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Rita De Grandis

Rita De Grandis
The University of British Columbia, Vancouver

LA VALORIZACIÓN AGUAFUERTISTA DE ARLT Y SU HUELLA EN LA


ESCRITURA PERIODÍSTICA FINISECULAR ARGENTINA

Tomatis le escribe al Matemático: en las tardes de otoño y de primavera, y en las de veranos si no hacía
demasiado calor, se quedaba sentado en el fondo del patio hasta que anochecía. Algunos parientes
afirmaban que estaba loco, pero los que lo conocían mejor y lo apreciaban se encogían de hombros y
decían que en boca de mi tío Carlos la expresión “búsqueda del hombre cultural” era un eufemismo por:
“dormir la siesta”.
(Saer 2001: 15)

El cierre del milenio trajo una conmemoración clave para la literatura y cultura argentinas
que el periodismo cultural no dejó de pasar por desapercibido. Martín Borja señala que el
centenario del nacimiento de Roberto Arlt (1900-1942) en el año 2002 constituyó un
acontecimiento significativo, no porque la figura de Arlt no haya sido canonizada en el ámbito
literario local e internacional, junto con la de otros clásicos, Borges en especial, sino porque Arlt
todavía produce un malestar, que resiste su total aceptación (Borja 2000: 1) y hace de su
propuesta literaria y de su figura de autor una fuente inagotable de productividad artística y de
renovadas perspectivas críticas (Borja 2000: 1-2). Nos preguntamos entonces ¿qué revela este
malestar Arlt en la situación cultural del presente? Para examinar esta pregunta nos situamos en
la tensión dinámica que separa el periodismo y la literatura, en cuya intersección Arlt se instaló y
produjo su obra ficcional y periodística, en una simbiosis de retroalimentación.
En Argentina, las últimas décadas del siglo veinte son escenario de una valoración no
tanto de sus relatos y novelas, como de sus textos periodísticos. Valorización que se da en un
periodo de gran efervescencia de la crónica, afectando de un modo singular las distinciones entre
cultura de élite, cultura popular y de masas, y, entre literatura y mercado editorial, poniendo de
relieve una vez más el rol central que juega la crónica en la redefinición de los diversos sectores
de clase media y en el campo de la lectura. El mercado editorial en estrecha colaboración con la
crítica académica publica reediciones de las aguafuertes; en Argentina la estudiosa Sylvia Saitta
no sólo compila y ofrece un estudio crítico sobre las aguafuertes porteñas, sino sobre las gallegas
y demás textos periodísticos de Arlt (Saitta 1994)1. Por su parte, en México, Rose Corral compila
las aguafuertes de Arlt que habían aparecido en el diario mexicano El Nacional2.
En el contexto finisecular, el nombre Arlt y su obra aparecen como un significante
cultural, como “recurso” reciclable, que cierta escritura periodística y expresiones de la industria
cultural, ponen en circulación para evocar una atmósfera política y social sombría,
específicamente la de la democracia neoliberal de fin de siglo; el mundo representado en sus
textos constituye un patrimonio nacional, esto es, conforman una memoria colectiva para definir
el “hombre cultural” de nuestro epígrafe y su comunidad. En esta lógica de recurso cultural, Arlt
es un referente semiótico, saturado de connotaciones extra-literarias, un denso palimpsesto para
la cultura argentina que recicla sus elementos simbólicos, a través de las cuales el cronista y el

1
También es autora de una nueva biografía Saitta 2000.
2
Rose Corral compila las notas que Arlt escribe en 1940 y que tratan de temas de interés internacional como la Europa de la
preguerra y el fascismo, y que El Nacional reproduce: (Corral 2003)

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La valorización aguafuertista de Arlt y su huella en la escritura periodística finisecular argentina

