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N 9 Signo lingüístico

Diacronía
Sincronía

Para Saussure la verdadera lingüística es lingüística sincrónica; ella aventaja a


la diacrónica porque es la única realidad comprobable para la masa hablante; en
cambio la sucesión en el tiempo es prácticamente imperceptible para el sujeto que
habla.

5. El signo lingüístico (Saussure)


Para muchos la lengua reducida a su principio esencial es una nomenclatura,
es decir, una lista de términos que corresponden a otras tantas cosas. Esta
concepción simplista supone dos hechos igualmente simples:

1.-La existencia de ideas completamente hechas, preexistentes a los signos


lingüísticos que los expresan; y

2.-que el vínculo que une un nombre a un objeto es una operación muy simple
(nombre + cosa).

Ambos hechos están lejos de la verdad y carecen de consistencia. El


pensamiento considerado en sí mismo es como una nebulosa donde nada está
necesariamente delimitado. No hay ideas preestablecidas, nada es distinto antes
de la aparición de la lengua. Sin la ayuda de los signos lingüísticos seríamos
incapaces de distinguir dos ideas de manera clara y constante; tampoco los sonidos
articulados del lenguaje constituyen un molde a cuya forma el pensamiento debe
acomodarse necesariamente.

Según Saussure lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre,


sino un concepto y una imagen acústica. La imagen acústica no es el sonido
(fenómeno físico) sino su huella síquica, la representación que de él nos da el
testimonio de nuestros sentidos. El carácter síquico de la imagen acústica se
destaca con más claridad cuando observamos que en nuestra lengua materna
podemos hablarnos a nosotros mismos, recitar un poema o ensayar un discurso
sin siquiera mover la lengua porque las palabras son, en principio, imágenes
acústicas.

El signo lingüístico es pues una entidad síquica de doble cara basada en el


fenómeno puramente síquico de la "asociación" que vincula los hechos de
conciencia que conocemos con el nombre de conceptos, con las llamadas
imágenes acústicas que le sirven de expresión; ambos elementos están
íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente. En esta relación Saussure
plantea una cuestión de terminología: emplea la palabra signo para designar la
combinación del concepto y de la imagen acústica; al concepto llamado
significado y a la imagen acústica da el nombre de significante:

significado + significante
signo =
concepto imagen acústica

Estos conceptos se relacionan y corresponden como las caras de una moneda,


como el conjunto indisoluble de cara y sello forman la moneda, como el conjunto
indisoluble de significado y significante forman el signo; lo que debe considerarse
aquí de un modo muy importante es que no se trata de una simple adición de dos
elementos, sino que ellos están íntimamente fusionados; el significado supone el
significante y viceversa y no puede existir el uno sin el otro.
Los caracteres del signo lingüístico son:

1. La arbitrariedad.- La unión entre significante y significado es arbitraria, aceptada


convencionalmente por los hablantes. Así, la idea "sur" no está ligada por ninguna
relación de necesidad con la secuencia fónica s-u-r que le sirve de significante.
Podría estar representada perfectamente por cualquier otra secuencia. El término
arbitrario no quiere decir aquí que el significado dependa de la libre elección del
hablante, quiere decir simplemente que la relación entre el significante y el
significado es inmotivada y entre ellas no hay ninguna relación o lazo natural.
Sirve como prueba indiscutible del carácter arbitrario del signo, la existencia de
lenguas diferentes y las diferencias dialectales de una misma lengua.

La arbitrariedad es la característica que permite distinguir el signo, del síntoma


y del símbolo. En el síntoma hay una relación necesaria de causa a efecto entre el
significado y el significante; así el humo que vemos es "síntoma" del fuego que
necesariamente debe producirlo.

En el símbolo no hay, entre significado y significante, una relación necesaria


pero existe algún rasgo común entre ellos; así la balanza es "símbolo" de la justicia
por la característica común de la "equidad". En el signo no se da ninguna clase de
vínculo ni necesario ni natural; entre el significado y significante se establece una
relación arbitraria, convencionalmente aceptada por los que la usan. De esta
naturaleza es el signo lingüístico.
Sin embargo, en algunos casos concretos de uso, el lenguaje es también
síntoma y símbolo como en las onomatopeyas, en las voces compuestas y
derivadas y en las abreviaturas y siglas.

2. Linealidad.- Por ser de naturaleza auditiva y desenvolverse en el tiempo


significante se presenta en una extensión y esa extensión es mensurable en una
sola dimensión, en una línea. A diferencia de los significantes visuales que pueden
ofrecerse simultáneamente en varias dimensiones, los significantes acústicos de
la lengua no disponen más que de la línea del tiempo, sus elementos se representan
unos tras otros formando una cadena o secuencia. En la escritura la sucesión
temporal es sustituida por una secuencia espacial de los signos gráficos. El
carácter lineal de la lengua excluye la posibilidad de pronunciar dos o más
elementos a la vez; estos se alinean unos tras otros en la llamada cadena del habla.
Las relaciones sintagmáticas de la lengua se apoyan en la extensión lineal; por
eso, sintagmáticamente, un término solo adquiere su verdadero valor y sentido
cuando se opone al que le sigue, al que le procede ambos.

3. Inmutabilidad.- El signo lingüístico es inmutable. Ningún individuo ni comunidad


pueden cambiar libremente un signo lingüístico. Una vez establecida la relación
significante - significado, ella se impone a la comunidad como inmutable, de la
misma manera como las reglas de un juego, una vez establecidas, se imponen para
todos los jugadores quedando ya fuera del alcance de la voluntad de ellos. Esta
inmutabilidad se sustenta en:

a. El carácter arbitrario del signo. - No existe ninguna razón ni motivo suficiente


para preferir una relación arbitraria a otra igualmente arbitraria. Por ser
arbitrario el signo no conoce otro sustento que el de la tradición y precisamente
por fundarse en la tradición es inmutable.

b. La multiplicidad de los signos que constituyen una lengua. Un sistema


formado por unos cuantos signos podría reemplazarse fácilmente por otro,
pero sería casi imposible hacerlo con la lengua, cuyos signos lingüísticos son
innumerables.

c. El carácter complejo del sistema.- El sistema de una lengua es tan complejo


que hasta los que hacen un uso cotidiano de ella no lo conocen en su totalidad;
un cambio del sistema requeriría la intervención de especialistas y la
experiencia ha demostrado que esta clase de inferencias en la lengua no ha
tenido ningún éxito.

d. La inercia colectiva a las innovaciones.- La masa social hablante se manifiesta


y comporta naturalmente inerte y actúa como un factor de conservación. El
signo no conoce más ley que la tradición. Si decimos "hombre" y "perro”, es
porque antes de nosotros siempre se ha dicho así.
4. La mutabilidad.- De un modo aparentemente contradictorio el signo lingüístico es
mutable, cambia con el tiempo. Este rasgo importante del signo se basa también
en la arbitrariedad. Debido al carácter arbitrario del signo pueden operarse
cambios y alteraciones en el significante que conducen a un desplazamiento de
las relaciones entre significado y significante.

N 10 Planos del lenguaje: la expresión y el contenido (Hjelmslev)

6. Planos del lenguaje: la expresión y el contenido (Hjelmslev)


Partiendo de Saussure, el danés L. Hjelmslev (1943) ha elaborado una doctrina
lingüística de notable rigor científico, según la cual, todo hecho de lengua se da
en dos planos solidarios que se complementan, el de la expresión o plano externo
y el del contenido o plano interno. El contenido se refiere a los conceptos de la
mente humana. La expresión se realiza por medios físico-fisiológicos. Ambos
términos corresponden respectivamente a los que Saussure llamó significante y
significado que forman, complementándose el uno al otro, el signo lingüístico.

Expresión y contenido son solidarios entre sí y se presuponen necesariamente


el uno al otro como las dos caras de una misma moneda. De tal modo, no puede
haber expresión sin contenido no contenido sin expresión. Una expresión
solamente lo es en la medida de su contenido, de igual manera, un contenido solo
existe en virtud de su respectiva expresión. Cada plano se define por oposición y
relación con el otro, por su mutua solidaridad y no puede identificarse de otro
modo.

Como anota Hjelmslev, si pensamos sin hablar, este pensamiento no será nunca
un contenido lingüístico y si hablamos sin pensar, es decir, valiéndonos de una
serie de sonidos a los que ningún oyente podría atribuirle contenido alguno, tal
habla tampoco sería una expresión lingüística. Esta interdependencia de expresión
y contenido nos lleva a considerar que no es posible interpretar un texto si no se
toman en cuenta ambos aspectos.

En las manifestaciones del habla, el contenido (significado) es una mención


concreta que tiene sentido en sí misma y constituye la sustancia del contenido. En
el sistema de la lengua, ese contenido está constituido por normas abstractas de
índole morfológica, es la forma del contenido.

Así también la expresión (significante) en le habla, es un decurso fónico,


concreto, de naturaleza física, perceptible por el oído (sonido) y constituye la
sustancia de la expresión. En la lengua la expresión está constituida por normas
que ordenan ese material sonoro (fonemas), es la forma de la expresión.
El número de ideas concretas que el hombre puede significar (sustancia del
contenido) es infinito; en cambio, las unidades abstractas de índole morfológica
(forma del contenido) tiene un número limitado en la lengua.

Del mismo modo todos los movimientos articulatorios y sus correspondientes


sonidos (sustancia de la expresión) son infinitos; en cambio, los fonemas o
unidades abstractas que ordenan el material sonoro (forma de la expresión) son de
número limitado en la lengua.

