonomía, el respaldo en la adopción y la custodia, entre otros. Cuando el
padre no está por cualquier razón, el(la) hijo(a) crecerá con un vacío emocional,
del cual una y otra vez pasará “cuenta de cobro”. La constante es el malestar de
un segundo abandono (el parental se conoce como primer abandono); la
ambivalencia emocional significa: “Estoy contigo, pero me falta algo”. Así, un hijo
abandonado, es un candidato para ser un padre o una madre abandonado(a). La
evitación y el temor al abandono pueden, incluso, precipitar uno preventivo.
Quizá la experiencia más traumática y que exige más enorme vigilancia
emocional de los niños se da cuando la madre fallece durante el parto. La
muerte de una madre, al nacer su hijo, es una carga generacional de difícil
preparación. Bertold Ulsamer en su libro Sin raíces no hay alas, lo referencia así:
“Esta carga es bastante profundo y casi insoportable para el hijo superviviente,
debido a que él fue la ‘causa’ de la muerte de su madre. La madre dice al hijo:
‘Toda madre acepta el riesgo y yo cargo con esto. De repente, el hijo puede ver
a su madre y sentir y aceptar su amor”. Para el caso del abandono del padre, la
vivencia más significativa hará referencia a la dificultad que la persona tendrá en
la toma de elecciones, puesto que es funcionalidad del padre dar las bases para
la autonomía. Él es el respaldo, el coequipero de la madre; cuando ella no está,
responde y esto constituye, en el infante, la esencia de su seguridad y el poder
admitir riesgos, ver la vida hacia adelante sabiendo que alguien (el padre) está
acompañando y apoyando las elecciones. El infante o la niña asumen el papel
de compadre o compañera de la madre. El(la) infante (a) en la edad adulta
intentará encontrar en el camarada o compañera, al padre o a la madre
reemplazo.
A los hijos mayores se les asigna fácilmente el papel del padre o de la madre; al
mismo tiempo éstos pueden admitir el del padre cuando éste se ha ido, o las
abuelas convertirse en madres y estas últimas en hijas. Existe una ley de edad
emocional que da cuenta, en diversos casos, de este desorden: tener un hijo
previo a realizar los 20, lo convierte veloz en hermano; entre los 20 y 35 se
tienen hijos y después de los 35 se tienen nietos. En esta perspectiva, una
madre de 30 años con una hija de 15 resulta siendo hermanas, comparten casi
los mismos gustos y, en algunas situaciones, tienen incluso los mismos
intereses por la ropa o los requisitos en la obra de pareja. Luego de transcurrido
cualquier tiempo (5 ó 6 años), la madre aspira volver a un infante de 8 ó 10 años
y éste ya no la reconoce como tal.
A lo largo de la primera etapa del amor, llamada del enamoramiento o el infante
del amor, la sensación que se tiene es de haber encontrado el amor definitivo, y
el sueño hecho realidad se pretende eternizar. La experiencia gratificante e
idealizada de aquel sentir en el cuerpo humano y el corazón va a poder ofrecer
como consecuencia de aquel amor infantil y regresivo una suspensión emocional
en la época. El amor añorado va a ser, en la mayor parte de las situaciones, el
motivo primordial para encontrarnos con el corazón ocupado, empero además
es la furia, la culpa, el remordimiento, o lo no vivido, lo cual provoca que el
afecto se quede en pasado y el individuo arrastre con el dolor de lo cual ha
podido haber sido y no ha sido; y, en dicha dinámica la vida se pase sin ofrecer y
recibir amor. Hay muchas causas para este síndrome de movimiento afectivo por
un amor que no llegará, la primordial es no haber tenido de niño(a) un
parentesco seguro, que lo ofrece, en particular, la mamá.
Durante la primera fase del amor, llamada del enamoramiento o el infante del
amor, la sensación que se tiene es de haber encontrado el amor definitivo, y el
sueño hecho realidad se pretende eternizar. La vivencia gratificante e idealizada
de ese sentir en el cuerpo y el corazón podrá dar como resultado de ese amor
infantil y regresivo una suspensión emocional en la era.
