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Reflexionemos atentamente a qué alta responsabilidad eclesial son llamados los obispos

estos hermanos nuestros. Nuestro Señor Jesucristo enviado por el Padre para redimir a los
hombres mandó a su vez al mundo a los doce Apóstoles, para que llenos del poder del
Espíritu Santo anunciaran el Evangelio a todos los pueblos y, reuniéndoles bajo un único
pastor, les santificaran y les guiaran a la salvación.

Con el fin de perpetuar de generación en generación este ministerio apostólico, los Doce
agregaron colaboradores transmitiéndoles, con la imposición de las manos, el don el
Espíritu recibido de Cristo, que confería la plenitud del sacramento del Orden. Así, a través
de la ininterrumpida sucesión de los obispos en la tradición viva de la Iglesia, se conservó
este ministerio vivo, este ministerio primario y la obra del Salvador continúa y se desarrolla
hasta nuestros tiempos.

En el obispo, circundado por sus presbíteros, está presente en medio de nosotros Nuestro
Señor Jesucristo mismo, sumo y eterno sacerdote. Es Cristo, en efecto, que en el ministerio
del obispo sigue predicando el Evangelio de salvación y santificando a los creyentes
mediante los sacramentos de la fe. Es Cristo que en la paternidad del obispo acrecienta con
nuevos miembros su cuerpo, que es la Iglesia. Es Cristo que en la sabiduría y prudencia del
obispo guía al pueblo de Dios en la peregrinación terrena hasta la felicidad eterna.

Son elegidos por el Señor, y han sido elegidos entre los hombres y para los hombres, han
sido constituidos, no para sí mismos, sino para los otros, en las cosas que se refieren a Dios.

‘Episcopado’, en efecto, es el nombre de un servicio, no es verdadero episcopado sin


servicio, no es el nombre de un honor, como querían los discípulos, uno a la derecha y uno
a la izquierda, porque al obispo le compete más servir que dominar, según el mandamiento
del Maestro: ‘el mayor entre ustedes se ha de hacer como el menor, y el que gobierna,
como el que sirve’. Servir, y con este servicio ustedes custodiarán su vocación, y serán
auténticos pastores en el servir, no en el honor, en la potestad, en el poder. Servir, siempre
servir.

Son custodios de la fe, del servicio, de la caridad en la Iglesia. Y para esto, es necesario ser
cercanos
Estas son las cuatro cercanías del obispo
La primera tarea del obispo es rezar. No como un loro, rezar con el corazón, rezar… ‘no
tengo tiempo’, la primera tarea del obispo: cercanía a Dios en la oración.

Luego, la segunda cercanía, cercanía a los otros obispos. ‘No que ellos son de aquel partido
y yo soy de aquel partido’… Sean obispos. Habrán discusiones entre obispos, pero como
hermanos, cercanos, nunca hablar mal de los obispos.

Tercera cercanía, cercanía a los sacerdotes, los sacerdotes son los más próximos al obispo,
por en ende el obispo debe estar cercano así el sacerdote sabrá que tiene un padre amoroso
Y la cuarta cercanía, cercanía al santo pueblo fiel de Dios. Lo que San Pablo dice a
Timoteo, recuerda a tu madre, a tu abuela, no te olvides que has sido elegido del rebaño, no
de una elite que ha estudiado, tiene muchos títulos, y le toca ser obispo, no, del rebaño.
Cercanía a Dios en la oración, cercanía a los obispos, en el cuerpo episcopal, cercanía a los
sacerdotes y cercanía al rebaño.

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