En resumen:
Sustancia Ideas
(infinito) … Semántica

I.P. del Contenido


(interno)
Forma Clase Formal
Significado … Morfología
(limitado)

Forma Fonema … Fonología


II.P. de la Expresión
(limitado)
(externo)
Significante
Sustancia Sonidos … Fonética
(infinito)

Por ejemplo el signo rosa

Contenido (Significado)

“rosa” Expresión (significante)

encontramos en el plano interno:


a. como sustancia del contenido, la unidad léxica “rosa” (“flor del rosal”) que
significativamente se opone a otras unidades léxicas del mismo campo
semántico (“clavel”, “azucena”, “magnolia”, etc.);

b. como forma del contenido, el sustantivo “rosa” que no es ni verbo, ni adjetivo,


ni adverbio.
y en el plano externo:
a. como forma de la expresión, la sucesión de unidades fonológicas /r/ /o/ /s/ /a/
que forman diversas oposiciones como las que se dan en:

rosa / cosa
rosa / rusa
rosa / ropa
rosa / roso

b. como sustancia de la expresión, los sonidos que el oído percibe como realización
de cada fonema del vocablo rosa:

 r  consonante, alveolar, vibrante múltiple, sonora


 o  vocal, media, posterior, abierta
 s  consonante, alveolar, fricativa, sorda
 a  vocal, baja, abierta

Tenemos pues en el plano de la expresión dos clases de hechos, de un lado, un


número ilimitado de sonidos realizados y perceptibles en el habla y, de otra, una
serie limitada de unidades fónicas que forman el sistema expresivo de la lengua y
sirven de modelo ideal a las manifestaciones individuales y concretas del sonido.
Para los fonetistas modernos estas dos clases de fenómenos fónicos, unos de orden
concreto (físicos y fisiológicos) y otros de orden teórico (inmateriales y sociales),
no podrían ser objeto de una misma disciplina científica. Los primeros son la
sustancia o materia palpable de la expresión, los segundos constituyen la forma o
el elemento abstracto de la expresión.

La disciplina que se ocupa de la sustancia del significante es la fonética que no


toma en cuenta la función de lo fónico en el signo lingüístico y solo trata de los
sonidos en el lenguaje. La disciplina que se ocupa de la forma del significante, es
la fonología, que toma en cuenta la función de lo fónico. La primera opera con
hechos materiales y concretos; la segunda, con puras abstracciones inmateriales y
formales que constituyen un sistema.

N 11 La doble articulación del lenguaje (Martinet)

7. La doble articulación del lenguaje (Martinet)

Cuando analizamos una lengua cualquiera, como código linguistico, sus


enunciados se pueden segmentar hasta llegar a un tipo de unidades elementales
(palabras y morfemas) que tienen una forma fónica (significante) y un valor
semántico (significado), esta segmentación corresponde a un primer plano o nivel
de la articulación. Las unidades significativas menores (palabras o morfemas)
pueden seguir segmentándose hasta otras unidades mínimas pero ya no en el
aspecto semántico sino solo en el aspecto fónico que son los fonemas de una
lengua y corresponden al segundo plano o nivel de articulación.
En cada lengua los fonemas constituyen una lista cerrada o reducida a partir de
la cual se puede producir, por combinación, un número mayor de unidades
significativas (morfemas y palabras) y, por combinación de estas unidades
significativas, se puede producir un número ilimitado de enunciados de esa
lengua. Es decir, que a partir de unos pocos elementos finitos es posible hacer un
uso infinito de la lengua.

Esta explicación de la creatividad y productividad del lenguaje ha sido


desarrollada por el lingüista francés Andrè Martinet en su teoría de la doble
articulación del lenguaje. Para Martinet la articulación es un rasgo que caracteriza
a todas las lenguas y se manifiesta es dos planos:

a. La primera articulación.- Es aquella en que todo hecho de experiencia que


se transmite, toda necesidad que se desee hacer conocer a otra persona, se
analiza en una sucesión de unidades que revisten una forma fonética y un
sentido (morfemas; así, por ejemplo, si tengo “la experiencia nueva del
hallazgo de una vía no conocida” puedo hacer conocer este hallazgo a las
personas que me rodean con una frase como “encontré un camino nuevo”
que se articula en cuatro unidades sucesivas: encontré – un – camino y
nuevo, que corresponden a lo que de específico tiene mi nueva
experiencia.

Las cuatro unidades de esta articulación pueden encontrarse en otros


contextos que comunican otras experiencias o situaciones, por ejemplo
encontré en “me encontré con tu padre”; camino en “camino de
perdición”; un en “un sueño” y nuevo en “se viste de nuevo”, es decir que
la primera articulación del lenguaje en unidades dotadas de sentido y
forma verbal supone una economía en la comunicación. Si a cada hecho,
situación o experiencia que quisiéramos comunicar correspondiera un
grito o forma particular inarticulada, dada la infinita variedad y
multiplicidad de situaciones, hechos y experiencias vividas, habría que
suponer un sistema con tal cantidad y variedad de signos que la memoria
del hombre no podría almacenarlos. Gracias a la primera articulación con
solo algunos militares de unidades del tipo encontré; camino; un; nuevo;
ampliamente combinadas, unas con otras, podemos hacer todas las
comunicaciones que necesitarían los millones de gritos inarticulados
diferentes para cada caso.

La primera articulación viene a ser, pues, la manera como se dispone,


en unidades significativas, la experiencia común a todos los miembros de
una comunidad lingüística. La comunicación humana por el lenguaje se
limita necesariamente al cuadro de las experiencias comunes para un
número considerable de individuos y se analiza en una sucesión de
unidades conocidas también por todos los miembros de una comunidad.
Según la capacidad del hablante se conseguirá mayor especificidad para la
comunicación añadiendo nuevas unidades; por ejemplo, añadiendo
adjetivos al nombre, adverbios al adjetivo, determinantes al determinado,
etc.

b. La segunda articulación.- Cada unidad de la primera articulación,


morfema o palabra, presenta, como hemos visto, una forma fónica y una
significación y puede ser analizada en unidades màs pequeñas portadoras
de sentido (fonemas) que se disponen, también, sucesivamente. El
conjunto /kamìno/ significa “camino” y se analiza en la siguiente sucesión
de 6 unidades fónicas pequeñas /k/ /a/ /m/ /ì/ /n/ /o/, cada una de las cuales
permite distinguir camino de otras unidades:

camino
lamino
comino
canino
camilo

Cada unidad de la segunda articulación puede aparecer en otras


combinaciones, asì /k/ aparece en /kola/ o en /kasa/, /m/ aparece en
/màno/ o en /mèsa/, etc.

Es igualmente evidente la economía que representa la segunda


articulación del lenguaje. Si tuviéramos que hacer corresponder a cada
unidad fónica mínima una producción oral especial (sonido), tendríamos
necesidad de manejar millares de estos sonidos que el aparato fonador del
hombre puede emitir. Gracias a la segunda articulación las lenguas pueden
limitarse a algunas decenas de unidades fónicas (fonemas) que se
combinan del modo más amplio para obtener la forma vocálica de las
unidades de la primera articulación (morfemas), palabra así por ejemplo
la forma lingüística casa utiliza dos veces la unidad fónica mínima /a/.

N 12 Subsistemas de la lengua (Hockett)

8. Subsistemas de una lengua (Hockett)


La lengua como sistema estructurado está constituido por dos subsistemas
centrales evidentes:

a) El subsistema fonológico, integrado y estructurado por las unidades de la


segunda articulación.
Los fonemas, si bien carecen de la posibilidad de transmitir un significado
son, en cambio, unidades portadores de significación y permiten las
diferencias de unas unidades con otras.

/kàsa/ /màsa/ /tàsa/


/màsa/ /mìsa/ //tàla/
/tàsa/ //mùsa/ //tàra/
///pàsa/ //mèsa/ //àpa/

b) El subsistema gramatical, está constituido y estructurado por las unidades


de la primera articulación (morfemas) con capacidad de transmitir
significados:
canción
canción
canción – es
canción – ero
canción – ista
una canción
una bella canción
una bella canción de cuna
entonaba una bella canciòn de cuna
La madre entonaba una bella de cuna

Y por dos subsistemas periféricos no estructurados al menos no estructurados


con la misma evidencia de los subsistemas centrales:

a. El subsistema fonético que incluye todo el aspecto físico – fisiológico de los


sonidos.

b. El subsistema semántico, que incluye todo el campo de la significación referida


a la realidad.

La condición de centrales para los subsistemas fonológicos y gramaticales radica


en su carácter exclusivamente lingüístico. Funcionan de acuerdo a un mecanismo
interno sin apuntar a la realidad del mundo que nos rodea. En cambio, los subsistemas
periféricos: fonético y semántico, sí apuntan al mundo real, los sonidos como
fenómenos físicos y los significados como categorizadores de la realidad, aspectos
que pueden ser abordados por otras disciplinas como la acústica para los sonidos, o
las ciencias sociales y naturales para la realidad significada.

El subsistema periférico fonético se conecta con la fonología a través de la


sustancia fonética de los fonemas; el subsistema periférico semántico se conecta con
la gramática a través de la sustancia significativa de los morfemas.
N 13 Relaciones sintagmáticas y paradigmáticas

1. La lengua, un sistema de relaciones


Considera estructuralmente, la lengua es un sistema de relaciones; concretamente, un
conjunto de sistemas interrelacionados entre sí por su misma naturaleza. Las relaciones
contraídas por los elementos lingüísticos en virtud de su aparición en un determinado
contexto son dos: relaciones sintagmáticas (A – B) y relaciones paradigmáticas (C – D),
cada una de las cuales genera propios valores.

