Está en la página 1de 3

El desorden y la traición de los dioses en la Iliada

Por Jorge Bretón


En el mito griego los dioses traicionan a las mortales; existe el desorden, pero no
en sus dioses, sino en las palabras que se oponen a ellos. El orden en la Ilíada es
el cúmulo de huestes escuchando al poseedor del cetro, es el dictar el provenir de
las acciones de un régimen: “se levantaron e hicieron caso al pastor de huestes
los reyes, portadores de cetro.” 1 Los héroes mantienen el orden, los reyes lo
hacen y sus huestes no dudan en irrumpirlo. Donde aparenta un contexto de orden
en las palabras que bajan del Olimpo, en su fondo hay un contexto antagónico
deliberativo entre los dioses.
En el canto dos de la Ilíada los aqueos reciben la noticia de Zeus a través de
Agamenon “[…] y ahora ha decidido un pérfido engaño [Zeus] y me ordena
regresar a Argos sin gloria […]” 2, dicho esto los caudillos, “Unos a otros se
ordenaban echar mano a las naves y remolcarlas a la límpida mar […]”. 3
Este acto de retorno fue impedido por Atenea, diciéndole a Ulises “no cejes
todavía y con tus amables palabras retén a cada hombre y no los dejes remolcar
al mar las maniobreras naves.” 4“Así recorrió como caudillo el campamento”. 5
Ulises logra el retorno de los caudillos y una segunda asamblea se forma, donde
un caudillo profesará el desorden y la locura.
En paralelo a esto ha acontecido el aparente orden del ir y venir de las tropas:
conquisto o no conquisto, regreso a Argos o me quedo a conquistar Troya.
Tersites, “el único que con desmedidas palabras graznaba […] para disputar con
los reyes locamente, pero no con orden […]” 6 lanza preguntas y aforismos a
Agamenon, cortando el orden invisible de los dioses: “¿De qué te quejas otra vez y
de qué careces?”7 Tersites, molesto por los tributos de oro y mujeres que entregan
los caudillos al rey después de saquear ciudadelas, reclama “No está bien que
quien es el jefe arruine a los hijos de los aqueos”. 8
El “parlanchin sin juicio”9, como llama Ulises a Teristes, interviene en el trance que
provocan los reyes a los caudillos. Un trance hipnótico que resultará en dos
posibles consecuencias: salir de Troya y no estar más “lejos de su esposa con la
nave de numerosos bancos […]”10 o pasar el cinto dorado de Troya y obtener la
1
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 84-86
2
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 114-115
3
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 151-152
4
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 179-181
5
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, línea: 207
6
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 212-214
7
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, línea: 225
8
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 233-234
9
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 246
10
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 293
gloria del saqueo y destrucción de sus habitantes. Ambas consecuencias son
deliberaciones divinas; tanto dánaos como aqueos viven en una dicotomía dictada
por quien posee el cetro y sus profundidades históricas.
Las preguntas y aforismos de Tersites no me parecen locas; desordenadas lo son
porque cuestionan las fuerzas divinas (Zeus, Hera y Atenea) que han dirigido a los
mortales a esta asamblea. Como Tersites no posee un cetro, no es un distinguido
guerrero y no es cuidado por los dioses, le ignoran e insultan. El epíteto del mito lo
dice, es el “parlanchín sin juicio”. Tersites interpela a los Dioses. Si los mortales
fueran una extensión de los inmortales, él estaría interrumpiendo el orden que
quiere establecer Atenea, Zeus y Hera. El valiente caudillo Tersites no está
dispuesto a morir por ellos, los cuestiona e incluso afirma la dicotomía del bien y
del mal para enjuiciarlos.
//
“Cuando ya estaban cerca avanzando unos contra los otros [Aqueos y troyanos],
de la primera línea de troyanos se destacó el deiforme Alejandro […]” 11Hector le
recriminó a su hermano Alejandro y lo enjuició: “No te socorrerán ni la cítara ni los
dones de Afrodita […], cuando te revuelques en el polvo.” 12 Es en este escenario
que aparecen dos diosas para traicionar los juramentos entre Troyanos y Aqueos.
¿Cuál es el juramento? Alejandro propuso a su hermano que tanto aqueos y
troyanos “depongan sus bellas armas sobre la tierra, y que él mismo y Menelao,
en medio, luchen solos, en duelo por Helena y por todas las riquezas”. 13 Menelao
afirma la petición de Paris y responde a los Troyanos con la orden de que traigan
a dos corderos, “uno blanco y otra negra, para la Tierra y el Sol. Para Zeus
nosotros traeremos otro.”14 También ordena a que traigan a Príamo, padre de
Hector y Paris, rey de Troya, para que él sancione los juramentos en persona y
“para evitar que alguien transgreda los juramentos de Zeus”. 15
Príamo asiste al medio de los batallones, donde yacen todos los caudillos inermes
y a la espera de los juramentos. Agamenon corta los pelos de las cabras que
sacrificarán para la batalla, los da a los heraldos para que repartan esos pelos a
troyanos y aqueos; levanta la voz a diversos dioses: Zeus, El Sol, la tierra y los
filólogos suponen que a Hades y Perséfone. Hay testigos mortales como
inmortales. “Que al primero de los dos pueblos que viole los juramentos le fluyan a

