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January, 2010
I. INTRODUCCIÓN
1
Frase acuñada por Guido Alpa, mediante la cual hace alusión al vasto contenido y a la
posición de trascendencia que la doctrina y la práctica reconocen a esta institución jurídica
denominada “responsabilidad civil”. En efecto, “en la fórmula responsabilidad civil se
concentran la teoría del ilícito, la teoría del daño, los aspectos relativos a los seguros, así como
los vínculos con el derecho de familia, de la propiedad, del contrato, del crédito, sin mencionar
los temas centrales de la teoría general del derecho: desde el empleo de las cláusulas
normativas generales hasta las técnicas de interpretación y la creatividad de la jurisprudencia.
En la práctica, además, este sector se encuentra en constante expansión. Si se repasan las
compilaciones de jurisprudencia, es posible advertir que en un porcentaje bastante
considerable de las sentencias en materia civil se recurre a las reglas de la responsabilidad civil
para dar solución a casos tradicionales, a casos nuevos y, en fin, a casos difíciles” (ALPA,
Guido. Nuevo Tratado de la Responsabilidad Civil. Edición, traducción y notas de Leysser
León. 1ª. Edición. Lima. 2006. Pág. 41)
2
Con el término “responsabilidad civil”, hacemos alusión a lo que el Código Civil denomina,
incorrectamente, responsabilidad “extracontractual”, sin abarcar a la responsabilidad por
incumplimiento de las obligaciones, mal llamada por muchos “responsabilidad contractual”.
Vale la pena hacer la aclaración porque el contrato no es la única fuente de las obligaciones:
piénsese por ejemplo en la gestión de negocios o en la promesa unilateral, las cuales vienen a
ser negocios jurídicos que a pesar de no ser contratos, crean obligaciones. El incumplimiento
de estas obligaciones y su respectivo resarcimiento a favor de la parte afectada, deberá regirse
por las normas integrantes del Título IX de la Sección Segunda: Responsabilidad civil por
inejecución de obligaciones. Aquí se aprecia claramente cómo a pesar de encontrarnos fuera
del ámbito estrictamente contractual (es decir, dentro del ámbito extracontractual), no se
aplican las reglas de la mal llamada responsabilidad extractontracual, sino las reglas propias de
la responsabilidad civil por incumplimiento de obligaciones. En consecuencia, las reglas de la
denominada “responsabilidad extracontractual”, en realidad se aplican a todo supuesto
generador de responsabilidad civil que no hubiese encontrado como causa el incumplimiento
de algún tipo de obligación previamente asumida por las partes (ya sea en virtud de un
contrato, o de una gestión de negocios o de una promesa unilateral), y no sólo a la
responsabilidad civil extracontractual en sentido estricto. He allí la razón para preferir el término
“responsabilidad civil”, antes que “responsabilidad extracontractual”. De esto ya ha dado cuenta
un sector autorizado de la doctrina nacional: “En los últimos años, ha crecido entre nosotros la
costumbre de hablar, a la francesa, de responsabilidad “contractual” y de responsabilidad
¿Es posible sancionar tanto a autores como partícipes con la misma intensidad?
¿Pueden responder todos ellos solidariamente?
1.- Concausa que genera responsabilidad solidaria: Cuando son dos o más los
autores directos del daño3. Técnicamente, acá se habla de coautoría, y la forma como
responden los coautores de un daño, se encuentra regulada en el artículo 1983 CC4
Desde nuestro particular punto de vista, y como bien se indicó, ambos términos
(concausa y responsabilidad solidaria) deben ser clasificados en categorías distintas:
una cosa es la concurrencia de varios de sujetos al momento de producirse un
determinado evento dañoso (concausa) y otra muy distinta la forma como se distribuye
la responsabilidad entre dichas personas causantes del daño. Sin embargo, ello no
nos debe llevar a establecer diferencias entre ambos términos, ya que estos pueden
presentarse de forma conjunta en determinado caso: la concausa, bajo la forma de la
coautoría, puede dar lugar a un supuesto de responsabilidad solidaria, como es el
caso normado en el artículo 1983 del Código Civil. En este caso, como se aprecia, uno
es la causa del otro: la coautoría (concausa) es la causa o factor determinante para
que se presente un supuesto de responsabilidad solidaria.
6
Artículo 1973 CC: “Si la imprudencia sólo hubiere concurrido en la producción del daño, la
indemnización será reducida por el Juez, según las circunstancias”
7
Artículo 1972 CC: “En los casos del artículo 1970, el autor no está obligado a la reparación
cuando el daño fue consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor, de hecho determinante de
tercero o de la imprudencia de quien padece el daño”. (el énfasis es nuestro)
8
En este error incurre Alterini, para quien “la concausa es aquella causa que desvía o suprime
(de manera directa) los efectos de otra causa distinta y coexistente, como sería el caso de la
muerte de un herido por una enfermedad que preexiste al hecho del responsable” (ALTERINI,
Aníbal. Responsabilidad Civil. 3ª. Edición. Editorial Abeledo – Perrot. Buenos Aires. 1987. Pág.
140). El error en que incurre el citado autor, ya ha sido advertido en sede nacional por Juan
Espinoza, quien acertadamente señala que, tal como está definida la concausa según Alterini,
“se está haciendo referencia a un supuesto distinto, que es el de ruptura del nexo causal.
Cuando se habla de concausa, se está haciendo referencia a una cusa concurrente con otra,
destinadas a producir el efecto dañino” (ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Derecho de la
Responsabilidad Civil. 5ª. Edición. Editorial Gaceta Jurídica. Lima. 2007. Pág. 177)
9
La condición no produce el efecto por sí, de forma autónoma e independiente (como sí lo
hace la causa) pero de alguna manera permite que el efecto se produzca o descarta un
obstáculo que impediría que aquel tenga lugar. Es “todo antecedente sin el cual el resultado no
se habría producido, todo elemento que no puede ser eliminado con el pensamiento sin que
haga faltar el efecto” (PIRSON y DE VILLE, citados por ALTERINI, Aníbal. Ob. Cit. Pág. 139)
10
La ocasión tiene un ámbito de relevancia mucho menor en comparación con la causa y la
condición. Aquella únicamente se limita a favorecer la operatividad de la causa. En efecto, la
ocasión viene a ser la “oportunidad, comodidad o coyuntura favorable para algo, sea bueno o
malo, o ambas cosas a la vez, según el enfoque de cada agente” (CABANELLAS, Guillermo.
Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Tomo V. 29ª. Edición. Editorial Heliasta. Buenos
Aires. Pág. 646)
11
La causa en términos prácticos podría ser entendida como el antecedente necesario que
origina un efecto; sin embargo, esto no debe llevarnos a considerar la teoría de la conditio sine
qua non como criterio válido para establecer relaciones de causa – efecto. Y es que como
resulta obvio, “el análisis causal de la responsabilidad civil no se basa en el orden natural de
causas sino en la voluntad de la ley. Esta voluntad responde a finalidades antes que a
mecanismos; es decir, mientras que la naturaleza está tramada por las cusas eficientes
(relación causa – efecto) que crean mecanismos automáticos o regularidades fácticas, el
Derecho está tramado por propósitos sociales que establecen vinculaciones entre los hechos
con miras a la realización de ciertos valores o fines sociales” (GOLDENBERG, Isidoro. La
relación de causalidad en la responsabilidad civil. Editorial Astrea. Buenos Aires. 1984. Pág.
