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Diacronía
Sincronía
2.-que el vínculo que une un nombre a un objeto es una operación muy simple
(nombre + cosa).
significado + significante
signo =
concepto imagen acústica
Como anota Hjelmslev, si pensamos sin hablar, este pensamiento no será nunca
un contenido lingüístico y si hablamos sin pensar, es decir, valiéndonos de una
serie de sonidos a los que ningún oyente podría atribuirle contenido alguno, tal
habla tampoco sería una expresión lingüística. Esta interdependencia de expresión
y contenido nos lleva a considerar que no es posible interpretar un texto si no se
toman en cuenta ambos aspectos.
En resumen:
Sustancia Ideas
(infinito) … Semántica
Contenido (Significado)
rosa / cosa
rosa / rusa
rosa / ropa
rosa / roso
b. como sustancia de la expresión, los sonidos que el oído percibe como realización
de cada fonema del vocablo rosa:
camino
lamino
comino
canino
camilo
A B
A. Relaciones sintagmáticas.- Son las que se establecen entre elementos que forman
estructuras seriadas según el fluir temporal del enunciado y/o la extensión lineal de la
escritura. Una unidad lingüística está en relación sintagmática con todas las demás
unidades del mismo nivel con las cuales aparece y constituye el contexto. Por ejemplo, el
fonema /p/ en virtud de su aparición en el contexto / ––ato/ mantiene una relación
sintagmática con los fonemas /a/, /t/ y /o/: /p ––a –– t –– o /; igualmente el fonema /t/ en
virtud de su aparición en el contexto / p a –– o / mantiene una relación sintagmática con
la consonante /p/ y las vocales: /a/ y /o/: / p –– a –– t –– o /
/pàto/
/càto/
/gàto/
/màto/
/ñàto/
/ràto/
Igualmente el fonema /t/, en virtud de su aparición en el contexto /pa –– o/ de la misma
palabra “pato” mantiene relación paradigmática con los fonemas /g/, /l/, /ñ/, /s/, y /r/
/páto/
/pàgo/
/pàlo/
/pàño/
/pàso/
/pàto/
2. Sintagma / paradigma
la casa de madera
la casa de ladrillo
la casa de cartón
la casa de cristal
la casa de fierro
Del mismo modo la palabra “casa” del contexto citado adquiere relaciones
sintagmáticas con las palabras de esa secuencia la, de y madera y mantiene
relaciones paradigmáticas con una serie de sustantivos con los que alternar, como:
mesa, puerta, caja y ventana:
la casa de madera
la mesa de ladrillo
la puerta de cartón
la caja de cristal
la ventana de fierro
Las relaciones sintagmáticas se dan en el enunciado y son directamente
observables. Las relaciones paradigmáticas se dan en el sistema entre unidades
que pueden figurar en un mismo contexto excluyéndose mutuamente; de estos
términos uno solo es observable directamente y los otros son descubiertos por el
análisis. Según esto la lengua funciona sobre dos ejes, uno horizontal y otro
vertical.
(Eje sintagmàtico)
En el eje articulado los elementos del sistema están realmente unidos; son
relaciones actuales in praesentia (en presencia de los términos anteriores o
siguientes).
unos
estos
Eje paradigmático
mis
pocos
dos
nuestros
muchos
Los elementos del paradigma forman relación de “memoria” in absentia (en
ausencia de los otros elementos de la relación). Los dos ejes están entre sí
íntimamente ligados. Por eso cuando un signo lingüístico funciona en el conjunto
de una frase, él se sitúa necesariamente en la intersección de los dos ejes: el de la
frase misma, el eje sintagmático (horizontal, lineal) donde toma lugar
solidariamente con los otros signos que lo constituyen, y en el eje paradigmático
(vertical, rotativo) el de todos los demás signos que pueden entrar en concurrencia
con él en el momento de su selección por el hablante. Estos signos concurrentes
son los elementos de una misma clase o categoría. He aquí el adjetivo impasible
en la intersección de los dos ejes.
