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Cuentos de Locura,
Amor y Otras
Perversiones
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DEDICATORIA
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Es momento de que yo te deje de molestar, y entres a esta
pequeña cueva, de la cual puede que salgas siendo una persona
distinta de quien eras al entrar.
Blog: Jorge-balderas.blogspot
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“Quedareis maravillados con lo que estáis a punto de
presenciar. Vuestra imaginación pocas veces ha visto algo
igual, tan estrafalario, tan insano y absurdo. Asegúrate de
llevar bien pegada la cabeza al tronco, porque al entrar aquí
corres el riesgo de perderla.”
13 de Diciembre de 2018
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Mi alma arderá en el paraíso
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El cuerpo que había creado a partir de su fuerza de voluntad era
de una gracia y virilidad envidiables. Músculos tonificados,
rebosantes de vida, musculosos, parecían los de alguien que dedica
sus horas a actividades físicas, a cazar. Cabello negro que se perdía
en la noche y una tez blanca como la nieve, mortalmente pálida. El
único detalle que no había podido ajustar eran sus dientes, no lucían
como los de un humano normal, poseía unos colmillos afilados y
largos que se habían negado a permanecer de tamaño normal y los
cuales poseían vida propia, anhelaban tener vida aún más que él
mismo.
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Se acerca hasta ella, quien lo está esperando. Él recorre
dulcemente la piel de la mujer con su gélida mano, carente de vida,
la turgencia de sus pechos desnudos bajo su tacto envía una señal
inequívoca a su sexo, los pezones de ella se endurecen al contacto de
las frías yemas, ella le rodea el cuello con las manos y sus cuerpos
desnudos se unen en un abrazo eterno, mientras sus bocas se funden
mediante un beso que transgrede todas las líneas trazadas por el
creador. Dos lenguas en una sinuosa danza, arremetiendo la una a la
otra como dos dragones hambrientos. Lucifer se hinca ante la mujer
dueña de sus pensamientos y sus días, sometiéndose ante ella de la
manera más pura y completa. La mira desde abajo, directo a los ojos,
antes de proseguir. Los labios de Lucifer besan con vehemencia la
humedad acogedora que lo espera entre las piernas de esa hembra.
Una vez más los instintos más básicos se apoderan de él, la sangre se
agolpa en su entrepierna, y su virilidad se endurece tanto que parece
recubierta de roca en vez de piel.
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Se tienden ahí mismo, y vuelven a consumar su amor. Mientras él
arremete con violenta pasión dentro de ella, la mujer se abraza a su
espalda con las piernas atrayéndolo aún más hacia sí, juntando sus
cuerpos todavía más después de cada embiste, fundiéndose los dos
en una sola entidad jadeante, sudorosa, anhelante. Ella gime con
cadencia, después el suave gemido comienza a ascender hacia unos
jadeos de un placer tal que parece doler, para terminar en convertirse
después en un simple y llano grito que responde al ritmo en que ella
y Lucifer se mueven al unísono. Ambos exhalan un grito de placer
carnal desde lo más profundo de sus almas al tiempo que llegan
juntos al éxtasis, a ese paroxismo de placer que ningún ángel había
conocido antes. Ahora Lucifer sabe por que los mortales son capaces
de sacrificar sus propias vidas para salvar la del ser amado.
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A Short Love Story
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Él había regresado de la ciudad tras finalizar su primer año de
universidad. Se encontraba con su hermana pequeña, Sara, quien en
ese momento estaba en el segundo año de preparatoria. Estaban en el
puesto de algún juego de puntería, y los dos se divertían, aún a
sabiendas de que esos juegos eran mayormente una estafa. Entonces,
fue cuando la vio. La chica más hermosa sobre la cual se hubieran
posado sus ojos. Aunque no pasó cerca de él, sí se encontraba a una
distancia desde la cual era posible distinguir su belleza. No supo lo
hipnotizado que había quedado, hasta que esa chica giró una esquina
y se perdió en los pasillos de los puestos de la feria, y su hermana se
burló de él.