11
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto III, líneas: 15-16
12
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 54-56
13
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 89-91
14
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 103-106
15
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 107
tierra, igual que este vino, los sesos propios y los de sus hijos, y que sus esposas
sean sometidas a extraños”.16
Luchan a muerte Menelao y Paris, a Menelao se le ha roto la espada y su pica ha
salido de sus manos sin acertar a Alejandro. Usa sus manos para acabar con él,
carga del casco a Alejandro: cuando el barboquejo de su yelmo lo está ahorcando,
Afrodita lo rompe. Menelao tira el casco a las tropas Aqueas, voltea a su
adversario, “Pero Afrodita lo arrebató con la facilidad de un dios, lo ocultó con una
tupida bruma y lo depositó en el perfumado y aromático tálamo”. 17
Dan por terminada la pelea, pues Alejandro no está en ninguna parte cerca de la
guerra. Agamenon da la victoria a Menelao. Afrodita desapareció a Paris del
enfrentamiento. Lo llevó a un aromatizado tálamo en su morada, ahí esperaría a
Helena forzada por Afrodita a ir. Los inmortales dirigen a los mortales a
situaciones peyorativas, sean héroes, reyes o huestes. A Paris no le importan los
juramentos ni las consecuencias de no cumplirlos, él quiere seducir y unirse en el
amor con Helena—¿o lo quiere Afrodita? —.
A momentos de ser asesinado por Menelao, la diosa salva a Paris, impide su
muerte. La segunda intervención divina es de Atenea. Pándaro es embaucado por
ella. ¿Quién manda a Atenea a romper juramentos? ¿Cómo Atenea exhorta a
Pándaro a romper los juramentos?
Quien hable con los dioses, no ha de quebrantar su juramento o insultarlo; pero es
inevitable. Ocurre porque Zeus da la orden a la diosa guerrera Atenea: “Ve al
punto al campo de batalla entre troyanos y aqueos e intenta que los troyanos a los
ensoberbecidos aqueos sean los primeros en ofender contra los juramentos”. 18
Atenea en figura de Laódoco Antenórida, esforzado lancero, busca a Pándaro y lo
convence de doblegar al recién victorioso Menelao:
“Al ir tensando el gran arco hasta darle forma circular, el armazón chirrió, la cuerda
dio un chasquido, y saltó la flecha acerada, ávida de volar entre la multitud”. 19
Atenea apartó de Menelao el dardo de asta de pino. El Epíteto homérico “romper
los juramentos” se distiende. Y es así como la maldición de quien quiebra el
juramento comienza a cernirse sobre los troyanos. ¿Por designio de Zeus, Afrodita
o por el simple deseo lujurioso de Paris y glorioso de Pándaro?

16
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 299-301
17
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 380-382
18
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 70-73
19
Iliada, traducción Emilio Crespo Guemes: Canto II, líneas: 124-126

También podría gustarte