imperturbable
impávido
frìo
calmado
tranquilo
quieto
PARADIGMÁTICO = Morfología
SINTAGMÁTICO = Sintaxis
catre
cuja paradigmático
tarima
Para formar un mensaje el hablante de una lengua debe utilizar los signos sobre
un eje sintagmático tomando en cuenta las leyes que lo rigen. El eje paradigmático
permanece latente en la competencia lingüística de cada hablante.
el niño ha comido pasteles
este hombre comió manzanas
relaciones sintagmáticas
eje paradigmático
cadena hablada
El contenido de cada mensaje depende tanto de las formas escogidas como una de las
funciones que le son asignadas. Esto nos permite definir el paradigma gramatical, es decir,
de términos que en una estructura dada por las relaciones sintagmáticas podrían asumir
una función equivalente. Los paradigmas resultan del equilibrio de un conjunto de
oposiciones y constituyen subsistemas en la lengua: Así por ejemplo, el en el niño,
adquiere su valor por su oposición a este, un y mi, que también determinan el sustantivo
yiò en comió, adquiere su valor por oposición aìa, era, e y a todas las formas que
pueden modificar al morfema lexical verbal. Decidimos entonces que el entra en el
paradigma de los determinantes del sustantivos y iò forma parte del paradigma de la
flexión del verbo.
Una lengua queda establecida por el conjunto de sus relaciones sintagmáticas y de sus
correlaciones paradigmáticas pero la lingüística estructural no es únicamente la teoría del
sistema sino también, y al mismo tiempo, la teoría de los hechos sintagmáticos. En
español la relación sintagmática no es rigurosamente secuencial por ejemplo, para la
construcción "tus brazos dan la sed de lo infinito”, cabe otra posibilidad: "la sed de lo
infinito dan tus brazos”; sin embargo, en algunas construcciones se interpone una
relación sintagmática secuencial rígida: ver para creer ,comer para vivir, en lo que atañe
a algunos adjetivos en relación posicional con el nombre, un cambio en la secuencia
sintagmática supone un cambio de sentido :pobre viuda; viuda pobre.
En rigor todas las unidades gramáticas contraen relaciones paradigmáticas y
sintagmáticas con otras unidades del mismo nombre (fonemas con fonemas, palabras con
palabras, etc.) de allí que el contexto de una unidad lingüística se pueda especificar a base
de sus relaciones sintagmáticas.
Debido a que las relaciones sintagmáticas son, de hechos, referibles al material del
enunciado hablado o escrito, R.H. Robins, considera a las relaciones sintagmáticas como
la primera dimensión. El mismo lingüista propone emplear el término estructura para
referirse específicamente a grupos de elementos relacionados sintagmáticamente,
reservando el uso del término sistema para referirse "a clases de elementos relacionados
paradigmáticamente”. André Martinet, por su parte, recomienda el término contraste para
designar las relaciones paradigmáticas. Para Hjelmslev, las relaciones sintagmáticas son
relaciones y las relaciones paradigmáticas son correlaciones. JaKobson prefiere los
términos de contigüidad para lo sintagmático y similaridad para lo paradigmático.
Como las relaciones entre los elementos lingüísticos pueden ser múltiples y complejas
tanto los sistemas como las estructuras se dividen en subsistemas y subestructuras
especialmente en la dimensión paradigmática.
este
mi
tu
aquel
Si la conmutación de un significante por otro produce una conmutación del
significado, obtendremos fragmentos del sintagma dotados de sentido necesario; es decir,
unidades significativas:
casa de madera
ladrillo
cartón
cristal
fierro
persona / nùmero
yo / salgo
artículo / sustantivo
la / fruta
c) Relación de combinación: Se da entre elementos o unidades que no se exigen ni
recíproca ni unilateralmente:
sustantivo / adjetivo
calle / angosta
La doble articulación del lenguaje determina dos clases de oposiciones: las oposiciones
significativas (entre palabras y morfemas) y las oposiciones distintivas (entre fonemas).
