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El humanismo y humanismo Cristiano

Por : Yolimar Requena


Fuente : Ambrosio Velasco, Lic. en Ciencia Políítica en la Facultad de Ciencias Polííticas y Sociales de la
Universidad Nacional Autoí noma de Meí xico

Hablar de humanismo es amplio partiendo de que es un concepto filosófico, teológico


y literario o intelectual. Se define además como un movimiento intelectual desarrollado
en Europa durante los siglos XIV y XV. El vocablo se compone del sufijo de origen
griego ismo doctrina, (creencia, postura vital y el adjetivo del latín humanus humano,
referido al hombre en cuanto especie, que es un derivado de humus, suelo, tierra y hace
referencia a la autoctonía de la especie humana en el planeta y distintas creencias míticas
que lo hacen proceder del barro y la materia terrestre).

El humanismo nace y se desarrolla en las culturas griega y romana que hacen del ser
humano el canon fundamental de la cultura, la ciencia, la sociedad, la filosofía, la ética y
el arte hasta las posturas religiosas son esencialmente antropocéntricas. Unas de las
divisas mas conocidas del humanismo en sus implicaciones éticas es un verso escrito por
el poeta latino, Terencio en el s. II a. C. Dice : ( Homo sum, humani nihil a me alienum
puto). “Soy un ser humano, nada de lo humano considero ajeno de mi ”.

Significado común de “humanismo” Es común asociar la idea de humanismo al saber


propio de las disciplinas humanísticas, de los studio humanitatis, que se consolidan como
campo del saber, desde finales de la Edad Media y dan origen al Renacimiento. Los
estudios humanísticos se distinguen del pensamiento religioso, de las letras sagradas e
igualmente del conocimiento demostrativo propio de las ciencias. Los Studio humanitatis
están basados en el famoso trivium
De la formación académica medieval, formada por la gramática, la dialéctica y la
retórica y abarcan la filosofía, la filología, la historia, la literatura, el teatro, entro otras
disciplinas y saberes. Pero como bien señala Ernesto Grassi, no todo saber humanístico
puede considerarse como propiamente humanista, como perteneciente a las tradiciones
humanista.

Al analizar diversos pensadores italianos de fines de la Edad Media y del Renacimiento,


como Dante, Petrarca, Bruni, Salutati, Veronese, Valla, Alberti, Da Vinci y figuras como
Juan Luis Vives y Erasmo, sostiene que el humanismo se caracteriza además de por un
giro radical hacia el estudio del lenguaje, más que de las cosas mismas, por el aprecio de
la experiencia, de la literatura y de la retórica, más que de una racionalidad pura, el
reconocimiento de la historicidad del saber

frente a las pretensiones de conceptos y modelos universales y la valoración de la


prudencia como racionalidad práctica sobre problemas específicos, ante una mera
racionalidad teórica o metodológica, así como la preocupación por el descubrimiento, la
creación y la innovación (inventione), más que por la mero análisis o por la
comprobación de lo que ya se conoce. Pero todo este giro innovador tiene el propósito de
transformar al hombre y su entorno social, para devolverle la capacidad creadora, la
libertad y la dignidad que el ser humano tenía en la Antigüedad griega y latina.

El humanismo en general sostiene una concepción de la libertad humana, capaz de


contribuir a definir su naturaleza, su posición y función en el mundo, y en última
instancia de orientar el curso de la historia. La dialéctica entre virtud y fortuna que
Maquiavelo expone con una retórica impactante al final de El Príncipe es una bella y
precisa expresión de la idea humanística de libertad.

Dado que típicamente el humanismo surge y se desarrolla entre el fin de la Edad Media
y el principio de la Modernidad, esto es en la época del Renacimiento, conviene centrar
nuestra atención en este periodo cultural, distinguiendo diferentes expresiones del
Renacimiento y de sus correspondientes humanismos.

