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¿Qué derechos se le violaron a Petro?

En atención a lo anterior, la Corte resolvió que se violaron los derechos políticos


del señor Petro en términos del artículo 23 de la Convención (derechos políticos)
en relación con los artículos 1.1 y 2 del mismo instrumento (obligación de respetar
los derechos y deber de adoptar disposiciones de derecho interno).

Cuál es el caso de Petro en la Corte Interamericana?


En la Sentencia, este Tribunal declaró la responsabilidad internacional de la
República de Colombia (en adelante “el Estado” o “Colombia”) por la violación a
los derechos políticos y a varias garantías judiciales en perjuicio del señor Gustavo
Francisco Petro Urrego.

DERECHOS POLÍTICOS – REGLAMENTACIÓN – GARANTÍAS JUDICIALES

Caso Petro Urrego Vs. Colombia

Corte Interamericana de Derechos Humanos

Sentencia de 8 de julio de 2020

Antecedentes

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos sometió a la jurisdicción de la Corte el


caso “Gustavo Petro Urrego” contra la República de Colombia. La controversia versa sobre las
alegadas violaciones de derechos humanos cometidas en el marco del proceso disciplinario
que culminó con la destitución e inhabilitación del Sr. Petro Urrego como Alcalde Mayor de
Bogotá, Distrito Capital. La Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró la
responsabilidad internacional del Estado de Colombia por las violaciones a diversos derechos
en perjuicio del señor Petro Urrego, en particular, la Corte encontró que sus derechos políticos
se vieron afectados como consecuencia de la sanción disciplinaria de destitución como
Alcalde Mayor de Bogotá, D.C., e inhabilitación por el término de 15 años para ocupar cargos
públicos, que le fue impuesta por la Procuraduría General de la República.

Principales normas involucradas

Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículos 23.1; 23.2 y 8.

Estándares aplicables

Derechos Políticos 

Finalidad

El ejercicio efectivo de los derechos políticos constituye un fin en sí mismo y, a la vez, un


medio fundamental que las sociedades democráticas tienen para garantizar los demás
derechos humanos previstos en la Convención.
Obligaciones del Estado

De conformidad con el artículo 23 convencional, sus titulares, es decir, los ciudadanos, no sólo
deben gozar de derechos, sino también de “oportunidades”. Este último término implica la
obligación de garantizar con medidas positivas que toda persona que formalmente sea titular
de derechos políticos tenga la oportunidad real para ejercerlos. Los derechos políticos y su
ejercicio propician el fortalecimiento de la democracia y el pluralismo político.

El Estado debe propiciar las condiciones y mecanismos para que los derechos políticos
puedan ser ejercidos de forma efectiva, respetando el principio de igualdad y no
discriminación.

La participación política puede incluir amplias y diversas actividades que las personas realizan
individualmente u organizadas, con el propósito de intervenir en la designación de quienes
gobernarán un Estado o se encargarán de la dirección de los asuntos públicos, así como
influir en la formación de la política estatal a través de mecanismos de participación directa o,
en general, para intervenir en asuntos de interés público, como por ejemplo la defensa de la
democracia.

Restricciones 

El artículo 23.2 de la Convención Americana es claro en el sentido de que dicho instrumento


no permite que órgano administrativo alguno pueda aplicar una sanción que implique una
restricción (por ejemplo, imponer una pena de inhabilitación o destitución) a una persona por
su inconducta social (en el ejercicio de la función pública o fuera de ella) para el ejercicio de
los derechos políticos a elegir y ser elegido: sólo puede serlo por acto jurisdiccional
(sentencia) del juez competente en el correspondiente proceso penal.

Las sanciones de destitución e inhabilitación de funcionarios públicos democráticamente


electos por parte de una autoridad administrativa disciplinaria, en tanto restricciones a los
derechos políticos no contempladas dentro de aquellas permitidas por la Convención
Americana, son incompatibles no solo con la literalidad del artículo 23.2 de la Convención,
sino también con el objeto y fin del mismo instrumento.

Garantías Judiciales (Ejercicio de los Derechos Políticos)

La concentración de las facultades investigativas y sancionadoras en una misma entidad,


característica común en los procesos administrativos disciplinarios, no es sí misma
incompatible con el artículo 8.1 de la Convención, siempre que dichas atribuciones recaigan
en distintas instancias o dependencias de la entidad de que se trate, cuya composición varíe
de manera que tal que los funcionarios que resuelvan sobre los méritos de los cargos
formulados sean diferentes a quienes hayan formulado la acusación disciplinaria y no estén
subordinados a estos últimos.

