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ASIGNATURA: Teoría de la Comunicación Social


AUTOR: Sebastián Masana

Por qué nos dejamos engañar por las metáforas


y las analogías

Indice

¿La confianza es como una copa de cristal? ................................ 2


Las monedas no vuelan................................................................ 2
Analogías y argumentación.......................................................... 5
Las analogías como una forma de heurística ............................... 6
El poder de las analogías.............................................................. 8
Resaltar y ocultar ......................................................................... 9
Por qué son tan poderosas .......................................................... 9
Analogías y neurociencias .......................................................... 10
Reductio ad Hitlerum ................................................................. 11
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Combos analógicos (dos por uno) .............................................. 12


Obras citadas ............................................................................. 14

¿La confianza es como una copa de cristal?


Hace muchos años, al poco tiempo de ingresar a mi primer trabajo, descubrí a
la secretaria de uno de los gerentes llorando en silencio. Me acerqué para ver si la
podía ayudar en algo, y me contó que acababa de abandonar al novio. El muchacho
le había hecho una insinuación sexual a otra chica, que resultó ser amiga de ella.
A raíz de ese episodio, optó entonces por dejarlo, aunque eso la hacía muy infeliz,
porque lo seguía queriendo. Le pregunté si no valía la pena darle otra oportunidad.
Me miró como si estuviera preguntando una estupidez y me contestó:

¡Imposible! En una pareja, la confianza es como una copa de cristal. Si se


rompe, podés juntar los pedazos y pegarlos. Pero siempre vas a tener una
copa quebrada. Nunca más va a ser como antes. Y yo no quiero ir por la
vida cargando con copas quebradas. Soy muy joven para eso.

Bienvenidos al mundo de las analogías.

La analogía (del griego, ana -reiteración o comparación- y logos, razón) es una


figura retórica que consiste en la comparación entre dos seres u objetos, dando a
entender que se aplica a uno de ellos una propiedad o característica que está clara-
mente establecida en el otro.

Las monedas no vuelan


Las analogías se encuentran dentro de las denominadas figuras retóricas de sus-
titución, categoría a la cual pertenecen también las metáforas. Al final de este
apunte podrán ver una tabla con una descripción básica de este tipo de figuras.
Mientras tanto, aclaremos al menos la diferencia entre metáforas y analogías.
Para decirlo de una manera simple de entender (pero que horrorizará a los lin-
güistas, los psicoanalistas y otros intelectuales sensibles) digamos que una metá-
fora es una palabra o expresión que se coloca en reemplazo de la palabra “co-
rrecta” para lograr un efecto determinado en el público. Veamos esta frase:
Una moneda dorada se eleva en el horizonte
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Probablemente resulte obvio que el autor de tal oración no está describiendo a


una moneda voladora, sino que se refiere al sol. La frase “correcta” (uso la palabra
“correcta” entre comillas para no escandalizar aún más a los lingüistas) hubiera
sido:
El sol se eleva en el horizonte

“Sol” se reemplazó por “moneda de oro”, para generar un efecto en el público.


En este caso, se trata de un efecto estético o literario. Ese uso literario de las me-
táforas es el más conocido. De hecho, seguramente muchos de ustedes creen (equi-
vocadamente) que la metáfora es una herramienta meramente poética o literaria.
¿Y las analogías? La analogía es una figura retórica que no actúa por reemplazo,
sino que establece una comparación. Siguiendo con el ejemplo anterior, una ana-
logía sería:
El sol es como una moneda dorada que se eleva en el horizonte

En esa frase, no hay reemplazo: la palabra sol permanece, y se establece una


comparación. Cuando vean en una oración las palabras “es como” o “son como”,
seguramente estén ante la presencia de una analogía.

En síntesis: una analogía es una comparación

Las metáforas y analogías suelen tener un uso didáctico. En la educación y en


la divulgación científica se usan las analogías para facilitar la comprensión. Al
explicar en la escuela el sistema nervioso, un profesor podría decir, por ejemplo:

Las dendritas son como cables de electricidad. Por su interior se transmi-


ten impulsos eléctricos, y por fuera están recubiertas por un revesti-
miento aislante.