45). Como bien enfatiza TRIMARCHI, la causalidad en Derecho no es un concepto lógico sino
el resultado de una reflexión propiamente jurídica y práctica, orientada a resolver un problema
específico. Por eso, no siendo la causalidad jurídica un mero concepto lógico, tampoco tiene
carácter universal; por lo que puede tener un sentido diverso en las diferentes áreas del
Derecho (TRIMARCHI, Pietro. “Causalità giuridica e danno”. En: Risarcimento del danno
Otra aclaración resulta importante: si la conducta de la propia víctima fuese de tal
magnitud, al punto de ser el factor desencadenante del daño (es decir, al punto de
producirse una ruptura del nexo causal), no podremos hablar, jurídicamente, de un
“autor”12 del daño, toda vez que éste se habría producido exclusivamente por el hecho
de la propia víctima. Si consideramos a la víctima, como autora de su propio daño,
tendríamos que considerarla responsable del mismo, y al ser responsable, debería
responder por el daño y pagar la “indemnización” a favor de sí misma (en aplicación
del artículo 1983 CC). Esta forma de ver las cosas, naturalmente, resulta absurda,
motivo por el cual somos de la opinión que en este supuesto, no es posible hablar de
un “autor” del daño.
Pongamos como ejemplo el caso del suicida que se arroja a las llantas de un carro
que se encuentra en pleno trayecto. Naturalmente, acá no es posible señalar que nos
encontramos ante una concausa (dos o más hechos desencadenantes del daño), toda
vez que la única causa desencadenante del daño fue la conducta misma de la víctima,
quien se arrojó a las llantas del vehículo. La conducta de quien manejaba el vehículo
deberá ser considerada simplemente como ocasión, es decir, asumirá una relevancia
nimia a efectos de imputar responsabilidad. En consecuencia, el causante del daño
será la propia víctima mientras que el conductor del carro no podrá ser considerado
autor del daño, por lo que no asumirá ningún tipo de responsabilidad.
Como se puede apreciar, en cada uno de los 3 supuestos de concausa descritos, ésta
cumple una función distinta. En el primer caso, la concausa sirve para distribuir la
responsabilidad de forma solidaria (artículo 1983). En el segundo supuesto, la
concausa sirve para atenuar la responsabilidad del autor del daño (artículo 1973), y en
el tercer supuesto, la concausa sirve para distribuir la responsabilidad entre los autores
y partícipes del evento dañoso. (Artículo 1978)17.
14
“Comúnmente se afirma que concurriendo el hecho culposo del dañado en la producción de
un evento lesivo, un juicio en términos causales no sólo es posible, sino mas bien necesario,
por dos razones: la primera, porque permite averiguar si el comportamiento de la víctima es
idóneo para excluir del todo la responsabilidad, y por ende, para interrumpir la relación de
causalidad con el hecho del otro participante; y en segundo lugar, para evaluar la respectiva
eficiencia causal de las dos conductas, que junto al análisis de la gravedad de las dos
conductas culposas, constituyen los dos requisitos para que se produzca la reducción del
resarcimiento” (TRAVERSO, MARIA CLEMENTINA. “Il concorso di colpa del danneggiato”. En:
Il Risarcimento del danno contrattuale ed extracontrattuale. A cura di GIOVANNA VISINTINI.
Giuffré Editore. 199. Pág. 348)
15
Este ejemplo generaría un supuesto de responsabilidad civil que se configuraría dentro del
artículo 1970 (responsabilidad objetiva) al tratarse del empleo de vehículos automotores, los
cuales son considerados como bienes riesgosos. Pero también, en el mismo caso, debe
tomarse en cuenta la actuación culposa de alguno o de ambos conductores, pero sólo a
efectos de la cuantificación del daño y no como factor de atribución de responsabilidad (Cfr.
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Op. Cit. Pág. 444)
16
Artículo 1978 CC: “También es responsable del daño aquel que incita o ayuda a causarlo. El
grado de responsabilidad será determinado por el juez de acuerdo a las circunstancias”.
17
Más adelante veremos si la solidaridad también alcanza a quienes actuaron en calidad de
partícipes (cómplices e instigadores) en la producción del daño.
De todos estos supuestos de concausa, el que nos interesa, a efectos de la
elaboración del presente ensayo, es aquél en el cual conjuntamente con la actuación
de un determinado sujeto, pasible de ser calificado como autor, concurre la actuación
de otras personas, pero a título de participación, ya sea como instigadores o como
cómplices (o ayudantes, para usar la terminología empleada por nuestro Código Civil).
Un ámbito en el cual los temas de autoría y participación son recurrentes y han sido
objeto de un prolífico desarrollo doctrinal y jurisprudencial, es en el derecho penal. Es
más, nos animaríamos a decir que estas categorías, reguladas en el artículo 1978 del
Código Civil, encuentran como fuente u origen la doctrina penal18. Por ende, resulta
necesario hacer una breve referencia sobre la forma como el Código y la doctrina
penal, se pronuncian sobre la autoría y participación.
Por otro lado, en la participación, “el partícipe se halla en una posición secundaria
respecto de su autor. El hecho principal pertenece al autor, no al partícipe. Este no
realiza el tipo principal, sino un tipo dependiente de aquel, pudiendo consistir en una
conducta de inducción o cooperación”21
18
Ya de esto había dado cuenta Fernando de Trazegnies varias años atrás: “Las categorías
conceptuales involucradas en este artículo (se refiere al artículo 1978 CC) parece que hubieran
sido tomadas en préstamo del Derecho Penal: estamos frente al autor intelectual y a los
cómplices, que no pueden escaparse del castigo” (DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. La
Responsabilidad Civil. Tomo I. 1ª. Edición. Fondo Editorial PUCP. Lima. 1988. Pág. 525)
19
MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. 7ª. Edición. Editorial Montevideo –
Buenos Aires. Pág. 373
20
VILLA STEIN, Javier. Derecho Penal. Parte General. 2ª. Edición. Editorial San Marcos. Lima.
Págs. 310-323
21
MIR PUIG, Santiago. Op. Cit. Pág. 396
A su vez, dentro de la complicidad, es posible hablar de complicidad primaria (es
cómplice primario aquel cuya cooperación es imprescindible para la comisión del
delito) y de complicidad secundaria (el cómplice secundario presta una cooperación no
imprescindible y sin la cual igualmente podría haberse realizado el tipo)22
Como se puede apreciar, el legislador nacional, con acertado criterio, sanciona con la
misma pena a los coautores de determinado delito.
