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EL MINISTERIO PROFETICO.

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores
y maestros.
A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un
varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera por todo viento de doctrina, por estratagemas de hombres que
para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien
concertado unido entre sí por las coyunturas que se ayudan mudamente, según la actividad propia
de cada miembro, recibe su crecimiento para irse edificando en amor.” (Efesios 4:11-16).

En todo ministerio, la base de su autoridad se fundamenta en el llamado. Nadie puede arrogarse el


derecho de ser llamado profeta, sin ser llamado por Dios. Así que podemos decir: que el llamado
es la base principal de la autoridad de un ministerio profético.
Para poder entender “el ministerio profético”, lo primero que haremos será definir la palabra
“profeta”
El vocablo usado originalmente para designar a un profeta es nabí Este término proviene del
hebreo y significa: “Anunciar” o “proclamar”. Entonces, derivado del significado de la palabra
profeta, podemos decir que profetizar es proclamar la palabra de Dios. Y cuando hablamos de
proclamar la palabra de Dios, no nos estamos refiriendo a predicar la palabra que está escrita en la
Biblia, sino que nos estamos refiriendo a una palabra recibida en nuestro tiempo. Esta palabra
proclamada, puede referirse a palabras de Dios anunciadas y registradas en las sagradas
escrituras, o tratarse de un asunto totalmente nuevo, pero concordante con los principios de la
palabra escrita (la biblia). Ahora bien, hay delineamientos para el ministerio profético en la iglesia.
No se puede ejercer el ministerio profético fuera de la guianza de Dios. El profeta ha de estar
plenamente conectado con el que hacer del Espíritu de Dios en la iglesia. Dicho de otro modo: El
profeta es un vocero del Espíritu; de esa voz actual y viva que Dios esta hablando a su pueblo en
este tiempo.

El ministerio profético es de vital importancia.


A través de los siglos, el ministerio profético ha ejercido una labor valiosísima en la obra de Dios. Y
en nuestro tiempo, debe tener una influencia poderosa en la vida de la iglesia, y en la relación de
ésta con el mundo natural (las personas no creyentes) y con el mundo espiritual (las fuerzas del
aire).
Con el objetivo de entender el ministerio profético, vamos a ver a continuación, algunos principios
y consideraciones importantes a cerca de este poderoso ministerio de la iglesia.

1) LA PALABRA VENIDA ATRAVES DEL MINISTERIO PROFETICO ES UNA LUZ EN TIEMPOS DE


OSCURIDAD.
El apóstol Pedro nos habla de esta poderosa verdad del ministerio profético. Él dice: “Tenemos
también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una
antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga
en vuestros corazones…” (2 Pedro 1:19). La palabra profética a la que se refiere el apóstol Pedro es
la biblia, la cual tiene por objetivo mantener a los creyentes dentro de la voluntad de Dios;
haciendo que el pueblo tenga entendimiento claro de cuál es la doctrina de Dios y cuales son
palabra o doctrinas de apostatas y profetas falsos. El apóstol Pedro define esta palabra profética
como “la más segura”, y en razón de esa seguridad, la compara a “una antorcha que alumbra en
lugar oscuro”. Y es en virtud de esa cualidad de palabra profética segura, que recomienda a los
creyentes a estar atentos a ella. Cabe hacer notar, que “la palabra profética más segura” a la que
se refiere el apóstol Pedro, no es a las profecías de los profetas de la iglesia contemporánea; sino a
la palabra dada por Dios a través del ejercicio profético del antiguo testamento. Sin embargo, la
aclaración anterior no invalida a las profecías del nuevo testamento, que ciertamente son para los
creyentes de hoy “una antorcha que brilla en lugar oscuro”. De igual modo, las profecías del que
hacer profético de hoy, lo serán para los creyentes de las futuras generaciones; Siempre y cuando,
dichas profecías sean auténticas profecías venidas del Dios verdadero.

