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Universidad de Los Andes

Facultad de Arquitectura y Diseño


Escuela de Arquitectura
Departamento de Materias Historias y Humanísticas
Historia de la Arquitectura 20

¿Por qué escriben los arquitectos?


Filarete

Prof.:
Arq. Manuel Vásquez Ortega

Br.:
Richard A. Gamboa Durán

Julio, 2019
Antonio Averlino, conocido también como Il Filarete (Amigo de la Virtud), fue
un pintor, escultor y arquitecto italiano nacido en Florencia hacia 1400, autor de
famosos trabajos como las Puertas de Bronce de la Basílica de San Pedro, el
Hospital Mayor de Milán (su obra civil capital), un Arco de Triunfo en Cremona,
entre otros; sin embargo, su mayor contribución fue su Tratado de Arquitectura
(Trattato d’Architettura) dedicado al príncipe Francesco Sforza (su mecenas en
Milán) y donde plantea toda una ciudad ideal: Sforzinda.

Dicho tratado, dividido en 25 libros, sería empezado en 1460 y culminado


en 1464, y, a diferencia de otros tratados de la época, discurre a modo de diálogo
entre su autor y el príncipe, cuya colaboración queda cifrada de manera muy
precisa, pues para Filarete al arquitecto corresponde la maternidad de la obra; la
paternidad es del príncipe. Aunque se considera que fue escrito de una manera un
tanto torpe, aporta una gran cantidad de ilustraciones con construcciones de
arquitecturas fantásticas y recargadas.

La descripción de su ciudad ideal le sirve como hilo conductor de su


peculiar interpretación de la arquitectura, en la que vincula no solo lo formal y lo
constructivo, sino que lo relaciona con lo social, lo teórico y lo real; conservando el
carácter medieval en su cultura y a la vez demostrando su dominio en la
arquitectura militar. Tal carácter medieval le es fuertemente criticado, no obstante,
lo posee también Alberti y di Giorgio, dando a entender que no es por tal carácter
sino más bien por el lenguaje vulgar (italiano) de su tratado, mientras que los
demás autores escribían los suyos en lengua culta, esto es, en latín.

Sin embargo, la diferencia en cuanto a modernidad se habla, entre un


escrito y otro, no está en la cultura que los alimenta, sino más bien en aquello a lo
que están enfocados: Alberti se entretiene en numerosas fantasías, sin perderse
en ellas, resaltando su seriedad humanista; Filarete se inclina hacia lo esotérico
(Cose Scabrose, según él), dando a entender los monstruos de la iconografía
gótica siguen en su cabeza.

Es pensamiento medieval lo hace dependiente, trayéndole conflictos donde


aquel menos dependiente no los tendría, puesto que Filarete le otorga un alto
valor material a los objetos, haciéndole relucir sus otros “lados”, el de escultor y el
de pintor, dando lugar a esa mezcla de gustos contradictorios que conocemos
como plateresco, siendo esas matices de gustos lo que lo detienen en el umbral
del Renacimiento.

Es comprensible su posición en cuanto al origen de la Arquitectura,


basándose en la Biblia y en Vitruvio, atribuyendo la primera cabaña vitruviana a
Adán, primer arquitecto. Problemas de esta índole se les presentarían a tratadistas
del siglo XVI, en Villalpando, y a tratadistas del siglo XVIII como Athanasio Genaro
Brizguz y Bruz.

Ahora bien, Filarete nunca desarrollo una teoría de la arquitectura


propiamente dicha, sino que debe ser hallada en ese pensamiento descriptivo que
poseía. Tal pensamiento lo llevó a ver el diseño de una obra en etapas que esta
va alcanzado cualitativamente, siendo estas: disegno in grosso (boceto o croquis);
disegno lineato (definición de contornos); disegno proporzionato (introducción de
medida y por ende escala); y disegno rilevato (modelo reducido o maqueta).
Podemos darnos cuenta que estas etapas que definió es lo que hoy conocemos
como el proceso de diseño.

Aun poseyendo estos “fantasmas góticos”, denota su carácter renacentista


en el cuerpo arquitectónico de sus obras, haciendo uso de figuras simples, y
yendo de lo general a lo particular en el proceso de división modulada de las
partes.

Resulta interesante que la Iglesia capital, el Hospital Mayor y la misma


ciudad de Sforzinda, tienen en común el origen de sus esquemas planimétricos: el
cuadrado, pues este encierra las plantas en cruz griega de las dos primeras obras,
y al girarlo 45° genera la estrella de ocho puntas, planta de la ciudad. El cuadrado
representa la medida humana, pero ¿dónde está la parte divina en su ciudad? Si
bien resulta extraño que no haya hecho uso de la proporción áurea, que ya Pacioli,
habría definido como divina; pues bien, la geometría de Filarete es mucho más
elemental y su matemática es muy distinta a la de Pacioli.

Su urbe imaginaria, concebida como materialización de la utopía humanista


que debía inspirar a todo príncipe del Renacimiento, suscitó el interés de
importantes gobernantes de la época, y no pasó desapercibida para artistas como
Leonardo da Vinci y Donato Bramante en Milán, Giorgio Vasari en Florencia, y
Vincenzo Scamozzi, quien poseía un ejemplar de su tratado; todos ellos
influenciados de gran manera por el tratado de Filarete.

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