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Capítulo 6

Afectos de desagrado durante el primer año

Los afectos de placer y sus manifestaciones se desarrollan en el transcurso de los tres primeros
meses, es a partir de aquí cuando el niño manifiesta su desagrado cuando se compañero
humano lo abandona (no así cuando se le quita un objeto). En el transcurso del tercer mes, se
establece en el psiquismo del niño un código de señales dirigidas a lo que lo rodea, es decir
que, por una acción suya, el niño logra un efecto.

Llegado el sexto mes, la causa específica de las respuestas de placer y desagrado se hace más
señalada y se extiende a un mayor número de estímulos (aquí sí, si le sacamos el juguete, va a
mostrar desagrado). Durante el segundo trimestre de vida se presenta la reacción de miedo
ante una persona u objeto con la cual el niño haya tenido una experiencia desagradable, ante
esta situación el niño tendrá una reacción de huida.

Entre el sexto y el octavo mes, se presenta una transformación de graves consecuencias. A


esta edad, la discriminación diacrítica ha progresado ya mucho. El niño no contesta ya con una
sonrisa a cualquiera que llene las condiciones para dicha respuesta (generalmente discrimina
más frente a un extraño). El niño reacciona con desagrado ante la ausencia de la madre ya que
ésta se ha convertido en su objeto libidinal (relación objetal).

Spitz llama a este fenómeno, la angustia de los ocho meses, y lo considera la primera
manifestación de la angustia propiamente dicha.

El segundo organizador

Alrededor del octavo mes comienza una nueva fase del desarrollo infantil, durante la cual la
personalidad del niño y su conducta experimentarán una transformación fundamental.

El fenómeno de la angustia de los ocho meses, que se manifiesta normalmente tres o cuatro
meses más tarde, demuestra que el niño ha conseguido reservar al rostro de la madre un lugar
único entre todos los demás rostros humanos, puesto que ahora prefiere aquel y rechaza los
que son diferentes.

El objeto no sólo ha sido constituido en el objeto visual, sino también, y sobre todo, en el
terreno afectivo. El objeto existe solamente a condición de que sea imposible su confusión con
cualquier otro fenómeno.

La angustia de los ocho meses es la prueba de que el niño rechaza todo, excepto el objeto
único (la madre, en la cual el niño ha encontrado un compañero con el cual crea relaciones
objetales).

Éstas reflexiones nos indican también en qué consiste el segundo organizador.

En el aspecto físico:

• La mielinización de las vías nerviosas está suficientemente avanzada para permitir la función
dirigida de los aparatos del sensorio.

• Permite la coordinación de los efectores para poner grupos de músculos al servicio de series
de acciones.

• Permite ajustes de la postura y del equilibrio, necesarios como puntos de partida para estas
acciones.
En el aparato mental se ha almacenado un número creciente de vestigios de memoria, que
crean una base para operaciones ideatorias cada vez más complejas. Estas operaciones
permiten al lactante ejecutar un número progresivo de series de acciones dirigidas de formas
cada vez más variadas. De aquí resulta una de las condiciones para la formación de sistemas en
el yo.

En el nivel de organización psíquica:

La maduración y el desarrollo del bagaje congénito han hecho posible poner los efectores al
servicio de series de acciones dirigidas, que permiten al niño descargar intencionadamente
tensiones de afecto. Estas descargas dirigidas reducen el nivel de la tensión en el psiquismo, lo
que permite organizar mejor la satisfacción de las necesidades. Además, esta reorganización
del funcionamiento del psiquismo, permite al sujeto aumentar el potencial de reservas de
placer. La organización del yo se enriquece, se estructura y delimita, por una parte, por el ello,
y por la otra, por el mundo exterior.

El enriquecimiento del yo ocurre a causa del número creciente de sistemas que se desarrollan
luego de un cambio de acciones cargadas de una tonalidad afectiva. Estos intercambios
acontecen entre el niño y lo que le rodea, y particularmente entre el niño y el objeto que está
en vías de constituirse. Después de éstos intercambios de acciones se establecen las fronteras.
Por un lado, la diferenciación en la agresión de la libido, y por otro, el destino de estos dos
impulsos en el transcurso del primer año, tienen un papel decisivo en esta constitución del yo,
en su estructuración y en el establecimiento de sus fronteras.

Entre la suerte de los impulsos, por un lado, y las fases de la constitución del objeto por el
otro, existe una estrecha interacción. Esta interacción se produce justamente con el
desarrollo progresivo de la coordinación corporal, de la percepción, de la apercepción y de
los intercambios de acción activos e intencionales. El punto culminante de estos desarrollos,
es justamente lo que acabamos de denominar segundo organizador.

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