Metáforas y analogías tienen también un tercer uso, que es el que más nos in-
teresa en esta materia: se suelen utilizar para manipular a la opinión pública. Es
decir, para lograr que la audiencia comprenda algo, pero de una manera sesgada y
tendenciosa, de tal forma de favorecer los argumentos del que habla.
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La Primera Ministra británica Margaret Thatcher decía: “Administrar un país es


como administrar un hogar; si sale más dinero del que entra, hay un problema se-
rio”. Parece una cuestión de sentido común. Sin embargo, la comparación es en-
gañosa. El objetivo de Thatcher era justificar su política de reducción del gasto
público, que dejó como saldo a miles de desempleados.

Cuando alguien les salga con un argumento parecido, pueden responderle:

Efectivamente, manejar un país es como manejar un hogar. ¿Qué


hace un jefe de hogar cuando sus hijos tienen hambre o necesitan me-
dicamentos que no puede pagar? ¿Deja que se mueran? No. Sale a ga-
nar más dinero. El gobierno, por lo tanto, para evitar el padecimiento
de sus ciudadanos, debe recaudar más dinero. Y la forma más inme-
diata de hacerlo es aumentando los impuestos al sector más rico de la
población. Por lo tanto, manejemos el país como un hogar, y aumen-
temos los impuestos.

Eso pondrá en un aprieto a su interlocutor (por lo general, quienes usan la ana-


logía estado/ hogar, se oponen al aumento de impuestos).

Las analogías (entendidas como comparaciones) están permanentemente pre-


sentes en el discurso político y mediático. Aquí tienen algunos ejemplos:

Un viejo dicho dice que la victoria tiene cientos de padres, mientras


que la derrota es huérfana (John F. Kennedy).

Las grandes naciones siempre se han comportado como gangsters,


y las pequeñas, como prostitutas (Stanley Kubrick).

Las leyes son como las salsas. Más vale no saber cómo las hicieron.
(Otto Von Bismark).

Las guerras no son buenos cinceles si se quieren esculpir futuros en


paz (Martin Luther King).

La diplomacia sincera es tan posible como que haya agua seca o


como sacar metal de la madera (Josef Stalin).
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Analogías y argumentación
Las analogías son herramientas cruciales del discurso argumentativo. Y muy
especialmente, cuando hay que defender argumentos débiles o poco creíbles. Jus-
tamente, las analogías sirven para otorgar mayor credibilidad, certeza o verosimi-
litud a una idea o propuesta.

Supongamos que ustedes sostienen un argumento débil, al que llamaremos A.


Si ustedes comparan A con otro argumento sólido y creíble (B), y logran convencer
a la audiencia de que A es igual a B, entonces la audiencia creerá que A es un
argumento tan sólido y creíble como B.

Analicemos la analogía de la copa de cristal mencionada al principio.

En ese caso, la protagonista estaba dividida; una parte de ella todavía seguía
queriendo al ex novio, pero otra parte, aferrada a ciertas creencias o valores, quería
cortar la relación. La parte de ella que quería cortar la relación, sostenía una idea
(A): “Cuando la confianza en una pareja se quiebra, no hay vuelta atrás; la relación
nunca volverá a ser como antes”.

¿Cuánto hay de verdad en esa afirmación? Muy poco. No es posible establecer


una generalización de ese tipo. Existen muchas parejas en las cuales la confianza
va y viene a lo largo de los años y eso no les impide seguir adelante. Numerosas
parejas lograron superar con éxito infidelidades y otros episodios que pusieron a
prueba su confianza.

Veamos el segundo enunciado (B): “Cuando una copa de cristal se quiebra, ya


no puede volver a ser como antes”. Aquí, el grado de “verdad” es muy alto. Efec-
tivamente, por más que se pegue a una copa quebrada, las marcas siempre serán
visibles.

Lo que hizo la chica en cuestión fue construir una analogía (“la confianza es
como una copa de cristal”) para comparar A con B. El objetivo: demostrar que A
es tan “verdadero” e incuestionable como B. Y tiene razón: la analogía “suena
bien”. Los siguientes gráficos ilustran el procedimiento:
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Las analogías como una forma de heurística


Tal como vimos en la unidad anterior, a diferencia de los animales, cuyo com-
portamiento está condicionado por la genética, los seres humanos tenemos que to-
mar diariamente una brumadora cantidad de decisiones. Esto nos plantea un pro-
blema de hardware. Nuestro pensamiento consciente está preparado para procesar
unos 50 bits por segundo. Sin embargo, durante la vida cotidiana, es común que
nuestros sentidos le envíen, cada segundo, más de 10 millones de bits. Pretender
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que nuestra mente consciente procese toda esa información sería como querer ins-
talar en el Windows 10 (o la versión vigente en el momento en que lean este libro)
en una vieja PC 386 (ahí tienen otra analogía). Nuestra mente se paralizaría.