El derecho a la defensa debe poder ejercerse desde que se señala a una persona como
posible autor o partícipe de un hecho punible y sólo culmina cuando finaliza el proceso.
Impedir que la persona ejerza su derecho de defensa es potenciar los poderes investigativos
del Estado en desmedro de los derechos fundamentales de la persona investigada. El derecho
a la defensa obliga al Estado a tratar al individuo en todo momento como un verdadero sujeto
del proceso, en el más amplio sentido de este concepto, y no simplemente como objeto del
mismo.
En tanto la destitución e inhabilitación solo puede ser impuesta por un juez competente previa
condena en proceso penal, se advierte en el caso una violación al principio de
jurisdiccionalidad. Esto es así puesto que la sanción impuesta fue ordenada por una autoridad
de naturaleza administrativa que, de conformidad con las disposiciones del artículo 23.2 de la
Convención en los términos desarrollados por la jurisprudencia del Tribunal, carece de
competencia al respecto.

https://youtu.be/AsFoIkOaJOU

https://youtu.be/mK0ZBwnfxYw

ANALISIS

El 8 de julio de 2020, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) profirió

sentencia en el caso Petro vs. Colombia. El tribunal consideró que las limitaciones a los

derechos políticos son de interpretación estricta, deben estar previstas en la ley y originarse en

una “condena, por juez competente, en proceso penal”. La Corte aceptó los argumentos de la

Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y estimó que la Procuraduría General

de la Nación colombiana carecía de la competencia para destituir de su cargo, como alcalde

de Bogotá democráticamente elegido, a Gustavo Petro, y que también carecía de competencia

para inhabilitarlo para el ejercicio de sus derechos políticos por el término de quince años.

La Corte declaró la responsabilidad internacional del Estado colombiano por la violación del

artículo 23 (derechos políticos) y del artículo 8 (garantías judiciales), le ordenó adecuar su

ordenamiento jurídico interno y modificar la legislación que autoriza(ba) la limitación de los

derechos políticos por vías diferentes a las previstas en el artículo 23.2 convencional.

La Corte IDH precisó que las limitaciones al ejercicio de los derechos políticos deben respetar

la reserva de legalidad y de jurisdicción. Mediante la afirmación de esta doble garantía, esta

sentencia mantiene las condiciones para la buena salud de los regímenes democráticos y para

el florecimiento del pluralismo y la diversidad de opciones ideológicas. Al reafirmar la

existencia de un claro dique entre las competencias sancionatorias de carácter administrativo


y la limitación de los derechos políticos, la Corte IDH liberó el camino para que sea bajo las

reglas de las elecciones periódicas, libres y abiertas que se decida sobre la conformación y el

ejercicio del poder público en los Estados de las Américas.

Esta decisión está apuntalada sobre el valor que tiene la democracia para la Organización de

Estados Americanos. Se trata de la doble relación funcional entre el régimen democrático de

gobierno y el sistema de protección de los derechos humanos. Una democracia vigorosa

puede funcionar solo si existen suficientes garantías para el ejercicio de los derechos

políticos. Esta decisión pone a salvo las reglas del juego democrático de las decisiones

autoritarias y de la instrumentalización de las funciones disciplinarias para interferir en el

ejercicio y configuración del poder político. En definitiva, la Corte adoptó una decisión que,

como diría Bickel, procura mantener abiertos los canales del cambio político.

Esta sentencia, además de importante, era predecible. No hay lugar a la sorpresa frente a una

decisión que reiteró, con sus comas: i) el texto del artículo 23.2 de la Convención Americana,

ii) el precedente del caso López Mendoza vs. Venezuela (2011), iii) la advertencia de

las medidas cautelares de la CIDH a favor de Gustavo Petro (2014), por cierto, desoídas por el

Gobierno colombiano de entonces y iv) las recomendaciones de la CIDH en su Informe de

Fondo 130/17, igualmente ignoradas. El Estado colombiano tuvo múltiples oportunidades para

no recorrer la senda que lo ha traído hasta aquí.

La única autoridad que tomó atenta nota de las exigencias del Sistema Interamericano fue la

Sala Plena del Consejo de Estado que, en noviembre de 2017, declaró la nulidad de las

sanciones disciplinarias contra Petro bajo el argumento de la falta de competencia de la

Procuraduría y de la clara inconvencionalidad de las normas que le dieron fundamento. El

Consejo de Estado instó, en vano, al Gobierno nacional, al Congreso de la República y a la

Procuraduría General a impulsar las reformas del caso.

La jurisprudencia de la Corte Constitucional, desde la sentencia C-028 de 2006 hasta la

sentencia C-111 de 2019, que avalaba la constitucionalidad de dichos poderes disciplinarios,

ha quedado sin efectos. Ninguno de los argumentos que había defendido la Corte

Constitucional colombiana para justificar los poderes sancionatorios de la Procuraduría fue


tenido en cuenta por la Corte IDH. No era esperable el diálogo. Sobre todo si la Corte

Constitucional se había resistido a cualquier matiz, a pesar de la claridad del estándar

interamericano. En lugar de asumir una actitud dialógica de coordinación, cada uno de los

tribunales se atrincheró, respectivamente, en el texto del artículo 23.2 de la Convención y en el

artículo 277 de la Constitución. Tampoco hubo lugar para la deferencia mutua que habría

conducido a una mejor solución de este tipo de conflictos.

