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Patricia Cuenca Gómez
ISBN: 978-84-9849-249-1
Depósito Legal: M.44807-2008
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SAFEKAT, S.L.
Belmonte de Tajo, 55 - 28019 Madrid
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A mis abuelos
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ÍNDICE
Págs.
INTRODUCCIÓN .............................................................. 1
IX
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Índice
X
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Índice
XI
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Índice
XII
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Índice
XIII
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Índice
BIBLIOGRAFÍA.................................................................. 571
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PALABRAS PREVIAS
XV
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Palabras previas
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Palabras previas
XVII
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Palabras previas
XVIII
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Palabras previas
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Palabras previas
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PRÓLOGO
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Prólogo
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Prólogo
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Prólogo
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INTRODUCCIÓN
1
CARACCIOLO, R., La noción de sistema en la Teoría del Derecho, Fon-
tamara, México, 1994, p. 49.
2
Una exposición de las cuestiones tradicionalmente mal enfocadas en
la Teoría del Derecho que sólo encuentran una solución satisfactoria en la
«contemplación del Derecho desde el Ordenamiento» puede verse en PECES-
BARBA MARTÍNEZ, G., Introducción a la Filosofía del Derecho, Debate, Madrid,
4.ª reimp., 1993, pp. 89-130.
3
Vid. entre otros BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, trad. de E.
Rozo, Debate, Madrid, 1991, pp. 155 y ss. y TROPER, M., «Sistema jurídico y
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Introducción
Estado» en TROPER, M., Por una teoría jurídica del Estado, trad. de M. Vene-
gas Grau, Dykinson, Madrid, 2001, pp. 139-155, p. 140.
4
CARACCIOLO, R., La noción de sistema en la Teoría del Derecho, cit., p. 49.
5
Sobre la distinción entre las teorías sistemáticas, fácticas y axiológicas
de la validez Vid. WRÒBLEWSKI, J., «Tre concetti di validità», Rivista Tri-
mestrale di diritto e procedura civile, núm. 36, 1982, pp. 584-595 y con una ter-
minología un tanto diversa CONTE, A., «Studio per una teoria della validità»,
Rivista internazionale di filosofia del diritto, núm. 47, 1970, pp. 331-354, pp. 334
y 335. Esta clasificación resulta equivalente a la establecida por ALEXY, R., El
concepto y la validez del Derecho, trad. de J. Malem Seña, Gedisa, Barcelona, 1994,
pp. 87 y ss. entre el concepto sociológico de validez, el concepto ético de vali-
dez y el concepto jurídico de validez que implica la conformidad de las normas
jurídicas con el Ordenamiento.
6
CARACCIOLO, R., La noción de sistema en la Teoría del Derecho, cit.,
p. 50. Al respecto estima SCARPELLI, U., Cos’è il positivismo giuridico, Edizioni
2
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BOBBIO, N., «Estructura y función en la Teoría del Derecho de Kelsen»
en BOBBIO, N., Contribución a la Teoría del Derecho, trad. de A. Ruiz Miguel,
Debate, Madrid, 1990, pp. 235-254, p. 245.
10
Vid. el Prólogo a la segunda edición de KELSEN, H., Problemas capi-
tales de la teoría jurídica del Estado, trad. de W. Roces, Porruá, México, 1987,
p. XLVIII.
11
Ciertamente, la idea de sistema es un rasgo característico de la cultu-
ra jurídica moderna (Vid. TARELLO, G., «Organización jurídica y sociedad
moderna» en TARELLO, G., Cultura jurídica y política del Derecho, trad. de I.
Rosas Alvarado, Fondo de Cultura Económica, México, 1995, pp. 125-151,
p. 144) que conoce desde su génesis en el marco del iusnaturalismo racionalista
diferentes modelos. Estos modelos no serán analizados específicamente en el
presente trabajo aunque algunas referencias al modelo iusnaturalista y al mo-
delo manejado por el positivismo primitivo, en aras de diferenciarlos de la con-
cepción sistemática de lo jurídico que aquí se asume, podrán encontrarse a lo
largo de la reflexión. Sobre los orígenes de la idea de sistema, su traslación al
ámbito jurídico y su evolución histórica pueden consultarse los tres volúme-
nes que integran la enciclopédica obra de LOSANO, M., Sistema e struttura nel
diritto, Giuffrè, Torino, 2002.
4
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Vid. las críticas que en este sentido dirigen a su construcción, entre
otros, ALCHOURRÓN, C., y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, Astrea, Buenos Aires, 1987, pp. 103 y ss.
13
Tiene, por tanto, razón BOBBIO, N., «Estructura y función en la Teo-
ría del Derecho de Kelsen», cit., p. 245 en que «de ahora en adelante», esto es,
a partir de Kelsen «la esencia del Derecho no será buscada … según la nueva
perspectiva kelseniana, en ésta o aquella característica de las normas, sino en
la característica de ese conjunto de normas que forman el ordenamiento jurí-
dico».
14
GUASTINI, R., Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del dere-
cho, trad. de J. Ferrer i Beltrán, Gedisa, Barcelona, 1999, p. 69.
15
Vid. HART, H.L.A., El Concepto de Derecho; ALCHOURRÓN, C. y BULY-
GIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, y RAZ,
J., El concepto de sistema jurídico. Una introducción a la teoría del sistema ju-
rídico, trad.de R. Tamayo y Salmorán, México, 1986.
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KELSEN, H., Teoría pura del derecho, trad. de R. Vernengo, Porruá, Bue-
nos Aires, 7.ª ed., 1993, p. 84. Conviene aclarar que las referencias a esta obra
deben entenderse hechas, salvo que se señale otra cosa, a la segunda edición (la
de 1960). Cuando se utilice la primera de las ediciones (la de 1934) se adverti-
rá expresamente. Vid. también sobre el significado de la aproximación estática
y dinámica KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, trad. de
E. García Maynez, UNAM, México, 1995, p. 46. Apunta CELANO, B., La teoria del
diritto de Hans Kelsen. Una introduzione critica, Il Mulino, Bologna, 1999,
p. 108 que la teoría estática adopta un punto de vista sincrónico en el análisis del
Derecho, mientras que la teoría dinámica asume una perspectiva diacrónica.
17
BOBBIO, N., «Estructura y función en la teoría del Derecho de H. Kel-
sen», cit., p. 245. La consideración dinámica no está presente en los Proble-
mas capitales de la teoría jurídica del Estado, ausencia que es subrayada por su
autor en el Prólogo a su segunda edición, cit., p. XLVII. La perspectiva diná-
mica se introduce en KELSEN, H., Teoría General del Estado, trad. de L. Legaz
y Lacambra, Editora Nacional de México, 1979. Sobre esta diferencia entre la
primera gran obra de Kelsen y sus trabajos posteriores han llamado la atención,
LOSANO, M., «De los ‘Problemas fundamentales de la Teoría jurídica del Es-
tado’ a la ‘Teoría General del Estado’» en LOSANO, M., Teoría pura del derecho.
Evolución y puntos cruciales, trad. de J. Guerrero, Temis, Bogotá, 1992, pp. 3-28,
p. 16 y DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico» en Filosofía y
Derecho. Estudios en honor del profesor José Corts Grau, Universidad de Va-
lencia-Facultad de Derecho, 1977, pp. 175-208, p. 179 (recogido también en
DELGADO PINTO, J., Estudios de Filosofía del Derecho, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 2006, pp. 115-149).
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Vid. Ibídem, y LOSANO, M., «De los ‘Problemas fundamentales de la
Teoría jurídica del Estado’ a la ‘Teoría General del Estado’», cit., p. 17.
19
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 3. Vid. en
este sentido RAZ, J., El concepto de sistema jurídico, cit., p. 19. Afirma DELGADO
PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden jurídico
como un sistema normativo dinámico», cit., p. 178 que este es el pasaje en el
que se expresa de manera más rotunda la opción kelseniana por una concep-
ción sistemática del Derecho.
20
PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Introducción a la Filosofía del Dere-
cho, cit., p. 129. KELSEN, H., en los Problemas capitales de la teoría jurídica del
Estado cit., pp. XLVIII y XLIX, afirma que el desarrollo de su teoría dinámica
se debe en gran medida al abandono del prejuicio «de que el derecho está con-
tenido exclusivamente en las leyes generales» respondiendo a la necesidad de
incluir en el mismo las normas individuales. Así, la pretensión de dar cuenta
de la juridicidad de las normas individuales hace que Kelsen se percate de
que «ante una concepción estática del Derecho no se puede fundar la unidad
del ordenamiento jurídico» y, por ello, «en los escritos inmediatamente poste-
riores Kelsen se convence gradualmente de que la unidad del ordenamiento
jurídico debe ser buscada en el proceso dinámico de la promulgación, es
decir, que la unidad puede darla sólo una regla de producción fijada en una
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23
SCARPELLI, U., Cos’è il positivismo giuridico, cit., p. 116.
24
WALTER, R., La estructura del orden jurídico, trad. de E. Volkening,
Temis, Bogotá, 1984, p. 93.
25
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 146.
26
Vid. por ejemplo KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 215.
27
Ibídem.
28
KELSEN, H., Problemas capitales de la teoría jurídica del Estado, cit.,
pp. XLVIII y XLIX.
29
MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi» en MERKL, A., Il
duplice volto del diritto. Il sistema kelseniano e altri saggi, trad. de C. Geraci,
Giuffrè, Milano, 1987, pp. 3-65. Esta coautoría de la construcción gradual jus-
tifica la atención preferente que en algunos momentos de este trabajo se pres-
tará a la obra de Merkl.
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Así, cuando Kelsen se plantea el clásico problema de la distinción
entre una norma jurídica y el mandato de un ladrón apela a la idea de siste-
ma jurídico. A juicio de KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 60 si la
orden formulada bajo amenaza de muerte por un ladrón de caminos consti-
tuye «un acto de un individuo aislado el mismo, desde luego, no puede ser vis-
to como un acto jurídico, ni su sentido como una norma jurídica porque el
derecho —como se destacó— no consiste en una norma aislada, sino en un sis-
tema de normas, en un orden social, y una norma jurídica sólo puede conside-
rarse como norma jurídica en la medida en que pertenece a ese orden». La cur-
siva es mía.
31
GOLDING, M.P., «Kelsen and the concept of ‘Legal System’» en
SUMMERS, R.S., More Essays in Legal Philosophy, Basil Blackwell, Oxford, 1971,
pp. 69-100, p. 76. Esta significación de la idea de validez como conformidad con
las normas superiores es asumida después por HART, H.L.A., El Concepto de
Derecho, cit., p. 133. También la visión sistemática del Derecho y el concepto
de validez que maneja VON WRIGHT, G.H., Norma y Acción, Una investigación
lógica, trad. de P. García Ferrero, Tecnos, Madrid, 1.ª ed., 1.ª reimp., 1979 a
partir de la idea de normas de orden superior y de las cadenas de subordina-
ción es de clara impronta kelseniana. Lo mismo cabe afirmar respecto de la re-
construcción sistemática propuesta por RAZ, J., El concepto de sistema jurídi-
co, basada en la noción de cadenas de validez.
32
La distinción entre la validez de las normas, y la validez del Orde-
namiento en su conjunto ostenta una importancia esencial. Esta última im-
plica «la referencia específica al fundamento o a la base, incluso se podría
decir a la existencia de un ordenamiento jurídico», FARIÑAS DULCE, M.J.,
El problema de la validez jurídica, Civitas, Madrid, 1991, p. 28. Pues bien, to-
das las teorías anteriormente citadas que aceptan la explicación kelsenia-
na de la unidad en el punto de vista interno y su concepción de la validez
de las normas jurídicas, la rechazan en el punto de visto externo ofrecien-
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Considera innecesaria la norma fundamental en relación con la validez
entendida como pertenencia DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Syste-
mic Validity» en GIANFORMAGGIO, L. y PAULSON, S. (eds.), Cognition and in-
terpretation of law, Giappichelli, Torino, 1995, pp. 71 y 72. También ASÍS ROIG, R.
de, Jueces y normas, cit., p. 23 señala que «la unidad como nota propia del sis-
tema normativo no tiene por qué llevarnos necesariamente más allá de él».
38
Vid. esta interpretación en SCARPELLI, U., Cos’è il positivismo giuri-
dico, cit., pp. 127 y ss.
39
Señala PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Introducción a la filosofía del
Derecho, cit., p. 4 que «en realidad lo que Kelsen denomina norma fundante bá-
sica es el poder, es decir, un hecho de fuerza exterior al Derecho y que lo fun-
damenta». Por su parte, BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 148 con-
sidera que la eficacia, es el «fundamento mismo de la validez del Derecho»
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 148. De cualquier forma, como
se comprobará, Kelsen siempre fue consciente de la relación de la norma fun-
damental con el poder y con la eficacia del Derecho.
40
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, Tecnos, Ma-
drid, 1997, p. 131.
41
Vid. sobre esta dicotomía KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit.,
pp. 201 y ss. y KELSEN, H., Teoría General del Derecho y el Estado, cit., pp. 129 y
ss. BOBBIO, N. en «Estructura y función en la teoría del Derecho de H. Kelsen»,
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Entiende GIANFORMAGGIO, L., «Cosa resta nella Allegemeine Theorie der
Normen dei sistemi normativi statici e dinamici?» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.),
Sistemi normativi statici e dinamici, cit., pp. 449-470, p. 450 que pueden considerarse
teorías derivadas de la concepción dinámica del Derecho de Kelsen, las diversas
interpretaciones del positivismo jurídico desarrolladas en el seno de la escuela ana-
lítica de la filosofía del Derecho italiana: el positivismo jurídico como aproxima-
ción científica al Derecho de Bobbio, la interpretación política del positivismo
jurídico de Scarpelli, el iuspositivismo realista de Tarello o el iuspositivismo crí-
tico de Ferrajoli. Estas lecturas divergentes de la dinamicidad del sistema jurídi-
co responderían, precisamente, a la diversa comprensión de las relaciones que den-
tro del Ordenamiento «se dan, se pueden dar o se deben dar» entre los elementos
estáticos y dinámicos.
45
TROPER, M., «Sistema jurídico y Estado», cit., p. 152.
46
En un sistema estático «la pertenencia de las normas al sistema de-
pende del contenido de las normas: los criterios regulativos de la pertenencia
de las normas al sistema comportan la determinación de su contenido y las
normas pertenecen al sistema en cuanto satisfacen tales determinaciones de con-
tenido», mientras que en un sistema dinámico «la pertenencia de las normas al
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sistema depende del modo de producción de las normas: los criterios regula-
tivos de la pertenencia de las normas al sistema comportan la determinación
atinente al modo de producción de las normas y las normas pertenecen al sis-
tema en cuanto satisfacen las determinaciones atinentes al modo de produc-
ción. Los criterios de validez propios de los ordenamientos dinámicos no im-
plican alguna relación de contenido entre las normas de un ordenamiento: un
ordenamiento dinámico puede, pues, constituir un sistema … sin que entre
sus normas deban establecerse relaciones de contenido», SCARPELLI, U., Co-
s’è il positivismo giuridico, cit., pp. 121 y 122.
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ANSUÁTEGUI ROIG, F.J., «Positivismo jurídico y sistemas mixtos» en
El positivismo jurídico a examen. Estudios en Homenaje a José Delgado Pinto,
Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2006, pp. 601-622, p. 615.
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Se trata de una idea conceptualizada en el denominado modelo de co-
ordinación o de integración entre el Derecho y el Poder, Vid. PECES-BARBA
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CAPÍTULO I
EL CARÁCTER DINÁMICO
DEL SISTEMA JURÍDICO
1
Estas son las dos obras a las que la literatura secundaria suele recurrir
para exponer el sentido de la tipología de sistemas normativos kelseniana. En todo
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El pensamiento de Kelsen «es un pensamiento sumamente trabado e in-
terrelacionado de conceptos, por lo cual cualquier referencia fragmentaria o de
pasada de alguno de ellos, sin suficiente exposición del contexto en que se inser-
ta en la obra kelseniana, no puede dar cuenta con una mínima claridad del sig-
nificado que ese concepto cobra en el sistema teórico de Kelsen», GARCÍA AMA-
DO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 9. Seguramente, esta
característica de la teoría de Kelsen está detrás de algunos de los equívocos más
comunes en torno al significado de su concepción dinámica del orden jurídico.
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3
Ciertamente, «ambos géneros de sistema normativo se ordenan jerár-
quicamente de modo que las normas que integran cada escalón de esa jerar-
quía normativa traen o derivan su validez de las normas de escalón superior»
y «lo mismo desembocan en esta norma básica los ordenamientos jurídicos
como los morales», Ídem, p. 17. En esta línea TROPER, M., «Sistema jurídico
y Estado», cit, p. 147 afirma que «la imagen de la pirámide es insuficiente para
caracterizar al sistema jurídico», razón por la cual Kelsen «introduce una dis-
tinción entre el concepto de estático y de dinámico». Vid. también DELGADO
PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden jurídico
como un sistema normativo dinámico», cit., p. 181 y KERVOCHE, M. Van de
y OST, F., El sistema jurídico entre orden y desorden, cit., p. 68.
4
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 34.
En el mismo sentido, DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen
y su concepción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico»,
cit., pp. 180 y 181.
5
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 133. La
matización «esencialmente» se incluye en la segunda edición de la Teoría pura
del derecho, cit., p. 205.
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6
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
pp. 17 y 18. De esta forma, la oposición sistema estático/sistema dinámico hace
referencia «en primer lugar al carácter de la norma fundamental y, en segun-
do lugar, al tipo conexión entre las normas del sistema», esto es, a dos «modos»
de configuración de «las relaciones entre las normas en los sistemas normati-
vos», OPALEK, K., «Riesame della distinzione tra sistemi normativi statici e di-
namici» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Sistemi normativi statici e dinamici,
cit., pp. 19-37, pp. 20 y 36.
7
PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza» en GIANFORMAGGIO,
L. (ed.), Sistemi normativi statici e dinamici, cit., pp. 367-396, p. 369.
8
Ibídem.
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9
De la atención a los textos en los que Kelsen alude a esta oposición se
deduce, en efecto, el papel central que ocupa el carácter de la norma fundamental
en su definición, Vid. en especial KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del
Estado, cit., p. 131 y KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positi-
vism», cit., p. 399. En apoyo de esta consideración Vid. GARCÍA AMADO, J.A.,
Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 17 y PASTORE, B., «Sistemi nor-
mativi e coerenza», cit., pp. 367-396, p. 368. Tomando como punto de refe-
rencia este elemento, la clasificación de un sistema normativo en la órbita de
uno u otro género exige la identificación de la norma fundamental, de manera
que «el sistema resultará estático o dinámico según la naturaleza de ésta», AL-
CHOURRÓN, C. y MARTINO, A.A., «Kelsen senza norma fondamentale», trad.
de L. Gianformaggio, en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Sistemi normativi statici
e dinamici, cit., pp. 399-427, p. 400.
10
Vid. DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su con-
cepción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 182
y PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., p. 368.
11
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 204. Vid. en términos si-
milares KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 132.
26
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12
DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., 183 y PAS-
TORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., p. 368.
13
KELSEN, H, Teoría pura del derecho, cit., p. 203.
14
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 134.
15
Vid. KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 204 y KELSEN, H.,
Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 132, 136 y 137. La norma fun-
damental «en el caso de los sistemas dinámicos … sirve para habilitar al supremo
órgano creador de normas, al constituyente primero, al margen completamente
de cuál sea el contenido de las normas por él creadas o de las desarrolladas en
los estratos inferiores como resultado de sucesivas habilitaciones», GARCÍA
AMADO, J. A, Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 18.
27
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16
Importa precisar que el análisis de esta relación nos mantiene en el
punto de vista externo al sistema.
17
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 203.
18
KELSEN, H. «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit., p. 400.
19
Como señala BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., pp. 189 y 190
«por sistema estático Kelsen entiende aquél en el que las normas jurídicas es-
tán relacionadas entre sí como las proposiciones en un sistema deductivo, co-
moquiera que unas se deducen de las otras, partiendo de una o más normas ori-
ginarias de carácter general, razón por la cual tienen la misma función que los
postulados y axiomas de un sistema científico» de manera que «en un sistema
de este género las normas están relacionadas entre sí en razón de su conteni-
do». Acerca de las conexiones entre las normas en los sistemas estáticos Vid.
28
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29
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23
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., pp. 98 y 106. Este es el significado que ostenta la dicotomía de
sistemas normativos kelseniana en su dimensión metodológica. Ahora bien,
como se adelantó, junto a esta dimensión, esta tipología presenta también un
significado ontológico. Este doble sentido resulta esencial para entender la
complejidad de esta oposición y para explicar algunas de las contradicciones
en las que Kelsen parece incurrir en su exposición.
24
En un sistema estático la validez de las normas «se hace depender de
la validez (lógica) de la inferencia: en el sentido de que una norma diversa a la
Grundnorm, es válida si y sólo si su contenido es lógicamente deducible del
contenido de otra norma válida», LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del di-
ritto in Kelsen» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Sistemi normativi statici e di-
namici, cit., pp. 165-202, pp. 177 y 178. Vid. también GARCÍA AMADO, J.A., Hans
Kelsen y la norma fundamental, cit., pp. 17 y 18 y PAULSON, S., «Material and
formal authorisation in Kelsen’s Pure Theory», Cambridge Law Journal, 1989,
núm. 39, pp. 172-193, p. 177.
30
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mas, una norma será válida si ha sido creada por una voluntad
autorizada a través del procedimiento establecido por una nor-
ma superior 25.
De todo lo anterior se deduce que, desde los presupuestos de
la interpretación canónica, las normas son válidas en un siste-
ma de carácter estático porque pueden reconducirse a la norma
fundamental, a través de un proceso de deducción «que desa-
rrolla un vínculo de contenido»; mientras que, en un sistema
de tipo dinámico, las normas son válidas porque se derivan de
la norma fundamental a través de sucesivas delegaciones
de poder «que expresan un vínculo meramente formal» 26.
Como se ha venido advirtiendo, esta comprensión de las
categorías sistema estático y sistema dinámico se basa en el
establecimiento de una vinculación necesaria entre la estruc-
tura de la norma fundamental y la fisonomía de las relaciones
internormativas. En un sistema estático, al igual que la norma
fundamental se caracteriza por su contenido, las normas son
válidas en virtud de su contenido y en un sistema dinámico, del
mismo modo que la norma fundamental se caracteriza por ser
una norma de delegación estrictamente formal, las normas
son válidas porque provienen de determinadas autoridades ha-
bilitadas por normas superiores y esta habilitación constituye,
también, una delegación exclusivamente formal de poder nor-
mativo.
La aplicación de esta visión de la dicotomía kelseniana al
Derecho, definido como un sistema normativo dinámico, da lu-
gar a una concepción que, a lo largo de esta investigación, va a
25
En un sistema dinámico «la validez de la norma inferior se fundamenta
en la habilitación que la norma superior hace al órgano que crea la inferior, de
modo que ... toda creación normativa de ese órgano que sea acorde con las
formas y procedimientos dispuestos en la norma superior dará lugar a normas
jurídicas válidas», GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamen-
tal, cit., p. 17. En esta línea Vid., entre otros, WRÒBLEWSKI, J., «Systems of
norms and Legal System», cit., p. 226 y PÉREZ BERMEJO, J.M., Coherencia
y sistema jurídico, cit., pp. 62 y ss.
26
PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., p. 369.
31
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27
GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 23.
28
DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 201. La
autorización «dinámica» significa «que las normas superiores facultan o de-
claran competente al poder para crear nuevas normas de acuerdo con su libre
criterio», PÉREZ BERMEJO, J. M., Coherencia y sistema jurídico, cit., p. 62.
32
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33
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29
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
pp. 18 y 19. Vid. al respecto KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 203 y
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 132. Resulta cuan-
do menos llamativo que Kelsen utilice como ejemplo de sistema dinámico la
moral religiosa cristiana cuya norma fundante básica formula como sigue: «los
mandatos de Dios deben ser obedecidos» de manera que «puede decirse que
una norma pertenece al sistema religioso si ha sido creada por la divinidad o
procede de una autoridad cuyo poder deriva de Dios».
30
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 20.
31
El propio Kelsen subraya que en la segunda edición de la Teoría pura
del derecho renuncia a fundar la validez de las normas morales en su conteni-
do mostrando «en el capítulo ‘El principio estático y el principio dinámico’ que
el fundamento de la validez sea de las normas morales, sea de las normas ju-
rídicas se basa finalmente en una norma fundamental, que no determina el
contenido, sino sólo la producción de las normas que constituyen el ordena-
miento moral o jurídico», KELSEN, H., «Una teoria fenomenologica del diritto»
en Una teoria fenomenologica del diritto a cura di G. STELLA, trad. de G. Stella,
Edizioni Scientifiche Italiana, Napoli, 1990, pp. 27-91, p. 83. Coinciden en con-
siderar la segunda edición de la Teoría pura del derecho como la obra en la que
Kelsen rechaza abiertamente la plausibilidad de los sistemas normativos de
tipo estático DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su con-
cepción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit.,
p. 184; TRIOLO, L., «El potere normativo della’evidenza», cit., p. 283; OPALEK, K.,
«Riesame della distinzione tra sistemi normativi statici e dinamici», cit.,
34
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p. 27 y KERVOCHE, M. Van de, y OST, F., El sistema jurídico entre orden y des-
orden, cit., pp. 68 y 69.
32
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 204.
33
TRIOLO, L., «El potere normativo dell’evidenza», cit., p. 283. También
OPALEK, K., «Riesame della distinzione tra sistemi normativi statici e dinamici»,
cit., p. 27.
34
Señala KELSEN, H., Teoría pura del Derecho, cit., p. 203 que «la nor-
ma de cuyo contenido se derivan las restantes normas, como lo particular de
lo universal, tanto en cuanto a su fundamento de validez, como también en
cuanto a su contenido válido, sólo puede ser considerada norma fundante bá-
sica cuando su contenido es aceptado como inmediatamente evidente».
35
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35
Ibídem.
36
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
pp. 174 y 175. Sobradamente conocida es la definición kelseniana de las normas
como el sentido de un acto de voluntad, Vid. por ejemplo, KELSEN, H.,
Teoría pura del derecho, cit., pp. 23 y ss. Vid. sobre la evolución de su posición,
LOSANO, M., «La última fase de la teoría pura del derecho: ¿del logicismo
al irracionalismo?» en LOSANO, M., Teoría pura del derecho. Evolución y pun-
tos cruciales, cit., pp. 47-85. Cabe precisar que el voluntarismo es una cons-
tante en el pensamiento de Kelsen, sin perjuicio de que posiblemente pueda
percibirse una acentuación de este rasgo en sus últimos escritos, DELGADO
PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden jurí-
dico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 184. Así, la única norma
«meramente pensada» que la construcción de Kelsen admite es la norma fun-
damental y en este punto se constata también un mayor voluntarismo en sus
últimas obras en las que termina caracterizándola como «el sentido de un
acto de voluntad ficticio, a diferencia de una norma positiva que es el senti-
do de un acto de voluntad real», Vid. KELSEN, H., Teoria Generale delle Nor-
me, cit., p. 9. De cualquier forma, el voluntarismo kelseniano, expresión del
carácter positivista de su teoría pura, no es radical resultando plenamente com-
patible con el establecimiento de límites, tanto formales como materiales, a
la voluntad jurídica.
37
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 203 y KELSEN, H., «La
doctrina del Derecho Natural y el positivismo jurídico», trad. de E. Bulygin en
KELSEN, H., Contribuciones a la teoría pura del Derecho, Fontamara, México,
2.ª ed., 1992, pp. 119-137, p. 129. Subrayan el papel determinante que juega el
rechazo de la razón práctica en la inviabilidad de los sistemas estáticos, DEL-
GADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden
jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 184; PASTORE, B.,
«Sistemi normativi e coerenza», cit., p. 373 y TRIOLO, L., «El potere norma-
tivo dell’evidenza», cit., pp. 277 y ss.
36
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38
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 203 y 204. La noción de
razón práctica le parece a Kelsen «un residuo metafísico-religioso una reme-
moración de la razón divina que se identifica con la voluntad divina pues en
Dios conocer y querer son una y la misma cosa», GARCÍA AMADO, J.A., Hans
Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 175. Vid. en este sentido, KELSEN, H.,
«La doctrina del Derecho Natural y el positivismo jurídico», cit., p. 129 y KEL-
SEN, H., Derecho y Lógica, trad. de U. Schmill Ordónez y J. Castro Valle, UNAM,
México, 1978, pp. 11 y 12.
39
KELSEN, H., «¿Qué es justicia?» en KELSEN, H., ¿Qué es justicia?
trad. y edición a cargo de A. Casamiglia, Ariel, Barcelona, 2.ª ed., 1992, p. 39.
Un análisis crítico de la teoría kelseniana de la justicia puede verse en el «Es-
tudio Preliminar» de esta obra a cargo de A. Casamiglia. Suele señalarse que,
paradójicamente, la opción kelseniana por el relativismo ético, no sólo se sus-
tenta en consideraciones «científicas», sino que se apoya también en argu-
mentos axiológicos y políticos como la defensa del valor de la tolerancia y de
la idea de democracia. Vid., además de su escrito «¿Qué es justicia?», KEL-
SEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 472 y 473. A propó-
sito de la importancia y del significado de la conexión relativismo-tolerancia-
democracia Vid. GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental,
cit., pp. 194 y ss. y RUIZ MANERO, J., «Teoría de la democracia y crítica al mar-
37
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43
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
p. 23.
44
Afirman que, finalmente, Kelsen no puede admitir la existencia de siste-
mas puramente estáticos, entre otros autores, KERVOCHE, M. Van de y OST, F.,
El sistema jurídico entre orden y desorden, cit., p. 68; OPALEK, K., «Riesame de-
lla distinzione tra sistemi normativi statici e dinamici», cit., p. 33 y DELGADO
PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden jurídico
como sistema normativo dinámico», cit., p. 185.
45
En efecto, «al venir al menos el espacio conceptual en el que se sitúa
la idea de sistema normativo estático», viene también a menos «el espacio con-
ceptual en el que se sitúa la misma diferencia entre los sistemas normativos es-
táticos y dinámicos. Lo paradójico es que la presuposición de la razón prácti-
ca condiciona el sentido de la entera teoría de los sistemas normativos»,
TRIOLO, L., «El potere normativo dell’evidenza», cit., p. 277. Y, «al diluirse la
diferencia entre sistema estático y sistema dinámico, desaparece también la di-
ferencia estructural entre Derecho y moral», GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kel-
sen y la norma fundamental, cit., p. 23.
39
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46
Vid. DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., pp. 97-141.
47
TROPER, M., «Contribución a la crítica de la concepción kelseniana de
la ciencia jurídica» en TROPER, M., Por una teoría jurídica del Estado, cit.,
pp. 25-35, p. 25. La teoría pura del derecho «antes de ser una teoría general del
derecho, es una teoría epistemológica de toda teoría general del derecho posi-
ble», LENOBLE, J. y OST, F., Droit, mythe et raison. Essay sur la derivé mytho-
logique de la rationalité juridique, Publications des Facultes Universitaires Saint-
Louis, Bruxelles, 1980, p. 468.
48
TROPER, M., «Contribución a la crítica de la concepción kelseniana de
la ciencia jurídica», cit., p. 25. Señala este autor que «de una forma muy general,
la distinción entre teoría del derecho y teoría de la ciencia del derecho puede
permitir dar cuenta de algunas de las tesis de la metateoría kelseniana, nece-
sarias para adaptar la concepción de la ciencia del derecho a la especificidad
de su objeto, y también puede permitir dar cuenta de determinadas tesis de la
teoría, necesarias para preservar la coherencia con la concepción de la ciencia
40
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41
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51
Vid. sobre el origen de la antítesis kelseniana entre Sein y Sollen, LO-
SANO, M., «De los “Problemas fundamentales de la Teoría jurídica del Estado”
a la “Teoría General del Estado”», cit., pp. 8 y ss. y acerca del significado de la
categoría del Sollen, LOSANO, M., «El “Sollen” como fundamento de la pres-
cripción» en LOSANO, M., Teoría pura del derecho. Evolución y puntos crucia-
les, cit., pp. 89-110.
52
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 97.
42
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53
Vid. sobre las bases filosóficas del pensamiento de Kelsen, TREVES,
R., «Il fondamento filosofico della dottrina pura» en Formalismo giuridico e
realtà sociale, a cura di S. PAULSON, trad. de A. Carrino, Edizione Scientifiche
Italiane, Napoli, 1992, pp. 59-87; EBENSTEIN, W., La teoría pura del Derecho,
trad. de J. Malagón y A. Pereña, Fondo de Cultura Económica, México, 1947,
pp. 15-58 y «The pure Theory of Law. Demythologizing Legal Thought», Cali-
fornia Law Review, vol. LIX, 1971, pp. 617-652; LENOBLE, J. y OST, F., Droit,
mythe et raison, cit., pp. 488 y ss.; PAULSON, S., Fundamentación crítica de la
doctrina de Hans Kelsen, trad. de L. Villar Borda, Universidad del Externado
de Colombia, Bogotá, 2000; SCARPELLI, U., «La critica analítica a Kelsen»
en Hans Kelsen nella cultura filosofico giuridica del novecento, a cura di
C. ROEHRSSEN, Instituto della Enciclopedia italiana, Roma, 1983, pp. 69-75.
Suele destacarse en este punto la influencia, expresamente reconocida por Kel-
sen en el Prólogo a los Problemas capitales de la teoría jurídica del Estado de la
Escuela de Marburgo y en especial de H. Cohen. Sobre esta vinculación «indi-
recta» de Kelsen con las teorías kantianas, Vid. LOSANO, M., Sistema e struttura
nel diritto, vol. II, cit., pp. 30 y 31 y LOSANO, M., «De los “Problemas funda-
mentales de la Teoría jurídica del Estado” a la “Teoría General del Estado”», cit.,
pp. 8 y ss. Sobre el significado de la categoría «ontológica» en Kelsen, Vid.
TREVES, R., Il diritto come relazione. Saggi di filosofia della cultura, Diritto e
Cultura, núm. 9, Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles, 1993, pp. 32-37.
54
DICIOTTI, E., «Sistema estatico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 102.
55
Ibídem. En la teoría de Kelsen, la diferencia entre el mundo del ser y
el mundo del deber ser no expresa una contraposición entre «dos reinos onto-
43
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lógicos distintos» sino entre «dos maneras distintas de ver la realidad», GAR-
CÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 125. Se trata,
por tanto, de un dualismo metódico, LEGAZ Y LACAMBRA, L., Estudio críti-
co de la teoría pura del Estado y del Derecho de la Escuela de Viena, Bosch, Bar-
celona, 1933, pp. 19 y ss.
56
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 85.
57
En esta sede el objeto del discurso kelseniano es «la ciencia jurídica en
cuanto ciencia de normas» y la finalidad de su indagación «la individualización
de las condiciones que hacen posible tal ciencia», DICIOTTI, E., «Sistema es-
tatico e sistema dinamico. Ontologia e metodologia», cit., p. 101.
58
Con esta primera purificación «Kelsen, siguiendo a Kant, insiste en la
distinción fundamental entre ser y deber ser y señala como la única posibili-
dad de elaborar una teoría científica de carácter normativo aceptar este dua-
lismo y atenerse a él», CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídi-
ca, cit., p. 91. La segunda purificación radica, como se comprobará, en la
separación entre el deber ser jurídico y el deber ser axiológico, Ídem, p. 92. En
este sentido, «la epistemología kelseniana puede definirse por dos exigencias
principales, correspondientes a dos exclusiones»; entre las primeras «encon-
tramos la idea de que la ciencia del derecho es descripción de su objeto y al
mismo tiempo construcción del mismo» y como exclusiones «la idea de que
la ciencia del derecho no puede ser ni idealización de su objeto o a fortiori pres-
cripción del mismo, ni explicación causal». Pues bien, es la segunda pareja,
(exigencia de construcción y exclusión de la explicación causal, que «reposa
sobre la oposición entre Sein y Sollen») la que impone esta primera purifica-
ción y la segunda pareja (exigencia de descripción y exclusión de idealiza-
44
00_SISTEMA_JURIDICO:16998_00 10/11/08 20:13 Página 45
ción) la que justifica la segunda, Vid. LENOBLE, J. y OST, F., Droit, mythe et
raison, cit., p. 485.
59
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 23 y 24. Desde esta pers-
pectiva, «decir que una norma jurídica es válida significa decir que es partíci-
pe del deber ser, de la normatividad», Vid. LOSANO, M., Sistema e struttura nel
diritto, vol. II, cit., p. 88.
60
La dimensión ontológica que posee el concepto de sistema normativo
en la teoría kelseniana es destacada por diversos autores. En palabras de Lo-
sano, «la visión del sistema jurídico propuesta por la entera doctrina pura del
derecho es concebida en función del deber ser: se puede y se debe tener distinto
el derecho de la realidad porque esta es ser, mientras que aquél es deber ser;
la estructura jerárquica del ordenamiento jurídico es concebida como una red
capilar para la distribución del deber ser de las normas de grado superior a las
de grado inferior, la norma suprema, es decir, la norma fundamental es el ori-
gen de ese deber ser que invade el entero ordenamiento jurídico; la validez del
ordenamiento jurídico viene a coincidir con el deber ser», Ídem, p. 91. En este
sentido, tiene razón Losano cuando considera que el sistema kelseniano es un
auténtico sistema interno, un dato ontológico, el modo de existencia de la rea-
lidad normativa. Coinciden en subrayar que la articulación sistemática de las
normas responde en la teoría de Kelsen a «postulados de teoría epistemológi-
ca», KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y desor-
den, cit., p. 52 y RAZ, J., El concepto de sistema jurídico, cit., pp. 161 y 162.
61
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit., p. 77.
62
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 130. Como
es sabido, según el profesor austriaco, «la pregunta por la validez de la nor-
ma … no puede ser contestada mediante la verificación de un hecho empírico, ya
que el fundamento de validez de una norma no puede ser semejante hecho … El
45
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68
Respecto de esta oposición cabe destacar que para Kelsen norma y va-
lor son conceptos correlativos en la medida en que las normas se refieren a la
conducta humana y permiten enjuiciarla funcionando como patrón valorati-
vo del comportamiento fáctico. De esta forma, el valor que se atribuye a un
objeto viene dado por la referencia a una norma, KELSEN, H., Teoría pura del
derecho, cit., pp. 30 y ss. y pp. 78 y ss.
69
Sobre esta dos nociones de ideología y el papel que desempeñan en la
teoría del conocimiento de Kelsen, Vid. GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y
la norma fundamental, cit., pp. 146 y ss.
70
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 121.
71
Ibídem.
72
Ibídem.
48
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73
Ciertamente, «la teoría del Derecho kelseniana es un esquema inter-
pretativo o explicativo de la realidad normativa de la sociedad y, como tal, echa
mano de categorías y construcciones que no se leen directamente de la reali-
dad, sino que son construcción intelectual, pero no pierde de vista la materia
prima que trata de explicar e interpretar y que, por ello, da sentido a toda la
construcción. Esa materia prima está constituida por dos tipos de hechos: los
que dan nacimiento a las normas y los que mantienen su eficacia. Esos hechos
no constituyen la validez o existencia peculiar del Derecho, pero son su con-
dición ineludible. El Derecho no puede ser una realidad al margen de estos
hechos, aunque su esencia especificadora no se base en ellos», GARCÍA AMA-
DO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 142.
74
KELSEN, H., «Los juicios de valor en la ciencia del derecho» en KEL-
SEN, H., ¿Qué es justicia?, cit., pp. 126-151, pp. 145 y 146.
75
DICIOTTI, E., «Sistema estatico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., pp. 105 y 109.
49
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76
La calificación dinámica del orden jurídico en el plano ontológico su-
pone concebir el Derecho «como derecho positivo, en cuanto todas las nor-
mas jurídicas son puestas por un acto de voluntad humano (excepto obvia-
mente la norma fundamental)», DICIOTTI, E., «Sistema estatico e sistema
dinamico. Ontologia e metodología», cit., p. 104. Estima, en efecto, KELSEN, H.,
«Ciencia y política» en KELSEN, H., ¿Qué es justicia?, cit., pp. 254-283,
p. 270 que «la única norma no positiva que la ciencia jurídica puede tomar en
consideración —no como objeto sino como condición de sus afirmaciones para
describir su objeto— es la norma fundamental del orden legal».
77
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 15.
78
Ibídem.
79
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 75. La necesidad de «un
hecho productivo para toda norma producida parece ser, para Kelsen, condi-
ción de cientificidad de toda ciencia de normas: de la ciencia jurídica y de la
ética», BARBERIS, M., «La norma senza qualitá», cit., p. 428.
80
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 75.
81
KELSEN, H., «Ciencia y política», cit., pp. 263 y 264. Insiste KELSEN, H.,
en Derecho y Lógica, cit., p. 10 en que «solamente normas positivas, normas
50
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85
Entiende KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 220 que la rela-
ción entre validez y eficacia es «solamente un caso especial de la relación en-
tre el deber de la norma jurídica y el ser de la realidad natural». Sobre la rela-
ción entre validez y eficacia en la teoría de Kelsen, Vid. LOSANO, M., «Validez
y eficacia en la Teoría pura del Derecho» en LOSANO, M., Teoría pura del dere-
cho. Evolución y puntos cruciales, cit., pp. 135-154 y SQUELLA NARDUCCI, A.,
«Validez y eficacia del derecho en la Teoría de Hans Kelsen» en Hans Kelsen
1881-1973. Estudios en su Homenaje, Revista de Ciencias Sociales de la Uni-
versidad de Valparaíso, Valaparaíso, 1974, pp. 141-197.
86
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 141.
87
A propósito de esta cuestión señala KELSEN, H., «Los juicios de va-
lor en la ciencia del derecho», cit., p. 146 «el juicio de valor que afirma la le-
galidad o la validez —que proviene de la primera constitución histórica y con-
cuerda con la norma básica presupuesta, es decir, con el principio de
efectividad— no puede verificarse demostrando la presencia de un acto que
52
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crea esta norma; pero puede verificarse demostrando la efectividad del orden
jurídico establecido según la constitución. Su efectividad es un hecho objeti-
vamente verificable».
88
En efecto, «la norma fundamental que la teoría pura del derecho es-
tablece como condición de la validez objetiva del derecho, sirve de fundamento
a la validez a todo orden jurídico positivo, es decir, del orden coactivo, efi-
caz en general, instaurado mediante actos humanos», Vid. KELSEN, H., Teoría
pura del derecho, cit., p. 228. De este modo, «la conexión con la eficacia es
la otra cara de la moneda de la tesis de que la norma fundamental no apor-
ta condicionamientos valorativos o elementos de justificación o de crítica al
orden positivo», GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamen-
tal, cit., pp. 64 y 65.
89
Esta segunda vía le parece a Kelsen todavía más importante que la pri-
mera, «la pureza metódica de la ciencia jurídica es puesta en peligro no sólo
en cuanto no se respetan las vallas que la separan de la ciencia natural sino
—en mayor medida— en cuanto no es distinguida suficientemente de la ética;
cuando no se distingue claramente entre derecho y moral», KELSEN, H., Teo-
ría pura del derecho, cit., p. 72.
53
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90
Kelsen acusa «de ideológica a toda doctrina que utilice juicios de valor
subjetivos» y puesto que, por definición, su relativismo ético implica la subjetivi-
dad de los juicios morales tal relativismo no sólo es «coherente con su concepto
de ciencia y con su concepto de racionalidad», sino que opera además «como un
presupuesto necesario para la construcción de una teoría jurídica aideológica», CA-
SAMIGLIA, A., «Estudio preliminar» en KELSEN, H., ¿Qué es justicia?, cit., p. 7.
91
KELSEN, H., Teoria Generale delle Norme, cit., p. 219. De esta forma,
«las únicas normas morales descriptibles por la ética son las normas vigentes
en una determinada sociedad», LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto
in Kelsen», cit., p. 173.
92
KELSEN, H., «The Function of a Constitution» en TUR, R., y TWINING,
W. (eds.), Essays on Kelsen, Clarendon Press, Oxford, 1986, pp. 111-119, p. 118.
KELSEN, H., no deja lugar a dudas sobre esta cuestión en su trabajo «El profe-
sor Stone y la Teoría Pura del Derecho», trad. de I. W. de Ortiz y J. A. Bacqué en
KELSEN, H., Contribuciones a la teoría pura del derecho, cit., pp. 45-90, p. 52: «la
afirmación del profesor Stone de que yo creo que la distinción entre una norma bá-
sica estática y una dinámica representa una distinción entre órdenes normativos
jurídicos y no jurídicos carece de fundamento. En mi General Theory of Law and
State, que el profesor Stone cita en relación con esto, presento primero, como ejem-
plo de orden normativo derivado de una norma básica estática, un sistema de nor-
mas morales. Pero inmediatamente después me refiero a las normas morales cuya
54
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validez objetiva se basa en una norma básica dinámica ... Así ... hago referencia ...
a una norma básica dinámica de un orden moral».
93
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 180.
94
TUR, R., «The Kelsenian Enterprise» en TUR, R., y TWINING, W. (eds.),
Essays on Kelsen, cit., pp. 149-183, p. 164. A la teoría pura «no le interesa lo que
debe ser, sino sólo lo que es, sin perjuicio de que el “Derecho que es” estatuye
también “un deber ser”», LEGAZ Y LACAMBRA, L., Estudio crítico de la teoría
pura del Estado y del Derecho de la Escuela de Viena, cit., p. 25.
95
TUR, R., «The Kelsenian Enterprise», cit., p. 164. Por lo tanto, para
Kelsen, «el deber ser característico de las normas jurídicas es un deber ser ló-
gico y avalorativo» y no un deber ser axiológico, CASAMIGLIA, A., Kelsen y la
crisis de la ciencia jurídica, cit., p. 90.
96
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 169.
97
Vid. Ibídem y DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Onto-
logia e metodologia», cit., pp. 100 y 101. Por esta razón el concepto de sistema es-
55
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56
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101
Ibídem.
102
No es esta la única crítica que Kelsen dirige al iusnaturalismo tomando
como base la distinción sistemas normativos estáticos y dinámicos. En su traba-
jo «Die philosophiscen Grundlagen und res Rechtspositivismus» Kelsen trata de
demostrar que el concepto de sistema estático termina acercándose, por necesi-
dades prácticas relacionadas con la aplicación de las normas, al tipo dinámico. Vid.
sobre esta crítica EBENSTEIN, W., La teoría pura del derecho, cit., pp. 114 y ss.
103
Vid. por ejemplo KELSEN, H., «La doctrina del derecho natural ante
el tribunal de la ciencia» en KELSEN, H., ¿Qué es justicia?, cit., pp. 64-112,
p. 64. Subraya esta idea LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kel-
sen», cit., p. 174.
104
KELSEN, H., «Los juicios de valor en la ciencia del derecho», cit., p. 149.
105
KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit., p. 400.
57
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106
Puede afirmarse, por tanto, que en 1928 el ataque de Kelsen al iusna-
turalismo es directo mientras que en sus obras posteriores «se prefiere ate-
nuar la polémica adoptando un punto de vista más frío y mediato», LUZZATI,
C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 171.
107
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 134.
108
Vid. KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 231 y 232.
109
En la Teoria Generale delle Norme, cit., p. 435 sostiene KELSEN, H., que
«tanto un ordenamiento moral positivo cuanto un ordenamiento jurídico po-
sitivo están ligados por un nexo generativo porque la norma fundamental es-
tablece tan sólo quien debe establecer las normas … esto es, la suprema auto-
ridad normativa y no el contenido de las normas que debe establecer esta
autoridad». Por esta razón, «un ordenamiento positivo moral o jurídico posi-
tivo no puede entrar en conflicto con su norma fundamental. En esto consis-
te la diferencia entre la norma fundamental, respecto de su relación con un
ordenamiento moral o jurídico positivo, y el Derecho natural respecto de su re-
58
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Vistas así las cosas, los problemas insalvables de los que ado-
lece, desde la óptica kelseniana, el concepto de sistema estáti-
co contribuyen a poner de manifiesto que la doctrina del Dere-
cho natural no es ciencia, sino metafísica del Derecho,
cumpliendo en cualquiera de sus versiones —revolucionaria o
conservadora— una función ideológica o política al orientarse
no al conocimiento científico del Derecho positivo, sino «a su de-
fensa o ataque» 110.
En síntesis, de lo expuesto en este apartado se desprenden
dos conclusiones básicas una negativa y una positiva. La pri-
mera es que en el plano ontológico la tipología sistemas nor-
mativos estáticos y dinámicos carece de virtualidad para dar
cuenta de la diferencia estructural entre el Derecho y la moral
contemplados como órdenes normativos positivos: tanto la mo-
ral positiva como el Derecho positivo son sistemas dinámicos.
Ahora bien, lo anterior en modo alguno supone negar la im-
portancia de esta distinción y, consecuentemente, afirmar la
irrelevancia de la adscripción del sistema jurídico al tipo diná-
mico en este nivel de análisis. Y ello porque la segunda conclu-
sión que cabe extraer es que en su dimensión ontológica la opo-
sición estático/dinámico expresa una opción por un modo
positivista de ver la realidad jurídica y, por ende, un rechazo al
modelo iusnaturalista 111.
59
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Esta afirmación arroja una nueva luz sobre las cuestiones que
ocuparon la reflexión en el anterior epígrafe. Si la oposición es-
tático/dinámico se orienta, no a diferenciar los ordenamientos
jurídicos de los ordenamientos morales, sino a distinguir dos
teorías del Derecho, el iusnaturalismo y el positivismo jurídico,
las incoherencias detectadas en su exposición obedecen a que
Kelsen no pretende simplemente describir los rasgos de estas
teorías, sino dar cuenta de lo que considera una concepción co-
rrecta y una concepción incorrecta del fenómeno jurídico 112.
Desde esta clave de lectura el concepto de sistema dinámico en
su dimensión ontológica se presenta como el fruto de la elección
de la espistemología neokantiana como instrumento para cons-
truir una teoría jurídica positivista 113. De esta forma, al optar por
el tipo dinámico «Kelsen defiende que hay que concebir de una
determinada forma el sistema jurídico y su norma fundamen-
tal como sistema de normas positivas y como norma puramen-
te formal no comprometida con contenidos valorativos y com-
patible con cualesquiera contenidos de ese ordenamiento» 114.
A partir de lo anterior, la categoría sistemático-dinámica se
dico» en BOBBIO, N., Diritto e potere. Saggi su Kelsen, Edizioni Scientifiche Ita-
liane, Napoli, 1992, pp. 91-101; pp. 102-122 y pp. 123-139 respectivamente.
112
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 169.
113
LOSANO, M., Sistema e struttura nel diritto, vol. II, cit. p. 79. Así, Kel-
sen introduce la «norma fundamental» en su construcción «tanto para formu-
lar un normativismo sin derecho natural como un positivismo sin reduccionis-
mo», PAULSON, S., Fundamentación crítica de la doctrina de Hans Kelsen, cit.,
p. 137. En este sentido, KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado,
cit., p. 137 sostiene que la norma fundamental es «el presupuesto necesario de
toda interpretación positivista del material jurídico» afirmando que con su for-
mulación la teoría pura tan sólo hace explícito «lo que todos los juristas, in-
conscientemente en la mayoría de los casos, dan por supuesto cuando consi-
deran el derecho positivo como un conjunto de normas válidas y no únicamente
como un conjunto de hechos; al mismo tiempo que repudian todo derecho na-
tural del que el orden jurídico positivo pudiera recibir su validez».
114
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
p. 34. Y, precisamente, «los argumentos con que se defiende esa elección de
ver el Derecho únicamente como Derecho positivo y su norma fundamental
como formal son los argumentos con los que se defiende el positivismo como
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61
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115
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 109.
116
En este ámbito la norma fundamental se presenta, de nuevo, como
«el fundamento último de validez de las normas, en donde ha de entenderse bajo
‘validez’ la pertenencia de las normas a un orden», PAULSON, S., Fundamen-
tación crítica de la doctrina de Hans Kelsen, cit., p. 145.
117
En un sentido ontológico «cualquier conjunto de normas sociales efec-
tivas (derecho, religión, moral) constituye un sistema normativo», DICIOTTI, E.,
«Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e metodologia», cit., p. 107.
62
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118
Afirma, en efecto, KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 233
que «las normas que aquí designamos como constitución material ... constituyen
el fundamento jurídico positivo de todo orden jurídico estatal». Como apunta
ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., p. 24, «desde la perspectiva kelsenia-
na la unidad del Ordenamiento vendría determinada por una norma funda-
mental identificada con la Constitución que, a su vez se apoyaría en otra nor-
ma ficticia: la norma fundante básica. Así Kelsen, parece hablar de dos tipos
de unidad: uno interno, representado por la Constitución y otro externo, re-
presentado por la norma fundante básica».
119
Vid. por ejemplo, KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 206.
120
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 109. En palabras de KELSEN, H., «El concepto de orden
jurídico», trad. de M. I. Azareto en KELSEN, H., Contribuciones a la teoría
pura del derecho, cit., pp. 91-117, p. 98: «la norma básica únicamente ... de-
termina de forma inmediata, los hechos por los cuales se crea la constitución
y, en forma mediata, los hechos mediante los cuales y con arreglo a la consti-
tución se crean las normas del orden jurídico». Señala LOSANO, M., Sistema
e struttura nel diritto, vol. II, cit., pp. 87 y 89 que en esta acepción afirmar que
una norma es válida implica que ha sido «estatuida de manera conforme a la
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122
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 107.
123
Ibídem.
124
En opinión de HART, H.L.A., El Concepto de Derecho, cit., p. 115 es-
tas normas sociales —que configurarían lo que este autor denomina un «régi-
men simple de reglas primarias»— no formarían un sistema sino que consti-
tuirían «un conjunto de criterios o pautas de conducta separados, sin ninguna
marca común identificatoria». En todo caso, admite Hart que estos sistemas
contarían con una mínima seña de identidad que radica en que «son las reglas
que un grupo particular de seres humanos acepta», Ibídem. Por el contrario
BOBBIO, N., «Normas primarias y normas secundarias» en BOBBIO, N., Con-
tribución a la Teoría del Derecho, cit., pp. 307-321, p. 315, posiblemente basán-
dose en este último rasgo, sí parece contemplar estos órdenes «simples» como
sistemas.
125
TROPER, M., «Sistema jurídico y Estado», cit., p. 152.
126
KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y
desorden, cit., p. 73.
65
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127
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 108. En esta línea sostiene WRÒBLEWSKI, J., «Dilemmas of
the Normativistic Concept of Legal System», Rechstheorie, Beiheft 5, 1984, p. 326
que la distinción sistemas normativos estáticos/dinámicos sirve para diferenciar
los órdenes no institucionalizados de los órdenes jurídicos en los que siempre
está presente, en mayor o menor medida, «un cierto grado de institucionaliza-
ción». Sobre la relación entre la nota de la institucionalización y la idea de sis-
tema dinámico Vid. NINO, C.S., Introducción al análisis del Derecho, Ariel, Bar-
celona, 9.ª ed., 1999, p. 107 y BOBBIO, N., «Le fonti del diritto in Kelsen», cit.,
pp. 91-101.
128
Desde esta visión, la tipología sistemas normativos estáticos/sis-
temas normativos dinámicos distinguiría aquellos sistemas que «no pose-
en el poder de regular explícitamente los mecanismos de producción de
sus normas» de «aquellos sistemas, que, como el derecho positivo» sí po-
seen este poder, TRIOLO, L., «El potere normativo dell’evidenza», cit.,
p. 279. En el mismo sentido, SCARPELLI, U., Cos’è il positivismo giuridi-
co, cit., p. 124.
129
BOBBIO, N., «Le fonti del diritto in Kelsen», cit., p. 99.
66
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130
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 119. No obstante, por las razones que se expondrán a con-
tinuación, Diciotti considera una «cuestión dudosa» que esta posición resulte
coherente con algunos aspectos de la teoría kelseniana.
131
GARCÍA AMADO J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
p. 22. En estas coordenadas se propone la diferenciación entre un significado
global y un significado local de la dicotomía sistemas normativos estáticos y
dinámicos. De esta forma, en su «significado global» el dualismo estático/di-
námico se usaría «para clasificar los sistemas normativos según la naturaleza
de la norma fundamental» y en su significado local se emplearía en función de
que «una o más normas sean examinadas sobre la base de su contenido con-
ceptual —aproximación estática— o sobre la base de la forma de su produc-
ción— aproximación dinámica», ALCHOURRÓN, C. y MARTINO, A. A., «Kel-
sen senza norma fondamentale», cit., p. 401. Desde este punto de vista, la
distinción global puede ser definida «sobre la base de la distinción local» de ma-
nera que un sistema normativo será caracterizado como dinámico o estático
en función de que sus elementos vengan identificados tomando en considera-
ción sólo el modo de producción o sólo el contenido conceptual, Ibídem.
132
En efecto, es en la segunda edición de la Teoría pura del derecho cuan-
do Kelsen «habla por primera vez de la posibilidad de que en un mismo siste-
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134
DELGADO PINTO, J. «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como sistema normativo dinámico», cit., p. 187.
135
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 53.
136
GARCÍA AMADO, J.A., «Hablando de Kelsen con Delgado Pinto» en
El positivismo jurídico a examen. Estudios en Homenaje a José Delgado Pinto,
cit., pp. 1199-1209, p. 1203.
69
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137
BARBERIS, M., «La norma senza qualitá», cit., p. 429.
138
El problema de los sistemas estáticos, desde el voluntarismo y el re-
lativismo que Kelsen defiende es, por lo tanto, epistemológico «pues todos los
sistemas encerrarían una contradicción interna: la de creer ser expresión de la
razón lo que no puede ser sino una manifestación de la voluntad dominante»,
GARCÍA AMADO, J. A., «Hablando de Kelsen con Delgado Pinto», cit., p. 1204.
No obstante, lo anterior no impide «que puedan existir tales sistemas cuyos se-
guidores creen que se estructuran a partir de una primera verdad perfecta-
mente evidente para ellos», Ídem, p. 1203.
139
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 176.
140
GARCÍA AMADO, J.A., «Hablando de Kelsen con Delgado Pinto», cit.,
p. 1204.
141
Desde esta perspectiva, la «corrección del razonamiento moral» no
estaría vinculada necesariamente a «presupuestos cognoscitivistas» de mane-
ra que Kelsen podría aceptar la existencia de sistemas estáticos admitiendo, por
ejemplo, que la deducción opera a partir no de principios autoevidentes, sino
de principios elegidos convencionalmente, LUZZATI, C., «Dinamicitá e cer-
tezza del diritto in Kelsen», cit., p. 177. En un sentido similar, DICIOTTI, E.,
«Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e metodologia», cit., p. 119.
Así, la noción de «inmediata evidencia» podría ser referida a la relación lógi-
ca de derivación entre contenidos y no a los contenidos en sí mismos (TRIO-
LO, L., «El potere normativo dell´evidenza», cit., pp. 296 y ss.) y la razón prác-
tica podría ser entendida no como una razón «que pone normas» sino «como
un conjunto de reglas de inferencia y de control del razonamiento», LUZZA-
TI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., pp. 176 y 177. En todo
caso, cabe precisar que no es la posibilidad de establecer inferencias lógicas en-
tre las normas lo que distingue a los sistemas estáticos y dinámicos; la diver-
gencia radica en si tales inferencias pueden operar, o no, como criterios de va-
lidez suficientes, lo que —como se comprobará— sucede en el sistema estático
pero no en el sistema dinámico, Ídem, p. 177.
70
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142
Interesa incidir en que Kelsen sostuvo a lo largo de toda su obra la te-
sis no cognoscitivista y al mismo tiempo defendió, al menos, hasta momentos
avanzados de su pensamiento la tesis de que las normas «son susceptibles de
consideración lógica» lo que confirma que se trata de presupuestos que no se
implican necesariamente, ALCHOURRÓN, C, y MARTINO, A.A., «Kelsen sen-
za norma fondamentale», cit., p. 403.
143
Vid. LOSANO, M., «La última fase de la teoría pura del derecho: ¿del
logicismo al irracionalismo?», cit., p. 55. Cabe afirmar que, al menos por lo
que respecta al principio de no contradicción, existe una primera fase todavía
más logicista del pensamiento de Kelsen en la que se entiende que se trata de
un principio directamente aplicable en el plano «normativo», KELSEN, H.,
«Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit., p. 402. Sobre esta cuestión
se volverá más adelante.
71
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144
Vid. KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 214.
145
KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 9. También KELSEN, H., Teo-
ria Generale delle Norme, cit., Caps. 56 y 57.
146
Es, en efecto, la definición de las normas como el sentido de un acto
de voluntad el principal argumento que Kelsen esgrime para negar que pueda
existir alguna inferencia deductiva «con las normas como premisas o como
conclusiones», WEINBERGER, O., «Logic and the Pure Theory of Law» en
TUR, R. y TWINING, W. (eds.), Essays on Kelsen, cit., pp. 187-200, pp. 194 y
195. Comparten esta opinión LOSANO, M., «La última fase de la teoría pura
del derecho: del logicismo al irracionalismo», cit., pp. 62 y 63 y DELGADO
PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden jurídico
como un sistema normativo dinámico», cit., pp. 204 y ss. A propósito de esta
cuestión afirma KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., pp. 33 y ss. «no puede ha-
ber un silogismo normativo cuya premisa mayor sea una norma general y cuya
conclusión sea una norma individual» porque en modo alguno tiene sentido afir-
mar que «el acto de voluntad cuyo sentido es la norma individual» estaba im-
plicado antes de su específica adopción «en el acto de voluntad cuyo sentido
es la norma general». En la misma línea, KELSEN, H., Teoria Generale delle
Norme, cit., pp. 378 y ss.
147
Vid. por ejemplo, KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídi-
co entre orden y desorden, cit., p. 69 y TROPER, M., «Sistema jurídico y Esta-
do», cit., p. 150.
72
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148
KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 32 y KELSEN, H., Teoria Generale
delle Norme, cit., pp. 437 y ss. Ha llamado la atención sobre estas vacilaciones
LOSANO, M., «La última fase de la Teoría pura del Derecho: del logicismo al
irracionalismo», cit., pp. 83 y 84 y «La Teoría pura del Derecho y la Lógica has-
ta 1965» en LOSANO, M., Teoría pura del derecho. Evolución y puntos crucia-
les, cit., pp. 163-174, p. 172.
149
KELSEN, H., Teoria Generale delle Norme, cit., p. 444. En el ejemplo
al que recurre Kelsen la norma superior rezaría «Todos los hombres deben
mantener las promesas dadas a otros» mientras que la norma individual diría
«Maier debe mantener la promesa hecha a Schulze de pagarle 1000».
150
Ídem, p. 445.
73
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151
Vid. DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e
metodologia», cit., p. 120 y pp. 130 y ss.
152
POLLASTRO, P., «Norme, validitá e sistemi normativi: i “due” Kel-
sen» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Sistemi normativi statici e dinamici, cit.,
pp. 429-448, p. 447.
153
Ibídem.
154
La ejemplificación propuesta por KELSEN, H. en la Teoría pura del de-
recho, cit., p. 203, idéntica en lo esencial a la presentada en la Teoría General
del Derecho y del Estado, es la siguiente: «las normas “no se debe mentir” “no
se debe engañar”, “se debe mantener la palabra empeñada”, “no se debe pres-
tar falso testimonio” pueden ser derivadas de la norma que ordena decir la
74
00_SISTEMA_JURIDICO:16998_00 10/11/08 20:13 Página 75
verdad. De la norma “se debe amar al prójimo”, pueden derivarse las normas:
no se debe ocasionar mal al prójimo, y en especial, no se debe matarlo, ni da-
ñarlo física o moralmente, auxiliándolo en caso de necesidad. Quizás se crea
poder referir la norma de veracidad o la norma del amor al prójimo a una nor-
ma superior aún más general, sea, por ejemplo, la norma de mantenerse en
armonía con el universo».
155
WEINBERGER, O., «Nuove considerazione sulla teoria della nomo-
dinamica» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Sistemi normativi statici e dinami-
ci, cit., pp. 39-66, p. 42; LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kel-
sen», cit., pp. 175 y 176 y PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit.,
pp. 374 y 375. En la línea de los autores anteriormente citados señala GARCÍA
AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., pp. 25 y 26: «ningu-
no de los ejemplos que el propio Kelsen pone de normas de un sistema estático
muestra una relación de deducibilidad, es decir, de inclusión lógica necesaria
sino solamente relaciones de compatibilidad» y destaca, además, que «si la re-
lación que importa no es la de deducibilidad, sino la de compatibilidad o co-
rrespondencia ya no habría una diferencia tajante entre los sistemas jurídicos
y morales». De cualquier forma, subsiste una divergencia importante entre
ambos géneros de sistemas y es que en el sistema dinámico la validez de una
norma no incompatible con las normas superiores depende también de la au-
toridad del sujeto que la emite.
156
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 182
y DICCIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e metodolo-
gia», cit., p. 123.
75
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157
PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., pp. 375-377. En un
sentido similar estima DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen
y su concepción del orden jurídico como sistema normativo dinámico», cit.,
pp. 183 y 184 que «la deducción lógica a partir de un único y primer principio
no es ni mucho menos el único método del que puede y debe servirse la razón
práctica en su tarea de fundamentar la validez de las normas, sean morales
sean jurídicas, en razón de su contenido». Vid. también WRÒBLEWSKI, J.,
«Systems of norms and Legal System», cit., p. 227.
158
PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., p. 376.
159
Ciertamente, «el paradigma positivista» está implicado en la «teoría
del carácter dinámico del sistema jurídico», Vid. BARBERIS, M., «Kelsen, Paul-
son and the Dynamic Legal Order» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Hans Kelsen
legal theory: a diachronic point of view, Giappicheli, Torino, 1990, pp. 49-58, p. 50.
76
00_SISTEMA_JURIDICO:16998_00 10/11/08 20:13 Página 77
160
KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit., p. 401.
161
A juicio de KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit.,
p. 133 «las normas jurídicas no son válidas porque ellas o la norma básica
tengan un contenido cuya fuerza obligatoria sea evidente por sí misma. No son
válidas por el valor intrínseco de la exigencia que de las mismas emana. Las
normas jurídicas pueden tener un contenido de cualquier clase ... La validez de
una norma no puede ser discutida sobre la base de que su contenido es in-
compatible con algún valor moral o político». Vid. la misma idea en KELSEN, H.,
Teoría pura del derecho, cit., p. 204. Esta es, en opinión de EBENSTEIN, W.,
La teoría pura del derecho, cit., p. 144 y de KERVOCHE, M. Van de y OST, F.,
El sistema jurídico entre orden y desorden, cit., p. 51, la primera consecuencia,
de signo negativo, que se deriva de la caracterización dinámica del sistema ju-
rídico.
77
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162
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 228.
163
KELSEN, H., «Justicia y derecho natural» en AAVV, Crítica al Derecho
Natural, trad. de Elías Díaz, Taurus, Madrid, 1966, pp. 29-163, p. 161.
