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DE
INOCENCIA
INDICE
INRODUCCIÓN 03
1- Definición
3. Concepto y fundamentos. 05
4. Antecedentes. 06/12
CONCLUSIÓN 21
BIBLIOGRAFÍA 22
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INTRODUCCIÓN
También se creía que, la presunción penal referida en la declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano de Francia en 1789, era la misma correspondiente a la categoría de
presunciones vigentes hasta ese momento en la vía civil.
Entonces, debía de darse por verdadero el hecho imputado a una persona, sin necesidad de
prueba; lo que en sí, no constituía el espíritu de la referida declaración. El verdadero espíritu
de la declaración, es que, se reconozca que la persona sospechosa no podía ni tenía porque
perder sus libertades y derechos fundamentales.
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DESARROLLO
1- DEFINICIÓN:
En nuestro sistema procesal penal, existen principios constitucionales que rigen en materia
procesal penal. En ese sentido, los dos pilares fundamentales son: EL PRINCIPIO DE
INOCENCIA y EL PRINCIPIO DEL JUICIO PREVIO.
Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en un juicio público en el que se le hayan
asegurado todas las garantías necesarias a su defensa.
El derecho a la presunción de inocencia debe estar presente en todas las fases del proceso
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penal y en todas las instancias del mismo. A diferencia del proceso penal en el sistema
inquisitivo en el cual bastaba que existiera una denuncia penal en contra de una persona y la
referencia de su comisión por dos testigos para que pudiera ponerse en cuestión la reputación
del denunciado. Incluso se generaba un mandato de detención.
Art. 17 inc. 1° C.N.: “En el proceso penal, o en cualquier otro del cual pudiera derivarse pena
o sanción, toda persona tiene derecho a: 1) que sea presumida su inocencia..”
El juez regulará la participación de esos medios, cuando la difusión masiva pueda perjudi car
el normal desarrollo del juicio o exceda los límites del derecho a recibir información”.
Todo ciudadano deber ser considerado inocente y así debe ser tratada hasta que una
Sentencia declare su reprochabilidad y eventual punibilidad.
Este principio traducido en el dogma “ nadie es culpable si una sentencia no lo declara así
“ significa en concreto:
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e.- que el imputado no tiene que construir su inocencia;
f.- que el imputado no puede ser tratado como culpable;
g.- que no pueden existir ficciones de culpabilidad, es decir, partes de la culpabilidad que no
necesitan ser probadas.”
Está muy lejos en nuestro proceso penal cumplir con esta garantía, pues la misma nos muestra
que existe más bien una presunción de culpabilidad, es decir, los procesados son tratados
como culpables antes de tener una sentencia firme que lo declare. Esto último es
consecuencia del viejo principio de “presuntio doli “ contenido en el Código de Teodosio
González. En realidad, los ciudadanos imputados de la comisión de un hecho punible parten
como culpables, cuando que la garantía de no culpabilidad establece exactamente lo
contrario.
Seguimos violando todos los días los derechos esenciales de los ciudadanos al presentarlos
como culpables ante la opinión pública. En efecto, se sigue presentado a ciudadanos
sospechados de la comisión de un hecho punible como culpables en sedes policiales, del
Ministerio Público o en el Poder Judicial. Vemos a Policías, Fiscales e incluso Jueces
presentado a ciudadanos como “ responsables “ de cometer “graves hechos punibles “ sin que
exista una Sentencia que los declare culpables, sin haber pasado por las garantías de un
JUICIO PREVIO.