Humanismos y Renacimientos. El renacimiento más ampliamente conocido es el


italiano de los siglos XV y XVI, pero desde luego no es el único. En esos mismos siglos
también hay que destacar el llamado Renacimiento del Norte, que se desarrolla en los
Países Bajos y el Renacimiento Español, que florece en varias ciudades de Castilla, pero
pronto se extienda al Nuevo Mundo, por lo que bien podemos denominarlo
iberoamericano. En términos generales, “Renacimiento”,

Según Toynbee, es un concepto historiográfico que refiere a contactos de civilizaciones


en el tiempo, específicamente de una civilización ya desaparecida y una civilización en
desarrollo. En el caso específico del Renacimiento Italiano, las civilizaciones
desaparecidas son la de Grecia y Roma antiguas, cuyo saber es rescatado por los
humanistas italianos durante el siglo XIV y XV, y retomando por los grandes creadores
de los siglos XV y XVI, en diferentes ramas del saber y de las artes.

Así, Bunallesci, Donatello, Alberti, Ucello y Leonardo Da Vinci, destacan en la pintura,


mientras Ficino, Pico della Mirandola, Giordano Bruno, Nicolas de Cusa, en la filosofía y
Maquiavelo y Guicardini en la historia y el pensamiento político. Todos ellos retomaron
el saber clásico antiguo de los griegos y romanos para innovar obras grandiosas de la
cultura en cada uno de esos campos y las más de las veces promoviendo entrecruces de
8disciplinas artísticas y científicas.

Leonardo es la expresión paradigmática de este saber integral. Es importante señalar que


el Renacimiento no es un anacronismo que busca restablecer el pasado, negando el
presente, sino más bien, aprender del pasado, imitarlo creativamente en lo que resulta
pertinente, para innovar y transformar el presente, de acuerdo a valores e ideales vigentes.
En este sentido, Chabod afirma en relación con el Renacimiento Italiano: ... La
antigüedad clásica fue, para los hombres de los siglos XIV-XV, una idea, un impulso, un
mito productor de energía...

No deseaban imitar servilmente la antigüedad, en el sentido de hacer revivir los casos


exactamente como habían sido, sino imitar en el sentido de seguir su ejemplo y, por ese
camino, llegar a una vida más plena, más culta, más bella.

La cultura del Renacimiento italiano aspira por sí mismo a convertirse en nuevo modelo
universal, tiene un carácter cosmopolita, abierto a todas las naciones, a todos los pueblos,
que estén dispuestos a integrarse a ella y aceptar sus valores, ideales y mitos. Pero esta
apertura a la universalidad también encierra cierto etnocentrismo cultural, a grado tal que
los hombres del Renacimiento Italiano redefinen el concepto de “bárbaro” “para designar
a los hombres que vivían fuera de una cultura muy específica, la italiana humanista”.
La cultura del Renacimiento Italiano es profundamente humanista porque concibe al
hombre como un ser capaz, no sólo de conocer y representar el mundo de manera
verdadera, racional y objetiva, sino sobre todo de recrearlo y transformarlo conforme a
sus designios.
Por ello, Leonardo Da Vinci consideraba que la pintura es un saber y un hacer más
poderoso que la ciencia, pues al mismo tiempo que conoce la realidad de manera
objetiva, rivaliza con la naturaleza, pues la pintura puede crear verdaderamente nuevas
realidades, puede crear “fantasías exactas” La máxima expresión de este humanismo es
precisamente la “Oración acerca de la dignidad humana” de Pico della Mirandola que no
pone límites al optimismo y a la fe en el poder creador del hombre, aunque sí señala su
enorme responsabilidad de poder elevarse a nivel de lo divino o degradarse a nivel de lo

animal. Sin dejar de nombrar a los padres del humanismo como lo fue  Fra n
   ce
   sc
   o

 P etrarca: (Arezzo, 20 de julio de 1304 ­ Arquà,Padova , 19 DE Juliode 1374). Padre

del   humanismo.  Tomás Moro: (1478-1535), Erasmo de Rotterdam: (1469 -


1536) Guillaume Budè: (1467-1540).
En relación al humanismo cristiano : La base metafísica del humanismo cristiano es la
superación del ser puro, y la identificación del ser con el amor. Ahora, si el ser es amor, la
creación entonces es obra del amor, y el ser creaturas constituidas a imagen por la
semejanza del Ser, es certeza que Dios crea a los hombres como libres interlocutores,
como alteridades autónomas, como fines y no como medios. La relación radical,
creacional Dios-hombre no se pone sobre el plano de la fabricación objetual, sino sobre el
de la relación interpersonal. Dios no hace al hombre, sino que hace que lo sea
verdaderamente.