Una vez que hombres y damas se embarazan asumen rápido un papel exclusivo
en la realidad que es la paternidad o la maternidad. Un hijo se constituye en el
exclusivo parentesco indisoluble en la época y en la responsabilidad, nunca
vamos a poder llamarle ex hijo, como sí tenemos la posibilidad de realizarlo con
la pareja. Si a un hijo se le fallece su papá se le mencionará huérfano de, sin
embargo, en la situación del deceso de un hijo no se sabe la nominación, y el
dolor de su partida dará cuenta del parentesco definitivamente importante que
está establecido. Además de representar una elección de por vida, ya que al
final se asume a partir de dicha visión, como una responsabilidad sin fecha de
caducidad, es el exclusivo parentesco que es dependiente por completo de
nuestra elección. El hijo no nacido se queda en un lugar indefinido que se
necesita centrar y hallar. El agua nos regresa a la vivencia intrauterina. No son
en vano las rituales de bautizo y la sensación de confort que se crea una vez
que estamos sumergidos sin malestar dentro del agua. El agua, así sea de flujo
de agua, lago e inclusive de océano, resulta, en muchas civilizaciones, un factor
vivificador y purificador. Obviamente, en las tradiciones que emplean el bautismo
se recurre al mágico factor que es portado al templo, empero en otras creencias
vemos que es el individuo quien acude de manera directa al flujo de agua o al
lago. De esta forma, la raza humana ha tenido por sagrados, ríos como el
Jordán, el Éufrates, el Nilo y el Ganges. El Ganges, con su recorrido de 2.510
km, es el flujo de agua más sagrado de la India. A su paso por las metrópolis de
Varanasi (o Benares), Hardware o Allahabad, el flujo de agua se convierte en
vez de peregrinación y sede de las más diversas rituales, que van a partir de la
purificación hasta los ritos fúnebres. Los hindúes creen que las aguas del flujo
de agua sagrado poseen el poder de purificar tanto su alma como su karma. El
Nilo es el flujo de agua gracias al cual se desarrolló la cultura de Egipto. El flujo
de agua era uno de sus primordiales centros ceremoniales y el rebalse de sus
aguas hacía que la tierra fuera demasiado fértil y permitía enormes cosechas de
las que dependían los pobladores de la vieja cultura. El más conocido es, quizá,
el flujo de agua Jordán, debido a que ahí ha sido bautizado Jesucristo y es el
mismo que usan los judíos para purificarse.

Ciertos padres asumen, por una infinidad de causas, la votación de ofrecer a su


hijo en adopción, haciéndolo mediante instituciones legalmente establecidas por
los países o, en Numerosas situaciones, entregando el hijo a familiares cercanos
o vecinos, lo que hace un poco más compleja la situación. Al igual que con el
aborto, las razones iniciales son muy fuertes, no obstante, con el paso de los
días, meses y años muchas de esas razones se relativizan y los sentimientos de
culpa y autorreproche son muy grandes y agobiantes. Esto lo sugiero por 2
razones: la primera es que no se debe analizar una elección años después, con
los recursos emocionales, la madurez y todo lo que se es en la actualidad. En el
momento de la crisis, la votación generó descanso y resolución del problema,
seguramente tristeza. El análisis de un caso nos ayuda a entenderlo: Consuelo
tenía 16 años cuando su padrastro abusó sexualmente de ella. No acariciaba su
estómago y la votación de entrega en adopción siempre fue clara. Inicialmente,
fue difícil pensar en quedarse con él por las condiciones adversas; su elección
era firme, sin embargo, los sentimientos cambiaron y, en el momento del parto,
se sentía una madre amorosa esperando los principios de su primer hijo.
Los hijos que se enteran de que sus papás no son sus papás biológicos,
comúnmente, quedan en un problema emocional y en una clara ambivalencia
emocional, caracterizada por ira, malestar o resentimiento, por un lado, y gratitud,
desconfianza, reproches, admiración, deuda, por el otro (hacia los papás
adoptivos). Ha sido un infante institucionalizado por estar en condición de
desamparo o violencia; ha sido un infante entregado para ser adoptado o ha sido
entregado a instituciones por muerte de los papás en situaciones catastróficas
(un movimiento sísmico, una experiencia de guerra o problema armado).
Inicialmente, mi consultante experimentó furia con los papás biológicos, por no
haberla buscado lo suficiente; y con sus papás adoptivos sintió resentimiento por
lo cual hicieron y por haberle negado una familia con hermanos (ella es la
exclusiva mujer). Honró a sus papás biológicos, se reconcilió con ellos, pasó a
ver la finca de donde ha sido sacada (hurtada), la recorrió descalza,
recuperando sus raíces, se reconcilió con sus papás adoptivos y elaboró el
duelo por el deceso de su hermano (quizás ésta ha sido la sesión más dolorosa).
