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Los humanismos no cristianos.

Sin existir una ruptura radical con el Medioevo, empezó a disolverse la unidad de la realidad trascendente y de la realidad
sensible, y se sentaron las bases del “hombre moderno”, que es definido como imagen, centro y modelo del universo. Los
humanistas del Renacimiento volvieron su mirada y su sensibilidad a las formas y al saber de la Antigüedad clásica. A esta
etapa, que abraca buena parte de los siglos XV y XVI, se la denomina humanismo renacentista.

Leonardo da Vinci (1452-1519), fue uno de los más grandes humanistas del renacimiento.

El olvido progresivo de Dios (ss. XVIII y XIX)


En los siglos XVIII y XIX se da un giro determinante en la reflexión humanista: la atención centrada en el hombre deriva, poco
a poco, en un progresivo olvido de Dios. Ya en el siglo XVII, la concepción renacentista del hombre como medida de todas las
cosas llega a su máxima expresión con las teorías filosóficas del idealismo continental y del empirismo inglés.
Descartes, primer idealista (“porque pienso, existo”), antepone definitivamente la razón del hombre a la realidad, convirtiéndola
en el último criterio de verdad. Aplicando la lógica de estas proposiciones, toda una serie de filósofos (Spinoza, Leibniz, Kant…
y, finalmente, Hegel) irán definiendo al hombre con las características de la trascendencia, dando a la razón humana un valor
absoluto y colocando la voluntad del hombre como fundamento de toda moral.
Paralelamente el empirismo (Locke, Hobbes y Hume), al negar la posibilidad de que el hombre pueda trascender el
conocimiento sensible, abre el camino a la negación de todo aquello que no sea material: la existencia del alma humana y la
posibilidad de conocer a Dios.
El final de este camino será el materialismo absoluto de Feuerbach y Marx (es decir, la aplicación a la materia de las cualidades
que el idealismo atribuía al ser humano). De este modo, puede afirmarse que a partir de la Ilustración se intenta sustituir la base
de la sociedad -la creencia religiosa- por diversas ideologías, desde el idealismo hasta llegar al mercantilismo, que a su vez da
lugar a un nuevo humanismo materialista.

Ludwig Feuerbach (1814-1872) es el primer exponente del humanismo militante contra Dios. Para este filósofo, Dios no es mas
que el deseo incontenible del hombre por poseer los grandes valores. Dado que el hombre es incapaz de alcanzar estas profundas
aspiraciones, las aplica a un ser trascendente, a quien denomina “Dios”. Pero tal ser, según Feuerbach, no existe, por ello añade:
“Digamos del hombre lo que decimos de Dios”. La consecuencia de esta filosofía es engrandecer al hombre a costa de eliminar a
Dios.

Los humanismos no cristianos.


Sin existir una ruptura radical con el Medioevo, empezó a disolverse la unidad de la realidad trascendente y de la realidad
sensible, y se sentaron las bases del “hombre moderno”, que es definido como imagen, centro y modelo del universo. Los
humanistas del Renacimiento volvieron su mirada y su sensibilidad a las formas y al saber de la Antigüedad clásica. A esta etapa,
que abraca buena parte de los siglos XV y XVI, se la denomina humanismo renacentista.
Leonardo da Vinci (1452-1519), fue uno de los más grandes humanistas del renacimiento.

El olvido progresivo de Dios (ss. XVIII y XIX)


En los siglos XVIII y XIX se da un giro determinante en la reflexión humanista: la atención centrada en el hombre deriva,
poco a poco, en un progresivo olvido de Dios. Ya en el siglo XVII, la concepción renacentista del hombre como medida de
todas las cosas llega a su máxima expresión con las teorías filosóficas del idealismo continental y del empirismo inglés.
Descartes, primer idealista (“porque pienso, existo”), antepone definitivamente la razón del hombre a la realidad, convirtiéndola
en el último criterio de verdad. Aplicando la lógica de estas proposiciones, toda una serie de filósofos (Spinoza, Leibniz, Kant…
y, finalmente, Hegel) irán definiendo al hombre con las características de la trascendencia, dando a la razón humana un valor
absoluto y colocando la voluntad del hombre como fundamento de toda moral.
Paralelamente el empirismo (Locke, Hobbes y Hume), al negar la posibilidad de que el hombre pueda trascender el
conocimiento sensible, abre el camino a la negación de todo aquello que no sea material: la existencia del alma humana y la
posibilidad de conocer a Dios.
El final de este camino será el materialismo absoluto de Feuerbach y Marx (es decir, la aplicación a la materia de las cualidades
que el idealismo atribuía al ser humano). De este modo, puede afirmarse que a partir de la Ilustración se intenta sustituir la base
de la sociedad -la creencia religiosa- por diversas ideologías, desde el idealismo hasta llegar al mercantilismo, que a su vez da
lugar a un nuevo humanismo materialista.

Ludwig Feuerbach (1814-1872) es el primer exponente del humanismo militante contra Dios. Para este filósofo, Dios no es más
que el deseo incontenible del hombre por poseer los grandes valores. Dado que el hombre es incapaz de alcanzar estas profundas
aspiraciones, las aplica a un ser trascendente, a quien denomina “Dios”. Pero tal ser, según Feuerbach, no existe, por ello añade:
“Digamos del hombre lo que decimos de Dios”. La consecuencia de esta filosofía es engrandecer al hombre a costa de eliminar a
Dios.

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