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LA PREDICCIÓN CRISTIANA
Su importancia
Los principales fines del ministerio —evangelización y
enseñanza— hallan en la predicación uno de sus medios de
realización más importantes. Tanto es así que en el Nuevo
Testamento los dos verbos que más frecuentemente expresan
la acción de comunicar el Evangelio, evangelizo y kerysso se
traducen en numerosas versiones por «predicar». Por eso, tan-
to Jesús como los apóstoles fueron grandes predicadores (Me.
1:14; Mt. 4:23; 10:7; Me. 6:12; Hec. 5:42; 9:20; 20:25;
28:31; I Cor. 1:17; I Tes. 2:9, por citar sólo algunas refe-
rencias).
En épocas posteriores a la apostólica, los períodos más
luminosos en la Historia de la Iglesia han sido aquellos en
que el pulpito ha ocupado el lugar de prominencia que le
corresponde. La vitalidad de la iglesia ha corrido pareja con
la calidad y el poder de la predicación. No importa que ésta
haya sido interpretada por el mundo como locura; Dios la
ha usad¿ siempre para la salvación de los creyentes (I Cor.
1:21). So valor fue exaltado por Gregorio Nacianceno cuan-
do le asignaba lugar prioritario en el ministerio (protón ton
emeteron). Análogo concepto tuvo Erasmo: «El ministro se
halla en la cumbre de su dignidad cuando desde el pulpito
alimenta a la grey del Señor con sana doctrina» (1).
1. Ref. de C. Bridges, op. cit, p. 190.
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Aun en nuestro tiempo, como ha señalado Emil Brunner, se ha escrito tanto que lo que a un autor pudiera parecerle
«donde hay verdadera predicación; donde, en obediencia de original probablemente antes ya se había dicho. Sucede algo
fe, es proclamada la Palabra, allí, a pesar de todas las apa- parecido a lo que alguien, después de leer la antigua litera-
riencias en contra, se produce el acontecimiento más impor- tura helénica, afirmó sobre la filosofía: «Los griegos robaron
tante que puede tener lugar en la tierra» (2). todas nuestras ideas modernas».
Aunque existen otros caminos para difundir el cono- Por nuestra parte, definiríamos la predicación del siguien-
cimiento de la Palabra de Dios, tales como el diálogo o la te modo: es la comunicación, en forma de discurso oral, del
literatura, la predicación auténtica ha conservado siempre una mensaje divino depositado en la Sagrada Escritura, con el
primacía indiscutible. Hay en ella elementos de vida y pode- poder del Espíritu Santo y a través de una persona idónea, a
res únicos, inexistentes o muy disminuidos en los demás me- fin de suplir las necesidades espirituales de un auditorio.
dios de comunicación. Su fuego, sus inflexiones, su capacidad El análisis de esta definición nos ayudará a comprender
para sacudir la mente, encender los sentimientos y mover la la esencia y los fines de la predicación. Por tal motivo, con-
voluntad no tienen parangón. No nos sorprende que cuando sideramos a continuación los puntos fundamentales que de
alguien pidió a George Whitefield permiso para publicar sus ella se desprenden.
sermones, el fogoso predicador contestara; «No tengo ningu-
na objeción, si usted lo desea; pero nunca podrá introducir
en la página impresa el rayo y el trueno.» El contenido de la predicación
Si la predicación últimamente ha decaído en muchas par- Es vital que todo predicador tenga una idea clara de lo
tes del mundo, ello no se debe a un fenómeno de anacronis- que ha de constituir la sustancia de sus sermones. Un error
mo, sino a que muchos predicadores han perdido de vista la en la apreciación de la misma puede malograr sus mejores
verdadera naturaleza y las características esenciales de su esfuerzos. Como señala John Bright, «ninguna iglesia puede
función. ser mayor que el mensaje que proclama» (3).
Por vía negativa, diremos que un sermón no es un discur-
Definición so en el que el predicador expone ideas humanas —propias o
ajenas—, doctrinas filosóficas, especulaciones morales o ex-
Es difícil definir la predicación, ya que se trata de una periencias religiosas. Tampoco es una disertación teológica,
actividad compleja y de amplísimas dimensiones. Pero, aun fruto de disquisiciones metafísicas más que de exposición bí-
a riesgo de omitir elementos importantes, la definición siem- blica. Ni es una plática piadosa en la que se vierten reflexio-
pre es una ayuda para comprender y retener lo esencial de nes personales, por espirituales y edificantes que éstas sean.
una materia. El contenido de toda predicación ha de ser fundamental-
Nuestro intento de fijar el concepto de predicación ca- mente la Palabra de Dios. No olvidemos que es kerygma.
rece de pretensiones de originalidad. Sobre este punto, al Nada de lo que el hombre añada puede desfigurar o debilitar
igual que sobre muchos otros en el campo de la homilética, el mensaje divino. Esta característica era expresada de modo
tajante en los días de la Reforma: Praedicatio Verbi Dei est
2. Cit. por Paul Eppinger, Christianity Today, vol. XI, n. 18,
p. 13. 3. The Authority of the O.T., SCM Press, p. 165.