A B

A-B Relación sintagmática


C-D Relación paradigmática

A. Relaciones sintagmáticas.- Son las que se establecen entre elementos que forman
estructuras seriadas según el fluir temporal del enunciado y/o la extensión lineal de la
escritura. Una unidad lingüística está en relación sintagmática con todas las demás
unidades del mismo nivel con las cuales aparece y constituye el contexto. Por ejemplo, el
fonema /p/ en virtud de su aparición en el contexto / ––ato/ mantiene una relación
sintagmática con los fonemas /a/, /t/ y /o/: /p ––a –– t –– o /; igualmente el fonema /t/ en
virtud de su aparición en el contexto / p a –– o / mantiene una relación sintagmática con
la consonante /p/ y las vocales: /a/ y /o/: / p –– a –– t –– o /

B. Las relaciones paradigmáticas.- Son las que se establecen entre elementos


comparables en determinados lugares de las estructuras de una lengua. Una unidad
lingüística está en relación paradigmática con todas aquellas unidades con las que se
puede variar y/o alternar en un mismo lugar del contexto /––ato/ de la palabra pato

mantiene una relación paradigmática con los fonemas /g/, /c/, /m/, /ñ/ y /r/

/pàto/

/càto/
/gàto/
/màto/
/ñàto/
/ràto/
Igualmente el fonema /t/, en virtud de su aparición en el contexto /pa –– o/ de la misma
palabra “pato” mantiene relación paradigmática con los fonemas /g/, /l/, /ñ/, /s/, y /r/

/páto/
/pàgo/
/pàlo/
/pàño/
/pàso/
/pàto/

2. Sintagma / paradigma

Se puede establecer de este modo que el sintagma es una conjunción textual


del tipo y –– y (adición) cuyos términos son concurrentes en el texto; así los
términos: /p/, /a/, /t/, /o/ del sintagma pato se hallan en la relación /p/ y /a/ y /t/ y
/o/. El paradigma en cambio es una disyunción textual del tipo o –– o (alternancia),
pues sus términos se dan en una correlación entre un solo término que está
presente en el texto y otro (u otros) que están ausentes y con los cuales puede
conmutarse. Esto significa que mientras la relación sintagmática está en su
totalidad dentro del texto, la relación paradigmática sale del texto pues establece
una correlación entre términos conmutables. A nivel de la palabra tendremos los
siguientes ejemplos de relaciones sintagmáticas y paradigmáticas. En virtud de su
posibilidad de aparición en un contexto como la casa de madera, la palabra
madera contrae relaciones sintagmáticas con las palabras secuenciales del mismo
contexto: la, casa y de y mantiene relaciones paradigmáticas con una serie de
nombres con los que puede alternar en ese contexto (por ejemplo: ladrillo, cartón,
cristal, fierro):

la casa de madera
la casa de ladrillo
la casa de cartón
la casa de cristal
la casa de fierro

Del mismo modo la palabra “casa” del contexto citado adquiere relaciones
sintagmáticas con las palabras de esa secuencia la, de y madera y mantiene
relaciones paradigmáticas con una serie de sustantivos con los que alternar, como:
mesa, puerta, caja y ventana:

la casa de madera
la mesa de ladrillo
la puerta de cartón
la caja de cristal
la ventana de fierro
Las relaciones sintagmáticas se dan en el enunciado y son directamente
observables. Las relaciones paradigmáticas se dan en el sistema entre unidades
que pueden figurar en un mismo contexto excluyéndose mutuamente; de estos
términos uno solo es observable directamente y los otros son descubiertos por el
análisis. Según esto la lengua funciona sobre dos ejes, uno horizontal y otro
vertical.

a. El eje horizontal es el llamado eje de sintagmático sobre el cual se ordenan


linealmente los elementos sucesivos del discurso. Este eje rige las relaciones, en
proceso, de los diferentes signos en la Cadena hablada. Tiene como soporte la
extensión que es lineal a irreversible; cada término adquiere su propio valor por
el contraste que ofrece con los otros términos que le siguen o preceden. El eje
sintagmático es el de la coexistencia de los elementos lingüísticos.

Los niños más pequeños juegan en el patio del colegio

(Eje sintagmàtico)

En el eje articulado los elementos del sistema están realmente unidos; son
relaciones actuales in praesentia (en presencia de los términos anteriores o
siguientes).

b. El eje vertical es el eje paradigmático sobre el cual se hallan todas las


unidades susceptibles de conmutarse entre sí; rige las relaciones existentes entre
signos capaces de asumir una misma función porque tienen algo en común y se
asocian fuera del discurso de manera nemotécnica formando series virtuales. Por
oposición al eje sintagmático, el paradigmático es el eje de las equivalencias y por
tanto de las exclusiones.

los niños juegan

unos

estos
Eje paradigmático

mis

pocos

dos

nuestros

muchos
Los elementos del paradigma forman relación de “memoria” in absentia (en
ausencia de los otros elementos de la relación). Los dos ejes están entre sí
íntimamente ligados. Por eso cuando un signo lingüístico funciona en el conjunto
de una frase, él se sitúa necesariamente en la intersección de los dos ejes: el de la
frase misma, el eje sintagmático (horizontal, lineal) donde toma lugar
solidariamente con los otros signos que lo constituyen, y en el eje paradigmático
(vertical, rotativo) el de todos los demás signos que pueden entrar en concurrencia
con él en el momento de su selección por el hablante. Estos signos concurrentes
son los elementos de una misma clase o categoría. He aquí el adjetivo impasible
en la intersección de los dos ejes.

estoico EJE PARADIGMÀTICO

imperturbable

impávido

frìo

El guerrillero se mantuvo impasible ante las balas

calmado

EJE SINTAGMÀTICO sereno

tranquilo

quieto

En el eje sintagmático se relacionan unidades de clases diferentes formando


una cadena lingüística y en el eje paradigmático se relacionan unidades de clases
semejantes formando series asociativas. El eje sintagmático se manifiesta bajo la
forma del habla y, simultáneamente, el eje paradigmático pertenece a la lengua.
La actividad analítica que se aplica al sintagma es la segmentación; la actividad
analítica que se aplica al paradigma es la clasificación.

La gramática estructural estudia los elementos lingüísticos desde puntos de


vista sintagmático y paradigmático. El estudio sintagmático relaciona un elemento
con otro de orden diferente con el que se combina en la cadena hablada:

La niña engreída llora mucho

Le interesan la articulación de sujeto y predicado y las relaciones que se dan


entre ellos. El estudio paradigmático relaciona un elemento con otro del mismo
orden:
llor ---- a
llor ---- as
llor ---- a
llor ----amos
llor ---- an

Le interesan las variaciones de las palabras (categorías gramaticales) y las


relaciones entre las palabras que pueden estar en el mismo orden y ocupar el
mismo lugar (clases de palabras o partes de la oración). El sintagma es un proceso;
el paradigma, un sistema.

Evidentemente lo paradigmático concuerda de modo exacto con el objeto


tradicional de la sintaxis; por lo que podemos establecer la siguiente correlación:

PARADIGMÁTICO = Morfología

SINTAGMÁTICO = Sintaxis

Los dos ejes, sintagmático y paradigmático se encuentran también en los


sistemas de significación no lingüística:

ensalada, sopa, bistè, postre sintagmàtico


churrasco
solomillo
paradigmàtico
milanesa
marucha

cama, velador, tocador, cómoda, ropero sintagmático

catre

cuja paradigmático

tarima

Para formar un mensaje el hablante de una lengua debe utilizar los signos sobre
un eje sintagmático tomando en cuenta las leyes que lo rigen. El eje paradigmático
permanece latente en la competencia lingüística de cada hablante.
el niño ha comido pasteles
este hombre comió manzanas

mi señor come budines

un individuo comerá caramelos

 relaciones sintagmáticas

 eje paradigmático

 cadena hablada

El contenido de cada mensaje depende tanto de las formas escogidas como una de las
funciones que le son asignadas. Esto nos permite definir el paradigma gramatical, es decir,
de términos que en una estructura dada por las relaciones sintagmáticas podrían asumir
una función equivalente. Los paradigmas resultan del equilibrio de un conjunto de
oposiciones y constituyen subsistemas en la lengua: Así por ejemplo, el en el niño,
adquiere su valor por su oposición a este, un y mi, que también determinan el sustantivo
yiò en comió, adquiere su valor por oposición aìa, era, e y a todas las formas que
pueden modificar al morfema lexical verbal. Decidimos entonces que el entra en el
paradigma de los determinantes del sustantivos y iò forma parte del paradigma de la
flexión del verbo.

Por lo visto, la dimensión paradigmática establece relaciones de equivalencia y


contraste entre términos alternativos y la dimensión sintagmática establece relaciones de
oposición y secuencia en términos coexistentes. Ya Louis Hjelmslev considera estas
relaciones como una de las características fundamentales de la estructura básica de
cualquier lenguaje. Para el todo el lenguaje consiste de un sistema (paradigma) y en una
sucesión (sintagma). Según el lingüista danés hay un condicionamiento reciproco entre
lo paradigmático y lo sintagmático. De un modo general lo paradigmático (correlación) y
lo sintagmático (relación) están en función uno de otros; aun cuando lo paradigmático
determina incluso lo sintagmático, pues en principio es posible concebir una coexistencia
de términos lingüísticos (sintagma) sin alternancia correspondiente (paradigma), pero no
a la inversa.

Una lengua queda establecida por el conjunto de sus relaciones sintagmáticas y de sus
correlaciones paradigmáticas pero la lingüística estructural no es únicamente la teoría del
sistema sino también, y al mismo tiempo, la teoría de los hechos sintagmáticos. En
español la relación sintagmática no es rigurosamente secuencial por ejemplo, para la
construcción "tus brazos dan la sed de lo infinito”, cabe otra posibilidad: "la sed de lo
infinito dan tus brazos”; sin embargo, en algunas construcciones se interpone una
relación sintagmática secuencial rígida: ver para creer ,comer para vivir, en lo que atañe
a algunos adjetivos en relación posicional con el nombre, un cambio en la secuencia
sintagmática supone un cambio de sentido :pobre viuda; viuda pobre.
En rigor todas las unidades gramáticas contraen relaciones paradigmáticas y
sintagmáticas con otras unidades del mismo nombre (fonemas con fonemas, palabras con
palabras, etc.) de allí que el contexto de una unidad lingüística se pueda especificar a base
de sus relaciones sintagmáticas.

