Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Desarrollo Sustentable Le Monde Diplomatique
Desarrollo Sustentable Le Monde Diplomatique
LE MONDE
diplomatique
Presentación
Entre la vida y los negocios: la agenda política
post Johannesburgo
Por Sara Larraín 7
Salvar el planeta
Por Ignacio Ramonet 15
7
Los procesos de persistente deterioro ambiental a nivel
nacional e internacional con posterioridad a Estocolmo, las nuevas
evidencias científicas y el movimiento ecologista (2), generaron a
partir de los 80 un nuevo consenso que permitió vincular defiínitiva-
mente las problemáticas del medio ambiente y del desarrollo. Este
consenso se reflejó en los acuerdos de la Cumbre de Medioambiente
y Desarrollo, -llamada Cumbre de la Tierra- realizada en Río
de Janeiro en 1992.
El informe "Nuestro Futuro Común" (3) encargado por
Naciones Unidas a la ministra noruega de la época -Oro Brundland-,
y publicado en 1987, expresa claramente el desafilo de compatibilizar
las actividades humanas con la productividad y conservación de los
ecosistemas; si es que la especie humana desea sustentarse en el
tiempo. El informe Brundland, mostró las áreas de incompatibilidad
crítica entre medioambiente y desarrollo y sus recomendaciones de-
fiínieron la agenda de trabajo de los gobiernos y del sistema de
Naciones Unidas hacia la Cumbre de la Tierra.
La dimensión ambiental incorporada a los e.scenarios sociales,
culturales y políticos interpeló profundamente la ideología y las
concepciones del desarrollo y abrió cauces para reorientarlo. Pero
durante los 90, la implementación de la globalización económica
neoliberal, la persistencia de la deuda externa y la reducción de la
cooperación internacional, abortó cualquier posibilidad de avanzar
hacia el desarrollo sustentable.
La batalla de Johannesburgo
10
áreas cruciales ya establecidas la Agenda 21: la erradicación de la
pobreza; la modificación de las modalidades insostenibles de
producción y consumo; la protección y gestión de la base de recursos
naturales del desarrollo económico y social; la salud y el desarrollo
sostenible; medios de ejecución y marco institucional para el
desarrollo sustentable.
Las recomendaciones más reiteradas en el Plan de Acción,
promueven la integración de los países en desarrollo a la economía
global a través del mercado. El leit-motiv es el trade related:
asistencia técnica relativa al mercado, (10) desarrollo de capacida-
des relativas al mercado, etc., restringiendo la noción de desarrollo y
la posibilidad de alcanzar la sustentabilidad, a la mercantilización e
inserción global. Dos excepciones a rescatar son, la recomendación
de medidas y regulaciones para promover la responsabilidad empre-
sarial y la recomendación de apoyar el trabajo de Organización
Internacional del Trabajo- OIT sobre las dimensiones sociales de la
globalización.
Johannesburgo no acordó compromisosfinancierosadiciona-
les para financiar el desarrollo sustentable. La creación de un Fondo
Solidario que ayude a "reducir en 2015 a la mitad la cantidad
de pobres con ingresos inferiores a 1 dólar / día" es voluntario,
y no establece montos, ni plazos, lo que equivale a crear un bolsillo
sin fondos (12).
En cambio, al igual que el "Global Compact" (13); la iniciati-
va empresarial para financiar las Naciones Unidas; la Cumbre de
Johannesburgo inauguró la fórmula de los "partnership" (14),
entre gobiernos, entre empresas y gobiernos y entre empresas y
ONG 's, buscando atraerfondos del sector privado para implementar
el desarrollo sustentable. Este mecanismo, además de no clarificar
prioridades, ni control político, constituye un claro proceso
de privatización de la implementación del Plan de Acción de
Johannesburgo.
Los medios de implementación del Plan de Acción, también
están centrados en la intensificación de los mecanismos de la
globalización económica: facilitar el flujo de inversión extranjera;
crear condiciones para facilitar el aumento de inversión extranjera
directa (15); y facilitar el acceso de los países en desarrollo al
11
mercado mundial. Con excepción de la recomendación de mecanis-
mos para aliviar la deuda extema, el Plan de Acción, está dominado
por las recomendaciones de la llamada "Agenda Para el Desarrollo "
de la OMC, emanada de la reunión de Doha.
En síntesis, la integración de los países al mercado global se
presenta como " la vía "para alcanzar el desarrollo sustentable.
Esta propuesta enunciada tímidamente en Rio, es expresada clara y
directamente en Johannesburgo.
Estas recomendaciones y la voluntad política que ellas
manifiestan significan la mercantilización de la agenda del desarro-
llo sustentable. Este enfoque, también ha invalidado la posibilidad de
alcanzar los objetivos de las demás "cumbres sociales"desarrolladas
durante los 90, tales como las de Copenhague, Beijingy Habitat, y
adicionalmente ha empezado a amenazar a todos los acuerdos
internacionales consagrados en el Sistema de Naciones Unidas.
La atmósfera de cooperación que hizo posible imaginar el
desarrollo sustentable en Río, ciertamente se esfumó en el camino
hacia Johannesburgo. Los países mayoritariamente negociaron
desde una posición que les permitiera mantener sus actuales ventajas
competitivas.
12
Actualmente se manifiesta una crisis de gobemabilidad de la
globalización. La confrontación entre los intereses del mercado y de
los ciudadanos han sido los de mayor fuerza y visibilidad en el
escenario político de los 90. Seattle significó la primera masiva y
multisectorial confrontación a las reglas y actores de la globalización;
y luego se avanzó en generar espacios para la articulación de las
múltiples experiencias ciudadanas hacia sociedades sustentables. Sin
embargo, a pesar del crecimiento y consolidación del movimiento
antiglobalización a nivel planetario, aún no se ha consolidado una
agenda de iniciativa política que supere el enfoque eminentemente
reactivo a la agenda globalizadora.
El futuro de la Agenda de la Sustentabilidad depende del lide-
razgo de la sociedad civil planetaria y de que este sector pueda
influir para establecer políticas públicas en esa dirección, a través de
sistemas democráticos participativos.
Concretar la equidad, la sustentabildad ambiental y la
gobemabilidad democrática requiere al menos i enfoques estructu-
rales: el cuestionamiento del estilo de desarrollo de los países
industrializados, como un modelo posible de ser universalizado en un
planeta de recursos limitados; el desacoplamiento de la Agenda de la
Sustentabilidad de la Agenda del Crecimiento económico,
priorizando la subsistencia de las comunidades humanas y la produc-
tividad de los ecosistemas por sobre los imperativos del crecimiento
de la economía; y el establecimiento de un enfoque re-distributivo
de convergencia, que enfoque simultáneamente los desafíos de erra-
dicación de la pobreza y los de erradicación de la riqueza.
Es la tarea que enfrentamos hacia Johannesburgo y que segui-
mos enfrentando más claramente aún después de Johannesburgo. •
2 Curiosamente esos mismos años los activistas pacifistas, ecologistas y sus organizacio-
nes conformaron las primeras instituciones internacionales: Fríends of the Earth,
Greenpeace, etc.
3 Naciones Unidas.
4 Banco Mundial, \nforme sobre el Desarrollo Mundial 2000/2001: Lucha contra la pobreza.
13
5 Banco Mundial, Making Sustainable Comunities Estrategia Ambiental para el Banco
Mundial, 2000.
6 Boíl Foundation "The Jo'burg Memo: Fairness in a Fragile World", Berlín, Germany, april
2002.
13 Global Compact es la iniciativa de Kofi Annan con las grandes transnacionales Shell,
Monsanto, Nestle, GM, etc., para el financiamiento del sistema de Naciones Unidas.
14 Párrafos 25,43, 44,45, 68. 118, 128, 136-b, etc, en varios capítulos del Plan de Acción.
15 Párrafo 78-a y siguientes. Plan de Acción.
S.L.
14
Salvar el planeta
Por Ignacio Ramonet*
15
ni dad: ¿Cómo preservar el medio ambiente? ¿Cómo erradicar la
pobreza? ¿Cómo salvar nuestro planeta?
Porque la Tierra está mal. Muy mal. Sin embargo, el diagnós-
tico sobre los principales males que la agobian se hizo hace diez años,
en Río de Janeiro, en ocasión de la Primera Cumbre de la Tierra. Ya
se había hecho sonar la campana de alarma: el clima se recalienta,
el agua dulce escasea, los bosques desaparecen, decenas de especies
vivas están en vías de extinción, la pobreza total hace estragos en
más de mil millones de seres humanos...
Los dirigentes del mundo habían admitido entonces que "la
causa principal de la degradación constante del medio ambiente
mundial es un esquema de consumo y producción no viable,
sobre todo en los países industrializados, sumamente preocupan-
te en la medida en que agrava la pobreza y los desequilibrios".
Habían adoptado dos convenciones decisivas sobre los cambios
climáticos y la biodiversidad, como asimismo un plan -denomi-
nado Agenda 2 1 - para generalizar el desarrollo sustentable.
Este plan se funda en una idea simple: el desarrollo es sus-
tentable si las generaciones futuras heredan un medio ambiente
cuya calidad es al menos igual al que recibieron las generaciones
anteriores (1). Este desarrollo supone la aplicación de tres princi-
pios: el principio de precaución, que favorece una aproximación pre-
ventiva antes que reparadora; el principio de solidaridad entre las
generaciones actuales y futuras y entre todas las poblaciones del
mundo; y el principio de participación del conjunto de los actores
sociales en los mecanismos de decisión (2).
Diez años después, en muchos terrenos las cosas no han
mejorado. Por el contrario, con la aceleración de la mundialización
neoliberal el "esquema de consumo y producción no viable" inclu-
so se reforzó. Las desigualdades alcanzaron niveles nunca vistos
desde la época de los faraones. La fortuna de los tres individuos más
ricos del mundo supera la riqueza acumulada de los habitantes de
los 48 países más pobres... La polución ecológica del mundo rico
sobre la biosfera también se acentuó. Mientras que los treinta países
más desarrollados representan el 20% de la población mundial, pro-
ducen y consumen el 85% de los productos químicos sintéticos, el
80%) de la energía no renovable, el 40%) del agua dulce. Y sus
16
emisiones de gas con efecto invernadero por habitante son diez
veces más elevadas que las de los países del Sur... (3).
En el curso de la última década, las emisiones de gas carbó-
nico (CO2), principal causa del calentamiento climático, aumentaron
en un 9%... Las de Estados Unidos, principal contaminador del pla-
neta, crecieron en el mismo período un 18%. Más de mil millones de
personas siguen careciendo de agua potable, y casi tres mil millones
(la mitad de la humanidad) consumen un agua de calidad deplora-
ble. Debido a la ingestión de esta agua contaminada, mueren a
diario 30.000 personas. Es decir, diez veces por día la cantidad de
víctimas de los abominables atentados del 11 de septiembre de 2001.
Continúa la devastación de las selvas; cada año desaparecen 17
millones de hectáreas, que representan el cuádruple de la extensión
de Suiza. Y como ya no hay árboles que absorban los excedentes de
CO2, el efecto invernadero y el recalentamiento se agravan. Por otra
parte, cada año resultan exterminadas unas 6.000 especies animales.
La extinción masiva que amenaza al 13% de los pájaros, al 25% de
los mamíferos y al 34% de los peces sólo puede compararse en la
historia de la Tierra con la desaparición de los dinosaurios...
Esto da una dimensión de la esperanza que suscita la
Cumbre de Johannesburgo. Una esperanza que podría verse
defraudada si prevalecen los egoísmos nacionales, la lógica pro-
ductivista, el espíritu mercantil y la ley del lucro. Como sucedió
en el pasado mes de junio, en Bali, en ocasión de la Conferencia
Preparatoria que no logró adoptar un plan de acción sobre el
desarrollo sustentable y concluyó en un fracaso.
Para salvar el planeta, es imperativo que los poderosos de
este mundo adopten en Johannesburgo al menos estas siete decisio-
nes capitales: 1) un programa internacional a favor de las energías
renovables, centrado en el acceso a la energía en los países del
Sur; 2) compromisos a favor del acceso al agua y su saneamiento
con vistas a reducir a la mitad, de aquí a 2015, la cantidad de per-
sonas privadas de este recurso vital, que es por cierto un bien común
de la humanidad; 3) medidas para proteger los bosques, tal como es-
tán previstas en la Convención sobre la Biodiversidad adoptada en
Río en 1992; 4) resoluciones para implantar un marco jurídico que
instituya la responsabilidad ecológica de las empresas y reafirme
17
el principio de precaución como previo a toda actividad comercial;
5) iniciativas para subordinar las normas de la Organización
Mundial de Comercio (OMC) a los principios de las Naciones
Unidas sobre protección de ecosistemas y a las normas de la Orga-
nización Internacional del Trabajo (OIT); 6) reglamentos para
exigir a los paises desarrollados que se comprometan a consagrar un
mínimo de 0,7% de su riqueza a la ayuda pública al desarrollo; 7)
por último, recomendaciones para anular la deuda de los países
pobres.
Al destruir el mundo natural, la humanidad hizo a la Tierra
cada vez menos viable. Esta Cumbre de Johannesburgo debe tratar
de invertir las tendencias que ineluctablemente pueden conducir a
una catástrofe ecológica integral. Desafío central de este comienzo
del siglo XXI. O el género humano mismo se veiá amenazado con
la extinción. •
1 Edouard Soldsmith, Le Tao de l'ecologie. Une visión ecologique du monde, Éditions du Ro-
3 State ofthíe World2002, Worldwatch Institute, Washington, 2002. Consultar también el si-
Desarrollo sustentable,
una idea desvirtuada
por Sadruddin Aga Khan*
19
Sin embargo, existe una realidad: 80 países tienen un ingreso
per cápita inferior al de hace diez años; el número de personas que
viven con menos de 1 dólar diario de hecho no disminuye (1.200
millones), mientras que el número de individuos que ganan menos
de 2 dólares diarios es de aproximadamente 3.000 millones. Se nece-
sitarían 109 años para que un pobre obtuviera lo que el futbolista
francés Zinedine Zidane puede ganar ¡en un día!
El desarrollo sustentable fue desvirtuado de cinco maneras: en
primer lugar, por el mundo de los negocios, que lo convirtió en sinó-
nimo de crecimiento sustentable. Se trata en este caso de un oxímoron
(1) que refleja el conflicto entre una visión comercial y una visión
medioambiental, social y cultural del mundo. Se convirtió así en un
eslogan para las empresas multinacionales y los sectores de negocios.
Peor aún, desgraciadamente abrió camino a una "reacción verde", es
decir, la desviación progresiva del movimiento ecológico por un
supuesto "realismo empresarial". Inclusive los términos ecologista y
"defensor de la naturaleza", pueden en la actualidad designar indistin-
tamente a aquellos que destruyen los bosques o matan animales para
obtener sus pieles. Actualmente semejantes prácticas se ocultan bajo
dudosos eufemismos tales como rendimiento o cosecha de los frutos
de la flora y fauna naturales.
En segundo lugar, la idea de desarrollo sustentable fue
desvirtuada por la de "utilización sustentable", una abominación or-
questada por una corriente promotora de un supuesto "uso racional",
mientras que se trata de ocultar prácticas totalmente contrarias. Este
movimiento sirve de coartada a conductas destructivas y, de una for-
ma totalmente lamentable, se ha infiltrado en instancias claves como
la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amena-
zadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y la Comisión Ballenera
Internacional (CBI). De esta manera, la "utilización sustentable" de
los recursos marinos significa la matanza de ballenas, mientras que
la "utihzación sustentable" de la fauna natural ha generado una indus-
tria muy lucrativa de la carne de animales silvestres, especialmente en
África. Los adeptos a la utilización sustentable esperan convencer a
los africanos y a los asiáticos pobres de no matar animales que les re-
portan el equivalente a varios años de salarios, mientras que los ricos
europeos y estadounidenses, ávidos de trofeos, los cazan por placer.
20
Algunos ecologistas, convertidos en "serios y científicos", se
alejaron de cuestiones morales como el comercio de pieles o los
circos (reservados a los idealistas emotivos). Pero que una actividad
sea económicamente sustentable no la hace deseable, o incluso acep-
table, desde un punto de vista ético. En un discurso ante los delegados
de la CBI, el director general adjunto de la Agencia de Pesca Japone-
sa -y también representante de su país en la CBI- reveló que Tokio
había firmado acuerdos de pesca con 8 países y había gastado
400 millones de dólares en ayudas. Esto es lo que se denomina literal-
mente "ir a la pesca de votos".