1) De acuerdo a sus relaciones con el conjunto del sistema las oposiciones pueden
ser:
toro / vaca
traidor / traidora
burro / burra
jefe / jefa
yo / nosotros
0. Estructura
Común a las varias orientaciones "estructuralistas" y también a algunas que se llaman
de este modo sin serlo propiamente, es el concepto de estructura. Este concepto es, en sí
unívoco: estructura significa en todo caso "forma de las relaciones internas de un objeto
o domino cualquiera"; pero se suele emplear con determinaciones implícitas, de suerte
que aquello que con este término se designa puede ser muy diferente, según los tipos de
relaciones que se consideren o sobrentiendan. En la lingüística, el concepto tiene por lo
menos tres aplicaciones diversas, ya que por estructura puede entenderse: a) lo que aquí
llamaremos configuración asociativa, b) la estructura sintagmática; y c) la estructura
paradigmática. Además, estas dos últimas pueden, a su vez, entenderse en sentido
material o en sentido funcional (semántico).
0.1. Estructuras Sintagmática y Paradigmática
En la lingüística actual (salvo en una parte de la lingüística saussuriana ortodoxa), el
correspondiente concepto saussuriano de relación asociativa se ha abandonado,
conservándose de él solo aquello que, en su sentido objetivo, atañe afectivamente a las
estructuras idiomáticas. En cambio, se mantiene intacto el concepto de relación
sintagmática. Mejor dicho, se entiende que en su relación en el hablar, las funciones de
lengua se determinan recíprocamente por sus relaciones establecidas sobre dos ejes: el eje
sintagmático, o eje de la combinación u ordenación, correspondiente a la sucesión de los
signos en la cadena hablada, y el eje paradigmático o de la selección, correspondiente a
las clases de unidades funcionales y materiales de la lengua dentro de las cuales se elige
la unidad adecuada para lo que se quiere expresar.
Por tanto, para describir la estructura de una lengua, se empieza con el objeto concreto
unidimensional, la cadena lineal del habla, que se desarrolla a lo largo de lo que ha sido
llamado el eje sintagmático.
Pero en cada punto se pondrá en juego otra dimensión, la de las elecciones hechas por
el hablante, que se designa, generalmente, como eje paradigmático."
Barthes dice que todo signo incluye o implica "dos relaciones exteriores: la primera es
virtual, une al signo a una reserva específica de otros signos, de la que se le separa para
insertarlo en el discurso; la segunda es actual, une al signo a los otros signos del enunciado
que le preceden o le suceden.”
El primer tipo de relación "implica la existencia, para cada signo, de una reserva o
memoria organizada de formas de la que se distingue gracias a la menor diferencia
necesaria y suficiente para operar un cambio de sentido; en lupum, el elemento -um (que
es un signo, y más concretamente un morfema) solo manifiesta un significado de
acusativo, en tanto que se opone al resto (virtual) de la declinación (-us, -i, -o, etc.); el
rojo solo significa prohibición en cuanto se opone sistemáticamente al verde y al ámbar
(es obvio que si no hubiera más color que el rojo se opondría, a pesar de todo, a la ausencia
de color); este plano de relación es pues del sistema, llamado a veces paradigma,
llamaremos pues este tipo de relación, relación paradigmática." Según el segundo plano
de relación "el signo ya no se sitúa en relación con sus hermanos (virtuales), sino en
relación a sus vecinos (actuales); en homo homini lupus, lupus mantiene ciertas
relaciones con homo y homini; en la indumentaria: ponerse un jersey, una chaqueta de
cuero es crear entre estas dos piezas una asociación pasajera pero significante, análoga a
la que une las palabras de una frase; ese plano de asociación es el plano del sintagma y
llamaremos a la relación, relación sintagmática".