2) LA OBRA FISCALIZADORA DE LA IGLESIA DEL EJERCICIO PROFÈTICO:


Hay otra advertencia que nos hace el apóstol en relación a la palabra profética de las escrituras, la
cual es: “Entendiendo primero esto: que ninguna de las profecías de la escritura es de
interpretación privada…” (2 Pedro 1:20). Lo anterior, nos lleva a entender que ningún ministerio
profético puede atribuirse la exclusividad de la verdad. Esta declaración constituye uno de los
fundamentos más importantes del ejercicio profético. Esto, por cuanto el profeta debe hablar en
nombre de Dios, y es necesario que el profeta o el ministerio profético, tenga unidad con la iglesia
y los fundamentos doctrinales bíblicos de la iglesia.
La participación de la iglesia frente al ejercicio profético, va mucho más allá de beneficiarse con la
ministración profética; la iglesia ha de constituirse en fiscalizadora del ejercicio profético. Sin
embargo, cuando hablamos de que la iglesia debe fiscalizar el ejercicio profético, no nos estamos
refiriendo a una dogmatizaciòn del ejercicio profético, sino a que la iglesia debe procurar que el
ejercicio profético se dé dentro de cierto orden. Si la iglesia no cumple esta valiosa función en el
ministerio profético, puede ocurrir que los beneficios del ministerio profético no sean los que el
Señor ha determinado, y que los incrédulos que entren en contacto con la iglesia, no reciban la
bendición que el ejercicio profético les puede traer. Y debe recordarse que cuando la iglesia se
ocupa de poner en práctica el ministerio profético, da un poderoso testimonio al no creyente y los
nuevos en la fe, de la presencia de Dios en medio de ella. Léase lo dicho por el apóstol Pablo a los
corintios: “Pero si todos profetizan, y entra un incrédulo o indocto, por todos es convencido, por
todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro,
adorará a Dios, declarando que ciertamente Dios está entre vosotros.” (1Corintios 14:24,25).
Además, la iglesia debe juzgar las profecías, y procurar que se den en un marco de claridad para el
oyente. Veamos lo que dice la palabra del Señor en ese sentido: “Así, los profetas hablen dos o
tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero.
Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y
los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de
paz.” (1Corintios 14:29-33).
Como podemos deducir, en concordancia con Las Escrituras, el ministerio profético no puede
ejercerse como un ministerio independiente de la iglesia; pues ésta le da aval a su legítimo
desempeño.

3) LA PALABRA PROFETICA PROVIENE DE LA VOLUNTAD DE DIOS:


Este principio es de suma importancia en el ejercicio del ministerio profético. Si no tomamos en
cuenta este importantísimo principio, podemos ser víctimas de los muchos yerros que se dan en el
movimiento profético.
Aunque ciertamente el apóstol Pedro define las profecías como “la palabra profética más segura
“hace una advertencia, a la cual ya nos referimos anteriormente, y la que ampliaremos a
continuación: “Entendiendo primera mente esto, que ninguna profecía de la escritura es de
interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (1Pedro 1:20,21).
A través de todos los tiempos ha existido el grave problema de los falsos profetas, y, por ende, de
las falsas profecías. Hay muchas causas del porqué de las falsas profecías, sin embargo, vamos a
referirnos a una en especial: La mediación de la voluntad humana.
El apóstol Pedro, a la ves de advertirnos de que la interpretación de las profecías no es de dominio
privado, nos dice en su advertencia que: “Nunca la profecía fue traída por voluntad humana”. La
mediación de la voluntad humana es un peligro con el que corren los verdaderos profetas, y es por
eso que, tanto los profetas, como la iglesia en general, deben tener sumo cuidado de los
sentimentalismos y los intereses puramente humanos a la hora de ejercer el ministerio profético.
En el presente hay una tendencia peligrosa en ese sentido: Se invita a profetas y a ministerios
proféticos con la expectativa de oír y ver en acción el ministerio profético, sin tener en cuente si
Dios está queriendo enviar una palabra en ese tiempo específico. Lo cual pone al/o los profetas en
una situación difícil, en la que, frente a las expectativas de la gente, se encuentra mucho más
tentado a hablar de su propio pensamiento y no de la palabra profética; que no puede ser traída
por voluntad humana. Frente a esas circunstancias, se hace altamente necesario que el profeta
tenga una fuerte integridad como ministro; como siervo de Dios, para poder honrarlo a EL;
cuidando de no decir palabras que Dios no haya puesto en su boca.