En tercer lugar, las empresas de los países miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE) destinarían 80.000 millones de dólares por año en sobor-
nos, para obtener ventajas o contratos. Una suma comparable a la que
permitiría erradicar la pobreza, según la ONU. El comercio ilegal de
animales vivos y de productos derivados de sus huesos se convirtió en
la segunda fuente de ingresos -después del narcotráfico- para el
crimen organizado en el mundo. Este tráfico, que constituye efectiva-
mente una fuente de ingresos con bajo nivel deriesgo,llevó a especies
como losrinocerontesy los tigres al borde de la extinción.
En cuarto lugar, la idea de desarrollo sustentable favorece el
dominio de las grandes empresas intemacionales. Según el nuevo prin-
cipio "el que paga al lobbista fija las reglas", luego de la elección de
George W. Bush sólo se piensa en el intercambio de favores con el
mundo de los negocios estadounidense. Durante el Foro Económico
Mundial de Nueva York, en febrero de 2002, Richard Parsons,
presidente de Time AOL, declaró -aparentemente, sin considerarlo
preocupante o anormal- que "en una época, las Iglesias habían desem-
peñado un papel importante en nuestras vidas, luego fueron los
Estados, y actualmente es el tumo de las empresas". En todas partes,
para resolver los males del planeta, se alaban las virtudes de las
soluciones basadas en el mercado:filantropía,autocontrol, responsa-
bilidad social de las empresas y códigos de buena conducta volunta-
rios. Sin embargo, ninguna de estas propuestas podría reemplazar la
responsabilidad estatal, las políticas y la reglamentación.
Incluso la ONU coincide con el movimiento, tomando iniciati-
vas tales como Global Compact, con la participación de cincuenta de
21
las más grandes empresas del mundo (2). Tal como señaló The
Guardian de Londres: "La ONU se está convirtiendo en una suerte de
gendarme de la economía mundial, que ayuda a las empresas occiden-
tales a acceder a nuevos mercados eludiendo los reglamentos, únicos
medios para hacerlas rendir cuentas".
Finalmente, lafilosofíadel desarrollo sustentable también trajo
consigo una idea execrable: la del consumo sustentable. Mientras que
en todas partes sólo se habla de dinero y de consumo desmesurado,
este vocablo ilustra hasta qué punto la noción de sustentabilidad se
perdió en los caminos del neohabla, tan querido por Orwell. El desa-
rrollo sustentable, tal como lo define el informe Bmndtland (3), exige
no solamente continuar con el crecimiento actual, sino acelerarlo de
5 a 10 veces.
Nueva dirección
22
"concluyentes". Tal vez sea el momento de postergar todas las inno-
vaciones científicas o tecnológicas que conlleven potenciales efectos
negativos sobre el planeta y la sociedad.
Sin duda, la ciencia -o lo que con cierto temor podemos denomi-
nar la ciencia empresarial- parece estar siempre a punto de lograr un
descubrimiento mayor que, aunque parezca peligroso, viene indefecti-
blemente acompañado por una oleada de comentarios tranquilizadores
sobre sus potenciales beneficios... Si es que se mantiene el caudal de
subvenciones para la investigación.
¿No podemos tomar una nueva dirección, basada en la regene-
ración, en vez de en la sustentabilidad de un statu quo insostenible, en
un buen "economato" (una especie de "economía ecónoma") (4) de lo
existente, en vez de en el desarrollo y la búsqueda desenfrenada del
crecimiento? El economato presenta la ventaja de ir más allá de los
simples principios económicos -por más importantes que sean-
restaurando un equilibrio mediante la atención, también sostenida, al
medio ambiente, la ética y la espiritualidad, que son los elementos
vitales de toda civilización verdadera y viable. •
2 Creada por la ONU en julio de 2000, Global Compact es un foro que reúne a las empresas lí-
deres en su sector, los organismos de la ONU, organizaciones no gubernamentales y sindí-
cales. Su objetivo es "contribuir al surgimiento de valores compartidos y de principios con
vistas a un mercado mundial con un perfil humano", wvwv.unglobalcompact.org
3 Lleva el nombre de la doctora Gro Hariem Brundtland quien, en 1983, presidió la Comisión
IVIundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo. En este informe se basará la Conferencia
de la ONU para el Medio Ambiente y Desarrollo de 1992, llamada "Cumbre de Río".
S.A.K.
23
Combatir la pobreza y preservar el ecosistema. (Inédito)
25
Implícita o explícitamente, la ONU, los gobiernos, las empresas, las
ONG y los economistas partidarios del desarrollo sustentable adoptan
la distinción entre crecimiento y desarrollo, otrora establecida por el
economista Fran^ois Perroux, que ha sido fiíndadora de la economía
del desarrollo en los años '50 y '60 (2). El crecimiento designaba el
aumento de las cantidades producidas, independientemente de su ca-
lidad y de su impacto social y ecológico; el desarrollo englobaba el
crecimiento, pero lo superaba cualitativamente al tener como objetivo
el bienestar del hombre. Ahora bien, para perpetuarse, el crecimiento
necesita alfabetizar, cultivar, mejorar la salud, etc. Éste incluye
siempre los cambios cualitativos que distinguía Perroux.
La distinción entre crecimiento y desarrollo padece pues una
grave debilidad lógica: según los economistas que la defienden, el cre-
cimiento genera infine los cambios de estructuras económicas y so-
ciales que, precisamente, constituyen la característica del desarrollo
según Perroux. Allí reside la contradicción: en un primer momento, el
crecimiento es considerado simplemente una condición necesaria del
desarrollo; con el tiempo, se convierte en una condición suficiente (tor-
nando sin objeto la distinción). El desarrollo se reduce así al aumento,
eterno por supuesto, de las cantidades producidas.
El ardid liberal puede entonces operarse: equiparar el desarro-
llo de todos los pueblos con el de los países ricos sometiéndolos a
los mandatos de las instancias internacionales que hacen gala de
sustentabilidad.
Paradójicamente, los economistas no liberales, incluso opues-
tos a la mundialización capitalista, coinciden en este sentido con los
economistas liberales recientemente convertidos a la sustentabilidad.
Para los primeros, el crecimiento, sacrosanto, sólo puede producirse
en un marco liberal, siendo el mercado el que establece la regulación
ecológica, a tal punto que el crecimiento sustentable reemplaza a me-
nudo al desarrollo sustentable. Para los segundos, el crecimiento
tiene efectos negativos, pero el desarrollo es "sustentable por defmi-
ción"(3), lo que conduce a la siguiente contradicción: según la defi-
nición incluso de los economistas del desarrollo, es innegable que el
Norte se ha desarrollado (educación, acceso a la salud, esperanza de
vida, etc.); y, sin embargo, este desarrollo ha provocado los daños que
estos economistas utilizan para distinguir crecimiento y desarrollo;
26
en consecuencia, el desarrollo contiene lo que éstos niegan como pro-
pio del desarrollo.
Es entonces comprensible la crítica radical, que consiste en de-
cir que el desarrollo no sería la solución sino el problema. Porque el
tipo de desarrollo social y ecológicamente devastador que prevale-
ce en el mundo es el que surgió en Occidente, impulsado por la
búsqueda de beneficio con e! fin de acumular capital. Y también
porque, al imponer este desarrollo a todo el planeta, el capitalismo
produce una desculturización masiva: la concentración de las rique-
zas en un extremo genera la tentación de la abundancia inaccesible a
miles de millones de personas ubicadas en el otro extremo y cuyas
raices culturales son lentamente destruidas.
Sin embargo, sería un error rechazar la idea de desarrollo (4). En efec-
to, las necesidades primordiales de una buena parte de la humanidad
continúan insatisfechas. Los países pobres deben pues vivir un tiempo
de crecimiento de su producción. Porque para que desaparezca el
analfabetismo, es necesario construir escuelas; para mejorar la salud,
es necesario construir hospitales y distríbuir agua potable; para recu-
perar una amplia autonomía alimentaria, es necesario fomentar la
agricultura. Elfi-acasodel desarrollo en el siglo XX, es al menos tan-
to el producto de las relaciones de fuerzas que derivaron en la ventaja
exclusiva de la gente pudiente, como el fracaso del desarrollo en sí
mismo. Es preciso pues liberarse tanto de las trampas del "desarro-
llismo" como de las del "antidesarrollismo" y del frágil consenso en
tomo a la sustentabilidad.
El desarrollo conocido hasta ahora está históricamente
vinculado a la acumulación capitalista en beneficio de una clase
minoritaria. Del mismo modo, su otra cara, el subdesarrollo, se rela-
ciona con las intenciones imperialistas del capital, especialmente en
su fase de acumulación financiera. Disociar la crítica del desarrollo
de la del capitalismo que es su soporte, sería como eximir a éste
último de la explotación conjunta del hombre y de la naturaleza.
Ahora bien, sin la primera, el sistema no habría podido sacar parti-
do de la segunda; sin la segunda, la primera no habría tenido ningún
sustento materíal. De ello se desprende que "salir del desarrollo", sin
hablar de salir del capitalismo, es un eslogan no solamente erróneo
sino a la vez mistificador.
27
El contenido del concepto de desarrollo debe ser considerado
junto con el crecimiento del cual es indisociable. ¿Podría entonces
pensarse en un desarrollo diferenciado en su objeto, en el espacio y en
el tiempo, para establecer prioridades en fiínción de las necesidades
y de la calidad de las producciones, y permitir el crecimiento a los
más pobres y la desaceleración de éste a los más ricos? Porque el
desarrollo necesario de los más pobres implica la renuncia al
desarrollo ilimitado de los ricos. •
2 Fran^ois Perroux, Pour une philosophie du nouveau développement, Unesco, París, 1981.
3 Rene Passet, "Néollbéralisme ou développement durable, il faut choisir", documento de AT-
TAC, París, 2002.
4 Serge Latouche, "Les mirages de l'occídentatisation du monde: en finir, une fois pour toutes,
avec le développement". Le Monde díplomatlque, París, mayo de 2001. Véase también Fran-
tois Partant, Que la crise s'aggrave. Parangón / TAventurine, París, 2002.
J.M.H.
28
Dos décadas de retraso frente al efecto invernadero. (Inédito)
"Riesgo incierto"
30
perturbaciones graves o irreversibles, la falta de certidumbre científica
absoluta no puede servir de excusa para aplazar la adopción de medi-
das de precaución para prever, prevenir o atenuar las causas de los
. cambios climáticos y limitar sus efectos nefastos". La comunidad cien-
tífica, política o mediática muy pocas veces invocó este último párrafo.
En abril de 1996 un segundo informe del GIEC, redactado por
dos mi! especialistas internacionales, siguió alimentando los temores,
a pesar de las extremas precauciones terminológicas de los expertos.
Según ellos, un "conjunto de elementos sugiere que hay una
influencia humana sobre el clima". ¿Por qué seguir utilizando una for-
mulación tan reservada a pesar de la acumulación de pruebas? La
explicación es que también sefinanciaronnumerosas investigaciones
para tratar de mostrar que el papel humano en las emisiones de gas no
estaba "probado", que el fenómeno podía deberse a un aumento de la
actividad solar, o que migraciones de burbujas dentro del hielo hubie-
ran podido exagerar la magnitud del fenómeno.
La disputa tuvo verdaderamente lugar un año y medio después
en Kyoto, en diciembre de 1997. Estados Unidos (4% de la población
y 22% de las emisiones de CO^) propuso, "como máximo", estabili-
zar en 2012 sus emisiones al nivel de las de 1990, agregando a esa
propuesta la creación de un mercado de "derechos para contaminar",
en el cual los países ricos que no llegaban a cumplir con sus
objetivos podían comprar toneladas de carbono a los países más vir-
tuosos o más pobres. Los europeos, más ambiciosos, defendían una
reducción global de los países industrializados del 15% respecto de
1990, pero evitando que esas medidas limitaran a los llamados
"países en desarrollo".
Como en muchas conferencias internacionales, el resultado
fue un arreglo que no dejó conforme a nadie: una propuesta de dismi-
nución del 5,2%o en 2012 respecto del nivel de 1990, aplicable
únicamente a los países industrializados. Para Estados Unidos o
Japón ello significaba una obligación de reducir sus emisiones de gas
en un 18% y un 16% respectivamente. Para la Unión Europea, cuya
economía estaba estancada, el objetivo era menos difícil de alcan-
zar, pues la baja global era de apenas 5%, y de sólo 1% para un país
como Francia, a causa de su compromiso con la energía nuclear. Por
otra parte, el texto dejaba en suspenso la cuestión de los llamados
31
"países en desarrollo", a los cuales, en la lógica del "desarrollo indus-
trial para todos" era difícil imponerles limitaciones, a pesar de que
algunos de ellos, como Corea del sur. China o India, mostraban un
rápido aumento en las emisiones de gas de efecto invernadero.
Sin embargo, el objetivofijadopor el protocolo de Kyoto es irri-
sorio. Según algunos expertos, corresponde a una reducción de 0,06°
sobre un aumento de 2° estimado para 2050, es decir, 3% del
esflierzo previsto para frenar efectivamente el recalentamiento (3). Las
organizaciones ecologistas, luego de haber denunciado esas proposi-
ciones por blandas y débiles, se aferraron a dicho texto como a un
madero en medio de un naufragio. Siguiendo esa línea, los medios
de comunicación y algunos gobiernos organizaron una defensa
contraproducente y hasta peligrosa.
En efecto, existen dos hipótesis: o bien el calentamiento es una
ficción, en cuyo caso todo ese esfuerzo prácticamente no sirve de
nada; o bien es real, y entonces resulta indispensable actuar en serio
y no limitarse al 3% del esflierzo mínimo necesario. Algunos objetan,
de buena fe, que el protocolo de Kyoto es un "primer paso en la
dirección correcta". Pero cuando se ven las increíbles dificultades que
tienen los países industrializados para alcanzar a duras penas ese 3%,
resulta difícil imaginar cómo se podrían implementar esfuerzos trein-
ta veces mayores (es decir, el restante 97%) en un plazo razonable.
Aun más teniendo en cuenta que las grandes reuniones sobre el cli-
ma ílieron registrandofracasosy renuncias cada vez más importantes. En
noviembre de 2000, los países que se consideraban "progresistas", dirigi-
dos por el holandés Jan Pronk, enviado especial del secretario de Naciones
Unidas, lucharon en La Haya para oponerse flindamentalmente al princi-
pio de los permisos para contaminar y de los "pozos" de carbono que
permiten mantener los desechos a condición de almacenar el carbono en
alguna parte. De hecho, la conferencia terminó en un durofracaso,pues
Estados Unidos se retiró de las negociaciones, arrastrando a sus socios
del llamado "Gmpo Paraguas" (Australia, Canadá, Japón...). En 2001, el
triunfo de George W. Bush, a quien se considera con estrechas relaciones
con los lobbies petroleros, no arregló para nada la situación.
En un tercer informe importante, en 2001, los expertos climató-
logos mundiales del GIEC revelaron que era "muy probable" que el
nivel de concentración en dióxido de carbono jamás haya sido tan
32
importante en veinte millones de años y que varios otros gases de
efecto invemadero -como el metano, el dióxido de azufre o los óxidos
nitrosos - habían alcanzado un nivel nunca antes conocido (4). Esos au-
mentos se manifiestan en una elevación de la temperatura media del
planeta de 0,6° en el siglo XX, con una sensible aceleración a partir del
fin de los años 1960, correspondiente a más de 0,2° cada diez años,
aunque se registraban períodos de estabilización.
Se comprobó además una muy fuerte aceleración a partir de
1990, pues la última década del siglo fue la más caliente desde hace al
menos mil años. El nivel del mar subió entre 10 y 20 centímetros, a
la vez que se comprobaban o se preveían modificaciones localiza-
das, como el aumento del fenómeno de El Niño, el adelgazamiento en
un 40% de la capa de hielo ártica desde la Segunda Guerra Mundial,
o perturbaciones en los monzones asiáticos.
Pero el informe terminaba señalando que las perturbaciones más
importantes tendrían lugar "sin dudas" en los países tropicales. Esa
previsión, más que dudosa, reforzó paradójicamente la posición
permisiva de los países industrializados -sobre todo de Estados Uni-
dos- ya que serían los países del Sur los que más sufrirían por esos
cambios climáticos. En efecto, mientras que en la década de 1990 la
existencia de un agujero en la capa de ozono, que amenazaba princi-
palmente a la población del hemisferio Sur, había generado una rápi-
da reacción con la firma del protocolo de Montreal en 1997,
ninguna voluntad similar se manifestó contra el efecto invemadero.
Nuevas concesiones
33
fícar la posición del presidente Bush, que prefirió apostar al 10% de
probabilidades de que el planeta no se encamine a una catástrofe.