lector medio recrean imágenes de argentinidad. Y, sobre todo, establecen un lazo entre el pasado
y el presente.
Nuestra hipótesis sugiere que cierta crónica periodística finisecular evoca procedimientos
retóricos de las aguafuertes, en la incorporación del lenguaje coloquial del hombre común y de
sus giros idiomáticos, en el protagonismo de la gente de la calle, la noticia, y el mundo urbano en
transformación de la ciudad de Buenos Aires; elementos con los que se recrea la vida en y de la
democracia desde un nuevo costumbrismo, que no por nuevo, no tiene sus raíces en la tradición
ya establecida por el aguafuertismo y la ficción arltianas. Entre sus portavoces se encuentran
intelectuales provenientes de las generaciones sesentistas/setentistas, vinculados con el
periodismo de la posdictadura. En particular Antonio Dal Masetto y Miguel Bonasso, dos casos
bien diferentes entre sí, pero provenientes ambos de las generaciones sesentistas; dentro de un
amplísimo espectro que aún no ha sido cabalmente estudiado. Las notas de estos cronistas, como
las de Arlt, hacen de la escritura de la realidad una obligación que ésta impone, y su naturaleza
ficcional penetra el universo de la política y del comentario social. Arlt opera como materia
prima para recrear un ideario nacional. Las crónicas de estos escritores, como las aguafuertes,
gozan de un espacio privilegiado en la diagramación periodística; están ubicadas
estratégicamente en la Contratapa de Página 12 y señalan lugares destacados de invención,
separados del contenido propiamente informativo. Si las aguafuertes de Arlt en Crítica ocuparon
un lugar destacado, junto con el uso de la primera persona del cronista, confiriéndole un lugar de
creación singular en el que Arlt construía sus escenarios que eran casi siempre la calle, estas
nuevas notas también se caracterizan por un lugar de invención, con la impronta de la primera
persona del cronista altamente subjetivado y porque sus personajes son extraídos del ambiente
social de la calle y de la pequeña burguesía a la que la escritura de Arlt dota de una
representación particularmente proclive a una lectura en clave socio-política, como la que hizo la
generación de Contorno a mediados de los años cincuenta.
El nombre Arlt, los títulos de sus obras, así como ciertos núcleos significativos de su
mundo ficcional, son reutilizados como adjetivos y metáforas para hablar de la vida cotidiana y
de la política. En esta apropiación, el nombre Arlt es una fulguración plurisémica, un simulacro,
significante y significado de lo real que el lenguaje de los medios y de la industria cultural
reutiliza, y en su uso y (ab)uso, lo literario irrumpe para hablar de lo real, en un juego
multirreferencial y metaliterario. Así, “El juguete rabioso”, es título de una reseña sobre La
lengua del malón de Guillermo Saccomanno (2003) en la que su autora, Amalia Gieschen,
caracteriza la novela de Saccomanno por “la pasión artliana” de la historia y los libros (Gieschen
2003: 54). Con esta breve referencia el lector inmediatamente ubica a Saccomanno dentro de una
tradición literaria argentina inscribiendo y orientando su lectura.
También “Juguetes perdidos” es el nombre de una composición musical de Los
redonditos de ricota3, un grupo de rock nacional, dedicado a un joven estudiante de la ciudad de
Buenos Aires, Walter Bulacio, muerto después de ser detenido y golpeado en un recital del grupo
en 1991, convirtiéndose en un estandarte de lucha contra la violencia de la represión policial.
Aquí la apropiación y pluralización del título del célebre texto de Arlt está enmarcado
interpretativamente en ese gesto vanguardista de desafiar los límites entre el arte y la vida, la
rebeldía juvenil y la policía. Del mismo modo y dentro de la música moderna producida en
3
Los recitales de este grupo se caracterizaron por estar acompañados de disturbios. En “Una batalla campal y dos policías
heridos” el diario El día reporta el 16 de abril de 2000 que La Cruz Roja y organizadores del recital de los Redonditos de Ricota
informaron a la prensa acerca del centenar de personas heridas en uno de los conciertos organizados por el grupo, cuando el líder
del grupo entonaba “Juguetes perdidos”. 27 de enero de 2006 <http://200.26.107.200/ediciones/20000416/elpais15.html>.

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México, tenemos la re-utilización del legado Arlt en el par Federico-Miguel Bonasso; Federico,
hijo del cronista político exiliado; cantante y tecladista que a los 10 años se trasladó a México,
formó una banda en 1989 a la que denominó “El juguete rabioso”4.
Del rock nacional a cierta literatura post-setentista. El nombre Arlt es evocado en el
prólogo de la re-edición de Cuarteles de invierno de Osvaldo Soriano, que hace Osvaldo Bayer,
para quien en la literatura de Soriano la figura de Arlt se construye como clave de interpretación
de la realidad argentina de los años setenta y de no haber muerto, Soriano revelaría, como Arlt, la
historia “profunda” de la Argentina:

Arlt fue el genio que nos describió tal cual el Buenos Aires de la Década Infame. Soriano nos
dejó estampas vivas de esa Argentina traumática de los 70. Y, si siguiera entre nosotros hoy, en
sus páginas retrataría a todos: los traidores y los consecuentes, idealistas y policías, la mano
abierta y la mano en la lata, los nobles y las ratas. Todos argentinos. En la verdadera literatura
se puede comenzar a entender la historia profunda (Bayer 2003: 10).

