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Buenos Aires, 24 de octubre de 2018.

Denuncia Formal

A OFICINA DE ASESORAMIENTO SOBRE VIOLENCIA LABORAL

Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.

Por la presente, me dirijo a Uds. para solicitar, tengan a bien, considerar mi denuncia sobre
maltrato laboral.

Relato de los hechos:

Comencé a trabajar en el Sindicato de Empleados de Comercio, sección Secretaría de Cultura, cito


en Bartolomé Mitre 970, tercer piso; desde abril de 1991, desempeñando diversas tareas (boletera
del teatro, empleada administrativa con atención al público, preceptora de los cursos de
capacitación, profesora). La autoridad máxima es el sr. Armando Cavalieri.

El trato dentro del ámbito laboral, hacia mi persona fue adecuadamente armónico hasta mayo del
2014.

Desde mediados del 2012 hasta principios del 2014, desempeñé la tarea de profesora del curso de
Diseño de Imagen y Sonido que propuse, diseñé y dicté hasta principios del 2104. El curso aún se
dicta en dicho centro.

A principios del 2104, fines de marzo a principios de mayo del 2104, sufrí una afección en las
cuerdas vocales (afonía permanente), luego de una gripe atípicamente fuerte, lo que me valió una
licencia por enfermedad de un mes de duración, dada mi tarea como profesora, hasta que recobré
la capacidad normal para hablar y me reincorporé.

Al volver, y habiéndome reemplazado otro profesor, me presenté dispuesta a retomar mi tarea


habitual, tal cual había sido hasta el momento del diagnóstico: profesora.

Al ver a mi jefe más inmediato, regente de la escuela, Sr. Carlos Diosque, quien se desempeña bajo
las órdenes del secretario de cultura, Sr. Roberto Serrao; me comunica que ya no desempeñaré
más la actividad docente y que se me traslada al sector administrativo. Al preguntarle la razón, se
negó de plano a darme una explicación del porqué de esa decisión tomada en conjunto con el
secretario de cultura y director de la escuela. Sólo me dice que se me respetaría el horario que
tenía como profesora hasta ese entonces: martes y jueves de 9.00 a 21.00 hs. y sábados de 9.00 a
13.00 hs.
Dada mi falta de conocimiento legal y mi situación precaria y disminuida psicológicamente luego
de una enfermedad prolongada, no antepuse ningún reclamo ni exigencia para retomar mi
anterior puesto, y acepté sin estar de acuerdo, la orden que se me dio.

Desde ese momento, advierto que mi situación dentro de la institución cambió.

Por un lado mi jefe más directo, el Sr. Carlos Diosque, decidió solapadamente, acosarme
sexualmente.

Por otro lado me bajaron la categoría sorpresivamente, algo que me perjudica mucho a la hora de
jubilarme.

Y en tercer lugar, en el sector administrativo, dos compañeras con el mismo escalafón que yo, del
horario de la tarde, con el transcurrir del tiempo, fueron ejerciendo diferentes tipos de violencia
psicológica que fue escalando hasta estos últimos tiempos, donde decidí buscar ayuda profesional
que interceda por mis derechos, me den contención, alivio y perspectivas de soluciones posibles;
dada la ausencia de intervención y coordinación del ambiente laboral saludable y digno por parte
de las autoridades de la secretaría de cultura y del sindicato en sí.

Paso a relatar cronológicamente los hechos.

En primer lugar, a una semana de estar en el sector administrativo (recordemos, mayo del 2014),
la compañera Roxana Torres hizo un comentario sarcástico sobre mí, según ella, inusual horario de
trabajo. Horario, cabe señalar, que cubre la misma carga horaria de dicha sección para cualquier
empleado, pero distribuido de diferente manera.

Ella mencionó que había una tarea que no se había realizado (no era específicamente una tarea
exclusiva mía, sino general). Lo hizo en tono de queja y dirigiéndose a mí, a lo cual respondí que no
había podido realizarla ya que no estaba dentro de las posibilidades esa semana dentro de mis
días laborables. Antes de que terminara de explicarle, ella, dijo cortándome la palabra: “bueno, no
me importa los arreglos que tenés con los horarios.”, agregando en un tono más alto al alejarse:
“Acá son todos vivos! Todos tienen sus arreglos! Ja!”

Más allá de ese comentario, seguí intentando tener una buena relación diaria y no repliqué nada,
más allá de que el comentario me parecía injusto, arbitrario y malicioso.