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Únicamente quien ha tenido vivencias auténticas de la ener- hacerlo puede contribuir muy positivamente a la superación
gía transformadora del Evangelio puede afirmar sin vacila- de la crisis. En el pulpito, el predicador sincero tiene expe-
ciones que es «poder de Dios para dar salvación a todo aquel riencias tan claras como inefables de la presencia y el poder
que cree» y esperar que sus oyentes tomen sus palabras en del Espíritu Santo, el cual le habla a él tanto o más que a
serio. Pero no es el testimonio oral que sobre sus experien- la congregación y convierte la Palabra en fuerza maravillosa-
cias puede dar el predicador desde el pulpito lo que más mente renovadora. Sólo cuando la crisis se prolonga y de-
vale, sino lo que de ellas se trasluzca a través de su vida. bilita demasiado al predicador, puede ser aconsejable que
Helmut Thielicke ha expresado esta verdad incisivamen- éste cese temporalmente en su responsabilidad en el pulpito
te en una crítica saludable sobre la iglesia de nuestro tiem- a la par que busca medios adecuados de recuperación.
po. «Si no estoy equivocado, el hombre de nuestra genera-
ción tiene un instinto muy sensible para las frases rutinarias. ¿Se puede predicar sobre puntos que el predicador no
La publicidad y la propaganda le han acostumbrado a ello... aplica en su propia vida?
Cualquiera que desee saber si una bebida determinada es Omitir esos puntos es cercenar la Palabra de Dios. Ex-
realmente tan buena como el anunciante a través de la pan- ponerlos, en el caso apuntado, puede dar lugar a la hipocre-
talla del televisor dice que es, no puede creer ingenuamente sía, falta intolerable en el mensajero del Señor.
las recomendaciones fonéticamente amplificadas; debe ave-
riguar si ese hombre la bebe cuando está en casa, no en pú- No es moralmente posible exhortar a los oyentes a una
blico. ¿Bebe el predicador lo que ofrece desde el pulpito? vida de oración si el predicador apenas ora en privado; o a
Esta es la pregunta que se hace el hijo de nuestro tiempo, la generosidad, si él es atenazado por el egoísmo; o al es-
consumido por el fuego de la publicidad y los anuncios» (6). fuerzo de una dedicación plena a Cristo, si él no da ejemplo
de ello.
¿Puede predicar quien pasa por una experiencia de cri- Ante tal inconsecuencia, el predicador debe buscar toda
sis espiritual? la ayuda de Dios para conformar su vida a las enseñanzas de
la Palabra. Debiera estar en condiciones de poder decir con
Toda crisis es un estado de inestabilidad. No se ha lle- Pablo: «Sed imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo»
gado a posiciones fijas, definitivas. No es inmersión en la in- (I Cor. 11:1). Si es consciente de que no ha alcanzado tal
credulidad por pérdida de la fe o entrega al pecado con cese meta y si ha de predicar sobre un texto que pone al descu-
de toda lucha. Es más bien una situación de duda, de con- bierto algún punto débil de su vida cristiana, no ha de tener
flicto, de angustia, de depresión. Pero la fe se mantiene; las inconveniente en reconocerlo públicamente e indicar de al-
dudas son pájaros que revolotean sobre la cabeza sin llegar gún modo que él mismo también se incluye entre aquellos a
a hacer nido en ella; en el corazón sigue ardiendo la llama quienes se dirige el mensaje. Esto es doblemente positivo,
del amor a Cristo; la Biblia no ha dejado de ser el objeto pues no sólo libra al predicador de dar una falsa impresión
predilecto de lectura y meditación. de sí mismo, sino que, ante la confesión de sus propios de-
En estos casos no sólo se puede seguir predicando, sino fectos, aunque parezca paradójico, la congregación se sentirá
que, como vimos al considerar los recursso del ministro, el alentada. Los «superhombres» espirituales anonadan. Los
hombres de Dios que, como Elias (Sant. 5:17), son «de igual
6. The trouble with the Church. Hodder and Stoughton, p. 3. condición que nosotros» estimulan a sus hermanos.
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