Desde luego, también se pueden decir algunas cosas sobre la sentencia de la Corte IDH. La

interpretación originalista (textualista) que ha mantenido el tribunal interamericano en relación

con el artículo 23.2. de la Convención tanto en López Mendoza  como en Petro Urrego, aparece

inicialmente justificada en la máxima restricción de las limitaciones a los derechos humanos.

Sin embargo, el texto del artículo 23.2 es susceptible de una interpretación que consulte en

simultánea las exigencias de la reserva de legalidad y de jurisdiccionalidad de las limitaciones,

con distintas instituciones del derecho interno colombiano que permiten la limitación judicial

de los derechos políticos.

Por esa razón, dentro de la interpretación del artículo 23.2 convencional, existe la posibilidad

de limitar los derechos políticos por parte de los jueces de lo contencioso administrativo, en

asuntos electorales o de pérdida de investidura, por ejemplo. Todo ello, siempre que se

aseguren las garantías de la reserva de ley y de jurisdicción, que se trate de jueces

independientes e imparciales y que las decisiones se adopten dentro de esquemas procesales

que incluyan todas las garantías del debido proceso judicial. El juez penal aparece como uno,

pero no el único funcionario judicial del Estado constitucional, con la capacidad de adoptar

decisiones que afecten las credenciales democráticas de quien fuera elegido popularmente.

La Convención Americana no debe ser interpretada de forma exclusivamente textualista. La

mayor parte de la jurisprudencia que hallamos valiosa en el Sistema Interamericano se ha

construido precisamente a partir de la apertura a otros métodos interpretativos y, en especial,

a la interpretación evolutiva. Todo ello le ha permitido a la Corte crear estándares que no

fueron siquiera pensados o imaginados por la Conferencia Jurídica Interamericana de

1969, como la consulta previa a los pueblos indígenas (artículos 21 y 23 de la Convención),


los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación (artículo 8, 13 y 25 CADH) y la

exigibilidad judicial directa de los derechos económicos, sociales y culturales (artículo 26).

Lo que hizo falta en este caso no fue margen de apreciación nacional sino mutua

deferencia. El primero es propio de las condiciones democráticas y funcionales del Sistema

Europeo, mientras que la segunda es una opción viable para resolver conflictos entre

ordenamientos domésticos y estándares interamericanos. Sin embargo, la práctica del

Sistema Interamericano se ha construido sobre el esquema de interferencia mediante la figura

del control de convencionalidad. Aún así, la Corte IDH suele practicar la deferencia con los

máximos tribunales locales. Es diciente que la Corte IDH en el caso Petro  no se pronunciara de

forma concreta sobre ciertas interpretaciones, relevantes e incompatibles con la Convención

Americana, de la Corte Constitucional. Sin embargo, también es significativo que le haya

recordado su deber de actuar como autoridad convencional, le haya puesto el buen ejemplo de

su vecino (el Consejo de Estado) y le recordara que todas las interpretaciones del

ordenamiento jurídico interno se deben realizar de conformidad con el parámetro

convencional.

La sentencia del caso Petro mantiene abiertos los canales para el acceso al poder público,

para oxigenar el sistema político y para que florezca el pluralismo, mientras reserva la

posibilidad de limitación a los derechos políticos de los elegidos a las autoridades judiciales y

bajo el cumplimiento de las garantías del debido proceso. Pero, sobre todo, esta sentencia

abre nuevos debates sobre las formas de concretar esas garantías. Dentro de estas

deliberaciones, el diálogo judicial deferente es y será indispensable.

Citación académica sugerida: Roa, Jorge Ernesto; Upegui, Juan Carlos: Petro vs. Colombia:

garantías democráticas, originalismo y diálogo pendiente, 2020/10/05,

https://agendaestadodederecho.com/petro-vs-colombia/

REFLEXIONES

http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-182X2014000200001
https://youtu.be/_bL7gUZ2vYA
https://prezi.com/p/zsn8wfn233kd/caso-petro-vs-colombia/

rama ejecutiva judicial y bloque de constitucionalidad

https://prezi.com/p/pcxoimvigvjd/caso-petro-urrego-vs-colombia/

esquema disciplinario otros

https://prezi.com/c2i6sgduqsmy/caso-petro/

acerca de las basuras de bogota


https://www.asuntoslegales.com.co/actualidad/el-consejo-de-estado-nego-tutela-de-gustavo-
petro-para-frenar-la-reforma-a-procuraduria-3214706

1. Hechos --- diana


2. Actores y las posiciones de cada uno de ellos--- anguie
3. Que fuentes se utilizaron para tomar la decisión judicial---diana
4. Que determino el tribunal---carlos
5. Conclusiones cada uno hace una
6. Por que es importante en el campo del derecho internacional publico? Carlos

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