En efecto, cuando dos de las normas principales del libro de Responsabilidad Civil,
los artículos 1969 y 1970, hacen alusión al término “aquel”23, se refieren a la persona
que directamente causa el daño y que por ende debe ser catalogada como autor. Y en
caso sean dos o más las personas causantes del daño, estaremos ante un típico caso
de coautoría. El hecho de que los artículos 1969, 1970, 1978, 1979, 1981, 1982 del
22
BRAMONT ARIAS TORRES, Luis. Manual de Derecho Penal. Parte General. Editorial Santa
Rosa. Lima. Pág. 327.
23
Artículo 1969.- “Aquel que por dolo o culpa causa un daño a otro está obligado a
indemnizarlo”
Artículo 1970.- “Aquel que mediante un bien riesgoso o peligroso, o por el ejercicio de una
actividad riesgosa o peligrosa, causa un daño a otro, está obligado a repararlo” (el énfasis es
nuestro)
Código Civil, hagan alusión únicamente al término “aquel”, en singular, y no a
“aquellos”, no puede llevarnos a concluir sobre la imposibilidad que se presente un
caso de coautoría dentro de la responsabilidad civil.
Esto se ve corroborado por el artículo 1983 CC, el cual se refiere a una pluralidad de
agentes causantes del daño (coautoría), quienes deberán responder solidariamente.
“También es responsable del daño aquel que incita o ayuda a causarlo. El grado de
responsabilidad será determinado por el juez de acuerdo a las circunstancias” (énfasis
nuestro)
Como se puede apreciar, la norma hace alusión a las personas que incitan o ayudan
a causar un daño24. La norma, en vez de referirse a los cómplices, como lo hace el
Código Penal, hace alusión a los ayudantes. Sin embargo, no encontramos
impedimento alguno para considerar que ambos términos, ayudantes y cómplices, en
realidad se refieren a lo mismo: personas que colaboran en la generación del daño,
pero cuya participación no es de tal relevancia como para ser consideradas coautores
del mismo25.
Ante esto, alguien podría replicar que el mismo artículo 1978 permite al Juez graduar
la pena entre los ayudantes, atribuyendo a cada uno un nivel de responsabilidad
distinto, dependiendo si se trata de un ayudante primario o secundario:
24
Esto último es muy importante, porque “estamos en la situación en que alguien incita a
cometer el daño mismo, y no a aquélla en que alguien incita a realizar una conducta que, a
través de una serie de otras causas y concausas, puede terminar en un daño. En este último
caso, la acción sólo va a producir un resultado dañino si median otras circunstancias ajenas a
aquél que propone la acción” (DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. Op. Cit. Pág. 520). Sin
embargo, esto no debe ser confundido con el hecho de si los instigadores y ayudantes
responden cuando actúan de forma culposa, o si sólo lo hacen cuando su conducta responde a
una actuación dolosa. Sobre esto último volveremos más adelante.
25
No obstante ello, a lo largo del presente trabajo, seguiremos denominándolos ayudantes,
para estar acorde con la terminología empleada por el Código Civil.
“El grado de responsabilidad26 (tratándose de ayudantes e instigadores) será
determinado por el Juez de acuerdo a las circunstancias”
Sin embargo, de una correcta lectura de la norma citada, podemos concluir que
cuando ésta se refiere al grado de responsabilidad, a lo que hace alusión es al grado
de responsabilidad de los instigadores y ayudantes con respecto al autor, pero no al
grado de responsabilidad entre instigadores o entre ayudantes. Es decir, el Juez
podría determinar que al autor le corresponde asumir el 90% de la responsabilidad (lo
cual se verá reflejado en el quantum resarcitorio que le corresponderá pagar) mientras
que los partícipes tan sólo asumirían el 10% del resarcimiento total. A esto se refiere la
norma cuando establece el deber del Juez de determinar el grado de responsabilidad.
Por ende, tratándose de la producción de un daño en el cual hubiesen colaborado una
serie de personas en calidad de ayudantes, todas ellas deberán responder en la
misma proporción, estando impedido el Juez de aplicar montos resarcitorios distintos
entre ayudantes primarios o secundarios: todos los ayudantes, independientemente
del nivel de participación que hubieren asumido, deben responder por el mismo monto
resarcitorio.
Llegamos a esta conclusión teniendo en cuenta que la ley no distingue entre los
ayudantes, imponiendo sobre todos ellos el mismo grado de responsabilidad. Lo que sí
permite (ordena) el artículo 1978, es que el grado de responsabilidad de los ayudantes
e instigadores sea graduado en función con la responsabilidad de los autores.
Otra duda que surge del análisis y la comparación de los modelos empleados por el
Código Civil y el Código Penal, es la atinente a los criterios de imputación (también
denominados factores de atribución) en base a los cuales pueden ser sancionados los
instigadores y cómplices por su participación en la producción de un daño
Desde nuestro particular punto de vista, ello no es así, por dos razones determinantes:
26
Cuando el legislador habla de “grado de responsabilidad”, en el fondo a lo que se refiere es al
monto resarcitorio que asume cada una de las personas que generó o contribuyó en la
producción de un daño.
27
Aunque valgan verdades, nuestro Código Civil ha consagrado un sistema de responsabilidad
SEMIOBEJETIVO, ya que en el caso de la llamada “responsabilidad subjetiva”, el legislador
introdujo una presunción legal de culpa que más nos acerca a un sistema de responsabilidad
casi objetivo (Cfr. FERNANDEZ CRUZ, Gastón. “Las transformaciones funcionales de la
responsabilidad civil: La óptica sistémica (Análisis de las funciones de incentivación o
desincentivación y preventiva de la responsabilidad civil en los sistemas de civil law). En:
Estudios sobre la Responsabilidad Civil. 1ª. Edición. Ara Editores. Lima. Pág. 254: “El haber
consagrado una presunción legal en el sistema de responsabilidad civil por culpa –
superando inclusive el recurso a las llamadas “presunciones simples” – conlleva
necesariamente una aproximación hacia la responsabilidad objetiva, trayendo como
Estas cláusulas normativas generales se aplican para todo supuesto en el cual se
presenta la producción de un daño, salvo que la ley disponga algo distinto.
penetrar en una calle en contra del sentido del tráfico para cortar camino, no cabe duda que
Antonimus debe responder por los daños que se deriven de ello” (DE TRAZEGNIES, Fernando.
Op. Cit. Pág. 520) Una postura contraria a la aquí sostenida, se puede ver en: LEON HILARIO,
Leysser. “La Responsabilidad Extracontractual. Apuntes para una introducción al estudio del
modelo jurídico peruano”. En: La Responsabilidad Extracontractual. Líneas Fundamentales y
nuevas perspectivas. 1ª. Edición. Editora Normas Legales. Lima. 2004. Pág. 55, para quien “es
obvio que la incitación o la ayuda para la comisión de daños – rectamente entendidas – no
pueden ser culposas, sino que suponen la dirección del comportamiento de otro hacia la
realización del acto ilícito, o la colaboración para el mismo efecto. Piénsese en el caso de un
mal viviente que incita a alguien para que lance piedras contras las ventanas de una casa o
contra un transeúnte. Entonces, la víctima que quiera comprender entre los responsables de un
daño a aquellos que incitaron o contribuyeron para su producción se verá beneficiado con el
régimen probatorio previsto, porque serán los demandados quienes deberán demostrar que no
determinaron voluntariamente, es decir, con dolo, el evento dañoso”.