164
KELSEN, H., Teoría pura de derecho, cit., p. 230. En todo caso, Kelsen
se arrepiente de haber utilizado, «ocasionalmente», para referirse a la norma
fundamental «la expresión, no muy feliz, “derecho natural lógico jurídico”» y
aclara que con ella contemplaba su «función gnoseológica-teórica y no la fun-
ción ético política», Ibídem, nota 135.
165
KELSEN, H., «Justicia y derecho natural», cit., p. 162. En idéntico
sentido, KELSEN, H., «Acerca de la norma básica», cit., p. 422
78
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materiales que integran el Derecho natural 166. Así, una teoría ius-
naturalista «coherente» tiene que considerar inválido el Derecho
positivo cuyo contenido no se corresponda con el Derecho natu-
ral 167, de tal forma que, «conforme a una auténtica doctrina del de-
recho natural», «no puede interpretarse a cualquier orden coac-
tivo —a diferencia de lo que hace la teoría pura del derecho como
teoría jurídica positivista— eficaz en términos generales, como un
orden normativo objetivamente válido» 168. El Derecho natural
opera, por tanto, como «patrón» de valoración y como «posible
justificación» ético-política de los órdenes jurídicos vigentes 169.
En cambio, la norma fundamental kelseniana «refiere la crea-
ción de las normas» del orden jurídico, «pero no determina» los
contenidos de tales normas, por lo que resulta «imposible que
un orden jurídico no esté en conformidad con su norma bási-
ca» 170. De este modo, a tenor de la doctrina positivista de la nor-
ma fundamental, la validez del Derecho positivo «es indepen-
diente del contenido» 171. La norma fundamental de la teoría
pura «no es una norma de justicia», sino de delegación de ma-
nera que «para la validez del Derecho no importa saber si su
contenido es justo o injusto» 172. La cuestión del contenido de las
normas jurídicas es un problema frente al que la norma funda-
mental se muestra indiferente dejando su determinación «al
proceso de creación del derecho» 173. En efecto, el carácter ex-
clusivamente formal de la norma fundamental impide que pue-
166
KELSEN, H., «Justicia y derecho natural», cit., p. 162.
167
KELSEN, H., Teoría pura de derecho, cit., p. 229. También KELSEN, H.,
«La doctrina del Derecho natural y el Positivismo jurídico», cit., p. 133.
168
KELSEN, H., Teoría pura de derecho, cit., pp. 229 y 230.
169
Ídem, p. 230.
170
KELSEN, H., «Acerca de la norma básica», trad. de A. Squella en Hans
Kelsen 1881-1973. Estudios en su Homenaje, cit., pp. 419-423, pp. 422 y 423. En
la misma línea Vid. KELSEN, H., «Justicia y derecho natural», cit., p. 162 y KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 228.
171
KELSEN, H, «Justicia y derecho natural», cit., p. 162.
172
Ídem, p. 163.
173
KELSEN, H., «La doctrina del Derecho natural y el Positivismo jurí-
dico», cit., p. 133.
79
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174
KELSEN, H., «El concepto de orden jurídico» cit., p. 98. Otra vez, en
palabras de KELSEN, H., «Acerca de la norma básica», cit., pp. 422 y 423, «los
contenidos de las normas de un orden jurídico positivo están determinados
exclusivamente por actos de voluntad de seres humanos instituidos por la cons-
titución como un hecho creador de derecho».
175
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 228.
176
Ibídem.
177
BARROS BOURIE, E., «La relación entre la ley y la sentencia judicial
y los principios de la teoría pura del derecho» en Hans Kelsen 1881-1973. Es-
tudios en su Homenaje, cit., pp. 255-298, pp. 274 y 275. El impacto de la efica-
cia en la norma fundamental se percibe claramente en la respuesta que Kelsen
ofrece a las situaciones de cambio revolucionario del orden jurídico que pro-
ducen, cuando triunfan, esto es, cuando las normas establecidas conforme a
la nueva constitución «son aplicadas y acatadas en términos generales», una
80
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modificación de la norma básica, KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit.,
pp. 217-219. Sobre este aspecto de la doctrina kelseniana Vid. LOSANO, M., «Va-
lidez y eficacia en la teoría pura del derecho», cit., pp. 143-145 y PECES-BARBA
MARTÍNEZ, G., Introducción a la Filosofía del Derecho, cit., pp. 43 y ss. La re-
lación entre la norma fundamental y la eficacia se percibe también en la solu-
ción que Kelsen ofrece al clásico problema de la distinción entre el Derecho y
los mandatos de una banda de ladrones. Frente al acto aislado del ladrón de
caminos Kelsen recurre, como es sabido, a la idea de sistema normativo. Sin
embargo, cuando se trata de la «actividad sistemática de una banda organiza-
da» el elemento que permite diferenciarla del orden jurídico consiste en que en
relación con tal actividad «no se da por presupuesta norma básica alguna».
Ahora bien, como señala Kelsen, la pregunta decisiva es «¿por qué no se pre-
supone una norma fundante semejante?» y la respuesta radica, precisamente,
en la apelación a la eficacia: «no se la presupone porque, o mejor, cuando, ese
orden no tiene … efectividad duradera … Esto es: cuando el orden coactivo,
considerado como orden jurídico es más efectivo que el orden coactivo cons-
titutivo de la banda de ladrones», Ídem, pp. 60 y 61.
178
KELSEN, H., «Acerca de la norma básica», cit., p. 423.
179
ANSUÁTEGUI ROIG, F. J., «Positivismo jurídico y sistemas mixtos»,
cit., p. 614.
81
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180
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de De-
recho, cit., p. 50.
181
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 79.
182
KELSEN, H., «Justicia y derecho natural», cit., pp. 101 y 102. También
KELSEN, H., «La doctrina del Derecho Natural y el positivismo jurídico», cit.,
pp. 131 y 132.
183
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 81 y 82. Vid. sobre los
argumentos en defensa de la tesis de la separación conceptual entre Derecho
y moral, DORADO PORRAS, J., Iusnaturalismo y positivismo: una revisión de
los argumentos en defensa del iuspositivismo, Cuadernos del Instituto de Dere-
chos Humanos «Bartolomé de las Casas», Dykinson, Madrid, 2004.
82
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184
Vid. LEGAZ Y LACAMBRA, L., Filosofía del Derecho, Barcelona, Bosch,
1975, p. 295. Vid. también DÍAZ, E., Sociología y Filosofía del Derecho, Taurus,
Madrid, 1982, p. 52; FERNÁNDEZ, Eusebio, Filosofía política y Derecho, Mar-
cial Pons, Madrid, 1995, pp. 23 y ss. y ANSUÁTEGUI ROIG, F.J., «Positivismo
jurídico y sistemas mixtos», cit., pp. 612 y 613.
185
Estima ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado
de Derecho, Dykinson, Madrid, 1999, p. 27 que emplear el término contingen-
te para caracterizar este modelo de relación enfrentado al término necesario,
puede dar la impresión de que es posible aludir a un Derecho «que no incor-
pore contenido alguno de moralidad (sea éste el que sea)». Por esta razón, pre-
fiere hablar de conexión cierta y de conexión aleatoria.
186
KELSEN, H., «El profesor Stone y la Teoría Pura del Derecho», cit., p. 85.
187
ANSUÁTEGUI ROIG, F.J., «Positivismo jurídico y sistemas mixtos»,
cit., pp. 609 y 611
188
Como apunta CELANO, B., La teoria del diritto di Hans Kelsen, cit.,
p. 335 la teoría de Kelsen sólo exige el carácter estrictamente formal de la rela-
ción entre la norma fundamental y la primera norma del sistema pero el que esta
conexión sea formal no prejuzga el carácter de las relaciones intrasistemáticas.
83
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189
Según se verá con algún detalle después, Kelsen reconoce que la Consti-
tución puede incorporar dimensiones materiales, Vid. por ejemplo, KELSEN, H.,
«The fuction of a Constitution», cit., p. 119. Otra cosa es que no considere de-
seable tal incorporación o, mejor, que afirme la necesidad de adoptar ciertas
precauciones a la hora de llevarla a cabo.
190
KELSEN, H., «Acerca de la norma básica», cit., p. 423.
191
KELSEN, H., «The fuction of a Constitution», cit., p. 119 y KELSEN, H.,
Teoria Generale delle Norme, cit., p. 436.
84
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192
Ibídem y KELSEN, H., «The fuction of a Constitution», cit., pp. 118
y 119.
193
KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit.,
pp. 401- 404. En esta obra, como se recordará, el principio de no contradicción
se considera directamente aplicable en la esfera normativa.
194
Ídem, p. 400. Como destaca GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la
norma fundamental, cit., p. 78 hacer de la norma fundamental garantía de la
coherencia supone «convertirla en algo más que en un criterio formal. Signi-
fica, en suma, entender que la norma fundamental, no sólo establece que es De-
recho lo que emane de una cierta autoridad, sino que dispone además, que
sólo las normas así emanadas que no se contradigan son parte de dicho siste-
ma. Ya no es un elemento de mera delegación lo que la norma básica institu-
ye sino que al elemento de la delegación se añade el requisito de la coherencia
como normativamente prescrito por la norma básica». Vid. en el mismo sen-
tido, WRÒBLEWSKI, J., «Dilemmas of the Normativistic Concept of Legal
System», cit., p. 326.
195
KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit., p. 402.
85
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86
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196
BOBBIO, N., «Kelsen e il potere giuridico», cit., p. 133. Afirma
BOBBIO, N., El positivismo jurídico, trad. de Rafael de Asís y A. Greppi, Ma-
drid, 1993, p. 44 que por obra del positivismo jurídico se produce «la reducción
de todo Derecho al Derecho positivo, y el Derecho natural es excluido de la ca-
tegoría de Derecho … usando una formula sintética: el positivismo jurídico es
la doctrina según la cual no existe más Derecho que el positivo». Vid. también
BULYGIN, E., «An antinomy in Kelsen´s Pure Theory of Law» en PAULSON,
S., (ed.), Normativity and Norms. Critical Perspective on Kelsenian Themes, Cla-
rendon Press, Oxford, 1998, 297-315, p. 299.
197
Vid. KELSEN, H., «Justicia y derecho natural», cit., p. 163. De nuevo
aclara Kelsen que «la norma fundamental no es un derecho diferente al dere-
cho positivo, es solamente su fundamento de validez, la condición lógico-tras-
cendental de su validez», Ibídem.
198
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 134. Cabe
advertir que Kelsen utiliza el término positividad en dos sentidos uno más am-
plio, en el que la positividad alude a la «relación de la norma puesta con el
acto que la pone», esto es, «se refiere al cotejo factual que las normas poseen
en cuanto producidas por actos/hechos concretos», y otro más restringido, al
que termina dando prioridad, que hace referencia al origen de las normas en
«actos de volición concretos», BARBERIS, M., «La norma senza qualitá», cit.,
p. 427.
87
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199
Vid. WRÒBLEWSKI, J., «Validità e struttura del sistema giuridico.
Metateoria e Teoria Pura del Diritto» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Sistemi
normativi statici e dinamici, cit., pp. 303-317, p. 309; DICIOTTI, E., «Sistema
statico e sistema dinamico. Ontologia e metodologia», cit., p. 105 y LUZZATI, C.,
«Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 172.
200
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 206.
201
Aunque no pretendo detenerme en esta cuestión, resulta obvio que
esta definición de la positividad plantea problemas en relación con el fenó-
meno de la costumbre. Efectivamente, «no existen dudas de que la costumbre
es derecho positivo en el sentido de derecho producido por el hombre» pero pa-
rece que «no puede ser asimilada en todo y para todo al derecho puesto o im-
puesto» por una autoridad jurídica, BOBBIO, N., «Kelsen e il problema del
potere», cit., p. 135. Al respecto insiste KELSEN, H., Teoría pura del derecho,
cit., p. 23 en que «las normas producidas por la costumbre son establecidas por
actos de conducta humana y, de ese modo, de igual manera que las normas
cuyo sentido subjetivo es ser actos legislativos, son también normas impuestas,
es decir: normas positivas». Pero, además, y con argumentos más cuestionables,
intenta presentar la costumbre como Derecho que tiene su origen en un acto
de voluntad afirmando que «el hecho de la costumbre se convierte en una vo-
luntad colectiva cuyo sentido subjetivo es un deber».
88
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al no ser una norma puesta sino una norma presupuesta 202. Aho-
ra bien, la dinamicidad del sistema jurídico no admite más ex-
cepciones: las normas jurídicas «tienen que ser creadas por un
acto volitivo concreto, no inferidas —como sucede en un siste-
ma estático— de una premisa en virtud de una operación inte-
lectual» 203.
Desde una perspectiva negativa, el carácter dinámico del sis-
tema jurídico se traduce en su configuración como un orden
normativo en el cual la derivación lógica no es condición sufi-
ciente de validez, esto es, en el que la deducción como mera
operación intelectual, por sí sola, no basta para dar lugar a una
norma válida. En términos más explícitos, mientras que en un
sistema estático una norma es válida en tanto su contenido es
lógicamente deducible del contenido de otra norma válida; en
un sistema dinámico, como el jurídico, no es suficiente que una
norma pueda ser inferida lógicamente del contenido de otra
norma superior para poder ser contemplada como válida, sino
que es necesario que tal norma sea puesta por medio de la ac-
tuación de una determinada voluntad 204. En relación con esta
202
KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit.,
p. 401. En el mismo sentido KELSEN, H., «Ciencia y política», cit., p. 266. A pro-
pósito de esta cuestión sostiene EBENSTEIN, W., La teoría pura del derecho, cit.,
p. 122 que el derecho positivo encuentra restricciones «a su naturaleza diná-
mica muy al comienzo» pues la norma básica «en sí no es derecho positivo».
203
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 134.
204
PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., pp. 389 y 390 y
RODILLA, M.A., «Dinamismo y coactividad», Doxa, núm. 28, 2005, pp. 183-220,
p. 191. En palabras de KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 10 «ningún de-
ber que sea una norma, sin un querer cuyo sentido sea tal deber ser. Ninguna
norma sin una autoridad que la establezca, es decir, ninguna norma sin una au-
toridad que la cree. Una norma es válida sólo cuando es establecida a través de
un acto de voluntad, cuando es el sentido de un acto de voluntad. En esto con-
siste su positividad». Para ilustrar la posición de Kelsen LUZZATI, C., «Dina-
micitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., pp. 178-180 propone el siguiente
experimento mental: «supongamos que un órgano inferior de un sistema di-
námico, por ejemplo un juez, no goza de ninguna discrecionalidad decisional
y deduce, sin pronunciarse oficialmente, una conclusión normativa de una
norma de grado superior de la Stufenbau, por ejemplo, de una ley ordinaria.
89
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En ningún caso en esta hipótesis se obtiene una norma inferior válida. La de-
ducción, en cuanto operación intelectual, nunca basta para obtener una nor-
ma inferior válida. Es siempre necesario un específico acto de voluntad (de
emanación) por parte del órgano inferior, por ejemplo del juez que pronuncia
la sentencia». De este modo, «la presencia o ausencia de deducción lógica, por
sí sola, no decide la cuestión de la validez dinámica».
205
KELSEN, H., «Natural Law doctrine and legal positivism», cit., p. 402
y KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 33. Vid. sobre la relación entre el vo-
luntarismo de Kelsen y su concepción de las relaciones entre Lógica y Derecho,
GUASTINI, R., «Hans Kelsen su Logica e Diritto» en L´analisi del ragionamiento
giuridico, Vol. II, a cura di COMANDUCCI, P. y GUASTINI, R., Giappichelli, To-
rino, 1987, Vol. II, 1987, pp. 99-105, p. 104.
206
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 182.
207
El Derecho natural «es estático porque la norma básica contiene in nu-
cleo todas las normas particulares. En consecuencia para llegar a una norma
particular todo lo que se necesita es una operación de pensamiento y no un acto
que instituya una norma … En el Derecho positivo el caso es diferente. Aquí
la norma básica se limita a autorizar a una voluntad humana particular para
que establezca normas; una mera operación de pensamiento no puede lograr
de la norma básica ninguna norma particular. Debe haber un acto concreto
90
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que establezca la norma, acto que es válido no porque como en el Derecho na-
tural se halla en la norma básica como la particular en lo universal sino por-
que ha sido establecido mediante un procedimiento acorde con la norma bá-
sica», EBENSTEIN, W., La teoría pura del derecho, cit., pp. 114 y 115.
208
BOBBIO, N., «Le fonti del diritto in Kelsen», cit., p. 92 y «Kelsen e il
problema del potere», cit., p. 114. En la misma línea, LUZZATI, C., «Dinami-
citá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 199.
209
KELSEN, H., «La idea de derecho natural» en KELSEN, H., La idea
de derecho natural y otros ensayos, trad. de F. Ayala, Editora Nacional, México,
1979, pp. 15-52, p. 19.
210
KELSEN, H., «El Derecho como técnica social específica» en KELSEN,
H., ¿Qué es Justicia?, cit., pp. 152-182, p. 169. Vid. también KELSEN, H, Teo-
ría General del Derecho y del Estado, cit., p. 10; KELSEN, H., «Natural Law
Doctrine and Legal Positivism», cit., p. 399 y KELSEN, H., «Los juicios de va-
lor en la ciencia del derecho», cit., p. 132.
211
DENNINGER, E., «Sul rapporto tra diritti dell´uomo e diritto positi-
vo» en Hans Kelsen nella cultura filosofico-giuridica del Novecento, cit., pp. 121-
134, p. 122.
91
00_SISTEMA_JURIDICO:16998_00 10/11/08 20:14 Página 92
212
KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 19 y KELSEN, H., Teoria Generale
delle Norme, cit., p. 387. Vid. LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto
in Kelsen», cit., p. 199 y BOBBIO, N., «Le fonti del diritto in Kelsen», cit., p. 92.
213
En este sentido, KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídi-
co entre orden y desorden, cit., p. 73 consideran que la distinción sistema está-
tico/sistema dinámico puede reconducirse a la oposición propuesta por PE-
RELMAN, Ch., «Ce qu’e une réflexion sur le droit peut apporter au philosophie»,
Archives de philosophie du droit, t. VII, 1962, pp. 35-43, p. 42 entre dos tipos de
órdenes correspondientes «a dos utopías antagónicas que atraviesan el pensa-
miento filosófico». El orden de lo calculable, expresión de la utopía racionalista
que «pretende reducir cualquier norma particular a una deducción realizada
a partir del menor número posible de principios generales cuyo contenido se-
ría considerado racionalmente evidente», sería exponente del concepto de sis-
tema estático; mientras que el orden de lo político, como utopía voluntarista
en la que se «pretendería justificar la validez de cualquier decisión apoyándo-
se tan sólo en el hecho de que emana de un órgano competente sin que su con-
tenido se vea limitado por la existencia de normas previas», representaría la ca-
tegoría sistema dinámico.
92
00_SISTEMA_JURIDICO:16998_00 10/11/08 20:14 Página 93
214
KELSEN, H., «La idea de derecho natural», cit., pp. 19 y 20.
215
Ídem, p. 20. Siguiendo a Kelsen afirma EBENSTEIN, W., La teoría
pura del derecho, cit., p. 101, «podemos encontrar siguiendo el contraste entre
lo “natural” y lo “artificial” en el derecho natural y el positivo la línea decisiva
de validez de los dos sistemas: la fuente de la que cada sistema procura el prin-
cipio de su validez. En el derecho natural, la fuente es la naturaleza, o la razón;
en el derecho positivo la voluntad humana. En consecuencia, la validez de la
normas de derecho natural se apoya en su contenido; pretende que ha de ser
derecho válido porque es bueno; justo. La norma de derecho positivo, por otro
lado, apoya simplemente su validez en el hecho de haber sido establecida por
la autoridad competente. De ahí que las bases específicas de la validez sean
materiales en el primer caso y formales en el segundo».
216
Vid. ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 48.
Sobre los límites existentes a la voluntad del legislador en los sistemas estáti-
cos y su superación en los sistemas dinámicos Vid. PÉREZ BERMEJO, J. M.,
Coherencia y sistema jurídico, cit., pp. 61 y 62.
93
00_SISTEMA_JURIDICO:16998_00 10/11/08 20:14 Página 94
217
Vid. en relación con el positivismo jurídico en general, ASÍS ROIG, R.
de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 48.
218
La teoría del Derecho de Kelsen «se presenta así como la tentativa de
demostrar que entre el universo de las opiniones morales (las ideas en mate-
ria de justicia) de un lado, y el poder físico (poder coactivo) de otro hay un ter-
tium quid, una cosa que no es reducible ni a las opiniones (según Kelsen sub-
jetivas y relativas) en materia de justicia ni al mero ejercicio de la fuerza física.
El intento de sacar a la luz y de delimitar conceptualmente este tertium quid
es probablemente el intento más profundo de la teoría pura del Derecho kel-
seniana», CELANO, B., La teoria del diritto di Hans Kelsen, cit., p. 385.
94
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219
BOBBIO, N., «Formalismo giuridico» en BOBBIO, N., Giusnaturalis-
mo e positivismo, Comunitá, Milano, 4.ª ed., 1984, pp. 79-100.
220
Ídem, p. 97.
221
En efecto, según se dijo, Kelsen no puede considerarse un represen-
tante del formalismo ético propio del positivismo ideológico, aunque la defi-
nición de la validez jurídica en términos de obligatoriedad haya sido en oca-
siones interpretada en estos términos. Y, como se comprobará en el Capítulo
IV, tampoco comparte el formalismo interpretativo propio del primer positi-
vismo. Vid. sobre el formalismo RODRÍGUEZ URIBES, J. M., Formalismo éti-
co y constitucionalismo, Tirant Lo Blanch, Valencia, 2002.
95
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222
KELSEN, H., «Formalismo giuridico e dottrina pura» en Formalismo
giuridico e realtà sociale, cit., pp. 39-50, p. 40.
223
BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., p. 141.
224
KELSEN, H., «Formalismo giuridico e dottrina pura», cit., p. 41.
96
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225
BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., p. 154.
226
El «anatematizado» formalismo de la teoría pura «consiste, tan sólo
en que ésta se conforma con ser una teoría del Derecho Positivo desentendién-
dose de la cuestión del Derecho justo», LEGAZ Y LACAMBRA, L., Estudio crí-
tico de la teoría pura del Estado y del Derecho de la Escuela de Viena, cit., p. 25.
227
Desde esta óptica, la relevancia de los criterios de validez material se
produce «no por su posible o supuesto carácter moral, sino lisa y llanamente,
por el hecho de estar incorporados en normas superiores», ASÍS ROIG, R. de,
El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 124.
228
DELGADO PINTO, J., «Sobre la vigencia y la validez de las normas ju-
rídicas», cit., p. 145.
97
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229
Vid. por ejemplo KELSEN, H., «El derecho como técnica social espe-
cífica», cit., p. 169.
230
EBENSTEIN, W., Teoría pura del derecho, cit., pp. 144 y ss.; NINO,
C.S., Introducción al análisis del Derecho, cit., p. 107; CELANO, B., La teoria del
diritto di Hans Kelsen, cit., pp. 111 y 112 y KERVOCHE, M. V. de, y OST, F., El
sistema jurídico entre orden y desorden, cit., p. 51. En todo caso, posiblemente
sea Bobbio, como lo demuestran las citas recurrentes de sus trabajos a lo lar-
go del presente apartado, el autor que más ha incidido en esta vinculación.
231
KELSEN, H., «El Derecho como técnica social específica», cit., p. 169.
Como apunta BARBERIS, M., «La norma senza qualitá», cit., pp. 427 y 428 Kel-
sen alude a un tercer sentido de la exigencia de positividad que «parece sólo
predicable del derecho» y que «indica la particular inteligibilidad» que para las
98
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normas jurídicas se deriva del carácter dinámico del Ordenamiento al que per-
tenecen. Este tercer significado de la idea de positividad presupone, pero su-
pera, la primera de las acepciones que, según se recordará, identifica esta idea
con el origen de las normas en hechos «reales».
232
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 37.
En todo caso, en sentido amplio, también el realismo puede ser contempla-
do como un tipo de positivismo, precisamente, por asumir las dos primeras
tesis definitorias de la dinamicidad del orden jurídico. Al respecto indica
BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., p. 154 que el realismo y el positivismo
jurídico, ofrecen definiciones anti-ideológicas del Derecho, esto es, «defini-
ciones que no hacen referencia a valores y fines que deberían ser propios del
Derecho. Desde este punto de vista ambas pueden ser calificadas de defini-
ciones positivistas (en sentido amplio), en contraposición a las ideológicas o
valorativas (también en sentido amplio) que pueden calificarse como iusna-
turalistas».
233
Desde el concepto decisionista el Derecho se define «como un con-
junto de decisiones autoritativas pensadas como normas individuales», pu-
diendo «incluir también las normas generales a las que se haga referencia en
tales decisiones». Por su parte, el concepto sistemático contempla el Derecho
99
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mer apartado del siguiente Capítulo 237. Por ello, algunas de las
afirmaciones vertidas en la argumentación necesitan ser com-
pletadas y, posiblemente, sólo se entenderán cabalmente a la
luz de las reflexiones allí desarrolladas.
237
De cualquier modo, la principal virtualidad de estas exigencias para
el tema que ocupa la reflexión en el presente trabajo, radica en justificar la
presencia en el sistema jurídico de criterios materiales de validez que es, pre-
cisamente, la cuestión sobre la que versa el siguiente Capítulo.
238
KELSEN, H., «El Derecho como técnica social especifica», cit., p. 169.
239
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 84.
240
KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y des-
orden, cit., p. 52.
241
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 156 y
KELSEN, H., Teoría pura del Derecho, cit., p. 243.
102
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242
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 84.
243
BOBBIO, N., «Le fonti del diritto in Kelsen», cit., p. 99. También
MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., p. 46 afirma que es,
precisamente, la existencia de reglas sobre la producción jurídica lo que con-
vierte al Derecho en «un ordenamiento esencialmente dinámico». En la mis-
ma línea EBENSTEIN, W., La teoría pura del derecho, cit., p. 173.
244
KELSEN, H., «El derecho como técnica social específica», cit., p. 169.
245
La importancia de estas normas es subrayada por Kelsen en su últi-
ma obra: «dado que el derecho regula la propia producción y aplicación, la
función normativa del autorizar tiene un papel particularmente importante en
el derecho», KELSEN, H., Teoria Generale delle Norme, cit., p. 167.
246
En efecto, Kelsen parece percatarse de la posibilidad de recurrir a la
«positividad-dinamicidad» como criterio distintivo de los órdenes jurídicos y
morales pero termina rechazando esta solución con argumentos «poco con-
vincentes», BARBERIS, M., «La norma senza qualitá», cit., p. 429, nota 58.
103
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247
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 144.
248
KELSEN, H. en la Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 170
considera que «en una exposición estática del Derecho» las normas que regu-
lan la producción de otras normas, las llamadas normas de competencia, son
fragmentos o partes de normas sancionadoras, mientras que en la Teoría pura
del derecho, cit., pp. 67 y ss. las define como «normas no independientes».
Como complemento de estas tesis las normas de competencia aparecen en la
perspectiva dinámica como autorizaciones o permisos para crear o aplicar
normas que establecen sanciones o ejecutar actos coactivos, o como obliga-
ciones indirectas. Acerca de la concepción kelseniana de las normas de com-
petencia, Vid. FERRER BELTRÁN, J., Las normas de competencia. Un aspecto
de la dinámica jurídica, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
2002, pp. 13 y ss.; GAVAZZI, G., Studi di teoria del diritto, Giappichelli, Torino,
1993, pp. 238 y ss. y MENDOCA, D., Introducción al análisis normativo, Cen-
tro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1992, pp. 125 y ss.
249
Vid., entre otros, RODILLA, M.A., «Dinamismo y coactividad», cit.,
p. 206; GAVAZZI, G., Studi di teoria del diritto, cit., p. 274; RAZ, J., El concepto
104
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de sistema jurídico, cit., pp. 141 y ss. y FERRER BELTRÁN, J., Las normas de
competencia, cit., pp. 31 y 32.
250
WEINBERGER, O., «Nuove considerazione sulla teoria della nomo-
dinamica», cit., p. 58.
251
RODILLA, M.A., «Dinamismo y coactividad», cit., p. 210.
252
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., pp. 159 y ss.; PECES-
BARBA MARTÍNEZ, G., Introducción a la Filosofía del Derecho, cit., p. 115;
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las cien-
cias jurídicas y sociales, cit., pp. 105 y ss. y RODILLA, M.A., «Dinamismo y coacti-
vidad», cit., p. 217.
253
NINO, C.S., Introducción al análisis del Derecho, cit., p. 107.
254
BOBBIO, N., «Le fonti del diritto in Kelsen», cit., p. 92.
105
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255
MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., pp. 33. Des-
de este enfoque, la serie de normas que determinan la creación de otras nor-
mas jurídicas y las normas determinadas se presentan «como una secuencia de
grados, o para decirlo con una imagen, como una jerarquía de actos». Y tales
diferencias de grado «permiten una cualificación de los actos como relativamente
superiores o inferiores», Ídem, p. 38. Vid. también BOBBIO, N., «Le fonti del
diritto in Kelsen», cit., pp. 99 y 100.
256
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 232.
257
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 157. Tam-
bién KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 245 y 246. La comprensión
de la distinción entre la función de creación y aplicación del Derecho como
una diferencia «relativa» se relaciona con la crítica kelseniana al concepto tra-
dicional de «fuente del derecho». En opinión de Kelsen fuente del derecho es
«toda norma superior, en su relación con la norma inferior cuya producción
regula … la constitución es la fuente … de las normas jurídicas generales pro-
ducidas; la norma jurídica general sería la fuente de la sentencia judicial que
la aplica representada por una norma individual; y también la sentencia judi-
106
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cial podría ser considerada fuente de las obligaciones y derechos que estatu-
yen entre las partes litigantes o de la autorización otorgada al órgano que tie-
ne que ejecutar esa sentencia», Ídem, p. 243.
258
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., pp. 174 y ss.
259
Esta afirmación implica «un ensanche» del concepto tradicional de pro-
ducción de Derecho que se extiende ahora a los actos jurídicos individuales
como la sentencia o la resolución administrativa, MERKL, A., «Prolegomeni alla
costruzione a gradi», cit., p. 47. Como es sabido, KELSEN, H., Teoría pura del
derecho, cit., pp. 246 y ss. entiende que también el establecimiento de normas
individuales es «creación de derecho» y rechaza tajantemente el carácter de-
clarativo que suele atribuirse a las sentencias judiciales afirmando su carácter
constitutivo.
260
De esta forma, se produce también «un ensanche del concepto de apli-
cación (o ejecución) del derecho» respecto de su uso tradicional generalmen-
te circunscrito «a la relación, entre la sentencia, o todo lo más el acto admi-
nistrativo individual, y la norma general», MERKL, A., «Prolegomeni alla
costruzione a gradi», cit., pp. 47 y 48.
107
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261
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 191.
262
Idem, p. 179 y LUZZATI, C., «Discretion and “Indeterminacy” in Kel-
sen´s Theory of Legal Interpretation» en GIANFORMAGGIO, L. (ed.), Hans Kel-
sen legal theory: a diachronic point of view, Giappichelli, Torino, 1990, 124-137,
pp. 129 y 130.
263
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 285.
264
Ciertamente, «las normas de cada grado superior delimitan —como ele-
mento de su contenido— un hecho que constituye creación de Derecho en un
grado inferior. Para que el proceso jurídico avance, precisa realizar realmente
el hecho determinado por la norma superior. Precisa que el parlamento adop-
te, en efecto, determinado acuerdo; que el monarca manifieste realmente su vo-
luntad en algún sentido; que los jueces dicten sentencias, etc.; en una palabra,
precisa realizar un acto psicofísico que sea el soporte de la norma inferior», KEL-
SEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 326.
108
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265
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 246.
266
KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 327.
267
Ibídem.
268
BOBBIO, N., «Kelsen e il potere giuridico», cit., p. 134.
269
PAULSON, S., «Per un’interpretazione soddisfacente di “statico” e “di-
namico” nella Teoria pura di Kelsen», cit., pp. 75 y 76. Vid. HART, H.L.A., El
Concepto de Derecho, cit., pp. 114 y ss. y MERKL, A., «Prolegomeni alla cos-
truzione a gradi», cit., pp. 4 y ss.
270
PAULSON, S., «Per un’interpretazione soddisfacente di “statico” e “di-
namico” nella Teoria pura di Kelsen», cit., p. 75.
109
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271
Los defectos que Merkl detecta en un sistema monádico son su abso-
luta rigidez, puesto que «no hay modo de emanar nuevas reglas», MERKL, A.,
«Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., p. 46, y su previsible ineficacia al
no contar con «la posibilidad del fracaso», esto es, con «la probabilidad» de que
las reglas regulativas «sean transgredidas en un número más o menos grande
de casos», Ídem, p. 14. Para solucionar el primer defecto se requiere la intro-
ducción de normas de autorización que añaden a la función directiva, desem-
peñada por las normas que imponen deberes, una función productiva. Para
solventar el segundo se necesita proseguir «el proceso jurídico más allá de la
ley» mediante una «declaración condicionada de voluntad orientada a la apli-
cación coactiva». Conviene precisar que Merkl parece no considerar concep-
tualmente necesaria la «concretización» de la ley, aunque afirma que la intro-
ducción de la «forma de normación individual, como grado intermedio entre
la ley y el acto coactivo» es característica del Estado moderno y resulta opor-
tuna por consideraciones prácticas relacionadas con la indeterminación de las
normas jurídicas generales y por razones de tutela jurídica, Ídem, p. 16.
272
Vid. sobre esta correspondencia KELSEN, H., «El Derecho como téc-
nica social específica», cit., pp. 169 y ss. Señala Kelsen que las etapas de la di-
námica legal «tienden a aumentar» de manera que cada una de estas fases tí-
picas puede dividirse, a su vez, en varios escalones, Ídem, p. 170. De cualquier
forma, Kelsen parece mantener posiciones contradictorias en torno al proble-
ma de «cuántos niveles o grados son necesarios para la existencia de un siste-
ma jurídico», DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su
concepción del orden jurídico como sistema normativo dinámico», cit.,
pp. 180 y 181, nota 17. Así, en algunos pasajes de su obra parece entender que
sólo los dos grados extremos de la pirámide jurídica la norma fundamental y el
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111
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274
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 154 y ESCUDERO AL-
DAY, R., Positivismo y moral interna del Derecho, Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales, Madrid, 2000, p. 139.
275
Vid. en este sentido KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Es-
tado, cit., pp. 306 y ss.
276
Vid. por ejemplo KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 245.
277
Como apunta RECASÉNS SICHES, L., Tratado General de Filosofía
del Derecho, Porruá, México, 14.ª ed., 1999, p. 314 el dictado de una norma in-
dividual es «una operación nueva que hay que llevar a cabo y que debe ser lle-
vada a cabo por alguien».
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278
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la Constitución» en KEL-
SEN, H., Escritos sobre democracia y socialismo, cit., pp. 111-112.
279
Ídem, p. 126. Sobre esta cuestión ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la mo-
tivación en el Derecho, cit., p. 69.
280
Advierte Kelsen que «toda norma de grado superior es una regla … de
creación de normas de orden inferior. Si la creación de las normas de ambos
grados está concentrada en un sola mano … existe el peligro de que el órgano
no se atenga demasiado estrictamente a la norma general por él mismo crea-
da al resolver un caso concreto, y piense que puede modificarla en todo tiem-
po a su arbitrio. De ese modo peligran la legalidad de la ejecución y, por rela-
ción a la seguridad jurídica, la previsibilidad de la misma», por ello, desde el
punto de vista del principio de legalidad se exige «que la legislación y la ejecución
o, en términos más generales: que la creación de las diversas zonas normati-
vas corresponda a órganos diferentes», KELSEN, H., Teoría General del Esta-
do, cit., pp. 336 y 337. Vid. una reflexión similar en ASÍS ROIG, R. de, El Juez
y la motivación en el Derecho, cit., p. 53.
281
Los órdenes jurídicos cuentan así con «agentes activos de la sistemati-
zación» que trabajan para evitar las distorsiones del sistema, CHEVALLIER, J.,
«L’ordre juridique» en AAVV, Le droit en procès, Presses Universitaires de Fran-
ce, 1983, pp. 7-50, p. 11.
113
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282
Vid. BOBBIO, N., «Kelsen e il problema del potere», cit., p. 115. En pa-
labras de Kelsen, «una norma pertenece a un orden jurídico solamente por ha-
ber sido instaurada conforme a lo que determina otra norma de ese orden», KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 243.
283
KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., pp. 312 y 313 y KELSEN, H.,
Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 232.
284
Ídem, p. 132.
285
BOBBIO, N., «Kelsen e il problema del potere», cit., p. 115.
286
BOBBIO, N., «Kelsen e il potere giuridico», cit., pp. 134-136.
287
GUASTINI, R., Distinguiendo, cit., p. 309.
114
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288
TARELLO, G., «Organización jurídica y sociedad moderna», cit., p. 136.
289
CARRINO, A., L'ordine delle norme: stato e diritto in Hans Kelsen,
Edizione Scientifiche Italiane, Napoli, 3.ª ed, 1992, pp. 33 y 35. También
BOBBIO, N., «Kelsen e il potere giuridico», cit., p. 125.
290
Según el paradigma nomodinámico «la característica saliente del
Derecho es el fenómeno de la autoridad … la institución de poderes de pro-
ducción y aplicación de normas o actos jurídicos», CELANO, B., «Justicia
procedimental pura y teoría del Derecho», Doxa, núm. 24, 2001, pp. 407-427,
p. 407.
291
CARRINO, A., L'ordine delle norme: stato e diritto in Hans Kelsen, cit.,
p. 333 sostiene que «no existen ordenamientos normativos modernos si no son
dinámicos».
292
Como es sabido, Kelsen define el Estado como «un orden jurídico re-
lativamente centralizado, esto es, un orden jurídico que para la creación y apli-
cación de sus normas establece órganos entre los que se dividen las funcio-
nes», KELSEN, H., «El concepto de orden jurídico», cit., p. 104. También
MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., p. 5 vincula la «dife-
rencia estructural» del Derecho con la presencia de «un ordenamiento de ór-
ganos al que llamaremos Estado».
115
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293
Por el contrario, un orden jurídico primitivo «no conoce ningún órgano
que funcione según el principio de la división del trabajo» por lo que «todos los
individuos cumplen con las funciones de creación y aplicación de las normas
legales», KELSEN, H., «El Derecho como técnica social específica», cit.,
p. 176. En todo caso, señala KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 164 que
en este último supuesto todo individuo «puede ser visto, al ejercer la función
para la que se le faculta como órgano». De nuevo esta consideración se vincu-
la con el concepto ontológico de sistema: la consideración de «órganos» de to-
dos los individuos es necesaria si se quiere ver el Derecho primitivo como un
orden normativo y no como un mero acontecer fáctico, KELSEN, H., Teoría Ge-
neral del Estado, cit., p. 350. De todos modos, Kelsen no deja de incurrir en al-
gunas vacilaciones al reconocer que «la conciencia de un orden social marcha
al compás del progreso jurídico» (Ibídem); al afirmar que «hay un mínimo de
división del trabajo al que no puede renunciar ningún orden jurídico (KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 164); y al advertir que cuando se atri-
buye a todos los individuos la realización de ciertas funciones jurídicas existe
un peligro evidente de anarquía, KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del
Estado, cit., p. 190.
294
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 168.
295
En efecto, en un orden descentralizado «si un individuo pretende ha-
ber sido perjudicado por la conducta de otro y el segundo lo niega, sigue sin
116
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117
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299
BOBBIO, N., «Kelsen e il potere giuridico», cit., p. 137.
300
AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes del derecho (y del or-
den jurídico), Ariel, Barcelona, 2000, p. 76.
301
Ibídem.
302
Como es sabido, para Kelsen este criterio consiste en la presuposi-
ción de la norma fundamental.
303
Ibídem.
304
WEINBERGER, O., «Nuove considerazione sulla teoria della nomo-
dinamica», cit., p. 42.
305
ROSS, A., «Sobre los conceptos de “Estado” y “órgano del Estado” en
el derecho constitucional», trad. de E. A. Vázquez en ROSS, A., El concepto de
validez y otros ensayos, cit., pp. 85-106, pp. 92 y ss.
118
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306
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de De-
recho, cit., p. 52.
307
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 245. Desde estos pará-
metros el tercer sentido de la idea de positividad relacionado con la condición
dinámica del sistema jurídico es «cualificado» respecto de la primera de las acep-
ciones al requerir que «el hecho o comportamiento productivo de derecho»
sea «identificable como hecho o acto creador de normas en base a una norma
superior». Así, para individualizar una norma «no basta con que haya sido
puesta en el primer sentido: también la orden de un bandido es puesta en aquel
sentido. Hace falta que la norma haya sido puesta en el tercer sentido, en el modo
y por el sujeto previsto por una norma superior. Este es el criterio kelseniano
para identificar las normas, el derecho válido». Y esta conexión entre las nor-
mas «mediada por un hecho previsto en la norma superior y productivo de la
inferior, permite pensar el conjunto de las normas como sistema», BARBE-
RIS, M., «La norma senza qualitá», cit. p. 428.
308
KELSEN, H., Teoria Generale delle Norme, cit., p. 167. Por el contra-
rio, «los individuos que no tienen la autorización no pueden aplicar o produ-
cir derecho. Sus actos no tienen objetivamente el carácter de producción o
aplicación de derecho también si subjetivamente nacen con esa intención»,
Ibídem. En la línea de Kelsen, señala ROSS, A., Sobre el Derecho y la Justicia,
trad. G. Carrió, Eudeba, Buenos Aires, 2.ª ed., 1997, p. 87: «todo poder políti-
co es competencia jurídica. No existe ningún poder desnudo independiente
del Derecho y de su fundamento».
119
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309
CELANO, B., «Justicia procedimental pura y teoría del Derecho», cit.,
p. 407.
310
LAPORTA, F., «Imperio de la ley y seguridad jurídica» en DÍAZ, E. y
COLOMER, I. (eds.), Estado, justicia, derechos, Alianza Editorial, Madrid, 2002,
pp. 105-132, p. 123.
311
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto,
Giappichelli, Torino, 1995, p. 125. En este sentido señala KELSEN, H., Teoría
General del Derecho y del Estado, cit., p. 116 que un individuo actúa como ór-
gano de la comunidad cuando «su actividad está determinada de una manera
específica por el orden mismo de la comunidad … La calidad de órgano que
un individuo tiene en la comunidad se funda completamente en su relación
con el orden de la misma».
120
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312
DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como sistema normativo dinámico», cit., p. 201.
313
Vid. sobre este sentido de la división de poderes GARCÍA DE ENTE-
RRÍA, E., Revolución francesa y administración contemporánea, Civitas, Ma-
drid, 4.ª ed., 1994, pp. 29 y ss.
314
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 51.
315
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 225. De nuevo, en pala-
bras de KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 226 y 227
«el poder estatal es el poder organizado por el derecho positivo, el poder del
derecho».
121
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316
CELANO, B., La teoria del diritto di Hans Kelsen, cit., pp. 370 y 371.
317
El poder racional es «el poder que se funda sobre reglas y que se ex-
presa exclusivamente por medio de reglas» y es característico del fenómeno del
Derecho cuyas normas cumplen «una función institutiva del poder», TARE-
LLO, G., «Organización jurídica y sociedad moderna», cit., p. 135. Es usual
destacar la conexión existente entre la teoría de la construcción gradual del
ordenamiento y la legitimidad legal-racional a la que se refiere WEBER, M., Eco-
nomía y Sociedad, trad. de J. Medina Echavarría, J. Roura Farella, E. Ímaz, E.
García Maynez y J. Ferrater Mora, Fondo de Cultura Económica- España, 2.ª
ed., 10.ª reimp., 1993, pp. 171 y ss. En opinión de BOBBIO, N., «Max Weber a
Hans Kelsen», cit., pp. 175 y 176 «la construcción gradual del ordenamiento
en la que culmina la teoría pura del Derecho, es una representación fiel o la re-
presentación más adecuada del estado legal-racional cuya formación constituye,
según Weber, la línea de tendencia del Estado moderno. En otras palabras, la
teoría estructural de Kelsen (estructural en el sentido de que define el Derecho
y, como consecuencia el Estado, a partir de la estructura del ordenamiento) se
presenta en estrecha conexión con la estructura del Estado moderno, entendido
weberianamente como Estado legal-racional».
318
Estas ideas serán analizadas con algún detalle en el siguiente Capítulo.
319
Se trata de que la organización del poder no sea ni «incognoscible» ni
«indescubrible», KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit.,
122
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324
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 306. Para
Kelsen «el poder ejecutivo, por una parte, y los poderes ejecutivo y judicial,
por la otra, solamente representan las diferentes etapas del proceso por el cual
el orden jurídico nacional es —de acuerdo con sus propias prescripciones—
creado y aplicado», Ibídem. En el mismo sentido MERKL, A., «Prolegomeni alla
costruzione a gradi», cit., pp. 52 y ss. y EBENSTEIN, W., La teoría pura del de-
recho, cit., pp. 202 y ss.
325
La acotación, como enseguida se comprobará, no resulta gratuita. La
relación de los requisitos procedimentales con la protección de derechos
a través del valor de la igualdad es puesta de relieve, por ejemplo, por PECES-
BARBA MARTÍNEZ, G., Curso de derechos fundamentales, cit., pp. 250 y
251.
326
KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 142.
124
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327
Por esta razón el grado inferior nunca resulta superfluo. Para KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 245 incluso en el caso de «la función
productora de derecho del tribunal» existe «un cierto grado discrecionalidad»
pues «la norma jurídica positiva general no puede predeterminar todos los
momentos que justamente aparecerán con las peculiaridades del caso con-
creto».
125
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personal» 328. Así, las diferentes tareas normativas que los órga-
nos jurídicos tienen que asumir se reparten —de nuevo, a tra-
vés de normas sobre la producción jurídica y, otra vez, por ra-
zones vinculadas con la viabilidad funcional de los sistemas
jurídicos— atendiendo a estos criterios, que se convierten en ele-
mentos delimitadores del ámbito en el que las autoridades ju-
rídicas pueden ejercer válidamente sus competencias. Pues bien,
la concurrencia en los sistemas jurídicos de normas que «deli-
mitan el objeto sobre el que una determinada competencia pue-
de ejercerse, circunscribiendo así la competencia en cuestión a
determinadas materias» 329 puede considerarse una primera ma-
nifestación de la importancia que las dimensiones sustantivas ad-
quieren en el funcionamiento de los sistemas jurídicos.
En todo caso, la tesis de la dinamicidad supone, ciertamen-
te, que «la determinación del órgano es el mínimo de aquello que
tiene que determinarse en la relación entre una norma superior
y otra inferior» 330. La exigencia de que las normas jurídicas sean
«puestas» implica la necesaria mediación de un acto normativo,
requisito que, desde el manejo de un concepto sistemático de De-
recho, significa que el elemento de la autoridad debe estar siem-
pre prefijado por las normas superiores. Ahora bien, ello no obs-
ta para que tales normas puedan disciplinar también otros
aspectos de las normas inferiores, entre ellos, su contenido, ni
para que tal determinación material pueda adquirir relevancia a
la hora de analizar su validez. La atención a algunos de textos de
Kelsen puede mostrar, sin perjuicio de que en el siguiente Capí-
tulo se vuelva sobre ello, que su concepción dinámica del orden
jurídico admite de manera no problemática esta posibilidad.
328
AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes del derecho, cit.,
p. 79. Precisamente KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 23 y ss. hace
referencia a los dominios de validez espacial, temporal, personal y material.
329
GUASTINI, R., Distinguiendo, cit., p. 328.
330
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 245. También MERKL, A.,
«Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., p. 47 considera que la presencia
del «elemento personal», la determinación del «órgano llamado a producir de-
recho», resulta «indispensable para cualquier producción jurídica».
126
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331
KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit., p. 401.
332
DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 188.
333
Vid. Idem, p. 73.
127
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334
STONE, J., Legal System and Lawyer’s reasonings, Maitland Publications,
Sydney, 2ª ed., 1968, pp 110 y 111.
335
KELSEN, H., «El profesor Stone y la Teoría Pura del Derecho», cit.,
pp. 73 y 74. Aclara además Kelsen que Stone confunde «la norma básica como
constitución en sentido lógico jurídico con la constitución en sentido jurídico-
positivo».
336
KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and Legal Positivism», cit.,
p. 401. Otra vez los ejemplos que pone Kelsen de relaciones de subsunción entre
normas jurídicas son, al igual que los que utiliza para dar cuenta de la relación
existente entre las normas de un sistema de tipo estático, silogismos entime-
máticos en los que hace falta una premisa interpretativa para operar la de-
ducción y, de nuevo, cabe señalar que esta comprensión deductivista de las co-
nexiones materiales entre las normas jurídicas se enfrenta con la consideración
128
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* * *
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CAPÍTULO II
LA DIMENSIÓN ESTÁTICA
DEL SISTEMA JURÍDICO
1
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
pp. 24 y 25.
131
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2
En esta línea entiende OPALEK, K., «Riesame della distinzione tra sis-
temi normativi statici e dinamici», cit., p. 21, oponiéndose a la consideración
de los sistemas jurídicos como sistemas dinámicos puros, que los Ordena-
mientos jurídicos de hecho existentes serán «más estáticos o más dinámicos».
132
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133
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3
El modelo de sistema puramente dinámico «sería una descripción de-
ficiente de la práctica jurídica, e incluso de la misma teoría de Kelsen», PÉREZ
BERMEJO, J. M., Coherencia y sistema jurídico, cit., p. 65.
134
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4
Afirma LYONS, D., Aspectos morales de la teoría jurídica. Ensayos sobre
la ley, la justicia y la responsabilidad política, trad. de S. Álvarez, Gedisa, Bar-
celona, 1998, p. 23 que el Derecho puede hacer algo más que regular los com-
portamientos pero «difícilmente puede hacer menos» pues «parte de la idea mis-
ma de sistemas de control social como el derecho es establecer y dictar líneas
de conducta que se espera sean cumplidas … El concepto de derecho implica
la idea de regular la conducta de una determinada manera mediante la fijación
de pautas de conducta». Por ello la función de regulación de las conductas ha
sido calificada de interna (ATIENZA, M., El sentido del Derecho, Ariel, Barce-
lona, 2001, pp. 154 y 155) o de primaria (BOBBIO, N., «El análisis funcional
del Derecho: tendencias y problemas» en BOBBIO, N., Contribución a la Teo-
ría del Derecho, cit., pp. 255-278, p. 274).
5
La aclaración resulta pertinente puesto que, en el ámbito de la Socio-
logía del Derecho, la expresión control social se suele vincular con técnicas re-
presivas de carácter conservador. La preferencia por unas u otras técnicas res-
ponde a consideraciones que tienen que ver con la legitimidad del poder y la
justicia del Derecho y que trascienden, por tanto, las coordenadas de nuestra
aproximación.
6
La primacía del punto de vista estructural sobre el funcional es subra-
yada por BOBBIO, N., en su clásico trabajo «Hacia una teoría funcional del De-
recho», Derecho, filosofía y lenguaje. Homenaje a Ambrosio L. Gioja, Astrea,
Buenos Aires, 1976, pp. 9-30. En él Bobbio apunta, además, el incipiente sur-
gimiento de una tendencia contraria que considera después en otros trabajos
rápida e intensamente desarrollada, BOBBIO, N., «El análisis funcional del
Derecho: tendencias y problemas», cit., p. 255.
135
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7
Vid. en este sentido ATIENZA, M., El sentido del Derecho, cit., p. 146.
8
CELANO, B., La teoria del diritto di Hans Kelsen, cit., pp. 15-51.
9
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 38.
10
Ídem, p. 44. A partir de estas reflexiones entiende BOBBIO, N., «Ha-
cia una teoría funcional del Derecho», cit., p. 12 que la teoría kelseniana no se
desentiende absolutamente del enfoque funcional, hasta el punto de que la
única definición del Derecho que ofrece es «incluso de índole funcional», Ídem,
p. 30. Vid. también GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamen-
tal, cit., p. 217.
11
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 6. Según
KELSEN, H., «El Derecho como técnica social específica», cit., p. 152 la dife-
rencia esencial entre el Derecho y otros órdenes normativos sociales radica en
«la manera de conseguir la conducta socialmente deseada». Para Kelsen el De-
recho se presenta como una técnica de motivación de conductas de carácter in-
directo apoyada en la fuerza, esto es, de carácter coactivo. Precisamente la
definición de las normas jurídicas como actos coercitivos explica el papel subor-
dinado y absolutamente marginal que Kelsen atribuye a las sanciones positi-
vas que considera, además, ligadas «por una relación esencial» con las nor-
mas que estatuyen actos coactivos, KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit.,
pp. 47 y 48. De nuevo, referir la coacción al conjunto del Ordenamiento jurí-
136
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dico permitiría dar cuenta de la importancia que en los sistemas jurídicos ac-
tuales revisten las técnicas promocionales de regulación de los comporta-
mientos.
12
Vid. al respecto, CHEVALLIER, J., «L’ordre juridique», cit., p. 28 y RAZ,
J., El concepto de sistema jurídico, cit., p. 19. Por esta razón esta función se si-
túa entre los propósitos directos del Derecho, esto es, entre «aquéllos que se ase-
guran por la propia conformidad con el derecho» frente a los propósitos indi-
rectos que se definen como «aquellas ulteriores consecuencias» que tal
conformidad trata de asegurar, RAZ, J., «El estado de derecho y su virtud» en
RAZ, J., La autoridad del Derecho, trad. y notas de R. Tamayo y Salmorán,
UNAM, México, 1982, pp. 263-285, p. 280.
13
Vid. por ejemplo PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Introducción a la Fi-
losofía del Derecho, cit., p. 55 y ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el
Derecho, cit., p. 38.
14
Según PATTARO, E., Elementos para una Teoría del Derecho, cit., p. 59
son tres los ingredientes de los que se sirve Kelsen «para edificar su concepto
de Derecho» que se sitúan en «tres aspectos diferentes» del fenómeno jurídi-
co: el aspecto formal que ubica al Derecho en el ámbito de la normatividad, el
aspecto material «que distingue específicamente el derecho, dentro del ámbi-
to de la normatividad por el contenido de sus normas, que siempre es la coac-
ción» y el aspecto funcional en el que el Derecho se presenta como «una téc-
nica social específica».
15
Ídem, p. 58. Cabe advertir que «la concepción del derecho como una
técnica de control social revaloriza las normas que Kelsen llama secundarias
… Si la imputación de una sanción (norma primaria en Kelsen) no es un fin
en sí mismo, sino que responde al objetivo de impedir el comportamiento al
que se imputa la sanción … la prescripción de evitar el comportamiento al que
viene imputada la sanción tendrá una importancia al menos igual a la reconocida
137
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a la imputación de la sanción», Ídem, p. 89. BOBBIO, N., «Hacia una teoría fun-
cional del Derecho», cit., p. 16 destaca que Kelsen ofrece una «definición fun-
cional del concepto de sanción», Vid. en este sentido KELSEN, H., Teoría Ge-
neral del Derecho y del Estado, cit., p. 58.
16
RAZ, J., «El Estado de Derecho y su virtud», cit., p. 267. En una línea
similar ENGISH, K., Introducción al pensamiento jurídico, trad. de E. Garzón
Valdés, Guadarrama, Madrid, 1967, p. 44 y SOPER, Ph., Una teoría del derecho,
trad. de R. Caracciolo y S. Vera, Centro de Estudios Políticos y Constituciona-
les, Madrid, 1993, p. 162.
17
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
p. 224.
18
FULLER, L., La moral en el Derecho, trad. de F. Navarro Trillas, Méxi-
co, 1967, pp. 51 y ss. La moral externa del Derecho, a diferencia de la interna,
138
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hace referencia a los objetivos sustantivos que pretenden alcanzarse con esa su-
jeción. Conviene precisar que la visión de estas exigencias asumida en el pre-
sente trabajo coincide con la concepción de Fuller en algunos aspectos, pero
difiere en otros que tienen que ver con la justificación de tales notas, con las
consecuencias que se derivan de la articulación del Derecho de acuerdo con es-
tos rasgos y con la afinidad que, finalmente, este autor establece entre la mo-
ral interna y la moral externa del Derecho.
139
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19
Tomo esta distinción de ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los
modelos de Estado de Derecho, cit., pp. 20 y ss. Según este autor, las concepciones
funcionalistas «se centran únicamente en el estudio de la función del Derecho
como técnica normativa de control social, extrayendo de aquí una serie de ca-
racterísticas que lo definirían». Por su parte, las concepciones finalistas «su-
brayan la necesidad de la consecución de determinados fines por el Derecho,
con lo que aumentan las exigencias en su definición», Ídem, p. 20.
20
Ídem, pp. 47 y 48.
21
Vid., entre otros, PUFENDORF, S., Le Droit de la Nature et des Gens, trad.
de J. Barbeyrac, Amsterdam, 1734, t. II. Lib. VII, cap. IX, y LOCKE, J., Se-
gundo Tratado sobre el Gobierno Civil, trad. de C. Mellizo, Alianza, Madrid,
3.ª reimp., 2004, pp. 141 y ss.
22
Vid. sobre la aparición y el desarrollo histórico de estos rasgos, PECES-
BARBA MARTÍNEZ, G. y FERNÁNDEZ GARCÍA, Eusebio (dirs.) Historia de los
derechos fundamentales. Tránsito a la modernidad y derechos fundamentales,
Tomo I, Dykinson, Madrid, 1998, pp. 205 y ss. y PECES-BARBA-MARTÍNEZ,
G., FERNÁNDEZ GARCÍA, Eusebio y ASÍS ROIG, R. de (dirs.) Historia de los
derechos fundamentales, Tomo II, Vol. I, Dykinson, Madrid, 2001, pp. 77 y ss.
23
La seguridad jurídica con la que se relacionan estos rasgos es la de-
nominada por RADBRUCH, G., El espíritu del derecho inglés, trad. de F. Vela,
Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1958, p. 59 «seguridad del Derecho mismo»
140
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que implica que el propio Derecho sea una magnitud segura. En todo caso, es-
tas exigencias repercuten también en la dimensión de este principio que PE-
CES-BARBA MARTÍNEZ, G., «La seguridad jurídica desde la filosofía del De-
recho» en PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Derecho y derechos fundamentales,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993, pp. 263-279, pp. 271-273
denomina «seguridad jurídica en relación con el poder».
24
El principio de «igualdad ante la ley» —que sintetiza la idea de igual-
dad formal— requiere, en primer lugar, la generalidad y abstracción de las nor-
mas jurídicas, que suele vincularse con la igualdad de trato formal, PÉREZ
LUÑO, A-E., Dimensiones de la igualdad, Cuadernos del Instituto «Bartolomé
de las Casas», Dykinson, Madrid, 2005, p. 22. Desde un planteamiento más
complejo, se incluyen también en la idea de igualdad formal la igualdad como
equiparación, que reclama considerar irrelevantes ciertas desigualdades, y la
igualdad como diferenciación, que exige tenerlas en cuenta para lograr una
equiparación real y que enlaza con la igualdad material, Ídem, pp. 24 y ss. To-
das estas dimensiones suelen considerarse integrantes de la idea de igualdad
en la ley puesto que se refieren a su estructura y/o a su formulación. De otro lado,
cabe hacer referencia a la exigencia de igualdad en la aplicación de la ley, que
requiere que las normas sean aplicadas de un modo igual y exige, por tanto,
que el aplicador siga los mismos procedimientos y no establezca diferencias no
previstas en las propias normas, Ídem, p. 21.
25
El imperio de la ley, «en su sentido más fuerte» consiste en la exigen-
cia de que «también las autoridades y no sólo nuestros conciudadanos, se so-
metan a normas jurídicas preestablecidas. Imperio de la ley es sobre todo y en
su significado más relevante sometimiento del poder al Derecho», LAPORTA,
F., «Imperio de la ley y seguridad jurídica», cit., p. 121.
26
Sobre las conexiones de los elementos de la moral interna con estas no-
ciones puede verse ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del De-
recho, cit., pp. 417 y ss. y PÉREZ LUÑO, A.-E., La seguridad jurídica, Ariel,
Barcelona, 1991, pp. 22 y ss. La conexión del concepto de sistema con estas ide-
as está presente en la aproximación de WEBER, M., Economía y sociedad, cit.,
pp. 604 y ss. Claramente representativa de la asunción de una posición de tipo
finalista es la visión sistemática de CANARIS, C-W., El sistema en la jurispru-
dencia, trad. de J. A. García Amado, Fundación Cultural del Notariado, Ma-
drid, 1998, pp. 24 y ss.
141
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27
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 22.
28
De cualquier forma, también en la actualidad encontramos plantea-
mientos que manejan una comprensión material fuerte de estos conceptos,
Vid. en relación con la seguridad jurídica PÉREZ LUÑO, A.-E., La seguridad ju-
rídica, en especial pp. 17 y ss.
29
CATTANEO, M., Iluminismo e legislazione, Comunitá, Milano, 1966.
Sobre la idea de certeza en la cultura jurídica ilustrada Vid. DE LUCAS, J., «La
ley como instrumento de certeza en la Revolución de 1789. El modelo del Code
de Napoleon», Anuario de Filosofía del Derecho, 1989, pp. 129-134.
30
ANSUÁTEGUI ROIG, F. J., Poder, Ordenamiento jurídico, derechos,
Cuadernos del Instituto Bartolomé de las Casas, Dykinson, Madrid, 1997, pp. 73
y 74. El autor que con más claridad expresa esta idea es, posiblemente,
ROUSSEAU, J. J., «El contrato social» en ROUSSEAU, J. J., Del contrato social,
trad. de M. Armiño, Alianza, Madrid, 1.ª reimp., 2000, Libro II, Caps. VI, VI y XI.
31
Destaca el ligamen entre la ley y el concepto de libertad en el pensa-
miento ilustrado CATTANEO, M., Iluminismo e legislazione, cit., p. 34 y pp. 87
142
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143
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34
Importa precisar que, aunque la versión finalista débil de estas ideas
suele presentarse como una visión formal, se trata, en realidad, de una con-
cepción que incluye referencias materiales, ASÍS ROIG, R. de, Una aproxima-
ción a los modelos de Estado de Derecho, cit., p. 63, nota 152.
35
Para aclarar el sentido que posee en este contexto el calificativo «for-
mal» puede resultar de utilidad recurrir a FULLER, L., La moral en el derecho,
cit., pp. 110 y 111. Este autor califica a la moral interna como «una versión pro-
cesal del derecho natural» advirtiendo que, «para evitar un malentendido, debe
darse a la palabra “procesal” un sentido especial y amplio a fin de que com-
prenda, por ejemplo, un acuerdo substantivo entre la acción oficial y la ley
promulgada». En todo caso, «el término procesal es adecuado de una manera
general para indicar que lo que nos importa no son los objetivos substantivos
de las normas legales, sino las formas en que debe ser creado y administrado
un sistema de leyes para gobernar la conducta humana». Ya se ha señalado
que Fuller, finalmente, concede relevancia a estos objetivos al entender que
«aunque el reconocimiento de la moralidad interna del derecho puede apoyar
y dar eficacia a una extensa variedad de fines sustanciales, no deberá hacernos
creer que puede adoptarse cualquier fin sustancial sin comprometer la legali-
dad», Ídem, pp. 176 y 177.
144
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36
Indica DÍAZ, E., Sociología y Filosofía del Derecho, cit., pp. 42 y 43 que
las exigencias de la seguridad jurídica y los principios de jerarquía normativa,
irretroactividad etc. «aunque hayan sido también conquistas históricas, apa-
recen hoy como principios derivados de la propia coherencia interna del or-
denamiento jurídico», esto es, como «algo que aparece irremediablemente
cuando comienza a hablarse de lo que el Derecho es y de lo que el Derecho
hace en la sociedad», siempre que se entienda que el Derecho es un sistema de
normas y que lo que hace es regular los comportamientos humanos. En un
sentido similar, Vid. ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica. Una teoría
formal, Dykinson, Madrid, 2000, p. 72.
37
LYONS, D., Aspectos morales de la teoría jurídica, cit., p. 129.
38
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 105. También CHEVALLIER, J., «L’ordre juridique», cit., p. 12 con-
sidera que el Derecho «no podría cumplir la función que le incumbe en la so-
ciedad» si no se articulara como sistema y afirma que «la sistematicidad del
Derecho posee, en este sentido, una función “instrumental”».
39
ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del derecho, cit.,
p. 492. En la misma línea KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico
entre orden y desorden, cit., p. 94 apuntan que los elementos de la moral inter-
na del Derecho son indisociables de la idea de sistematicidad formal que ma-
neja Weber. El propio FULLER, L., La moral en el derecho, cit., pp. 124-132 in-
cide en esta conexión cuando afirma que la estructura formal del Derecho es
el resultado de la actividad que se pretende llevar a cabo a través de las normas
jurídicas.
145
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40
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 127.
41
ASÍS ROIG, R, de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., pp. 42 y ss.
42
Ídem, p. 43. Así, «podemos convenir en que un destornillador es una
herramienta cuya principal función es apretar y desapretar tornillos. En este
sentido, la “eficacia técnica” del destornillador implicará que este reúna una
serie de características que le permitan llevar a cabo esa función», Ídem,
p. 44. En la misma línea RAZ, J., «El estado de derecho y su virtud», cit.,
pp. 281 y 282: «al igual que otras herramientas, máquinas e instrumentos, una
cosa no es del tipo salvo que tenga, al menos, alguna posibilidad de realizar su
función. Un cuchillo no es cuchillo salvo que tenga, al menos alguna posibili-
dad de cortar. El derecho para ser derecho debe ser capaz de guiar el compor-
tamiento».
146
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43
ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo jurídico y moral interna del Dere-
cho, cit., p. 238.
44
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 45 La
eficacia real del destornillador dependerá «de que esa herramienta se utilice
realmente» y, del mismo modo, «el logro del control social no sólo se consigue
con una herramienta en principio técnicamente correcta. Es necesario que esa
herramienta se utilice. Esto en relación con el Derecho exige que el Derecho
se cumpla, que se haga valer», Ídem, pp. 44 y 45.
45
Ídem, p. 47.
46
El destornillador «puede ser utilizado para apretar o desapretar tornillos
de una máquina que tiene como finalidad destruir vidas o, por el contrario,
favorecer su mantenimiento», Ídem, p. 44, nota 20. Y de ello puede depender
el que se esté más o menos dispuesto a utilizar esta herramienta.
47
Vid. RAZ, J., «El estado de derecho y su virtud», cit., p. 281.
147
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fin» 48. Vistas así las cosas, la presencia de estos rasgos se con-
sidera necesaria para lograr cualquier objetivo que el Derecho
esté interesado en alcanzar, pero el concepto de lo jurídico que
se maneja no queda adscrito a la consecución de fines especí-
ficos.
En todo caso, conviene aclarar que, como proyección del
carácter gradual del concepto de eficacia, la concurrencia de los
rasgos sistemáticos y funcionales no se exige de modo absolu-
to, si bien se requiere un mínimo de adecuación del Derecho a
estas exigencias que posibilite el logro de un éxito razonable
en el desempeño de su función 49. Como se tendrá ocasión de
comprobar, esta dimensión gradual diferencia también la con-
cepción de los rasgos de lo jurídico que aquí se maneja de
su comprensión tradicional, que los afirma como dogmas ab-
solutos.