En un intento de tener una relación laboral armoniosa, traté de encontrar temas de conversación
en común y, por momentos, ella demostró un trato amable. Lamentablemente, en ese trato
estaba incluido el hablar mal de otros/as compañeros/as en forma casi permanente, con respecto
a lo cual, no estoy para nada de acuerdo. Esto último, me llevó a tomar distancia en las charlas que
incluían chismes y/o descalificaciones a personas no presentes o a burlas solapadas de humor o
micro-agresiones a personas que sí estaban presentes, práctica constante dentro de este
ambiente.
A los pocos meses (mediados del 2014, aprox.), al ir a la oficina de personal, a retirar mi recibo de
sueldo, una de las empleadas de dicha oficina, Esther (desconozco su apellido), me comunica que
los recibos han pasado a tener un nuevo diseño. Compruebo esto al verlo para firmar el recibido.
En una breve mirada, advierto que ya no figura mi categoría (9C) que corresponde a la categoría
más baja de docentes y el ítem que aclara cuantas horas cátedra trabajo por semana. En su lugar,
decía (y aún dice al día de hoy) “auxiliar administrativo”. Alarmada le pregunto:” que sucedió?
Cambió la categoría… Por qué?”. Ella se pone nerviosa y me contesta:”Estee... no sabría decirte.
Preguntále a Carlos Diosque”. Bajo a la oficina de Carlos Diosque y le pregunto lo mismo. Mira el
recibo y me dice:”todo sigue igual, es el nuevo diseño, no te preocupes”. Me preocupé,
igualmente, pero después vi que el sueldo no había cambiado en valor… Años después supe que
me perjudicaría al jubilarme al enterarme que, esto mismo, se lo habían hecho a otra compañera:
Norma Ramírez, que trabaja en el anexo de la escuela en Rivadavia y a la que también la
removieron de su puesto de profesora y trabaja actualmente como administrativa en contra de su
voluntad; cambio que fue efectuado después de una licencia sin goce de sueldo que había
utilizado por un año.

Lo siguiente que sucedió fue protagonizado por mi jefe más directo, Carlos Diosque (regente).

A fines de 2014, previa a las elecciones internas del sindicato, este señor, me pidió que estuviera
como fiscal de mesa un día que normalmente no trabajaba. El día electoral incluía estar en el lugar
de trabajo casi unas 12 horas presente para fiscalizar los votos. Antes de que le contestara por sí o
por no (podía negarme, aunque no era conveniente), él mismo y sabiendo que al vivir yo lejos
(vivía en ese entonces en una zona alejada en Gral. Rodríguez) tenía una excusa para no
presentarme, me sugirió que me quedara a dormir en su departamento para evitar el largo viaje.
Estas fueron sus propias palabras: “No lo tomes a mal, Paola, pero si es mucho trastorno viajar,
podes quedarte a dormir en mi departamento para poder estar temprano en el sindicato cuando
abren las mesas”. De más está decir que me negué de plano. Le contesté: “No! No me parece para
nada!”

Esta sugerencia fue hecha en una llamada telefónica que él había efectuado de su celular al mío. Él
me había pedido mi número para que me mantuviera, según sus palabras, “más comunicada con
él por cualquier cosa”, ya que según él, a veces no le comunicaban correctamente las secretarias si
algún empleado/a faltaba y la razón por lo que lo hacía… Esto podía significar algún descuento si
no había alguna justificación médica o de alguna otra índole… Aclaro: este hombre ya posee una
cantidad significativa de denuncias por acoso sexual a empleadas de menor rango. Si hay algo que
jamás me había imaginado era que, después de casi treinta años de trabajo, alguien podía
atreverse a acosarme cuando ya es de público conocimiento mi carácter firme y mis declaraciones
abiertas de estar en contra de cualquier rebaja de empleadas/os a mantener relaciones íntimas
con jefes/as por ser una forma de abuso (consentido o no) y una degradación total y pervertida
forma de relacionarse emocional y laboralmente. No procede éticamente y lo había manifestado
en más de una ocasión que, en casi treinta años de trabajar en este lugar, no faltaron.
Lo cierto es que fue tan sorpresivo, que ni siquiera lo registré como un episodio de intento de
acoso sexual… Me di cuenta años después hablando con otra compañera y con respecto a una
confidencia de una tercera compañera que estaría sufriendo acosos de este mismo sujeto. Ahí caí
en la cuenta de lo sucedido! Tal es mi seguridad de que no soy una victima clásica de estos
procedimientos… Pero, igualmente sucedió. Es más, al otro día ya me había bloqueado el teléfono
para mandar mensajes por whatsapp…

