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Universidad Nororiental Privada “Gran Mariscal de Ayacucho”

Facultad de Derecho-Escuela de Derecho


Post grado-Derecho Procesal Civil
Responsabilidad Civil
Maturín. Edo. Monagas

Responsabilidad civil de los jueces y


abogados

Facilitador:

Mgs. Luis Alberto Natera

Realizado por:

Yailiana Benavides

C.I: 19.477.075

Maturín, Junio 2020

LA RESPONSABILIDAD DEL JUEZ EN VENEZUELA


(Fundamentos Constitucionales, legales y jurisprudenciales)

El juez es una figura de la que no se puede prescindir en una concepción


moderna. En efecto, es la figura del tercero imparcial dedicado a resolver el conflicto
intersubjetivo, en relación con la interpretación o con el cumplimiento de la norma, es
imprescindible y se evidencia de manera especial cuando se asume una visión del
derecho en donde el conflicto, real o potencial, ocupa un lugar importante.

En ese sentido una de las causas que explican los rasgos del estado de
naturaleza en las clásicas teorías contractualitas es precisamente la ausencia de ese
tercero imparcial, cuya voluntad se impone a la de las partes enfrentadas.

Ahora bien, el Juez como rector de todo proceso judicial debe ser el responsable
de dirigir dicho proceso con probidad, honradez, discreción, eficiencia, veracidad y
lealtad, en el desempeño de sus funciones, tal como se lo exige como deber, el nuevo
código de Ética Profesional del Abogado Venezolano en su artículo 4. Es responsable
además de los daños y perjuicios que se puedan ocasionar a las partes o terceros
intervinientes en un proceso por acción u omisión de su desempeño laboral.

En ese sentido, los jueces tienen deberes propios para cumplir. Específicamente
el artículo 255 de la Carta Magna en su último parágrafo, dispone “… Los Jueces o
Juezas son personalmente responsables, en los términos que determine la Ley, por
error, retardo u omisiones injustificados, por la inobservancia sustancial de las normas
procesales, por denegación, parcialidad y por los delitos de cohecho y prevaricación en
que incurran en el desempeño de sus funciones”.

De igual manera y concatenando la norma comentada anteriormente con el


numeral 7 del artículo 38 de la Ley de Carrera Judicial el cual dispone: “Los jueces
podrán ser amonestados cuando: incurran en retrasos y despidos injustificados en la
tramitación de los procesos o de cualquier diligencia en los mismos.

Sigue el mismo artículo en su parte in fine explanando: “Los Jueces que


conozcan en grado de una causa están en la obligación de amonestar de oficio al
inferior, cuando observaren los retrasos y descuidos a los que se refiere el ordinal 7 de
este mismo artículo y de enviar al consejo de la judicatura copia de la decisión que se
agregará al expediente del Juez. El cumplimiento de este deber por parte de los jueces
que conocen en grado de una causa, será motivo de amonestación por parte del
congreso de la judicatura”.

Pero el propósito esencial no es solucionar las cuestiones entre partes sino


satisfacer el interés general de la justicia que está por encima de los intereses
particulares. En ningún caso y bajo ningún pretexto, el Juez puede abstenerse de
administrar justicia, so pena de incurrir en denegación de justicia.

Están obligados igualmente los jueces a ser imparciales en el desempeños de


sus funciones, a mantener la discreción, a no proceder de oficio en los procesos civiles,
sino cuando así lo autorice expresamente la Ley. Debe tener como norte la verdad de
sus actos, respetar los lapsos establecidos por la Ley para asegurar la celeridad del
proceso. Debe en tal sentido garantizar el principio constitucional, contenido en el
artículo 257, “El proceso Constituye un instrumento fundamental para la realización de
la justicia. Las leyes procesales establecerán la simplificación, uniformidad y eficacia de
los trámites y adoptarán un procedimiento breve, oral y público. No se sacrificará la
justicia por omisión de formalidades no esenciales”.