48
KELSEN, H., «El Derecho como técnica social específica», cit., p. 158.
Opina KELSEN, H., La teoría pura del derecho. Método y conceptos fundamen-
tales, trad. de L. Legaz y Lacambra, Editorial Revista de Derecho Privado, Ma-
drid, 1933, p. 29 que a través de la técnica del Derecho «puede perseguirse
cualquier finalidad social. El Derecho no constituye sino un medio específico,
un aparato coactivo que, en sí mismo considerado, carece de todo valor ético
o político, porque su valor depende del fin trascendente al Derecho». Ahora
bien, Kelsen no permanece del todo neutral en cuanto a este fin. En su cons-
trucción parece existir «un supravalor que da sentido “funcional” al Derecho:
el orden o la paz social», GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fun-
damental, cit., p. 218. Vid. en este sentido, KELSEN, H., Teoría General del De-
recho y del Estado, cit., pp. 15 y 16. En la segunda edición de la Teoría pura del
derecho, cit., pp. 50-53 KELSEN, H., introduce una corrección «no leve» que
«consiste en refutar la paz como fin del Derecho y en poner en su lugar un
concepto bastante más genérico y menos comprometedor, como es el de “se-
guridad colectiva”», Vid. BOBBIO, N., «Estructura y función en la teoría del
Derecho de Kelsen», cit., p. 259. También considera relevante este cambio LO-
SANO, M., «De la primera a la segunda edición de la “Teoría pura del dere-
cho”» en LOSANO, M., Teoría pura del derecho. Evolución y puntos cruciales,
cit., pp. 29-46, pp. 40-42.
49
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 50. Vid. también RAZ, J., «El estado de derecho y su virtud», cit.,
p. 279. El carácter gradual de estas exigencias es subrayado ya por FULLER, L.,
La moral en el derecho, cit., p. 52.
148
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50
Advierte ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Esta-
do de Derecho, cit., p. 62, nota 148 que «no es lo mismo justificar la predecibi-
lidad sobre la base de la autonomía individual que sobre la base de la simple
eficacia de los mandatos».
51
ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., p. 71. La seguridad ju-
rídica se justifica ahora vinculada «simplemente con la exigencia de eficacia
que acompaña a la contemplación del Derecho como técnica de control so-
cial», ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Derecho,
cit., 63. Comparten esta visión funcional y no moral de la seguridad jurídica,
COTTA, S., «La certezza di essere nel diritto» en La Certezza del Diritto. Un va-
lore a ritrovare, Giuffré, Milano, 1993, pp. 77-89, p. 77 y CORSALE, M., Certezza
del Diritto e crisi di legittimità, Giuffré, Milano, 1979, p. VII. Desde este enfo-
que, la seguridad jurídica no es más que la consecuencia «de un conjunto de
técnicas encaminadas a garantizar la propia consistencia del sistema para
sus destinatarios y operadores», HIERRO PESCADOR, L., «Seguridad jurídica
y actuación administrativa» en HIERRO PESCADOR, L., Estado de Derecho: pro-
blemas actuales, Fontamara, México, 2001, pp. 59-77, pp. 60 y 61.
149
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52
Entendida en términos funcionales la igualdad formal no incluye la
prohibición de discriminación y, menos aún, las dos manifestaciones «más
complejas» de esta exigencia a las que antes me referí. Se trata de tres dimen-
siones vinculadas con una aproximación de tipo finalista.
53
LAPORTA, F., «El principio de igualdad: introducción a su análisis», Sis-
tema, núm. 67, 1985, pp. 3-32, pp. 7 y 8. De cualquier forma, como se verá, no
se trata de una dimensión rigurosamente lógica.
54
Esta forma de entender el imperio de la ley se identifica con el senti-
do descriptivo de la idea de Estado de Derecho al que alude PECES-BARBA
MARTÍNEZ, G., Ética, Poder y Derecho, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1995, p. 95; con el concepto restringido de Estado de Derecho que
maneja ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de De-
recho, cit., pp. 43-54; o con la concepción instrumental del Rule of Law a la que
hace referencia RADIN, M., «Reconsidering the Rule of Law» en SCHAUER,
F. (ed.), Law and Language, Darmouth, Aldershot, 1993, pp. 273-311, pp. 283
y 284.
55
ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del Derecho, cit.,
p. 446.
150
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56
La justificación en clave finalista está presente en el planteamiento del
padre de este principio Vid. MONTESQUIEU, Del espíritu de las leyes, Segun-
da Parte, Libro XI, Cap. VI. Y también en su principal precedente LOCKE, J.,
Ensayo sobre el gobierno civil, cit., pp. 110 y ss. No obstante, en la doctrina de
la separación de poderes de Montesquieu procede diferenciar dos aspectos:
una teoría descriptiva, que se presenta «como una clasificación de los poderes
individualizables en toda posible constitución» y una teoría política que esta-
blece quiénes deben asumir tales poderes y cómo deben estar distribuidos para
asegurar la libertad, que exige la primacía del poder legislativo depositado
en manos el Parlamento y la total anulación del poder de los jueces, TARE-
LLO, G., Le ideologia della codificazione nel secolo XVIII, Edizione Culturali In-
ternazionali, Genova, pp. 278 y 279.
57
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., pp. 21 y 22 y ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho,
cit., pp. 52-54.
58
El problema de la división del trabajo se relaciona entonces «con la
posibilidad de cumplimiento de las funciones del Estado (y del Derecho)»,
LOEWSTEIN, K., Teoría de la Constitución, trad. de A. Gallego Anabiarte, Ariel,
Barcelona, 1986, p. 68.
59
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 53. Para
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la constitución», cit., p. 131 la dis-
tribución del poder, no es sólo una exigencia necesaria para evitar la concen-
tración de poder en un solo órgano —«que sería perjudicial para la democra-
cia»— sino que, según ya se dijo, se considera imprescindible para «garantizar
la regularidad de la actuación de los diferentes órganos».
60
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 21.
151
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61
Ciertamente, «sin un mínimo de racionalidad (predecibilidad, regula-
ridad) sería imposible hablar de un orden jurídico», ROSS, A., Sobre el Dere-
cho y la Justicia, cit., p. 346. Así, «la idea de sistema aplicada a la relación en-
tre Poder y Derecho supone establecer unos límites al ejercicio normativo del
poder», ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 19. En el mismo sentido CHEVALLIER, J., «L’ordre juridique», cit.,
p. 11. E, igualmente, las exigencias derivadas de la consideración funcional
del Derecho se vinculan «de forma inherente a la propia labor de creación y apli-
cación normativa», ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del De-
recho, cit., p. 238
62
Sin estos límites «realmente no habría forma de diferenciar entre el
Derecho y los mandatos de una banda de ladrones», ASÍS, R. de, El Juez y la mo-
tivación en el Derecho, cit., p. 49
63
Ídem, p. 48.
152
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64
Indica TROPER, M., «Sistema jurídico y Estado», cit., p. 153: «un sis-
tema exclusivamente dinámico sería un sistema de delegación. Como ningún
déspota puede ejercer por sí mismo la totalidad del poder (es decir, emitir to-
dos los mandatos) puede habilitar a unos funcionarios para que tomen deci-
siones, por ejemplo en una provincia. El contenido de tales decisiones no está
prescrito y los funcionarios disponen a ese respecto de un poder totalmente dis-
crecional. El déspota puede en todo momento despojarles de su poder, dero-
gar o reformar sus decisiones. En un sistema semejante, cada funcionario jus-
tifica sus actos por la delegación que ha recibido, actúa en nombre del déspota.».
65
Vid. OPALEK, K., «Riesame della distinzione tra sistemi normativi sta-
tici e dinamici», cit., p. 33 y LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in
Kelsen», cit., p. 182.
153
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66
Vid. RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1990, p. 65. En efecto, la ejecución de las senten-
cias judiciales y de las resoluciones administrativas se lleva a cabo por medio
de actos «a través de los cuales no se establece ninguna norma» y que, por tan-
to son «de simple aplicación», KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del
Estado, cit., p. 158. Se trata de actos que «imponen físicamente el Derecho»,
RAZ, J., Razón práctica y normas, trad. de J. Ruiz Manero, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1991, p. 154.
154
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67
Por destinatario o sujeto pasivo de la norma entiende VON WRIGHT, G. H.,
Norma y Acción, cit., p. 93 el agente «a quien la prescripción se dirige o se
da».
68
El contenido de una norma consiste en «aquéllo que debe o puede o tie-
ne que hacerse o no hacerse. El contenido de una prescripción es en conse-
cuencia la cosa prescrita (mandada, permitida o prohibida)», Ídem, p. 88.
69
Según V. Wrigth, «la mención del componente que llamamos ocasión
... es normalmente la mención de una localización, es decir, un lugar o un lap-
so de tiempo», Ídem, p. 95.
70
Vid. BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 143 y en el mismo
sentido BOBBIO, N., «Para una clasificación de las normas jurídicas» en
BOBBIO, N., Contribución a la Teoría del Derecho, cit., pp. 283-295, p. 284.
71
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 143. Apunta ARCOS RA-
MÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., p. 224 que la ambigüedad detectada por
Bobbio estaba ya presente en las primeras formulaciones históricas de la idea
de generalidad. En todo caso, la falta de precisión del concepto de norma ge-
neral es aún más acusada en la cultura jurídica ilustrada que lo emplea tam-
155
01_SISTEMA_JURIDICO:16998_01 10/11/08 20:15 Página 156
bién para hacer alusión al carácter «general» del sujeto activo. BOBBIO, N.,
«Para una clasificación de las normas jurídicas», cit., pp. 285 y 286 propone de-
nominar a estas prescripciones con sujeto activo general, que emanan de todos
los componentes de un grupo social, prescripciones colectivas frente a las pres-
cripciones con sujeto activo individual emitidas por un solo individuo a las
que llama personales. La exigencia de generalidad referida al elemento de la auto-
ridad normativa se conecta con el criterio de legitimidad democrático por lo
que rebasa el marco de nuestra aproximación.
72
Ídem, p. 284.
73
Ídem, p. 289. KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit.,
p. 44 define una norma general como aquélla que se refiere «a una clase de
sucesos» o «a actos u omisiones de una cierta clase»; como una «norma que en-
laza a ciertos supuestos abstractamente determinados consecuencias también
abstractas» e indica, además, que una norma individual es «una norma que
tiene como destinatario a un solo individuo» por lo que parece que la genera-
lidad alude también, a la universalidad de los destinatarios.
74
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 144.
156
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75
BOBBIO, N., «Para una clasificación de las normas jurídicas», cit.,
p. 293.
76
Frente a una prescripción individual «una prescripción general sirve me-
jor para realizar otro de los fines fundamentales al que el ordenamiento jurí-
dico debería tender: el valor de la igualdad … La principal garantía de la má-
xima que se dice o se cree fundamenta nuestros ordenamientos jurídicos civiles:
“La ley es igual para todos”, es la generalidad de las normas jurídicas, el hecho
de que las normas jurídicas se dirijan no a tal o cual ciudadano singularmen-
te considerado sino a la generalidad de los ciudadanos, es decir, a un tipo abs-
tracto de participantes en la vida social», Ídem, p. 292.
77
Por su parte, a «una prescripción abstracta … se le atribuye la capaci-
dad de realizar un fin al que ningún ordenamiento jurídico desarrollado con-
sidera que puede renunciar: el fin de la certeza ... precisamente la consideración
por parte del legislador de una acción tipo, que es en lo que consiste la abs-
tracción, permite la satisfacción de esta exigencia», Ídem, pp. 292 y 293.
78
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 144.
157
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79
LAPORTA, F., «Imperio de la ley y seguridad jurídica», cit., p. 111. De
cualquier forma, especialmente a partir de la aportación de Austin, es común
otorgar un mayor protagonismo a la generalidad del comportamiento pres-
crito que a la generalidad de los destinatarios en la definición del concepto de
regla. En palabras de AUSTIN, J., El objeto de la jurisprudencia, trad. de J. R.
de Páramo Argüelles, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
2002, p. 41: «un mandato es una ley o regla cuando obliga generalmente a
acciones u omisiones de una clase. Pero cuando obliga a una acción u omisión
específica o a acciones u omisiones determinadas específica o individualmente
es un mandato ocasional o particular». Apoyándose en Austin entiende
BOBBIO, N., «Para una clasificación de las normas jurídicas», cit., p. 290 que
lo que caracteriza a una regla no es lo que él denomina generalidad sino la
abstracción y destaca que Kelsen concede también «mayor peso al proceso de
concreción de lo que es abstracto que al de individualización de lo que es ge-
neral» en la concepción de la noción de regla, Ídem, p. 289. Así, en la Teoria Ge-
nerale delle Norme, cit., p. 10 advierte KELSEN, H. que el carácter individual
o general de las normas depende de que contemplen como debido un com-
portamiento «individualmente determinado» o «determinado en vía general»
y no de si se dirigen a un sujeto o sujetos «individualmente determinados» o
«a una categoría de personas».
80
SCHAUER, F., Las reglas en juego, trad. de C. Orunesu y de J. L. Ro-
dríguez, Marcial Pons, Madrid, 2004, p. 76 y ss.
158
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81
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 44. Tam-
bién MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., p. 22 apunta que
las normas generales «son observables y aplicables en una pluralidad indeter-
minada de casos».
82
OPALEK, K., «Riesame della distinzione tra sistemi normativi statici
e dinamici», cit., p. 33.
83
WRÒBLEWSKI, J., «System of Norms and Legal System», cit., p. 226.
84
Conviene precisar que la visión del sistema jurídico como un sistema
puramente dinámico es exponente de una concepción sólo parcialmente deci-
sionista del Derecho, puesto que, frente a las concepciones radicales entre las
que suele mencionarse el realismo jurídico norteamericano, entiende que el
Derecho no está formado sólo por decisiones individuales sino también por
159
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reglas formales que señalarían quiénes disponen del poder para emitir tales
decisiones.
85
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., 159. Ya se in-
dicó que la teoría de la construcción gradual surge en gran medida de la afir-
mación del carácter normativo de las normas jurídicas individuales.
86
Ídem, p. 44.
87
Ibídem.
160
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88
Ídem, pp. 44 y 45 y p. 159.
89
CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídica, cit., p. 181. Vid.
por ejemplo KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 160.
En la línea de Kelsen Vid. BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 145
y RECASÉNS SICHES, L., Tratado General de Filosofía del Derecho, cit.,
pp. 312 y ss.
90
Es, precisamente, en esta dimensión aplicativa donde se manifiesta
con mayor vigor el fenómeno de la «autoproducción del Derecho». En el De-
recho como sistema normativo dinámico «no es suficiente que una regla general
inflinja sanciones a quien se comporte de una cierta manera» sino que tal re-
gla «debe ser continuamente puesta en práctica a través de una ininterrumpi-
da, y virtualmente sin fin, secuencia de decisiones tomadas por los órganos
del nivel inferior de la Stufenbau. Un incesante continuum de nuevos actos de
“determinación” (decisiones) son necesarios para aplicar el derecho a los ca-
sos concretos», LUZZATI, C., «Discretion and “Indeterminacy” in Kelsen´s
Theory of Legal Interpretation», cit., pp. 129 y 130.
161
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91
RECASÉNS SICHES, L., Tratado General de Filosofía del Derecho, cit.,
p. 319.
92
A propósito de esta cuestión señala ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo
y moral interna del Derecho, cit., p. 45 que «aunque efectivamente dentro del sis-
tema puedan darse órdenes particularizadas como forma de regulación y control
de ciertas conductas, éstas lo son siempre como consecuencia de que previa-
mente se ha dispuesto una norma general que determina el tipo de conducta a
seguir por la generalidad de los sujetos, es decir, que permita llevar un tipo de con-
trol individualizado». Vid. en este sentido HART, H.L.A., El Concepto de Derecho,
cit., p. 27 y AUSTIN, J., El objeto de la jurisprudencia, cit., p. 43 quien traza una
relación similar entre las reglas y los mandatos ocasionales o particulares.
93
Afirma BOBBIO, N., «Para una clasificación de las normas jurídicas»,
cit., p. 291 que «una clasificación no es una graduación» y destaca la distinta
importancia que, en la construcción piramidal del Ordenamiento, Kelsen atri-
buye a las normas generales y abstractas, colocadas en los planos superiores,
y a las normas individuales y concretas, ubicadas en los planos inferiores.
162
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94
En contra LAPORTA, F., «El imperio de la ley», cit., p. 140 considera
que la opción por el normativismo, frente al decisionismo, se proyecta sobre
el Derecho «que debe ser» y entiende que lo que Derecho debe ser es «un con-
texto paramétrico propicio para el desarrollo de la autonomía individual».
95
Vid. ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., pp. 221 y ss.
96
GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
p. 177. También ROSS, A., Sobre el Derecho y la justicia, cit., p. 338 indica que
el primer presupuesto integrante de la igualdad formal consiste en la «exis-
tencia de una regla como fundamento de una decisión».
163
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97
De nuevo afirma Ross, «la exigencia formal de regularidad o racio-
nalidad, y nada más, es lo que surge del primero de los dos elementos conte-
nidos en las fórmulas de justicia, o sea, la pura exigencia de igualdad. Es evi-
dente que esta exigencia formal no puede jamás justificar la pretensión de que
una regla ha de ser preferida a otra. Cualquiera que sea el contenido de la re-
gla, la exigencia de regularidad queda satisfecha», Ídem, p. 339.
98
PERELMAN, Ch., Justice et raison, Editions de l’Université de Bruxe-
lles, Bruxelles, 2.ª ed., 1972, cit., p. 26. Por ello, «la discriminación racial, reli-
giosa o de cualquier otra manera, no sólo es compatible, sino frecuentemente
institucionalizada por normas generales», RAZ, J., «El estado de derecho y su
virtud», cit., p. 270. Vid., en la misma línea, LAPORTA, F., «El principio de
igualdad: introducción a su análisis», cit., pp. 6 y ss.
99
KELSEN, H., «¿Qué es justicia?», cit., p. 51.
100
Vid. GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
p. 178.
101
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 260. En un sentido simi-
lar LOMBARDI, L., Saggio sul diritto giurisprudenziale, cit., pp. 573 y 574 de-
fine la certeza «como la cognoscibilidad de la norma general; o mejor, y más
comprensivamente: como cognoscibilidad de la situación jurídica individual (y
por tanto predecibilidad de la norma jurisdiccional individual) sobre la base
de la norma general».
164
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102
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 260.
103
Se trata de la certeza de orientación a la que se refiere LOMBARDI,
L., Saggio sul diritto giurisprudenziale, cit., pp. 574-577.
104
Por identificar la seguridad jurídica con «la mera existencia de la le-
galidad positiva» y afirmar que «la vigencia de un sistema legal, por injusto
que pueda parecer garantiza una determinada seguridad jurídica» PÉREZ
LUÑO, A.-E., La seguridad jurídica, cit., p. 59 rechaza las concepciones positi-
vistas de esta noción que considera encuentran su «más acabada formulación»
en la construcción de Kelsen.
105
RECASÉNS SICHES, L., Tratado General de Filosofía del Derecho, cit.,
pp. 216-218. Señala ROSS, A., Sobre el Derecho y la justicia, cit., p. 338 que la
justicia formal, que establece «que el trato acordado a una persona debe ser pre-
determinable por criterios objetivos, establecidos en reglas dadas», hace «que
la aplicación concreta —dentro de ciertos límites elásticos— sea independiente
del sujeto que toma la decisión». De esta forma, la justicia «viene a estar en opo-
sición a la arbitrariedad, es decir, a la decisión que surge en forma no deter-
minable de la reacción espontánea frente a la situación concreta del sujeto
que toma la decisión, y está determinada por sus emociones y actitudes sub-
jetivas».
165
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106
RAZ, J., Razón práctica y normas, cit., pp. 158 y ss.
107
Ídem, p. 158.
108
Ibídem.
109
Ídem, p. 159.
166
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sión que «piensen que es la mejor sobre la base de todas las ra-
zones válidas» 110.
Como señala Schauer, en este tipo de sistemas, al no existir «re-
glas imperativas que impongan restricciones sustantivas sobre el
contenido de las decisiones», la posición del juzgador se aseme-
ja a «la descripción de Weber del cadí», estando autorizado a to-
mar cualquier decisión que considere apropiada a las circuns-
tancias 111. Indica este autor que, incluso la operatividad de esta
justicia del cadí totalmente ad hoc, necesita «reglas jurisdiccio-
nales» que atribuyan a «un cierto sujeto o institución la potestad
para tomar decisiones con respecto a una cierta clase de acon-
tecimientos» 112. Así, en un sistema de pura discreción, las reglas
sólo existirían «para determinar quién tiene autoridad para ha-
cer qué, pero no para determinar en esencia cómo hacerlo» 113.
En opinión de Schauer los sistemas de discreción absoluta
son conceptualmente posibles. A su modo de ver, si bien existe
una vinculación conceptual entre los sistemas jurídicos y las re-
glas formales que confieren poderes, la relación entre el Dere-
cho y las reglas sustantivas es meramente contingente 114. En
110
Ibídem.
111
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 67.
112
Y es que «algo debe determinar que es el hombre bajo el árbol y no otro
quien tiene la función de administrar justicia», Ídem, p. 232. Conviene aclarar
que las reglas jurisdiccionales son, para Schauer, normas que «confieren po-
testades» o poderes, Ídem, p. 231.
113
Ídem, p. 232. Este sistema contaría exclusivamente con «reglas juris-
diccionales desnudas», de pura delegación, que «crean jurisdicción» pero «no
imponen ninguna exigencia regulativa sustantiva en el ejercicio de esa juris-
dicción», Ídem, p. 231.
114
Ídem, p. 67 y p. 232. La necesaria presencia en el Derecho de reglas
formales suele ser considerada como el argumento más fuerte para descartar
las concepciones de lo jurídico radicalmente decisionistas. Un sistema com-
puesto en exclusiva por normas concretas o decisiones se considera inviable,
pues tendría que existir, al menos, una norma general «que prescribe a todos
los funcionarios obedecer al soberano» (BOBBIO, N., «Para una clasificación
de las normas jurídicas», cit., p. 291) o «que organiza la administración de jus-
ticia sobre la base del arbitrio judicial» (RECASÉNS SICHES, L., Tratado Ge-
neral de Filosofía del Derecho, cit., p. 330).
167
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115
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 67.
116
Ibídem. Según Schauer, esta oposición «sigue los pasos», tanto de la
distinción entre «derecho adjetivo y derecho sustantivo», como «de la inter-
pretación que hace Paulson de Kelsen distinguiendo entre autorización for-
mal y material», Ídem, pp. 67 y 68, nota 18 y p. 232 nota 7. La interpretación
de Paulson ocupará la reflexión en un momento posterior.
117
En realidad, Schauer no sostiene que pueda prescindirse totalmente
de las reglas sustantivas en la toma de decisiones jurídicas. En este sentido, se-
ñala que su reflexión no pretende respaldar sistemas jurídicos sin reglas, ni
tampoco defender que sean socialmente posibles, sino tan sólo sugerir que «no
es necesario que buena parte del mecanismo de lo que llamamos “sistema jurí-
dico”» opere de acuerdo con el modelo de las reglas. Coincido con SCHAUER, F.,
Vid. Las reglas en juego, cit., pp. 67 y 68 en que, ciertamente, las «reglas no
permiten explicar por completo el funcionamiento de los sistemas jurídicos»
168
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y en que «explican muchas cosas que ocurren fuera de los sistemas jurídicos»
en tanto también otros mecanismos de regulación de conductas, como la mo-
ral o las reglas del trato social, recurren a las reglas en su dinámica de funcio-
namiento. Sobre esta última apreciación Vid. ESCUDERO ALDAY, R., Positi-
vismo y moral interna del Derecho, cit., pp. 45-50.
118
RAZ, J., Razón práctica y normas, cit., p. 159.
119
Ibídem.
120
Sobre las diferencias existentes entre los sistemas de discreción absoluta
y los sistemas jurídicos que funcionan a través de la técnica del precedente
Vid. Idem, pp. 161 y 162.
169
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121
HART, H.L.A., El Concepto de Derecho, cit., p. 26. Entiende Hart que
«en cualquier grupo grande el principal instrumento de control social tiene
que consistir en reglas, pautas o criterios de conducta y principios generales y
no en directivas particulares impartidas separadamente a cada individuo» y
considera que el Derecho tiene que referirse de forma predominante «a clases
de personas y a clases de actos, cosas y circunstancias» pues su «funciona-
miento eficaz en vastas áreas de la vida social depende de que haya una capa-
cidad ampliamente difundida de ver en los actos, cosas y circunstancias par-
ticulares, ejemplos de las clasificaciones generales que el derecho efectúa»,
Ídem, p. 155. En la misma línea WRÒBLEWSKI, J., «Functions of law and
legal certainty», Anuario de Filosofía del Derecho, núm. XVII, 1973-1974,
pp. 313-321, p. 320.
122
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 259 y ss. La denomina-
ción escogida responde a la conexión de este modelo con los planteamientos
de la Escuela del Derecho Libre.
123
Idem, p. 260.
170
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124
Ibídem. Denuncia LOMBARDI, L., Saggio sul diritto giurisprudenzia-
le, cit., p. 578 que un Derecho que constituye claramente los órganos encarga-
dos de enjuiciar las conductas, pero que, a la hora de establecer «los criterios
del juicio», se remite «a la sabiduría y a la conciencia del juez» adolece de un
grado de incerteza insoportable.
125
GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 178.
126
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 245 y 260; KELSEN, H.,
Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 171 y KELSEN, H., Teoria Ge-
nerale delle Norme, cit., p. 253.
127
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 245. En idéntico sentido,
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 171
128
TROPER, M., «Hans Kelsen y la jurisprudencia» en TROPER, M., Por
una teoría jurídica del Estado, cit., pp. 51-62, p. 59.
171
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129
Por el contrario, Troper mantiene que Kelsen se estaría apartando en
este punto del postulado de la pureza, Ibídem. Aunque no comparto la opi-
nión de Troper es cierto que KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 260
y pp. 262 y 263 introduce elementos ideológicos en la exposición del modelo
de «seguridad jurídica», pues entiende que se caracteriza por la existencia de
un órgano legislativo central respondiendo su menor flexibilidad a las condi-
ciones que el procedimiento democrático impone a la producción de normas
generales y contempla el sistema basado en el precedente judicial como un
modelo intermedio entre este sistema y el de libre decisión, lo que implica que
genera menos seguridad jurídica. Esta última consideración resulta, cuando me-
nos, cuestionable, Vid. RADBRUCH, G., El espíritu del derecho inglés, ya citado. De
cualquier forma, Kelsen hace hincapié en las diferencias existentes entre el siste-
ma de Derecho con valor de precedente y el modelo de libre creación de Derecho.
130
Vid. KELSEN, H., Teoría Generale delle Norme, cit., p. 436. Como an-
tes se dijo, KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 304 considera «un
caso extremo puramente teórico» el supuesto en el cual la única norma gene-
ral es la norma fundamental. Cabe, además, advertir que KELSEN, H., Teoría
pura del derecho, cit., pp. 262 y 263 plantea el sistema de libre creación y el sis-
tema centralizado de seguridad jurídica como «tipos ideales» y sostiene que la
diferencia entre ambos «se delibita notablemente a través de la institución de
la cosa juzgada».
131
GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 178.
132
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 260 y 261.
172
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133
Ídem, p. 260.
134
Vid. Ídem, p. 261.
135
Ibídem.
136
Y es que «si la justicia absoluta y unívoca, cognoscible igual para to-
dos, no es posible, no puede funcionar como factor de orden … la sociedad tie-
ne que gobernar las disputas sobre la base de una pauta común que no puede
ser incognoscible o cuestionada. Y tal pauta sólo puede ofrecerla el Derecho po-
sitivo, con independencia del hecho, a estos efectos secundario, de que cada
Derecho recoja una idea de lo justo o de que la eficacia del ordenamiento ju-
rídico se acreciente cuanto mayor sea el convencimiento de sus destinatarios
de que las normas son justas», GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma
fundamental, cit., pp. 176 y 177.
173
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137
Vid. RAZ, J., Razón práctica y normas, cit., pp. 159 y 160. Según Raz
los sistemas jurídicos, en tanto sistemas institucionalizados, constituyen sistemas
coordinados «de guía y de valoración», por lo que contienen normas que guían
las conductas e instituciones, básicamente tribunales, encargadas de valorar las
conductas. Pues bien, a la hora de enjuiciar las conductas desde un punto de
vista jurídico, los tribunales están vinculados a determinadas normas que son
exactamente «las mismas normas que son legalmente vinculantes para el in-
dividuo cuya conducta es valorada», Ídem, pp. 160-163.
175
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138
LAPORTA, F., «Imperio de la ley y seguridad jurídica», cit., p. 119.
139
Ibídem.
140
NIETO, A., El arbitrio judicial, Ariel, Barcelona, 2000, pp. 41 y ss.
141
Ídem, p. 41. Expresando una idea similar ALCHOURRÓN, C. y BULY-
GIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit.,
p. 205 aluden a la existencia de dos sistemas normativos «paralelos pero in-
terdependientes»: «el sistema de normas que regula la conducta de los sujetos
de derecho» —que consideran el sistema primario o sistema del súbdito— y «el
sistema de normas que regula las conductas de los jueces y demás órganos ju-
risdiccionales» —al que denominan sistema secundario o sistema del juez. Pre-
cisamente, porque los jueces «están obligados a resolver los conflictos de in-
tereses fundando sus decisiones en el sistema primario», o del súbdito, «las
normas del sistema del juez se refieren —directa o indirectamente— a otras nor-
mas y son, por consiguiente, normas de segundo nivel», Ídem, p. 213.
142
NIETO, A., El arbitrio judicial, cit., p. 41.
176
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143
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 178.
144
Vistas así las cosas, «una ley constitucional que atribuye a los ciuda-
danos, por ejemplo, el derecho a la libertad religiosa limita el contenido nor-
mativo del legislador ordinario, o sea, le prohíbe dictar normas que tengan por
contenido la restricción o la supresión de la libertad religiosa», Ídem, p. 177.
A propósito de esta cuestión Vid. también GUASTINI, R., Distinguiendo, cit.,
p. 330.
145
NIETO, A., El arbitrio judicial, cit., p. 45. La presencia de lagunas no
es el único supuesto de «monovalencia funcional» al que hace referencia A.
Nieto, Vid. Ídem, pp. 43 y 44. Advierte, además, este autor que, incluso en los
supuestos «normales» de bivalencia funcional, no existe una «equivalencia to-
tal entre la norma regla y la norma pauta» puesto que «al pasar de una se-
cuencia a otra la norma experimenta necesariamente una cierta alteración», bá-
sicamente por dos razones. En primer lugar, por el deterioro fáctico que
inevitablemente sufre la regla de comportamiento como consecuencia de los
costes de los procesos judiciales. En segundo lugar, porque los operadores ju-
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148
Estas normas son, aclara KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit.,
p. 241, las que usualmente se denominan «derecho civil, derecho penal, o de-
recho administrativo».
149
En la teoría de Kelsen las normas «se dirigen directamente a los jue-
ces y funcionarios» e indirectamente a los ciudadanos, NINO, C.S., Introduc-
ción al análisis del Derecho, cit., pp. 81-87.
150
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 241. Así, «las dos categorías
de normas son en realidad inseparables. Lo que forma el derecho es única-
mente su unión orgánica», KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado,
cit., p. 152.
151
Íbidem. Para ilustrar «la conexión sistemática existente entre el lla-
mado derecho de forma y el llamado derecho de fondo» pone Kelsen un ejem-
plo de enunciado penal «completo», Vid. Ibídem. Vid. sobre este aspecto de
la doctrina kelseniana CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurí-
dica, cit., p. 204.
179
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152
MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., p. 59.
153
Vid. KELSEN, H., Teoría pura del Derecho, cit., p. 245. En la misma lí-
nea MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., pp. 44 y 45 incluye
entre las reglas sobre la producción jurídica normas determinantes del conte-
nido de las normas inferiores. También WALTER, R., La estructura del orden ju-
rídico, cit., p. 108 señala que entre las disposiciones jurídicas que reglamentan
«cómo se generan otras disposiciones jurídicas» se encuentran «no sólo las
que dicen cómo y por quién habrán de estatuirse los actos de voluntad condu-
centes a la generación de derecho, sino también aquéllas que establecen qué es
lo que puede ser el contenido de las disposiciones por crear».
154
Destaca la importancia e insiste, a la vez, en el carácter no excluyen-
te de la relación de delegación, MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a
gradi», cit., p. 45.
180
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155
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 192.
Como es sabido, para que la norma de nivel inferior adquiera existencia jurí-
dica «debe ser emitida a través de una “determinación”, esto es, de un acto de
decisión por parte de la autoridad de nivel inferior de acuerdo con la norma
de nivel superior», LUZZATI, C., «Discretion and “Indeterminacy” in Kelsen´s
Theory of Legal Interpretation», cit., p. 129.
156
Ídem, p. 131. Conviene aclarar que la «determinación vínculo» no se
opone a la idea de «determinación decisión», LUZZATI, C., «Dinamicitá e cer-
tezza del diritto in Kelsen», cit., p. 193. La compatibilidad entre ambos senti-
dos confirma que sostener que la existencia de una norma requiere la media-
ción de un acto normativo de una autoridad competente no implica contemplar
dicho acto como absolutamente discrecional desde el punto de vista de su con-
tenido.
157
Ídem, p. 181.
181
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158
Los pasajes en los que Kelsen hace referencia a esta posibilidad son
numerosos Vid. a título de ejemplo: KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and
Legal Positivism», cit., p. 400; KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 234;
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 148 y KELSEN, H.,
«The fuction on a Constitution», cit., pp. 118 y 119. Como ya se señaló, KEL-
SEN, H., «El profesor Stone y la Teoría pura del Derecho», cit., pp. 73 y 74 ex-
presamente sostiene que su construcción sólo presupone el carácter «ente-
ramente dinámico» de la norma fundamental pero no el de la norma
constitucional.
159
Entiende KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución,
cit., p. 143 que si la Constitución incorpora conceptos tales como la «equidad»,
«justicia» «libertad» «igualdad», «moralidad», «sin precisar al menos la for-
ma en que deben entenderse», y tales cláusulas se interpretan «como directi-
vas relativas al contenido de las leyes», el poder del tribunal llamado a decidir
sobre la constitucionalidad de la legislación «sería tal que habría que consi-
derarlo simplemente insoportable», pues «la suerte de cualquier ley votada en
el Parlamento» dependería, entonces, de la concepción de la justicia de la ma-
yoría de los jueces de ese tribunal y, por tanto, «del simple capricho de un ór-
gano colegiado compuesto, como el tribunal constitucional, de una manera
más o menos arbitraria desde el punto de vista político». Para evitar este peli-
gro considera Kelsen que «la Constitución debe, especialmente si crea un tri-
bunal constitucional, abstenerse de todo este tipo de fraseología y, si quiere
182
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183
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rídicas, sería difícil enlazar una sanción a la falta de leyes con el contenido
prescrito».
162
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 242.
163
LUZZATI, C. «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 134.
Esta asimilación ha sido criticada por chocar «con nuestra imagen intuitiva de
la posición de uno y otro en el sistema jurídico», RUIZ MANERO, J., Jurisdic-
ción y normas, cit., p. 26. Pues bien, ciertamente, existen diferencias importantes
entre el estatus del juez y el del legislador que residen «en la posición de los ór-
ganos, en el procedimiento que observan y en los efectos de sus normas», PRIE-
TO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 140. Aunque Kel-
sen no capta completamente tales diferencias, al obviar toda referencia a la
obligación de motivación judicial, tiene razón en que la divergencia entre las
decisiones legales y judiciales no radica, en ningún caso, en el carácter valorativo,
innovador o no derivado de las primeras y la naturaleza avalorativa, no crea-
tiva o absolutamente determinada de las segundas, Vid. sobre esta cuestión,
Ídem, pp. 140 y ss.
164
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 154.
184
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165
MERKL, A., «Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., pp. 49 y 51.
166
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la constitución», cit., p. 111.
167
En palabras de KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado,
cit., p. 148 «no solamente el contenido de las leyes sino el de todos los demás
preceptos de un orden jurídico, así como las decisiones judiciales y adminis-
trativas, pueden hallarse determinados por la Constitución».
168
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 245. Apunta DELGADO
PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden jurídico
como un sistema normativo dinámico», cit., p. 191 que, en la construcción kel-
seniana, la determinación material está presente «en general, en mayor o me-
nor medida, en todos los grados o niveles de la pirámide jurídica». Desde esta
perspectiva, pierden fuerza las críticas que acusan a Kelsen de mantener una
visión restringida de la autorización normativa, al reducir injustificadamente
las normas que regulan la producción jurídica a las normas formales que con-
fieren poderes, GUASTINI, R., Distinguiendo, cit., p. 310.
185
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169
SQUELLA NARDUCCI, A., «Validez y eficacia del derecho en la Teo-
ría de Hans Kelsen», cit., p. 170.
170
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 157. Tam-
bién en la Teoría pura del derecho, cit., p. 245 insiste KELSEN, H. en el carác-
ter imprescindible y suficiente de la determinación formal.
171
Ibídem. La relevancia que concede su construcción al elemento per-
sonal explica que Kelsen entienda conceptualmente posible el sistema de «li-
bre creación» de Derecho.
172
CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídica, cit., p. 180.
173
Ibídem. Vid. también ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., p. 29.
186
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174
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 154. Para
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 242 «la constitución representa de-
recho de forma, derecho procesal, predominantemente, mientras que el esca-
lón inmediatamente subordinado de producción de derecho, representa tanto
derecho de forma como derecho de fondo (material)».
175
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 153.
176
Afirma KELSEN, H. en «The fuction of a Constitution», cit., p. 119 que
«la constitución usualmente no se limita a determinar el contenido de las le-
yes —de la llamada legislación— sino que muy a menudo, al menos negativa-
mente, determina el contenido de las futuras leyes precluyendo ciertos conte-
nidos». La cursiva es mía. Vid. también KELSEN, H., Teoría pura del derecho,
cit., p. 234.
187
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177
En palabras, de nuevo, de Kelsen «la constitución (en el sentido ma-
terial de la palabra) determina, por lo común, sólo el órgano y el procedimiento
legislativo, dejando al órgano legislador la determinación del contenido de las
leyes. Sólo excepcionalmente determina —y ello con eficacia únicamente en un
sentido negativo— el contenido de la ley que se dictará al excluir ciertos con-
tenidos», Ídem, p. 242. La cursiva, otra vez, es mía. También KELSEN, H., Teo-
ría General del Derecho y del Estado, cit., p. 153.
178
KELSEN, H., Teoría pura del derecho. Introducción a la problemática
científica del derecho, 1.ª ed., trad. de J. G. Tejerina, Editora Nacional, México,
1979, p. 111. De nuevo la cursiva es mía. En el mismo sentido apunta KEL-
SEN, H., La teoría pura del derecho. Método y conceptos fundamentales, cit.,
p. 42 que la función de las normas generales «consiste no sólo en determinar
los órganos y el procedimiento, sino, en esencia también el contenido de las nor-
mas individuales creadas de ordinario por los tribunales y las autoridades
administrativas … es misión de la legislación determinar en forma análoga la
producción y el contenido de los actos judiciales y administrativos».
179
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 242 y KELSEN, H., Teo-
ría General del Derecho y del Estado, cit., p. 159.
188
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180
KELSEN, H., Teoria Generale delle Norme, cit., p. 436. La cursiva tam-
bién es mía. Prácticamente en los mismos términos, Vid. KELSEN, H., «The
fuction on a Constitution», cit., p. 119.
181
Vid. en esta misma línea BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit.,
p. 178.
189
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182
Ídem, p. 221.
183
Las lagunas constituyen, en efecto, vacíos en el sistema primario o
del súbdito, pues suponen la ausencia de reglas sustantivas que regulen gené-
ricamente la conducta en cuestión, pero afectan al sistema del juez que care-
ce en este supuesto de pautas específicas que guíen su decisión, ALCHOU-
RRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas
y sociales, cit., pp. 213 y ss.
184
Tomo esta distinción de ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit.,
p. 29.
185
El «postulado de la plenitud hermética del Derecho», esto es, el con-
cepto absoluto de plenitud, «no expresa una exigencia, sino que afirma un he-
cho y, además, un hecho necesario», ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., In-
troducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 180.
186
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 225 y SEGURA OR-
TEGA, M., La racionalidad jurídica, Tecnos, Madrid, 1998, pp. 40 y ss.
190
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187
Y ello porque el dogma de la plenitud contribuye a eliminar «las fa-
cultades decisorias del juez», ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit.,
p. 285
188
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., pp. 226-229. En todo
caso, muchos de los ataques al dogma positivista de la plenitud de la ley «re-
piten en otro nivel la misma falacia de confundir el ideal con la realidad» pues
simplemente «tienden a ampliar el conjunto de normas válidas integrándolo con
normas consuetudinarias, principios morales, normas de derecho natural, pau-
tas jurisprudenciales etcétera» y atribuyen después «al conjunto así amplia-
do» la característica de ser «necesariamente completo», ALCHOURRÓN, C. y
BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales,
cit., pp. 240 y 241.
189
BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., p. 211. Vid. en el mismo sen-
tido ENGISH, K., Introducción al pensamiento jurídico, cit., p. 174. Entre los
precursores de esta teoría cabe mencionar a BERGBOHM, K., Jurisprudenz
und Rechtsphilosophie, Leipzig, 1892 y a ROMANO, S., El ordenamiento jurí-
dico, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1963.
191
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mente por las normas del sistema, excluyendo para tales su-
puestos la reglamentación prevista para los casos sí regulados
explícitamente 190. Ambas teorías difieren en que, mientras que
para la doctrina del espacio jurídico vacío el comportamiento in-
calificado por una norma jurídica es «irrelevante» existiendo
una libertad de facto, «el sujeto es libre del derecho»; para la doc-
trina de la norma general excluyente la conducta incalificada
jurídicamente es «indiferente», la libertad es en este caso liber-
tad de iure, esto es, «libertad en el derecho» 191. Estas dos con-
cepciones suelen relacionarse, además, con la versión lógica de
la tesis de la completitud normativa basada en la interdefinibi-
lidad entre los operadores deónticos prohibido y permitido 192.
Desde esta óptica se afirma que las conductas que no se en-
cuentran contempladas de manera explícita en las normas ju-
rídicas son consideradas por la teoría del espacio jurídico vacío
como conductas permitidas en un sentido débil y por la teoría
de la norma general excluyente como comportamientos permi-
tidos en un sentido fuerte 193.
La teoría de la norma general excluyente encuentra en Kel-
sen a uno de sus más destacados defensores. En efecto, en opi-
nión de Kelsen, «el orden jurídico no sólo regula positivamente
190
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico. Cuestiones re-
lativas a la aplicación de la ley, Tecnos, Madrid, 1989, pp. 153 y 154. Como princi-
pales exponentes de esta doctrina, entre los que existen algunas diferencias relevantes,
cabe citar a ZITELMANN, E., «Las lagunas del derecho», Revista General de Legis-
lación y Jurisprudencia, vol. 140, 1922; DONATI, D., Il problema delle lacune dell’or-
dinamento giuridico, Societá Edirice Libraria, Milano, 1990 y al propio Kelsen.
191
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit., p. 158.
Así, «mientras que para la primera se establece una equivalencia entre no re-
gulado e irrelevante, para la segunda los términos de la igualdad son no regu-
lado y jurídicamente permitido», Ibídem. Vid. también FORIERS, P., «Les la-
cunes du droit» en PERELMAN, Ch. (ed.), Le problème des lacunes en droit,
Bruxelles, Bruylant, 1968, pp. 9-29, pp. 14 y ss.
192
VON WRIGHT, G.H., Norma y acción, cit., pp. 101 y ss. y ALCHOU-
RRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídi-
cas y sociales, cit., pp. 177 y ss.
193
KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y
desorden, cit., p. 91.
192
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194
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 252.
195
Idem, p. 255.
196
Ibídem.
197
Ídem, p. 252.
198
El derecho válido «siempre es lógicamente aplicable» «no tiene “laguna”
alguna en este sentido», Ídem, p. 257 y KELSEN, H., Teoría General del Dere-
cho y del Estado, cit., p. 175.
199
Ibídem.
193
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200
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 255.
201
RUIZ MANERO, J., Juridiscción y normas, cit., p. 42. En contra, AL-
CHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., entienden que en la Teoría General del Dere-
cho y del Estado se adopta la versión fuerte del principio de prohibición, mien-
tras que en la segunda edición de la Teoría pura del derecho se asume la versión
débil.
202
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit., p. 157.
Sobre las lagunas axiológicas concebidas como lagunas «no auténticas», «fal-
sas», o «críticas» Vid. ENGISH, K., Introducción al pensamiento jurídico, cit.,
p. 173 y KLUG, U., «Observations sur le pròbleme des lacunes en droit», trad.
de H. Buch, en PERELMAN, Ch. (ed.), Le problème des lacunes en droit, cit.,
pp. 85-103, pp. 86 y 87. Tienen razón ALCHOURRÓN, C., y BULYGIN, E., In-
troducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit., pp. 161 y
ss. en que no existe una distinción conceptual clara entre las lagunas ideoló-
gicas y las lagunas normativas, ni entre las primeras y otros desacuerdos va-
lorativos. Ahora bien, los problemas a la hora de distinguir las lagunas axio-
lógicas de las auténticas lagunas no son sólo conceptuales sino también
interpretativos.
203
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 175 y ss.
y KELSEN, H., Teoria Generale delle Norme, cit., p. 206.
204
GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 159.
194
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205
El tenor literal del artículo 1 del Código civil suizo tal y como viene re-
cogido en la segunda edición de la Teoría pura del derecho, cit., p. 256 reza: «La
ley se aplicará en todas las cuestiones jurídicas en cuyo respecto contenga, se-
gún su tenor literal o interpretación, una determinación. Si no puede extraer-
se de la ley un precepto, el juez resolverá según el derecho consuetudinario, y
de faltar éste también, según la regla que él mismo establecería como juez».
206
Ídem, p. 253. Afirma Kelsen que si esta autorización no está conteni-
da explícita o tácitamente en el derecho positivo «la sentencia judicial … que
colma las lagunas puede ser justificada solamente sobre el principio de cosa juz-
gada», lo que, según se comprobará, implica que se trata de una decisión «irre-
gular» que vulnera el Derecho válido, KELSEN, H., Teoria Generale delle Nor-
me, cit., p. 206.
207
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 256.
208
GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit.,
pp. 158-160.
195
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209
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, 1.ª ed., cit., p. 144. También en
la Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 176 sostiene KELSEN, H. que
esta autorización atribuiría «mucho margen de discreción al juez» y supon-
dría «la abdicación del legislador a favor del juez».
210
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 255. Ocultar la naturale-
za de esta habilitación conlleva que el juez sólo haga «un uso extremadamen-
te raro de la libertad que se le concede de no aplicar la ley en un caso concre-
to, puesto que sólo ante una divergencia marcada entre la ley y su propia
conciencia jurídica le parecerá que existe una laguna real, es decir, un caso
que el legislador mismo no quiso regular, y, que por tanto la ley no ha regula-
do». Considera Kelsen que «el aplicador no debe volverse consciente del ex-
traordinario poder que le es realmente conferido» y «debe creer que sólo le
está permitido dejar de aplicar la ley en los casos en que no puede ser aplica-
da por no contener posibilidad alguna de aplicación», KELSEN, H., Teoría
pura del derecho, 1.ª ed., cit., p. 145. Junto a esta restricción que, posee «un ca-
rácter más psicológico que jurídico», la ficción de las lagunas limita la posibi-
lidad de inaplicar el Derecho a aquellos supuestos «en los que la obligación
que, según el actor, el demandante ha infringido no está estipulada en ningu-
na norma general». Esta segunda limitación le parece a Kelsen arbitraria, KEL-
SEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 175.
196
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211
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit., p. 162.
En otro caso los jueces tienen la opción de aplicar bien la norma general exclu-
yente, bien la norma general incluyente que permite recurrir a la analogía (legis
o iuris, esto es, a los principios generales del Derecho) para resolver el caso y es,
precisamente, en la ausencia de criterio para elegir entre estas dos normas en lo
que consiste la laguna, BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 236.
Desde este enfoque, la norma general excluyente y la prohibición de la analo-
gía constituirían «dos caras de la misma moneda», ALCHOURRÓN, C. y
BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales,
cit., p. 197. Cabe subrayar que, en clara contradicción con su teoría de las lagu-
nas, KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 35 señala que el argumento a contrario
(a través del cual suele articularse la aplicación de la regla general excluyente) y
la analogía «son enteramente carentes de valor» puesto que «ambos conducen
a resultados contrapuestos no existiendo criterio alguno para resolver cuando deba
recurrirse al uno o al otro» y considera que del hecho de que la decisión per ana-
logiam esté prohibida en ciertos casos se desprende que «en otros casos tales
decisiones son permitidas, sino expresamente, por lo menos tácitamente».
212
FORIERS, P., «Les lacunes du droit», cit., p. 22 y KERVOCHE, M. Van
de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y desorden, cit., p. 92. Esta opción
está presente en la construcción kelseniana. Al respecto indica GARCÍA AMA-
DO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., pp. 203 y 204: «el primado
lógico de la libertad se puede ver en el énfasis que pone Kelsen en el principio
de que lo que no está prohibido jurídicamente, está permitido».
197
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213
KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y des-
orden, cit., p. 91.
214
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit.,
p. 161. El espacio jurídico vacío «no es sino un nombre dado a las lagunas»,
CONTE, A. G., Saggio sulla completezza degli ordinamenti giuridici, Giappi-
chelli, Torino, 1962, p. 90.
215
KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y desor-
den, cit., p. 92.
216
Vid. ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., p. 29.
217
ENGISH, K., Introducción al pensamiento jurídico, cit., p. 197 y AL-
CHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias
jurídicas y sociales, cit., pp. 225 y ss.
198
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218
PÉREZ LUÑO, A.-E., La seguridad jurídica, cit., p. 24. En el mismo sentido
CHEVALLIER, J., «L’ordre juridique», cit., pp. 14-16 y ALCHOURRÓN, C. y BULY-
GIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 226.
219
Se reconoce así que los sistemas jurídicos de hecho no son completos
pero se afirma —exigencia que no se justifica desde una perspectiva finalista
sino funcional— que deben serlo, Ídem, p. 227.
220
En los supuestos de lagunas se observa «un déficit de racionalidad
pues se produce una falta de previsión que sólo es imputable al legislador …
el legislador tiene un conocimiento incompleto de la realidad en la medida en
que olvida circunstancias, hechos o conductas que son decisivos», SEGURA OR-
TEGA, M., La racionalidad jurídica, cit., p. 42.
221
Esta visión de la plenitud es asumida, entre otros, por CARNELUTTI, F.,
Teoría General del Derecho. Metodología del derecho, trad. de C. G. Posada y A. Oso-
rio, Comares, Granada, 2003, pp. 118 y ss. quien admite la presencia de lagu-
nas normativas, entendidas como defectos «que se deben rellenar», y afirma que
el Ordenamiento «debe poseer él mismo la capacidad de completarse».
222
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 181 critican esta distinción porque su-
pone reconocer la existencia de lagunas. Esta crítica sólo tiene sentido frente
al uso de dicha distinción por parte la comprensión absoluta de la exigencia de
plenitud, pero no frente a la comprensión relativa.
223
ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., p. 30.
199
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224
ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., p. 292.
225
WRÒBLEWSKI, J., «Systems of norms and legal systems», cit., p. 233 di-
ferencia entre la completitud de cualificación que supone, o bien que las normas
materiales del orden jurídico califican normativamente todo comportamiento, o
bien que se establece una regla general excluyente, y la completitud de decisión
que alude a la existencia de una obligación de decidir los casos «sobre la base de
las normas que pertenecen al sistema normativo y que requiere del funciona-
miento de un aparato institucional que controle el comportamiento determina-
do por las normas materiales del sistema en cuestión». La plenitud de decisión
se relaciona con el denominado principio de inexcusabilidad que, como indican
200
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201
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230
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit.,
p. 218. Por esta razón estima PECES-BARBA MARTÍNEZ, G. «La creación ju-
dicial del Derecho desde la Teoría del Ordenamiento jurídico», Rivista Tri-
mestrale di Diritto Pubblico, 1984-4, pp. 1010-1033, p. 1024 que uno de los
cauces más claros de la creación judicial de Derecho es la función de colmar
lagunas.
231
Afirma KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 34 que «en tanto el or-
den jurídico autoriza al órgano aplicador a aplicar per analogiam normas ju-
rídicas generales válidas, le garantiza un amplio margen de libre discreción
dentro del cual puede crear nuevo derecho para el caso concreto», pues el jui-
cio de «concordancia esencial» es «altamente subjetivo».
232
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit., p. 191.
233
Ídem, pp. 197 y ss.
202
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234
La regla que se invoque para resolver las lagunas, aunque «no es una
norma válida directamente establecida para resolver el caso», tiene que pre-
sentarse como una extrapolación racional a partir de las normas jurídicas vá-
lidas lo que exige encontrar en el propio sistema jurídico alguna analogía o
principio relevante que pueda servir de apoyo a tal regla, MACCORMICK, N.,
Legal Reasoning and Legal Theory, Clarendon Press, Oxford, 1978, p. 120. Vid.
en una línea similar RECASÉNS SICHES, L., Tratado General de Filosofía del
Derecho, cit., pp. 326 y ss.
235
MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory, cit., pp. 106, 120
y 123. Según advierte LAPORTA, F., «Imperio de la ley y seguridad jurídica»,
cit., p. 119 «si no hubiera exigencias de racionalidad en esta tarea, cualquier
norma que inventase quien toma la decisión sería idónea, pero esto produci-
ría una gran incertidumbre. Si por ejemplo la premisa normativa que se cons-
truye entra en colisión con otras normas del ordenamiento … entonces al des-
tinatario de la decisión se le está aplicando una norma que nunca pudo prever
como guía de conducta, habida cuenta del contenido de las demás, y con esa
violación de la racionalidad se está generando una correlativa inseguridad ju-
rídica». En un sentido parecido señala RECASÉNS SICHES, L., Tratado General
de Filosofía del Derecho, cit., p. 328 que las normas a las que acude el juez para
resolver las lagunas «no deben estar en abierta contradicción con otras reglas
formuladas del sistema jurídico … ya que ello supondría hacer saltar en pedazos
el ordenamiento positivo; equivaldría a destruir la certeza y la seguridad».
236
La presencia de contenidos materiales constitucionales no deja de in-
cidir en la comprensión de la plenitud puesto que, como consecuencia de su
carácter genérico, a partir de su incorporación al orden jurídico, parecen difí-
203
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239
Y es que reconocer que la validez de una norma jurídica depende «de
que su contenido se acomode a las disposiciones de la norma anterior que de-
termina su creación» supone admitir «frente al modelo de un sistema diná-
mico puro, que el principio estático juega un cierto papel dentro del orden ju-
rídico», Ídem, pp. 191 y 192. Aunque Delgado Pinto considera que Kelsen no
reconoce de manera rotunda la relevancia de los condicionamientos materia-
les en la validez jurídica entiende que «de todas formas llegará a un resultado
equivalente por otra vía: como consecuencia del principio de que no pueden exis-
tir contradicciones entre sus normas», Ídem, p. 192.
240
No está de más insistir: «un concepto sistemático de Derecho usa un
concepto sistemático de validez», WRÒBLEWSKI, J., «Dilemmas of the nor-
mativistic concept of Legal System», cit., p. 323.
205
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241
BARBERIS, M., «La norma senza qualitá», cit., p. 417.
242
Ibídem e Ídem, p. 430.
206
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243
Vid. por ejemplo, KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 243
y 244.
244
Sostiene Kelsen, «si se habla no sólo de orden jurídico, sino también
de la comunidad jurídica constituida por aquél, puede decirse que una norma
pertenece a un determinado orden cuando ha sido producida por un órgano de
esa comunidad ... Pero el individuo que ha producido esa norma es ... órgano
de la comunidad en tanto y en cuanto su función está determinada por una nor-
ma del orden jurídico constitutivo de la comunidad», Ídem, 244. En un senti-
do similar se expresa KELSEN, H., en la Teoría General del Derecho y del Esta-
do, cit., pp. 156 y 157.
245
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 244.
246
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 116. Para
Kelsen, «la misma noción de órgano competente depende de la validez objeti-
va, desde que un individuo sólo actúa como órgano cuando sigue las prescrip-
ciones de normas válidas», WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s
Treatment of Law Conflicts» en TUR, R. y TWINING, W. (eds.), Essays on Kel-
sen, cit., pp. 249-269, p. 253. Esta posición es también asumida por MERKL, A.,
«Errore giudiziario e veritá legale» en MERKL, A., Il duplice volto del diritto,
cit., pp. 341-359, p. 347: «la norma sobre la competencia representa sólo una de
las varias y jurídicamente equivalentes condiciones que el derecho formal y sus-
207
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tancial» impone a la actividad del agente que crea las normas y cuyo cumpli-
miento «cualifica su actuar como actuar del órgano y al agente como órgano».
247
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 204 y 205.
248
A juicio de Kelsen «el primer acto constituyente» es aplicación de la
norma fundamental, KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit.,
p. 157 y KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 244 y 246.
208
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249
Según ya se dijo, la norma básica determina «de forma inmediata»
los hechos por los cuales se crea la constitución y, de «forma mediata» los he-
chos por los cuales y, de conformidad con la Constitución, se crean las demás
normas jurídicas, KELSEN, H., «El concepto de orden jurídico», cit., p. 98.
250
Estima VON WRIGHT, G.H., Norma y Acción, cit., pp. 202-206, en la
línea de Kelsen, que una norma es relativamente válida cuando existe otra nor-
ma «de orden superior» que permite su creación de manera que la validez de
una norma «significa la legalidad del acto de emitir esa norma». La validez de
esa segunda norma depende de que exista otra norma que permita su creación
y así sucesivamente, contemplándose el sistema jurídico como un conjunto de
cadenas de subordinación que desembocan en una norma «soberana» que, en
opinión de V. Wright, pertenece al sistema por definición. Desde esta óptica, «que
una norma sea absolutamente válida significará simplemente que puede re-
trotraerse a una norma soberana» lo que «no ocurre de un modo trivial con toda
norma, pues el proceso de retrotraimiento puede terminar en una norma in-
válida». Así, «puesto que la noción de “retrotraer” una norma se define por
medio de la noción de validez relativa» la noción de validez absoluta «presu-
pone o está subordinada a la noción de validez relativa».
209
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251
Cabe precisar que en la argumentación de Kelsen las normas irregu-
lares sí que son, cuando no consiguen eliminarse por los mecanismos arbitra-
dos por el sistema, reconducidas directamente a la norma fundante básica a tra-
vés de la doctrina de las habilitaciones tácitas, Vid. CASAMIGLIA, A., Kelsen y
la crisis de la ciencia jurídica, cit., pp. 166-173. Pero este es otro problema del
que me ocuparé con posterioridad.
252
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 243. La consideración de
esta remisión a la norma fundamental como una remisión «de última instan-
cia» es una constante en el discurso kelseniano, que se plasma en la propia ar-
gumentación que lleva a Kelsen a considerar necesaria su formulación, Vid.
Ídem, p. 205 y KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 132
y 157.
253
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 204 y 205 y KELSEN, H.,
Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 132 y 133.
254
Ídem, p. 204.
210
01_SISTEMA_JURIDICO:16998_01 10/11/08 20:15 Página 211
255
DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 193.
256
TROPER, M., «Kelsen, la teoría de la interpretación, y la estructura del
ordenamiento jurídico» en TROPER, M., Por una teoría jurídica del Estado,
cit., pp. 63-72, p. 69.
257
Las normas de un sistema estático «se encuentran implicadas en la nor-
ma fundamental del mismo modo que lo particular hállase implicado en lo ge-
neral y, por ende, todas las normas particulares de ese sistema pueden obtenerse
mediante una operación intelectual, es decir, gracias a una inferencia de lo ge-
neral a lo particular», KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado,
cit., p. 132.
258
TROPER, M., «Kelsen, la teoría de la interpretación, y la estructura del
ordenamiento jurídico», cit., p. 69. En su escrito «Natural Law Doctrine and
Legal Positivism», cit., p. 399 señala KELSEN, H. que la distinción sistemas es-
táticos/sistemas dinámicos se basa en «la relación de unidad que prevalece en-
tre las normas de un sistema con respecto a su norma básica». La cursiva es mía.
259
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 205 y KELSEN, H., Teo-
ría General del Derecho y del Estado, cit., p. 133.
211
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260
JORI, M., «La cicala e la formiga» en Le ragioni del garantismo: dis-
cutendo con Luigi Ferrajoli, a cura di L. GIANFORMAGGIO, Giappichelli, To-
rino, 1993, pp. 66-119, p. 83. Estas consideraciones están relacionadas con el
primer significado del formalismo kelseniano que, según se dijo, implica ab-
dicar de cualquier consideración de tipo moral en la determinación de la vali-
dez jurídica.
261
Conviene tener presente que, según Kelsen, la tesis de la alternativi-
dad afecta también a las condiciones procedimentales y, como se comproba-
rá, puede afectar igualmente al elemento del órgano competente. Del análisis
de esta doctrina me ocuparé en el último Capítulo de este trabajo.
212
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262
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 282. Vid. también KEL-
SEN, H., Teoría General del Estado, cit., pp. 372 y 373. De manera tajante afir-
ma KELSEN, H., en la Teoria Generale delle Norme, cit., p. 440 «en el caso de
que no sólo el órgano sino también el contenido de la norma inferior esté de-
terminado por la norma superior la validez de la norma inferior se funda so-
bre la validez de la norma superior, o sea, la norma inferior es conforme a la
norma superior, si ha sido establecida no solamente por el órgano autorizado
por la norma superior, sino también si su contenido es conforme a lo estable-
cido en la norma superior».
263
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit., p. 193.
264
DICCIOTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 113 y WRÒBLEWSKI, J., «Dilemmas of the Normativistic
Concept of Legal System», cit., pp. 327 y 328.
213
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265
Wròblewski considera esta exigencia exponente de «un concepto bá-
sico de validez sistemática». En su opinión, existen concepciones más amplias
de la noción de validez sistemática que, además de excluir la validez de las
normas incompatibles, consideran pertenecientes al sistema —y, por tanto, vá-
lidas— las consecuencias lógicas e interpretativas de las normas emitidas por
las autoridades competentes, Ídem, p. 323. En el siguiente Capítulo se anali-
zará un modelo de sistema «mixto» diverso del manejado en la presente in-
vestigación, que se caracteriza por asumir esta visión más amplia de la idea de
validez sistemática.
266
ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del Derecho, cit.,
p. 149. Así definida la congruencia no afecta exclusivamente a la actuación de
los jueces incidiendo en la actividad de cualquier órgano encargado de aplicar
y ejecutar normas jurídicas. En todo caso su proyección en el ámbito judicial
es sumamente relevante, entre otras razones, porque «la tarea de prevenir una
discrepancia entre el derecho declarado y su aplicación práctica se encomien-
da principalmente a la judicatura», FULLER, L., La moral en el derecho, cit.,
p. 94. En el ámbito procesal el requisito de la congruencia tiene un significado
distinto relacionado «con la racionalidad que se pretende del discurso jurídico
en general y del judicial en particular» que se traducen en la exigencia de una
214
01_SISTEMA_JURIDICO:16998_01 10/11/08 20:15 Página 215
cierta relación entre el objeto del proceso y la sentencia que lo resuelve, Vid.
EZQUIAGA GANUZAS, F. J., «Iura novit curia» y la aplicación judicial del De-
recho, Lex Nova, Valladolid, 2000, p. 39.
267
KELSEN, H., «Justicia y derecho natural», cit., pp. 90 y 91. En la
misma línea ROSS, A., Sobre el Derecho y la justicia, cit., p. 346 añade como
segundo elemento implicado en la idea de igualdad como justicia formal —jun-
to con la existencia de una regla como fundamento de una decisión— la exi-
gencia de que tal decisión constituya una aplicación correcta de tal regla. Des-
de esta óptica, «decir que la decisión es justa significa que ha sido hecha de
manera regular, esto es, de conformidad con la regla o sistema de reglas vi-
gentes»; la idea de justicia implica simplemente «la aplicación correcta de una
norma, como cosa opuesta a la arbitrariedad», Ídem, p. 339. Vid. sobre la re-
lación entre la congruencia y la igualdad en la aplicación en la ley, ESCUDE-
RO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del Derecho, cit., pp. 426 y ss. La
congruencia se relaciona, además, con la exigencia de certeza del Derecho
que sólo se satisface «si quienes hacen cumplir la regla lo hacen de acuerdo
con los términos en los que ella está formulada o, al menos, de acuerdo con
otras reglas cuyo contenido es conocido por los destinatarios de la regla»,
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 201.
215
01_SISTEMA_JURIDICO:16998_01 10/11/08 20:15 Página 216
b) La exigencia de coherencia
268
ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del Derecho, cit.,
p. 151. La necesidad de distinguir la igualdad como valor moral de la exigen-
cia de consistencia normativa ha sido recalcada por LAPORTA, F., «El princi-
pio de igualdad: introducción a su análisis», cit., pp. 7 y 8 quien toma como re-
ferencia, precisamente, la aproximación kelseniana.
269
WRÒBLEWSKI, J., «Systems of Norms and Legal System», cit., pp. 234
y 235 y ANSUÁTEGUI ROIG, F. J., «Positivismo jurídico y sistemas mixtos», cit.,
p. 618. BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 189 maneja una idea de
sistema definida por la nota de la coherencia. Según este autor, si bien es po-
sible hablar de unidad del Ordenamiento con la mera presuposición de la nor-
ma fundamental el problema de si esa unidad «constituye también un siste-
ma» requiere «que los entes constitutivos no estén tan sólo en relación con el
todo, sino que estén también en relación de coherencia entre sí».
216
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270
Vid. PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., p. 391.
271
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 193.
272
Ídem, pp. 193-196.
273
Ídem, p. 193. Estos sistemas, estáticos, «parten de ciertos principios
evidentes, que son los principios del Derecho Natural» y se presentan como
«desarrollos deductivos (o al menos pretenden serlo) de los principios del De-
recho Natural. Toda proposición jurídica es inferida lógicamente y deriva su ver-
dad de aquellos principios», ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción
a la metodología de las ciencias sociales jurídicas y sociales, cit., p. 89.
274
En este momento se abandona «el Postulado de la Evidencia, al
desechar los principios del Derecho Natural y sustituirlos por las normas del
217
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284
Vid. ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit.,
p. 82; GAVAZZI, G., Delle antinomie, Giappichelli, Torino, 1959, pp. 52-55 y
PERELMAN, Ch., La lógica jurídica y la nueva retórica, cit., p. 58. Como es sa-
bido es VON WRIGHT, G.H., Vid., por ejemplo, Norma y Acción, cit., pp. 143
y ss. uno de los primeros impulsores de la Lógica deóntica.