Volviendo al acoso de mis compañeras de la tarde, la costumbre de criticar y minimizar


compañeros/as de trabajo siguió como siempre, ya que esto no era nuevo, ya había sucedido
desde la primera vez que había trabajo en esta oficina del sindicato desde el año 1992… Muchas
personas pasaron y ya no están en esta oficina, pasaron muchos años y compañeros y compañeras
pero Roxana Torres siempre hizo divisiones “marcando” a personas para descargar toda su ira y
necesidad de minimizar a alguien en el ambiente como un ritual patológico de destacarse
negativamente a través de algún chivo expiatorio.

Quiero aclarar y remarcar, que:

JAMÁS INTERVINO NINGUNA DE LAS AUTORIDADES DE LA SECRETARIA DE CULTURA PARA


DETENER ESTAS PRACTICAS, ES MAS, EN ALGUNAS OPORTUNIDADES, LAS INCENTIVARON.

Carlos Diosque como Roberto Serrao, se encuentran físicamente a unos metros de la oficina
general.

Sus respectivas oficinas están separadas por paneles de durlock del resto del personal.

Volviendo, como la perspectiva de tener una buena relación laboral con Roxana Torres, era
sumarme a la minimización de alguien más, me empecé alejar de las conversaciones
concentrándome más en el trabajo; cuando lo había (atender mostrador, ir a tomar a algún curso
lista) o en alguna lectura personal, o escuchando algún audio en mi celular más ameno para pasar
lo mejor posible el horario laboral. Este cambio no pasó inadvertido y dio como resultado que
Roxana iniciara diálogos más centrados en las diferencias que en las zonas comunes y con un dejo
de minimización o ridiculización de mi persona, amén de crear un humor de aislamiento, en los
momentos donde se compartían meriendas los días viernes. Puntualmente, en una ocasión que se
habían comprado facturas para todos en el horario de la merienda a las cinco de la tarde (una
costumbre establecida desde hace unos años), sacó el tema de mis tendencias alimenticias. “Sos
un poquito extrema”, me dijo, ya que al elegir una dieta vegana hace unos años, no consumía las
habituales facturas, pero sí compartía ese momento de charla y llevaba algún producto vegano
para compartir con todos. Le contesté que “cada uno tenía derecho a comer y elegir lo que quería
para su vida y el punto de vista extremo o no, era algo relativo y nadie podía imponer un estilo de
vida o alimentación a nadie”.

Al suceder esto, me fui alejando cada vez más de charlas que estuvieran revestidas de
controversias. Pero eso me valió un aislamiento cada vez mayor.

Esto ya fue dentro del año 2015.


Pasados unos meses, en una oportunidad, que había llegado una persona al mostrador para ser
atendido/informado sobre las actividades que se brindan en la escuela, la cra. Roxana Torres se
levantó violentamente de su escritorio emitiendo una especie de bufido. Yo estaba justo en ese
momento mirando algo en el celular y no advertí que había llegado una persona. A veces pasa que
alguien ve primero llegar a alguien para ser atendido y suele haber algún tipo de incomodidad si es
más de una vez seguida, la misma persona la que se acerca a atender… Incluso, ha habido alguna
observación del regente que atendamos todos, pero tiene que ser algo muy llamativo como que la
misma persona atienda sola por casi media hora y se junte gente en el mostrador… Lo cierto es
que todos/as saben que no es bueno ni, no atender ni atender solo/a… En fin, armonizar en algún
tipo de equilibrio. Es una oficina de atención al público pero en un box general. A veces hay
bastante personal para que, incluso, sobren empleados para la demanda de atención, ya que se
juntan en dos horas al día los personales de la mañana y la tarde. Más precisamente en esa franja
horaria (14.00 a 16.00hs) es que sucedió lo que estoy relatando… Si bien Roxana fue atender,
podría haber sido cualquiera.

Al terminar de atender, se volteó y con extrema violencia se dirigió a mí y me dijo: “que te pasa a
vos? No podés atender? A ver si te dejás de boludeces con el celular!”. Me tomó por sorpresa y
reaccioné diciéndole: “me la paso escuchando boludeces y no interrumpo ni digo nada!”. Fue lo
que me salió. Nadie de los jefes intervino.