No olvidemos que hablar de autores y partícipes lleva implícito reconocer
distintos grados de responsabilidad, y esto a su vez conlleva la existencia de
distintos montos resarcitorios.
Por ende, corresponderá que los coautores asuman su deber resarcitorio en la misma
proporción, tal es así que si el daño producido fue por 100, cada uno de ellos asumirá
50 (en caso sean dos los coautores), sin perjuicio de la responsabilidad solidaria a
favor de la víctima.
29
Artículo 1186.- “El acreedor puede dirigirse contra cualquiera de los deudores solidario o
contra todos ellos simultáneamente. Las reclamaciones entabladas contra uno, no serán
obstáculo para las que posteriormente se dirijan contra los demás, mientras no resulte paga la
deuda por completo”.
prestación a favor del acreedor (en caso fuese uno) o a favor de cualquiera de los
acreedores solidarios30, con lo cual la obligación quedará extinta.
30
Artículo 1185.- “El deudor puede efectuar el pago a cualquiera de los acreedores solidarios,
aun cuando hubiese sido demandado sólo por alguno”.
31
El pago constituye la forma típica y natural a través de la cual se extinguen las obligaciones y
se encuentra regulado en el Título II de la Sección Segunda del Libro VI. Así mismo, para que
podamos hablar de un pago en sentido estricto, aquél debe cumplir con una serie de requisitos
o reglas: regla de la integridad (artículo 1220 CC: “Se entiende efectuado el pago sólo cuando
se ha ejecutado íntegramente la prestación”), regla de la identidad (artículo 1221: “No puede
compelerse al acreedor a recibir la prestación objeto de la obligación, a menos que la ley o el
contrato lo autoricen”) y regla de la oportunidad (artículo 1240: “Si no hubiese plazo
designado, el acreedor puede exigir el pago inmediatamente después de contraída la
obligación”).
32
“También debe tenerse en cuenta el art. 1263 que establece, que en la subrogación legal el
subrogado está autorizado a ejercitar los derechos del acreedor contra sus codeudores, sólo
hasta la concurrencia de la parte por la que cada uno de éstos estaba obligado a contribuir
para el pago de la deuda” (ESPINOZA ESPINOZA, Juan. “Responsabilidad civil de la persona
jurídica. Responsabilidad solidaria vs. responsabilidad concurrente o in solidum”. En:
Actualidad Jurídica. Tomo 80. Julio 2000. Con relación a este tema, véase también del autor:
“Responsabilidad de las personas jurídicas: experiencia jurisprudencial administrativa en
materia de defensa del consumidor”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Tomo 21. Pág. 109; “La
teoría del órgano frente a la responsabilidad civil de la persona jurídica”. En: Actualidad
Jurídica. Tomo 77-B. Pág. 21; “La responsabilidad civil de la persona jurídica con ocasión de
las funciones de sus órganos, representantes y dependientes”. En: Actualidad Jurídica. Tomo
79-B. Pág. 21; “Fundamento de la responsabilidad civil de las personas jurídicas en la
jurisprudencia peruana”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Tomo 19. Pág. 125.
Si la ley lo dispone, podría establecer que tanto los autores como los partícipes
responden solidariamente por el daño ocasionado; es decir, la persona afectada
podría exigir la totalidad de la deuda al partícipe, y éste se encontrará obligado a
pagar, pudiendo dirigirse luego contra el autor, a efectos de que éste le restituya el
monto que pagó de más y que no le correspondía asumir. Así por ejemplo, en caso la
deuda fuese de 100, y al partícipe le hubiese correspondido pagar tan sólo 30, a pesar
de lo cual pagó la totalidad (ante la exigencia del dañado), aquél podrá dirigirse contra
el autor del daño a efectos de que éste le restituya los 70 que pagó de más, pero de
ninguna manera podría negarse a pagar la totalidad frente al dañado, ya que al
tratarse de un supuesto de responsabilidad solidaria, éste se encuentra facultado a
cobrarle la totalidad de la deuda a cualquiera de los obligados, ya sea autor o
partícipe.
Como se puede apreciar, la solidaridad termina siendo sumamente útil para los
acreedores y tremendamente perjudicial para los deudores, es por ello que el
legislador le otorgó un tratamiento bastante específico y limitado, al instaurar que sólo
la ley o las partes pueden establecer los supuestos en los cuales la solidaridad opera33
y que la misma no se transmite a los herederos34
Por su parte, el artículo 1983 sí hace alusión expresa a la solidaridad de todos los
responsables del daño. De ello se podría concluir que tanto autores como partícipes
son responsables solidarios, toda vez que el 1983 establece la solidaridad de los
responsables el daño, y según el 1978, los partícipes son también responsables del
daño. De ello se derivaría, irremediablemente, que los partícipes, al ser responsables
del daño, responden solidariamente.
33
Artículo 1183.- “La solidaridad no se presume. Sólo la ley o el título de la obligación la
establecen de forma expresa”
34
Artículo 1187.- “Si muere uno de los deudores solidario, la deuda se divide entre los
herederos en proporción a sus respectivas participaciones en la herencia. Regla similar se
aplica en caso de muerte de uno de los acreedores solidarios”
35
No debe confundirse el término “participantes”, que incluye a los autores y partícipes, con la
voz “partícipes”, que hace expresa alusión a las personas que incitan o ayudan a causar el
daño”
incurrieron en distintos grados de responsabilidad: algunos a nivel de autoría, otros a
nivel de instigación y otros a nivel de complicidad o ayuda. Naturalmente, los autores
asumirán un mayor monto resarcitorio en comparación con los partícipes.
El último párrafo del 1983 CC permite confirmar esto: “Cuando no sea posible
discriminar el grado de responsabilidad de cada uno, la repartición se hará por partes
iguales”.
¿Qué quiere decir esto? Significa que si son varios los responsables del daño, y el
Juez, debido a las circunstancias, se encuentra imposibilitado de determinar los
distintos grados de responsabilidad (es decir, quiénes fueron autores y quiénes
partícipes) deberá atribuir a todos los causantes del daño el mismo nivel de
responsabilidad: todos los causantes del daño deberán ser considerados coautores36.
Por ende, nos encontraremos ante una serie de coautores que responderán
solidariamente frente al sujeto dañado, correspondiendo a cada uno de ellos asumir
(en lo que respecta a las relaciones internas entre todos los coautores) el mismo
monto resarcitorio, luego de dividir el monto total en partes iguales (no olvidemos que
si son coautores, es porque incurrieron en el mismo grado de responsabilidad y por
ende les corresponde asumir montos resarcitorios iguales)
Un ejemplo para aclarar esto último: Si A es dañado por la conducta de cuatro sujetos:
B, C, D y E, entonces aquél podrá demandar a los cuatro de forma conjunta.