Por ende, a la hora de tomar decisiones, necesitamos que nuestra mente no cons-
ciente encuentre atajos que le permitan llegar a una conclusión rápidamente, evi-
tando toda la burocracia del procesamiento cerebral. Esos atajos automáticos se
llaman heurísticas. Y allí entran en juego las analogías. El pensamiento analógico
permite tomar decisiones en forma automática.

Imagínense que están sentados en el banco de una plaza mirando su teléfono


móvil. De pronto giran la cabeza y ven que tienen a dos metros de distancia a un
enorme San Bernardo de más de 70 kilos, con su vista clavada en ustedes. Para
determinar si es una amenaza, en menos de un segundo, su mente buscará dentro
de su banco de recuerdos otras experiencias similares para decidir qué reacción
tomar. (¿Se acuerdan de la heurística de la disponibilidad?)

Si alguna vez estuvieron en Bariloche u otra ciudad andina o alpina donde los
turistas pagan para sacarse fotos abrazando a un San Bernardo, su mente dictami-
nará, por analogía, que el animal no presenta un peligro claro e inminente, y uste-
des podrán concentrarse nuevamente en su celular para seguir discutiendo por chat
con su novio o novia, o para seguir al Candy Crush, al 2048 o al juego que esté de
moda en ese momento.

Por otro lado, si ustedes recién terminaron de leer Cujo (la novela de Stephen
King que tiene como protagonista a un San Bernardo asesino), o si viven en Oleiros
(municipio de La Coruña, donde en el 2014 un San Bernardo atacó a varios vecinos
e incluso a los periodistas que se acercaron a cubrir la noticia), hay más posibili-
dades de que se active una señal de alarma. La decisión se toma en décimas de
segundo a través de un proceso de analogía, es decir, de comparación:

Los San Bernardo de Bariloche son buenos con la gente, por lo tanto, este San
Bernardo que acaba de aparecer también es bueno.

O bien:

Cujo es un San Bernardo asesino; por ende, este San Bernardo también puede
ser asesino.
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Supongamos que de pronto tienen que manejar un modelo de automóvil (o de


motocicleta) que nunca manejaron en su vida. Seguramente intentarán guiarse por
comparación con otras experiencias anteriores. Lo mismo ocurre cuando compran
un nuevo teléfono móvil, un equipo de audio o un lavarropas.

“Durante todo el día, cada día elaboramos o evaluamos una analogía detrás de
otra, debido a que esas comparaciones son la única manera práctica de lidiar con
el flujo de datos que ingresamos, colocarlos en el contexto de nuestra experiencia,
y tomar decisiones en forma acorde”, dice el especialista en retórica Sam Leith
(Leith, 2011). Y explica que ese procesamiento analógico es tan común que ni
siquiera somos conscientes del mismo.

El poder de las analogías


Para explicar el poder de las analogías, no hay nada mejor que… una analogía.
Dice el especialista en retórica John Pollack, quien trabajó escribiendo discursos
para el presidente estadounidense Bill Clinton (Pollack, 2014):

Piense en una langosta hambrienta que, al detectar a su posible cena,


pasa por una trampa de un solo sentido, sólo para descubrir que ter-
minó siendo prisionera, y que será la cena ella misma. De la misma
manera, a menudo nos tragamos la premisa disimulada en una ana-
logía, sin ser conscientes de sus asociaciones e implicaciones hasta
que es demasiado tarde. Para entonces, la argumentación está per-
dida y nosotros estamos hirviendo en la olla, incapaces de hacer mu-
cho al respecto.