Al día siguiente, viernes, al llegar ella, me acerqué para saludarla y se apartó rápidamente. No le
dije nada porque vi que era una oportunidad de seguir peleando… Además de haber visto ya este
ritual a través de los años, más de 20, en los que ella hace este paso para aumentar luego la
violencia. Es el modus operandi del que, incluso, ella se ha enorgullecido explícitamente para que
sufrieran otros compañeros y compañeras que, por último, tuvieron que ser removidos de la
oficina y reubicados en otros sectores, posteriormente de padecer durante años burlas,
aislamiento y temor. Vuelvo a aclarar: ninguna autoridad interviene para detener estas prácticas…
Es más, las incentivan…

Por esos tiempos (mediados del 2015), una compañera: Mónica Chiavón, que también tiene un
historial de problemas con compañeros/as (incluso con Roxana misma), comenzó a estar tiempo
completo en el horario de la tarde. Esta mujer, se alió con Roxana en el maltrato y en las críticas a
mi persona como así también criticar y minimizar groseramente a otros/as compañeras.

Por esos tiempos (se dedicaron, también, a molestar con bromas y cargadas a una compañera que
fue trasladada al nuevo anexo de Urquiza, Susana, no recuerdo bien su apellido… (No trascendió
que fuera por acoso), pero doy fe que las bromas y chanzas eran constantes. La otra persona era
José Luis Alfi. El sí estuvo de licencia por estrés laboral y las bromas y críticas con él eran más
fuertes. Luego se reintegró en otra oficina aledaña (coordinación de anexos) con tareas pasivas.
Falleció en el 2107. Si bien él estaba enfermo del corazón y esperaba su pronta jubilación, nunca
sabremos cuanto colaboró estos tratos a empeorar su ya resentida salud.

Entre fines del 2015 y principios del 2016, Mónica Chiavón, sin mediar ninguna charla ni de ella ni
de ningún jefe, tomó posesión del que era mi escritorio, el cual era perfecto para atender
rápidamente a las personas que se acercaran al mostrador, manteniéndome así ocupada y lejos de
los chismorreos del fondo… Amén de evitarme más problemas de susceptibilidad por una
supuesta “falta” de voluntad para trabajar… O al menos eso creí…

Para seguir evitando confrontaciones directas, no le dije nada… Un día dijo, dirigiéndose a Roxana,
pero en vos suficientemente alta como para que todos escuchen y con acentuación maliciosa para
mí: “Este es mi escritorio porque yo vengo a laburar todos los días, no como otros que hacen lo
que quieren…” (Carcajadas de Roxana, silencio del resto).

Seguí sin replicar para evitar la tan buscada confrontación…

Ya entrado en 2017, un día que había bastante trabajo de escritorio, tuve que usarlo más del
horario que lo usaba habitualmente (aclaración: las compañeras de la mañana no tienen ningún
problema con que use ese u otro escritorio), o sea, hasta las 14.00hs, que es cuando llega Mónica
Chiavón. Lo hice ya que si no, la tarea quedaba sin terminar y nos había llevado toda la mañana.

Mónica llegó y, al verme toda atareada llena de papeles en “su” escritorio, tiró (literalmente) su
pesada cartera sobre los papeles violentamente… Le corrí la cartera para seguir el trabajo, sin
decirle nada. Ella saludó al resto y luego de unos minutos, se dirigió violentamente a mi diciendo:
“Cuando te pensás ir de mi escritorio querida?”. La miré y le dije: “Cuando termine el trabajo.”
(Silencio en toda la oficina). Pasaron unos minutos y volvió a la carga: “Escuchame vos! Sacá tus
cosas de acá! Este no es tu escritorio! Los escritorios son para los que laburan! No como vos que
no venís nunca!”, todo esto a los gritos pelados. Ahí me paré y le grité yo también: “ Yo trabajo las
mismas horas que vos! Y cobro tres veces menos! Y no me voy de acá hasta que termine el
trabajo” (nota: Mónica Chiavón cobra tres sueldos. Como docente una categoría por arriba mío, y
dos sueldos como docente municipal trabajando la misma carga horaria que yo. Vi sus recibos
hace unos años y es una práctica habitual de la que gozan varios compañeros/as, algo que es vox
populi). En ese momento, uno de los jefes (estaban los dos) Carlos Diosque salió de su oficina y
dijo, interrumpiendo los insultos que esta señora me seguía vociferando, “bueno, bueno… A ver si
se callan… Mónica! Andá para allá!” (Hacia el otro extremo del recinto) y a mí me dijo: “que
pasa?”, le dije: “acá hay trabajo que terminar. Que espere.” Ahí la secretaria de la oficina, Graciela
Carrasco, que está por debajo en autoridad de Diosque, pero no tiene autoridad para parar estos
maltratos (me lo manifestó ella misma), le dijo que había mucho trabajo para terminar. Ahí él dice:
“bueno, no quiero más problemas, a ver!” y se puso a hacer parte del trabajo. Después hacia
chistes malos como un “intento” (fallido y grotesco) de “apaciguar” las aguas anímicas. Roberto
Serrao nunca saló de su oficina, ni dijo palabra alguna.