Debido a que las relaciones sintagmáticas son, de hechos, referibles al material del
enunciado hablado o escrito, R.H. Robins, considera a las relaciones sintagmáticas como
la primera dimensión. El mismo lingüista propone emplear el término estructura para
referirse específicamente a grupos de elementos relacionados sintagmáticamente,
reservando el uso del término sistema para referirse "a clases de elementos relacionados
paradigmáticamente”. André Martinet, por su parte, recomienda el término contraste para
designar las relaciones paradigmáticas. Para Hjelmslev, las relaciones sintagmáticas son
relaciones y las relaciones paradigmáticas son correlaciones. JaKobson prefiere los
términos de contigüidad para lo sintagmático y similaridad para lo paradigmático.
Como las relaciones entre los elementos lingüísticos pueden ser múltiples y complejas
tanto los sistemas como las estructuras se dividen en subsistemas y subestructuras
especialmente en la dimensión paradigmática.

3. Tipos de relaciones y oposiciones


Las relaciones paradigmáticas y sintagmáticas no son fenómenos aislados sino
interdependientes; por eso las unidades lingüísticas carecen de toda validez fuera de las
relaciones de contraste y equivalencia que guardan entre sí y fuera de sus relaciones de
sucesión y de posición en un contexto determinado. Los elementos y las unidades de una
lengua, así como el significado total de muchas palabras se determinan tomando en
cuentas sus relaciones individuales en las dos dimensiones básicas del análisis lingüístico;
la sintagmática y la paradigmática. Tanto la fonología como la gramática de una lengua
se organizan en las dos dimensiones referidas; pueden estudiarse sintagmáticamente
desde el punto de vista de los enunciados realmente expresados en una lengua, o
paradigmáticamente desde el punto de vista de la producción y organización de esos
enunciados mediante leyes y ordenamientos de los rigen .

El eje sintagmático es continuo, fluido, concatenado y, por ser vehículo de sentido y


de comunicación, es también articulado; por eso la fragmentación o descomposición del
sintagma resulta una operación fundamental para sacar a luz las unidades. Los lingüistas
utilizan para ellos la prueba artificial de la conmutación que consiste en introducir
artificialmente una mutación en el plano de los significantes (expresión) y observar si tal
mutación origina una modificación correlativa en el plano de los significados.

el niño ha comido pasteles


un

este

mi

tu

aquel
Si la conmutación de un significante por otro produce una conmutación del
significado, obtendremos fragmentos del sintagma dotados de sentido necesario; es decir,
unidades significativas:
casa de madera

ladrillo

cartón

cristal

fierro

La prueba de la conmutación permite localizar las unidades significativas que


conforman el sintagma permitiendo su clasificación en paradigmas. La conmutación es
pues una operación que nos permite verificar la identidad paradigmática de dos formas
que se dan en la lengua. Esta identidad paradigmática no debe confundirse con la
identidad semántica consistente simplemente en su aptitud para entrar en las mismas
construcciones; así, silla y mesa no son semánticamente idénticas pero ello no impide la
conmutación. La silla es de madera; la mesa es de madera; es decir, silla y mesa tienen
capacidad para conmutar en el paradigma del mobiliario.

En virtud de la doble articulación del lenguaje la conmutación proporciona, en primer


término, unidades (significativas) de la primera articulación; palabras, morfemas; una
segunda prueba de conmutación nos proporciona unidades ( distintivas ) de la segunda
articulación: fonemas. Una vez establecidas las unidades sintagmáticas quedan por
determinar las reglas que presiden su combinación. Hjelmslev considera tres tipos de
relaciones que pueden contraer dos unidades sintagmáticas cuando son continuas.

a) Relación de solidaridad: Se da entre elementos o unidades que se exigen


recíprocamente:

persona / nùmero

yo / salgo

b) Relación de implicación simple: Se da entre elementos o unidades en los que


uno exige al otro pero no a la inversa:

artículo / sustantivo

la / fruta
c) Relación de combinación: Se da entre elementos o unidades que no se exigen ni
recíproca ni unilateralmente:

sustantivo / adjetivo

calle / angosta

La situación interna de los términos que conforman un paradigma toma el nombre de


oposición o correlación; y se basa en el postulado fundamental de que el mecanismo de
la lengua descansa sobre identidades o diferencias.

El paso de un término de la oposición a otro se resuelve sin intermediarios: o todo o


nada, o semejante / diferentes-te; así la oposición entre peso / beso, aunque mínima, (p/b,
sorda/sonora) es suficiente para que hayan un "salto" de significación. No existe el punto
intermedio.

La doble articulación del lenguaje determina dos clases de oposiciones: las oposiciones
significativas (entre palabras y morfemas) y las oposiciones distintivas (entre fonemas).

1) De acuerdo a sus relaciones con el conjunto del sistema las oposiciones pueden
ser:

a) oposiciones proporcionales cuando la relación que existe entre los términos


de la oposición es común a otras oposiciones de la misma lengua; es decir, la
diferencia obedece a un modelo que se repite en otras oposiciones del sistema:
1a. / 2o personas: o /  as
am o/ am as
grit o/ grit as

b) oposiciones aisladas cuando la relación que existe entre los términos no


aparece en otras oposiciones de la lengua; es decir, no tiene ningún patrón
común con otro:

toro / vaca

2) Según las relaciones de los términos opuestos:

a) oposición privativa: cuando uno de los términos tiene una marca o


característica que falta en el otro: la oposición singular/plural del español que
se basa en la ausencia / presencia de una marca:  / s es
casa / casas
noche / noches s
piel / pieles---es
flor / flores

b) oposición equipolente cuando ambos términos presentan características


positivas diferentes: oposición entre masculino y femenino del español.

traidor / traidora
burro / burra
jefe / jefa

3) Según la extensión de su valor:

a) Oposición constante cuando los elementos opuestos tienen significantes


distintos: Oposición entre singular y plural del pronombre:

yo / nosotros

b) Oposición neutralizada cuando los términos opuestos no tienen significantes


diferentes y pueden confundirse algunas veces; la oposición entre la 1era. y la
3era. persona del imperfecto:

(yo) amaba / (él) amaba

IV. PRINCIPIOS METODOLÓGICOS

0. Estructura
Común a las varias orientaciones "estructuralistas" y también a algunas que se llaman
de este modo sin serlo propiamente, es el concepto de estructura. Este concepto es, en sí
unívoco: estructura significa en todo caso "forma de las relaciones internas de un objeto
o domino cualquiera"; pero se suele emplear con determinaciones implícitas, de suerte
que aquello que con este término se designa puede ser muy diferente, según los tipos de
relaciones que se consideren o sobrentiendan. En la lingüística, el concepto tiene por lo
menos tres aplicaciones diversas, ya que por estructura puede entenderse: a) lo que aquí
llamaremos configuración asociativa, b) la estructura sintagmática; y c) la estructura
paradigmática. Además, estas dos últimas pueden, a su vez, entenderse en sentido
material o en sentido funcional (semántico).
0.1. Estructuras Sintagmática y Paradigmática
En la lingüística actual (salvo en una parte de la lingüística saussuriana ortodoxa), el
correspondiente concepto saussuriano de relación asociativa se ha abandonado,
conservándose de él solo aquello que, en su sentido objetivo, atañe afectivamente a las
estructuras idiomáticas. En cambio, se mantiene intacto el concepto de relación
sintagmática. Mejor dicho, se entiende que en su relación en el hablar, las funciones de
lengua se determinan recíprocamente por sus relaciones establecidas sobre dos ejes: el eje
sintagmático, o eje de la combinación u ordenación, correspondiente a la sucesión de los
signos en la cadena hablada, y el eje paradigmático o de la selección, correspondiente a
las clases de unidades funcionales y materiales de la lengua dentro de las cuales se elige
la unidad adecuada para lo que se quiere expresar.
Por tanto, para describir la estructura de una lengua, se empieza con el objeto concreto
unidimensional, la cadena lineal del habla, que se desarrolla a lo largo de lo que ha sido
llamado el eje sintagmático.
Pero en cada punto se pondrá en juego otra dimensión, la de las elecciones hechas por
el hablante, que se designa, generalmente, como eje paradigmático."
Barthes dice que todo signo incluye o implica "dos relaciones exteriores: la primera es
virtual, une al signo a una reserva específica de otros signos, de la que se le separa para
insertarlo en el discurso; la segunda es actual, une al signo a los otros signos del enunciado
que le preceden o le suceden.”
El primer tipo de relación "implica la existencia, para cada signo, de una reserva o 
memoria organizada de formas de la que se distingue gracias a la menor diferencia
necesaria y suficiente para operar un cambio de sentido; en lupum, el elemento -um (que
es un signo, y más concretamente un morfema) solo manifiesta un significado de
acusativo, en tanto que se opone al resto (virtual) de la declinación (-us, -i, -o, etc.); el
rojo solo significa prohibición en cuanto se opone sistemáticamente al verde y al ámbar
(es obvio que si no hubiera más color que el rojo se opondría, a pesar de todo, a la ausencia
de color); este plano de relación es pues del sistema, llamado a veces paradigma,
llamaremos pues este tipo de relación, relación paradigmática." Según el segundo plano
de relación "el signo ya no se sitúa en relación con sus hermanos (virtuales), sino en
relación a sus vecinos (actuales); en homo homini lupus, lupus mantiene ciertas
relaciones con homo y homini; en la indumentaria: ponerse un jersey, una chaqueta de
cuero es crear entre estas dos piezas una asociación pasajera pero significante, análoga a
la que une las palabras de una frase; ese plano de asociación es el plano del sintagma y
llamaremos a la relación, relación sintagmática".
El eje sintagmático es fijo, el eje paradigmático, en cambio, debe imaginarse como
línea que se desplaza a lo largo de la línea sintagmática y vale para cada "posición" de
ésta en que se opera una selección. En el eje sintagmático, la relación entre los elementos
lingüísticos, tratándose de una relación in praesentia, es de tipo "copulativo" ("tanto a
como b"), en el eje paradigmático, es de tipo "disyuntivo" o "exclusivo" ("o bien x, o bien
y", o: "si x, no y", y viceversa), ya que se trata de una relación entre un elemento presente
("elegido") y otros elementos, ausentes ("no elegidos" o "excluidos"), de la misma clase
de unidades de la lengua. Así, en el caso de una oración como "Nuestro amigo ha llegado
hoy", el eje sintagmático corresponde a esta misma sucesión de signos (es la línea ideal
sobre la que éstos se ordenan); y el eje paradigmático corresponde a cada una de las cuales
de unidades del castellano dentro de las que, para decir lo que esta oración dice, se han
elegido precisamente:

