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PRÁCTICAS PERSONALIDAD

1- MIRAR A VER SI TIENE UN TRASTORNO.


- Patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta
acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto.
- Se manifiestan 2/+ de las siguientes áreas

a. Distorsiones cognitivas
i. pensamientos irracionales, mágicos, aberrantes
ii. percepción distorsionada de sí mismo, de los demás o de la realidad
b. Alteración de la afectividad en la gama
i. intensidad, labilidad, adecuación de la respuesta emocional
c. Alteraciones en las rel interpersonales
i. aislamiento, inestabilidad, dependencia, manipulación, dominancia,
conflictos violentos, promiscuidad sexual, parafilias sexuales
d. Dificultades en el control de impulsos

2- INFLEXIBILIDAD CONDUCTUAL
a. el sujeto tiene un repertorio limitado de conductas rígidas (no las cambia)

3- LIMITACIÓN FUNCIONAL
a. deterioro social, laboral o de otras áreas imp de la ac del individuo (como
conseq de su TP).
b. rasgos desadaptativos que se extienden a todos los ámbitos de su vida:
estudio, actividades en general y rel interpersonales

4- SUFRIMIENTO SUBJETIVO

5- PATRÓN ESTABLE Y DE LARGA DURACIÓN (Su inicio se remonta al menos a la


adolescencia o principio de edad adulta)

6- PATRÓN NO ATRIBUIBLE A UNA MANIFESTACIÓN O UNA CONSEQ DE OTRO


TRASTORNO MENTAL NI CAUSADO POR LOS EFECTOR FISIOLÓGICOS DIRECTOS DE
UNA SUSTANCIA (drogas/medicamento) NI DE UNA ENFERMEDAD FÍSICA (lesión
neurológica)
Caso 2: SUSANA

Susana era una mujer altamente suspicaz, según ella misma explicaba, nunca se había sentido lo
suficientemente cómoda en una relación como para llegar a confiar plenamente en la otra persona. Si algún
desconocido se acercaba a ella, sospechaba que lo movía la existencia de intereses ocultos. Incluso dudaba
de la lealtad o bondad de quienes conocía (amigos de la familia, compañeros de trabajo, vecinos, etc.).
Constantemente se mostraba a la defensiva, sin confiar sus intimidades o sentimientos absolutamente a
nadie. Lógicamente, esta actitud le había generado graves dificultades sociales. Carecía de amigos íntimos,
todas sus relaciones eran superficiales y de corta duración (excepto con su marido, con quien llevaba
casada cinco años, aunque de él también desconfiaba). No pasaba mucho tiempo antes de que se sintiera
ofendida o ultrajada por alguien y decidiera romper su relación con esa persona. Si consideraba, como
ocurría frecuentemente, que alguien le había fallado u ofendido de alguna manera, no podía más que
recordarlo para siempre, siendo incapaz de perdonar y olvidar. Cuando veía a dos conocidos suyos
charlando, fácilmente tenía la sensación de que la estaban criticando. Esto le había llegado a pasar incluso
con desconocidos: sólo con que casualmente su mirada se cruzara con la de alguno de ellos, ya pensaba
que comentaban algo sobre ella. Aparte de los lógicos problemas en su vida social, esta forma de ser la
perjudicaba en el trabajo. Susana era agente inmobiliario y su sueldo dependía de las ventas que
consiguiera. Cuando alguna se frustraba, rápidamente sospechaba de la intervención oculta y
malintencionada de alguno de sus compañeros (y «competidores») de trabajo; si un cliente pedía tiempo
para meditar sobre una posible compra, ella imaginaba que intentaba hablar con algún «contrincante» para
conseguir un precio más bajo; nunca comentaba las ventas que tenía en cartera con sus compañeros, no