El eje sintagmático es fijo, el eje paradigmático, en cambio, debe imaginarse como
línea que se desplaza a lo largo de la línea sintagmática y vale para cada "posición" de
ésta en que se opera una selección. En el eje sintagmático, la relación entre los elementos
lingüísticos, tratándose de una relación in praesentia, es de tipo "copulativo" ("tanto a
como b"), en el eje paradigmático, es de tipo "disyuntivo" o "exclusivo" ("o bien x, o bien
y", o: "si x, no y", y viceversa), ya que se trata de una relación entre un elemento presente
("elegido") y otros elementos, ausentes ("no elegidos" o "excluidos"), de la misma clase
de unidades de la lengua. Así, en el caso de una oración como "Nuestro amigo ha llegado
hoy", el eje sintagmático corresponde a esta misma sucesión de signos (es la línea ideal
sobre la que éstos se ordenan); y el eje paradigmático corresponde a cada una de las cuales
de unidades del castellano dentro de las que, para decir lo que esta oración dice, se han
elegido precisamente:
mi
tu
nuestro amigo ha llegado hoy eje sintagmático
eje paradigmático
vuestro
…
eje
paradigmático
Toda combinación de signos de significado propio y coherente es un sintagma. Así,
"nuestro amigo ha llegado hoy", "nuestro amigo", "ha llegado hoy" y "ha llegado" son
sintagmas o unidades sintagmáticas, y también lo son "nuestr-o" y "amig-o" (en cuanto
diferentes de "nuestr-a" y "amig-a"). En cambio, no es un sintagma "amigo ha"; y
tampoco "amigo ha llegado" (salvo que trate de alguien o algo que se llama Amigo). Toda
clase unitaria de funciones y/o de formas dentro de la que se opera una selección
paradigmática inmediata es un paradigma. Así, el género y el número de amigo
pertenecen a los paradigmas del género y del número propios del castellano; el tiempo
verbal de ha llegado pertenece al paradigma castellano de los tiempos verbales; y hoy
pertenece al paradigma anteayer/hoy/mañana/pasado mañana, etc. Entre los miembros
de un sintagma (que pueden ser, a su vez, sintagmas) hay relación sintagmática; tal es, en
nuestro ejemplo, la relación entre nuestro y amigo, entre ha llegado y hoy, etc. Entre los
miembros de un paradigma (que, a su vez, puede ser miembro de un paradigma de orden
superior) hay relación paradigmática u opositiva.
0.2.1. Más complejo es, en cambio, el problema de los paradigmas y de las estructuras
paradigmáticas.
0.2.1.1. Hay que distinguir, ante todo entre paradigmas y clases de distribución
paradigmática. Contrariamente a ciertas definiciones, el paradigma no debe entenderse
como la clase de todo aquello que puede presentarse en un mismo contexto, es decir, en
una misma posición "vacía" de un sintagma, p. ej., en nuestro caso, entre nuestro y ha
llegado, entre amigo y hoy, después de ha llegado. Hay paradigmas materiales, como el
de los casos del latín y en otras lenguas, cuyos miembros, por tener funciones sintácticas
diferentes, no son permutables en el mismo sintagma (en filius hominis, p. ej., no
podríamos tener homini, hominen, etc.). y, viceversa, entre nuestro y ha llegado podrían
estar muchísimos sustantivos y grupos nominales (hijo, profesor, querido vecino,
estimado conciudadano, sueldo, telegrama, etc.); entre amigo y hoy pueden estar
muchísimos verbos (ha salido, ha ganado, ha fracasado, ha muerte, etc.); y después de
ha llegado podrían estar, no solo hoy, ayer, etc., sino también tarde, temprano, aquí, a
Madrid, cansado, contento, etc. Por otra parte, entre nuestro y ha llegado no podría
presentarse un femenino, ni un plural, y después de ha llegado, es difícil que de presente
mañana. Concluiríamos, por tanto, -y sería una conclusión absurda-, que amigo y
telegrama, ha llegado y ha muerto, hoy y cansado, etc., pertenecen a los mismos
paradigmas y que, al contrario, el masculino y el femenino, el singular y el plural, amigo
y amiga, hoy y mañana, pertenecen a paradigmas diversos.