El incumplimiento de estos deberes puede acarrear para el juez sanciones, pues


la Ley de Carrera Judicial en los artículos 39 y 40, establece las causales de
amonestación, suspensión y destitución de los Jueces. Así mismo el Código de
Procedimiento Civil regula lo relativo a las demandas para hacer efectiva la
responsabilidad de los Jueces en materia civil” que pueden ser intentadas contra
Jueces, Conjueces y Asociados de Tribunales, en los caso que: 1) La Ley declare que
no queda a la parte otro recurso sino el de queja, si se hubiere faltado a la Ley; 2)
Cuando el Juez o Tribunal haya librado decreto ilegalmente sobre punto en que no
conceda la Ley apelación, entre otras.
Basado en lo anteriormente dispuesto, pudo señalar y traer a colación, el
proyecto del Código de Ética y Disciplina de los Jueces Venezolanos, que en su artículo
8 expresa “La imparcialidad constituye supuesto indispensable para la correcta
administración de justicia y por ello el magistrado o Juez que se hallare incurso en
alguna causal de inhibición o recusación, o viere comprometida su imparcialidad por
alguna circunstancia previa o sobreviniente al proceso el cual deba conocer, debe
separarse inmediatamente del mismo sin esperar a que se le recuse”.

Por último; cabe señalar que, entre las condiciones que se exige para garantizar
la idoneidad y responsabilidad del Juez, es su formación intelectual. Un Juez inmerso
en un tiempo y en una sociedad que claman por cambios profundos; un Juez
emplazado a procurar la verdad real y no solo la verdad formal, debe ser consciente de
la necesidad de estudiar, de investigar, de adquirir técnicas de interpretación y de
utilizar los auxilios de la tecnología, para rendir un mejor servicio. El artículo 20
ejusdem, señala que “La formación integral y la actualización de conocimientos son un
derecho y un deber del Magistrado y del Juez, estando obligado a participar por lo
menos, una vez al año en cursos o actividades profesionales y fortalecimiento Ético
promovidos y organizados por la Escuela de la Magistratura”.

ANALIZAR LA RESPONSABILIDAD DE LOS ABOGADOS EN VENEZUELA

(Aportes Jurisprudencial)

Para el Abogado Español Fernando Reglero Campos: “La relación que une al
Abogado con su cliente puede ser de muy variada condición, atendiendo al objeto de la
obligación de aquél. En el ejercicio libre de la profesión, normalmente se concibe como
un contrato de prestación de servicios, que en ocasiones no se aproxima al contrato de
mandato, sustentado en la buena fe, y sobre todo, en una relación de confianza entre
abogado y cliente”.
El mismo autor, señala que entre las tantas responsabilidades del Abogado,
están: 1) Realizar diligentemente las actividades profesionales que le imponga la
defensa del asunto encomendado, ateniéndose a las exigencias técnicas, deontológicas
y éticas adecuadas a la tutela jurídica de dicha causa y pudiendo auxiliarse de otros
colaboradores y colegas, actuando estos bajo su responsabilidad; 2) El Abogado
deberá identificarse ante la persona a la que asesore o defienda, incluso cuando lo
hiciere por cuenta de un tercero, a fin de asumir las responsabilidades civiles, penales y
deontológicas que, en su caso, correspondan.

De la misma manera es pertinente citar al Dr. Juan David Palacios Barrientos,


quien encuadra al profesional litigante como sujeto de obligaciones de medio, y al
profesional consultor como sujeto de obligaciones de resultado. Esta aseveración
admite sus variaciones, si se tiene en cuenta que el Abogado litigante, a quien por regla
general se le enmarca en el marco general de las obligaciones, esto es, cumpliendo a
cabalidad con lo encomendado, así como las múltiples diligencias que pueda realizar.

Al respecto, del planteamiento que realizan cada uno de los prenombrados


autores; como investigadora del tema objeto de estudio, es de suma importancia
mencionar que La Ley de Abogados en su Título III impone deberes y derechos a los
Abogados como una medida de responsabilidad en el actuar de las causas a la hora de
la defensa de sus representados, el artículo 15 de la ley en comento dispone: “El
Abogado tiene el deber de ofrecer al cliente el concurso de la cultura y de la técnica que
posee; aplicarla con rectitud de conciencia y esmero en la defensa; ser prudente en el
consejo, sereno en la acción, y proceder con lealtad, colaborando con el Juez en el
triunfo de la Justicia”.