mi
tu
nuestro amigo ha llegado hoy eje sintagmático
eje paradigmático
vuestro

eje
paradigmático
Toda combinación de signos de significado propio y coherente es un sintagma. Así,
"nuestro amigo ha llegado hoy", "nuestro amigo", "ha llegado hoy" y "ha llegado" son
sintagmas o unidades sintagmáticas, y también lo son "nuestr-o" y "amig-o" (en cuanto
diferentes de "nuestr-a" y "amig-a"). En cambio, no es un sintagma "amigo ha"; y
tampoco "amigo ha llegado" (salvo que trate de alguien o algo que se llama Amigo). Toda
clase unitaria de funciones y/o de formas dentro de la que se opera una selección
paradigmática inmediata es un paradigma. Así, el género y el número de amigo
pertenecen a los paradigmas del género y del número propios del castellano; el tiempo
verbal de ha llegado pertenece al paradigma castellano de los tiempos verbales; y hoy
pertenece al paradigma anteayer/hoy/mañana/pasado mañana, etc. Entre los miembros
de un sintagma (que pueden ser, a su vez, sintagmas) hay relación sintagmática; tal es, en
nuestro ejemplo, la relación entre nuestro y amigo, entre ha llegado y hoy, etc. Entre los
miembros de un paradigma (que, a su vez, puede ser miembro de un paradigma de orden
superior) hay relación paradigmática u opositiva.

0.2. La identificación de las relaciones sintagmáticas en un sintagma de orden superior


(sintagma de sintagmas) permite establecer la estructura sintagmática (forma de las
relaciones internas) de éste; por el momento, por lo menos como estructura material,
"aditiva" o "combinatoria" (es decir, relativa a las combinaciones de sus constituyentes),
ya que, como todos sabemos intuitivamente (y también explícitamente , de la escuela
primaria), nuestro amigo se combina con hay llegado hoy, y, dentro de estos
constituyentes, nuestro se combina con amigo; ha llegado, con hoy; y, en cierto sentido,
incluso ha se combina con llegado.

0.2.1. Más complejo es, en cambio, el problema de los paradigmas y de las estructuras
paradigmáticas.

0.2.1.1. Hay que distinguir, ante todo entre paradigmas y clases de distribución
paradigmática. Contrariamente a ciertas definiciones, el paradigma no debe entenderse
como la clase de todo aquello que puede presentarse en un mismo contexto, es decir, en
una misma posición "vacía" de un sintagma, p. ej., en nuestro caso, entre nuestro y ha
llegado, entre amigo y hoy, después de ha llegado. Hay paradigmas materiales, como el
de los casos del latín y en otras lenguas, cuyos miembros, por tener funciones sintácticas
diferentes, no son permutables en el mismo sintagma (en filius hominis, p. ej., no
podríamos tener homini, hominen, etc.). y, viceversa, entre nuestro y ha llegado podrían
estar muchísimos sustantivos y grupos nominales (hijo, profesor, querido vecino,
estimado conciudadano, sueldo, telegrama, etc.); entre amigo y hoy pueden estar
muchísimos verbos (ha salido, ha ganado, ha fracasado, ha muerte, etc.); y después de
ha llegado podrían estar, no solo hoy, ayer, etc., sino también tarde, temprano, aquí, a
Madrid, cansado, contento, etc. Por otra parte, entre nuestro y ha llegado no podría
presentarse un femenino, ni un plural, y después de ha llegado, es difícil que de presente
mañana. Concluiríamos, por tanto, -y sería una conclusión absurda-, que amigo y
telegrama, ha llegado y ha muerto, hoy y cansado, etc., pertenecen a los mismos
paradigmas y que, al contrario, el masculino y el femenino, el singular y el plural, amigo
y amiga, hoy y mañana, pertenecen a paradigmas diversos.
Esto último puede soslayarse entendiendo por contexto, no un contexto enteramente
determinado, sino un tipo de contexto, es decir, las clases de formas correspondientes a
los términos del mismo (p. ej., nuestro/nuestra/nuestros/nuestras; ha llegado/llega/llegará,
etc.); pero con ello tampoco se distinguiría entre clases distribucionales y paradigmas.

En realidad, definir de ese modo el paradigma significa no entender en absoluto el sentido


de la relación paradigmática y confundirla con la sintagmática. La relación paradigmática
no es relación sintagmática in abstentia (entre un contexto y aquello que podría
presentarse en una posición vacía de éste), sino la relación entre un término elegido para
una designación determinada y la clase de posibilidades de la lengua dentro de las que
este término se elige. Y un paradigma está constituido por el término presente y los
términos que su presencia excluye de modo inmediato. Así, en castellano, si se elige el
masculino, se excluye el femenino (y para los adjetivos sustantivados y los pronombres
demostrativos, en singular, también el neutro), pero no se excluyen el singular y el plural,
si se elige el singular, se excluye el plural, pero no se excluyen el masculino y el femenino;
si se elige el presente, se excluyen los restantes tiempos verbales, pero no los modos, las
personas, etc., que, por tanto, corresponden a otros paradigmas. Y si una lengua distingue,
en el ámbito del número gramatical, entre singular, dual o plural, la elección se realizará
entre estas tres posibilidades, y hay que advertir que, en lo relativo a la elección de los
términos, el eje paradigmático es en todo caso el primariamente determinante, ya que es
el que corresponde a lo que se quiere decir. A este respecto, el contexto concierne a otro
fenómeno: a la solidaridad sintagmática entre los términos elegidos en paradigmas
diferentes (hechos de concordancia y de rección, o simplemente de fijación tradicional de
ciertos sintagmas); así, si se elige nuestro amigo, se elige también ha llegado (y no han
llegado, hemos llegado, etc.). Además, el contexto contribuye a precisar la designación o
el "significado de habla", que es el que conviene a las combinaciones de términos, y, si
se trata de significantes ambiguos, permite a menudo la identificación de los
correspondientes significados: así, en el caso de "tesis falsas", sabemos por falsas que
también tesis es plural.
0.2.1.2. Por otra parte, en particular en la gramática, hay que distinguir entre posición
paradigmática funcional y posición material. En efecto, las funciones gramaticales no se
eligen en determinados contextos materiales. En estos se colocan necesariamente los
instrumentos de su expresión, las funciones mismas, en cambio, corresponden a distintos
niveles de estructuración gramatical que, por así decir, "se proyectan" sobre la línea
sintagmática y cuyo número puede diferir según las lenguas. Por tanto, para establecer
los paradigmas de una lengua, hay que preguntarse en qué nivel se dan las opciones
paradigmáticas, es decir, las oposiciones funcionales. Hay paradigmas que se dan en el
nivel gramatical de la palabra, como, en castellano, en la mayoría de los casos, los
correspondientes a la categoría de número y a las varias categorías del verbo, p. ej., a los
tiempos (árbol/árboles, canto/cantaba/canté/cantaré, etc.). Pero también pueden haber
paradigmas de grupos de palabras. Así, en español, la "explicación" y la "especificación"
son funciones de este nivel y se expresan mediante la posición del adjetivo en el grupo
sustantivo + adjetivo.
P. ej., en "el manso buey”, "el vasto océano", el adjetivo es explicativo (no delimita
clases menores dentro de las clases "buey" y "océano", sino que solo pone de manifiesto
y destaca propiedades inherentes de éstas), mientras que en "el buey manso" es
especificativo (opone un buey manso a otros bueyes no mansos). Asimismo, hay
paradigmas de oraciones, a este nivel corresponden, en particular, las oposiciones entre
los tipos asertivo, interrogativo, imperativo, desiderativo, etc., cada uno de ellos
subdividido, a su vez, en positivo y negativo ("nuestro amigo ha llegado hoy"/"nuestro
amigo no ha llegado hoy"; "¿ha llegado nuestro amigo?"/"¿no ha llegado nuestro amigo?",
etc.). Y puede haber incluso paradigmas idiomáticos en el nivel del texto, como los que
corresponden al discurso directo e indirecto en latín.
0.2.1.3. Ahora bien, la estructura paradigmática es la estructura ("forma de las
relaciones internas" o "composición") de las unidades (o "miembros") de un paradigma
de cualquier tipo (léxico o gramatical) y de cualquier nivel, en cuanto dada por las
relaciones entre aquello que esas unidades tienen en común y aquello que las diferencia
unas de otras, y, por tanto, también la estructura de cada paradigma, en cuanto resultante
de las relaciones opositivas entre las unidades que lo constituyen.
Así, en la estructura funcional (semántica) hay, en cada caso, un valor básico de todo
el paradigma, una "base de comparación", y elementos semánticos diferenciales propios
de cada unidad y que se combinan de modo diferente en unidades diferentes. En el caso
de cuñado, p.ej., el valor común del correspondiente paradigma es ‘pariente’, 'relación de
parentesco’, y lo diferencial es todo aquello que distingue el significado de cuñado del
de hijo, hermano, padre, etc.
0.2.2.1. Lo dicho acerca de los paradigmas de distintos niveles implica que también
las relaciones sintagmáticas tienen su valor funcional propio. En efecto, en todo sintagma,
ciertas unidades de un nivel o "estrato" funcional se combinan en una unidad de nivel
superior, y entre estas unidades se establecen, en el nivel de su combinación,
determinadas funciones sintagmáticas, aun cuando esto ni resulte siempre evidente. Así,
en lat. reg-is 'del rey' , -is funciona como genitivador y reg- como genitivado , entre reg-
e -is hay, por tanto, una función de genitivación, y solo conjuntamente estas dos unidades
representan un genitivo. También son funciones sintagmáticas (y puramente relacionales)
las de sujeto y predicado. El predicado es término "referido", el sujeto es "referente", la
función sintagmática es la de "referencia" y la unidad resultante es “la predicación
referida” y la unidad resultante es la “predicación referida”, uno de los tipos oracionales
màs frecuentes en nuestra lengua y que se opone, en su nivel, a la “predicación no
referida” (que es la que tenemos, p. ej., en “llueve”, “nieva”). Y lo mismo cabe decir de
los “complementos”, que son tales solo en el sintagma oracional.
0.2.2.2. Así, pues, la relación sintagmática no es simple adición o combinación
material. Es, en todos los casos, de un modo muy general, una relación de recciòn, en un
sentido, y de determinación, en el otro: una unidad rige a la otra y ésta determina a la
primera, de la que depende. Por consiguiente, la estructura sintagmática funcional no es
la misma que la combinatoria, que es como su expresión. P. ej., si tomamos en cuenta las
relaciones efectivas de recciòn y determinación, la estructura funcional de la oración
“nuestro amigo ha llegado hoy”, debería ser algo como:
ha llegado