Esto último puede soslayarse entendiendo por contexto, no un contexto enteramente
determinado, sino un tipo de contexto, es decir, las clases de formas correspondientes a
los términos del mismo (p. ej., nuestro/nuestra/nuestros/nuestras; ha llegado/llega/llegará,
etc.); pero con ello tampoco se distinguiría entre clases distribucionales y paradigmas.
amigo hoy
0.2.2.3. Las funciones sintagmáticas no son, como tales, opositivas. Las oposiciones
(diferencias paradigmáticas) no se dan entre sus términos, sino, en cada caso, entre los
correspondientes sintagmas. Así, lat. -is no se opone a reg-, ni éste a aquél, la oposición
se da entre el sintagma regis, y otros sintagmas análogos: rex, regi, regem, etc., es decir,
entre genitivo, nominativo, acusativo, dativo, etc.
0.2.2.4. Los términos que se combinan en un determinado tipo de sintagmas
constituyen, desde el punto de vista de su combinación o combinabilidad, clases
sintagmáticas. Así, lat. reg - pertenece a la clase de las bases flexivas y lat. -is a la clases
de las desinencias. Estas clases no coinciden, por supuesto, con los paradigmas
correspondientes a las funciones sintagmáticas, ya que conciernen a las unidades
combinadas, no a sus combinaciones. Con todo, si se delimitan estrictamente para cada
nivel funcional de una lengua y para cada tipo sintagmático por separado, implican, por
así decir, los paradigmas y pueden servir para establecerlos. Por otra parte, ciertos
términos tradicionales como sujeto, predicado, atributo, complemento, son, precisamente,
nombre de clases o "posiciones" sintagmáticas. Por ello, en rigor, no hay un "paradigma
del sujeto". Pero aquellos que constituye el sujeto (un nombre o pronombre sustantivo,
un grupo nominal) funciona al mismo tiempo en un paradigma determinado; y en este
sentido es lícito hablar, p.ej., del "paradigma del grupo nominal del sujeto", es decir, de
aquellos grupos que pueden ocupar esta posición sintagmática.
1. Procedimientos de Identificación y Análisis
1.0.1. El estructuralismo - o, más exactamente, el estructuralismo propiamente dicho-
, se propone analizar las lenguas en sus rasgos funcionales y establecer los paradigmas de
sus unidades tras haberlas reducido a sus elementos mínimos mediante determinados
procedimientos de identificación y análisis. Su orientación general es, por tanto, analítica.
“¿Cómo encontraremos, p. ej., un contexto que condense todos aquellos que puedan
presentar al término inglés table, tales como dining – room table of contents (mesa del
comedor), Tables of the law (tablas de la ley), table of contents (índice de materias)?
¿Tenemos que dar, en este caso, tres definiciones diferentes, debemos aceptar tres
unidades table, o afirmar la unidad del término, haciendo salir a la diacronía fuera de su
terreno? ¿Debemos argumentar que los contextos, al ser normalmente diferentes, han de
ser considerados como responsables de las diferencias de significado, y que los diferentes
significados son avatares de una misma unidad? Pero hablar de diferencias solo tiene
sentido si hay una base común, y esta base es precisamente lo que estamos buscando. Este
corolario dice que para toda forma lingüística distinta, en la gramática y en el léxico, se
debe suponer en primer lugar también un significado único, y, precisamente, un
significado unitario válido para todos los contextos en que aparece la forma y tal que
pueda justificar las acepciones de la misma como motivadas por determinaciones
contextuales. En efecto, si dada la solidaridad de los planos de la lengua, es necesario que
haya diferencia de expresión para que haya diferencia de significado, no es menos
necesario admitir como principio que, si no hay diferencia de expresión, las diversas
acepciones posibles de una forma determinada deben corresponder a una misma zona de
significación y que todo aquello que pertenece a esta zona constituye manifestación de
un mismo significado en cuanto valor de lengua. Lo mismo vale, desde luego, para los
conjuntos de “sinónimos” gramaticales y léxicos, que se reconocen explícitamente como
formas correspondientes a un mismo significado.