285
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., pp. 196-200.
286
Estima ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit.,
p. 83 que la imposibilidad de obedecer y/o aplicar dos enunciados jurídicos si-
multáneamente existe no sólo en el caso de los enunciados que incluyen ope-
radores deónticos, o que pueden ser reformulados en términos deónticos, sino
también cuando se trata de enunciados que no son susceptibles de interpreta-
ción en clave deóntica. Y como ejemplos de antinomias no deónticas mencio-
na «la presentación en una misma ley de definiciones diferentes de un mismo
término, el establecimiento respecto de un mismo hecho de presunciones in-
compatibles, la formulación de principios irreconciliables etc.», Ibídem.
220
01_SISTEMA_JURIDICO:16998_01 10/11/08 20:15 Página 221
287
Ídem, p. 98.
288
Ídem, p. 99.
289
Ídem. p. 84. Coinciden, entre otros, en subrayar el carácter no formal
de la tarea de detección de antinomias y en destacar la importancia de la in-
terpretación a estos efectos, CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico
en la Teoría del Derecho, cit., p. 19; PERELMAN, Ch., «Les antinomies en droit.
Essai de synthèse» en PERELMAN, Ch. (ed.), Les antinomies en droit, Bruxe-
lles, Bruylant, 1965, pp. 392-404, p. 404; TARELLO, G., L’interpretazione della
legge, cit., p. 145; GUASTINI, R., Le fonti del diritto e l’interpretazione, Giuffrè,
Milano, 1993, p. 410; SEGURA ORTEGA, M., La racionalidad jurídica, cit.,
p. 46 y WRÒBLEWSKI, J., «Tre concetti di validitá», cit., pp. 588 y 589.
290
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit., p. 94.
291
Ídem, p. 85. Sobre los límites de la lógica deóntica en la identifica-
ción de las antinomias Vid. también RUIZ SANZ, M., Sistemas jurídicos y con-
221
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294
Ídem, p. 396. Por el contrario, los sistemas estáticos serían por defi-
nición sistemas coherentes desde el momento en que, como se señaló, el requisito
de la coherencia lógico-deductiva opera como criterio de validez de las normas
derivadas, Ídem, pp. 371 y 372.
295
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 191.
296
Por ejemplo, Bobbio plantea serias dudas acerca de la posibilidad de
denominar «sistema» a un orden puramente dinámico, Ibídem. En la misma
línea WRÒBLEWSKI, J., «Dilemmas of the Normativistic Concept of Legal
System», cit., p. 327 apunta que, si de acuerdo con el significado comúnmen-
te aceptado del término «sistema», la consistencia es uno de sus rasgos defi-
nitorios surge la tentación de sostener «que un sistema dinámico puro no es
un “sistema” en este significado del término». Y, ASÍS ROIG, R. de, Jueces y nor-
mas, cit., p. 27, afirma que la contemplación del Derecho en términos puramente
dinámicos plantea problemas para su calificación como sistema y para el cum-
plimiento de las funciones que lo caracterizan.
297
En contra mantiene BARBERIS, M., «Kelsen, Paulson and the Dyna-
mic Legal Order», cit., pp. 52 y ss. que Kelsen siempre sostuvo que para la vali-
dez de una norma inferior «únicamente es necesario que haya sido creada por
el órgano competente al efecto», de tal manera que en la teoría kelseniana «una
norma positiva es válida aunque no se deduzca de una norma superior e incluso
aunque sea incompatible». También PASTORE, B., «Sistemi normativi e coe-
renza», cit., p. 387.
298
Por lo que respecta a la consideración de los conflictos normativos
como conflictos lógicos es posible dividir el pensamiento de Kelsen en varias
223
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etapas que coinciden, como era de esperar, con las posiciones que va defendiendo
a lo largo de su obra en torno a la aplicación de la lógica al Derecho. Como ya
se dijo, en una primera fase, en la que KELSEN, H., «Natural Law Doctrine and
Legal Positivism», cit., pp. 400 y ss., considera el principio lógico de no con-
tradicción directamente aplicable a la esfera normativa, la coherencia forma
parte de la propia norma fundamental en tanto se trata de un rasgo necesario
para el conocimiento del Derecho. En una segunda fase, representada por la
segunda edición de la Teoría pura del derecho, cit., p. 215, afirma KELSEN, H.,
que este principio se aplica directamente a los enunciados jurídicos que des-
criben normas e indirectamente a las normas por lo que «el que A sea debido
y que A no lo sea» le parece «tan sinsentido» como «afirmar que A es, y que si-
multáneamente A no es». En la última fase no logicista Kelsen rechaza la an-
terior analogía y parece admitir la validez simultánea de dos normas contra-
dictorias, KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit., p. 9 y KELSEN, H., Teoria Generale
delle norme, cit., pp. 352 y ss.
299
GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 232.
A través de la doctrina de la alternatividad la posibilidad de un conflicto entre
normas superiores e inferiores se elimina, pues «el comportamiento de un ór-
gano será siempre conforme con uno u otro término de la alternativa», WEY-
LAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s treatment of Law conflicts», cit.,
p. 254. En el mismo sentido, MORESO, J. J., Normas jurídicas y Estructura del
Derecho, Fontamara, México, 1997, p. 69 y DELGADO PINTO, J., «El volun-
tarismo de Hans Kelsen y su concepción del orden jurídico como un sistema
normativo dinámico», cit., p. 200. Por esta razón, quienes entienden la teoría
kelseniana como exponente de la tesis del carácter dinámico puro se ven obli-
gados a considerar superflua esta doctrina, Vid. BARBERIS, M., «Kelsen, Paul-
son, and the Dynamic Legal Order», cit., pp. 53 y 54.
224
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300
En realidad, esta visión absoluta del dogma de la coherencia supone
su comprensión en términos de deducibilidad. En todo caso, la deducibilidad
excluye la contradicción que no es más que «una deducción errónea», GA-
VAZZI, G., Delle antinomie, cit., p. 123. Vid. sobre la plenitud en la Escuela de
la Exégesis, PERELMAN, Ch., La lógica jurídica y la nueva retórica, cit., p. 40.
301
La complejidad de los Ordenamientos jurídicos modernos se mani-
fiesta «en el aumento constante de las normas», en la «participación de un ma-
yor número de sujetos» en la labor de creación normativa y en «el reconoci-
miento expreso de una multiplicidad de fuentes» que operan de forma
«relativamente autónoma e independiente». Por otro lado, las sociedades mo-
dernas presentan una «rica y variada realidad» que el orden jurídico, en cum-
plimiento del deber de plenitud al que antes me referí, intenta recoger lo que
contribuye también a aumentar significativamente la probabilidad de contra-
dicciones normativas, SEGURA ORTEGA, M., La racionalidad jurídica, cit.,
pp. 44 y 45.
302
ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., p. 28.
225
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303
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 232.
304
WRÒBLEWSKI, J., «System of Norms and Legal System», cit., p. 234.
305
PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Introducción a la Filosofía del Dere-
cho, cit., p. 129. Vid. en un sentido similar, MACCORMICK, N., Legal Reasoning
and Legal Theory, cit., p. 106; ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., p. 28 y
ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del Derecho, cit., p. 148. Cabe
aludir a tres criterios clásicos de resolución de antinomias: el jerárquico, el
cronológico y el de especialidad (Vid. entre otros BOBBIO, N., Teoría General
del Derecho, cit., pp. 204 y ss.) a los que se añade, por razón de la existencia de
una distribución de poder normativo sobre la base consideraciones materiales
y territoriales, el criterio de la competencia. En todo caso, el criterio compe-
tencial puede considerarse como una manifestación del criterio jerárquico
puesto que el origen de la antinomia radica en la violación del precepto supe-
rior que establece la distribución de las competencias. Junto a estos criterios
cabe mencionar la técnica de la ponderación empleada para resolver las anti-
nomias que se producen entre normas igualmente competentes, con idéntico
rango jerárquico, coetáneas y con el mismo grado de generalidad.
306
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., pp. 216 y ss.
307
Ibídem.
226
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308
Señala BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 218 que, aun-
que, en ocasiones, la coherencia no se erige en condición de validez —como su-
cede en el caso de antinomias entre normas contemporáneas del mismo ni-
vel— es siempre condición de justicia pues la existencia de dos normas
incompatibles socava la certeza y la igualdad. También GAVAZZI, G., Delle an-
tinomie, cit., pp. 169 y 170, quien rechaza la operatividad de la coherencia
como criterio de validez, considera que, en todo caso, su vulneración genera
graves inconvenientes, básicamente el desorden y la confusión en las relacio-
nes intersubjetivas y la injusticia formal en la aplicación judicial del Derecho.
309
Esta acotación supone dejar al margen de la reflexión la contempla-
ción del Derecho como un «sistema de valores» reconstruido a partir de la no-
ción de jerarquía axiológica, AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes
del derecho, cit., p. 162. Vid. sobre la idea de jerarquía axiológica, GUASTINI, R.,
Distinguiendo, cit., pp. 378 y ss. Es cierto que, a veces, se recurre a esta
227
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317
En este sentido señala BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit.,
p. 170, «llamamos paritario al ordenamiento en el que existen diferentes fuentes
en un miso plano, lo que significa, dejando las metáforas, que varias normas
tienen igual valor; llamamos jerárquico o jerarquizado a aquel ordenamiento en
el que hay varias fuentes pero de niveles distintos, esto es, con un valor dife-
rente mayor o menor, al estar subordinadas jerárquicamente unas a otras».
318
RUIZ MIGUEL, A., «El principio de jerarquía normativa», Revista Es-
pañola de Derecho Constitucional, Año 8, núm. 24, 1988, pp. 135-154, p. 149.
Considera este autor que la presencia de un deber de acatamiento es el «úni-
co efecto obligado» del principio de jerarquía formal que resulta, en todo caso,
compatible «con la previsión jurídica, según los casos conjuntamente o no, de
otras manifestaciones no necesarias del criterio de superioridad jerárquica,
como la existencia de un mecanismo de fiscalización, la capacidad derogato-
ria desigual, la exigencia de procedimientos especiales de reforma, etc.», Ibí-
dem. A mi juicio, estas manifestaciones no son absolutamente prescindibles en
tanto operan, de un lado, como indicios de la existencia de una relación jerár-
quica y, de otro lado, como garantías de su mantenimiento.
319
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 205.
320
AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes del derecho, cit.,
p. 162 y GAVAZZI, G., Delle antinomie, cit., p. 108.
230
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321
RUIZ MIGUEL, A., «El principio de jerarquía normativa», cit., pp. 146
y ss.
322
Esta precisión resulta pertinente, entre otras razones, porque la jerarquía
lógica suele ser denominada «jerarquía kelseniana», Vid. BETEGÓN CARRILLO,
J.; GASCÓN ABELLÁN, M.; DE PÁRAMO ARGÜELLES, J. R., y PRIETO SAN-
CHÍS, L., Lecciones de Teoría del Derecho, Madrid, McGraw-Hill, 1997, p. 230.
323
RUIZ SANZ, M., Sistemas jurídicos y conflictos normativos, cit., p. 79.
324
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y Sistema jurídico, cit., pp. 101
y 102.
325
Es, precisamente, la subordinación «jerárquica» lo que convierte a la
norma inferior en «ejecución» de la norma superior. KELSEN, H., Teoría Ge-
neral del Estado, cit., p. 305 concede una especial relevancia en la explicación
de esta relación jerárquica, y de la propia noción de ejecución, a la determinación
material de las normas inferiores por las normas superiores. Al respecto afir-
ma MERKL, A., Teoría General del Derecho Administrativo, cit., pp. 219 y 220
que «sólo cuando existe una jerarquía, una diferencia de rango entre las fun-
ciones jurídicas, es posible concebir un grado del escalonamiento como “eje-
cución del superior”».
231
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326
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 176. Vid. también PE-
CES-BARBA MARTÍNEZ, G., Introducción a la Filosofía del Derecho, cit.,
pp. 126 y 127.
327
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 349. Ya se indicó que, en
una de sus acepciones, la noción de «determinación» es entendida como «algo
que vincula» a la autoridad de nivel inferior.
328
Señala KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 370 que un ór-
gano jurídico se sitúa entre dos normas: «la norma que ha de ejecutar, por la
cual se determina su función, a la cual da cumplimiento y presta obediencia
(como norma “superior”) y la norma que él mismo crea por la cual determina
la función de otro y la cual han de cumplir otros órganos en sentido estricto,
así como los súbditos». De esta forma, «el órgano superior es el que crea la
norma, el inferior el que la ejecuta» existiendo un «deber de obediencia del ór-
gano a la norma superior», Ídem, pp. 373 y 374.
232
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329
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 154 y 155.
330
GUASTINI, R., Distinguiendo, cit., p. 377. En este punto MERKL, A.,
«Prolegomeni alla costruzione a gradi», cit., p. 51 hace referencia a dos siste-
mas escalonados, uno fundado en el condicionamiento jurídico y otro funda-
do en la fuerza derogatoria, y advierte la posibilidad de que ambos difieran, de
manera que «una determinada forma de normación puede estar en cuanto
a la fuerza jurídica en un grado diverso a aquél que le correspondería según el
criterio jerárquico del grado de condicionamiento jurídico». En cualquier caso,
lo normal es que ambos sistemas coincidan, Vid. al respecto EBENSTEIN, W.,
La teoría pura del derecho, cit., p. 171 y WALTER, R., La estructura del orden ju-
rídico, cit., pp. 97 y ss. Y es que, generalmente, las jerarquías lógicas y forma-
les confluyen y se superponen, RUIZ SANZ, M., Sistemas jurídicos y conflictos
normativos, cit., p. 78.
331
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 311.
332
RUIZ SANZ, M., Sistemas jurídicos y conflictos normativos, cit., p. 79.
233
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333
RUIZ MIGUEL, A., «El principio de jerarquía normativa», cit., p. 148;
BETEGÓN CARRILLO, J.; GASCÓN ABELLÁN, M.; DE PÁRAMO ARGÜE-
LLES, J. R. y PRIETO SANCHÍS, L., Lecciones de Teoría del Derecho, cit., p. 232;
GUASTINI, R., Le fonti del diritto e l’interpretazione, cit., p. 39 y GUASTINI, R.,
Distinguiendo, cit., p. 377.
334
El establecimiento de una jerarquía entre las normas jurídicas es el pro-
ducto del esfuerzo del absolutismo «por llevar a cabo una organización de los
materiales normativos vigentes de forma apta para realizar o asegurar la con-
centración del poder político y jurídico». En esta época no existe en sentido es-
tricto una ordenación jerárquica entre las fuentes operando el principio de je-
rarquía como un criterio de resolución de conflictos normativos que exige la
primacía de la norma más cercana al soberano. El principio de jerarquía en-
tre las fuentes surge después como consecuencia del esfuerzo organizativo y de
la ideología de las Revoluciones francesa y americana que superan el proble-
ma de asegurar la preponderancia de las normas estatales de maneras diver-
sas: la primera concentrando las fuentes del Derecho «en una sola: la ley» y la
segunda realizando una jerarquía más complicada por la existencia de un do-
ble nivel constitucional y legal. En todo caso, lo relevante es que la jerarquía
no es ya un medio para resolver antinomias sino «un medio para asignar di-
ferente grados de valor a las diversas normaciones», TARELLO, G., L’interpre-
tazione della legge, cit., pp. 313-317.
335
Coincido con BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., pp. 170 y 171
en que «un Ordenamiento jurídico paritario» es «un caso hipotético que difí-
cilmente puede darse históricamente».
234
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336
ESCUDERO ALDAY, R., Positivismo y moral interna del Derecho, cit.,
p. 150.
337
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T.R., Las leyes orgánicas y el bloque de
constitucionalidad. En torno al artículo 28 de la Ley orgánica del Tribunal Cons-
titucional, Civitas, Madrid, 1981, cit., p. 77 y BETEGÓN CARRILLO, J.; GAS-
CÓN ABELLÁN, M.; DE PÁRAMO ARGÜELLES, J.R. y PRIETO SANCHÍS, L.,
Lecciones de Teoría del Derecho, cit., p. 232.
235
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338
Vid., por ejemplo, KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Esta-
do, cit., pp. 335 y ss.
339
Y ello porque «difícilmente podemos pensar que el Derecho sea una
herramienta de control social si cuando se proyecta en controversias de di-
versa índole no se utiliza, esto es, cuando los enunciados que forman parte del
sistema jurídico no son tomados como referentes en el logro del control so-
cial», ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 62.
340
RAZ, J., Razón práctica y normas, cit., pp. 160 y 161.
236
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341
En otras palabras, la presencia de una ordenación jerárquica formal
entre dos normas del sistema jurídico significa que, el caso de que «se de una
antinomia entre las respectivas normas, las normas provenientes de la fuente
inferior son inválidas», GUASTINI, R., «Michel Tropper e l’interpretazione de-
lla Costituzione», cit., p. 261.
342
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 217. En el caso de las
normas del mismo nivel, Bobbio considera que no existe un deber de cohe-
rencia en relación con los creadores de normas. En este supuesto la coheren-
cia no es una condición de validez, sino un criterio de aplicabilidad de nor-
mas a los casos concretos.
343
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit., p. 101.
Señala esta autora, apoyándose en las reflexiones de Tarello acerca de la génesis
histórica de este principio, que «el criterio de jerarquía de fuentes no puede ser
237
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238
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349
Ídem, p. 272. Lo anterior supone apartarnos del uso que BOBBIO, N.,
Teoría General del Derecho, cit., p. 204 hace de la distinción entre antinomias
aparentes y antinomias reales. Según este autor son aparentes las antinomias
«solubles» de acuerdo con algún criterio y reales las que no pueden solventar-
se atendiendo a dichos parámetros, bien por ausencia de un criterio aplicable,
bien por la existencia de un conflicto de criterios, de manera que en su reso-
lución el intérprete «queda abandonado a sí mismo».
350
PASTORE, B., «Sistemi normativi e coerenza», cit., 393. Por el con-
trario, en un sistema puramente dinámico la adaptación «de las decisiones
con el conjunto de los materiales normativos no es relevante», Ibídem. En un
sistema estrictamente dinámico la conformidad material de las normas infe-
riores con las normas superiores es «completamente irrelevante» para el pro-
blema teórico de la validez jurídica, aunque desde un punto de vista práctico
«podría ser deseable», BARBERIS, M., «Kelsen, Paulson, and the Dynamic Le-
gal Order», cit., p. 52.
351
NANNINI. S., «Legal Validity and Conformity to Law» en GIANFOR-
MAGGIO, L. y PAULSON, S. (eds.), Cognition and interpretation of Law, cit.,
pp. 231-273, p. 241.
352
PÉREZ LUÑO, A.-E., La seguridad jurídica, cit., p. 26 y WRÒBLEWS-
KI, J., «Functions of law and legal certainty», cit., p. 320.
239
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353
En palabras de KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 383 «si
la decisión sobre la validez queda al arbitrio del órgano ejecutivo, se hace de-
pender la validez de la “buena voluntad del ejecutor”, con lo cual queda en el
aire la posibilidad de la existencia del orden, su validez objetiva … Pero si se
considera … el caso de que el órgano creador haya de decidir sobre la regula-
ridad de la norma por él creada, compréndese que el interés suyo en que se rea-
lice su voluntad enturbiará un tanto el juicio que emita acerca de la regulari-
dad de la norma. Evítanse estos peligros encomendando tal decisión a una
instancia neutral distinta del creador y del ejecutor de la norma».
354
GUASTINI, R., «Michel Tropper e l’interpretazione della Costituzione»,
cit., p. 261. Como apunta BOBBIO, N., «Sobre los criterios de resolución de an-
tinomias» en BOBBIO, N., Contribución a la Teoría del Derecho, cit., pp. 339-
353, p. 343 «el criterio jerárquico hace referencia a un hecho jurídico, a un he-
cho calificado por una norma (la superioridad de la que se habla es una
superioridad jurídica y no natural) y, por tanto, requiere para su aplicación
esa peculiar forma de operación intelectual que es la interpretación jurídica».
240
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355
GUASTINI, R., Distinguiendo, cit., p. 350.
356
Ibídem. Vid. también BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit.,
p. 21; BOBBIO, N., «Sul Ragionamiento dei guristi» en L´analisi del ragiona-
miento giuridico, Vol. II, cit., pp. 161-178, p. 168 y BETEGÓN CARRILLO, J.;
GASCÓN ABELLÁN, M.; DE PÁRAMO ARGÜELLES, J. R. y PRIETO SAN-
CHÍS, L., Lecciones de Teoría del Derecho, cit., p. 243.
357
Cabe llamar la atención sobre el énfasis con el que KELSEN, H., «La
garantía jurisdiccional de la constitución», cit., pp. 150 y 151 defiende la ne-
cesidad de garantizar jurisdiccionalmente la superioridad jerárquica de la
Constitución: «una Constitución que carezca de la garantía de la anulabilidad
de los actos inconstitucionales no es una Constitución plenamente obligatoria,
en sentido técnico. Aunque en general no se tenga conciencia de ello —por-
que una teoría jurídica dominada por la política no permite esta toma de con-
ciencia— una Constitución en la cual los actos inconstitucionales y, en parti-
cular, las leyes inconstitucionales sigan conservando su validez —al no ser
posible anularlos por su inconstitucionalidad— equivale, desde el punto de
vista propiamente jurídico, a poco más que unos buenos deseos desprovistos
de fuerza obligatoria. Cualquier ley, reglamento e incluso acto jurídico gene-
ral realizado por los particulares tienen una fuerza jurídica superior a la de la
Constitución, a la que todos ellos están, sin embargo, subordinados y de
la cual derivan su validez».
241
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358
Vid. PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Los valores superiores, Tecnos, Ma-
drid, 1984, p. 94 y ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., p. 26.
242
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359
Así, no es rigurosamente cierto que tal presencia «transciende la dia-
léctica de los contrarios», entre el sistema estático y el dinámico (LLAMAS
CASCÓN, A., Los valores jurídicos como ordenamiento material, Universidad
Carlos III de Madrid-BOE, Madrid, 1993, p. 191) pero sí que la transciende ab-
solutamente, pues el sistema incluye desde su cúspide dimensiones materia-
les. Tampoco cabe afirmar que la incorporación de dimensiones sustantivas en
la norma constitucional provoca que no se pueda sostener «la tajante distin-
ción kelseniana porque lo que él llama “sistema dinámico” no es suficiente
sin lo que llama “sistema estático” para comprender el Ordenamiento jurídi-
co» (PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Los valores superiores, cit., p. 43), pero sí
que a partir de tal incorporación la comprensión del orden jurídico en térmi-
nos puramente dinámicos es radicalmente insuficiente. Como señala ANSUÁ-
TEGUI ROIG, F. J., Poder, Ordenamiento jurídico, derechos, cit., pp. 84 y 85 «la
inclusión de contenidos sobre derechos fundamentales en las normas supe-
riores del ordenamiento es uno de los factores que hace que, en realidad, el sis-
tema jurídico sea un sistema mixto ... desde el momento en que en las normas
superiores se integran contenidos materiales que deben ser asumidos y respe-
tados por el conjunto de los componentes normativos del sistema, esas normas
ya no pueden ser entendidas exclusivamente como el origen positivo de la ca-
dena de habilitación formal a los distintos poderes normativos para que ma-
terialicen su capacidad normativa». La cursiva es mía.
243
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360
CELANO, B., La teoria del diritto di Hans Kelsen, cit., pp. 370 y 371.
361
FERRAJOLI, L., Derecho y razón, cit., p. 856. El poder jurídico se pre-
senta ahora como un poder sub lege en un sentido «fuerte, material o sustan-
cial», Ibídem. También GUASTINI, R., Quindici lezioni di diritto costituziona-
le, cit., pp. 36 y 37 se refiere a este segundo aspecto del principio de legalidad
que exige no sólo que un acto «esté fundado sobre el derecho», sino que re-
quiere también que «sea conforme a derecho», siendo inválido todo acto «cuyo
contenido esté en contraste con las normas jurídicas que lo disciplinan». Se-
gún Guastini, esta dimensión del principio de legalidad —que puede denomi-
narse «legalidad material», pues hace depender la validez de un acto de su con-
tenido— presupone la presencia de «normas que disciplinan sustancialmente
el poder conferido, limitándolo» y «no sólo de normas de autorización (atri-
butivas de competencia)».
362
Ciertamente, «es difícil imaginar un Estado en el cual el poder juris-
diccional no esté sujeto al principio de legalidad material … por definición, la
jurisdicción es precisamente la función de aplicación del derecho». Más allá del
contexto judicial, el principio de legalidad material puede poseer «un ámbito
de aplicación más o menos extenso», pudiendo incidir también en la labor del
poder ejecutivo o del poder legislativo, Ibídem.
244
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* * *
363
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 16.
364
Así, «los sistemas mixtos lo son porque los criterios de identificación
de las normas no son de exclusiva naturaleza formal. Por el contrario junto a
las dimensiones formales encontramos también dimensiones sustanciales y
materiales. De acuerdo con lo anterior una norma para pertenecer al sistema,
es decir, para cumplir los criterios de validez propios de ese sistema, debe sa-
tisfacer determinadas exigencias formales y determinadas exigencias mate-
riales», ANSUÁTEGUI ROIG, F. J., «Positivismo jurídico y sistemas mixtos»,
cit., pp. 615 y 616.
365
Como apunta DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen
y su concepción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit.,
p. 193 «si se admite, por un lado, que las normas de un determinado nivel del or-
245
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denamiento jurídico regulan el contenido de las normas del grado inferior, y, por
otro, se afirma que no puede existir contradicción entre las normas del ordena-
miento, parece que hay que admitir la necesidad de una concordancia entre el con-
tenido de una norma y el de la norma inferior creada conforme a ella, ya que si
la norma inferior contradijera por su contenido la superior no podría ser válida.
Resulta así afirmada una relación entre norma superior y norma inferior en la que
la coherencia de contenido entre ambas es relevante para la validez de esta últi-
ma, lo que no parece cohonestable con la idea de un sistema dinámico puro». El
sistema jurídico «no es un sistema puro de delegaciones, sino un sistema que im-
plica una cierta coherencia de contenido entre sus normas», y, por tanto, un sis-
tema en el cual el principio estático «encuentra una cierta aplicación».
366
Ibídem.
367
Ibídem.
246
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CAPÍTULO III
EL SISTEMA JURÍDICO COMO SISTEMA MIXTO
247
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1
Una norma independiente es «aquélla cuya pertenencia a S no está con-
dicionada por la previa pertenencia de otras normas», mientras que las normas
dependientes se definen como aquéllas cuya pertenencia al sistema está condi-
cionada y presupone la pertenencia de otras normas al sistema, CARACCIOLO, R.,
La noción de sistema jurídico en la Teoría del Derecho, cit., p. 53. Vid. también
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico. Una investi-
gación sobre la identidad y la dinámica de los sistemas jurídicos, Centro de Es-
tudios Constitucionales, Madrid, 1993, p. 37. Como apunta CARACCIOLO, R.,
Sistema jurídico. Problemas actuales, Centro de Estudios Constitucionales, Ma-
drid, 1988, p. 57 la cuestión de la pertenencia de las normas independientes
afecta al problema de la identidad del sistema jurídico y la determinación de
248
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249
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7
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 54 y CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit.,
p. 59. De este modo, «supuesta la consistencia de la base axiomática de este sis-
tema ninguna norma puede tornarlo inconsistente» puesto que si una norma
dependiente se encuentra en contradicción con otra norma, entonces «no se de-
duce del sistema, y, por consiguiente, no es válida en el mismo», Ibídem.
8
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 54.
9
Ibídem. Vid. también WRÒBLEWSKI, J., «Systems of Norms and Le-
gal System», cit., p. 226. Así, en un sistema articulado sobre la base del crite-
rio de legalidad «las normas independientes tienen que conceder … la com-
petencia originaria a partir de la cual se establece el orden de relaciones que
define la estructura del sistema», CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Proble-
mas actuales, cit., pp. 59 y 60.
10
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 54.
11
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
p. 37.
250
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12
CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 60 y CA-
RACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Derecho, cit., p. 54.
13
MORESO, J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
p. 37 y CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 55.
14
Ibídem.
15
Ibídem.
16
Ibídem.
17
Ibídem.
251
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18
Ibídem.
19
BARRANCO AVILÉS, M. C., La teoría jurídica de los derechos funda-
mentales, Dykinson, Madrid, 2000, p. 244.
252
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20
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 55.
21
Ídem, p. 59.
22
WRÒBLEWSKI, J., «Systems of Norms and Legal System», cit., p. 233.
En cambio, en un sistema abierto la norma primaria «no determina el conte-
nido de las otras normas», Ibídem.
23
Vid. en este sentido TROPER, M., «Autoridad y razón en el derecho
público francés» en TROPER, M., Por una teoría jurídica del Estado, cit., pp. 83-
102, p. 100.
24
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 59. Según CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales,
cit., p. 65 las normas emitidas por los jueces «tienen que derivarse lógicamen-
te de las normas generales en conjunción con la descripción de un supuesto de
hecho» por lo que este modelo mixto M3 «podría ser adoptado de forma limi-
tada a esta clase de normas particulares». Esta opinión es suscrita también
253
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26
La posibilidad de debilitar el criterio de deducibilidad «en el sentido
de admitir no sólo consecuencias lógicas en la determinación del contenido
de las normas que tienen que ser promulgadas, o también como una forma de
excluir determinados contenidos» es apuntada por CARACCIOLO, R., Sistema
jurídico. Problemas actuales, cit., p. 60. Coincido con este autor en que este de-
bilitamiento parece depender no tanto del criterio de deducibilidad, «sino de
la manera en que se defina la relación de legalidad», Ibídem.
27
WRÒBLEWSKI, J., «Systems of Norms and Legal System», cit., p. 233.
Desde esta óptica, la inclusión de contenidos en la norma constitucional no
implica la determinación «de un modo total del entero contenido del Ordena-
miento jurídico», sino tan sólo la exclusión de determinados contenidos, AN-
SUÁTEGUI ROIG, F. J., Poder, Ordenamiento jurídico, derechos, cit., p. 86.
28
BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, cit., p. 195.
29
Vid. en concreto en torno a la relación entre la ley y la norma consti-
tucional TROPER, M., «Autoridad y razón en el derecho público francés», cit.,
p. 100 quien sostiene que, en realidad, la obligación del legislador de adecuarse
255
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32
Cabe señalar que la visión de Kelsen del problema de la determina-
ción del Derecho y de la interpretación jurídica se enfrenta con la definición
—presente, como se ha indicado, en algunos de sus escritos— de la relación de
conformidad material como una relación lógica de subsunción.
33
Vid. BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas jurí-
dicos», cit., p. 261 quien considera explícitamente este modelo «como el que
mejor reconstruye los criterios de pertenencia que los juristas efectivamente uti-
lizan». También CARACCIOLO, R. La noción de sistema jurídico en la Teoría del
Derecho, cit., pp. 57-61 defiende este modelo como el más apropiado para dar
cuenta de la estructura del orden jurídico, aunque no deja de detectar ciertos
problemas que serán tenidos especialmente en cuenta en esta exposición. Con
257
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carácter general cabe afirmar que este modelo es asumido por los representantes
de la escuela analítica.
34
Conviene, además, recordar que el sistema mixto al que alude KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 205, responde a este modelo.
258
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35
En este caso la distinción punto de vista dinámico/punto de vista es-
tático coincide con la distinción kelseniana entre una teoría dinámica y una
teoría estática del Derecho en cuanto la opción por una u otra supone adop-
tar una perspectiva, bien diacrónica, o bien sincrónica en el análisis del fenó-
meno jurídico.
260
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36
BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas jurídicos»,
cit., p. 257. Vid. también ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la
metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 25. Señalan estos auto-
res que el modelo que proponen no intenta «describir lo que los juristas efec-
tivamente hacen; se trata más bien de una reconstrucción racional de algunos
ideales de la ciencia jurídica», Ibídem.
37
BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del Derecho» en
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Análisis Lógico y Derecho, cit., pp. 465-
484, p. 466. En el mismo sentido ALCHOURRÓN, C., «Systematization and
change in the science of Law», Rechtstheorie, Beiheft 10, pp. 171-184, p. 171.
38
Ibídem.
261
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39
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 111. Indican estos autores que una de las
tareas más importantes que compete a la ciencia jurídica consiste en la pre-
sentación en forma sistemática del derecho positivo tendente a facilitar «el co-
nocimiento del derecho y su manejo por parte de los individuos sometidos al
orden jurídico y, en especial, por quienes deben hacerlo por razones profesio-
nales (abogados, jueces, funcionarios, etcétera)», p. 113.
40
Ídem, p. 86. La axiomatización «consiste en hallar un subconjunto fi-
nito de enunciados tal, que todos los demás enunciados del sistema, puedan de-
rivarse como consecuencias de dicho subconjunto, que constituye la base de
la nueva presentación del sistema. Cuando un sistema posee por lo menos una
base axiomática, se dice que ese sistema es axiomatizable», Ídem. p. 88.
41
Ídem, p. 93. La ventaja que, a juicio de estos autores, presenta la ca-
racterización de un sistema normativo por sus consecuencias, frente a su de-
finición corriente como un sistema de normas, radica en que permite dar cuen-
ta de la presencia en un sistema normativo de enunciados que no establecen
obligaciones, prohibiciones o permisos y que sólo a través de una «desmesu-
rada ampliación del campo de referencia de la palabra “norma” pueden ser
considerados como tales», Ídem, 97.
42
Esta última precisión responde a la necesidad de diferenciar el siste-
ma jurídico de otros sistemas normativos y expresa, en los términos caracte-
rísticos de la teoría de Alchourrón y Bulygin, la inversión de la perspectiva des-
de la norma al sistema en la definición de la relación entre el Derecho y la
coacción, Ídem, p. 23 y pp. 86 y ss. En este sentido, enfrentándose directa-
mente con la visión kelseniana, afirman la posibilidad de preservar «la idea de
que la sanción es característica definitoria del derecho definiendo el sistema
jurídico como el sistema normativo que contiene enunciados prescriptivos de
sanciones, es decir, entre cuyas consecuencias hay normas o soluciones cuyo
contenido es un acto coactivo», Ídem, pp. 105 y 106. Según este criterio para
considerar jurídico a un sistema normativo «alcanzaría con que las conse-
cuencias de algunos de sus enunciados sean normas cuyo contenido consista
en actos coactivos, pero no que todos ellos establezcan sanciones», RODRÍ-
GUEZ, J.L., Lógica de los sistemas jurídicos, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2002, pp. 40 y 41.
262
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 263
43
Vid. ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología
de las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 93.
44
BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del Derecho», cit.,
p. 472. Vid. sobre la función de sistematización ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E.,
Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit., Cap. V.
45
Ídem, p. 24.
46
Ídem, p. 119.
47
BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas jurídicos»,
cit., p. 258. Vid. también ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la
metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit., pp. 113 y ss.
263
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48
Para estos autores es «un hecho de capital importancia que los juris-
tas consideran como derecho no sólo los enunciados identificados como váli-
dos de conformidad con los criterios de identificación vigentes, sino también
los enunciados que son consecuencias de tales enunciados» y para determinar
tales consecuencias estiman «necesario usar ciertas reglas de inferencia que de-
finen la noción de consecuencia», Ídem, p. 117.
49
Sobre esta actividad de la ciencia jurídica, Vid. Ídem, pp. 124-137
y BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del Derecho», cit.,
pp. 472-477.
50
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 125.
51
Ídem, p. 127.
52
Ídem, pp. 130-133.
264
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 265
53
Ídem, pp. 126 y 127.
54
Ídem, p. 127.
55
Ídem, pp. 114 y 115.
56
De esta forma, «no se puede hablar de sistema ni de sistematización
mientras no se haya acotado un conjunto determinado de enunciados de de-
recho», Ídem, p. 115.
265
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 266
57
Tanto la derivación de las consecuencias de la base como la reformu-
lación del sistema se entienden como problemas de inferencia lógica que en nin-
gún caso pueden dar lugar a la introducción o eliminación de contenidos nor-
mativos. En efecto, si las consecuencias normativas cambian «no se tratará ya
del mismo sistema, sino de dos sistemas diferentes», Ídem, p. 128. Según Al-
chourrón y Bulygin a la ciencia le compete una labor puramente cognoscitiva
no estando autorizada para «invadir el terreno de la creación del derecho, que
es función política que compete al legislador», Ibídem.
58
GUASTINI, R., «Aspetti notevoli di Normative Systems», Analisi e diritto,
1997, pp. 69-78, p. 70.
59
Vid. sobre esta cuestión CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Proble-
mas actuales, cit., pp. 15 y ss. y LOSANO, M., «The legal system from theology
to technology», Archiv für Rechts und Sozial Philosophie, 1971, LVII/4, pp. 485-
502, p. 488.
266
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 267
60
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 24.
61
CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 14. Cabe
precisar que, como enseguida se comprobará, la aproximación de Alchourrón
y Bulygin no niega toda relevancia a este presupuesto.
62
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 24.
267
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 268
63
En efecto, aunque «cualquier conjunto de enunciados puede servir de
base para un sistema axiomático, no cualquier enunciado, ni siquiera cual-
quier enunciado de derecho, puede figurar en la base de un determinado sis-
tema jurídico. Para ello el enunciado debe reunir determinadas características
especiales. Siguiendo la terminología tradicional llamaremos válidos a los
enunciados de derecho que los juristas aceptan como admisibles para integrar
la base de un sistema jurídico. Para seleccionar los enunciados de la base, los
juristas usan ciertos criterios que llamaremos criterios de identificación. Los
criterios de identificación establecen qué requisitos debe reunir un enunciado
de derecho para que sea válido. La noción de validez es, por lo tanto, relativa
a un criterio o un conjunto de criterios de identificación», Vid. ALCHOURRÓN, C.
y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y socia-
les, cit., pp. 118 y 119. Así, la elección de la materia a sistematizar es arbitra-
ria, «en el sentido de que depende enteramente del interés del jurista», pero «la
selección de los enunciados que han de integrar la base no lo es, pues está de-
terminada por dos factores: 1. Los enunciados de la base deben ser enuncia-
dos de derecho válidos y 2. La base debe contener todos los enunciados que ten-
gan consecuencias normativas para la materia elegida», Vid. Ídem, p. 122. La
segunda de estas exigencias alude a la noción de «relevancia» y no va a ser ob-
jeto de análisis en este trabajo. Vid. sobre esta idea Ídem, pp. 145 y ss. y MO-
RESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., pp. 101-130.
268
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 269
64
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit. p. 121.
65
Ídem, pp. 121 y 122.
66
Ídem, p. 122.
67
Ibídem. Precisamente, la principal utilidad del concepto de sistema
analizado en la presente investigación consiste en proporcionar estos criterios
y la principal pretensión de este trabajo consiste en dilucidar su carácter, su al-
269
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 270
cance y su juego. Pues bien, como se desprende de las reflexiones realizadas has-
ta el momento, la propia afirmación de la presencia de estos criterios y la po-
sición que se adopte en torno a su naturaleza dependen de opciones concep-
tuales. En otros términos, la cuestión de la identificación de las normas jurídicas
válidas es un problema genuinamente conceptual. En este sentido, afirman Al-
chourrón y Bulygin que «muchas de las controversias entre distintas escuelas
jurídicas no se refieren a problemas metodológicos (sistematización), sino a la
elección de los criterios de identificación y, por ende, a las fuentes del derecho»,
poniendo como ejemplos la polémica entre el iusnaturalismo y el positivismo,
la discusión entre la Escuela de la Exégesis y Gény o entre la jurisprudencia de
intereses y la jurisprudencia de conceptos, Ídem, p. 119. En este orden de co-
sas conviene tener presente que la propia consideración de los problemas de
identificación como problemas «empíricos» responde a una opción concep-
tual positivista que supone «que los criterios de identificación y de selección
se aplican a un material que el científico encuentra en la experiencia», esto es,
se proyectan sobre el Derecho positivo que resulta de determinados hechos
empíricos (de actos de promulgación y de derogación de normas), Ídem, p. 24.
De cualquier forma, como trataré de justificar con posterioridad, la tarea de iden-
tificación no puede ser contemplada en términos estrictamente empíricos tam-
poco desde una visión positivista.
68
CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 15. Ad-
vierte este autor que los criterios ad hoc, como la publicación en un diario ofi-
cial, no son suficientes puesto que «ante la pregunta acerca de cuáles son los
textos cuya publicación es admisible, sigue siendo una respuesta adecuada que
son aquéllos que expresan normas válidas del sistema jurídico», Ídem, p. 16.
69
Ídem, p. 15.
270
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 271
70
BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas jurídicos»,
cit., p. 259.
71
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., pp. 137 y 138.
72
Ídem, p. 124 y ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN. E., «Sobre el concep-
to de orden jurídico» en ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN. E., Análisis Lógico y
Derecho, cit., pp. 393-407, p. 397. Como es sabido, fue RAZ, J., El concepto de
sistema jurídico, cit., pp. 225 y ss. el primero en llamar la atención sobre el ca-
rácter momentáneo del sistema jurídico. En todo caso, la aproximación de Al-
chourrón y Bulygin difiere en algunos aspectos importantes de la posición de
Raz. Vid. BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas jurídi-
cos», cit., pp. 259 y ss. y MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y siste-
ma jurídico, cit., pp. 40 y ss.
73
Señala BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas ju-
rídicos», cit., p. 258 que «esta noción de sistema» estático «reconstruye con
bastante fidelidad lo que Kelsen entiende por tales sistemas».
271
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74
Ibídem.
75
Ídem, p. 259.
76
ALCHOURRÓN, C., y BULYGIN, E., «Sobre el concepto de orden ju-
rídico», cit., p. 397. Desde la visión presente en Normative Systems, el concep-
to de sistema «tiene que estar referido a un punto temporal determinado, pues
con todo cambio provocado por actos de creación y de derogación de normas,
el conjunto deja de ser el mismo y se convierte en otro distinto, con lo cual
volvemos a tener un concepto estático de sistema», por lo tanto, «un sistema
dinámico no puede ser un conjunto, sino una familia (es decir, un conjunto) de
conjuntos de normas, o más precisamente una secuencia temporal de conjun-
tos de normas», BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas
jurídicos», cit., p. 258. Sobre la distinción entre sistema y orden jurídico se
volverá en un momento posterior.
272
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 273
77
Vid. sobre estos usos GARCÍA AMADO, J.A., «Teorías del sistema jurí-
dico y concepto de Derecho», Anuario de Filosofía del Derecho, Tomo II, 1985,
pp. 297-316. Considera este autor que Kelsen es el principal exponente del en-
foque teórico general o iusfilosófico del concepto de sistema, que se caracte-
riza por intentar ofrecer «una visión general del derecho, atendiendo únicamente
al derecho mismo en cuanto ordenamiento normativo y entendiendo que tal or-
denamiento se articula interna y autónomamente con arreglo a un cierto es-
quema sistemático o estructural», Ídem, p. 313.
78
De la consideración del Derecho como un conjunto de normas que
contiene todas sus consecuencias lógicas, «se sigue la necesidad de distinguir
entre dos clases de normas: normas expresamente formuladas y normas que se
derivan de aquéllas (son sus consecuencias lógicas), que se llamarán normas
derivadas» ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Sobre el concepto de orden ju-
273
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 274
rídico», cit., p. 396. Vid. también MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídi-
co y sistema jurídico, cit, p. 36 y RODRÍGUEZ, J. L., Lógica de los sistemas ju-
rídicos, cit., p. 43.
79
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
p. 35.
80
Importa, de todos modos, insistir en que —incluso en aquellos perio-
dos en los que es menos escéptico en torno a la aplicación de la Lógica al De-
recho— Kelsen entiende que las normas jurídicas son siempre normas emiti-
das por determinados sujetos de manera que, ni la derivación lógica, ni otra
relación material más débil es suficiente, sin el apoyo de la voluntad, para dar
lugar a normas jurídicas.
81
La comprensión de esta idea requiere diferenciar en el fenómeno jurí-
dico tres aspectos normativos relacionados entre sí: el acto normativo —como
«acto lingüístico ejecutado por un sujeto determinado en un lugar y tiempo
dados, destinado a dictar o a promulgar una prescripción» —la formulación nor-
mativa o enunciado normativo— «como cadena de expresiones del lenguaje
natural gramaticalmente correcta y completa» —y la norma— entendida como
«el significado del enunciado formulado con motivo de la ejecución del acto nor-
274
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275
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Uno no puede querer aquello de lo que nada sabe y la voluntad cuyo sentido
es la norma. Únicamente el tribunal que ha constatado que Pérez le robó un
caballo a González puede querer que el ladrón Pérez deba ser encarcelado». Esta
consideración, y en general la concepción «strict act-relativity» de las normas,
resulta difícilmente conciliable con la contemplación de las normas «secun-
darias» como derivaciones lógicas de las normas primarias y con la teoría de
la norma general excluyente.
85
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
pp. 35 y 36.
86
Ídem, p. 36. Vid. también RODRÍGUEZ, J. L., Lógica de los sistemas ju-
rídicos, cit., p. 47.
87
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit,
p. 36.
88
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E, «Sobre el concepto de orden jurí-
dico», cit., p. 396.
276
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89
RODRÍGUEZ, J. L., Lógica de los sistemas jurídicos, cit., p. 45.
90
Cabe precisar que la distinción normas formuladas/normas derivadas
es sólo parcialmente coincidente con la diferenciación entre normas explíci-
tas/normas implícitas empleada por GUASTINI, R., Distinguiendo, cit., p. 350
y ss. Y es que la noción de normas implícitas que este autor maneja —defini-
das como normas que «incluso en ausencia de dictado, pertenecen al sistema
por estar “implícitas” en las normas dictadas»— es más amplia que la catego-
ría de las normas derivadas ya que no sólo incluye «las normas que pueden
ser inferidas de las normas explícitas a partir de esquemas de razonamiento ló-
gicamente válidos y sin la adición de ulteriores premisas», sino también «las
normas que pueden ser inferidas de las normas implícitas sólo con la adición
de premisas ulteriores», e incluso «las normas que pueden ser persuasivamente
inferidas a partir de las normas explícitas según esquemas de razonamiento no
deductivos y lógicamente inválidos», Ídem, p. 358. Tiene razón Guastini cuan-
do señala que las dos últimas categorías de normas implícitas son fruto de
operaciones decisivamente creativas.
91
Ídem, p. 363. Vid. también CARACCIOLO, R., La noción de sistema ju-
rídico en la Teoría del Derecho, cit., p. 55.
277
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92
MORESO, J. J., y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
p. 38.
93
En términos más analíticos, «una norma dependiente N formulada en
el sistema S, no desaparece de S al eliminarse la norma que otorgaba la com-
petencia a la autoridad normativa de N. Por el contrario, si una norma N per-
tenece al sistema por ser consecuencia lógica de otra norma N1, es necesario
y suficiente la remoción de N1 para que la norma N sea eliminada del sistema»,
Ibídem. Sobre las consecuencias lógicas de la derogación de normas Vid. AL-
CHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Sobre el concepto de orden jurídico», ya ci-
tado y SAUCA CANO, J. M., Cuestiones lógicas en la derogación de normas, Fon-
tarama, México, 2001.
278
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94
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
p. 38. Esta reflexión se conecta con la idea ya destacada de que para que un con-
junto de normas sea considerado un sistema jurídico es necesario que exista,
al menos, una norma promulgada.
95
Ibídem.
96
RODRÍGUEZ, J. L., Lógica de los sistemas jurídicos, cit., p. 45.
97
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
p. 38.
98
BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas jurídicos»,
cit., p. 265. En este sentido, Bulygin sostiene que el criterio de legalidad no
sólo determina la pertenencia de los distintos sistemas jurídicos al orden jurí-
dico (idea de la que daremos cuenta posteriormente) sino que determina tam-
bién, al menos parcialmente, el contenido de los diferentes sistemas, Ibídem.
279
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99
Aunque no pretendo exponer en detalle la concepción de Aarnio, cabe
señalar que, en el marco de su construcción, el denominado sistema básico
está integrado por ciertas normas válidas, que de nuevo se refieren a un pro-
blema normativo específico, y por una cierta organización de tales normas,
AARNIO, A., On legal Reasoning, Turun Yliopisto, Turku, 1977, pp. 273 y 274.
Según Aarnio, el legislador cuando trata una determinada materia se basa en
una cierta preconcepción «sistematizada», esto es, en un conjunto de concep-
tos que pone en relación de dependencia. Esta sistematización es calificada
por Aarnio de sistematización «preteórica», Ídem, pp. 273 y ss. y AARNIO, A.,
«On changes in the Systematic of Law», Rechstheorie, Beiheft 10, 1986, pp.
161-170, pp. 166 y 167. A su juicio, los resultados del uso del poder normativo
por parte el legislador son los textos legales «portadores de ciertos significados»
que «forman el sistema básico acorde con la sistematización pre-teórica», AAR-
NIO, A., Lo racional como razonable, trad. de E. Garzón Valdés, Centro de Es-
tudios Constitucionales, Madrid, 1991, p. 193. Desde esta óptica, la tarea de sis-
tematización a la que aluden Alchourrón y Bulygin implica el reemplazo del
sistema básico por un sistema científico idéntico en sus contenidos al prime-
ro, AARNIO, A., On Legal Reasoning, cit., p. 275.
100
AARNIO, A., «On changes in the Systematic of Law», cit., pp. 168 y ss.
281
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101
AARNIO, A., On Legal Reasoning, cit., p. 255.
102
Señala Aarnio que, dado que toda norma del sistema básico «puede ser
dotada de uno o más contenidos (interpretaciones)», se plantean dos opcio-
nes: o bien se reformula el sistema científico de forma que contenga «todas
las interpretaciones concebibles del sistema básico», supuesto en el que «en cier-
ta forma sería vacío», o bien se interpreta la identidad en el sentido según el
cual el sistema científico «es idéntico a una cierta interpretación del sistema
básico», Ídem, p. 276.
103
En efecto, un determinado sistema científico «Sj» «describe el orden
jurídico válido» y «representa los significados expresados por el Derecho», de
manera que el sistema básico «tiene el contenido mostrado por Sj». Ahora
bien, «lo mismo se aplica a otros sistemas de reemplazo, por ejemplo, al sis-
tema Sk». De este modo, los sistemas científicos no ofrecen «el mismo resul-
tado que el sistema original» aunque sí constituyen «una interpretación váli-
da de los textos jurídicos dados», AARNIO, A., «On changes in the Systematic
of Law», cit., p. 170 y AARNIO, A., Lo racional como razonable, cit., p. 197.
104
Se trata de una confusión en la que, a juicio de Bulygin, incurre tam-
bién NIINILUOTO, I., «On Truth and Argumentation in Legal Dogmatics»,
282
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283
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109
Ibídem.
110
BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del Derecho»,
cit., p. 469. La identificación es el paso «que lleva desde las distintas fuentes del
derecho (legislación, precedente, costumbre) a normas jurídicas … otro nom-
bre más usual … para esta actividad es “interpretación”», Ídem, p. 466.
111
ALCHOURRÓN, C., «Systematization and change in the Science of
Law», cit., p. 178.
112
BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del Derecho»,
cit., p. 482 y ALCHOURRÓN, C., «Systematization and change in the Science
of Law», cit., p. 179.
113
BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del Derecho»,
cit., p. 482. Indica Bulygin que, si por norma se entiende el significado de una
formulación normativa, «carece de sentido hablar de interpretación de nor-
284
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mas. Decir que dos interpretaciones son diferentes implica que … se trata de
dos normas diferentes. Solamente las formulaciones de normas pueden ser in-
terpretadas; cada interpretación asocia una norma a la misma formulación
normativa».
114
Ibídem. En definitiva, la objeción de Aarnio sería «fruto de un ma-
lentendido. Como en NS la sistematización comienza a partir de un conjunto
de normas ya interpretadas, no resulta sorprendente que el contenido de tales
normas esté dado de antemano y con independencia del nuevo sistema S1. De
hecho la sistematización (en nuestro sentido) no parte del sistema básico sb de
Aarnio (que como hemos visto es un conjunto de meras formulaciones de nor-
mas) sino del conjunto que Aarnio llama S1, es decir, un conjunto de formu-
laciones normativas interpretadas, esto es, de un conjunto de normas», Ídem,
p. 483.
115
Considera BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del
Derecho», cit., 470 que la afirmación de que los problemas de identificación son
problemas empíricos tal y como está formulada en Normative Systems es una
exageración pues tales problemas «no son puramente empíricos», Vid. AL-
CHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias
jurídicas y sociales, cit., p. 112. Entre las razones que obligan a matizar la de-
finición estrictamente empírica de la tarea de identificación se encuentran
285
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también los problemas que plantea la elección y la aplicación de los propios cri-
terios de identificación, ALCHOURRÓN, C., «Systematization and change in
the Science of Law», cit., p. 174.
116
BULYGIN, E., «Dogmática jurídica e interpretación del Derecho», cit.,
p. 470.
117
Según Bulygin, en muchos casos «es perfectamente posible» deter-
minar el significado de las normas «por medio de la observación bien de los usos
lingüísticos o bien de las intenciones de la autoridad normativa que ha dicta-
do la norma» de manera que la interpretación puede ser considerada como
una actividad «empírica a pesar de que los significados no son entidades em-
píricas». Tanto «el uso común del lenguaje corriente o jurídico» como «la in-
tención» de la autoridad normativa «pueden ser investigados y eventualmente
determinados por métodos empíricos», Ídem, pp. 470 y 471. Comparte esta vi-
sión, ALCHOURRÓN, C., «Systematization and change in the Science of Law»,
cit., p. 116.
118
En efecto, «este proceso de asignar significados no es cognoscitivo; es
un asunto de decisión que, por supuesto, puede estar apoyada en razones más
o menos convincentes. Por lo tanto, la actividad de identificación de las nor-
mas jurídicas no es totalmente cognoscitiva», BULYGIN, E., «Dogmática jurí-
dica y sistematización del Derecho», cit., pp. 470 y 471.
119
ALCHOURRÓN, C., «Systematization and change in the Science of
Law», cit. p. 174.
286
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120
Ibídem. Como se verá, en opinión de Kelsen, la interpretación cientí-
fica tiene que limitarse a esta tarea.
121
Ibídem. En todo caso, ya se encuentre el científico haciendo frente «a
un conjunto de normas o a una pluralidad de conjuntos de normas» sus des-
cubrimientos «están empíricamente fundados y pueden ser contestados por
razones empíricas», Ibídem. Según Alchourrón, «la situación standard» en la
cual el científico se ve obligado a comenzar la investigación a partir de una
pluralidad de «conjuntos alternativos de normas» es el caso en el que «el tex-
to de la ley es ambiguo». En cambio, la vaguedad «no plantea problemas en el
nivel de la identificación» pues afecta a los casos individuales y no a los casos
genéricos, Ídem, pp. 174 y 175.
122
Llama la atención que cuando ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E. en
Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 47 pro-
ceden a la reconstrucción sistemática del problema de la reivindicación de
bienes inmuebles frente a terceros poseedores en relación con dos de los pre-
ceptos relevantes tienen que elegir entre varias opciones interpretativas. De
ahí que señalen que la reconstrucción propuesta no es un reflejo fiel, ni el úni-
co admisible, de los sistemas del Código de Freitas y del Código civil argenti-
no, sino tan sólo una reconstrucción posible «de acuerdo con la interpreta-
ción» por la que se decantan.
287
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 288
123
Afirman ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Sobre el concepto de
orden jurídico», cit., pp. 406 y 407 que las reglas que se utilizan para comple-
tar un sistema incompleto y para restaurar la coherencia de un sistema incon-
sistente no son lógicamente válidas, aunque sí resultan «prácticamente útiles».
124
BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización del Derecho»,
cit., p. 478.
125
Coincido con AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes del De-
recho, cit., p. 146 en que la consideración de que la base axiomática del siste-
ma jurídico está compuesta por «formulaciones de normas dotadas ya de sig-
nificado» supone «sortear el problema de la interpretación y asumir algo que
es rotundamente falso: que los problemas con los que se encuentran los juris-
tas a la hora de aplicar el Derecho son de derivación en lugar de determinación
de premisas».
126
Como señala WRÒBLEWSKI, J., «Fuziness of legal system» en Es-
says in Legal Theory in Honor of Kaarle Makkonen, Urpo Kangas, Helsinki, 1983,
pp. 313-330, p. 321, tan sólo pueden considerarse válidas las consecuencias in-
terpretativas empleadas en sus decisiones por las autoridades competentes
pues, de otro modo, el sistema jurídico no sería «prácticamente aceptable».
288
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 289
127
Se trata de un «dilema del que no hay escapatoria»: si las consecuen-
cias del sistema analizado varían, necesariamente hay que admitir que «o bien
se han modificado los enunciados de la base o las reglas de inferencia», AL-
CHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de las ciencias
jurídicas y sociales, cit., 142.
128
La principal objeción que cabe formular a esta solución radica en que
«los juristas se muestran, por lo común, bastante reacios a la idea de admitir
que todo cambio de interpretación signifique una modificación de los enun-
ciados de derecho sobre todo cuando se trata de derecho legislado. La idea de
que el juez, al interpretar una ley de una manera distinta, modifica la ley, pa-
rece oponerse a hábitos mentales muy arraigados y, en especial, implica reco-
nocer a los jueces una función creadora que va mucho más allá de lo que se pien-
sa que debe ser la función judicial. Probablemente la mayoría de los juristas
rechazaría esta descripción del fenómeno», Ibídem.
289
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129
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., pp. 142 y 143.
130
Ibídem.
131
RODRÍGUEZ, J. L., Lógica de los sistemas jurídicos, cit., p. 274. Y, ade-
más, hay casos en los que «la equivalencia de ambas descripciones no parece
poder sostenerse».
132
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 54.
133
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodología de
las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 116.
290
02_SISTEMA_JURIDICO:16998_02 10/11/08 20:16 Página 291
134
KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y
desorden, cit., p. 87.
135
Parece obvio que «las consecuencias de un mismo conjunto de enun-
ciados serán distintas si se usan distintas reglas de inferencia. Un enunciado
que sea consecuencia de la base con ciertas reglas de inferencia, podrá dejar
de serlo si se suprime alguna de las reglas y, viceversa, un enunciado que no sea
consecuencia lógica puede llegar a serlo si se introduce alguna regla de infe-
rencia nueva», ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodo-
logía de las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 116. Pero, además, «la selección
de las reglas de inferencia» repercute también «sobre la identificación de la
base del sistema tomada en cuenta para la resolución de un caso»; si varían ta-
les reglas, pueden cambiar los enunciados de derecho considerados relevantes
para el caso en cuestión, RODRÍGUEZ, J. L., Lógica de los sistemas jurídicos,
cit., pp. 272 y 273. Por ejemplo, si se admite la analogía como regla de inferencia
válida se integrarían en la base del sistema jurídico enunciados que de otra
forma estarían excluidos.
136
KERVOCHE, M. Van de y OST, F., El sistema jurídico entre orden y
desorden, cit., p. 87.
137
Ibídem.
291
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138
CARACCIOLO, R., La noción de sistema jurídico en la Teoría del Dere-
cho, cit., p. 62. Consecuentemente, «habría que admitir que un mismo con-
junto de normas emitidas por un “legislador”, conduce a tantos “sistemas”
como interpretaciones posibles se encuentran vigentes en la praxis de los fun-
cionarios que vengan a aplicarlas», Ídem, p. 20. La cursiva es mía.
139
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción al análisis de las
ciencias sociales y jurídicas, cit., p. 122. Estas dificultades entroncan con el
problema de la decidibilidad de los sistemas jurídicos. Los límites inherentes
a la decidibilidad de un sistema jurídico «no solamente derivan de la imposi-
bilidad de identificar de forma rigurosa las reglas admitidas de inferencia; tam-
bién se originan en la dificultad de identificar de un modo preciso las reglas
de “admisión” de los propios axiomas», KERVOCHE, M. Van de, y OST, F., El
sistema jurídico entre orden y desorden, cit., p. 87.
140
El elemento voluntarista en el ámbito jurídico «es exclusivo y excluyente,
sólo lo tienen aquéllos a quienes se les ha conferido», AGUILÓ REGLA, J.,
Teoría general de las fuentes del derecho, cit., p. 126. Vid. en el mismo sentido,
292
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293
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143
Ídem, p. 128.
144
Ídem, p. 127 y BULYGIN, E., «Dogmática jurídica y sistematización
del Derecho», cit., pp. 477 y 478.
145
PRIETO SANCHÍS, L., Ley, principios, derechos, Cuadernos del Insti-
tuto «Bartolomé de Las Casas», Dykinson, Madrid, 1998, p. 38.
146
Señala ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., pp. 277 y 278 que la
distinción normas explícitas/normas implícitas combinada con la distinción
entre innovación del Derecho en sentido fuerte («creación de una norma que
modificase por completo el contenido del Ordenamiento, es decir, que no se
pudiese entender en ningún sentido como derivada de otra») y en sentido dé-
bil («aparición de una norma que modificase algún aspecto más o menos con-
creto del Ordenamiento, pero que pudiera entenderse como derivación de otra
norma») podría servir para caracterizar la labor de los centros de producción
normativa.
294
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147
AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes del derecho, cit.,
p. 147. En opinión de este autor frente a esta concepción «deductivista» exis-
tiría una concepción alternativa del Derecho implícito que lo sitúa entre
la «pura» decisión y la «pura» racionalidad, manejando una visión más apro-
piada del método jurídico que otorga una importancia esencial a la interpre-
tación y a la argumentación jurídica, Ídem, pp. 145 y ss.
148
La trasgresión de este significado puede ponerse de manifiesto en el
análisis del Ordenamiento que realiza la ciencia jurídica. Sobre la capacidad
de la ciencia del Derecho positivista para dar cuenta de estas situaciones Vid.
MERKL, A., «Il duplice volto del diritto» en MERKL, A., Il duplice volto del di-
ritto, cit., pp. 99-128, pp. 124 y ss. De este problema pretendo ocuparme en un
momento posterior.
295
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149
Esta distinción, en la que profundizan Alchourrón y Bulygin, juntos
y por separado en trabajos posteriores, está planteada aunque en forma em-
brionaria en ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Introducción a la metodolo-
gía de las ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 138.
150
Vid. ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Sobre el concepto de orden
jurídico», cit., p. 397 y BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sis-
temas jurídicos», cit., p. 259.
151
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Sobre el concepto de orden ju-
rídico», cit., p. 397. De este modo, «sólo si se modifican los criterios de iden-
296
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tificación, es decir, si son reemplazados por otros (como ocurre, por ejemplo,
en el caso de una revolución o de una declaración de independencia) pierde el
orden jurídico su identidad y es sustituido por un orden nuevo», Ibídem.
152
BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas jurídicos»,
cit., p. 263.
153
Así, «todos los sistemas que integran un orden jurídico, salvo el pri-
mero, se originan a partir de un sistema anterior mediante adición de normas
nuevas (como consecuencia de actos de promulgación o creación normativa)
o por medio de la sustracción de normas (como consecuencia de actos de de-
rogación) y, en última instancia, a partir del sistema originario de normas in-
dependientes», Ídem, pp. 262 y 263.
154
Ídem, p. 264.
155
Ídem, p. 265.
156
RODRÍGUEZ, J. L., Lógica de los sistemas jurídicos, cit., p. 123. En
todo caso, en el ámbito de estas concepciones existen ciertas discrepancias
297
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en torno al papel del criterio de legalidad. Así, mientras que CARACCIOLO, R.,
Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 68 afirma que se trata de un cri-
terio «que no suministra, en verdad, condiciones de pertenencia de normas a
un conjunto momentáneo, sino que define la pertenencia de conjuntos de nor-
mas al orden jurídico»; BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sis-
temas jurídicos», cit., p. 265 estima exagerada esta observación y considera, se-
gún antes se dijo, que el criterio de legalidad cumple ambas funciones.
157
CARACCIOLO, R., La noción de sistema en la Teoría del Derecho, cit.,
p. 58. Ya se señaló que, en opinión de este autor, la posibilidad de limitar la au-
torización para emitir normas a la creación de normas compatibles con las
normas superiores es una cuestión que depende no del criterio de deducibili-
dad sino de cómo se conciba el criterio de legalidad.
158
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Libertad y autoridad norma-
tiva» en ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Análisis Lógico y Derecho, cit.,
pp. 239-247, p. 244. En este sentido, BULYGIN, E., «Algunas consideraciones
sobre los sistemas jurídicos», cit., p. 267 considera leyes inconstitucionales no
sólo las dictadas por un «órgano distinto del autorizado», o que no han sido
creadas siguiendo el «procedimiento adecuado», sino también las que entran
«en conflicto con algún principio o garantía constitucional».
298
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159
MORESO, J. J. y NAVARRO, P., Orden jurídico y sistema jurídico, cit.,
p. 57. Cabe precisar que, desde los presupuestos de estas teorías, la compe-
tencia de las autoridades inferiores se ve restringida tanto respecto de la nor-
ma «formulada», cuanto respecto de las consecuencias lógicas que se generan
a partir de su introducción, Ídem, pp. 56 y 57.
160
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «La concepción expresiva de las
normas», cit., p. 144. Estos autores consideran como ejemplos de relaciones je-
rárquicas las establecidas en virtud de todos los criterios de solución de con-
flictos normativos y no sólo del criterio lex superior.
161
CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., pp. 68 y 69.
162
MORESO, J. J., La indeterminación del Derecho y la interpretación de
la Constitución, Centro de Estudios políticos y Constitucionales, Madrid, 1997,
167-171.
299
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163
En este contexto afirma Moreso, «las normas constitucionales cons-
tituyen lo que Kelsen denominó un marco en el que pueden darse varias posi-
bilidades. A partir del sistema originario es posible generar varias secuencias
constitucionalmente adecuadas de sistemas jurídicos. La constitución no de-
termina una secuencia lineal de sistemas jurídicos». Así, a partir de cada sis-
tema, «es posible generar no sólo dos sistemas sino muchos (posiblemente in-
finitos sistemas)» pero al mismo tiempo «debe quedar claro que no cualquier
sistema puede pertenecer a una de las secuencias», Ídem, p. 169.
164
Ídem, p. 168. De este modo, «el sistema originario restringe el ámbi-
to de sistemas generables, pero cada elección realizada (cada acto de creación
o de eliminación normativa) restringe aún más el conjunto de secuencias que
pueden generarse», Ídem, p. 169.
165
Ibídem.
166
Ídem, p. 170. Cabe señalar que Moreso considera como «mundos cons-
titucionalmente imposibles» no sólo «aquellos que contienen normas incon-
sistentes con determinadas normas constitucionales» sino también —apelan-
do a la «tesis de la accesibilidad constitucional» basada en la idea de relevancia
normativa de Alchourrón y Bulygin— aquéllos que «seleccionan casos de ma-
nera inadecuada», Ídem, pp. 171-181. A su juicio, «la Constitución impone,
para determinar soluciones normativas, determinadas hipótesis de relevancia.