amigo hoy

mientras que la estructura combinatoria (cf. 0.2.) serìa:


nuestro

nuestro amigo ha llegado hoy

0.2.2.3. Las funciones sintagmáticas no son, como tales, opositivas. Las oposiciones
(diferencias paradigmáticas) no se dan entre sus términos, sino, en cada caso, entre los
correspondientes sintagmas. Así, lat. -is no se opone a reg-, ni éste a aquél, la oposición
se da entre el sintagma regis, y otros sintagmas análogos: rex, regi, regem, etc., es decir,
entre genitivo, nominativo, acusativo, dativo, etc.
0.2.2.4. Los términos que se combinan en un determinado tipo de sintagmas
constituyen, desde el punto de vista de su combinación o combinabilidad, clases
sintagmáticas. Así, lat. reg - pertenece a la clase de las bases flexivas y lat. -is a la clases
de las desinencias. Estas clases no coinciden, por supuesto, con los paradigmas
correspondientes a las funciones sintagmáticas, ya que conciernen a las unidades
combinadas, no a sus combinaciones. Con todo, si se delimitan estrictamente para cada
nivel funcional de una lengua y para cada tipo sintagmático por separado, implican, por
así decir, los paradigmas y pueden servir para establecerlos. Por otra parte, ciertos
términos tradicionales como sujeto, predicado, atributo, complemento, son, precisamente,
nombre de clases o "posiciones" sintagmáticas. Por ello, en rigor, no hay un "paradigma
del sujeto". Pero aquellos que constituye el sujeto (un nombre o pronombre sustantivo,
un grupo nominal) funciona al mismo tiempo en un paradigma determinado; y en este
sentido es lícito hablar, p.ej., del "paradigma del grupo nominal del sujeto", es decir, de
aquellos grupos que pueden ocupar esta posición sintagmática.
1. Procedimientos de Identificación y Análisis
1.0.1. El estructuralismo - o, más exactamente, el estructuralismo propiamente dicho-
, se propone analizar las lenguas en sus rasgos funcionales y establecer los paradigmas de
sus unidades tras haberlas reducido a sus elementos mínimos mediante determinados
procedimientos de identificación y análisis. Su orientación general es, por tanto, analítica.

1.0.2. Los principios fundamentales del estructuralismo analítico que -aunque no se


encuentren nunca expuestos como tales en forma explícita- se pueden deducir de las tesis
afirmadas por los teóricos de esta corriente y de la práctica misma de la investigación
estructural, son cuatro:

A) El principio de la funcionalidad, con un importante corolario concerniente al


significado -el del significado unitario- y con el corolario metodológico o técnico de la
conmutación.

B) El principio de la oposición, que tiene como corolario metodológico el análisis en


rasgos distintivos.
C) El principio de la sistematicidad (o de la estructuración sistemática);
D) El principio de la neutralización.

1.1. El Principio de la Funcionalidad


1.1.1. El principio de la funcionalidad concierne a los hechos constitutivos de las
lenguas y se funda en el postulado de la solidaridad entre las dos fases del signo
lingüísticos y, por tanto, entre los dos planos de las lenguas en cuanto sistemas de signos
que se realizan en el hablar: el plano de la expresión o del significante (plano material del
lenguaje) y el plano del contenido o del significado (plano puramente mental). El
principio puede reducirse a la fórmula; "son constitutivos de una lengua los hechos
idiomáticamente funcionales de la misma"(o "existe en una lengua como hecho
constitutivo aquello que ella misma delimita mediante diferencias en los dos planos de
sus signos"), lo cual, a su vez, puede explicitarse de la manera siguiente: una diferencia
material cualquiera es "hecho de lengua" si es funcional en la lengua considerada, es decir,
si pueden corresponderle también diferencias en el significado, y una diferencia en el
contenido es hecho de lengua si en la misma lengua le corresponden también diferencias
específicas en la expresión material.
1.1.2. Es sólo por la relación contante entre expresión y contenido dentro de una misma
unidad, en sus varios empleos, como pueden identificarse las unidades de lengua, en la
expresión, en el contenido o en ambos planos a la vez, y distinguirse de sus variantes de
realización. Una forma es la misma como unidad funcional de la lengua si su variación
puede reducirse a determinaciones contextuales de la expresión (contexto material) y no
implica modificación del significado, y un significado es el mismo si su variación puede
reducirse a determinaciones contextuales del contenido (contexto semántico) y no implica
modificación de la expresión.
1.1.3. Por la referencia de un plano del lenguaje al otro plano, se distingue, por tanto,
entre unidad funcional (unidad de lengua) y variante de realización. Y es en este sentido
como hay que entender la existencia de los hechos de lengua. Se trata de existencia
funcional. Las diferencias contextuales que se comprueban en uno solo de los dos planos
no se ignoran, por supuesto, pero se advierte que, desde el punto de vista funcional, se
trata de lo mismo. Lo que se hace, al aplicar el principio de la funcionalidad, es, por
consiguiente, establecer una jerarquía de los hechos: se distingue el plano funcional de la
lengua –plano de las unidades funcionales- del plano de las variantes de realización. Estas
pueden ser obligatorias o facultativas.

1.1.4. Con el problema de las formas homófonas se relacionan el corolario inmediato


del principio de la funcionalidad, que es el del significado unitario. Martinet, planea el
problema así:

“¿Cómo encontraremos, p. ej., un contexto que condense todos aquellos que puedan
presentar al término inglés table, tales como dining – room table of contents (mesa del
comedor), Tables of the law (tablas de la ley), table of contents (índice de materias)?
¿Tenemos que dar, en este caso, tres definiciones diferentes, debemos aceptar tres
unidades table, o afirmar la unidad del término, haciendo salir a la diacronía fuera de su
terreno? ¿Debemos argumentar que los contextos, al ser normalmente diferentes, han de
ser considerados como responsables de las diferencias de significado, y que los diferentes
significados son avatares de una misma unidad? Pero hablar de diferencias solo tiene
sentido si hay una base común, y esta base es precisamente lo que estamos buscando. Este
corolario dice que para toda forma lingüística distinta, en la gramática y en el léxico, se
debe suponer en primer lugar también un significado único, y, precisamente, un
significado unitario válido para todos los contextos en que aparece la forma y tal que
pueda justificar las acepciones de la misma como motivadas por determinaciones
contextuales. En efecto, si dada la solidaridad de los planos de la lengua, es necesario que
haya diferencia de expresión para que haya diferencia de significado, no es menos
necesario admitir como principio que, si no hay diferencia de expresión, las diversas
acepciones posibles de una forma determinada deben corresponder a una misma zona de
significación y que todo aquello que pertenece a esta zona constituye manifestación de
un mismo significado en cuanto valor de lengua. Lo mismo vale, desde luego, para los
conjuntos de “sinónimos” gramaticales y léxicos, que se reconocen explícitamente como
formas correspondientes a un mismo significado.

A este respecto, hay que distinguir entre significado único y significado unitario y,
paralelamente entre polisemia y variación semántica. La polisemia, contrariamente a lo
que muchas veces se piensa, no implica, en los hechos mismos significados imprecisos e
indeterminables, sino, en cada caso, como debería haber quedado claro desde Aristóteles,
“dos o más significados unitarios atribuibles a una misma forma”. La variación, en
cambio, es la diversidad de acepciones (valores contextuales) de un mismo significado de
lengua.
El significado de una forma determinada puede, por tanto, no ser único, puesto que
hay formas polisémicas (formas que tienen más de un significado), pero todo significado
de lengua tanto un significado único de forma unívoca, como cada uno de los significados
de una forma polisémica- deben entenderse como significado unitario.