Para ratificar lo expuesto, cito a Marianela Vallejo, en su libro sobre
constelaciones parientes: únicamente desde el respeto por el orden de
procedencia de los dadores de la vida es viable que el infante adoptado logre
tomar como papás a los adoptantes, a cuyo cargo está el cuidado de la vida que
recibió de sus progenitores. Tanto quienes brindaron la vida como quienes la
protegen, se transforman en pilares primordiales para honrar la jerarquía
parental que incluye a papás biológicos como adoptantes. Los primeros, ya que
brindaron la vida han tenido la generosidad de dar al hijo a quien por distintas
causas no se sentían en probabilidad de aceptar. Por lo anterior es esencial que
el hijo sepa su origen y vaya creciendo respetando y honrando a sus papás
biológicos, e por igual, aceptando con amor y gratitud el hogar ofrecido por los
adoptantes. Un infante adoptado que crece con la probabilidad de devenir en
hijo de los papás adoptantes y con el claro respeto y honra por el orden de
procedencia por sus papás biológicos, es un infante que tiene en sus manos los
pilares primordiales para crecer correctamente, aceptando su historia,
honrándola, y convirtiéndola en fuerza impulsadora de su porvenir”. Una vez que
esto les pasa, a jóvenes o adultos, quedan con la sensación de lo no vivido y de
añoranza: “¿Cómo podría ser mi vida con mi mamá y mi papá biológicos?”. El
individuo permanece en un escenario de fantasmas, del cual es bastante difícil
salir, o además en la averiguación sin fin de los papás biológicos y de los
ancestros. Este caso es recurrente en chicos entregados en adopción a papás
extranjeros, que vuelven a su territorio donde la vida es distinta. En algún
momento presencié la visita de unos chicos nacidos en Colombia y entregados
en adopción a papás norteamericanos, siendo bastante pequeños. Ni papás, ni
chicos hablaban español. Lloró en forma desconsolada, y sus papás adoptantes
no sabían qué hacer. No es simple intentar integrar dichos 2 universos con un
rompecabezas fragmentado, pues es complicado saber las causas por las
cuales se dio un hijo en adopción; y es además bastante difícil implantar
contacto con los parientes biológicos, por esto es tan recurrente tener la
sensación de fragmentación y de dualidad en la composición de la personalidad.
Las personas traemos unas vivencias familiares transgeneracionales que, como
ya lo hemos explicado ampliamente, se constituyen en lo que conocemos como
identidad familiar heredada. También sé a planteado que el análisis de esas
pautas se debe hacer en contexto, es decir, nuestra familia en un momento
determinado y en un espacio sociocultural dado. Todo esto da la identidad
adquirida, la cual, sumada a la heredada, constituye la tercera que corresponde
a la esperada. Esta última sugiere que alguien que nazca en una familia y en
una sociedad determinadas, debe llenar unas expectativas creadas para él o ella,
lo cual genera poca libertad y un manual de instrucciones y un deber ser, con los
cuales se está irremediablemente involucrado. Frases como: “Para mis hijos…
yo quiero”, o “ésta será una ciudad de hombres de bien”, dan cuenta de que los
padres están delineando el futuro.
Debemos de mejorar como personas para no llevar eso a nuestras futuras
relaciones, y como los padres son una función fundamental en la vida de los
individuos, siendo la madre el mayor ejemplo para los hijos, y como es el papel
tan importante de ellos, si vemos los problemas de los individuos viene de casa,
por ejemplo la separación de los padres, el ejemplo de los mismos, y como
repercute este en nuestro futuro, como padres es importante ser tan cuidadoso
con los niños, para crear niños independientes, asertivos, personas autodidactas
y que puedan obtener la autorrealización, pero si esto no es así, con las
diferentes terapias podemos llegar a hacer a los individuos sanos y libres, la
terapia es tan efectiva como farmacéuticos. Que el amor es una etapa bonita no
obstante podemos orientar a los adolescentes a vivir su primer noviazgo de
manera asertiva, enseñando los tipos de amor, llevando esto arraigado desde
casa, a no repetir patrones, como dependencia emocional como me paso a mí
en mi adolescencia y no llegar hasta la universidad para aprender a ser diferente
y saber que eso no era correcto, pienso que esto me identifico con el libro y que
si tuve que soltar para poder volar.

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