Al terminar el día, cerca de las 20.30, y luego de que los jefes se fueran (habitualmente entre las
19.00 y las 20.00), Mónica Chiavón, guardaba elementos de trabajo y dijo fuerte a otra
compañera, para que se la escuche: “… Sabes qué? Es fácil; mañana traigo la 45 y listo.” (Se ríe). Al
otro día (viernes) no vino.
Durante los siguientes años (resto del 2016/2107 y lo que va del 2018), el aislamiento y los
comentarios sarcásticos en mi presencia, no disminuyeron, sino que aumentaron desde estas dos
compañeras, Mónica y Roxana. Algunos ejemplos (no todos):

"me enojo y me voy", "yo también me voy a tomar un té y vuelvo en dos horas", "ommmmm",
"ayurveda! Ja! esta no sabe nada!", "ahora soy una santa", "me pongo auriculares, me cuelgo y no
me importa nada", "a ver si se mueven para atender el mostrador!".

Este mismo año, en una oportunidad que hablaban muchas groserías a los gritos y burlándose de
alguien (no era para mí), me puse los auriculares con música. Sonó el teléfono y no lo escuche.
Después de un rato se acercó Mónica y lo atendió. Lo corto con un golpe y me gritó: “A ver si
atendés el teléfono vos che!”. No le dije nada.

El pasado 21 de setiembre de 2108, pasó algo más grave.

Como ya dije, los jefes se van más temprano que nosotros, los empleados. Los días viernes hay un
permiso de hace muchos años ya, de irnos más temprano: en vez de las 21.00 hs, nos retiramos
20.30. Igualmente era un día especial: era el día del estudiante y el piso ya estaba vacío antes de
que nos retiráramos los empleados del centro de capacitación, ya que, también en el mismo piso,
funciona un secundario de adultos (CENS Nro. 5), y tradicionalmente ese día no tienen clases. Los
diferentes compañeros/as se fueron retirando y yo fui la última. Normalmente me gusta irme
después de los demás para bajar el estado de estrés que junte por horas y así, con la oficina
callada, me retiro más tranquila y tampoco tengo que compartir el pequeño ascensor con estas
compañeras. En planta baja en mesa de entrada, está el personal de seguridad y alguien suele
estar en la boletería. Normalmente hay alumnos del secundario nocturno circulando por el edificio
y en el 3er piso (donde está mi oficina) donde cursan sobre todo y también los del terciario del 5to
piso que tampoco estaban por el mismo asueto.

Antes de irme, sentada en el último escritorio, que no es de nadie en especial en el horario de la