Pocos meses después, e l l 0-11-01, al cabo de una pulseada sin pre-
cedentes en los anales de la ecología, Europa logró convencer a 167
países de firmar el acuerdo de Marrakech, que implementaba las
reglas jurídicas necesarias para la ratificación y la aplicación del
protocolo de Kyoto.
Mientras que en 2001 Estados Unidos registraba un aumento del
3,1% de sus emisiones de gas de efecto invemadero (el mayor creci-
miento anual desde 1990) dos nuevos estudios independientes de la
ONU aparecidos en abril de 2002 llegaban a la conclusión de que
probablemente el cambio climático había sido subestimado y el
aumento de la temperatura se situaría más bien entre 5,8° y 6,9°
alrededor de 2100 (6).
Presentando como un axioma el hecho de que resulta imposible
pedirle a los ciudadanos estadounidenses que cambien de modo de
vida, la administración Bush se limitó a seguir pidiendo a los indus-
triales que desarrollaran iniciativas espontáneas, a la vez que
declaraba, sin sonrojarse: "Estados Unidos está comprometido en
numerosas tareas que ayudarán a la nación y al resto del mundo a re-
ducir su vulnerabilidad y a adaptarse a los cambios climáticos" (7).
¿Qué se puede hacer? A la ineficacia del protocolo de Kyoto se
agregan considerables efectos perversos. El lobby nuclear, que en la
década de 1990 había sido seriamente cuestionado, aprovechó la
brecha que dejaba ese texto. Aimque aún se ignora la forma de desha-
cerse de los residuos nucleares -que conservan su toxicidad durante
miles de años- los promotores de esa industria la presentan como un
modelo de limpieza (pues no libera gas carbónico).
Junto a ese primer lobby, el de las compañías forestales encon-
tró un buen argumento. Desde la década de 1970 los empresarios del
sector en los países tropicales eran criticados por la prensa y por las
organizaciones no gubernamentales (ONG) ecológicas. Kyoto y los
avatares de Bonn y Marrakech, otorgaron a los países industrializados
la posibilidad de crear "pozos de carbono" en lugar de reducir la
contaminación. Los proyectos de reforestación en zonas tropicales pue-
den entrar en esa categoria, más aim teniendo en cuenta la crítica de-
forestación que allí se registra desde hace décadas. Pero los bosques
34
densos en general se hallan en una situación de equilibrio, y hasta de
emisión de carbono; por lo tanto, los industriales del sector no tienen
mejor solución para proponer que talar los bosques antiguos (cuya
madera pueden explotar de paso) y remplazados por árboles jóvenes
de especies de crecimiento rápido (acacia, eucalipto...) que absorben
mucho más rápidamente el carbono. Y todo ello financiado con pri-
mas a la protección ambiental. Climáticamente inútil, el protocolo de
Kyoto se convirtió además en el primer promotor de la energía nuclear
y de la deforestación en zonas tropicales.
Sobre los escritorios de los tecnócratas expertos, la lista de
proyectos para capturar el carbono es cada vez más larga. Y esos es-
pecialistas se ven apremiados por los dirigentes mundiales para hallar
soluciones alternativas (sin contar con que el carbono no es el único
elemento responsable, y que otros productos registraron un fuerte
aumento paralelo, como el metano, a través de la agricultura por rie-
go y sobre todo de la ganadería). Así, algunos proponen plantar más
bosques en el extremo norte canadiense o europeo, pero esa vegeta-
ción absorberia la energía solar habitualmente reflejada por la nieve y
el resultado sería nulo, sino desfavorable. Se podría aprisionar el car-
bono en los grandes fondos oceánicos: eso podria perturbar aún más
el papel clave de los océanos, que ya absorbieron una parte de los
residuos carbónicos humanos. Se podría sobrealimentar el plancton en
las zonas árticas inyectándole altas dosis de carbono, pero existe
incertidumbre sobre la resistencia del medio marino a ese tratamien-
to. Se podrían modificar genéticamente ciertas plantas para aumentar
su potencial de absorción (allí entra en acción el ¡obby de los Organis-
mos Genéticamente Modificados).
Incluso, algunos iniciaron estudios sobre productos capaces de
reducir las flatulencias del ganado ¡pues los gases vacunos son ríeos
en metano! Otros consideran la idea de rociar la atmósfera con
aerosoles especiales, y hasta de enviar cohetes para instalar pantallas
o espejos en el espacio, con el objeto de filtrar una parte de la radia-
ción solar y reducir el recalentamiento. No hace falta decir que existe
una total incertidumbre sobre las consecuencias de tales proyectos.
Mientras tanto, se acumulan los elementos coincidentes sobre
los cambios que ya se están registrando. En un estudio aparecido en
2001 en la revista Nature, un equipo brítánico-noruego mostró que
35
el caudal de la Corriente del Golfo disminuyó en al menos un 20%
desde 1950 (8). Si ese fenómeno continuara, se podrían cuestionar las
evaluaciones de la comunidad científica occidental respecto de que los
países del Sur serían los más afectados. En marzo de 2002, un
fragmento del casquete antartico, de 3.250 km^ (más grande que
Luxemburgo) y de 12.000 años de edad, se fracturó en miles de ice-
bergs de un volumen total de 720.000 millones de toneladas de hielo.
Esos signos no cuentan. En nombre del "rigor" científico, la co-
munidad de investigadores y de políticos prefiere esperar hipotéticas
"certidumbres" antes que tratar de aplicar el principio de precaución.
Ellos se limitan a decir que se ignora la naturaleza y la magnitud del
cambio, y que lo más importante es hacer nuevos estudios. Por supues-
to que esos estudios son útiles, y hasta indispensables, pero ¿qué in-
vestigación climática podrá brindar alguna vez la "prueba irrefutable"
de que vamos rumbo a una catástrofe?
Esos estudios tienen además la ventaja considerable de permitir
afirmar que se hace algo, a la vez que no cuestan casi nada comparados
con lo que representarían medidas concretas, y necesariamente radicales.
De manera metafórica podría decirse que los expertos respon-
sables de "Kyoto" cejaban admitiendo que la humanidad posiblemen-
te se había vuelto loca, y que nuestro modelo de "desarrollo" se
parece a un auto que va a 100 kilómetros por hora en dirección a un
pared, y que por lo tanto es urgente reducir esa velocidad a 97 kilóme-
tros por hora...
¿Pero qué responsable político o qué gobierno de país industria-
lizado se atreverá a reconocer que el tipo de vida y de consumo que
defiende representan un enorme riesgo para una parte importante de
la especie humana y quizás, incluso, para nuestras civilizaciones? •
2 El Niño es una perturbación irregular del clima en el océano Pacífico tropical, que incluye
una modificación del régimen de vientos y de temperatura del agua, lo que causa principal-
3 Ver principalmente: Antoine Bonduelle, "Dix défauts du protocole de Kyoto", Institut d'éva-
luation des stratégies sur l'énergie et l'environnement en Europe (Inestene), Paris, 2001; y
Franck Lecocq, "Distribution spatiale et temporelle des coüts des politiques publiques de
36
long terme $ous incertitude: théorle et pratique dans le cas de l'effet de serré", Engref-
4 GIEC, "Third Assessment Report, Summary for Policymakers", UNEPAVMO, Ginebra, febrero
de 2001.
7 United Status Envíronemental Protection Agency, "US Climate Action Report 2002", Was-
hington.
8 Bogi Hansen y al. "Decreasing overflow from the Nordic seas into the Atlantic Ocean th-
rough the F^roe Bank channel since 1950", Nature. Londres, 21-6-01.
F.D.
37
Cumbre Mundial de la Tierra sobre Desarrollo Sustentable
(Inédito)
Oscura alianza
para el desarrollo de África
por Agnés Sináí*
39
El apartheid parece formar parte de estos paisajes urbanos
surcados por vías rápidas, donde la mayoría de los automóviles son
conducidos por blancos, mientras que unos pocos peatones, negros,
caminan por las banquinas o venden rollos de bolsas de plástico en los
cruces. En algunos lugares, los escoriales de las minas de oro forman co-
linas artificiales que, los días de tormenta, esparcen su polvo amarillo
sobre los barrios pobres cercanos. Detrás del aeropuerto, las ocho
chimeneas de una central térmica de la compañía nacional Eskom
(Electricity Supply Commission), alimentada a carbón, recuerdan que
Sudáfrica desprende emisiones de gas de efecto invernadero con
niveles comparables a los de los países del Norte.
A lo largo de los accesos rápidos, los carteles publicitarios
celebraron la cumbre: imágenes de pueblos provistos de agua e ilumi-
nados gracias a la electricidad, primeros planos de hombres y mujeres
agradecidos: una consigna generosa "Some, for all, forever " ("Un
poco, para todos, para siempre"), sintetizaba el proyecto de desarrollo
equitativo y sustentable. Chrysler y BMW se sumaron también con su
compromiso: en una ciudad que ofi"ece escasos transportes públicos,
eran innumerables las publicidades creadas para la ocasión a favor
de una "movilidad sustentable", resumida por un ostentoso BMW a
pilas de combustible, que se exhibía a pocos metros del centro de con-
ferencias donde se desarrollaba la Cumbre de la Tierra. La empresa de
diamantes De Beers, que desde el fin del apartheid trasladó su sede a
Gran Bretaña, no escatimaba sus mensajes de "Ecology isforever".
Reemplazar el crecimiento clásico, cuya pesada huella ecológi-
ca es inviable a mediano plazo, por una forma sustentable de desa-
rrollo planetario... ésta era la ecuación básica o la cuadratura del cír-
culo de la Cumbre de Johannesburgo. Pero esta ecuación no termina
aquí. La huella ecológica (1) promedio de un africano o de un asiáti-
co es de sólo 1,4 hectáreas, mientras que la de un europeo occidental
alcanza las 5 hectáreas, y la de un estadounidense, las 9,6 hectáreas.
Mozambique, Burundi, Bangladesh y Sierra Leona se ubican al final
de la clasificación: menos de 0,5 hectáreas por habitante. Podría
considerarse que la cumbre de Johannesburgo se proponía reducir
las diferencias existentes entrericosy pobres del planeta, mediante una
asignación equitativa de recursos y una modificación cualitativa de los
modos de producción.
40
Mientras comenzaba la cumbre, en presencia de unas 163
empresas transnacionales (2) agrupadas en la Business Action for
Sustainable Development (3), la arrogante plaza fuerte blanca de
Sandton vio desfilar una decena de miles de campesinos sin tierra y de
habitantes que llegaron a pie desde Alexandra, el township vecino. Sus
400.000 habitantes se amontonan sobre unas 500 hectáreas, en vivien-
das tan insalubres que el año pasado estalló allí una epidemia de
cólera que amenazó con contaminar el agua potable y piscinas de
Sandton. Rodeados por los carros antidisturbios heredados del apart-
heid y por rollos de alambre de púa, estos hombres y mujeres, conde-
nados a vivir como inmigrantes del interior, habían venido a reclamar
por el cese de las privatizaciones, los cortes de agua y de electricidad en
sus barrios miserables, y a manifestar a viva voz su rechazo a la Nueva
Estrategia de Cooperación para eí Desarrollo Africano (Nepad) (4).
Lanzada en el G8 de Genova, en junio de 2001, por los presi-
dentes Thabo Mbeki (Sudáfrica), Abdelaziz Bouteflika (Argelia) y
Olusegun Obasanjo (Nigeria), la Nepad cuenta con el apoyo de James
Wolfensohn, director del Banco Mundial (BM) y los primeros mi-
nistros Anthony Blair, de Gran Bretaña, y Jean Chrétien, de Canadá.
Pero la "sociedad civil" africana la cuestiona porque no participó de
manera alguna en su elaboración y porque no es sino la continuación
de las políticas neoliberales.
Presentada como el antídoto contra el subdesarrollo heredado
del colonialismo, la Nepad es un plan de desarrollo concebido para
atraer inversiones extranjeras a África, sobre la base de un objetivo de
crecimiento anual del 7%. La Nepad se propone alentar a los inver-
sores del Norte, describiendo la ambición africana de renacer de sus
cenizas gracias a una mayor competitividad en la economía mundial,
y ofrecer condiciones locales más favorables luchando, por ejemplo,
contra la corrupción (5).
El 1° de septiembre, en el hotel Hilton de Sandton, Reuel
Khoza, vicepresidente de la Business Action for Sustainable Develop-
ment y presidente de Eskom, compañía sudafricana de electricidad,
cuarto productor mundial gracias al carbón del subsuelo africano, se
pronunciófrenteal panel del Business Doy, ante una sala repleta. En su
discurso elogió la Nepad, que abre a Eskom nuevos mercados conti-
nentales. Sin embargo, esta "nueva alianza" corre elriesgode confinar
41
a África a la periferia del mundo, reproduciendo los esquemas del
mal desarrollo, sin que las poblaciones involucradas obtengan de ésta
algún valor agregado.
Pese a sus intenciones de diversificar la producción, la Nepad co-
rre el riesgo de canalizar las inversiones en la explotación de materias
primas, carbón, oro, diamantes, petróleo, donde África posee una
ventaja comparativa. Estas materias primas dependen de las cotizacio-
nes mundiales y su explotación (por una mano de obra negra oprimi-
da y rodeada de ejércitos privados), destruye los ecosistemas; daños a
la salud y desplazamientos de las poblaciones autóctonas, poluciones,
pérdidas de biodiversidad.
En este terreno, Sudáfrica es un tipleo ejemplo, pues heredó al
salir del apartheid un pesado tributo de empresas tales como la
británica Cape, responsable de cientos de muertes como consecuen-
cia, de la explotación del asbesto y actualmente acusada de envene-
namiento por 7.500 demandantes. La empresa minera Anglo-Ameri-
can, quefigurabaentre los mecenas de la cumbre de Johannesburgo y
en su página de intemet hacía alarde de objetivos de desarrollo susten-
table, estuvo involucrada en este escándalo y en otros, ya sea por su
reticencia a entregar a sus mineros medicamentos antiretrovirales
para el tratamiento del sida, o por su contribución a la calda del rand
(6) en 2000-2001, cuando repatrió su capital a Gran Bretaña.
En los tiempos del apartheid, la empresa Eskom proveía de elec-
tricidad a las explotaciones de minas de oro y celebraba acuerdos pre-
ferenciales con los propietarios afrikáners de minas de carbón para po-
ner en flincionamiento sus usinas de producción. Industria clave del ré-
gimen, en los años '80 Eskom se convirtió en un Estado dentro del Es-
tado, al punto de contar con su propio ejército y de ofrecerlo durante las
sangrientas represiones desatadas contra los opositores al apartheid y
durante la guerra civil del comienzo de la siguiente década. En la
misma época, Eskom suministraba las tres cuartas partes de la produc-
ción eléctrica de Sudáfrica, gracias a los préstamos otorgados por el
BM y por bancos suizos e internacionales, a pesar del embargo
intemacional que sancionaba al régimen del apartheid.
Durante este desbarajuste, Eskom efectuaba cortes de electri-
cidad en los townships donde la mano de obra negra, privada de
derechos civiles, pagaba su electricidad a precios más altos que los
42
abonados por las grandes compañías mineras. En 1978, Eskom
convocó a Framatome para construir la central nuclear sudafricana de
Koeberg, equipada con una instalación de distribución eléctrica por la
empresa sueco-suiza ABB, convertida también, desde entonces, al
desarrollo sustentable.
Desde el fin del apartheid, Eskom conectó a la red a más de
cuatro millones de hogares. Pero durante el mismo período, unos 10
millones de sudafricanos sufrieron cortes de electricidad debido a las
tarifas inadecuadas e injustas, insuficientemente subvencionadas para
las categorías más pequeñas. En cambio, los precios mayoristas de
Eskom, establecidos para las industrias de extracción y las acerías, son
los más bajos del mundo y fomentan la multiplicación de centrales
térmicas altamente productoras de gas de efecto invemadero. De hecho,
la conversión de Eskom a favor del desarrollo sustentable no fonna
parte del orden del día: 25 veces menos de inversiones en energías
renovables que en energía nuclear, y megaproyectos de grandes repre-
sas hidráulicas en toda África, con la bendición del BM y de la Nepad:
Angola, Botswana, Camerún, República Democrática del Congo,
Ghana, Malí, Mozambique, Suazilandia, Tanzania y Zambia (7).
En el marco de la Nepad y de las alianzas de carácter público/pri-
vado promovidas por la ONU, las subvenciones públicas y la ayuda
intemacional para el desarrollo,financiadaspor los contribuyentes, ser-
virán para atraer inversiones tan "sustentables" y "socialmente
responsables" como la represa de Lesotho en Sudáfrica. Porque las
disposiciones del "Plan de acción" aprobado alfinalizarla cumbre no
bríndan sino oríentaciones vagas a favor de las energías renovables,
sin excluir lo nuclear ni las grandes represas hidráulicas. En cuanto a
la iniciativa europea "Agua para la Vida", anunciada el 3 de septiem-
bre pasado por Romano Prodi, consiste a lo sumo en una gran
licitación a la medida de inversores como Suez, Thames y Vivendi.