De la misma manera, el articulo 18 ejusdem dispone: “Los Abogados están


obligados a cumplir los reglamentos, acuerdos, resoluciones y demás decisiones de la
Federación de Colegios de Abogados, de los colegios en cuya jurisdicción ejerzan su
profesión y del Instituto de Previsión social del Abogado”.
Así como los Jueces son sancionados por los errores y faltas que estos puedan
cometer, lo mismo ocurre para el abogado en libre ejercicio de su profesión ya que la
Ley de Abogados y el Código de Ética del Abogado disponen el régimen disciplinario
para los profesionales del Derecho en Venezuela.

En este término de la investigación cabe mencionar la jurisprudencia de la sala


de Casación Civil del TSJ, Exp. AA20-C-2008-000277, se trata de un recurso de
casación donde la pretensión fue por intimación de honorarios profesionales y por Daño
Moral; en esta causa, el Abogado representante del ciudadano Víctor Leonardo Ayala
en una primera demanda de Amparo Constitucional, en la cual resultó victorioso, no
recibió el pago de sus honorarios profesionales, dicha situación obligó al Abogado a
demandar al ciudadano antes mencionado por tal motivo.

En el recurso, el recurrente alega que contra él se cometió fraude procesal en el


Tribunal Superior y en el Tribunal de Primera Instancia, además menciona en este
recurso dos causales objeto de demanda (Intimación por cobro de honorarios
Profesionales y Daño Moral), dichas causales la Sala las considera una separada de la
otra, puesto que la primera es llevada a cabo de acuerdo a la Ley de Abogados
concatenada con el Código de Procedimiento Civil (CPC) y la segunda es llevada de
acuerdo al CPC, motivo por el cual la sala de Casación Civil dio sin lugar el recurso. Sin
embargo, la misma sala realiza un análisis de lo que es el hecho Ilícito contemplado en
el artículo 1185 del Código Civil, ya que el demandante alegó que el Tribunal Superior
le dio una interpretación errónea a la norma comentada.

Al respecto, la sala para decidir expone lo siguiente:

Del artículo 1185 del Código Civil vigente se desprende, Pudiéndose definir el
daño como el deterioro, perjuicio o menoscabo que por la acción de otro se recibe en la
propia persona o en los propios bienes; el cual puede provenir de dolo de culpa e
inclusive de caso fortuito, según el grado de malicia, negligencia o causalidad entre el
acto y el efecto del mismo.
El Daño ya sea moral o material, en los casos del artículo 1185 del Código Civil
(CC), es la consecuencia del Hecho Ilícito; así provenga este de un acto voluntario o
culposo; o que el daño reclamado (moral o material) tuvo su origen en alguno de los
supuestos en que existe el Hecho Ilícito, contemplados en el referido artículo. No se
trata, pues, de una simple calificación de la acción, ya que siempre seria esta por
indemnización de daños, morales o materiales, sino de establecer la causa, el origen de
esos daños, cuestión esencialmente de hecho y no de derecho tal como señala Emilio
Calvo Baca en sus comentarios al Código Civil Venezolano.

En efecto, dispone el articulo 1185del CC, que el que con intención o por
negligencia, o por imprudencia, ha causado un daño, a otro, está obligado a repararlo;
de lo que se desprende que, el hecho ilícito da lugar a la Responsabilidad Civil
denominada extra – contractual.

La palabra “Responsabilidad” en materia Civil, se define como la situación


jurídica en que queda el patrimonio de aquel que ha causado un daño injusto a otro,
proveniente del incumplimiento de una obligación contractual o de un Hecho Ilícito , que
originan la responsabilidad civil contractual y la extracontractual, la cual tiene lugar
cuando una persona causa un daño a otra por un hecho ilícito propio, o los dalos
causados por personas, animales y cosas sometidas a su guarda, sin que en esa
acción lesiva existan vínculos jurídicos anteriores con la victima del daño, o sea
independiente todo contrato, extendiéndose a todo daño moral o material, de
conformidad con lo establecido en el articulo 1196 ejusdem.

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