fuera caso que intentaran quitárselas; por eso, también solía quedar con sus clientes fuera de la oficina,
donde no pudieran coincidir con sus colegas. Su comportamiento esquivo y sus peculiares métodos de
trabajo le habían hecho ganar mala fama entre los otros vendedores de la agencia, quienes en realidad
cumplan las normas del juego limpio entre ellos y mantenían un buen ambiente laboral. La consecuencia de
todo ello era que ciertamente habían empezado a dejarla de lado, a hablar mal de ella a sus espaldas y a
mostrar poco interés por ayudarla o facilitarle una venta (sus sospechas finalmente se cumplían). Quien
también había sido víctima de su desconfianza patológica era su marido. Habitualmente, la encontraba
malhumorada y resentida si se retrasaba volviendo de la oficina, con lo cual era impensable que pudiera
proponerle salir a tornar una copa con un amigo o un cliente si ella no le acompañaba, y se enfrentaba a un
escándalo si era sorprendido simplemente mirando a una mujer atractiva que pasara por delante de él.
Susana era tremendamente celosa. De forma parecida a como había sucedido en el trabajo de ella, su
marido había empezado a actuar de acuerdo con la forma de ser de ella. Por ejemplo, llamaba avisando de
que se retrasaría por una reunión en la oficina cuando en realidad había quedado para discutir algún asunto
tomando una copa con algún compañero; no comentaba jamás en casa si a la hora de comer había
coincidido con alguna colega en el restaurante; o bien fingía que todas sus clientes eran poco atractivas y
antipáticas, etc. Ni que decir tiene que todas esas mentiras o excusas no tenían otro propósito que evitar
una discusión, provocando un grave conflicto si en alguna ocasión era descubierto. Es importante tener en
cuenta cómo la conducta de Susana tenía un efecto claro sobre aquellos que se relacionaban con ella .
Involuntariamente le seguían el juego y le daban argumentos o razones para creer más vehementemente
en la animadversión que despertaba en los demás o en las malas intenciones ocultas de éstos. Se establecía
una especie de retroacción en la que su comportamiento modulaba el de los demás, reforzando y
perpetuando sus patrones conductuales y su modo de interpretar las situaciones, o sea, ella conseguía con
su comportamiento que los demás acabaran realmente criticándola y actuando a sus espaldas, y esto
justificaba a la larga su manera de proceder desde el principio. En cierta ocasión argumentó: «Cómo no voy
a desconfiar de mi marido si el otro día descubrí que me había engañado al decir que su nueva secretaria
no era nada atractiva. Pasé casualmente por su oficina y resulta que se trata de una chica joven y muy
guapa. Si me engañó, por algo será, algo querrá con su secretaria». Susana se equivocaba sólo a medias: su
marido sí la había engañado, pero no por lo que ella pensaba. Él sabía que decirle que su nueva secretaria
era joven y atractiva hubiera supuesto discutir durante horas sobre quién la había escogido, con qué
criterios, si tenía novio, o cómo vestía. Ello implicaría un interrogatorio diario al volver a casa desde el
trabajo, llamadas frecuentes a la oficina, visitas sorpresa, etc. Justo lo que pasó después de que ella viera a
la secretaria. A pesar de sus comportamientos inapropiados, la apariencia externa de la afectada no
resultaba un indicio claro de trastorno.