A este respecto, hay que distinguir entre significado único y significado unitario y,
paralelamente entre polisemia y variación semántica. La polisemia, contrariamente a lo
que muchas veces se piensa, no implica, en los hechos mismos significados imprecisos e
indeterminables, sino, en cada caso, como debería haber quedado claro desde Aristóteles,
“dos o más significados unitarios atribuibles a una misma forma”. La variación, en
cambio, es la diversidad de acepciones (valores contextuales) de un mismo significado de
lengua.
El significado de una forma determinada puede, por tanto, no ser único, puesto que
hay formas polisémicas (formas que tienen más de un significado), pero todo significado
de lengua tanto un significado único de forma unívoca, como cada uno de los significados
de una forma polisémica- deben entenderse como significado unitario.
1.1.5. Reducir las acepciones de una forma a un significado unitario no significa, por
lo demás, reducirlas a un solo significado puntual, del mismo tipo de las acepciones, e
ignorar la multitud de empleos de la forma en cuestión, sino, como ya se ha señalado,
delimitar de acuerdo con la lengua una zona de variabilidad semántica en las que quepan
y encuentren su justificación, en lo posible, todas las acepciones de esa forma
comprobadas en el uso lingüístico (y también otras más, no comprobadas todavía). Un
significado unitario –insistimos en ello- no es un punto: es una zona de significación
delimitada por la lengua.
1.1.6. El corolario metodológico o técnico de la funcionalidad es, como hemos dicho,
la conmutación. Dada la solidaridad entre el plano de la expresión y plano del contenido
de la lengua, la técnica que se aplica para identificar los elementos diferenciales y, a través
de ellos, las unidades funcionales, es la de sustituir (conmutar) un elemento en una unidad
empíricamente dada de la expresión, con el fin de observar si, al hacerlo, se produce
también un cambio en el contenido, y, al revés, la de sustituir un elemento en una unidad
empíricamente dada del contenido, con el fin de observar si con ello se modifica también
algo en el plano de la expresión. Si también en el otro plano se produce un cambio, ello
es señal de que ha sobrepasado un límite funcional y se ha pasado a otra unidad, o sea, de
que la diferencia que hemos introducido es elemento distintivo en la lengua considerada.
Si, al contrario, en el otro plano no ocurre nada, ello es señal de que la modificación
introducida en el primero no es funcional y de que seguimos hallándonos frente a la
misma unidad de lengua. Puesto que a este respecto ha habido confusiones en los últimos
tiempos, hay que advertir que en la conmutación no se sustituye una unidad por otra u
otras (p. ej., una palabra por sus posibles sinónimos), sino, en cada caso, un elemento de
una unidad (de habla) por otro elemento (o por cero). Este elemento puede ser también
una palabra, pero solo en la conmutación aplicada a unidades de un nivel superior al de
las palabras. Por consiguiente, dados dos (o más) elementos de expresión (o de contenido)
identificables como tales, por la prueba de la conmutación podemos verificar si son o no
son funcionales en la lengua que examinamos, o sea, si les corresponden necesariamente
elementos diferentes también en el otro plano. Lo cual, por supuesto, no significa que con
ello se descubran en seguida y en cada caso las unidades buscadas, pues hay elementos
que funcionan como diferenciales en ciertas unidades y no funcionan de este modo en
otras, solo al aplicar esta técnica a todas las unidades probables de un subsistema sabemos
cuáles son los elementos deferenciales de este subsistema y podremos diferenciar
unidades que en un primer momento no hemos diferenciado.
A a b
a c
B
Las unidades A y B tienen una parte en común (a), y se oponen entre sí por presentar
cada una un elemento funcional diferenciador (b y c, pudiendo uno de estos ser cero); y
existen como tales unidades precisamente en virtud de esta oposición: A existe como A
porque se opone a B por el elemento funcional b; y B existe como B porque se opone a
A por el elemento c.