Johannesburgo no habrá sido solamente una cumbre donde la
regla del denominador común más pequeño prevalecerá en casi todos
los capítulos. El "Plan de acción de Johannesburgo sobre Desarrollo
Sustentable", aprobado el 4 de septiembre pasado, al cabo de dos
semanas de negociaciones, propone impHcitamente ima reínterpreta-
ción del desarrollo sustentable, que termina de desviarlo de su sentido
inicial y lo suma a la globalización liberal.
43
El resultado más anunciado de la cumbre fue el compromiso
de reducir a la mitad el número de personas sin agua, desde ahora
hasta el 2015, lo que tendrá la ventaja para industriales como Suez o
Vivendi de no implicar una modificación en los modos de produc-
ción, ya que, indudablemente, el agua es una materia prima, pero
privatizable. En cambio, ningún compromiso concreto será asumi-
do a favor de las energías renovables, pese a ser las que mejor se
adaptan para proveer gratuitamente de electricidad a las poblaciones
de los países pobres, sin incrementar ei efecto invernadero y el
riesgo de cambio climático. Eskom no pone en riesgo, al menos en
el corto plazo, la competencia de proyectos micro-hidráulicos o
solares, que serían financiados por micro-créditos y por el produci-
do de una hipotética tasa mundial para el desarrollo sustentable y
aportarían una electricidad casi gratuita y sustentable a las poblacio-
nes de los townships de Soweto y de Alexandra. •
perficie del suelo productivo necesaria para producir los recursos y absorber (os residuos co-
rrespondientes, en diversas categorías de consumo: alimentación, vivienda, transporte, bie-
nes de consumo y servicios. El estado de los recursos permite calcular el techo de la huella
ecológica por habitante del planeta: un máximo de 1,9 ha por persona. Sin embargo, el con-
sumo promedio de recursos naturales es de 2,3 ha por habitante, es decir, 0,4 ha mayor de
lo disponible.
2 Entre otras, Areva, Micheün, Suez. Texaco, DuPont, Aol Time Warner, Rio Tinto...
3 Surge de la fusión del Consejo Mundial de Empresas para el Desarrollo Sustentable (World
4 Sanou Mbaye, "L'Afrique noíre face aux piéges du libéraüsme". Le Monde diplomatique.
5 Pero es sabido que ta corrupr' T es generada por los propios inversores: un escándalo re-
7 Cf. Patrick Bond, Unsustainable South África, The Merlin Press, Londres, 2002.
A.S.
44
Comercio desigual y "deuda ecológica "
45
voluntariamente a un desgaste azaroso. Sin embargo, las sociedades
toleran el cautiverio de la deuda extema, aun cuando su origen es dis-
tante de su cotidianidad (1). Una deuda extema que contiene un alto
componente de ilegitimidad y ya ampliamente pagada, si se tienen en
cuenta no sólo el flujo financiero y las tasas de interés pagadas
-impuestas unilateralmente- sino también el de bienes y recursos na-
turales baratos exportados. "Si calculamos solamente cuánto hemos
cubierto en exceso de intereses, cuando además la banca internacio-
nal decidió por sí misma en 1982 subirlos del 6 al 20%, es posible
demostrar que la deuda está pagada y en exceso. Para obtener estos
fondos y enviarlos como pago de la deuda extema, nuestros países se
ven obligados a exportar cada vez más, en condiciones de poca
equidad comercial y, lo que es más grave, a cualquier costo" (2).
Ecológica y colonial
46
residuos acumulados y eliminados por los países industrializados" (4).
A esta deuda generada por la sobreproducción, el sobreconsumo y la
superproducción de desechos actuales y pasados de los países del
Norte, debería sumárseles (¿por qué no?, al menos para tenerla en
cuenta), la "deuda colonial" por la extracción y usufructo de recursos
naturales y minerales no reembolsados (5).
Los daños ambientales generados por este comercio ecológica-
mente desigual se replican en todo el mundo subdesarrollado,
especialmente en América Latina. Sin embargo, no han sido
percibidos cabalmente ni aparecen en las agendas de los decisores po-
líticos. Como señala Joan Martínez Alier, catedrático catalán de la
Universidad de Barcelona, "es sorprendente la vigencia de antiguos
agravios históricos sobre límites geográficos y el gran empeño que
di versos países latinoanTericanos ponen en defender o rei vindicar su
herencia territorial, en comparación con la iriconciencia con la que
ceden la herencia recibida de patrimonio natural" (y también de
patrimonio cultural y social). Esas continuas cesiones podrían
interpretarse como una amenaza a la propia seguridad. Desde el Sur
puede afirmarse que el Norte ha producido y produce una cantidad
desproporcionada de contaminación y degradación y se apodera o
presiona para transformar una cantidad desproporcionada de recur-
sos naturales, lo que pone en peligro la seguridad ecológica del Sur.
Debido en parte a este comercio desigual y a la adopción de
algunas tecnologías importadas degradantes, Argentina tiene regiones
erosionadas en casi todo su territorio (6). Los sistemas de producción
ovina aplicados en la Patagonia desde el siglo XIX, que en menos de
cien años la convirtieron en desierto, o la eliminación de los quebra-
chales en la zona chaqueña, son un claro ejemplo de depredación de
la naturaleza, subvaluación del recurso, exportaciones mal pagadas y
tecnologías pobremente adaptadas a la realidad regional.
47
damente. Argentina exporta millones de toneladas de nutrientes
naturales -especialmente nitrógeno, fósforo y potasio- que por su-
puesto no se recuperan de manera natural. Se pretende mantenerlos
mediante el uso de fertilizantes sintéticos, tal como se promueve des-
de la esfera pública y privada. Sólo con sus principales cultivos
-soja, trigo, maíz y girasol- el país exporta anualmente alrededor de
3.500.000 toneladas de nutrientes. La soja, el motor de la agricultu-
ra argentina exportadora, representa casi el 50% de esta cifra. Sin
embargo, se impulsa a los agricultores a que sigan pagando para re-
cuperar lo que pierden con esos métodos de cultivo. Se los obliga a
aumentar la aplicación de los fertilizantes sintéticos (7) en lugar de
utilizar las prácticas ancestrales de recuperación y rotación de suelos
u otras antes habituales en el campo argentino: las rotaciones de agri-
cultura por ganadería permiten, por ejemplo, un importante período
de descanso y recuperación de suelos y un sistema productivo más
diversificado, además de un menor consumo de insumes, si se
utilizan prácticas de pastoreo racional.
El fuerte proceso de agriculturización de los últimos diez años,
impulsado por una irrestricta apertura al ingreso de insumos extemos
(agroquímicos, fertilizantes, maquinaria, que además contribuyó a la
ruina de las industrias locales) no favoreció un proceso de enriqueci-
miento genuino. Solo benefició a ciertos sectores concentrados de la
exportación que ahora obtienen además ganancias fabulosas con la
apreciación del dólar. Costo social: un tendal de productores quebra-
dos, impulsados a la "pseudo-tecnificación" del agro.
Estos modelos de explotación despiadada de recursos natura-
les se globalizan hacia los países de economías más debilitadas y
dependientes. En Argentina se repiten en casos como la pesca
(destrucción de la industria pesquera nacional mediante la concesión
indiscriminada a barcos-factoría; nulo control de las incursiones
pirata) o el petróleo. Este último caso es extremadamente grave ya
que se hace entrega de un producto no renovable a compañías
multinacionales interesadas en el lucro inmediato (8).
Recursos irrecuperables
48
miento con la sobreexplotacion de materias primas para reincidir
solamente en más deuda y dependencia. La mayoría nunca alcanzó
a financiar su propio desarrollo, por falta de verdaderas políticas in-
dependientes. En las crisis anteriores de la deuda extema "como las
de 1875 y 1890, Argentina pudo salir con una combinación de pago
de aranceles y aumento de los precios internacionales de la lana,
pero nunca, ni en sus años dorados, ha podido o querido financiar el
propio desarrollo. Tal vez una clase -la agropecuaria- pudo haber acu-
mulado capital y volcarlo hacia otras inversiones productivas, pero no
lo hizo y siguió apostando al campo. Y el campo, con sus precios, irre-
mediablemente iba decayendo. Entonces los ingleses nos hicieron los
ferrocarriles, los estadounidenses las empresas de servicios y las
multinacionales, el sistema bancario" (9).
Lo mismo sucedió con los recursos forestales, pesqueros y
petroleros. Se sobreexplotaron, malvendieron y muchos se tomaron
irrecuperables. Tampoco se cumplió con la premisa formulada en los
70 por el economista del Banco Mundial, Salah El Serafy:
"sembrar el petróleo", en alusión a la reinversión de los fondos de ese
origen en el sistema económico, para fomentar el desarrollo. En
realidad, esos fondos fueron a parar a las compañías petroleras que
obtienen en estos parajes tasas altísimas de ganancias, mientras los
países siguen en un estado de "subdesarrollo sustentable". Poderosí-
simos lobbies se oponen a cualquier decisión independiente que
implique desarrollo y una distribución más equitítativa de la renta de
los recursos naturales yfinancieros.Basta ver los fuertes movimien-
tos en contra de la Cumbre de la Tierra en Bolivia (10), del MST en
Brasil, de la revolución bolivariana en Venezuela (11), o la brutal
presión extranjera contra las retenciones petroleras en Argentina.
Expresados en dinero, los componentes de esta "deuda ecológi-
ca" son fácilmente identíficables, salvo en algunos casos complejos.
Se vinculan por ejemplo con los costos de reproducción o manejo sos-
teníble de recursos renovables exportados, como la reposición de los
nutrientes incorporados en las exportaciones agrarias, o los costos de
reparación de los daños locales producidos por las exportaciones:
daños a la salud por el uso de agroquímícos prohibidos en sus países
de origen, disminución productiva por sobreexplotacion, contamina-
ción con mercurio, relaves de minas, costos actualizados por la
49
indisponibilidad futura de recursos no renovables como el petróleo
o la biodiversidad. Todos estos costos no son considerados en el
precio, por lo que son pagados por el país exportador y sus genera-
ciones futuras.
Otro costo no reconocido por los países desarrollados es el de los
servicios ambientales (12), Un ejemplo es el proceso de cambio climá-
tico, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero hacia la
atmósfera, del cual son esencialmente responsables los países desarrolla-
dos. Los daños a la producción y economías de todo el mundo, la
inestabilidad e incertidumbre sobre sus futuras e impredecibles conse-
cuencias (desertización, inundaciones, daños a la biodiversidad), no son
tenidos en cuenta. Mientras Estados Unidos genera emisiones de cinco
toneladas por persona y por año (la Unión Europea la mitad), países
como Argentina emiten menos del 10% de esta cifra, pero "colaboran"
como sumideros de carbono gracias a sus ricas áreas selváticas, sin
recibir retribución alguna por estas vitales fiínciones.
Deben considerarse además como relevantes servicios
ambientales el reciclado de nutrientes, la depuración de aguas en los
humedales, los centros originarios de biodiversidad y recursos gené-
ticos, la evaporación y evapotranspiración del agua, la estabilización
de zonas costeras, los procesos de formación de suelos, la disponibi-
lidad de biomasa para otras especies, todos aportados esencialmente
por los países menos desarrollados. Son vitales para la estabilidad
planetaria, pero no han sido hasta ahora reconocidos por las economías
mundiales, ni en precio ni en valor.
Por ejemplo, el servicio ambiental brindado por la biodiversi-
dad agrícola a la seguridad alimentaria mundial se centra en el
proceso de conservación in situ, llevado adelante por las comunida-
des campesinas e indígenas. Existe ya una conciencia generalizada
en muchas sociedades de América Latina respecto de este valor
intrinseco, que ha despertado un profundo sentimiento de protección
comunitaria de los recursos frente a la biopiratería. Los litigios sobre
patentes o intentos de patentes sobre plantas o sus atributos, como los
casos de la ayahuasca, la sangre de drago, la quinoa, la uña de gato,
el neem o el jaborandí, son sólo algunos ejemplos. El necesario
reconocimiento a la importantísima función que cumplen estas
comunidades, que utilizando prácticas agroecológicas y agricultura
50
tradicional logran mantener productivas regiones donde cualquier pro-
ceso de agricultura industrial fracasaría, debería obligar a repensar el
actual proceso de desarrollo agrícola y reconocer a su vez, en valor y
en especie, la valiosa fLmción que estas regiones rícas en biodiversi-
dad bioecológica y socio-cultural cumplen para el mundo.
El derecho a reclamar
Según Eric Toussaint, en "doce años, entre 1980 y 1992, los países
del Tercer Mundo han pagado 1.662.200 millones de dólares, una
cifra tres veces superior a su deuda de 1980, que era de 567.000
millones. Cada año, el servicio de la deuda drena desde los países del
Tercer Mundo entre 160.000 y 200.000 millones de dólares hacia los
bancos privados, especuladoresfinancieros,el FMI, el Banco Mundial
51
y los países ricos" (16). En Argentina, "entre 1976 y la actualidad la
deuda externa pasó de 7.600 a 132.000 millones" (17); 214.000
millones si se agregan la deuda pública provincial (22.000 millones)
y la deuda privada (60.000 millones) (18).
El reclamo por una "deuda ecológica", generado por el comer-
cio ecológicamente desigual, el pago de los servicios ambientales y
el reconocimiento de la "huella ecológica" debe ser expresado en el
lenguaje que mejor entiende el Norte: el dinero, el bottom Une en la
cuenta de pérdidas o ganancias. Asi, podría constituir un fuerte
impulso desde el Sur para que el Norte encamine su economía en una
dirección más sostenible. La cancelación de parte de la deuda
extema a cuenta de la deuda ecológica disminuiría la presión sobre
los recursos naturales de los países del Sur, al tiempo que mejoraría
la situación de pobreza y contribuiría a un "ajuste ecológico"
del planeta.
El Sur tiene cabal derecho de reclamar el pago de su "deuda
ecológica" (19). Es necesario comprender los orígenes de este comer-
cio desigual, valuarlos en lo posible y proponerlos en la agenda de los
actores de la sociedad nacional e internacional. El tema de la deuda
extema no debe continuar siendo abordado de la manera tradicional.
Deberán reconocerse las consecuencias ecológicas y humanas -¡las ex-
temalidades!- que ha causado y que aún no han sido reconocidas. •
2 Aurora Donoso, Ecológica! Debt: South Tells North "Time to pay up", Acción Ecológica, Qui-
to, 2000.
4 Aurora Donoso, Deuda externa, mecanismo de dominación y saqueo. Acción Ecológica, Qui-
to. 2000.
5 Entre 1503 y 1660, los archivos de Sevilla dan cuenta de la extracción de nrietales preciosos:
6 Jorge Morello, y Silvia Matteucci, "La Argentina agredida. Ambiente y Territorio", Realidad
52
8 Alfredo Eric y Eric Calcagno, "YPF, otra privatización ruinosa", i e Monde dipJomatique, edi-
ción Cono Sur, julio de 2001.
12 Joan Martínez Alier, "Deuda ecológica vs. Deuda externa. Una perspectiva latinoamerica-
na". Parlamento Latinoamericano, 1998.
15 José Antonio López Cerezo, seminario "La democratización del conocimiento". Cátedra CT-
S+l, Organización de Estados Iberoamericanos, Centro de Estudios Avanzados-UBA, Buenos
Aires, octubre de 2001.
16 EricToussaint es presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo
(CADTM), Bruselas.
17 Carlos Gabetta, "Y la sociedad dio un grito". Le Monde diplomatique, edición chilena, Bue-
nos Aires, enero de 2002.
18 "Deuda Externa: Una moratoria obligada por falta de fondos". Clarín, Buenos Aires, 24-12-01.
19 Joan Martínez Alier, Economía Ecológica, Editorial Rubes, Barcelona, 1999.
W.A.P.
53
Cumbre Mundial de la Tierra sobre Desarrollo Sustentable
(Inédito)
55
generales, dada la naturaleza de esta presentación, (3) las líneas
que siguen intentarán mostrar cómo la subordinación del modelo eco-
nómico a los mecanismos de Xaglobalización, vale decir, a la lógica
que precede la actual fase de acumulación a escala mundial, (4) con-
lleva efectos desastrosos para el equilibrio ecológico de la región,
cuestionando la aparente neutralidad de las cifras y el propio éxito
económico que ellas intentan reflejar.