Supongamos que el Juez, luego del análisis respectivo, determina que B y C fueron
los autores del daño, mientras que D y E fueron los partícipes. Así mismo, fija como
monto resarcitorio a favor de A la suma de 100 y en aplicación de la segunda parte del
artículo 1978, determina que a B y C (como autores) les corresponde asumir 30 a título
personal, mientras que a cada uno de los partícipes le corresponde 20. No obstante
36
En efecto, si el legislador señala que la repartición del quantum resarcitorio debe hacerse en
partes iguales, entre todos los causantes del daño, es porque atribuye a todos ellos el mismo
nivel de responsabilidad, y en consecuencia, considera a todos los participantes en el evento
dañoso, como coautores. Sostener lo contrario, nos llevaría a la conclusión de que sí es posible
diferenciar (en este caso) entre autores y partícipes, a pesar de lo cual, el Juez debe repartir el
quantum resarcitorio en partes iguales (¡!) ¿Cómo es que si el Juez reconoce distintos grados
de responsabilidad (autores y partícipes) sanciona a todos los participantes con el deber de
asumir el monto resarcitorio en partes iguales? ¿No se supone que los autores, al haber
realizado el hecho dañoso de forma directa, asumen un mayor nivel de responsabilidad, y por
ende asumen un mayor monto resarcitorio? No debemos olvidar, como ya señalamos, que al
hablar de autores y partícipes, estamos reconociendo distintos grados de responsabilidad, y
esto a su vez conlleva la existencia de distintos montos resarcitorios. A contrario sensu, si
partimos de la premisa de establecer el mismo monto resarcitorio para todos los participantes
(como lo hace el último párrafo del artículo 1983 CC), es porque atribuimos a todos ellos el
mismo nivel de responsabilidad (coautoría) sin distinguir entre autores y partícipes.
ello, debido a que los 4 causantes del daño se encuentran sometidos a
responsabilidad solidaria, D (partícipe al cual le corresponde asumir tan sólo 20) paga
la totalidad de la deuda. En este caso, y teniendo en cuenta lo dispuesto por el artículo
1983, D podrá dirigirse (en un proceso posterior) contra B, C y E, con la finalidad de
que estos le restituyan los montos que les corresponden, en función a la proporción
establecida por el Juez. Es decir, B y C deberán restituirle 30 cada uno, mientras que
C tan sólo 20.
Por ende, nos reafirmamos, la lectura conjunta de los artículos 1978 y 1983,
permite concluir que tanto los autores como los partícipes responden de forma
solidaria contra el dañado37 38.
Habiendo realizado un análisis de lege lata (cómo está regulado el tema según la
normativa vigente) corresponde hacer lo propio pero esta vez desde un punto de vista
de lege ferenda (cómo debería de estar regulado el tema)
¿Se justifica que el legislador haya establecido la responsabilidad solidaria entre todas
las personas que de alguna manera participaron en la producción de un daño? Desde
nuestra perspectiva no, porque se termina privilegiando en exceso la función
reparatoria, en detrimento de la función preventiva de la responsabilidad civil.
En efecto, la responsabilidad civil cumple una serie de funciones. Una de ellas (sólo
una de las tantas) es la función de reparación o de reintegración, la cual consiste en
37
En este caso, nos encontramos ante lo que la doctrina ha denominado “responsabilidad
solidaria imperfecta”. Así, “analizando aquello que ha sido llamado “el fundamento de la
solidaridad”, parece necesario distinguir dos formas, o dos tipos en los cuales se presenta el
esquema de la solidaridad. Estas formas son denominadas “obligaciones solidarias con
intereses comunes” y “obligaciones solidarias con intereses unipersonales” (…) Sobre el
particular, se ha negado que se pueda hablar propiamente de obligación solidaria cuando ella
fuese establecida en interés exclusivo de uno solo de los sujetos. Se ha hablado en
consecuencia, de solidaridad perfecta y solidaridad imperfecta, afirmando que cuando falta, al
interior de la obligación, un interés común a todos los sujetos, la solidaridad se considera
imperfecta: ejemplo típico es la corresponsabilidad por hecho ilícito” (MAZZONI. “Le
Obbligazioni solidali e indivisibili” En: Trattato di Diritto Privato. Diretto da Pietro Rescigno.
Tomo Primo. UTET. Pág. 598)
38
Debemos advertir al lector que la postura que sostenemos es contraria a posición que
mantiene la doctrina mayoritaria en nuestro país. En efecto, FERNANDO DE TRAZEGNIES
niega que exista responsabilidad solidaria entre autores y partícipes: “Los artículos 1983 y 1978
no tienen una relación telescópica; no es que el artículo 1978 entre dentro del caso genérico
del artículo 1983. Estas dos normas contienen soluciones diferentes y, por ello, es preciso
deslindar cuándo se aplica una o la otra (…) Si el demandado puede lograr que su conducta
sea calificada como ayuda, entonces el Juez deberá determinar su grado de responsabilidad; y
sólo pagará una indemnización acorde con tal determinación. En cambio, si el Juez lo
considera como co-responsable (artículo 1983) y no como ayudante, estará obligado a reparar
el íntegro del daño a la víctima, en la medida de que es responsable solidario” (énfasis
nuestro) (DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. Op. Cit. Pág. 520). De la misma opinión es
JUAN ESPINOZA: “En mi opinión, debido a que los supuestos regulados en el artículo 1978
c.c. no son de responsabilidad solidaria sino acumulativa, es más conveniente, por
estrategia procesal, optar por el artículo 1983 c.c. en vez del artículo 1978 c.c.” (el énfasis es
nuestro) (ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Op. Cit. Pág. 200) En este mismo sentido se pronuncia
FLORES ALFARO en: Responsabilidad por incitación o coautoría. Comentario al artículo 1978
c.c. Código Civil Comentado. Tomo X. Gaceta Jurídica. Pág. 606.
colocar a la víctima en la misma situación en la cual se encontraba antes de sufrir el
daño. Es decir, si la víctima, producto de determinada lesión, sufre un perjuicio
económico efectivo de 100 (daño emergente) y deja de percibir 200 (lucro cesante), el
monto resarcitorio fijado por estos conceptos deberá ascender a 300. De esta forma,
guardando correlación y proporcionalidad entre el daño patrimonial efectivamente
sufrido y el monto dinerario entregado a título de resarcimiento, se cumple con la
función reparatoria de la responsabilidad civil39.
Sin embargo, tratándose del denominado daño moral40, obviamente será imposible
colocar a la víctima en la misma situación en la cual se encontraba antes de sufrir el
daño, y es que no es posible que la pérdida de una pierna sea compensada con US$
50,000.00, por ejemplo41. Por ello, en estos casos, se dice que la responsabilidad civil
cumple una función distinta: la función aflictiva consolatoria42.