4) LA INTEGRIDAD DEL MINISTRO: La principal característica de un ministro del Señor es su


carácter cristiano.
El Señor Jesucristo nos advierte acerca de cómo poder identificar a quienes son genuina mente
ministros de Dios, y a quienes no lo son, usando este principio del carácter. Él dice: “Guardaos de
los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces. Por sus frutos los conoceréis, ¿A caso se recogen uvas de los espinos, o higos de los
abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el
buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” (Mateo 7:15-18). En este texto de
las palabras de nuestro Señor Jesucristo, y en otros más, (ver hechos 20:29; Romano. 16:17,18;
GAL. 6:12,13; 2º Pedro. 2:1-3) se nos advierte a cerca de las apariencias exteriores de virtud y del
verdadero carácter interior impío de algunos llamados ministros.
No podemos juzgar correctamente la obra de un ministerio, sin detenernos a escudriñar el
verdadero carácter y las obras personales del “ministro” Si el “ministro” no es integro en su vida
personal; sino que es deshonesto y falto de las virtudes del carácter de Cristo; su llamamiento muy
probablemente no sea verdadero; porque “un árbol malo no puede dar frutos buenos”

Podemos decir pues, a la luz del “principio de la integridad”, que: Un verdadero profeta de
Jesucristo es lleno de las virtudes del Señor, y será, por tanto: una persona santa, humilde,
misericordiosa, recta, justa y afable; no será iracundo, arrogante, ni impuro en ninguno de sus
actos, sean estos públicos o privados.
Con la anterior declaración no queremos decir que un ministro del Señor no puede pecar, o que al
pecar invalida toda su obra ministerial. La palabra del Señor (La Biblia) registra el pecado de
verdaderos siervos del Señor sin que esto desautorice su obra. Sin embargo, ha de aclararse que el
pecado de dichos servidores del Señor no es el carácter habitual de sus vidas; es más bien una
excepción. Aun así, es de suma importancia que la iglesia conozca a ciencia cierta quien es el
profeta como persona, a fin de poder aceptar y juzgar adecuadamente el ministerio de dicho
profeta.
CARACTERISTICAS DEL MINISTERIO PROFETICO:
La iglesia ha de tener en cuenta algunas características del ministerio profético, tales como:
A) EL PROFETA TIENE UNA ESTRECHA COMUNION CON DIOS:
Todo aquel que ejerce el ministerio profético debe tener una comunión íntima con el Señor. La
comunión espiritual entre el profeta y Dios es una característica importante de su ministerio. Solo
aquellos que están en el “secreto del Señor” podrán escuchar lo que el Señor está diciendo.
(Refiérase a Jeremías 23:18,22).
En el antiguo testamento se registra esta importantísima característica de un profeta en las
palabras del profeta Isaías que dice: “…Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no
habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.” (1Reyes 17:1). Esta misma característica la
tuvieron todos los profetas del antiguo testamento.

Con el llamamiento viene también la obligación que tiene el profeta delante de Dios de tener
comunión con él y permanecer en “el secreto de Dios” Veamos lo que Dios le dice a Abraham
cuando lo llama: “…le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios todopoderoso, anda delante de mí y
sé perfecto.” (Génesis 17:1).
Ahora veamos una profecía de Abraham, donde él mismo hace mención a esta característica de la
comunión con Dios: “Entonces el me respondió, Jehová, en cuya presencia he andado, enviará a su
ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de
mi padre” (Génesis 24:40).
Otra referencia de este mismo tema la encontramos en las profecías de Jacob cuando bendijo a
sus hijos y nietos: “Y bendijo Jacob a José diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis
padres Abraham e Isaac, el Dios que mantiene desde que yo soy hasta este día…” (Génesis 48:15).
Como hemos podido ver a través de los textos antes mencionados, un profeta u hombre de Dios,
tiene constante comunión con Dios. Es precisamente este hecho el que lo capacita para oír las
palabras de Dios, y de esa forma poder profetizar.

B) LA PALABRA PROFETICA VERDADERA SE CUMPLE:


Toda palabra profética que sea verdadera tiene un cumplimiento.
Esta característica del cumplimiento es un hecho infaltable en la profecía, sobre todo en las
profecías de prosperidad. Cuando en el antiguo testamento se registra que hubo una proliferación
de las falsas profecías, Dios determinó que uno de sus profetas pusiera en evidencia a los falsos
profetas a través de esta característica de la palabra profética: “Los profetas que fueron antes de
mí y antes de ti en tiempos pasados, profetizaron guerra, aflicción y pestilencia contra muchas
tierras y grandes reinos. El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta,
será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió” (Jeremías 28:8,9).
Esta no es una regla antojadiza; ya que Dios mismo la estableció.
El profeta Jeremías no habla de su propio pensamiento cuando se refiere a este principio infaltable
en la profecía, sino que se está refiriendo a una base establecida por Dios en el libro de
Deuteronomio. Veamos:
“El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le he
mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá. Y si dijeres en tu
corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en
nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha
hablado; con presunción la hablo el tal profeta; no tengáis temor de él.” (Deuteronomio 18:20-22).
C) LA DIGNIDAD DEL PROFETA DETERMINA LA RECOMPENSA DE LOS QUE LO RECIBEN:
Debemos de ser sumamente cuidadosos respecto de las profecías, y saber que es importante lo
que aceptamos como profecía verdadera; o lo que desechamos como falsa. Porque si aceptamos
una falsa profecía, podríamos sufrir grandes daños; porque aceptar al profeta y sus profecías nos
hace merecedores de la recompensa del profeta. Y esta recompensa puede ser muy buena, o muy
negativa. Así lo dice la palabra de Dios. “El que recibe a un profeta por cuanto es profeta,
recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de
justo recibirá.” (Mateo 10:41). Podemos decir, entonces, que de acuerdo a la dignidad del profeta
así recibirá su recompensa; y siendo un profeta falso recibirá castigo; y los que lo reciban tendrán
la misma recompensa.
Nótese las palabras del profeta Jeremías a los profetas falsos de su tiempo y al pueblo que los
recibió:
“Por tanto así ha dicho Jehová sobre los profetas que hablan en mi nombre, los cuales yo no envié,
y que dicen: Ni espada ni hambre habrá en esta tierra; con espada y con hambre serán
consumidos esos profetas.
Y el pueblo al que profetizan será echado en las calles de Jerusalén por hambre y por espada, y no
habrá quien los entierre a ellos, a sus mujeres, a sus hijos y a sus hijas; y sobre ellos derramaré su
maldad.” (Jeremías 14:15,16).
Podemos ver claramente por las escrituras, que los falsos profetas fueron castigados con hambre y
espada; Y de la misma manera fueron castigados los que les creyeron; porque: “el que recibe a un
profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá” Pero no debemos rechazar las
profecías verdaderas y a los verdaderos profetas, porque la recompensa de recibir a un verdadero
profeta es de acuerdo a su dignidad. Veamos lo dicho en la palabra de Dios: “…Josafat, estando en
pie dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros;
creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Crónicas 20:20).

B) LOS DESEOS DEL CORAZÒN Y LA PROFECIA:


Desde siempre ha habido una tendencia que ha hecho desvariar a muchos profetas: No hablar de
las palabras “duras” de Dios.
Normalmente a la gente no le gusta que le señalen directamente y con firmeza sus pecados y su
rebeldía; por el contrario, le gusta que les digan cosas bonitas y que los endulcen con palabras
mentirosas que hablen de las vanidades en las que anda su corazón. Esto seduce tanto al profeta
como al pueblo. Por cuanto a algunos profetas no les gusta el rechazo de la gente cuando tienen
que decir una palabra fuerte. Por tanto, debemos tener cuidado cuando veamos a un profeta que
solo habla de prosperidad y de bendición, y que nunca parece tener una profecía que exhorte al
pueblo a dejar su pecado y su vanidad. Pero no solo debemos tener cuidado de los profetas y sus
profecías; debemos tener aún más cuidado de nosotros mismos; porque casi siempre somos
seducidos por nuestros propios deseos vanos o insanos.
Muchas veces cuando somos engañados por una profecía falsa, no somos engañados por la
profecía realmente, sino por nuestro corazón, que no desea oír verdaderamente la palabra de
Dios, sino lo que deseamos nosotros mismos. Y la profecía falsa lo que hace es estimular nuestros
propios deseos. Si una profecía te habla de prosperidad y bendición, pero tu anda en lujuria,
avaricia, codicia, impureza sexual o cualquiera otra inmundicia; la profecía, muy probablemente
será falsa; porque Dios está interesado primeramente en tu integridad moral y espiritual, antes
que en tu prosperidad material. (Lea Mateo 6:33). Además, debemos saber que la bendición y la
prosperidad material tiene principios tales como:
1“La prosperidad del alma es la base de la prosperidad material” (3: Juan 1:2)
2 “Dios honra a los que le honran”
3 “Ocuparse prioritariamente de las cosas de Dios” (Mateo 6:33).