En esa perspectiva, conviene de recordar brevemente aquí que,
durante milenios, en la parte de América que después de la
segunda mitad del siglo XIX se ha llamado «latina», la naturaleza
había venido ritmando la vida social, cumpliendo una función
cultural esencial (5). La irrigación, las técnicas de lucha contra la ero-
sión, el tiempo de reposo dado a la tierra, la utilización de abonos,
los métodos de siembra y de cosecha o la organización vertical de
diferentes terrazas ecológicas donde cada una de ellas estaba
dedicada al cultivo de una flora específica, en armonía con el micro-
clima, nos suministran la prueba que el medio ambiente estaba
integrado de una manera privilegiada en la economía política y en la
visión del mundo las formaciones sociales amerindianas (6). Las
huellas que podemos encontrar, por ejemplo, en las diversas
manifestaciones del arte precolombino, (7) muestran que el respeto
de la naturaleza, lejos de constituir un « paraíso perdido »inventado
por algunos historiadores y antropólogos nostálgicos (8) impregnó
fuertemente su imaginario colectivo.
Este equilibrio entre el hombre y la naturaleza permanece
como un dato constante a través de la compleja evolución histórica
de las formaciones sociales ammerindianas y no será destruido
sino por el grand toumant que representa su contacto con un merca-
do mundial que la propia América va a contribuir a desarrollar.
Empujada por una demanda anónima siempre en expansión, (9) la
conquista española y portuguesa, tenía necesidad de una escala de
producción creciente. El excedente minero y agrícola (10) obteni-
do por las comunidades indoamericanas como valor de uso para el
autoconsumo se transforma rápidamente así en mercancía (11).
Para obtenerlo en cantidades necesarias, la conquista, apoyada por
la fuerza de su poder militar y religiosa, va a introducir ritmos de tra-
bajo y tecnologías que van a provocar la explotación de las riquezas
56
naturales sin otro límite que la voracidad del mercado, y además, la
cuasi exterminación del hombre americano como productor, (12)
agotado por la intensidad de un trabajo que sobrepasaba toda resis-
tencia fisiológica (13). Estos rasgos que van a dar forma a las so-
ciedades latinoamericanas van igualmente a reorientar los senderos
por los cuales pasará su propia historia. «La formación de una
economía exportadora, los progresos técnicos y la concentración
de capital vinculada a esta nueva economía y a la transferencia de
modelos sociales impuestos por los colonizadores -escribe, por
ejemplo, Jacques Chonchol-, debían influenciar de manera decisi-
va el porvenir del Nuevo Mundo durante más de cuatro siglos» (14).
La separación de Espaiía, obtenida después de los enfrenta-
mientos diplomáticos y militares que se desarrolla entre 1808 y 1824,
no hará sino reforzar estas tendencias, transformando a los grupos
criollos en una nueva oligarquía que, a partir de los años 1860,
acrecentará su participación en el comercio internacional suminis-
trando alimentos y materias primas a la revolución industrial,
ampliando la frontera agrícola a través de la expoliación de las
tierras de las comunidades indígenas, acordando cada vez más
concesiones al capital -británico, en la ocasión- (15) y consagrando
bajo nuevas formas la inserción subordinada y dependiente de Amé-
rica Latina en el mercado mundial. Impidiendo al Ángelus Novus de
Walter Benjamín de «despertar a los muertos y unir a los
vencidos» (16), la «modernización» del siglo XIX va a desplazarse
en la misma dirección que la época colonial, estableciendo con ésta
una suerte de continuidad y desempeñando su cometido con tal
fuerza que puede reconocerse en ella, sin demasiados esfuerzos,
«el temporal que le impide cerrar sus alas» (17) todavía soplando en
un cierto tipo de literatura (18). La ideología de la «civilización», de
la «modernización», del «progreso», va a legitimar así una visión de
mundo apoyada en el dominio -control, utilización, uso-, de la natu-
raleza, concepción que implica de forma tácita que ésta es inagota-
ble (19). El proceso de industrialización que comienza a generarse
lentamente en América Latina durante el curso del conflicto mun-
dial de 1914-18 (20), vendrá a reforzarla, introduciendo cierta no-
ción de desarrollo. Esta, tal como nos lo recuerda Armand Mattelart
(21), irá a aparecer en el lenguaje de las relaciones internacionales a
57
partir de 1949 -o sea justamente en el momento de fundación de la
CEP AL- (22), para designar su contrario, el subdesarrollo, como
el estado de la población del planeta que debía aún recorrer el mis-
mo camino que habían hecho los países desarrollados para acceder
a la «felicidad». Prisionero de esta ideología del desarrollo (23) el
problema del equilibrio ecológico va a permanecer durante mucho
tiempo obtinadamente ausente de la discusión de los proyectos de
sociedad.
Paralelamente, la población de América Latina, que se estima-
ba en alrededor de 100 millones de habitantes en 1930, va a
duplicarse hacia los años 60, al mismo tiempo que el peso de su com-
ponente urbano pasa del 30 al 50% del total, (24) coincidiendo con
la llegada de inversiones portadoras de nuevas tecnologías que van
a limitar la absorción de la fuerza de trabajo que la modernización
del campo libera de una forma constante (25). El paisaje urbano va
entonces a cambiar gradualmente y la ciudad va a comenzar a
conocer problemas cada vez más graves de polución industrial, de
reducción de los espacios verdes, da habitación, de salud pública, de
higiene, de transporte, de agresión visual, problemas que van a afec-
tar los sectores más desvalidos de las clases subalternas, mostrando,
a través de una sociedad fuertemente marcada por sus propias desi-
gualdades, que no existen relaciones entre el hombre y la naturale-
za que no comporten siempre una dimensión social concreta (26).
En la América Latina de los años 60, esta problemática estará en la
base del ascenso de movimientos sociales que, en países como
Brasil, Bolivia, Chile, Uruguay, Argentina, irán a acceder al gobier-
no a partir de proyectos y programas de carácter netamente popular.
Estos gobiernos, aunque de corta duración y, vistos en perspectiva,
verdaderos paréntesis en la vida política de América Latina, van a
marcar un hito en la historia de las clases subalternas del continen-
te, estimulando un clima social de libertad, dinamizando la sociedad,
generando profundas experiencias culturales y provocando una
radicalización política que no tardará en estrellarse con los
mecanismos de conservación del poder que van a imponer la solu-
ción militar (27).
Serán estos gobiernos militares los que van a dar los pasos
políticos previos -léase \os pasos politicamente indispensables del
58
punto de vista del capital- para la llegada de laglobalización,
desarticulando las organizaciones de trabajadores, destruyendo sus
expresiones políticas, y liquidando o cooptando sus élites (28).
Cumplida esta tarea, la vía quedará libre para aplicar las medidas de
liberalización, de privatización, de desregulación, de desreglamen-
tación que, en la convicción de que la sociedad no es más que un
monopoly games, van a ofrecer al capital fuerza de trabajo a bajo pre-
cio. La incorporación de América Latina al proceso de globalización
se realiza entonces sin ningún real debate interno y en condiciones
donde, excluida de las decisiones políticas, una gran parte de la
población no podrá pronunciarse ni sobre la implantación del mode-
lo ni sobre sus consecuencias económicas, sociales, culturales y
ecológicas. En la ausencia de condiciones democráticas, la
organización de la producción es administrada así, defacto por una
minoría ligada a los intereses del capital (29), minoría que va a
conducir la mutación de una estructura productiva que, orientada por
la necesidad de satisfascer una demanda siempre creciente,
conlleva un constante aumento de la productividad (30). Así, la
producción de cobre, de hierro, de gas natural, de café, de oleagi-
nosos, de soya, de trigo, de maíz, de plátanos, de caña de azúcar, de
algodón, de crustáceos, de petróleo -el principal producto de
exportación de la región- y sus derivados (31), muestra un incremen-
to de las cantidades exportadas tanto más significativo cuando, en la
mayoría de los casos, éste debe compensar la caída de los precios en
el mercado internacional. Ahora bien, -y a esto se reduce lo
esencial del problema-, en un continente como América donde la
casi totalidad de las exportaciones fuera de la región consisten en
materias primas y productos agrícolas, el equilibrio ecológico,
resiente de una forma particular este aumento de la productividad
provocado por la globalización (32).
Así, si examinamos el sector agrario, podemos constatar que,
con el ñn de satisfacer el aumento de la demanda mundial de alimen-
tos -estimulada por la desreglamentación-, van a formarse en el
continente latinoamericano complejos agroalimentarios que irán a
reemplazar las explotaciones tradicionales y que, por hacer frente al
aumento del volumen de la demanda van a agotar en pocos años la
frontera agrícola (33). Sólo entre 1970 y 1980 -vale decir cuando la
59
globalización no estaba sino introduciéndose en la región- (34), la
superficie de tierras laborables (arable land) se extendió de 98 a 117
millones de hectáreas, lo que quiere decir que 19 millones de
hectáreas fueron incorporadas a la explotación (35). El decenio
siguiente, entre 1981 y 1989, la superficie agrícola total explotada
en América Latina va a aumentar todavía de 117 a 128 millones de
hectáreas, vale decir, el equivalente de casi 11 millones de
hectáreas (36). Si tomamos como base los años 1989-1991 (1989-
1991 = 100), el volumen físico de la producción agrícola pasa, para
el conjunto de la región, de 60, en 1970, a 81, en 1980 y a 111 en
1995 (37). Este crecimiento vertiginoso no excluye ningún país. Así,
tomando siempre como base los años 1989-1991, podemos observar
que si un país como Argentina pasa de 78, en 1970, a 90, en 1980 y
a 110 en 1995, Belice, Paraguay y Venezuela pasan también, duran-
te los mismos años, respectivamente, de 43 a 75 y a 135, de 40 a 58
y a 105, y, de 56 a 78 y a 120 (38), y que en Brasil, la participación
de la agricultura en la generación del PNB aumenta en un 8,7% en
1980, en un 9,8% en 1990 y en un 10,5% en 1995 (39). Si exami-
namos la cosa un poco más de cerca, podemos observar que, además,
este crecimiento concierne esencialmente determinados productos.
Las cift-as muestran que la producción de plátanos pasa de 20 millo-
nes de toneladas en 1970 a 26 millones en 1990 y a 29 millones en
1995 (40), la del café, de 2 millones 170 mil toneladas en 1970 a 2
millones 970 mil en 1980 y a 3millones 922 mil en 1990 (41). Si nos
atenemos a la evolución de las cifras examinando los años 1970,
1980,1990 y 1995, podemos ver que la producción de porotos secos
pasa de 3 millones 746 mil toneladas a 3 millones 688 mil, a 4 mi-
llones 635 mil y a 5 millones 283 mil (42), la caña de azúcar pasa de
277 millones de toneladas a 356, a 488 y a 496 (43), el girasol
(sunflower) de 1 millón 220 mil toneladas a 1 million 756 mil, a 3
millones 454 mil y a 5 millones 805 mil (44), el maíz va de 38 a
45, a 49 y a 73 millones de toneladas (45). Siempre durante los mis-
mos años, la soya pasa de 1 millón 928 mil a 19 millones 814 mil,
a 33 millones 667 mil y a 41 millones 381 mil toneladas (46),
mientras que entre 1970 y 1995, la superficie cultivada de este vege-
tal se acrecienta de 1 a 19 millones (47). Este aumento de la produc-
ción, al cual es necesario agregar el algodón -el más contaminante
60
de todos- y la ganadería, se realiza bajo la presión de la búsqueda de
ganancias a corto plazo. Embarcados en la competencia mundial, los
complejos agroalimentarios, para permanecer rentables, deben
utilizar cada vez más fertilizantes químicos, pesticidas y nuevas
tecnologías (48). Así, de las 2 millones 883 mil toneladas de fertili-
zantes utilizadas en la agricultura latinoamericana en 1970, pasan
a 7 millones 484 mil en 1980, y llegan ya a 9 millones 263 mil
en 1994 (49). La explotación de la tierra en las condiciones de
competencia generadas por la mundialización comporta asi un
costo elevado para el medio ambiente provocando un fuerte dese-
quilibrio ecológico (50).
Este se traduce, primero, en un proceso de desforestación (51).
De los 998 millones de hectáreas de bosques que América Latina te-
nía en 1970, no quedan sino 958 millones en 1980, 919 en 1990 y
913 en 1994, lo que equivale a decir que cada año 3,5 millones de
hectáreas, más del 0,3% de la riqueza forestal de la región, se con-
vierte en humo (52). Estas representan por otra parte más del 60%)
de la cantidad cortada en el conjunto del planeta (53). La desfores-
tación adquiere una dimensión especial en Brasil que pasa de una
participación del 2,20% en las exportaciones mundiales de madera
llamada «dura» (hardwoods), en 1989, a 8,05%, en 1995 (54). Se
estima hoy que la tasa de destrucción de la foresta amazónica es de
5,8 millones de hectáreas por año (55). Esta progresa cada año. Así
su destrucción entre 1995-96 es superior a la de los años 1992-94.
Los estudios científicos no garantizan que pueda cumplirse el ciclo
necesario de regeneración que supone de 25 a 30 años (56). A los
destrozos generados por la desforestación se agrega los que provo-
ca la erosión. En los años sesenta, 210 millones de hectáreas, vale
decir el 10% del conjunto del territorio latinoamericano, la sufría. A
pesar de la evidencia del problema, los datos sobre éste son escasos.
Nicolo Gligo, uno de los investigadores que ha trabajado de manera
más minuciosa la problemática del medio ambiente en América
Latina, escribe que «los estudios sobre la erosión son cada vez me-
nos numerosos, quizás para no hacer frente a cifras catastróficas»
(57). En Argentina un estudio que concieme el 80% de la superfi-
cie total del país muestra que la erosión afecta el 31% de ésta. Para
México, llega al 85%) del territorio nacional (58). La desforestación
61
y la erosión no son los únicos efectos del modelo de acumulación, el
agotamiento de la química de la tierra ya a comienzos de los años
90, concernía igualmente 68,2 millones de hectáreas, mientras que
la salinidad de la tierra y la sedimentación de los cursos y nichos de
aguas afectaban más o menos el 40% de las tierras irrigadas, lo que
representa, en su conjunto, aproximadamente el 11% de la superfi-
cie cultivable (59). Además, la pesca alcanza hoy 10,5 millones de
toneladas mientras que el potencial de peces de reserva es de alrede-
dor de 20 millones de toneladas. Los crustáceos o moluscos están
también en peligro. Así, por ejemplo, Ecuador obtiene hoy un 15%
de sus divisas a través de la exportación de camarones. Existe, por
último otro efecto de la mundialización, el de la destrucción de la
biodiversidad. Sabemos que en América Latina ésta es particular-
mente rica (60). Se pueden distinguir más de 120 mil especies y si
se agregan los musgos, los heléchos y los liqúenes, la cifra llega a
los 180 mil (61). Con la desforestación y la erosión estas especies
disminuyen cada vez más. En este ámbito también los estudios
son raros.
Por otro lado, es necesario subrayar aquí que, como producto
de las nuevas tecnologías, la expulsión de campesinos hacia la ciu-
dad que había comenzado durante los años 1950-60, se acelera. Pa-
ra no tomar más que una sola referencia, en 1970 no había sino 630
mil tractores, diez años después éstos son ya 1.096.000, en 1990 lle-
gan a 1.472.000 y en 1994 han aumentado a 1.512.000 (62). Corre-
lativamente, en 1990, entre los 450 millones de habitantes de Amé-
rica Latina, más del 70% viven en espacios urbanos (63) y según los
últimos censos que fijan la población del continente en 480 millones
de habitantes, esta tendencia se profundiza (64). El rápido crecimien-
to de las exportaciones agrícolas va a encontrar así un complemen-
to en el mercado interno, pero esta misma rapidez del crecimiento
urbano, sumado a la extrema polarización de la estructura de consu-
mo y a la ausencia de una reglamentación eficaz -tributaria de la con-
cepción liberal de un Estado reducido a sus funciones puramente re-
presivas-, va a multiplicar los problemas de medio ambiente y, en
particular, de ecología urbana. La más evidente entre ellos es el de
la contaminación del aire. Dos factores parecen determinantes en es-
te problema : el crecimiento de la actividad industrial y el aumento
62
del número de automóbiles. En México, el ozono es el más elevado
del planeta. En Sao Paulo es el monóxido de carbono. En Santiago
de Chile, en los últimos 15 años el número de vehículos se ha
multiplicado por tres. Estas tres ciudades concentran casi 45 millo-
nes de habitantes (65). No son las únicas: Bogotá, Caracas o Buenos
Aires muestran cifras igualmente alarmantes. A la contaminación del
aire es necesario agregar la contaminación de las aguas. En Buenos
Aires y en México, el agua potable para el consumo regular de la po-
blación se obtiene a través de napas superficiales que se estima que
están contaminadas en su totalidad (66). En Brasil, en los años 80,
de cada 25,2 millones de habitantes, solamente 14 millones tenían
agua potable y menos de 7 millones tenían conductos excretores (67).