Si las tesis de relevancia usadas por el legislador difieren de las hipótesis cons-
titucionalmente adecuadas, el legislador da lugar a mundos constitucional-
mente imposibles», Ídem, p. 179.
300
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167
Ídem, p. 220.
301
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* * *
168
Ibídem.
302
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169
Conviene recordar que según WRÒBLEWSKI, J., «Dilemmas of the Nor-
mativistic Concept of Legal System», cit., p. 323 cabe identificar un concepto
básico de validez sistemática, que incluye la exigencia de consistencia o cohe-
rencia, y otros conceptos más amplios que consideran normas válidas en el
sistema las consecuencias lógicas y/o interpretativas.
170
GUASTINI, R., Distinguiendo, cit., p. 350.
303
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171
Comparto así la apreciación de BARRANCO AVILÉS, M.C., La teoría
jurídica de los derechos fundamentales, cit., p. 244 «solo se puede admitir que
el Ordenamiento es mixto si con “estático” hacemos referencia a aquel con-
junto sistémico en el que la pertenencia la determina la adecuación o no contra-
dicción entre el contenido de la norma y la norma superior».
172
Una cierta «congruencia lógica y/o sustancial de la norma inferior con
la norma superior es condición necesaria pero no suficiente de validez de la nor-
ma inferior», POLLASTRO, P., «Norme, validitá e sistemi normativi: i “due”
Kelsen», cit., p. 444.
304
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CAPÍTULO IV
SISTEMA MIXTO E INTERPRETACIÓN JURÍDICA
1
Como señala HASSEMER, W., «Sistema jurídico y codificación: la vin-
culación del juez a la ley», trad. de M. V. Martínez Bretones en KAUFFMANN,
A. y HASSEMER, W., El pensamiento jurídico contemporáneo, Debate, Madrid,
1992, pp. 201-217, p. 211 la vinculación del juez a la ley «está subordinada al
poder interpretativo de los jueces». Esta afirmación puede hacerse extensiva
al resto de las autoridades aplicadoras de normas de manera que, para que
pueda afirmarse su vinculación a las normas superiores, es necesario entender
que su poder interpretativo está en alguna medida limitado.
2
Tomo la expresión de PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación
jurídica, cit., p. 10.
305
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3
En palabras de WRÒBLEWSKI, J., «Base semántica de la teoría de
la interpretación jurídica» en WRÒBLEWSKI, J., Sentido y hecho en el De-
recho, trad. de Ezquiaga Gazunas, Universidad del País Vasco, San Sebas-
tián, 1989, pp. 79-95, p. 79: «la interpretación jurídica no es sólo el campo
de batalla en el que se deciden los casos de la práctica jurídica sino también
el lugar de los desacuerdos más antiguos y violentos en el ámbito de la
teoría del derecho o jurisprudencia. Esto no debe maravillar: los problemas
de la interpretación jurídica están unidos a los temas más controvertidos de
la filosofía (la comprensión del lenguaje), de la ética (la justicia de las
decisiones) y de la jurisprudencia (la posición del juez en el cumplimiento de
su función “propia”), por no mencionar las implicaciones socio-políticas
(estabilidad versus elasticidad del Derecho en relación con el legislador o con
el intérprete del Derecho)». Se trata, en todo caso, de un problema impor-
tante que se afirma constituye «la médula del quehacer jurídico», DÍEZ PI-
CAZO, L., Experiencias jurídicas y teoría del Derecho, Ariel, Barcelona, 1987,
p. 224.
4
Vid. PECES-BARBA, MARTÍNEZ G., Curso de derechos fundamenta-
les, cit., pp. 573 y 574; PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación ju-
rídica, cit., p. 12 y PÉREZ LUÑO, A.-E., Derechos Humanos, Estado de De-
recho y Constitución, Tecnos, Madrid, 6.ª edición, 1999, p. 574. Así, «toda
concepción de la interpretación descansa en una Teoría del Derecho», ASÍS
ROIG, R. de, «Los derechos y la argumentación judicial», Revista parla-
mentaria de la Asamblea de Madrid, núm. 10, 2004, pp. 13-33, p. 19. En esta
línea se ha subrayado la existencia de una relación conceptual entre la Teo-
ría del Derecho y la teoría de la interpretación jurídica, VILLA, V., «Inter-
pretazione giuridica e significato: una relazione dinamica», Ars interpretan-
di, núm. 3, 1998, pp. 129-154, p. 131.
306
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307
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5
Ciertamente, las teorías interpretativas pueden ser clasificadas en función
de que reconozcan o no y en qué medida la determinación de los enunciados ju-
rídicos, JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit., p. 219.
308
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I. PRESUPUESTOS CONCEPTUALES
DE UNA TEORÍA INTERPRETATIVA
6
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 97. Vid.
en el mismo sentido, ASÍS ROIG, R. de, «Los derechos y la argumentación ju-
dicial», cit., p. 19.
309
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7
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e meto-
dologia», cit., p. 111.
8
Entre los problemas que la utilización de enunciados normativos pre-
senta se encuentra el de su posible contradicción con enunciados superiores,
pero también la cuestión de la determinación «de cuándo un enunciado es su-
perior a otro, es decir, el problema de si existe claramente una diferenciación
entre el valor de los enunciados que permita distinguirlos en superiores e in-
feriores», ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 91.
310
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9
Para que se pueda afirmar que una norma es conforme a una norma su-
perior, «es necesario conocer el significado de las dos normas», DICIOTTI, E.,
«Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e metodologia», cit., p. 111.
10
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit., p. 74.
11
Ídem, pp. 73 y 74.
12
Y es que «tanto la alusión a la no contradicción con normas superio-
res cuanto la exigencia de competencia atribuida por otra norma exigen un
mínimo de determinación», ASÍS ROIG, R. de, «Los derechos y la argumentación
judicial», cit., pp. 20 y 21. La total indeterminación del lenguaje «tendría igual-
mente consecuencias en el funcionamiento del sistema jurídico a través de cri-
terios formales, al poder ser estos también indeterminados», ASÍS ROIG, R. de,
El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 109.
13
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 115.
311
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14
Ídem, p. 111.
312
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15
Así, «la defensa de la total indeterminación y, con ella, la de la ausen-
cia de límites interpretativos, llevaría en último extremo a dejar sin sentido la
propia existencia de las normas. Dicho de otra manera, si el intérprete atribu-
ye cualquier significado a la norma, la preexistencia de ésta no es necesaria …
Difícilmente el Derecho sería entonces una herramienta apta para ejercer el
control social», ASÍS ROIG, R. de, «La interpretación de la Constitución. So-
bre cómo interpretar la Constitución y sobre quién debe ser su intérprete» en
PECES-BARBA MARTÍNEZ, G. y RAMIRO AVILÉS, M. A. (coords.), La Cons-
titución a examen. Un estudio académico 25 años después, cit., pp. 285-302,
p. 299.
16
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit., pp.
336 y 337.
17
De nuevo se trata de exigencias que históricamente han sido justifica-
das en clave finalista, pero que en este trabajo se conciben en clave funcional.
Puede resultar esclarecedor a este respecto traer a colación el distinto funda-
mento que la tradición francesa y alemana emplean en la defensa de la exi-
gencia de publicidad, Vid. D’ANTENA, A., La pubblicazione delle fonti norma-
tive, CEDAM, Padova, 1974, pp. 70 y ss. y pp. 90 y ss. y BIGLINO CAMPO, P.,
La publicación de la ley, Tecnos, Madrid, 1993, pp. 24 y 25. La primera atribu-
313
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314
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cit., pp. 143 y 144. De un lado, posibilita la sujeción de los poderes públicos «a
la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico» y, específicamente, el so-
metimiento de los jueces «al imperio de la ley» y sirve de fundamento al afo-
rismo iura novit curia. En todo caso, la obligación de sometimiento al Derecho
exige, no sólo la cognoscibilidad de los textos, sino también, al menos en un sen-
tido mínimo, la cognoscibilidad de su contenido, puesto que tal obligación re-
sultaría ilusoria y superflua desde la total indeterminación de los enunciados
jurídicos, ASÍS ROIG, R, de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 60.
De otro lado, en relación con los ciudadanos, la publicación justifica el prin-
cipio ignorantia iuris non excusat.
22
D’ANTENA, A., La pubblicazione delle fonti normative, cit., p. 25.
23
Esta correspondencia supone entender que toda disposición jurídica ex-
presa una y sólo una norma, de manera que el significado preexiste a la inter-
pretación y «ésta no es más que el verídico descubrimiento de aquél», GUAS-
TINI, R., «In tema di conoscenza del diritto», cit., p. 379.
24
D’ANTENA, A., La pubblicazione delle fonti normative, cit., p. 25 y pp. 72
y ss.
25
Ídem, pp. 26 y ss. Vid. al respecto EZQUIAGA GANUZAS, F. J., «Iura
novit curia» y la aplicación judicial del Derecho, cit., p. 140 y GUASTINI, R.,
«In tema di conoscenza del diritto», cit., p. 381.
315
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26
Ibídem y EZQUIAGA GANUZAS, F. J., «Iura novit curia» y la aplicación
judicial del Derecho, cit., p. 140.
27
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 60.
28
Aunque la «plena cognoscibilidad» que la exigencia de publicidad ase-
gura concierne «nada más» que a la existencia de textos que se proclaman nor-
mativos, respecto del «contenido preceptivo» de estos textos la publicidad se
considera idónea para «volverlo cognoscible», pues constituye «la forma
representativa» de la cual puede recabarse tal contenido, D’ANTENA, A., La pubbli-
cazione delle fonti normative, cit., p. 37.
29
EZQUIAGA GANUZAS, F. J., «Iura novit curia» y la aplicación judicial
del Derecho, cit., p. 140 y GUASTINI, R., «In tema di conoscenza del diritto»,
cit., p. 381.
30
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 21.
31
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 97. Vid.
también PECZENIK, A., On law and reason, Kluwer Academi, Dordrecht, 1989,
p. 383.
316
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32
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 21. Frente a esta concepción débil, la comprensión fuerte del ras-
go de la claridad supondría sostener la total determinación del significado de
los enunciados jurídicos. Esta concepción absoluta se relaciona, por tanto, con
la tesis de la correlación biunívoca entre textos y normas y con la afirmación
de que la publicidad de los textos normativos garantiza el conocimiento pleno
de su significado.
33
Vid. CARRIÓ, G., Notas sobre Derecho y Lenguaje, Abedelo-Perrot, Bue-
nos Aires, 1990, p. 49 y MORESO, J. J., «Lenguaje jurídico», en LAPORTA, F.
y GARZÓN VALDÉS, E. (eds.), El Derecho y la justicia, Enciclopedia Iberoame-
ricana de Filosofía, Trotta, Madrid, 1996, pp. 105-116, p. 108.
34
CARRIÓ, G., Notas sobre Derecho y Lenguaje, cit., p. 49.
35
Ibídem. No se trata, por ende, de una «circunstancia meramente acci-
dental» o de «un defecto grave o una insuficiencia que haya que superar», Ibídem.
317
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36
WRÒBLEWSKI, J., «Base semántica de la teoría de la interpretación ju-
rídica», cit., p. 84 define los lenguajes especializados como aquéllos desarro-
llados por necesidades de grupos sociales más restringidos para recoger y
comunicar informaciones «de campos específicos de investigación teórica
y de actividad práctica». También los cultivadores de la filosofía moral contri-
buyen a la formación de lenguajes normativos especializados que se apoyan,
igualmente, en el lenguaje común, SCARPELLI, U., Contributo alla semantica
del linguaggio normativo, Giuffré, Milano, 1985, p. 115.
37
WRÒBLEWSKI, J., «Lenguaje jurídico e interpretación jurídica» en
WRÒBLEWSKI, J., Sentido y hecho en el Derecho, cit., pp. 97-108, p. 97 y WRÒ-
BLEWSKI, J., Constitución y teoría general de la interpretación jurídica, trad. de
A. Arzuza, Cívitas, Madrid, 1989, p. 41.
38
Son vocablos «de uso ordinario» aquellos términos «propios de la
lengua en la cual está formulada la ley que son recurrentes en el discurso ha-
bitual de los hablantes de la lengua». Por su parte, los vocablos técnicos son
aquéllos recurrentes exclusivamente «en el discurso de quien practica una
ciencia o técnica» y no en el discurso habitual de los hablantes de una len-
gua. Finalmente, los vocablos tecnificados son términos de uso ordinario que
se especializan en el ámbito de una ciencia o técnica, conservando sólo una
de las diversas acepciones que tienen en el uso ordinario o adoptando un
sentido más estricto o más preciso, TARELLO, G., L’interpretazione della leg-
ge, cit., pp. 108 y ss.
39
MORESO, J. J., «Lenguaje jurídico», cit., p. 111. Como apunta SCAR-
PELLI, U., Contributo alla semantica del linguaggio normativo, cit., p. 118 la
funcionalidad de los lenguajes normativos especializados depende, precisa-
mente, de que sea posible su traducción al lenguaje común.
318
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40
WRÒBLEWSKI, J., «Base semántica de la teoría de la interpretación
jurídica» cit., p. 85. Ciertamente, el órgano que aplica el Derecho no puede
sostener que un caso es indecidible amparándose en la indeterminación del
material jurídico pues existe siempre «el deber taxativo de decidir el caso y,
por eso, un deber de establecer el sentido para la norma jurídica en cuestión»,
Ídem, pp. 88 y 89. Vid. también DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e dis-
corso razionale, cit., p. 200.
41
CARRIÓ, G., Notas sobre Derecho y Lenguaje, cit., pp. 19 y ss. y MO-
RESO, J. J., «Lenguaje jurídico», cit., pp. 108 y 109.
42
ITURRALDE SESMA, V., Lenguaje legal y sistema jurídico, cit., pp. 32 y ss.
Es usual distinguir entre la ambigüedad semántica, que afecta a las palabras indi-
vidualmente consideradas, y la ambigüedad sintáctica, derivada de la construcción
gramatical de los enunciados. A esta clasificación se añade la ambigüedad deno-
minada pragmática o funcional que se manifiesta en la dificultad de establecer la
fuerza ilocucionaria de un determinado enunciado, DICIOTTI, E., Interpretazione
della legge e discorso razionale, cit., pp. 361-366.
43
Para explicar este fenómeno se recurre a la metáfora que distingue en-
tre la zona de claridad, o de certeza positiva de las palabras (que integra los ca-
sos típicos o paradigmáticos de aplicación); la zona de certeza negativa (que
agrupa los ejemplos claros de no aplicación) y la zona de penumbra que cubre
los casos de aplicación dudosa, CARRIÓ, G., Notas sobre Derecho y Lenguaje,
cit., pp. 33 y 34. También en relación con la vaguedad se han establecido tipo-
logías ampliamente difundidas como la que opone la vaguedad intensional y
la vaguedad extensional; y la vaguedad actual y potencial. Para referirse a la va-
guedad potencial, que consiste en la posibilidad de imaginar supuestos situa-
dos en la zona de penumbra, WAISMANN, F., «Verificabilidad» en PARKINSON,
G.H.R. (ed.), La teoría del significado, trad. de P. Villegas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1976, pp. 57-93 acuñó la expresión, acogida por la Teoría
del Derecho, «textura abierta» del lenguaje.
319
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44
Cabe aclarar que «mientras que la vaguedad se debe a la indetermi-
nación de los criterios de aplicación de un término, la indeterminación de un
término valorativo se debe al carácter efectivamente o potencialmente con-
trovertido de los criterios de aplicación», DICIOTTI, E, Interpretazione della
legge e discorso razionale, cit., p. 377.
45
WRÒBLEWSKI, J., «Lenguaje jurídico e interpretación jurídica», cit.,
p. 97.
46
En efecto, «los procesos de comunicación lingüística funcionan razo-
nablemente bien»: «los órganos jurisdiccionales con mucha frecuencia utilizan
para adoptar sus decisiones las mismas normas, los ciudadanos adecuan su com-
portamiento en general a las normas jurídicas (e incluso, muchos de ellos co-
nocen un buen número de éstas) y las utilizan como apoyo de sus derechos y
pretensiones (invocando artículos contenidos en documentos normativos)»,
EZQUIAGA GANUZAS, F. J., «Iura novit curia» y la aplicación judicial del De-
recho, cit., p. 184.
320
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47
El pensamiento de Kelsen sobre la interpretación comenzó a formar-
se a partir de 1934, alcanzando su plenitud en 1960 y, entre estas dos fechas,
la bibliografía kelseniana es, en efecto, «pobre en títulos y constante en las
concepciones». Comprende únicamente el ensayo de 1934 (hay trad. inglesa de
B. Litschewski y S. Paulson «On the theory on legal interpretation», Legal Stu-
dies, núm. 10, 1990, pp. 127-135) «que coincide punto por punto» con el Ca-
pítulo IV de la primera edición de la Teoría pura del derecho; el Capítulo VI de
La teoría pura del derecho. Método y conceptos fundamentales y el Cap. VIII
de la segunda edición de la Teoría pura que, de nuevo, «contiene casi sin modi-
ficaciones», «las partes de la precedente edición que se refieren al problema de
la interpretación», Vid. LOSANO, M., «De la interpretación, o sea de cómo des-
cribir una prescripción» en LOSANO, M., La teoría pura del derecho: evolución
y puntos cruciales, cit., pp. 111-134. Para comprobar la constancia de las ideas
de Kelsen en torno a este tema resulta sumamente ilustrativo el cuadro que
elabora Losano mostrando las concordancias entre los parágrafos de las obras
antes citadas, Ídem, p. 115.
321
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48
Señala PAULSON, S., «Kelsen on legal interpretation», Legal Studies,
núm. 10, 1990, pp. 136-152, p. 143 que «la clave» de la teoría de la interpreta-
ción de Kelsen es la doctrina de la estructura jerárquica del sistema jurídico.
El propio KELSEN, H., Teoría pura del derecho. Método y conceptos funda-
mentales, cit., p. 57 advierte que «la teoría de la estructura escalonada del or-
den jurídico es de fecundas consecuencias para el problema de la interpreta-
ción». Vid. también KELSEN, H., Teoría pura del derecho, 1.ª ed., cit., p. 126.
49
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 349.
50
Ibídem.
51
Distanciándose de las teorías que consideran como «caso paradigmá-
tico» de la interpretación operativa «la atribución de significado del juez a las
322
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323
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56
Advierte KELSEN, H., «Ciencia y política», cit., pp. 274 y 275 que en
el lenguaje tradicional este término se usa «únicamente para designar una nor-
ma legal cuyo propósito explícito es la interpretación de otra norma y no la in-
terpretación implícita en la aplicación de una norma».
57
LIFANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del Derecho
contemporánea, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999,
p. 60.
58
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 349.
59
Ibídem. En definitiva, Kelsen entiende la interpretación jurídica como
una operación «que debe realizarse en todos los casos» resultando necesaria
«desde la perspectiva de los sujetos, para todos aquellos que se acerquen a las
normas (bien sean sujetos privados o públicos)» y «desde la perspectiva de su
objeto, para todas las normas jurídicas (generales o individuales, superiores o
inferiores)», LIFANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del De-
recho contemporánea, cit., p. 54. Visto así el asunto, los conceptos de interpre-
tación y aplicación del Derecho tendrían para Kelsen un área semántica común
pero no coincidirían totalmente, pues, si bien siempre que se aplica el Derecho
se interpreta el Derecho, no sucede lo mismo en sentido inverso.
324
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60
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 354.
61
Ídem, p. 355.
62
Este carácter vinculante es para LOSANO, M., «De la interpretación,
o sea de cómo describir una prescripción», cit., p. 120 el elemento primario que
define la interpretación auténtica. Comparte esta opinión ESQUIVEL PÉREZ, J.,
Kelsen, Ross, formalismo y realismo en la teoría del Derecho, UNAM, 1980, p. 149:
«el punto decisivo que justifica el calificativo de “auténtica” es … el hecho de
que es jurídicamente obligatoria, esto es, crea normas válidas y tiene, por tan-
to, efectos jurídicos». Por el contrario, la interpretación no auténtica «carece-
rá de obligatoriedad y, en consecuencia, de efectos jurídicos. No en el sentido
de que no pueda influir o motivar a los órganos creadores y aplicadores de de-
recho, sino en el sentido de que sus resultados no crean ipso facto derecho po-
sitivo», Ídem, p. 150.
63
Señala DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Vali-
dity», cit., p. 53, que la expresión «creación de Derecho» puede ser entendida,
en primer lugar, como «creación formal» (form-creation). Desde esta perspec-
tiva, cualquier emisión de una disposición jurídica, «independientemente de su
325
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326
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67
Vid. RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 26 y LIFANTE
VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del Derecho contemporánea,
cit., p. 61. La presencia de este margen de discrecionalidad es una de las razones
por las que, según se señaló, resulta necesaria la existencia de sujetos encar-
gados de decidir el sentido del paso de un grado a otro del sistema jurídico.
68
Desde esta óptica la interpretación no supone sólo una creación formal
de Derecho, sino también una creación material (content-creation) en tanto
implica la introducción de nuevos contenidos en el orden jurídico, DICIOTTI,
E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit., p. 53.
69
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 356 considera que «la in-
terpretación jurídico-científica no puede sino exponer los significados posi-
bles de una norma jurídica. Como conocimiento de su objeto no puede adop-
tar ninguna decisión entre las posibilidades expuestas teniendo que dejar esa
decisión al órgano competente, según el orden jurídico, para aplicar el dere-
cho». Para KELSEN, H., «Ciencia y política», cit., p. 275 si el científico reco-
mienda a la autoridad legal uno de estos significados, tratando de influir en
la creación jurídica, ejercería «una función política» y si presenta una inter-
pretación «como la única correcta» estaría actuando «como político disfrazado
de científico».
327
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70
LOSANO, M., «De la interpretación, o sea de cómo describir una pres-
cripción», cit., p. 127.
71
Y es que en el terreno interpretativo Kelsen no pretende describir la
«ciencia real» sino reaccionar contra ella, proponiendo una teoría que ven-
dría a sostener que «la ciencia ideal es la que describe sin valorar». De esta
forma, «la jurisprudencia neutral se funda en una metajurisprudencia ideoló-
gica; la teoría pura del derecho prescribe describir», Ídem, p. 130.
72
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 355.
73
Como apunta DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Va-
lidity», cit., p. 54, para Kelsen, «todo acto jurídico constituye aplicación y crea-
ción de derecho … y presupone un acto intelectual de interpretación. “Creación”
se refiere al acto jurídico desde el punto de vista de su resultado, “aplicación”
se refiere al acto jurídico desde el punto de vista de su conformidad con una
norma de nivel superior; interpretación se refiere al proceso intelectual por el
cual, comenzando con el contenido de la norma aplicada, los elementos formales
del acto jurídico y el contenido de la norma creada son determinados».
328
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bre esta visión se han proyectado una serie de críticas cuyo aná-
lisis me parece necesario abordar en este momento, siquiera de
forma sucinta. Y ello porque su estudio permite detectar algu-
nos equívocos en los que incurre la doctrina kelseniana, con-
tribuyendo a delimitar con mayor precisión el papel que asu-
me la interpretación en el proceso de producción normativa y
a revelar el concepto de interpretación que Kelsen maneja.
La primera de estas objeciones, que adelanto me parece esen-
cialmente acertada, viene a cuestionar la primera parte de esta
afirmación, esto es, la vinculación de todo supuesto de indeter-
minación jurídica con el fenómeno interpretativo. Dicha obje-
ción entronca, en parte, con una crítica igualmente certera que
se proyecta sobre el uso que del término «interpretación jurídi-
ca» hace la teoría kelseniana. En este sentido se afirma que la
teoría pura del Derecho emplea esta expresión en un sentido
excesivamente alejado de los usos lingüísticos vigentes, que se
considera impropio y desnaturalizador 74. Ciertamente, Kelsen
alude con la rúbrica «interpretación jurídica» a un proceso en
el que es posible distinguir tres momentos: la delimitación de los
significados posibles de la norma superior, la opción por uno
de esos significados y la emisión de la norma inferior con un
contenido determinado en virtud de la anterior opción 75. De ahí
que el término interpretación se utilice en un sentido globalizante
integrando todas las operaciones que, tomando como referen-
cia las normas superiores, culminan en la creación de la norma
inferior 76.
Efectivamente, este uso del término interpretación presen-
ta dificultades, por lo que parece atendible la exigencia de co-
rregir su excesiva amplitud. Así, a mi juicio, la interpretación cu-
briría tanto el primero como el segundo de los momentos
74
LOSANO, M., «De la interpretación, o sea de cómo describir una pres-
cripción», cit., pp. 113 y p. 121 y RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit.,
pp. 30 y 31.
75
Ibídem.
76
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 56.
329
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77
Ahora bien, en las coordenadas de la construcción gradual, estos mo-
mentos no pueden diferenciarse desde un punto de vista material, TRIOLO, L.,
«L’interpretazione come categoria giuridica in Hans Kelsen», cit., p. 303.
78
En todo caso, KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 359 no deja
de definir la interpretación como una actividad que consiste en «establecer el
sentido» de las normas. Afirma KELSEN, H., «Ciencia y política», cit., p. 274
que «interpretar una norma legal es encontrar su significado».
79
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 351. La indeterminación
no intencional engloba los supuestos en los que la indeterminación es «la con-
secuencia no buscada de la forma de ser de la norma jurídica que debe ser
aplicada mediante el acto en cuestión», Ídem, p. 350.
80
Aunque algunos autores parecen cuestionar esta consideración, (Vid.
LIFANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del Derecho contem-
poránea, cit., pp. 73 y 74), desde la visión asumida en este trabajo, parece obvio
que la existencia de una contradicción normativa supone un problema inter-
pretativo. Ciertamente, entre los problemas que la interpretación jurídica plan-
tea se encuentran, no sólo los problemas sintácticos y semánticos, sino también
los problemas paralógicos, TARELLO, G., L´interpretazione della legge, cit., pp. 117
y ss. y ROSS, A., Sobre el Derecho y la Justicia, cit., pp. 164 y ss. ASÍS ROIG, R.
330
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de, Jueces y normas, cit., p. 180 propone incluso contemplar estas tres dificulta-
des como problemas que «en general se reconducen al de la contradicción en-
tre normas, es decir, a la existencia de las denominadas antinomias jurídicas».
81
En tales supuestos la indeterminación es «establecida por voluntad del
órgano que instauró la norma que ha de aplicarse», KELSEN, H., Teoría pura
del derecho, cit., p. 350.
82
Ibídem.
83
LIFANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del Derecho
contemporánea, cit., p. 96. Vid. también Ídem, pp. 75-78. Esta noción de inde-
terminación entronca con el concepto de indeterminación-inacción al que alu-
de LUZZATI, C., «Discretion and “Indeterminacy” in Kelsen´s Theory of Legal
Interpretation», cit., p. 129 que, según se recordará, implica la exigencia de
una toma de decisión «por parte de la autoridad de nivel inferior».
331
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84
Puede ser clarificador a estos efectos traer a colación la distinción que
WRÒBLEWSKI, J., «Enunciados valorativos en el Derecho: una aproximación
analítica a la axiología jurídica» en WRÒBLEWSKI, J., Sentido y hecho en el De-
recho, cit., pp. 17-32, pp. 21 y ss. propone entre cinco decisiones que tienen lu-
gar en el proceso de aplicación judicial del Derecho: la decisión de validez (que
trata de determinar la validez del material normativo aplicable al caso), la de-
cisión de interpretación (que consiste en el establecimiento del significado
de la norma aplicada), la decisión de evidencia (que supone la determinación de
los hechos a través de la actividad probatoria), la decisión de integración (que
consiste en la subsunción de los hechos fijados en la norma), y la decisión ju-
rídica final (que supone la determinación de las consecuencias de la subsun-
ción). La interpretación en sentido estricto cubriría la denominada decisión
de interpretación aunque, tanto en la decisión de validez como en la decisión de
evidencia, intervendría también la actividad interpretativa. Vid. al respecto
ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit., pp. 219-221. La decisión jurídica final
puede incluir la determinación de aspectos no contemplados en el enunciado
normativo general y tampoco en la decisión de integración, como son, preci-
samente, los supuestos de indeterminación intencional a los que alude Kelsen:
la determinación de «la pena a aplicar cuando ésta viene dada por un mar-
gen», «cuándo y dónde y cómo se pondrá en efecto la orden de prisión», en de-
finitiva, «decisiones que dependen de circunstancias externas que el órgano
que le dio la orden no previó y que, en buena parte, tampoco pudo prever», KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 350.
332
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85
En relación con esta cuestión LIFANTE VIDAL, I., La interpretación
jurídica en la teoría del derecho contemporánea, cit., p. 96 sostiene que este sen-
tido técnico de indeterminación es el que «resulta más coherente con la tesis
de la omnipresencia de la indeterminación en el Derecho» y con «la necesidad
de la interpretación».
86
Vid. entre otros WRÒBLEWSKI, J., Constitución y teoría de la inter-
pretación jurídica, cit., pp. 21 y 22 y GUASTINI, R., Estudios sobre la inter-
pretación jurídica, trad. de M. Gascón y M. Carbonell, UNAM, 3.ª ed. 2001,
pp. 3 y ss.
333
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87
En sentido estricto «interpretación» se emplea «para referirse a la atri-
bución de significado a una formulación normativa en presencia de dudas o con-
troversias en torno a su campo de aplicación: un texto, se dice, requiere inter-
pretación (sólo) cuando su significado es dudoso o discutible», WRÒBLEWSKI, J.,
Constitución y Teoría de la interpretación jurídica, cit., pp. 21 y 22.
88
En un sentido amplio «interpretación» se utiliza «para referirse a cual-
quier atribución de significado a una formulación normativa, independiente-
mente de dudas o controversias. Según este modo de utilizar el término
en examen, cualquier texto, en cualquier situación requiere interpretación»,
Ibídem.
89
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 8.
334
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90
Ibídem.
91
Vid. TARELLO, G., L´interpretazione della legge, cit., pp. 9 y 10 y pp. 63
y 64. Se maneja, entonces, un concepto semántico de norma, ALEXY, R., Teo-
ría de los derechos fundamentales, trad. de E. Garzón Valdés, Centro de Estu-
dios Constitucionales, Madrid, 1993, pp. 50 y ss. En opinión de TROPER, M.,
«Kelsen, la teoría de la interpretación y la estructura del ordenamiento», cit.,
pp. 65 y 66, Kelsen emplea este concepto semántico, cuando define la norma
como el sentido de un acto de voluntad, lo que entraría en contradicción con
su afirmación de que «es la norma aplicable la que es objeto de interpreta-
ción». Señala Troper que, en virtud de la anterior definición, la función de la
interpretación consistiría «en determinar no ya el significado de la norma sino
únicamente del enunciado que la expresa». Pues bien, a mi modo de ver, la
distinción entre norma y enunciado normativo puede ser asumida por la teo-
ría kelseniana pero, como intentaré justificar después, no compromete nece-
sariamente a Kelsen, en contra de lo que sostiene Troper, con una concepción
interpretativa radicalmente escéptica.
92
Desde esta óptica, «un enunciado normativo puede dar lugar a una
norma» pero ésta, a su vez, «puede constituirse en enunciado normativo que
sucesivamente de lugar a otra norma», ASÍS ROIG, R. de, Jueces y normas, cit.
p. 38. Así, «una ley determinada puede concebirse como enunciado normati-
vo cuando sirve de apoyo para la creación de un reglamento» aunque simul-
táneamente «puede considerarse norma en sentido estricto cuando se entien-
de como especificación de una norma constitucional», Ídem, p. 231.
93
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 6.
335
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94
Ídem, p. 7.
95
Tomo esta expresión de Guastini, Ídem, p. 13.
96
ASÍS ROIG, R. de, «Los derechos y la argumentación judicial», cit.,
p. 18. En cualquier caso, cabe advertir que la teoría dworkiniana constituye una
excepción a esta vinculación defendiendo una teoría cognitiva desde la asun-
ción de un concepto amplio de interpretación.
97
Ibídem.
336
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98
Ídem, pp. 18 y 19. Sobre el papel de la voluntad y la razón en la inter-
pretación jurídica Vid. PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica
ya citado. También BARRANCO AVILÉS, M. C., Derechos y decisiones inter-
pretativas, Marcial Pons, Madrid, 2004, pp. 88 y ss.
337
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99
Estas teorías interpretativas se corresponden con la conocida tipología
que establece HART, H.L.A., «Una mirada inglesa a la Teoría del Derecho nor-
teamericana: la pesadilla y el noble sueño», trad. de J. J. Moreso y P. Casano-
vas en MORESO, J. J. y CASANOVAS, P. (eds.), El ámbito de lo jurídico, Bar-
celona, Crítica, 1994, pp. 327-350 entre las concepciones del Noble sueño, la
Pesadilla y la Vigilia. Las dos primeras concepciones se corresponden además,
respectivamente, con la ideología de la decisión judicial vinculada y con la ideo-
logía de la libre decisión judicial a las que hace referencia WRÒBLEWSKI, J.,
«Ideología de la aplicación judicial del Derecho» en WRÒBLEWSKI, J., Senti-
do y hecho en el Derecho, cit., pp. 51-63. La tercera de las ideologías propues-
tas por Wròblewski, la ideología de la decisión judicial «legal y racional», no
se corresponde, a mi modo de ver, con la teoría intermedia de la interpretación
—ni, consecuentemente, con la visión que maneja la Vigilia— sino con la con-
cepción interpretativa alternativa que se asume en este trabajo.
100
BARRANCO AVILÉS, M.C., Derechos y decisiones interpretativas, cit.,
p. 46.
338
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101
VILLA, V., «Interpretazione giuridica e significato: una relazione di-
namica», cit., pp. 132 y 133.
102
Vid. BOBBIO, N., «Formalismo giuridico», cit., p. 94.
103
Efectivamente, «el formalismo en la interpretación» es una de las te-
sis básicas del positivismo jurídico teórico, BOBBIO, N., «Aspetti del positi-
vismo giuridico» en BOBBIO, N., Giusnaturalismo e positivismo, cit., pp. 101-
126, p. 102 y BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., p. 142. Se trata, sin
embargo, de una tesis que el positivismo jurídico contemporáneo ha abando-
nado, sustituyéndola por la tesis de la discrecionalidad judicial. La inclusión
explícita de la tesis de la discrecionalidad entre los rasgos del positivismo ju-
rídico se debe a HART, H. L. A., «El nuevo desafío al positivismo jurídico»,
trad. de L. Hierro, F. Laporta y J.R. de Páramo, Sistema, núm. 36, pp. 3-18,
pp. 5 y 6. En todo caso, también el positivismo kelseniano rechaza la con-
cepción formalista de la interpretación y de la función judicial y asume la te-
sis de la discrecionalidad.
104
Vid. GIANFORMAGGIO, L., «Modelli di ragionamento giuridico. Mo-
dello deduttivo, modello induttivo, modello retorico» en La teoria generale del
diritto. Problemi e tendenza attuali, a cura di U. SCARPELLI, Comunitá, Mila-
no, 1983, pp. 131-152, p. 139. No obstante, el logro de un Derecho claro es un
ideal que está presente desde los inicios de la cultura moderna, ARCOS RA-
MÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., p. 257. Vid. sobre las revindicaciones
acerca de la claridad de las leyes realizadas por el pensamiento utópico, RA-
MIRO AVILÉS, M. A., Utopía y Derecho: el sistema jurídico en las sociedades
ideales, Marcial Pons, Madrid, 2002.
339
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105
Vid. ENGISH, K., Introducción al pensamiento jurídico, cit., pp. 137 y
138 y D’ANTENA, A., La pubblicazione delle fonti normative, cit., p. 72.
106
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 144.
107
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 29.
108
CATTANEO, M., Iluminismo e legislazione, cit., p. 155. Vid., entre otros,
VOLTAIRE, voz «Lois civiles et ecclésiastiques» en Dictionnaire Philosophique,
cit., vol. IX, p. 193 y BECCARIA, C., De los delitos y de las penas, trad. J. A. Del-
val, Alianza, Madrid, 1988, p. 32.
109
CATTANEO, M., Iluminismo e legislazione, cit., p. 113 y PRIETO
SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 29. Vid. de nuevo
esta idea en BECCARIA, C., De los delitos y de las penas, cit., p. 31 y en BE-
THAM, J., Tratados de legislación civil y penal, edición de M. Rodríguez, trad.
de R. de Salas, Editora Nacional, 1981, p. 153. Algunas de las reformas em-
prendidas en Francia durante el periodo revolucionario —la instauración
del référé legislativo y el papel que se asigna al Tribunal de Casación— reflejan
la pretensión iluminista de despojar o limitar al máximo el poder interpre-
tativo de los jueces, Vid. CATTANEO, M., Iluminismo e legislazione, cit.,
pp. 112 y 113.
110
El término interpretación se emplea, así, en un sentido «menos am-
plio» que comprende «solamente la actividad cumplida con el fin de integrar el
340
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con el hallazgo del único sentido correcto de la norma 113. Por esta
vía se llega a la definición de la interpretación característica de
la teoría cognitiva: «interpretar es descubrir, esto es, elucidar el
sentido exacto y verdadero de la ley. No es cambiar, modificar,
innovar: es declarar, es reconocer» 114.
En la Escuela de la Exégesis será la indagación de la volun-
tad del legislador el método que permitirá mantener la imagen
del juez-intérprete como un «mero declarador del Derecho preexis-
tente» 115. Para la Exégesis, el Derecho, identificado con la Ley,
se concibe como la manifestación escrita de la voluntad del
legislador, por lo que la interpretación se contempla como la
búsqueda de la voluntad del legislador en los supuestos en que ésta
no se desprende de manera inmediata e indubitada del propio
texto legislativo 116. De este modo, la consideración de que es
posible reconstruir esa voluntad a partir de los textos jurídicos
mediante técnicas estrictamente empíricas o exquisitamente ló-
gicas implica negar la presencia de cualquier dimensión creati-
va en la tarea interpretativa desarrollada por jueces y juristas.
Cabe señalar que la Jurisprudencia de Conceptos, a partir de
una visión historicista radicalmente enfrentada con los valores
de la doctrina iluminista, llegará por una vía distinta a resulta-
dos semejantes a los de la Escuela de la Exégesis. En efecto, en
113
La concepción clásica y extrema del concepto estricto de interpreta-
ción asume que todo texto tiene «un significado definido y que la tarea de la
interpretación es descubrirlo», DASCAL, M. y WRÒBLEWSKI, J., «Transparency
and doubt», cit., p. 205. En este sentido se diferencia de la versión «modera-
da» del concepto estricto de interpretación, pues la existencia de una duda,
que justifica el recurso a la interpretación, no supone dar entrada a la discre-
cionalidad del órgano aplicador.
114
DEMOLOMBE, J. C. F., Cours de Code Napoleon, vol. I, Auguste Du-
rand, L. Hachette, París, 1869-1878, pp. 134 y 135.
115
Tomo esta expresión de LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit.,
pp. 123 y ss.
116
BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., p. 101; TARELLO, G., «La Es-
cuela de la Exégesis y su difusión en Italia» en TARELLO, G., Cultura jurídica
y política del derecho, cit., 63-91, p. 77 y GÉNY, F., Método de interpretación y
fuentes del Derecho privado positivo, cit., pp. 20 y 21.
342
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117
BOBBIO, N., El positivismo jurídico, cit., p. 133. Vid. también PRIE-
TO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 30. Sobre el éxito
del formalismo en el ámbito anglosajón, Vid. RECASÉNS SICHES, L., Nueva
filosofía de la interpretación del derecho, Porruá, México, 1980, pp. 204-210.
Esta circunstancia explica la aparición de movimientos antiformalistas en Ale-
mania y en Estados Unidos.
118
NINO, C.S., Consideraciones sobre la dogmática jurídica, UNAM, Mé-
xico, 1989, p. 105 y BARRANCO AVILÉS, M. C., «Sobre el “método jurídico tra-
dicional” como ficción» en El Derecho en Red. Estudios en Homenaje al profe-
sor M. Losano, Dykinson, Madrid, 2006, pp. 597-616, pp. 605-608. Según la
doctrina interpretativa de la Escuela de la Exégesis la labor aplicativa debe
guardar una fidelidad estricta a la voluntad del legislador de manera que «cuan-
do el texto de la ley es formulado claramente, esta voluntad resulta evidente,
y se debe seguir el texto de la ley misma. Cuando, en cambio, la formulación
de la ley no es clara, se debe investigar la voluntad del legislador mediante el
recurso a otros instrumentos», CATTANEO, M., Iluminismo e legislazione, cit.,
p. 147.
119
Vid. sobre la ideología de la decisión judicial vinculada, WRÒBLEWS-
KI, J., «Ideología de la aplicación judicial del Derecho», cit., pp. 56-58. Consi-
343
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y coherencia del derecho se sigue que no hay espacio alguno para la discre-
cionalidad judicial: las decisiones de los jueces están determinadas exclusiva-
mente por normas preexistentes … los jueces aplican el Derecho que encuen-
tran ya hecho, y no crean nada nuevo», GUASTINI, R., Estudios sobre la
interpretación jurídica, cit., p. 14.
125
Indica WRÒBLEWSKI, J., «Ideología de la aplicación judicial del de-
recho», cit., p. 56 que la imagen del juez autómata se estima necesaria para «sal-
varguardar la libertad de los ciudadanos» y se fundamenta en la considera-
ción de que el «único creador de normas es el parlamento como representante
del pueblo». La concepción cognitiva de la interpretación garantiza también la
absoluta previsibilidad de las decisiones judiciales, ARCOS RAMÍREZ, F., La
seguridad jurídica, cit., pp. 294-297. Y excluir de la actividad interpretativa
«cualquier criterio sustantivo ajeno al contenido abstracto y general del dere-
cho» evita la ruptura del principio igualdad formal, CALVO GARCÍA, M., Los
fundamentos del método jurídico, Tecnos, Madrid, 1994, pp. 90 y 91.
126
ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., p. 295.
345
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127
BARRANCO AVILÉS, M.C., «Sobre el “método jurídico tradicional”
como ficción», cit., p. 613.
128
ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., p. 159. El formalismo
interpretativo se fundamenta en una concepción «falsa e ingenua» del modo en
el que puede funcionar el lenguaje y el discurso jurídico, presuponiendo una
univocidad significativa que el Derecho positivo «ni tiene ni puede tener»,
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit., pp. 127
y 128.
346
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129
DASCAL, M. y WRÒBLEWSKI, J., «Transparency and doubt», cit., p. 209;
BARRANCO AVILÉS, M.C., Derechos y decisiones interpretativas, cit., pp. 82-84;
VERNENGO, R., La interpretación jurídica, UNAM, México, 1977, pp. 77 y 78 y
SEGURA ORTEGA, M., La racionalidad jurídica, cit., pp. 30 y ss. Sobre las teorías
objetivas y subjetivas Vid. LARENZ, K., Metolodogía de la ciencia del derecho, trad.
de M. Rodríguez Molinero, Ariel, Barcelona, 1994, pp. 312 y ss.
130
Vid. DASCAL, M. y WRÒBLEWSKI, J., «Transparency and doubt», cit.,
p. 209. En efecto, al menos en los Ordenamientos jurídicos actuales, la indagación
de la voluntad del legislador «de carne y hueso» plantea problemas evidentes.
Y la búsqueda de su voluntad «presunta» dista con mucho, como denunciaba
Gény, de desarrollarse exclusivamente a través de mecanismos lógicos.
131
WRÒBLEWSKI, J., «Ideología de la aplicación judicial del derecho»,
cit., p. 58.
347
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132
KELSEN, H., «Formalismo giuridico e dottrina pura», cit., pp. 48 y 49
se ocupa de diferenciar el formalismo propio de la teoría pura del formalismo
interpretativo, afirmando que su concepción de la interpretación jurídica se ale-
ja radicalmente de esta visión y se acerca más a la posición manejada por la
Escuela del Derecho Libre.
133
KELSEN, H., «Ciencia y política», cit., p. 274.
134
KELSEN, H., Teoría pura del derecho. Método y conceptos fundamen-
tales, cit., p. 61.
135
KELSEN, H., «Ciencia y política», cit., p. 274.
136
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, 1.ª ed., cit., p. 137.
137
KELSEN, H., «Formalismo giuridico e dottrina pura», cit., p. 48.
348
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138
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación la jurídica, cit., p. 14.
139
PINTORE, A., El Derecho sin verdad, traducción de M. I. Garrido Gó-
mez y J. L. del Hierro, Dykinson, Madrid, 2005, p. 163.
140
Advierte CASAMIGLIA, A., Prólogo a DWORKIN, R., Los derechos en
serio, trad. de M. Guastavino, Barcelona, Ariel, 1995, p. 21 que el modelo de res-
puesta correcta dworkiniano rechaza la teoría del silogismo pero acepta su
principio básico: «el juez no tiene ni puede tener poder político». Dworkin, en
la línea de Montesquieu, concibe al juez como «garantizador de derechos y no
creador de ellos», pero sin que ello suponga reducir su actividad a una «mera
operación mecánica», Ibídem.
141
BARRANCO AVILÉS, M. C., Derechos y decisiones interpretativas, cit.,
p. 53.
349
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142
Aunque su crítica al positivismo jurídico hartiano, como concep-
ción que defiende la determinación parcial del Derecho, es mucho más co-
nocida Dworkin se opone también a la tesis de la indeterminación total del
Derecho.
143
DWORKIN, R., «Los casos difíciles» en DWORKIN, R., Los derechos
en serio, cit., pp. 146-208, pp. 147 y ss. admite que las reglas emanadas de las
autoridades jurídicas pueden resultar indeterminadas. Cabe precisar que Dwor-
kin distingue dos sentidos del término discreción uno débil y otro fuerte. La dis-
creción fuerte supone que «por lo que respecta a algún problema» un funcio-
nario «no está vinculado por estándares impuestos por la autoridad en cuestión»,
por lo que puede decidir libremente, «lo que no implica que la decisión tenga
que ser arbitraria», DWORKIN, R., «El modelo de las normas (I)» en DWOR-
KIN, R., Los derechos en serio, cit., pp. 61-101, pp. 85 y 86. El positivismo ju-
rídico, al manejar una teoría del Derecho basada exclusivamente en los he-
chos (plain fact theory) y, por tanto, una teoría semántica convencionalista
asume que los jueces, cuando los hechos y las convenciones se agotan, ejercen
este tipo de discreción, DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., p. 9. Para Dworkin
la discrecionalidad judicial «fuerte» plantea graves problemas. De un lado, re-
sulta incompatible con el principio de irretroactividad de las normas y con el
criterio de legitimidad democrático, DWORKIN, R., «Los casos difíciles», cit.,
pp. 150 y ss. Y, de otro, parece difícilmente conciliable con el modo en el que
argumentan los participantes en el proceso judicial de forma que, o bien jue-
ces y abogados «confabulan en forma sistemática para ocultar la verdad», o bien
la tesis de la discrecionalidad judicial simplemente es falsa, DWORKIN, R.,
Law’s Empire, cit., p. 37.
144
DWORKIN, R., «El modelo de las normas (I)», cit., pp. 74 y ss. plantea
como criterios definitorios de esta distinción, concebida como una distinción
lógica o fuerte: 1) que las normas «son aplicadas a la manera de disyuntivas»
350
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mientras que los principios apuntan direcciones y 2) que los principios presentan
una dimensión de peso o importancia de la que carecen las normas. De cual-
quier modo, como se comprobará, la diferencia esencial entre principios y re-
glas, a la que terminan siendo reconducidas las anteriores, radica en su distinto
origen o modo de identificación, Vid. NINO, C.S., La validez del Derecho, cit.,
p. 154.
145
DWORKIN, R., «El modelo de las normas (I)», cit., p. 84. Vid. sobre
esta idea de discreción débil, IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción
judicial, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999, pp. 26
y 27.
146
PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Curso de derechos fundamentales, cit.,
p. 574.
147
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 69.
148
CALVO GARCÍA, M., Los fundamentos del método jurídico, cit., p. 127.
149
IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción judicial, cit., p. 212
y ss. Vid. la crítica que dirige DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., pp. 53 y ss. a
la semántica de la voluntad.
351
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del autor por las creencias objetivas del intérprete 149 y la exi-
gencia de fidelidad a la letra de la ley por la fidelidad a la ideo-
logía política 150.
En opinión de Dworkin, el origen de los principios no radi-
ca en «una decisión particular de ningún tribunal u órgano le-
gislativo sino en un sentido de conveniencia y oportunidad que,
tanto en el foro como en la sociedad se desarrolla con el tiem-
po. La continuación de su poder depende de que tal sentido de
conveniencia se mantenga» 151. La cabal comprensión del signi-
ficado de esta afirmación requiere profundizar, necesariamen-
te de manera sucinta, en la visión de lo jurídico que Dworkin ma-
neja sustentada en dos pilares básicos: la contemplación del
Derecho como interpretación y el ideal de integridad 152.
El primero de estos referentes cobra sentido desde la consi-
deración, esencial en el contexto de la teoría dworkiniana, de que
la indagación del concepto de Derecho requiere adoptar el pun-
to de vista del participante 153. La asunción de esta perspectiva
150
LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., p. 186.
151
DWORKIN, R., «El modelo de las normas (I)», cit., pp. 94 y 95. So-
bradamente conocidas son las objeciones que Dworkin formula a la teoría har-
tiana de la regla de reconocimiento, al considerarla un expediente inapropia-
do para identificar los principios jurídicos Vid. Ídem, pp. 94-101. Estas críticas
podrían hacerse extensivas al planteamiento de Kelsen.
152
Se trata de dos ideas que, si bien están implícitas en Los derechos en
serio, se desarrollan en Law’s Empire. Cabe subrayar que, en opinión de algu-
nos autores, en la primera de estas obras la teoría de Dworkin se presentaría
como una teoría general (válida para cualquier sistema jurídico) y, a la vez,
«descriptiva y normativa», mientras que en la segunda limitaría sus pretensio-
nes al ámbito de aquellos sistemas jurídicos que considera moralmente justi-
ficados, RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 189 y p. 197. A mi
modo de ver, esta diferencia no está tan clara.
153
DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., p. 14. Para Dworkin «todo intento
de explicar una práctica social como el derecho debe involucrar exactamente el
mismo tipo de razonamiento que se requiere para participar en la práctica»,
MARMOR, A., Interpretación y teoría del derecho, trad. de M. Mendoza, Gedisa,
Barcelona, 2001, p. 64. Desde este enfoque, la teoría dworkiniana rechaza la
existencia de una distinción cualitativa entre la teoría jurídica y la práctica del
Derecho, y al privilegiar, entre todos los participantes, la perspectiva del juez se
352
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158
DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., pp. 65-66.
159
Idem, pp. 90 y 91.
160
Ídem, p. 91. La contemplación del Derecho positivo como un simple
dato preinterpretativo emparenta a la teoría dworkiniana con la tradición her-
menéutica, Vid., entre otros, CALVO GARCÍA, M., Los fundamentos del méto-
do jurídico, cit., pp. 194 y ss.
161
DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., pp. 92 y 93. Cabe aclarar que este
«sentido» de lo jurídico se plantea en un nivel muy abstracto de justificación,
siendo susceptible de diversas especificaciones. Así, cada operación interpre-
tativa involucra ineludiblemente las tres fases señaladas y la segunda siempre
exige leer los datos identificados preinterpretativamente a la luz de una justi-
ficación general, esto es, a luz de ciertos valores, ahora ya menos abstractos,
Vid. IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción judicial, cit., p. 143.
162
Vid. DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., p. 93. La definición del Dere-
cho dworkiniana es, por tanto, una definición de tipo finalista que se conecta,
como subraya el propio autor, con la versión sustantiva del Rule of Law.
354
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163
Ídem, p. 94.
164
Ídem, pp. 95 y 96. Indica Dworkin que el pragmatismo es una «con-
cepción escéptica del derecho», que considera que los jueces toman, y deben
tomar, sus decisiones de acuerdo con lo que «les parece mejor para el futuro
de la comunidad», sin otorgar valor a ninguna decisión del pasado, Ídem, p. 95.
165
DELGADO PINTO, J., «La noción de integridad en la teoría del dere-
cho de R. Dworkin: análisis y valoración», Derechos y libertades, núm. 11, 2002,
pp. 15-42, p. 19.
355
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166
Ibídem. Vid. DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., pp. 95 y 96.
167
Para el convencionalismo «un derecho o responsabilidad surge de las
decisiones del pasado sólo si está explícitamente en ellas o puede hacerse ex-
plícito a través de métodos o técnicas que la profesión legal acepta de manera
convencional como un todo … La moralidad política … ya no requiere que se
respete el pasado, de modo que cuando se acaba la fuerza de la convención
los jueces deben hallar un fundamento que mire hacia adelante para llegar a
una decisión», Ídem, p. 95.
168
Ídem, p. 96.
169
Ídem, p. 227.
356
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170
La integridad se presenta también en la teoría de Dworkin como un
principio legislativo que exige al legislador la elaboración de un conjunto de le-
yes «moralmente coherente» pero es, sobre todo, un principio adjudicativo que
requiere que los jueces consideren al Derecho «como coherente en esa forma
tan lejos como sea posible», DWORKIN, R., Law’s Empire, cit. p. 176.
171
Se trata, según Dworkin, «de un juez imaginario con un poder inte-
lectual y una paciencia sobrehumanas que acepta el derecho como integri-
dad», Ídem, p. 239.
172
DWORKIN, R., «El modelo de las normas (II)» en DWORKIN, R., Los
derechos en serio, cit., pp. 102-145, p. 128.
173
La «mejor teoría» opera en la teoría de Dworkin como un «criterio
para asignar significado», IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción ju-
dicial, cit., p. 134. De esta forma, el sentido de los enunciados jurídicos «debe
contemplarse desde la teoría mejor fundada», BARRANCO AVILÉS, M. C., De-
rechos y decisiones interpretativas, cit., p. 49.
357
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174
DWORKIN, R., Law´s Empire, cit., pp. 265 y 266. El método de Hér-
cules «opera igualmente en los casos fáciles, pero como las respuestas a estas
cuestiones son entonces obvias, o al menos parecen serlo, no nos damos cuen-
ta de que está funcionando una teoría», Ídem, p. 354. Así, desde la óptica dwor-
kiniana, «la descripción no clara es más el resultado que la ocasión del méto-
do de Hércules», Ídem, p. 352.
175
LIFANTE VIDAL, I., El problema de la discreción judicial, cit., p. 298.
El Derecho como integridad se presenta, a la vez, como «inspiración y pro-
ducto de la interpretación comprensiva de la práctica legal», DWORKIN, R.,
Law’s Empire, cit., p. 165.
176
Subraya PINTORE, A., El Derecho sin verdad, cit., p. 162 que la cohe-
rencia en la concepción dworkiniana opera «nada menos que como un modo
de identificar los elementos del Derecho y de trazar constitutivamente sus lí-
mites», de tal manera que todas las normas que se puedan extraer mediante el
test de la coherencia forman parte del Derecho.
177
DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., pp. 228 y ss. ilustra el significado
de estas pruebas recurriendo al ejemplo de la novela en cadena. Vid. también
sobre el sentido de estos «tests» DWORKIN, R., «¿Realmente no hay respues-
ta correcta en los casos difíciles? trad. de M. Narváez Mora en MORESO, J. J.
y CASANOVAS, P. (eds.), El ámbito de lo jurídico, cit., pp. 475-510.
178
Esta dimensión coincide con la noción de coherencia narrativa e im-
plica, según DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., pp. 228 y ss., un juicio formal
que impide la adopción de una interpretación que deje sin sentido al texto y obli-
ga a escoger aquélla que presente menos decisiones pasadas como errores.
179
Estima Dworkin que los juicios implicados en este test poseen una
naturaleza sustantiva. Se trata ahora de ver «la mejor historia» desde el pun-
to de vista de la moralidad política, Ídem, p. 239.
358
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180
DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., p. 244.
181
DWORKIN, R., «El modelo de las normas (II)», cit., p. 130. Vid. la dis-
tinción entre argumentos políticos y argumentos de principio en DWORKIN, R.,
«Los casos difíciles», cit., pp. 148 y ss.
182
PÉREZ BERMEJO, J.M., Coherencia y sistema jurídico, cit., pp. 184 y
185 considera el sistema de Dworkin como una «amalgama» de elementos es-
táticos y dinámicos.
183
El concepto básico de lo jurídico que se propone, la concepción del De-
recho como integridad, los argumentos esgrimidos en defensa de la tesis de la
359
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360
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188
PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Curso de derechos fundamentales, cit.,
p. 574.
189
En opinión de DELGADO PINTO, J., «La noción de integridad en la
teoría del derecho de R. Dworkin: análisis y valoración», cit., pp. 29 y ss. este
es el sentido de la distinción que DWORKIN, R., Law’s Empire, cit., pp. 400-410
traza entre la integridad inclusiva y la integridad pura.
190
DWORKIN, R., «Réplica a los críticos», cit., p. 468.
191
Un sistema jurídico en el cual los principios son tratados como váli-
dos emplea, bien una noción de validez fáctica, si se consideran válidos «por-
que son usados en las decisiones»; bien «alguna noción de validez axiológica»,
si su validez descansa en su «justicia, bondad etc.», WRÒBLEWSKI, J., «Tre con-
361
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cetti di validità», cit., p. 587. La teoría de Dworkin se sitúa en esta segunda lí-
nea. La noción de validez axiológica termina proyectándose, además, en la
identificación de las reglas. En efecto, para Dworkin, el Derecho está consti-
tuido «tanto por las normas que se basan en fuentes como por las normas que
se pueden derivar de la teoría política»; pero incluso «la identificación preci-
sa de las normas del derecho basado en fuentes también depende, al menos en
parte, de la teoría más sólida que las justifica», MARMOR, A., Interpretación y
teoría del derecho, cit., p. 60.
192
PÉREZ BERMEJO, J. M., Coherencia y sistema jurídico, cit., p. 184.
193
DWORKIN, R., «Réplica a los críticos», cit., p. 468.
194
DWORKIN, R., «El modelo de las normas (I)», cit., p. 72.
195
Es común considerar la teoría dworkiniana como una vía intermedia
entre el positivismo y el iusnaturalismo. En este sentido HART, H. L. A., «El nue-
vo desafío al positivismo jurídico», cit., p. 13 apunta que Dworkin «a diferen-
cia del teórico del Derecho Natural no niega que el derecho claramente esta-
blecido, disposiciones o decisiones que carezcan de conformidad con ciertos
standards morales específicos sean … derecho; sin embargo al igual que el teó-
rico del Derecho natural, mantiene que hay ciertos principios morales espe-
cíficos que también son derecho; concretamente aquéllos que figuran en la
“más sólida” teoría del derecho».
362
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196
CALVO GARCÍA, M., Los fundamentos del método jurídico, cit., p. 160.
Entiende KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 354 que el órgano de
aplicación, a la hora de escoger la posibilidad «correcta» dentro del marco
que le ofrece el Derecho aplicable, puede apelar a «normas morales, normas de
justicia, juicios de valores sociales etc.». Ahora bien, se trata de «determinaciones
que no provienen del derecho positivo mismo», sobre cuya validez y verifica-
bilidad «nada cabe decir» desde un punto de vista jurídico.
197
CALVO GARCÍA, M., Los fundamentos del método jurídico, cit., p. 160.
Vid. en un sentido similar RAZ, J., «Legal principles and the limits of Law» en
COHEN, M. (ed.), Ronald Dworkin and Contemporary Jurisprudence, Duck-
worth, London, 1984, pp. 73-87, p. 85.
198
CALVO GARCÍA, M., Los fundamentos del método jurídico, cit., p. 160.
199
PÉREZ BERMEJO, J.M., Coherencia y sistema jurídico, cit., p. 186.
200
La relevancia de los principios «no deriva de un criterio formal de je-
rarquía y menos del rango de la autoridad que los haya promulgado. Al igual
que su validez la importancia de los principios obedece a razones de conteni-
363
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dad y debido proceso. Sin embargo, cuál sea esa relación, cómo han de pon-
derarse unos principios con otros es algo que queda sin determinar. Y esto
constituye una laguna importante en una teoría que, al mismo tiempo, sostie-
ne la tesis de que para todo litigio existe una respuesta justa», DELGADO PIN-
TO, J., «La noción de integridad en la teoría del derecho de R. Dworkin: aná-
lisis y valoración», cit., p. 39.
209
Tiene razón HART, H. L. A., «Introduction» en HART, H. L. A., Essays
in Jurisprudence and Philosophy, Clarendon Press, Oxford, 1983, pp. 1-18, p. 7
en que el momento de la creación judicial del Derecho se encontraría «no me-
ramente diferido sino eliminado», sólo si para los casos difíciles, en los que
puede recurrirse a principios diferentes «basados en analogías enfrentadas»,
existiera siempre «presto a ser descubierto» un «único conjunto de principios
de segundo orden» que asignara «pesos o prioridades a los principios de pri-
mer orden». Pues bien, la existencia de este orden secundario presupone la
asunción de un objetivismo moral fuerte del que Dworkin parece apartarse,
Vid. también HART, H. L. A. «El nuevo desafío al positivismo jurídico», cit., pp.
11 y ss. y MACCORMICK, N., «Dworkin as a Pre-Benthamite», The Philoso-
phical Review, LXXXVII, 1978, p. 588.
210
En este sentido la concepción de Dworkin entronca con la teoría co-
herentista de DAVIDSON, D., De la verdad y de la interpretación, trad. de G. Fi-
lippi, Gedisa, Barcelona, 1990 o con el realismo interno de PUTNAM, H., Ra-
zón, Verdad e Historia, trad. de J.M. Esteban Cloquell, Tecnos, Madrid, 1988.
211
Por esta razón se afirma que la construcción dworkiniana incurre en
el solipsismo, Vid. HABERMAS, J., Facticidad y validez, trad. de M. Jiménez Re-
dondo, Trotta, Madrid, 2.ª ed., 2002, p. 276 y PATTERSON, D., Law and Truth,
Clarendon Press, Oxford, 1996, p. 82 y p. 98.
212
IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción judicial, cit., pp. 238-
246 y MORESO, J. J., La indeterminación del derecho y la interpretación de la
Constitución, cit., pp. 203 y ss.
366
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213
Vid. sobre esta cuestión, DWORKIN, R., «Los casos difíciles», cit.,
p. 150.
214
ARCOS RAMÍREZ, F., La seguridad jurídica, cit., pp. 307 y ss.
215
PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Curso de derechos fundamentales, cit.,
p. 574.
216
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 7 y
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 83.
217
VILLA, V., «Interpretazione giuridica e significato: una relazione di-
namica», cit., pp. 132-133.
367
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218
BARRANCO AVILÉS, M. C., Derechos y decisiones interpretativas, cit.,
pp. 59 y 60. Los miembros de esta familia pueden ser clasificados en «radica-
les» y «moderados», WRÒBLEWSKI, J., «Ideología de la aplicación judicial
del Derecho», cit., p. 58.
219
Como antes se señaló, la existencia de una reacción antiformalista en
este contexto se explica porque, a pesar de la importancia del Derecho judicial,
también en Estados Unidos se desarrolla un formalismo jurídico heredero de
la Jurisprudencia de Conceptos que, aunque «triunfa más tarde y dura me-
nos», «no difiere en lo básico de la idea que podemos tener nosotros de lo que
es (o fue) el formalismo en Europa», PÉREZ LLEDÓ, J.A., El movimiento Cri-
tical Legal Studies, Tecnos, Madrid, 1996, p. 169. Vid. en este sentido, RECA-
SÉNS SICHES, L., Nueva Filosofía de la interpretación del Derecho, cit., p. 208;
LIFANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del Derecho contem-
poránea, cit., pp. 103 y 104 y SOLAR CAYÓN, J.I., El realismo jurídico de Jero-
me Frank, Universidad Carlos III de Madrid-Boletín Oficial del Estado, Ma-
drid, 2005, pp. 60-72.
220
IHERING, R., La jurisprudencia en broma y en serio, trad. de R. Ria-
za, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1933.
221
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., pp. 34
y 35 y BARRANCO AVILÉS, M.C., Derechos y decisiones interpretativas, cit.,
p. 60.
368
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222
SCHAUER F., «Formalism» en SCHAUER F. (ed.), Law and Langua-
ge, Dartmouth, Aldershot, 1993, pp. 429-468.
223
Ídem, p. 443.
224
En este sentido, los antiformalistas responden negativamente al si-
guiente interrogante: «¿puede el lenguaje limitar?», manejando una visión de
la naturaleza del lenguaje que rechaza su operatividad como un factor poten-
cial de restricción de las decisiones jurídicas, Ídem, p. 440. Cabe resaltar que
Schauer vincula esta cuestión con la discusión acerca de si las reglas poseen,
o no, un significado literal, Ídem, pp. 444-449.
369
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225
La pregunta a la que el antiformalismo ofrece una respuesta negati-
va es en este caso: «¿limita el lenguaje?», Ídem, p. 450. Este interrogante sólo
cobra sentido si se ha respondido afirmativamente al anterior. En efecto, el se-
gundo argumento antiformalista mantiene que, «incluso si fuera conceptual-
mente posible que el lenguaje restringiera la elección, podría estar más allá de
la capacidad psicológica de aquéllos que toman las decisiones cumplir estas res-
tricciones», Ídem, pp. 443 y 444.
226
La cuestión que ahora se plantea es: «¿debe restringirse la elección?»,
Ídem, p. 458. De nuevo, la formulación de esta pregunta presupone la contes-
tación afirmativa a las dos anteriores. Se trata en este nivel de determinar si
«el formalismo siendo conceptual y psicológicamente plausible» es, o no, «de-
seable», Ídem, p. 451.
227
En cada una de las teorías agrupadas bajo la bandera del antiforma-
lismo estos argumentos poseen un peso diferente. Posiblemente es el realismo
jurídico el movimiento que más claramente asume los tres. Ciertamente, «la
aportación realista supuso una crítica no sólo lógica sino también psicológica
e ideológica de la teoría tradicional», HIERRO PESCADOR, L., El realismo ju-
rídico escandinavo. Una teoría empirista del Derecho, Fernando Torres Editor,
Valencia, 1981, p. 105.
228
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 36.
370
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229
KANTOROWICZ, G., «La lucha por la ciencia del derecho», trad. de
W. Goldschmidt, en La ciencia del derecho, Losada, Buenos Aires, 1949,
pp. 325-373, p. 337. Vid. sobre la Escuela del Derecho Libre, LOMBARDI, L.,
Saggio sul diritto giurisprudenziale, cit., pp. 334 y ss.
230
Advierte KANTOROWICZ, G., «La lucha por la ciencia del derecho»,
cit., p. 348 que el uso de las «artes interpretativas» requiere de una instancia
complementaria que «no es la razón sino la voluntad».
231
En este sentido, considera Kantorowicz que las tesis básicas del for-
malismo —«que todos los fallos deban basarse en la ley», que «el juez debe ser
el servidor de la ley», o que «cualquier caso imaginable ha de resolverse con el
exclusivo auxilio de la ley»— son ideales «en parte irrealizables», Ídem, pp.
366 y 367. De cualquier forma, afirma también que tales ideales «en parte»
son «indignos de ser aspirados», lo que muestra el aspecto prescriptivo de su
construcción, y «en parte» no son «puestos en peligro», lo que revela que su es-
cepticismo no es radical.