39
La función de reparación o reparatoria aspira a “reconstruir para el damnificado la situación
preexistente a la producción del efecto dañoso, mediante la asignación de un conjunto de
utilidades de naturaleza económica que lo compensen por la pérdida sufrida y que eliminen la
situación desfavorable creada por el ilícito” (CORSARO. Voz “Responsabilità Civile I. Diritto
Civile”. En: Enciclopedia giuridica Treccam. Volumen XXVI. Istituto della Enciclopedia Italiana.
Roma. 1991. Pág. 2; cita de LEON, Leysser. “Funcionalidad del daño moral e inutilidad del
daño a la persona en el derecho civil peruano”. En: La Responsabilidad Extracontractual.
Líneas Fundamentales y nuevas perspectivas. 1ª. Edición. Editora Normas Legales. Lima.
2004. Pág. 199
40
El daño moral puede ser definido como el dolor, aflicción, angustia, sufrimiento, padecidos
por la víctima de un daño.
41
“Un daño extramatrimonial no puede ser reparado patrimonialmente mediante una
indemnización porque, por definición, es inapreciable en dinero” (DE TRAZEGNIES GRANDA,
Fernando. “Por una lectura creativa de la Responsabilidad extracontractual en el nuevo Código
Civil”. En: Para leer el Código Civil. 4ª. Edición. Editorial PUCP. 1985. Pág. 37) Similar es la
posición de Pérez Duarte y Noroña, cuando afirma que “emplear los conceptos resarcimiento,
reparación, restitución, compensación, en relación con el daño a la persona, implica que los
sentimientos pierden su naturaleza íntima, subjetiva, para convertirse en algo material,
valuable, objetivo; el daño a la persona no puede ser valuado pecuniariamente sin infringir una
ofensa mayor a la víctima” (PEREZ Y DUARTE DE NOROÑA . “El daño moral”. En: Boletín
Mexicano de Derecho Comparado. Año XVIII. Número 53. Mayo-Agosto. 1985). Frente a esta
postura, FERNANDEZ SESSAREGO responde, alegando que “ningún ser pensante, que
considera a la persona como un valor en sí misma, como un fin supremo a cuyo servicio se
encuentra la sociedad y el Estado, puede oponerse a la justa reparación del daño no
patrimonial a la persona pretextando la imposibilidad de encontrar su equivalente pecuniario”
(FERNANDEZ SESSAREGO, Carlos. “El Daño psíquico”. En: Revista Normas Legales. Tomo
287. Abril. 2000)
42
El maestro Carlos Fernandez Sessarego, prefiere usar el término “reparación” en vez de
“resarcimiento”, para referirse a la indemnización por el daño no patrimonial, por cuanto el
primero no encierra connotación exclusivamente económica, como sí lo hace el segundo: “la
indemnización, en función de la naturaleza del ente dañado, puede asumir la calidad de
resarcitoria o reparatoria. Reservamos la expresión de indemnización resarcitoria para el caso
en que ella pueda ser fijada en dinero y la de indemnización reparatoria cuando ello no es
posible. Dicho en otros términos, el resarcimiento es la indemnización que se traduce en
dinero, porque la naturaleza del ente dañado así lo permite, mientras que la reparación, tiene
sólo el carácter de indemnización satisfactiva desde que la calidad ontológica del ente dañado
hace impracticable una composición dineraria. En este último caso, el dinero que se entrega a
la víctima tiene el sentido de brindarle una satisfacción.” (FERNANDEZ SESSAREGO, “Daño a
la persona y daño moral en la doctrina y jurisprudencia latinoamericana actual”. En: Revista
THEMIS N° 38. Segunda época. 1998. Pág. 179-210)
se identificara con la mera causalidad del evento. Lo normal, sin embargo, es que el
juicio de responsabilidad no sólo apunte a resarcir, sino también a sancionar o a
prevenir ilícitos. En resumen, si bien la función de compensar a las víctimas es común
tanto a la responsabilidad cuanto al resarcimiento, en ella no se agotan todas las
funciones de la responsabilidad por hecho ilícito”43
43
FRANZONI, Massimo. “La evolución de la responsabilidad civil a través de sus funciones”.
En: Estudios sobre la Responsabilidad Civil. 1ª. Edición. Ara Editores. Lima. Pág. 213
44
En líneas generales, es complicado poder establecer con certeza cuál de todas es la función
a la cual el sistema jurídico deba otorgarle prevalencia. Sin embargo, para el análisis
económico del derecho, sí es posible identificar una función principal: “desde el punto de vista
del análisis económico del derecho, un sistema de responsabilidad por daños equivale a un
conjunto de reglas que establecen un cierto patrón de distribución de los costos – primarios,
secundarios y terciarios – de los accidentes. Desde este punto de vista, un sistema de
responsabilidad tiene como objetivo controlar la asignación de recursos para conseguir la
eficiencia en su asignación y, al mismo tiempo, una ganancia de bienestar para la sociedad en
su conjunto. La función principal de la responsabilidad civil – desde el punto de vista de una
economía de bienestar – es, pues (…) la de reducir la suma de los costos de los accidentes y
de los costos de evitarlos (PEÑA GONZALES, Carlos. “Sobre los dilemas económicos y éticos
de un sistema de responsabilidad civil”. En: Derecho Civil Patrimonial. Fondo Editorial PUCP.
1997. Pág. 227). Para un análisis integral sobre las funciones que debe cumplir un sistema
“eficiente” de responsabilidad civil, ver: CALABRESI, Guido. El coste de los accidentes. Análisis
económico y jurídico de la responsabilidad civil. Editorial Ariel S.A. Barcelona. Pág. 42-51.
45
CORSARO. Op. Cit. Pág. 3.
46
“(…) si el centro de la discusión en la perspectiva ochocentista de la responsabilidad civil se
situó en el binomio “responsabilidad por culpa vs. no responsabilidad”, en el siglo XX, el centro
de gravedad de la discusión se trasladó al binomio “responsabilidad objetiva vs.
responsabilidad subjetiva”; esto es, a la discusión de la prevalencia de la función
compensatoria de la responsabilidad civil o de la función preventiva de ésta” (FERNANDEZ
CRUZ, Gastón. “Las transformaciones funcionales de la responsabilidad civil: La óptica
sistémica (Análisis de las funciones de incentivación o desincentivación y preventiva de la
responsabilidad civil en los sistemas de civil law). En: Estudios sobre la Responsabilidad Civil.