3. CONCEPTO Y FUNDAMENTOS.
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Parte del supuesto de que todos los hombres son buenos, en tal sentido para considerarlos
como malos, es necesario que se les haya juzgado y encontrado responsables. Mientras no
exista un fallo o decisión debidamente ejecutoriada, que declare la responsabilidad penal de
una persona, debe considerársele inocente. Es decir, se requiere la existencia de un juicio
previo. Pero, el hecho de elevarse a rango de norma constitucional, no significa que se trate de
una presunción de carácter legal ni tampoco judicial, pues como afirma acertadamente
Fernando Velásquez: “no puede incluirse en la primera categoría porque le falta el mecanismo
y el procedimiento lógico propio de la presunción, ni en la segunda, porque esta la consagra el
legislador; por ello se afirma que se trata de una verdad interna o provisional que es aceptada,
sin más en el cumplimiento de un mandato legal”.
El artículo 2.24.E de los Derechos Humanos expresa: "Toda persona es considerada inocente
mientras no se haya declarado judicialmente su responsabilidad". Entonces, por imperio
Constitucional, toda persona debe ser considerada inocente desde el primer momento que
ingresa al foco de atención de las normas procesales, debiendo conservar su estado natural de
libertad, con algunas restricciones propias de la investigación, hasta que mediante una
sentencia se declare la culpabilidad.
Sin embargo, dicho precepto, es dejado de lado en la práctica legal. Como bien sabemos, en
todo proceso penal iniciado por notitia criminis, la actividad jurisdiccional se dirige a
establecer la veracidad o no de la imputación, basada en la existencia de una persona a quien
se supone responsable. El artículo 77º del Código de Procedimientos Penales establece los
presupuestos materiales de la resolución de apertura de instrucción. Entre ellos, es
indispensable la individualización del presunto autor. Siendo esto así, al inculpado
sencillamente se le presume responsable del hecho ilícito denunciado desde el inicio de las
pesquisas.
Esto quiere decir, que la locución "considerada inocente", plasmada en la magna lex, está
referida al buen trato que debe tener toda persona desde el momento que ingresa a un proceso
de investigación. En este punto, resulta necesario precisar que el principio de inocencia o
presunción de inocencia, no indica que el procesado sea en realidad inocente. De ser ello
verdadero, sería injusto someterlo a un proceso penal; por el contrario, sí se le consideraría
culpable, resultaría inocuo la actuación y luego valoración de las pruebas. De tal modo, el
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principio de sospecha que da vida al proceso penal, se transmite a la persona imputada en el
mismo momento que se inicia la investigación.
Como quiera que la intervención del Estado resulta inminente ante la denuncia de un hecho
ilícito, de modo que el Juez para llegar a determinar la situación jurídica del procesado,
requiere que se haya vigilado la transparencia del proceso, con el objeto de crear certeza -la
que debe ser jurídicamente construida- sobre la culpabilidad o inocencia. Resulta pertinente
hablar de una necesidad de construir la culpabilidad, la que sólo puede ser declarada en una
sentencia; acto judicial que es la derivación natural del juicio previo. Dolum non nisi
prespicuis judicis provari conveit (El dolo no se presume, debe probarse en el juicio).
La certeza se convierte entonces, en el eje principal para concluir en la "culpabilidad", por ello
no bastan los indicios, sino que es necesario que luego de un proceso judicial (en cuyo interés
se hayan esbozado y actuado las pruebas pertinentes), se cree a la convicción de la
culpabilidad del sujeto activo. Entonces, para ser responsable de un acto delictivo, la situación
básica de inocencia debe ser destruida mediante la certeza con pruebas suficiente e idóneas;
caso contrario permanece el estado básico de libertad. “La eliminación de las presunciones de
responsabilidad dentro del ordenamiento procesal constituyen indudablemente una posición
jurídica clara de respeto por el favor rei”.
Así, será inocente quien no desobedeció ningún mandato o no infringió ninguna prohibición,
en todo caso comportándose de esa manera, lo hizo al amparo de una regla permisiva que
eliminaba la antijuricidad del comportamiento, o bien, concurrió alguna causa de justificación
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que eliminaba su culpabilidad. En fin, se llega al mismo resultado práctico ante la existencia
de una de las causas excluyentes de punibilidad; culpable es, por el contrario quien se
comportó contraviniendo un mandato o una prohibición de manera antijurídica, culpable y
punible.