232
FRANK, J. en el Prefacio a su obra Law and the Modern Mind, Peter
Smith Gloucester Mass., 1970, pp. X y ss. establece una clasificación, ya clási-
ca, de los autores realistas en dos grupos: los «escépticos ante las normas»
—cuyo principal representante es Llewellyn— que se ocupan de denunciar los
problemas de indeterminación y la incidencia de factores subjetivos en el esta-
blecimiento de la premisa normativa del razonamiento jurídico y los «escépti-
cos ante los hechos» —cuyo principal exponente es el propio Frank— que
«abrazando el escepticismo ante las normas», se interesan especialmente por
los problemas que se plantean en el establecimiento de la premisa fáctica. Tam-
bién LLEWELLYN, K., «Some Realism About Realism-Responding to Dean
Pound», Harvard Law Review, vol. 44, 1931, pp. 1222-1264, p. 1237 incluye en-
tre los nueve puntos que, a su juicio, comparten todos los miembros del mo-
vimiento realista el escepcitismo ante las reglas.
371
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233
Aunque los autores realistas aceptan «por unanimidad» el panorama
de la indeterminación del Derecho, las posiciones «que mantienen frente a él
difieren, pudiendo ser incompatibles entre sí». Su posición a este respecto de-
pende de su actitud acerca de la «posibilidad y conveniencia de limitar la dis-
creción judicial, lo que, a su vez, suele considerarse equiparable a su grado de
radicalismo», LIFANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del De-
recho contemporánea, cit., p. 118.
234
FRANK, J., «Palabras y música» trad. de R. Vernengo en El actual pen-
samiento jurídico norteamericano, Losada, Buenos Aires, 1951, pp. 175-209,
p. 177, p. 180 y p. 189.
235
FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 135. También GRAY, J. Ch,
The Nature and Sources of the Law, Peter Smith, Glouscester, Mass., 2.ª ed.,
1972, p. 170, uno de los principales precursores del realismo jurídico americano,
afirma que «todo el Derecho es derecho judicial», precisamente, porque es
«con el sentido establecido por los jueces, y no con otro, que las leyes son im-
puestas en la comunidad como Derecho».
236
FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 163.
237
ATLMAN, A., «Legal Realism, Critical Legal Studies and Dworkin»,
Phisolophy and Public Affairs, Vol. 15, núm. 3, 1986, pp. 205-235, p. 208.
372
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238
La concepción interpretativa escéptica suele, en efecto, ir acompaña-
da de la opinión «de que los sistemas jurídicos no son necesariamente, y que
de hecho no lo son nunca, ni completos ni coherentes», GUASTINI, R., Estu-
dios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 15.
239
Entre los puntos señalados por LLEWELLYN, K., «Some Realism
About Realism», cit., p. 1236 como definitorios del movimiento realista se en-
cuentra también la concepción de la sociedad como un fluir más rápido que
el Derecho, que implica que éste deba ser constantemente revisado.
240
SOLAR CAYÓN, J. I., El realismo jurídico de Jerome Frank, cit., pp. 132
y ss. Vid. al respecto FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 163.
241
LLEWELLYN, K., «Canons on Statutes» incluido como «Apendix C»
en LLEWELLYN, K., The Common Law Tradition. Deciding Appeals, Little,
Brown and Co., Boston-Toronto, 1960, pp. 521-535.
242
FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 137. De nuevo LLE-
WELLYN, K., «Some Realism About Realism», cit., p. 1237 contempla entre los
rasgos básicos del realismo la desconfianza hacia las reglas prescriptivas y con-
ceptos tradicionales como factores capaces de determinar el comportamiento
de los tribunales.
373
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243
De ahí la consideración de que las reglas «no son el Derecho», sino tan
sólo «algo entre las muchas fuentes» a las que pueden recurrir los jueces a la
hora de «elaborar el Derecho» en los casos que se les plantean, FRANK, J.,
Law and the Modern Mind, cit., p. 137. La distinción entre el Derecho y sus
fuentes está en GRAY, J.Ch., The Nature and Sources of the Law, cit., pp. 104 y
ss. y pp. 123 y 124.
244
LLEWELLYN, K., «Some Realism About Realism», cit., pp. 1236 y
1237 menciona entre los puntos que caracterizan al realismo la concepción del
Derecho como un medio para fines sociales y la creencia en la utilidad
de agrupar las situaciones jurídicas en categorías más estrechas, derivando de
ellos los dos aspectos nucleares de su programa constructivo. El primero con-
siste en la exigencia de que las reglas sean menos generales, esto es, que em-
pleen categorías jurídicas «menores», LLEWELLYN, K., «Una teoría realista del
Derecho realista: el siguiente paso», trad. de P. Casanovas, en MORESO, J. J.
y CASANOVAS, P. (eds.), El ámbito de lo jurídico, cit., pp. 244-282, pp. 268 y 269.
El segundo subraya la conveniencia de que hagan explícita su finalidad
social, LEWELLYN, K., «On the Good, the True, the Beautiful in Law»,
Jurisprudence, The University of Chicago Press, Chicago-Londres, 1971,
pp. 167-213, p. 207. Según este autor las reglas «cuando se formulan bien» no
deciden los casos concretos «mediante ningún proceso deductivo», pero lo que
sí hacen es «precisar el carácter de la controversia», señalar «dónde está y cuál
es el carácter de la duda o problema» y «sugerir líneas de sabia dirección para
su solución», Ibídem.
374
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tos planteados por los realistas 245. Así, en primer lugar, estos
autores rechazan la capacidad de las reglas para condicionar
las decisiones interpretativas afirmando la radical indetermi-
nación del lenguaje jurídico. Aunque en el ámbito de los Criti-
cal Legal Studies la tesis de la indeterminación radical del Derecho
encuentra «una pluralidad de argumentos y versiones diferen-
tes» 246, me detendré en el análisis de la versión que se apoya
en la filosofía del lenguaje del segundo Wittgenstein 247. La
elección me parece justificada porque, como enseguida se com-
probará, una lectura distinta del pensamiento wittgensteniano
sirve también de fundamento a la tesis de la determinación par-
cial del Derecho asumida por el positivismo hartiano y opera, en
cierto sentido, como transfondo de la tesis de la mínima deter-
minación que se defiende en el presente trabajo.
A la hora de justificar la total indeterminación del Derecho
algunos autores situados en la órbita de los Critical Legal Stu-
dies se han apoyado en la lectura que Kripke propone de la pa-
radoja del seguimiento de reglas planteada por Wittgenstein en
sus Investigaciones Filosóficas. Para ilustrar esta paradoja Witt-
genstein pone como ejemplo la orden de continuar una serie
245
Es usual considerar a los Critical Legal Studies como un heredero di-
recto del realismo jurídico americano de carácter más radical, Vid. TUSHNET,
M., «Critical Legal Studies: An Introduction to its Origins and Underpinings»,
Journal of Legal Education, núm. 36, 1986, pp. 505-517, p. 507 y ATLMAN, A.,
«Legal Realism, Critical Legal Studies and Dworkin», cit., pp. 207 y 214. Vid.
sobre la relación entre estos movimientos, PÉREZ LLEDÓ, J.A., El movimiento
Critical Legal Studies, cit., pp. 240-344.
246
Idem, p. 262 y LANGILLE, B., «Revolution Without Foundation: The
Grammar of Scepticism and Law», McGill Law Journal, vol. 33, núm. 3, 1988,
pp. 451-505, p. 457.
247
Entre los autores que confían en Wittgenstein en la fundamentación
de la tesis de la indeterminación total de las reglas jurídicas cabe citar a BOY-
LE, J., «The Politics of Reason: Critical Legal Studies and Local Social
Thought», University of Pennsylvania Law Review, vol.133, 1985, pp. 685-780;
TUSHNET, M., «Following the Rules Laid Down: A Critique of Interpretivism
and Neutral Principles», Harvard Law Review, vol. 96, núm. 4, 1983, pp. 781-
827 y YABLON, M., «Law and Metaphysics», Yale Law Journal, vol. 96, 1986-
87, pp. 613-665.
375
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248
WITTGENSTEIN, L., Investigaciones Filosóficas, trad. de E. García
Suárez y U. Moulines, Crítica, Barcelona, 1988, sección 187. Por su parte,
KRIPKE, S., On rules and private Language, Basil Backwell, Oxford, 1982, pp.
8 y 9 propone como ejemplo la aplicación de las reglas de la adición, cuestio-
nando que pueda fundamentarse que el resultado de la expresión «68+57» sea
«125».
249
Ídem, p. 55. La interpretación de Kripke encuentra su principal apo-
yo en el primer párrafo de la sección 201 de las Investigaciones Filosóficas:
«nuestra paradoja era ésta: una regla no podía determinar ningún curso de
acción porque todo curso de acción puede hacerse concordar con la regla. La
respuesta era: Si todo puede hacerse concordar con la regla, entonces también
puede hacerse discordar. De donde no habría ni concordancia ni desacuerdo».
También puede citarse el siguiente pasaje de la sección 198: «¿pero como pue-
de una regla enseñarme lo que tengo que hacer en este lugar? Cualquier cosa
que haga es, según alguna interpretación, compatible con la regla».
250
LANGILLE, B., «Revolution Without Foundation», cit., p. 463.
376
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251
ARULANANTHAM, A. T., «Breaking the Rules?», cit., p. 1867.
252
YABLON, M., «Law and Metaphysics», cit., p. 628 y BOYLE, J., «The
Politics of Reason», cit., pp. 710-711.
253
KRIPKE, S., On rules and private Language, cit., pp. 111 y 112. Vid. so-
bre la posición de Kripke IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción ju-
dicial, cit., pp. 98 y 99.
254
VILLA, V., «Interpretazione giuridica e teoria del significato» en Scrit-
ti per Uberto Scarpelli, a cura di L. GIANFORMAGGIO y M. JORI, Giuffrè, Mi-
lano, 1997, pp. 803-853, p. 814.
255
PÉREZ LLEDÓ, J. A., El movimiento Critical Legal Studies, cit., pp.
262 y ss. Existen varios trabajos en el ámbito de este movimiento que se
ocupan de analizar textos legales y doctrinas jurisprudenciales con el objeto
de revelar la incoherencia interna de distintos sectores del Derecho ameri-
cano. Vid. en este sentido el trabajo de KENNEDY, D., «Form and Subs-
tance in Private Law Adjudication», Harvard Law Review, vol. 89, 1976,
pp. 1685-1778 en el que se estudian las contradicciones existentes en el De-
recho de contratos.
377
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256
Los Critical atajan el esfuerzo de Dworkin, y de algunos realistas, de
rescatar la determinación jurídica, extendiendo el conflicto del sistema de re-
glas al sistema de policies y principios en los que aquéllas se inspiran de ma-
nera que, desde su perspectiva, «la invocación de los principios sólo sirve para
empujar hacia otro nivel el punto en el cual se introduce la indeterminación y
tiene lugar la elección judicial», ALTMAN, A., «Legal Realism, Critical Legal Stu-
dies and Dworkin», cit., pp. 217 y 264. Vid. también PÉREZ LLEDÓ, J. A., El
movimiento Critical Legal Studies, cit., p. 275. Vid. en este sentido las críticas
al realismo de TUSHNET, M., «Critical Legal Studies», cit., p. 507. DWORKIN,
R. en Law’s Empire, cit., pp. 271-275 se ocupa de contestar a las objeciones que
los Critical plantean a su construcción.
257
Sobre las relaciones entre Derecho y política en los Critical Legal Stu-
dies Vid. LANGILLE, B., «Revolution Without Foundation», cit., p. 465 y
PÉREZ LLEDÓ, J. A., El movimiento Critical Legal Studies, cit., en especial,
pp. 271 y ss.
258
LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., p. 40. Vid. en la misma lí-
nea IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción judicial, cit., p. 99.
259
PÉREZ LLEDÓ, J. A., El movimiento Critical Legal Studies, cit., p. 273.
378
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ción, o mejor, «la aptitud de los jueces para actuar sobre la base
de un cierto modo de concebir su función» 260, implica que ne-
cesariamente tendrán en cuenta todos los factores relevantes, o
al menos, «se sentirán compelidos a alcanzar resultados “razo-
nables”», con independencia de que el lenguaje de las reglas
apunte, o no, a esa solución 261. Desde esta visión se afirma que
las reglas son consultadas, exclusivamente, para racionalizar ex
post las opciones interpretativas que los jueces consideran de-
seables 262. En este sentido el escepticismo se caracteriza no tanto
por afirmar que no es posible seguir las reglas, como por «no to-
marse las reglas en serio» 263.
El tercero de los argumentos en los que se sustenta el es-
cepticismo implica una valoración positiva de la indetermina-
ción de las reglas o de la aptitud psicológica que conduce a los
jueces a dejar a un lado su posible determinación. Así, la dis-
crecionalidad judicial se considera un factor necesario y valio-
260
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 259.
261
SCHAUER, F., «Formalism», cit., p. 450.
262
La afirmación de que los jueces operan a la inversa de cómo supone
el formalismo, esto es, primero adoptan la decisión que estiman preferible y lue-
go buscan una regla jurídica que les permita justificarla es otra de las tesis bá-
sicas del realismo, Vid. LLEWELLYN, K., «Some Realism about Realism», cit.,
pp. 1238-1239 y FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 141. Esta idea
está ya presente en KANTOROWICZ, G., «La lucha por la ciencia del derecho»,
cit., p. 346 quien señala que la opción por una u otra técnica interpretativa
«no se inspira en la ley y en la lógica», sino en la voluntad de «conseguir el re-
sultado deseado» o «de esquivar el indeseable». Por lo tanto, no «escogemos»
una construcción por ser «la más adecuada» o «la mejor», sino que nos pare-
ce «reunir» estas cualidades «si sus consecuencias pueden ser deseadas por
nosotros». En la misma línea KENNEDY, D., «Freedom and constraint in ad-
judication: A critical Phenomelogy», Journal of Legal Education, vol. 36, pp.
518-562, p. 526 indica que el razonamiento jurídico «es una especie de tarea
con un propósito», que consiste en «hacer que el caso se resuelva de la forma
en que mi sentido de la justicia me dice que debería resolverse a pesar de lo que
en principio aparece como la resistencia o la oposición de “el Derecho”».
263
De esta forma, «las referencias a las reglas sólo sirven para ocultar lo
que en realidad es una toma de decisiones particularista», SCHAUER, F., Las
reglas en juego, cit., p. 255.
379
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264
Vid. FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 399. Precisamente,
uno de los principales legados del realismo jurídico es la crítica al enmasca-
ramiento de la creación judicial de Derecho auspiciado por el formalismo. A pro-
pósito de esta cuestión estima Frank que negar la discreción judicial «no ali-
via los demonios» que pueden derivarse del «abuso del poder judicial», sino que,
por el contrario, «los incrementa», Ídem, p. 148. Y afirma, además, que «la
conciencia y el reconocimiento público por parte de los jueces de su facultad
legislativa puede muy bien inducirlos a limitarse en su ejercicio», FRANK, J.,
Palabras y música, cit., pp. 190 y 191.
265
FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 129 considera que la
justicia y aceptabilidad social de un sistema jurídico exige que «las reglas abs-
tractas preestablecidas» sean adaptadas a los casos concretos.
266
Vid. HART, H.L.A., «Problems of the Philosophy of Law» en Essays in
Jurisprudence and Philosophy, cit., pp. 88-120, p. 104.
267
WRÒBLEWSKI, J., Ideología de la aplicación judicial del derecho, cit.,
p. 60.
268
Sobradamente conocido es el ataque de Frank a lo que considera el mito
infantil de la certeza del Derecho. No obstante, conviene aclarar que este ata-
que se dirige específicamente contra la visión formalista de la seguridad jurí-
dica. Vid. SOLAR CAYÓN, J. I., El realismo jurídico de Jerome Frank, cit., p. 206.
En todo caso FRANK, J., «Palabras y música», cit., p. 156 apela constante-
mente al valor de equidad, denunciando «la injusticia de la justicia formal» y
de la aplicación mecánica de la ley y reclama para el juez una libertad sufi-
ciente que le permita tomar en consideración las peculiaridades de los casos
concretos. También KANTOROWICZ, G., «La lucha por la ciencia del dere-
380
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cho», cit., pp. 359 y 369 reivindica la equidad y afirma que sólo cuando «hay
libertad» para dar a cada caso la solución adecuada, cuando se deja espacio
para que actúe «la voluntad creadora y la personalidad» y cuando se aplica el
Derecho «con sabiduría» «existe también justicia». Por su parte, los Critical
Legal Studies cuestionan la ideología del liberalismo y, con ello, la idea de cer-
teza y el imperio de la ley.
269
WRÒBLEWSKI, J., «Ideología de la aplicación judicial del derecho»,
cit., p. 60.
270
Ibídem.
271
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del diritto, cit.,
p. 72.
272
FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 138. En este punto Frank,
Ídem, pp. 133 y 134, critica la afirmación de GRAY, J. Ch., The Nature and Sour-
ces of the Law, cit., p. 113 de que el Derecho consiste en reglas establecidas por
los tribunales, considerando su insistencia en la idea de generalidad como re-
miniscencia del «viejo mito», y celebra la «nueva actitud» adoptada por HOL-
MES, O.W., La senda del derecho, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1975, p. 21, quien
afirma que el Derecho está compuesto no por las reglas para decidir sino «por
las decisiones mismas».
273
LLEWELLYN, K., The Bramble Bush. On our Law and its Study, Oceana
Publications, New York, Londres y Roma, 1991, p. 3.
381
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274
TARELLO, G., Il realismo giuridico norteamericano, cit., p. 75. Vid.
también HIERRO PESCADOR, L., El realismo jurídico escandinavo, cit., pp.
97 y 98; LIFANTE VIDAL, I. La interpretación jurídica en la teoría del Derecho
contemporánea, cit., pp. 100-102 y SOLAR CAYÓN, J. I., El realismo jurídico de
Jerome Frank, cit., pp. 87-92.
275
Ídem, p. 87.
276
Indica WRÒBLEWSKI, J., «Tre concetti di validitá», cit., p. 591 que la
ideología de la libre decisión judicial, «que no está interesada en la aplicación
de las normas jurídicas», sino en lograr «la decisión justa» conforme a los va-
lores que los jueces consideran «relevantes para resolver los casos individua-
les», es «independiente de cualquier concepto de validez sistemática», decan-
tándose por un concepto fáctico de validez. Según BOBBIO, N., Teoría General
del Derecho, cit., pp. 46 y ss. el escepticismo incurriría en este punto en el re-
duccionismo de la validez a la eficacia.
382
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277
Como advierte SCHAUER, F., «Formalism», cit., p. 523 aceptar los ar-
gumentos antiformalistas, implica afirmar que los jueces pueden adoptar en pre-
sencia de reglas sustantivas exactamente las mismas decisiones que podrían to-
mar en ausencia de tales reglas.
278
SMITH, G.A., «Wittgenstein and the Sceptical Fallacy» en PATTER-
SON, D. M. (ed.), Wittgenstein and Legal Theory, Westview Press, Boulder, 1992,
pp. 157-188, p. 185.
279
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit., p. 71.
383
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280
Afirma HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., pp. 171 y 172 que
el escepticismo ignora que las normas jurídicas son contempladas y usadas
por los ciudadanos como pautas de conducta social.
281
HIERRO PESCADOR, L., El realismo jurídico escandinavo, cit., pp.
103 y 104. Por ejemplo FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. 136, en-
tiende que la tarea del juez no consiste en aplicar reglas, sino en determinar
«qué lado» de una inmediata controversia «tiene que ganar». Y considera la
función arbitral como el aspecto central de la administración de justicia, Ídem,
p. 165.
282
LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., p. 69. De esta forma, «el pro-
blema se desplaza pero no viene resuelto», Ibídem.
283
Sobre la aproximación funcional al fenómeno jurídico de los Critical
Legal Studies, Vid. PÉREZ LLEDÓ, J. A., El movimiento Critical Legal Studies,
cit., pp. 377 y ss.
384
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284
SOLAR CAYÓN, J.I., El realismo jurídico de Jerome Frank, cit., p. 87.
285
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 180. Tam-
bién HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit. p. 170 apunta que «la afirmación
de que hay decisiones de los tribunales no puede ser consistentemente com-
binada con la posición que, en forma absoluta, niega que haya reglas. Esto es
así porque como hemos visto la existencia de un tribunal implica la existencia
de reglas secundarias que confieren potestad jurisdiccional a una sucesión
cambiante de individuos y, con ello, autoridad a sus decisiones». En una línea
similar ROSS, A., Hacia una ciencia realista del Derecho, trad. de J. Barboza Abe-
delo-Perrot, Buenos Aires, 1961, p. 80 señala que la definición realista del De-
recho es circular en tanto el concepto de «sentencia» implica «que ya sabemos
lo que es el derecho».
286
HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit. p. 171.
287
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 181.
385
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288
Idem, p. 183.
289
SCHAUER, F., «Formalism», cit., p. 450.
290
Ibídem.
291
MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory, cit., p. 122. En
palabras de HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., p. 175: «es posible
que en una determinada sociedad los jueces tomaran su decisión en forma in-
tuitiva o “por pálpitos”, y luego se limitaran a elegir de entre un catálogo de re-
glas jurídicas aquéllas que, según su modo de ver, se parecieran más al caso con-
currente … Algunas decisiones podrían ser dictadas así, pero es evidente, sin
duda, que la mayoría de ellas, como ocurre con las movidas de un jugador de
ajedrez, son obtenidas mediante el esfuerzo genuino para ajustarse a reglas
conscientemente aceptadas como pautas o criterios orientadores de decisiones,
o si se llega a éstas de forma intuitiva, se hallan justificadas por reglas que el
juez de antemano estaba dispuesto a observar y cuya observancia para el caso
concurrente es generalmente reconocida». En todo caso «es posible, por su-
puesto, que los jueces se pongan de acuerdo … para rechazar las reglas exis-
tentes y dejen de considerar que las reglas del Parlamento, aun las más claras,
386
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imponen límite alguno a sus decisiones» pero «si la mayoría de sus fallos tu-
viesen ese carácter y fueran aceptados, ello importaría una modificación del sis-
tema paralela a la transformación del juego del cricket en el “arbitrio del tan-
teador”», Ídem, p. 181.
292
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 200 y 201.
Como es sabido, HOLMES, O. W., La senda del derecho, cit., p. 21 sostiene que
el Derecho consiste en un «conjunto de profecías sobre lo que los tribunales efec-
tivamente harán». Es común considerar esta definición como un error con-
ceptual, que confunde la ciencia jurídica con su objeto de estudio, y señalar que
tal error es corregido después por otros autores realistas que identifican el De-
recho con el comportamiento de los jueces y las predicciones sobre tal com-
portamiento con la función de la ciencia jurídica, Vid. por ejemplo, PÉREZ
LLEDÓ, J. A., El movimiento, Critical Legal Studies, cit., p. 244.
293
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 182. En
este contexto Kelsen cuestiona la distinción entre el Derecho y sus fuentes que
utiliza Gray para justificar la reducción del Derecho al Derecho judicial. Según
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 263, Gray, al contemplar las nor-
mas generales que determinan las decisiones de los tribunales no como «de-
recho», sino como una mera «fuente» —y «designar» con esta expresión «to-
dos los factores que efectivamente influyen en la decisión judicial», tanto la
legislación, los precedentes, y las costumbres jurídicas como las opiniones de
los técnicos, principios de moralidad etc.,— «pasa por alto» la diferencia esen-
cial «que se da entre las fuentes del derecho jurídicamente obligatorias y las que
no lo son».
387
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294
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 201
y 202.
295
Ídem, p. 202.
296
Ibídem.
297
Ídem, p. 206. De este modo, «las discrepancias entre los resultados de
la jurisprudencia normativa y los de la sociológica es casi imposible».
388
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tido de sus decisiones 298. De nuevo, sería más coherente con las
premisas escépticas admitir la naturaleza significativa del len-
guaje jurídico como un «tipo de lenguaje prescriptivo de com-
portamientos», en tanto es porque el Derecho prescribe
comportamientos, y porque en general sus prescripciones son
observadas, por lo que «secundariamente» puede servir tam-
bién para precedirlos 299.
En todo caso, el carácter significativo del lenguaje jurídico
y la existencia de una obligación de obediencia al Derecho son
rasgos insuficientes para determinar totalmente las decisiones
jurídicas, y, consecuentemente, para vaticinar con absoluta pre-
cisión cuál será su contenido. Sin embargo, de esta insuficien-
cia no cabe extraer como conclusión la irrelevancia de las reglas.
El sentido en el que el escepticismo emplea este argumento
constituye, ciertamente, una prueba diabólica que conduciría,
igualmente, a afirmar «la falta de sentido de la física clásica» de-
bido a su incapacidad para predecir «dónde irá a parar cada
vez la bola en una ruleta» 300.
298
A propósito de esta cuestión indica Kelsen: «las funciones de una co-
munidad jurídica pueden predecirse sólo en cuanto se encuentran determina-
das por el ordenamiento jurídico, en el sentido de la jurisprudencia normati-
va … si el orden jurídico no fuese en la mayoría de los casos eficaz, tampoco
sería válido de acuerdo con la jurisprudencia normativa, y, entonces ninguna
predicción sería posible en relación con el funcionamiento de los órganos de
aplicación del derecho. El hecho de que el orden jurídico sea eficaz constitu-
ye la única base de posibles predicciones», Ibídem.
299
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit.,
p. 71.
300
Ídem, p. 341. La intuición de que el lenguaje jurídico tiene sentido se-
mántico en la medida en que es capaz de determinar «directa o indirectamen-
te» comportamientos empíricos apreciables es correcta pero, precisamente, la re-
levancia semántica del lenguaje jurídico «puede demostrarse a través de la prueba
lingüística de la sustitución», esto es, constatando cómo un cambio en el lenguaje
jurídico genera «una diferencia en el sentido de las normas jurídicas y por tan-
to en la solución jurídica de algún caso concreto», Ibídem. Como advierte HASSE-
MER, W., «Sistema jurídico y codificación: la vinculación del juez a la ley», cit.,
p. 203 «es cierto que la jurisprudencia puede cambiar sin que cambien las leyes,
pero es más cierto que la leyes cambian siempre la jurisprudencia».
389
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301
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit.,
p. 341.
302
PÉREZ LLEDÓ, J. A., El movimiento Critical Legal Studies, cit., p. 249.
303
KANTOROWICZ, K., «La lucha por la ciencia del derecho», cit.,
p. 367.
304
Vid. SOLAR CAYÓN, J. I., El realismo jurídico de Jerome Frank, cit.,
p. 149.
305
FRANK, J., Law and the Modern Mind, cit., p. XVII.
306
Ídem, p. XXVII.
390
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307
Ibídem. En opinión de FRANK, J., «Palabras y música», cit., p. 182 la
afirmación de Gray de que «todo el derecho es derecho judicial», aun conte-
niendo gran parte de verdad, no deja de ser un juicio «excesivamente apresu-
rado». A su modo de ver, lo que la existencia del Derecho judicial evidencia es
que el legislador delega una cierta actividad creadora de normas, «subordina-
da», en los tribunales, Ídem, p. 192. También LLEWELLYN, K., «Some Realism
about Realism», cit., p. 1237 entiende que la desconfianza que muestra al rea-
lismo hacia las reglas jurídicas como determinantes de la actuación judicial no
es equivalente a «negación en cualquier caso».
308
En efecto, en el ejercicio de su función judicial Frank siempre asu-
mió los límites normativos e institucionales que se proyectan sobre la crea-
ción judicial del Derecho, incluso en relación con líneas de precedentes que per-
sonalmente desaprobaba, Vid. SOLAR CAYÓN, J. I., El realismo jurídico de
Jerome Frank, p. 178.
309
PÉREZ LLEDÓ, J. A., El movimiento Critical Legal Studies, cit., p. 274.
Vid. en este sentido KENNEDY, D., «Freedom and constraint in adjudication»,
cit., pp. 526 y 527.
310
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 37. Se-
gún KANTOROWICZ, G., «La lucha por la ciencia del derecho», cit., p. 364 al
juez se le exige que «resuelva el caso con arreglo al texto unívoco de la ley», si
bien puede prescindir de la ley cuando «no le ofrece una solución carente de
dudas» o cuando «no le parece verosímil», con arreglo a su libre convicción,
«que el Poder estatal existente en el momento del fallo habría dictado la reso-
lución que la ley reclama».
391
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311
SOLAR CAYÓN, J. I., El realismo jurídico de Jerome Frank, cit., p. 149.
312
FRANK, J., Palabras y música, cit., p. 182.
313
Así, la mayoría de las posiciones escépticas responden a los rasgos del
tipo moderado de la ideología de la libre decisión que «no niega ni la impor-
tancia de las leyes, ni la necesidad de un orden jurídico en alguna medida es-
table y previsible» aunque considera que la insuficiencia de las normas gene-
rales convierte «la creación judicial del Derecho en algo característico de la
actividad de los tribunales», WRÒBLEWSKI, J., «Ideología de la aplicación
judicial del Derecho», cit., p. 60.
314
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 16.
392
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315
HART, H. L. A. en El Concepto de Derecho, cit., p. 182 recalca una y otra
vez la vocación intermedia de su teoría considerando que «el formalismo y el
escepticismo ante las reglas son el Escila y el Caribdis de la teoría jurídica; son
grandes exageraciones, que resultan saludables cuando se corrigen entre sí.
La verdad se encuentra en medio». En la misma línea, Hart califica su con-
cepción como una especie de Vigilia situada entre la Pesadilla del realismo y
el Noble Sueño de Dworkin.
316
Indica BIX, B., Law, Language and Legal Determinacy, Clarendon Press,
Oxford, 1993, p. 7 que la concepción intermedia de la interpretación jurídica
se basa, o al menos, es justificada apelando a la teoría de la textura abierta del
lenguaje. Vid. también LIFANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la te-
oría del Derecho contemporánea, cit., p. 192.
317
HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., p. 155.
318
Ídem, p. 160.
393
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319
Ídem, p. 159. El carácter irreducible de la textura abierta obedece a
que, aunque puede parecer factible la formulación de reglas jurídicas sufi-
cientemente precisas en relación con los casos actuales, la previsión anticipada
«de todas las posibles combinaciones de circunstancias que el futuro puede
deparar» es una tarea imposible, al menos, «para los legisladores humanos»,
Ídem, pp. 160 y ss. Vid. en este sentido WAISMANN, F., «Verificabilidad», cit.,
p. 60. De cualquier forma, Hart emplea el término «textura abierta» en un
sentido más amplio que Waismann que abarca no sólo los casos de indeter-
minación potencial, sino «cualquier tipo de indeterminación semántica», LI-
FANTE VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del Derecho contem-
poránea, cit., p. 202. Vid. también BIX, B., Law, Language and Legal Determinacy,
cit., pp. 7-35.
320
Insiste HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., p. 153 en que «es
imposible eliminar esta dualidad de un núcleo de certeza y una penumbra de
duda, cuando se trata de colocar situaciones particulares bajo reglas genera-
les». De un lado, la penumbra siempre existe, o puede plantearse, incluso en
relación con las reglas más precisas y, de otro, «aun para los standards muy ge-
nerales habrá ejemplos claros no discutibles de casos que los satisfacen o que
no los satisfacen», Ídem, p. 164.
321
A juicio de HART, «las palabras de una ley y lo que ella prescribe en
un caso particular pueden ser perfectamente obvios» y «sin embargo es po-
sible que haya dudas sobre si la legislatura tiene potestad para legislar de esa
manera». De este supuesto distingue Hart el problema de la textura abierta
«de los criterios últimos de validez jurídica», esto es, la cuestión de la inde-
terminación de la regla de reconocimiento, Ídem, p. 184. Vid. LIFANTE VI-
394
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395
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como señala BIX, B., Law, Language and Legal Determinacy, cit., p. 138, los
«eruditos» de Wittgenstein, pese a mantener importantes desacuerdos en tor-
no a otros aspectos de su teoría, coinciden en que sus reflexiones en torno al
seguimiento de reglas no pueden considerarse expresión del escepticismo ra-
dical. Vid. sobre esta temática HOLTZMAN, S. H. y LEICH, CH. M. (eds.), Witt-
genstein: To follow a rule, Routledge & Kegan Paul, London, 1981.
326
WITTGENSTEIN, L., Investigaciones Filosóficas, cit., sección 201.
327
Vid. MARMOR, A., Interpretación y teoría del derecho, cit., pp. 192 y ss.
Marmor apela en este punto a BAKER, G.P. y HACKER, P. M. S., Wittgenstein
Rules, grammar and necessity, cit., p. 91 quienes afirman que «es en lenguaje»
donde «una regla y el acto de acuerdo con ella toman contacto».
328
MARMOR, A., Interpretación y teoría del derecho, cit., p. 38.
396
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329
Según BAKER, G.P. y HACKER, P. M. S., Wittgenstein Rules, grammar
and necessity, cit., p. 91 entender una regla «es saber qué actos están de acuer-
do con ella, tanto como comprender una descripción es saber cuál sería el caso
si fuera cierta o qué actos podrían hacerla cierta». De esta forma, ignorar o
confundirse acerca de los actos que están de acuerdo con la regla es «ignorar
o confundirse acerca de lo que la regla es».
330
MARMOR, A., Interpretación y teoría del derecho, cit., p. 197 insiste en la
necesidad de no confundir la interpretación y la comprensión: «si la formulación
de una regla particular es inadecuada para determinar un resultado particular en
ciertas circunstancias, entonces, no hay nada más que explicar o comprender de
su significado; se requiere una nueva formulación de la regla —una que eliminara
la duda— y esto es lo que designa con propiedad el término “interpretación”».
331
Vid. MORESO, J. J., La indeterminación del derecho y la interpretación
de la Constitución, cit., p. 218 y BARRANCO AVILÉS, M. C., Derechos y deci-
siones interpretativas, cit., p. 53.
332
Ídem, p. 54. Afirma MARMOR, A., Interpretación y teoría del derecho,
cit., p. 38 que «la interpretación debe ser una excepción respecto de los ejem-
plos paradigmáticos de comprensión de expresiones, como lo requiere la exis-
tencia de un lenguaje en el cual y sobre el cual se determina la interpretación».
Su argumentación se basa ahora en DUMMET, M., «A Nice Derangement of Epi-
taphs: Some Comments on Davidson and Hacking» en LEPORE, E. (ed.), Truth
and interpretation, Basil Blackwell, pp. 459-476, p. 471. En idéntica línea
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 271 sostiene que, aunque «ordina-
riamente» la aplicación de las reglas es una tarea «relativamente rutinaria», en
ocasiones no es tan fácil determinar con precisión «qué es lo que la regla pre-
tende que hagamos». Es entonces, en los casos en los que «parece haber un pro-
397
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398
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338
HART, H. L. A., «Una mirada inglesa a la Teoría del Derecho nortea-
mericana: la pesadilla y el noble sueño», cit., p. 331.
339
HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., p. 158.
340
Ídem, p. 159.
341
A juicio de Hart, «los cánones de interpretación no pueden eliminar,
aunque sí disminuir, estas incertidumbres; porque estos cánones son a su vez
reglas generales para el uso del lenguaje, y emplean términos generales que
también requieren interpretación. Ellos no pueden —y en ello no difieren de
otras reglas— proveer a su propia interpretación», Ídem, p. 158.
342
Ídem, p. 169. En definitiva, según la teoría interpretativa intermedia,
«los jueces no ejercen discrecionalidad alguna cuando aplican una norma a
los casos claros; ejercen discrecionalidad sólo cuando aplican (o niegan la apli-
cación de) una norma a los casos de penumbra … Es falso que las decisiones
de los jueces sean siempre controladas por normas preconstituidas, sin már-
genes de discrecionalidad (como quisiera la teoría cognitiva), pero es igual-
mente falso que los jueces decidan siempre y de cualquier modo (como quisiera
la teoría escéptica)», GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica,
cit., p. 19.
399
03_SISTEMA_JURIDICO:16998_03 10/11/08 20:17 Página 400
343
Como apunta BIX, B., Law, Language and Legal Determinacy, cit., p. 8
a Hart le preocupa la cuestión preliminar de cómo es posible lograr «el control
social a través del derecho» y no las «cuestiones de estrategia o teoría políti-
ca» acerca «de cómo el control social debería ser efectuado».
344
HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., p. 155. Vid. acerca de este
aspecto de la teoría de Hart, MACCORMICK, N., H. L. A. Hart, Edward Ar-
nold, London, 1981, p. 125.
345
Considera HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., p. 181, que «en
cualquier momento dado los jueces, incluso los de una Corte Suprema, inte-
gran un sistema cuyas reglas son lo suficientemente determinadas en la par-
te central como para proporcionar criterios o pautas de decisión judicial co-
rrecta».
400
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346
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 78.
347
Ídem, p. 79.
348
Ibídem.
349
Ibídem. Una posición similar a la de Hart es defendida por WRÒ-
BLEWSKI, J., «Fuzziness of a legal system», cit, p. 326.
401
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350
IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción judicial, cit., p. 101.
351
HART, H. L. A., El Concepto de Derecho, cit., p. 158.
352
LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., p. 163. Desde este óptica,
«allí donde existe un “núcleo de significado no disputado”» es, precisamente,
«porque el significado no ha sido disputado», JACKSON, B. S., Semiotic and
Legal Theory, cit., p. 157.
353
La existencia de un núcleo de significado cierto se fundamenta en-
tonces en la «observación» del comportamiento de los operadores jurídicos, por
402
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lo que su presencia es más «una posibilidad práctica» que una necesidad «con-
ceptual», Ídem, p. 159.
354
Como advierte IGLESIAS VILA, M., El problema de la discreción judi-
cial, cit., p. 101, con ello, se admite «que el derecho está indeterminado».
355
Vid. HART, H.L.A., «Introduction» en Essays in Jurisprudence and Phi-
losophy, cit., pp. 7 y 8. En este sentido aclara MARMOR, A., Interpretación y teo-
ría del derecho, cit., p. 194: «si el significado de las reglas y los signos es deter-
minado por su uso, se podría conjeturar que toda acción es compatible con la
regla. En otras palabras, aún seguimos perplejos respecto de cómo las reglas
pueden determinar las acciones de acuerdo con ellas, si son las acciones las que
determinan el significado de la regla. Pero por supuesto hay una conexión nor-
mativa entre las reglas y las acciones que consiste en la costumbre de emplear
un signo o la regla así o asá y no de otra manera».
356
Esta afirmación entronca con la primera de las funciones que
desempeña el significado literal en la interpretación jurídica: la de constituirse
en punto de partida de cualquier operación interpretativa.
403
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357
Al respecto indica Marmor que el significado semántico «tiene que
ver con aquellos aspectos de la comunicación (lingüística) que están determi-
nados por reglas o convenciones» y, al contrario, «se necesita de la interpreta-
ción porque el resultado no está determinado por reglas y convenciones», Ídem,
p. 36. Así, la interpretación sólo se requiere «cuando el supuesto al que pre-
tendemos aplicar un término o expresión no está cubierto ni excluido por su
significado literal», Ídem, p. 100.
358
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 5.
359
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 177.
Precisamente las teorías de la argumentación suelen considerar imprescindi-
ble dar razones a favor de las decisiones interpretativas en los casos difíciles
pero no en los casos fáciles, Vid. por ejemplo, MACCORMICK, N., Legal Rea-
soning and Legal Theory, cit., p. 197.
360
Vistas así las cosas, la distinción entre un concepto amplio y un con-
cepto estricto de interpretación es, básicamente, terminológica de manera que
la respuesta a la cuestión de si la aplicación del Derecho requiere siempre, o
no, un momento interpretativo depende del modo, más o menos amplio, en el
que se emplee el término interpretación. Si con este término se alude a cual-
quier actividad intelectual «a través de la cual se atribuye significado a un tex-
to», entonces la interpretación es siempre necesaria. Sin embargo, si por in-
terpretación se entiende exclusivamente la actividad a través de la cual se
atribuye significado a un texto resolviendo problemas interpretativos y adu-
404
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ciendo razones para mostrar que la solución adoptada es «la correcta o justa,
o la mejor etc.», entonces no en toda operación aplicativa concurre una acti-
vidad interpretativa, DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razio-
nale, cit., pp. 176 y 177.
361
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., pp. 17 y 18.
362
Ídem, p. 18. También MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal
Theory, cit., p. 197 denuncia la simplificación excesiva en la que suele incurrise
a la hora de trazar la distinción casos fáciles/casos difíciles.
363
LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., p. 167.
364
Ibídem.
405
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365
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 245.
366
BARRANCO AVILÉS, M.C., Derechos y decisiones interpretativas, cit.,
pp. 65 y 66. Desde este enfoque, existiría «un caso problemático» siempre que
«el resultado generado por la regla sea, considerando todos los factores rele-
vantes, problemático»; mientras que un caso «fácil» sería aquél en el que no sólo
«hay una respuesta simple» sobre la base del lenguaje de la regla, sino en el que,
además, «esa respuesta simple» es, «considerando todos los factores relevan-
tes, aceptable», SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 273.
367
DASCAL, M., y WRÒBLEWSKI, J., «Transparency and doubt», cit.,
pp. 211 y ss.
368
Vid. WRÒBLEWSKI, J., Constitución y teoría general de la interpreta-
ción jurídica, cit., p. 63.
369
Ibídem y DASCAL, M. y WRÒBLEWSKI, J., «Transparency and doubt»,
cit., p. 211.
406
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370
WRÒBLEWSKI, J., «Base semántica de la teoría de la interpretación
jurídica», cit., p. 87.
371
Esta apreciación está relacionada con la segunda de las funciones que
desempeña el significado literal en la interpretación jurídica, a saber, la de eri-
girse en límite a las opciones interpretativas admisibles.
372
HART, H. L. A., «Introduction» en Essays in Jurisprudence and Philo-
sophy, cit., pp. 6 y 7.
407
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373
Ídem, p. 7.
374
CARRIÓ, G., Notas sobre Derecho y Lenguaje, cit., p. 57. La cursiva
es mía.
408
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409
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375
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 83.
376
Ibídem. Quizá, por esta razón, algunas teorías contemporáneas han ini-
ciado una recuperación de la máxima in claris aunque entendida de una for-
ma menos ingenua, Ídem, pp. 83 y 84.
410
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377
Ídem, p. 84.
378
PÉREZ LUÑO, A.-E., Derechos Humanos, Estado de Derecho y Cons-
titución, cit., p. 255.
379
PRIETO SANCHÍS, L. Ideología e interpretación jurídica, cit. p. 84.
380
Ídem, p. 109.
411
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381
Como se recordará, desde el formalismo se afirma que el significado
es «descubierto», concibiéndose como una entidad que «preexiste» a la activi-
dad interpretativa. Por el contrario, desde las premisas antiformalistas, se con-
sidera que el significado es «creado ex novo» en el momento de la interpreta-
ción, por lo que se trata de una entidad íntegramente producida por el intérprete,
VILLA, V., «Condizione per una teoria della interpretazione giuridica» en Sig-
nificato letterale e interpretazione del diritto, a cura di V. VELLUZI, Giappiche-
lli, Torino, 2000, pp. 167-187, p. 175. Desde el concepto ecléctico, la interpre-
tación no es «descubrimiento», «porque el significado (en el sentido pleno del
término) … es el producto y no ya el punto de partida de la interpretación»,
pero tampoco es «creación» en sentido fuerte porque la atribución de signifi-
cado está limitada por un riguroso «sistema de vínculos», VILLA, V., «Inter-
pretazione giuridica e teorie del significato», cit., p. 844.
382
VILLA, V., «Interpretazione giuridica e significato: una relazione di-
namica», cit., p. 153.
383
SEGURA ORTEGA, M., La racionalidad jurídica, cit., p. 95. Así, la dis-
puta planteada «en términos de incompatibilidad absoluta» entre quienes «cre-
yeron que el intérprete realiza actos de puro conocimiento, esto es, actos de na-
turaleza racional» y quienes «sostuvieron que la interpretación representa un
acto de voluntad» carece de sentido, representando ambos planteamientos
«una visión unilateral y reduccionista», Ibídem. Vid. en un sentido similar
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 93 y VER-
NENGO, R., La interpretación del Derecho, cit., p. 12.
384
SEGURA ORTEGA, M., Sobre la interpretación del Derecho, Universi-
dade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 2003, p. 112. La
412
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413
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386
Conviene recordar que en la teoría kelseniana una de las acepciones
del término determinación es equivalente a algo «que vincula» a la autoridad
inferior restringiendo su discrecionalidad, LUZZATI, C., «Discretion and “In-
determinacy” in Kelsen´s Theory of Legal Interpretation», cit., p. 131.
387
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 351.
388
Así, «que una sentencia judicial esté fundada en la ley, no significa, en
verdad, sino que se mantiene dentro del marco que la ley despliega; sino que
es una de las normas individuales —y no la norma individual— que pueden ser
producidas dentro del marco ofrecido por la norma general», Ídem, p. 352.
389
Ídem, p. 354.
414
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390
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 65. Y ello porque la dimensión creadora de contenidos implicada en la in-
terpretación operativa no es contemplada por Kelsen, como hace el escepti-
cismo radical, como una «creación por invención», esto es, como el resultado
de un acto de voluntad libre, sino como una «creación por elección», es decir,
como el resultado «de una libre elección entre una serie de alternativas traídas
a la luz por un acto de conocimiento», Ibídem. Es cierto que, como advierte Di-
ciotti, en ocasiones, Kelsen parece adherirse al escepticismo radical, en con-
creto, en aquellos pasajes en los que se plantea el problema de las decisiones
interpretativas últimas. Estos pasajes se analizarán en el siguiente Capítulo.
391
LOSANO, M., «De la interpretación, o sea de cómo describir una pres-
cripción», cit., p. 118; RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 26 y
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 77.
392
TRIOLO, L., «L’interpretazione come categoria giuridica in Hans Kel-
sen», cit., p. 314, nota 46.
393
Ibídem. En apoyo de su posición Triolo cita la siguiente reflexión de
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 351 «en todos estos casos de in-
determinación … se ofrecen a la aplicación del derecho varias posibilidades.
415
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El acto jurídico que haya de cumplirse puede configurarse de tal suerte que co-
rresponda a unos u otros de los diferentes significados lingüísticos de la nor-
ma jurídica».
394
Vid. CAIANI, L., I giudizi di valore nell’interpretazione giuridica, cit.,
pp. 281-284.
395
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 60.
396
A estas dimensiones sí puede recurrir la interpretación científica en su
tarea de determinar los significados posibles de un enunciado jurídico, Vid.
KELSEN, H., «Ciencia y Política», cit., p. 274. No obstante, estos criterios sir-
ven, sobre todo, para señalar qué significados no le pueden ser asignados.
Como indica TRIOLO, L., «L’interpretazione come categoria giuridica in Hans
Kelsen», cit., p. 324, el conjunto de significados admisibles resultantes del análi-
sis científico y el elenco de significados posibles resultantes de la interpretación
auténtica no coinciden totalmente. Los primeros son aquéllos derivados de la
interpretación literal y sistemática. Los segundos los que, siendo producto del
recurso a otros métodos interpretativos y de las valoraciones del intérprete,
no se enfrentan con los primeros. De esta forma, «la norma es susceptible de
recibir prospectivamente diversos significados compatibles con el significado
objetivo precedentemente verificado» en función de que se acentúe su conexión
con una u otra directiva interpretativa.
416
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397
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 352.
398
KELSEN, H., Teoría pura del derecho. Método y conceptos fundamen-
tales, cit., p. 62.
399
MERKL, A., «Il duplice volto del diritto», cit., p. 125. Según Merkl,
aunque es «pregorrativa de quien aplica el derecho» escoger «entre los signi-
ficados dudosos», junto a estos significados existen también «muchos no du-
dosos» que el operador no puede escoger ya que le enfrentarían «con el senti-
do y con las leyes de la lengua».
400
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 352. Vid. también KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, 1.ª ed., cit., p. 133 y Teoría pura del derecho.
Método y conceptos fundamentales, cit., p. 62.
401
Señala MERKL, A., «Sull’interpretazione», cit., p. 276 que la inter-
pretación lógico-gramatical constituye un límite a las posibilidades interpre-
417
03_SISTEMA_JURIDICO:16998_03 10/11/08 20:17 Página 418
tativas. Aunque se trata, de nuevo, de un tema que será abordado con algún de-
talle más adelante, cabe destacar que, a juicio de Merkl, la ciencia jurídica sí
está autorizada para denunciar las desviaciones «de la línea de lo que es lógi-
camente y lingüísticamente correcto», en la medida en que «la gramática y la
lógica» son «instrumentos del conocimiento», «métodos cognoscitivos» y no «ele-
mentos extraños al Derecho», Ídem, pp. 274 y 275. Creo que también KEL-
SEN, H., «Ciencia y política», cit., pp. 273 y 274 comparte esta opinión cuan-
do afirma que el científico no puede pronunciarse acerca de cuál de las
aplicaciones posibles de un enunciado jurídico es la más adecuada, pero sí
examinar si las normas inferiores son conformes con las normas superiores, pues
con este análisis no estaría realizando «un juicio de valor subjetivo» sino —con-
sideración quizá un tanto exagerada— afirmando «un hecho».
402
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 351. Vid también KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, 1.ª ed., cit., p. 131 y Teoría pura del derecho.
Método y conceptos fundamentales, cit., p. 61. En todo caso, según se verá, Kel-
sen termina admitiendo que la interpretación auténtica puede crear normas que
no respeten este marco y que, pese a ello, finalmente, tengan que considerar-
se válidas.
418
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403
Ídem, p. 353.
404
Ibídem.
405
Ídem, 354. En esta línea EBENSTEIN, W., La teoría pura del derecho,
cit., p. 224 mantiene que «la única consideración jurídica envuelta en la inter-
pretación … se refiere al marco de la norma que ha de aplicarse». Igualmen-
te, estima MERKL, A., «Sull’interpretazione», cit., pp. 266 y 267 que la elección
entre las posibilidades aplicativas puede estar guiada «tanto por la pura dis-
crecionalidad, cuanto por otras motivaciones extrajurídicas … la oportunidad,
la equidad, la justicia etc.». También la cuestión de «cuál sea el método inter-
pretativo a aplicar» se decide «sobre el plano extrajurídico».
406
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 356.
407
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., pp. 29 y 30.
419
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408
La práctica totalidad de los estudios sobre la interpretación jurídica
tienden a recalcar que los criterios de interpretación revisten una gran amplitud,
de manera «que cualquier método de interpretación parece tener cabida en al-
gunos de los criterios» (ALONSO GARCÍA, E., La interpretación de la Constitu-
ción, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984, pp. 81 y 82) y que re-
sultan equívocos, precisando ellos mismos ser interpretados, por lo que lo decisivo
no es el criterio que se usa, sino sobre todo «cómo se usa» (SEGURA ORTEGA, M.,
Sobre la interpretación del Derecho, cit., pp. 94 y 95). De cualquier forma, el prin-
cipal problema que la aplicación de estos criterios plantea procede de la inexis-
tencia de una ordenación jerárquica segura entre ellos, Vid. Ídem, p. 112; EN-
GISH, K., Introducción al pensamiento jurídico, cit., p. 110 y PRIETO SANCHÍS, L.,
Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 102, entre otros. Como se desprende de
algunas reflexiones anteriores, la concepción interpretativa aquí asumida otor-
ga primacía a dos de estos criterios: el literal y el sistemático.
409
Y es que parece razonable pensar que, si el Derecho no puede pro-
porcionar una única interpretación correcta, ésta tampoco puede venir de la
mano de elementos extrajurídicos. PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpre-
tación jurídica, cit., p. 16 llama la atención sobre el hecho de que muchos de
los planteamientos que consideran que el juez «ni está ni puede estar vincula-
do a la ley», debido a sus insuficiencias, consideran que «ello tampoco signi-
fica que su ideología o subjetividad condicionen la decisión», pues tal decisión
viene dada «por elementos extrasistemáticos o morales que, para rematar el ar-
gumento a veces se consideran una manifestación del Derecho más legítima que
la propia ley».
420
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410
Sobre la importancia de la justificación de las decisiones interpreta-
tivas ha insistido BARRANCO AVILÉS, M.C., Derechos y decisiones interpreta-
tivas, cit., pp. 85 y ss. y pp. 129 y ss.
411
SEGURA ORTEGA, M., Sobre la interpretación del Derecho, cit., p. 113.
412
Vid. sobre esta cuestión PERELMAN, Ch., «La Théorie Pure du Droit
e l’Argumentation» en ENGEL, S. y MÉTALL, R. (eds.), Law State and Inter-
national Legal Order. Essays in honor of Hans Kelsen, The University of Ten-
nesse Press, Knoxville, 1964, pp. 225-232,
413
Vid. BULYGIN, E., «Sentencia judicial y creación de Derecho» en AL-
CHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Análisis Lógico y Derecho, cit., pp. 355-369,
p. 361; RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 26 y LIFANTE
VIDAL, I., La interpretación jurídica en la teoría del Derecho contemporánea,
cit., p. 89.
414
AGUILÓ REGLA, J., Teoría de las fuentes del Derecho, cit., p. 103.
421
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415
WRÒBLEWSKI, J., «Ideología de la aplicación judicial del derecho»,
cit., pp. 61-63.
416
Ídem, p. 61.
417
La exigencia de justificación cobra sentido porque «la ley aplicada
por el juez puede concederle un campo de libertad de elección más o menos
restringido, pero en la práctica no puede eliminar la actividad valorativa del
juez», Ídem, p. 62.
418
WRÒBLEWSKI, J., «Tre concetti di validità», cit., pp. 590 y 591. Ad-
vierte este autor que la ideología de la decisión legal y racional rechaza radi-
calmente el concepto fáctico de validez y tampoco acepta la noción de validez
axiológica, Ídem, p. 594.
419
Una breve descripción del sentido de estos límites puede encontrarse
en CUENCA GÓMEZ, P., «Aspectos, problemas y límites de la interpretación ju-
rídica y judicial», Derechos y Libertades, núm. 13, 2004, pp. 261-297, pp. 288-294.
420
Tomar posición en torno a los segundos supone asumir «un cierto
cognoscitivismo» e implica «manejar una concepción del Derecho justo, esto
422
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es, asignar una serie de fines al Derecho», ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la mo-
tivación en el Derecho, cit., p. 133.
421
Existe, por tanto, una relación conceptual recíproca entre teoría de la in-
terpretación y la teoría del significado, VILLA, V., «Condizioni per una teoria
della interpretazione giuridica», cit., pp. 167 y ss. Vid. también TEJADA GO-
423
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424
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424
Entre otros autores, SCARPELLI, U., Contributo a la semantica del
linguaggio normativo, cit., pp. 135 y ss. se ha ocupado de defender, frente a es-
tas visiones reduccionistas, el carácter significativo del lenguaje prescriptivo en
general, y del jurídico en particular.
425
PUTNAM, H., «El significado de “significado”» trad. de J.J. Acero en
VALDÉS VILLANUEVA, L.Ml (ed.), La búsqueda del significado, Tecnos, Madrid,
1991, pp. 131-194 y KRIPKE, S., «Identidad y necesidad», trad. de L. Ml. Val-
dés en VALDÉS VILLANUEVA, L.Ml.(ed.), La búsqueda del significado, cit.,
pp. 98-130.
426
MOORE, M., «The Semantics of Judging», Southern California Law
Review, núm. 54, 1981, pp. 151-294 y «A Natural Law Theory of Legal Inter-
pretation», Southern California Law Review, núm. 58, 1985, pp. 277-398. Vid.
las críticas a la teoría de Moore, encuadrada en el ámbito del «Noble sueño»,
de MORESO, J. J., La indeterminación del Derecho y la interpretación de la Cons-
titución, cit., pp. 188-194 y de MARMOR, A., Interpretación y teoría del derecho,
cit., Capítulo V.
427
LYONS, J., Lenguaje, significado y contexto, trad. de S. Alcoba, Paidós,
Barcelona, 1991, pp. 38 y 39. Entre los principales exponentes de esta con-
cepción, dominante durante mucho tiempo en el ámbito de la semántica lin-
güística, cabe citar a SAUSSARE, F. de, Curso de lingüística general, trad. de
A. Alonso, Losada, Buenos Aires, 2002 y a ODGEN, C. K. y RICHARDS, I. A.,
El significado del significado, trad. de E. Prieto, Paidós, Buenos Aires, 1984.
425
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428
Vid. GARCÍA CARPINTERO, M., Las palabras, las ideas y las cosas,
Ariel, Barcelona, 1996, pp. 384 y 385; FRÁPOLI, M. J. y ROMERO, E., Una
aproximación a la filosofía del lenguaje, Síntesis, Madrid, 1998, p. 76 y ACE-
RO, J. J., «Introducción: concepciones del lenguaje» en ACERO, J. J. (ed.), Filoso-
fía del Lenguaje I. Semántica, Trotta, Madrid, 1998, pp. 11-25, p. 14. El argumento
de WITTGENSTEIN, L., Investigaciones filosóficas, cit., secciones 243-315 con-
tra los lenguajes privados constituye una crítica devastadora a este tipo de
concepciones.
429
En opinión de DASCAL, M. y WRÒBLEWSKI, J., «Transparency and
doubt», cit., pp. 206 y 207 esta idea de claritas se relaciona, desde un punto
de vista filosófico, con el principio epistemológico cartesiano de «ideas cla-
ras y distintas». También Locke, aunque desde un punto de vista empirista,
que cuestiona el carácter innato que Descartes atribuye a estas ideas, asume
la existencia de «ideas claras e incuestionables» que se originan directamente
en impresiones sensoriales. Tanto desde el punto de vista del racionalismo
como desde el empirismo se afirma que el significado de las expresiones
lingüísticas que se refieren a estas ideas puede ser comprendido de manera
inmediata.
430
LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., p. 40.
431
VALDÉS VILLANUEVA, L. Ml., «El significado: los constructores» en
ACERO, J. J. (ed.), Filosofía del Lenguaje I. Semántica, cit., pp. 107-133, p. 124.
426
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432
HIERRO S. PESCADOR, J., Principios de Filosofía del Lenguaje, cit., p. 341.
433
Vid. SEARLE, J., «¿Qué es un acto de habla?» trad. de L. Ml. Valdés
Villanueva en VALDÉS VILLANUEVA, L.Ml. (ed.), La búsqueda del significado,
cit., pp. 431-438. Cabe destacar que GRICE, P., «Las intenciones y el significa-
do del hablante» trad. de J. J. Acero en VALDÉS VILLANUEVA, L.Ml. (ed.), La
búsqueda del significado, cit., pp. 481-509 fue modificando progresivamente su
teoría del significado hasta conceder algún papel a las convenciones.
434
BARRANCO AVILÉS, M. C., Derechos y decisiones interpretativas, cit.,
p. 77.
435
Una crítica a estas teorías puede verse en LYONS, D., «Constitutional
Interpretation and Original Meaning» en SCHAUER, F., Law and Language,
cit., pp. 213-240. Vid. sobre el originalismo DORADO PORRAS, J., El debate so-
bre el control de constitucional en los Estados Unidos. Una polémica sobre la in-
terpretación constitucional, Cuadernos del Instituto de Derechos Humanos Bar-
tolomé de las Casas, Dykinson, Madrid, 1997.
436
Vid. FULLER, L., «Positivism and Fidelity to Law. A Reply to Professor
Hart», Harvard Law Review, núm. 71, 1948, pp. 630-672.
437
LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., pp. 177 y 178.
427
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438
Vid., en este sentido, las críticas de MARMOR, A., Interpretación y
teoría del derecho, cit., pp. 177 y ss. y de SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit.,
pp. 119 y ss.
439
Vid. la recopilación de artículos de DAVIDSON, D., De la verdad y de
la interpretación, y las discusión acerca de su teoría en LEPORE, E., Truth and
interpretation, ambas obras ya citadas.
440
BARRANCO AVILÉS, M.C., Derechos y decisiones interpretativas, cit.,
p. 78.
441
VILLA, V., «Condizioni per una teoria della interpretazione giuridi-
ca», cit., p. 145.
428
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442
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 116.
443
Ibídem.
429
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444
Vid. algunas críticas a esta noción en MAZZARESSE, T., «Interpreta-
ción literal: juristas y lingüistas frente a frente», Doxa, núm. 23, 2000, pp. 597-
627.
445
HIERRO S. PESCADOR, J., Principios de Filosofía del lenguaje, cit.,
p. 458.
446
LYONS, J., Lenguaje, significado y contexto, cit., p. 31 y LYONS, J., Se-
mántica lingüística, trad. de S. Alcoba, Paidós, Barcelona, 1997, p. 57. Lo an-
terior supone asumir dos principios planteados por Frege: el principio de com-
posicionalidad según el cual el significado de un enunciado está determinado
por el significado de los elementos que lo componen y el principio contextual
en virtud del cual el significado de un término está en función del conjunto
del enunciado en el que se inserta.
447
PLATSS, M., Las sendas del significado, trad. de C. Hidalgo y de
E. A. Rabossi, Universidad Autónoma de México, Fondo de Cultura Económi-
ca, México, 1992, p. 14.
430
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448
Vid. SCHAUER, F., «Formalism» cit., p. 447 y LYONS, J., Lenguaje sig-
nificado y contexto, cit., pp. 36 y 37.
449
SCHAUER, F., «Formalism», cit., p. 447. La noción de competencia lin-
güística ha sido analizada por CHOMSKY, N., Aspectos de la teoría de la sinta-
xis, trad. de C.P. Otero, Aguilar, Madrid, 1970. En todo caso, la aproximación
de este autor conduce a manejar una visión estrictamente mentalista del co-
nocimiento del lenguaje que ha sido puesta en cuestión, Vid. al respecto HIE-
RRO S. PESCADOR, J., Principios de Filosofia del Lenguaje, cit., pp. 54 y ss.
Básicamente creo que tiene razón Hierro cuando, siguiendo a Wittgenstein,
caracteriza el conocimiento del lenguaje como un saber práctico de manera que
«la competencia lingüística implica saber hacer algo», concretamente, saber
«aplicar unas reglas» que se observan «generalmente de forma inconsciente»
y que no es necesario poder enunciar «teóricamente», Vid. Ídem, pp. 147 y 148.
450
PLATSS, M., Las sendas del significado, cit., p. 14. La capacidad de
comprensión de los «nuevos» enunciados se explica «porque reglas, inespecí-
ficas y quizá inespecificables, nos permiten dar significados a ciertas marcas
y ciertos sonidos sin tener que examinar el proceso de pensamiento del ha-
blante o el contexto en el que las palabras aparecen», SCHAUER, F., «Forma-
lism», cit., p. 447.
431
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451
FENICHEL PITKIN, H., Wittgenstein: el Lenguaje, la Política y la Jus-
ticia, trad. de R. Montoro, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984,
p. 131.
452
Una «lectura cuidadosa» de Wittgenstein demuestra que para este
autor uso y significado son conceptos distintos aunque «íntimamente ligados»
e «interdependientes», en la medida en que el uso ayuda a determinar el sig-
nificado, Ídem, pp. 130 y 131. Vid. en este sentido, WITTGENSTEIN, L.,
Investigaciones filosóficas, cit., secciones 30, 43, 197, 556, 561 y WITTGENS-
TEIN, L., Sobre la certeza, compilado por G. E. M. Anscombe y G. H. Von
Wright, trad. de L. Prades y V. Raga, Gedisa, Barcelona, 1995, secciones
60 y ss.
453
Resulta obvio que «si voy a una ferretería y pido un martillo y el de-
pendiente que me da un destornillador se equivoca, aunque sea artificial, con-
tingente y posiblemente temporal que la palabra martillo signifique martillo y
no otra cosa», SCHAUER, F., «Formalism», cit., 444. También la distinción en-
tre competencia y actuación lingüística se debe a CHOMSKY, N., Aspectos de
teoría de la sintaxis, cit., Cap. 1, secc. 1. De nuevo, los términos en los que este
autor concibe esta distinción han sido blanco de importantes objeciones.
432
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454
PLATSS, M., Las sendas del significado, cit., p. 137.
455
FENICHEL PITKIN, H., Wittgenstein: el Lenguaje, la Política y la Jus-
ticia, cit., p. 100.
456
Vid. LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., p. 41 siguiendo a Saussa-
re. En la misma línea FENICHEL PITKIN, H., Wittgenstein: el Lenguaje, la Po-
lítica y la Justicia, cit., p. 100 afirma que en el lenguaje «no todo depende del
individuo», precisamente, «porque existe una cosa que se llama equivocarse,
aprender erróneamente. Los niños hacen eso y nosotros les corregimos».
457
STRAWSON, P. F., «Sobre el referir» trad. de L. Ml. Valdés Villanue-
va en VALDÉS VILLANUEVA, L. Ml. (ed.), La búsqueda del significado, cit.,
pp. 57-82, pp. 64 y 65.
433
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458
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., pp. 119-120.
459
FENICHEL PITKIN, H., Wittgenstein: el Lenguaje, la Política y la
Justicia, cit., p. 285. En este sentido «las palabras tienen significado en sí mis-
mas, independientemente de los hablantes», si bien «no lo poseen intrínse-
camente, y, por lo tanto, independientemente de cualquier cosa que los se-
res humanos hagan. Lo tienen en virtud de la pertenencia al lenguaje, en
virtud de la existencia de una práctica social. Pero lo tienen independiente-
mente de cualquier hablante particular», DUMMET, M., «A Nice Derangement
of Epitaphs», cit., p. 473. Las reglas del lenguaje, «porque son convencio-
nales», dependen «de los miembros de la comunidad lingüística, y, por tan-
to, también de los intérpretes», pero no dependen «de la actividad de un sólo
intérprete», DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit.,
p. 248.
460
HABERMAS, J., Facticidad y validez, cit., p. 73 afirma que «la ideali-
dad» del «carácter público del significado» puede explicarse recurriendo «a la
estructura de las reglas de un lenguaje».
461
Apunta SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 118 que una teoría
del significado completamente particularista «no puede explicar cómo es po-
sible la comunicación. Si el significado de una expresión fuese enteramente
una función del modo en el que fue usada en ese momento (como opuesto al
modo en el que se la emplea en el lenguaje) sería imposible explicar cómo se
transmite el significado y por qué escogemos una palabra y no otra para lograr
un objetivo comunicativo particular».
434
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462
SCHAUER, F., «Formalism» cit., p. 448
463
SCHAUER, F., Las reglas en juego, cit., p. 117. Tiene razón SEARLE, J.,
Expression and meaning: studies in the theory of speech acts, Cambridge University
Press, Cambridge, 1985, p. 117 cuando critica la definición del significado
literal como el significado que una oración tiene en el «contexto cero» o «con-
texto nulo». A su modo de ver, no existe «cosa tal como el contexto cero o el
contexto nulo», puesto que allí donde llega la competencia lingüística enten-
demos el significado de una oración «sólo a través de un conjunto de asun-
ciones background» sobre los contextos en los cuales tal oración «puede ser
apropiadamente pronunciada».
464
VILLA, V., «Interpretazione giuridica e teorie del significato», cit.,
pp. 816-818.