tarde y delante de los lockers, donde guardamos cada empleado sus cosas, observe que Mónica
Chiavon se tardaba más de la cuenta para sacar sus cosas. Algo me hizo sentir alarma pero no
voltee para no parecer paranoica… Se retiró luego de unos minutos (sin saludar como siempre) y
ahí sí, me levante para guardar mis cosas e irme… Al hacerlo, pateo un bollo de papel que estaba
justo al lado de mi silla. Lo miro bien y era dinero. Lo tomo y veo que eran dos billetes de $500.-.
Automáticamente le mando un mensaje de audio de whatsapp a la secretaria de la oficina,
Graciela Carrasco, diciéndole lo que había pasado y que había encontrado esos billetes, que estaba
sola y no sabía dónde dejarlos ya que no pensaba ni dejarlos ahí tirados, ni tampoco pensaba salir
de la oficina con esa plata encima. Además agregue que me parecía todo muy raro y que
sospechaba que fuera hecho a propósito. Minutos antes de que me conteste Graciela, vuelve
Mónica a la oficina, entra, apoya su cartera en un escritorio y me mira. Ahí le digo que encontré
los billetes y le pregunto directamente si eran de ella. Ella me dice que sí, los toma donde le
indique que los había apoyado (un estante en la parte trasera de la oficina, cerca de donde lo
había encontrado), los guarda en su cartera. Al irse me dice que ya había avisado al personal de
seguridad de mesa de entrada, en planta baja. A esto agregue que yo también había avisado a
alguien responsable de que había encontrado ese dinero. Se despide y se va. Ahí me llega el
mensaje de Graciela, de que dejara el dinero en un sobre y lo pasara por el borde del cajón de su
escritorio, que así quedaba seguro hasta el lunes y ella se lo entregaba a Carlos Diosque y le
avisaba de lo sucedido. Ahí le comunico que Mónica ya había pasado y le había dado el dinero,
pero que temía que podía decir que, igualmente, no le había devuelto el dinero y alegar que se lo
había robado, que iba a ser su palabra contra la mía y estaba preocupada. Ahí Graciela me dice
que estaba el audio que le había mandado con fecha y hora y que, si llegaba a suceder lo que yo
temía, ella misma se lo iba a mostrar a Diosque para aclarar cualquier cosa. Otra cosa que me
preocupaba, y le dije a Graciela, es que Mónica había dicho en mesa de entrada que le faltaba
dinero y que había bajado antes que yo. Le pregunte, entonces, si era conveniente decirles a los de
seguridad qué era lo que había sucedido, que había sido entregado el dinero a Mónica y que ella
salió de la oficina con este en su cartera… A esto Graciela agrego que no le parecía necesario pero,
que si quería, que se lo dijera a ellos también. Me volvió a tranquilizar y me dispuse a salir. Al
llegar a mesa de entrada para fichar e irme, en el cubículo donde está el reloj y que oficia de
cabina del personal de seguridad, estaba sobre el escritorio la cartera de Mónica Chiavón. Ella no
estaba allí. Me alarmo esto. Ficho y me dispongo a saludar a los dos hombres de seguridad de la
noche (no se sus nombres) y antes de eso le digo a uno de ellos lo sucedido con el dinero, que lo
había encontrado, que había avisado a la secretaria de cultura y que Mónica al volver se lo había
llevado… Vi una pequeña sonrisa en la cara del señor…Agregué que no era ninguna tonta y que
todo estaba registrado con fecha y hora… Les desee buen fin de semana y me retire del edificio. Al
día siguiente, sábado 22/10 me presente en la escuela a las 8.40. Mi horario es a las 9.00hs pero
era día de examen y los alumnos hacen cola para abonar cuotas adeudadas y retirar, lo más rápido
posible, sus respectivos permisos de examen. Normalmente los días sábados, de examen, somos
tres compañeros: Damián Caprio el cajero, Facundo Varela un compañero nuevo y yo. Damián esta
con una licencia por enfermedad, así que en su reemplazo, vino Roxana Torres. Ella llego 8.50 y un
poco después Facundo. Ella entro al recinto de caja y nosotros, Facundo y yo, nos pusimos a
entregar los permisos de examen a los alumnos. Cuando mermó la cantidad de gente en el
mostrador, me fui al baño por unos minutos. Al volver, Roxana le hablaba en voz algo baja a
Facundo. Cuando llegue Facundo me miró y ella se calló… A las 11.00 aproximadamente, ella se
retiró y quedamos solos en la oficina Facundo y yo. Hablamos de diversos temas y en un momento
le comento lo sucedido con Mónica y el dinero, hacía solo unas horas, el día anterior a la noche…
Ahí él me dice “AH… era eso lo que me quería decir Roxana… Viste que cuando volviste del baño
me hablaba… pero no le había entendido bien porque corto justo cuando vos volviste…”. Ahí le
pregunto directamente: “Qué fue lo que te dijo exactamente Roxana?” a lo que Facundo agrega
sin rodeos: “Que le quisiste robar a Mónica.” A lo que yo agregué: “Gracias!”.

Es a raíz de esto último, es que decidí recurrir a Uds.

No sucedió nada relevante hasta el día jueves 4/10.