De esto último, se infiere válidamente que, antes que exista sentencia firme, ninguna
autoridad pública puede presentar a una persona como culpable o brindar información en tal o
cual sentido a los medios de comunicación social. Por ello Manuel Catacora, afirma que la
presunción de inocencia no opera o no debe operar en el proceso, sino fuera de él, esto es,
para los que tienen que comentar, informar, o conocer los hechos que son objeto de una causa
penal. Mejor dicho para los ciudadanos, periodistas, etc.
La presunción de inocencia es así el derecho que tienen todas las personas a que se
considere a priori como regla general que ellas actúan de acuerdo a la recta razón,
comportándose de acuerdo a los valores, principios y reglas del ordenamiento jurídico,
mientras un tribunal no adquiera la convicción, a través de los medios de prueba legal, de su
participación y responsabilidad en el hecho punible determinada por una sentencia firme y
fundada, obtenida respetando todas y cada una de las reglas del debido y justo proceso, todo
lo cual exige aplicar las medidas cautelares previstas en el proceso penal en forma restrictiva,
para evitar el daño de personas inocentes mediante la afectación de sus derechos
fundamentales, además del daño moral que eventualmente se les pueda producir.
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4. ANTECEDENTES.
Ya se aplicó el principio en el Derecho Romano donde se sostuvo que es mejor que castigar a
un inocente, dejar libre a un culpable (Ulpiano). La consagración específica se debe a
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en plena Revolución Francesa de
1789 que estableció en su artículo 9 “puesto que todo hombre se considera inocente mientras
no sea declarado culpable…”
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en su artículo 11, consagra este
principio de presunción de inocencia, mientras no se pruebe que la persona es culpable.
También está prevista esta presunción en otros instrumentos internacionales, como en el
artículo 26 de la Declaración Americana de los Deberes y los Derechos del Hombre, o en el
artículo 8 inciso 2 de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos, o en el Pacto
Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, en su artículo 14 inciso 2.
“Tanto el principio de presunción de inocencia como el indubio pro reo son manifestaciones
del favor rei, pues ambos inspiran al proceso penal de un Estado democrático y su actuación
de éstos se realiza en diversas formas”.
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Sin embargo muchas veces la presunción de inocencia, bajo una inexacta interpretación ha
sido aplicable sólo ante la duda, es decir bajo el indubio pro reo, es por ello que me permito
hacer algunas aclaraciones al respecto. La presunción de inocencia como derecho
fundamental es un logro del derecho moderno, mediante el cual todo inculpado durante el
proceso penal es en principio inocente sino media sentencia condenatoria. La sentencia
condenatoria sólo podrá darse si de lo actuado en el proceso penal se determina con certeza
que el sujeto realizó los hechos que se le imputan.
De no probarse que lo hizo o ante la existencia de duda, debe resolverse conforme lo más
favorable al acusado (indubio pro reo). “Para que pueda aceptarse el principio de presunción
de inocencia es necesario que de lo actuado en la instancia se aprecie un vacío o una notable
insuficiencia probatoria, debido a la ausencia de pruebas, o que las practicadas hayan sido
obtenidas ilegítimamente.”
Esto pone muchas veces en tela de juicio, la imparcialidad de los encargados de administrar
justicia (Jueces o Fiscales), pero es preferible, a nuestro parecer, soportar las críticas de un
fallo errado, que condenar a un inocente, que sufriría prisión indebida con el consecuente
deterioro personal, moral y familiar.
Como corolario se puede señalar que la presunción de inocencia es una garantía fundamental,
por el cual se considera inocente al procesado mientras no exista medio de prueba
convincente que demuestre lo contrario; mientras que el indubio pro reo actúa como elemento
de valoración probatoria, puesto que en los casos donde surja duda razonable, debe
absolverse. Es decir, la presunción de inocencia opera en todos los procesos. El indubio pro
reo, solo en aquellos en que aparezca duda razonable.