Asimismo, en una encuesta titulada “¿Existe una literatura argentina?”, realizada por
Enzo Maqueira para la revista cultural Lea, ante esta pregunta el escritor Isidoro Blaisten
responde que la literatura argentina “Existe”. La inolvidable respuesta del exégeta de la Biblia
cuando le piden prestado un peso: “Rajá, turrito, rajá”, sólo pudo ser escrita en Buenos Aires y
sólo pudo escribirla Roberto Arlt” (Maqueira 2003: 44).
En televisión, Los siete locos es el nombre de un programa de Canal 7 animado por
Cristina Mucci, y en el desfilan los intelectuales más reconocidos de la escena cultural y política:
Beatriz Sarlo, Ricardo Piglia, Félix Luna, entre otros.
En el ámbito académico de la Universidad de Buenos Aires, en el Centro Cultural Ricardo
Rojas, los jueves del mes de noviembre de 2003, se exhibieron tres filmes titulados “Buenos
Aires”, I, II, III dirigidos por Rafael Filipelli, con guiones de Beatriz Sarlo, Adrián Gorelick y
Graciela Silvestri, uno de los cuales, el segundo, “Buenos Aires II”, está organizado en torno a la
figura de Roberto Arlt.
Estos son algunos de los innumerables modos en los que opera la memoria Arlt, como un
modo de significar la “localidad” de una cultura (el término es de Bhabha). En este proceso que
atraviesa las distinciones cultura de masas, cultura de élite, Arlt es recuperado como propiedad
común, y consumido como un ready-made cuya sola enunciación remite a una realidad empírica
multireferencial en la que la experiencia es evocada vía núcleos interpretativos que la crítica
literaria argentina ha forjado sobre la ficción artliana.
Frente a este fenómeno de simplificación, banalización y reducción, Ricardo Piglia aduce
en “La marca de Arlt” que la novela contemporánea argentina se ha empobrecido debido a “la
fascinación por el efecto y la eficacia de una sintaxis simple” (Piglia 1999: 98) propia de la
retórica periodística (Piglia 1999: 22-100). Y que las técnicas periodísticas de Arlt eran literarias
y no se correspondían con las del discurso del periodismo de su época, puesto que su escritura fue
siempre decididamente más compleja para el lector medio. Después de Arlt desafortunadamente,
vaticina Piglia, la novela argentina peligrosamente se ha venido acercando al periodismo. Por su
parte, Sylvia Saitta estima que la relación que Piglia establece entre escritura periodística y
literaria en Arlt es equívoca, por cuanto Piglia no tiene claro, o parece confundir, a qué se
llamaba estilo periodístico en los años treinta. Para Saitta, la escritura de Arlt sí se corresponde
con las pautas del discurso periodístico de determinada prensa del período, en especial, en el uso

4
Durante los 10 años de su existencia editó dos discos: Caras modernas y Alma total (Página 12, martes 3 de abril de 2007, 24).

