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Circunstancias de la composición de las Bucólicas

Publius Vergilius Maro fue el nombre completo del autor. Publio fue el prenombre, que designaba al individuo;
Virgilio, el nombre gentilicio, indicaba la gens (grupo de familias); Marón, el apellido, que señalaba la familia
de la gens.
Ocho siglos después de Homero, trece siglos antes de Dante, Publio Virgilio Marón nació en Andes. Andes
era el nombre de una pequeña aldea -que quizá corresponda a la actual Volta Mantovana, a 25 kilómetros de
Mantua-, habitada sucesivamente por etruscos, celtas y colonos romanos.
Cuando nació Virgilio -el 15 de octubre del 70 a.C.-, Andes pertenecía a la Galia Cisalpina y no gozaba, por
esto, de la ciudadanía romana. Virgilio, el cantor de Roma, no nació romano en el sentido estricto de la
palabra. Solo a los 19 años, por obra de Julio César, Virgilio será romano a carta cabal.
Sus padres trabajaban una pequeña propiedad donde se dedicaban sobre todo a la explotación de la madera
y a la apicultura.
En el año 70 la república romana estaba llegando fatalmente a su fin. El golpe de gracia será dado por Julio
César, que a la sazón era un ambicioso joven de 29 años y aprendía el arte de guerrear en el Asia.
Los padres de Virgilio habrán podido narrar a su tierno hijo los infaustos sucesos de la guerra civil entre los
partidarios de Sila y de Mario y los de la insurrección de esclavos, capitaneados por Espartaco. Justamente
los debeladores de este levantamiento, Pompeyo y Craso, ejercían su primer consulado al nacer Virgilio.
El talento de Virgilio nació, pues, del encuentro de la poesía moderna, inaugurada por Catulo, con el
epicureísmo, esto es, el rechazo de extenuarse en las luchas políticas en cuyo seno agonizaba la ciudad
romana. Pero el talento de Virgilio fue esencialmente progresivo. Poco a poco su poesía y su pensamiento
alcanzarán profundidades inimaginables.
El gran poeta aprende filosofía solo en grandes filósofos. El gran poeta además aprende qué es poesía y qué
es arte del lenguaje en los grandes poetas, pero, al mismo tiempo y además, desde el principio hasta el fin, en
todo lo que es lenguaje y está dotado de él; liba la miel del lenguaje no solo allí donde ya está hecho sino
también en la flor más humilde, y la fabrica él mismo, sabrosa y perfumada, como solo puede ser la suya.
Pero todo esto, no lo olvidemos, cumpliendo con la única ley quizá que hace clásico un arte; esto es, crear
con las palabras más ordinarias y usadas el verso más extraordinario y nunca oído.
En el 44, año del asesinato de César, encontramos a Virgilio instalado en su tierra, Mantua, y viviendo de las
rentas de su finca. Lejos del mundanal ruido de la última y más sangrienta guerra civil, compone entre el 43 y
el 40 cuatro bucólicas, que ocuparon en la redacción definitiva los números II, III, V y VII. El orden cronológico
de composición que vamos a presentar es una hipótesis corroborada por elementos internos de las mismas
bucólicas.
El género bucólico o pastoral (canto de pastores) tuvo como máximo exponente en la literatura griega a
Teócrito (310-250 a.C. aproximadamente). Su influjo en Virgilio es más que evidente, pero el lenguaje de los
pastores virgilianos es mucho más elevado. Por otro lado, la obra misma de Teócrito fue de imitación y de
reacción combinadas, más que de franca iniciativa y de audaz descubrimiento. El camino de las pastorales ya
había sido abierto por los dramas satíricos y los ditirambos, cuyos personajes eran pastores; y, más
recientemente, por las composiciones pintorescas con héroes campesinos, de varios de los primeros poetas
alejandrinos.
En tiempos de Augusto, Teón de Alejandría, hijo del gramático Artemidoro, publicó en Roma un 2Upo'mnhma
ei1ç Qeokri'tou (Comentarios sobre Teócrito), primera edición completa de los Idilios del siracusano. La
pastoral, pues, se puso de moda, y Virgilio señala varias veces su dependencia de Teócrito, pero conviene
tener en cuenta la siguiente observación de W. Iser: “Siempre que una forma artística trabaja con efectos
exagerados de confirmación, estos tienen
que cumplir un objetivo estratégico, pero ellos mismos no son ya un tema. Ante todo, indican que lo que tan
patentemente parecen confirmar, propiamente lo excluyen” (Iser, W., El acto de leer, Madrid, Taurus, 1987,
pág. 31).
La II bucólica es un dulce lamentar del pastor Coridón por Alexis. Tiene la forma de monólogo. En cambio, la
III, la V y la VII son cantos amebeos. Se entendía por canto amebeo (de a1moibai'oç, cambiable, alternado,
mutuo) un concurso poético de dos pastores sobre un tema; ambos pastores se responden en estrofas de
igual número de versos.
Las cuatro primeras bucólicas representan el mismo cuadro campestre, que respira la felicidad de una vida
simple. La influencia epicúrea es manifiesta: pocas cosas bastan para la felicidad. Los personajes de estas
cuatro bucólicas se conocen entre sí. Los concursos poéticos no están destinados a eliminar al adversario ni
implican envidia ni celos. La Arcadia, donde se desarrollan, no tiene valor geográfico sino tipológico: los
pastores representan a los poetas de Mantua que trataban de aliar el epicureísmo con la poesía alejandrina.
Virgilio siempre trató de enraizarse en una comunidad humana.
El éxito de estas bucólicas fue inmediato y total. Los romanos sintieron su propia voz, y Virgilio se convirtió en
seguida en un clásico. Muchísima gente, antigua y moderna, aprendió de memoria sus versos, desde el ligero
formosum pastor Corydon ardebat Alexim hasta el último y tremendo verso de la Eneida, uitaque cum gemitu
fugit indignata sub umbras. Serán, en total, 12.917 versos de perfecto pulimento.
En Roma Virgilio es atendido favorablemente por Augusto y logra recuperar sus tierras. El ambiente romano
de entonces era tenso. Octavio y Antonio se distanciaban cada vez más.
De regreso Virgilio compone la más musical y perfecta de sus bucólicas, que colocará después en el primer
lugar. El poema, compuesto en honor de Augusto, es otro diálogo suelto entre Títiro, modesto ganadero, y
Melibeo, un atribulado agricultor expropiado.
En las Bucólicas, obra compuesta durante seis años, se encuentran los versos más perfectos de Virgilio y los
que más halagan a los sentidos, pero no los más profundos y sublimes, sino lingüísticamente hablando,
considerados a la luz del arte elemental del lenguaje.
La disposición final de las bucólicas es más que perfecta:

 las bucólicas I y IX (diálogos sueltos) están íntimamente ligadas a la crisis del año 40;
 la II y la VIII (monólogos) cantan el amor desesperado;
 la III y la VII (amebeos) nos introducen en el mundo de la música liberadora;
 la IV y la VI (monólogos míticos) son dos revelaciones místicas: la IV del futuro y la VI del pasado;
 en el centro de esta basílica de dos naves paralelas, se sitúa la V, con el treno de Mopso y el himno de
Menalcas en honor de Dafnis, el inventor mítico de la pastoral;
 la X, la última, resume el espíritu de las bucólicas y se despide con un adiós que es a la vez exaltación
y autocrítica del género.

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