Ello, por otra parte, e independientemente de todo principio estructural, tiene su


fundamento empírico en el conocimiento que tenemos de las lenguas. Y se justifica
también racionalmente, ya que de otro modo no se explicaría por qué los habitantes
emplean una misma forma para muchísimas acepciones, a menudo muy diferentes, y no
solo para acepciones ya dadas y en contextos corrientes, sino también para acepciones
inéditas y en contextos totalmente nuevos.

Así, pues, por el contrario del significado unitario no se niega la posibilidad de la


homofonía o polisemia léxica y gramatical –que también es un fenómeno empíricamente
comprobable (aunque no racionalmente necesario)-, sino que se distingue entre polisemia
y variación, y se establece un orden racional y una prioridad en la investigación y
descripción de las lenguas. El corolario dice, precisamente, que, antes de optar por la
homofonía, hay que preguntarse si no se trata de variación. En todos los casos en que las
homofonías o polisemias no sean evidentes (p. ej., por tratarse de formas que pertenecen
a paradigmas diversos)-y muy en particular en el caso de los hechos categoriales: de los
procedimientos gramaticales y léxicos-, hay que buscar primero aquello que las lenguas
deben tener para ser tales, es decir, invariantes de significado o significados unitarios. Y
solo cuando resulte absolutamente imposible reducir todas las acepciones de una forma a
un valor unitario de lengua, será lícito admitir homofonía, así como, por otra parte las
formas diferentes a las que, sin embargo, puede asignarse un significado unitario, se
identifican como “sinónimos”. O sea que hay que distinguir desde el comienzo y
constantemente entre significado propiamente dicho y acepción, entre significado
funcionalmente autónomo –o significado de lengua- y significado de habla, entre
significado constante y significado ocasional. Lo cual, sin duda, es en la práctica mucho
más difícil que admitir de antemano polisemias de toda índole, pero lleva a la
comprensión del modo cómo funcionan efectivamente las lenguas, mientras que al
admitir la polisemia como principio de estructuración del significado y confundirla con
la variación, además de carecer de fundamento racional, solo detiene la investigación y
no lleva prácticamente a nada, ni siquiera a delimitar y aclarar las polisemias mismas. En
efecto, estas solo pueden delimitarse como tales desde el punto de vista de –y con respecto
a- los significados unitarios.

1.1.5. Reducir las acepciones de una forma a un significado unitario no significa, por
lo demás, reducirlas a un solo significado puntual, del mismo tipo de las acepciones, e
ignorar la multitud de empleos de la forma en cuestión, sino, como ya se ha señalado,
delimitar de acuerdo con la lengua una zona de variabilidad semántica en las que quepan
y encuentren su justificación, en lo posible, todas las acepciones de esa forma
comprobadas en el uso lingüístico (y también otras más, no comprobadas todavía). Un
significado unitario –insistimos en ello- no es un punto: es una zona de significación
delimitada por la lengua.
1.1.6. El corolario metodológico o técnico de la funcionalidad es, como hemos dicho,
la conmutación. Dada la solidaridad entre el plano de la expresión y plano del contenido
de la lengua, la técnica que se aplica para identificar los elementos diferenciales y, a través
de ellos, las unidades funcionales, es la de sustituir (conmutar) un elemento en una unidad
empíricamente dada de la expresión, con el fin de observar si, al hacerlo, se produce
también un cambio en el contenido, y, al revés, la de sustituir un elemento en una unidad
empíricamente dada del contenido, con el fin de observar si con ello se modifica también
algo en el plano de la expresión. Si también en el otro plano se produce un cambio, ello
es señal de que ha sobrepasado un límite funcional y se ha pasado a otra unidad, o sea, de
que la diferencia que hemos introducido es elemento distintivo en la lengua considerada.
Si, al contrario, en el otro plano no ocurre nada, ello es señal de que la modificación
introducida en el primero no es funcional y de que seguimos hallándonos frente a la
misma unidad de lengua. Puesto que a este respecto ha habido confusiones en los últimos
tiempos, hay que advertir que en la conmutación no se sustituye una unidad por otra u
otras (p. ej., una palabra por sus posibles sinónimos), sino, en cada caso, un elemento de
una unidad (de habla) por otro elemento (o por cero). Este elemento puede ser también
una palabra, pero solo en la conmutación aplicada a unidades de un nivel superior al de
las palabras. Por consiguiente, dados dos (o más) elementos de expresión (o de contenido)
identificables como tales, por la prueba de la conmutación podemos verificar si son o no
son funcionales en la lengua que examinamos, o sea, si les corresponden necesariamente
elementos diferentes también en el otro plano. Lo cual, por supuesto, no significa que con
ello se descubran en seguida y en cada caso las unidades buscadas, pues hay elementos
que funcionan como diferenciales en ciertas unidades y no funcionan de este modo en
otras, solo al aplicar esta técnica a todas las unidades probables de un subsistema sabemos
cuáles son los elementos deferenciales de este subsistema y podremos diferenciar
unidades que en un primer momento no hemos diferenciado.

1.2. El Principio de la Oposición


1.2.1. El principio de la oposición concierne al hecho de manifestarse la funcionalidad
en tales y cuales unidades de la lengua, es decir, al porqué de estas unidades y de su
identidad (de su ser éstas o aquellas), y puede resumirse en la fórmula: “las unidades
funcionales existen (como tales y no otras) gracias a las oposiciones en que participan”.
Hay oposición (u oposición directa) entre las unidades que, siendo en lo demás idénticas,
funcionan como unidades diferentes mediante un elemento diferencial mínimo (no
ulteriormente analizable en elementos diferenciales). De modo que puede decirse que una
unidad A existe como tal en una lengua, en la expresión o el contenido, si se haya en
oposición con otra u otras: si en la misma lengua existe al menos una unidad B que,
distinguiéndose de A por medio de un elemento funcional, se le opone como otra unidad.
Este puede representarse esquemáticamente como sigue:

A a b
a c
B

Las unidades A y B tienen una parte en común (a), y se oponen entre sí por presentar
cada una un elemento funcional diferenciador (b y c, pudiendo uno de estos ser cero); y
existen como tales unidades precisamente en virtud de esta oposición: A existe como A
porque se opone a B por el elemento funcional b; y B existe como B porque se opone a
A por el elemento c.

1.2.2. Una diferencia funcional mínima entre dos unidades de lengua se llama rasgo
distintivo (fr. trait distinctif, ingl. distinctive feature). Pero en general las unidades de
expresión y de contenido funcionan en más oposiciones, por medio de varios rasgos
distintivos (por lo cual también la parte común de las respectivas es, en cada oposición
otra).
Ahora bien, se puede decir que, si en una oposición determinada una unidad funciona
por un rasgo distintivo, en la lengua presenta todos los rasgos distintivos por lo que
funciona en las varias oposiciones en que participa. De aquí el corolario del análisis de
las unidades funcionales en sus rasgos distintivos, precisamente, por todos aquellos que
la oponen de modo inmediato a otras unidades de la misma lengua, o, como suele decirse,
como siendo ella misma “un haz de rasgos distintivos”.

Este corolario no significa, sin embargo; que las unidades se compongan de rasgos
distintivos, ni que estas unidades se originen por la unión (combinación de rasgos) ya
dados como tales. Al contrario: son los rasgos distintivos los que se originan por la
oposición entre las unidades. Las unidades funcionales corr4esponden fundamentalmente
a intuiciones unitarias, y los rasgos distintivos no son sino diferencias que se comprueban
entre tales intuiciones. Por lo mismo, la aparición de una nueva unidad puede modificar
un rasgo distintivo ya existente o bien escindirlo en dos nuevos rasgos.

El corolario de la “analizabilidad” atañe solo a la relación mutua entre las unidades: a


las condiciones de su funcionalidad diferenciada en un determinado estado de lengua.

1.2.1.1. Cabe destacar, asimismo, que el corolario del análisis de las unidades de
lengua en rasgos distintivos es de importancia esencial en el estructuralismo. La noción
fundamental y nueva del estructuralismo no es, en realidad, la de unidad funcional, sino,
justamente, la de oposición funcional y, por ende, de rasgo distintivo. Y en los hechos
mismos, los rasgos distintivos representan casi un descubrimiento del estructuralismo y,
al mismo tiempo, el fundamento del método correspondiente, pues son precisamente los
rasgos distintivos los que permiten pasar de la estructura externa o relacional de un
sistema de unidades lingüísticas a la estructura interna o paradigmática de las unidades
mismas.
En efecto, en el estructuralismo no se trata de clasificar mecánicamente los hechos,
como, sin fundamento serio, se ha dicho en una crítica reciente, sino de establecer la
estructura de las unidades funcionales y de ordenar los hechos con arreglo a ésta en el
sistema de la lengua concebido como paradigma de paradigmas, es decir, en el fondo, de
establecer cómo están hechas las lenguas. Ello, por lo menos en el estructuralismo
propiamente funcionalista.