1.2.2. Una diferencia funcional mínima entre dos unidades de lengua se llama rasgo
distintivo (fr. trait distinctif, ingl. distinctive feature). Pero en general las unidades de
expresión y de contenido funcionan en más oposiciones, por medio de varios rasgos
distintivos (por lo cual también la parte común de las respectivas es, en cada oposición
otra).
Ahora bien, se puede decir que, si en una oposición determinada una unidad funciona
por un rasgo distintivo, en la lengua presenta todos los rasgos distintivos por lo que
funciona en las varias oposiciones en que participa. De aquí el corolario del análisis de
las unidades funcionales en sus rasgos distintivos, precisamente, por todos aquellos que
la oponen de modo inmediato a otras unidades de la misma lengua, o, como suele decirse,
como siendo ella misma “un haz de rasgos distintivos”.
Este corolario no significa, sin embargo; que las unidades se compongan de rasgos
distintivos, ni que estas unidades se originen por la unión (combinación de rasgos) ya
dados como tales. Al contrario: son los rasgos distintivos los que se originan por la
oposición entre las unidades. Las unidades funcionales corr4esponden fundamentalmente
a intuiciones unitarias, y los rasgos distintivos no son sino diferencias que se comprueban
entre tales intuiciones. Por lo mismo, la aparición de una nueva unidad puede modificar
un rasgo distintivo ya existente o bien escindirlo en dos nuevos rasgos.
1.2.1.1. Cabe destacar, asimismo, que el corolario del análisis de las unidades de
lengua en rasgos distintivos es de importancia esencial en el estructuralismo. La noción
fundamental y nueva del estructuralismo no es, en realidad, la de unidad funcional, sino,
justamente, la de oposición funcional y, por ende, de rasgo distintivo. Y en los hechos
mismos, los rasgos distintivos representan casi un descubrimiento del estructuralismo y,
al mismo tiempo, el fundamento del método correspondiente, pues son precisamente los
rasgos distintivos los que permiten pasar de la estructura externa o relacional de un
sistema de unidades lingüísticas a la estructura interna o paradigmática de las unidades
mismas.
En efecto, en el estructuralismo no se trata de clasificar mecánicamente los hechos,
como, sin fundamento serio, se ha dicho en una crítica reciente, sino de establecer la
estructura de las unidades funcionales y de ordenar los hechos con arreglo a ésta en el
sistema de la lengua concebido como paradigma de paradigmas, es decir, en el fondo, de
establecer cómo están hechas las lenguas. Ello, por lo menos en el estructuralismo
propiamente funcionalista.
En 3.1. Hemos dicho que, en la posición ente dos unidades, uno de los rasgos
diferenciales puede también ser cero. Ello significa que, el tal caso, lo que distingue las
dos unidades es, en rigor, el rasgo positivo propio de una de ellas, mientras que la unidad
que presente el rasgo cero no tiene características propias y se caracteriza, dentro de la
oposición, solo por la ausencia del rasgo positivo de la otra: por no ser esa otra unidad.
En otros términos, la unidad caracterizada por cero corresponde solo a la parte común de
las dos unidades, mientras que la otra es esta parte común y algo más (su rasgo
diferencial). Y precisamente en este sentido pueden interpretarse casos como el rasgo
“sorda” de una consonante (en italiano, francés y latín), que sería un rasgo puramente
negativo: como “ausencia de sonoridad”. Si esto se admite, un fonema it., fr., o lat. /t/ es
/d/ menos la sonoridad. Y en el léxico, p. ej., día puede interpretarse como. “no noche”:
como significado que, en la oposición “día/noche” se caracteriza solo por no presentar el
rasgo positivo propio del significado “noche”.
