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Vivian es una mujer de 40 años que acude a consulta por presentar una relación de
pareja disfuncional en la que priman maltratos verbales, físicos y emocionales
frecuentes. Pide ayuda porque no logra auto controlarse cuando responde a estas
agresiones, y siente que aunque quiere dejar a su esposo nunca podrá hacerlo porque
tiene miedo a quedar desamparada.
Al parecer es un persona insegura y poco confiable en relación con las personas que
la rodean. Puede ser peligrosamente inestable.
La paciente señala que su esposo hace mucho tiempo que “no la toca” y cuando ella se
acerca, él dice que su presencia le da “asco” porque es una “cualquiera”. Esto se debe –
comenta la paciente- a una infidelidad de su parte hace dos años. Revela que fue infiel
porque su esposo perdió el interés en ella, y que tras varios años de no tener relaciones
sexuales de forma continua (porque tenían intimidad 1 vez cada tres meses), decidió
tener una “aventura”, sólo para tramitar sus deseos: -fue sólo una relación pasional,
afirma-, y después llora y reitera sentirse culpable; y en breves instantes seca sus
lágrimas y se autorregula, diciendo que él se lo tiene merecido por no aprovechar una
mujer como ella. Señala que acude porque siente que a menudo se descontrola y que él
“la ajusta” con un grito y en ocasiones “sacudiéndola” de forma frecuente. Revela que
en una ocasión la persiguió con un machete y que en otra amenazó con quitarse la vida
si ella le seguía reclamando por sus agresiones. Cuando se conocieron era muy joven
(17 años) y él tenía 29 años y ya era profesional, su familia la presionó a casarse por la
estabilidad económica, y aunque vio en él un hombre introvertido, callado y calculador,
contrario a ella en muchos aspectos, decidió casarse 6 meses después con él. Relata
que su madre tuvo una historia similar pues su esposo es mayor que ella 10 años, fue
su único novio y lo aprobó su madre.
Los vecinos referencia que era una mujer errática y muy emocional conflictiva y de
dudosa reputación.
El padre de Vivian es un hombre calmado, pero que cuando se enoja “tienen que
esconderse” -afirma la paciente- ya que se torna muy agresivo. Vivian refiere que ella
aguanta mucho los insultos, pero que una vez se enoja ella le pega a su pareja y lo
amenaza con matarlo, si se acerca a ella. Señala que ambos se calman cuando se
cansan de insultarse y de lanzarse cosas. Después se quedan dormidos en cuartos
diferentes y en la mañana no se dirigen la palabra. Nunca hablan de lo sucedido, ante
lo cual indica que “las cosas se van arreglando solas”, y complementa: “así lo ha
hecho mi madre toda la vida ¿por qué no me puede funcionar a mí?” En su
adolescencia tuvo una aventura con un vecino de su edad antes de su esposo, el cual
abandonó porque lo consideró inmaduro y “hablador”. La pareja tiene una hija de 7
años que a menudo lanza cosas cuando se enoja y que calman con un grito,
estrategia que es habitual en ésta familia para autorregularse. Considera que su
problema es que no la entienden porque si todos cambiaran su actitud ella sería una
mejor persona. Señala que su estilo de vida es costoso y que separarse le implicaría
renunciar a muchos beneficios, a veces desea quedarse porque afirma amar a su
pareja y en otras ocasiones desearía estar sola y abandonarlo todo para vivir su vida.
Frente a ello le preocupa lo que van a decir otros y a menudo duda de que su esposo
la ame, así también cuestiona que su padre aprecie las cosas que ella hace por su
familia. Su vida social es escasa, sus amigos temporales y una vez que éstos se dan
cuenta que ella los usa para escapar de su rutina, se alejan. No conserva amistades
de su infancia y adolescencia, tampoco de la universidad, e indica que su vida es su
familia y por ello no le interesan más vínculos. Su escolaridad es universitaria (de
profesión contadora) pero no ha podido ejercer por dedicarse al hogar, aspecto que
también se convierte en fuente de inconvenientes, cuando le reclama a su esposo que
él no desea dejarla triunfar profesionalmente.
Inteligencia ejecutiva, con mayor productividad que creatividad. Por ello hace uso de
una objetividad que matiza y reprime la capacidad de expresión psicoafectiva, tal
variación causa que se acumulen afectos disfuncionales cuya expresión externa
implica irritabilidad y agresión a quienes no cumplen sus deseos.
El caso parece ser una histeria disociativa con tendencia a la conversión; para
Coderch (1979) en la histeria aparecen “estados de diferenciación [que] se hallan
principalmente caracterizados por el aislamiento de un fragmento de la vida psíquica,
consciente e inconsciente, como rasgo predominante de la enfermedad). La paciente
circula por la causación objetal, ya que dinamiza sus necesidades a partir de la
búsqueda de la satisfacción y aprobación que le pueda producir el otro (dependencia),
y ejecuta descargas agresivas constantes en el camino hacia ese objeto, mismo en el