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Alumno: Carlos Herrera

Reflexión: “La función arquitectónica de la metafísica”

La función arquitectónica de la metafísica


La metafísica es la filosofía en su expresión o estado más puro. Esto precisamente porque goza de unas
cualidades esenciales que le permiten situarse en la raíz de todas las actividades del sujeto pensante.
Este ejercicio espiritual que significa la metafísica como acto podría ser una interpretación interesante de
la frase «Todo hombre por naturaleza desea saber» con que comienza el capítulo primero de la Metafísica
de Aristóteles. Es este ejercicio espiritual el que coloca, también, al ser humano en una dimensión
contemplativa que busca conocer aquellas verdades universales que atraviesan toda la realidad desde el
lenguaje más cotidiano hasta las voces más eruditas. En ese sentido, esta reflexión intentará esbozar
cómo se figura la metafísica como un saber que colabora con la creación de una jerarquización y, por lo
tanto, de una arquitectura de saberes, al tiempo que aborda la importancia de un discurso afectivo en el
ejercicio metafísico contemporáneo.
La función arquitectónica de la metafísica responde, en primer lugar, a una idea de sistema. La
enciclopedia Herder define sistema como una suerte de totalidad que no responde estrictamente a las
características de un todo y una organización que no es específicamente un organismo. En ese sentido, se
podría considerar que la metafísica tiene una función arquitectónica en tanto que puede construir a partir
de una visión global y universal de la realidad. Hay que apegarse al sentido más objetivo posible de la voz:
esto es, que el mundo entendido como un plano o diseño necesita un diseñador o un arquitecto que
construya y que interprete los trazos. De manera que, en Aristóteles ya encontraremos que la metafísica
es un saber que organiza otros saberes, que es lo mismo que afirmar que los saberes en general se
subordinan a la metafísica como se alinean los medios a un fin determinado, v. g.
Con la filosofía moderna surge un nuevo modo de entender la metafísica. Descartes formula una
metafísica alrededor del principio firme de las verdades claras y distintas; Spinoza plantea una metafísica
ética con principios geométricos; Leibniz una de postulaciones sustanciales; y Kant una de la libertad, con
la cual iniciará verdaderamente el debate acerca de la posibilidad de una metafísica en el campo moderno
y contemporáneo. A pesar de la crítica misma que realiza Kant a la metafísica tradicional y las críticas
posteriores hechas a la metafísica kantiana, la metafísica como tal se rehúsa a morir. Quizá aquí cabe la
discusión sobre las posibilidades de una metafísica contestataria, pero sería válido, en primer lugar,
preguntarse por los fundamentos sólidos que sostienen la esencia de la metafísica. ¿Por qué no muere?
Uno de ellos, podría decirse, es que la metafísica es heredera de la facultad originaria de la razón y de la
iluminación del espíritu, se diría en términos más hegelianos.
La sustancia de la metafísica, es decir, aquello que posee que le permite subsistir aún si no tiene otra cosa
más que eso, no responde a unas teorías dogmáticas de las esferas más conservadoras de los filósofos
modernos y contemporáneos, sino -por ejemplo- a la riqueza a la que apuntan las obras de Heidegger:
esto es, la reflexión vuelta hacia sí misma en torno al ser: la verdad del ser, el sentido del ser, etcétera. Y a
partir de ahí se fueron postulando nuevas interpretaciones metafísicas como la de Levinas y demás en
torno a la trascendencia. Estas nuevas concepciones metafísicas fueron aplazando la estructura
gnoseológica clásica que disfrazaba una suerte de teología con el objetivo de realizar una reflexión
metafísica posible.

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La fortaleza de la metafísica también radica en que esta representa una cualidad intrínseca al ser humano.
La muerte o la reanimación de la metafísica, como se ha venido explicando, no depende únicamente de la
tradición filosófica, sino de la actividad propiamente dicha del ser humano: el pensar. La metafísica
encuentra un sentido óptimo en la capacidad que tiene el ser humano para volverse sobre sí mismo y
sobre la realidad y establecer, con algunos criterios de verdad, los límites de su conocimiento y una
interpretación universal de los temas en cuestión. Es por esta razón que hay interrogantes fundamentales
de la existencia humana que unas generaciones han heredado a otras, precisamente porque esa
capacidad individual de contemplación es impulsada por el espíritu que motiva a reflexionar
profundamente en las cuestiones de la existencia del hombre.
Si el ejercicio espiritual de reflexionar metafísicamente involucra todas las dimensiones de la realidad
humana, entonces hay, necesariamente, que tomar en consideración el fenómeno de la afectividad para
tal objetivo. La metafísica contemporánea en su horizonte reflexivo, reivindica la idea de deseo al asumir
que toda ella, entendiendo que la metafísica es todas sus posibilidades, debe encaminarse hacia un
escalafón que le permita discurrir bien y correctamente sobre las preguntas que se realiza. Tal como un
factor del pensamiento más vago y cotidiano es la evasión del dolor, la tristeza, el sufrimiento, y no el
establecimiento de un modo de vida que experimente el gozo en vivir mismo, así la metafísica se ha
comprometido con elucubraciones en torno a las cuestiones del ser como tal, y no en cómo la existencia
humana puede conducirse hacia un plano vivencial que contemple la felicidad como su horizonte último,
por ejemplo.
Esta última problematización podría situarnos frente a la incorporación de la idea de admiración, sobre la
cual está fundamentada en toda la tradición filosófica el ejercicio de filosofar. Admirarse de la propia
existencia humana y de las facultades del ser encaminaría al metafísico contemporáneo hacia la vía de
una construcción de una metafísica positivista que, a partir de la experiencia y la reflexión profunda de la
realidad, se establezcan criterios universales metaéticos que posibiliten el ordenamiento de los saberes y
de la vida misma para hacer más eficaz y productiva la existencia de los seres humanos.

Referencias bibliográficas

GILBERT, PAUL SJ. La simplicidad del principio. Prolegómenos a la metafísica. México: Universidad
Iberoamericana, 2001.

MOREY, DANTE. «Acerca de la metafísica». Perú: Letras 88 (128), 2017: 155-158.

SERRANO, JOSÉ EGIDO. «Aristóteles y la metafísica como “saber que se busca” (Zetouméne espistéme). Lo
que es, el ser y lo divino», Pensamiento, no. 211 (1999): 91-104.

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