La unidad que, en una oposición de este tipo, presenta el rasgo diferencial positivo
(una marca distintiva) se llama término (o miembro) “caracterizado” o “marcado”; y la
que se distingue solo porque no presenta este rasgo, término “no caracterizado” o “no
marcado”. Y por ser algo en sí misma (por presentar una marca positiva) la unidad
caracterizada se llama también “término positivo”, de suerte que la otra, que se distingue
solo negativamente, será “término negativo”. Además, la unidad que presenta el rasgo
cero, por corresponder a lo común de las dos unidades en oposición y no ser, por ende,
propiamente lo contrario de la otra, se llama asimismo “término neutro”. De acuerdo con
esto último, podemos representarnos espacialmente una oposición entre un término
“neutro” y uno “positivo” como constituida dentro de una zona funcional (delimitada por
otras unidades), en la que una sección presenta una marca adicional propia. Y desde este
punto de vista, el término neutro, correspondiendo a la base de comparación –es decir, a
toda la extensión de la oposición-, englobará al otro. Tendremos, por tanto, en lugar del
esquema propuesto en 3.1., esquemas como los siguientes:
t dd día noche
Pues bien, son precisamente de este tipo las oposiciones, por excelencia,
neutralizables. Y la neutralización no es sino el empleo del término neutro para el valor
neutro, para lo que corresponde a toda la zona funcional de una oposición. De aquí que el
otro término, el caracterizado o positivo no se presente en los casos de neutralización; en
efecto, corresponde solo a una sección de esa zona funcional y no puede, por tanto,
representarla en su integridad.
1.4.2. Es así, por lo demás, como conviene interpretar otras muchas oposiciones. Así,
en el sistema verbal castellano (y romántico en general), el presente, al que se atribuye al
rasgo positivo “presente”, puede caracterizarse como negativo o neutro con respecto al
futuro y al pretérito, términos efectivamente positivos. Precisamente como neutro, el
presente puede emplearse en lugar del futuro y del pretérito.
1.4.3. El término o marcado de una oposición neutralizable se llama también
“extensivo”, y el marcado se llama, en tal caso “intensivo”. Ello, porque este último
término se concentra, como se ha visto, en una sección de lo abarcado por la posición,
mientras que el primero puede corresponder a la otra sección y ser, en este sentido, su
contrario, pero puede también extenderse a todo el ámbito de la posición, lo cual nos lleva
a precisar ulteriormente lo dicho en 1.4.1.1. y puede representarse así:
no A A
Es decir: el término marcado (intensivo) tiene un solo valor de lengua (A), mientras
que el término no marcado (extensivo) tiene de por sí dos valores: una positivo y uno
neutro; es lo contrario de A, “no A”, y también “no A + A”. Ahora bien, esto tiene especial
importancia, sobre todo en lo que concierne a la interpretación y al estudio del significado
y es por ello que nos detenemos tanto en el fenómeno de la neutralización.
1.5. El Sincretismo
Los estudios que admiten la neutralización no suelen, sin embargo, distinguirla de otro
fenómeno muy diferente: el sincretismo. La neutralización es la suspensión, en
determinados contextos, de una oposición funcional que existe en la lengua en uno de los
dos planos de ésta: o en la expresión o en el contenido. El sincretismo, en cambio, es la
no manifestación material, en una sección de un paradigma o en un paradigma, de una
distinción de contenido que, en otras secciones del mismo paradigma o en otros
paradigmas análogos de la misma lengua, se manifiesta también materialmente: la
coincidencia en la expresión de dos (o más) contenidos diferentes en un determinado
paradigma. Así, en el paradigma verbal del castellano, la primera y la tercera persona,
que se distingues, p.ej., en el imperfecto, donde tenemos cantaba / cantaba; salía / salía,
etc. Pero, adviértase, no se distinguen en la expresión, puesto que la diferencia de
contenido subsiste. No hay, en tal caso, suspensión de la oposición, ni un valor neutro que
represente a los términos de ésta: lo que se dice y se entiende no es algo correspondiente
a la suma “primera persona + tercera persona”, o a la parte común de éstas, sino siempre
o “primera persona” o “tercera persona”. Y si el oyente no puede identificar la función,
debe decidirse arbitrariamente por una de ellas, ya que en castellano no hay un contenido
único “primera + tercera persona”.