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6. ORÍGENES Y ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
Verdaderamente tal afirmación fue en forma directa y concreta, la reacción frente al régimen
inquisitivo que imperaba en aquella época con anterioridad a la Revolución.
A raíz de este dogma imperativo nacido de la Revolución Francesa, que actualmente continua
teniendo plena vigencia y operatividad, algunos autores han sostenido por una parte, que a
favor del imputado existe una presunción de inocencia que lo ampara durante la sustanciación
del proceso; otros en cambio consideran que esa presunción sólo podría aceptarse en algunos
casos; y otros simplemente, la impugnan, la rechazan, alegando que se trata de un absurdo
nacido del empirismo francés.
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de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad
(...)”
Hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX surgieron corrientes encontradas, sobre
todo aquellas que rechazaban en forma absoluta la existencia de tal presunción a favor del
imputado, así V.gr. encontramos a los doctrinarios Italianos; entre ellos Garófalo el que
consideraba que el principio debilita la acción procesal del estado, porque constituye un
obstáculo para tornar eficaces resoluciones en contra de los inquiridos, especialmente en
materia de prisión preventiva, hasta favorecer la libertad de los imputados, aún cuando ello
pudiera constituir un peligro común y una provocación a la víctima del delito, aún cuando la
culpabilidad fuese evidente por confesión o flagrancia.
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En forma preliminar es necesario ubicar la garantía objeto del presente trabajo en su fuente
legislativa tanto en su nivel de derecho interno como internacional, estando ésta contenida en
el artículo 18 de la Constitución Nacional, ley suprema de la Nación, conjuntamente con los
tratados internacionales de Derechos Humanos incorporados a nuestra Constitución y que
cuentan con jerarquía constitucional a través de la reforma constitucional del año 1994 en el
artículo 74 inciso 22, como la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del hombre
que contiene la citada garantía en el artículo 26, la Declaración Universal de los Derechos
Humanos que la desarrolla en el artículo 11 punto 1 y finalmente la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) en el artículo 8, punto 2.
Los Códigos de forma de las distintas provincias también han dedicado especial atención al
tópico, así la garantía de presunción de inocencia se encuentra contenida en el artículo 1 del
Código Procesal Penal de la Nación y en su similar del Código Procesal Penal de la Provincia
de Buenos Aires.
Una formulación totalmente innovadora respecto del tema objeto de análisis corresponde a un
antiguo precedente de la Corte Suprema de 1871, que señalaba que “es también un principio
de derecho que todo hombre se reputa bueno, mientras no se pruebe lo contrario (…)”. Esta
fórmula fue la que el Alto Tribunal acuñó tiempo después cuando se avocó al estudio
específico de la garantía de presunción de inocencia.
De la Constitución Nacional surge que no se puede tratar como culpable a una persona a
quién se le atribuya un hecho punible cualquiera sea el grado de verosimilitud en la
imputación, hasta que el estado, por medio de sus órganos pronuncie una sentencia penal
firme que declare la culpabilidad y lo someta a una pena.
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Esta garantía es propia de un estado de derecho y forma parte del sistema de enjuiciamiento
que tenemos en la Argentina; además que se deriva de la garantía del juicio previo, tal como
he enunciado en la introducción de la presente.
Los Estados tienen no solo el derecho sino también la obligación de combatir la violencia en
el marco del respeto de la legalidad, de los derechos humanos y del estado democrático de
derecho. No todas las limitaciones a los derechos humanos constituyen por lo tanto una
violación a los mismos. No obstante, es menester recordar que debe existir un justo equilibrio
entre el goce de las libertades individuales y el interés general en torno a la seguridad
nacional.
La Corte Interamericana ha sido clara al respecto al manifestar que: “(…) Está más allá de
toda duda que el Estado tiene el derecho y el deber de garantizar su propia seguridad.