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del lunfardo, la lengua coloquial y ciertos giros impensables en la escritura periodística actual. En
la época de Arlt, la escritura periodística aún no se había cristalizado en las formas y en la
sintaxis simple que la caracterizará posteriormente, salvo que, en Arlt, como en otros escritores
de la época, que compartieron ese mundo del periodismo y de la literatura (los hermanos Raúl y
Enrique González Tuñón; Leopoldo Marechal, Horacio Rega Molina o Conrado Nalé Roxlo) la
nueva escritura que ellos inauguran, se renueva a partir del uso del aparato técnico del periodismo
como maquinaria narrativa para sus invenciones literarias (Saitta 1999: 100-111). De hecho, es
bien conocida la nota que Arlt incluye en la segunda edición de Los siete locos, en la que aclara
que la narración de los hechos es previa al golpe del ’30. Este recurso demuestra por otro lado, la
convicción que el propio Arlt tenía de que la ficción podía engendrar lo real, pero un real ya
mediado por la nota. Así, en este debate sobre la influencia del periodismo en la literatura
argentina contemporánea, el escritor (Piglia) insiste en la autonomía y superioridad estética de la
literatura respecto del periodismo, o en la jerarquía de valor literario entre la literatura y el
periodismo, y la crítica (Saitta) pone su acento en la escritura periodística de la época de Arlt
como elemento de renovación literaria. Sin embargo, ninguno de los dos problematiza el estatuto
de estas relaciones dentro de un marco más amplio que considere variables tales como horizonte
de lectura y de experiencia de vida, memoria y consumo cultural, y el lugar y las
transformaciones que ocupa y sufre la literatura dentro de esos procesos. En la nueva gramática
periodística y literaria, la literatura se ha convertido en un banco de datos y de imágenes que el
lector reconoce como un dejá vu, y que le permiten acceder a la experiencia. La experiencia que
alguna vez fue el modo de resistir la comodificación de toda forma de su riqueza específica, nos
advierte Benjamin, ha sido transformada simplemente en otra forma indiferente de intercambio.
Una palabra puede significar un mundo de excepcionalidad, o simplemente una marca. Si la
forma comodificada ha empobrecido la experiencia, la posmodernidad intenta reparar su
sustitución con una experiencia comodificada. Veamos cómo se manifiesta en nuestros cronistas
elegidos (Benjamín 1989: 165-174).
En el ensayo político y la crónica periodística de Miguel Bonasso (1940), Arlt es una
evocación que aparece intercalada en sintéticas referencias para homenajear no sólo al cronista de
la década infame por su habilidad de crear imágenes de las miserias de su sociedad y de la
atmósfera siniestra de la política argentina, sino para configurar un vínculo estrecho entre ficción
de la política y ficción artliana5. Para Bonasso, el vínculo que Arlt creó entre robo y narración, o
entre delito y literatura, perviven en la sociedad del crimen, de la corrupción y del delito que
caracterizan el peronismo de los años sesenta y setenta, así como el de la vida política de los años
del menemismo y de la crisis del 20016.
En El presidente que no fue: Los archivos ocultos del peronismo una crónica sobre Héctor
José Cámpora, el último delegado oficial de Juan Domingo Perón, Bonasso describe esa época de
efervescencia política y de los cambios que se avecinaban en los comienzos de los setenta,

5
Bonasso que practica el periodismo desde los dieciocho años, se inició en la revista Leoplán; fue jefe de redacción de otros
revistas importantes de análisis político como Primera Plana y uno de los editores del célebre diario La opinión. A propósito del
periodismo de los convulsionados años sesenta y setenta, Horacio González sugiere que ese periodismo ya había franjeado las
fronteras entre literatura y periodismo, puesto que se valió de influencias literarias de la época como la del realismo mágico para
caracterizar la realidad histórico-política y cuestionar el paradigma del político latinoamericano (del hombre de mando, del tirano,
del patriarca, del “supremo”, del dictador ilustrado, del revolucionario iluminado) en concordancia con la atmósfera ideológica del
período (González 1992)
6
En El juguete rabioso se trata de robar libros que suponen un valor importante, partiendo del hecho de que Silvio Astier es un
lector de literatura; y, en Los siete locos y Los lanzallamas, de narrar novelas a partir del hecho de que Remo Erdosain es acusado
de estafa y confiesa sus crímenes al Comentador, quien los escribirá como relato. Véase (Piglia 1973: 13-16).