1ª. Edición. Ara Editores. Lima. Pág. 260)
47
“Desde una perspectiva diádica o microsistémica, la responsabilidad civil cumplirá,
básicamente, una triple función: satisfactoria, como garantía de consecución de los intereses
que merecieron juridicidad por el orden jurídico, incluida la reparación del daño (…); desde una
perspectiva sistémica o macroeconómica, la responsabilidad civil cumplirá, básicamente,
dos funciones esenciales, con sujeción al modelo económico que se tome como referencia:
una función de incentivación o desincentivación de actividades y una función preventiva” (el
énfasis es nuestro) (FERNANDEZ CRUZ, Op. Cit. Pág. 278)
cada uno de los criterios de imputación contribuyen, de manera directa, en la
prevalencia de alguna de las citadas funciones48
Nos explicamos: resulta del todo claro que una vez identificado el autor de
determinado daño, éste debe responder íntegramente a favor del damnificado. Sin
embargo, en caso hubiesen actuado otras personas, en calidad de partícipes, el Juez
distribuye el monto resarcitorio total entre autores y partícipes. Ahora bien, con la
finalidad de facilitarle al damnificado el cobro del resarcimiento, el legislador (como ya
tuvimos oportunidad de demostrar) estableció la solidaridad de todos los participantes.
48
“El conflicto entre los objetivos de compensation (reparación) y deterrence (prevención), se
ha plasmado en la lucha por su prevalencia, entre los regímenes de negligence
(responsabilidad subjetiva) o de strict liability (responsabilidad objetiva), desde que es
apreciable que el objetivo de compensation (reparación) puede obtenerse mejor y más
ampliamente a través de la regla de imputación de la responsabilidad por strict liability
(responsabilidad objetiva), mientras que el objetiva de deterrence (prevención), puede
actuarse y obtener mejores resultados a través de la culpa (régimen de negligence)” (el
énfasis es nuestro) (FERNANDEZ CRUZ, Op. Cit. Pág. 260)
49
Así por ejemplo, la función de reparación pone el acento en la víctima del daño, ya que
ésta será colocado en la situación preexistente a la producción del efecto dañino. La función
preventiva, pone el acento en la sociedad en general, ya que a través de aquella, el sistema
jurídico manda un mensaje a todas las personas, conminándolas a desarrollar sus propias
actividades con la adopción, cuando menos, de las medidas que normalmente son idóneas
para impedir la producción de daños en perjuicio de terceros. Lo mismo sucede con la función
distributiva, a través de la cual se hace que el daño recaiga sobre algunas personas
(proveedores), para que estos, aprovechando la posición que tienen en el mercado,
redistribuyan dichos costos entre todas las personas (consumidores), a través del sistema de
precios. Por su parte, la función punitiva (la cual conlleva una clara función de castigo y
disuasión del culpable) está dirigida al autor del daño, para que éste se abstenga de realizar
conductas que, a la vez de ocasionar daños, resultan inaceptables y deben ser modificadas.
Sobre esto último. debe tenerse en cuenta que hoy, la opinión dominante en el civil law, es de
negar la admisibilidad y pertinencia de una función punitiva o penal de la responsabilidad civil,
que es más bien propia del derecho penal y del derecho administrativo sancionador. Sin
embargo, referencias a daños punitivos sancionados por Cortes norteamericanas, donde sí
existe la función punitiva de la responsabilidad civil, pueden encontrarse en: J.A. PAYET. “La
responsabilidad por productos defectuoso. En: Biblioteca para leer el Código Civil. VIII. Lima.
1990. Pág. 170.
En consecuencia, las distintas funciones de la responsabilidad civil están dirigidas a distintas
partes, motivo por el cual cada una de dichas funciones asume una especial relevancia, al
punto de que no es posible establecer un pirámide jerárquica entre ellas.
Es decir, el dañado podrá dirigirse contra cualquiera de ellos, a efectos de cobrar la
totalidad del monto resarcitorio. ¿Qué se consigue con esto? Colocar al damnificado
en la situación preexistente a la producción del efecto dañino, con lo cual la función
reparatoria cumple su objetivo de manera cabal.
Ahora, ¿por qué con esta solidaridad entre autores y partícipes (mediante la cual
se privilegia la función reparatoria) se termina menoscabando la función
preventiva de la responsabilidad civil? Muy simple: “La regla de la solidaridad entra
en escena cuando los daños ya se han producido, para la distribución de la obligación
resarcitoria: si los señores “x” e “y” han concurrido con sus comportamientos a la
realización del evento dañoso, la regla les impone responder por el íntegro, sin
perjuicio de su recíproco derecho de repetición, según la medida de su participación
causal. Ubicándose en el plano de la política del derecho, en cambio, o de la
especulación si se quiere, los iuseconomistas postulan la conveniencia de sustituir
dicha regla por una de “parciariedad”, de manera tal, que cada sujeto tenga
incentivos para hacerse cargo, eficientemente, de la previsión de sus riesgos: se
espera que los señores “x” e “y”, que de antemano saben que responderán civilmente
por sus respectivas “partes”, predispongan su actividad óptimamente, para reducir los
márgenes de riesgo”50 (el énfasis es nuestro)
Así mismo, “con una correcta aplicación de la regla de la solidaridad, los magistrados
podrían contribuir, así mismo, a que la responsabilidad civil sea enfocada rectamente
en el plano funcional, es decir, dejando a un lado aquella visión sesgada e injusta a
la larga, que pretende concentrarlo todo en la reparación de las víctimas. Quien
es consciente de las múltiples e importantes funciones que cumple la responsabilidad
civil, coincidirá con aquellos autores que han destacado (…) la relevancia de la
función preventiva, a la cual se reconoce una jerarquía no menor a la de la
función compensatoria”51 (el énfasis es nuestro)
Debe dejarse de lado, por lo tanto, el endeble argumento de que “sólo una regla
general de solidaridad resulta coherente con la moderna visión de la responsabilidad
civil, encaminada a la compensación del daño, antes que a la sanción del autor por el
ilícito cometido”52
Como enseñaba un destacado profesor italiano, “el único terreno en el cual sería
posible, tal vez, intentar una justificación plausible del principio de solidaridad, es el
terreno práctico equitativo (…) La ventaja del damnificado no puede justificar, por sí
sola, la supervivencia del principio. (…) Si se constata que el sacrificio impuesto al
deudor por el principio de la solidaridad es excesivo e injusto, este mismo juicio
hace también que se vuelva injusta y aberrante, fatalmente, la ventaja que un
sacrificio excesivo semejante generaría para el sujeto activo”53 (el énfasis es
nuestro)
La excepción vendría a ser los supuestos en los cuales las personas lesionan, de
forma dolosa, algún bien jurídico fundamental, lo cual produce no sólo responsabilidad
civil, sino también responsabilidad penal de los causantes del daño.
Si bien alguien podría alegar lo injusto que sería que la víctima del daño deba dirigirse
contra cada uno de los causantes del daño, por separado, a efectos de obtener su
respectiva parte del monto resarcitorio fijado por el Juez, piénsese también en lo
injusto que sería que una persona que contribuyó, de forma culposa y en calidad de
partícipe, con el hecho ilícito, se vea obligada a pagar la totalidad de la deuda,
viéndose forzada, luego, a dirigirse contra el resto de participantes para que estos le
restituyan el monto dinerario que pagó de más y que no le correspondía asumir.
