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Fabulas y Leyendas
Fabulas y Leyendas
Editorial
Cuando las fábulas y las leyendas entran al Jardín se abren las puertas de todos los mundos posibles.
¿Cómo llegan estos textos a la sala?
Entran por medio de la voz del docente. Este será el puente de conexión que permitirá la entrada de los
niños y las niñas a esos otros mundos posibles en condición de “lectores”.
¿Cómo se instalan los textos en la sala?
Se instalan con la rutina lectora, sostenida y fortalecida periódicamente como uno de los hábitos más
sólidos y representativos del quehacer en el Jardín. Para esto es imprescindible la planificación del tiempo y el
espacio que se destinará a esta actividad, pensando en los momentos que brindan mejores condiciones de
tranquilidad y bajo nivel de estímulos externos. Sería ideal disponer de un lugar en la sala o fuera de ella, que no
presente demasiados distractores.
¿Qué hace el “pequeño lector”?
Las niñas y los niños que leen a través de la voz de su maestra o maestro, llevan a cabo todas las acciones
propias de cualquier lector. La primera y fundamental es el disfrute de leer. En esto se basa la formación de
lectores en esta etapa.
Los docentes estimularemos, a partir de allí, todo el trabajo que el lector realiza para acercarse más y más a
lo que le cuenta el texto, dando lugar a que pregunten, cuestionen, comparen, tracen paralelismos, expresen el
descubrimiento de semejanzas y diferencias, duden, pidan explicaciones, expliquen a los demás, opinen...
Todo esto da lugar a actuar con el texto desplegando estrategias tales como buscar determinados pasajes; hacer
una relectura; analizar una frase; localizar una palabra determinada, hacer anticipaciones, conectar ideas-acciones o
personajes, evocar algo leído que se conecta con la lectura actual, ir delineando preferencias, entre otras.
Con la relectura y la revisita al texto, los pequeños lectores y lectoras van reconociendo que se puede leer
con diferentes propósitos: se puede leer tanto para encontrar el nombre de un personaje que no recordamos,
como para volver a reírnos de una frase que nos resultó graciosa. Y a medida que avanzamos en esto, el texto se
va haciendo cada vez más “nuestro”, es decir, lo uso, recurro a él en la medida que lo creo necesario, me lo apropio.
Una oportunidad para las emociones
Después de la lectura surgen naturalmente las opiniones y miradas sobre lo leído. Siempre aparece el “por
qué”, que funciona como recurso ideal para la reflexión y expresión de sentimientos.
Si profundizamos en esto, estamos propiciando que los lectores se posicionen ante un texto en razón de lo
que sienten y piensan. Y no solo esto, sino también que aprendan a expresarlo.
Los problemas que plantean las leyendas y las fábulas son los elementos fundamentales para dar puntos de
vista y ponerlos a consideración de todos. Los docentes podemos intervenir abriendo esos puntos de vista al
debate grupal, y de esta manera ir más allá de ideas moralizantes para favorecer la comprensión en lugar del juicio.
Tendremos un grupo de lectores activos si:
-La o el docente lee en forma habitual.
-Los niños y las niñas tienen la oportunidad de leer a través de su voz y disfrutar.
-Los niños y las niñas son entrenados en la observación de soportes textuales para realizar su propia lectura
(imágenes de tapa, títulos, ilustraciones interiores, fotografías, láminas).
-Se estimula a hacer anticipaciones atendiendo a esas imágenes y verificando luego en el texto su veracidad.
-Se da lugar para preguntar, cuestionar, pedir explicaciones, objetar.
-Se toman en cuenta las opiniones de todos y se van perfilando preferencias sobre las temáticas, los
personajes y las tipologías textuales. De esta forma se pueden planificar futuras lecturas acordes con el gusto
del grupo.
-Se comparan los textos leídos descubriendo semejanzas y diferencias entre ellos. Pueden encontrar
personajes que se repiten, conductas reiteradas de algunos de ellos, características opuestas, ambientes
similares o comunes, otras.
-Se detectan los matices del lenguaje escrito -en contraposición con el lenguaje coloquial- y se crea
familiaridad con el mismo.
-Se respeta el vocabulario textual de los relatos para luego plantear qué querrá decir una palabra que no
conocemos y ponerla en cuestión para descubrir su significado.