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comentando que en la esfera cultural, Leopoldo Torre Nilsson se animaba a transportar al cine
Los siete locos; “la parábola profética de Roberto Arlt” (Bonasso 1997: 339)7. Con esta referencia
al cine nacional y a Arlt, Bonasso crea un marco referencial para interpretar, arltianamente, la
estafa que Perón le hizo a la Juventud Peronista, al no aterrizar en Ezeiza, como estaba previsto,
en 1972, sino en Asunción de Paraguay. Más adelante, el nombre de Arlt vuelve a ser
mencionado para calificar el entorno que rodeaba al Perón setentista: “Unos meses antes, dos
jefes montoneros que circulaban por Puerta de Hierro con sus nombres de guerra, ‘el Pelado
Carlitos’ (Roberto Cirilo Perdía) y Diego ‘Pinguli’ (Carlos Hobert) acompañaron a ‘Daniel’ a
tomar una copa en el hotel Monte Real y le escucharon una confesión que hubiera envidiado
Roberto Arlt (Bonasso 1997: 357) (nuestro énfasis).
Esta relación entre política, peronismo e intriga novelesca a la Arlt, llega a su paroxismo
en Don Alfredo, otra de las ficciones testimoniales de Bonasso, en la que si bien no aparece
explícitamente la referencia al nombre Arlt, éste está presente en la atmósfera de este relato con
base documental y de novela de espionaje del estilo de John Le Carré, al evocar el ambiente de
delitos, secuestros, asesinatos e intentos de asesinatos, estafas y robos de la ficción artliana (Los
siete locos y Los lanzallamas), pero también los de cualquier novela policiaca o periódico
sensacionalista como Crítica, en el que el propio Arlt trabajó y al que inmortaliza en el final de
Los lanzallamas, cuando hace llegar al mismo la noticia del suicidio de Erdosain. En Don Alfredo
también hay un suicidio; el del controvertido empresario argentino epítome del empresario del
menemato, Alfredo Enrique Nallib Yabrán (1944-1998)8, quien se pega un tiro en una de sus
estancias de la provincia de Entre Ríos, el 20 de mayo de 1998. Yabrán era un personaje
desconocido que llevaba una vida privada muy celosamente cuidada, hasta que fue descubierto
por los medios, cuando el fotógrafo del semanario Noticias, José Luis Cabezas, “para su
desgracia” (Bonasso 1999: 17), dio a conocer su rostro en el año 1995/1996 y poco después, el 25
de enero de 1997, fue baleado cuando salía de una fiesta a la que había asistido para hacer la
cobertura periodística, de otro empresario postal, Óscar Andreani. Así, Bonasso une los hilos de
la trama de un peronismo neoliberal nefasto, y la ficción arltiana.
La evocación del nombre Arlt vuelve a manifestarse en la nota “La hora del lobo”, a
pocos días de la crisis del 19 y 20 de diciembre de 2001 que diera por tierra el gobierno radical de
Fernando De la Rúa. Esta vez, Bonasso destaca la brillantez de Arlt como cronista, colocándolo
junto con otros maestros universales del género, como Charles Dickens, para establecer un
paralelismo entre la crisis social del presente y la de los años treinta, que Arlt representó en
numerosas aguafuertes y novelas. Así nos lo dice Bonasso:

Ha llegado la hora del lobo. Roberto Arlt tenía razón: la ciudad rechina de dolor, de
abatimiento, de miseria, de indiferencia y desamparo […] Una nueva depresión mucho más
cruel que la del ’30, fractura la solidaridad, retrotrae a los tiempos del Londres dickensiano,
recrea la imagen del lobo que vaga por las calles percudidas y enfermas. […] El cronista va en
el taxi con su compañera escuchando el relato de René, que está cada vez más acongojado. Al

7
Los siete locos se estrena en 1973, en pleno auge del peronismo montonero. Dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, participan en
su guión la escritora Beatriz Guido y la hija de Arlt, Mirta Arlt. El guión se basa en Los lanzallamas y Los siete locos. (Bonasso
1997: 339).
8
Yabrán era un empresario muy poderoso, vinculado con el gobierno, y en particular con la administración peronista de Carlos
Menem. Entre otros, era propietario de la empresa postal OCASA y las inmensas instalaciones de EDECASSA en el Aeropuerto
de Ezeiza en la ciudad de Buenos Aires, y de OCA, otra empresa postal. Bonasso lo describe como el modelo del empresario
corrupto de la política económica del neoliberalismo impulsado por la presidencia de Menem y su ministro de Economía
Domingo Cavallo (Bonasso 1999).

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llegar a destino, no puede más y se larga a llorar. Como Jorge el albañil. Si uno no está a favor
del lobo, resulta muy duro asistir a estos llantos de hombres grandes, curtidos, que están a un
tris de reventar por la imparable presión de los engranajes. El cronista le pide una carta
contando todo esto y el taxista se la envía puntual. Es el cronista el que se demora, hostigado
por la lluvia de trabajos y problemas que caen sobre su trinchera solitaria. Pero durante varios
días carga la responsabilidad de contar la historia de René como una culpa, que ahora salda.
“Escribirle a usted es un desahogo, gracias por leer mi carta”, dice esta sombra de Buenos Aires
que se suma a la inacabable lista de humillados y ofendidos que se deslizan por sus calles
desbordadas (Bonasso 2001).

