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“El Tedio que provocan hoy tantos discursos vacíos, y la actualidad de muchas otras
formas de comunicación, no deben sin embargo disminuir el valor permanente de la
Palabra ni hacer perder la confianza en ella. La palabra permanece siempre actual sobre
todo cuando va acompañada del poder de Dios. Por esto conserva también su actualidad
el axioma de San Pablo: «la fe viene de la audición», es decir, es la Palabra oída la que
invita a creer” (EN 42).
La predicación despierta la inquietud de ser discípulo del Señor, los que escucharon la
predicación de Pedro en el día de pentecostés se conmovieron de tal manera que
preguntaron a los otros apóstoles ahí presentes “¿Qué debemos hacer, hermanos?” (Hc 2,
37). El éxito de su predicación no radica en su elocuencia sino la verdad que contiene su
mensaje, fruto de una larga experiencia de encuentro con el Señor.
Es bueno subrayar que el predicador no se anuncia a sí mismo, sino a Jesucristo que nos dio
a conocer la voluntad del Padre, de él dice el apóstol “hemos recibido este ministerio por
pura misericordia, por eso no nos acobardamos; antes bien renunciamos a callar por
vergüenza… El mismo Dios que mandó a la luz brillar en las tinieblas, es el que hizo
brillar su luz en nuestros corazones para que en nosotros se irradie la gloria de Dios,
como brilla en el rostro de Cristo.” (2 Cor 4, 1,2.6).