-¿Quién es ella? -preguntó él, aún con la imagen de esos ojos, esa
melena castaña y esa sonrisa digna del retrato de una diosa, aún
fresca en su memoria.
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Él salió entonces en busca de esa chica, completamente
avergonzado y queriendo enmendar su error y poder disculparse por
haber sido un idiota en la preparatoria. Cuando la encontró, tras
pocos segundos de intentar hacerle plática, ella, como era lógico, lo
rechazó sin miramientos, de una manera tajante y brusca por decirlo
de una manera delicada.
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Vuelve a mirar la corbata, sin poder evitar que un brillo cristalino
embargue sus ojos, sin sentir un nudo en el estómago a punto estallar
en su garganta, donde las palabras se le atoran, antes de avisar, con
voz entrecortada, que estará listo en cinco minutos
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Father, forgive me for I have sinned
-No fue sólo una vez, padre- confiesa el hombre, bajando la voz,
como se hace al contar un secreto, acercándose más al panel que lo
separa del otro hombre, el cual sólo le deja entrever una borrosa
silueta-. He matado a centenares de monstruos, los he hecho pagar
por sus pecados, creí que así dejaría de ser un monstruo, que así
justificaría mis actos... mi sed.
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El sacerdote está ahora visiblemente incómodo, el hombre puede
oler su sudor, captar el nerviosismo que ha comenzado a recorrer su
sistema sanguíneo, puede escuchar su corazón comenzando a
palpitar a un ritmo cada vez más acelerado, bombeando más sangre,
preparándose en caso de amenaza, atenazado por un miedo que
comienza a brotar de manera irracional en su alma. Bien.
Nota del autor: En este cuento fue la primera vez que me atreví a
hablar sobre vampiros, ya que me aterraba sobremanera no estar a la
altura de Anne Rice, cuyas extraordinarias historias de vampiros yo
había devorado durante mi adolescencia.
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Tulpa
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Me observa, siento sus ojos, o lo que sea que use para ver,
deslizándose por mi piel. En las noches, en la madrugada cuando
despierto de una pesadilla entre jadeos y sudor, siempre está ahí, en
alguna de las esquinas de mi habitación, puedo sentir su depravada
presencia, pero cuando giro mi cuerpo hacia dicha esquina, no hay
nada. Le gusta jugar conmigo, confundirme, sabe que la amenaza de
su presencia hace trizas mis nervios más que la presencia por sí
misma.
Así que mi única opción es tomar el cuchillo de allá, sí, ese que
está encima de la barra de la cocina y cercenar las venas de mi
muñeca de una forma tan brutal que no haya reparo, para caer en las
cálidas y tranquilas aguas del olvido.
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Snuff
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La mujer se encuentra totalmente desnuda, de pies a cabeza, está
acostada en un colchón gastado, viejo. Tanto pies como manos están
estirados y atados a los postes de la base metálica, formando con su
cuerpo una gran X. Se retuerce y forcejea, pero cualquier esfuerzo es
vano, las esposas que sostienen tobillos y muñecas no van a ceder.
Lo peor de esa escena irreal, salida de alguno de los círculos más
profundos del Infierno de Dante, es la mueca reflejada en su rostro,
una mezcla de desesperación, miedo, desesperanza y vulnerabilidad.
Está amordazada, pero se puede ver que gime con todas sus fuerzas,
si la imagen fuera un poco más nítida, el detective podría ver las
venas tensándose bajo la piel de su cuello, como si quisieran salir de
su cuerpo.
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Acaba de colocar sobre el rostro de la mujer, lo que parece una
máscara hecha con la piel de un mono o algún tipo de chimpancé, la
piel del rostro para ser más exactos. Segundos después vuelve a
aparecer. Camina directo hacia la cámara. Se posiciona debajo de
ésta y alza los brazos. En las manos sostiene una hoja, marcada con
un rotulador. En la hoja se puede leer, en letras grandes y de feos
trazos, lo siguiente:
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La Mujer del Viajero Espacial
-La Tierra se está muriendo amor -dice él, hay cautela en su voz.