Pero existe aún la contaminación provocada por las deshechos del
consumo familiar y por los tóxicos. Las dificultades que encuentran
las organizaciones territoriales locales para administrar el amonto-
namiento de basuras y deshechos industriales, de los hospitales y de
los derivados del consumo familiar, aparecen aquí estrechamente
vinculadas al desmantelamiento de las funciones sociales del
Estado provocadas por las políticas del modelo de acumulación (68).
En efecto, para el sistema, la administración de los deshechos -igual
que la salud pública o la educación de los niños provenientes de
los sectores populares o los trabajos públicos en las zonas llamadas
«marginales»- (69) no siendo rentable, debe ser abandonada a
la «mano invisible» del fantasma de Adam Smith, «mano invisible»
que permite a los Estados que concentran un importante poder eco-
nómico y militar, resolver sus propios problemas de medio am-
biente enviando sus deshechos hacia otros territorios (70). En esta
dirección, un estudio de la CEPAL citado también por Nicolo Gligo
muestra que «la mayor parte de los deshechos peligrosos se introdu-
cen en la región a través de los acuerdos entre Estados Unidos y Mé-
xico... este último había aceptado hasta 1988 que 30.000 toneladas
de estos» (71). Quedan todavía los problemas derivados de la des-
trucción de la capa de ozono que conciemen a América Latina. Así
por ejemplo, «la tasa de cáncer de la piel de los chilenos de Punta
Arenas, no cesa de aumentar» (72)...
Las tendencias que revelan las breves consideraciones que aquí
escribimos a propósito de la evolución económica de la región y su
63
impacto sobre el medio ambiente son bastante diferentes de las que
nos ofrecen los apologistas del sistema. Ellas muestran, incluso en
su brevedad, que estamos frente a una racionalidad productiva que,
estructurada sobre la base de las «ventajas comparativas» (73)
representadas por la mano de obra barata y los recursos naturales
subvalorados que ofrecen al capital los Estados latinoamericanos
debilitados por las políticas neoliberales, conlleva la destrucción del
equilibrio ecológico. Ellas muestran que mientras la naturaleza
continúe a ser tratada como mercancía no habrá ninguna salida
posible, y que, dado que la globalización como cualquier otra fase
de acumulación de capital no hace sino expresar una relación de
ílierzas entre los intereses contradictorios de los grupos sociales que
en ella participan, toda posibilidad de lograr relaciones de equilibrio
entre el ser social del hombre y la naturaleza no representa ni un
problema «técnico» ni un problema «económico» sino un problema
esencialmente político, lo que liga indisolublemente el problema del
equilibrio ecológico con el de la democratización de la sociedad en
su conjunto (74). Todo programa que apunte a la restauración del
equilibrio ecológico debe pasar entonces necesariamente por la rup-
tura con la actual lógica de acumulación de capital, debe pasar por
la proposición de una organización alternativa de la producción que,
junto con sustraer la naturaleza de su papel de mercancía impuesta
por las relaciones de producción dominantes, plantee las bases de
una cultura planetaria que ponga al ser humano en el centro de su
preocupación. La defensa de la naturaleza y la lucha por mejorar el
medio ambiente deberían así, quizás, recordarnos que, como
decía Ernesto Guevara, «detrás de la técnica está siempre el que la
utiliza» (75), deberían recordamos los argumentos de José Carlos
Mariáteguí que muestran el carácter ficticio del progreso (76),
deberían recordamos sobre todo que es necesario pensar la natura-
leza como un soporte material que forma parte del mismo proyecto
concebido para la reconstrucción, quizás todavía posible, de las
sociedades humanas. Ello demanda voluntad política... •
1 El momento que va dar origen a este optimismo puede ubicarse inmediatamente después
de 1990: el PIB aumenta en 3.8% en 1991, en 3,0% en 1992, en 3,2% en 1993 y, si considera-
mos de una manera global el período 1990-1994 en relación con el de 1980-1989, ést« pasa
de 1,2% a 3,6% mientras que entre 1992 y 1993, el PIB per cápita pasa de -0,8% a 1,9%; el
64
quantum de productos exportados aumenta 6,3% en 1991, 9,3% en 1992 y 8,7% en 1993; la
transferencia de recursos que hasta 1990 había sido negativa se vuelve positiva. Cfr., CEPAL,
Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, Nations Unies, 1996, Tableau 53 :
Gro\Arth of gross domestic product, p. 74; Tableau 54: Gro\Arth of per capíta gross domestic
product, p. 75 ; Tableau 87 : Latín america and the Caribbean exports of the ten Leading
producís by their percentage shake each year, p, 116; Tableau 279: Net transfer of ressour-
ces, p. 490.
2 Es interesante de observar como los análisis ligados al gran capital subrayan este éxito: Cfr.,
por ejemplo, «Amérique latine : renaissance du Nouveau Monde», Conjoncture, n° 11, Pari-
bas, de diciembre de 1992; «Sítuation économíque de l'Amérique latine en 1993»,
editado por el banco Sudamerís, junio de 1993 ; «Under Construction. A Survey of Latín
America», The Economist. 13 de noviembre de 1993.
3 Se trata aquí, evidentemente, de un estudio exploratorio de las tendencias generales del fe-
nómeno.
4 Cfr., por ejemplo, GROUPE de LISBONNE, Limites a la compétitivité, París, la Découverte,
1995; AMIN, Samir, Les défís de la mondialisation. París. L'Harmattan, 1996 ; FERRER, Aldo,
Historia de la globalizadón. Orígenes del orden económico mundial, Buenos Aires, México,
Fce, 1996; URRIOLA, Rafael, (Coordinador), La globalizadón de los desajustes, Caracas, Nue-
va sociedad, 1996.
5 Cfr., ROJAS RABIELA, Teresa, SANDERS, William T., (editores). Historia de la agricultura.
Época prehispánica. Siglo XVI, Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, México,
1985; SILVA, Osvaldo, Civilizaciones prehispánicas de América, Santiago de Chile, Editorial
Universitaria, 1985.
6 Jacques Chonchol escribe que, «pour irriguer, pour gagner des terres agricoles dans les zo-
nes de montagnes á forte pente, pour proteger la terre contre l'érosíon ainsí que pour utili-
ser de fa^on écologíque les différents milieux complementa!res ríen ne surpasse aujourd'hui
ce que firent les indígénes andins et mexicains avec leurs systémes hydrauliques et de te-
rrasses pour Tirrígation, et de complementante de production vivríéres en fonctíon des éta-
ges montagnards», CHONCHOL, Jacques, Systémes agraires en Amérique latine, París, Insti-
tut des Hautes Etudes de l'Amérique latine, 1995, p. 12.
7 Cfr., por ejemplo, LAVALLE, Daniéle, et LUMBRERAS, Luis G., Les Andes de la Préhistoire aux
Incas, París, Gallimard, 1985. También puede verse, a modo de ejemplo, los motivos ecológi-
cos en la magnífica artesanía de Valdivia y de Chorreras, en Ecuador.
8 Entre otros, Cfr., MADARIAGA, Salvador de, L'Essor de l'Empire espagnol d'Am^rique, París,
Albín Michel, 1953.
9 Píerre Chaunu calcula que, entre 1503 y 1660 fueron enviadas de Améríca hacía España 300
toneladas de oro y más de 25 mil de plata. CHAUNU, Pierre, L'Amérique et les Amériques,
Paris, Armand Colín, 1964.
10 DORE, Elísabeth, «L'hístoíre miníére latino-américaíne», Ecologie etpolitique, n° 17, París,
été1996,pp. 125-153.
11 WALLERSTEIN, Immanuel, The modern world-system, Capitalist-Agriculture and the Orígins
65
of the European Worfd-Economy in the Sixteenth Century, Academic Press, New York, 1974.
12 Cfr., SCHMIDT, Alfred, El concito de natural&ta en Marx, México, Siglo veintiuno editores, 1976.
13 Richard Konetzke estima que en 1942 en América Central y en América del Sur vivían cerca
de 75 millones de indios; sólo en México, entre 1519 et 1532, murieron 8 millones, KONETZ-
KE, Richard, América Latiría, decimosexta edición en castellano, Vol. (I, La época colonial,
Madrid, Siglo veintiuno, 1984
14 Cfr., CHONCHOL, Jacques, Systémes agraires en Amérique latine, ed. cit., p. 57.
15 Cfr., KAPLAN, Marcos, Formación del Estada nacional en América Latina. Buenos Aires,
Amorrortu, 1976.
16 BENJAMÍN, Walter, «Théses sur la philosophie de l'histoire», Essais 1935-1940. Traduites de
l'allemand par Mauríce de Gandlllac, París, Denoel/Gonthier, 1983, Vol ti, p. 200.
17 Ibidem.
18 Cfr., por ejemplo, SARMIENTO, Domingo Faustino, Facundo, civilización y barbarie, Buenos
Aires, Juan Roldan, 1914.
19 Nicolo Gligo escribe que en la mayoría de los análisis «la notación de recursos naturales y la
situación ambiental no pasan de ser datos estadísticos generalmente constantes. Resulta
paradójico que no consideren las fluctuaciones anuales del patrimonio natural, cuando to-
dos los análisis de la economía se realizan sobre la base de fluctuaciones anuales», GLIGO,
Nicolo, «Situación y perspectivas ambientales en América Latina», Revista de la CEPAL, n°
55, Publicación de las Naciones Unidas, Santiago de Chile, abril de 1995, p. 117. Seguiremos
aquí de cerca la argumentación planteada por este artículo.
25 lANNl, Octavio, La formación del Estado populista en América Latina, segunda edición, Mé-
xico, Era, 1980.
66
26 Diversos trabajos están marcados por una concepción general y abstracta en relación con
ios problemas del equilibrio ecológico. Así, por ejemplo, sin ninguna consideración de orden
histórico o social, Bertrand Charrier escribe, que «le conflit homme-nature est au centre de
cette problématique», (CHARRIER, Bertrand, Bataille pour la planéte, París, Económica, 1997,
p. 89). Mucho más cuidadoso, Christian Parker observa que «on a t'habitude de réduire la
conception du milieu ambíant exclusivement au théme de l'écologie et dorK aux rapports
de l'homme et la nature», Parker, Christian, «Modeles culturéis et développement durable:
une Vision du Sud», Alternatives Sud, Louvain-la-Neuve, Centre Tricontinental, CETRI, París,
L'Harmattan, Vol. II (1995), 4, p. 76.
27 MARINI, Rui Mauro, Subdesarrolio y revolución, décima edición, México, Siglo XXI, 1980.
28 Por supuesto existen también transiciones hacia la nueva fase de acumulación de capital que
se vienen realizando bajo formas civiles, lo que no implica que la violencia no haya estado
también presente en elías: México y Venezuela son, quizás, los ejemplos más evidentes.
29 Para un análisis de la evolución económica latinoamericana, Cfr., por ejemplo, BENAVENTE,
José Miguel, CRESPI, Gustavo, KATZ, Jorge, et STUMPO, Giovannl, «La transformación del
desarrollo industrial de América Latina», Revista de la CEPAL. n° 60, Publicación de Naciones
Unidas, Santiago de Chile, diciembre 1996, pp. 49-72.
30 Cfr., por ejemplo, CORREIA de ANDRADE, Manuel, «Globallza^o e modernidades» Perspec-
tivas. Revista de Ciencias Sociais. Vol. XVII/XVlll, 1994/1995, Universidade Estadual Paulista
pp. 13-20; FERRER, Aldo, «Desarrollo y subdesarrolio en un mundo global. Los problemas
de América Latina», El Trimestre económico, Vol. LXIII (4), n° 252, México, octubre/diciembre
de 1996, pp, 1367-1374; MONTOYA, Aquiles, «Globalización... ¿Y nada más?». Estudios
Centroamericanos, n° 570, Dossier: « Los desafíos de la globalización y la modernización »,
abril 1996, pp. 289-305;
67
37 CEPAL, Statística/yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit, Tableau 305:
Quantum indexes of agricultural production, p. 594-595.
38 Ibidem.
39 CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit., Tableau 62: Shake
of agriculture, forestry, hunting and fishing in the generation of the product p. 83.
40 Cfr., CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean. ed. cit., Tableau 324;
Production of bananas and pJatains, pp, 638-639.
41 Cfr., CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit., Tableau 325 :
Production de green coffee, pp. 640-641.
42 Cfr,, CEPAU Statístícalyearbook for Latín America and the Caribbean. ed. cit, Tableau 327 :
Production of dried beans, pp. 644-645.
43 Cfr., CEPAL. Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit, Tableau 326 :
Sugar cañe production, pp. 642-643.
44 Cfr., CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit, Tableau 328:
Production of sunflower, pp. 644-645.
45 Cfr., CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit, Tableau 329 :
Maize production, pp. 646-647.
46 Cfr., CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit.. Tableau 331:
Production of soya beans, pp. 650-651.
47 Cfr., CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean. ed. cit, Tableau 319:
Soya beans, área harvested, pp. 628-629.
48 Marx escribe : «iTodo progreso en la agricultura capitaliste no es sólo un progreso en el arte
de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo; todo avance en el acre-
centamiento de la fertilidad de este durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de
las fuentes duraderas de esa fertilida », MARX, Karl, El Capital, tercera edición en castellano,
México, Siglo veintiuno, 1975, Tomo I, Vol. It, IV, XIII, 10, p. 612.
49 CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean. ed. cit., Tableau 334: Total
consumption of fertillzers, pp. 656-657.
50 En los últimos años algunos trabajos han subrayado esta tendencia: Cfr., por ejemplo, GON-
ZÁLEZ, Anabet «Comercio internacional y medio ambiente». Comercio Exterior, Vol, 43, n°
9, México, septiembre 1993, pp. 827-838; MILÁN), Carlos, «Les rapports commerce/environ-
nement et les dangers de l'écoprotectionnisme», Cahiers des Amériques latines, n° 20, París,
Institut des Hautes Etudes de l'Amérique latine, 1995, pp. 5-28; PARKER, Christian, «Mode-
les culturéis et dévefoppement durable: une visión du Sud», ed. cit; SCHOLZ, Imme, «Co-
mercio exterior y medio ambiente»; experiencias en tres sectores exportadores chilenos».
Revista de la CEPAL, n° 58, Publicación de Naciones Unidas, Santiago de Chile, abril de 1996,
pp. 129-144;
51 Es necesario tener en cuenta que, dado que países como Chile no realizan su censo forestal
sino una vez cada veinte años, estas cifras deben ser interpretadas con precaución.
52 Cfr., CEPAU Statístical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit, Tableau 310:
Forestarea, p. 610.
68
53 Según Bertrand Charrier, «prés de 20 millions d'hectares sont coupés annueUement», CHA-
RRIER, Bertrand, BataiUe pour la pianéte, ed. cit., p. 80.
54 Cfr., Relatório Gilney, Brasilia, 1997. -(O Relatório procura contextúa I izar histórica, política e
ambientalmente o desenvolví mentó regional da Amazonia, do quat a atividade madeireira
é parte, seja nacional ou transnacional, européia ou asiática. Particularizando no objetivo
inicial da investiga^áo, o Relatório procura estabelecer um diagnóstico da presen^ das em-
presas madeireiras asiáticas ou de empresas sob controle nacional dos países asiáticos, iden-
tificando-as, os seus investimentos e sua estrategia de atua^ao. Dentro deste contexto ava-
lia-se o impacto ambiental efetivo e potencial da industria madeireira, com o aporte de me-
ga-madeireiras asiáticas, em conexáo com diversas formas de ocupa^áo do solo, uso e ex-
plorado da Floresta Amazónica).
55 Ibídem.
56 Ibídem.
57 GUGO, Nicolo, «Situación y perspectivas ambientales en América Latina», ed. cit, p. lOS.Pa-
ra un marco teórico. Cfr., SUNKEL, Osvaldo, et GLtGO, Nicolo, Estílos de desarrollo y medio
ambiente en América Latina, 2 Vol., México, Fce, 1980
58 GLIGO, Nicolo, «Situación y perspectivas ambientales en América Latina», ed. cit.
59 Ibídem.
60 Cfr., por ejemplo, VAREA, Anamaria, (compiladora), Biodiversidad. bioprospección y biose-
guridad, ILDIS, Quito, Ecuador, 1997.