Douglas Hofstadter es un científico y filósofo estadounidense, profesor de cien-


cias cognitivas y ganador de un Premio Pulitzer. En su libro Surfaces and Essen-
ces: Analogy as the Fuel and Fire of Thinking, se pregunta si es posible que las
analogías tengan el poder de manipularnos. Su respuesta es la siguiente
(Hofstadter, 2013):

Ciertamente. De hecho, lo hacen en dos sentidos del término “manipu-


lar”. Primero, las analogías a menudo surgen en nuestras mentes sin que
seamos conscientes de ellas: nos invaden subrepticiamente y toman el
centro de la escena. Segundo, las analogías ejercen coerción; fuerzan a
nuestros pensamientos a fluir a lo largo de ciertos canales. Y por ende,
lejos de ser atractivos y coloridos recursos retóricos o pedagógicos, las
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analogías son astutas criaturas con vida propia. Le dan forma a nuestras
interpretaciones de situaciones y determinan las conclusiones de los ar-
gumentos. Puesto de otra manera, una analogía no se contentará con
caer en la fiesta sin invitación; una vez que irrumpa, dictará cómo sigue
el resto de la velada.

Resaltar y ocultar
En su uso argumentativo, las analogías son como las bikinis; muestran mucho
pero ocultan lo más importante (otra analogía). Pollack explica lo siguiente
(Pollack, 2014):

Si bien operan desapercibidas, las analogías son argumentos en sí mis-


mos. Argumentos que, como los icebergs, esconden la mayor parte de su
masa y su poder bajo la superficie. En muchas argumentaciones, gana el
que establece la mejor analogía.

Al mismo tiempo que las analogías resaltan algunos aspectos, se encargan de


ocultar otros que son inconsistentes (e incluso pueden ser opuestos) a la idea que
se quiere transmitir. Por eso, cada vez que escuche una analogía, pregúntese: ¿qué
es lo que está ocultando?

Por qué son tan poderosas


¿Qué es lo que hacen que las analogías tengan semejante poder sobre nuestra
mente? Una de las razones es que nuestro proceso instintivo de aprendizaje es,
básicamente, analógico.

Cada concepto que logramos internalizar a lo largo de nuestra vida, fue posible
gracias a una larga sucesión de analogías realizadas en forma inconsciente a y que
se fueron transformando y enriqueciendo a través de los años.

Un ejemplo es la palabra madre. Imaginemos una chica llamada Mónica. A par-


tir de que nació, Mónica lentamente comenzó a internalizar, por su propia expe-
riencia con su mamá, el concepto de madre. Más adelante, por analogía, compren-
dió el concepto de abuela: “mi abuela es para mi mamá lo que mi mamá es para
mí”.
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Un día le regalaron dos muñecas, una grande y otra chica. En función de la


diferencia entre ella y su madre, Mónica estableció, por analogía, que “la muñeca
grande es la mamá de la otra”.

Otro día, al mirar una película infantil, descubrió a una perra que era la madre
de un cachorro. Mónica amplió entonces su concepto de madre; ya no era un atri-
buto exclusivo de seres humanos.

Con el tiempo, a medida que creció, siempre por analogía, pudo comprender
conceptos derivados de madre, como madrina, madrastra y madre adoptiva.

En una etapa posterior pudo pasar a la abstracción del concepto y entender su


aplicación a objetos inanimados. Así pasó a entender metáforas como nave madre
o placa madre (el motherboard de las computadoras). Por mecanismos similares
pudo entender qué son las células madre.

También pudo comprender conceptos con mayor nivel de abstracción, como “la
filosofía es la madre de todas las ciencias”, “el ocio es la madre de la filosofía
(Thomas Hobbes) y “la censura es la madre de la metáfora” (Jorge Luis Borges).

Conclusión: dada la enorme influencia que tienen en nuestra educación y en


nuestro funcionamiento cognitivo, las analogías son amigas íntimas del cerebro.
El cerebro es como una discoteca. Cuando la analogía llega, trae un pase VIP.
Mientras que los pensamientos y datos racionales tienen que esperar, hacer una
larga fila y rezar para ser aceptados, la analogía ingresa sin demoras por una puerta
exclusiva. Y una vez adentro, el cerebro le permite subir a través de un moderno
ascensor de alta velocidad, mientras que los pensamientos racionales que final-
mente logren ingresar, deberán subir por la escalera.

Analogías y neurociencias
En el año 2002, el psicólogo estadounidense-israelí Daniel Kahneman se trans-
formó en el primer no economista que ganó el Premio Nobel de Economía (en
realidad, el Premio Nobel de Economía no existe, pero vulgarmente se conoce con
ese nombre al Premio del Banco de Suecia en ciencias económicas en memoria de
Alfred Nobel).