Este recurso a la carta del lector, tan abundante en las aguafuertes artlianas, invita al lector
no sólo a recrear imágenes analógicas, con las que se conectan dos épocas nefastas de la historia
política y social de la Argentina, sino a reforzar una tradición en la que el cronista Bonasso, se
identifica con el maestro de género, Arlt. Así, el nombre Arlt es paradójicamente un significante
vacío y lleno a la vez; se vale por sí mismo, pues no hay nada que explicar; habla de lo atávico de
la historia y de la política nacional; el lector le restituye más allá de su comodificación su
dimensión de experiencia múltiple. En Bonasso, Arlt es un dispositivo interpretativo de un
imaginario político de época que se sigue invocando para caracterizar el presente de la
comunidad nacional y sus continuidades históricas. En esta operación interpretativa, la memoria
Arlt revela la vigencia de la operación interpretativa que Contorno instaurara desde mediados de
los años cincuenta. Y para recordarla volvamos a Óscar Masotta cuando dice:

¿El “mensaje” de Arlt? Bien, y exactamente: que en el hombre de la clase media hay un delator
en potencia, que en sus conductas late la posibilidad de la delación. Es decir: que desde el punto
de vista de las exigencias lógicas de coherencia, que pesan sobre toda conducta, existe algo así
como un tipo de conducta privilegiada, a la vez por su sentido y por ser la más coherente para
cada grupo social, y que si ese grupo es la clase media, esa conducta no será sino delación
(Masotta 1982: 88).

Otra es la huella de Arlt en las crónicas de Antonio Dal Masetto (1938-2007).9 Este
italiano de padres campesinos, que emigró a Argentina después de la Segunda Guerra Mundial, y,
se hizo escritor después de haberse desempeñado como albañil, pintor, heladero, vendedor de
artículos del hogar, empleado público y periodista, construye su voz narrativa como la de un
espía que observa desde una cierta distancia la vida de sus coetáneos. “El francotirador,” era el
título de su columna en la revista El periodista en la que publicaba semanalmente en la década de
1980. Luego en la de 1990 pasa a ser columnista de Página 1210 en cuyas crónicas construye la
experiencia de vida de personajes comunes de una clase media venida a menos bajo el impacto
del neoliberalismo. Dal Masetto comparte con Arlt-cronista el uso de la primera persona,
protagonista y testigo de los aconteceres de su comunidad nacional. Con un tono austero y
mordaz (una versión liviana, más bien empática y compasiva que la del cinismo de Arlt)11 y bajo

9
Para nuestro estudio hemos utilizado la versión digital de las notas sin paginación.
10
Un buen número de las cuales ha sido compilada en forma de libro en Crónicas argentinas (2003). Estas crónicas se distinguen
de las mini-ficciones que escribía en la década de los ochenta, para la columna titulada “El francotirador” de El Periodista. El
francotirador describe la posición que asume un narrador para imaginar desde la distancia de un narrador objetivo y omnisciente
fragmentos de vida de personajes extraídos de la vida cotidiana, vistos desde la mirilla del apuntador. Son piezas de carácter
existencialista con énfasis en las vidas de los individuos, en sus deseos e imaginación, que no es otra que la imaginación del
francotirador. Un cierto dejo moraviano caracteriza la escritura de Dal Masetto en el tratamiento de sus personajes (Dal Masetto
2003).
11
A propósito del cinismo de Arlt, véase (Pagni 2001).

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las apariencias de alguien que emite una opinión, desenmascara las simulaciones del triunfalismo
oficialista. Retoma el lenguaje del hombre común para crear sus escenarios narrativos con un
tono de otra época, retrotrayendo al lector a la primera mitad del siglo, y a partir de esa atmósfera
un tanto arcaica, establecer una alegoría entre la década del treinta y la del noventa. Dal Masetto
dota a sus escenarios costumbristas de cierta cualidad teatral y específicamente de la tradición del
grotesco criollo, porque crea una especie de escenarios narrativos con un aire de otrora con lo
cual se produce un distanciamiento desde el que se desprende un sentido de involución o de
carácter regresivo del presente y por ende el fracaso de las ilusiones de la modernización. En
estos ambientes se desenvuelven personajes contemporáneos casi caricaturescos, generalmente
hombres y mujeres de barrio, principalmente de la ciudad de Buenos Aires. Al hacerlo, Dal
Masetto no describe la modernidad de la metrópolis de fin de siglo, global y transnacionalizada,
sino más bien sus periferias, sus márgenes. Estos personajes son ciudadanos comunes,
empobrecidos por las consecuencias sociales de las medidas económicas que impulsan los
gobiernos de turno, individuos impotentes que tratan de sobrevivir del mejor modo posible frente
a los cambios que impone la modernización neoliberal. Constituyen la Argentina profunda, en
claro contraste con aquella Argentina “primer mundo” de la expresión en tiempos menemistas.
Son los “parroquianos”, un término anticuado (Arlt lo usaba), con quienes el cronista se
encuentra en lugares de socialización de otra época como el bar, la confitería, el café al paso, que
también remiten a la temprana modernidad:

