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“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores
y maestros.
A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un
varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera por todo viento de doctrina, por estratagemas de hombres que
para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien
concertado unido entre sí por las coyunturas que se ayudan mudamente, según la actividad propia
de cada miembro, recibe su crecimiento para irse edificando en amor.” (Efesios 4:11-16).
Podemos decir pues, a la luz del “principio de la integridad”, que: Un verdadero profeta de
Jesucristo es lleno de las virtudes del Señor, y será, por tanto: una persona santa, humilde,
misericordiosa, recta, justa y afable; no será iracundo, arrogante, ni impuro en ninguno de sus
actos, sean estos públicos o privados.
Con la anterior declaración no queremos decir que un ministro del Señor no puede pecar, o que al
pecar invalida toda su obra ministerial. La palabra del Señor (La Biblia) registra el pecado de
verdaderos siervos del Señor sin que esto desautorice su obra. Sin embargo, ha de aclararse que el
pecado de dichos servidores del Señor no es el carácter habitual de sus vidas; es más bien una
excepción. Aun así, es de suma importancia que la iglesia conozca a ciencia cierta quien es el
profeta como persona, a fin de poder aceptar y juzgar adecuadamente el ministerio de dicho
profeta.
CARACTERISTICAS DEL MINISTERIO PROFETICO:
La iglesia ha de tener en cuenta algunas características del ministerio profético, tales como:
A) EL PROFETA TIENE UNA ESTRECHA COMUNION CON DIOS:
Todo aquel que ejerce el ministerio profético debe tener una comunión íntima con el Señor. La
comunión espiritual entre el profeta y Dios es una característica importante de su ministerio. Solo
aquellos que están en el “secreto del Señor” podrán escuchar lo que el Señor está diciendo.
(Refiérase a Jeremías 23:18,22).
En el antiguo testamento se registra esta importantísima característica de un profeta en las
palabras del profeta Isaías que dice: “…Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no
habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.” (1Reyes 17:1). Esta misma característica la
tuvieron todos los profetas del antiguo testamento.
Con el llamamiento viene también la obligación que tiene el profeta delante de Dios de tener
comunión con él y permanecer en “el secreto de Dios” Veamos lo que Dios le dice a Abraham
cuando lo llama: “…le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios todopoderoso, anda delante de mí y
sé perfecto.” (Génesis 17:1).
Ahora veamos una profecía de Abraham, donde él mismo hace mención a esta característica de la
comunión con Dios: “Entonces el me respondió, Jehová, en cuya presencia he andado, enviará a su
ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de
mi padre” (Génesis 24:40).
Otra referencia de este mismo tema la encontramos en las profecías de Jacob cuando bendijo a
sus hijos y nietos: “Y bendijo Jacob a José diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis
padres Abraham e Isaac, el Dios que mantiene desde que yo soy hasta este día…” (Génesis 48:15).
Como hemos podido ver a través de los textos antes mencionados, un profeta u hombre de Dios,
tiene constante comunión con Dios. Es precisamente este hecho el que lo capacita para oír las
palabras de Dios, y de esa forma poder profetizar.
E) LA IMPORTANCIA DE LA AUTENTICIDAD:
Como hemos podido notar a través de lo visto hasta aquí, hay que tener cuidado para poder
identificar las profecías verdaderas y a los falsos profetas.
El porqué de la importancia de saber cuándo un profeta y su profecía son auténticos, radica en la
posibilidad de lo que se recibe al creer o desechar las profecías; Si crees una profecía falsa tendrás
muchos daños y hasta maldición; pero si no crees una verdadera profecía, perderás la seguridad
de la dirección de Dios y la prosperidad que Dios quiere traer sobre ti. Preguntémonos: Si
tuviéramos un gran negocio que realizar, donde estén involucrados una gran cantidad de dinero:
¿Seríamos descuidados con lo que estamos comprando? Yo pienso que seríamos muy cuidadosos
con la autenticidad u originalidad del producto en transacción. En relación a la profecía, el asunto
es todavía mas critico; porque los daños pueden ser mucho mayores que la pérdida económica de
un mal negocio.