Cómo los jefes se retiran antes, decidí, para que no me sucediera nada nuevo, bajar al segundo
piso, que es el piso de las aulas de computación, y quedarme allí hasta las 21.00 que es el horario
en el que me retiro. Al llegar al segundo piso, me dirijo a la oficina del coordinador de profesores,
Luis Español y le comunico que estoy allí hasta el horario que me toca salir porque temo tener un
nuevo problema con Mónica y le cuento lo sucedido hacia casi dos semanas antes. El hace un
mohín de disgusto y me dice que me quede allí.

Al día siguiente esperaba que Carlos Diosque me llamara para preguntarme que había sucedido. Vi
que Luis Español le hablaba preocupado y cada tanto, desde su oficina, me dirigían miradas.
Diosque estaba muy serio y cuando me acerqué más tarde a pedirle para salir a comprar comida
me contesto que sí, pero muy seco y con gesto de enfado.

Como a las cinco o seis de la tarde, mientras estábamos atendiendo, escucho a Roxana gritar
desde el fondo: “que jodida! Que mala compañera!”. Ahí otra compañera de la tarde, Alejandra
Miño, le dice: “Dale Ro! Le tiramos todas las cajas por la ventana (¿)”. Aclaro que esta compañera
Alejandra Miño, también me retiró el saludo de un día para el otro sin mediar ninguna
controversia entre nosotras. Supongo por plegarse al grupo, ya que no hemos tenido ninguna
discusión. Imaginé que todo ese alboroto era por algo que le había dicho Diosque… No me
equivoqué. Unos minutos después se acercó Roxana amenazante a mi escritorio y me preguntó a
los gritos: “Cuál es tu problema con tus compañeros?”, yo le contesté que ninguno y le pregunté a
qué se refería. Ella me dijo: “sabés muy bien a que me refiero!”, yo: “No. No sé. Explicate mejor”
Ella se ríe con sorna y me dice “sabes muy bien! Que es eso que andas diciendo que te queremos
hacer una cama!? Que nos vamos antes del horario!”. Le dije que nunca había dicho que se iban
antes del horario y además que, de ella (Roxana,) nunca había hablado con nadie. Por lo tanto no
sabía de qué me estaba hablando. Ella empezó a decirme que era una mala compañera que me
cagaba en todos haciendo dibujitos (en ese momento, justo, tenía un cuaderno de mandalas para
colorear sobre el escritorio) y que no atendía el mostrador. Ahí le dije que eso no era cierto, que a
pesar de estar varios metros del mostrador, siempre me paraba a atender y, si alguien llegaba
primero, era porque mi escritorio era el último y nunca llegaba a atender si otro decidía pararse...
Lo cierto es que, exceptuando Facundo, Julio y yo, el resto (Mónica, Roxana, Y Alejandra) asumió
hace mucho, que no se va a parar a atender como primera opción… Roxana, Mónica y Alejandra
siempre hacen comentarios en voz alta del tipo: “Ahora me voy a poner a trabajar con los listados,
no estoy para nada”, “Voy a pasar el GOET así que atiendan los que no hacen nada” (una serie de
planillas que hay que cargar con el presentismo del alumnado), cuando muchas veces están viendo
videos en YouTube y redes sociales o toman mate y se ríen a los gritos en el fondo con total
desparpajo. Solo se han puesto algo nerviosos y corrieron a atender cuando, por un tiempo,
pusieron una silla alta en el mostrador y ahí me sentaba yo… Y atendía a toda persona que se
acercara… Pero esa silla la sacaron y nunca la volvieron a poner… Volviendo a la discusión, ella
siguió diciéndome que me creía mejor que todos a lo que reaccioné diciendo, que eso no era
cierto y de paso le pregunte cual era el problema que tenía ella conmigo, porque me había
retirado el saludo hacía ya cuatro años y no me dirigía la palabra, y que era el momento de
aclararlo, y ella seguía diciendo que yo sabía muy bien todo y que ella solo había combatido a
Claudia porque era igual de jodida que yo y que se cagaba en todos (no es cierto: por la situación
tensa que crea constantemente, aislando a alguien de la oficina, dos personas ante que yo
pidieron licencia psiquiátrica y fueron trasladadas a otro sector. Y otro señor logró que lo pasaran
de oficina sin mediar licencia después de un año de acoso). Le pregunté que de donde había
sacado que yo hablaba mal de ella y, que si quería, podíamos aclararlo cara a cara con la persona
que le había dicho tales cosas. Se rió nerviosa y volvió al tema de que yo estaba en contra de todos
los compañeros y agregó, acercándome la cara a la mía: “tené cuidado!”. Le dije nuevamente que
no metiera a los demás en una discusión que nos incumbía a las dos y que no me amenazara… Ahí
me dijo que yo andaba diciendo que les tenía miedo, que yo había dicho, que por eso me iba al
segundo piso. Respondí a esto que, de ella, precisamente, no había dicho nada (no pensaba decir
públicamente lo que había hablado con el coordinador el día anterior en presencia de terceros ni
de ella). Ahí ella me dijo que la persona implicada en lo que yo había hablado, estaba desesperada
porque había perdido mucha plata. No cedí a la tentación de hablar de eso en público. Volvió a
agregar que yo no hacía nada y ahí la corte diciéndole que si estaba dibujando o haciendo otras
cosas, era porque, o estaba sobrando el tiempo o sobraba personal, ya que no había mucho
trabajo y que, de ultima, era una realidad igual para todos, que no era necesario hacer tanta
puesta en escena por unos datos cargados en el GOET (no me dio tiempo a agregar que los todos
tienen tiempo, incluida ella, de charlar unos buenos ratos en el fondo, tomar mate, mirar redes
sociales, series en Netflix, videos en YouTube y tomarse un buen rato en cada trabajo como ir a
tomar lista, por ejemplo). Ahí ella me cortó y me dijo: “vos decís que sobra gente?” (Lo dijo
riéndose), a lo que agregué: “´por lo visto si”. En ese momento me hizo un gesto con la mano
como que cortaba la discusión ahí, y se fue riéndose al lugar del mate donde estaban Julio y
Alejandra. Había un silencio incómodo. Julio corta el hielo diciendo: “No Ro… No sobra gente.”
Nadie dijo más nada y por sobre todas las cosas, nunca, ninguno de los dos jefes, con semejante
griterío, salió de sus respectivas oficinas a poner orden. Es más, una hora después salieron para
retirarse, y sonreían como no habían sonreído en todo el día, ya que, como había mencionado, me
habían tratado muy secamente y con cara de disgusto… Hasta que pasó la pelea… Que fue
instigada por ellos mismos. Me saludaron bien sonrientes y me desearon un “muy buen fin de
semana”… Que obviamente, no tuve.