El hombre no es hecho por Dios, sino puesto-en-ser por Dios. Y Dios lo lanza en el ser
exactamente como un ser libre. El hombre recibe de Dios el don radical del amor, que no
humilla sino eleva, porque se trata de una opción: ser llamados, significa haber sido
amados, apreciados, esperados, no porque exista ya un valor, sino para que llegue a serlo.
Gracias a este don radical el hombre es autónomo, o sea, es persona, es aquel ser que se
pertenece a sí mismo.
De este modo, el hombre pertenece a Dios no como un objeto suyo, sino como una
verdadera persona, es decir, un ser que perteneciéndose a sí mismo, se puede donar a su
donante después que su donador le ha donado la raíz de todo don, que es la existencia.
Dios no ofrece el ser como uno que tiene el ser, sino como quién es el ser: el océano
infinito del ser. Y cuando comunica el ser a un ser creado a su imagen, para que se vuelva
su semejanza viva y elegida, no la da como quién tiene el ser, sino como quién es la
fuente del ser que pone en ser seres diversos, entre los cuales -en el culmen de todo- seres
que no son simples vestigios de Dios, sino imágenes vivas de Él.

Dios ha creado al hombre gratuitamente. No para procurarse un siervo útil, sino para
tener un hijo amante. Y no por necesidad de ser amado por éste, sino para la felicidad del
hombre que coincide con el gozo del sumo bien que es Dios mismo. Negar entonces a
Dios, como colaborador de la realización del hombre, es negar cualquier posibilidad del
logro del hombre.
La seguridad del hombre está en la afirmación que hace de Dios, en cuanto socioen la
alianza de ambos, en favor de sí mismo. Por ello, no pocas personas y pueblos en la
sufrida experiencia histórica que han tenido, afirman que la negación de Dios ha
conducido invariablemente a la negación del hombre."La razón más alta de la dignidad
del hombre consiste en su vocación a la comunión con Dios. Desde su nacimiento, el
hombre es invitado a un diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de
Dios que lo creo, y por el amor de Dios que lo conserva. Y solo se puede decir que vive
en la plenitud de la verdad, cuando reconoce libremente ese amor y se confía enteramente
de su Creador.

El hombre es la única creatura sobre la tierra que Dios ha querido por sí misma" (G.S.
19,1; 24.3)De este modo, no existe una verdadera teología que no sea una plena
antropología, como no existe una auténtica liturgia que no desemboque en la sociología.
De este modo, como afirma el Papa Paulo VI en Populorum Progressio, "el hombre se
realiza así mismo, solotrascendiéndose". (P.P.,42).

De este modo, se realiza como fin que escogiendo a Dios-Amor, éste lo lanza en una
aventura de amor, que lejos de un espiritualismo enajenante, lo encarna fuertemente en un
compromiso histórico, porque la fidelidad al Eterno, desemboca necesariamente en una
fidelidad hacia la historia humana, porque el centro del cristianismo es que Dios se
encarnó entre nosotros, uniendo en una sola persona la fidelidad del cielo con la tierra y
vice versa.

A partir de la encarnación, Dios es honrado no solo como devoción a Él, sino y al


mismo tiempo, con la entrega a los demás. Es más, éste será el referente del examen
supremo en el juicio final. "Cuanto hiciste o dejaste de hacer por tu prójimo, conmigo lo
hiciste". De hecho, Jesucristo no fue condenado por negar el primer Mandamiento (amar
a Dios), sino por hacerlo realidad sirviendo a las personas.
De este modo, el Señor escribió el manifiesto del humanismo con su sangre derramada en
defensa del ser humano.Es por ello que condenamos todo menosprecio, reducción o
atropello de las personas en sus derechos inalienables; todo atentado contra la vida
humana, desde la oculta en el seno materno, hasta la que se juzga como inútil y la que se
está agotando en la ancianidad; toda violación a degradación de la convivencia entre los
individuos, grupos sociales y las naciones.

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