435
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465
Ídem, p. 816. Comparten esta opinión PATTERSON, D., «Normativity
and objetivity in Law» en PATTERSON, D. (ed.), Wittgenstein and Law, Al-
dershot, Burlington, VT, Ashgate, pp. 326-363; SMITH, A., «The Sceptical Fa-
llacy», cit., pp. 178 y ss.; RADIN, M., «Reconsidering the Rule of Law», cit.,
pp. 289 y ss.; MORESO, J. J., La indeterminación del derecho y la interpretación
de la Constitución, cit., pp. 216 y 217 y BIX, B., Law, Language and Legal De-
terminany, cit., pp. 41 y 42. Ciertamente, para Wittgenstein no puede existir
ninguna entidad mediadora (un estado mental, una voz interior, una regla-
entidad platónica) capaz de justificar y explicar «por qué todos nosotros pro-
seguimos de la misma forma cuando continuamos las series “añade 2” o en la
aplicación de la palabra rojo. Simplemente es el caso de que gente que com-
parte la misma forma de vida y está entrenada de la misma forma prosigue de
la misma manera en el seguimiento de reglas», Ibídem.
466
VILLA, V., «Interpretazione giuridica e teorie del significato», cit.,
p. 818. Wittgenstein se propone mostrar que «el uso social de las reglas es una
condición necesaria de la existencia de todo fenómeno normativo». Su para-
doja es, ciertamente, «un elemento útil para la reflexión acerca del origen y
fundamento de la normatividad», Ídem, p. 819.
467
WITTGENSTEIN, L., Investigaciones Filosóficas, cit., sección 25,
sección 240 y sección 241. Respecto de esta cuestión sostiene AARNIO, A., Lo ra-
cional como razonable, cit., p. 69: «una palabra adquiere contenido sólo en co-
nexión con un juego del lenguaje. Un juego del lenguaje, a su vez, es una di-
mensión de la llamada forma de vida. Por esta razón el juego del lenguaje
obtiene su contenido de la forma de vida. Además la forma de vida es una suma
de actos. Así encontramos una construcción en donde el lenguaje en sí mismo
es actividad y esta actividad obtiene su contenido sobre la base de una activi-
dad aún más primitiva. Cuando los actos primitivos que pertenecen a una for-
436
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471
Según señala MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory,
cit., 209 cabe hablar de un significado literal porque «independientemente de
su uso en una particular emisión las palabras tienen significados dependien-
tes de convenciones semánticas (y otras) reglas del “normal” uso del lenguaje».
472
El término interpretación, como consecuencia de la ambigüedad pro-
ceso-producto, puede ser entendido en dos sentidos básicos como interpreta-
ción-actividad en el que alude a una «operación mental (nos situamos enton-
ces en la dimensión subjetiva y dinámica de la interpretación)» y como
interpretación-producto, esto es, «como resultado de esa precedente actividad
mental (nos situamos entonces en la dimensión estática u objetiva de la inter-
pretación)», TARELLO, G., L´ interpretazione della legge, cit., pp. 39-41.
473
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit.,
pp. 343 y 344.
474
Ídem, pp. 177 y 343.
438
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475
EZQUIAGA GANUZAS, F. J., «Iura novit curia» y la aplicación judicial
del Derecho, cit., p. 140. En la misma línea, GUASTINI, R., «In tema di conos-
cenza del diritto», cit., p. 381. Como apuntan JORI, M. y PINTORE, A., Manuale
di Teoria Generale del Diritto, cit., p. 208 la semiótica contemporánea ha de-
mostrado que el escepticismo deposita «una excesiva confianza en la posibili-
dad de identificar empíricamente los enunciados normativos» al margen de
su significado, probando que los hablantes no perciben las expresiones lin-
güísticas «como un mero fenómeno físico (sonidos, o trazos en una carta) in-
dependientemente de su puesto y de su función en el sistema lingüístico y, por
tanto, independientemente de su significado». De esta forma, resulta imposi-
ble «individualizar los enunciados normativos (tanto menos los específica-
mente jurídicos) si no tenemos alguna comprensión aproximativa del signifi-
cado específico que expresan, es decir, de las normas jurídicas».
476
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., pp. 78 y
79 y LUZZATI, C., La vaghezza delle norme, cit., pp. 63 y 64, nota 27. Difícilmente
podríamos considerar como enunciados y, menos aún, como enunciados jurí-
dicos válidos, conjuntos de signos como los siguientes: «la seguridad toda li-
bertad tiene persona derecho a», «toda persona tiene derecho a la volarataya
y a la benedole», precisamente, porque se trata de enunciados ininteligibles
carentes de significado. Vid. un ejemplo similar en ASÍS ROIG, R. de, «Los de-
rechos y la argumentación judicial», cit., p. 31, nota 31.
477
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 248.
439
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478
Y es que los intérpretes necesariamente tienen que llevar a cabo «la ope-
ración o el acto» a través del cual se obtiene el significado literal, Ídem, p. 343.
Vid. también ASÍS ROIG, R. de, Sobre el razonamiento judicial, MacGraw-Hill,
Madrid, 1998, p. 134; MERKL, A., «Sull’interpretazione», cit., p. 274 y VER-
NENGO, R., La interpretación literal de la ley, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2.ª ed. ampliada, 1994, p. 16.
479
MERKL, A., «Sull’interpretazione», cit., p. 274. Señala Merkl que las
reglas de interpretación resultan superfluas en relación con la «interpretación
lógico-gramatical que es conditio sine que non de cualquier otra regla inter-
pretativa», Ídem, p. 278. También DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e
discorso razionale, cit., p. 344 indica que el criterio literal, a diferencia del res-
to de los criterios que pueden variar en las diferentes culturas jurídicas, nece-
sariamente es utilizado en toda comunidad jurídica en la que las normas pre-
senten una formulación lingüística.
480
Ídem, p. 482. Así, por ejemplo, para asignar un objetivo a las normas
jurídicas se necesita atribuir previamente significado al texto jurídico «y tal
significado consiste plausiblemente en aquél que el texto expresa conforme a
las reglas de la lengua en la que es formulado, es decir, el significado literal»,
Ídem. pp. 482 y 483. En este sentido advierte ECO, U., Il limite della interpre-
tazione, Bompiani, Milano, 1990, pp. 26 y 27 que «cualquier inferencia inter-
pretativa» parece estar basada «en el reconocimiento del primer nivel de sig-
nificado del mensaje, el literal».
481
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 343.
440
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482
Idem, p. 233.
483
Idem, p. 234.
484
Ibídem.
485
Cabe precisar que, en ocasiones, la atribución a un texto de su signi-
ficado literal debe ser justificada porque otros intérpretes creen «que debe ser
atribuido al mismo texto un significado diverso», pero el hecho de que el sen-
tido literal sea un posible significado del texto «no debe ser probado», Ídem,
p. 235.
441
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486
MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory, cit., p. 208.
487
Señala DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit.,
pp. 346 y 347 que la idea de que las reglas lingüísticas determinan el acuerdo
«total o parcial» sobre el significado de los enunciados jurídicos, contrasta con
la afirmación escéptica de que éstos no poseen un significado preexistente a la
interpretación, sino que tan sólo es posible constatar la existencia de «algunos
significados sobre los cuales, a veces, los intérpretes pacíficamente acuerdan».
Esta consideración se revela, a su juicio, «poco plausible» en cuanto se plan-
tea la pregunta sobre qué factores determinan este pacífico acuerdo. Y ello
porque tal cuestión tiene una «respuesta obvia»: estos factores razonablemente
consisten en las reglas del lenguaje en el que se formulan los textos jurídicos,
dado que los intérpretes incluyen estas reglas «en su propio bagaje de conoci-
miento» y «necesariamente las aplican».
488
GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 26.
489
AARNIO, A., Lo racional como razonable, cit., p. 184.
490
Vid. HESSE, K., Escritos de Derecho Constitucional, trad. de P. Cruz
Villalón, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983, p. 46.
442
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491
GUASTINI, R, Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., pp. 31 y 32.
Según este autor, la interpretación declarativa y la interpretación correctora son
categorías mutuamente excluyentes, «no puede haber una interpretación que
sea a la vez declarativa y correctora», y conjuntamente exhaustivas, no puede
haber una interpretación que no sea ni literal ni correctora, Ídem, p. 25. Se
trata, además —lo que pone de relieve la importancia de la dimensión literal
en cualquier operación interpretativa— de nociones «interdependientes» «pues-
to que la interpretación correctora se define por oposición a la literal». De esta
forma, el concepto de interpretación literal es «primario» y el de interpretación
correctora «secundario».
492
Contemplar esta posibilidad sitúa a la concepción interpretativa aquí asu-
mida en la órbita del literalismo «moderado» que, a diferencia del literalismo «ra-
dical», no considera que la letra de la ley sea el único factor al que el intérprete
puede y debe atender en la atribución de significado, Vid. sobre esta oposición
ALONSO GARCÍA, E., La interpretación de la Constitución, cit., pp. 90 y 91.
493
MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory, cit., p. 209. Vid.
también GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación jurídica, cit., p. 27.
494
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 248
y p. 359.
495
Conviene aclarar que de la consideración del significado literal como
el significado prima facie, o significado-base de los textos legislativos, «no se
443
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sigue» que posea un «valor diverso» del de otros significados posibles. Es más,
en muchos casos puede ser mejor atribuir a un texto un significado «parcial-
mente diverso del significado literal», Ídem p. 236.
496
MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory, cit., pp. 204
y ss.
497
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 484.
498
MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory, cit., p. 210. Res-
petando este límite, «los jueces, si bien es cierto que en diferentes grados, consi-
deran apropiado aplicar sobre fundamentos de política y/o principios
significados menos obvios para las expresiones establecidas por la ley»,
Ibídem.
444
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499
DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discorso razionale, cit., p. 488.
500
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit.,
p. 333.
501
SCARPELLI, U., Semantica, morale e diritto, Giappichelli, Torino, 1969,
p. 109. El intérprete opera «dentro de una estructura lingüística preexistente»
y debe permanecer siempre dentro de tal estructura «sin saltar nunca fuera
del todo». La admisibilidad de sus opciones interpretativas «está condiciona-
da por la estructura lingüística dentro de la cual se mueve, que determina las
alternativas entre las cuales elegir», ZACCARIA, G., «La libertá dell’interprete:
creazione e vincolo nella prassi giuridica» en ZACCARIA, G., Questioni di in-
terpretazione, Padova, 1996, pp. 145-154, p. 150.
502
GUASTINI, R., Dalle fonti alle norme, cit., p. 145.
503
Ibídem. Considera GUASTINI, R., Estudios sobre la interpretación ju-
rídica, cit., p. 16 que la teoría escéptica «descuida los vínculos y los límites a
445
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los cuales las elecciones de los intérpretes están fatalmente sujetas. Tales vín-
culos dependen de la circunstancia de que, en todo ambiente cultural deter-
minado, los usos lingüísticos admiten una gama, si se quiere vasta, común-
mente limitada de posibles significados para toda expresión dada. Las
atribuciones de significado que no se encuentran dentro de esta gama son di-
fícilmente sostenibles, sujetas a crítica, posiblemente destinadas al fracaso»
504
GUASTINI, R., Dalle fonti alle norme, cit., pp. 148 y 149.
505
ASÍS ROIG, R. de, «La interpretación de la Constitución», cit., p. 299.
Al respecto estima ECO, U., Il limite della interpretazione, cit., p. 338: «es dífi-
cil decidir si una interpretación dada es buena, es más fácil en cambio, reco-
nocer que es mala».
506
También desde posiciones cercanas a la hermenéutica se afirma que
la literalidad conserva «una irrenunciable función de límite definible sobre
todo en negativo», de manera que la concretización de las normas «no pue-
den ir nunca más allá de la letra del texto», ZACCARIA, G., Diritto positivo
e positività del diritto, Giappichelli, Torino, 1991, pp. 248 y 249. En la mis-
ma línea PASTORE, B., «Identità del testo, interpretazione letterale e con-
testualismo nella prospettiva ermeneutica» en Significato letterale e inter-
pretazione del diritto, cit., pp. 137-166, p. 161 indica que el método de análisis
lógico-gramatical desarrolla una función negativa, que consiste en «seleccionar
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447
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511
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 98.
Vid. en un sentido parecido DICIOTTI, E., Interpretazione della legge e discor-
so razionale, cit., p. 501.
512
Sobre ello ha llamado la atención ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la mo-
tivación en el Derecho, cit., p. 122 y ASÍS ROIG, R. de, «La interpretación de la
Constitución», cit., p. 298.
513
Existen planteamientos que entienden la interpretación de la Consti-
tución como un fenómeno cualitativamente distinto de la interpretación de la
ley apelando a su naturaleza esencialmente política, Vid. LASALLE, F., ¿Qué
es una Constitución?, trad. de W. Roces, Barcelona, Ariel, 2001, p. 119. Afirma
KELSEN, H. «Ciencia Política», cit., pp. 278-280 que la doctrina que conside-
ra el Derecho público como Derecho político no es «una teoría científica», sino
«una ideología política» que trata de justificar la inobservancia de sus normas.
A su juicio, ni el hecho de que el Derecho público regule «la organización del
Estado y la competencia de sus órganos, es decir, cuestiones políticas», ni el he-
cho de que se oriente a objetivos políticos excluye su interpretación en térmi-
nos jurídicos.
448
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514
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., pp. 105-
107.
515
Ibídem. Vid. ARAGÓN REYES, M., «El juez ordinario entre legalidad
y constitucionalidad» en La vinculación del juez a la ley, Anuario de la Facultad
de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, núm. 1, 1997, pp. 179-202,
p. 18. Apunta ASÍS ROIG, R. de, «La interpretación de la Constitución», cit.,
p. 294 que «esta dificultad podría ser superada utilizando, al menos tres re-
cursos interpretativos, todos ellos polémicos: el de la normativa internacional,
la alusión a otras normas constitucionales o, incluso, el establecimiento de je-
rarquías entre las propias normas constitucionales».
516
Ídem, pp. 295 y ss. y RODRÍGUEZ TOUBES, J., Principios, fines y va-
lores constitucionales, Dykinson, Madrid, 2000, pp. 192 y ss.
517
Ésta parece ser, como se desprende de las reflexiones realizadas en el
Capítulo II, la posición de Kelsen.
449
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518
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., pp. 124
y 125. Vid. sobre esta cuestión PECES-BARBA MARTÍNEZ, G., Los valores su-
periores, cit., pp. 115 y ss.
519
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 105. En la
interpretación constitucional el criterio literal suele resultar insuficiente, por
lo que adquieren protagonismo otros criterios interpretativos como el teleoló-
gico, el sociológico y el histórico, Ídem, p. 107.
520
Ídem, p. 109.
521
Empleando en este punto la distinción propuesta por GARCÍA AMA-
DO, J. A., «Constitución y sistema jurídico», cit., pp. 278 y 279, cabe soste-
ner que la Constitución se contempla como Constitución lingüística y no
como Constitución axiológica. El primer modelo considera que el conteni-
do de los enunciados constitucionales que condiciona la validez de las de-
cisiones jurídicas consiste en lo que la Constitución «dice». Por su parte, la
concepción axiológica «entiende que la Constitución no manda lo que dice,
450
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sino lo que tiene que mandar dígalo o no, dígalo claramente o equívoca-
mente, dígalo con acierto expresivo o con error». Desde esta óptica, «los
componentes últimos de la Constitución no son ni enunciados ni voliciones
sino valores objetivos». Este segundo modelo se aproxima a la teoría de
Dworkin.
522
Como afirma FENICHEL PITKIN, H., Wittgenstein: el Lenguaje, la Po-
lítica y la Justicia, cit., p. 324: «los llamados términos de valor forman parte de
nuestro lenguaje y están regidos por la gramática exactamente igual que las res-
tantes palabras. Eso significa que aprendemos palabras como “justicia”, “be-
llo” y “bueno” de la misma manera que aprendemos palabras como “longitud”,
“trayecto” o “magenta”, oyendo cómo se utilizan y, eventualmente usándolas
nosotros mismos. No depende de nosotros como individuos lo que signifiquen
las primeras palabras y cómo se utilicen gramaticalmente, y lo mismo ocurre
con el segundo tipo de palabras … De esta manera, los significados de estos tér-
minos no son más o menos subjetivos que los significados de otras palabras,
si por “subjetivo” pretendemos que sus significados sean simplemente deter-
minados por cada individuo».
523
Las justificaciones de tipo finalista se emplean, en ocasiones, para de-
fender la existencia de una presunción a favor del significado literal. Vid. en este
sentido MACCORMICK, N., Legal Reasoning and Legal Theory, cit. p. 204 quien
esgrime como razones que fundamentan esta presunción el respeto a la de-
mocracia y a la certeza del Derecho entendida en términos morales, en la medi-
da en que asignar a un enunciado su significado más obvio es la «mejor ma-
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452
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* * *
526
PRIETO SANCHÍS, L., «La sombra del poder sobre el Derecho. Algu-
nas observaciones a propósito de la teoría de N. Bobbio», en LLAMAS CAS-
CÓN, A. (ed.), La figura y el pensamiento de N. Bobbio, BOE-Universidad Car-
los III de Madrid, Madrid, 1994, pp. 97-112, pp. 109 y 110.
453
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Así, cabe afirmar que la tesis del carácter mixto del siste-
ma jurídico puede superar la difícil prueba que la interpreta-
ción jurídica representa. Ahora bien, sale de este trance nota-
blemente debilitada: el análisis del fenómeno interpretativo pone
de manifiesto que el sistema jurídico sólo puede ser, en el pla-
no de la validez de las decisiones jurídicas, un sistema norma-
tivo «mínimamente» mixto. Ciertamente, la exigencia de com-
patibilidad como condición material de validez se reduce, dada
la relativa indeterminación de los enunciados jurídicos supe-
riores, a la no trasgresión de su significado literal. Cualquier
otro condicionamiento sustantivo que se proyecte sobre el con-
tenido de las decisiones jurídicas incide en la cuestión de su co-
rrección y no en el problema de su validez. Dicho de otro modo,
la validez de la elección entre las opciones interpretativas que no
vulneran este límite depende en exclusiva de la dimensión di-
námica, esto es, de la competencia del órgano que escoge, al
margen de que su opción pueda considerarse más o menos co-
rrecta 527. En todo caso, y aunque en este sentido mínimo, el sis-
tema jurídico es un sistema mixto, puesto que la validez de sus
normas depende de algo más que de haber sido creadas por los
órganos competentes. Depende también de que tales autorida-
des respeten el significado, mínimamente determinado, de las
disposiciones materiales superiores.
Desde esta premisa, surge un problema ulterior de gran re-
levancia teórica, y de no menos importancia práctica, a saber,
la cuestión de qué consecuencias se derivan de la vulneración de
este límite sustantivo. El estudio de esta temática nos traslada
del ámbito de la teoría de la validez al campo de la teoría de la
invalidez de las normas jurídicas. Pues bien, en este contexto
se plantea un nuevo desafío, posiblemente el más difícil de su-
perar, a la tesis del carácter mixto del sistema jurídico. A su aná-
lisis se orientan las siguientes reflexiones.
527
Como señala ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho,
cit., p. 124 en caso de posibles opciones de decisión compatibles con las exigencias
materiales de validez «prevalecerá la que el órgano competente establezca».
454
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CAPÍTULO V
LA CARACTERIZACIÓN ÚLTIMA
DEL SISTEMA JURÍDICO
1
Como señala MERKL, A., «Errore giudiziario e veritá legale», cit.,
p. 350, «todo Ordenamiento debe … tener en cuenta la posibilidad de ser ma-
lentendido, fallido en un número más o menos elevado de casos por parte de
quien lo debe aplicar».
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2
En palabras de KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 273 y 274,
«puesto que el orden jurídico representa una construcción escalonada de nor-
mas entre sí en relación de supra y subordinación, y dado que una norma sólo
pertenece a determinado orden jurídico porque y en tanto su producción co-
rresponde a una norma superior determinante, surge el problema de un posi-
ble conflicto entre una norma de nivel superior y una norma inferior, es decir,
la pregunta: qué vale como derecho cuando una norma no corresponde a la
norma que determina su producción, y especialmente, a la norma que prede-
termina su contenido».
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3
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 133.
457
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4
Vid. en relación con los derechos fundamentales PRIETO SANCHÍS,
L., Constitucionalismo y positivismo, Fontamara, México, 1997, p. 74.
5
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., pp. 123 y
124. En la misma línea ANSUÁTEGUI ROIG, F. J., «Positivismo jurídico y siste-
mas mixtos», cit., p. 618 considera que «en última instancia» la validez del De-
recho descansa en criterios formales, pero afirma que ello no supone renun-
ciar a la consideración de los sistemas jurídicos como sistemas mixtos, puesto
que «sólo la última norma del sistema es la que puede explicarse como el re-
sultado de la voluntad del Poder constituyente, sin necesidad de respetar el
contenido de una norma precedente». Ciertamente, «desde el momento en que
la norma superior (que responde únicamente a un acto de voluntad)» incorpora
dimensiones materiales «a partir de ahí, los criterios de validez son formales
y materiales». Aunque esta afirmación me parece acertada, considero perti-
nente aclarar que, en realidad, tampoco el poder constituyente primario pue-
de ser explicado en sentido estricto apelando a los criterios formales de vali-
dez, dado que se trata de una «autoridad» que no recibe su «competencia» de
ninguna norma superior. Como es sabido, la consideración de que «el acto
creador de la constitución» debe también «ser autorizado por una norma su-
perior para crear normas» conduce a Kelsen a la presuposición de la norma fun-
damental, Vid. KELSEN, H., «Los juicios de valor en la ciencia del derecho»,
cit., p. 139.
458
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6
A la hora de abordar el estudio de esta teoría conviene tener presente
que, como apunta GASCÓN ABELLÁN, M., «Sentido y alcance de algunas dis-
tinciones sobre la invalidez de las leyes», Doxa, núm. 20, 1997, pp. 131-156,
p. 131, «la terminología sobre la invalidez de las leyes no es uniforme entre los
juristas, y, lo que es peor, tampoco el significado de los conceptos que utilizan.
Las nociones de ineficacia, inexistencia, invalidez, nulidad y anulabilidad se usan
a veces de un modo confuso o equívoco». Así, la dogmática civilista, conside-
rada la teoría general de las nulidades, utiliza en ocasiones el término eficacia
equiparándolo a algunos de los sentidos del concepto de validez.
7
Por normas materialmente irregulares se entenderán aquéllas que res-
petan los criterios formales de validez —autoridad y procedimiento— pero
que, sin embargo, vulneran los criterios materiales, al enfrentarse al significa-
do determinado de las normas sustantivas superiores.
8
CELANO, B., «Justicia procedimental pura y teoría del Derecho», cit.,
p. 415.
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19
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 274.
10
Ibídem.
11
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., p. 131. En un sentido similar apunta KELSEN, H., Teoría General del
Derecho y del Estado, cit., p. 192 que la contradicción entre una norma inferior
y una norma superior «sólo tiene importancia si es establecida por la autori-
dad competente … cualquiera otra opinión acerca de la existencia de una con-
tradicción distinta de la establecida por esa autoridad, carece de significación
jurídica». Es exclusivamente la autoridad competente la que «establece la exis-
tencia jurídica de esta contradicción al anular el precepto inferior».
12
A pesar de ello, su estudio se llevará a cabo, por razones de claridad ex-
positiva, de forma independiente, si bien conforme se avance en la exposición
la íntima vinculación existente entre ambos se irá haciendo más intensa y per-
ceptible.
460
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13
Se trata de la posición que Kelsen defiende tanto en su Teoría General
del Derecho y del Estado como en la segunda edición de la Teoría pura del dere-
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tuto de Estudios Administrativos, Madrid, 2.ª ed., 1975, pp. 262-265. Cabe ad-
vertir que la dogmática administrativista, al tomar como referencia básica su
obra Über Staachsunrecht, ubica la doctrina kelseniana —junto con la de Merkl—
en la otra versión de las tesis extremistas que sostiene la exclusividad de la re-
gla de la nulidad, Ídem, p. 262 y GARCÍA LUENGO, J., La nulidad de pleno de-
recho de los actos administrativos, Civitas, Madrid, 2002, p. 49. De cualquier for-
ma, conviene precisar que la idea que Kelsen defiende en este primer trabajo,
por razones de estricta lógica jurídica, es que la nulidad debe ser considerada
como una regla a priori y general, aunque no exclusiva, en la medida en que el
Derecho positivo puede introducir, y de hecho introduce, importantes excep-
ciones en su juego, Vid. KELSEN, H., L’illecito dello Stato, cit. pp. 100-102. Al
respecto afirma MERKL, A., Teoría General del Derecho Administrativo, cit.,
p. 250 que la consideración de «todos los defectos jurídicos, en ausencia de
una diferenciación de su importancia por parte del derecho positivo, esencial-
mente iguales¸ y, en ausencia de que se les adscriban distintas consecuencias ju-
rídicas como motivos de nulidad» constituye una aportación «trascendental»
de la teoría kelseniana.
17
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la constitución», cit., p. 122.
18
Ibídem.
19
Ibídem.
463
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20
En esta primera etapa sostiene KELSEN, H., L’illecito dello Stato, cit.,
p. 66: «la cuestión de si hay nulidad o no es una cuestión de lógica jurídica y
es decidida por el intelecto de todo individuo racionante, no en modo autori-
tario por el Estado». En todo caso, señala Kelsen que el Derecho positivo pue-
de, por razones prácticas, reservar el enjuiciamiento acerca de la validez de
ciertos actos, generalmente actos estatales, a determinados órganos, introdu-
ciendo la figura de la anulabilidad. También MERKL, A., Teoría General del
Derecho Administrativo, cit., p. 251 indica que, puesto que resultaría «muy per-
turbador que el más pequeño defecto de un acto lo convirtiera en un mero acto
aparente, en una nada jurídica», el Derecho positivo debe corregir «esta con-
secuencia tan absoluta del acto vicioso», determinando, «bien que el acto que
no coincida por completo con las condiciones impuestas por ese derecho sea
tratado como válido», «o bien que el acto defectuoso no sea considerado como
nulo sin más, sino que habrá que someterlo a un procedimiento de anulación».
21
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 190. Esti-
ma KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 275 que si el orden jurídico fa-
cultara a todos a resolver la cuestión de si «una sentencia judicial» corres-
ponde a la norma general que aplica «apenas si podría lograrse una sentencia
judicial que obligara a las partes». Del mismo modo, «si la constitución auto-
riza a cualquiera» a resolver el problema de si una ley se conforma a sus de-
terminaciones «apenas si podría contarse con leyes obligatorias para los sujetos
y órganos de derecho», Ídem, p. 278. Vid. sobre esta cuestión NINO, C. S., «El
concepto de validez y el problema del conflicto entre normas de diferente je-
rarquía en la teoría pura del derecho» en Derecho, Filosofía y Lenguaje. Home-
naje a Ambrosio L. Gioja, cit., pp. 131-146, p. 135 y MORESO, J.J., Normas Ju-
rídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 71.
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22
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 190. Una
de las razones que según KELSEN, H., «¿Qué es un acto jurídico»?, trad. de U.
Schmill, Isonomía, núm. 4, 1996, pp. 65-76, pp. 67 y 68 justifica la reserva de
la competencia para enjuiciar la conformidad de las normas inferiores con las
superiores a determinados órganos en que se trata de un problema cuya res-
puesta puede «variar grandemente», pues no depende de una «mera subsun-
ción lógica», sino que requiere «una interpretación del orden jurídico» y «ge-
neralmente existen varias interpretaciones, a menudo en conflicto». Así, «lo
que importa es una decisión, una decisión jurídicamente obligatoria, auténti-
ca, constitutiva» y «una decisión tal no es una mera función de la razón sino
de la voluntad».
23
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la Constitución», cit., p. 128.
24
Ibídem. Uno de los rasgos que, tradicionalmente, se ha considerado de-
finitorio de la institución de la nulidad de pleno derecho es su carácter automático
o ipso iure, que convierte en innecesaria la intervención de una autoridad com-
petente, Vid. DE CASTRO Y BRAVO, F., El negocio jurídico, Civitas, Madrid,
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27
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la Constitución», cit., p. 123.
28
KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p 360. Así, «también la
nulidad ha de ser “jurídica”, es decir, establecida en un procedimiento ordenado
por el Derecho» por lo que «parece imposible el caso de una nulidad absolu-
ta, es decir, no necesitada de ningún acto estatal que la declare», Ibídem.
29
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la Constitución», cit., p. 124.
Y, «desde el punto de vista del Derecho positivo, la situación de aquél a quien
se dirige un acto con la pretensión de ser obedecido es, sin excepción, la si-
guiente: puede, si juzga el acto nulo, negarle obediencia; pero lo hace siempre
a su cuenta y riesgo, es decir, asume el riesgo de que, al exigírsele responsabi-
lidad por desobediencia, la autoridad que ha de decidir no considere el acto nulo
o declare que se han cumplido las condiciones mínimas exigidas por el Dere-
cho positivo para su validez», Ídem, p. 123.
30
Otro de los rasgos centrales que, según la opinión dominante, singu-
lariza a la nulidad frente a la anulabilidad, radica en el carácter declarativo
que se predica de la decisión judicial en el primer caso, frente a la naturaleza
constitutiva que presenta en el segundo, Vid. DÍEZ PICAZO, L., Fundamentos
de Derecho civil patrimonial, I, cit., p. 447 y DE CASTRO Y BRAVO, F., El negocio
jurídico, cit., p. 475. Considera KELSEN, H., en L’illecito dello Stato, cit., p. 106
que, incluso en los supuestos en los que interviene un órgano, tiene sentido
seguir manteniendo la distinción entre la nulidad y la anulabilidad porque «en
el primer caso la decisión del Estado establece en modo puramente declarati-
vo que el acto en cuestión no ha sido nunca un acto estatal, mientras que en
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En palabras de KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 274 «cuan-
do el orden jurídico, por cualquier razón, anula una norma, tiene previamente que
dejarla valer ... como una norma jurídica objetivamente válida, es decir, confor-
me a derecho». Vid. sobre este aspecto de la doctrina kelseniana PÉREZ TRIVI-
ÑO, J. L., «Validez, aplicabilidad y nulidad. Un análisis comparativo de la Teoría
del Derecho y la dogmática jurídica», Doxa, núm. 22, 1999, pp. 263-283, p. 267.
39
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 63 y BULYGIN, E.,
«Sentencia judicial y creación de Derecho», cit., p. 365.
40
MORESO, J. J., Normas jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 70. Para
Kelsen «sólo es plausible hablar de normas anulables, es decir, sometidas a la
posibilidad de ser privadas del significado objetivo de norma jurídica que el
Derecho les reconoció en algún momento, junto con sus consecuencias jurídicas.
En otras palabras, normas a las que se puede privar de validez», PÉREZ TRI-
VIÑO, J. L., «Validez, aplicabilidad y nulidad», cit., p. 268.
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41
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 283.
42
Señala GUASTINI, R., Le fonti del diritto e l’interpretazione, cit., p. 316
que el término «declaración» —en la expresión declaración de nulidad— se
presta a confusión. Cuando se habla de declaración «se alude al resultado de
una operación intelectual simplemente de reconocimiento, es decir cognosci-
tiva: como suele decirse una “comprobación”. Pero obviamente, no se trata de
esto. El juicio de invalidez sobre una ley presupone una doble decisión inter-
pretativa: en torno al significado a atribuir a la ley y en torno al significado a
atribuir a la constitución. La interpretación, a su vez, es una operación altamente
discrecional». Así, aunque «se hable de declaración» ello «no significa que la
invalidez sea una mera cuestión de hecho».
43
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit., p. 63.
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44
Desde esta visión se afirma que los contenidos materiales valen, «en la
determinación de su sentido, porque ésta es realizada por un órgano compe-
tente para ello», ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado
de Derecho, cit., p. 133.
45
HART, H.L.A., El Concepto de Derecho, cit., p. 175.
472
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46
Vid. TROPER, M., «El problema de la interpretación y la teoría de la
supralegalidad de la constitución», cit., p. 283; DICIOTTI, E., «Sistema stati-
co e sistema dinamico. Ontologia e metodologia», cit. pp. 113 y 114 y WEY-
LAND, I. «Idealism and Realism in Kelsen’s Treatment of Norms Conflicts»,
cit., pp. 258 y 259. Ni Diciotti ni Weyland consideran que se trate de una solu-
ción adecuada ni con carácter general, ni en el contexto específico de la teoría
kelseniana. Por el contrario, Troper estima que Kelsen maneja un escepticis-
mo interpretativo radical, que le permite resolver satisfactoriamente al pro-
blema de las normas irregulares y que convierte en innecesario el expediente
de la cláusula alternativa tácita.
47
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 354 y 355. Sostiene LO-
SANO, M., «De la interpretación, o sea, de cómo describir una prescripción»,
cit., p. 119, con razón, que esta afirmación de Kelsen está fundada en un equí-
voco: «sea la norma A la norma a aplicar; a1, a2, a3 … an como sus posibles
473
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significados; si el juez dicta una sentencia cuyo contenido es b1, las posibili-
dades son dos: o no aplicó la norma A (y estamos fuera de la interpretación de
esa norma) o bien b1 es uno de los posibles significados de la norma A». Como
se comprobará, Kelsen se decanta por la primera de estas posibilidades. En
efecto, la doctrina de la cláusula alternativa tácita implica, de una u otra for-
ma, que no se está aplicando en sentido estricto la norma A. En cambio, otros
planteamientos, que también defienden la concepción «finalmente» dinámica
del orden jurídico, sostienen que b1 es un significado de la norma A porque así
lo ha decidido el órgano competente.
48
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 355.
49
Señala KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 384 que otorgar
a una instancia neutral entre el creador y el aplicador de una norma la deci-
sión acerca de su validez «no hace sino desplazar, sin resolverlo, el problema
… (Ahora bien: ¿no es quizá la única solución posible? ) Pues también la de-
cisión del órgano neutral es ejecución y aplicación mediata de la norma que el
primer órgano había dejado incumplida. Y es preciso que haya una instancia
definitiva puesto que la desconfianza no puede llevarse hasta el infinito». Por
lo tanto, «el órgano que ejecuta la norma decide, en última instancia, sobre la
regularidad de la misma». Vid. también HART, H. L. A., El Concepto de Dere-
cho, cit., pp. 177 y 178 y ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de
Estado de Derecho, cit., p. 111.
474
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50
TROPER, M., «El problema de la interpretación y la teoría de la su-
pralegalidad de la constitución», cit., p. 276.
51
Utilizan esta distinción ASÍS ROIG, R. de, «Sobre el razonamiento ju-
rídico correcto», cit., pp. 160-162 y HARRIS, J.W., «Kelsen and Normative Con-
sistency» en TUR R. y TWINING, W. (eds.), Essays on Kelsen, cit., pp. 201-228,
pp. 218 y 219.
52
En este sentido, la reflexión se circunscribe a lo que ASÍS ROIG, R.
de, «Sobre el razonamiento jurídico correcto», cit., pp. 160-162 denomina «dis-
putas sobre la validez» y, en concreto, a las que versan sobre la asignación de
significado a los enunciados normativos presentes en la decisión.
53
Ídem, p. 162.
54
Ibídem.
55
Desde estas coordenadas, «aunque los problemas principales en el ám-
bito del razonamiento jurídico válido puedan venir de la mano de la posible dis-
475
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476
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60
Ídem, p. 184. Estima GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma fun-
damental, cit., p. 229 que el principio de cosa juzgada es necesario en la cons-
trucción de Kelsen por razones pragmáticas «porque no se puede llevar hasta
el infinito la discusión sobre cual deba ser el contenido de una decisión, de la
norma que dirime el conflicto, pues de lo contrario el conflicto se perpetúa».
61
En este pasaje se reserva el calificativo «auténtica» para las interpre-
taciones que tienen autoridad de cosa juzgada. Considera LOSANO, M., «De
la interpretación, o sea de cómo describir una prescripción», cit, p. 120 que esta
acepción más restringida confirma que el rasgo propio de la interpretación
auténtica radica en su obligatoriedad; lo característico de las decisiones in-
terpretativas últimas es su carácter definitivamente vinculante. Cabe advertir que
con esta conclusión Kelsen se aproxima a la posición de GRAY, J. Ch, The Na-
ture and Sources of the Law, cit., p. 102 quien entiende —citando en este pun-
to al Obispo Hoadly— que aquél que tiene absoluta autoridad para interpretar
las leyes es el verdadero legislador.
62
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 184. En la
misma línea indica MERKL, A., «Errore giudizario e verità legale», cit., p. 353:
«si la sentencia penal fundada sobre un “error judicial” adquiere fuerza de cosa
juzgada … no puede hablarse de su contraste con el ordenamiento. Cualquier
cosa que el juez hace con efecto de cosa juzgada está cubierto por el ordena-
miento». Merkl, como se verá, termina matizando esta apreciación.
63
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 184. La cur-
siva es mía.
477
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64
NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del conflicto entre
normas de diferente jerarquía en la teoría pura del derecho», cit., pp. 135 y 136.
65
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 63.
66
La posición que a propósito de esta cuestión defiende la concepción «fi-
nalmente» dinámica del sistema jurídico es descrita por HART, H. L. A., El Con-
cepto de Derecho, cit., p. 176 en los siguientes términos: «un tribunal supremo,
tiene la última palabra al establecer qué es derecho, y después que lo ha esta-
blecido, la afirmación de que el tribunal se equivocó carece de consecuencias
dentro del sistema; nadie ve modificados sus derechos o deberes … en lo que
al derecho atañe, el enunciado de que el tribunal se equivocó era un enuncia-
do vacío. La consideración de estos hechos hace que parezca pedante distin-
guir en el caso de decisiones de un tribunal supremo, entre su definitividad y
su infalibilidad». Vid. sobre esta distinción MORESO, J. J., La indeterminación
del Derecho y la interpretación de la Constitución, cit., pp. 215 y ss.
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67
TROPER, M., «El problema de la interpretación y la teoría de la su-
pralegalidad de la constitución», cit., p. 278 y p. 285.
68
Vid. en concreto en relación con los derechos fundamentales, ASÍS
ROIG, R. de, Sobre el concepto y el fundamento de los derechos fundamentales:
una aproximación dualista, Cuadernos del Instituto Bartolomé de las Casas,
Dykinson, Madrid, 2000, p. 91.
479
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69
ASÍS ROIG, R. de, Una aproximación a los modelos de Estado de Dere-
cho, cit., pp. 132 y 133.
70
TROPER, M., «Autoridad y razón en el derecho público francés», cit.,
p. 100.
480
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71
TROPER, M., «El problema de la interpretación y la teoría de la su-
pralegalidad de la constitución», cit., p. 288.
72
Indica TROPER, M., «Sistema jurídico y Estado», cit., p. 149 que este
es el «verdadero sentido» que tiene en la construcción de Kelsen la califica-
ción del Derecho como sistema dinámico. En opinión de TROPER, M., «Kel-
sen, la teoría de la interpretación y la estructura del ordenamiento jurídico»,
cit., p. 69 el que Kelsen admita que las normas superiores determinan el con-
tenido de las inferiores no impide la consideración dinámica del orden jurídi-
co, pues ello «no significa que la norma inferior sea válida en virtud de su con-
tenido. Si está vigente, esa norma es válida cualquiera que sea su contenido,
con tal de que haya sido adoptada según la forma prescrita en la norma fun-
damental. Es especialmente el caso de las resoluciones emitidas con fuerza de
cosa juzgada, pero también el de las demás normas que siguen siendo válidas
mientras no hayan sido anuladas».
481
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73
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., pp. 62-64. Entiende
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 275 que «si un tribunal decide un
caso concreto y afirma que al hacerlo ha aplicado determinada norma jurídi-
ca general, la cuestión queda resuelta en un sentido positivo, y permanece así
resuelta mientras la sentencia no sea revocada por la decisión de un tribunal
superior». En aquellos supuestos en los que el sistema no ha arbitrado un ór-
gano de control de constitucionalidad de las leyes considera Kelsen que el
órgano legislativo es el único «facultado para resolver si la ley que ha dictado es
constitucional, es decir, si el procedimiento mediante el cual adoptó la ley, y el
contenido que se dio a la ley, corresponden a la constitución ... la decisión po-
sitiva de esta cuestión queda incluida en la implantación misma de la ley por
el órgano legislativo», Ídem, p. 279.
74
PAULSON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen´s Pure
Theory», pp. 191 y 192.
75
Ídem, p. 184.
482
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76
Ídem, p. 172.
77
Ídem, p. 192. En torno a esta cuestión apunta CARACCIOLO, R., Sis-
tema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 87 que «considerar que para la iden-
tificación de una norma judicial basta la satisfacción de un requisito formal,
no significa excluir la importancia del contenido de las decisiones en la ta-
rea de dar cuenta del funcionamiento del derecho. Un tribunal de revisión pue-
de dejar sin efecto una sentencia previamente reconocida usando como ra-
zón de la derogación el apartamiento de la decisión del contenido del derecho
vigente».
78
PAULSON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen´s Pure
Theory», cit., p. 192.
79
En esta línea estima LUZZATI, C., «Kelsen vs. Bulygin on Legal Inter-
pretation: how to not Read Kelsen through Hart’s Eyes», GIANFORMAGGIO,
L. y PAULSON, S. (eds.), Cognition and interpretation of law, cit., pp. 97-99,
p. 94 que en un sistema dinámico «una decisión formalmente justificada es con-
siderada válida» y una decisión «materialmente justificada es considerada co-
rrecta». Comparte esta idea GIANFORMAGGIO, L., «Cosa resta nella Allge-
meine Theorie der Normen dei sistemi normativi statici e dimanici?», cit., p. 470: «el
nexo dinámico entre las normas, aquél que apela al poder, no puede más que
informar de la validez de una norma, mientras que sólo el nexo de tipo estáti-
483
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co, aquél que apela a la razón, está en grado de justificarla». Limitando su re-
flexión a las decisiones judiciales CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Proble-
mas actuales, cit., p. 87 sostiene que, mientras que el criterio formal de validez
«obra como condición suficiente de identificación de las normas judiciales el
criterio material, que apunta a la satisfacción de la obligación de fundamen-
tar —(conviene señalar que internamente)— el contenido, es un instrumento
de crítica de las decisiones». De esta forma, el que las decisiones judiciales irre-
gulares «no puedan ya ser eliminadas como normas, no implica que no
puedan cuestionarse también por su supuesto apartamiento del “sistema” vi-
gente».
80
ASÍS ROIG, R., de, Una aproximación a los modelos de Estado de De-
recho, cit., p. 138, nota 386.
81
LUZZATI, C., «Dinamicitá e certezza del diritto in Kelsen», cit, p. 197.
Tiene razón WEYLAND, I., «Idealism and Realism Kelsen’s Treatment of Norms
Conflicts», cit., p. 264 cuando señala que, si bien Paulson requiere la concu-
rrencia de ambos de tipos de autorización para la creación de normas válidas,
en ausencia de autorización material, la autorización formal «será suficien-
te». Desde el enfoque de Paulson las decisiones correctas, «se conforman tan-
to a las condiciones formales como a las condiciones materiales de autoriza-
ción»; en cambio, los «errores jurídicos» se conforman exclusivamente a las
condiciones formales pero, en todo caso, «son tan válidos como las decisiones
correctas», JACKSON, B.S., Semiotic and Legal Theory, cit., p. 246.
82
PAULSON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen’s Pure
Theory», cit., p. 189.
484
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83
Coincido con BULYGIN, E., «Cognition and Interpretation of Law» en
GIANFORMAGGIO, L. y PAULSON, S. (eds.), Cognition and interpretation of
law, cit., pp. 11-35, p. 17 en que «la doctrina de la cláusula alternativa tácita no
es sólo errónea, sino simplemente desastrosa». Sin embargo, a diferencia de este
autor, creo que esta teoría tiene que ser tomada en serio y no considerada una
«mera curiosidad». Y ello porque se trata de una construcción lógicamente ne-
cesaria, desde los presupuestos kelsenianos, para poder dar cuenta de las pa-
tologías jurídicas. Vid. a propósito de esta cuestión LUZZATI, C., «Kelsen vs.
Bulygin on Legal Interpretation: how to not Read Kelsen through Hart’s Eyes»,
cit., pp. 97-99 y GUIBOURG, R., Derecho, sistema y realidad, Astrea, Buenos
Aires, 1986, p. 52.
485
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84
Apunta MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit.,
pp. 68 y 69 que Kelsen, «al menos desde 1945», siempre ha tratado «la cuestión
de la cosa juzgada en relación con su tesis de la cláusula alternativa tácita». En
contra RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., pp. 78 y 79 mantiene que
sólo en la Teoría General de las Normas Kelsen relaciona ambas doctrinas. A mi
juicio, la apreciación de Moreso resulta acertada con dos matices: esta vincu-
lación está ya presente en la primera edición de la Teoría pura del derecho y en-
cuentra una excepción en el escrito de KELSEN, H., Derecho y Lógica, cit.,
p. 28, en el que se hace referencia al principio de cosa juzgada sin aludir a la cláu-
sula alternativa tácita. En este trabajo entiende Kelsen que cuando una norma
individual «establecida por el tribunal está de acuerdo con la norma general a
ser aplicada por el tribunal, la validez de la norma individual puede fundamen-
tarse por la validez de la norma general … Si el tribunal, a pesar de haber cons-
tatado que un hombre determinado ha robado, lo absuelve, es decir, si el sen-
tido subjetivo de su acto no es que el hombre deba ser encarcelado, sino que no
deba ser encarcelado, la validez de esta norma general no puede fundamentar-
se por la validez de la norma general referente al robo. No está en cuestión aquí
que ésta pueda fundamentarse por la validez de la norma general referente a la
fuerza legal de las decisiones jurídicas». La cursiva es mía.
486
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85
Vid. KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 275. Importa señalar
que Kelsen aplica también esta doctrina a las disposiciones constitucionales dis-
tinguiendo dos supuestos: aquél en el existe un órgano encargado de contro-
lar la constitucionalidad de las leyes y aquél en el que no se instituye tal auto-
ridad, supuesto en el cual el legislador se encuentra «en una posición análoga
a la de un tribunal de última instancia», Ídem, pp. 279 y 280. En un sentido si-
milar al de Kelsen MERKL, A., «Errore giudizario e verità legale», cit., p. 353,
vinculando la doctrina del cálculo de vicios con el principio de cosa juzgada,
afirma la existencia de una «autorización tácita» para producir actos judicia-
les «que se distancian de la directiva de la ley». Se trata de un mandato que,
«a diferencia de otras delegaciones legislativas, no está explícitamente defini-
do en la ley, sino implícito gracias al efecto de cosa juzgada» y que supone que,
«en línea de principio, la ley tiene como punto de mira un cierto resultado pero
en línea subsidiaria cualquier solución diversa es también jurídicamente que-
rida».
86
MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 69.
Vid. también KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 189
y Teoría Generale delle Norme, cit., p. 245.
487
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87
Afirma DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Vali-
dity», cit., p. 69 que, de acuerdo con el escepticismo moderado, la interpreta-
ción y la aplicación del Derecho implican «actos de creación por elección y no
actos de creación por invención». No obstante, de acuerdo con la tesis de la cláu-
sula alternativa, siempre es posible que se produzcan «actos de creación por
invención», desde el momento en que las autoridades jurídicas pueden crear
normas válidas que caigan fuera del marco de significados posibles de la nor-
ma superior. En la misma línea LUZZATI, C., «Kelsen vs. Bulygin on Legal In-
terpretation: how to not Read Kelsen through Hart’s Eyes», cit., p. 98 considera
que Kelsen no se adhiere «a una forma extrema de escepticismo ante las reglas:
para él una decisión final no representa necesariamente una decisión correcta
(materialmente justificada)», a pesar de que tal decisión de lugar «a una nor-
ma válida». La teoría de la alternatividad «no es una teoría acerca de la inter-
pretación jurídica», sino una doctrina imprescindible desde el escepticismo
moderado kelseniano para dar cuenta de la validez de las decisiones injustifi-
cadas desde un punto de vista material, Ibídem.
88
TROPER, M., «Kelsen, la teoría de la interpretación y la estructura del
ordenamiento», cit., p. 71.
488
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89
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 276.
90
LUZZATI, C., «Kelsen vs. Bulygin on Legal Interpretation: how to not Read
Kelsen through Hart’s Eyes», cit., p. 98. Es en la primera edición de la Teoría
pura del derecho, cit., p. 124 donde con mayor claridad KELSEN, H., vincula
la doctrina de la cláusula alternativa tácita con el tratamiento que el Derecho
dispensa a las normas que vulneran las determinaciones de las normas supe-
riores: «no se puede aprehender el sentido de la norma de grado superior que
determina la producción y el contenido de la de grado inferior, sin la determi-
nación ulterior que aquélla toma para el caso de que sea violada la primera
determinación. La determinación de la norma más baja por la más alta tiene
por esto … el carácter de un precepto alternativo».
91
PAULSON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen´s Pure
Theory», cit., p. 189.
489
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92
Indica KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 192
que «el carácter alternativo de la norma determinante de la inferior excluye
toda contradicción real entre ambas. Una contradicción con la primera de las
prescripciones alternativas del precepto superior no es una contradicción con
el mismo precepto».
93
Explícitamente aclara KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 274 y
275 que investiga sólo el caso en el que se cuestiona la correspondencia material
de las normas inferiores con las normas superiores «en homenaje a la brevedad».
94
Opina PAULSON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen’s
Pure Theory», cit., p. 190, que la tesis de las «alternativas normativas» es ca-
paz de dar cuenta de la validez de las normas que se apartan de la autorización
material «sin socavar» absolutamente su importancia. Ciertamente ésta pare-
ce ser la intención de Kelsen. Otra cosa es que lo consiga.
490
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95
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, 1.ª ed., cit., pp. 122 y 123.
96
Ídem, p. 124. Vid. en torno a esta cuestión KELSEN, H., Teoría Gene-
ral del Estado, cit., p. 189 y KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 276.
También MERKL, A., «Errore giudiziario e veritá legale», cit., p. 354 mantie-
ne que «el acto previsto por la disposición legal tiene un valor jurídico supe-
rior» y el «consentido por el cálculo de vicios tiene uno inferior; el uno repre-
senta el tipo ideal de comportamiento del órgano, el otro, en todo caso, uno
posible».
97
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, 1.ª ed., cit., p. 122.
98
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 280.
99
Ídem, p. 277. Aquí radica la razón del carácter relativo de la distinción
entre el sistema de libre decisión y el sistema en el cual las decisiones judicia-
les están reguladas por normas preexistentes.
491
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100
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 188. Al res-
pecto considera MERKL, A., «Errore giudiziario e veritá legale», cit., p. 354
que, mientras que en otros casos el juez «debe ser puesto conscientemente
frente a la posibilidad de elección», la libre apreciación que se deriva del cál-
culo de vicios debe ser «disfrazada», no existiendo «ningún interés en poner al
juez frente a una posibilidad tal». Los jueces «no deben darse cuenta del po-
der de decidir de un modo diverso a aquél previsto por la ley»; deben «creer»
en su vinculación a la ley y no percatarse de que les es posible apartarse de
ella, pues una actuación «disconforme» puede dar lugar a una norma válida.
101
Aclara KELSEN, H., Teoría Generale delle Norme, cit., p. 405 que el re-
sultado de la combinación de esta doctrina con el principio de cosa juzgada no
es en modo alguno equivalente al que se desprendería de la existencia «de una
autorización jurídico-positiva al juez para decidir los casos concretos sobre la
base de su propia apreciación». La diferencia estriba, precisamente, en que «si
son válidas normas jurídicas generales … cuyo sentido es que deben ser apli-
cadas por los tribunales, normalmente los tribunales aplican efectivamente es-
tas normas y las sentencias judiciales no conformes a estas normas generales
adquieren validez sólo excepcionalmente».
102
GARCÍA AMADO, J. A., Hans Kelsen y la norma fundamental, cit., p. 235.
103
Ídem, p. 236.
104
Ibídem.
492
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493
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494
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105
MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 82.
106
TROPER, M., «Sistema jurídico y Estado», cit., p. 153.
107
MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 82.
108
Ibídem. Efectivamente, «las estipulaciones respecto del órgano de crea-
ción y el procedimiento que debe seguir, pueden ser ignoradas en la práctica
y, sin embargo, la prescripción creada puede no ser automáticamente inváli-
da. Como en el caso de conflictos que conciernen a los contenidos de la nor-
ma, el sistema generalmente requerirá un pronunciamiento autoritativo de in-
validez», WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen’s Treatment of Norm
Conflicts», cit., p. 265.
109
NANNINI, S., «Legal Validity and Conformity to Law», cit., pp. 238 y 239.
495
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110
Ídem, p. 239.
111
WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen’s Treatment of Norm
Conflicts», cit., p. 265. De todos modos, exagera FERRAJOLI, L., Derecho y ra-
zón, cit., p. 358 cuando afirma que «se cuentan con los dedos de una mano las
objeciones y declaraciones de inconstitucionalidad de las leyes que se centran
en vicios de forma» y que lo mismo sucede, «si bien en menor medida», con
las decisiones judiciales y administrativas, que «raramente» son impugnadas
por «simples defectos de forma».
112
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 250. HART, H. L. A., El
Concepto de Derecho, cit., p. 38 diferencia entre el caso en que una resolución
«es revocada, porque se considera que lo que el tribunal dijo acerca del dere-
cho aplicable al caso, o acerca de los hechos, es equivocado» y el caso en que
es «anulada (quashed) por falta de jurisdicción», supuesto en el cual «no es lo
dicho o resuelto por el Juez lo que está mal, sino el hecho de que él lo haya di-
cho o resuelto. Ha pretendido hacer algo para lo que no está jurídicamente ca-
pacitado aunque otros tribunales puedan estarlo».
113
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la Constitución», cit.,
p. 123.
496
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114
TROPER, M., «Sistema jurídico y Estado», cit., pp. 149 y 150. Cabe ade-
lantar que Kelsen parece introducir alguna matización a esta afirmación, al
contemplar en algunos pasajes los supuestos en los que una norma no ha sido
dictada por una autoridad jurídica como casos de «inexistencia».
115
Ídem, p. 150.
497
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116
SANTAMARÍA PASTOR, J.A., La nulidad de pleno derecho de los actos
administrativos, cit., pp. 262 y 264.
117
GARRIDO FALLA, F., Tratado de Derecho administrativo, Tecnos, Ma-
drid, 13.ª ed., 2002, p. 580.
498
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118
SANTAMARÍA PASTOR, J.A., La nulidad de pleno derecho de los actos
administrativos, cit., pp. 166 y ss.
119
PÉREZ TRIVIÑO, J. L., «Validez, aplicabilidad y nulidad», cit., pp.
276 y ss.
120
Se trata de criterios analizados con rigor por la doctrina administra-
tivista, Vid., entre otros, BOCANEGRA SIERRA, R., La teoría del acto admi-
nistrativo, Iustel, Madrid, 2005, pp. 167 y ss. y GARCÍA LUENGO, J., La nuli-
dad de pleno derecho de los actos administrativos, cit., pp. 91 y ss.
121
Ídem, p. 91. La doctrina que define la categoría de la nulidad a partir
de la noción de vicios de orden público constituye una aplicación concreta de
este criterio, Vid. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., La doctrina de los vicios
de orden público, Instituto de Estudios de la Administración Local, Madrid,
1970 y SANTAMARÍA PASTOR, J. A., La nulidad de pleno derecho de los actos
administrativos, cit., pp. 209-219.
122
BOCANEGRA SIERRA, R., La teoría del acto administrativo, cit., p.
179. Vid. también GARCÍA LUENGO, J., La nulidad de pleno derecho de los ac-
tos administrativos, cit., pp. 91-110. En realidad, la teoría de la evidencia com-
bina ambos criterios, considerando nulos de pleno derecho los actos normati-
vos que vulneran gravemente «valores esenciales» del Ordenamiento jurídico
y que lo hacen, además, de forma manifiesta, Vid. Ídem, p. 122 y BOCANEGRA
SIERRA, R., La teoría del acto administrativo, cit., p. 179.
499
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123
La teoría de los actos inexistentes tiene su origen «en las preocupaciones
de los teóricos de la escuela exegética, nacidas de la creencia acerca del ca-
rácter pretendidamente restrictivo y textualista de los supuestos de nulidad».
Para sancionar «irregularidades de gravedad excepcional que, de pura obvias,
habían sido omitidas en el articulado», sin quebrantar el principio pas de nu-
llité sans texte, se recurre al título jurídico de la inexistencia, SANTAMARÍA
PASTOR, J. A., La nulidad de pleno derecho de los actos administrativos, cit.,
p. 144. Vid. en el mismo sentido DE LOS MOZOS, J. L., «La inexistencia del ne-
gocio jurídico», Revista de legislación y jurisprudencia, núm. 1, 1960, pp. 463-
520, pp. 470 y ss. y GORDILLO CAÑAS, A., «Nulidad, anulabilidad e inexis-
tencia» en Centenario del Código Civil, R. Areces, Madrid, 1990, pp. 935-983,
pp. 956 y ss.
124
PÉREZ TRIVIÑO, J.L., «Validez, aplicabilidad y nulidad», cit. p. 275.
Por lo tanto, la inexistencia implica la ausencia de requisitos inherentes a la
naturaleza de un acto que impide su «identificación jurídica» (CARIOTA FE-
RRARA, L., El negocio jurídico, trad. de M. Albaladejo, Aguilar, Madrid, 1956,
p. 276); la falta de exigencias «verdaderamente elementales, obvias y evi-
dentes»(GARCÍA DE ENTERRÍA, E. y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., Curso
de Derecho Administrativo I, cit., p. 613); la presencia de «deficiencias gra-
ves» respecto del esquema propio de la categoría del acto claramente ob-
servables «por todos»(VILLAR PALASÍ, J. L., Voz «Concesiones administra-
tivas» en Nueva Enciclopedia jurídica Seix, Tomo IV, p. 708); o la violación
de normas «ordenativas» o constituyentes que son, precisamente, las que
regulan los requisitos esenciales del acto (GARCÍA AMIGO, M., Teoría General
de las Obligaciones y de los Contratos, McGraw-Hill, Madrid, 1995, p. 399).
Además de las obras ya citadas Vid. DE SOTO, J., La Nullité des Actes Ad-
ministratifs, Dalloz, Paris, 1942, pp. 46 y ss. y FERRARI, S., «Inesistenza e
nullitá del negozio giuridico», Rivista Trimestrale di diritto e procedura civile,
1958, pp. 514-538.
500
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125
Vid. SANTAMARÍA PASTOR, J.A., La nulidad de pleno derecho de los
actos administrativos, cit., pp. 204 y ss.; ESPOSITO, C., La validitá delle leggi,
Giuffrè, Milano, reimp., 1964, p. 235; DÍEZ PICAZO, L., Fundamentos de De-
recho civil patrimonial, cit., p. 429; GARRIDO FALLA, F., Tratado de Derecho ad-
ministrativo, cit., pp. 580 y 584 y FERRARI, S., «Inesistenza e nullitá del ne-
gozio giuridico», cit., p. 516.
126
GARCÍA DE ENTERRÍA, E. y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., Cur-
so de Derecho Administrativo, I, cit., p. 613 y p. 619. De cualquier forma, incluso
quienes admiten esta figura advierten que, en el ámbito Derecho público, se di-
fumina su diferencia con la categoría de la nulidad, pues la interferencia de los
poderes «exorbitantes» de la Administración, «obliga a reducir la categoría del
acto inexistente refiriéndola exclusivamente a aquellos actos que, no sólo ca-
recen de toda apariencia de legitimidad, sino que son por sí mismos insus-
ceptibles de producir cualquier clase de efectos», Ibídem.
127
NINO, C. S., «El concepto de validez y el problema del conflicto en-
tre normas de diferente jerarquía en la teoría pura del Derecho», cit., p. 139.
128
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 284. En la misma línea
Vid. KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 190 y 191.
501
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129
KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 360.
130
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 284.
131
El caso del «gobernador» de Köpenick, al que aluden también Merkl
y Forsthoff, acaeció en 1906 cuando un ciudadano disfrazado de militar se-
cuestró el ayuntamiento de esta ciudad.
132
KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 360.
133
KELSEN, H., «La garantía jurisdiccional de la constitución», cit.,
p. 123.
134
Si el Derecho los contempla, vuelve ineludiblemente a asemejarse al
Rey Midas, Vid. KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 284. En palabras
de KELSEN, H., Teoría General del Estado, cit., p. 361: «el orden jurídico no pue-
de tener noticia de estos hechos, los cuales no pueden existir para él como ac-
tos del Estado; y no puede trazar un límite entre esos actos y los meramente
anulables, determinando, por ejemplo, en qué grado de la defectuosidad co-
mienza la nulidad absoluta, pues el orden jurídico no podría hacer esto de otro
modo que estableciendo un órgano que determinase si los límites están guar-
dados, o no, y que declarase la nulidad absoluta —la cual quedaría convertida
ipso facto en anulabilidad».
502
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135
NINO, C. S., «El concepto de validez y el problema del conflicto en-
tre normas de diferente jerarquía en la teoría pura del Derecho», cit., p. 139.
136
GASCÓN ABELLÁN, M., «Sentido y alcance de algunas distinciones
sobre la invalidez de las leyes», cit., p. 132 y p. 145 ha llamado la atención so-
bre el paralelismo entre el binomio invalidez/inexistencia y la distinción normas
regulativas/normas constitutivas.
503
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137
Se trata, en todo caso, de un criterio rechazado con carácter general
por conceder excesiva libertad al intérprete, BOCANEGRA SIERRA, R., La teo-
ría del acto administrativo, cit., p. 178. Vid. también las críticas que formula a
este criterio GARCÍA LUENGO, J., La nulidad de pleno derecho de los actos admi-
nistrativos, cit., pp. 92 y ss.
138
MERKL, A., Teoría General del Derecho Administrativo, cit., p. 249.
MERKL, A., «Errore giudiziario e veritá legale», cit., p. 347 considera arbitra-
ria la distinción entre requisitos esenciales y no esenciales del acto judicial,
«sobre todo aquélla que se basa en el criterio de la competencia», según la cual
el actuar incompetente «no sería nunca imputable al tribunal, mientras que el
actuar competente», aunque viciado, «lo sería siempre» y afirma no acertar a
comprender por qué «entre todas las determinaciones jurídicas de un acto el
requisito de la competencia debe y puede asumir una posición privilegiada y
decisiva respecto de la sustancia jurídica del acto».
504
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139
MERKL, A., Teoría General del Derecho Administrativo, cit., p. 249.
140
KELSEN, H., L’illecito dello Stato, cit., pp. 59 y ss. Sostiene Kelsen que
la distinción entre vicios más y menos graves —a su juicio, rechazable— se
basa en el punto de vista del individuo y que, desde esta perspectiva, las irre-
gularidades materiales generadas por la violación de prescripciones sustanti-
vas son más graves que los vicios de forma, Ídem, p. 108.
141
Vid. por ejemplo el artículo 62.1 de la Ley 30/1992 de 26 de noviem-
bre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimien-
to Administrativo Común (LRJPAC) que considera nulos de pleno de derecho
los actos de las Administraciones públicas que «lesionen derechos y libertades
susceptibles de amparo constitucional».
142
Esta categoría se recoge en el artículo 63.2 de la LRJPAC que tras es-
tablecer que «son anulables los actos de la Administración que incurren en
cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la desviación de poder»
505
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excepciona de esta regla general algunos vicios formales: «no obstante, el de-
fecto de forma sólo determinará la anulabilidad cuando el acto carezca de re-
quisitos esenciales para alcanzar su fin o de lugar a la indefensión de los inte-
resados», Vid. sobre esta categoría BELADÍEZ ROJO, M.J., Validez y eficacia de
los actos administrativos, Marcial Pons, Madrid, 1994, pp. 97 y ss.
143
GASCÓN ABELLÁN, M., «Sentido y alcance de algunas distinciones
sobre la invalidez de las leyes», cit., pp. 149 y 150. En opinión de KELSEN, H.,
L’illecito dello Stato, cit., pp. 108 y 109 es el criterio de la evidencia el que jus-
tifica la inclusión de los vicios materiales entre los supuestos de anulabilidad.
Indica Kelsen que en la decisión acerca de si existe, o no, un vicio material es
«muy fácil» que haya «una diversidad de opiniones … entre órgano e individuo»
y nunca puede alcanzarse una «certeza objetiva», por lo que el Estado en re-
lación con la concurrencia de los requisitos sustantivos de los actos normati-
vos da «preeminencia» a su propia opinión, admitiendo la existencia de un
vicio solamente «cuando el Estado mismo lo reconoce y lo tiene en cuenta».
144
GASCÓN ABELLÁN, M., «Sentido y alcance de algunas distinciones
sobre la invalidez de las leyes», cit., p. 156.
145
Estima M. Gascón que se trata de una diferencia cuantitativa y no
cualitativa: «la evidencia disminuye cuando se está ante condiciones materia-
les de validez» porque «entonces se requiere un alto grado de interpretación nor-
mativa, y aumenta cuando se está ante condiciones formales de validez, por-
que entonces apenas se requiere interpretación», Ídem, p. 153. El vicio sustantivo
«es el menos evidente, pues, por definición constituye la constatación de una
antinomia, por lo que es siempre necesaria una interpretación de las normas
en conflicto», Ídem, p. 154. También GUASTINI, R., Le fonti del diritto e l’in-
terpretazione, cit., p. 56 señala que los vicios materiales implican la existencia
de antinomias.
506
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146
MORESO, J. J., Normas jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 82.
147
WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen’s Treatment of Norm
Conflicts», cit., pp. 266 y 267.
148
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del derecho. Teoría de
los enunciados jurídicos, Ariel, Barcelona, 1996, Capítulo II, pp. 45-90. Este
507
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508
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149
TROPER, M., «El problema de la interpretación y la teoría de la su-
pralegalidad constitucional», cit., pp. 275 y 276.
150
Así, «un texto puede ser contrario a la constitución para un individuo
y conforme a ella para otro particular. Esto no son más que opiniones subjeti-
vas y sólo un órgano competente para emitir una opinión auténtica podría de-
terminar cuál es la posición correcta», Ídem, p. 280.
151
Ídem, p. 282. Importa advertir que Troper parece no adherirse al es-
cepticismo radical, sino al moderado cuando afirma: «todo texto sufre un cier-
to grado de indeterminación y encierra varios significados, entre los cuales el ór-
gano de aplicación debe elegir», Ídem, p. 275. La cursiva es mía. Pues bien,
esta consideración le impediría contemplar los juicios de validez material como
decisiones absolutamente discrecionales.
509
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152
Recordemos que el autor es la autoridad competente que adopta una
cierta decisión acerca del sentido de un enunciado jurídico material y el ana-
lista quien examina la validez de tal interpretación.