E) LA IMPORTANCIA DE LA AUTENTICIDAD:
Como hemos podido notar a través de lo visto hasta aquí, hay que tener cuidado para poder
identificar las profecías verdaderas y a los falsos profetas.
El porqué de la importancia de saber cuándo un profeta y su profecía son auténticos, radica en la
posibilidad de lo que se recibe al creer o desechar las profecías; Si crees una profecía falsa tendrás
muchos daños y hasta maldición; pero si no crees una verdadera profecía, perderás la seguridad
de la dirección de Dios y la prosperidad que Dios quiere traer sobre ti. Preguntémonos: Si
tuviéramos un gran negocio que realizar, donde estén involucrados una gran cantidad de dinero:
¿Seríamos descuidados con lo que estamos comprando? Yo pienso que seríamos muy cuidadosos
con la autenticidad u originalidad del producto en transacción. En relación a la profecía, el asunto
es todavía mas critico; porque los daños pueden ser mucho mayores que la pérdida económica de
un mal negocio.
Veamos las palabras ya referidas en el punto anterior: “…Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá
y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y
seréis prosperados,” (2Crònicas 20:20). Como podemos ver, es muy importante que podamos
estar atentos a la palabra profética, porque podría traernos grandes beneficios, sin embargo,
debemos discernir las profecías.
Ciertamente no hay mayor testimonio de que las profecías son auténticas que el cumplimiento
mismo de las profecías. Mucho se puede decir o alegar acerca de si una profecía es falsa o
verdadera; pero el fin de toda duda o presunción de verdad, viene con el cumplimiento de la
profecía en cuestión. Y de igual manera ocurre con los profetas; pues el cumplimiento de sus
profecías es el testimonio más elocuente de que es un verdadero profeta.

DONES COMPLEMENTARIOS DEL MINISTERIO PROFETICO: (No todo el que profetiza tiene un
ministerio profético).
El ministerio profético, para ser reconocido como tal, ha de tener otros elementos operando
juntamente con la profecía. Dichos elementos a los que nos referimos son los dones espirituales.
Los dones espirituales que operan juntamente con la profecía, ayudando a conformar el ministerio
profético son:
Palabra de sabiduría.
Palabra de ciencia.
Discernimiento de espíritus.
Don de sanidad.
Don de milagros.
Puede que en un ministerio profético no estén todos estos dones, pero sí lo estarán la mayoría de
ellos.

EL PROPÓSITO DE LAS PROFECÌAS:


El ministerio profético ha sido de gran importancia en la iglesia y en toda la obra de Dios a través
de todos los tiempos. Es precisamente a través del ministerio profético que Dios ha establecido su
palabra, y de esta manera nos ha hecho conocer su voluntad y propósitos eternos.
A continuación, vamos a ver los propósitos más importantes de la profecía.

1) DIOS PROVEE DE GUIANZA ATRAVES DEL MINISTERIO PROFETICO:


A cerca de este punto solo haremos una breve mención, dado que al comienzo de este tema ya
nos referimos a él.
Las profecías han sido un medio a través del cual Dios ha guiado a su pueblo. El apóstol Pedro nos
refiere de forma clara esta importante verdad. Él dice: “Tenemos también la palabra profética más
segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro…”
(2 Pedro 1:19).
Debemos aclarar que la guianza de la que hablamos, no es una guianza individual, sino colectiva.
Lo que quiere decir que el ministerio profético no existe para que las personas le consulten acerca
de la voluntad de Dios; la guianza que trae la palabra profética es para el pueblo de un modo
colectivo, y esta guianza será para conducirles a los propósitos de Dios.
Si como individuos queremos la guianza del Señor, debemos acudir a la oración y a la búsqueda de
una respuesta del Espíritu Santo, sabiendo que a cada creyente verdadero le fue dado el Espíritu
del Señor para ser guiado a toda verdad.

Aunque los miembros individuales de la iglesia tienen al Espíritu Santo, la iglesia como un cuerpo
no es guiada desde el interior de cada individuo, sino a través de los ministros del Señor Jesucristo
en la iglesia; es el mismo Espíritu, pero operando a través de los dones ministeriales: Apóstol,
Profeta, Evangelista, Pastor y Maestro.

2) LA PROFECIA EDIFICA: (1 Corintios 14:3).