Veamos las palabras ya referidas en el punto anterior: “…Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá
y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y
seréis prosperados,” (2Crònicas 20:20). Como podemos ver, es muy importante que podamos
estar atentos a la palabra profética, porque podría traernos grandes beneficios, sin embargo,
debemos discernir las profecías.
Ciertamente no hay mayor testimonio de que las profecías son auténticas que el cumplimiento
mismo de las profecías. Mucho se puede decir o alegar acerca de si una profecía es falsa o
verdadera; pero el fin de toda duda o presunción de verdad, viene con el cumplimiento de la
profecía en cuestión. Y de igual manera ocurre con los profetas; pues el cumplimiento de sus
profecías es el testimonio más elocuente de que es un verdadero profeta.
DONES COMPLEMENTARIOS DEL MINISTERIO PROFETICO: (No todo el que profetiza tiene un
ministerio profético).
El ministerio profético, para ser reconocido como tal, ha de tener otros elementos operando
juntamente con la profecía. Dichos elementos a los que nos referimos son los dones espirituales.
Los dones espirituales que operan juntamente con la profecía, ayudando a conformar el ministerio
profético son:
Palabra de sabiduría.
Palabra de ciencia.
Discernimiento de espíritus.
Don de sanidad.
Don de milagros.
Puede que en un ministerio profético no estén todos estos dones, pero sí lo estarán la mayoría de
ellos.
Aunque los miembros individuales de la iglesia tienen al Espíritu Santo, la iglesia como un cuerpo
no es guiada desde el interior de cada individuo, sino a través de los ministros del Señor Jesucristo
en la iglesia; es el mismo Espíritu, pero operando a través de los dones ministeriales: Apóstol,
Profeta, Evangelista, Pastor y Maestro.
4) LA PROFECIA CONSUELA:
Ante las muchas tribulaciones de la vida, a las que el creyente y la iglesia en general se encuentran
expuestos, se hace imprescindible este gran beneficio de la gracia de Dios, que nos es
suministrado a través del ministerio profético. Si bien es cierto que la exhortación es de suma
importancia para el pueblo de Dios; también lo es la necesidad de consolación.
Dios ha dispensado a su pueblo este inefable don a través de todos los tiempos: Consoló al
anciano Abraham y su amada esposa con la promesa de un hijo.
Consoló a los esclavos Israelitas en Egipto prometiéndoles un libertador y una tierra que fluía leche
y miel.
Consoló a su pueblo Israel prometiéndoles un Mesías libertador.
Consoló a los enlutados de Sion en babilonia. Consoló a los entristecidos discípulos con las
promesas de su regreso, de un maravilloso lugar que fue a preparar, y con la promesa del gran
consolador: El Espíritu Santo; y consoló a la iglesia con la promesa de una boda celestial, y con la
promesa de su permanente presencia con nosotros, y con la promesa de enjugar toda lagrima de
nuestros ojos; y con la promesa de una herencia eterna en los cielos.
Como podemos ver, tan abundante como la exhortación ha sido la consolación. Es importante que
podamos reconocer este certísimo hecho de la grande y eterna misericordia de Dios; porque,
aunque ciertamente Dios es fuego consumidor; su misericordia es para siempre.
No cometamos el grave error de creer que solo la palabra de fuego que quema, o la que es fuerte
y pesada como martillo quebranta la roca (ver Jeremías 23:9) es la palabra de Dios; también lo es
la palabra que da paz y consuelo, amor y ternura, como la de un padre bueno y tierno; porque el
Dios que da la profecía, y que es fuego consumidor; también es nuestro buen padre celestial.
Clamemos a Dios para que se levanten en la iglesia verdaderos profetas de Dios con poderosos
ministerios, a través de los cuales el Espíritu Santo nos traiga luz, exhortación, poder y consuelo
para edificación de la iglesia de Cristo nuestro Señor.