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La intercesión de María
La Santísima Virgen María fue la mujer preparada por Dios para dar existencia humana
al propio Hijo de Dios, hecho hombre por la salvación de la entera humanidad.
En la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II se afirma que “María,
aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad
salvífica de Dios con generoso corazón, se consagró totalmente a sí misma, cual esclava
del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo el misterio de la redención con
Él y bajo Él” (N° 56).
Esto significa que ella es la “Nueva Eva” que cooperó con el “Nuevo Adán” para que
naciera la humanidad nueva.
Es así como María concibió y dio a luz a Jesús en Belén, estuvo con Él en las bodas de
Caná e intercedió a Él por el primer milagro, estuvo firme a los pies de la cruz, oró con
los Apóstoles en el cenáculo. Y ahora, elevada a la gloria del cielo, sigue intercediendo
por el mundo, por la Iglesia, y por cada uno de nosotros.
Con el rezo del Rosario en su honor celebramos esa cooperación suya, confiamos en su
asistencia maternal, pedimos su intercesión delante de su Hijo Jesús.
Recemos juntos
MISTERIOS GOZOSOS (LUNES y SABADO)
Oración:
Querido Jesús, Te quiero muchísimo. Gracias por quererme y haberme llamado para que
sea misionero tuyo, en casa y entre mis amigos. A todos los niños del mundo les
quieres, y yo me lo sé muy bien, por eso tienes que ayudarles; son nuestros hermanos.
Virgen María: como a Ti Jesús nunca te dice que no, pídele de mi parte que cuide de
todos los niños del mundo.
Amén.
MISTERIOS
GLORIOSOS
(MIERCOLES y
DOMINGO)
Oración:
Las tres avemarías
finales rézalas por los
misioneros repartidos
por todo el mundo. Son
los verdaderos
realizadores de la unión
de todos los pueblos en el nombre de Jesús.
SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y
llorando en este valle de lágrimas.
Ea pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y
después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡oh clemente!,
¡oh piadosa!, ¡oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las
promesas de Jesucristo. Amén