Tampoco puede discutirse que toda la sociedad padece por las infracciones a su orden
jurídico. Pero por graves que puedan ser ciertas acciones y por culpables que puedan
resultar los reos de determinados delitos, no cabe admitir que el poder pueda ejercerse sin
límite alguno o que el Estado pueda valerse de cualquier procedimiento para alcanzar sus
objetivos, sin sujeción al derecho o a la moral.”
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que “el concepto de derechos y libertades y, por ende, el de sus garantías, es también
inseparable del sistema de valores y principios que lo inspira. En una sociedad democrática
los derechos y libertades inherentes a la persona, sus garantías y el Estado de Derecho
constituyen una tríada, cada uno de cuyos componentes se define, completa y adquiere
sentido en función de los otros”.
Inocente, en la acepción académica del término es aquel que se halla libre del delito que se le
imputa. Todo hombre tiene derecho a ser considerado inocente mientras no se pruebe que es
culpable. “Mientras no sean declarados culpables por sentencia firme, los habitantes de la
Nación gozan de un estado de inocencia, aún cuando con respecto a ellos se haya abierto
causa penal y cualesquiera sea el progreso de la causa. Es un estado del cual se goza desde
antes de iniciarse el proceso y durante todo el periodo cognoscitivo de este (…)
“El mencionado principio es aquel conforme el cual la persona sometida a proceso disfruta
de un estado o situación jurídica que no requiere construir sino que incumbe hacer caer al
acusador”.
La garantía es a “ser tratado como inocente”, lo cual no implica que de hecho lo sea, y es por
ello que dicha garantía subsiste aunque el juzgador posea total certeza de su culpabilidad; ya
que en la realidad una persona es culpable o inocente al momento de la comisión del hecho
delictuoso.
La inviolabilidad de la defensa en juicio exige que el imputado sea tratado “como un sujeto de
una relación jurídico procesal”, contraponiéndose a que sea tratado como un objeto pasivo en
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la persecución penal, o sea una persona con el rótulo de inocente al cual se lo nutre de
determinados derechos para poder responder a la acusación a la cual deberá enfrentar.
Es claro que para el Derecho Procesal Penal es necesario, y así lo exige la exigencia de una
sentencia condenatoria con la consecuente aplicación de una pena, para que esta presunción se
desvanezca. Para el Juez la duda y/o probabilidad impiden la condena, y acarrea la
absolución.
Así es como que la duda y la certeza son dos caras de una misma moneda que se resuelven
solo en la certeza porque cuando el Juez decide no duda sobre la solución que debe dar al
caso, sino que tiene la certeza y la expresa.
El imputado es sólo eso, un sospechoso, el sujeto pasivo del proceso y únicamente la prueba
puede definir su situación. Así es como la presunción de inocencia se afirma claramente en el
momento de la decisión, ya que la duda, la falta de certeza, implica la sentencia favorable al
imputado. Para la condena es necesario el presupuesto indispensable de la prueba suficiente.
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Es el principio Omus Probando, por el cual, por el carácter público y el interés común que
detenta el derecho penal, es al Estado sobre quien recae la carga probatoria tendiente a
demostrar la responsabilidad penal y su correspondiente reproche de culpabilidad que le cabe
al imputado; este no tiene la obligación de probar su inocencia, dado que goza de una
situación jurídica que no necesita ser construída, sino todo lo contrario, ella debe ser destruída
para que la presunción de inocencia se desvanezca.
En segundo lugar, si se parte de la base que toda persona es inocente hasta que exista una
sentencia firme que lo declare culpable, toda restricción a su libertad ambulatoria, solamente
se puede basar a título de medida de seguridad o de cautela, “cuando sea indispensable para
asegurar el imperio de derecho, es decir la aplicación, efectiva y actual de la ley”.