1. ¿Se trata de un trastorno de la personalidad? -> TRASTORNO PARANOIDE

2. ¿Cumple suficientes criterios generales del DSM-5?


- Preocupación con dudas injustificadas acerca de la lealtad o confianza de los amigos.
- Poca disposición a confiar en los demás debido al miedo injustificado a que la información
se use maliciosamente en su contra.
- Percepción de ataque a su carácter o reputación que no es apreciable por los demás y
disposición a reaccionar rápidamente con enfado o a contraatacar.
- Sospecha recurrente respecto a la fidelidad de la pareja.
- Distorsiones cognitivas (malpensar y malinterpretar las acciones/comentarios de los demás)
--> interpretación errónea de la realidad
- Conflictos laborales (alteración en las relaciones interpersonlaes)

3. ¿Hay indicios de otros trastornos de la personalidad? No hay indicios de otro trastorno


Caso 4. BUENAS COMPAÑÍAS

La Sra. Nicolet es una francesa de 55 años. Fue enviada al departamento de urgencias por el médico
de cabecera, que dijo haber estado convenciéndola para que acudiera a un psiquiatra. Estaba seguro
de que su paciente tenía que ser hospitalizada para recibir un tratamiento específico. La Sra. Nicolet
le llamó en mitad de la noche diciendo que la situación se le iba de las manos, que "ellos" se estaban
comportando mal y que había que hacer algo para terminar con sus trucos. "Ellos" utilizaban unos
rayos invisibles, riéndose al tiempo que hacían comentarios obscenos y mandaban electricidad a sus
genitales, tratando de excitarla sexualmente. El médico de cabecera de la familia de la Sra. Nicolet
explicó que durante los 3 años anteriores la paciente oía voces constantemente, pero hasta ahora se
había negado a tomar ningún medicamento o visitar a un especialista. Decía que las voces no le
molestaban del todo, porque como vivía sola, su compañía era divertida. Antecedentes. La Sra.
Nicolet nació y creció en París. Trabajó como secretaria hasta su matrimonio. Su marido era revisor
de tren. No tenían hijos. En la familia de la Sra. Nicolet no había antecedentes de enfermedad
mental, y ella nunca había sido tratada por trastornos psiquiátricos. Los problemas de la paciente
comenzaron aproximadamente un año después de que su marido muriera por cáncer de pulmón.
Vivía sola, no tenía familiares cercanos en París y no tenía verdaderos amigos, ya que, tanto ella
como su marido, nunca se habían preocupado por mantener relaciones sociales. Un día notó que las
dos voces que oía en su cabeza comentaban lo que hacía. Al principio estaba disgustada y pensó que
era por la antena parabólica que sus vecinos habían instalado cerca de su ventana. Tuvo cuidado de
cerrar las ventanas bien, luego se dio cuenta de que sus radiadores estaban cargados de electricidad.
Le pidió al médico de cabecera que te hiciera un chequeo por si estuviera contaminada por unos
rayos extraños. El médico no pudo encontrar nada anómalo en ella, ni en los análisis clínicos ni en
otras pruebas, incluido un escáner cerebral que fue negativo. Le aconsejó ver a un psiquiatra, y
cuando ella lo rechazó, le prescribió haloperidol. El medicamento le produjo somnolencia, por lo que
dejó de tomarlo a los pocos días. Al final, decidió vivir con las voces, porque eran amables y
amigables, dejó de preocuparse por ellas y después de un tiempo se acostumbró a su compañía. La
Sra. Nicolet tuvo siempre una buena salud física. No fumaba ni tomaba drogas. Bebía ocasionalmente
un poco de vino con su marido, pero cuando él murió dejó de beber por completo. El médico de la
familia Nicolet conocía a la paciente desde hacía más de 20 años. Ella le consultaba por pequeños
achaques y, por supuesto, la visitó más durante la enfermedad de su marido. Siempre había sido algo
retraída y no solía hablar más de lo necesario, pero el médico no observó nunca nada extraño o
anormal en su manera de hablar o en su comportamiento. Incluso cuando comenzó a oír voces,
podía comportarse normalmente en su vida diaria. Hallazgos en la exploración. La Sra Nicolet estaba
bien orientada en tiempo, en espacio y personalmente. Decía de vez en cuando "parar esto", pero en
todo momento hablaba coherentemente. Explicó que oía voces en su cabeza y que los que hablaban,
normalmente se limitaban a comentar entre ellos sus pensamientos o sus acciones, o a hablar entre
ellos sobre su persona. Algunas veces le daban consejos, e incluso órdenes, y le insertaban en la
mente pensamientos que ella sabía que no eran suyos. Sin embargo, como la mayoría de las veces
eran bastante sensatos, no puso objeción. En las ocasiones en que las voces decían cosas que no eran
agradables, tenía que regañarles. La Sra. Nicolet dijo que, a veces, sentía extrañas sensaciones en su
cuerpo, de tipo eléctrico, o bien como ondas de radio o como rayos invisibles, y luego cómo ellos
experimentaban en ella. Estas sensaciones no habían sido muy desagradables hasta unas semanas
antes de acudir al hospital. La Sra. Nicolet no estaba deprimida ni ansiosa. Relató coherentemente su
pasado y su vida actual, y aseguró que podría cuidarse perfectamente tan pronto como las voces
comenzaran a comportarse razonablemente de nuevo. El examen somático no reveló ninguna
anormalidad. Los resultados de los análisis de sangre (incluidas pruebas sobre la función tiroidea) se
encontraban en los límites normales, así como los de otras pruebas (electroencefalograma y un
nuevo escáner cerebral). Resolución M caso. La Sra. Nicolet fue tratada con 20 mg de haloperidol
durante las 2 primeras semanas. Las voces disminuyeron gradualmente en frecuencia e intensidad, y
las sensaciones somáticas desaparecieron totalmente. Comenzó a comprender que las voces eran
producto de una enfermedad pero parecía algo desilusionada cuando cesaron completamente. Dijo
que, después de todo, las voces habían sido "una buena compañía" la mayoría del tiempo.

1. ¿Se trata de un trastorno de la personalidad? NO, ESQUIZOFRENIA (trastorno psíquico)

2. ¿Cumple suficientes criterios generales del DSM-5?


- Preocupación con dudas injustificadas acerca de la lealtad o confianza de los amigos.
- Poca disposición a confiar en los demás debido al miedo injustificado a que la información
se use maliciosamente en su contra.
- Percepción de ataque a su carácter o reputación que no es apreciable por los demás y
disposición a reaccionar rápidamente con enfado o a contraatacar.
- Sospecha recurrente respecto a la fidelidad de la pareja.
- Distorsiones cognitivas (malpensar y malinterpretar las acciones/comentarios de los demás)
--> interpretación errónea de la realidad
- Conflictos laborales (alteración en las relaciones interpersonlaes)

3. ¿Hay indicios de otros trastornos de la personalidad? No hay indicios de otro trastorno

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