Como todas las noches, ahí estamos los fieles clientes del Gallego acodados en la barra. Desde
hace tiempo el tema obligado es la crisis económica que sigue apretando y no para de introducir
cambios en los hábitos de vida de los ciudadanos. [...] (Dal Masetto 2001).

La crisis es el fantasma que habita sus personajes que comparten sus penurias en el bar del
Gallego. En “Bolero” (Dal Masetto 2001) alguien le pide consejo sobre cómo sugerirle a un tal
Rolando del Mar, que tuvo su gloria y ya cumplió setenta años, que se haga a la idea de que “las
cosas llegaron a su fin”. Con gran ironía el cronista divide a sus parroquianos en dos bandos, para
concluir con una moraleja humorística en clave musical sugiriendo que “el gran Rolando de Mar
se vaya de una vez por todas, despacito, suavemente en la distancia, definitivamente por la vereda
tropical” (nombre de una composición musical popular). El universo local y puntual al que alude
esta crónica con esta evocación de un personaje insinuado pero no nombrado, hace que sólo el
lector que comparte el horizonte de experiencia de vida del cronista pueda decodificar su
significación. Lo notable de la crónica radica precisamente en que se concentra en esas pequeñas
historias en su propio devenir y en la complicidad del lector implicado en ese mundo referencial
al que remiten. En “Bodegones” (Dal Masetto 2001) el cronista critica otro aspecto de la
modernización: los nuevos tipos de restaurantes de comida rápida que han reemplazado a los
antiguos bodegones. Los califica de una moda extranjerizante (“ser californianos”) y los describe
como comederos gigantes en los que la gente devora “unas hamburguesas que son como de
plástico” acompañadas de unas papas “que parecen freídas en vaselina”. El cronista rememora
con nostalgia los tradicionales bodegones “que están hechos a escala humana, quince, veinte
mesas”. Compara y contrasta la comida de uno y otro. En un bodegón uno se sienta y sabe que
tiene que esperar porque las papas fritas tardan porque “las cocinan como corresponde”. Si en
estos nuevos comederos se dan intoxicaciones con hamburguesas, y son espacios de “mugre y
personal en virtual estado de esclavitud”, en aquellos bodegones había personas “atentas y