153
HARRIS, J.W., «Kelsen and Normative Consistency», cit., pp. 218 y
219. Señala Harris que en este caso, «la ley o la Constitución … autorizan dos
interpretaciones una adoptada por el tribunal o por la legislatura y otra la que
el comentarista considera preferible». El analista puede justificar que su opción
interpretativa es mejor argumentando, por ejemplo, que «da efecto a la ver-
dadera intención de los creadores de la ley o de la constitución, que represen-
ta una lectura más natural del texto, que captura mejor los principios expre-
sados en la doctrina histórica de la jurisdicción o que tendrá mejores
consecuencias» que la interpretación por la que el autor se decanta.
154
Ídem, p. 219.
155
Por esta razón, el analista «no puede reclamar que hay un conflicto ló-
gico entre la decisión del tribunal y la ley o entre la constitución y la ley», Ibídem.
156
En este supuesto «sólo las opiniones de los órganos creadores de nor-
mas serían … legalmente significativas», Ibídem. Como señala MERKL, A., «Il
diritto dal punto di vista applicativo» en MERKL, A., Il duplice volto del dirit-
to, cit., pp. 283-323, p. 298 la pregunta «¿quién tiene razón?», «¿qué es el de-
recho?» recibe en tal caso una respuesta exclusivamente formal, pues se con-
testa «indicando a quien corresponde decir de modo institucional qué cosa es
el derecho». Al conceder al juez una libertad de apreciación «dentro de la cual
puede y debe elegir» el Derecho «hace depender» la decisión «de la discrecio-
510
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nalidad de quien está llamado a pronunciarla», de tal manera que «una cien-
cia jurídica fundada únicamente sobre la ley», y no en consideraciones éticas
o políticas, «debe sancionar como derecho todo lo que el juez en su sentencia
reconoce como derecho», Ídem, pp. 283 y 284.
157
Indica WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s Treatment of
Norms Conflicts», cit., p. 258: «los órganos que operan en todos los niveles de
la jerarquía están autorizados para elegir entre un número de significados al-
ternativos y cualquiera que sea su elección, sus acciones se conformarán a las
normas relevantes».
158
ASÍS ROIG, R. de, «Sobre el razonamiento jurídico correcto», cit.,
p. 162.
159
HARRIS, J.W., «Kelsen and Normative Consistency», cit., p. 219.
160
Ibídem.
511
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161
Apunta HART, H.L.A., El Concepto de Derecho, cit., p. 179 que, sólo
cuando se habilita al tanteador para decidir según su arbitrio y no según la re-
gla del tanteo, «las decisiones del tanteador serían a la vez definitivas e infali-
bles, o mejor dicho, la cuestión sobre su falibilidad o infalibilidad carecería
de sentido, porque respecto de nada podría acertar o equivocarse».
162
Mantener otra posición, supondría considerar a los órganos últimos
como «aplicadores de derecho propio», MERKL, A., «Il duplice volto del diritto»,
cit., p. 113
163
BULYGIN, E., «Cognition and Interpretation of Law», cit., pp. 23 y 24.
También «el juez en el más alto tribunal de apelación está sujeto a la obligación
de pronunciar decisiones judiciales en conformidad con el derecho», incluso si
«su violación no tuviera ningún efecto legal», NANNINI, S., «Legal Validity and
Conformity to Law», cit., p. 242. Advierte MERKL, A., «Il duplice volto del di-
ritto», cit., p. 115 que la exigencia de respetar los requisitos de validez impues-
tos por el Derecho aplicable «no sufre excepciones para los órganos supremos»,
aunque en este caso no pueda sancionarse un «comportamiento ilegítimo». A
su modo de ver, no existe ninguna regla, tampoco el principio de cosa juzgada,
que permita considerar que «cualquier desviación» crea Derecho «cuando ya no
esté disponible algún medio de impugnación», Ídem, p. 113.
512
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164
El ejemplo que plantea ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en
el Derecho, cit., p. 125 es el siguiente: supongamos que existe un precepto cons-
titucional que señala «Queda abolida la pena muerte» y el máximo y último in-
térprete de la Constitución lleva a cabo una interpretación «a través de la cual
se permite la pena de muerte».
165
Ibídem.
166
Lo advierte ASÍS ROIG, R. de, en Ídem, p. 125, nota 35.
167
La primera supone «que todo enunciado jurídico posee un significa-
do válido desde el lenguaje natural», la segunda «que todo enunciado posee un
significado jurídico válido», ASÍS ROIG, R, de, Una aproximación a los mode-
los de Estado de Derecho, cit., p. 137.
168
Ídem, p. 138.
513
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169
Ídem, p. 140.
170
Ibídem.
171
Ídem, p. 141.
172
Ídem, p. 140 y p. 141, nota 392.
173
Ídem, p. 138.
514
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174
La diferencia estriba en que Kelsen no admite que los intérpretes úl-
timos puedan otorgar a las normas explícitas cualquier significado, por lo que
recurre a la cláusula implícita. Incluso en la Teoria Generale delle Norme, cit.,
p. 428, nota 15 KELSEN, H., critica a M.R. Cohen por afirmar, siguiendo a
Gray, que «la interpretación que los tribunales dan del significado de una ley
constituye el derecho». Según Kelsen, «esta identificación de la ley con su in-
terpretación es insostenible. También la Biblia o el Hamlet de Shakespeare son
interpretados; pero a nadie se le ocurriría afirmar que la Biblia o el Hamlet
han sido escritos por sus intérpretes».
175
Y es que tiene razón KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Es-
tado, cit., p. 186 «el legislador está facultado, bien para aplicar las normas di-
rectamente establecidas por la constitución, bien para aplicar otras, sobre las
que él mismo puede decidir. De otro modo, una ley cuya creación o cuyo con-
tenido no correspondiesen a las prescripciones directamente establecidas en la
constitución, no podría ser considerada como válida». La cursiva es mía.
176
ASÍS ROIG, R., de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 125.
A propósito de esta cuestión sostiene MERKL, A., «Il duplice volto del diritto»,
cit., pp. 116-119 que el principio de cosa juzgada no permite «abrazar» cual-
quier violación del Derecho aplicable y que emplearlo, no como un posterius
que permite asimilar al Derecho actos pseudojurídicos, sino como un prius lo-
gico que permite transformar «casos de manifiesta desaplicación en una for-
515
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516
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180
GUIBOURG, R., Derecho, sistema y realidad, cit., p. 52. Cuando KEL-
SEN, H., Teoría pura del derecho, cit., pp. 281 y 282 reflexiona acerca de la posibili-
dad de que las normas generales dictadas por un «usurpador» logren ser publica-
das y aplicadas por los órganos competentes apunta que, si tales normas «se hacen
efectivas», se produce «una modificación revolucionaria de la constitución, y, por
ende, una ley constitucional, correspondiente a la nueva constitución». Coincido
con WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s Treatment of Norms Con-
flicts», cit., p. 257 en que «desde un punto de vista lógico» no parece existir nin-
guna razón para ofrecer a estos supuestos una solución distinta que a los conflic-
tos ordinarios entre normas de distinto nivel. En un sentido parecido al de Kelsen,
afirma VON WRIGHT, G. H., Norma y acción, cit., p. 201 que, cuando una cade-
na de subordinación termina en una norma inválida, se ha producido un acto de
usurpación. Si el «usurpador tiene éxito» y «las relaciones normativas» que ha es-
tablecido adquieren permanencia, entonces «la norma superior con relación a la
cual el acto del usurpador era inválida, deja de existir. Si esto sucede la norma del
usurpador deja de ser inválida. Ahora no es válida ni inválida en relación con nin-
guna otra norma. Se ha convertido en una norma soberana».
181
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 126.
517
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182
Subrayan esta circunstancia DICIOTTI, E., «Operative Interpretation
and Systemic Validity», cit., pp. 76 y 77, nota 57 y JORI, M., «La cicala e la for-
miga», cit., p. 82. Cabe destacar que esta idea es manejada por algunos auto-
res que, en sentido estricto, no defienden la tesis del carácter finalmente di-
námico del sistema jurídico. Este es por ejemplo el caso de FERRAJOLI, L.,
Derecho y razón, cit., p. 874, quien sostiene que para considerar que una nor-
ma está vigente «es suficiente que satisfaga las condiciones de validez formal»,
órgano y procedimiento, mientras que para que sea válida se necesita «que sa-
tisfaga también las condiciones de validez sustancial, que se refieren a su con-
tenido, o sea, a su significado». Así, para este autor las normas materialmente
irregulares son normas vigentes pero inválidas. Ahora bien, la descripción que
Ferrajoli propone de los juicios de vigencia (formales) y de los juicios de vali-
dez (materiales) asume, según se comprobará, el segundo de los argumentos
en los que se basa la concepción del sistema jurídico como un sistema «en úl-
tima instancia» dinámico y supone otorgar mayor relevancia a los criterios
formales que a los criterios materiales de validez.
183
JORI, M., «La cicala e la formiga», cit., p. 83.
184
Ídem, pp. 83 y 84.
518
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185
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 120.
186
JORI, M., «La cicala e la formiga», cit., p. 84. Advierte este autor que
la sustancial identidad existente entre la validez formal y la validez material no
se ve alterada porque generalmente sea más fácil lograr una mayor certeza con
los criterios y valores formales que con los materiales, Ídem, p. 86. En el mis-
mo sentido DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 77, nota 57 indica que tanto los juicios formales de validez como los juicios
materiales necesitan la interpretación de normas, por lo que los juicios for-
males, aunque «a menudo» son menos problemáticos que los materiales, ma-
nifiestan, posiblemente «en diferente extensión», el mismo tipo de problemas.
187
En efecto, «no es posible afirmar que las normas que establecen com-
petencias son completamente determinadas, y, en consecuencia, es posible
plantear situaciones en las que no esté claro quién es el órgano competente»,
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 126. Vid. en la
519
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timidad 188 y pueden incluir expresiones con una fuerte carga va-
lorativa 189. De otro lado, los juicios de validez material no apuntan
a una elección entre valores morales últimos, sino que, según ya
se dijo, se encuentran también «formalmente delimitados», esto
es, regulados por el Derecho 190. De esta forma, ni la comproba-
ción de la validez material se presenta como una cuestión de va-
lor indecidible, ni la de la validez formal consiste en una cues-
tión de hecho susceptible de ser «verificada» empíricamente
de manera absolutamente objetiva 191. En ambos casos se trata de
constatar la concurrencia de requisitos de contenido o de forma
previstos en normas jurídicas, en la medida en que están pre-
vistos, lo que requiere de interpretaciones «más o menos incier-
tas» y de elecciones «más o menos discrecionales» 192.
Desde estas premisas cabe sostener que, si la defensa del ar-
gumento objeto de análisis se realizase apelando a la indeter-
520
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193
DICIOTTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., p. 115.
194
ASÍS ROIG, R., El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 127. El
Derecho descansaría entonces «única y exclusivamente en la capacidad de
coacción (física o psicológica) de quien decide», Ídem, p. 109.
195
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
pp. 75 y 76.
196
GUIBOURG, R., Derecho, sistema y realidad, cit., p. 59. Esta conclusión
es explícitamente sostenida por TROPER, M., «Kelsen, la teoría de la inter-
pretación y la estructura del ordenamiento jurídico», cit., p. 71. Según este au-
tor, las propias autoridades judiciales y administrativas determinan «íntegra-
mente» el significado de las normas legales, no sólo el de aquéllas que regulan
el contenido de sus decisiones, sino también el de las normas que les otorgan
competencia para «resolver sobre un determinado objeto y para proceder a la
interpretación. La autoridad jurisdiccional determina por tanto su propia com-
petencia». Vid. en el mismo sentido en relación con la interpretación consti-
tucional, TROPER, M., «El problema de la interpretación y la teoría de la su-
pralegalidad constitucional», cit., pp. 285 y ss. y pp. 291 y ss.
521
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197
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 76.
198
ASÍS ROIG, R. de, «La interpretación de la Constitución», cit., p. 298.
199
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 76
200
Ibídem.
201
Ibídem. KELSEN, H., en la Teoría General del Estado, cit., p. 361 y
pp. 381 y ss. alude expresamente a este principio de autolegitimación del acto
de autoridad, pero sostiene que tal principio «tiene sus límites». Después ve-
remos cuáles.
522
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202
DICIOTTI, E., «Operative Interpretation and Systemic Validity», cit.,
p. 77.
203
Ibídem.
523
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204
ASÍS ROIG, R., de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 126.
Sostiene GUIBOURG, R., Derecho, sistema y realidad, cit., p. 55: «si por hipó-
tesis la decisión inferior es siempre conforme a la superior, se hace díficil jus-
tificar la diferencia: el legislador abdica en favor del juez de última instancia,
y es éste, aunque él mismo no lo advierta o no lo desee, el encargado de fijar
el contenido de las obligaciones a las que los súbditos están sometidos».
205
TROPER, M., «Kelsen, la teoría de la interpretación y la estructura
del ordenamiento jurídico», cit., p. 72. Proyectando su reflexión sobre la in-
terpretación constitucional TROPER, M., «El problema de la interpretación y
la teoría de la supralegalidad constitucional», cit., p. 291 concluye la imposi-
bilidad de fundamentar, ni en presencia ni en ausencia de un órgano de con-
trol, la superioridad jerárquica de la Constitución: «si existe jerarquía norma-
tiva, es sólo entre las normas constitucionales establecidas a través de la
interpretación del juez en el ejercicio de su poder de control, por una parte, y
los actos sometidos a su control, por otra. En otros términos, el juez que exa-
524
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525
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208
Ídem, p. 140.
209
Ibídem. En un sentido similar BULYGIN, E., «Cognition and Inter-
pretation of Law», cit., pp. 22 y ss.
210
WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s Treatment of Norms
Conflicts», cit., p. 252.
211
NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del conflicto entre
normas de diferente jerarquía en la teoría pura del Derecho», cit., p. 139. Al-
gunas de las contradicciones en las que se incurre por hacer depender la validez,
a la vez, «de un criterio objetivo» y «de los juicios subjetivos» de los oficiales
del sistema pueden verse en WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s
Treatment of Norms Conflicts», cit., p. 253.
212
Ibídem.
526
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213
Vid. a propósito de esta cuestión la crítica que MORESO, J. J., Normas
Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., pp. 80-83 dirige a los planteamientos de
CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 87 y de PAUL-
SON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen´s Pure Theory», cit.,
pp. 172 y ss.
214
WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s Treatment of Norms
Conflicts», cit., p. 253.
215
DICIOTTI, E., «Sistema estático e sistema dinámico. Ontologia e Me-
todologia», cit., pp. 113-117.
527
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216
NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del conflicto en-
tre normas de diferente jerarquía en la teoría pura del Derecho», cit., pp. 137
y 138.
217
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 65.
218
KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 24 sostiene que para que
un acto de voluntad tenga el sentido objetivo de norma es necesario que exis-
ta la posibilidad de una conducta contraria. Evidentemente, las normas que in-
corporan la cláusula de habilitación tácita no cumplen este requisito, en la me-
dida en que se convierten en necesariamente inviolables, Vid. sobre esta cuestión
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 66, siguiendo a NINO, C. S.,
«El concepto de validez y el problema del conflicto entre normas de diferente
jerarquía en la teoría pura del Derecho», cit. p. 137 y ATIENZA, M. y RUIZ
MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 52.
528
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219
NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del conflicto entre
normas de diferente jerarquía en la teoría pura del Derecho», cit., pp. 137 y 138.
También ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit.,
p. 52.
220
Ibídem.
221
Como indica GARCÍA AMADO, J.A., Hans Kelsen y la norma funda-
mental, cit., pp. 234 y 235 la cláusula alternativa tácita conduce a contemplar
las normas jurídicas como expedientes que autorizan a los jueces a juzgar «li-
bremente las conductas con lo que, al fin y al cabo, bastaría que el sistema
contuviera una única norma que dijera que cada conflicto se resolverá al libre
arbitrio de los jueces». En todo caso, cabe precisar que, según se dijo, Kelsen
considera que en la práctica la alternatividad no es equivalente a un sistema
de libre decisión, pues generalmente los órganos de un Ordenamiento jurídi-
co válido y, por tanto, eficaz ajustan sus decisiones a la alternativa normativa
expresa.
222
Suscriben esta opinión, WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kel-
sen´s Treatment of Norms Conflicts», cit., p. 253 y HARRIS, J.W., «Kelsen and
Normative Consistency», cit., p. 220.
529
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223
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 66.
224
Ídem, pp. 66 y 67.
225
HARRIS, J.W., «Kelsen and Normative Consistency», cit., p. 220.
226
El expediente de la cláusula alternativa tácita supone que «el órgano
de revisión está autorizado para declarar inválida o no declarar inválida una
norma que está en conflicto con una norma superior», WEYLAND, I., «Idea-
lism and Realism in Kelsen´s Treatment of Norms Conflicts», cit., p. 255.
227
En palabras de KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 276 «si,
en general, la norma jurídica individual producida por una decisión judicial es
recurrible, no sólo puede ser eliminada por la norma con fuerza de cosa juzga-
da de una sentencia de última instancia, cuando el tribunal de primera instan-
cia hace uso de la alternativa de determinar él mismo el contenido de la norma
530
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531
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232
NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del conflicto en-
tre normas de diferente jerarquía en la teoría pura del derecho», cit., pp. 138
y 139.
233
WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s Treatment of Norms
Conflicts», cit., p. 253. NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del
conflicto entre normas de diferente jerarquía en la teoría pura del derecho», cit.,
pp. 138 y 139 justifica la extensión de la alternatividad al elemento del órgano
por la estrecha relación de «la competencia funcional» con «el procedimiento
y la materia normativa». En el mismo sentido, RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y
normas, cit., p. 67. Por su parte, MORESO, J. J., Normas jurídicas y Estructura
del Derecho, cit., pp. 63 y 64, en la línea indicada en el Capítulo I, señala que
la limitación de la alternatividad a los aspectos materiales y procedimentales
«no puede aceptarse por cuanto procedimiento y órgano con difícilmente dis-
tinguibles. Son los procedimientos los que determinan si se está ante el órga-
no competente».
532
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234
WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen´s Treatment of Norms
Conflicts», cit., p. 255.
235
Ibídem.
236
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 67.
237
Ibídem siguiendo a NINO, C.S., «El concepto de validez y el proble-
ma del conflicto entre normas de diferente jerarquía en la teoría pura del de-
recho», cit., p. 139. Coinciden en considerar inaceptable esta consecuencia
MORESO, J. J., Normas jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 69 y BULY-
GIN, E., «Sentencia judicial y creación de Derecho», cit., p. 365.
533
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238
DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como sistema normativo dinámico», cit., p. 200.
239
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 66. Vid. también
WEINBERGER, O., «Logic and the Pure Theory on Law», cit., p. 199; CASA-
MIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídica, cit., pp. 166-173 y ATIEN-
ZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 52.
240
Apunta NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del con-
flicto entre normas de diferente jerarquía en la teoría pura del derecho», cit.,
p. 138, nota 19 que, si como Kelsen a veces sugiere, se interpretan las normas
de competencia como permisiones de actos coactivos sería concebible que tu-
vieran un contenido tautológico, lo que supondría que el soberano concede a
sus delegados absoluta libertad para el ejercicio de la coacción. Ahora bien,
también tal poder «sería discutible por el carácter alternativo que tendrían las
normas de competencia en la determinación de autoridades normativas». De
esta forma, «cualquiera podría ejercer discrecionalmente actos coactivos; ha-
bría carta blanca para el uso de la fuerza, lo cual, por cierto, es lo contrario de
lo que el buen sentido entiende por derecho».
241
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 47.
534
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242
Ibídem.
243
VON WRIGHT, G.H., Norma y acción, cit., pp. 202-204. También AL-
CHOURRÓN, C. y BULYGIN, E. en su Introducción a la metodología de las
ciencias jurídicas y sociales, cit., p. 208, circunscibiendo su reflexión al ámbi-
to de la competencia judicial, sostienen que las normas de competencia que con-
fieren a los jueces jurisdicción, esto es, la facultad de juzgar, «son normas de
conducta para los jueces, si se las concibe como normas permisivas que esta-
blecen la permisión de realizar ciertos actos en ciertas circunstancias».
244
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 49.
245
KELSEN, H., en la Teoría Generale delle Norme, cit., p. 169 parece re-
chazar la concepción permisivista de las normas de competencia, afirmando
que la función normativa «del autorizar es diversa de la función normativa del
permitir y de la función normativa del mandar». No obstante, en esta última
obra permanece la concepción deóntica de tales normas, en tanto Kelsen man-
tiene que autorizar implica prescribir «cuando es autorizado un estableci-
miento de normas».
535
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246
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 49.
247
Ibídem.
248
Como después se comprobará este «reconocimiento» jurídico se ma-
nifiesta en que tales leyes o sentencias «son recurribles —cuando existe un ór-
gano encargado del control de constitucionalidad de las leyes, en el primer
caso, o cuando no provienen de un tribunal de última instancia, en el segun-
do— o definitivamente obligatorias —cuando no existe un órgano tal o no cabe
recurso ante él, en el primer caso, o cuando provienen de un órgano de última
instancia, en el segundo», Ídem, p. 53.
249
Ídem, p. 51.
536
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250
Desde la óptica de estas concepciones, «el ámbito de la competencia
de un órgano coincide con aquello que le está permitido hacer», Ídem, p. 50.
251
Ídem, p. 54.
252
En opinión de SEARLE, J., Actos de habla. Ensayos de Filosofía del
lenguaje, trad. de L. Ml. Valdés Villanueva, Cátedra, Madrid, 1980, pp. 42 y 43
las reglas pueden clasificarse en regulativas, aquéllas que «regulan una activi-
dad preexistente, una actividad cuya existencia es lógicamente independiente
de las reglas», y constitutivas, aquéllas «que no regulan meramente sino que
crean o definen nuevas formas de conducta» como «las reglas del fútbol o del
ajedrez». Estas últimas «crean, por así decirlo, la posibilidad misma de jugar
a tales juegos» constituyendo «una actividad cuya existencia es lógicamente
dependiente de las reglas». Según Searle las reglas regulativas «tienen carac-
terísticamente» la forma «Haz X» o «Si Y haz X», mientras que la forma típi-
ca de las reglas constitutivas sería «X cuenta como Y» o «X cuenta como Y en
el contexto C», Ídem, p. 45. Suele afirmarse que esta visión de las normas que
confieren poderes es asumida por HART, H.L.A., El Concepto de Derecho, cit.,
pp. 11, 35, 43, 44, 127 y 128, 174-180, quien recurre a analogías con los juegos
para explicar su función y las caracteriza como definiciones. También ROSS, A.,
en su Lógica de las normas, trad. de J.S.P. Hierro, Comares, Granada, 2000,
p. 168 maneja esta concepción, abandonando la comprensión de las normas de
competencia como obligaciones indirectas que había mantenido en ROSS, A.,
Sobre el Derecho y la Justicia, cit., p. 32.
537
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253
La contemplación de las normas de competencia como definiciones
o reglas conceptuales es defendida, entre otros, por el propio SEARLE, J., Ac-
tos de habla, cit., pp. 43 y 45 y por ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Defini-
ciones y normas», en ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., Análisis Lógico y Dere-
cho, cit., pp. 439-446 quienes abandonan así la concepción permisivista asumida
en Normative Systems. Vid. también BULYGIN, E., «Sobre las normas de com-
petencia» en Ídem, pp. 485-498. Su caracterización como disposiciones cuali-
ficatorias es propuesta por HERNÁNDEZ MARÍN, R., El Derecho como dogma,
Tecnos, Madrid, 1984, pp. 30 y 31 quien las define como «oraciones que atri-
buyen una propiedad, o incluyen en una determinada clase, a todas las entidades
que tengan una determinada propiedad, o que pertenezcan a una cierta clase».
A mi modo de ver, todas estas posiciones resultan —con algunas matizacio-
nes— asimilables. Vid. al respecto ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las pie-
zas del Derecho, cit., p. 55.
254
Atienza y Ruiz Manero critican también la comprensión de las normas
que confieren poderes como definiciones, reglas conceptuales o disposiciones
cualificatorias pues, aunque, a su modo de ver, esta segunda visión logra pa-
sar el «test» crucial de las normas irregulares, asimila «bajo una misma cate-
goría» disposiciones jurídicas «que presentan entre sí suficientes diferencias re-
levantes como para exigir la elaboración de categorías separadas», Ídem, p. 57.
255
En el mundo natural «las proposiciones anankásticas dan cuenta de
que la ocurrencia de ciertos hechos es condición necesaria y/o suficiente de la
ocurrencia de otros hechos: por ejemplo que en condiciones normales de pre-
sión que el agua hierva a 100 ºC de temperatura es condición necesaria para
que el agua hierva». Vid. ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., «Seis acotaciones
preliminares para una teoría de la validez jurídica», Doxa, núm. 26, pp. 719-
735, pp. 724 y 725. Vid. también ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas
del Derecho, cit., pp. 62 y 63. Pues bien, del mismo modo, que de la anterior pro-
posición anankástica natural se extrae la regla técnico natural que indica que
si se pretende que el agua hierva debe calentarse a 100 ºC, de las normas cons-
538
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titutivas cabe extraer reglas técnico-institucionales que señalarían qué hay que
hacer si se quieren producir ciertos resultados institucionales, AGUILÓ RE-
GLA, J., Teoría general de las fuentes del derecho, cit., p. 59.
256
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 60.
257
MENDOCA, D., Introducción al análisis normativo, cit., p. 176.
258
Ibídem. Vid. en la misma línea ROSS, A., Lógica de las normas, cit., p. 169.
539
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259
FERRER BELTRÁN, J., Las normas de competencia, cit., p. 67. También
ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Definiciones y normas», cit., p. 57 man-
tienen que «la existencia de estos dos tipos de instituciones, sanción y nulidad,
es un síntoma de la existencia de (por lo menos) dos tipos de reglas en el dere-
cho: normas de conducta y reglas conceptuales». Ya HART, H.L.A., El Concep-
to de Derecho, cit., p. 42 se ocupó de destacar, enfrentándose con Kelsen, la ne-
cesidad de distinguir la nulidad de la sanción. Con el objeto de aclarar la oposición
dimensión regulativa/dimensión constitutiva MENDOCA, D., Introducción al
análisis normativo, cit., pp. 171 y 172 recurre al siguiente ejemplo: «suponga-
mos que el Presidente P de la Nación N sea competente para negociar y suscribir
tratados internacionales; supongamos también que el Presidente P suscribe, de
hecho, un tratado internacional tras haber sido sobornado para ello. Ante tal si-
tuación, cabría afirmar que el tratado conservaría su validez si llegara a des-
cubrirse el soborno pero que el presidente P sería personalmente responsable
por su acción delictiva. Diferente (e inversa) sería la respuesta si el competen-
te para ejecutar el acto fuera el funcionario F y no el Presidente P».
260
Se trata, como indica CARACCIOLO, R., «Due tipi di potere normati-
vi», trad. de R. Guastini, Analisi e diritto, 1995, pp. 199-218, p. 207 de separar
la ilegalidad o legalidad del acto, conectada con su cualificación deóntica, de
la satisfacción de una regla de competencia.
261
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 58.
PAULSON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen´s Pure Theory»,
540
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cit., p. 188 parece asumir esta distinción cuando estima que la autorización for-
mal «simplemente identifica a ciertos actores como actores jurídicos —legis-
ladores, jueces, y semejantes— sin hablar de la cuestión de los límites sobre su
poder qua actores jurídicos» y considera que las cuestiones acerca de los lí-
mites que se proyectan sobre tal poder, «distintas a la de la identidad de los ór-
ganos habilitados jurídicamente», son «por definición cuestiones de autoriza-
ción material».
262
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 61.
263
AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes del derecho, cit., p. 78.
264
Ídem, p. 77. La distinción entre la validez como existencia y la validez
como legitimidad, establecida a partir de la comprensión de las normas que con-
541
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271
Precisamente, una de las dudas que MENDOCA, D., MORESO, J. J.,
y NAVARRO, P., «Intorno alle norme di competenza», trad. de R. Guastini, Ana-
lisi e diritto, 1995, pp. 219-235, p. 233 manifiestan en relación con el plantea-
miento de Atienza y Ruiz Manero radica en la cuestión de si el respeto a las nor-
mas que confieren poderes es considerado, o no, como una condición «necesaria
o suficiente» para la pertenencia (validez) de una norma al sistema. ATIENZA,
M. y RUIZ MANERO, J., en su «Réplica a los críticos» en Las piezas del Dere-
cho, cit., p. 90 responden que, si se entiende por pertenencia, bien «la pertenencia
directa al sistema», en el caso de las normas originarias, bien «la satisfacción
de los criterios de deducibilidad o de legalidad», en el caso de las derivadas, el
hecho de que una norma haya sido dictada por una autoridad competente no
es condición necesaria ni condición suficiente de validez, pues las normas irre-
gulares no satisfacen ninguno de estos criterios.
272
GUASTINI, R., Le fonti del diritto e l’interpretazione, cit., p. 53. También
han llamado la atención sobre la dificultad de diferenciar entre las definicio-
nes y las normas, ALCHOURRÓN, C. y BULYGIN, E., «Definiciones y nor-
mas», cit., pp. 460 y 461.
544
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273
GASCÓN ABELLÁN, M., «Sentido y alcance de algunas distinciones
sobre la invalidez de las leyes», cit. p. 148. Quizá, con mayor razón, podría
plantearse el mismo interrogante en relación con los reglamentos y las sen-
tencias.
274
Vid. ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., «Seis acotaciones prelimina-
res para una teoría de la validez jurídica», cit., pp. 723 y 724. Según estos au-
tores el esquema anterior plantea el problema de que no deja lugar «para el con-
tenido proposicional expresado en el texto de la ley», cuando «es el caso» de
que, por ejemplo, «las reglas constitucionales que confieren el poder de legis-
lar imponen límites al contenido admisible de las leyes». Por esta razón, con-
sideran necesario completar este esquema inicial añadiendo «un nuevo ele-
mento C, con el que aludiríamos al contenido (o a los límites de contenido)».
De esta forma, «el esquema vendría a ser, finalmente, el siguiente: “si se da el
estado de cosas X y los sujetos Z realizan la serie de acciones (el procedimiento)
Y dando lugar a un contenido C, entonces se produce el resultado institucio-
nal R (esto es, en el caso que nos ocupa, una ley válida)”».
275
Es el caso de «una ley dictada por las Cortes, de acuerdo con el pro-
cedimiento constitucionalmente establecido, que supusiera una violación fla-
grante de la Constitución: que estableciera, por ejemplo, la pena de muerte,
en tiempos de paz, para los delitos de terrorismo», Ídem, p. 728.
545
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276
CARACCIOLO, R., «Due tipi di potere normativi», cit., p. 207.
277
Ídem, pp. 206 y 207. Vid. sobre esta cuestión ATIENZA, M. y RUIZ
MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 49.
278
Ibídem.
546
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279
Ídem, pp. 49 y 50. Por cierto, estos autores consideran, en términos que
recuerdan a los de Kelsen, que «para que los actos normativos sean anulables
por irregulares, antes tienen que ser actos normativos (en otro caso no tiene sen-
tido plantearse la anulación o recurso)», Ídem, p. 50.
280
CARACCIOLO, R., «Due tipi di potere normativi», cit., p. 208. También
se muestran críticos con esta afirmación MENDOCA, D., MORESO, J. J. y NA-
VARRO, P. , «Intorno alle norme di competenza», cit., p. 222.
281
CARACCIOLO, «Due tipi di potere normativi», cit., p. 209. Un segun-
do problema que plantea este «indicador» es que también los actos regulati-
vamente válidos pueden ser impugnados, por lo que la impugnabilidad no pue-
de considerarse síntoma «de la validez (ni de la invalidez)», Ídem, p. 208.
282
Ídem, p. 210.
547
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283
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 54.
284
Ibídem.
285
CARACCIOLO, R., «Due tipi di potere normativi», cit., p. 210.
286
Ídem, p. 214. ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del De-
recho, cit., p. 71, nota 15 sostienen que el enunciado que afirma «el Derecho es-
pañol permite al TC declarar inconstitucionales a las leyes que sean constitu-
cionales» es falso porque con arreglo a la LOTC el TC «está sometido a la
Constitución», pero consideran que el enunciado «la Constitución española
confiere al TC la capacidad de anular, declarándolas inconstitucionales a las le-
yes que sean constitucionales» es, en cambio, «verdadero, pues la declaración
de constitucionalidad despliega sus efectos normativos, aún cuando ella mis-
ma sea inconstitucional». Ello parece implicar, desde la visión que estos auto-
res manejan, rechazar la distinción entre la definitividad y la infabilidad de
las decisiones jurídicas, FERRER BELTRÁN, J., Las normas de competencia, cit.,
p. 118.
548
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287
CARACCIOLO, R., «Due tipi di potere normativi», cit., p. 208.
288
Ídem, p. 79.
289
ATIENZA, M., y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., pp. 81
y 82. En la misma línea AGUILÓ REGLA, J., Teoría general de las fuentes del de-
recho, cit., p. 82 considera que «los conflictos de poder son posibles porque al
ser penumbrosos los límites de la competencia los juicios de existencia gene-
549
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ralmente no son inmediatos». Por ello tales juicios deben ser «resueltos por
los tribunales y, en consecuencia» se genera «la impresión de que los juicios de
validez con los que se dirime el conflicto» versan «sobre la legitimidad o co-
rrección de la fuente-acto conflictiva y no sobre su existencia».
290
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 82.
291
Ídem, pp. 80 y 81.
292
Ídem, p. 81.
550
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293
CELANO, B., «Justicia procedimental pura y teoría del Derecho», cit.,
p. 420.
294
Ibídem.
295
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., en «Seis acotaciones preliminares
para una teoría de la validez jurídica», cit., p. 726 consideran inútil buscar en
el sistema jurídico una respuesta a la cuestión acerca de «¿cuáles son los re-
quisitos mínimos para que un acto que presente cierta apariencia de ser un
caso de uso de una regla que confiere poder produzca ciertos efectos jurídicos,
al menos el efecto mínimo de necesitar ser anulado por un órgano investido de
autoridad para no producir los efectos que pretende?». Y ello porque «el que
un acto cuente como jurídico en el sentido mínimo de requerir un pronuncia-
miento de un órgano para dejar de contar como tal depende de creencias, prác-
ticas, etc. que es imposible reconstruir con precisión». Ciertamente, «es posi-
ble definir los límites del ejercicio legítimo de la autoridad, pero no el punto
en el cual aquellos límites han sido tan obviamente sobrepasados que una de-
claración de nulidad deviene innecesaria», WEYLAND, I., «Idealism and Rea-
lism in Kelsen´s Treatment of Norms Conflicts», cit., p. 267. En un sentido si-
milar, CELANO, B., «Justicia procedimental pura y teoría del Derecho», cit.,
p. 424.
296
CARACCIOLO, R., «Due tipi di potere normativi», cit., 217. Vid. tam-
bién MENDOCA, D., MORESO, J. J. y NAVARRO, P. , «Intorno alle norme di
competenza», cit., pp. 222 y 223.
551
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297
CARACCIOLO, R., «Due tipi di potere normativi», cit., p. 218.
298
ATIENZA, M. y RUIZ MANERO, J., Las piezas del Derecho, cit., p. 80.
299
A propósito de esta cuestión sostiene AGUILÓ REGLA, J., Teoría general
de las fuentes del derecho, cit., p. 82 que si un sujeto incompetente trata de pro-
ducir un determinado resultado institucional el efecto jurídico de su intento «se-
ría, como en tantos otros casos en los que se pretende usar poderes normati-
vos que no se tienen, la inexistencia del resultado institucional. Ese efecto
jurídico se traduciría en que los operadores jurídicos no tomarían esos docu-
mentos como fuentes-acto, sencillamente no los reconocerían como resultados ins-
titucionales». La cursiva es mía. Por su parte GUASTINI, R., Le fonti del diritto
e l’interpretazione, cit., p. 50 indica: «válida en sentido débil es una norma sim-
plemente eficaz, vigente, o sea, susceptible de ser aplicada y de producir efec-
tos jurídicos … Ahora, para que una norma sea en este sentido, eficaz, no es
necesario que sea válida en sentido pleno (legítima): es suficiente que “exis-
ta”, es decir, que sea efectivamente creada, puesta, formulada y emanada (o
promulgada) por una autoridad normativa prima facie competente».
300
FERRER BELTRÁN, J., Las normas de competencia, cit., p. 120. Tam-
poco se trataría de una condición de validez suficiente, puesto que una norma
emitida que cumpla estos requisitos puede igualmente «como cuestión de he-
cho» carecer de efectos jurídicos, Ibídem.
552
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301
Ídem, p. 117. Estima J. Ferrer que el éxito de las normas irregulares,
es decir, el que «tales reglas se apliquen», «el que algunos tribunales las con-
sideren ajustadas a derecho» etc. «depende en su mayor parte de consideraciones
de tipo empírico y, especialmente, sociológico, de las que una reconstrucción
conceptual acerca de la interpretación más plausible de las normas de com-
petencia no puede dar cuenta», Ibídem.
553
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302
En palabras de DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kel-
sen y su concepción del orden jurídico como un sistema normativo dinámi-
co», cit., p. 201 «el proceso de desarrollo y transformación del Derecho impli-
ca a veces no sólo que se establecen normas que por su contenido no pueden
considerarse como aplicación coherente de otras normas previas, lo que aún
no supone una alteración del orden propio de un sistema normativo dinámi-
co, sino también que el poder normativo irrumpe manifestándose en formas
distintas y contradictorias de las preestablecidas lo que sí altera dicho orden».
303
JORI, M. y PINTORE, A., Manuale di Teoria Generale del Diritto, cit.,
p. 281.
304
MORESO, J. J. y NAVARRO, P. , Orden jurídico y sistema jurídico,
cit., p. 109.
554
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305
RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., pp. 61 y 62. En la mis-
ma línea indica NINO, C.S., «El concepto de validez y el problema del con-
flicto entre normas de diferente jerarquía en la Teoría pura del Derecho», cit.,
p. 139 «que el concepto de validez que la Teoría Pura formula en forma explí-
cita, implica trivialmente que no son válidas aquellas normas que contradicen
las condiciones para su creación prescritas por normas de nivel superior». Y,
en idéntico sentido, MORESO, J. J. Normas jurídicas y Estructura del Derecho,
cit., p. 63 sostiene: «una respuesta posible de Kelsen ante la promulgación de
normas no autorizadas por la constitución sería afirmar que dichas normas son
inválidas ... Incluso podría pensarse que esta sería la respuesta más adecuada
a su concepción»
306
DICCIOTI, E., «Sistema statico e sistema dinamico. Ontologia e me-
todologia», cit., pp. 108 y 109.
555
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307
PRIETO SANCHÍS, L., «La sombra del poder sobre el Derecho», cit.,
p. 107.
308
CELANO, B., «Justicia procedimental pura y teoría del Derecho», cit.,
p. 419.
309
Ídem, pp. 419 y 420.
310
Se trata de una solución adoptada por BULYGIN, E, «Sentencia judi-
cial y creación de Derecho» cit., pp. 364 y ss. y por HARRIS, J. W., «Kelsen’s Con-
556
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cept of Authority», Cambridge Law Journal, núm. 36, 1997, pp. 353-363. Vid. tam-
bién, aunque en un sentido algo distinto, PÉREZ TRIVIÑO, J. L. «Validez, apli-
cabilidad y nulidad», ya citado. Un análisis crítico de las posiciones de los dos
primeros autores puede verse en MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura
del Derecho, cit., pp. 83-85.
311
Ídem, p. 83.
312
BULYGIN, E., «Sentencia judicial y creación de Derecho», cit., p. 365.
313
MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 84.
314
Vid. Ídem, p. 85 y SASTRE ARIZA, S., Ciencia jurídica positivista y neo-
constitucionalismo, cit., p. 221.
557
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315
MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., p. 85.
316
Vid. PÉREZ TRIVIÑO, J. L., «Validez, aplicabilidad y nulidad», cit.,
p. 278. Como indica BULYGIN, E., «Algunas consideraciones sobre los sistemas
jurídicos», cit., p. 267 la constitucionalidad de una ley «no depende de lo que
diga el Tribunal Constitucional», pero «es el pronunciamiento del Tribunal
Constitucional el que determina la aplicabilidad de la ley. Si el tribunal dice (erró-
neamente) que la ley es constitucional la ley será aplicable, aunque no será vá-
lida en el sistema». También GUASTINI, R., Le fonti del diritto e l’interpreta-
zione, cit., p. 316 considera que «la invalidez de una norma legislativa depende
exclusivamente de su incompatibilidad con una norma constitucional, y no de
la opinión de la corte a propósito». De esta forma, la sentencia que anula la ley
en cuestión «pronunciada por la corte constitucional es, desde el punto de vis-
ta de su contenido, una declaración de invalidez, no es constitutiva de la inva-
lidez» pero, en todo caso, «el juicio de la corte es constitutivo —o sea es con-
dición necesaria— de los efectos que produce: la no aplicación de la ley. Pues
es constitutivo (no de la invalidez) sino de la pérdida de eficacia de la ley».
317
WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kelsen’s Treatment of Norms
Conflicts», cit., p. 267.
558
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318
Para Kelsen la existencia de una norma «se plantea normalmente como
la pregunta por la razón o fundamento de tal existencia o vigencia. La explica-
ción de que esto sea así se encuentra en el ingrediente neokantiano de su teoría,
conforme a la cual las normas, el deber ser, hay que concebirlas como constitu-
yendo un ámbito ontológico netamente distinto del ámbito de los meros hechos,
o del ser, de tal manera que entre ellos se da una fractura lógica: de la constata-
ción de meros hechos, de que algo es, no es posible inferir la existencia de una nor-
ma, que ese algo debe ser; y viceversa, de la existencia de una norma, de que algo
deba ser, no cabe inferir que ese algo sea u ocurra de hecho». Así, la constatación de
la ocurrencia de ciertos hechos «que se ha dado un mandato y que este es regular-
mente obedecido» constituye «una condición necesaria, pero no suficiente, para
poder afirmar que existe una norma. Es preciso, además, contar con una razón
o fundamento. Tal fundamento se encuentra para Kelsen en una norma anterior,
en que el mandato está autorizado por una norma anterior. Si es así el mandato
en cuestión, puede ser considerado como una norma vigente porque es válida, ya
que se adecua a lo establecido en la norma precedente», DELGADO PINTO, J.,
«Sobre la vigencia y la validez de las normas jurídicas», cit., pp. 141 y 142.
319
Ídem, p. 154.
320
CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídica, cit., p. 173.
559
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321
Ídem, p. 166. Mantener la invalidez de las normas irregulares supon-
dría que «el ordenamiento jurídico “kelsenianamente” entendido diferiría del
ordenamiento efectivo», RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 62.
322
En palabras de KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado,
cit., p. 184 «no puede existir una garantía absoluta de que la norma inferior co-
rresponda a la superior. La posibilidad de que la primera no corresponda a la
segunda, que determina la creación y el contenido de aquélla … no quedan ja-
más excluidas».
323
Vid. KELSEN, H., Teoría pura del derecho, cit., p. 282 y KELSEN, H.,
Teoria Generale delle Norme, cit., p. 405.
324
GARCÍA AMADO, J. A., «Hablando de Kelsen con Delgado Pinto», cit.,
p. 1209.
560
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325
CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídica, cit., p. 137 y
PRIETO SANCHÍS, L., Ideología e interpretación jurídica, cit., p. 131.
326
DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 202.
327
CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídica, cit., p. 137.
Estima DELGADO PINTO, J., «El voluntarismo de Hans Kelsen y su concep-
ción del orden jurídico como un sistema normativo dinámico», cit., p. 195 que
la visión de Kelsen supone no sólo que el principio de efectividad predomina
sobre el principio de legitimidad en el sentido de que «en todo caso de conflicto
entre normas aquélla que resulta efectiva es considerada como la norma váli-
da», sino que también determina el principio de legitimidad pues «para negar
la contradicción» Kelsen «interpretará el resultado descrito de forma que la nor-
ma inferior efectiva aparezca como si fuera legítima, es decir, conforme a la su-
perior».
328
CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurídica, cit., p. 203.
329
Vid. RUIZ MANERO, J., Jurisdicción y normas, cit., p. 60 y WEYLAND,
I., «Idealism and Realism in Kelsen’s Treatment of Norms Conflicts», cit., p. 249.
330
GUIBOURG, R., Derecho, sistema y realidad, cit., p. 19 y DELGA-
DO PINTO, J., «Sobre la vigencia y la validez de las normas jurídicas», cit.,
p. 145.
331
FERRAJOLI, L., Derecho y razón, cit., p. 867.
561
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332
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 191. Como
muestran algunos de los pasajes citados a lo largo del presente Capítulo, rei-
teradamente Kelsen mantiene que las decisiones irregulares se sitúan de al-
guna forma en los límites del sistema. Vid. por ejemplo KELSEN, H., Teoría Ge-
neral del Estado, cit., p. 385 donde se afirma que la presuposición de que un acto
declarado «absolutamente nulo» es un acto jurídico «objetivo» hasta su anu-
lación, necesaria para que tal acto pueda ser «objeto de conocimiento», se sir-
ve «del supuesto, plenamente incompatible con el Derecho positivo, de que
todo hecho cuyo sentido subjetivo es el de una norma, debe valer objetiva-
mente como acto jurídico, mientras no sea suspendido por un nuevo acto vá-
lido; pues la esencia del orden jurídico consiste en que cualifica los hechos con
criterios objetivos, en que sólo pueden valer jurídicamente aquellos actos que
se corresponden objetivamente con alguna norma de Derecho. La antinomia
ante la que se encuentra la teoría jurídica muestra que se trata de un caso lí-
mite, de un problema situado en el límite del sistema».
333
MORESO, J. J., Normas Jurídicas y Estructura del Derecho, cit., 89.
Vid. también BOBBIO, N., «Kelsen e il problema del potere» cit., p. 195; MO-
RESO J. J. y NAVARRO, P. , Orden jurídico y sistema jurídico, cit., p. 116 y
PAULSON, S., «Material and formal authorisation in Kelsen´s Pure Theory»,
cit., p. 185. Como afirma CASAMIGLIA, A., Kelsen y la crisis de la ciencia jurí-
dica, cit., p. 202 «la pirámide jurídica es una imagen correcta si suponemos que
la actividad de los órganos estatales es siempre una actividad regular, pero este
supuesto no puede ser aceptado».
334
DELGADO PINTO, J., «Sobre la vigencia y la validez de las normas ju-
rídicas», cit., p. 155.
562
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335
Ídem, p. 146.
336
CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 23.
337
En palabras de MERKL, A., «Il duplice volto del diritto», cit., p. 110
«hablamos de leyes inconstitucionales, de reglamentos, sentencias, actos ad-
ministrativos ilegítimos, en una palabra de actos ilegítimos de un órgano y,
desde el punto de vista estatal, de actos estatales nulos y anulables; que, sin em-
bargo, en opinión del órgano o del pseudo-órgano que los ha adoptado cons-
tituyen derecho de forma incuestionable ... Según se adopte el punto de vista
del órgano que ha decidido o del observador objetivo, el derecho se presenta
de forma diversa. Se llega de esta forma a identificar dos sistemas jurídicos
diferentes —el del conocimiento y el de la aplicación— entre los cuales hay
conflicto y surge la pregunta ¿cuál de ellos está en lo cierto? ¿están ambos en
lo cierto?».
338
FERRAJOLI, L., Derecho y razón, cit., p. 358. Cuestión distinta sería
la de la valoración que merezcan, en términos de justicia y de legitimidad, los
propios criterios de validez materiales y formales.
563
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339
Por esta razón considera Merkl que la ciencia jurídica positivista pue-
de dar cuenta de estas desviaciones y que, en estos casos, es el rostro del co-
nocimiento y no el de la aplicación el que da cuenta del Derecho válido. Res-
pecto de esta cuestión afirma MERKL, A., «Il duplice volto del diritto», cit.,
p. 124 que mientras «quien aplica el derecho, en la esfera de la voluntad es libre
y se sustrae al control de la ciencia jurídica en la esfera cognoscitiva está vin-
culado y es susceptible de… orientación por parte de ésta», orientación que, en
la medida en que se basa en el lenguaje de las normas, no supone ninguna
suerte de apelación al Derecho Natural. En la línea de Merkl, señala NANNI-
NI, S., «Legal Validity and Conformity to Law», cit., p. 242 que «si un científi-
co del derecho mantiene que una cierta decisión es equivocada este juicio no
es (o no es sólo) una evaluación moral, sino una (verdadera o falsa) declara-
ción a través de la cual … expresa a) que tal decisión jurídica no está en con-
formidad con el derecho b) que el juez del más alto tribunal de apelación ha
violado el principio jurídico de que está autorizado para emitir normas sólo en
conformidad con el derecho». Para criticar «desde un punto de visto jurídico
… una norma por no ser conforme a derecho» no se necesita «aceptar ningu-
na forma de teoría del derecho natural», Ibídem.
340
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 48.
Aunque una norma «puede como cuestión de hecho dejar de conformarse a la
ley, no debe dejar de conformarse a la ley; y esta obligación jurídica está arrai-
gada en la norma básica que funda cualquier sistema jurídico moderno», NAN-
NINI. S., «Legal Validity and Conformity to Law», cit., p. 242.
341
Vid. CELANO, B., La teoria del diritto di Hans Kelsen, cit., p. 385.
564
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342
ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la motivación en el Derecho, cit., p. 132.
343
Como es sabido, Kelsen incide en el carácter excepcional de las nor-
mas irregulares, Vid. KELSEN, H., Teoria Generale delle norme, cit., p. 403.
344
DELGADO PINTO, J., «Sobre la vigencia y la validez de las normas ju-
rídicas», cit., p. 140. Al respecto apunta GARCÍA AMADO, J. A., «Hablando de
Kelsen con Delgado Pinto», cit., p. 1206, que la determinación material de las
normas inferiores por las superiores es una determinación fáctica y funcional
porque «de hecho los órganos creadores de normas suelen atenerse a lo pres-
crito para su contenido en otras normas superiores» y porque «si no ocurrie-
ra así el sistema se bloquearía de inmediato por incapaz de cumplir su función
de regir las conductas» y «las normas serían por definición ineficaces».
565
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345
CARACCIOLO, R., Sistema jurídico. Problemas actuales, cit., p. 23. El
modelo de sistema —mixto— tendría así una doble función dado que «los cri-
terios de pertenencia del sistema son funcionales en relación con la práctica de
identificación» y, además, al modelo se le adjudica «un papel normativo», Ídem,
p. 24.
346
Me parece que esta visión está detrás de la distinción entre validez y
vigencia tal y como la entiende WEYLAND, I., «Idealism and Realism in Kel-
sen’s Treatment of Norms Conflicts», cit., p. 268. Según Weyland, «una vez que
se admite que el concepto de Kelsen de sistema jurídico no puede dar cuenta
de todo lo que en el Derecho tiene la apariencia de ser válido, las normas que
no satisfacen las condiciones de validez y que tienen, sin embargo, efectos
jurídicos, deben ser consideradas bajo una noción más amplia de derecho po-
sitivo y debe usarse un término diferente —y no el de normas válidas—
para describirlas». En este sentido, propone denominarlas «normas en vigor»
y las define «como normas que han sido promulgadas por individuos que pa-
rece que actúan como órganos competentes aunque no cumplan los requisitos
establecidos por una o más normas de las que regulan su conducta». La cur-
siva es mía. También MORESO, J. J. y NAVARRO, P. , Orden jurídico y sistema
jurídico, cit., p. 117 oponen a la noción de validez que «permitiría reconstruir
una noción de orden jurídico ideal», esto es, un mundo jurídico óptimo en el
sentido antes apuntado, la noción de vigencia como criterio que permitiría
«describir el derecho de una determinada sociedad». Las normas vigentes se
definen como «aquéllas que un grupo de sujetos G de la sociedad S cree que son
normas jurídicas y reconoce que tienen que ser tenidas en cuenta por funcio-
narios y particulares», Ídem, p. 109. Este concepto de vigencia puede ser re-
formulado de acuerdo con los criterios de identificación del modelo sistemá-
566
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567
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349
Vid. en relación con esta problemática ASÍS ROIG, R. de, El Juez y la
motivación en el Derecho, cit., p. 124.
350
GARCÍA AMADO, J. A., «Hablando de Kelsen con Delgado Pinto», cit.,
p. 1207
351
GASCÓN ABELLÁN, M., «Sentido y alcance de algunas distinciones
sobre la invalidez de las leyes», cit., p. 155.
568
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* * *
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ASÍS ROIG, R. de, «Sobre el razonamiento jurídico correcto», cit.,
p. 167.
353
Ibídem.
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354
El porqué esto es así seguramente tiene que ver con factores psicoló-
gicos, que ponen de relieve que los poderes jurídicos reconocen la vinculato-
riedad de las normas formales y materiales que se orientan a limitar su ac-
tuación y se sienten obligados por ellas, posiblemente, «sobre el trasfondo» de
factores sociológicos, esto es, porque «la sociedad, la opinión pública rechazaría
y reaccionaría» contra un poder que incurriera en desviaciones masivas (GAR-
CÍA AMADO, J. A., «Hablando de Kelsen con Delgado Pinto», cit., p. 1207) o se-
lectivas, si se trata de preceptos considerados básicos, respecto de lo que debe
ser su actuación conforme a Derecho. La atención a estos factores sería nece-
saria para elaborar esa teoría jurídica integral a la que he venido haciendo re-
ferencia. Se trata de una tarea que excede ampliamente de las pretensiones de
este trabajo. En todo caso, tengo la intuición de que revelaría que, como ya
apuntaba Weber, en el mundo moderno la dominación del poder responde al
tipo legal racional descansando «en la creencia en la legalidad de ordenacio-
nes estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones
a ejercer autoridad (autoridad legal)», WEBER, M., Economía y sociedad, cit.,
p. 172. Esta creencia es la que de alguna forma recoge el modelo de sistema mix-
to defendido en esta investigación.
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Índice de autores
BARRANCO AVILÉS, M. C.: 252, 304, CARACCIOLO, R.: 1, 2, 3, 69, 221, 248,
337, 338, 343, 346, 347, 349, 357, 249, 250, 251, 253, 254, 255, 257,
364, 368, 397, 406, 421, 427, 428 266, 267, 270, 277, 290, 291, 292,
BARROS BOURIE, E.: 80 298, 299, 483, 484, 527, 540, 546,
BECCARIA, C.: 340, 341 547, 548, 549, 551, 552, 563, 566
BELADÍEZ ROJO, M. J.: 506 CARIOTA FERRARA, L.: 500
BERGBOHM, K.: 191 CARNAP, R.: 424
BETEGÓN CARRILLO, J.: 231, 234, CARNELUTTI, F.: 199
235, 238, 241 CARRINO, A.: 115
BETHAM, J.: 340 CARRIÓ, G.: 3, 8, 119, 317, 319, 398,
BIGLINO CAMPO, P.: 313 408
BIX, B.: 393, 394, 395, 396, 400, 436 CASAMIGLIA, A.: 37, 44, 46, 54, 55,
BOBBIO, N.: 1, 4, 5, 6, 12, 14, 28, 29, 161, 179, 186, 210, 349, 534, 559,
59, 60, 65, 66, 86, 87, 88, 91, 92, 95, 561, 562
96, 97, 99, 100, 103, 105, 106, 107, CASTRO Y BRAVO, F. de: 465, 467
109, 112, 114, 115, 118, 122, 135, CATTANEO, M.: 142, 143, 340, 341,
136, 138, 148, 155, 156, 157, 158, 343
161, 162, 167, 176, 177, 189, 190, CELANO, B.: 6, 83, 94, 98, 115, 117,
191, 197, 216, 217, 218, 219, 220, 120, 122, 129, 136, 244, 459, 551,
222, 223, 226, 227, 230, 232, 234, 556, 564
237, 239, 240, 241, 255, 256, 339, CHEVALLIER, J.: 113, 137, 145, 152,
342, 343, 382, 562 199
BOCANEGRA SIERRA, R.: 499, 504 CHOMSKY, N.: 431, 432
BOYLE, J.: 375, 377 COHEN, H.: 43
BULYGIN, E.: 5, 36, 87, 105, 176, 190, CONTE, A. G.: 2, 198, 201
191, 192, 194, 197, 198, 199, 201, CORSALE, M.: 149
217, 219, 226, 254, 257, 260, 261, COTTA, S.: 149
262, 263, 264, 265, 267, 268, 269, CUENCA GÓMEZ, P.: 422
270, 271, 272, 273, 275, 276, 278,
279, 280, 281, 282, 283, 284, 285,
286, 287, 288, 289, 290, 291, 292, D
293, 294, 296, 297, 298, 299, 300,
421, 470, 485, 488, 489, 512, 526, D’ANTENA, A.: 313, 314, 315, 316, 340
533, 535, 538, 540, 544, 556, 557, DASCAL, M.: 341, 342, 347, 406, 426
558 DAVIDSON, D.: 366, 397, 428
BURLAMAQUI, J. J.: 314 DELGADO PINTO, J.: 6, 7, 8, 16, 24,
26, 27, 32, 34, 36, 38, 39, 68, 69, 70,
72, 76, 97, 110, 120, 121, 127, 185,
C 204, 205, 210, 211, 224, 245, 246,
355, 360, 361, 366, 533, 534, 554,
CAIANI, L.: 323, 416 559, 561, 562, 565, 568
CALVO GARCÍA, M.: 345, 351, 354, DEMOLOMBE, J. C. F.: 342
360, 363 DENNINGER, E.: 91
CANARIS, C-W.: 141 DESCARTES: 426
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Índice de autores
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Índice de autores
421, 446, 448, 449, 455, 456, 457, LOSANO, M.: 4, 6, 7, 8, 11, 22, 36,
458, 459, 460, 461, 462, 463, 464, 42, 43, 45, 46, 52, 60, 63, 71, 72, 73,
465, 466, 467, 468, 469, 470, 471, 81, 148, 266, 321, 325, 328, 329,
472, 473, 474, 476, 477, 481, 482, 343, 415, 473, 477
485, 486, 487, 488, 489, 490, 491, LUCAS, J. de: 142
492, 495, 496, 497, 498, 501, 502, LUMIA, G.: 323
503, 504, 505, 506, 509, 514, 515, LUZZATI, C.: 30, 51, 54, 55, 56, 57,
517, 522, 525, 526, 527, 528, 529, 58, 59, 60, 70, 75, 88, 89, 90, 91, 92,
530, 531, 532, 533, 534, 535, 536, 108, 153, 161, 180, 181, 184, 213,
540, 547, 553, 555, 557, 559, 560, 219, 331, 342, 352, 378, 384, 402,
561, 562, 564, 566 405, 414, 426, 427, 433, 439, 483,
KENNEDY, D.: 377, 379, 391 484, 485, 488, 489
KERVOCHE, M. Van de: 13, 24, 35, LYONS, D.: 135, 145, 427
39, 45, 65, 72, 77, 92, 98, 102, 145, LYONS, J.: 425, 430, 431
192, 197, 198, 201, 291, 292
KLUG, U.: 194
KRIPKE, S.: 375, 376, 377, 396, 425 M
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Índice de autores
547, 551, 554, 555, 557, 558, 562, 243, 293, 306, 313, 351, 361, 367,
566 450
MOZOS, J. L. de los: 500 PECZENIK, A.: 316
PERELMAN, Ch.: 92, 164, 192, 194,
201, 219, 220, 221, 225, 344, 421
N PÉREZ BERMEJO, J. M.: 29, 31, 32,
93, 100, 134, 359, 362, 363, 365
NANNINI, S.: 239, 495, 512, 564 PÉREZ LLEDÓ, J. A.: 368, 375, 377,
NAVARRO, P.: 138, 248, 249, 250, 251, 378, 384, 387, 390, 391
271, 274, 275, 276, 278, 279, 299, PÉREZ LUÑO, A.-E.: 141, 142, 143,
516, 544, 547, 551, 554, 562, 566 165, 199, 239, 306, 411
NIETO, A.: 176, 177 PÉREZ TRIVIÑO, J. L.: 470, 499, 500,
NIINILUOTO, I.: 282 557, 558
NINO, C. S.: 8, 66, 98, 105, 179, 343, PINTORE, A.: 120, 183, 308, 313, 346,
351, 360, 464, 478, 501, 503, 525, 349, 358, 381, 383, 389, 390, 439,
526, 528, 529, 531, 532, 533, 534, 445, 554
555 PITAMIC, L.: 4
PIZZORUSSO, A.: 314
PLATSS, M.: 430, 431, 433
O POLLASTRO, P.: 74, 304
PORTALIS, J. E. M.: 314
ODGEN, C. K.: 425 PRIETO SANCHÍS, L.: 12, 184, 231,
OPALEK, K.: 25, 34, 35, 39, 132, 153, 234, 235, 238, 241, 294, 305, 306,
159, 222 337, 340, 341, 343, 344, 351, 360,
OST, F.: 13, 24, 35, 39, 40, 43, 45, 59, 365, 367, 368, 370, 391, 410, 411,
61, 65, 72, 77, 92, 98, 102, 145, 192, 412, 415, 420, 450, 453, 458, 556,
197, 198, 201, 291, 292 561
PUFENDORF, S.: 140
PUTNAM, H.: 366, 425
P
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lógica: 295 (Vid. también relaciones 62, 63, 77ss, 87n, 90, 106, 110n,
de deducibilidad entre las normas, si- 111n, 118n, 127, 128, 129, 172n,
stema deductivo,) 182n, 208-211, 560
deóntica: 192, 219, 220, 221, 222 normas derivadas/normas formu-
en Kelsen: 71-73, 90, 223, 224, ladas: 273ss
257n, 274, 275 normas de competencia (normas
inferencia lógica: 30, 72, 74 que confieren poderes): 27, 77, 104,
reglas de inferencia: 70n, 256, 114ss, 126, 153, 167, 207n, 228,
264, 277, 280, 281, 289, 290, 291, 244, 250, 253, 278, 291, 311, 323,
292, 293n, 294, 302, 303 325, 385, 502, 519, 522, 527
silogismo: 72n, 75, 128, 349n concepción permisivista: 535-537
subsunción: 73, 90,128n, 256n, concepción como normas con-
257n, 332n, 339, 465n stitutivas: 503, 507, 537ss
y carácter dinámico del sistema ju- normas (decisiones) irregulares:
rídico: 70n, 73, 74, 76, 89, 90, 91, 355ss
112, 129, 246, 291, 292 relaciones entre las normas:
relaciones formales o dinámicas
(de delegación, de habilitación,
M de autorización): 27, 28, 29, 31,
34, 67, 77, 79, 83, 84, 85, 91,
moral 112ss, 127, 131, 152, 153n, 167,
correcta (o ideal): 16, 81, 82, 359, 174, 180, 208, 212, 213, 228, 229,
361 246n, 249, 250, 297, 459, 465, 468,
interna del Derecho: 138, 145 480, 481, 521, 541n, 567 (Vid. tam-
positiva (o social): bién criterios formales de validez,
y sistema dinámico: 50, 54, 55, determinación formal, sistema
58, 59, 64, 65 mixto- dimensión dinámica)
separación conceptual entre el De- relaciones materiales o estáticas:
recho y la moral: 17, 53, 61, 77ss, 74, 129, 246 (Vid. también crite-
94, 97, 99, 152, 162, 172n, 212n, rios materiales de validez, deter-
244, 314, 360, 451, 452, 453, 457, minación material, sistema mix-
458, 514, 563, 564 to-dimensión estática)
vinculación conceptual entre el De- de deducibilidad de contenidos:
recho y la moral: 144, 359, 360 14, 27, 28, 30, 31, 32, 33, 56, 57,
conexión aleatoria (o contingente) 70, 71-76, 89, 90, 92n, 105, 108,
entre el Derecho y la moral: 83 128, 129, 211, 217, 223n, 225n,
246, 249ss, 345 (Vid. también ló-
gica)
N de coherencia, compatibilidad o
de no contradicción entre conte-
neokantismo: 8, 11, 40, 43, 60, 559 nidos: (Vid. coherencia, compati-
norma/s:ll bilidad, no contradicción)
norma fundamental: 9, 10, 24-32, nulidad de las normas y actos nor-
33, 34, 35, 37, 39, 40, 46, 52, 54, 61, mativos: 462ss, 498ss, 539
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455, 459, 460, 461ss, 472, 474, 476, concepto ontológico: 40ss
478, 480, 481, 488, 509, 511, 541, concepto metodológico: 61ss
554, 560 sistema moral: 24, 33, 34, 69ss
relativismo ético: 35, 37, 38, 53, 54, tipología sistema estático/sistema
46, 69, 70, 82, 173, 182 dinámico: 12ss, 21ss
sistema dinámico: 76ss, 86ss,
98ss, 172, 181, 211, 213, 250, 256,
S 257, 272, 296, 303, 325, 326, 494,
497, 522, 533.
significado: sistema dinámico puro: 15,
teorías del significado: 423-429 18,19, 22, 32, 77, 81, 86, 94,
significado literal: 202, 423, 429ss 125, 127, 130, 131, 132, 134,
seguridad jurídica: 113n, 140ss, 149, 152, 153, 154, 155, 157, 159,
164, 165, 170, 171, 203n, 348, 356, 166, 168, 171, 174, 175, 213,
380n (Vid. también certeza del De- 239, 241, 243, 245, 246, 570
recho) sistema finalmente dinámico:
en Kelsen: 163, 164, 170 457ss, 497, 498, 508, 523, 543,
sistema:
544, 568, 570
concepción sistemática del Dere-
sistema estático: 33ss, 42ss, 249,
cho: 1ss, 17, 86, 94, 98ss, 131, 134,
250, 271, 272, 276,
139ss, 177, 182, 205, 227, 239, 259
sistema puramente estático:
e interpretación jurídica: 309ss,
15, 39
344, 381, 400, 422
sistema mixto: 15ss, 67, 68, 69,
y normas irregulares: 479, 485,
97, 98, 101, 132,168, 240-246,
516, 523, 524, 528, 553ss
247ss, 305, 307, 346, 359, 360-
y positivismo jurídico: 99, 100
concepciones antisistemáticas: 367, 400, 401, 448, 454
99, 146, 381 (Vid. también escep- dimensión dinámica: 101ss,
ticismo radical) 132, 152, 180, 255, 259, 260,
sistema jurídico: 274, 291, 296, 303, 305, 307,
carácter institucionalizado: 66, 326, 363, 454, 457, 458, 470,
76, 105, 115, 175n, 200, 326, 328, 493, 533, 553 (Vid. también cri-
354, 363, 391, 459, 463, 465 terios de validez formales)
de discrección absoluta (Raz): dimensión estática: 16, 19, 20,
166ss 97, 130, 131ss, 248, 255, 256,
de libre decisión (Kelsen): 170ss, 259, 260, 280, 302, 305, 308, 309,
529 312, 345, 346, 351, 359, 361, 363,
como sistema deductivo: 217, 400, 410, 423, 453, 455, 456, 470,
250, 251, 255 479, 493, 553 (Vid. también cri-
modelo deductivista de sis- terios de validez materiales)
tema jurídico (Alchourrón y sistema finalmente mixto:
Bulygin): 260ss 493ss
y orden jurídico: 271, 272, 296ss sistematización: 261ss, 282ss
sistema normativo: soberanía popular: 141, 142, 143, 150
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