Estos son los hechos hasta el día de hoy. Las siguiente semana falté jueves y viernes por un cuadro
de gastroenterocolitis (lo atribuyo más al estrés, ya que no comí nada en mal estado),
presentándome a trabajar el día sábado que, para mi suerte, solo está el compañero nuevo,
Facundo, que es amable. La semana pasada ya no me reintegré porque, dadas las crisis de pánico y
el insomnio que, desde hacía ya ocho años no había vuelto a tener, habían regresado. Después de
tantos esfuerzos y terapias que me habían devuelto a una vida plena y normal, sufro nuevamente
por causa de tantos disgustos y nervios.

También tengo que agregar que padezco de epilepsia y que, tanto las crisis de pánico como el
insomnio, acrecientan la posibilidad de una crisis. Hace un poco más de ocho años, tuve una crisis
muy fuerte y, lamentablemente, sufrí una fisura de cráneo al caer y golpear mi cabeza sin reparos
contra el piso de mi cocina. Por suerte el único daño neurológico visible que me quedó fue
hiposmia (reducción de la capacidad olfativa) pero podría haber sido muchísimo peor.

Adjunto historias clínicas del Sanatorio Santa Isabel donde fui atendida por guardia y en donde
permanecí 48 hs en terapia intensiva en el año 2010; historia clínica del Instituto Fleni donde me
he atendido en varias oportunidades por el mal crónico que me aqueja y donde consta el
diagnóstico del Dr. Di Giano, jefe del departamento de epilepsia y certificado del médico
psiquiatra que me está atendiendo actualmente, Dr. Sebastián Juárez.

Solicito a la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral, interceda ante mi empleador por el
cese de hostilidades.

Aclaración: deseo un pase al sector de profesores (actividad que se me fue cambiada en forma
arbitraria, perjudicándome anímicamente) y/o a un sector donde se pueda trabajar en armonía y
normalidad.

FIRMA:

ACLARACIÓN:

Paola Marini

D.N.I. 22.992.246

Tel.: 54-11-3342-9417

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