1.3. El Principio de la Sistematicidad


1.3.1. El principio de la sistemacidad (o de la estructuración sistemática) se refiere al
modo de existir las series de unidades funcionalmente análogas en los varios subsistemas
de una lengua y representa una suposición razonable y empíricamente justificada a este
respecto. Este principio afirma que, en un sistema lingüístico, las diferencias funcionales
se presentan comúnmente, o con frecuencia, de manera sistemática: se repiten para una
serie de unidades análogas. Es decir que los mismos rasgos distintivos suelen emplearse
en varias oposiciones de un subsistema, de suerte que èstas se presentan en varfias
oposiciones de un subsistema, de suerte que éstas se presentan como simétricas o
proporcionales (A/B = C/D = E/F, etc.); lo cual, a su vez, implica que mediante los
mismos rasgos distintivos variamente combinados se estructura un número de unidades
superior superior al de los rasgos utilizados. Se trata, por tanto, de una especie de
economía funcional. En sí mismo, un sistema es económico si utiliza al máximo los
rasgos distintivos que lo integran; y, entre varios sistemas, el más económico será el que
con el menor número de rasgos estructura el mayor número posible de oposiciones y, por
ende, de unidades.
1.3.2. Pero hay que insistir en que se trata, precisamente, de una suposición razonable:
de lo que cabe esperar. No se afirma que las oposiciones deben, sino que suelen darse de
este modo, aunque en la fonética y la gramática ello sea lo normal. Por tanto, en la
investigación concreta (p. ej., de una lengua desconocida), es lícito contar constantemente
con tal posibilidad, pero su realización no debe darse por descontada: si la repetición de
determinadas oposiciones se da efectivamente o no, es algo que debe establecerse en cada
lengua y en cada caso en particular, ya que puede también no darse.

1.4. El Principio de la Neutralización


1.4.1. El principio de la neutralización, que es propio del estructuralismo europeo,
introduce una importante restricción en lo que concierne al funcionar de las oposiciones
distintivas existentes en una lengua, estableciente que éstas no funcionan en todos los
casos en que se presentan las correspondientes unidades, ya que en ciertos contextos y/o
situaciones quedan (o pueden quedar) suspendidas o neutralizadas. Así, en castellano la
distinción entre /r/ y /rr/ funciona solo en posición intervocálica (caro/carro; para/parra;
pera/perra) y se suspende en todas las demás posiciones, suspensión que se refleja en la
ortografía, pues fuera de esta posición se escribe siempre r, aunque se pronuncie r o rr,
de acuerdo con ciertas normas determinables (p.ej., siempre rr en posición inicial y
después de l, n, s,).

1.4.1.1. ¿Cómo se explica que en los casos de neutralización se presente normalmente


uno de los dos términos de la posición suspendida, mientras que el otro quede excluido y
no puede representar a ambos términos ni asumir un valor genérico? Se explica, en la
mayor parte de los casos, por la forma misma de las oposiciones correspondientes.

En 3.1. Hemos dicho que, en la posición ente dos unidades, uno de los rasgos
diferenciales puede también ser cero. Ello significa que, el tal caso, lo que distingue las
dos unidades es, en rigor, el rasgo positivo propio de una de ellas, mientras que la unidad
que presente el rasgo cero no tiene características propias y se caracteriza, dentro de la
oposición, solo por la ausencia del rasgo positivo de la otra: por no ser esa otra unidad.
En otros términos, la unidad caracterizada por cero corresponde solo a la parte común de
las dos unidades, mientras que la otra es esta parte común y algo más (su rasgo
diferencial). Y precisamente en este sentido pueden interpretarse casos como el rasgo
“sorda” de una consonante (en italiano, francés y latín), que sería un rasgo puramente
negativo: como “ausencia de sonoridad”. Si esto se admite, un fonema it., fr., o lat. /t/ es
/d/ menos la sonoridad. Y en el léxico, p. ej., día puede interpretarse como. “no noche”:
como significado que, en la oposición “día/noche” se caracteriza solo por no presentar el
rasgo positivo propio del significado “noche”.

La unidad que, en una oposición de este tipo, presenta el rasgo diferencial positivo
(una marca distintiva) se llama término (o miembro) “caracterizado” o “marcado”; y la
que se distingue solo porque no presenta este rasgo, término “no caracterizado” o “no
marcado”. Y por ser algo en sí misma (por presentar una marca positiva) la unidad
caracterizada se llama también “término positivo”, de suerte que la otra, que se distingue
solo negativamente, será “término negativo”. Además, la unidad que presenta el rasgo
cero, por corresponder a lo común de las dos unidades en oposición y no ser, por ende,
propiamente lo contrario de la otra, se llama asimismo “término neutro”. De acuerdo con
esto último, podemos representarnos espacialmente una oposición entre un término
“neutro” y uno “positivo” como constituida dentro de una zona funcional (delimitada por
otras unidades), en la que una sección presenta una marca adicional propia. Y desde este
punto de vista, el término neutro, correspondiendo a la base de comparación –es decir, a
toda la extensión de la oposición-, englobará al otro. Tendremos, por tanto, en lugar del
esquema propuesto en 3.1., esquemas como los siguientes:

t dd día noche

Pues bien, son precisamente de este tipo las oposiciones, por excelencia,
neutralizables. Y la neutralización no es sino el empleo del término neutro para el valor
neutro, para lo que corresponde a toda la zona funcional de una oposición. De aquí que el
otro término, el caracterizado o positivo no se presente en los casos de neutralización; en
efecto, corresponde solo a una sección de esa zona funcional y no puede, por tanto,
representarla en su integridad.

1.4.2. Es así, por lo demás, como conviene interpretar otras muchas oposiciones. Así,
en el sistema verbal castellano (y romántico en general), el presente, al que se atribuye al
rasgo positivo “presente”, puede caracterizarse como negativo o neutro con respecto al
futuro y al pretérito, términos efectivamente positivos. Precisamente como neutro, el
presente puede emplearse en lugar del futuro y del pretérito.
1.4.3. El término o marcado de una oposición neutralizable se llama también
“extensivo”, y el marcado se llama, en tal caso “intensivo”. Ello, porque este último
término se concentra, como se ha visto, en una sección de lo abarcado por la posición,
mientras que el primero puede corresponder a la otra sección y ser, en este sentido, su
contrario, pero puede también extenderse a todo el ámbito de la posición, lo cual nos lleva
a precisar ulteriormente lo dicho en 1.4.1.1. y puede representarse así:

no A A

Es decir: el término marcado (intensivo) tiene un solo valor de lengua (A), mientras
que el término no marcado (extensivo) tiene de por sí dos valores: una positivo y uno
neutro; es lo contrario de A, “no A”, y también “no A + A”. Ahora bien, esto tiene especial
importancia, sobre todo en lo que concierne a la interpretación y al estudio del significado
y es por ello que nos detenemos tanto en el fenómeno de la neutralización.

1.5. El Sincretismo
Los estudios que admiten la neutralización no suelen, sin embargo, distinguirla de otro
fenómeno muy diferente: el sincretismo. La neutralización es la suspensión, en
determinados contextos, de una oposición funcional que existe en la lengua en uno de los
dos planos de ésta: o en la expresión o en el contenido. El sincretismo, en cambio, es la
no manifestación material, en una sección de un paradigma o en un paradigma, de una
distinción de contenido que, en otras secciones del mismo paradigma o en otros
paradigmas análogos de la misma lengua, se manifiesta también materialmente: la
coincidencia en la expresión de dos (o más) contenidos diferentes en un determinado
paradigma. Así, en el paradigma verbal del castellano, la primera y la tercera persona,
que se distingues, p.ej., en el imperfecto, donde tenemos cantaba / cantaba; salía / salía,
etc. Pero, adviértase, no se distinguen en la expresión, puesto que la diferencia de
contenido subsiste. No hay, en tal caso, suspensión de la oposición, ni un valor neutro que
represente a los términos de ésta: lo que se dice y se entiende no es algo correspondiente
a la suma “primera persona + tercera persona”, o a la parte común de éstas, sino siempre
o “primera persona” o “tercera persona”. Y si el oyente no puede identificar la función,
debe decidirse arbitrariamente por una de ellas, ya que en castellano no hay un contenido
único “primera + tercera persona”.

La neutralización concierne directamente a las oposiciones, y éstas son por definición


son por definición homogéneas, es decir que pertenecen a un mismo plano: o son
distinciones materiales o lo son de contenido, no pudiendo haber oposiciones de
expresión y contenido a la vez. El sincretismo, en cambio, concierne a la relación entre
contenido y expresión: a la manifestación del contenido por medio de la expresión.
1.5.1. Con la neutralización y el sincretismo se relaciona un problema que aquí nos
limitaremos a señalar.

En italiano la distinción entre e cerrada se hace en posición tónica y se suspende en


posición átona (es decir, en rigor, en todas las demás posiciones). Ahora bien, nos
preguntamos si en tales casos lo que cabe decir es que la oposición se hace solo en una
posición determinada (y en las demás no se suspende, sino que simplemente o se hace).
Hay razones para preferir la segunda solución y hablar, no de una neutralización en la
mayor parte de los contextos. Así, es evidente que el status funcional de la oposición e
abierta/e cerrada es muy diferente del de una oposición como o/a.

Esta funciona en todos los contextos, es siempre distintiva y, si se suprimiese, ello


dificultaría muchísimo la intercomprensiòn. Aquella funciona en un solo contexto, con
frecuencia no es concretamente distintiva y su supresión casi no dificulta (o dificulta en
muy pocos casos) la comprensión de los signos. Conviene, por tanto, distinguir como
fenómenos exactamente contrarios la neutralización y la subdistinción. El criterio
metodológico es el siguiente: sí solo en ciertos contextos determinados una oposición se
suspende, se trata de neutralización; si solo en ciertos contextos determinados se hace
una distinción, se trata de una subdistinción.
Ello implica que habría que distinguir en las lenguas tres niveles de unidades
funcionales:

a) archiunidades: unidades que se presentan en los casos de neutralización (o en


general de no distinción);

b) unidades: unidades que se presentan en las oposiciones primarias;

c) hipounidades: unidades que se presentan en los casos de subdistinción.

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