61 Se trata del trabajo de V. Toledo, A Critícal Evaluation of the Floristic knowledge in Latín
America and the Caribbean, Washington, D. C, Report to the Nature Conservancy Program,
1985. Citado por, GLIGO, Nicolo, «Situación y perspectivas ambientales en América Latina»,
ed. cit, p. 110.
62 CEPAL, Statistical yearbook for Latín America and the Caribbean. ed. cit., Tableau 335 : Num-
ber of tractor, pp. 658-659.
63 Conviene retener aquí que, como dice Jacques Chonchol, « le grand probléme rencon-
tré par les systémes agraires á l'époque coloniale est cetui de la main d'oeuvre... I'ex-
pansion agricole du XlXéme siécle et du debut du XXéme siécle a amplifié ce besoin de
main d'oeuvre... (Cependant maintenant) les systémes agraires en Amérique latine
sont passés á une situation de surabondance de cette main d'oeuvre ; en conséquence
cette derniére est rejetée des grandes entreprises agricoles oú elle n'est plus employée
qu'á temps partiel », CHONCHOL, Jacques, Systémes agraires en Amérique latine, ed.
cit., pp. 169-170.
64 CEPAL, Statistical yearbook for Latín America and the Caribbean, ed. cit, Tableau 121 : Total
population, p. 175.
65 CFR., GLIGO, Nicolo, «Situación y perspectivas ambientales en América Latina», ed. cit.
66 Ibídem.
67 Ibídem.
68 El Groupe de Lisbonne recuerda que en América Latina «l'Etat-providence est apparu timi-
dement aprés la Seconde Guerre mondiale, mais sa portee a été séríeusement réduite et son
69
existence a été menacée á partir des années 1970 », GROUPE DE LISBONNE, Limites é la
compétitivíté, ed. cit., p. 81
69 Cfr., por ejemplo, LARRAIN, Patricio, «NéoliberaJisme et ségrégation socio-spati¿ile á Santia-
go du Chilí», Cahiers des Améríque ¡atines, n" 18, París, IHEAU 1994, pp. 103-112.
70 Convienes señalar aquí que la mayoría de los análisis críticos sobre ecología distinguen en-
tre «países desarrollados», que serían supuestamente responsables de esta situación, y
« países su bdesar rol lados», que la sufrirían, haciendo así de la noción de país una categoría
irreductible del punto de vista metodológico y, de paso, confundiéndola con la de Estado,
(Cfr., por ejemplo, CASTRO, Fidel, «Discours á Rio de Janeiro». Granma intemational, Sup-
plément spécial, 28 de junio de 1992, pp. ii-viü; CARDOSO, Fernando Henriquey Discurso a
la Reunión Rio+5, Río de Janeiro, 18 de marzo de 1997; P.P. A.A., f é t a f de la planéte, París,
Económica, 1997). Todos las tendencias actuales de la acumulación de capital muestran sin
embargo hoy un mundo donde la estructura de los intereses de clase al interior de los lla-
mados «países subdesarrollados» se organiza en estrecha relación con los centros de poder
económico y político del planeta, dando lugar a una complejidad que de ninguna manera
puede ser reducida a la oposición «norte» / «sur», o, «país desarrollado» / «país subdesarro-
llado» y ni siquiera a la de «país / «país».
74 A pesar de todos sus límites es necesario decir aquí que la Cumbre de Río incorporó la di-
mensión política del problema, uniéndose de esta manera al itinerario marcado por el Club
de Rome, en 1970, el de la Conferencia de la Naciones Unidas en Estocolmo, en 1972 y la de
la CNUMAR, en 1989.
75 GUEVARA, Ernesto, Obra revolucionaria. Novena edición, México, Era, 1980, p. 384
76 Cfr., por ejemplo, MARIATEGUI, José Carlos, «Dos concepciones de la vida». Obras, La Haba-
na, Casa de las Américas, 1982, Vol. I, pp. 407-411.
J.M.
70
Una de las más preocupantes evoluciones ecológicas
71
clones a partir de una ciencia todavía embrionaria, los científicos
aportaron respuestas divergentes y a menudo contradictorias, sobre
todo en las Conferencias de Naciones Unidas sobre la desertificación
(UNCOD) en Nairobi, en 1977 y 1981.
Los desacuerdos se produjeron en puntos tan esenciales como la
propia definición de la desertificación y sus mecanismos, seguramen-
te climáticos en el origen, pero también socio-económicos y, cada vez
más, demográficos. Dada la amplitud y la evolución de la catástrofe y
para alentar el esflierzo de solidaridad internacional, algunas científi-
cos llegaron a predecir un irreversible avance del desierto de más de 5
kilómetros al año y propiciaron estrategias de lucha -como las "barre-
ras verdes"- que algunos Estados adoptaron sin estudios previos.
Ante la gravedad de las hambrunas y la ruina de las economías
de los países del Sahel, la mayor parte de los miles de millones de dóla-
res aportados por los grandes organismos internacionales y los Estados
del Norte se dedicó a la ayuda material y menos del 10% a proyectos de
lucha o investigaciones de largo plazo sobre las causas. Para distribuir
esos créditos, la Agencia de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(UNEP) pidió a cada país afectado que presentara un Plan de Acción
Nacional (PAN). Pero esos Estados, independientes desde hace sólo dos
o tres décadas, no estaban preparados para producir tales documentos y,
excepto países como Túnez (1985) o Malí (1987), sus esfiíerzos sólo han
conducido a propuestas dispersas, irreales y sin evaluación financiera
(ver "Planes").
Todavía más grave ha resultado la proliferación de organis-
mos internacionales y oficinas de estudios en relación con el Plan de
Acción para Combatir la Desertificación (PACD), y la desconside-
rada multiplicación de reuniones de coordinación, expertízaciones,
recomendaciones e informes, que han absorbido la mayor parte de
los créditos en perjuicio de las acciones de lucha efectiva. En 1991,
el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
reconoció el fracaso en un informe que constataba que las superfi-
cies afectadas por la desertificación iban en aumento. En mayo de
1992, por iniciativa de Francia, se creó el Observatorio del Sahara y
el Sahel para "observar" los progresos de la desertificación. Con
medios financieros muy inferiores a las ambiciones anunciadas,
concentró la mayor parte de los créditos en la observación, a costa
72
de los programas de lucha contra la degradación.
En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (junio de 1992), la
Convención Contra la Desertificación (CCD) figuró entre las tres ac-
ciones destinadas a salvaguardar el medio ambiente mundial (1). Pa-
ra justificar su carácter planetario, la CCD amplió sus competencias al
conjunto de paises amenazados, incluidos los de Europa mediterránea,
siempre con África en primer lugar. Aunque ya durante la crisis del
Sahel en los años '70 ftie muy difícil precisar objetivos prioritarios, la
acentuada diversidad geográfica supuso la yuxtaposición de regiones
muy diversas que por lo tanto requieren medios de lucha diferentes.
¿Cómo elegir una estrategia aceptable para el conjunto de los
170 países representados, cada uno de los cuales tiene el mismo peso
en las discusiones y, más todavia, para los países donantes, muy cons-
cientes de la debilidad del soporte científico de esta convención? Es-
ta dificultad explica por qué el último plan de lucha, de junio de 1994,
se adoptó con muchas reticencias (dados los escasos resultados ante-
riores) y ante el nerviosismo de los países del Norte, muy solicitados
desde la crisis del Sahel.
Mientras que las convenciones en las que los expertos proponen
acciones de carácter general para luchar contra el efecto invernadero,
el agujero de ozono, el empobrecimiento biológico, etc., se reúnen
periódicamente, en la Convención sobre Desertificación los PAN son
sometidos a la reunión de los Estados miembros ("Conferencia de
las partes"), que seleccionan los proyectos que hay quefinanciar.Nos
encontramos con la misma estrategia anterior, con la diferencia de que,
en los años 1970-80, se adoptaron resoluciones de urgencia para
hacer frente a las hambrunas y evitar la ruina de las economías de los
países del Sahel.
En los años '90 surge una perspectiva de largo plazo, a partir del
concepto de "desarrollo sustentable". Esto explica el importante papel
que desempeñan en esta convención las consideraciones de orden po-
lítico: el desarrollo sustentable afecta de hecho todos los aspectos de
la vida de un país. Es por eso que a pesar de las reticencias de los
medios religiosos, resulta evidente que un crecimiento demográfico
particularmente rápido en el Cercano Oriente, el Magreb o México
favorece a largo plazo el progreso de la desertificación.
En muchos aspectos, la situación actual se parece a la que rei-
73
naba poco antes de Río de Janeiro, aunque haya mejorado la estrate-
gia puesta en marcha. La ayuda al desarrollo ya no produce beneficios
en los países desarrollados. Fijada en Río en el 0,7% del PIB, está en
retroceso en todas partes: ha pasado del 0,64% (1994) al 0,38% (1999)
en Francia, y se sitúa en tomo al 0,1% en Estados Unidos
74
criterio sobre las cuestiones planteadas por la Conferencia, pero la
mayor parte del trabajo la realizan grupos temáticos de una treintena
de expertos, elegidos en las listas presentadas por la Conferencia.
Desde 1996, las tres conferencias y las múltiples reuniones de
expertos han debatido sobre "indicadores de desertificación" (1997),
el inventario de los "saberes tradicionales" (1998) y los métodos de
"alerta precoz" (1999). Estos temas no carecen de interés, pero el
primero se limita a una actitud pasiva de observación de los progresos
de la desertificación y cabe preguntarse para qué servirá en diez o quin-
ce años, puesto que entonces la degradación se habrá hecho irrever-
sible. .. El segundo favorece la búsqueda de soluciones muy locales
y raramente traspasables, y el tercero se refiere a la previsión, con
algunos meses o algunos años de anticipación, de los riesgos de las
grandes sequías o ¡a desertifícación.
El doble lenguaje del CCD es chocante. Tiende a dramatizar los
riesgos de desertifícación cuando se trata de convencer a los socios pa-
ra quefinancienlos PAN, pero se niega a dotarse de verdaderos medios
de lucha cuando se trata de fijar los objetivos prioritarios. En las
regiones áridas y semi-áridas, donde las investigaciones están menos
avanzadas que en las regiones más húmedas, hay una gran necesidad de
soluciones innovadoras, teniendo en cuenta el rápido progreso de los
conocimientos en todas las ramas científicas. Por no citar más que un
ejemplo, la búsqueda de nuevos recursos de agua constituye un aspecto
prioritario. De hecho, todo los países en vías de desertifícación deben
aumentar sus superficies irrigadas y su producción de agua potable
para paliar la erosión de los suelos y responder al crecimiento demográ-
fico, a menudo exponencial en las ciudades del Magreb, el cercano
Oriente o el Sahel (3). Todas las previsiones demuestran que en la
próxima década las técnicas actuales no permiürán responder a las
gravísimas penurias hidrológicas y que para responder a ese desafío
sería necesario un esfiíerzo de innovación tecnológica comparable al que
siguió a los shocks petroleros.
75
técnicas menos costosas que las de hoy; para almacenar grandes volú-
menes de agua al abrigo de la evaporación, adaptando las técnicas de
recarga artificial de los acuíferos puestas a punto en regiones templa-
das; para aumentar la eficacia de las precipitaciones gracias a las
técnicas de lluvia provocada, etc (4).
Este último objetivo ñie el único citado, en 1994, en la Conven-
ción sobre la Desertificación (cloud-seeding; articulo 17,1-g).
Actualmente se están llevando a cabo investigaciones muy promete-
doras al respecto en Sudáfrica y México, pero con créditos muy limi-
tados. Pidiendo a los políticos y a los socios capitalistas que financien
tal programa, la CCD habría podido movilizar a los investigadores y
los medios en tomo a una cuestión realmente prioritaria, como ha
hecho la Convención sobre el clima para reducir las emisiones de C02,
de metano o de CFC.
Se entiende que la opinión pública, escaldada, se desinterese de
un discurso que tiene tan poca relación con una lucha eficaz contra la
desertificación y que los medios, mientras se hacen ampliamente eco
de las convenciones sobre el clima o la biodiversidad, apenas relaten
las asambleas anuales de la CCD.
Un desencanto especialmente lamentable. La desertificación no
ha dejado de progresar durante la última década y todavía se agrava-
rá más en los próximos años: el crecimiento demográfico, aunque
frenado, continuará hasta el 2030; las previsiones sobre las consecuen-
cias del calentamiento climático indican que sobrevendrán sequías,
más largas y más frecuentes, sobre todo en torno a los desiertos
tropicales y del Mediterráneo... •
1 El texto oficial de la Convención ha sido publicado por United Nations Convention to com-
bat desertif ¡catión (Unep), Ginebra, 1995.
3 Informe del Banco Mundial: "From scarcity to security. Averting a water crisis in the IVIiddIe
East and North África (1995)", Banco Mundial, Washington, diciembre de 1995.
4 Fierre Rognon: "Pourra-t-on faire face á la pénurie d'eau dans les pays en voie de désertifica-
tion?". Conferencia UNESCO 'Water a loming crisis?", París, junio de 1998.
P.R.
76
El "granero del mundo" se desertíza...
Por Jorge Morello y Walter A. Pengue*
77
desconocimiento de la estructura y dinámica de los ecosistemas,
al inadecuado manejo de las cuencas hidrográficas, a los sistemas
de desmonte, al uso irracional del fuego, a la invasión de especies
vegetales de vida corta y escasa cobertura, a la intensificación de la
agricultura y a la sobrecarga ganadera, condicionados generalmen-
te por una sobreexplotación económica insostenible de los recursos.
El deterioro es un proceso que ocurre a una escala más lenta que la
dinámica económica, motivo por el cuál se subvaloran sus
consecuencias.
Las áreas degradadas son de muy difícil y costosa recupera-
ción y se distribuyen en las ecoregiones de Patagonia, la Puna y el
Monte y la porción más seca del Gran Chaco, a los que debemos su-
mar los mejores suelos del país -los de la Pampa Húmeda- que pre-
sentan procesos de erosión en distinto grado, pero en general, fac-
tibles de ser recuperados con prácticas adecuadas. En la cuenca
del Plata hay cuatro áreas de erosión potencial alta (120 a 360 tone-
ladas/hectárea/año) y muy alta (mayor de 360 t/ha/año), al igual que
en otras cuencas altamente productivas, como las de los ríos Arre-
cifes y Carcarañá, afectadas estas últimas por procesos de erosión
hídrica. Las prácticas de deforestación han hecho que más del
80% de la tierra -con bosques y arbustales- con potencial agrícola
de secano se hayan perdido en las ecoregiones Pampeana, Selva Tu-
cumano Gránense, el Gran Chaco, el Espinal y hasta la selva Para-
naense. En muchos casos, las nuevas tecnologías agrícolas insumo
depedientes (1) facilitan el avance de la agricultura extensiva sobre
áreas antes vedadas, lo que favorecería un proceso de degradación
del ecosistema oculto bajo los niveles de productividad de los
cultivos de alta respuesta.
La fuga de materiales -resultado de la erosión- sumado a una ex-
tracción minera de nutrientes por parte de la agricultura y al abando-
no de las rotaciones con ganadería, hará necesario en poco tiempo que
los suelos más ricos del país -que se hallan entre las seis regiones de
más alta fertilidad del mundo- tengan que ser fertilizados masivamen-
te con agroinsumos sintéticos.
Degradación, erosión y desertificación tienen una directa consecuen-
cia escasamente perceptible hasta su materialización: la imposibilidad pro-
ductiva, que por supuesto se traduce en el aumento de la pobreza, la deva-
78
luación económica de los recursos y el aumento del costo social.
La enfermedad ecológica más grave de un país agroexporta-
dor como Argentina, está vinculada al proceso de desertificación y a
su manifestación más evidente hasta en los climas superhumedos: la
erosión. •
J.M. y W.A.P.
79
Fauna y bosques tropicales en peligro
81
Sin embargo, persisten las críticas desde determinados sectores
consagrados a la "protección de la naturaleza": tocar el bosque sería
condenarlo a la desaparición. En esta nueva religión que el mundo oc-
cidental exporta, talar un árbol para su comercialización se convierte
en un crimen de lesa ecología. Este breviario verde omite algunas
realidades: los países forestales de África dependen principalmente de
sus recursos naturales.
En el corazón de estos bosques habitan poblaciones que obtie-
nen allí su sustento: el 95% del consumo de proteínas proviene de la
fauna salvaje, ya que la cría de bovinos es casi imposible. La agricul-
tura itinerante, devoradora de espacios, es la causante de la reduc-
ción del 90% de las superficies. La apertura de las obras forestales
constituye una puerta de entrada para los agricultores, quienes utilizan
los caminos de acceso y transporte una vez quefinalizala explotación.