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discretas”, y los mozos eran “todos filósofos recibidos en la Escuela de Atenas. Y también ellos
con su personalidad, como corresponde”.
En “Leyes” (Dal Masetto 2001), el tema es otro asunto puntual: el incumplimiento de las
leyes, la corrupción de jueces, funcionarios y ciudadanos cómplices. En “Ofertas” (Dal Masetto
2002), el escenario es un Banco y las interminables colas en las cajas de ahorro. El cronista
testigo y personaje comenta con un tono satírico: “Como todo el mundo, vengo penando con el
tema de las cajas de ahorro. Me comí una amansadora de seis horas en el banco y resulta que
cuando llega mi turno me entero de que acaba de caerse el sistema”. Los personajes de estas
crónicas y los títulos son extraídos de las preocupaciones de vida cotidiana de la clase media
venida a menos de la ciudad de Buenos Aires; son los “parroquianos”, el “gallego” y los amigos
de copas y charlas, los vecinos de barrio, que Dal Masetto representa como víctimas de los
cambios que trae aparejada la modernización y que atenta contra la esencia misma de cierta
identidad de esa clase media. Y esta representación caricaturesca, humorística, sustentada en el
lenguaje de la gente de la calle, en sus espacios y circunstancias dota a sus crónicas de un
costumbrismo aguafuertista. En Dal Masetto, a diferencia de Bonasso, la evocación Arlt es más
sutil, indirecta, menos política y en lugar de denunciar los rasgos delictivos de una clase media
cercana al poder, Dal Masetto construye una mirada mordaz y empática por una pequeña clase
media empobrecida, víctima de los avatares del poder y en una lucha descarnada por su
sobrevivencia.
Para concluir, hemos demostrado someramente dos modalidades de evocación del legado
Arlt en la escritura cronística de la Argentina de fin y cambio de siglo. A través de nuestro
dispositivo de lectura reconocemos relaciones dinámicas internas al proceso cultural argentino
finisecular. Si lo “dominante” y lo “efectivo”, según la terminología de Raymond Williams, y por
ende lo hegemónico, es una estética con una inclinación hacia la reificación y reutilización en
lugar de hacia una independización de sus condiciones materiales, la nueva escritura periodística
que cronistas como Bonasso y Dal Masetto ilustran, a la vez que revela el proceso de reificación
e instrumentalización que sufren las formas literarias al servicio de una escritura con fines de
eficacia y persuasión máximas, paradójicamente, a pesar de, y vía la reificación, restituyen el
valor de la experiencia a través del dispositivo de una memoria literaria con la cual se recrean los
lazos de una comunidad, sus vínculos con el pasado y con su literatura.
Esta escritura periodística vuelve al realismo, pero a un realismo posmoderno, utilizando
la denominación de Joan Oleza, esto es, a uno que implica una recuperación de ciertos elementos
de las vanguardias históricas de los años treinta. En el caso que nos ocupa, Bonasso y Dal
Masetto, adscriben a un realismo que, como Arlt, ven en la irrupción de la técnica –el periodismo
en nuestro caso– un instrumento idóneo de intervención ideológica. Y en esta escritura cronística,
como en la de Arlt, es posible pensar una trama de relaciones entre literatura y periodismo, entre
sectores medios y populares, entre público de los diarios de gran circulación e intelectuales de
diversas élites periodísticas y culturales, como afirma Beatriz Sarlo para el caso del periodismo
de los años treinta del que participó Arlt (Sarlo 1992). Estudiar la crónica de fines del siglo XX en
la Argentina requiere reconstruir una tradición en la que se descubre que, como los textos
periodísticos de Arlt en los años treinta, la crónica vuelve a emerger con fuerza, haciendo un
inventario de los avatares de la modernidad periférica en el contexto del neoliberalismo
finisecular. Su historicismo inscribe el pasado del presente, y en ese gesto retrospectivo el legado
Arlt transformado en memoria colectiva y recurso cultural reciclable, prueba su eficacia
interpretativa. En las modalidades de sus re-utilizaciones es posible rastrear no sólo una peculiar
condensación de ciertos problemas de la sociedad y de la cultura, sino una forma de dotar de una

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Rita De Grandis

identidad ideológica a escritores comprometidos con el mercado comunicacional. La figura de


intelectual involucrado con los medios, como la que hemos descrito, producto de la masificación
y de la comercialización de la literatura y de la prensa, tensionado por las definiciones estéticas y
políticas que el periodo que abarca su vida les impuso a los intelectuales, adquiere nuevas
significaciones y adhesiones. Su escritura despliega un núcleo cargado de tensiones que resulta
de su compromiso con los mecanismos del mercado y con una crítica ideológica a los poderes
que sustentan el mercado.
Así, contrariamente al desplazamiento del “lugar Arlt” por el “lugar Saer” que le asigna
Vicente Muleiro (Muleiro 2003) a la literatura argentina contemporánea, o la escasa descendencia
de Arlt que nota José Luis de Diego (De Diego 2001), demostramos su reiterada presencia en la
crónica finisecular de autores como los descritos (De Diego 2001). De este modo nos sumamos al
movimiento crítico renovador de los estudios sobre Arlt, y ahondamos en las condiciones de sus
proyecciones. Decir que Arlt ha sido reificado no implica un juicio de valor estético o ideológico,
sino la constatación de una transformación en la lógica de la cultura de la que participa la
literatura y el periodismo. Con-fundiéndonos con el movimiento crítico que describimos, y
dialogando con él, hemos aportado a su comprensión dos prácticas de escritura desde el ámbito
de la crónica periodística cuyo amplio horizonte de lectura, hace de Arlt un artefacto memorioso
desde el cual escritores y lectores escolarizados, resignifica la experiencia nacional como modo
de resistencia a la instrumentalización alienante de la racionalidad capitalista finisecular.

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La valorización aguafuertista de Arlt y su huella en la escritura periodística finisecular argentina

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