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El siglo XVII vio el surgimiento de una Europa con legítima independencia entre Estados,
que se reconocían entre sí, que aún se sentían parte de un todo (Cristiandad Latina) y que su
interacción entre ellos era tal que especialmente los más poderosos se veían obligados a
tener en cuenta las acciones de otros Estados.
Sin embargo, nuevas reglas y procedimientos fueron necesarios para regular sus relaciones.
En términos de Bull, necesitaban constituir una nueva “Sociedad Internacional”.
El resultado final de este proceso fue un acuerdo general negociado en Westfalia a mitad de
siglo, como resultado de la Guerra de los 30 Años. La Paz de Westfalia fue el inicio de una
Europa organizada bajo un principio anti-hegemónico.
- Ellos creían que, para establecer un Estado con un reinado efectivo, era necesario
combinar la concentración de poder de un “stato” (Estado) con el reconocimiento de
la autoridad legítima del rey. Es decir, el rey debía ser la personificación de su
Estado.
- Este intento de unificar Francia bajo el gobierno de un monarca absoluto y
de destruir efectivamente la oposición, fue los que se denominó “raison
d’état”.
- Richelieu debía, entonces, construir una coalición antihegemónica con diversos
componentes no basándose en la autoridad (como lo hacía el sistema de los
Habsburgo) sino mediante negociación y persuasión.
- Para llevarlo a cabo, construyó el mejor y más eficaz servicio diplomático en
Europa. Mientras Richelieu se preocupaba por los intereses del Estado
francés, la política de los Habsburgo se basó en el mantenimiento de todos
los derechos hereditarios otorgados por Dios.
3. En tercer lugar, los Estados constituidos por separado, con sus propias leyes
e instituciones, pero dependientes. Tales fueron los Habsburgo, el sur de los
Países Bajos, varios estados en Italia y alrededor del Báltico, y también las
colonias europeas en el Nuevo Mundo. Aunque no eran jurídicamente
iguales, en la práctica, las dos primeras clases de estados reconocían su
independencia mutua y se trataban entre sí como iguales, las fronteras entre
estos Estados estaban claramente delimitadas y lo que pasaba dentro de ellos
podía ser determinado únicamente por sus gobernantes (idea de soberanía).
Los soberanos de Europa ya no estaban sujetos a las leyes universales que se consideraba
que regulaban la conducta de los gobernantes laicos en el medioevo. Sus relaciones estaban
peligrosamente cerca del extremo anárquico. Para poder funcionar no sólo necesitaban el
arreglo territorial y jurídico que establecía una sociedad anti-hegemónica, sino también
nuevas reglas e instituciones en lugar de las antiguas. Así, el siglo XVII desarrolló el nuevo
concepto de “derecho internacional”, como un conjunto de reglas ideadas por y para los
príncipes soberanos para regular sus relaciones mutuas.
La hegemonía de Luis XIV
Estatalidad y nacionalidad
A principios del siglo XVII, la mayor parte de Europa del norte y occidental había sido
forjada por sus gobernantes en los estados. El gobernante era soberano, no debía lealtad a
nadie; todos sus súbditos le debían lealtad y obediencia personal. El estado estaba
comprendido en lo que Hobbes denominaba un leviatán, e internamente cada leviatán era
políticamente independiente de los otros. Las poblaciones encerradas en los leviatanes del
oeste y del norte de Europa desarrollaron una lealtad primaria hacia el estado y entre sí. La
pertenencia al mismo cuerpo político reforzó el viejo concepto de la nación y le dio un
nuevo significado.
Las marchas y el centro
¿Por qué, entonces, los recursos controlados por los Habsburgo no eran suficientes para
establecer una hegemonía duradera sobre la emergente sociedad europea de los estados? En
primer lugar, durante todo el período de hegemonía de los Habsburgo, el empuje otomano
era demasiado fuerte para permitir a los Habsburgo libertad total sobre Europa. En segundo
lugar, la colonización del Nuevo Mundo hizo mayores exigencias a la mano de obra y otros
recursos de España, y proporcionó al Estado menos fuerza de lo que se necesitaba. En
tercer lugar, estaba el gran poder de Francia, el centro geográfico y cultural de Europa
occidental. Sin embargo, aunque Francia con su acceso al Atlántico fue capaz de llevar a
cabo operaciones significativas en el extranjero, sus oponentes anti-hegemónicos derivaron
en un equilibrio sustancial de fuerza europea.
Consecuencias de Westfalia
La hegemonía continuó siendo una característica integral y constitutiva de la práctica del
sistema de los estados europeos, a pesar de la legitimidad anti-hegemónica establecida por
Westfalia, ya que, el líder de la coalición anti-hegemónica se convirtió en el nuevo poder
hegemónico, e incorporó en su estructura hegemónica muchos de los estados de la coalición
victoriosa. Sin embargo, el nuevo orden permitió a cada Estado tomar el lugar (en la
Sociedad Internacional de Europa) que su fuerza y posición geográfica les hizo posible.
Todos ellos participaron de forma independiente en el diálogo diplomático, no sólo dentro
de una de las dos redes de alianza que compitieron y que habían organizado la larga lucha
militar, sino que además podían cambiar de un lado al otro. Algunos de los estados más
pequeños basaron sus relaciones con otros estados bajo la carta de Westfalia sobre
cuestiones religiosas, dinásticas o de otra índole; otros, anti-hegemónicos, decidieron
conservar su soberana libertad del control imperial o de otro tipo; y otros persiguieron una
política relacionada con su contratación al mejor postor.