La iglesia tiene en el ministerio profético uno de sus más valiosos recursos. No podemos descuidar
ni menospreciar este ministerio, porque de hacerlo, perderíamos gran parte de la provisión de
Dios para nuestra edificación. Además, esta característica es un principio que nos ayuda a
reconocer las profecías verdaderas. Así que podemos decir que: Si una profecía no trae edificación
a la iglesia o al creyente individualmente, de acuerdo al plan de Dios; dicha profecía es falsa.
Cuando hablamos de que la profecía edifica, no nos estamos refiriendo al hecho de sentirnos bien,
sino más bien, a que la profecía tiene como fin producir en nosotros el crecimiento espiritual y
hacernos vivir en la voluntad de Dios.

3) LA PROFECIA EXHORTA: (1 Corintios 14:3)


Esta es una de las funciones más importante de las profecías, dado que por causa de nuestra
naturaleza pecaminosa siempre estamos tentados a desviarnos del camino de la voluntad de Dios.
Por ello, se hace imprescindible el ministerio profético.
En el pasado el ejercicio del ministerio profético desempeñó una función destacada en la
exhortación del pueblo de Dios. Esto, sin embargo, les trajo a los profetas una gran hostilidad y
rechazo; llegando inclusive a matar a muchos de ellos. Por tanto, el profeta necesita gran valor
para cumplir esta parte de su misión.
En este tiempo las corrientes filosóficas y religiosas han tomado diversidad de matices que
resultan muy difíciles de detectar por la sutileza con que el enemigo las ha ideado. Esas filosofías
están siendo introducidas a la iglesia y están llevándola a peligrosos rumbos que no son el camino
del Señor.
Se hace necesario entonces, que como en el pasado, se levanten ministerios proféticos, que, con
valor y visión de la voluntad de Dios, exhorten al pueblo a la pureza, la santidad, el fervor y a
tomar conciencia de la importancia de poner en alta estima la obra de Dios y a evitar caer en la
trampa del afán por las riquezas y la vanidad.
Hoy día, hay un mover profético que se ocupa desmedidamente de la prosperidad material y que
no se ocupa de dar a conocer al mundo y a las potestades del aire, que el reino de los cielos no es
comida ni bebida ni vana palabrería; sino justicia, paz y poder en el Espíritu.

4) LA PROFECIA CONSUELA:
Ante las muchas tribulaciones de la vida, a las que el creyente y la iglesia en general se encuentran
expuestos, se hace imprescindible este gran beneficio de la gracia de Dios, que nos es
suministrado a través del ministerio profético. Si bien es cierto que la exhortación es de suma
importancia para el pueblo de Dios; también lo es la necesidad de consolación.
Dios ha dispensado a su pueblo este inefable don a través de todos los tiempos: Consoló al
anciano Abraham y su amada esposa con la promesa de un hijo.
Consoló a los esclavos Israelitas en Egipto prometiéndoles un libertador y una tierra que fluía leche
y miel.
Consoló a su pueblo Israel prometiéndoles un Mesías libertador.
Consoló a los enlutados de Sion en babilonia. Consoló a los entristecidos discípulos con las
promesas de su regreso, de un maravilloso lugar que fue a preparar, y con la promesa del gran
consolador: El Espíritu Santo; y consoló a la iglesia con la promesa de una boda celestial, y con la
promesa de su permanente presencia con nosotros, y con la promesa de enjugar toda lagrima de
nuestros ojos; y con la promesa de una herencia eterna en los cielos.
Como podemos ver, tan abundante como la exhortación ha sido la consolación. Es importante que
podamos reconocer este certísimo hecho de la grande y eterna misericordia de Dios; porque,
aunque ciertamente Dios es fuego consumidor; su misericordia es para siempre.
No cometamos el grave error de creer que solo la palabra de fuego que quema, o la que es fuerte
y pesada como martillo quebranta la roca (ver Jeremías 23:9) es la palabra de Dios; también lo es
la palabra que da paz y consuelo, amor y ternura, como la de un padre bueno y tierno; porque el
Dios que da la profecía, y que es fuego consumidor; también es nuestro buen padre celestial.

Clamemos a Dios para que se levanten en la iglesia verdaderos profetas de Dios con poderosos
ministerios, a través de los cuales el Espíritu Santo nos traiga luz, exhortación, poder y consuelo
para edificación de la iglesia de Cristo nuestro Señor.

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