54
Podríamos decir que la justificación para admitir, en estos casos, la solidaridad de todos los
participantes, es la misma que se emplea para legitimar la existencia de los daños punitivos:
sancionar conductas que, a la vez de ocasionar daños, resultan inaceptables y deben ser
modificadas
55
Como ya tuvimos ocasión de señalar, para que los instigadores y cómplices asuman
responsabilidad penal, es necesario que estos hayan actuado de forma dolosa. Los
instigadores o cómplices que actuaron con culpa, por más grave o inexcusable que ésta fuera,
no responden por la comisión del delito en ningún grado. En cambio, dentro del ámbito de la
responsabilidad civil (que es lo que a nosotros nos interesa), y teniendo como referencia los
dos criterios de imputación establecidos por el legislador (imputación subjetiva y objetiva), la
actuación tanto de los autores como de los instigadores en la comisión de un evento dañoso,
podrá ser a titulo de culpa, dolo o a través del uso de bienes o la realización de actividades
riesgosas o peligrosas; no siendo necesario que los ayudantes o instigadores contribuyan
dolosamente con la producción del daño. Bastará, como ya señalamos, que actúen con culpa.
En consecuencia, no se crea que al señalar que autores y partícipes no deban
responder solidariamente56, estamos desprotegiendo groseramente a las víctimas del
daño.
En primer lugar, éstas podrán valerse de la solidaridad para dirigirse contra los
coautores (la solidaridad únicamente no se aplicaría entre autores y partícipes, pero
naturalmente sí entre coautores como ya tuvimos ocasión de señalar).
En segundo lugar, si tenemos en cuenta que la gran mayoría de veces, los partícipes
(ayudantes e instigadores) son sancionados con montos resarcitorios irrisorios, en
comparación con los montos establecidos para los autores (podríamos decir que
normalmente los autores son obligados a asumir el 80 u 85% del monto resarcitorio,
mientras que los partícipes son sancionados con el porcentaje restante), la víctima
podrá cobrar gran parte de la deuda, de forma directa contra el autor, y deberá
dirigirse, de forma separada, contra los partícipes, para cobrar un porcentaje bastante
reducido del monto resarcitorio total fijado por el Juez. Entonces, como se puede
apreciar, resulta errado concluir que a través de la postura aquí asumida, se
termine dejando en el desamparo a la víctima del daño.
Consideramos que todo pasa por tomar un decisión entre dos alternativas: o
fortalecemos la función reparatoria, estableciendo la responsabilidad solidaria tanto de
autores como de partícipes, o dotamos de un mínimo de relevancia a la función
preventiva, negando la posibilidad de que tanto autores como partícipes respondan de
forma solidaria, buscando que cada sujeto tenga incentivos para hacerse cargo,
eficientemente, de la previsión de sus riesgos.
Si optamos por la primera opción, la víctima obtendría un beneficio pero no del todo
relevante, si es que tenemos en consideración el diminuto monto resarcitorio que el
Juez fija para los partícipes (no hay mucha diferencia entre que la víctima pueda
dirigirse contra el autor del daño para cobrar el 100% del monto resarcitorio, y que la
víctima se dirija contra el mismo autor para cobrar sólo el 85%, mientras que el
restante 15% lo cobre de los partícipes). Por su parte, los partícipes sí se verían
seriamente afectados, pues estarían condenados a asumir el monto resarcitorio total, a
pesar de que su conducta, en la producción del daño, no tuvo la misma relevancia que
la del autor. Es decir, de optar por la solidaridad, el perjuicio sufrido por los
partícipes sería de mucho mayor grado que el beneficio obtenido por las
víctimas
Si optamos por la segunda opción (negar la solidaridad entre autores y partícipes), los
beneficios no sólo recaen sobre los partícipes (quienes no deberán pagar la totalidad
de la deuda y después dirigirse contra el resto de responsables para recuperar el
dinero que pagaron de más), sino también sobre la sociedad en general, pues al
descartar la solidaridad entre autores y partícipes, estaremos fomentando que cada
sujeto tenga incentivos para hacerse cargo, eficientemente, de la previsión de sus
riesgos, es decir, estaremos permitiendo que la función preventiva cumpla su
cometido, al enviar un mensaje a todas las personas, conminándolas a desarrollar sus
propias actividades con la adopción, cuando menos, de las medidas que normalmente
son idóneas para impedir la producción de daños en perjuicio de terceros. Además, los
potenciales perjuicios que sufriría la víctima, no serían de una relevancia mayor (como
ya señalamos). En consecuencia, de optar por la no solidaridad, el beneficio de los
56
Salvo, como ya señalamos, el supuesto en el cual los partícipes actúan de forma dolosa a
efectos de lesionar determinado bien jurídico fundamental, lo cual produce no sólo
responsabilidad civil, sino también responsabilidad penal.
partícipes y de la sociedad en general, sería de un grado mucho mayor en
comparación con el menoscabo que sufrirían las víctimas.
Si analizamos las consecuencias que generaría cada una de las opciones descritas57,
resulta bastante obvio que con la segunda obtenemos un beneficio mayor, no sólo
cuantitativa sino también cualitativamente: es decir, no sólo se benefician más
personas (los partícipes y la sociedad en general) sino también el beneficio termina
siendo mayor que el potencial perjuicio que sufrirían las víctimas.
VIII. CONCLUSIONES
Sin embargo, somos de la opinión que esto es un error que requiere ser subsanado a
través de una modificación legislativa, ya que al establecerse la responsabilidad
solidaria de los autores y partícipes frente a la víctima del daño, se termina
privilegiando desmedidamente la función reparatoria de la responsabilidad civil, en
detrimento de la función preventiva, lo cual resulta no sólo injusto, sino también
ineficiente.
57
La argumentación viene a ser el proceso consistente en dar buenas razones a favor o en
contra de alguna tesis teórica o práctica; lo que se persigue no es mostrar si una inferencia es
o no válida, sino si existen o no razones para creer en algo o para realizar una determinada
acción. Es decir, lo importante es la fuerza justificativa de los argumentos, las razones que
sirven como justificación de las decisiones. En el presente caso, a favor de la tesis que
planteamos (la no solidaridad entre autores y partícipes), estamos apelando a lo que se
denomina “razón finalista”. “Las razones finalistas son razones (buenas razones) cuya fuerza
procede del hecho de que sirven para apoyar una decisión que previsiblemente (en el momento
en que se toma la decisión) tendrá efectos que contribuirán a un fin social valioso. Ejemplos de
esos fines: la seguridad general, el bienestar comunitario, la salud pública, la prevención de
daños, etc. (…) la utilización de una razón finalista supone siempre una relación causal (la
relación en la que se basa la predicción), que puede no producirse (en el futuro), lo cual no
significa que la razón, en el momento de la toma de decisión, no tuviera fuerza y el fin social
(futuro) que se trata de alcanzar no pueda lograrse en mayor o menor medida” (ATIENZA,
Manuel. Las razones del derecho. Teorías de la argumentación jurídica. Palestra Editores.
Lima. Pág. 334)
58
FORCHIELLI, Paolo. Il rapporto di causalità nell’illecito civile. Padua. Cedam. 1960. Pág.
153; citado por LEON. Op. Cit. Pág. 235