La distinción se le otorgó por sus estudios sobre los factores psicológicos que
influyen en el análisis sobre la toma de decisiones económicas. En su libro Pensar
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rápido, pensar despacio, Kahneman sostiene la toma de decisiones, en los seres


humanos es manejada por dos sistemas paralelos (Kahneman, 2012):

—El Sistema 1 trabaja en forma rápida, intuitiva y emocional, y nos permite


sacar conclusiones rápidamente.

—En contraste, el Sistema 2 es más lento. Es el terreno de la deliberación y la


lógica, funciona con mucha más lentitud y nos permite tomar decisiones más ra-
cionales.

“Los políticos y los publicistas se dirigen al Sistema 1, emotivo y no racional.


Planean las cosas de forma eficaz para sus fines”, dice Kahneman En ese sentido,
las analogías son como una catapulta intelectual que nos permite saltar directa-
mente a las conclusiones, para ahorrar tiempo y energía.
Hay que tener en cuenta que nuestro cerebro consume el 20% de la energía de
nuestro cuerpo, mientras que representa hasta el 2% del peso de un adulto. Cuando
evitamos el pensamiento intenso –y las analogías nos ayudan a evitarlo- ahorra-
mos energía.

Reductio ad Hitlerum
En 1951, el filósofo político alemán Leo Strauss (1899-1973), profesor de la
Universidad de Chicago, enunció la llamada Reductio ad Hitlerum (Reducción a
Hitler, también denominada argumentum ad nazium). Se trata de una falacia ex-
presada en la fórmula: Adolf Hitler apoyaba a X, por lo tanto X debe ser malo. Es
decir, se trata de una analogía destinada a envilecer o criticar a alguien comparán-
dolo con Hitler.

En 1990, Mike Godwin, abogado de la Electronic Frontier Foundation, una red


informática precursora de la actual Internet, enunció una “ley” que desde entonces
lleva su nombre:

A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de


que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los
nazis tiende a ser uno.

En otras palabras, Godwin sostenía que cuanto más se alarga un debate, más
probable es que alguien, en algún momento, termine haciendo una analogía con
Hitler o el nazismo.
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Godwin explicó que su postulado no cuestiona que se hagan analogías con


Hitler o con los nazis; lo que señala es que el uso de la hipérbole (exageración, que
muchas veces lleva a una afirmación fuera de sus límites) debe ser evitada. “Evitar
tal hipérbole es una manera de asegurar que las comparaciones válidas tengan el
impacto semántico apropiado”.

En el año 2009, el representante estadounidense republicano Mario Díaz-Balart


declaró que quienes estaban en desacuerdo con sus puntos de vista sobre la política
de Estados Unidos hacia Cuba y enviaban ayuda a sus familiares en la isla tenían
''igual actitud que los que querían hacer e hicieron negocios con Adolfo Hitler''.

Eso generó una ola de repudio. El académico Arturo López-Levy, de la Escuela


de Estudios Internacionales de la Universidad de Denver, le replicó públicamente
(Cuaderno de Cuba, 2009):

Hitler es una metáfora que solo debe ser usada para Hitler. Las analo-
gías fáciles de Mario Díaz-Balart empobrecen nuestro debate. Los oposito-
res del embargo y las medidas contra la familia de 2004 no deben ser es-
tigmatizados con comparaciones absurdas con los colaboradores nazis que
banalizan el Holocausto judío. ¿No sería mejor discutir los problemas de la
política hacia Cuba en sus méritos, características y especificidades?

Conclusión: eviten hacer analogías que involucren a Hitler, en una argumenta-


ción, ya que no sólo son poco efectivas –debido a su tendencia a la exageración-
sino que probablemente generen repudio. Sólo un puñado de procesos históricos
de la era moderna (como el genocidio ucraniano, el genocidio armenio o las purgas
estalinistas) pueden ser comparados con el nazismo sin riesgo de caer en la hipér-
bole

Combos analógicos (dos por uno)

Las analogías se pueden combinar con varias otras herramientas discursivas,


multiplicando así su poder. Por ejemplo, se les puede agregar un toque de ironía o
humor. Otro mecanismo consiste en comenzar una analogía como si fuera elo-
giosa… y rematarla con un sentido crítico. Por ejemplo:

Romualdo Chiarelli es el Maradona del hockey masculino… toda-


vía no cumplió los treinta años y ya tiene un hijo no reconocido y
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dos internaciones en centros de rehabilitación para drogadepen-


dientes.