Son múltiples las posibilidades de recrear y profundizar estos relatos. La consigna fundamental será
disfrutarlos, hacer volar la imaginación transitando la senda donde todo es posible, habitar otros mundos en los
que podemos escuchar hablar a los animales y donde los dioses están atentos al cuidado de la naturaleza.
El acercamiento a la lectura, en esta etapa de pura curiosidad, sienta las bases del disfrute de leer. Como
docentes, inspiradores y referentes de nuestros pequeños lectores, aspiramos a que se conserve toda la vida.
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La paloma y la
hormiga (fábula)
Una hormiga trabajadora,
muerta de sed después de tanto
caminar, se acercó a la orilla de un
arroyo para beber agua fresca. Estaba tan
concentrada bebiendo que sin darse cuenta la
arrastró el agua que corría sin parar.
Desesperada trató de flotar sabiendo que estaba
a punto de ahogarse.
Pidió auxilio con su voz finita con la esperanza
de encontrar un alma buena que pudiera salvarla.
Desde un árbol la vio una paloma y para ayudarla arrancó una hoja y la tiró al agua; la
hormiga pudo subirse a ella y se salvó. Llegó a tierra temblando del susto pero feliz y
agradecida.
Mientras pasaba eso, un cazador que andaba por allí, preparó una jaula para atrapar a
la pobre paloma. Se fue acercando al árbol muy despacio para no hacer ruido y cuando
estaba a punto de encerrarla, la hormiga le picó el tobillo, haciéndole caer la jaula de las
manos.
La paloma salió volando asustada por el ruido y los gritos del cazador que repetía: ¡Ay,
ay, ay, mi pie, mi pie! Alzó vuelo hasta desaparecer en el color celeste del cielo; mirando
desde arriba, agradecida, a la hormiga que ahora había salvado su vida.
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A medida que escalaban las rocas más altas, se detenían a mirar cómo su tierra se
cubría de agua con la inundación. Y desde allí vieron, con espanto, que los más ancianos
habían quedado atrás, porque sus fuerzas ya no eran suficientes para seguir subiendo.
¿Qué harían? ¡Era muy difícil bajar a rescatarlos! Pero debían salvar a sus abuelos.
Estaban desesperados, los más pequeños lloraban sin consuelo. Habrá sido ese llanto lo que
despertó al espíritu de la llanura, que sintió pena por los pobres ratones y los quiso ayudar:
hizo crecer, detrás de cada uno de ellos, una cola larga y fuerte, que les permitiría llegar
hasta abajo, tomados unos de otros como una larga cadena y, así, rescatar a los ancianos.
Desde lejos se veía bajar, de la roca mayor, la soga más resistente que jamás se haya
visto. Eran los ratones tomados de sus colas, juntando sus fuerzas y su deseo de salvar a
cada abuelo en peligro. Así, los fueron levantando uno a uno hasta asegurarse de dejar a
todos a salvo.
El espíritu de la llanura los premió por el amor que demostraron a los abuelos y les dejó
para siempre las colas.
Ellas los han salvado desde esos tiempos hasta
hoy, en momentos de peligro, y simbolizan que
siempre hay una manera de ayudar a un ser querido.
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La tormenta de nieve que había empezado los envolvía furiosa con su manto blanco.
¡Tenían que escapar rápido de allí, pero no sabían adónde ir!
Entonces los padres tomaron a sus hijos con toda la fuerza que pudieron y se
dirigieron hacia el mar, que era el único lugar donde podrían refugiarse.
Llegaron a la orilla, se tomaron de las manos y desde una enorme roca saltaron al
agua profunda.
Todos eran buenos nadadores, menos Nikan, que todavía necesitaba ayuda, así que
lo tenían de los bracitos y lo levantaban para que mantuviera la cabeza fuera del agua.
Cada vez que Nikan se hundía, lo sacaban rápido para que respirara, y seguían nadando
todos juntos.
La tormenta no terminaba, así que la familia siguió y siguió en el azul del mar. Nikan
estaba feliz dando saltitos para sacar la nariz fuera del agua.
En ese lugar estaban seguros y unidos… ¡El agua los cuidaba! Y pensando eso, se
convirtieron en hermosos delfines, ágiles y fuertes.
Desde ese entonces se los puede ver nadando juntos, dándose caricias y saliendo
del agua para respirar, como cuando vivían en la tierra.
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