Para ser más exactos siempre debe mediar “que se compruebe la necesidad, efectiva y actual,
de evitar el peligro de un daño jurídico; ya sea por la presumible realización de actos
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capaces de entorpecer la investigación y recolección de pruebas; o por eludir el accionar de
la justicia; o por que pueda continuar con la ejecución hechos que alteren el orden
jurídico”.
La restricción a la libertad individual sólo puede ser ejercida por el órgano jurisdiccional,
mediante interpretación taxativa de la ley; siempre que se verifique concretamente dicha
necesidad, auscultando la naturaleza y gravedad del delito, las condiciones morales, sociales y
económicas del imputado y sus antecedentes.
Por lo tanto durante el curso del procedimiento el imputado no puede ser tratado como un
sujeto culpable. Sin embargo tal afirmación no se puede sostener, dado que durante la
sustanciación del proceso no se elimina la coerción estatal. Así el reconocimiento de tal
garantía, no impide la aplicación y regulación de de medidas de coerción, todo ello antes del
dictado de la sentencia firme de condena.
Coerción, así observada, es el medio organizado por el derecho para que el estado intervenga
en el ámbito de libertad de las personas y, cuando nos referimos a la coerción procesal,
aquella que se practica con el fin de asegurar la realización del proceso de conocimiento, para
actuar la ley sustantiva o para asegurar la ejecución efectiva de la sentencia.
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No obstante, el cumplimiento de aquel principio de legalidad implica que la ley debe ser
“previa” al proceso; corolario basado en la irretroactividad de la ley penal. El juicio previo en
materia penal no es más que la aplicación del principio del debido proceso ante los jueces
naturales. Ello quiere significar que nadie puede ser condenado sin la tramitación de un juicio
en el cual se cumplan las cuatro etapas fundamentales requeridas por el debido proceso legal;
esto es: acusación, defensa, prueba y sentencia. El referido juicio previo es una garantía
básica, una fórmula sintética que señala el punto de máxima vigencia de todas las garantías
constitucionales referidas al derecho y al proceso penal.
La primera derivación de esa garantía es el mandato constitucional de que nadie puede ser
considerado culpable sin una sentencia, obtenida en un juicio que lo declare como tal
(presunción de inocencia). Es decir que toda persona es inocente, y así debe ser tratada
mientras no se declare en una sentencia judicial su culpabilidad. Juicio previo y principio de
inocencia se encuentran íntimamente vinculadas y por tal razón se han destacado como
garantías básicas del proceso penal. A partir de ellas y sobre ellas comienza a construirse el
escudo protector frente al poder arbitrario, que es el cometido de todas las garantías que
juegan en el proceso penal.
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CONCLUSIÓN
A manera de conclusión del presente ensayo, luego del desarrollo del tema, podemos destacar
lo siguiente:
3.-Este derecho no solo alcanza al ámbito jurisdiccional, sino también a la etapa preliminar y
la investigación fiscal.
4.- Influye en el proceso penal, básicamente en lo que respecta a la actividad probatoria; pues
es necesario la existencia de pruebas plenas, suficientes e idóneas sobre la responsabilidad del
actor en la comisión de un delito.
5.- En la práctica, como lo es conocido por todos, se pone en jaque el principio de inocencia, a
través de la administración de la justicia penal, lo cual se evidencia con los numerosos
detenidos (procesados) en los establecimientos penales, que viven una situación de
hacinamiento esperando una sentencia.
7.- La garantía de la inocencia es una opción por la inmunidad de los inocentes, aún a riesgo
de la impunidad de un culpable.
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BIBLIOGRAFÍA
3. AA.VV.: La Reforma del Código Penal. Ed. del Ministerio Público Asunción-1.997.
4. MUÑOZ CONDE, FRANCISCO: Derecho Penal. Parte Especial. 11º Edición. Tirant lo
Blanch. Valencia-España. 1996.
9. ZAFFARONI, EUGENIO R.: Manual de Derecho Penal. Editorial Ediar. Buenos Aires-
Argentina.
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