En la introducción a la zarzuela Las majas del bergantín, del conjunto Les


Luthiers, Marcos Mundstock, el locutor del grupo, explica que para la música de
la obra…

…se recurrió al compositor y célebre guitarrista Ramón Véliz García y Ca-


sal, a quien llamaban "El Cervantes de la guitarra"… porque era manco.

También se puede citar alguna declaración política reciente y trazar una


analogía entre la misma y algún chiste que a su vez incluya una analogía. Por
ejemplo:

Es cierto que el nuevo ministro de Educación es, citando textualmente


las palabras de nuestro presidente, “un hombre extremadamente inteli-
gente, culto y formado”. El problema es que tiene una mentalidad muy
cerrada. Y las mentes son como un paracaídas; por más que sean de ex-
celente calidad, si no se abren no sirven para nada”.

Otra posibilidad humorística es contar un chiste y luego hacer una analogía basada
en el mismo:

Por la noche, en un estacionamiento oscuro, a un hombre se le caen las llaves


del auto. Otro hombre lo ve agachado y le ofrece ayuda. El primero acepta y le
cuenta lo ocurrido.
—¿Por dónde se le cayeron?
—Por allí –responde el primer hombre mientras señala a varios metros del lugar
donde está agachado.
—¿Y si se le cayeron allí, ¿por qué las está buscando a cuatro metros de distan-
cia?
—Porque allí está muy oscuro, no veo nada; en cambio aquí hay más luz, puedo
buscar mejor.
¿Sueña estúpido, no? Pues bien, eso mismo es lo que está haciendo nuestro go-
bierno con el proyecto de ley que mañana buscará aprobar en el Congreso. En vez
de buscar una solución para el desempleo que sea realmente eficaz, aunque lleve
más tiempo y sea incómoda, está optando por una medida cómoda, rápida y fácil,
pero que no sirve para nada. Está buscando soluciones donde no las hay.

Dejando de lado el humor, otra alternativa es contar algún hecho del mundo natural
o biológico, y luego trazar una analogía:

Si se pone a una rana en una olla con agua hirviendo, saltará y escapará del peligro.
Pero si se la pone con el agua aún fría, se quedará quieta. Cuando el agua se enti-
biezca se sentirá a gusto; no percibirá el peligro hasta que el agua empiece a hervir
y sea demasiado tarde.
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Esa es la estrategia del gobierno. El presidente sabe que si aplica al mismo tiempo
todos los recortes presupuestarios que tiene pensados, los sindicatos y la pobla-
ción los van a rechazar enérgicamente. Por eso prefiere hacer pequeños recortes
en forma escalonada. Cuando reaccionemos, el deterioro de nuestro sistema sani-
tario y educativo será ya catastrófico e irreversible.

La analogía se suele combinar también con otros recursos argumentativos, como


las cita de autoridad:

¿Por qué los políticos de la oposición, que viven criticando la corrupción oficial,
se niegan a aprobar los cambios en el régimen de inmunidad parlamentaria? La
respuesta la dio Cicerón, hace cerca de 2.000 años: “Ningún hombre quiere aca-
bar con su enemigo perforando la nave en la que él mismo navega”.

Obras citadas
(2009). Obtenido de Cuaderno de Cuba: http://www.cuadernodecuba.net/2009/04/
Hofstadter, D. (2013). Surfaces and Essences: Analogy as the Fuel and Fire of Thinking.
Philadelphia: Basics Book (Perseus Books Group).
Kahneman, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: Editorial Debate.
Leith, S. (2011). You Talkin' To Me? Rhetoric from Aristotle to Obama. Londres: Profile Books
LTD.
Pollack, J. (2014). Shortcut: How Analogies Reveal Connections, Spark Innovation and Sell Our
Greatest Ideas . Nueva York: Gotham Books (Penguin Group).
Ley de Godwin. (2017, 19 de noviembre). Wikipedia. Fecha de consulta: 03:40, febrero 11,
2018 desde https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Ley_de_Godwin&ol-
did=103548557.

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