La industria forestal representa para algunos países una parte fun-
damental de los ingresos generados por sus exportaciones. Esa activi-
dad no está exenta de críticas y a menudo funciona como simple reco-
lección. Pero el concepto de gestión racional de los recursos, el creci-
miento de los movimientos ecologistas, o los llamados a boicotear los
bosques tropicales llevaron progresivamente a los grandes explotado-
res -muchos de ellos franceses- a rever sus posiciones, a aceptar el
debate, a solicitar asesoramiento... Finalmente, se abrió un canal de
diálogo entre las ONGs, los gobiernos, los representantes forestales y
la Organización Africana de la Madera (OAB). Los socios capitalis-
tas -Francia, el Banco Mundial, la Unión Europea y ofros- financiaron
planes de gestión y explotación racional.
Así, se crearon espacios protegidos para la fauna; los explota-
dores aceptaron destinar una parte de sus concesiones para la conser-
vación e investigación; los sindicatos profesionales celebraron
acuerdos con organizaciones protectoras de la naturaleza; se
elaboraron programas para la cría de animales de caza, destinados a la
alimentación de los trabajadores de las obras forestales...
Los socios de los países productores tienen luz verde. El verda-
dero debate se centra en el respeto de las reglas para una buena gestión
de la riqueza forestal por parte de los administradores locales. Muchos
gobiernos de la región convierten el bosque en una cuenta bancaria que
utilizan para amasar fortunas personales o sobrellevar meses difíciles en
82
la función pública, como ocurrió recientemente en Camerún (1).
Insidiosamente, se otorgaron facilidades a grandes compañías
forestales asiáticas (malayas, chinas, indonesias), sin respetar los
códigos vigentes tanto en lo que respecta a la calidad y a la cantidad
de bosques talados como a la superficie concedida. Sólo la crisis eco-
nómica asiática pudo detener este movimiento, que sacaba provecho
de la fragilidad de los regímenes locales sacudidos por crisis y
conflictos permanentes. Pero la demanda asiática de madera es tan
grande que este respiro es provisorio. Los informes de los investiga-
dores del Centro de Cooperación Internacional en Investigación
Agrícola para el Desarrollo (CIRAD), los únicos que dieron la voz de
alarma, podrían servir de base para llevar a cabo negociaciones
pragmáticas con estos explotadores forestales, en un marco que
contemple tanto el componente ecológico como las dimensiones
sociales y económicas.
El bosque como santuario de la biodiversidad, por el mero pla-
cer de la conservación, es sin duda un discurso seductor, pero que no
se sostiene frente a la situación que atraviesa la mayoría de los países
del Sur, especialmente africanos. Los ex presidentes Félix Houphouét-
Boigny de Costa de Marfil o Didier Ratsiraka, de Madagascar, se re-
godean recordándoles a sus interlocutores que, en su momento,
Francia destruyó su masa forestal y gran parte de su fauna, con el fin
de alimentar a la población. ¿Cómo pretenden entonces los europeos
convencer de la necesidad de tomar medidas para la conservación de
una especie, inclusive de un habitat sensible, cuando la eliminación de
su propia fauna los obliga a reintroducir especies (osos, quebrantahue-
sos, buitres, linces...), o cuando los retomos naturales (como el del
lobo) generan la resistencia de otros usuarios del espacio?
El debate en Europa sobre la reglamentación de la caza, las
pasiones e incluso las actitudes violentas que despierta no dejan de
sorprender a los africanos. Y qué decir de los reiterados intentos de
Japón y Nomega (la patria de Gro Harlem Brundtland, gran defensora
del desarrollo sustentable) de capturar ciertas especies de ballenas, que
llegan, en el caso de Tokio, incluso a comprar votos de pequeños países
para satisfacer sus ambiciones mercantiles y criminales.
El conjunto de estos interrogantes remite a la naturaleza misma
de las discusiones: muchos compromisos ecologistas son a menudo
83
producto de un sentimentalismo propio de nuestras culturas
occidentales, que los poderes y pueblos africanos no comprenden. Prac-
ticamos, sin decirlo, una injerencia ecológica a menudo desfasada con
respecto a las realidades locales y además sin ofrecer, en la mayoría
de los casos, los medios financieros.
Frente a estas cuestiones, que deberían ser la clave de una ver-
dadera negociación, el purismo y la rigidez de algunos impidieron
todo diálogo constructivo. Este discurso debe centrarse nuevamente
en la relación entre el usuario y el recurso, para que no se desconecte
más de su entorno humano, social y natural. ¿Cómo justificar la
captura necesaria de especies destructoras en Europa, y negar ese
derecho a las poblaciones afrícanas, sujetas localmente a las mismas
exigencias? Se trata, en cambio, de llevar a cabo una gestión inteligen-
te, racional, susíeníable de) recurso, que sirva principalmente a
quienes dependen de él, y a los terrítorios donde se desarrolla.
No es de extrañar que los políticos no reparen en estas implican-
cias. Pero la posición asumida por algunos sectores ecologistas
resulta más inquietante. Durante las recientes campañas electorales en
Francia, la cuestión del desarrollo de los países del Sur -pocas veces
tratada-jamás se abordó desde el punto de vista de los recursos
naturales y de su gestión al servicio del desarrollo, ni tomando con-
ciencia de que en los países pobres son fuentes de vida, e incluso
de supervivencia.
El compromiso político de los ecologistas europeos, su inciden-
cia en la opinión pública, su forma de plantear los temas sociales, sus
interrogantes sobre las problemáticas de consumo son seguidos con
interés en África, donde cumplen una verdadera ñinción de formación
pedagógica a distancia. Pero estos militantes deben evitar ceder con
facilidad al síndrome de la "aflicción del hombre blanco", y apreciar en
su justa medida las realidades y objetivos africanos. •
1 El gobierno de Camerún aceleraba las autorizaciones de tala de bosques para recuperar di-
nero fresco. Bajo la presión internacional fue destituido el Ministro a cargo de los bosques.
G.S.
84
Responsabilidad de los consumidores
85
entre otras cosas, que desde hacía algunos años África estaba
cambiando y que Asia y Estados Unidos tenían interés en ese
continente, mientras que los soviéticos desaparecían de la escena
política africana. Francia había perdido su influencia.
Frente al mercantilismo que genera la mundialización, y a
pesar de todos los obstáculos, Francia puede volver a ser el país
escuchado, si presenta propuestas que permitan enriquecer el deba-
te, mantener el diálogo, encontrar soluciones que contemplen tanto
la protección de los elefantes como los intereses de las poblaciones
locales. Francia no debe actuar aisladamente, sino intentar armoni-
zar su posición con la de sus socios europeos y africanos, para
mantener la llama que fuera encendida tan felizmente en 1989 y que
a partir de ahora es necesario reavivar.
Para los dirigentes africanos, el marfil representa un recurso
natural que puede ser valuado. Japón, gran vencedor en la reanuda-
ción del comercio en 1997, restablece sus stocks amenazados por
la erosión, respondiendo a la demanda de su poderoso lobby pro-mar-
fil, para poner en funcionamiento su industria y la fabricación de
artesanías. ¿Cuáles son las consecuencias concretas para África? ¿No
existe un terreno de negociaciones sin explotar? ¿No puede hacerse
un análisis más profundo de la situación? ¿No puede privilegiarse la
solución que apunta al trabajo local del marfil obtenido de los
elefantes que mueren naturalmente o son cazados en forma legal?
Esta alternativa contempla una actividad generadora de empleo, con
transferencia de tecnología que permite obtener ganancias y cuyos
beneficios serían transferidos a un fondo para la naturaleza adminis-
trado conjuntamente con instituciones responsables, que formaría
parte de esta red comercial. Muchos países africanos se mostraron
favorables a esa altemativa. La posibilidad de rastreo se convirtió en
una exigencia para la c;; ,r)rtación.
La idea de crear este fondo fue nuevamente discutida en la
Conferencia de La Haya, en abril pasado. ¿Por qué no hacer que
las organizaciones internacionales y los países consumidores, espe-
cialmente los asiáticos, asuman sus responsabilidades? A quienes
consideran ilusoria una medida semejante habria que recordarles que
durante la prohibición del comercio de marfil, los japoneses (una vez
más), aterrorizados por el fantasma de la escasez, negociaron con los
86
rusos la compra de marfil de mamut: luego de arduas negociaciones,
se llegó a un acuerdo sobre la base de una rebaja de los precios de
venta, compensada por el aporte de capitales japoneses con el fin de
transferir el trabajo de este marfil a artesanos locales.
La supervivencia de una especie tan emblemática y tan ame-
nazada como el elefante es un desafío que debe tenerse en cuenta, un
formidable incentivo para garantizar la permanencia de la vida
silvestre, incluidas las especies más "devoradoras de espacios".
Conservar esta vida silvestre es una excelente forma de proveer a
África los recursos vitales que necesita.
Existen en África asociaciones protectoras de la naturaleza
que se comprometieron "con los elefantes" y están satisfechas de
haber encontrado una Alianza (1) dispuesta a brindarles su apoyo
en Gabón, Níger y otros países de habla francesa. Estas asocia-
ciones ayudan a apreciar en su justa medida las realidades
africanas y a buscar soluciones acordes a la realidad local: los
valores ecologistas tienen allí su espacio, con la condición de que
contemplen de manera realista el estado de las economías locales
(ver artículo de G. Soumia pag. 67). •
1 La Alianza "Por los elefantes" está integrada por la Fundación Liga Francesa de los Dere-
chos del Animal (LFDA), la Fundación Treinta Millones de Amigos (FTMA) y ROC, Liga para
H.R.
87
¿Por qué fracasó la conferencia de La Haya?
El clima, rehén
de los lobbies industriales
por Gérard Sournia*
89
Londres, los negociadores de la Unión Europea (UE), conducidos
por la ministra francesa de medio ambiente Dominique Voynet, se
negaron a suscribirla, ya que mediante una serie de escapatorias,
hubiese vaciado el texto de contenido.
Entre estas estratagemas figuran: el recurso ilimitado a los
derechos de emisión (los famosos "derechos de contaminación"), en
lugar de la reducción efectiva de las emisiones de gas de efecto inver-
nadero (GEI) (2) por medio de políticas nacionales, y una amplia
inclusión de los bosques en la contabilización de los esfuerzos de ca-
da país, que se saldaría, al fin de cuentas, con un aumento del 12,5%
de las emisiones de GEI en los países del Norte. Sin contar los más que
imprecisos pliegos de condiciones de las transferencias de "mecanis-
mos de desarrollo limpio" hacia los países del Sur, que podrían incluir
las centrales nucleares. Con el riesgo de ofrecer a las petroleras mul-
tinacionales y a otros grandes productores de energía la posibilidad de
disfrazarse de ecologistas para obtener apoyosfinancierospúblicos a
inversiones poco respetuosas de las exigencias ambientales.
"Oposición constructiva"
90
dólares- en pocas décadas. De ahí la anticipación de los mercados, que
especulan aun antes de la puesta en práctica del protocolo de Kyoto. El
Banco Mundial puso en pie un prototipo de Fondos para el carbono,
que apunta a alentar proyectos de implantación industrial en los
países del Sur. Shell y Mitsubishi, así como el gobierno de los Países
Bajos, figuran entre los primeros inversores. A cambio, este Fondo
propone a los inversores -gobiernos y empresas- créditos de emisión
a bajas tasas. Una manera de financiar una parte de los mecanismos de
"desarrollo limpio" especulando sobre el gas carbónico.
En la misma línea, la Conferencia de las Naciones Unidas pa-
ra el Comercio y el Desarrollo (CNUCED) participó en la creación de
la Asociación Internacional del Mercado de Emisiones (International
Emissions Trading Association), que agrupa protagonistas como la
Bolsa de Australia, la International Petroleum Exchange, Shell,
British Petroleum, Amoco, Statoil y Tokyo Electric Power. El propó-
sito de esta colaboración, esencialmente compuesto por empresas de
los países del grupo del Umbrella, es establecer un mercado global de
emisiones, cualquiera sea el futuro del protocolo de Kyoto y,
llegado el caso, al margen de este. Otros grupos, como la Société Ge-
nérale de Surveillance, Trexler y Asociados, Winrock International,
Evolution Market LLS, también entraron en danza. Richard Sandor,
de la Compañía de productos financieros ambientales (Environmen-
tal Financial Products Company), expone su proyecto; "Nuestro
objetivo es hacer converger mercados de capitales y mercados
ambientales" (5). A los mercados de emisiones se incorporarán los de
productos derivados, y los fondos especulativos de altoriesgo(hedge
funds) se sumarán a esta nueva economía de casino.
Otro de los estribillos de los negociadores del grupo del Umbre-
lla: la inclusión amplia de los pozos de carbono, de las plantaciones
de bosques y de territorios agrícolas (denominados, en la jerga, LU-
LUCF por Land Use, Land Use Change and Forestry Activities), en
los mecanismos de "desarrollo limpio". El American Farm Burean
Federation (AFBF) es uno de los lobbies más poderosos de Estados
Unidos y sus revindicaciones políticas desbordan el marco de la
agricultura. En efecto, la mayoria de sus miembros no son agriculto-
res, sino especuladores que contribuyen a la cartera de inversiones del
AFBF, evaluada en 4.000 millones de dólares, y donde se encuen-
91
tran firmas como Philip Morris, Sweyerhauser, Union Carbide y Ford
Motor. Además de poner en duda que las actividades humanas
contribuyan al recalentamiento del planeta (6), su preocupación está
centrada en "los impactos que los acuerdos internacionales sobre el
cambio climático podrían tener sobre la competitividad de la agricul-
tura estadounidense (.,.). Es importante que las negociaciones en
curso garanticen una flexibilidad máxima, de manera que Estados
Unidos pueda disponer plena e inmediatamente del carbono secues-
trado por las actividades agrícolas" (7).
Garantes industríales
92
También lafirmaMonsanto puede regocijarse de los beneficios
que le permitiría una amplia inclusión de los territorios agrícolas en
los controvertidos mecanismos de absorción del gas carbónico
inscriptos en el LULUCF. Esta sería una ocasión para hacer valer su
herbicida Roundup como "amigo del clima" {climatefriendly), de la
misma manera que sus semillas transgénicas Roundup Ready, sin con-
tar los futuros beneficios de plantaciones de organismos modificados
genéticamente (OGM), de alta absorción de gas carbónico.
Monsanto ya se había mostrado muy activo al margen de precedentes
conferencias sobre cambio climático, yendo hasta hacerse represen-
tar ante el GIEC, grupo de expertos autorizado por las Naciones
Unidas autor, en mayo de 1999, de un informe especial sobre
el LULUCF.
Los ¡ohbies europeos tampoco se quedan atrás: la Unión de las
Confederaciones de la Industria y de los Empleadores de Europa
(UNICE) y la Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT) (10), que
agrupa a los directivos de cuarenta y cinco de las mayores firmas eu-
ropeas, acordaron un compromiso "voluntario" en la lucha contra el
efecto invernadero. Producir más sin consumir más energía, fuera de
todo cuadro regulador y de todo control, beneficiándose al mismo tiem-
po de la canasta de mercados de permisos de emisiones y del apoyo
del Fondo Mundial para el Medio Ambiente para la implantación de
proyectos industriales "limpios" en los países del Sur. Merced a su
trabajo de lobhy, el desarrollo durable vendría a quedar "garantizado"
por estos grupos industriales, algo en verdad poco convincente. •
2 Dióxido de carbono o gas carbónico (desechos industriales, explosión de los transportes au-
tomóviles y aéreos), clorofluorocarbones (utilizados en la fabricación de líquidos refrigeran-
tes, propulsores a gas o agentes de fabricación de espumas y solventes), metano (de origen
agrícola, relacionado con el avance demográfico), óxido nitroso (combustión de vegetales,
utilización de abonos nitrogenados).
3 West Coast Environmental Law Research Foundation, "Sinking the Climate: wiil Canada's
approach to carbón sequestratíon sink the Kyoto Protocol?", Vancouver, septiembre 2000.
En Internet: http;//www.wcel.org
93
5 Financial Times, Londres, 4-11-1999.
6 Domínique Frommel, "Ola de ca\or sobre el planeta". Le Monde diplomatique. edición Cono
7 Correo dirigido el 13-11-00 (primer día de negociación en La Haya) a Dan Glickman, secreta-
rio de Agricultura estadounidense, firmado en conjunto por American Farm Bureau Federa-
tion, American Soybean Associatíon, National Cattiemen's Beef Association, National Corn
de la población rural de Estados Unidos, felicitando al FACT por su oposición a todo tipo de
9 Esta carta no contiene una firma manuscrita, pero está dactilografiada sobre papel con en-
cabezado.
10 Véase el libro de referencia sobre la cuestión de los lobbies europeos: Belén Balanyá, Ann
A.S.
94