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-Si existe aunque sea una milésima de probabilidad de que allá
sea habitable -dice él -entonces debo ayudarles a colonizarlo.
-¿Por qué tienes que ser tú, maldita sea? -pregunta su esposa
jadeando -. Hay miles de personas que pueden ir en tu lugar.
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Nota del autor: Este pequeño cuento, además de ser una
continuación-precuela de Terraformación, es también un pequeño
homenaje que le hice a mi video musical favorito de todos los
tiempos: Wake me up when September Ends, de la banda Green Day.
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¿Quién es tu héroe?
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El sujeto sigue siendo algo tímido, un poco antisocial y a veces
huraño. Sigue odiando los antros y las "reuniones" tanto como
siempre, pero ahora ya no tiene que ir solo al cine los viernes por la
noche, cuando todos prefieren ir de fiesta y tomar hasta quedar
ciegos.
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Zombie (2)
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En cuarentena se habían encontrado con una mujer que su
hermano Isaac odiaba, la detestaba de la manera más cruel en que un
hombre puede odiar a una mujer, un odio que sólo puede nacer del
rechazo, de la vergüenza de ser repudiado en público por la mujer a
quien has amado en secreto durante años. Isaac se limitaba a mirarla
de soslayo, una y otra vez, incesantemente durante las horas que
pasaron encerrados. Y Aaron se percataba de ello.
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Y ahora, ahora caminaban por ese pasillo decadente,iluminado
por el rojo color sangre de las luces de emergencia y Aaron no podía
alejar de sus pensamientos los actos terroríficos que había cometido.
Si los zombies cayeran sobre él y lo despedazaran lentamente, no le
importaría, sería un castigo más que merecido, y al menos así , con
la muerte, dejaría de ver a la mujer agonizante bajo él, dejaría de
escuchar sus débiles gemidos de dolor, en cámara lenta y en
repetición una y otra vez dentro de su cabeza. Al menos con la
muerte, llegaría también la paz mental.
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La Noche de la Luna Roja
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Pero esta noche es distinto, esta noche no sólo estará llena, sino
que además, habrá Luna Roja. La primera que experimentaré desde
que fui mordido, desde que la maldición milenaria fue traspasada a
mí, desde que me uní involuntariamente a este clan de monstruos de
pesadilla.
Sea como sea, bajo los peldaños del sótano cuando el sol
comienza a descender en el horizonte. Dejo entreabierta la puerta
detrás de mí. Mi familia ha salido, al igual que todas las noches de
luna llena desde hace dos años, mi esposa e hijos se han ido a casa
de mis suegros.
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La locura hace su aparición, mis sentidos de humano, mi
racionalidad, comienzan a ceder ante los impulsos primarios, ante
los bajos instintos del Lobo. Me pongo en pie, los grilletes caen al
suelo, completamente inútiles. Esta noche ningún sótano me
retendrá. El mundo entero será testigo de mi sufrimiento, y lo
compartirán. Compartirán mi maldición.
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Mi vida como Superhéroe
Todo con tal de alcanzar a escribir esa página diaria que tanto
anhelas sumar a tu nueva (o quizá a tu primera) novela.
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Asientes y te disculpas cuando tu familia y amigos se enfadan
contigo por no ir a la fiesta del viernes, por ausentarte así sin más de
ese cumpleaños tan importante. Ardes de deseos por explicarles, por
contarles que ya era tarde para estar ahí, y que una cadena invisible
te arrastraba hacia la aventura. Esa noche tenías una cita ineludible
con el destino, tenías que acompañar a un niño de doce años y a una
periodista a adentrarse en la guarida de un hombre lobo que llevaba
meses aterrorizando a la ciudad.
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Y no puedes evitar mirar atrás, sentirte orgulloso de ti mismo y
recordar con una lágrima en el ojo ese momento decisivo de tu vida
en que te quitaste la máscara ante todos, el momento en que
familiares, amigos y desconocidos te miraron atónitos y tú dijiste:
"Soy Jorge Balderas, y he sido escritor desde que tenía quince
años."
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